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del libro Del Sufrimiento a la Paz.

Ignacio Larrañaga
Un componente ineludible de la existencia es el sufrimiento, en todas sus expresiones.
Su "silueta negra y pertinaz", acosa al hombre de toda edad, clase, cultura y religión.

Ignacio Larrañaga, plantea aquí el problema de cómo "amortiguar o eliminar" el dolor o


buscar la forma de transformarlo en algo positivo.Por eso, propone a los lectores, los
medios que considera como los más idóneos para realizar dicha tarea. Buscando llegar al
mayor número de personas, se dirige a los que no tienen fe o la tienen débil, a quienes la
perdieron y a quienes la tienen profunda, robusta y fecunda. En el fondo, desea que todos
ellos, a través de una constante y oportuna liberación, lleguen en verdad del sufrimiento a
la paz.

Para Larrañaga, el primer paso de transición del sufrimiento a la paz es el de salvarse


uno mismo. Para lograrlo, en primer lugar debemos despertarnos, abrir el paso desde el
subconsciente al consciente. También significa objetivar el sufrimiento que es puramente
subjetivo. Para el autor, dormir significa nadar en las aguas del inconsciente y de la
subjetividad. Las cosas existen en la medida en que uno les da entidad mental. En ese
orden de ideas, controlando lo que sucede en nuestras cabezas podemos eliminar o
mitigar el sufrimiento.
Además, agrega que los disgustos que padecemos en el pasado son hechos consumados,
no hay manera de borrarlos ni modificarlos, por lo que no tiene sentido seguir sufriendo por
ellos. Si te hicieron daño, y sigues sufriendo por eso, eres el único afectado. Los que
provocaron el sufrimiento, muy probablemente se hayan olvidado de lo que te dijeron o
hicieron y no les importas. Es inútil seguir machacándose por lo que pasó.

En cuanto al tema del fracaso, Larrañaga establece que hay que analizar primeramente si


se agotaron todos los medios para alcanzar cierto resultado. Dado el caso, no se trataría
de fracaso sino simplemente cabría concluir que no se tuvo éxito, que no es el antónimo
exacto de fracaso. La mayor cantidad de veces el resultado depende de una serie
incontable de imponderables.
Por otro lado, comenta que todo lo que resistimos mentalmente lo convertimos
automáticamente en enemigos. Por eso mismo en primer lugar hay que amigarse con uno
mismo, incluso con lo que rechazamos de nosotros. Aceptarnos. No podemos pretender
que nos acepten los demás si damos una imagen negativa de nosotros mismos al afuera.
La regla de oro: Dejar que las cosas sean lo que son. Una vez que he llegado a la
conclusión de que no hay nada que hacer por mi parte y que los hechos se harán
porfiadamente presentes a mi lado, sin mi consentimiento, la razón aconseja aceptarlo
todo con calma, con dulzura incluso.

Sobre la rutina, Larrañaga dice que la misma aparece cuando las cosas comienzan a


perder sus perfiles diferenciadores para un individuo. Las cosas pierden novedad, todo es
igual, informe y amorfo. Entra en juego la monotonía. Como consecuencia, los elementos
diferenciadores de cada momento comienzan a perder relieve. La repetición genera la
rutina. Pero cuando una repetición se siente diferente a su predecesora, no se percibe
rutinaria. La solución, entonces, es dotar de significación a cada cosa que hacemos.

Sobre las impotencias y limitaciones, considera que originalmente el hombre es


contingencia, precariedad, limitación e impotencia. El sufrimiento del hombre: sus
fronteras. El hombre niño crece omnipotente, se convierte en un adulto con limitaciones y
muere siendo un grano de arena. Debemos aceptar que somos fundamentalmente
desvalidos, es muy poco lo que podemos en relación a lo que no podemos, muy pocas
posibilidades tenemos de cambiar las cosas. En vez de frustrarse hay que aprender a
aceptar esta realidad y hacer lo mejor dentro de nuestras posibilidades.
Larrañaga ha profesado que la vida de una persona, está en gran parte condicionada por
las predisposiciones genéticas, fruto de combinaciones entre la información genética
dadas por nuestro padre y madre, cada uno con un aporte del 50 %. Ese aporte es llevado
a cabo mediante las células sexuales, el espermatozoide (la célula más pequeña del ser
humano) y el óvulo (la más grande, de 1/8 mm).

