FILOPOL, 2008 Una refutación de los argumentos políticos

Usabiaga, 1
antibiologicistas
Pablo Usabiaga
Universidad Nacional del Sur
Resumen:
La antigua discusión acerca de hasta qué punto (para decirlo en términos modernos) los fenómenos
sociales, el comportamiento y/o las características psíquicas de los seres humanos dependen de
(o son causados por) su constitución biológica (si es que tal dependencia o causalidad existe en
absoluto) es actualmente motivo de un acalorado y áspero debate tanto en biología como en las
ciencias sociales. La aspereza del debate deriva de las supuestas implicaciones ético-políticas que
tendrían las distintas respuestas a la cuestión. Este trabajo tiene por objeto analizar (y refutar)
ciertas acusaciones vertidas contra el biologicismo, acusaciones según las cuales sus tesis son
falaces, esconde motivaciones políticas siniestras y —sobre todo— tiene consecuencias políticas
siniestras. Los argumentos políticos antibiologicistas que analizaremos son los de Lewontin, Rose y
Kamin (1984): todavía hoy, más de veinte años después de haber sido enunciados, esos argumentos
constituyen la expresión canónica del punto de vista antibiologicista, al que —creemos— representan
cabalmente. Cuando menos, es ése el antibiologicismo que pretendemos refutar aquí. Este punto es
esencial, ya que queremos evitar que nuestra refutación resulte un mero ataque a un hombre de paja
—máxime si se tiene en cuenta que acusaremos a los autores citados de hacer precisamente eso.

Introducción malentendido, estas acusaciones han calado

Actas de las primeras jornadas
de filosofía política : democracia,
tolerancia, libertad / compilado por
Patricia Britos. - 1a ed. - Bahía Blanca
: Univ. Nacional del Sur - Ediuns,
2008.
Internet.
ISBN 978-987-1171-92-7
1. Filosofía Política. I. Britos,
Patricia, comp.
Podría argumentarse, y con justicia, que
el presente trabajo es una mera trivialidad.
Elegir un conjunto de tesis endebles y escribir
un trabajo para refutarlas parece un acto de
holgazanería intelectual que no merece tener
lugar en una reunión científica, y tengo la
sensación de estar haciendo exactamente
eso.
Este trabajo es una defensa del
biologicismo: es una respuesta a las
persistentes acusaciones políticas que ha
sufrido y sigue sufriendo injustamente este
programa de investigación, provenientes
de variados flancos, pero sobre todo desde
un sector minoritario de la propia biología
y desde un sector tal vez mayoritario (pero
no de la totalidad) de las ciencias sociales.
Entre otras lindezas, del biologicismo se
afirma que es reaccionario y que constituye
una construcción ideológica cuyo fin es
justificar, sostener y perpetuar un statu quo
social injusto. Sin embargo, un análisis
apenas atento revela que esas acusaciones
resultan tan absurdas e injustificadas que
la empresa de refutarlas parece baladí. Lo
sorprendente es cómo, a fuerza de sumar
prejuicio sobre prejuicio, tergiversación
tanto y tan hondo, no sólo en el ámbito de la
cultura general sino también —lo que resulta
más preocupante— incluso en vastos sectores
del medio académico. Así, en textos escolares
elaborados por el Ministerio de Educación de
la Argentina hace sólo un año, hallamos una
muestra del adoctrinamiento antibiologicista
al que las autoridades educativas intentan
someter hoy día al alumnado adolescente
(Cano 2007, Palma 2007). Es por ello que,
más allá de su trivialidad, me veo obligado
a llevar adelante esta defensa, consciente de
que no soy ni el primero ni seré el último en
ejercerla.1
Debido a la diversidad de los ataques,
parece imposible la tarea de responderlos a
todos, uno por uno. Sin embargo, por fortuna,
todos los atacantes parecen coincidir en que
las acusaciones han quedado adecuadamente
resumidas en el libro de Lewontin, Rose y
Kamin (1984), Not in our genes (en adelante,
LRK), tal vez el texto que mejor sintetiza
la filosofía antibiologicista, y según el cual
el biologicismo es una ideología burguesa
conservadora.2 De modo que mi defensa
consistirá en una réplica a este libro, con lo
cual, espero, estaré respondiendo a toda la

CDD 320.1
sobre tergiversación y malentendido sobre “comunidad antibiologicista” sin caer en la
 trampa de fabricar un hombre de paja que fisiología del cerebro).
