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«NATURALEZA DEL CUERPO GLORIFICADO»

Los creyentes cristianos no preguntan si habrá para ellos una resurrección, porque esto para
ellos es una convicción; pero frecuentemente se puede presentar en la mente de algunos la
inquietud de los creyentes en Corinto: «¿Cómo y con qué cuerpo resucitarán los muertos?» (1
Corintios 15:35).

Fuera de la revelación de las Sagradas Escrituras, No existe respuesta para esta interrogante. Y
donde se encuentra la respuesta más elaborada es en el capítulo 15 de la Primera Epístola de
Pablo a los Corintios. La primera parte del capítulo se preocupa de la resurrección de Cristo, la
certeza de ella y su importancia; la porción central, trata los problemas de secuencia en la
resurrección, y la última sección, con nuestros cuerpos resucitados.

Pablo presenta varias verdades acerca del cuerpo que poseeremos en gloria:

Será semejante al cuerpo terrenal, aunque tendrá las cualidades de INCORRUTIBILIDAD,


BELLEZA Y PODER (1 Corintios 15:42ss); será un cuerpo espiritual (NO FANTASMAL, pues
entonces no sería “UN CUERPO”), lo que aparentemente significa que satisface las necesidades
del espíritu (1 Corintios 15:44), en contraste con nuestro presente cuerpo natural, y será
semejante al cuerpo del Señor Jesús. Habrá similitud entre los cuerpos que ahora tenemos y
los de la resurrección. Nos sentiremos cómodos con nuestros cuerpos resucitados y nos
reconoceremos mutuamente.

Si algo nos puede ayudar al considerar este asunto, es pensar en el cuerpo resucitado de
Cristo, porque Juan nos dice que “seremos semejantes a él” (1 Juan 3:2), y Pablo indica que el
nuestro es un “cuerpo de humillación”, pero que será semejante al “cuerpo de la gloria suya”
(Filipenses 3:21). Así pues, con base en la clara enseñanza de la Biblia, se puede afirmar que los
cuerpos de los creyentes, serán transformados y glorificados según el modelo del cuerpo
resucitado de Jesucristo. Aparentemente el cuerpo de resurrección de nuestro Señor fue en
algún sentido como el cuerpo natural, y en algún sentido diferente. Así, en algunas ocasiones
fue reconocido inmediatamente (Mateo 28:9; Juan 20:19ss), pero en otras no (especialmente
en el viaje a Emaús, Lucas 24:16; Juan. 21). Apareció súbitamente en medio de sus discípulos,
que estaban reunidos a puertas cerradas (Juan 20.19), mientras que, por el contrario,
desapareció de la vista de los dos que fueron con él a Emaús (Lucas 24:31). Les dijo que tenía
“carne” y “huesos” (Lucas 24:39). En algunas ocasiones comió (Lucas 24:41–43), aunque NO se
puede establecer con base a esto que el alimento material sea una necesidad para la vida
posterior a la muerte (1 Corintios 6:13). El Señor resucitado podía conformarse o no a las
limitaciones de esta vida física según su voluntad, y esto podría indicar que cuando
resucitemos tendremos facultades similares.
“Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en
incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará
en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay
cuerpo espiritual” ( 1 Corintios 15:42 – 44).

El versiculo 42 comienza diciendo que la resurrección de los muertos es también “ASÍ”, es


decir, como el brillo de las estrellas, las cuales se distinguen unas de otras por la diferencia de
su brillo (véanse los versículos 40 y 41). Los cuerpos de los resucitados tendrán un grado de
esplendor glorioso correspondiente al grado de santidad que tenían sus almas cuando les
sorprendió la muerte. «Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre» (Mt. 13:43). La segunda parte del versículo se refiere a la forma que tenía el cuerpo
muerto cuando se sembró, es decir, cuando se enterró. Pablo está usando la metáfora del
grano que no se vivifica si no muere antes (v. 36). El Señor Jesús había usado esta misma
metáfora en Juan 12:24. El cuerpo, cuando es entregado a la tierra, se halla en estado de
degradación, de corrupción, pero se siembra precisamente porque se espera que vuelva a
surgir de nuevo, como en una nueva primavera, LOZANO, INCORRUPTIBLE.

Se siembra una cosa despreciable (v. 43). Despojado de toda la gloria que tenía después de
haber sido formado maravillosamente por las manos de Dios ((Sal. 139:13–16), pero destinado
a morir a causa del pecado, el cuerpo muerto es despreciable; los más íntimos familiares ya no
lo quieren tener en casa; debe estar oculto bajo tierra para que no se vea su estado miserable.
Pero resucita “glorioso”, CON MUCHA MAYOR GLORIA QUE LA QUE PUDO TENER CUANDO
MÁS HERMOSO ESTABA, porque ahora su gloria es para siempre, “inmortal”, puesto que ha
sido redimido para siempre del imperio de la muerte (Hebreos 2:14–15). Se siembra una cosa
débil (v. 43b), porque han podido contra él los principios de la disolución: la enfermedad y la
muerte. Pero resucita “poderoso” es decir, tan fuerte que no podrán ya con él ninguna de las
debilidades a las que estaba expuesto antes y que acabaron con él.

Se siembra un cuerpo animal, que ha terminado mal sin remedio, porque era un cuerpo
adaptado a las características de nuestra existencia terrena, sometido a las concupiscencias
desordenadas y gobernado por una voluntad inclinada al pecado. En cambio, resucita un
cuerpo “espiritual”, no porque sea de naturaleza espectral o fantasmal, sino porque no estará
gobernado por los apetitos carnales.

En cuanto al modo o condición de los cuerpos resucitados, los muertos resucitarán con el
mismo cuerpo que tuvieron en la tierra (es decir, no tendrán 4 brazos, piel azul, alas, o 4
orejas). Los cuerpos resucitarán EN SU INTEGRIDAD, INMUNES DE TODO MAL, LIBRES DE
INPERFECCIONES, DEFORMIDADES, DEFECTOS, Y EXENTOS DEL SUFRIMIENTO Y DE CUALQUIER
CORRUPCIÓN DE LA VIDA PRESENTE. «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no
habrá muerte, ni habrá más llanto ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron»
(Apocalipsis 21:4).

Los cuerpos de los resucitados serán incorruptibles, tanto los de los salvos como los de los
condenados, puesto que los creyentes permanecerán para siempre en la gloria y los de los
impíos en la condenación.

Tomando todo esto en consideración, podemos concluir que la vida en la gloria para los justos
no será una monótona y aburrida existencia estática, sino que poseerá un rico dinamismo
progresivo, conforme a las infinitas posibilidades de la humanidad, presentes en el propósito
original de Dios en la creación, que fue arruinado por el pecado y restaurado por la redención.

¡Dios les bendiga muchísimo más!

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