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Caso “Lupe Peña”

Redactor: Gonzalo Cortés Ordenes

La Sra. Lupe Peña, en el año de 1995 postuló a la concesión de un casino en una pequeña empresa. Sin
más preparación que unos pocos pesos y su gran entusiasmo por “ser empresaria”. El casino debía
atender la colación (almuerzo) de mas o menos treinta personas, refrigerios y bebidas durante el día. El
almuerzo se lo pagaba la empresa y todo lo extra lo vendía directamente al personal.

Contrató una ayudante de cocina, invirtió dinero en vajilla y servicios, unos pocos utensilios de cocina y
un refrigerador industrial de segunda mano y partió. Las demás instalaciones eran parte de la empresa
que contrató sus servicios. Ella personalmente se encargaba de las compras diarias y preparaba una
minuta semanal junto a su ayudante. Las cosas comenzaron a marcha bien, ella atendía a la gente la que
estaba encantada con la simpatía y disposición de la Sra. Peña. Las relaciones se desarrollaron a la
perfección y su empresa comenzó a reportarle alrededor de $200.000 mensuales de utilidad parte de
la cual, sabiamente, comenzó a invertirla en mejores equipos electrodomésticos de cocina, para ir
ampliando el menú y atender cada vez mejor los requerimientos de sus clientes. Esto era lo que ella
mejor quería hacer, solo así podría fructificar su iniciativa. Además toda su actividad la desarrollaba en
medio día de trabajo, lo que era perfectamente compatible con sus labores de dueña de casa, se sentía
realizada.

En el verano de 1996, inducida por su esposo, un director de un colegio municipalizado, postuló a la


concesión de Kioscos de colegios de la Corporación Municipal de Valparaíso. Ganó dos liceos con jornada
diurna y uno con jornada vespertina, o sea, tres kioscos. Ella comenzó a atender el más grande de
jornada diurna y el vespertino, para el tercero contrató una persona que se hiciera cargo. Esta última le
ayudaba en las mañanas, muy temprano, a preparar cerca de 500 sándwich para los dos kioscos diurnos,
los de la noche los preparaba ella sola en las tardes, unos 180. Ya su tiempo lo tenía que dedicar
exclusivamente a sus negocios. No importaba, pues contaba con el apoyo y la comprensión de su familia
(su esposo y dos hijos estudiantes universitarios). Los que la echaban de menos eran las personas de la
empresa, que ahora eran atendidas por la ayudante de cocina y un mozo, y cuando podía, por la Sra.
Peña.

Las compras, que en un principio las sumaba a las compras ordinarias de su hogar, ahora las hacía en
forma diaria y semanal, según los productos, en mayores cantidades y las relaciones comerciales eran
con una mayor variedad de proveedores y de productos; verduras, carnes, confites, pan, pasteles,
cecinas, bebidas y gran variedad de minucias.

La Sra. Peña debió abrir una cuenta corriente bancaria especialmente para sus negocios, tenía que sacar
muchas cuentas y opto por contratar un contador para que le llevara la contabilidad y los libros. Las
cosas seguían marchando bien pero el trabajo era agotador y de todas maneras la calidad de vida
familiar se veía resentida. Comenzó por ello a vislumbrar la necesidad de contratar a alguien que le
ayudada en la conducción de su empresa. Además siguió expandiendo sus operaciones, se sumo la
concesión de otro casino con la atención de 80 personas, negocio que resulto gracias a las referencias
de la primera empresa y el encanto de la Sra. Peña. Ganó la concesión de dos kioscos de colegios de Viña
del Mar y otro de Quilpué, el sistema era simple, se hace la postulación ofreciendo cierta cantidad de
dinero para el colegio y optan por la mejor postura. Se hizo necesario contratar más personal, más
maquinarias, especialmente refrigeradores, mesones y utensilios electrodomésticos. Se hizo necesario
un lugar para elaborar los menúes y los sándwich, además los volúmenes de compra crecieron, surgió
deuda con los proveedores y un crédito bancario para la compra de un pequeño terreno con un galpón en
Valparaíso y dos camionetas para los repartos. Las operaciones definitivamente se agrandaron, más
permisos sanitarios, reglamentos, proveedores de Santiago, viajes a la capital, la Sra. Peña ya no dio
abasto. El personal ya eran dieciséis personas; tres ayudantes de cocina, seis encargados de kioscos,
cuatro mozos, dos choferes y el contador a tiempo completo.

