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ISBN 978-987-1581-10-8
1. Ensayo.
CDD 864
Primera edición
ISBN978-987-1581-10-8
deauno.com
PRÓLOGO
Enhorabuena, lector, tiene en sus manos un libro interesante, un libro
que en ningún momento le va a dejar indiferente. Si tiene fe, le va a demos-
trar la falta de base para sus creencias. Si no es creyente, se va a encontrar
con nuevos argumentos que afianzarán su agnosticismo o su ateísmo. El
autor, como nos ha pasado a la mayoría de los españoles, conoció y practicó
a la fuerza la religión católica, es decir, la conoce bien.
Durante muchos siglos cualquier tratado de ciencia se veía obligado
a hacer referencia a uno o varios dioses o a elementos animistas, con el
fin de tratar de explicar los misterios del universo. Tenían que recurrir a
algo sobrenatural para pretender esclarecer lo que no podían aclarar de
otra manera, porque no tenían medios para ello. De eso se han valido las
religiones, en especial sus sacerdotes, para “sacar provecho personal y man-
tenerse en el poder, dictando normas que persiguen su propio beneficio”,
como acertadamente subraya el autor.
Las cosas han cambiado rotundamente; hoy ni la idea de unos seres
superiores ni ninguna creencia religiosa sirve para desentrañar el mundo
en que vivimos. Es más, ni siquiera sirven para desarrollar unos conceptos
morales. La Declaración de los Derechos del Hombre, que proclamó la
Revolución Francesa, ha superado con creces todos los conceptos éticos
de todas las religiones.
Las religiones, en su mayoría, basan sus conocimientos en unas su-
puestas revelaciones divinas, efectuadas a determinadas personas elegidas,
recogidas en unos libros tenidos por “sagrados”. Pero resulta que todo ello es
indemostrable; parten de la existencia de un dios sin poderlo verificar, que
revela una serie de conocimientos sobre el universo y el mundo que tam-
poco pueden comprobar y que carecen de valor alguno ante la ciencia.
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ELOGIO DEL ATEÍSMO
Fernando de Orbaneja
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Lo que entra en la mente por la vía de la razón, cabe ser corregido;
lo admitido por fe, casi nunca
Santiago Ramón y Cajal
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“El sueño de la razón produce monstruos”
Francisco de Goya y Lucientes
LA CIENCIA ES LAICA
La religión, como el arte o la ciencia, es una forma de conoci-
miento que proporciona una cosmovisión y moldea la forma de
entender la realidad. La interpretación de lo que ocurre (y en el caso
de la religión, incluso de lo desconocido y hasta de lo que no existe)
configura la forma de comprender los acontecimientos y orienta el
comportamiento.
La ciencia estudia la realidad. Y la realidad no sólo la conforman
los eventos que existen actualmente, sino también forman parte de
la misma los que han desaparecido e incluso los que están por ve-
nir. Igualmente aborda tanto entidades concretas como abstractas,
materiales o inmateriales. Los científicos pueden estudiar el com-
portamiento del lagarto de El Hierro o de los saurios antepasados
extinguidos hace 65 millones de años. Puede estudiar el efecto de las
condiciones ambientales sobre la vida actual así como las consecuen-
cias que tendrá dentro de 25 años el cambio climático, si seguimos
destruyendo el medio ambiente. Puede analizar la resistencia de una
caja de cartón o especular en base a la teoría de los fractales. En el
caso concreto de la psicología, pueden abordarse temas tan diversos
como la prevención e intervención ante la conducta violenta o las
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ELOGIO DEL ATEÍSMO
. Verificación y refutabilidad
Sin pretender entrar en la distinción entre verificación y falsación
(una cuestión ciertamente relevante en filosofía de la ciencia), lo
bien cierto es que la contrastación con la realidad es un elemento
sustancial del conocimiento científico y, como señala Karl Popper,
quizá sea ésta la principal característica definitoria y diferenciadora
del conocimiento que aporta la ciencia3. Las contribuciones de los
científicos pueden (y deben) ser contrastadas por otros, dondequiera
que se encuentren y cuando quiera que las lleven a cabo. Los resulta-
dos se mantienen siempre que no existan resultados contradictorios,
en cuyo caso habrá que revisar las condiciones en las que se han
realizado los diferentes estudios para conseguir resultados verificables
y contrastables. Ésta es una fórmula de seguridad de que el conoci-
miento obtenido se asienta sobre bases sólidas, ajenas a ideologías
o intereses personales del investigador o, simplemente, debido a
razones vacuas. De hecho, no se da por válida una teoría científica
hasta que ésta es contrastada. Entretanto pertenece al terreno de lo
hipotético, por mucho que tenga todos los visos de verosimilitud.
Esto quiere decir que, a excepción de las dos ciencias formales,
que son la lógica y matemática, el conocimiento que aportan las
disciplinas científicas es probabilístico. Puede que sea extraordi-
nariamente preciso (y de hecho lo es) hasta el punto de que, en
términos prácticos, incluso podamos tomarlo como cierto. Pero la
ciencia no utiliza el término “verdad” para referirse a la exactitud
del conocimiento, sino el más modesto “probable”.
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sobre una cónica si y solo si los tres puntos comunes a los tres pares de
lados opuestos están en una recta común”.
De este modo, el conocimiento va creciendo sobre pilares firmes
y asentados en criterios de veracidad. Las relaciones que se pueden
establecer entre axiomas y teoremas son ilimitadas, habida cuenta
que éstos se van construyendo lógicamente de los anteriores y sirven
para el establecimiento de los subsiguientes.
