plano económico e incluso social.
La suerte de los vencidos es
Capitulo II. La Suerte De Los Vencidos
El fin de los combates y de los pillajes, de los incendios y de las
matanzas, de las crueldades, no hacía sino anunciar el triunfo total,
insolente, del partido vencedor. Los otros, los del partido vencido,
caían bajo los golpes no ya de las venganzas y de las violencias
espontáneas, sino de las condenas, de las medidas de excepción
de toda suerte que los alcanzaban en sus personas y en sus bie-
nes, que los exiliaban de la ciudad o los convertían en ciudadanos
menores, privados de una gran parte de sus derechos políticos.
Recordemos que la guerra entre las facciones, que las insurrec-
ciones suscitadas por una gran familia o por un grupo de aliados,
conducían inevitablemente a la instalación de un poder fuerte, de
naturaleza dictatorial, capaz de imponerse por la fuerza: ya el
poder exclusivo del partido vencedor, ya el de un tirano o de una
forma política extraña a los partidos.
Esta represión "legal", institucionalizada, a menudo confiada a ma-
gistrados u oficiales de poderes discrecionales, se proponía clara-
mente apartar al enemigo de los asuntos políticos y de las respon-
sabilidades o prevenir, por medio de una estrecha vigilancia, su
eventual retorno. A esto se agregaba, inevitablemente, el espíritu
de vendetta, una total intolerancia, la negativa de cualquier tipo de
acercamiento con el adversario en el interior de la ciudad y, ade-
más, la idea de una responsabilidad colectiva total que llevaba a
castigar a todos los miembros del clan o del partido adversario.
El partido abatido debía desaparecer: por la muerte de sus jefes,
por exilio, por ruina económica, por constantes ataques a su pres-
tigio social.
Esas medidas múltiples y extraordinariamente frecuentes mere-
cen nuestra atención pues sin cesar han marcado -con cortos in-
tervalos a veces y según un ritmo que no se detiene nunca- toda
la vida de las ciudades y de los campos en la Italia del norte y del
centro. Fueron una de las principales preocupaciones de los go-
biernos dominantes; de consecuencias graves, a menudo dramáti-
cas, a su vez provocaron toda suerte de situaciones nuevas en el
Los Partidos y
también una importante fuente de inspiración literaria de la época.
La Vida Política
en el Occidente
A. Condenas Y Ejecuciones. Las Penas Corporales Medieval
El estudio de los "procesos" o por lo menos de las condenas políti-
Jacques Heers
cas está todavía por realizarse. Ignoramos aun casi todo el proce-
dimiento sobre la elección de las víctimas, sobre la naturaleza
exacta de las acusaciones realizadas por los jueces o más bien Traducción:
por los justicieros, sobre las costumbres "judiciales", sobre la apre- Nilda Guglielmi
ciación de las culpabilidades y las penas. Nuestros textos hablan
relativamente poco de las encarcelaciones y mucho más de ejecu-
ciones y de exilios.
A decir verdad las condenas capitales, luego de los combates, se
inscriben siempre en un clima pleno de odio y de violencia. Son an-
tes actos de pura venganza, ejecuciones espontáneas que verda-
deras penas pronunciadas por tribunales. Testimonian casi siem-
pre un ensañamiento ciego. En Florencia, en 1249, los capitanes
del partido güelfo vencido por los gibelinos, tales el rico conde
Ridolfo di Capraia y Rinieri Zingane de' Buondelmonti, cuya vida
fue respetada en un primer momento, fueron conducidos a Puglia
tras los ejércitos imperiales, pero, un poco más tarde, sus enemi-
gos de Florencia acosaron al emperador con cartas, súplicas y
mensajes para obtener penas ejemplares y crueles: "y a todos
aquellos pertenecientes a las grandes casas de Florencia, se les
hizo arrancar los ojos, luego se los ahogó y se los arrojó al mar,
salvo a micer Rinieri Zingane puesto que se lo consideraba pru-
dente y magnánimo, no se lo quiso hacer morir pero se le arranca-
ron los ojos y concluyó su vida como religioso, en la isla de Mon-
tecristo"
Así, muchas semanas después de los combates, luego del triunfo,
¡ojos arrancados, hombres arrojados al mar! Imágenes de un odio
implacable, de un estallido de pasiones, de venganzas maduradas
y ejecutadas en frío que contrastan extrañamente con esa idea
idílica de la ciudad, centro de civilización refinada y puerto de paz.
UNTREF VIRTUAL | 1
Otro ejemplo -siempre en lo que se refiere a Toscaza- de esas eje-
cuciones capitales, brutales, arbitrarias, pero limitadas sin embar-
go a algunos de los jefes más importantes. En San Miniato al
Tedesco, en 1308, el partido de los Grandes, encabezado por los
Malpighi y los Mangiadori, separado de poder, triunfa por fin auxi-
liado por sus amigos del exterior y abate al llamado partido del
Popolo. Inmediatamente: "y apresaron y mataron mucho. Y a cier-
tos jefes les hicieron cortar la cabeza, y quemaron todas sus orde-
nanzas e hicieron enterrar la campana del Popolo y mantuvieron
al pueblo en dura servidumbre hasta que las mencionadas casas
ya no conocieron discordias entre sí".
Todas las sublevaciones fallidas de los clanes o de los partidos se
concluyen -restablecidas la calma y la autoridad- con esas ejecu-
ciones capitales de los jefes considerados, en el momento, como
responsables. En Florencia, en 1258, mientras los gibelinos con-
ducidos por el clan de los Uberti fracasan en su tentativa de tomar
el poder, dos de sus principales jefes fueron aprisionados y luego
de un juicio muy expeditivo, decapitados en Orto San Michele. En
septiembre del mismo año, el abad de Vallembrosa, gentilhombre,
según se nos dice, de la casa de los Beccheria de Pavia, sos-
pechado de amistad con el partido de los gibelinos, fue ahorcado
por decisión de la comuna. Condenas y ejecuciones preventivas,
incluso fuera de todo conflicto declarado. También en Florencia, el
levantamiento de las grandes familias de Oltrarno -los Bardi, los
Rossi, los Frescobaldi- provoca inmediatamente después de ase-
gurado el triunfo del partido enemigo, una viva reacción contra sus
aliados, los condes Guidi, señores de castillos en la campaña tos-
cana. Nueve de ellos fueron así severamente condenados, todos
capitanes de esta facción. También en Verona se vio el fracaso de
una revuelta fomentada, en 1354 contra Can Grande della Scala
entonces ausente de la ciudad por todo un partido de aliados (los
Gonzaga de Mantua, Frignan, hijo natural del tirano y los exilia-
dos), quienes se convirtieron en señores de la ciudad sólo por
algunos días. Ese partido fue aplastado luegode una batalla san-
grienta y duramente castigado por medio de ejecuciones por ahor-
camiento, en el lugar, cerca del campanario. La crónica anónima
de Verona proporciona una lista de 22 nombres de jefes de los
revoltosos así ahorcados y expuestos ante la multitud, en pleno
corazón de la ciudad. La intención de dar un ejemplo se manifies-
ta muy claramente en este caso. En efecto, prosigue el autor: "jara
que permanezca vivo el recuerdo del suplicio de esos traidores, él
Los Partidos y
(el tirano) los hizo pintar, atados a los patíbulos en los muros de la La Vida Política
sala de los Procuradores, en el Palacio". en el Occidente
Medieval
B. Las Ruinas Y Las Confiscaciones
Jacques Heers
Sin embargo, por espectaculares que sean, esas ejecuciones ca-
pitales, esas crueldades determinadas por el partido vencedor no Traducción:
alcanzan sino a un número limitado de personas, a algunos jefes. Nilda Guglielmi
Testimonian antes bien un espíritu de venganza, de arreglo de
cuentas personales que una voluntad deliberada de anular o por lo
menos de debilitar el conjunto del partido adverso. Esta voluntad
existía pero inspiró otras medidas, una política precisa y continua,
más cargada de consecuencias.
