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PERDONAR DE ROBIN CASARJIAN

Resumen

Un escrito sobre el perdón; poco entendido y alentado, según palabras del libro; este
aborda temas como la opción del perdón, perdonar a la familia y a uno mismo. La opción
del perdón nos muestra el por qué elegir perdonar, ya que comúnmente la reacción de las
personas es negarse en primera instancia; pero que el perdonar no significa justificar la
acción del otro, tampoco que debe ser literalmente expresado. Perdonar es un desafío, la
idea de perdonar y lo que conlleva puede estar equivocado y aquí nos da una guía. Perdonar
no es hacer como que todo va bien cuando se siente no es así. La rabia y el rencor nos llevan
a perdonar para liberarnos de estos sentimientos, no debemos dejar que ellos tomen
control. El acto de perdonar nos exige una reflexión sobre algunos conceptos que damos
por hecho o que no hemos dudado de ellos. El perdón nos ayuda a alcanzar nuestra paz
mental, es para nuestra tranquilidad que lo hacemos. Es recomendable practicar el perdón
en un territorio neutral, es más fácil perdonar a personas que no se conocen. Luego ir a por
relaciones más íntimas pero primero tratar el dolor personal, la tristeza, la rabia y culpa. El
perdón es esencial para sanar y experimentar nuestra integridad. Hay muchas formas de
liberar ese dolor y rabia, no significa enfrentarnos a aquellas personas que nos han tratado
mal porque puede separar a ambos. Para una comunicación que favorezca el perdón
debemos ser conscientes de los verdaderos problemas que se tienen, decidir los
pensamientos útiles de comunicar y expresarlos de manera clara y sin acusaciones. A veces
las personas necesitan descargar activamente la energía retenida, expresando su enojo;
pero no necesariamente significa enfrentarnos a aquellas personas que nos han herido. En
búsqueda de apoyo se puede recurrir a una persona con la que nos sintamos cómodos, que
no juzgue y que sea acogedor y receptivo. Cuando no estamos dispuestos a perdonar
debemos respetar ese momento, el perdonar es un proceso exclusivo de nosotros mismos.
Otras ocasiones son donde deseamos perdonar pero no somos capaces, es difícil al
comienzo que la nueva idea de perdonar se integre a nuestra experiencia personal. Para
que el perdón sea favorable se debe ser consientes cuales son los verdaderos problemas
que se tienen, estar en comunicación con los sentimientos y expresarlos de manera clara y
sin acusaciones. Una comunicación hábil requiere que se encuentre una manera probable
de que nos escuchen pero también ser capaces de escuchar; el escuchar a la otra persona
es una actividad que debemos cultivar para conseguir el perdón; es necesario tomarse el
tiempo para decir y querer oír lo que se tiene que decir.
Luego de tener la opción de perdonar, a quien perdonar ahora a quien perdonar. Perdonar
a la familia, perdonar a los padres o a algún miembro de nuestra familia resulta un desafío
pero nos ofrece una profunda oportunidad de sanar. Perdonar a los padres requiere
abandonar la expectativa que nos lleva a exigirles lo que no nos pueden dar. Para perdonar
hay que estar dispuestos a abandonar la lucha que hay por el resentimiento. Para sanar es
necesario permitirnos sentir derrotados pero más allá de ese sentimiento hay una fuerza
arraigada en el Yo. En un matrimonio donde no hay perdón puede haber mucho dolor
emocional, esta es la relación que más fricciones y situaciones difíciles ofrece. Mientras no
sanemos nuestra relación con padres y hermanos seremos propensos a reactivar en
relaciones al menos alguno de los problemas en nuestra familia de origen. Para perdonar
debemos abandonar el temor y bajar las defensas, aparentemente no reaccionar ante el
perdón, es posible continuar con la relación con una paz y perspectivas mayores o elegir
perdonar pero no manteniendo la relación. Otra relación que se ve dentro de mucha fricción
y situaciones difíciles es la de pareja; donde si no hay perdón puede llevar a mucho dolor
emocional; el perdón permite volverse adultos y ver mas allá de los modelos románticos
que con lo único que quedamos es sentirnos solos y traicionados; en muchas relaciones
pueden existir resentimientos por algo fuera del mismo, pero hay un compromiso y están
juntos; si hay fricciones con la pareja, se debe tomar algún tiempo para examinar cuales son
los verdaderos problemas y sentimientos bajo la rabia, cosas inaceptables o aceptables. La
