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Serie de temas escatológicos

TEMA: LOS 144.000 SELLADOS DEL APOCALIPSIS


INTRODUCCIÓN
A veces la persona que uno menos espera realiza las mayores hazañas.
Dean Hess era una persona así. Acababa de ser ordenado pastor de una
iglesia en Cleveland, Ohio, y esperaba pasar su vida en el ministerio
cristiano. Pero cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor en 1941, dejó
sus funciones de pastor para unirse al Programa de Cadetes de Aviación.
Así lo explicó a su sorprendida congregación: «Si creemos que nuestra
causa es justa y necesaria, ¿cómo puedo pedirles a otros que la
defiendan, y me protejan a mí, mientras me mantengo alejado del
sangriento caos de la guerra?». Hess voló sesenta y tres misiones de
combate en Francia. Después de la guerra, Hess volvió a la vida civil.
Pero fue llamado al servicio activo al estallar la guerra de Corea. Allí
dirigió un programa de entrenamiento para pilotos de caza coreanos,
además de participar en misiones de combate. Durante ese tiempo, Hess
se sintió muy conmovido por la gran cantidad de niños coreanos que
habían quedado huérfanos y unió esfuerzos con el capellán Russell L.
Blaisdell para proporcionar comida y refugio a cientos de ellos, primero
en una base aérea militar y luego en un orfanato improvisado en Seúl.
Sin embargo, poco después de que se estableciera el orfanato, el ejército
comunista marchó contra Seúl y obligó a miles de personas a evacuar la
ciudad. Hess y Blaisdell idearon un plan para trasladar a los niños a un
orfanato permanente en la isla de Jeju. Al principio el mando militar se
opuso, pero Hess y Blaisdell insistieron y lograron que se destinaran
dieciséis aviones de transporte C54 para la misión.¹ En total, el puente
aéreo y los envíos subsiguientes de alimentos y suministros para el
orfanato salvaron la vida de más de mil huérfanos.² Los actos heroicos
del Coronel Dean Hess requirieron de una extraordinaria valentía y
determinación. En ese mismo espíritu, el apóstol Juan habla de un grupo
de héroes que salvarán a millones de personas durante la tribulación
venidera. Este terrible período bien podría llamarse la era del anticristo,
pues su poder será casi absoluto. Controlará la economía y la religión del
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mundo, y se exaltará a sí mismo con una enorme estatua erigida en el


nuevo templo judío en Jerusalén. Aniquilará implacablemente a todos los
que se nieguen a inclinarse ante él. No obstante, aunque la crueldad sin
precedentes del anticristo aumente, Dios no olvidará Su promesa de
cuidar a Su pueblo. Como expresó Pablo: «No ha desechado Dios a su
pueblo, al cual desde antes conoció» (Ro 11.2). En medio de los horrores
de la tribulación, el mundo será testigo del mayor despertar espiritual que
haya ocurrido en la tierra. Nuestro amoroso y creativo Dios nos
sorprende continuamente con los métodos que emplea para cuidar de Su
pueblo en sus momentos más difíciles. Durante este período, Su cuidado
aumentará mediante 144.000 evangelistas judíos especialmente elegidos.
Juan escribe sobre estos evangelistas en Apocalipsis 7.1-8 y 14.1-5.
Mediante el estudio de ambos pasajes, analizaremos quiénes son y qué
harán estos 144.000 evangelistas.
SERÁN SELECCIONADOS DE ENTRE LAS DOCE TRIBUS DE
ISRAEL
En su visión del cielo, Juan ve a cuatro ángeles listos para desatar los
vientos del juicio de Dios sobre la tierra. Pero otro ángel se acerca y pide
que se retrase la destrucción hasta que aquellos «siervos de nuestro Dios»
sean sellados. Entonces Juan expresa: Y oí el número de los sellados:
ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de
Israel. (Ap 7.4) Juan es claramente específico al decirnos que estos
144.000 testigos son judíos. Sin embargo, algunos expositores insisten en
que saldrán de la Iglesia cristiana. Esto es imposible. Cuando los 144.000
comiencen su testimonio, la iglesia redimida ya estará en el cielo, pues
habrá sido llevada allí en su totalidad durante el arrebatamiento, que
ocurre entre Apocalipsis 3 y 4. Me asombra que este error pueda subsistir
frente a lo que leemos en Apocalipsis 7.4-8, que enumera sin
ambigüedad cada una de las doce tribus de Israel de las que surgirán
estos evangelistas. Según escribió J. A. Seiss, ningún error «obscurece
tanto la Escritura y desconcierta tanto la fe de los hombres como este
intento constante de interpretar “Iglesia” donde dice “Israel” y pueblos
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cristianos donde dice tribus judías».³ Se llamará a doce mil testigos de