En un primer término, la anulación económica por medio de la
destrucción de las casas o por medio de la confiscación de bienes.
Arrasar la residencia de un hombre, sobre todo de un noble, era
una marca de infamia, era atacar de una manera decisiva y parti-
cularmente grave para su honor, a sus antepasados, a todo su lina-
je así escarnecido. Fuera de la lucha de las facciones, los crimi-
nales fugitivos eran a menudo castigados con la demolición efecti-
va de sus palacios. En su libro, tan precioso, consagrado al estudio
de las familias de la aristocracia de Bologna, G. Gozzadini publica
un acta notarial muy curiosa (octubre de 1272): es la causa verbal
de una consulta, hecha a muchos maestros albañiles y carpinte-
ros, con respecto a una demanda del podestá de Bologna. El hijo
de una familia noble, perseguido y castigado por asesinatos, era
propietario de la mitad de una casa y del tercio de otra. Los hom-
bres del gremio debieron fijar cuáles habrían de ser las partes a
destruir efectivamente. Ellos indicaron entonces los límites (de tal
muro a tal otro, hasta tal columna); reservaron un acceso para las
habitaciones que debían permanecer en pie; propusieron la cons-
trucción de un techo más extendido para la protección de esas
habitaciones y determinaron cómo consolidar los pilares de la gran
sala amputada en casi una mitad.
UNTREF VIRTUAL | 2
Con motivo de los conflictos entre los partidos esas destrucciones
de casas no son sino un aspecto de la vendetta. Alcanzan a los
vencidos, sistemáticamente, sobre todo, a los más ricos, en todas
las ciudades de Italia y los cronistas hablan constantemente de
esto como de una cosa totalmente corriente, generalmente admi-
tida. A las ruinas provocadas por los combates, los pillajes y los
incendios se agregan aquellas perfectamente voluntarias y pre-
paradas, ordenadas por los magistrados del partido vencedor. La
Crónica de Giovanni Villani da también para esto numerosos ejem-
plos, innumerables se podría decir, muy variados. Ya en 1215, en
Florencia, poco después de la primera sangrienta guerra entre los
partidos, cuando fueron abatidos los güelfos, se derribaron "alre-
dedor de 36 fortalezas de los güelfos tanto palacios como grandes
torres". Un siglo más tarde esas destrucciones se multiplicaron en
todas las ciudades. Así, por ejemplo, para no seguir sino a este
autor y solamente para referirnos a algunos años: en 1301, en Pis-
toia, en ocasión del primer episodio violento de una nueva compe-
tición, los blancos vencedores expulsaron a los negros de la ciu-
dad y "destruyeron sus palacios y sus posesiones y entre éstas un
rico conjunto de palacios y de torres que pertenecían a los Can-
cellieri y que se llamaba Damiata". En Lucca, el mismo año, los
negros conocieron la misma suerte "y los blancos destruyeron sus
casas e incendiaron el barrio que se llamaba el Fondo di Porta San
Gervasio y quemaron más de 100 casas". En Génova, un poco
más tarde, en 1309, los Grimaldi volvieron como vencedores a la
ciudad y expulsaron a Ubizzino Spinola y a su partido y se insta-
laron como señores "sin hacer otro cambio sino destruir el palacio
fortificado de Luccoli que se encontraba en Génova y que per-
tenecía al mencionado micer Ubizzino". Incluso al año siguiente,
1310, en Venecia, el partido de los conjurados conducido por los
Querini para derribar a la Ca' Gradanigo fue igualmente castigada
luego de su derrota de esta manera y Villani destaca claramente,
con un cierto asombro de extranjero, que la ciudad hubiera estado
liberada, hasta ese momento, de la destrucción de casas: "Y se
aruinaron sus palacios y ésta fue la primera destrucción de casas
que hubo jamás en Venecia". Por fin en Pisa, en 1322, luego de la
derrota del partido de los Lanfranchi, de los Sismondi, de los Ca-
pronesi y de los Gualandi, apoyados por el conde Nieri de Ghe-
rardesi y por un individuo nombrado Coscetto del Cole: "se conde-
nó a 15 de los principales de esas casas como rebeldes y sus
bienes fueron destruidos". Por fin, un último episodio, bien conoci-
do por Villani, puesto que se sitúa algunos años antes de su Los Partidos y
muerte: las condenaciones infligidas a los revoltosos de 1340, las La Vida Política
grandes familias de Oltrarno: "sus palacios y sus bienes en la ciu- en el Occidente
dad como en el contado fueron atacadas con furor y destrozados Medieval
y arruinados hasta sus cimientos".
Al estudiar de una manera precisa todos los anales o crónicas de
Jacques Heers
la época o incluso las historias más tardías de cada una de las ciu-
dades de Italia podríamos encontrar esos abatimientos de casas, Traducción:
tan frecuentes, tan numerosos, imponiéndose todavía como un Nilda Guglielmi
drama que cada hombre puede haber vivido muchas veces en su
vida respecto de sí mismo, respecto de sus vecinos. Así ocurre en
Génova, en los Anales Genoveses, en Ferrara, en Bologna -para
la cual el estudio de Gozzadini constantemente tiene validez- para
cada una de las grandes familias de las casas abatidas y en
ruinas. En Lucca y en Pisa también, según la Crónica de Giovanni
Sercambi, en la cual, aparte del texto, muchos dibujos representan
esas destrucciones de casas en Pisa, tanto las de los güelfos
como las de los gibelinos.
Sería vano citar los numerosísimos ejemplos aislados de esas
destrucciones de palacios y de torres y absolutamente imposible
fijar una suerte de inventario. Todavía no son, en todos los ejem-
plos evocados precedentemente, sino medidas de carácter indivi-
dual, por lo menos limitado, no castigaban sino a algunas familias
o a un solo barrio. Es realmente el cumplimiento de una vengan-
za. Pero otras realizaciones, más catastróficas, más sistemáticas,
testimonian otro deseo: el de anular todo un partido, una fuerza po-
lítica enemiga e incluso toda una ciudad. Podemos pensar que
esta práctica fue imaginada o, por lo menos, puesta nuevamente
en vigencia, de una manera espectacular, por la destrucción de Mi-
lán ordenada por Federico Barbarroja y realmente cumplida en
1162: todas las casas de la ciudad güelfa situadas en el interior de
la muralla fueron completamente arrasadas y la población que
deseaba permanecer en el lugar debió refugiarse en los barrios ex-
teriores, en los suburbios; el Emperador, para golpear con mayor
fuerza la imaginación de los ciudadanos de Lombardia y abatir el
orgullo de los milaneses, hizo transportar piedras arrancadas de
sus residencias en ruinas hasta Monza, ciudad rival y detestada, UNTREF VIRTUAL | 3
para edificar allí un palacio. Milán sólo fue reconstruida a partir de
1167; fue ésta una verdadera resurrección, colocada bajo el patro-
nato de San Ambrosio y que debía inmortalizar un bajorrelieve
esculpido en 1171, sobre la Porta Romana; mito de una resurrec-
ción que desafía al partido enemigo y toma la significación de un
verdadero milagro.
