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TEOLOGIA DE LA LIBERACION

La teología de la liberación es una corriente teológica cristiana integrada por


varias vertientes católicas y protestantes, nacida en América Latina tras la
aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II y la
Conferencia de Medellín Colombia, que se caracteriza por considerar que el
Evangelio exige la opción preferencial por los pobres 1 y por recurrir a las
ciencias humanas y sociales para definir las formas en que debe realizarse
aquella opción. Los primeros en utilizar el concepto «teología de la liberación»
y en definir esta corriente, fueron el teólogo presbiteriano . Algunas de las ideas
de la teología de la liberación son:

1. Opción preferencial por los pobres.


2. La salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica,
política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del
hombre.
3. La espiritualidad de la liberación exige hombres nuevos y mujeres
nuevas en el Hombre Nuevo Jesús.9
4. La liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica
latinoamericana y de la necesidad de eliminar la explotación, la falta de
oportunidades e injusticias de este mundo.
5. La situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el
designio histórico de Dios y es consecuencia de un pecado social.
6. No solamente hay pecadores, sino que hay víctimas del pecado que
necesitan justicia y restauración.
7. El método del estudio teológico es la reflexión a partir de la práctica de la
fe viva, comunicada, confesada y celebrada dentro de una práctica de
liberación.

como hecho que facilitó su surgimiento, aparece el Concilio Vaticano II y su


llamado y puesta en práctica de abrirnos al mundo en el cual la Iglesia debe
actuar como Sacramento de Salvación. El Vaticano II derribó muros objetivos y
subjetivos que nos distanciaban y deformaban la realidad.

Y al contemplar la realidad en América Latina, el mundo de las mayorías y abrir


los ojos a ellas, nos encontramos cara a cara con la injusticia secular e
institucionalizada que somete a millones y millones de personas a inhumana
pobreza. Tropezar a cada paso con esa injusta pobreza sacudió
profundamente los corazones cristianos bien intencionados. Esta experiencia,
aunque lejana en el tiempo, permitió acercarnos a la de Moisés ante la
situación de sus hermanos israelitas en Egipto: ¡esa situación de esclavitud no
podía ser la voluntad de Dios! Y desde la fe en el Dios de Israel comprendió su
misión. El hecho brutal de la esclavitud y pobreza de las mayorías
latinoamericanas empujaron decisivamente a reflexionarlas a la luz de Dios de
Jesucristo y recomprender nuestra misión. Cómo anunciar y vivir la Buena
Nueva del Reino implicó el adquirir una nueva conciencia del ser y quehacer de
la Iglesia. En esta experiencia fundante destacamos tres elementos
importantes: los pobres, las formas de la caridad cristiana hoy y la conversión.

Hacia el final de los años setenta todavía era frecuente escuchar que los
pobres estaban en esa situación por ser flojos y viciosos; o que los ricos
materialmente eran muy pobres en valores espirituales. Semejantes frases, al
generalizar el mal y no distinguir causa y efecto, pretendían mantener, al
menos, la conformidad ante las tremendas injusticias sociales.

Sin embargo, la experiencia del dolor secular de los campesinos, de los


indígenas y de los negros, que toma nuevas formas en la barriadas y campos
latinoamericanos y cuyo clamor, si en momentos apareció sordo, se fue
haciendo cada día más claro y fuerte, siguió empujado la reflexión de la
teología de la liberación. La Conferencia episcopal de Puebla,(Mexico) tuvo la
paciencia de volver a describir quién es el pobre y que el motivo de su situación
no es casualidad, sino casual.Comprobamos, pues, como el más devastador y
humillante flagelo, la situación de inhumana pobreza en que viven millones de
latinoamericanos expresada por ejemplo, en mortalidad infantil, falta de
vivienda adecuada, problemas de salud, salarios de hambre, desempleo y
subempleo, desnutrición, inestabilidad laboral, migraciones masivas, forzadas y
desamparadas.

Al analizar más a fondo tal situación, descubrimos que esta pobreza no es una
etapa casual, sino el producto de situaciones y estructuras económicas,
sociales y políticas, aunque haya también otras causas de la miseria:

Esta situación de las grandes masas de nuestros pueblos, que proviene, en


buena parte del sistema social que padecemos, no es la Voluntad de Dios. Esta
experiencia fundante, que va a reorientar a construir la fraternidad, es retomada
en la conferencia de Puebla y expresada con claridad profética:

“Vemos, a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el


ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres... Esto es contrario
al plan del creador y al honor que se le debe. En esta angustia y dolor, la
Iglesia discierne una situación de pecado social, gravedad tanto mayor
por darse en países que se llaman católicos”[5].

Pocas líneas más adelante, los obispos afirman cómo en los rostros de los
niños pobres, indígenas, campesinos marginados, ancianos, etc., debemos
reconocer los rasgos sufrientes de Cristo (Puebla 31-39). La experiencia
concreta y golpeante del dolor de los pobres nos abre a la experiencia de quien
está presente en ellos: el Señor Jesús (Mt 25, 31-46).

Hablar sobre Dios es hacer teología. En la experiencia fundante de la teología


de la liberación se ha redescubierto que hablar de los pobres es hablar de
Cristo, es hablar de Dios: “lo que hiciste a ellos, a Mí me lo hiciste” (Mt 25, 40).
Pero hablar hoy de los pobres es hablar de los hombres explotados del Tercer
Mundo, es hablar de las mayorías latinoamericanas. En la solidaridad de Dios
en Cristo con los empobrecidos de la Tierra se encierra el misterio del hombre.
Cristo se encuentra y revela en los pequeños y olvidados a los ojos de los
mundanos (Mt 11, 25-27).

El tema central de nuestras vidas y de toda espiritualidad -cómo encontrarse


con Dios, dónde se le ama, conoce y comulga con él- conduce al corazón
mismo del evangelio: amar a Dios y al prójimo. Pero este tema adquiere
realidad cuando se plantea desde los pobres: ¿qué significa amar a Dios y al
prójimo hoy en América Latina?

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