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al sureste de Grecia, entre el Peloponeso y el Asia Menor, la quinta isla más grande
del mar Mediterráneo y la mayor de Grecia, 260 kilómetros de longitud y la
anchura varía entre 10 y 56 kilómetros, y su extensión es de 8.335 kilómetros
cuadrados. En poema épico la Odisea, de Homero, se encuentra una de las
primeras referencias históricas a la isla de C., según la cual, su población era muy
heterogénea, pues habitaban allí aqueos, dorios, pelasgos, fenicios y eteocretense,
los nativos prehelénicos. Los estudios arqueológicos actuales muestran que desde
el año 3000 al 1200 a. C., la isla de C. fue el epicentro, en la edad del bronce, de la
civilización del Egeo o minóica, y Cnosos fue la principal ciudad y capital del mítico
reino de Minos. C. es la misma Kaftor, que se menciona en el A. T., de donde son
originarios los filisteos, Gn 10, 14; Dt 2, 23; Jr 47, 4; Am 9, 7.
El barco alejandrino en que iba prisionero Pablo hacia Roma costeó la isla de C.,
hasta llegar a Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea, de donde siguió
navegando, buscando el puerto cretense de Fénica, y sobrevino el naufragio y el
navío fue a dar a la isla de Malta, Hch 27, 7- 44; 8, 1. En C. fundó el apóstol Pablo
una comunidad cristiana, la cual quedó a cargo de su discípulo Tito, Tt 1, 5. El día
de Pentecostés estaban presentes varias personas naturales de la isla de C., que
presenciaron los prodigios sucedidos ese día, Hch 2, 11. Hablando de los falsos
doctores y de los embaucadores, el apóstol Pablo se refiere a los cretenses como
mentirosos, citando a Epiménides, poeta y filósofo de la ciudad de Cnosos, del siglo
VI a. C., Tt 1, 12.
Crisólito, griego khrusos, oro, y lithos, piedra. Piedra preciosa del color del oro. El
pectoral de los sumos sacerdotes llevaba cuatro filas de piedras preciosas, y el c. iba
en la cuarta hilera, Ex 28, 20; 39, 13. En la visión del carro de Yahvéh, el profeta
dice que el aspecto de las ruedas era como destello del c., Ez 1, 16; 10, 9. Los pilares
de la muralla de la Jerusalén celestial, descrita por el apóstol San Juan, en el
Apocalipsis, están adornadas de piedras preciosas, entre ellas, el c., Ap 21, 20.