cada una de las doce tribus de Israel, para un total de 144.000 (vv. 4-8).
Aquí el número doce es significativo, pues se relaciona repetidamente
con la nación de Israel. El pectoral del sumo sacerdote judío tenía doce
piedras preciosas engastadas; la mesa de la proposición en el tabernáculo
tenía doce panes sagrados; la ciudad de Dios tendrá doce puertas. En
cada uno de estos casos, el número doce simboliza las doce tribus de
Israel. El uso constante del número doce en relación con Israel llega a su
clímax con el sellamiento de 144.000 individuos (doce veces doce) de
esa nación para un ministerio especial durante el período más oscuro de
la historia del mundo.
SERÁN SELLADOS EN SUS FRENTES
El ángel que presenta a los 144.000 testigos nos dice que recibirán su
sello de Dios: Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y
tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a
quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que
hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. (Ap 7.2-3)
¿Qué es este sello? Solo se nos dice que será «el sello del Dios vivo».
Más adelante, Juan afirma que el sello significa llevar «el nombre de su
Padre escrito en sus frentes» (14.1, RVA). Evidentemente, el sello
identifica a los 144.000 como siervos de Dios y funciona como un
escudo que los protege mientras Él derrama Sus devastadores juicios
sobre la tierra. El Antiguo Testamento ofrece varios ejemplos de cómo
Dios selló a Su pueblo para protegerlo del desbordamiento de Su ira. Por
ejemplo: •Dios puso a Noé y su familia en el arca para protegerlos de la
destrucción del diluvio mundial (Gn 6-8). •Dios sacó a la familia de Lot
de Sodoma y los protegió del juicio de fuego que luego descendió sobre
esa ciudad (Gn 19). •El primogénito de las familias judías en Egipto
estuvo protegido de la muerte por la señal de la sangre de cordero
aplicada a los dos postes y el dintel de sus puertas (Éx 12). •Rahab y su
familia se salvaron de la destrucción de Jericó mediante la señal de un
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cordón de grana (Jos 2.18-21). •En los días de Elías, Dios preservó a
siete mil israelitas que se negaron a adorar a Baal (1 R 19). El sello
colocado en los 144.000 testigos nos indica que Dios continuará
protegiendo a quienes asigna ministerios especiales durante la
tribulación.
SERÁN SIERVOS DE DIOS
El ángel en el cielo indica que el sello colocado en los 144.000 testigos
los apartará para un propósito especial de Dios: No hagáis daño a la
tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus
frentes a los siervos de nuestro Dios. (Ap 7.3) Al describir a estos
testigos como «siervos de nuestro Dios», el ángel indica que no adorarán
al anticristo ni aceptarán la marca de la bestia. A pesar de la presión y la
oposición, se dedicarán por completo a Dios, harán Su voluntad y
evangelizarán sin descanso durante la tribulación. Esto da a entender que
el sello es algo más que una simple marca externa de identificación. Será
más como un distintivo que indicará la tarea que se les ha encargado. De
manera similar, Jesús habló sobre el sello de Dios puesto sobre Él (Jn
6.27, NVI). Esto ocurrió cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él en
Su bautismo, lo que le dio poder para cumplir Su misión en la tierra. El
profeta del Antiguo Testamento, Joel, previó el resultado del ministerio
de los 144.000 testigos y describió cómo serán agentes del poder del
Espíritu Santo en el período de la tribulación: Y después de esto
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré
mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra,
sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y
la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y
todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el
monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y
entre el remanente al cual él habrá llamado. (Jl 2.28-32) El sello de Dios
no se limita al pasado o al futuro. A los que somos cristianos en el
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presente también se nos da un sello. Pablo afirma esto en tres pasajes:


•«Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es
Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu
en nuestros corazones» (2 Co 1.21-22). •«En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
promesa» (Ef 1.13). •«Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el
cual fuisteis sellados para el día de la redención» (Ef 4.30). En todas las
épocas, pasadas, presentes y futuras, Dios sella a quienes llama para que
cumplan Sus propósitos y muestren el poder de Su Espíritu Santo en este
mundo caído.
SERÁN APARTADOS PARA DIOS
Después de referirse a los 144.000 que habían sido rescatados de la
tierra y estaban de pie con el Cordero en el monte de Sion, Juan agrega
un detalle inesperado: Estos son los que no se contaminaron con mujeres,
pues son vírgenes. (Ap 14.4) Los estudiosos tienen dudas sobre el
sentido de este pasaje. Muchos lo espiritualizan y piensan que significa
que los 144.000 no cometerán el adulterio espiritual de unirse con dioses
falsos (2 Co 11.2; Stg 4.4). Eso puede ser correcto, pero creo que es más
probable que signifique que estos testigos serán célibes. El terror y las
presiones sin precedentes de la tribulación harán que sea extremadamente
difícil que un predicador dedicado pueda mantener un matrimonio, pues
tendrá que huir constantemente de las autoridades del anticristo. Pablo
apoya la soltería como la mejor opción para tiempos tan difíciles: Pero
esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que
tienen esposa sean como si no la tuviesen. Quisiera, pues, que estuvieseis
sin congoja. El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo
agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de
cómo agradar a su mujer. Esto lo digo para vuestro provecho; no para
tenderos lazo, sino para que sin impedimento os acerquéis al Señor. (1
Co 7.29, 32-33, 35) Si en algún momento servir a Dios requerirá de una
concentración total sin distracciones, ese momento será la tribulación.
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SERÁN FUERTES EN SU FE
Juan describe a los 144.000 testigos como completamente dedicados a
Cristo y poseedores de una gran fuerza de carácter: Estos son los que
siguen al Cordero por dondequiera que va.; y en sus bocas no fue hallada
mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios. (Ap 14.4-5) El
excelente ejemplo del carácter intachable de los testigos y su constante
proclamación del evangelio harán que millones de judíos se acerquen a
Cristo a medida que el mundo sufra cada vez más desastres, tanto
naturales como causados por el hombre. Vivir una vida pura es una base
sólida para el poder espiritual, y ese poder provocará un acercamiento a
Dios nunca antes visto.
ESTARÁN A SALVO DEL JUICIO VENIDERO
El capítulo 6 de Apocalipsis termina con el anuncio de que ha llegado el
día de la ira de Dios en la tierra. Después hay una pregunta retórica: «¿Y
quién podrá sostenerse en pie?». El capítulo 7 comienza con la respuesta:
Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la
tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase
viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. Vi
también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del
Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había
dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis
daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en
sus frentes a los siervos de nuestro Dios. (vv. 1-3) Cuando Juan afirma
que vio a cuatro ángeles de pie en los cuatro ángulos de la tierra no está
afirmando que la tierra sea cuadrada, sino que los ángeles están
posicionados en los cuatro puntos cardinales, listos para desatar cuatro
vientos destructivos que llevarán los juicios de Dios sobre toda la tierra:
el norte, el sur, el este y el oeste. Luego, Juan ve a un quinto ángel que
viene del este y les dice a los cuatro ángeles que aplacen la destrucción
hasta que los 144.000 testigos hayan sido sellados (vv. 2-3). Así se da
respuesta a la pregunta planteada en el último versículo de Apocalipsis 6.
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¿Quién podrá sostenerse en pie cuando llegue el gran día de la ira de


Dios? Estos fieles testigos judíos podrán mantenerse en pie porque el
sello de la protección divina de Dios los preservará de los vientos de
juicio que pronto serán desatados.
ESTARÁN A SALVO DURANTE LA TRIBULACIÓN
Más adelante, Juan da otra garantía de que los 144.000 testigos serán
sellados y protegidos durante el terrible período de tribulación: Y MIRÉ,
y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sion, y con él ciento
cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus
frentes. (Ap 14.1, RVA) Aquí el apóstol ve a los 144.000 evangelistas en
el cielo, parados triunfantes con el Cordero en el monte de Sion. Su
prueba ha terminado, y han obtenido la recompensa por su fidelidad. Al
igual que Dios protegió a Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno de
Nabucodonosor en Babilonia, esta escena celestial muestra que los
144.000 estarán protegidos durante la tribulación y serán llevados a salvo
hasta las puertas del cielo. Como lo expresa Mark Hitchcock: «Juan ve
que al final de la tribulación los 144.000 se encuentran triunfantes en el
monte de Sion, la ciudad de Jerusalén. Fíjese que no son 143.999 los que
ve. El Señor ha preservado a los 144.000. Ninguno ha sido olvidado».⁴
SERÁN EXITOSOS EN SU MINISTERIO
Aquí en la tierra, los pastores tienden a evaluar su éxito por el
crecimiento de sus congregaciones. Pero hay una manera mejor que Juan
nos muestra al visualizar el resultado del ministerio de los 144.000
testigos. Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie
podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban
delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas
blancas, y con palmas en las manos. (Ap 7.9) Deseo que las predicciones
optimistas de un gran renacimiento religioso en todo el mundo antes del
arrebatamiento sean verdaderas. Pero la Escritura indica lo contrario,
indica que antes del final, el cristianismo experimentará una gran
«apostasía» (2 Ts 2.3). Sí, vendrá un avivamiento sin precedentes, pero
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ocurrirá después del arrebatamiento, cuando los 144.000 testigos judíos


