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Xavier Zubiri 1

NUESTRA SITUACION INTELECTUAL

I. La función intelectual. neos constituye una ciencia. Y cuando, dentro de


II. La verdad y la ciencia esta ciencia, un grupo de problemas, de métodos
III. Ciencia, filosofía, vida intelectual o de resultados adquiere suficiente desarrollo para
atraer por sí solo la atención del científico y dis-
traerle de otros problemas, queda automáticamen-
I. La función intelectual {5} te constituida una ciencia “nueva”. El sistema de
las ciencias se identifica con la división del traba-
La vida intelectual se encuentra hoy en una si- jo intelectual, y la definición de cada ciencia, con
tuación profundamente paradójica. el ámbito estadístico de la homogeneidad del
Por un lado, sólo hay dos o tres momentos de conjunto de cuestiones que abarca el científico.
la Historia que puedan compararse con el presen- En rigor, se opera tan sólo con cantidad de cono-
te en densidad y calidad de nuevos conocimientos cimientos. Pero no se sabe dónde comienza y
científicos. Es menester subrayarlo sin la menor termina una ciencia, porque no se sabe, estricta-
reserva; antes bien, con entusiasmo y orgullo de mente hablando, de qué trata. Para que se sepa de
haber nacido en esta época. La metafísica griega, qué trata es menester precisar su objeto propio,
el derecho romano y la religión de Israel (dejando formal y específicamente determinado. La prime-
de lado su origen y destino divinos) son los tres ra confusión que reina en el panorama científico
productos más gigantescos del espíritu humano. actual se debe a la confusión acerca del objeto de
El haberlos absorbido en una unidad radical y cada ciencia.
trascendente constituye una de las manifestacio- 2. Todas las ciencias se hallan colocadas en un
nes históricas más espléndidas de las posibilida- mismo plano. No solamente carecen de unidad
des internas del cristianismo. Sólo la ciencia sistemática, sino hasta de perspectiva. Da lo mis-
moderna puede equipararse en grandeza a aque- mo una que otra. No existe diferencia ninguna de
llos tres legados. Pero, por lo mismo, es menos rango entre los diversos saberes de la humanidad
comprensible el azoramiento que, inexorablemen- actual. En siendo “científicos”, todos los saberes
te, ataca a quien quiera entregarse a una profesión poseen el mismo rango. Parece que se ha llegado
intelectual: a pesar de tanta ciencia, tan verdade- a todo lo contrario de lo que afirmaba Descartes
ra, tan fecunda y central de nuestra vida, a la que cuando decía que todas las ciencias, tomadas {7}
tantos de los mejores afanes humanos se han en su conjunto, constituyen una sola cosa: la
consagrado, el intelectual de hoy, si es sincero, se inteligencia. En lugar de esta unidad, que implica
encuentra rodeado de confusión, desorientado e esencialmente unidad de perspectiva con diferen-
íntimamente descontento consigo mismo. No cias de rango, tenemos un conjunto de saberes
será, naturalmente, por el resultado de su saber. dispersos, proyectados sobre un solo plano. La
I. Confusión en la ciencia. No se trata sola- segunda confusión que produce la ciencia se debe
mente de la confusión radical que puede reinar en a esta sin igual dispersión del saber humano.
algunas de las ciencias más perfectas de nuestro Este “plano científico” está determinado por
tiempo, tales como la física o la matemática. Esta el conocimiento de lo que se llaman los “hechos”.
presunta confusión es, por el contrario, un signo Toda ciencia parte, en efecto, de un positum: el
más de vitalidad, porque se trata de una crisis de objeto, que “está ahí”, y no lo considera sino en
principios. Una {6} ciencia es, en efecto, real- tanto que está ahí. Parece, entonces, que todas las
mente ciencia y no simplemente una colección de ciencias han de ser equivalentes en cuanto cien-
conocimientos, en la medida en que se nutre for- cias, precisamente porque todas son “positivas”.
malmente de sus principias, y en la medida en La radical positivización de la ciencia actúa como
que, desde cada uno de sus resultados, vuelve a un principio nivelador. Pero no se repara en que
aquéllos. Ningún progreso científico es compara- tal vez no todos los objetos sean susceptibles de
ble a aquel en que se perfilan y se modelan anti- igual positivización. Y, en tal caso, si ese su “es-
guos y nuevos principios de una ciencia: Aristóte- tar ahí” no fuera igual para toda suerte de objetos,
les, Arquímedes, Galileo, Newton, Einstein, la positivización no sería niveladora, y las cien-
Planck, serán, por esto, los nombres que jalonan cias, aun las más positivas, tendrían en su propio
las etapas decisivas en la historia de la física, objeto integral un principio de subordinación
inaugurando cada uno una nueva era de esta cien- jerárquica.
cia. II. Desorientación en el mundo. Y es que la
La confusión de que se trata no se refiere, función intelectual misma no tiene un lugar defi-
pues, a esta crisis de principios. Es algo distinto y nido en el mundo actual. No, ciertamente, por
más grave: falta de interés, sino porque esta función se ha
1. Cada una de las muchas ciencias hoy exis- convertido en una especie de secreción de verda-
tentes carece casi por completo de un perfil mar- des, vengan de donde vinieren y versen sobre lo
cado que circunscriba el ámbito de su existencia. que versaren. Ante este diluvio de conocimientos
Cualquier conjunto de conocimientos homogé- positivos el mundo comienza a realizar una peli-
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grosa criba de verdades, fundada precisamente quistar el “espíritu científico”, el “amor a la cien-
sobre el presunto interés que ofrecen, interés que cia”. Olvidan que la función intelectual viene
se torna pronto en una utilidad inmediata. La inscrita en un mundo, y que las verdades, aun las
función intelectual se mide tan sólo por su utili- más abstractas, han sido conquistadas en un mun-
dad, y se tiende a eliminar el resto como simple do dotado de preciso sentido. El hecho de que
curiosidad. De esta suerte, la ciencia se va ha- puedan flotar, sin mengua de su validez, pasando
ciendo cada vez más una técnica. de un mundo a otro, {9} ha podido llevar a la
Esto, que pudiera parecer nada más que peno- impresión de que nacen también fuera de todo
so, es, en realidad, algo más hondo. Este mundo, mundo. No es así. La matemática misma se puso
que se mide así por su utilidad, comienza a perder en movimiento, en Grecia, por la función catárti-
progresivamente la conciencia de sus fines, es ca que le asignó el pitagoreismo; más tarde fue la
decir, comienza a no saber lo que quiere. Y en- vía de ascenso del mundo a Dios y de descenso
tonces sobreviene todo ese ensordecedor clamo- desde Dios al mundo; en Galileo es la estructura
reo en torno, en pro y en contra del “intelectual”, formal de la naturaleza. La gramática nace en la
porque, en realidad, este mundo no sabe dónde antigua India, cuando se siente la necesidad de
va. En lugar de un mundo, tenemos un caos, y en manejar con absoluta corrección litúrgica los
él {8} la función intelectual vaga también caóti- textos sagrados, a cuyas sílabas se atribuía un
camente. “No es difícil ver –decía ya Hegel hace valor mágico, evocador; la necesidad de evitar el
más de una centuria– que nuestro tiempo es una pecado de equivocación engendró la Gramática.