La Sra. Peña contrató a alguien que debiera ser su mano derecha, un ingeniero industrial, el Sr.
Alvarado, para que organizara la empresa y la llevara en orden. Éste comenzó por lo administrativo, le
dio estructura a la empresa, el se haría cargo de lo administrativo y contrató a un ingeniero comercial,
el Sr. Morales que se haría cargo de los aspectos comerciales. El Sr. Alvarado tenía una gran
experiencia, estuvo a cargo durante quince años de una maestranza portuaria, era un hombre de
carácter duro y una fuerte personalidad. Se pidieron nuevos créditos, para mejorar las instalaciones y
la compra de dos camiones para el aprovisionamiento y reparto. Los volúmenes de endeudamiento por
mayores compras comenzaron a aumentar.

La Sra. Peña fue superada en sus expectativas y fácilmente “manejada” por su “mano derecha”, ya no
veía ni un peso de utilidades a fin de mes y el desencanto se apoderó de su espíritu. El Sr. Alvarado
decidió ampliar el giro de la empresa a la restoración convencido por un amigo que llegaba de estudiar
cocinería en Europa. Arrendó un local en el centro de Viña del Mar e hizo una gran campaña de
lanzamiento. Corría el verano de 1999 y en la temporada el negocio fue exitoso, lo que motivo a abrir
una sucursal en Reñaca, el local se compró gracias a las ganancias del primero y a un nuevo crédito
bancario. En los kioscos comenzaron problemas de ausentismo de personal, el trato era diametralmente
distinto entre la Sra. Peña y el Sr. Alvarado. La mayor parte prefería el trato de la Sra. Peña y a ella le
obedecían más. Esto significo que algunos liceos quedaban sin atención un día o a veces más. Esto
ocasionó graves problemas con la Corporación Municipal de Valparaíso, en especial y con la de Quilpué.
La situación contractual con la mayor parte del personal era poco clara y este ya ascendía a treinta y
ocho personas.

El Sr. Alvarado convenció a la Sra. Peña de cortar la atención a los kioscos de colegio y continuar con
los restoranes que habían dado mejores resultados. Se abrió uno en Valparaíso y otro en Viña del Mar,
en el mall Marina Arauco. Las cosas no marchaban como el Sr. Alvarado esperaba, los compromisos
financieros eran fuertes y las ventas no estaban siendo las necesarias. El Sr. Alvarado le explicaba a la
dueña de la empresa que eran contratiempos pasajeros de la situación económica de la nación.

Se perdió la concesión de los casinos de las empresas por incumplimiento de contratos debido a las
continuas ausencias de personal, descuidos reiterados en la manipulación de alimentos y a la no
presencia directa de la Sra. Peña. Ya la pequeña flota de vehículos era poco necesaria y el Sr. Alvarado
convenció a la Sra. Peña de entrar al negocio del transporte de mercaderías para las grandes tiendas,
“tengo un amigo que le ha ido bastante bien” fue su argumento. El Sr. Morales sería el encargado de
encontrar los contratos para los vehículos. El negocio no prosperó puesto que las grandes tiendas ya
tenían sus propias flotas o contratos con terceros que cubren las necesidades de la región.

Una pequeña huelga del personal de los restaurantes impacto la alicaída marcha de la empresa, los
problemas de trato con el Sr. Alvarado fue el principal argumento además de las condiciones
contractuales poco claras. Nuevamente la Sra. Peña, con su carácter salvó la situación. Su paciencia con
el Sr. Alvarado se había acabado, lo citó para una reunión en que pondría fin a sus servicios. Al volver a
su despacho, se encontró con un documento en que se manifestaba la solicitud de quiebra por parte de
un banco acreedor por incumplimiento de pagos. La Sra. Peña añoraba a sus primeros clientes del casino
y los momentos en que se dedicaba a la confección de los sándwiches para los niños del liceo. Por la
tarde le dijo a su esposo, “saldré adelante”.

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