resulte un blanco fácil, y eludir así las posibles • Las explicaciones de fenómenos
objeciones de peso que pudieran formularse. sociales, conductuales y, también,
En todo caso, es a ese antibiologicismo psíquicos en las que se menciona como
que voy a contraatacar, y desde luego no factor causal a la herencia, es decir, a
descarto que puedan formularse contra el los genes.
biologicismo objeciones serias y fundadas, - En algunos casos, estas
que habrá que discutir. (Ciertamente, las de últimas hacen referencia, a su vez, a
LRK no lo son.) mecanismos evolutivos que llevaron
FILOPOL, 2008
Un punto importante a tener en a la selección de tales o cuales
Usabiaga, 2 cuenta es que muchos de los autores atacados genes.
por LRK merecen ciertamente esos ataques:
Desde luego, no estoy diciendo que ambos
en muchos casos, se trata de dardos certeros
biologicismos sean compartimientos
y justos. ¿Cómo no compartir y alabar,
estancos, ya que nada impide construir
por ejemplo, la denuncia de los crímenes
explicaciones en las que se haga referencia,
científicos perpetrados por Cyril Burt, que
a la vez, a cerebros y a genes. Tampoco
LRK exponen con tanta lucidez y sentido
podemos descartar a priori la posibilidad de
crítico? ¿Cómo no compartir con los autores
reducir un biologicismo al otro, si bien, dado
su indignada aversión al darwinismo social?
nuestro actual estado de conocimiento, tal
Ciertamente, en nombre del biologicismo
reducción no parece ni remotamente posible
se han cometido auténticas atrocidades,
hoy en día, y es probable que de hecho no sea
como las prácticas eugenésicas llevadas a
posible jamás. Sea como sea, la distinción
cabo durante el siglo XX por el gobierno
conceptual entre ambos biologicismos parece
de los Estados Unidos —por no mencionar
inobjetable, y tiene especial relevancia en
los crímenes de los nazis. Pero es que ¿en
este trabajo, dado que nos centraremos, por
nombre de qué “ismo” no se han cometido
razones de espacio, en uno solo de ellos: el
atrocidades (materiales e intelectuales)? El
biologicismo genético.
problema de LRK es que parecen cegados
Ambos biologicismos han sido
por las atrocidades cometidas en nombre
objeto de ataques por sus supuestas
de un biologicismo intencionadamente mal
implicaciones políticas; la tesis que defiendo
entendido, y eso los lleva a meter en la
es que esas implicaciones constituyen un
misma bolsa de lo que llaman “determinismo
non sequitur, y la razón por la que me centro
biológico” a impostores e ideólogos
en el biologicismo genético es que de los
pseudocientíficos junto con científicos
dos, éste es el que ha sido más vapuleado.
honestos y serios, como Richard Dawkins,
De hecho, el libro de LRK lleva por título
con quienes tienen todo el derecho de disentir,
Not in our genes, lo que deja en claro cuál de
pero quienes de ningún modo merecen las
ambos biologicismos es su enemigo favorito,
injustas acusaciones y descalificaciones de
si bien los autores dedican también un par
las que los hacen objeto (y mucho menos,
de capítulos al biologicismo psicológico.
mediante el expediente deshonesto de sacar
Reservo este otro tema para futuros
citas de contexto para alterar su contenido, o
trabajos.
peor aún, de adulterar citas).
Para despejar malos entendidos,
aclaramos desde ya que de ningún modo el
Los términos de la discusión
biologicismo (tal como lo entendemos aquí)
Llamo “biologicismo” al programa de
pretende que todos los fenómenos humanos
búsqueda y desarrollo de explicaciones tanto
puedan o deban ser explicados por reducción
de fenómenos sociales como de fenómenos
a lo biológico, sino solamente que existen
conductuales y psíquicos (en adelante,
buenas explicaciones biológicas de algunos
englobando a los tres, los llamaré “fenómenos
fenómenos humanos, que puede haber
humanos”) en términos de características
más explicaciones de este tipo todavía por
biológicas ya sea de los individuos, de grupos
descubrir, y que es deseable buscarlas, porque
o de la especie. En rigor, por biologicismo se
estas explicaciones resultan sumamente
entienden al menos dos programas distintos,
iluminadoras: el biologicismo permite
aunque emparentados. Son biologicistas:
desarrollar teorías generales que ponen al
• Las explicaciones de fenómenos descubierto vínculos insospechados entre
psíquicos en las que se hace fenómenos prima facie inconexos; teorías
referencia a fenómenos orgánicos que, además, pueden poseer un elevado
(fundamentalmente, a la bioquímica y poder predictivo.