época de nacimiento y una transición hacia un La anatomía nace en Egipto de la necesidad de
nuevo periodo. El espíritu ha roto con el mundo inmortalizar el cuerpo humano. Se van tomando
de la existencia y de las ideas que hasta ahora uno a uno sus miembros más esenciales y se les
poseía, y se halla en vías de hundirlo en el pasado declara solemnemente hijos del dios Sol: este
y ocupado en la tarea de reformarlo. Es verdad recuento fue el origen de la anatomía. La historia
que nunca está en reposo, sino que se halla some- india nació de la necesidad de fijar con fidelidad
tido siempre a un movimiento progresivo. Pero de las grandes acciones pretéritas de los dioses; la
la misma manera que en el niño, después de una fidelidad y no la simple curiosidad engendró la
prolongada y tranquila alimentación, viene la historia en aquel país. Ninguna ciencia escapa a
primera inspiración a romper lo paulatino del esta condición. Por esto, el hecho de que las cien-
simple proceso incremental. Y nace el niño, así cias adquieran un carácter extrahistórico y extra-
también el espíritu en formación va madurando mundano es índice inequívoco de que el mundo
lenta y reposadamente hacia su nueva forma, va se halla afectado de interna descomposición.
arrancando, uno tras otro, los pedacitos de la El hombre, en lugar de limitarse, como el
fábrica de su mundo precedente; su titubeo se animal, a conducirse en un ambiente, tiene que
insinúa tan sólo por síntomas aislados: la frivoli- realizar o malograr propósitos y esbozar proyec-
dad y el aburrimiento que muerden en la existen- tos para sus acciones. El sistema total de estos
cia, el vago barrunto de algo desconocido son proyectos es su mundo. Cuando los proyectos se
presagios de que se cierne algo nuevo. Este paula- convierten en casilleros, cuando los propósitos se
tino desmoronarse, que no altera la fisonomía del transforman en simples reglamentos, el mundo se
todo, se interrumpe por el orto, que, como un desmorona, los hombres se convierten en piezas y
rayo, produce de golpe la hechura del nuevo las ideas se usan, pero no se entienden: la función
mundo” (Fenomenología del espíritu, prólogo, I, intelectual carece ya de sentido preciso. Un paso
3). más, y se renuncia deliberadamente a la verdad:
Y una manera especial de hundirse consiste las ideas se convierten simplemente en esquemas
justamente en no hacer sino sobrevivirse en la de acción, en recetas y etiquetas. La ciencia dege-
imaginación. Buena parte de los “intelectuales”, y nera en oficio, y el científico en clase social: el
no siempre de los de menor relieve científico, se “intelectual”.
sobreviven contemplando su imagen pretérita, en III. Descontento íntimo consigo mismo. Si el
una impresionante ignorancia de la transforma- científico, el “sabedor de cosas” y “poseedor de
ción radical que la fisonomía del intelecto padece. ideas”, al verse solo y desplazado en el mundo,
Una de las cosas que más impresionan al historia- recapacita y entra en sí mismo, ¿qué encuentra
dor que aborda el estudio de la época de Casiodo- dentro de sí con que justificarse? {10}
ro es observar la ingenuidad con que aquellos Posee, desde luego, unos métodos para cono-
hombres, que para nosotros se hallan ya de lleno cer, que dan espléndidos resultados, como jamás
en una nueva Edad de la historia, creen no hacer los hubo en otra época de la Historia. La exube-
sino continuar en línea recta la historia del Impe- rancia de la producción científica alcanza grados
rio Romano. Oyendo a muchos de los mejores tales, que se tiene la impresión de que la cantidad
intelectuales parece que no se trata sino de volver de descubrimientos científicos excede enorme-
a emprender la marcha por “el seguro camino de mente de las actuales capacidades humanas para
la ciencia. Todo se resolvería volviendo a recon- entenderlos.
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No se trata de ponerlo en duda ni de suscitar Tenemos definida así una situación por algu-
un fácil pesimismo, que, en definitiva, sólo puede nos de sus caracteres esenciales:
brotar en inteligencias pusilánimes y débiles. 1. La positivización niveladora del saber.
Nunca la inteligencia humana ha contado con más 2. La desorientación de la función intelectual.
posibilidades que aquellas de que hoy dispone. 3. La ausencia de vida intelectual.
Pero, mirado más hacia dentro y examinada la Más que caracteres fijos, son evidentemente
situación con sinceridad, se ve: tendencias observables en grado diverso. Decía
1. Que, en el científico, sus métodos comien- ya, al comienzo de estas líneas, que, por ejemplo,
zan, a veces, a tener muy poco que ver con su en algunas ciencias, una fecunda crisis de princi-
inteligencia. Los métodos de la ciencia van con- pios es síntoma manifiesto de pujante vitalidad.
virtiéndose con rapidez vertiginosa en simple Pero es evidente que la realidad de esos tres ca-
técnica de ideas o de hechos –una especie de racteres que acabamos de subrayar constituye el
meta-técnica–; pero han dejado de ser lo que su peligro radical de la inteligencia, el riesgo inmi-
nombre indica: órganos que suministran eviden- nente de que deje de existir la vida en la verdad.
cias, vías que conducen a la verdad en cuanto tal. En esta trágica lucha en que se decide la suerte de
2. Que el científico comienza inquietantemen- la inteligencia el intelectual y la ciencia se ven
te a estar harto de saberes. No es un azar. Porque sumidos, a un tiempo, en una peculiar situación,
lo que confiere rango eminente a la producción en nuestra situación. A fuer de tal, lo primero que
científica es el sentido que posee en orden a la debe hacerse es aceptarla como una realidad de
intelección de las cosas, a la verdad. Por este hecho y afrontar el problema que plantea: la res-
sentido es el hombre rector de su investigación y tauración de la vida intelectual. {12}
se afirma en plena posesión de sí mismo y de su
propia ciencia. Pues bien: en este conjunto de {13}
métodos y de resultados de proporciones ingentes II. La verdad y la ciencia
la inteligencia del hombre actual, en lugar de
encontrarse a sí misma en la verdad, está perdida Si bien se mira, puede verse fácilmente que
entre tantas verdades. El intelectual se ve invadi- esos tres caracteres no están producidos al azar.
do, en el fondo de su ser, por un profundo hastío Representan las tres desviaciones a que constitu-
de sí mismo, que asciende, como una densa nie- tivamente se halla expuesta la vida intelectual.
bla, del ejercicio de su propia función intelectual. Toda ciencia tiene como fin último la verdad.