Parece que este rigor imperial que quiere que la ciudad adversa
vencida sea arrasada, se ha manifestado por medio de otras ini-
ciativas, menos espectaculares, sin duda, pero también muy signi-
ficativas. En 1239, Federico II, vencedor en Verona, exige también
destrucciones masivas "y el emperador hizo inmediatamente des-
truir y deshacer las casas y todas las torres de todos aquellos de
Landenara y de los Chalchabusani da Montagnana y de los de
Pesena (?) y de los San Quirico y de otras numerosas torres del
interior de Verona. Otro cronista atribuye esta acción a su legado
Pietro della Vigna pero dice que "el comisario hizo arruinar casi
todas las torres de Verona... y antes que cualquier otra, la de los
hombres sospechosos de haber pertenecido a la facción Monti-
colos. La misma voluntad de destrucción total -tradición afirmada
sobre todo entre los jefes del partido imperial- se manifiesta tam-
bién entre los herederos de Federico II: en 1260, cuando se reunió
en Empoli, después de la victoria sobre los güelfos de Florencia el
famoso y tristemente célebre "parlamento" gibelino, todos los jefes
de ese partido, los condes Guidi, los Alberti, los de Santa Fiore, los
Ubaldini, todos los barones "propusieron... destruir completamente
la ciudad de Florencia, reducirla al estado de un villorrio a fin de
que ella no pueda guardar de su antiguo estado ni renombre el
prestigio ni poder". Proposición que no fue rechazada sino merced
a la intervención y a la enérgica negativa de Farinata degli Uberti.
Sin embargo, parece que la ciudad fue respetada parcialmente y
la huida de los güelfos fue inmediatamente seguida por la destruc-
ción de sus casas, reducidas al estado de ruinas. El registro de las
indemnizaciones ordenado luego del retorno de ese partido, ven-
cedor en 1267, da una idea muy precisa de la amplitud realmente
asombrosa de esas destrucciones y permite imaginar barrios com-
pletamente arrasados, llenos de escombros, calles que pasaban a
través de las ruinas, los monumentos públicos y, sobre todo, las
iglesias levantándose sobre un paisaje desolado. En total abati-
dos, 103 palacios, 580 casas y 85 torres (la mayor parte de ellas
mencionadas "con casas") o sea, por lo menos, 700 residencias
Los Partidos y
importantes y de naturaleza muy variada. Numerosos castillos del La Vida Política
contado fueron igualmente desmantelados o completamente de- en el Occidente
molidos y los burgos de campesinos, incluso, tampoco fueron Medieval
respetados: sobre un total de bienes estimados en 132.350 libras
de Florencia, los inmuebles fuera de la ciudad, dispersados en
Jacques Heers
numerosos lugares del contado, representaban alrededor de la
mitad de ese valor.
Traducción:
Se dio la misma política sistemática y el mismo encarnizamiento Nilda Guglielmi
en la destrucción en Bologna, en 1280, en el momento en que los
Lambertazzi, vencidos después de una guerra de muchos me-
ses, fueron expulsados de la ciudad. El partido vencedor hizo
redactar la lista de esas destrucciones infligidas al enemigo y un
registro, al parecer incompleto, permitió actualmente contar "250
daños, es decir casas destruidas que pertenecían a los Lam-
bertazzi expulsados".
En Siena igualmente, cuando fue aplastada, en 1322, la revuelta
llamada "popular" por ciertos autores pero de hecho conducida por
los Tolomei, las cuentas de la comuna, del Oficio de los Nueve, dan
testimonios de una suma de 317 libras pagadas a los "maestres y
trabajadores que destruyeron los bienes y propiedades de los
traidores a la comuna de Siena y aquellos que habían turbado la
paz de la comuna de Siena". Esta suma fue pagada como salario
"por haber arrasado las casas y palacios y arrancados los viñedos
de los mencionados traidores".
De tal manera, una ciudad entera y de importancia y vastos barrios
se encuentran reducidos al estado de ruinas y testimonian, durante
años, la violencia de los odios, el enseñamiento en perseguir al
partido enemigo y abatirlo, el prohibirle una nueva prosperidad.
Sin grandes palacios, sin loggias, sin ningún lugar de reunión, de
abrigo, de refugio, en caso de peligro, la facción enemiga pierde
evidentemente a la vez el símbolo visible de su poder y su presti-
gio y toda posibilidad de mantener una numerosa clientela de
fieles, de protegidos.
UNTREF VIRTUAL | 4
 ***
Esas destrucciones, sin embargo, pueden chocar a los hombres
prudentes puesto que ellas comportan, al mismo tiempo, un ata-
que al renombre de la ciudad. Son la imagen dramática de esos
conflictos internos y, en cierta medida, de su debilidad. No aportan
ningún provecho material a los vencedores. Por ello, en estas cir-
cunstancias, en muchas ocasiones más que derribar casas y pala-
cios proceden a confiscaciones sistemáticas de los bienes de los
rebeldes, por su propia cuenta. De allí la creación de verdaderas
Oficinas de confiscaciones muy activas al parecer. En Orvieto, en
ocasión de la guerra civil que opuso a Monaldeschi y Filippeschi,
16 jefes de este último partido fueron, en primer término, condena-
dos por el podesta, luego, en diciembre del mismo año, otros 20,
todos a fuertes multas que podían alcanzar a 7000 liras de su mo-
neda y debían ser pagadas sobre todo en tierras. En diciembre de
1273, una decisión conmutó las penas individuales todavía no sal-
dadas, por una multa global de 21.000 liras, dos tercios de los
cuales debían ser pagados de inmediato. Los Filippeschi afron-
taron esas obligaciones. En esta misma ciudad, en 1310, la victo-
ria de los güelfos dio la señal de una operación considerable de
confiscaciones. Un oficio especial, una Balia fue encargada de
redactar la lista de todos los bienes de los gibelinos, lista estable-
cida y revisada muchas veces, que constituyó, de tal manera, un
verdadero catastro de los palacios y de las casas de una parte im-
portante de la ciudad. Un fragmento de este registro nos ha llega-
do y nos muestra de manera muy clara la absorción masiva de las
tierras y de los imuebles de los vencidos por los vencedores; sobre
todo en el barrio de Favro en donde los Filippeschi tenían nu-
merosas y ricas posesiones. Esas confiscaciones, espectaculares,
provocaron finalmente tantos abusos y escándalos que todas esas
transferencias de propiedades fueron reconsideradas en 1314.