 El ataque al biologicismo llevado a
cabo por LRK es falaz ya desde los términos
elegidos para los conceptos en discusión.
En efecto, LRK llaman “determinismo
biológico” a lo que aquí denominamos
biologicismo, con lo que cierran de antemano,
mediante una petitio principii, la discusión
de si el biologicismo es o no determinista. 3
FILOPOL, 2008 En realidad, lo que sostiene el biologicismo
es que los genes intervienen causalmente
Usabiaga, 3 en la conformación de los fenómenos
humanos, pero de ningún modo afirma que
esta causalidad tenga que entenderse de
modo determinista. Por empezar, casi todas
las leyes utilizadas o postuladas por los
biologicistas son estadísticas, y por tanto
no deterministas. Pero además, ningún
biologicista serio afirmaría que los genes por
sí solos causen —y mucho menos determinen
(en el sentido de causalidad determinista)—
absolutamente nada, sino en todo caso que
los genes pueden actuar como una causa más
(en interacción con otras causas de otros
tipos, entre las cuales pueden encontrarse,
si se quiere, causas específicamente
“humanas”, esto es: psíquicas, sociales,
etc.). Es más, el biologicismo que defiendo
ni siquiera pretendería suscribir la tesis de
que la combinación de causas genéticas y
“humanas” actúe determinísticamente sobre
los fenómenos humanos.
Las motivaciones del antibiologicismo
Como ya hemos dicho, en nombre del
biologicismo se han perpetrado todo tipo de
atrocidades, y no es en absoluto imposible
que las sociedades modernas estén libres del
peligro de que esas atrocidades se repitan.
Por ejemplo, el darwinismo social —que
pese a sus pretensiones no es biologicismo,
pues no es una teoría explicativa sino una
(falaz e inmoral) doctrina normativa— ha
servido para justificar la implementación
de políticas sociales antiigualitarias, y goza
aún de prestigio en el discurso de cierto
conservadurismo.
No se trata de negar, por otra parte, que
en el campo académico y científico podamos
encontrar biólogos, sociólogos, antropólogos
o economistas (entre otros) que postulen o
utilicen, incluso adecuadamente, modelos o
teorizaciones biologicistas, pero quienes a
título personal profesen ideas conservadoras
o reaccionarias a las que pretendan justificar
(falazmente) mediante el biologicismo. Esto
puede tomar la forma de adhesión a alguna
agenda política ajena a su actividad científica
(junto con el intento de apoyar espuriamente
dicha agenda en el prestigio de la ciencia),
o incluso la forma de un sesgo ideológico
que tiña interesadamente sus investigaciones
y publicaciones científicas. Pero identificar
al biologicismo con esos individuos y sus
ideologías constituye un brutal paso en
falso, que LRK dan muy a la ligera. (En
rigor, esa clase de individuos constituyen,
pese a sus pretensiones, los peores enemigos
del auténtico biologicismo, ya que sólo
contribuyen a crearle mala prensa entre los
no especialistas.)
Es cierto que el biologicismo
puede serles de utilidad a conservadores,
reaccionarios y racistas, quienes forzando
y bastardeando los argumentos pretenden
llevar agua para su molino. Pero es absurdo
pretender que ello constituye un argumento
contra el biologicismo. Pretender que lo
fuera sería como afirmar que los ferrocarriles
son un invento perverso o antisemita porque
Hitler utilizó trenes para transportar a los
judíos a los campos de exterminio. Por otro
lado, es sabido que el determinismo biológico
es una ideología con amplia acogida en
la cultura popular; y ante este hecho, la
reacción militante de los antibiologicistas
consiste no en propugnar que no existe
tal causalidad biológica determinista de
los fenómenos humanos, sino en arrasar
de un modo despótico con hasta la más
pequeña e insignificante causa (parcial y
no determinista) biológica de lo humano.
Lo cual constituye una variante política del
método de matar moscas a cañonazos.