Y es que sus saberes y sus métodos constitu- Y en la estructura misma de la verdad están ya
yen una técnica, pero no una vida intelectual. dados los tres riesgos a que acabamos de referir-
Está, a veces, como dormido para la verdad, nos.
abandonado a la eficacia de sus métodos. Es un La verdad es la posesión intelectual de la ín-
profundo error pensar que la ciencia nace por el dole de las cosas. Las cosas están propuestas al
mero hecho de que su objeto exista y de que el hombre y la verdad no consiste sino en que la
hombre posea una facultad para conocerlo. El inteligencia revista la forma misma de aquéllas.
hombre de Altamira y Descartes no se distinguen Cuando la inteligencia expresa esta situación
tan sólo en que éste filosofía y aquél no, sino en decimos que sus pensamientos poseen verdad.
que el hombre {11} de Altamira no podía filoso- Dicho de otro modo, la verdad es, según la fór-
far. Para que la ciencia nazca y continúe existien- mula tradicional, un acuerdo del pensamiento con
do hace falta algo más que la nuda facultad de las cosas. Todo el problema de la ciencia estriba,
producirla. Hace falta que se den ciertas posibili- pues, en llegar a un acuerdo cada vez mayor con
dades. Penosa y lentamente, el hombre ha ido la mayor cantidad de cosas. ¿Cuáles son las con-
tejiendo un sutil y vidrioso sistema de posibilida- diciones de este acuerdo?
des para la ciencia. Cuando se desvanecen, la 1. En primer lugar, algo que es previo al ejer-
ciencia deja de ser viva para convertirse en pro- cicio de la función intelectual: las cosas mismas
ducto seco, en cadáver de la verdad. La ciencia están “propuestas” a la inteligencia; esto es, las
nació solamente en una vida intelectual. No cuan- cosas han de estar presentes al hombre. Dejemos
do el hombre estuvo, como por un azar, en pose- de lado toda complicación ulterior. Cualesquiera
sión de verdades, sino justamente al revés, cuan- sean los medios y vías por los que el hombre
do se encontró poseído por la verdad. En este pueda tener presente las cosas, éstas han de estar-
“pathos” de la verdad se gestó la ciencia. El cien- lo ante aquél. De lo contrario sería absolutamente
tífico de hoy ha dejado muchas veces de llevar imposible ni comenzar a entender. Podríamos, tal
una vida intelectual. En su lugar, cree poder con- vez, pensar, pero estos pensamientos puros no
tentarse con sus productos, para satisfacer, en el serian por sí solos conocimientos ni verdaderos ni
mejor de los casos, una simple curiosidad intelec- falsos. A esta patencia de las cosas puede darse
tual. radicalmente el nombre de verdad. Así la {14}
*** llamaron los griegos: a-léthia, descubrimiento,
patentización.[1] Si las cosas estuvieran presentes
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y manifiestas todas, en todo su detalle y estructu- en ellas incumba a la realidad misma, no es esta
ra interna, la inteligencia no sería sino un fiel suficiente para alumbrar aquel cuestionario. Si así
espejo de la realidad. No es esto lo que ocurre. fuera, la ciencia sería consustancial al hombre.
Antes bien, la presencia de unas cosas oculta la de Ahí están las cosas desde que el mundo es mun-
otras; los detalles de las cosas no manifiestan sin do, y ahí está la inteligencia humana moviéndose
más su interna estructura. De ahí que la inteligen- entre porqués desde que hay hombres. Sin embar-
cia se vea envuelta en una situación azarosa. go, la ciencia tiene una historia tardía, lenta y
Necesita aprender a acercarse a las cosas, para tortuosa. Aun en las más objetivas de las ciencias,
que éstas se le {15} manifiesten cada vez más. es innegable esta condicionalidad histórica. Hay
Este modo o camino de acercarse a ellas es lo que problemas que tan sólo se plantean en ciertas
desde antiguo se ha llamado méthodos, método. épocas; inclusive problemas planteados y resuel-
Método no es sino el camino que nos lleva a las tos, tal vez por azar, en una época, quedan aisla-
cosas, no es un simple reglamento intelectual. He dos en la ciencia porque su estado histórico no
aquí la primera condición de la verdad: atenerse a permite darles sentido. El sistema de preguntas
las cosas mismas. nace de la estructura total de la situación de la
2. Pero el problema de la verdad no queda inteligencia humana.
agotado con ello, ni mucho menos. Si así fuera, la Estas tres condiciones pueden expresarse,
inteligencia no haría sino registrar cosas, una vez pues, y deben expresarse en orden inverso: en su
que éstas le estuvieran presentes. Durante centu- situación concreta, el hombre esboza un proyecto,
rias y centurias ha sido casi siempre así, o, por lo un modo de acercarse a las cosas e interrogarías,
menos, ha sido sobre todo así. El hombre, sin y sólo entonces dan éstas la respuesta en que se
embargo, no siempre espera a que las cosas pasen constituye el acuerdo con ellas: la verdad.
ante sus ojos. Las mayores conquistas de la física Y aquí aparece el triple riesgo a que la inteli-
moderna se deben al audaz impulso con que el gencia se halla expuesta en su esfuerzo por la
hombre, en lugar de seguir a la naturaleza, se verdad.
anticipa a ella mediante un interrogatorio. La El hombre, en efecto, no tiene ante sí ni todas
verdad, como un acuerdo de la inteligencia con las cosas ni el todo de ninguna. Pero con esos
las cosas, supone una cierta manera –afortunada o fragmentos de fragmentos, gracias precisamente a
feliz– de preguntarse por ellas. No se trata tan que queda oculto para él este su carácter fragmen-
sólo de las interrogantes genéricas que la inteli- tario, el hombre se lanza naturalmente a constituir
gencia por su propia índole no puede dejar de su mundo, esa totalidad sólo en la cual se da y
plantear. Toda búsqueda, aun la más modesta, puede darse cada una de las cosas. Es obvio en-
supone, efectivamente, que el hombre se pregunta tonces que la ciencia comience por disolver, por
por qué ocurre algo, qué es algo, etc. No se trata lo menos intencionalmente, ese mundo ingenuo
de esto. Trátase más bien de un modo concreto de para reducirlo a sus justas proporciones cognosci-
formular esas preguntas genéricas. No es lo mis- tivas. Esta justa proporción está expresada en el
mo el sentido del porqué en filosofía o en psico- vocablo “los hechos”: lo que está ante mí, tan
logía. Si se pregunta por qué muevo el brazo, no sólo por estarlo y en la medida en que lo está, sin
tiene sentido, para el fisiólogo, responder: porque la menor intervención por mi parte. Ahora bien:
quiero. Una cosa es preguntarse por qué ocurre un los hechos así entendidos fácilmente se propende
fenómeno, otra delimitar con mi pregunta el área a reducirlos a los datos empíricos. La verdad
en que voy a investigar el fenómeno, e inclusive científica no consistirá sino en un acuerdo con
forzar a la naturaleza con mis preguntas a que estos datos, y la ciencia será simplemente un
presente fenómenos que sin ellas nunca hubiera saber acerca de su concatenación ordenada. La
presentado. Estos modos concretos de plantear las reducción de las cosas a hechos, y de éstos a
cuestiones, mejor dicho, este modo primario y datos sensibles, lleva inexorablemente a la idea de
previo de acercarse a la realidad, es un supuesto una vida intelectual en que todos los saberes son
para todo posible acuerdo con ella. Si se quiere {17} equivalentes y cuya dispersa unidad está
hablar de métodos, no será éste un método que dada tan sólo en la enciclopedia del saber entero.