Los dogmas religiosos son proposiciones sobre cuya verdad no se
admiten dudas y cuyo acatamiento se exige por parte de todos los
fieles de un mismo credo. Sin embargo, el criterio de verdad no se
encuentra en el propio dogma, como sí que se halla en el axioma en
el caso de las ciencias formales, sino en la imposición externa a la
creencia por parte de las autoridades eclesiásticas. Existen decenas
de dogmas sobre los cuales se basa la teología católica, por ejemplo
la existencia de Dios, el hecho de que la Virgen María fue inmune
de pecado original o el de que quienes mueren en estado de pecado
mortal van al infierno.
Pero, mientras que los axiomas tienen como cualidad intrínseca
el criterio de veracidad y no requieren de proposiciones más ele-
mentales para demostrarse, los dogmas de fe no son en sí mismos
verdad, puesto que cabría la posibilidad de que no existiera Dios o
de que la Virgen no fuera inmune al pecado original caso de que
éste simplemente existiera. Además, para explicarlos es necesario
apelar a proposiciones más elementales que no han sido demostradas
previamente. Así por ejemplo, habría que demostrar la existencia de
los pecados mortales y por qué al morir en estado de pecado mortal
vamos al infierno, si es que el infierno es algún lugar a donde vamos
después de muertos, caso de que algo de nuestra persona, el alma (si
es que existe) vaya a algún sitio al expirar nuestro último aliento.
b. Los axiomas matemáticos son proposiciones universalmente reco-
nocidas como verdaderas bajo cualquier interpretación posible y en
cualquier sistema de valores. La comprensión de los mismos deriva de
la capacidad cognoscitiva del ser humano, quien entiende y capta la
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10 Se le atribuye a Newton la frase de que todo lo que él sabía acerca del universo
se lo debía a que caminaba a hombros de gigantes, refiriéndose a Kepler y Galileo.
La frase ha sido adoptada para titular un extraordinario libro que recoge las grandes
obras de física y astronomía comentadas por Stephen Hawkins
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humano que durante los miles de años desde que se establecieran las
primeras civilizaciones. Y no digamos desde la aparición del hom-
bre, hace varios centenares de miles. Cualquier manual científico
de unos cuantos años se ha quedado obsoleto e incompleto, debido
a que la ciencia aporta continuamente información que es preciso
incorporar y otra que es necesario desechar. Un científico que no
hubiera leído nada durante unas décadas sería incapaz de entender
la mayoría de artículos o trabajos actuales de su propia disciplina,
porque le faltarían conocimientos (en muchos casos incluso teóri-
cos básicos) para entender las nuevas aportaciones. Sin embargo la
religión todavía se basa en los mismos textos de hace miles de años
y en las explicaciones e interpretaciones que efectuaron los padres
de la Iglesia, hace ya siglos.
. Ausencia de falacias
El lenguaje de la ciencia es objetivo y su comprensión es universal.
Cualquier estudioso de una disciplina conoce con exactitud a qué se
refiere otro científico cuando aquél describe una investigación o un
descubrimiento, por muy alejado geográfica e ideológicamente que
se encuentren uno de otro. Las aportaciones se comparten, siempre
que el método utilizado haya sido el correcto y la argumentación la
adecuada. La ciencia se basa en conocimientos verificados y sobre
postulados claros. Cualquier contribución debe ser justificada con
una metodología apropiada y adecuarse al conocimiento ya adquirido
por décadas de investigación.
Los argumentos aportados por la ciencia sirven para sostener la
verosimilitud de los temas que se plantean. Están construidos lógica-
mente y son autocorrectivos, de forma que solamente pasan el filtro
de veracidad aquellas conclusiones que superan los criterios impues-
tos por la misma ciencia, tal y como hemos indicado anteriormente.
La religión, sin embargo, no puede demostrar empíricamente sus
postulados, puesto que tratan de entidades y temas inobservables,
sobre los cuales es preciso creer. Por ello, el criterio de veracidad se
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11 Las falacias son un recurso muy utilizado siempre que se pretende convencer
a otras personas, pero se carece de argumentaciones sólidas que lo refrenden o
bien se pretende conseguir un impacto inmediato. El lector puede encontrar un
ejemplo muy característico de las mismas en un texto que el autor de este libro
escribió hace unos años analizando el discurso demagógico del gobierno de España
de entonces, en referencia a temas referidos al medio ambiente, en concreto sobre
la polémica hidrográfica. La cita bibliográfica es Chóliz, M. (2001). El lenguaje y
las mentiras de la propaganda. Valencia: Promolibro.
12 El lector puede encontrar un magnífico estudio sobre las falacias en el libro
de García Damborenea, R. (2000). Uso de razón: diccionario de falacias. Madrid:
Biblioteca Nueva.
13 Bentham, J. (1990). Falacias políticas. Madrid: Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales.
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a. Petitio principii
Se trata de un error en la argumentación, del que ya prevenía
el propio Aristóteles, cuando la conclusión aparece en las propias
premisas o bien cuando se utiliza como premisa algo que no está
probado.
Este error fundamental lo comete la religión siempre que asegura
alguna intervención divina en forma de acción, presentación, reve-
lación o milagros, ya que la condición principal, que es la propia
existencia de Dios, no está demostrada. No cabe ninguna deducción
lógica de una premisa no probada. La doctrina moral que se deduce
de los dogmas es un ejemplo claro de esta falacia, puesto que se asume
indiscutible algo que no ha sido demostrado.
Ésta es una diferencia esencial respecto del conocimiento científico,
que no avanza sino sobre fundamentos demostrados e incontestables.
Lo contrario resultaría extraordinariamente peligroso dado que, en
el caso de que se demuestre la falsedad o inexactitud de las premisas,
es muy probable que el resto de conclusiones no sean ciertas y todo
el edificio conceptual se desmorone. En ese aspecto, la ciencia se
muestra extraordinariamente conservadora, lo cual contrasta con la
posición epistemológicamente tan arriesgada de la religión.