Por lo demás, tesis manifiestamente
antibiologicistas como el ambientalismo
también pueden ser —y han sido—
utilizadas con fines políticos igualmente
perversos (cf. Pinker 1997:72). Por ejemplo,
puede argumentarse que es una filosofía
ambientalista la que está por detrás de la
coerción judicial que condena a consumidores
de estupefacientes, incluso en los casos en
los que no exista dependencia, a someterse
a “programas de rehabilitación” forzada,
institución presente en el sistema penal
de la Argentina y de muchos países, y que
recuerdan a los “programas de reeducación”
forzada del maoísmo y a la reclusión de
disidentes políticos en sanatorios mentales
para su “curación” durante el régimen
soviético. Por mor de la honestidad, aclaro
que LRK se declaran contrarios también
al ambientalismo; confieso que su manera
de abordar los fenómenos humanos, a la
que denominan “explicación dialéctica”
escapa a mi limitada comprensión. Ignoro
 si tiene consecuencias políticas perversas,
porque no veo en ella más que una cháchara
incomprensible de la que soy incapaz de
deducir absolutamente nada. De todos
modos, mi objetivo no es comprender
su doctrina, sino evaluar sus argumentos
antibiologicistas.
FILOPOL, 2008 Reduccionismo
Buena parte de la literatura de las ciencias
Usabiaga, 4 sociales es hostil al reduccionismo, al
que tilda como mínimo de simplista, y
generalmente de reaccionario; como era
de esperar, una de las acusaciones que
LRK lanzan contra el biologicismo es su
pretendido reduccionismo.
En realidad, quienes utilizan
peyorativamente el término “reduccionismo”
en general no saben de qué están hablando,
o bien han escogido la palabra inadecuada.
¿Acaso alguien afirmaría que son reaccionarias
o simplistas la reducción de la química a la
física, de la óptica al electromagnetismo o
de la genética mendeliana a la química del
ADN? Por alguna razón, en algún momento
el término se coló en cierto vocabulario
de las ciencias sociales, y allí fue dotado
de un nuevo significado, lo que derivó en
una lamentable confusión, ya que luego se
olvidó que había dos “reduccionismos”,
es decir dos términos homónimos que
denotaban cosas por completo diferentes.
En su sentido técnico original, el término se
refiere al intento de explicar y comprender
fenómenos de una cierta clase A en términos
de fenómenos de otra clase B, ya sea por
razones ontológicas (siguiendo principios
del tipo de la navaja de Occam), ya sea por
razones epistemológicas (fenómenos de
la clase A que resultan oscuros se vuelven
inteligibles cuando se los analiza en
términos de fenómenos la clase B de los que
contamos con un conocimiento afianzado),
ya sea por ambas razones a la vez. Se trata
de una operación completamente lícita y
fructífera —siempre y cuando 1) no se caiga
en la sobresimplificación de los problemas
ni se haga caso omiso de factores relevantes
en las explicaciones, y 2) se admita que la
reducción es en todo caso un desideratum
que no siempre es aplicable, sea por razones
prácticas o por razones de principio.4 LRK
intentan descalificar a este reduccionismo,
oponiéndole su “comprensión dialéctica”,
pero su exposición al respecto es un
galimatías ininteligible, y sólo demuestra su
ignorancia o incomprensión de uno de los
tópicos elementales de la filosofía clásica de
la ciencia.
El otro uso del término
“reduccionismo”, con el significado
peyorativo tan frecuente en las ciencias
sociales, se refiere a la elaboración de
teorías sesgadas mediante una operación
interesada y deshonesta que consiste en
eliminar, del conjunto de factores que
intervienen en un fenómeno, aquéllos que
resulten incompatibles con las conclusiones
preestablecidas, “reduciendo” el conjunto a
los factores que favorecen la interpretación
del fenómeno que se pretende imponer como
válida. Los factores eliminados coinciden
con aquellos que la ideología de quien realiza
la reducción prefiere no ver, por resultar
inconvenientes o incómodos para su visión
sesgada. Así, por ejemplo, una descripción
“reduccionista” de determinado fenómeno
social puede dejar de lado, sesgadamente,
la referencia a factores como la explotación,
la injusticia social, el sexismo, la falta de
igualdad de oportunidades, etc.