lleve simplemente a resolver los problemas que Tal fue la obra del positivismo.
las cosas plantean, sino un método que nos lleve Pero sobre todo durante el siglo xix, con otra
más bien a forzar a que las cosas nos planteen ciencia en la mano, la física teórica, el hombre
nuevos problemas. Es un método de interrogación comprendió la insuficiencia de esta construcción.
más que de resolución. Así, la matemática sirvió La ciencia física moderna nació cuando el cientí-
de método de interrogación para la física. La fico se decidió a interrogar matemáticamente a la
verdad, pues, presupone un sistema de cuestiones naturaleza. La ciencia necesita saber interrogar a
previas con que la inteligencia afronta la realidad. las cosas. Y esta “necesidad” viene impuesta al
{16} científico por el mero hecho de proponerse des-
3. ¿De dónde nace este sistema de preguntas? cubrir un orden inteligible en los datos empíricos.
Indiscutiblemente, cualquiera que sea la parte que La verdad no es algo que simplemente se da, algo
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con que el hombre se encuentra; la verdad es algo un aspecto de estos estados. Empleando la termi-
más que un hecho: es una necesidad. El hombre nología entonces al uso, si llamamos cultura al
necesita saber cómo van a ir ocurriendo las cosas, producto de la realidad histórica, la ciencia no
si no quiere verse perdido entre ellas. Y esta ne- sería sino una forma de un estado cultural. Expre-
cesidad es la que llevó al hombre a modelar la sa el aspecto intelectual de una situación históri-
manera de enfrentarse con aquéllas. Y como toda ca, un valor cultural. La verdad es el valor de la
necesidad, se dijo entonces, la necesidad de la inteligencia. Y, como todo valor, no existe sino
verdad es un fenómeno de estructura biológica; y por el sentido que adquiere en una situación.
como toda vida, la de la inteligencia ha de obede- Cada época, cada pueblo, tiene su sistema de
cer por lo menos a la ley del máximo rendimiento valores, su diverso modo de entender el universo
con el mínimo esfuerzo. La ciencia logra median- –más valioso en unos que en otros, pero reflejo
te su interrogatorio reducir la variedad enorme de siempre de una situación histórica–, sin que nin-
los datos sensibles a unas cuantas relaciones sen- guno tenga derecho a arrogarse el carácter de
cillas que le permiten prever el curso de los fe- único y absoluto. Es el historicismo aliado fácil
nómenos. Más que visión, la ciencia es previsión. del pragmatismo.
Y por esto, como se decía hace cincuenta años, la Positivismo, pragmatismo e historicismo son
economía del pensar lleva a medir las fenómenos las tres grandes desviaciones a que en una u otra
con precisión y a encasillarlos en fórmulas mate- forma se halla expuesta la verdad por su triple
máticas. Cada una es un conjunto potencial de estructura intelectual. La verdad es expresión de
innumerables fenómenos, que capacita al hombre lo que hay en las cosas; y entendidas éstas como
para manejar el curso futuro de éstos con máxima meros datos empíricos, se desliza suavemente
seguridad y sencillez. La verdad es un acuerdo hacia el positivismo. La verdad no se conquista
con las cosas, pero sobre todo con las cosas futu- sino en un modo de interrogar a la realidad; y
ras; y, por tanto, vista desde el presente, una ley entendido este interrogatorio como una necesidad
verdadera no es sino un intento para dominar el humana de manejar con éxito el curso de los
curso de aquéllas. La vida intelectual es entonces hechos, se deriva {19} hacia el pragmatismo. La
la progresiva creación de fórmulas que permiten verdad no existe sino desde una situación deter-
manejar la realidad con el máximo de sencillez. minada; entendida ésta como un estado objetivo
Su verdad se mide tan sólo por su eficacia. Es el del espíritu, se sumerge en el historicismo. Tres
pragmatismo, prolongación natural del positivis- desviaciones que no son independientes. Vista
mo. desde su última raíz, la situación histórica del
Pero el pragmatismo, al subrayar el carácter hombre europeo le llevó a apoyar buena parte de
formulario y simbólico de todo interrogatorio, ha su vida en la inteligencia científica; por ello se ve
apuntado a una raíz más honda: la necesidad vital. impulsada a dar forma intelectual a su modo de
Para el pragmatismo la vida mental es un caso acercarse a las cosas; y gracias a este formulario
particular de la biología. Ahora bien: esta {18} puede descubrir y precisar lo que son las cosas
asimilación ha parecido excesiva, por lo que tiene como hechos.
de simplista. La vida mental, y más generalmente No será difícil reconocer que en el fondo de
la vida humana, no es puramente biológica. Con los tres caracteres, que anteriormente descubri-
raíces y mecanismos biológicos, el hombre, el mos en nuestra propia situación intelectual, sub-
zôion articula un bios. Más exacto, con ser insufi- yacen más o menos explícitamente estas tres
ciente, sería decir que la biología humana es un actitudes ante la verdad y ante la ciencia. Cierto
caso particular del bios humano. Y la vida así que, salvo en casos aislados, no se encontraría
entendida surge siempre de una situación; en ella hoy nadie capaz de suscribir íntegramente ningu-
se mueve y se desenvuelve. Sólo dentro de esta na de esas tres concepciones. El menos ocupado
situación adquiere sentido y estructura el pensa- en cuestiones filosóficas sentirá en ellas algo
miento. Es cierto que la verdad no puede ser definitivamente pretérito y preterido. Pero seria
lograda más que por una manera especial de acer- una grave ilusión creer que sus efectos desapare-
carse a las cosas, pero esta manera está ya dada cieron al desaparecer su vigencia intelectual.