En Florencia, en 1267, el retorno de los güelfos se acompaña
inmediatamente por la confiscación y la venta de tierras y de casas
de sus enemigos: un tercio de los provechos de esa venta se
entregó a la comuna, un tercio al partido güelfo mismo y un tercio,
por fin, a los güelfos arruinados para indemnizarlos de sus pérdi-
das en 1260. Lo que permite suponer que esas confiscaciones de
1267/68 son más importantes que las destrucciones de 1260 y
1261. Además, esto permite imaginar asombrosos cambios de
propietarios y de habitantes, de expropiaciones masivas en una
Los Partidos y
vasta escala. Un poco más tarde aún, el 4 de noviembre de 1301, La Vida Política
Corso Donati y los negros, el partido de los güelfos más agresivos, en el Occidente
entraron en su ciudad. Esta fue en primer término librada al pillaje Medieval
durante cinco días consecutivos. Carlos de Valois realizó entonces
fructuosas operaciones financieras sobre los bienes incautados:
Jacques Heers
confiscaciones tan importantes, vastas y complejas, que la comu-
na hizo abrir o realizar por medio de escribas especiales un re-
gistro particular, el Libro del Chiodo, donde fueron anotadas todas Traducción:
esas condenas y multas. Ciertas expropiaciones, por fin, más limi- Nilda Guglielmi
tadas, se efectuaron con el exclusivo provecho de la comuna: las
piedras de las casas destruidas sirvieron para construir o reforzar
la muralla de la ciudad; el suelo de los palacios abatidos se con-
vertía en plaza pública o se utilizaba para levantar un edificio públi-
co. El Florencia, en 1265/66, dos podestás, llamados pacificadores
de Bologna, hicieron destruir las casas de los Ubaldini autores de
perturbaciones y luego de su partida, la historia o la leyenda pre-
tenden que la Comuna hizo, por su lado, construir el Palazzo de la
Signoria sobre una una planta irregular antes que levantarla sobre
ese suelo declarado maldito. Villani fecha la construcción de ese
palacio en 1268 y precisa claramente: "y en ese lugar donde ellos
levantaron el mencionado palacio, en otra ocasión existía la casa
de los Uberti, rebeldes a Florencia y gibelinos y de sus casas veci-
nas hizo una plaza a fin de que no pudieran jamás ser reconstrui-
das". De tal manera, la vendetta particular, familiar o partidaria, el
deseo de batir al adversario para la destrucción de sus casas -sím-
bolo del linaje y de su potencia-, la política imperial de las ciudades
insumisas arrasadas, las necesidades de dinero o la rapacidad de
los vencedores, la búsqueda, por fin, de plazas libres y bien despe-
jadas para construir el palacio comunal o estructurar allí una plaza
pública, todas esas tradiciones y esos sentimientos colectivos con-
curren a extender las demoliciones y las ruinas mucho más allá de
los daños causados por los combates mismos.
Destrucciones limitadas a un solo islote de casas o sistemáticas y
masivas son uno de los hechos primordiales, esenciales de la vida
urbana de esa época. En una amplia medida, provocan, por los
incendios y por las reconstrucciones que siguen forzosamente, una
evolución continua, a veces, una renovación decisiva del paisaje UNTREF VIRTUAL | 5
urbano: desaparición progresiva de las torres y de los aparatos for-
tificados, nuevos estilos y nuevas modas, poco a poco también,
nuevas funciones sociales del hábitat aristocrático.
C. El Exilio
Los exilios, muy frecuentes y sufridos también, en una vasta esca-
la, por un gran número de hombres y de familias a menudo pode-
rosas y ricas obligadas a abandonar la ciudad, a buscar otro lugar
de establecimiento, a llevar durante algún tiempo una vida errante,
constituyen, pienso, otro factor esencial de esta vida urbana que
merece retener la atención del historiador por su amplitud asom-
brosa y por la gravedad de sus consecuencias. El exilio pesa
enormemente entonces, sobre los destinos de la ciudad. Sus pro-
longaciones son considerables porque este exilio mantiene evi-
dentemente mucho más vivo el deseo de venganza, de retorno al
poder, y lleva así, definitivamente, a las guerras entre los partidos.
De tal manera, se establece una situación naturalmente peligrosa
para la región: una facción en el poder, la otra facción rechazada
que vive fuera de la ciudad y prepara activamente, por todos los
medios posibles, su retorno político. Pero fuera de la vida política
misma, el exilio marca muy claramente los lazos entre ciudades y
campo, las migraciones humanas y por tanto las corrientes demo-
gráficas, las actividades comerciales y las comentes de aprovisio-
namiento, las formas de reclutamiento de las compañía militares
de caballeros, las mentalidades colectivas y los temas de inspira-
ción literarios y poéticos sobre todo.
I. Una Práctica Sistemática
De la frecuencia y de la importancia de esas expulsiones políticas
testimonia, en primer término, un rico vocabulario, específico y
preciso, que se impone constantemente sobre todos los otros. Las
palabras acuden a la pluma con una facilidad que, sin ninguna
duda, muestra que todos han tomado clara conciencia de la gra-
vedad del fenómeno y traducen bien la realidad de su tiempo. Los
cronistas toscanos, Giovanni Sercambi y Giovanni Villani, sobre
todo, consagran a lo largo de sus narraciones largos capítulos a
los exiliados y sus acciones. Muy a menudo incluso, sobre todo
para Villani, los títulos de los capítulos subrayan netamente ese
Los Partidos y
interés: "Cómo el partido gibelino fue expulsado de Fano", o "Có- La Vida Política
mo los exiliados de Génova retomaron los burgos de Génova". en el Occidente
Esto no solamente referido a Florencia y a las grandes ciudades Medieval
de Italia sino también respecto de los pequeños Burgos del conta-
do tales por ejemplo Colle di Val d'Elsa. Una estadística, cierta-
Jacques Heers
mente fastidiosa de establecer, de los títulos y del contenido de
esos títulos, indicaría de manera decisiva el lugar importantísimo
que tienen en toda crónica toscana del momento esas narraciones Traducción:
sobre los exiliados. Nilda Guglielmi
Ciertamente, las palabras varían y Villani emplea las expresiones:
vai confini. En diciembre de 1243: "a causa de cierta discordia en
Florencia provocada equivocadamente por los Grandes, se envió
confinados a Enrico de' Bardi y a cuatro de los Frescobaldi y tam-
bién...". Y, en Pisa esta vez, en 1347, los Bergolini expulsaron del
poder a los Raspanti la noche de Navidad "sin hacerles otro mal
sino robar e incendiar las casas de los Raspanti y confinar a los
condes y a sus secuaces",
o Los términos de sbanditi, los bandidos. Estos son aquellos ex-
cluidos de la vida política o de la jurisdicción de la ciudad. Esos
exiliados aspiran evidentemente a un retomo y provocan toda
suerte de perturbaciones: (título de un capítulo "De las grandes
novedades que se produjeron en Florencia a causa de los sbandi-
ti"); en 1322 esos sbanditi, esperando ser ribanditi, enviaron ocho
de sus capitanes a la ciudad para negociar su vuelta.
o Muy frecuentemente, los términos de rebelli o rubelli subrayan,
al parecer, una clara intención agresiva: "rebelde que llegó con la
bandera desplegada contra nuestra comuna..." o "que avanzó so-
bre nuestras tierras. . .". El rebelde es pues aquel que, exiliado,
invade el territorio de la comuna, y habiendo penetrado armado, no
respeta los límites de los confines á los cuales ha sido condenado.
o Sobre todo el término usciti, utilizado por otra parte respecto de
todas las ciudades, en todas las circunstancias. En éste el vocablo
más ordinario, el más corriente, el que mejor traduce esta perma-
nencia, esta costumbre para el ciudadano de pensar constante-
mente en la existencia más allá de los límites del distrito dominado
por su ciudad, ciudadanos privados de sus derechos y de una par- UNTREF VIRTUAL | 6
te de sus bienes, numerosos y a menudo peligrosos.