La sola idea de acusar al biologicismo
de reduccionista en el sentido técnico original
es un sinsentido, porque nadie en su sano
juicio diría que tal reduccionismo sea algo
malo. Pero además, el biologicismo no es
reduccionista en este sentido: ya hemos dicho
que no pretende que todos los fenómenos
humanos puedan o deban ser explicados por
reducción a lo biológico, sino solamente que
pueden formularse buenas explicaciones de
algunos fenómenos humanos en términos
biológicos (y no necesariamente en
términos exclusivamente biológicos). Puede
haber, sin embargo, biologicistas que sean
reduccionistas, pero, una vez más, sería
un sinsentido considerar que eso sea algo
malo: en todo caso, tal reduccionismo podrá
tal vez fracasar. En consecuencia, ¿es en
el sentido peyorativo típico de las ciencias
sociales que LRK acusan al biologicismo de
reduccionismo? En ningún lugar del libro
mencionan LRK ni un solo factor que la
supuesta mirada sesgada del biologicismo
pretenda “barrer bajo la alfombra”. Por tanto,
la acusación es por completo infundada.
Determinismo y statu quo
LRK sostienen como tesis central que el
biologicismo es una coartada ideológica
para perpetuar un statu quo injusto. Según
argumentan, los biologicistas se amparan
en los genes para defender la supuesta
inevitabilidad de las estructuras sociales,
ante la que sólo cabría la resignación,
debido a que éstas quedarían determinadas
 causalmente por la constitución genética de
los seres humanos. Las jerarquías sociales,
las desigualdades, la injusta distribución de la
riqueza, el sexismo y las guerras serían para
los biologicistas consecuencias inevitables
del dictado de nuestros genes. El racismo
estaría justificado: a los blancos les va
mejor que a los negros porque sus genes los
FILOPOL, 2008 hacen más inteligentes, no por contingencias
históricas y sociales. La guerra sería una
Usabiaga, 5 consecuencia de la agresividad que llevamos
codificada en el ADN. La dominación del
hombre sobre la mujer derivaría del hecho
de que la mujer depende materialmente
del hombre porque no puede ocuparse a la
vez de ganarse el sustento y sobrellevar el
embarazo, y cuando no está embarazada debe
ocuparse de las crías. La locura reside en los
genes de los locos y la criminalidad reside en
los genes de los criminales, así que después
de todo, Lombroso estaba bien orientado. Y
así sucesivamente.
Una vez más, debemos recordar que
es cierto que han existido y seguramente
existen ideólogos que pretenden utilizar al
biologicismo como herramienta espuria para
defender conclusiones reaccionarias como
las del párrafo precedente. Pero la pretensión
de que el biologicismo bien entendido da
lugar a semejantes conclusiones carece de
toda lógica y roza la paranoia. Para empezar,
debemos insistir que el biologicismo no
es determinista. No sostiene ni que los
genes por sí solos sean la causa de nada, ni
tampoco que su causalidad sea determinista,
sino probabilística. Pero aún más, si alguien
tuviera alguna duda al respecto, que intente
explicar qué hay de determinista en la
siguiente afirmación (casi diez años anterior
a Not in our genes) de quien según LRK es
uno de los más conspicuos “deterministas
biológicos”, Richard Dawkins:
We are built as gene
machines and cultured as
meme machines, but we
have the power to turn
against our creators. We,
alone on earth, can rebel
against the tyranny of the
selfish replicators. (Dawkins
2006 [1976]: 201)
A LRK no les basta con pasar por alto tamaña
declaración de principios antideterministas.
Identifican “lo mejor para los genes” con
“lo mejor para el fenotipo”, a pesar de las
insistentes advertencias de Dawkins de que
no debe confundirse lo uno con lo otro. Y,
cegados por sus prejuicios, no dudan en
cometer la deshonestidad de citar a Dawkins
poniendo sus palabras fuera de contexto,
para hacernos creer que el biólogo de Oxford
es un enemigo del estado de bienestar (LRK,
p. 19), cuando de lo que está hablando
Dawkins (2006 [1976]: 117) es del control
de la natalidad, desde un punto de vista
progresista y ciertamente en la acera opuesta
al conservadurismo. (No es casual que el
capítulo del que ha sido tramposamente
extractada la cita se llame “Planificación
familiar”.) Por no hablar de la adulteración
de citas: le hacen decir a Dawkins que los
genes “controlan nuestro cuerpo y nuestra
mente” (LRK , p. 349), cuando las palabras
de Dawkins son: “nos crearon, cuerpo y
mente” [“they created us, body and mind”
(Dawkins 2006 [1976]: 20)].