en el modo general con que el hombre por su bios Desaparecieron tal vez como teoría de la ciencia,
está situado ante aquéllas. El dinamismo de las pero nos dejaron en la situación intelectual en que
situaciones históricas es lo que condiciona el hoy nos debatimos. El carácter disperso y nivela-
origen de nuestro modo de aproximamos a la dor del saber es el resultado natural de la actitud
realidad, hállese o no plasmado en un cuestiona- positivista. El tecnicismo de nuestra labor cientí-
rio explícito. Y esta situación histórica matiza fica no es sino un pragmatismo en marcha. La
también el sentido de la verdad. Como las situa- ausencia de verdadera vida intelectual y la aten-
ciones históricas –así se creía, por lo menos du- ción dirigida preferentemente a estados de civili-
rante el siglo XIX– son estados del espíritu, todo zación con sus diferentes “maneras de ver” las
lo objetivos que se quiera, pero estados suyos, la cosas, son, en medida todavía mucho mayor, un
verdad misma y la ciencia en general no son sino historicismo radical. Si se pregunta entonces qué
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se entiende hoy, en la mayoría de los casos, por pensar. En su virtud, para el pensamiento, las
una vida intelectual, sería fácil obtener estas res- cosas no son impresiones suyas; no son simple-
puestas: la vida intelectual es un esfuerzo por mente algo {21} con que el pensamiento tropieza,
ordenar los hechos en un esquema cada vez más sino que el modo de “tenerlas” es paradójicamen-
amplio y coherente; es un enriquecimiento de la te “colocarlas a distancia”, entendiendo que
enciclopedia del saber. La vida intelectual es un “son”. No solamente “tenemos” cosas, sino que
esfuerzo por simplificar y dominar el curso de los las cosas “son” de tal o cual manera. La diferen-
hechos: es la técnica eficaz de las ideas. La vida cia radical entre los sentidos y el pensar es, pues,
intelectual es nuestra manera de ver los hechos: la una diferencia de “colocación”, por así decirlo,
expresión de nuestra curiosidad europea. Y en los frente a su objeto: los sentidos “tienen” impresio-
tres casos el mero enunciado de la fórmula hace nes, el pensar entiende que “son”. Sin esta prima-
detenerse cautamente a quien quiera acercarse ria dimensión objetiva del pensar no puede ha-
hoy a una profesión intelectual. Son tres {20} blarse de pensamiento. Es lo que distingue radi-
concepciones que expresan más que la índole de calmente el pensar de toda forma de sentir. El
la ciencia, el riesgo inminente de su interna des- más modesto de los datos sensibles es para el
composición. pensar una expresión de algo que es. Y como
Detengamos, sin embargo, un poco la refle- pensamiento y sensibilidad no son funciones
xión sobre la raíz común de estas desviaciones. necesariamente separadas, resultará que incluso
La verdad comenzó presentándosenos como un en toda percepción sensible va incluido este mo-
acuerdo con las cosas, o si se quiere, como un mento del “es” por el que el hombre, aun dentro
esfuerzo por estar de acuerdo con ellas. Pero en de la esfera empírica, se mueve en un mundo de
esta idea del “acuerdo” se encierra un grave equí- cosas, y no simplemente en un ámbito de impre-
voco que es menester esclarecer. Escuchando siones. No se trata de teorías filosóficas, sino de
estas diversas concepciones de la ciencia, se ob- una mera descripción inmediata del acto de pen-
serva que en todas ellas se subraya cada vez más sar. [2] Gracias a este desdoblamiento constituti-
enérgicamente el esfuerzo por llegar a este acuer- vo del “es” el pensar se encuentra ante unas co-
do; tan enérgicamente, que se tiene la impresión sas, entendiendo de ellas lo que son. A este en-
oculta de que, para ellas, la situación primaria del tender, lo que son es a lo que se llama ideas. Por
hombre sería carecer de cosas. Parece que la esto, decía, no es la idea principio, sino resultado
ciencia consiste en damos cosas de que primaria y de la función pensante. Y por esto también, las
radicalmente estaríamos desposeídos. Que en ideas, aun estando en mí, son de las cosas.
buena parte sea así, no es menester insistir en El pensamiento, pues, es cierto que tiene que
ello. Pero no se trata de esto; no es cuestión de conquistar cosas, pero es porque está ya previa-
averiguar la, menor o mayor cantidad de cosas mente moviéndose en ellas. Y aquí está el grave
que el hombre conozca o desconozca primaria- equívoco a que antes aludía. La verdad, como un
mente. Se trata de algo más grave: de saber sí por acuerdo con las cosas, supone siempre un previo
su propia cualidad interna, esa privación de objeto estar en ellas. Hay una verdad (y sí se quiere
es o no radical para la inteligencia. Y esto ya no también una falsedad, dejemos el problema) radi-
es cuestión de ciencia, sino algo que afecta a la cal y primaria de la inteligencia: su constitutiva
estructura general del pensar en cuanto tal. inmersión en las cosas. Por esto puede proponerse
Por una analogía externa con el presunto estar o no de acuerdo con ellas, porque previa-
“mundo sensible” se propende a creer que la mente está con ellas y en ellas. La verdad, como
función primaria del pensar sea formar ideas,- de un acuerdo entre una {22} afirmación y una
la ‘misma manera que los sentidos, abandonados realidad, es siempre algo secundario y derivado;
a sí mismos, no nos dan sino impresiones. El hay una verdad primaria, que es precisamente la
pensar sería una especie de sensibilidad o sensa- que plantea la necesidad de discernir unas cosas
ción intelectual. ¿Es esto exacto? de otras, y de decidir este discernimiento con el
Las ideas son más bien el resultado de la acti- logos. De ahí que a las tres condiciones de la
vidad pensante. Y ello ha hecho resbalar muchas verdad, a que antes aludía, les sea constitutiva una
veces sobre el oculto principio del pensar mismo. primaria e inamisible unidad entre el pensamiento
Por su propia estructura objetiva, el pensamiento, y las cosas. Dejemos de lado el problema filosófi-
a diferencia de los sentidos, no tiene su raíz en co que plantea esta unidad.
