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hace 1 mes
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En caso de que no estés familiarizada, familiarizado, con este tema, aquí te cuento. Y si ya
sabes de lo que estoy hablando, acompáñame también, nunca está de más refrescar nuestros
conocimientos.
Vamos a ello…
Miguel Ruiz, hijo de sanadores y practicantes de la antigua sabiduría tolteca, gracias a las
enseñanzas ancestrales de su madre, descubrió su propio camino de desarrollo personal y se
sumergió en el estudio profundo de los secretos del universo, del mundo físico que nos
rodea y de los misterios de la mente.
Un buscador por naturaleza, se dio a la tarea de forjar una nueva forma de mirar el mundo,
que vio la luz en su primer libro: Los cuatro acuerdos y terminó convirtiéndose en una
serie de textos sobre estos conocimientos ancestrales.
Aunque profundizar en la filosofía que rodea a estos acuerdos nos tomaría mucho más que
una breve nota, resulta indispensable comprender la mirada desde la cual fueron
concebidos.
Desde la cosmovisión tolteca, todas las personas vivimos en un sueño colectivo. Cuando
nacemos somos salvajes y libres de prejuicios, pero a medida que pasa el tiempo nuestros
cuidadores nos enseñan lo que debemos creer, pensar e incluso sentir al respecto del mundo
que nos rodea.
Dentro de ese sueño colectivo, vamos creando nuestra propia realidad personal, construida
a base de nuestros aprendizajes y a una serie de acuerdos que hacemos con otros o con
nosotros mismos.
Nos volvemos artistas de nuestra propia vida, y como tal, solo podemos plasmar en nuestro
lienzo lo que logramos percibir con nuestros sentidos, que a su vez están teñidos por
las creencias que se nos han inoculado.
Por lo tanto, no vivimos en un mundo real, sino que experimentamos una realidad virtual
que no nos muestra efectivamente la verdad de las cosas.
Son pactos o convenios que hacemos con otros, e incluso, con nosotras mismas, nosotros
mismos, que se convierten en creencias, formas de actuar, de pensar, reaccionar y
enfrentarnos a nuestras experiencias vitales.
Entonces, si nuestros dones y talentos nos empujan hacia practicar el teatro o cualquier arte
escénica, probablemente, nuestros acuerdos inconscientes, muy bien cimentados, nos
paralicen y nos provean de pánico escénico para que no rompamos el acuerdo que hicimos
por sobrevivencia, ¿te das cuenta?
La cuestión es que, esta serie de acuerdos generalmente limitan nuestro potencial, nos
impiden vivir plenamente, evitan que nos experimentemos auténticos, libres y puros.
Por eso, para recuperar nuestra naturaleza y escapar de un sistema de creencias que no nos
pertenece, se hace indispensable adoptar los cuatro acuerdos.
Una palabra dicha en el momento adecuado puede salvar una vida o quitarla, puede crear
una guerra o lograr la paz, puede acariciar un corazón o lastimarlo irreparablemente,
dependiendo del lugar desde donde la digamos.
Por otro lado, cuando hablamos desde la compasión, el amor y la coherencia, grandes cosas
pueden construirse.
Por ejemplo, cuando utilizas palabras despectivas, de menosprecio, para contigo misma,
para contigo mismo, no estás honrando tu palabra, no estás siendo impecable.
Todo lo que salga de tu boca debe sentirse agradable, auténtico, dejarte una sensación de
alivio y satisfacción. Sin importar si hablas contigo o con los otros, lo que digas debe
decirse para construir, aportar y acompañar.
Este acuerdo es tan radical, que incluso propone que no debemos tomarnos a pecho ni
siquiera nuestro propio diálogo interno, porque este, lo queramos o no, está contaminado
con pactos obsoletos que nos limitan, con viejas creencias y prejuicios que no sirven a
nuestra genuina naturaleza.
Si te dices a ti mismo “no soy capaz de lograrlo”, lo más probable es que no sea cierto, que
sean tus acuerdos pasados los que están hablándote y lastimando tu autoconfianza.