 ***
En las regiones de la Italia del norte, el vocabulario difiere por cier-
to, pero traduce muy claramente el mismo estado de espítitu. La
idea de exilio se impone, tal vez, con mayor fuerza. Las crónicas
de Verona hablan corrientemente para oponerlos, los de estrinseiì
y de los intrinseii; otros autores citan la parte di fuori. Y en efecto,
en Piacenza, los anales gibelinos emplean muy a menudo, tanto
respecto de la ciudad misma como respecto de otras ciudades de
Lombardía, Brescia, Cremona, Milán, por ejemplo las expresiones
pars extrínseca y pars intrinseca. En este caso, el vocabulario tes-
timonia, sin ninguna duda, otra noción más precisa todavía que en
Toscana: la toma de conciencia de una real partición entre el poder
y el exilio; a partir de esta circunstancia: que los hombres en el
poder e incluso los hombres que residen en la ciudad no consti-
tuyen sino una parte de los ciudadanos.
Por lo demás, más allá del examen del vocabulario espontáneo, la
atención que recae sobre los excluidos por el partido vencedor, por
la comuna en el poder, indica muy claramente el peso de esos exi-
lios políticos sobre los destinos de la ciudad: instalación de una
administración y de oficiales particulares para censar y vigilar a los
exiliados, para tener las listas al día, listas que reproducen con mu-
cha frecuencia, en lo esencial, los cronistas.
Esos exilios cayeron muy pronto sobre numerosísimas personas,
no solamente alcanzaron a algunos poderosos sino trataron de
debilitar todo un partido al alejar a todos los hombres activos y peli-
grosos de la escena política. Esas condenas eran pronunciadas
públicamente según un rito solemne, dramático, destinado a gol-
pear vivamente las imaginaciones. En 1277, el partido de los con-
jurados que se levantó en Verona contra Mastino della Scala fue,
luego de su fracaso, duramente alcanzado por una represión sin
piedad. Los principales jefes, los que habían firmado el pacto y
fomentado la revuelta, fueron ejecutados; los otros, fugitivos "fue-
ron condenados a una relegación perpetua al son de la campana
y con la voz del pueblo sobre la plaza, en la picota de Verona... con
esta condición que esos rebeldes jamás volvieran a habitar Verona
-ni ellos ni sus descendientes-". Exilio perpetuo pues cae sobre las
generaciones futuras pronunciada de una manera realmente es-
pectacular, al son de campanas sobre la gran plaza pública, de-
lante de la multitud. Sentencia muy pesada, sin apelación; que no
Los Partidos y
podía ser levantada sino por medio de una medida de reparación, La Vida Política
tan espectacular como ésta, por medio de un retorno que fuera en el Occidente
como una estampida... por medio del exilio de los otros, de los ene- Medieval
migos, a su vez expulsados.
Jacques Heers
Exilio preventivo, a veces precauciones ante el aumento de las sos-
pechas, ante el peligro de revueltas populares, amenazadoras,
organizadas por el partido opuesto: en 1343, en Florencia fueron Traducción:
obligados a partir muchos miembros de las grandes familias "para Nilda Guglielmi
evitar toda sospecha al popolo y huir de esa cólera y se dirigieron
al contado, a habitar en sus villorrios y dejaron la ciudad...".
2. Instalaciones Y Mezcla De Poblaciones
Esta fórmula se nos aparece significativa: dejar la ciudad y dirigirse
a la campaña para vivir en sus dominios, en sus villorrios en donde
son señores. Con la mayor frecuencia, en efecto, los simples fugi-
tivos exiliados que no son enviados fuera, de los confines (mandati
al confini) o que pueden desafiar todas las persecuciones se insta-
lan simplemente en sus castillos.
En Florencia, en 1248, los güelfos expulsados, los nobles "y otros,
popolani de ese partido, se refugiaron en el contado en sus domin-
ios y entre sus amigos...". Los jefes se reunieron entonces con
gusto al parecer, "por un lado, una parte, en el castillo de Monte-
varchi en el Valdarno", "y otra parte, en el castillo de Capraia". En
Orvieto, entre 1334 y 1354, en el momento en que se enfrentaron
en una asombrosa confusión las facciones en la ciudad, los exilia-
dos ocuparon sin cesar, uno u otros, una gran parte del contado
próximo. Se dio de la misma manera y más aún, sobre la ribera y
en la montaña ligur que constantemente se encontraron, en am-
plias regiones, bajo el dominio de los usciti o ribelli de Génova.
Esta práctica frecuentísima del refugio explica también el prestigio
y la fuerza de las grandes casas señoriales implantadas, a la vez,
en la ciudad y en el campo. Los señores de los castillos pudieron
fácilmente representar un papel de primerísimo plano en la vida UNTREF VIRTUAL | 7
política de la ciudad, tener allí numerosos amigos y protegidos,
pesar sobre sus destinos. Por otra parte, el deseo de asegurarse
una posición de repliegue en caso de exilio o en ocasión de las
malas fortunas de toda suerte, en el caso de quiebras económicas,
por ejemplo, condujo ciertamente a numerosas familias nobles, u
otras, a guardar y adquirir dominios rurales, casas señoriales forti-
ficadas con muros de piedra y con torres, con tierras y con gra-
njeros para asegurarse un buen aprovisionamiento de víveres y,
en todo caso, recursos suficientes como para sobrevivir sin necesi-
dad de los tráficos mercantiles de la ciudad. Las posesiones de los
ciudadanos en el campo no se justificaron solamente por ambicio-
nes sociales o por inversiones de carácter puramente económico
sino también por razones de carácter político, por precauciones.
Otros vencidos debieron huir más lejos, fuera de los horizontes
familiares y conocieron así el verdadero exilio, el cambio de país,
las dificultades frecuentes de una vida material precaria. Algunos
jefes fueron acogidos por otros jefes, en otras ciudades, jefes que
pertenecían al mismo partido ligado a ellos, en ocasiones por me-
dio de relaciones de negocios, de comercio de telas o de tráficos
financieros, por alianzas matrimoniales y, por lo tanto, por paren-
tescos más o menos recientes. Estos establecimientos lejos de la
ciudad de origen pueden prolongarse por mucho tiempo; a veces,
son definitivos puesto que los hombres llevaron con ellos a sus
familias o se casaron en sus segundas patrias. De tal manera se
produjeron constantemente, en numerosas ciudades, según los
juegos de la fortuna y los azares políticos, el aflujo de sangre nue-
va, verdaderas mezas de población mal conocidas, ciertamente,
pero que no deben ser desdeñadas, no de los ejemplos más es-
pectaculares y de tales desplazamientos parece ser el exilio masi-
vo de los milaneses, expulsados en 1162 de su ciudad completa-
mente destruída que buscaron refugio en las ciudades vecinas.
