Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
«Sofía Amudsen volvía a casa después del instituto. La primera parte del ca-
mino la había hecho en compañía de Jorunn. Habían hablado de robots. Jorunn
opinaba que el cerebro humano era como un sofisticado ordenador. Sofía no es-
taba muy segura de estar de acuerdo. Un ser humano tenía que ser algo más que
una máquina. (...). Era uno de los primeros días de mayo. En algunos jardines se
veían tupidas coronas de narcisos bajo los árboles frutales. Los abedules tenían
ya una fina capa de encaje verde. ¡Era curioso ver cómo todo empezaba a crecer
y brotar en esta época del año! ¿Cuál era la causa de que kilos y kilos de esa ma-
teria vegetal verde saliera a chorros de la tierra inanimada en cuanto las tempera-
turas subían y desaparecían los últimos restos de nieve? (...). En cuanto hubo ce-
rrado la puerta de la verja, Sofía abrió el sobre. Lo único que encontró fue una
notita, tan pequeña como el sobre que la contenía. En la notita ponía: ¿Quién
eres? (...). ¿No resultaba extraño el no saber quién era? (...). ¿Qué era un ser hu-
mano? (...). Cuando se encontró en el caminito de gravilla con la misteriosa carta
en la mano, tuvo de repente una extraña sensación. Era como si fuese una muñe-
ca que por arte de magia hubiera cobrado vida. ¿No era extraño estar en el mun-
do en ese momento, poder caminar como por un maravilloso cuento? Sherekan
saltó ágilmente por la gravilla y se metió entre unos tupidos arbustos de grose-
llas. Un gato vivo (...). También él estaba en el jardín, pero seguramente no era
consciente de ello de la misma manera que Sofía» 1.
Este párrafo, recogido de una conocida «novela filosófica» puede servir-
nos, en su sencillez, de marco adecuado para comenzar nuestra reflexión antro-
pológica. Esta breve descripción nos convoca al gran espectáculo de la Natura-
1. GAARDER, J., El mundo de Sofía, 8.ª edición, Siruela, Madrid 1995, pp. 1-5.
44 EL HOMBRE EN EL MUNDO NATURAL
2. Un amplio desarrollo de estas ideas puede encontrarse en el libro de KAROL, M., Orden natu-
ral y persona humana. La singularidad y jerarquía del universo según Mariano Artigas, EUNSA,
Pamplona 2000.
3. Este acercamiento «cosmológico» como primera aproximación a la realidad humana se en-
cuentra presente, por ejemplo, en Guardini. «En tanto que conformación, el hombre se encuentra
como forma entre formas, como unidad de proceso entre otras unidades, como cosa entre cosas».
GUARDINI, R., Mundo y persona. Ensayos para una teoría cristiana del hombre, Encuentro, Madrid
2000, p. 95.
4. Cfr. MEHLER, J., DUPOUX, E., Nacer sabiendo. Introducción al desarrollo cognitivo del hom-
bre, Alianza, Madrid 1992, pp. 114-115.
LAS OPERACIONES VITALES BÁSICAS 45
5. ARTIGAS, M., Filosofía de la Naturaleza, 4.ª edición renovada, EUNSA, Pamplona 1998,
p. 246. Cfr. BERTI, E., Struttura e significato della Metafisica di Aristotle: 10 lezioni, EDUSC, Roma
2006, p. 104.
6. ARTIGAS, M., Filosofía de la Naturaleza, op. cit., p. 252.
46 EL HOMBRE EN EL MUNDO NATURAL
4) Inmanencia. Esta palabra procede del latín in-manere, que significa «per-
manecer en», es decir, «quedar dentro», «quedar guardado». Aristóteles distingue
dos tipos de operaciones:
a) Las operaciones transeúntes son aquéllas cuyo término y efectos perma-
necen fuera del sujeto que realiza la acción. La acción perfecciona a un objeto
exterior y no al sujeto que la realiza, al menos de modo inmediato. Por ejemplo,
el arquitecto que construye una casa perfecciona algo exterior a sí mismo, al
igual que el zapatero que fabrica zapatos. El objeto de su acción permanece fuera
del sujeto (la casa ya construida).