¿Hace falta agregar algo más? Sí:
LRK acusan a los biologicistas de caer en la
falacia naturalista (“si es natural, es bueno”),
que está en la raíz de, por ejemplo, el
darwinismo social. Creo que mis argumentos
demuestran a las claras que esa acusación
es infundada. Pero aún más: vayamos un
poco más allá y supongamos (por mor de
la argumentación) que fuera verdad que los
biologicistas fueran deterministas biológicos
(cosa que, insistimos, no son), y que fuera
verdad que los hechos son como los pinta el
determinismo biológico. Si la realidad fuera
tan tristemente desagradable y la crueldad de
la naturaleza hiciera que las desigualdades
sociales fueran inevitables, ¿acaso el hecho
de que esa hipotética realidad fuera espantosa
significaría que por tanto debería ser falsa?
Semejante forma de razonar es falaz, y tiene
nombre: se llama falacia moralista (“si es
malo, es falso”). La falacia moralista (cf.
Davis 1978) constituye la contracara exacta
de la falacia naturalista, y es tan enemiga
como ésta de la humilde y sincera búsqueda
de la verdad. 5 Peor falta a la ética que las
inmorales concepciones sobre los fenómenos
humanos sostenidas por las construcciones
ideológicas que subyacen a doctrinas como
el darwinismo social, es su mendacidad. Y,
al menos para mi gusto, LRK no enfatizan
lo suficiente este punto, tal vez porque,
adictos como ellas a la argumentación falaz,
comparten con ellas la misma falta.
Conclusiones
Es fácil simpatizar con las motivaciones
iniciales de los antibiologicistas: ¿cómo no
estar en contra de las injusticias sociales, del
racismo, del sexismo?, ¿cómo no declararse
 enemigo del darwinismo social, ya no sólo
por razones morales, sino ante todo por
tratarse de un insulto a la inteligencia?
Con lo que no resulta tan fácil simpatizar
es con la transformación de esas loables
motivaciones en una feroz caza de brujas en
la que la mera postulación de la posibilidad
un remoto vínculo entre ciertos genes y
cierto comportamiento es pecado suficiente
FILOPOL, 2008
para ir a parar a la hoguera. No sólo no puedo
Usabiaga, 6 simpatizar con ello: no puedo ni siquiera
comprenderlo, y menos aún justificarlo o
perdonarlo.
No alcanzo a entender cómo un
brillante científico como Richard Lewontin,
autoridad mundial en su campo, la genética
molecular, pueda caer bajo el influjo de
prejuicios ideológicos tan torpes; no alcanzo
a entender cómo el psicólogo Leon Kamin,
que tiene el honor de haber desenmascarado
el fraude científico de Cyril Burt, pueda
prestarse a cometer a su vez nuevos fraudes
científicos de tan baja estofa, como la
adulteración de citas.
Es incomprensible que de aquellas
loables motivaciones se haya llegado a esta
guerra sin cuartel contra el biologicismo,
similar a la librada contra su pariente
conceptual, el reduccionismo. ¿Cuáles
son las razones de esa furia irracional? En
principio, podría responder que ni lo sé ni
me importa. Tengo la impresión de que
las razones son múltiples, y si los ataques
provienen de tantos flancos, y son tan
variados y persistentes, y gozan de semejante
acogida en la comunidad académica, es
porque en ellos se mezclan desde mezquinos
corporativismos disciplinares hasta oscuros
prejuicios ideológicos y religiosos, pasando
por la pereza intelectual. Sea como sea,
dejo la investigación de esas motivaciones
a los sociólogos de la ciencia; mi interés
aquí era sólo mostrar por qué los ataques al
biologicismo son infundados e injustos, no
indagar qué hay en la mente de los autores
que los lanzan y sus acólitos.
Referencias
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diversidad biológica y la desigualdad
social”, en Cortés, Marina (coord.),
Prácticas de lectura y escritura. Sociedad,
Ciencia y Cultura Contemporánea,
Buenos Aires, Ministerio de Educación,
Ciencia y Tecnología.
Davis, B. (1978). “The moralistic fallacy”.
Nature, 272, 390.
Dawkins, R. (2006 [1976]). The selfish gene.
Oxford, Oxford University Press.
Gould, S. J. (1981). The mismeasure of man.
New York, W.W. Norton.
Hempel, C. G. (1966). Philosophy of natural
science. Englewood Cliffs, N.J. :
Prentice-Hall.