una mera impresión; o si se quiere, no es la im- Ahora bien: es fácil observar que la raíz co-
presión lo que constituye primariamente la índole mún de las tres desviaciones arriba citadas se
misma del pensar. El pensamiento, por su propia halla justamente en el olvido teórico y efectivo a
estructura, no puede recibir impresión alguna sí un tiempo de esta radical dimensión objetiva. del
no es desdoblando, por así decirlo, su contenido. pensar y de la verdad. Asistimos en ellas a una
El acto más elemental de pensar desdobla la cosa interpretación del pensamiento que lo va redu-
en dos planos: la cosa que es y aquello que ella ciendo cada vez más a mera impresión. De aquí a
es. El “es” es la estructura formal y objetiva del considerarlo tan sólo como un estado del hombre
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(de los sentidos, de la vida o de la situación histó- intelectual no depende tan sólo, ni tan siquiera
rica, poco importa) no hay sino un paso. Dicho en primariamente, de la inteligencia misma. La cien-
otra forma: el pensamiento actual en la ciencia cia, decíamos, nació tan sólo cuando se produje-
tiende vertiginosamente a la pérdida de su objeto: ron las posibilidades que permitieron su existen-
las cosas. Esta pérdida es la esencia común a los cia. El hombre tuvo que poner en juego algo que
tres rasgos de nuestra situación intelectual. Se le llevó a conocer. Y este algo plantea el proble-
acaba por no saber qué se sabe ni qué se busca. ma más hondo de la existencia. El desarraigo de
Pero si se considera la ciencia como una penetra- la inteligencia actual no es sino un aspecto del
ción cada vez más honda y más extensa en un desarraigo de la existencia entera. Sólo lo que
mundo de objetos en que constitutivamente esta- vuelva a hacer arraigar nuevamente a la existen-
mos inmersos, todo cambia súbitamente de aspec- cia en su primigenia raíz puede restablecer con
to. El positum no es una mera impresión sensible; plenitud el noble ejercicio de la vida intelectual.
la simplicidad en el manejo de los fenómenos no Desde antiguo, este arraigo de la existencia tiene
es una ciega utilidad biológica; la situación histó- un hombre preciso: se llama religación o religión.
rica en que nos hallamos colocados no es una En un trabajo publicado hace cinco años traté el
mera forma objetiva del espíritu. En cualquiera de problema. A él me remito, para evitar que precipi-
estos tres aspectos, el pensamiento y el hombre tadamente se piense en vaguedades románticas, o
no pueden concebirse ni entenderse sí no es en y se crea que aludo a ningún tipo de prácticas reli-
con las cosas. Y por esto las tres condiciones giosas. Es la religación primaria y fundamental de
esenciales de la verdad no pueden identificarse la existencia.
con el positivismo, con el pragmatismo y con el Pero si en este restablecimiento, la inteligen-
historicismo. Son las cosas las que nos imponen cia no es una condición suficiente para él, no
nuestros esfuerzos. Por esto la ciencia no es una deja, sin embargo, de ser una condición necesaria.
simple adición de verdades que el hombre posee, Y la primera misión de la inteligencia consiste
sino el despliegue de una inteligencia poseída por en esclarecer la situación misma a que ha llegado
la verdad. Entonces las ciencias ya no se hallan y convertirla en problema. {26}
meramente yuxtapuestas, sino que se exigen mu- Al tratar de enfrentarse con las dimensiones
tuamente para captar diversas facetas y planos de radicales de la situación en que se halla, la inteli-
diversa profundidad, de un mismo objeto real. La gencia se encuentra consigo misma (por un pro-
vida intelectual es un constante esfuerzo por man- ceso bien distinto del cartesiano), y se ve envuelta
tenerse en esta unidad primaria e integral. {23} en una serie de cuestiones que le plantea su pro-
Claro está, no basta con decirlo. Los tres ca- pia situación:
racteres que hemos apuntado páginas atrás defi- 1. El problema de la positivización del saber
nen, por algunos de sus rasgos, nuestra situación, es un problema que se cierne sobre toda forma de
y ponen de manifiesto la urgente necesidad de la saber positivo y sobre toda realidad positiva. Y al
reconquista de este sentido del objeto. Nuestra moverse en esta línea, la inteligencia no se ve
faena consiste en buena parte en lograrlo desde simplemente arrojada de una región de esta reali-
nuestra situación. Es cierto que el objeto, preci- dad a otra, ni de un modo de saber positivo a otro,
samente por ser constitutivo del pensar, jamás sino que, abarcando en su mirada todo lo positivo,
está ausente de él, ni tan siquiera en la situación hace de ello objeto de una consideración trans-
actual nuestra. Pero en ella se halla especialmente positiva o transcendental. Es un saber que no es
oscurecido. Tal vez en ese oscurecimiento tengan de esto o de lo otro, sino de todo, pero de otra
culpa, y grave, muchas concepciones del “obje- manera. No es un saber más entre los otros sabe-
to”, probablemente, por ello, insostenibles. Con res, sino una nueva especie de saber.
hondura y alcance muy distintos, según los casos, 2. El problema de la desorientación en el
pero nada de lo que alguna vez ha sucedido de mundo nos llevará análogamente a una considera-
veras, carece de razón. Por esto no se trata de una ción de las diversas formas del mundo y de visión
mera reconquista, sino de un replanteamiento del mundo, no para brincar de una a otra, ni para
radical del problema, con los ojos limpios y la complacernos en la simple contemplación de un
mirada libre. {24} museo o tipología de concepciones del mundo y
de la vida, sino para abarcarlas a todas en una
III. Ciencia, filosofía, vida intelectual{25} consideración, por así decirlo, trans-mundana,
trans-cendental a su modo.
Con todo ello, en efecto, no se ha dado sino el 3. El problema de la ausencia de vida intelec-
primer paso que la situación misma impone: la tual nos llevará, finalmente, a una consideración
entrada del hombre en sí mismo para ver con de la inteligencia, que abrace todas las formas
claridad “dónde está”. No es, en modo alguno, posibles de su ejercicio, no para decidir por una
evidente que el hombre posea entonces la energía con preferencia a las otras, sino para esclarecer la
suficiente para mantenerse a solas consigo mismo índole de la función intelectual en cuanto tal. Una
y no huir de sí. Por esto, la salvación de la vida
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especie de consideración trans-intelectual o trans- ca vida intelectual. Lo demás es {28} brillante


cendental. “aprendizaje” de libros o espléndida confección
A poco que se reflexione, se verá entonces de lecciones magistrales”. Se pueden, en efecto,
que, bajo una u otra forma, en su radical soledad, escribir toneladas de papel y consumir una larga
no en una soledad abstracta, sino en la soledad vida en una cátedra de filosofía, y no haber roza-
concreta de su situación real, la inteligencia, al do, ni tan siquiera de lejos, el más leve vestigio de
ejercitar esta faena de entrar en si misma, está vida filosófica. Recíprocamente, se puede carecer
justamente moviéndose en dirección a tres ideas en absoluto de “originalidad”, y poseer, en lo más
fundamentales. La positivización del saber con- recóndito de sí mismo el interno y callado movi-
duce a la idea de todo cuanto es, por el mero miento del filosofar.
