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una gran cosecha para el pueblo de Israel, terminándose así de cumplir con esto, y a
cabalidad, la profecía de Joel (Joel 2:23, 28-32).
Lo que podemos decir entonces es que con el Arrebatamiento termina el periodo de la
gracia, tal y como lo hemos conocido en esta dispensación. Y el Espíritu Santo sólo usará a
estos 144,000 sellados para finalizar La Gran Comisión, tal como sucedía en tiempos del
Antiguo Testamento.
Se dice “periodo de gracia” porque el Espíritu Santo se derrama sobre toda raza hoy en día,
y utiliza a multitud de siervos gentiles, pero al ser levantada la Iglesia verdadera, este
periodo de gracia ya no tendrá sentido, pues la Iglesia ya no estará aquí, y sólo quedará el
pueblo de Israel como el otro instrumento que el Señor siempre ha usado.
Para ello levantará un remanente especial del pueblo judío, para ser utilizado en el
verdadero avivamiento mundial; en medio de mucho dolor y martirio (Apocalipsis 20:4).
Imagínese usted que si ahora que tenemos la gracia (es decir, que el Espíritu Santo se
manifiesta sobre toda carne), y de esa manera las iglesias evangélicas son guiadas por esta
unción y aun así hay iglesias que se dejan engañar, cómo será después del Rapto, donde esa
manifestación gloriosa del Espíritu Santo ya no operará sobre la Iglesia, pues la verdadera
Iglesia, como lo menciono atrás, ya ha sido arrebatada para ese entonces.
Un vez que suceda eso, ya nada detendrá al hijo del infierno (anticristo), pues las iglesias
que se quedaron entrarán en una crisis sin precedentes, al ya no contar con la guía del
Espíritu Santo; algunos dicen que los pocos cristianos que logren despertar después del
Rapto, tendrán que agarrarse del manto de uno de los 144,000 sellados, y de esta forma se
cumplirá el siguiente pasaje de Zacarías 8:23: “Así ha dicho Jehová de los Ejércitos: En
aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del
manto a un judío, y le dirán: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con
vosotros”.
Ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene,
hasta que él a su vez sea quitado de en medio. 2 Tesalonicenses 2:7
Para poder entender mejor ese pasaje de La Escritura, vale la pena detenernos por unos
momentos en analizar esta expresión utilizada por el Apóstol Pablo, la de “el misterio de
iniquidad”.
Veamos primeramente el vocablo iniquidad. Vemos que viene del latín iniquitate, y que el
diccionario lo traduce como maldad, injusticia grande. Del griego anomia, cuyo significado
es ilegalidad, maldad, injusticia y actividad ilícita, violación de la ley. Otros significados
son: Perversidad, estado de culpabilidad, impiedad, ofensa manifiesta contra Dios.
Todo verdadero siervo del Señor debería estar siempre a la expectativa de no caer en esta
perversidad, y de esta manera estar cubierto por la gracia del Señor.
El Apóstol Pablo dice en II Timoteo 2:19… Conoce el Señor a los que son suyos y apártese
de iniquidad todo aquel que invoque el nombre del Señor.
Mensajes escatológico
No debemos olvidar que sólo el Señor nos puede mantener libres de este pecado de
perversidad (Tito 2:14).
En el hebreo, esta palabra también tiene un amplio significado de maldad, y el diccionario
hebreo tiene que utilizar varias palabras para dar todo el sentido. Veamos algunas de ellas:
Rasha, merusha, merece. Y otras dos relacionadas también: Aven y avon, cuyo significado
sería “falta ante una norma establecida, rebelión, sublevación deliberada, extravío,
desviarse por ignorancia, im piedad, criminal, bandido, malvado, malhechor, culpable de
gran perversidad y persona que vende su cuerpo”.
¿No es asombroso el profundo significado de esta palabra en los dos idiomas de Las
Sagradas Escrituras? Al tener ya una idea más clara de todos estos significados, prosigamos
en cuanto a lo que hace referencia el Apóstol Pablo. Recordemos:
Ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene,
hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
II Tesalonicenses 2:7
El misterio de la iniquidad, según Pablo, ya había empezado a entrar en acción en su
tiempo. Algunos opinan que la forma tan desenfrenada y cruel en que actuaban los
emperadores romanos, es una evidencia de que el espíritu de iniquidad, fruto principal de la
Bestia, ya había empezado a manifestarse entonces.
La anarquía y rebeldía que dominan en estos momentos el planeta es sin igual. Se cometen
las más grandes injusticias en todos los ámbitos sociales, crímenes horrendos, corrupción
sin igual, y un espíritu desenfrenado de codicia embarga a las multitudes. Y muchos
pastores han sido arrastrados, para luego ser contados con los inicuos.
Uno no puede llegar a entender cómo hombres que una vez fueron buenos siervos del
Señor, hoy en día se encuentran totalmente desviados de toda verdad, y cometiendo cosas
abominables.
Este freno, sin lugar a dudas, tiene que ser la Iglesia verdadera en la plenitud del Espíritu
Santo, y una vez que suceda el Arrebatamiento, y sea quitada la plenitud poderosa del
Espíritu Santo que vino en Hechos 2, entonces el diablo ya no tendrá ningún estorbo para
operar por medio de sus dos bestias.
Con el Arrebatamiento terminará prácticamente la dispensación de la gracia en el contexto
de la Iglesia, y esto deberá suceder al inicio de la Semana Setenta. En otras palabras, con el
Arrebatamiento se inicia la Semana Setenta de Daniel 9:27.
Esta semana es conocida como La Tribulación, y será en ese periodo en que estas dos
bestias podrán operar abiertamente sin máscara, pues el único estorbo que les impedía era
la Iglesia.
Sobre todo, será a partir de la mitad de esa semana de años, o shabua, en el periodo
conocido como La Gran Tribulación (zlípseos tes megales, en gr. ver Apocalipsis 7:14),
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cuando la maldad de esos dos personajes será del todo evidente en el más amplio espectro,
aspecto y ante todos.
Generalizando, los que se quedaron después del Rapto -tanto individuos como iglesias- no
serán problema alguno para satanás, pues si se quedaron es porque pertenecían al Falso
Profeta. El único dolor de cabeza que tendrán estas dos bestias en esos días serán Los Dos
Testigos y los 144,000 judíos (Apocalipsis 7:11).