evangelicen al mundo durante la tribulación. Los catastróficos sucesos de
este período sacarán a millones de personas de su complacencia y
romperán la resistencia al mensaje de los 144.000, los cuales abarcarán el
mundo con el evangelio. ¿Cuántas almas se salvarán por el mensaje de
estos evangelistas? «Una gran multitud, la cual nadie podía contar, de
todas naciones y tribus y pueblos y lenguas» (Ap 7.9). El asombroso
éxito de esta campaña final dará cumplimiento a la siguiente profecía de
Jesús: «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin» (Mt 24.14).
SERÁN APARTADOS PARA EL REINO
Cuando Juan ve en su visión celestial a la multitud vestida de blanco, un
anciano se le acerca y le explica quiénes son: Estos son los que han
salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero. (Ap 7.14) Como señalamos
anteriormente, los 144.000 serán sellados y protegidos durante toda la
tribulación. Estos evangelistas, que sobrevivirán a la tribulación y estarán
vivos cuando comience el milenio, reinarán con Cristo durante ese
período de mil años. En el milenio, cada tribu de Israel tendrá su propia
área geográfica específica (Ez 48). Cada uno de estos fieles evangelistas
vivirá dentro del área asignada a su propia tribu. Son el remanente de
Israel, profetizado por el profeta Sofonías, que será apartado para la
salvación cuando el Señor devuelva « a los pueblos pureza de labios,
para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de
común consentimiento» (Sof 3.9). Más adelante el profeta expresa: «El
remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos
se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán,
y no habrá quien los atemorice» (v. 13).
CANTARÁN UN CÁNTICO NUEVO EN EL CIELO
Juan nos dice lo que harán cuando el desastre de la tribulación termine y
los 144.000 se encuentren de pie con el Cordero en el monte de Sion: Y
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oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de
un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus
arpas. Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los
cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el
cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos
de entre los de la tierra. (Ap 14.2-3) Estos evangelistas habrán
sobrevivido los peores siete años en la historia del mundo. Se podría
esperar que necesitaran ir a un hospital para recibir tratamiento por
TEPT, como sucede con muchos soldados valientes después de sufrir los
horrores de la guerra. Pero no, ¡estos 144.000 sobrevivientes se pondrán
de pie y cantarán! En la Biblia, también otros respondieron con cantos
luego de que Dios les diera una victoria o los salvara del desastre.
Cuando el Señor guio a Israel para cruzar el mar Rojo y ahogó a sus
perseguidores egipcios, Moisés entonó junto al pueblo un alegre cántico:
«Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado
en el mar al caballo y al jinete» (Éx 15.1). Cuando Barac derrotó a los
cananeos, él y la jueza Débora entonaron un cántico de alabanza y
victoria (Jue 5). David dedicó a Jehová cánticos de victoria en 2 Samuel
22 y Salmos 18. Es este tipo de cántico el que escucha Juan cuando ve al
Cordero triunfante en el monte de Sion. Es un nuevo canto, que surge de
un coro enorme y exultante acompañado de arpas. Es un cántico que solo
estos 144.000 santos pueden aprender y cantar porque surge de las
experiencias únicas que han vivido, así como de su júbilo por las grandes
cantidades de personas que su ministerio ha acercado a Dios. Este no es
el enorme coro que Juan escuchó cantar antes, cuyo número de voces era
«millones de millones» (Ap 5.11). ¡El coro que ahora escucha está
compuesto de apenas 144.000 voces! Recuerdo el primer día que asistí al
templo en el Seminario Teológico de Dallas. Bajo la dirección del pastor,
500 hombres se pararon y entrelazaron sus voces en alabanza a Dios. No
pude contener las lágrimas. Si un coro de 500 personas me emocionó así,
supongo que un coro de 144.000 hombres que cantan alabanzas a Dios
podría provocarme un colapso emocional. No hay forma de experimentar
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cómo suena un coro de este tamaño, pero podríamos hacernos una idea al
escuchar la música del compositor estadounidense Eric Whitacre,
ganador de un premio Grammy. Whitacre es el creador de un coro virtual
compuesto por voces grabadas alrededor del mundo que cantan sus
composiciones. Selecciona las mejores grabaciones y las combina en una
sola pista, luego publica los resultados en YouTube. Su primer Coro
Virtual 1.0 consistió en 185 voces de doce países. En este momento, su
grabación más actual es el Coro Virtual 4.0, que combina 5.905 voces de
101 países. Por hermoso que pueda ser un «coro tan grande como
Internet» ⁵ creado por Whitacre, no estaría a la altura de las 144.000
voces de las doce tribus de Israel que cantan con sus corazones llenos de
alegría al Señor que las salvó. Es significativo que las arpas acompañen a
este coro. El Antiguo Testamento habla de arpas casi cincuenta veces, y
siempre están relacionadas con la alegría. Las arpas nunca se tocaron
para expresar tristeza o angustia. Los cautivos judíos en Babilonia
lloraban cuando se acordaban de Sion y colgaron sus arpas en lugar de
tocarlas (Sal 137.1-2). Por el contrario, las arpas que acompañan un
nuevo canto se consideran una forma apropiada de alabar a Dios cuando
libra a Su pueblo de los problemas. David escribió: «Te cantaré, oh Dios,
un cántico nuevo; con el arpa de diez cuerdas tecantaré salmos. Tú das la
victoria a los reyes; a tu siervo David lo libras de la cruenta espada»
(144.9-10, NVI). Casi todos reconocen el poder de la música no solo
para expresar emociones sino también para provocarlas. El profesor
Jeremy Begbie nos brinda un ejemplo sorprendente del extraordinario
poder de la música al contarnos su experiencia un domingo en una iglesia
pobre de Sudáfrica: Poco antes del servicio, me dijeron que una casa
cercana a la iglesia acababa de ser incendiada porque el hombre que allí
vivía era un presunto ladrón. Una semana antes, un tornado había
atravesado el pueblo y había destruido cincuenta casas; cinco personas
murieron. Y luego me dijeron que la noche anterior una pandilla había
perseguido a un niño de catorce años, miembro de la escuela dominical
de la iglesia, y lo habían apuñalado causándole la muerte. El pastor
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comenzó su oración de apertura: «Señor, tú eres el Creador y el


