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Ignacio Larrañaga
Un componente ineludible de la existencia es el sufrimiento, en todas sus expresiones.
Su "silueta negra y pertinaz", acosa al hombre de toda edad, clase, cultura y religión.
Cuando congenian estas dos células al inicio de la vida humana, se decretan los rasgos
futuros de la persona, así como algunas características y tendencias de la personalidad de
la futura persona.
Por lo tanto se puede afirmar que algunos rasgos de la personalidad son reticentes a su
modificación, lo que implica que el cambio será más dificultoso aun en casos de ardua
lucha. Entonces no vale la pena frustrarse si no se logran los resultados deseados.
Con respecto a la depresión, dice que puede ser endógena o reactiva. Endógena significa
que se origina y proviene de la psique de la persona, pudiendo ser congénita. Una
depresión reactiva es la que nace por acontecimientos externos a la persona. La depresión
maníaca tiene una sintomatología de inestabilidad emocional, pasando bruscamente, en
un movimiento circular y cíclico, de la euforia a la melancolía y viceversa.
Si hablan mal de ti, no te defiendas; deja que sangre hasta morir el amor propio. No te
justifiques si tus proyectos no salieron a la medida de tus deseos. No des paso a la
autocompasión.
Imagina ser una estatua yacente: siéntete pesado como el mármol, vacío de emociones y
pensamientos. Vacíate por completo de actividad mental. Permanece así largo rato.
Regresa a tu estado normal lentamente, con movimientos suaves.
Acerca de las aflicciones, habla que la gente sufre aflicciones sobre aflicciones: no tanto
por tener, sino por aparentar, por exhibirse, transitando siempre por rutas artificiales,
siguiendo las órdenes de la moda. Por supuesto, es legítimo y sano el deseo de triunfar y
sentirse realizado. Pero por triunfar casi nunca se entiende el hecho de ser productivo y
sentirse íntimamente gozoso. Relativizar lo que nos rodea y lo que vivimos significa
objetivarlas como se habló anteriormente. Reducirlo todo a su dimensión objetiva. Es lo
contrario a absolutizar: sensación de que no existe otra realidad sino la presente y de que
siempre será así.
Y sobre los sufrimientos, se puede leer que el drama no está en sufrir, sino en sufrir
inútilmente. Mas el sufrir no tiene lógica. Cristo murió sufriendo, sin merecer esa suerte. La
justicia no cuenta a la hora de la aflicción. No es un parámetro a tener en cuenta. Si somos
agudos, llegamos a la conclusión de que en realidad todos sufren. Algunos más que otros,
obviamente. Pero la vida es sufrir y no cabe preguntarse el por qué de ese estado. Sería
preguntar por qué vivimos.
Walter peñaloza el curriculum integral libro2