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Modernidad, Posmodernidad e Identidad

Ruelas Flores Carlos Daniel

Desafíos De La Globalización

El marco espiritual antiguo y medieval que había dado las pautas a toda
interpretación de la historia entró en crisis definitiva a comienzos del siglo XIX. La
reforma y los movimientos posteriores de la ilustración trajeron consigo una nueva
visión del mundo y una posibilidad distinta de la organización de la relaciones
sociales, económicas y culturales.

El proyecto de modernidad formulado en el siglo XVIII por los filósofos de la


Ilustración consistió en sus esfuerzos para desarrollar una ciencia objetiva, una
moralidad y leyes universales y un arte autónomo acorde con su lógica interna, los
pensadores de la Ilustración aún tenían la extravagante expectativa de que las artes y
las ciencias no sólo promoverían el control de las fuerzas naturales, sino también la
comprensión del mundo y del yo, el progreso moral, la justicia de las instituciones e
incluso la felicidad de los seres humanos.

Esta nueva forma de percepción condujo a una modificación en la imagen del


mundo. La modernidad concibe el mundo "como historia, es decir, como un
potencial casi ilimitado y un inmenso campo material que le ha sido confiado al
hombre para que éste lo conforme a sus objetivos e ideales, lo someta a sus deseos
de felicidad y, de este modo, se construya para sí un futuro último de salvación".
(Aranguren, 2015).

El fenómeno industrial, la emergencia de los mercados y, en definitiva, la


consolidación del capitalismo liberal definió a lo largo de los siglos XIX y XX la
sociedad moderna. Uno de los moduladores más sobresalientes de la modernidad es
sin duda la ciencia moderna: una ciencia que es fundamentalmente experimental y
con raíces profundamente positivistas; la naturaleza deja de ser una dimensión para
la contemplación y pasa a ser objeto de dominación y transformación.

Todo esto exige, en definitiva, la organización de un sistema de intercambio


(mercado) y de distribución masiva con su correspondiente sistema de información
también masiva.

Todos estos mundos están cada vez más interconectados e interdependientes en todo
el planeta. Estos cambios con su rapidez y su impacto global afectan la identidad
personal. Categorías como ‘nación’ y ‘clase’ empiezan poco a poco a perder
importancia, aunque esto no se consolidaría hasta mucho después.

En cuanto a la visión que tienen de sí mismos, los hombres se convirtieron en


‘dueños y propietarios’ de sí mismos. Aprendieron a dominarse y a controlar todos
los sentimientos y necesidades corporales. Se convirtieron en esclavos y en
propiedad de sí mismos. Dominio y control de sí eran las máximas morales de la
sociedad industrial (que a mi parecer es precisamente esto lo que dispararía después
el excito que tuvo el movimiento psicoanalítico).

La sociedad se vuelca inminentemente hacia la competitividad y el individualismo.


Muchas veces los espacios de trabajo reflejan esta actitud: los competidores avanzan
sin perder un solo paso y bruscamente tratando de sobrepasar sin piedad a los demás
e intentan, en la medida de lo posible perjudicarse. Debido a la condición
sociodemográfica en constante movimiento y la consolidación de nuevos espacios
de construcción social se vuelven muy claras las ventajas culturales, y sobre todo
sociales, que permiten a algunos mantener las primeras posiciones y obligan a otros,
incapaces de mantener el ritmo, a marginarse del resto.
En suma, el impacto de las nuevas tecnologías, la mundialización de la economía, la
flexibilización del mercado de trabajo impuesta por el capital han provocado
profundas alteraciones en el mundo social y laboral.

En las últimas décadas se ha intensificado la discusión sobre las críticas hacia la


modernidad: su capacidad destructiva, alta consumidora de energía no renovable,
confianza en la ciencia como medio de respuesta a todos los problemas, totalización
(globalización), objetividad, idea de progreso, entre otras. (Parra C., Fredy, 2004).

Postmodernidad.

La posmodernidad designa el estado de cultura después de las transformaciones que


afectaron las reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir de
finales del siglo XIX. El término en alguna ocasiones pude decirse que refiere a un
periodo histórico específico, en el cual se cuestionan las nociones clásicas de la
verdad, de la razón, de la identidad y de la objetividad, de la idea de progreso o de
emancipación universal, de los sistemas únicos y otras grandes narrativas.

Las dos guerras mundiales, marcos en la historia de la humanidad, rediseñaron el


mundo. Algunos países de Occidente y de Oriente empezaron a invertir fuertemente
en la industria de punta, como condición indispensable para el desarrollo político,
económico, social y cultural, y al mismo tiempo comenzaron a competir entre sí. La
Guerra Fría exacerbó, aún más, la disputa entre los bloques capitalista y socialista.
En el periodo llamado era posindustrial, se sintió un cambio paradigmático en la
ciencia, que hasta el momento era considerada una actividad noble, desinteresada,
cuyo objetivo era romper con el mundo sombrío. Fue en esta época que el progreso
científico asumió, por vez primera, formas amenazadoras. (Lampert, E. 2008).

Los sistemas filosóficos que ofrecen algún patrón universal, como las obras de
Nietzsche, Freud, Hegel, Comte y Marx, posteriormente Foucault, Sartre, etc…
tienen alguna regencia, pero sólo en parte. La posmodernidad es el tercer gran
cambio paradigmático, que predo-mina a partir de la segunda mitad del siglo ,
presenta las siguientes características: la presencia o la necesidad de sistemas
abiertos; el principio de indeterminación en la ciencia; la incredulidad en las metas
narrativas; el foco en el universo; la denuncia de los medios masivos en la
representación del mundo; la explosión de la información y el crecimiento
concomitante de las tecnologías de la información; el capitalismo global; la
humanización del mundo en todas las dimensiones; la integración entre Estado y
economía o mercado, y la tendencia a la hegemonía del mercado; el individualismo
irónico, cínico, fragmentado y esquizofrénico; la caída del sujeto y la nueva
concepción del tiempo y dela historia.