infidelidad puede ser una de las experiencias mas dolorosas en una relación, y restablecer
la confianza necesita honestidad. Otro punto, perdonar a los hijos, no importa la edad que
tengan, nunca es tarde para ofrecer el perdón aunque medida que crecen surgen nuevos
desafíos. El perdón nos ofrece la manera de reconocer la naturaleza de los niños y que no
son seres inferiores para controlarlos. Sin amor ni respeto, el niño será frágil a pesar de sus
logros, cuando llegue a la adultez se volverá inseguro. Enfadarse en ciertas ocasiones es
algo natural, pero continuar enfadados por largo tiempo puede generar mayores
problemas. Cuando los hijos se vuelven adultos surgen nuevos problemas. Se dan casos en
donde si el hijo ha nacido con alguna incapacidad o enfermedad frustra las esperanzas y
expectativas de los padres; los cuales llevan a tristezas, rabia, desilusión y sufrimiento.
Durante sus primeros años confiamos a nuestros hijos al sistema educativo, pero los
maestros no están totalmente preparados para este reto vital; el perdón le ofrece a
maestros la manera de relacionarse con el yo del alumno, a ver su perspectiva. Debemos
enseñar a los niños a reconocer sus emociones y a que son personas fabulosas con dones
únicos e importantes dignos de respeto.
Perdonarse a uno mismo es probablemente el mayor desafío que podemos encontrar en la
vida. Es aprender a amarnos y aceptarnos a nosotros mismos pase lo que pase. Hay muchos
tipos de perdón según el plano en que se realice, existencial, cultural, ético, histórico, físico
y espiritual. Perdonarnos a nosotros mismos requiere que volvamos a examinar nuestras
creencias sobre la naturaleza de nuestro ser, cuando estamos separados de nuestro yo,
perdemos el temor y manipulamos las circunstancias para sentirnos seguros y poderosos.
Hay algunas personas que van por la vida culpándose de su pobreza, de no haber
conseguido algo; perdonarnos nos libera de las creencias que merman nuestra vida; es
posible también que necesitemos perdonarnos por algo malo que hemos hecho. Sentirnos
culpables es sano, pero debe hacerse caso, nos indican que nuestra conducta es correcta o
inapropiada, sensible o insensible, integras o no. Perdonarnos no significa justificarnos ni
que sintamos remordimientos por el pasado. Se requiere valor para reconocer toda la
verdad de nuestra existencia, aceptar los malos tratos, las vergüenzas y humillaciones que
normalmente preferiríamos evitar; los actos, juicios, temores nos ayudan a crecer en
experiencia y sentirnos fuertes para continuar y perdonarnos. Para perdonarnos debemos
reconocer la verdad, asumir la responsabilidad y aprender de la experiencia, abrirnos a
nosotros mismos y escuchar lo necesario para sanar nuestro interior. Cuando nos pongamos
del lado de nuestro Yo y descubramos la inocencia básica de nuestra verdadera naturaleza,
tenderemos a vivir con sinceridad e integridad. Como todo tipo de perdón, perdonarse a sí
mismo es un proceso; cuanto más sanamos, más nos querremos y aceptamos a nosotros
mismos y mayor conciencia tenemos de los sentimientos más sutiles de culpa e indignidad
para reconocerlas y sanarlas. Perdonar al cuerpo, porque aunque parezca extraño muchos
no aman y aceptan su cuerpo. Debemos tener conciencia de los mensajes que nos
generaron culpa, vergüenza, temor, así logra ser más fácil reconocerlas en el presente
cuando reaccionamos de manera similar. Una manera de asegurarse la culpa es exigir la
perfección. Para la mayoría de la gente, el cuerpo es objeto de maltrato y las creencias
desafían las inclinaciones naturales de tu cuerpo, único; para estar en paz con nuestro
cuerpo debemos perdonarnos por ser humanos, aceptarnos. Cuando estamos enfermos, el
cuerpo se convierte en la manera de excusar la infelicidad y el dolor; las diversas reacciones
ante la enfermedad no son fases que tengan un límite definido, para perdonar al cuerpo
por enfermedades hay que tener mucha paciencia y perseverancia. Haya o no síntomas
físicos, tener buena voluntad y amor por los demás siempre nos cura, sanan emociones y a
la larga curan el cuerpo. Los factores psicológicos no son siempre los desencadenantes de
los síntomas físicos, pero cuando lo son nos brindan la oportunidad de prestar atención.
Para curarnos realmente debemos encontrar primero la paz con uno mismo; muchas veces
esto causa que las personas se curen físicamente. La mala voluntad y las quejas continuas
ante todo son dañinas. Primero sanar emociones para sanar el cuerpo.

