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SÍ
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nadie.
- Por halago: no digo nada de mí, al afirmar este sí solamente expreso lo que tú esperas
oír.
1. Escuchar la división, sus diferencias, es decir, darme cuenta de que estoy dividido.
Hay gente que se escucha muy mal, que tiene mal contacto consigo misma y no se
da cuenta que su corazón dice no a lo que sus razones dicen sí; sabe que se siente
mal pero no sabe porqué. Es el sabor de una división interna, de la duda, de la
incertidumbre. El sí tiene sus raíces y el no también; el sí tiene sus fuentes de
información y el no las suyas: ideas subyacentes, introyectos, educación, emociones
subterráneas... Todo esto colorea el sí o el no.
2. Lo primero es de sentido común pero lo que vamos a afirmar a continuación es un
poco más sutil psicológicamente hablando. "Preguntarme qué dirían en esta
situación personas significativas dotadas por mí de autoridad". Somos una historia
psíquica y una historia que arranca de nuestros padres, querámoslo o no. Por muy
buenas personas y respetuosos que hayan sido nuestros padres con nuestra libertad,
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hemos vivido años dependiendo de ellos, captando ideas, actitudes suyas, por
mimetismo y por supervivencia. Pues ¿qué dirían en esta situación personas (padre,
madre, abuelo/a, una tía a la que yo quería muchísimo, un educador que me dejo
una huella muy grande, un cura, un orientador espiritual...) que para mí eran tan
importantes? ¿qué dirían en esta situación esas personas tan significativas, y por lo
tanto dotadas de autoridad, o a las que, al menos subjetivamente, yo doto de
autoridad? ¿Por qué escribo esto? Porque muchas veces el hombre tiene miedo a la
libertad, como explicaba ampliamente Erich Fromm. No puede vivir sin la
aprobación de personas poderosas, aun viendo lúcidamente que no debería hacerlo
(el culto a la Diosa razón que estructuraba la modernidad y que ha sido sustituido en
la postmodernidad por el culto al sentimiento). Vemos claro que "éste sería mi
camino pero no me atrevo a enfrentarme, en mi mundo simbólico, con las personas
que dirían lo contrario: tengo miedo a elegir y quedarme solo; apoyado en mis
propios argumentos, en mis propios pies." Esta conducta aprendida se repite
frecuentemente en nosotros sobre todo en aspectos más serios de la vida. No nos
atrevemos a enfrentarnos con la soledad de un sí. Un sí serio es un sí muy solo. Es
más, el sí auténtico ante una realidad comprometida y comprometedora exige una
dosis de soledad habitada y madura de la que muchas personas carecen. Por eso
preferimos un sí prestado por otra persona en una clara conducta de dependencia
familiar, grupal, jerárquica. A veces, el sí puede ser contracultural: decirlo acarrea
marginación y aislamiento.
3. Preguntarme si mi respuesta busca la verdad que me hace libre o la aprobación
dependiente de esas personas sin las cuales se me hace difícil vivir por miedo a la
libertad.
4. En coherencia con mi historia, acercarme a encrucijadas semejantes a la actual y
recordar qué me produjo más gozo auténtico y verdadero, más paz. La experiencia
maestra de la sabiduría puede enseñarme a decir el sí más coherente y auténtico.
5. Darme cuenta qué es lo más profundo, unificador, expresivo de mi mismo en esta
situación. El sí que me unifica, que recoge la energía fundamental de mi ser, puede
ser el que acertadamente pronuncie como persona llamada a identificarse
unificadamente.
6. Asegurarme, en estos casos de división intrapersonal que diga lo que diga me
seguiré queriendo, teniendo paciencia y misericordia conmigo mismo. El sí puede
ser erróneo pero esto no resta nada al amor que me debo y al respeto a mi pequenez.
7. Alzar los ojos más allá de mi yo. Es verdad que el sí va a brotar de mi persona pero
debo escuchar la realidad, saber ver lo obvio, escuchar al otro o a los otros y,
finalmente, comprender el auténtico bien común. Lo que es bueno para todo el
hombre y para todos los hombres.
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8. Arriesgarme a decir el sí sin pedir más seguridad a los datos o realidades de la que
me pueden ofrecer.
El sí es difícil porque exige una buena percepción, una adecuada comprensión y una
capacidad de compromiso. Esto presupone una mínima seguridad básica en uno mismo
que nos permita afrontar todos los resquicios de la inseguridad que aparece cuando
vamos a dar nuestra palabra. El sí es difícil porque nos responsabiliza. Frecuentemente
será bueno desdramatizar, relativizar, no darle excesiva solemnidad sino la verdad y
consistencia que pide la realidad interior y social. El sí muchas veces es el fruto maduro
de lo permitido: Hágase en mí, doy permiso para que eso acontezca. Es importante
saberse perdonar en caso de equivocación y saber pedir perdón.
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la razón, del corazón, de todo tu ser... Dos o tres síes en tu historia que, al
recordarlos, te producen sensación de paz y de vida.
2. Después de la preparación corporal capta intuitivamente dos o tres síes que desearías
o necesitarías decir en tu vida para sentirte mejor contigo mismo/a. Síes que
acarrearían unificación, libertad, paz, verdad. Que te permitirían sentirte más
coherente. ¿Cuáles son? ¿En qué situaciones están latiendo esos síes? Si intuyes que
diciendo alguno de esos síes te ibas a sentir mejor date cuenta de qué resistencias
tienes para decirlos, cómo frenas ese sí que te acarrearía paz, o libertad, o verdad, o
bienestar. ¿Cómo lo dificultas y lo alejas de tu conducta actual?
3. Recuerda algún sí significativo ... QUE HAYAS RECIBIDO HACE POCO Y TE
HAYA LLENADO DE SATISFACCIÓN ... y saca de él energía para afrontar los
retos actuales que están acosando tu corazón y tus labios, tu persona y tu vida.
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