Lewontin, R., S. Rose y L. Kamin (1984). Not
in our genes. New York, Pantheon.
(Las citas de este trabajo se refieren a
la traducción española de E. Torner, No
está en los genes, Barcelona, Crítica,
2003.)
Nagel, T. (1961). The structure of science,
London, Routledge.
Palma, H. (2007). “La falsa medida del hombre:
consideraciones epistemológicas
sobre el problema del determinismo
biológico”, en AAVV, Tres aventuras
por el mundo del conocimiento, Buenos
Aires, Ministerio de Educación, Ciencia
y Tecnología / Eudeba.
Pinker, S. (1997). How the mind works, New
York, Norton. (Las citas en este trabajo
se refieren a la traducción española de
Ferran Meler-Orti, Cómo funciona la
mente, Barcelona, Destino, 2000.)
Pinker, S. (2002). The blank slate, Londres,
Penguin.
Popper, K. (1984). In search of a better world.
Londres, Routledge.
Sokal, A., y J. Bricmont (1998). Intellectual
impostures. London, Profile Books.
Notas
1
Cf. Pinker (1997, 2002).
2
LRK no lo afirman con esas palabras: lo que
ellos dicen es que el determinismo biológico es
una ideología burguesa conservadora. Pero los
autores que según LRK caen bajo la extensión
de dicho concepto (por ejemplo, Dawkins)
son, de acuerdo con nuestro uso del término,
biologicistas (cf. infra, sección siguiente). Eso
nos autoriza a leer “biologicismo” allí donde
LRK escriben “determinismo biológico” —ya
que pretendemos utilizar un término que al
menos para nosotros esté desprovisto de todo
matiz valorativo, y “determinismo biológico” es
(pese a su aparente neutralidad) descaradamente
valorativo. De todos modos no ignoro que es muy
común que término “biologicismo” se utilice de
modo peyorativo, y de hecho aparece un par de
veces en LRK aparentemente como sinónimo de
“determinismo biológico”. Detesto las disputas
verbales, pero en este caso las precisiones
terminológicas son cruciales para desenredar el
galimatías, dado que éste está tejido precisamente
sobre un uso tendencioso de los términos. Por lo
demás, un objetivo secundario de este trabajo es
vindicar el buen nombre de dos palabras odiadas:
biologicismo y reduccionismo.
 3
El término “determinismo biológico” ya había
sido utilizado en Gould (1981), si bien no
puedo asegurar que Gould identifique (como
lo hace su colega y colaborador Lewontin) al
determinismo biológico con lo que aquí llamamos
biologicismo. Ignoro si el término fue acuñado
por el propio Gould, o si ya había sido utilizado
con anterioridad.
4
Para una exposición somera del reduccionismo
FILOPOL, 2008 cf. Hempel (1966), cap. 8.
5
Preveo las quejas indignadas que ante esta
Usabiaga, 7 afirmación lanzarán, rasgándose las vestiduras,
los relativistas posmodernos, para quienes
“la” verdad no existe: ya se sabe, sólo existen
los relatos, el mundo real no existe, somos
prisioneros del sesgo que nos impone nuestro
contexto sociohistórico y en particular nuestra
clase; y quienes hablamos de la búsqueda de la
verdad somos reaccionarios. Los oigo confundir
una vez más la imposibilidad epistemológica de
saber cuál es la verdad con la negación objetiva de
su existencia. (Coincido con Popper (1984, esp.
cap. 1) en que la verdad es un horizonte al que
debemos aspirar y al que nos podemos aproximar,
aun sabiendo que jamás lo alcanzaremos). Podría
responderles a ellos también, pero además de
que esa es una discusión distinta de la que nos
ocupa aquí, por suerte ya otros se han ocupado
de hacerlo, y muy bien (cf. Sokal y Bricmont
1998). Por lo demás, no voy a negar que existe
algo llamado sesgo valorativo de la investigación
científica, lo cual es de crucial importancia sobre
todo en las ciencias sociales, como con gran
perspicacia ha analizado Nagel (1961, cap. 13).
Pero de allí al relativismo posmoderno hay un
abismo insalvable. Por lo demás, si los relativistas
posmodernos (en cuyo discurso encontramos no
pocos puntos en común con LRK) nos declaran
encadenados a nuestro contexto sociohistórico,
del que no hay salida, pregunto: ¿quiénes son los
deterministas, sostenedores ideológicos del statu
quo?