Por un lado, sentimos la necesidad de despertar al dinamismo de la sociedad, de


entender los contextos dentro de una visión interdisciplinaria, pero, por otro lado,
sentimos la falta de un referente unificador para explicar los fenómenos.

“El posmodernismo no tiene certezas absolutas, nada le sorprende y sus opiniones son
susceptibles de rápidas modificaciones. A ello han contribuido los medios de comunicación
de masas y su posibilidad de difundir las más diversas concepciones de mundo. El
individuo de nuestra contemporaneidad se encuentra sometido a una avalancha de
informaciones y estímulos carentes de cualquier coherencia y opta por vagar de unas ideas
a otras, abandonando la idea de existencia de una sola forma de humanidad verdadera.
Todo lo llena la incredulidad” (Calvo, 2000)

Identidad

Psicología clásica.

La Psicología clásica concibe a la identidad como la persistencia de la unidad en


relación al tiempo y a todo cambio. Equivale a una supuesta permanencia de nuestro
ser,sintiéndonos en todo momento los mismos a través de la mudanza y de los
fenómenos que pasan y se suceden. La identidad es considerada no sólo en el
individuo sino en fenómenosgrupales, en la especie.La acepción psicológica de la
palabra identidad implica por lo tanto la cualidad del ser consciente, que se percibe y
siente como uno y permanente en medio de los cambios que se suceden en el
tiempo: “soy el mismo que ayer era niño, luego adolescente y ahora adulto”. Ahora
bien: ¿es esto posible? “...la identidad, ¿dice lo mismo acerca de lo mismo? Si
quiero decir lo mismo acerca de lo mismo, ya no digo lo mismo”. (Elgarte, 2009)

Psicoanálisis Clásico.

Freud vincula la identidad con la percepción y el pensar en el “Proyecto de


psicología” a propósito de la experiencia de satisfacción. En “La Interpretación de
los sueños”, Freud se refiere a la identidad de percepción e identidad de pensamiento
aludiendo al proceso primario y proceso secundario, como dos modos de operar el
aparato psíquico en relación con los avatares de la satisfacción. El intento de
reproducir la mítica experiencia de satisfacción conlleva una ilusión de encuentro
entre lo buscado y lo encontrado: identidad de percepción que sólo podrá resultar en
alucinación en tanto la satisfacción absoluta de la necesidad está irremediable
perdida. (Elgarte, 2009)

Psicoanálisis Lacaniano.

El lenguaje permite al yo negociar con las expectativas de otros, notificar tiempos,


reclamar reconocimiento, hacerse un lugar en el mundo. En el discurrir de las
palabras se configura el sujeto como ser autónomo o heterónomo, por cuanto exhibe
una intimidad construida socialmente. El lenguaje, en sus cualidades de diálogo y
polifonía pone de relieve referentes identitarios: raza, lengua, religión o procedencia
geográfica, pero también los referentes de espacio y tiempo que anuncian el modo
en que el sujeto se coloca frente al mundo o toma lugar en él. (Ramírez, 2017)
Teorías psicosociales:

La interrogación característica por nuestra identidad se expresa, naturalmente en la


pregunta ¿quién soy? Pero esta pregunta no puede responderse solo con un nombre y
una genealogía. Lo que puede responder a esta pregunta, sostiene Taylor, es una
comprensión de lo que nos concierne vitalmente. “Saber quién soy, es una especie
del saber de mi situación, de dónde estoy situado. Mi identidad se define por los
compromisos e identificaciones que proveen el marco y el horizonte dentro del cual
puedo tratar de determinar, caso a caso, qué es bueno o valioso, o qué debe hacerse
o qué apoyo o sostengo. En otras palabras, es el horizonte dentro del cual soy capaz
de situarme”. Hay, para Taylor, una relación importante entre la idea de identidad y
una serie de metáforas espaciales. La más importante es la de orientación. Así,
nuestra mejor manera de caracterizar una crisis de identidad es en términos de una
radical desorientación, de una pérdida del sentido y los horizontes en que nos
movemos en la vida. (Schneider, 2013)

Referencias:

Aranguren Álvarez, Williams (2015). MODERNIDAD Y DESARROLLO HUMANO: ELEMENTOS DISCURSIVOS Y


CONTROVERSIALES. Negotium, 11(32),52-67.[fecha de Consulta 4 de Septiembre de 2020]. ISSN: . Disponible en:
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=782/78246590003

Calvo Prados, F. (2000), Postmodernidad y medios de comunicación,Salamanca, UniversidadPontificia de Salamanca.

Elgarte, R., (2009). Consideraciones psicoanalíticas sobre la identidad.Univers idad Nacional del Sur Argentina.

Lampert, E. (2008). Postmodernidad y universidad: ¿Una reflexión necesaria?. Perfiles educativos, 30(120), 79-83.
Universidad Nacional Autónoma de México. Recuperado de www.redalyc.org/articulo.oa?id=13211159005.

Parra C., Fredy (2004). Modernidad y Postmodernidad: Desafíos. Pharos, 11(1),5-22 ISSN: 0717-1307. Disponible en:
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=208/20811102

Ramírez Grajeda, Beatriz (2017). La identidad como construcción de sentido. Andamios, 14(33),195-216.[fecha de
Consulta 4 de Septiembre de 2020]. ISSN: 1870-0063. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?
id=628/62849641009

Schneider, C. R. (2013). Modernidad e identidad en Charles Taylor. Revista de filosofía, 227-243.

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