Bien acogidos en todas las ciudades que formaron un poco más
tarde la Liga Lombarda, se dirigieron también más allá de la mon-
taña hacia el mar. Fueron a engrosar el barrio milanés de Génova,
el de San Ambrogio, fundado, por otra parte, en ocasión de otro
exilio, cinco siglos antes, por otros refugiados de la planicie dei Po
que habían huido de la invasión de los lombardos. Esta presencia
milanesa y de manera más general, la de numerosos artesanos,
comerciantes, hombres de dinero y de tráfico llegados desde las
ciudades del norte, de Piacenza en particular, debía pesar de ma-
nera muy importante sobre los destinos comerciales de la ciudad
Los Partidos y
ligur. Este éxodo dramático de los enemigos del partido imperial La Vida Política
permitió, en la misma época, el poblamiento más fácil y rápido de en el Occidente
la nueva ciudad de Alessandria, tan rápidamente estructurada, in- Medieval
mediatamente promovida al rango de ciudad, verdadero desafío a
los ejércitos alemanes y al partido gibelino.
Jacques Heers
Tales desplazamientos y mezcla de poblaciones parecen más fre-
cuentes aún unos 100 años más tarde, en tiempos de los comba- Traducción:
tes más encarnizados entre güelfos y gibelinos en Italia central, Nilda Guglielmi
especialmente a uno y a otro lado del Apenino. Un estudio atento,
bien cartografiado permitiría, sin duda alguna, determinar una ver-
dadera geografía de esos movimientos humanos, definir ciertas
constantes. Además de los castillos fortificados del campo, ciertas
ciudades son para otras, por tradición, metrópolis muy próximas o
muy lejanas, verdaderas ciudades refugio, a menudo pobladas por
exiliados. Salimbene de Adam nos muestra en 1267, a los exilia-
dos de Parma expulsados por el emperador, instalados en Piacen-
za. En 1274, los miembros del partido de los Lambertazzi, decla-
rados rebeldes en la ciudad de Bologna, se instalaron en Imola; en
1298, los Lambertazzi, nuevamente exiliados esta vez se dirigieron
a Faenza pero también más lejos, llegaron hasta Padua. También
los florentinos se dirigieron exiliados a ciudades lejanas y allí se es-
tablecieron en gran número constituyendo fuertes nudos de pobla-
ción de inmigrados que ocupaban barrios enteros. En 1258-1260
los gibelinos se fijaron sobre todo en Siena, en donde buscaron
por todos los medios reconstituir un fuerte ejército pidiendo presta-
do dinero, dejando muchas de sus rocche (castillo fortificado) en
prenda a la compañía de los Salimbeni contra un préstamo de
20.000 florines de oro. En esta ciudad acogedora que recibía tam-
bién a los inmigrados gibelinos, la llegada de 800 caballeros en-
viados por Manfredo fue pronto ocasión de una gran fiesta: "y to-
dos los gibelinos de Toscana, retomaron gran vigor y arrogancia".
Algunos meses más tarde, en momentos del triunfo de Manfredo,
los güelfos rechazados de todos lados no encontraron refugio sino
en una ciudad relativamente próxima, en Lucca, donde se reu-
nieron con todos los demás exiliados de toda Toscana "y fijaron su
residencia en Lucca en el burgo alrededor de San Friano y los flo-
rentinos tuvieron su loggia delante de la iglesia de San Friano"; UNTREF VIRTUAL | 8
vemos así, un barrio entero para establecer su residencia proviso-
ria y lugar de culto común, una loggia para realizar las reuniones
cotidianas o las asambleas políticas de los jefes. Imaginamos bien
esta ciudad de Lucca albergando de tal manera, de un día para el
otro, a un verdadero campo de refugiados, a todo un partido con
sus estructuras y sus ambiciones.
Exodos masivos, pues, desplazamientos a menudo considerables
y mezcla de poblaciones, verdaderas empresas de colonización
incluso, todas esas partidas y esos establecimientos, temporarios
o definitivos, evidentemente marcaban de manera profunda y ori-
ginal las condiciones de vida, las actividades económicas, las cul-
turas, a veces de las campañas y de las ciudades de Italia.
3. Condiciones Y Tipos De Vida. El Exilio Y La Banca
Esos exiliados no san hombres de igual fortuna y a pesar de un
vivo miento de hospitalidad, a pesar de numerosas alianzas de
todo tipo, no son todos de la misma manera.
Algunos llevan una vida difícil, errante, buscan en vano una resi-
dencia estable. Salimbene de Adam describe de manera excelen-
te, en pocas líneas, a esos caballeros de Parma exiliados por el
emperador en 1267 que "eran hombres de corazón, robustos y
fuertes, muy competentes en el arte de la guerra pero que tenían
su espíritu amargado pues iban buscando refugio de casa en casa
(eran en verdad exiliados y expulsados pertenecientes a grandes
familias. . .)"
Todos esos güelfos de Toscana que hemos visto instalados en
gran número en Lucca, luego del exilio de 1260, no podían perma-
necer allí mucho tiempo. En 1263, el conde Guido, jefe de los
gibelinos y vicario imperial amenazó a la ciudad a la cabeza de un
fuerte ejército de pisanos y obtuvo, de los luqueses, la promesa de
expulsar a los exiliados: y "los desdichados güelfos exiliados de
Florencia y de otras tierras de Toscana, sin ningún remedio posi-
ble ni misericordia debieron entonces abandonar Lucca y su con-
tado con sus familias"; esto ocurrió en el espacio de tres días. Ese
segundo exilio fue, naturalmente, mucho más dramático que el
primero; expulsados de toda Toscana, los proscriptos, constituyen-
do tropas miserables, se esforzaron por ganar Bologna a través de
los pasos del Apenino donde debieron buscar un camino difícil y
Los Partidos y
hacer altos en campamentos improvisados. "Y por esta razón nu- La Vida Política
merosas mujeres nobles de los exiliados de Florencia dieron a luz en el Occidente
a sus hijos a causa de esta dura necesidad, sobre el Alpe de San Medieval
Pellegrino, que se encuentra entre Lucca y Módena".
Jacques Heers
Algunos intentaron fortuna más lejos, a través de los tráficos de
mercadería y de dinero. Villani, al hablar siempre de esos exiliados
toscanos que han debido abandonar Lucca, muestra a algunos Traducción:
yéndose a ultramontes, es decir, esta vez más allá de los Alpes ha- Nilda Guglielmi
cia Francia para "ganar". Ese fue, según él, un primerísimo ejem-
plo de esos establecimientos de comerciantes toscanos en el ex-
tranjero pues, según dice, "antes ésta no era la costumbre pero por
esto mucha riqueza afluyó en cambio a Florencia". Afirmación cier-
tamente muy perentoria; pero también es posible que esos exilia-
dos políticos, como en otras ocasiones los de Milán y de otras ciu-
dades de Lombardia luego de las victorias de Federico Barbarroja,
hayan favorecido ampliamente la diáspora de los hombres de
negocios toscanos en Francia y más lejos aún, hacia Flandes e
Inglaterra. Todavía no son agentes de grandes compañías sino
pequeños comerciantes y financieros, cambistas dedicados a los
préstamos de pequeñas sumas de dinero y a los pequeñísimos
tráficos de la usura y de la banca. Como todos los extranjeros exil-
iados establecidos en una ciudad, esos hombres buscaron hac-
erse tolerar por medio del cumplimiento de toda clase de servicios;
también han de enriquecerse e, imponerse en su nueva sociedad
por medio de una fortuna rápidamente adquirida. De tal manera,
se dedicaron en primer término y sobre todo, a los préstamos so-
bre prendas lo que les valió si no una consideración inmediata por
lo menos la posibilidad de frecuentar a los notables, de confiscar
tierras en caso de falta de pagos, de convertirse en ricos propieta-
rios territoriales en los alrededores de la ciudad. Las minorías de
extranjeros, estrechamente solidarias, a menudo suficientemente
alejadas de su país para liberarse fácilmente de todas las pautas
o prohibiciones [...] pequeños financieros. Los lazos entre este exi-
lio político y la usura aparecen de tal manera evidentes y esos
prestamistas italianos fueron muy pronto rivales activos de los
prestamistas judíos.