Ahora, si alguien más te dice “no eres capaz de lograrlo”, lo más seguro es que para esa
persona, desde sus propios acuerdos, aquello que quieres conseguir resulte imposible.
Cuando asumimos este acuerdo como cierto, incluso las intenciones premeditadas de otras
personas por dañarnos, fracasarán, pues no estaremos receptivas, receptivos, para dejarnos
afectar.
3. No hagas suposiciones
No des nada por sentado, nada es obvio, todo está expuesto a interpretaciones.
En muchas ocasiones, quisiéramos que las otras personas adivinen nuestros pensamientos y
deseos, sin tener que decir una palabra. Esto sucede principalmente en los círculos más
íntimos y suele afectar relaciones importantes como lo son las de pareja, de madres e hijos,
de hermanos y amigos.
Si cada ser humano tiene una mirada personal del mundo, no podemos pensar que nuestra
interpretación de lo que el otro quiere es la correcta, ni tampoco pedir que la otra persona
comprenda a la perfección lo que deseamos, si no lo manifestamos clara y explícitamente.
Por esta razón, es vital que ejercitemos nuestras habilidades para escuchar, preguntar,
parafrasear y repreguntar.
Incorporar este acuerdo significa arriesgarnos a hacer preguntas, incluso esas que
consideramos difíciles, incómodas o tontas, pedir aclaraciones sobre aquello que nos causa
confusión, e integrar el primer acuerdo: ser impecables con nuestras palabras, para
crear un flujo de comunicación saludable, libre de chismes, malentendidos y sufrimiento.
Hacer lo mejor posible, con satisfacción y entrega, sin exigencias absurdas ni expectativas
imposibles. Sobre todo, reconociendo amorosamente tu esfuerzo y dedicación, son las
características de este acuerdo. Simplemente, dar lo mejor de ti.
Si hiciste algo y te quedaste con la sensación de que lo pudiste hacer mejor, reflexiona si
eso es cierto. Revisa tus recursos y asegúrate de que no estás actuando desde la exigencia
feroz.
Si es así, de nada vale que te atormentes, pero si no es así, toma en cuenta tus acciones
presentes y disponte a hacerlo mejor la siguiente vez.
Hombre reflexiona sobre su cuarto acuerdo
Ahora que conoces más de cerca estos compromisos, te habrás dado cuenta de que no es
tarea fácil incluirlos en nuestras vidas de un día para el otro y que requerirá algo de trabajo
personal hacerlo, entonces, seguramente te estarás preguntando:
Anótalo, haz una lista de todos los acuerdos que puedas descubrir. Sigue alimentando tu
inventario cada vez que tengas una revelación.
Analiza tu lista, date permiso de hurgar a fondo, ¿desde cuándo adoptaste ese acuerdo?,
¿para qué lo conservas?, ¿de qué te protege?
Cuando de cambiar viejos hábitos se trata, que además están teñidos de emociones y
experiencias vitales profundas, es necesario reemplazarlos por nuevos hábitos que te hagan
sentir a gusto, de alguna manera hábitos felices y saludables, que en este caso serán los
cuatro acuerdos.
Elige romper un pequeño acuerdo de tu lista, que te resulte no tan incómodo de desafiar y
reemplázalo por uno nuevo, que repetirás conscientemente hasta que se vuelva automático.
Por ejemplo:
Si el mayor conflicto en tu pareja es que deseas que la otra persona adivine tus
pensamientos, reemplazarás esa actitud por ser impecable con tus palabras, decirle clara,
respetuosa y amorosamente, exactamente lo que necesitas, en detalle, e incluso le
preguntarás si fuiste clara, claro, y tendrás la apertura para esclarecer cualquier duda.
Una vez que esta sea una prueba superada, pasa al siguiente acuerdo.
Si la respuesta es sí, no pierdas de vista tu propósito. Coloca en un lugar visible estos cuatro
acuerdos, crea un recordatorio diario con palabras clave que los evoquen, haz lo que
consideres necesario para mantenerte en el camino.
Recuerda que aprender algo nuevo solo es el principio de la jornada, ponerlo en práctica es
lo que hace la diferencia.
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