Una mención especial requieren los milagros, acontecimientos
incomprensibles a la luz de los conocimientos actuales, cuya expli-
cación se asume por acción de la divinidad. Con independencia de
que se trata de una falacia, ya que el hecho de que no se disponga
actualmente de una explicación racional, ello no significa que sea
una demostración de la intervención divina, habría que indicar que
el relato de los propios milagros es en sí mismo, no sólo falaz, sino
también mitológico. Se trata de leyendas, hechos cuya veracidad
es incomprobable o simplemente auténticas patrañas que nunca
existieron. Una de las evidencias de ello es que, cuando se analizan
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b. Ad verecumdian
Pese a que la ciencia posee nombres venerables, personas que
han destacado por su sabiduría y sus aportaciones a la Humanidad
(Galileo Galilei, Santiago Ramón y Cajal, Isaac Newton, Marie
Curie, etcétera), las afirmaciones que cada uno de ellos realizaron
en su momento y que supusieron hitos en la historia de la ciencia,
no fueron ciertas porque las dijeran personas eminentes, sino al
contrario: los nombres de estas personas son ilustres porque en su
día consiguieron demostrar lo que afirmaban que, por lo general,
se trataba de cuestiones muy complejas y de gran relevancia para el
ser humano. En modo alguno el conocimiento científico se acepta
porque lo diga una u otra persona, por muy célebre o insigne que
ésta sea. La ciencia no apela al argumento de autoridad, que no
deja de ser sino una de las falacias más comunes. Otra cosa es que
quienes tienen autoridad científica lo sean, precisamente, porque
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c. Ad hominem
Se incurre en la falacia ad hominem cuando se intenta descalificar
el argumento del contrario atacando personalmente al oponente.
Es muy común que se descalifique los argumentos del ateísmo
aduciendo los execrables crímenes que llevaron a cabo ateos como
Stalin o Pol Pot.
Con independencia de que podríamos encontrar muchos ejemplos
de religiosos, especialmente cardenales y papas, que no se caracteri-
zaron precisamente por su buena conducta moral, la conclusión de
que el ateísmo no es moralmente bueno, tomando como ejemplo
la maldad de determinados ateos es falaz, ya que Stalin no cometió
las atrocidades y el genocidio por el hecho de ser ateo. De hecho
asesinó tanto a gente con creencias religiosas, como a quienes no
tenían ninguna. Sin embargo, han sido numerosas las persecuciones,
muertes y guerras llevada a cabo en nombre de Dios.
La falacia ad hominem es muy frecuente, puesto que es muy sen-
cillo descalificar directamente al oponente al poner de manifiesto
sus errores personales, magnificando algunos (y habitualmente,
inventándose otros) con el objetivo de anular los argumentos del
contrario sin someterlos al juicio de la razón. Se trata de una de las
falacias preferidas en las discusiones políticas y, desde que la jerarquía
católica española ha mostrado interés por la cosa pública parece que
se han contagiado de la misma. Desde hace unos años va siendo
frecuente que desde los púlpitos se descalifique personalmente a
políticos o filósofos no creyentes, con el objetivo de desprestigiar su
actividad pública o intelectual y con ello evitar que se discutan de
forma racional las diferentes posiciones ideológicas. Precisamente
la cadena COPE, propiedad de la Conferencia Episcopal, tiene la
caterva de “periodistas” que usan y abusan de la falacia ad hominem
con mayor profusión para atacar las posiciones ideológicamente
diferentes mediante la acusación personal de los que simplemente
piensan distinto.
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d. Ad baculum
Cuenta Hopkins que en la Conferencia de Yalta, sir Winston
Churchill informó a los demás mandatarios sobre una serie de re-
comendaciones que el papa quería que atendieran, a lo que Stalin,
manifestando su desacuerdo, le interpeló: “¿cuántas divisiones acora-
zadas preparadas para el combate dice usted que tiene el Papa?”.
Habitualmente existen dos elementos que concurren para que
aparezca la falacia ad baculum. El primero es que no exista una posibi-
lidad razonable de persuadir mediante argumentos. El segundo, que
se tenga autoridad sobre la persona a la que se pretende convencer.
Es por ello que también se le denomina apelación a la fuerza.
Esto explica el porqué del interés de las grandes religiones en
detentar el poder, ya que de esa manera pueden imponer sus argu-
mentos de forma expeditiva y coactiva de una forma eficaz, tal y
como describiremos posteriormente. Pero, incluso en el caso de que
no tengan autoridad social o política, al menos la pueden ejercer
sobre sus propios fieles. Y a ella se recurre cuando la justificación de
normas de conducta, principios morales o incluso creencias teológi-
cas no pueden ser demostradas, ni siquiera justificas. En este caso se
apela al castigo divino (eterno y terrible) que se producirá en el caso
de que no se obedezcan las aseveraciones de los prelados De hecho
se trata de uno de los argumentos preferidos por las religiones, ya
que la omnipotencia de Dios se basa en el poder de premiar a los
buenos y castigar a los malos. La amenaza de una pena eterna en el
infierno es uno de los principales recursos esgrimidos para conven-
cer a los temerosos fieles, sin necesidad de justificar ni la validez ni
la veracidad de los dogmas y preceptos que se imponen, porque el
miedo cuida el rebaño.
e. Non sequitur
Se incurre a la falacia non sequitur cuando no se tienen en cuenta
otras interpretaciones alternativas que pueden explicar más conve-
nientemente los hechos que se relatan.
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f. Ad populum
Se trata de una falacia en la que se incurre cuando, para demostrar
la certeza de los argumentos, se apela a la cantidad de gente que
opina lo mismo. Ése es el argumento esgrimido por parte de las
grandes religiones cuando recurren a la cantidad de fieles con los
que cuentan cada una de sus doctrinas y lo muestran como refrendo
de sus opiniones.