UNTREF VIRTUAL | 9
Por esta razón a los usureros "lombardos" de los años 1160//1200
sucedieron, casi un siglo mis tarde, los financistas necesitados de
Toscana, gentes de Florencia, de Siena, de Pistoia sobre todo, a
los que se llamó por costumbre siempre "lombardos". Entre esas
numerosas gentes había ciertamente exiliados políticos expulsa-
dos por la ruina de su partido.
***
Más cerca de Florencia, la gran banca guardaba sus derechos
intactos y los jefes de las grandes compañías toscanas exiliados
intentaron mantenerse en el mejor nivel posible de sus activida-
des. Sabemos ya cómo, luego de la derrota de los güelfos de 1260,
el papa Urbano IV logró en los años 1263-1264, por medio de toda
suerte de amenazas sobre las compañías comerciales que habían
quedado en Siena y Florencia, obtener alianzas comerciales y fi-
nancieras exclusivas e incluso oboligar a los jefes de estas com-
pañías a abandonar su ciudad por medio del exilio voluntario e
incorporarse así, contra su primera voluntad, al partido de los exi-
liados güelfos. Esos hombres fueron a establecerse a veces en los
estados papales en Radicofani y en Chiusi, donde los sieneses so-
bre todo, permanecieron en relación constante con sus oficinas y
sus clientes de Inglaterra. Los florentinos enviaron más bien sus
jefes a Ostia y a Roma para financiar la expedición pontificia que
había de sostener a Carlos de Anjou; se instalaron también con
gusto en Pisa. Más tarde, en 1304, los Cerchi blancos, expulsados
de Florencia por los negros, "se refugiaron en el amplio medio de
asuntos florentinos que los exiliados del siglo pasado había desa-
rrollado en Pisa". En 1325, la comuna de Pisa tomaba dinero "en
usura de los exiliados de Génova que vivían en Pisa". Pisa -donde
los asuntos se derrumbaban entonces, recordémoslo, y donde los
hombres de negocios de la ciudad, más armadores y viajeros que
financistas parecen desaparecer de la escena de los grandes trá-
ficos internacionales- se convirtió de tal manera por la instalación
de los exiliados florentinos en un centro bancario muy activo, revi-
gorizado por lo menos en el plano italiano. Es posible que el es-
tablecimiento de esos exiliados florentinos de 1263 haya prepara-
do la conquista económica y luego la conquista política de Pisa por
los florentinos. Los financistas y mercaderes genoveses fugitivos
se instalaron, por otra parte, sobre toda la ribera ligur, en Levante
sobre todo, entre Génova y Pisa. En febrero de 1322, los geno-
veses señores de la ciudad, rechazaron victoriosamente el asalto
Los Partidos y
de los exiliados establecidos entonces en los burgos de la Riviera; La Vida Política
hicieron numerosos prisioneros pero, además, se apoderaron de en el Occidente
un rico botín "de efectos y de bienes que se encontraban en esos Medieval
burgos, por más de 20.000 libras de Génova, pues esos exiliados
se hallaban en esos burgos con sus familias y practicaban sus ofi-
Jacques Heers
cios y el comercio como en la ciudad...
Traducción:
4. Guerreros, Mercenarios Y Piratas Nilda Guglielmi
Tanto en tierra como en el mar, sobre todo en lo que se refiere a
los genoveses, esos exiliados armados, disponiendo a veces de
castillos fortificados y del socorro de sus campesinos, constitu-
yeron fuerzas temibles, por lo menos agresivas y peligrosas que
mantuvieron toda la región en vilo por la amenaza constante que
significaban. A veces incluso son errantes, semi-nómades, mucho
más peligrosos todavía, en busca de servicios y de fortuna.
Las bandas de exiliados a menudo conducidos por nobles, por
auténticos caballeros, encuentran, en efecto, su salvación y su for-
tuna en el ejercicio de las armas. Nuestros güelfos de Toscaza, en
1263, apenas establecidos en Bologna, fueron inmediatamente lla-
mados a Módena para combatir a los gibelinos en el interior de la
ciudad. Vencedores, se apoderaros a su vez de todos los bienes
de los gibelinos de Módena, de sus armas y de sus caballos: "de-
bido a esos botines los mencionados exiliados de Florencia y de
las demás tierras de Toscaza se enriquecieron mucho y se aprovi-
sionaron de caballos y de armas de los cuales tenían gran necesi-
dad". Todos e incluso los que antes habían estado desprovistos,
pudieron entonces equiparse y combatir nuevamente a caballo ("e
tutti s'incavallanno"). Esos caballos tomados a los vencidos repre-
sentaban evidentemente un botín muy apreciable, una posibilidad
decisiva de equipamentos guerrero, de ejercicio de la profesión de
las armas. Esos güelfos se enriquecieron aún más, poco después,
por medio de los botines que tomaron a los gibelinos de Regio y
formaros inmediatamente una importante compañía de 400 hom-
bres de armas bien montados.
UNTREF VIRTUAL | 10
Otros ejercieron un verdadero bandidaje y una suerte de bloqueo
económico, atacando a los convoyes de víveres que se dirigían
hacia la ciudad que los había expulsado, atacando también las
caravanas y los navíos de los comerciantes. Esta guerra de corso,
en los pasos de las montañas y lo largo de las costas rocosas y de
las islas tomó entonces una amplitud considerable, precisamente
por el hecho del gran número de expulsados. En 1304 los Cerchi
blancos, exiliados, llevaron constantemente contra Florencia una
guerra de subsistencia, interceptando los convoyes de aprovision-
amiento. EN 1320, los exiliados de Génova bloquearon la ciudad,
al punto que ésta comenzó a sufrir el hambre: "había en Génova
una gran carencia de vituallas puesto que los exiliados de Génova
con 17 galeras realizaban el corso sobre la ribera y apresaban a
los navíos y las cocas y los otros barcos que llevaban vituallas a
Génova... ". Los genoveses se vieron obligados, para abatir esta
amenaza constante, a armar 27 galeras que atacaron a los rebel-
des y corsarios en Lérici; en diciembre del mismo año aún "quince
galeras de los exiliados de Génova hacían el corso sobre la Rivera
y descendieron en el burgo de Chiavari, donde, por la fuerza,
robaron y quemaron todo".
En esos mares italianos la piratería aparece muy a menudo estre-
chamente ligada al exilio político: en 1462, el dogo y arzobispo de
Génova, Paolo Fragoso, expulsado de su ciudad, se apodera en
primer término de cuatro navíos en el puerto, reúne a otros e, ins-
talado en uno o varios puertos de piratas en Córcega, se apodera
de todo lo que navega a su alcance. Ayudado por su hermano
Pandolfo y por 500 hombres de armas desafía incluso toda la fuer-
za naval de Génova que debe, en consecuencia, armar, para ven-
cerlo, cuatro grandes naves y aceptar por consiguiente un gasto
considerable. Vencido, privado de sus mejores navíos, Paolo Fra-
goso, sin embargo, eterno exiliado y pirata puede todavía vivir
durante años, muy parcamente, de fruto de sus rapiñas.