Soberano, pero ¿por qué vino el viento como una serpiente y arrancó
nuestros techos? ¿Por qué una pandilla segó la vida de uno de nuestros
hijos, cuando tenía todo por vivir? Una y otra vez, Señor, estamos en
medio de la muerte». Mientras hablaba, la congregación respondía con
suspiros y gemidos. Y luego, una vez terminada la oración, muy
lentamente, toda la congregación comenzó a cantar, al principio con una
voz muy baja, luego más fuerte. Cantaron y cantaron, una canción de
alabanza tras otra; alabanza a un Dios que en Jesús se sumergió en lo
peor para darnos la promesa de un final más allá de toda imaginación. El
canto le dio a la congregación un anticipo del final.⁶ Ese «anticipo del
final», que experimentamos en el canto, nos muestra que lo que
llamamos el final no es en absoluto el fin. Cuando el telón caiga sobre
este mundo, será el comienzo de todas las nuevas cosas. El período de la
tribulación causará una devastación nunca antes vista. Pero aquellos que
se acerquen a Dios experimentarán ese nuevo comienzo, que será más
glorioso de lo que podamos imaginar. Dios levanta, sella y recompensa a
Sus queridos 144.000 evangelistas judíos. Esto demuestra que,
independientemente de las profundidades en las que el mundo pueda
hundirse, Dios sigue siendo soberano. Su plan para la victoria final no se
frustrará. Porque los que en Él confiamos entendemos que, en nuestros
momentos más difíciles, podemos cantarle alabanzas con gran alegría.

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