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g. Sofisma patético
Finalizamos el breve decurso sobre falacias haciendo referencia a
una de las más comunes. Se trata de apelar a la emoción (pathos), en
lugar de a la razón para rebatir un argumento. La apelación a emocio-
nes en sí mismo no es inapropiada, habida cuenta de que la emoción
es fundamental para movilizar el comportamiento. Podemos estar
de acuerdo con los argumentos que plantea un determinado partido
político en relación con algún tema, pero si no se tiene verdadero
interés por ello (y para eso es necesario que de alguna manera nos
afecte), probablemente decidamos no comprometernos (por ejem-
plo ir a votar) y dediquemos el tiempo en algo que nos interese más
en ese momento. En este sentido, la apelación a las emociones no
invalida las acciones ni sus argumentos, además de que puede ser
una estrategia útil y eficaz. La falacia ocurre cuando se movilizan
emociones para desviar la atención de la argumentación o para
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La inquietud religiosa es al mismo tiempo la expresión del sufrimiento
real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la queja
de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el
espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo
Karl Marx
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. Interpretación de la realidad.
El ser humano necesita tener una interpretación congruente de
lo que ocurre, especialmente de los eventos vitalmente importantes,
y que dicha explicación se ajuste tanto a sus propios procesos cog-
noscitivos como a sus necesidades personales. Es fundamental poder
predecir los acontecimientos que nos afectan significativamente y
entender el funcionamiento de la realidad que nos resulta cercana
y relevante ya que, en caso contrario, la angustia que provoca la in-
certidumbre se incrementa hasta niveles difícilmente soportables. Se
trata de una situación desagradable que ha de ser, de alguna manera,
resuelta. En este sentido, para el ajuste psicológico es más importante
resolver la inseguridad de forma creíble, que llegar a la verificación
de que la creencia es ciertamente real. Y eso lo saben muy bien los
charlatanes, parapsicólogos y curanderos, que se aprovechan de la
credulidad de la gente (especialmente cuando se necesita aferrarse
a algo sólido en lo que creer) para engañar, suministrando explica-
ciones que tienen como objetivo principal obtener beneficio de la
necesidad de las personas que acuden a su “ayuda”.
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45 Es por ello por lo que a las religiones les interesa tanto adoctrinar desde la infan-
cia y mantener su influencia durante toda la vida. El procedimiento es tan simple
como reiterar continuamente sus postulados e impedir que se piense racionalmente
sobre ellos o siquiera que se planteen alternativas a su pensamiento único.
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46 Kobasa, S.C., Maddi, S.R. y Kahn, S. (1982). Hardiness and health: A prospec-
tive study. Journal of Personality and Social Psychology, 42, 168-177.
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. Necesidad de afiliación
Como titula Elliot Aronson a uno de los libros más extraordinarios
de psicología, el ser humano es un “animal social”49. El Homo sapiens
no podría haber sobrevivido ante depredadores más poderosos, ni a las
condiciones naturales adversas, si no se hubiera organizado socialmente
y establecido un comportamiento grupal de protección. Pero las personas
necesitamos de los demás no sólo para la propia supervivencia individual
o de la especie: también precisamos comunicar nuestro estado de ánimo,
establecer vínculos afectivos con otras personas o compartir experiencias.
Retomando lo que acabamos de señalar, incluso los demás son impres-
cindibles en la elaboración del propio concepto de uno mismo. Somos
lo que somos en la medida en cómo nos ven los demás. Autoestima y
autoconcepto se forjan en la interacción con los otros. Alguien se cree
guapo porque los demás lo ven bello y se lo manifiestan de alguna forma;
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53 Asch, S. (1951). Effects of group pressure upon the modification and distortion of
judgment. En H. Guetzkow: Leadership and men. Pittsburgh: The Carnegie Press.
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puesto que la ley civil está por encima de las normas religiosas en
un Estado de Derecho. Se trata solamente de una autoridad moral,
exclusivamente para quienes la aceptan, porque el código ético de
las religiones no está demostrado racional ni empíricamente, sino
que simplemente se asume al creer la doctrina. Y eso es algo personal
y voluntario59.
Pero no es que la religión islámica sea más intolerante que las
otras religiones monoteístas, ya que las tres son especialmente in-
transigentes. Lo que ocurre es que las sociedades en las que están im-
plantadas actualmente están gobernadas por regímenes dictatoriales
y no democráticos, donde priman valores violentos y autoritarios.
En dichos países no existe un control político y social de la religión,
sino que en muchos casos, como en los estados teocráticos, el poder
lo ejercen propiamente los clérigos. Así, por ejemplo, las reacciones
violentas provocadas por la intransigencia religiosa de los ulemas
o imanes son mucho más graves en Irán o Arabia Saudí, que en
Kosovo o Bosnia-Herzegovina, a pesar de que en todos esos países
la religión mayoritaria sea la musulmana. Igualmente, la religión
católica cometió gravísimos abusos durante siglos (en realidad hasta
épocas muy recientes) cuando la situación sociopolítica lo favorecía
o cuando las circunstancias lo permitieron. En España, durante la
infausta dictadura franquista fue cómplice y partícipe de muchos de
sus desmanes. Y en lo que se refiere al judaísmo, uno de los factores
que limita la posibilidad de solucionar el conflicto palestino es, pre-
cisamente, la intransigencia de los judíos ortodoxos que, teniendo
enfrente a los ulemas musulmanes, hace que sea imposible cualquier
acercamiento que solucione el problema de Oriente Medio. Resulta
más que paradójico el que la ciudad “tres veces santa” para las reli-
giones monoteístas (las únicas “verdaderas” según cada una de ellas)
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sea la zona más violenta del Planeta. Y eso que es tierra sagrada de
un Dios bueno y misericordioso.