5. Mentalidades Y Prolongaciones Literarias
Como el odio colectivo y la vendetta, como la angustia de la gue-
rra civil, el exilio marca profundamente en Italia las mentalidades
de la época. Cada familia de la aristocracia conoció una o muchas
veces en su historia esas huidas deshonrosas fuera de la ciudad,
esos repliegues sobre sus tierras o una instalación difícil a lo lejos,
Los Partidos y
en tierra extranjera. Los Libros de Razón hablan de esos exilios de La Vida Política
los padres y de los abuelos entre los hechos fundamentales del en el Occidente
pasado del linaje, de la misma manera que hablan de la guerra y Medieval
de las alianzas. Son etapas decisivas, recuerdos siempre presen-
tes que pertenecen a la tradición familiar común.
Jacques Heers
El exiliado, tipo social, en una cierta medida es también el hombre
que para todos los demás representa o simboliza una larga lucha. Traducción:
Es una víctima que atrae con pasión o simpatía y que naturalmen- Nilda Guglielmi
te cristaliza el espíritu de venganza de los suyos y de los próximos.
Esta situación no desesperada pero trágica es también subrayada
a veces por el carácter dramático, espectacular de la partida, por
una suerte de puesta en escena destinada, como las condenas a
las penas corporales, a golpear vivamente la imaginación de las
multitudes reunidas. En Orvieto en 1313, en ocasión de un conflic-
to interminable entre las dos facciones, los güelfos alejaron en
primer término a sus mujeres y a sus niños de la ciudad; luego,
después de una guerra civil de tres días, aplastados por una fuerza
gibelina que había llegado con premura de las ciudades imperiales
de los alrededores, fueron a su vez expulsados y abandonaron su
ciudad en largas procesiones "plorantes et clamantes" por la Porta
Santa María y la Pertusa.
Este exilio es realmente un corte brutal en la vida, ruptura de los
cuadros sociales para una buena parte y, naturalmente, ruptura de
las costumbres cotidianas. El hombre se convierte en un extranjero
y lejos de su ciudad, guarda el recuerdo enternecedor, una viva
nostalgia del tiempo pasado, del barrio y de la calle en donde nació
y vivió, de sus vecinos, de la lengua propia de su ciudad. Podemos
pensar que en cierta medida el exilio acreció aún más, en el co-
razón de los proscriptos, su unión a la patria de origen y el orgullo
de su ciudad. Así lo testimonia toda una literatura del exilio, uno de
los mayores temas de inspiración poética y dramática. La figura
altanera, dura y sensible del exiliado, sus sentimientos y sus nostal-
gias, su orgullo y su aislamiento, su odio implacable, a veces feroz,
al poder que domina su ciudad y su hambre insaciable de vengan-
za dominan y animan un número considerable de obras literarias de
todo género: cuentos, novelas, poesías y dramas. Este exilio es UNTREF VIRTUAL | 11
sobre todo la fuente de una sombrosa verba satírica que expresa
perfectamente ese sentimiento de superioridad y de nostalgia por
medio de acervas críticas o burlas de costumbres y hábitos del
extranjero que, sin embargo, ha cogido al fugitivo. Esos poemas
satírico-cómicos reflejan el particularismo de cada uno de los
medios urbanos y son también, para el historiador, una fuente
preciosa para el conocimiento de las condiciones materiales de
los exiliados. La crítica, en todo caso, está siempre teñida por
una viva nostalgia. El poeta exiliado, incluso dichoso, bien ali-
mentado y vestido, no puede soportar la idea de pasar toda su
vida en un país extranjero y llora el suyo. Afirma su voluntad de
retorno a su ciudad que adorna con todas las bellezas y todas las
virtudes. Así, en lo que concierne a daldí exiliado de Florencia en
Faenza: "bien vestido y calzado y la [...] tengo para satisfacerme
todo lo que me place... " pero sin embargo, se [...] espera con to-
das sus fuerzas volver a Florencia: "... jamás estoy en paz / al [...]
nacer aquí en Romagna / pues para mí es un verdadero tormen-
to, / Yo quiero ahora abandonar este campo / y volver a ese lugar
delicioso / de la gozoso y fuerte".
En un género totalmente distinto, pero escribiendo hacia los mis-
mos [...] un poco más tarde que todos estos poetas que conside-
rarnos menores, Dante Alghieri afirma que él es también por su
vida, por sus reacciones afectivas, por el [...] con que lo persiguen
sus enemigos, antes que nada, un poeta en el exilio; a tal punto
ligadas esta condición y esta actitud mental del expulsado que
rehúsa llegado el momento, volver a su ciudad. Esa negativa ante
el perdón y el olvido no se explica solamente por una confortable
instalación en el extranjero, entre [...] protectores sino también,
muy verosímilmente, por la cristalización de toda su vida de sus
sentimientos alrededor de la idea del exilio.
Nacido en 1265 de una familia llamada noble pero de poca fortu-
na, él ya había tomado partido desde los años 1290, siendo miem-
bro ya de diferentes consejos de la comuna en la querella de las
facciones por los Cerchi y los blancos contra los Donati y los ne-
gros, sus primeros vecinos, sin embargo, y protectores. Prepósito
en 1300 se encuentra, en 1301, a cargo de una embajada a Roma
cuando Florencia fue librada por Carlos de Valois a los negros.
Dante Alighieri no vuelve a su ciudad y, en enero de 1302, au-
sente, es condenado a una fuerte multa y a un exilio de dos años
y luego en marzo del mismo año, a la hoguera. Exiliado, vive ya en
Los Partidos y
Verona junto a los della Scala, en Bologna en la corte de los Malas- La Vida Política
pina; en Luniglana, luego en Ravenna, donde muere en 1321. La en el Occidente
Divina Comedia, comenzada en 1304, está totalmente impregna- Medieval
da por las pasiones del faccionario y del exiliado, por esa violencia
vengativa que anima entonces los clanes y los partidos; pero tam-
Jacques Heers
bién, por una suerte de veneración, del deseo de exaltar la tierra y
la ciudad natales. Orgullo y nostalgia que encontramos sobre todo
perfectamente expresado en alguna páginas del De Vulgari Elo- Traducción:
quentia: "para mí, el mundo se ha convertido en mi patria como el Nilda Guglielmi
océano es la patria del pez. Sin embargo, es el agua del Amo la
que me conforta desde mi tierna infancia y yo amo a Florencia con
tan gran amor que a causa de este amor sufro un injusto exilio".
De tal manera, el exilio es responsable en buena parte de impor-
tantes movimientos migratorios de poblaciones, de numerosas
iniciativas comerciales y financieras de los italianos en regiones
lejanas, responsable también de numerosos actos de bandidaje
y de piratería. Inspiró a los poetas del tiempo, hasta al más ilus-
tre entre ellos. Merced a estas expulsiones, a esta intransigencia,
a esta exasperación de los odios y de los deseos de venganza,
las luchas entre los partidos se entremezclaron claramente con
todos los aspectos de la vida social, económica e incluso espiri-
tual de la época.
UNTREF VIRTUAL | 12