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Federico E n g e l s
Teóricos de la violencia
VIOLENCIA Y CAPITALISMO 19B
Nicolás Maquiuvelo
Teóricos de la violencia
impresionante tradición en la depresión momposina y en la
Costa caribe, aunque no resulte tan sanguinaria como la de la
zona andina. Así lo vimos en las guerras de los palenques
cimarrones en el siglo XVII y en las de la Independencia contra
los realistas; como lo estudiaremos pronto en la guerrilla de
Lorenzo Betancourt contra el general J u a n J o s é Nieto, con todo
y sus fallas ideológicas; durante la violencia del siglo XX y,
actualmente, con la presencia activa de varios grupos guerrille-
ros en la región estudiada.
Ello implica que, en este momento, el nacimiento de una
nueva formación social por la cual se está trabajando revolucio-
nariamente en Colombia esté ya condicionado por la contravio-
lencia a que lleva la fuerza empleada en m a n t e n e r a todo trance
la formación social vigente con todos sus defectos e injusticias.
La espiral de la violencia se quiebra entonces por arriba, con la
explosión popular, con la acción colectiva y masiva de un pueblo
que ya no aguanta más, como lo vemos actualmente en varios
países del hemisferio americano y del m u n d o . Por eso sigue
habiendo profetas armados costeños en lucha por la justicia en
las selvas del sur de Bolívar, en San Lucas, en el San J o r g e , en
las praderas del Cesar y en tantos otros sitios que reclaman o
preparan la explosión popular.
Por eso también se encuentran costeños en movimientos
guerrilleros urbanos y rurales de otras partes, a veces como diri-
gentes. Significativo que en éstos los jefes costeños se hayan
distinguido por el uso del cerebro tanto o más que por el del
gatillo, aportando a la guerrilla prácticas variadas que han
estremecido al sistema tanto o más que ningún foco o toma
armada de pueblos. Han sido capaces de entender los proble-
mas de la táctica revolucionaria y articular salidas políticas no
preferidas por líderes del interior formados en la escuela de
Régis Debray, más inclinados a la violencia frontal, exclusiva y
sectaria, contra el sistema dominante. Por estas razones, la
guerrilla colombiana ha adquirido hoy una fisonomía distinta de
la que tenía en años pasados.
Claro que hasta los costeños así comprometidos son capaces
de aplicar la violencia total a la cual les lleva la dosis represiva
de la reacción. Esto también se ha visto a través de la historia.
Porque la espiral de la violencia, al seguir subiendo, va envol-
viendo a todos: a los culpables e inocentes, a los violentos y no
violentos, a los amantes de la paz y a los que quieren la guerra.
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de nunca acabar. Claro que el abuelo suyo no tenía que ver con
esa pelea, que de pronto al que buscaban aquí era al coronel
Falencia, el de las cincuenta mujeres, que peleó en El Banco a
órdenes del general Mayorca. Eso era todos contra todos. El
general Mayorca se soplaba con un pañuelo cada vez que pasa-
ba frente a la casa de un liberal, para decirle hediondo. De allí
le provino después que las narices se le fueron estirando y se le
volvieron como una trompa de elefante que goteaba sin cesar.
Tuvieron que ponerle una palangana al pie. ¡Qué tiempos esos!
Se sentía el odio en el aire..
"Como después, cuando llegó Mister Cannon y la compañía
americana para sacarnos de nuestras tierras, hacia 1920. Mi
padre y muchos otros lobanos se organizaron y lucharon contra
C a n n o n " , recuerda don Adolfo meciéndose en la hamaca, luego
de despedir gentilmente a un vecino que venía a peluquearse.
" P e r o fue peor durante la Violencia grande que siguió a la
m u e r t e de Gaitán en 1948. Por aquí pasó un cabo de apellido
Lozano que quiso sembrarnos la semilla de la maldad por órde-
nes que traía de los mandones cachacos de Bogotá. F u e mucho
el daño que hizo cuando la elección de Laureano Gómez para
presidente, tanto que al fin hubo protesta de conservadores y
liberales y al fin Lozano se fue del p u e b l o " .
" E s a fue, sin duda, una solución c o s t e ñ a " , observa Mura-
llas. " P e r o no dejaron de quedar los retoños de esa mala semi-
lla. Un conflicto violento resultó por aquí cerca, a causa del
asesinato de Gaitán, Hubo casi guerra entre Pinillos (liberal) y
Palomino (conservador). Se metieron entonces los hacendados
de allí para aprovechar y quedarse con los playones de los ríos.
Nos opusimos los campesinos, que organizamos ligas y sindica-
tos para defendernos. La tierra, antes libre y común, empezó a
ensangrentarse por la lucha contra los que pretendían monopo-
lizarla. Ni la llegada del Instituto Colombiano de la Reforma
Agraria (Incora) resolvió el problema del monopolio de la tierra.
Los ricos querían hacerse más ricos y explotar cada vez más a
los pobres. Respondimos al fin con los Usuarios Campesinos,
formando comités, fundando cooperativas y baluartes, y recu-
peramos algunas tierras. Pero entonces llegaron las tropas a
sacarnos a la fuerza, pues se pusieron de parte de los ricos. Les
hicimos frente a como dio lugar. La situación sigue así, en ten-
sión violenta, sin resolverse quién sabe hasta cuándo..
Mucho depende de los que retienen el poder, trato de expli-
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car con el fin de volver la atención del grupo hacia el tema cen-
tral del nuevo encuentro. Todo lo que aquí se ha dicho lo estu-
diaremos a fondo más adelante, si nos lo proponemos.
El juez Cifuentes también lo entiende así: ' 'Para responder a
estas inquietudes sobre la violencia y la costeñidad tenemos que
estudiar el aspecto político de nuestra historia local. Hagamos
como cuando analizamos el señorío: comencemos por el princi-
pio. Algo importante ocurrió en 1810: se quebraron las formas
usuales del poder y se creó un vacío en el estado que no pudo
llenarse sino con una clase política que tomó el lugar de los
burócratas peninsulares y de los nobles. Esta nueva clase polí-
tica era la de los gamonales de pueblo y caudillos regionales.
¿Quiénes fueron los gamonales que suplantaron en la provincia
de Cartagena de Indias y en Mompox a los antiguos gobernado-
res y sus agentes? ¿Qué representaban esos caudillos y cómo
surgieron a la vida pública ?".
Todas nuestras miradas se dirigen entonces a los más ancia-
nos: la niña Benita y don Adolfo. " S i g a n a la cocina antes de
que vuelvan las mantis mariapalitos", replica don Adolfo, "y
les cuento lo que refería mi abuelo Adolfo a mi padre Pablo
Emilio, que éste a su vez me repetía cuando yo ya estaba en
capacidad de entender las cosas. En esto me podrá ayudar
Benita, pues ya se le dio por creerse profesora. Claro que mi
abuelo no fue gamonal, ni general, ni cabo, sino, como dije,
simple curandero, músico y minero. Pero su vida ocupó casi
todo el siglo pasado, vio las guerras civiles y sintió sus efectos, y
conoció al principal caudillo costeño de esa época, el general
Juan José Nieto".
Nieto, ¿el que fue presidente del Estado Soberano de Boli-