En la actualidad la principal función de las religiones es el esta-
blecimiento de un código moral, que es el que obligan a sus fieles y,
siempre que pueden, también a la sociedad en general. Una de las
principales tesis que planteamos en este texto, sin embargo, es que
dicho código no es mejor que el de las legislaciones democráticas
y los principios en los que se basa son, sin duda, éticamente peores
que los que se dotan dichas sociedades, al menos desde la Declara-
ción Universal de los Derechos del Hombre. Siendo esto así, cabría
analizar dos cuestiones: 1) ¿cuáles son los elementos que hacen del
laicismo una condición moral más beneficiosa para el ciudadano?
y a pesar de ello 2) ¿qué es lo que hace que le religión sea tan eficaz
en la aplicación de su código moral?
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63 Hauser, M.D. (2006). Moral minds: How nature designed our universal sense
of right and wrong. New York: Ecco.
64 Gould, S.J. (2007). Ciencia versus religión: un falso conflicto. Barcelona:
Crítica7
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matarás” o “No codiciarás los bienes ajenos”, mandatos que muchas veces
la propia Iglesia ni cumple, ni respeta70.
En los párrafos anteriores se ha intentado evidenciar cómo la moral del
laicismo es superior a la que proporciona cualquier religión, principalmen-
te porque se basa en el conocimiento científico del ser humano y porque
fundamenta los más recientes avances sociales y en derechos humanos. Es
gracias al código ético del laicismo por lo que las sociedades democráticas
no sólo se encuentren en su estadio tecnológicamente más avanzado, sino
también en un nivel ético superior al de siglos anteriores. Las religiones
siguen constreñidas en sus preceptos morales antiguos, muchos de los
cuales son inaceptables actualmente. Algunos de los acontecimientos más
significativos de la “historia sagrada” en la actualidad serían punibles en
cualquier código penal de un Estado de Derecho.
Demostrar las atrocidades morales de la religión es tan sencillo como
leer la Biblia, el Corán o el Nuevo Testamento y reflexionar sobre lo que
efectivamente están describiendo. Así, los comportamientos de algunos
de los principales padres de la religión, como Abraham, Josué o el propio
Moisés no solamente serían moralmente reprobables hoy en día, sino
que estarían castigados duramente en cualquier código penal. Abraham
hubiera perdido la patria potestad de su hijo Isaac, al que casi asesina tras
haber escuchado una orden de Dios para matarlo, en lo que cualquier
psicólogo clínico diagnosticaría como alucinación esquizofrénica. Josué
cometió un auténtico genocidio en Jericó, ciudad de la que no se salva-
ron hombres, mujeres, ancianos, ni niños. En su caso, probablemente
el Tribunal Penal de la Haya lo condenara por delito de lesa humanidad.
Lot ofreció a sus hijas para que fueran violadas por los pueblerinos de
Sodoma, a cambio de que no tocaran a un invitado. Jacob, ayudado por
su madre, engañó a su padre ciego colocándose una piel de cordero para
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78 Mt 8:12
79 Sulzer-Azaroff, B. y Mayer, G.R. (1990). Procedimientos del análisis conductual
aplicado a niños y jóvenes. México: Trillas.
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“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”
Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi del III Reich
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. Ambigüedad en el discurso.
La religión no solamente es impermeable a la evidencia empí-
rica por una cuestión dogmática y porque no acepta cambios ni
adiciones a lo que ya está escrito. Lo es también porque su propia
estructura expositiva es ambigua. Probablemente sea pretendidamente
ambigua. Esto explica que en muchos casos no sea posible refutar
sus declaraciones, lo cual les sirve como argumento de que están en
lo cierto. Como hemos visto anteriormente, en realidad esto no es
sino un sofisma.
La religión aporta una serie de frases de significación confusa.
Cuando la interpretación de sus aseveraciones coincide con la reali-
dad, ello se utiliza como argumento de verosimilitud. Pero cuando
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ELOGIO DEL ATEÍSMO
82 “El orden y la repetición suelen ser más primitivos de lo que pensamos. Por ello,
la propaganda debe ser esencialmente sencilla y repetitiva. A largo plazo sólo tendrá
buenos resultados en términos de influencia sobre la opinión pública quien sea capaz de
reducir los problemas a los términos más sencillos y tenga el valor de seguir repitiéndolos
siempre de la forma más simple, a pesar de las propuestas de los intelectuales”. Esta
frase de Goebbels, que aparece citada y comentada en mi libro “El lenguaje y las
mentiras de la propaganda” y que se centra en el análisis de las falacias políticas,
puede ser absolutamente válida para el caso de la religión
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MARIANO CHÓLIZ MONTAÑÉS
. Ritos
El rito es la forma, la plasmación en conductas y manifestaciones
externas de un significado simbólico. Por lo general, la escenificación
no tiene nada que ver con el contenido, pero suele ser espectacular,
evidenciando en muchos casos la superioridad y dominación de
los clérigos sobre los feligreses y la distancia a la que se encuentran
de ellos. Finalmente, el rito se convierte en el auténtico motivo de
adoración, alejándose y perdiendo la relación (que probablemente
nunca tuvo) con el significado teológico y místico. Pero las formas
y apariencias representan una solución sencilla de unificación. La
estética espectacular, diferenciada de otras religiones o de los paga-
nos, une a quienes profesan la misma fe, los distingue de los otros,
prestigia según sus cánones estéticos y, en la mayoría de los casos,
es el principal o único motivo de pertenencia a una determinada
confesión.
