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“Mis bagada”

- Yo vivía encerrado, pero era muy diferente, porque podía salir cuando quisiera, el
solo hecho de no tener algo te hace quererlo aún más -
Dia: 54
Como todas las mañanas, desperté por mi cuenta; apague mi alarma hace semanas,
no la necesito para despertar antes de las diez. Aun bostezando, busco mis lentes,
desconecto mi celular y empiezo mi rutina, irrelevante de contar.
Un poco más tarde, me siento a trabajar para mantener las tareas al margen, cada día
me cuesta más, es como querer parchar el Titanic con cinta adhesiva y periódico, tapas
un hoyo y se han abierto 5 más. Suspiro y sigo trabajando; pues, ¿Qué otra opción
tengo?
Miro el reloj, casi las dos, hora de comer. Hoy mi mama cocino sopa, no se por que la
disfruto tanto, hacen 30 grados y mi plato esta caliente como el infierno, pero me sabe
a gloria. Gracias por la comida.

Antes de regresara a trabajar, me distraigo un poco. Sentado en la sala me abordan de


nuevo los demonios, que se han vuelto personajes recurrentes. Uno se sienta en mi
rodilla mientras el otro se columpia de mi manga tratando de alcanzar mi hombro, el
primero pregunta:
- ¿Cómo estás?
- Hoy ha sido un buen día, ¿sabes? - Le respondo.
- Por eso vinimos - Me dice burlón.
- ¡Acércate viejo! – Le bromeo moviendo los puños en señal de pelea.
De cierta manera ya me acostumbré a ellos, les llame mis “bagada”; de niño
acostumbraba a ver un programa extraño donde escuche ese nombre, pero no importa.
Los veo y ya me resultan familiares, no mas altos que 10 cm, forma extraña semi
humana pero completamente negros, parece como que desprenden algo de su cuerpo,
siempre tienen ese aura extraño. Me gusta pensar que les gusta la mermelada, no sé
por qué tengo esa idea, nunca les he ofrecido.
- ¿Les gusta la mermelada? – Añadí balbuceando.
El que trepaba por mi manga llega a mi oreja y gozoso celebra como si hubiera
conquistado el monte Everest.
- ¿Mermelada? ¿Qué clase de chico raro eres? – Respondió agitado.
- No lo molestes, deja que nos ofrezca su mermelada – Dijo el otro aguantando la risa.
- Cerdos malagradecidos – Les dije entre dientes.
Rápido me incorporé y añadí en voz clara:
- Bueno… Empiecen, que tengo tareas que hacer.
- Tus deseos son ordenes - Susurro a mi oído uno mientras el otro se ponía de pie y
frotaba sus manos como una mosca.
- ¡Que comience el espectáculo! – Dijeron al unisonó.

Súbitamente desperté, me quedé dormido.


¡Maldita sea! Se me hizo tarde para enviar mi trabajo, corre, un puedes alcanzar, tu
siempre puedes, ¡corre!
- CERRADO -
- ¡Mierda! - Me dije a mi mismo.
Desesperado, me lleve las manos a la cabeza, no sabia que hacer, me quería morir,
ese trabajo era muy importante. Primero vino la tristeza, sentí como mi promedio se iba
entre mis manos, sabía que sin ese trabajo reprobaría, pero después, vino la ira,
levante la mirada con los ojos llorosos, cerré mi libreta de golpe y salí corriendo a la
terraza.
Estaba tan molesto, estaba seguro de que habían sido ellos, esta vez la hicieron
buena, me mantuvieron dormido para que se me hiciera tarde, pensé que los tenia bajo
control, incluso creí tontamente que los distraería con lo de la mermelada, pero fueron
ellos los que jugaron conmigo. Esta vez voy yo por ellos, esto me lo pagan.
Una vez afuera, inhalé aire fresco y cerré los ojos…
- Ustedes, pequeños bastardos, me durmieron, por su culpa me tocara repetir
“Energías renovables”, ¿saben cuan aburrido será? Los obligare a ir conmigo todo el
semestre - Los aborde furioso, casi le escupí a uno, creo.
- Púdrete, ¿no estabas ansioso porque empezáramos? Pareciendo amigable y
bromeando, todo afable con tu estúpida mermelada. Sabias para que estábamos ahí,
ahora no me vengas con los ojos llorosos y tus gritos, por que fuiste tu el que nos
llamó. Todos los días cuando estas tranquilo nos invitas, admite que no puedes con tu
aburrida vida, ahora lárgate y hazte responsable de tus consecuencias - Me replico.
Eso me pego duro; me agache, estire la mano y lo tome apretándolo con mi puño, casi
hasta dejarlo sin respirar, dios, quería lanzarlo contra el piso.
- Madura niño - Me dijo con dificultad.
De pronto, salto el otro a su defensa.
- ¡Déjalo en paz! Sabes que lo que dice es verdad, que lo mates, no te hará aprobar tu
tonta materia - Me grito.
Estire mi otra mano para alcanzarlo y también lo levante apretándolo entre mi puño. Al
mismo tiempo reduje la presión para dejar respirar al primero que dio una bocanada de
aire en seguida.
Con los dos a la altura de mi cara, les volví a reclamar:
- ¡Cállense! Maduren ustedes, me arruinaron el semestre, cruzaron la línea.
Recuperando el aliento, y un poco más tranquilo, al que casi ahogo me dijo:
- Deja de buscar culpables, nosotros no hicimos nada, piensas acaso que todo esto es
real, que me vas a matar y eso cambiara algo allá afuera, bájanos y regresa a seguir
con tu vida, preocúpate de lo que aun puedes salvar.
Rápidamente el otro añadió:
- No ves que nosotros estamos para mantenerte alerta, te recordamos lo que significa
perder. Eres un chico inteligente, pero necesitas esforzarte más, anda, ve y termina tus
tarea, si es que realmente quieres hacer algo, si no… Ríndete, pero hazlo por tu
cuenta, no nos voltees a ver a nosotros.
- ¡Chinguen su madre
ustedes y sus
aprendizajes de
Rufina la burra! - Les
dije con desprecio,
los deje caer y me di
la vuelta para irme.
Mientras me alejaba
caminando, escuche:
- ¡Hey niño! No te
estas enfrentando a
nosotros, recuérdalo -
Dijo uno.
- Cuando regreses
trae contigo algo de
esa mermelada tuya -
Añadió el otro.
Sin voltear a ver, no pude evitar sonreír.
Abrí los ojos y exhalé. Se estaba metiendo el sol, volví a terminar mis deberes.
Autor: Daniel Camacho Ventura

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