hecho de serlo, es decir, a la idea del ser. La La filosofía, pues, ha de hacerse, y por esto no
desorientación del mundo lleva a esclarecer la es cuestión de aprendizaje abstracto. Como todo
idea del mundo en cuanto {27} tal. La ausencia hacer verdadero, es una operación concreta, eje-
de vida intelectual nos descubre la índole de la cutada desde una situación. ¿Cuál es hoy esta
inteligencia en cuanto tal, esto es, la vida teoréti- situación? Difícil responder a esta pregunta. Toda
ca. Al hacerlo, la inteligencia se halla ejercitando situación se acusa en ciertos problemas plantea-
una auténtica vida intelectual, en un mundo de dos por la oculta inestabilidad e inconsistencia
problemas perfectamente orientado, con las reali- que subyace en su fondo. Ya hemos visto que,
dades todas en su más honda y total concreción. partiendo de la ciencia, se llega a tres ideas: el
No otra cosa es la filosofía. La filosofía es ser, el mundo y la teoría. Sobre ellas ha de vivir la
simplemente “saber transcendental”. No creo ciencia, y constituyen desde antiguo el objeto de
necesario insistir en que este adjetivo no envuelve la filosofía. Pero la filosofía actual se debate en
la menor alusión a la terminología idealista. torno a estas tres ideas. Ser, mundo y teoría son el
La filosofía no es, en modo alguno, una con- título de tres grandes problemas o inquietudes
dición suficiente para restaurar la vida de la inte- intelectuales, no tres ideas ya hechas y termina-
ligencia; pero es, desde luego, condición necesa- das.
ria para ello. Y esto, no por una conveniencia o Estos tres problemas se hallan planteados, en
feliz congruencia de la filosofía con esta misión, la filosofía actual, por tres realidades que consti-
sino porque la filosofía consiste precisamente en tuyen, a no dudarlo, el contenido más real del
el problema del ser, del mundo y de la teoría, hombre de hoy.
planteados por la simple entrada de la inteligencia Desde el siglo XVIII, la historia va apretando
en sí misma. cada vez más la existencia humana. Mientras,
Recíprocamente, puede decirse que, desde un hasta entonces, salvo en casos aislados y en aisla-
punto de vista puramente intelectual, la situación das circunstancias, se consideró siempre la histo-
azarosa y paradójica en que se halla hoy el hom- ria como algo que pasa al hombre, hoy la histori-
bre significa, en última instancia, ausencia de cidad pugna por introducirse en su propio ser.
filosofía. “Tan extraño –dice Hegel, al comienzo Con lo cual la idea del ser, sobre la que se ha
de su Lógica– como un pueblo para quien se inscrito la casi totalidad de la filosofía, desde sus
hubieran hecho inservibles su derecho político, orígenes hasta nuestros días, vacila y se torna en
sus inclinaciones y sus hábitos, es el espectáculo grave problema.
de un pueblo que ha perdido su metafísica, de un Por otro lado, el desarrollo gigantesco de
pueblo en el cual no tiene existencia ninguna el nuestra técnica ha modificado profundamente la
espíritu, ocupado con su propia esencia.” Y, como manera como el hombre existe en el mundo. Pue-
Platón, nos invita también a retirarnos “a las tran- de decirse que, realmente, la técnica constituye la
quilas moradas del pensar que ha entrado en sí manera concreta como el hombre actual existe
mismo, y en sí mismo permanece, donde callan entre las cosas. Pero mientras para la antigüedad
los intereses que mueven la vida de los pueblos y la técnica era un modo de saber, para el hombre
de los individuos”. moderno va cobrando progresivamente un carác-
Lo difícil del caso es que la filosofía no es al- ter cada vez más puramente operativo. El homo
go hecho, que esté ahí y de que baste echar mano sapiens ha ido cediendo el puesto, cada vez más,
para servirse a discreción. En todo hombre, la al homo {29} faber. De ahí la grave crisis que
filosofía es cosa que ha de fabricarse por un es- afecta a la idea misma del mundo y de la función
fuerzo personal. No se trata de que cada cual haya rectora del hombre en su vida.
de comenzar en cero o inventar un sistema pro- Finalmente, las complicaciones de todo orden,
pio. Todo lo contrario. Precisamente, por tratarse en la vida cotidiana privada y en la vida pública,
de un saber radical y último, la filosofía se halla nos convierten en problema agudo los resortes
montada, más que otro saber alguno, sobre una más elementales sobre los que se hallaba montada
tradición. De lo que se trata es de que, aun admi- nuestra existencia. La urgencia arrastra al hombre
tiendo filosofías ya hechas, esta adscripción sea contemporáneo, y su interés se vuelca en lo in-
resultado de un esfuerzo personal, de una auténti- mediato. De ahí la grave confusión entre lo ur-
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gente y lo importante, que conduce a una sobrees- desvanece, va a entrar en sí mismo y llegar a
timación de las decisiones voluntarias respecto de Dios. Cambió el horizonte del filosofar. La filoso-
la remota e inoperante especulación teorética. fía, razón creada, fue posible apoyada en Dios,
Mientras, para un griego, la forma suprema de la razón increada. Pero esta razón creada se pone en
praxis fue la teoría, para el hombre contemporá- marcha, y en un vertiginoso despliegue de dos
neo la teoría va quedando tan alejada de lo que siglos irá subrayando progresivamente su carácter
llama “vida”, que, a veces, viene a resultar lo creado sobre el racional, de suerte que, a la pos-
teórico sinónimo de lo no verdadero, de lo alejado tre, la razón se convertirá en pura criatura de
de la realidad. Dios, infinitamente alejada del Creador y reclui-
La historia, la técnica y la urgencia vital con- da, por tanto, cada vez más, en sí misma. Es la
vierten en grave problema esas tres ideas, que situación a que se llega en el siglo xiv.
constituyeron el contenido inconmovible de la Sólo ahora, sin mundo y sin Dios, el hombre
filosofía precedente. Con ello, la idea misma de se ve forzado a rehacer el camino de la filosofía,
filosofía queda envuelta en radical problematis- apoyado en la única realidad substante de su
mo. El predominio de uno de estos tres problemas propia razón: es el otro del mundo moderno.
condujo, a lo largo de los tiempos, a tres concep- Alejada de Dios y de las cosas, en posesión tan
ciones distintas de la filosofía: la filosofía como sólo de sí misma, la razón tiene que hallar en su
un saber teorético de lo que las cosas son; la filo- seno los móviles y los órganos que le permitan
sofía como un saber rector del mundo y de la llegar al mundo y a Dios. No lo logra. Y, en su
vida; la filosofía como una forma de vida perso- lugar, a fuerza de intentar descubrir estas vertien-
nal. Al convertirse hoy en radical problema el ser, tes mundanales y divinas de la razón, acaba por
el mundo y la teoría, estas tres concepciones convertirlas en la realidad misma del mundo y de
quedan también en suspenso y dejan flotando, Dios. Es el idealismo y el panteísmo del siglo
ante el hombre de hoy, el problema central de la XIX.