En el rito es donde sobresale la figura del sacerdote ocupando
una posición privilegiada, ya que es él (siempre varón en las tres
religiones monoteístas) el único autorizado a llevar a cabo los actos
más importantes del ritual. Puede utilizar ayudantes (ahora sí que
las mujeres pueden participar) para funciones menores del rito, con
lo que se asegura el que haya personas que adquieran un grado de
compromiso con la institución, lleven a cabo acciones de proselitismo
que consoliden su presencia y autoridad social, interviniendo (y en
algunos casos interfiriendo) en las relaciones sociales y humanas. El
permitir intervenir a seglares en cuestiones menores del rito sirve
para establecer una red de apoyo social y justificar la presencia de
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MARIANO CHÓLIZ MONTAÑÉS
. Jerarquía
Las organizaciones suelen tener estructuras jerarquizadas y la re-
ligión es una de las que dispone de una estructura más rígidamente
establecida, que se mantiene prácticamente incólume desde hace
siglos. La jerarquía no sólo es la estructura del grupo que está por
encima de los individuos y organiza sus acciones, sino que además
es una herramienta eficaz para eliminar disidencias u otras formas
alternativas de funcionamiento de la organización.
Cada uno de los miembros: feligreses, sacerdotes obispos, car-
denales, papa, etc. tienen definidas tanto sus funciones, como sus
competencias. Su estatus está sacralizado, lo que le otorga una enti-
dad superior e irrebatible dentro de su organización (pero en modo
alguno debería serlo fuera de ella) y algunos de los miembros tienen
votos específicos de obediencia, con lo que se mantiene rígidamente
la estructura jerárquica. En el caso del papa, el dogma de la infalibi-
lidad sirve además para justificar la doctrina que establezca mediante
sus comunicados o encíclicas cuando se pronuncia ex cathedra.
En este tema sí que no hay lugar a ambigüedades. Probablemente
sólo la institución militar (con la que la Iglesia suele tener buenas
relaciones, por cierto) tiene una eficacia comparable. Pero incluso los
ejércitos han sufrido cambios sustanciales que no se han producido
en la Iglesia, como es la incorporación de las mujeres a la estructura
de mando. Resulta incomprensible que todavía hoy la sociedad y la
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ELOGIO DEL ATEÍSMO
. Poder
Las grandes religiones siempre han estado cerca del poder. En
muchos casos no sólo se han encontrado próximas a él, sino que lo
han ejercido directamente. Las tres religiones monoteístas surgieron
apenas como un pequeño grupo sectario, al principio marginal e
incluso marginado, para extenderse ampliamente por amplios te-
rritorios geográficos e implicar ingentes masas de personas. Tanto
el cristianismo como el islamismo tienen una vocación de extensión
universal y así se ha puesto de manifiesto a lo largo de la historia,
puesto que en muchos casos la actividad misionera acompañaba a
las guerras de conquista. Las religiones reivindican territorios y hasta
naciones, se identificaban con gobernantes (reyes o dictadores “por la
gracia de Dios”) o incluso naciones con un designio de salvaguardar
los valores primigenios de la religión ante el “azote del paganismo o
el laicismo” (Ratzinger dixit). Como gráficamente señala Gonzalo
Puente Ojea, el poder se manifiesta por la “realeza de los dioses y la
92 Alguien estaría tentado a rebatir este argumento indicando que así es como
está organizada la Iglesia, ésas son sus normas y que quien desee formar parte
de ella, simplemente debe asumirlas. Adelantándome a dichos argumentos, no
habría sino que afirmar que resultarían cuando menos cínicos, teniendo en cuenta
que la Conferencia Episcopal Española se opone tan manifiesta y radicalmente,
ejerciendo todas acciones coactivas que están a su alcance, contra normativas que
le son ajenas, como los matrimonios civiles entre personas del mismo sexo, su
disolución administrativa, el establecimiento de las asignaturas del currículo de
los estudiantes y un largo etcétera. No obstante, con ser éste un argumento que
debiera hacer sonrojar al buen cristiano y cerrar la boca a cualquier obispo, más
importante todavía es que ninguna institución de una sociedad democrática debe
contravenir los principios constitucionales. Y la no discriminación por razón de
sexo está explícitamente recogida en el artículo 14 de la Constitución de 1978.
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. Apelación al miedo
El miedo es una de las emociones más desagradables e intensas.
Las personas intentamos eludir las situaciones que nos lo provocan
y, de hecho, el temor es la forma más eficaz de inducir conductas de
escape o evitación. Las técnicas de persuasión basadas en apelación
al miedo utilizan este recurso para provocar un estado de malestar y
tensión que sólo se supera con la ejecución de una serie de conductas
que ponen fin a un estado emocional desagradable. El terror que
provoca el infierno, así como el recibir severos castigos por llevar a
cabo acciones que la religión sanciona, sirve para que no se realicen
las conductas prohibidas, consideradas como pecados o faltas por las
normas de la religión. Dios no sólo es todopoderoso, también puede
95 Según la sentencia del TC no es inconstitucional el que los obispos despidan
a una profesora de religión por vivir con otra persona que no sea su marido. Sin
embargo, es el Estado (aconfesional) quien contrata y paga el sueldo del profeso-
rado de religión y, en el colmo de lo esperpéntico, quien debe hacerse cargo del
subsidio de desempleo o de la indemnización por despido, si éste se considera
improcedente.