Cuando congenian estas dos células al inicio de la vida humana, se decretan los rasgos
futuros de la persona, así como algunas características y tendencias de la personalidad de
la futura persona.

Por lo tanto se puede afirmar que algunos rasgos de la personalidad son reticentes a su
modificación, lo que implica que el cambio será más dificultoso aun en casos de ardua
lucha. Entonces no vale la pena frustrarse si no se logran los resultados deseados.

Con respecto a la depresión, dice que puede ser endógena o reactiva. Endógena significa
que se origina y proviene de la psique de la persona, pudiendo ser congénita. Una
depresión reactiva es la que nace por acontecimientos externos a la persona. La depresión
maníaca tiene una sintomatología de inestabilidad emocional, pasando bruscamente, en
un movimiento circular y cíclico, de la euforia a la melancolía y viceversa.

Para todo esto, Larrañaga ofrece algunas propuestas, basándose en que quien se ha


vaciado de sí mismo es un sabio. Para el desposeído, el ridículo no existe, el temor nunca
tocará a su puerta, las emergencias no lo asustan. Desaparecen los verbos poseer,
pertenecer, fuente de conflictos y tensiones. Se trata de eliminar el “yo" falso, cargado de
omnipotencia e irrealidad en las mismas dosis. Al que nada tiene y nada quiere tener ¿qué
lo puede turbar?

Si hablan mal de ti, no te defiendas; deja que sangre hasta morir el amor propio. No te
justifiques si tus proyectos no salieron a la medida de tus deseos. No des paso a la
autocompasión.

Imagina ser una estatua yacente: siéntete pesado como el mármol, vacío de emociones y
pensamientos. Vacíate por completo de actividad mental. Permanece así largo rato.
Regresa a tu estado normal lentamente, con movimientos suaves.

En cuanto al autocontrol, Larrañaga plantea que es importante establecer una buena


relación entre nuestra atención y nuestros actos. Estar atentos sólo a lo que hacemos,
olvidándonos de todo lo demás. Cierra los ojos e imagina tus pies con todos sus detalles,
luego haz lo mismo con tus manos. El objetivo es suprimir la actividad mental invasiva, la
que nos llena de pensamientos casi involuntarios. Una cosa muy importante, es que
propone eliminar los dolores neurálgicos y atenuar los orgánicos, mediante la
concentración.

Con respecto a las técnicas para buscar el olvido, Larrañaga propone a cualquier


individuo, pensar en un disgusto de su vida. Imagina que pasas por un prado verde. A una
cierta altura sacas desde dentro de ti el disgusto y lo entierras bajo un metro de tierra. Allí
quedará para siempre.

Acerca de las aflicciones, habla que la gente sufre aflicciones sobre aflicciones: no tanto
por tener, sino por aparentar, por exhibirse, transitando siempre por rutas artificiales,
siguiendo las órdenes de la moda. Por supuesto, es legítimo y sano el deseo de triunfar y
sentirse realizado. Pero por triunfar casi nunca se entiende el hecho de ser productivo y
sentirse íntimamente gozoso. Relativizar lo que nos rodea y lo que vivimos significa
objetivarlas como se habló anteriormente. Reducirlo todo a su dimensión objetiva. Es lo
contrario a absolutizar: sensación de que no existe otra realidad sino la presente y de que
siempre será así.

Y sobre los sufrimientos, se puede leer que el drama no está en sufrir, sino en sufrir
inútilmente. Mas el sufrir no tiene lógica. Cristo murió sufriendo, sin merecer esa suerte. La
justicia no cuenta a la hora de la aflicción. No es un parámetro a tener en cuenta. Si somos
agudos, llegamos a la conclusión de que en realidad todos sufren. Algunos más que otros,
obviamente. Pero la vida es sufrir y no cabe preguntarse el por qué de ese estado. Sería
preguntar por qué vivimos.
Walter peñaloza el curriculum integral libro2 

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