posibilidad y del sentido mismo del filosofar. El resultado fue paradójico. Cuando el hombre
Conscientes del carácter histórico de toda situa- y la razón creyeron serlo todo, se perdieron a sí
ción, dominado el mundo por la técnica, acosado mismos; quedaron, en cierto modo, anonadados.
el hombre por las urgencias más apremiantes, De esta suerte, el hombre del siglo XX{31} se
¿qué sentido puede tener el filosofar? ¿Puede encuentra más solo aún; esta vez, sin mundo, sin
darse una forma de inteligencia que, sin radical y Dios y sin sí mismo. Singular condición histórica.
penoso equívoco, venga designada con el mismo Intelectualmente, no le queda al hombre de hoy
vocablo de filosofía con que los griegos designa- más que el lugar ontológico donde pudo inscribir-
ron la forma suprema de sabiduría? El problema se la realidad del mundo, de Dios y de su propia
de la filosofía de hoy se reduce, en el fondo, al existencia. Es la soledad absoluta. A solas con su
problema mismo del filosofar; es la filosofía pasar, sin más apoyo que lo que fue, el hombre
como problema. actual huye de su propio vacío: se refugia en la
¿Qué es lo que agita este problema? ¿En qué reviviscencia mnemónica de un pasado; exprime
consiste, en definitiva, la situación intelectual en las maravillosas posibilidades técnicas del univer-
que tan extrañamente nos {30} hallamos instala- so; marcha veloz a la solución de los urgentes
dos? Nadie elige su situación primaria. Incluso al problemas cotidianos. Huye de sí; hace transcurrir
primero de los hombres Dios le creó en una situa- su vida sobre la superficie de sí mismo. Renuncia
ción que no fue obra suya: El Paraíso. La filosofía a adoptar actitudes radicales y últimas: la existen-
no está sustraída a esta condición. Nació apoyada cia del hombre actual es constitutivamente centrí-
en la naturaleza y en el hombre que forma parte fuga y penúltima. De ahí el angustioso coeficiente
de ella, dominados ambos, en su interna estructu- de provisionalidad que amenaza disolver la vida
ra y en su destino, por la acción de los dioses. Fue contemporánea. Pero si, por un esfuerzo supremo,
la obra de los jónicos, y constituyó el tema per- logra el hombre replegarse sobre sí mismo, siente
manente de la especulación helénica. Unos siglos pasar por su abismático fondo, como umbrae
más tarde, Grecia asiste al fracaso de este intento silentes, las interrogantes últimas de la existencia.
de entender al hombre como ser puramente natu- Resuenan en la oquedad de su persona las cues-
ral. La naturaleza, huidiza y fugitiva, arrastra al tiones acerca del ser, del mundo y de la verdad.
logos humano: Grecia se hundió para siempre en Enclavados en esta nueva soledad sonora, nos
su vano intento de naturalizar al logos y al hom- hallamos situados allende todo cuanto hay, en una
bre. especie de situación trans-real: es una situación
Sin mundo ya, Grecia recibe un día la predi- estrictamente trans-física, metafísica. Su fórmula
cación cristiana. El cristianismo salva al griego, intelectual es justamente el problema de la filoso-
descubriéndole un mundo espiritual y personal fía contemporánea.
que transciende de la naturaleza. A partir de este Barcelona, mayo 1942.
momento, el hombre va a emprender una ruta
intelectual distinta; desde una naturaleza que se
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NOTAS

*Bibliografía oficial #43, pp 3-31, paginación de la 5a edición

[1] Por amor a la precisión, no será ocioso decir que el senti-


do primario de la palabra alétheia no es “descubrimiento”,
“patencia”. Aunque el vocablo contiene la raíz *la-dh-,
“estar oculto”, con un -dh- sufijo de estado (lat. lateo de
*la-t, Benveniste; ai, rahú- el demonio que eclipsa al sol y
a la luna; tal vez gr. alastós, el que no se olvida de sus
sentimientos, de sus resentimientos, violento, etc.), la pa-
labra aléthia tiene su origen en el adjetivo alethés, del que
es su abstracto. A su vez, alethés deriva de lethos, lathos,
que significa “olvido” (pasaje único Teoc., 23, 24). Primi-
tivamente alétheia significó, pues, algo sin olvido; algo en
que nada ha caído en olvido “completo” (Kretschmer,
Debrunner). La patencia única a que alétheia alude es,
pues, simplemente la del recuerdo. De aquí, por lo que
tiene de completo, alétheia vino a significar más tarde la
simple patencia, el descubrimiento de algo, la verdad. Pe-
ro la idea misma de verdad tiene su expresión primaria en
otras voces. El latín, el celta y el germánico expresan la
idea de verdad a base de una raíz *uero-, cuyo sentido
original es difícil de precisar; se encuentra como segundo
término de un compuesto en latín se-verus (se(d) -verus),
“estricto, serio”, lo que haría suponer que significaría
confiar alegremente; de donde heorté, fiesta. La verdad es
la propiedad de algo que merece confianza, seguridad. El
mismo proceso semántico se da en las lenguas semíticas.
En hebreo, ’aman, “ser de fiar”; en hiph., “confiar”, dio
’emunah, “fidelidad, firmeza”; ’amen, “verdaderamente,
así sea”; ’emeth, “fidelidad, verdad”; en akadio, ammatu
“fundamento firme”; tal vez emtu (Amarna), “verdad”. En
cambio, el griego y el indoiranio parten de la raíz *es-
“ser”. Así ved. sátya-, aw. haithya-, “lo que es realmente,
verdadero”. El griego deriva de la misma raíz el adjetivo
etós, eteós, de *s-e-tó, “lo que es en realidad”; etá = ale-
thé (Hesych). La verdad es la propiedad de ser real. La
misma raíz da lugar al verbo etázo, “verificar”, y estó,
“sustancia, ousía”.
Desde el punto de vista lingüístico, pues, en la idea de
verdad quedan indisolublemente articuladas tres esencia-
les dimensiones, cuyo esclarecimiento ha de ser uno de
los temas centrales de la filosofía: el ser (*es...), la segu-
ridad (*uer-) y la patencia (*la-dh-). Dejo aquí tan sólo
indicado el problema.^
[2] Sería un error, tan grave como el anterior, asimilar esta
estructura del pensar al fenómeno del juicio; el juicio es la
expresión elaborada de la intelección del “es”. Ni que de-
cir tiene que nada de esto implica la afirmación metafísica
de Kant, según la cual el ser es mera, “posición trascen-
dental”. La descripción anterior no hace, a lo sumo, sino
plantear este problema.^

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