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ELOGIO DEL ATEÍSMO
. Recurso a la fe
Como hemos señalado anteriormente, la fe es el recurso a la igno-
rancia. Supone abandonar la capacidad que tenemos los humanos
de aceptar la realidad con el ejercicio de la razón y el entendimiento
para, por el contrario obedecer de forma ciega y acrítica, sin someter
a contrastación empírica o juicio racional aquello que se nos plan-
tea u obliga. La fe, el creer sin intentar comprender, es la mejor de
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MARIANO CHÓLIZ MONTAÑÉS
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ELOGIO DEL ATEÍSMO
. Obras de caridad
Quizá sea ésta una de las fórmulas más eficaces y extendidas de
captación y difusión social de la religión, a la par que de justificación
de su existencia. El pueblo marginado, indefenso, maltratado y hasta
hambriento encuentra en algunas de las organizaciones pertenecien-
tes a la Iglesia o la Umma ayuda para su desventura. El apoyo a los
más desfavorecidos por parte de algunas organizaciones de caridad
que, aunque suele suponer una parte menor de los dispendios si los
comparamos con las partidas que las propias religiones dedican a
boato, fastuosidad (caso del Vaticano) o incluso gasto militar (caso
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. Establecimiento de modelos
Todas las religiones disponen de un repertorio de personas que
o bien son consideradas como santos o han adquirido una especial
categoría espiritual o moral que los sitúa en un plano superior a los
demás y que sirven como modelo, guía o incluso pueden ser objeto
de culto. Disponer de ellos es un poderoso recurso de adoctrina-
miento, ya que las creencias, convicciones, criterios morales y pautas
de conducta que impone la religión son más creíbles y admisibles si
provienen de personas cuya conducta ejemplar es objeto de venera-
ción. Sobre ellos se crea el mito, acreditándoles atributos y cualidades
personales que los hacen más atractivos y convincentes, de manera
que se facilita la aceptación de las normas de la Iglesia cuando éstas
provienen de ellos.
Pero ésta no ha sido la única función que han tenido, ya que su
utilización como herramienta propagandística ha sido grotescamen-
te frecuente a lo largo de la historia. Comunidades, poblaciones e
incluso Estados se arrogan la propiedad de santos y otras personas
venerables, incluso como arma (nunca mejor dicho) contra infieles,
enemigos o simplemente adversarios. San Jorge, Santiago o Vírge-
nes de toda condición caracterizadas etnográficamente en función
de donde “aparecieran” ayudaron a la comunidad que los venera a
derrotar y destruir a los enemigos, en lo que supone una falsificación
de la historia y de los hechos acontecidos de una forma tan absurda
como irreal. Se trata de un instrumento poderoso de persuasión,
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101 Fiske, S.T. y Taylor, S.E. (1991). Social cognition. New York: McGraw-Hill.
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a. Búsqueda de la felicidad
Según Aristóteles, la felicidad es el bien último al que se dirigen
todas las acciones, porque cualquier cosa se pretende para alcanzar
objetivos superiores, pero la felicidad no se desea para conseguir
otros fines sino que se aspira por sí misma. Sin embargo, no fue
el Areopagita sino Epicuro quien sitúa la felicidad en el centro de
su pensamiento filosófico y, aunque el epicureismo nunca niega la
delicada conmoción intelectual que provoca el razonamiento, tam-
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man, hace que los textos, epístolas o la propia encíclica papal sean
discursos con un elevado componente estético, más que semántico.
Las metáforas tienen la doble función de plasmar de forma atractiva
y directa significados diferentes a los de su acepción literal. Adquie-
ren su sentido concreto en contextos muy determinados, pudiendo
modificar considerablemente su significado si varían las situaciones o
circunstancias. Utilizadas de forma improcedente no sólo se consigue
que pierdan su significado alegórico por el que fueron elegidas, sino
que el contenido de la frase llega a ser fútil, confuso e insostenible.
Si analizamos en concreto la encíclica papal “Deus Caritas est”
podemos encontrar que en ella se establecen deducciones verdadera-
mente arbitrarias, que llegan a ser hasta extravagantes, como cuando
concluye, a partir de los textos del Génesis (metafóricos sin duda,
cuando se habla de costillas con las que se crean personas) el que
Dios imponga matrimonio heterosexual y monógamo. O cuando
la letra explícitamente sexual del Cantar de los Cantares se difumina
de su carga erótica, interpretando como una simbolización del amor
de Dios a los hombres. O cuando se considera que la manifestación
más sublime del amor es cuando Dios (¿existe?) mata a su Hijo
(que es Él mismo y todopoderoso) como manifestación de amor a
los hombres (¿muerte y tortura como manifestación de amor?). Se
trata de un discurso más poético que filosófico, estético más que
científico. Y aunque no puede negarse que el amor tenga un aspecto
idílico (principalmente el del enamoramiento, aunque éste no es un
tema que suela tratarse en textos teológicos), en modo alguno puede
pretenderse que una encíclica papal, que es un texto doctrinal lleno
de pautas de conducta y valoraciones morales, se rija por los cánones
poéticos. Debe tener una estructura racional y empírica rigurosa,
cosa de la que adolece absolutamente “Deus caritas est”.
Y esto en modo alguno es novedoso, ya que la religión católica
gusta de utilizar la retórica para llegar a conclusiones que se toman
como definitivas. Así, en muchas ocasiones se cometen errores o fala-
cias y en otras se argumenta sin una base sólida. Volviendo de nuevo
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ELOGIO DEL ATEÍSMO
a la encíclica “Deus Caritas est”, en ella se indica que “el desarrollo del
amor hacia sus más altas cotas y su más íntima pureza conlleva el que
ahora aspire a lo definitivo, y esto en un doble sentido: en cuanto implica
exclusividad —sólo esta persona—, y en el sentido del «para siempre».
El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido
también el tiempo. No podría ser de otra manera, puesto que su promesa
apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad.”
Lo primero que habría que demostrar es el hecho de que el de-
sarrollo del amor en su más íntima pureza aspire a lo definitivo.
¿En qué se basa para afirmar eso?; ¿acaso no es un proceso y como
tal en continuo desarrollo y cambio? Tampoco se justifica el que lo
definitivo quiera decir exclusividad, y además exclusividad de sólo
esta persona. ¿Por qué no se puede amar a otras personas también?
¿Cuánto se puede amar? Y ¿qué quiere decir que el amor engloba la
existencia entera en todas sus dimensiones? ¿acaso no existen dimen-
siones en las cuales el amor tiene poco o nada que decir?. Por otro
lado, el amor de pareja dispone de una dimensión esencial, que es
la sexual, a la cual las jerarquías eclesiásticas suelen relegar al plano
exclusivo de la procreación y a la que alejan de la dimensión de placer
que caracteriza a la sexualidad y la singulariza del resto de acciones
humanas, que suelen ser mucho menos placenteras que ésta.
