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FICHA: ARQUITECTURA.

EL PALACIO DE KNOSSOS.
AUTOR : DESCONOCIDO
FECHA: Epoca de los “segundos palacios”. Aprox 1600-1580 a.C

En la arquitectura cretense encontramos una ausencia de templos monumentales como los que hemos
conocido en Egipto. Su construcción principal son los palacios, de carácter adintelado y siempre
desprovistos de fortificaciones. El más importante es el de Knossos, situado en una colina al norte de la
isla, al que la leyenda conoce como el laberinto y morada del mítico legislador Minos, cuyo nombre
también se ha utilizado para designar esta cultura como minoica. Descubierto y estudiado por el británico
Sir Arthur Evans es, junto con el palacio de Phaestos, la mayor realización arquitectónica que nos ha
dejado la civilización cretense.

Ocupa una extensa superficie de 150 por 100


metros en la que se levantaban casi un millar de
habitaciones que se desarrollan en su planta sin un plan
organizado, razón por la cual, tradicionalmente a este
palacio ha sido relacionado con el legendario "Laberinto
del rey Minos". Era un edificio monumental desprovisto
de murallas y sin ningún otro tipo de defensas militares,
como si sus habitantes se sintieran suficientemente
seguros por el hecho de la insularidad o por largas
etapas de paz que no exigen fortificaciones.

El material constructivo más común es la piedra,


con sillares perfectamente escuadrados, en cuyas caras
es frecuente encontrar representado el símbolo de la
doble hacha, posiblemente relacionado con una
divinidad. La arquitectura era adintelada, utilizándose
como soporte la columna de forma de tronco de cono
invertido, más estrecha por la parte inferior; dispone de
un fuste liso y el capitel está compuesto por un
collarino, equino y ábaco, antecediendo a lo que más tarde serán las columnas del orden dórico griego.

Como ya se ha indicado, la planta del "segundo palacio" constituye un verdadero laberinto de


espacios cerrados y corredores en cuyo interior es difícil orientarse, sin que se encuentre una explicación
satisfactoria a la profusión de cámaras y habitaciones. El palacio de Knossos representa una novedad en
las construcciones de la Antigüedad, por cuanto que en buena parte de su extensión se desarrolla en una
doble, triple o cuádruple planta en la que se superponen las estancias, llegando a ellas por medio de
escalinatas. Algunas de estas dependencias tienen una situación dominante respecto del conjunto,
accediéndose a ellas a través de un pórtico, están distribuidas alrededor de un patio de unos 50 metros
de longitud. Destaca entre ellas la sala del trono, llamada así por tener un majestuoso sitial de piedra
colocado en un lugar preferente, tras el que se encuentra un muro decorado con bellos frescos con
temas vegetales, tallos erguidos, y leones sedentes elegantemente esquematizados. Esta sala da a una
antecámara que comunica con el patio, y en el lado opuesto, a través de un verdadero vericueto de
pasadizos, se llega a una zona ocupada por las habitaciones privadas de la reina, tálamo y baños,
decorados con pinturas de diversos temas. En otros lugares del palacio se reconocen largos corredores,
uno de ellos denominado de las "Procesiones", por la sucesión de personajes pintados que decoran sus
paredes, y otro gran corredor de la planta baja en la que se han encontrado dispuestas en filas gran
cantidad de tinajas, como si se tratase de un almacén de víveres.

. El palacio, tiene planta laberíntica compuesta por innumerables cámaras, pórticos, corredores
y almacenes yuxtapuestos sin ningún orden. Lo cierto es que su formación es gradual a partir de
bloques aislados, reformados y ampliados durante siglos, aunque siempre se mantiene un patio
central rectangular. Se trata de una arquitectura adintelada en la que destaca la columna de
madera fundada en basas de piedra y con fustes lisos o acanalados que se estrechan de arriba
abajo. Los capiteles tienen una voluminosa moldura convexa, coronada por un bloque prismático
que puede hacer pensar que son un antecedente director del orden dórico griego.
En cualquier caso, eran palacios absolutamente abiertos con muros muy vistosos recubiertos de
estuco y decorados con relieves y pinturas al fresco. En estas pinturas, de las que es un buen
ejemplo El fresco del Toro, se puede apreciar la mano de unos pintores que disfrutaban de bastante
libertad y que demostraron unas buenas dotes de observación hacia la naturaleza que les rodea,
base inspiradora de casi todos sus temas. Son siempre pinturas o bajorrelieves muy decorativos, de
colores planos, sin perspectiva y que demuestran una cierta deuda con los cánones egipcios, por
ejemplo en la utilización de la ley de la frontalidad.

Comentario realizado por: María Villa Díaz. Alumno C.A. Motril (Granada).
Según la siguiente bibliografía:
- VV.AA. HISTORIA DEL ARTE ANTIGUO. GUIA DIDACTICA CAD UNED.
- Consultas Internet.

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