b) Las operaciones inmanentes, por el contrario, son las operaciones cuya
causa y efectos permanecen en el sujeto. En este tipo de acción se perfecciona el
sujeto y no la cosa exterior. Por ejemplo, en el conocer se perfecciona el sujeto
que conoce y no la cosa conocida. El resultado de esa operación permanece en el
sujeto, y no en la cosa exterior. Por eso se puede decir que «inmanente» es lo que
se guarda y queda dentro. Las acciones inmanentes son aquéllas cuyo efecto que-
da dentro del sujeto: los seres vivos realizan operaciones inmanentes con las que
guardan algo dentro de sí; ellos son los receptores de su propia acción. «Los vi-
vientes, en cuanto seres unitarios e individuales que actúan buscando su propia
perfección, tienen una actividad cuyos efectos permanecen dentro de ellos y que,
por ese motivo, se denomina inmanente. La inmanencia de los vivientes significa
que, de algún modo, actúan teniéndose a sí mismos como fines. Ellos son los
“beneficiarios” de sus propias acciones» 7. Una manifestación de la inmanencia
es la capacidad de adaptación al medio ambiente que posee el ser vivo 8.
Como decíamos antes, la captación de estas propiedades del ser vivo ocurre
de modo espontáneo en la experiencia ordinaria. No obstante, la distinción entre
organismos vivos y seres inertes no aparece en ocasiones tan clara: así sucede,
por ejemplo, en el caso de las bacterias o los virus. Para nuestro propósito, basta
decir que el hombre comparte con los seres vivos el automovimiento, la unidad,
la organicidad y la imnanencia.
Cada una de estas características no se realiza del mismo modo en todos los
seres vivos. Aunque todos ellos compartan las características antes enunciadas,
no todos viven de la misma manera. Hay en ellos una gradación, una escala suce-
siva de perfección en sus formas de vida, cuyos detalles estudia la zoología. Tra-
dicionalmente esta escala se realiza según los grados de inmanencia. Cuanta ma-
yor es la capacidad de un ser vivo de guardar dentro de sí una operación, mayor
es su nivel de inmanencia y de vida. Comerse una manzana, refunfuñar y pensar
en alguien son tres grados diferentes de inmanencia; manifiestan una perfección
cada vez mayor. Sin embargo, no sólo la inmanencia, sino también las restantes
características de la vida se dan en los seres vivos superiores en grado más per-
fecto que en los inferiores. En los superiores hay más automovimiento, más uni-
dad y más inmanencia que en los inferiores. Se puede añadir a esto que vivir es
un modo de ser, porque «para los vivientes, vivir es ser» 9.
Vivir es el ser de los vivientes, pero vivir no es idéntico a obrar, sino que es
su condición de posibilidad. Si la esencia del ser vivo fuese inmediatamente ope-
rativa, el ser vivo estaría realizando siempre en acto todas las operaciones que le
convienen. Pero no ocurre así. El viviente no está siempre en acto de las opera-
ciones de que es capaz, y, sin embargo, siempre posee esa capacidad merced a su
alma. Dejaremos para más adelante el análisis metafísico del principio vital que
recibe el nombre de alma y detengámonos en las facultades que posibilitan las
operaciones propias de los vivientes.
Aristóteles y Santo Tomás distinguen cuatro operaciones vitales (alimentar-
se, sentir, traslación de lugar y entender). La vida no es ninguna de esas operacio-
nes, pero es el principio que hace posible esas operaciones. La vida es un predi-
cado esencial para el ser vivo puesto que sin este principio el ser no sería de
ningún modo. Sin embargo, las operaciones vitales son predicados accidentales
puesto que el ser vivo continúa siendo tal a pesar de no estar actualmente reali-
zando estas operaciones. Por ejemplo, el hombre sigue siendo hombre aunque no
esté pensando actualmente (como sucede durante el sueño); pero un hombre
muerto ya no es hombre pues carece de algo esencial para él: la vida.
El viviente siempre está vivo, pero no siempre está realizando operaciones
vitales. La distinción entre «estar vivo» y «estar nutriéndose» o «estar conocien-
do» nos lleva a distinguir entre el alma (principio vital o acto primero del ser
vivo) y las facultades o potencias operativas (principios del obrar y de sus ope-
raciones o actos segundos) 10. El alma es el principio remoto de operaciones,
mientras que las distintas facultades son el principio próximo de las mismas 11.
Desde el punto de vista metafísico se puede decir (en terminología aristoté-
lica) que el alma es forma sustancial del cuerpo, mientras que las potencias ope-