Así suelen ser las argumentaciones teológicas: una carga impre-
sionante de metáforas y grandes palabras unidas frases sintáctica-
mente correctas, pero cuyo contenido no deriva lógicamente de
argumentos veraces, ni está contrastado por la realidad. La mezcla
de hechos históricos, pseudohistóricos, metáforas, criterios morales,
etcétera, hace que en realidad los discursos sobre el amor que pro-
pugnan carezcan de todo sentido. Las incoherencias de las prédicas
(y encíclicas) no son sino una manifestación más de que el adoctri-
namiento religioso tiene como objetivo mantener el discurso en un
nivel ajeno a la discusión y el entendimiento. La apelación a la fe y
credulidad aceptando la autoridad del papa o de los sacerdotes que
interpretan los textos (falaces y simbólicos) es el principal recurso
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111 Callahan, D. (2000).Death and the research imperative. The New England
Journal of Medicine, 342, 654-656.
112 Kübler-Ross, E. (2003). Sobre la muerte y los moribundos. Barcelona:
Mondadori.
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Tememos a la muerte y ello nos incapacita para superar una etapa tan
natural como indefectible de nuestra existencia. Este miedo reveren-
cial no ocurre en otras culturas, como en algunos pueblos andinos,
en donde la muerte se concibe como una etapa en la existencia y se
presenta ajena de connotaciones de dolor o tristeza. Ni tampoco la
muerte es denostada y temida en todas las orientaciones ideológicas
o filosóficas. La segunda Máxima Capital del ideal epicúreo indica
que “Nada es la muerte, sino privación de los sentidos”, máxima que
se explica deliciosamente en la carta a Nemeceo cuando señala que
“El más terrible de los males, la muerte, nada es para nosotros, ya que
cuando somos ella no está, y cuando aparece, entonces nosotros ya no
existimos. Nada es para los vivos la muerte, nada para quienes han fa-
llecido, porque no existe para los primeros y estos últimos ya no son”113.
No creo que sea fácil que algún psicoterapeuta cognitivo pudiera
decirlo con mayor acierto y precisión.
113 Epicuro. Máximas para una vida feliz. Madrid: Temas de hoy.
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“Matadlos a todos: Dios reconocerá a los suyos”
Arnaud Almaric, arzobispo de Narbona. Asedio de Béziers, 1209
EPÍLOGO:
La susceptibilidad de las religiones monoteístas
Las religiones monoteístas no solamente pretenden extender su
doctrina (en ocasiones por la fuerza), son proselitistas y críticas con
las demás creencias, sino que presentan una extraordinaria susceptibi-
lidad, a veces con manifestaciones agresivas contra quienes no creen
en sus doctrinas, las cuestionan o relativizan. No suelen aceptar las
críticas e interpretan los comentarios que rebaten sus creencias como
un acto de agresión al derecho a tener su propio credo. Cualquier
objeción a sus concepciones de la realidad o su postura moral, así
como cualquier oposición al adoctrinamiento al que someten al resto
de la población se asume, irónicamente, como un acto de agresión
contra su libertad religiosa. Les ofende que se cuestione su credibi-
lidad y, por supuesto, que se ironice sobre algunas de sus creencias,
aunque algunas de ellas parezcan estrambóticas a la luz de los no
creyentes. Sin embargo, continuamente defienden la superioridad de
sus principios morales, al tiempo que pretenden expandir su credo
mediante actividades misioneras, en algunas ocasiones por la fuerza
y, en muchas otras, de forma coactiva.
Semejante reacción de susceptibilidad furibunda es muy caracte-
rística de las religiones monoteístas y, como tantas otras formas de
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115 Algo que no se puede decir del islam en sociedades con regímenes auto-
ritarios. La sharia condena a muerte la apostasía de la religión musulmana y la
conversión a otra religión.
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ANEXO: Religión y homofobia
Carta a los obispos de la Iglesia católica, 1 de octubre de 1986
“... La particular inclinación de la persona homosexual, aunque en si
no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte,
hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista
moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como
objetivamente desordenada...”
“... Cuando la actividad homosexual se acepta como buena o cuando
se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al
cual nadie puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad
en su conjunto debería luego sorprenderse de que también ganen terreno
otras opiniones y prácticas desviadas y aumenten los comportamientos
irracionales y violentos...”
“... Ningún programa pastoral auténtico podrá incluir organizaciones
en las que se asocien entre sí personas homosexuales, sin que se establezca
claramente que la actividad sexual es inmoral...”
“... Una especial atención se deberá tener en el uso de edificios per-
tenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos, incluida la posibilidad de
disponer de las escuelas y de los institutos católicos de estudios superiores. El
permiso para hacer uso de una propiedad de la Iglesia en realidad constituye
una contradicción con las finalidades mismas para las cuales estas instituciones
fueron creadas...”
Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
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ÍNDICE
PRÓLOGO ...........................................................................................
LA CIENCIA ES LAICA.....................................................................
1. Verificación y refutabilidad ............................................................15
2. Fundamento racional y empírico ....................................................18
3. Incremento gradual y continuado de conocimiento ..........................23
4. Ausencia de falacias ......................................................................25
a. Petitio principii ........................................................................27
b. Ad verecumdian .......................................................................28
c. Ad hominem ............................................................................ 30
d. Ad baculum .............................................................................31
e. Non sequitur ............................................................................31
f. Ad populum .............................................................................32
g. Sofisma patético ........................................................................34
5. Ausencia de proposiciones finalistas o teleológicas .............................35
6. Ajeno a cualquier ideología. ..........................................................39