Perdonar al mundo, a grupos de personas, el hecho de pensar en ciertos grupos de personas


puede activar un fuerte deseo de venganza. Es posible tener prejuicios sutiles con respecto
a ciertas nacionalidades, profesiones, u hostilidad hacia algún enemigo, según nosotros; es
aquí cuando el temor domina nuestra percepción y nos impiden ver a estos enemigos. Esta
clase de estereotipo tiene su base en la experiencia real de alguien. Perdonar a los grupos
demanda estar dispuesto a ver más allá de ideas preconcebidas, el odio, la acusación y el
rechazo de un grupo de personas evita mirar a los miembros de dicho grupo y nuestros
sentimientos más profundos. Para los que unas personas es perdonable para otras no, hay
circunstancias que nos hace no estar dispuestos a perdonar.

Nuestro concepto de Dios es un ser que está en los cielos, todopoderoso. Si somos del
pensar que Dios nos abandonó a un destino irracional y caótico, puede generarnos rabia
contra Dios. Este rechazo también se puede dar cuando golpea una enfermedad,
catástrofes naturales o cuando nos enfrentamos a circunstancias difíciles o peligrosas que
escapan a nuestro control; la rabia hacia Dios se vuelve devastadora. Enfadarse con Dios
significa tener un Dios falso, por colocarlo como superhombre todopoderoso. La rabia culpa
a Dios y desplaza la paz y felicidad en nosotros. Podemos decir que no se está enfadado con
Dios, sino con nosotros por no alcanzar esa divinidad. El perdonar a Dios aceptamos las
fuerzas de universo, el misterio de la vida que no podemos controlar o predecir. Cuando a
pesar de la adversidad podemos confiar, ahí está nuestra curación. Perdonar a Dios es el
último término al perdonarnos a nosotros mismos, aceptando no poder alterar
circunstancias muchas y aceptar nuestra parte de amor, fuerza y sabiduría. Cuando el
perdón tiene lugar a conciencia de la gracia, experimentamos como a través de nosotros
gobierna y trabaja un poder superior a nuestro yo. La oración puede ayudarnos a abrirnos
a la gracia; que suele venir cuando hemos preparado el camino y tenemos el deseo
consciente de crecer y de ser receptivos a la voz del amor. Otras maneras que tenemos es
la meditación, en un momento y lugar que estén el calma y silencio; estar un tiempo en la
naturaleza; practicar la gratitud, y la expresión creativa.

El perdón es algo que necesitamos todos. Sin perdón no tendremos paz en el mundo; nos
da el poder para aportar al proceso evolutivo y pacificador del planeta. Vivir en el perdón
es resaltar la belleza y el valor de la vida, ser activos en la creación de relaciones,
organizaciones y comunidades donde todo funcione para todos.
Análisis

Perdonar al mundo. Perdonar a los grupos: los chivos expiatorios de las masas al
descubierto.

Muchas veces no necesitamos personar a personas individualmente para estar en paz, sino
que por alguna razón, todo un grupo social nos inspira prejuicio, si hemos tenido alguna
mala experiencia con algún miembro de una comunidad y domina nuestra percepción de
todo un grupo y así no mirar honestamente a los miembros del mismo.

Así como en el perdón individual, existen muchos planos como podemos perdonar a los
grupos. Una vez hemos definido los defectos que tienen, asumimos ese criterio para todos
los miembros. Perdonar esta en ir mas allá de esas ideas previas y ver a cada persona de un
grupo; dejar que cada individuo nos demuestre que nuestra idea no es del todo correcta.

Hay casos, como los genocidios, persecuciones, opresiones; en donde es de pensar que es
imposible perdonar; como si al perdonar traicionaría al grupo al que pertenece esta persona
y estaría de acuerdo con los abusadores. Pero perdonar no es justificar los actos, ni
privarnos de sentimientos.

Hay muchos casos en la actualidad y a lo largo de la historia, donde se ha demostrado un


fuerte odio hacia ciertos grupos humanos, siendo perseguidos o discriminados; estos a su
vez ha causado que estos grupos estén resentidos hacia los miembros en general de
aquellos grupos opresores, y pasando de generación en generación, etiquetan a aquellos
nuevos miembros de ese grupo opresor pero que no tuvieron que ver, y se convierte en un
ciclo; donde no se dé la oportunidad al perdón y a no generalizar. O en aspectos más
cercanos, como la discriminación o el prejuicio por un rechazo.

No podemos combatir mal con mal. Si en nuestro grupo hay odio, sentir odio nos hace parte
de ese grupo; pero así muy difícilmente podemos perdonar a quienes nos han dañado. Hay
que tomar el ejemplo de aquellos líderes que aunque sus pueblos han sido oprimidos
buscan un cambio dejándose guiar por la verdad y la justicia.

El perdón nos libera del odio, de aquello a lo que odiamos; que tarde o temprano nos
introduce un estado de alerta y venganza. Nos exige reconocer nuestros temores tanto
individuales como formando parte de un grupo. Nos permite avanzar, dejar nuestros muros
de defensa y un mejor futuro.

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