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U3 DI MARCO, G (2005) "Relaciones de Género y de Autoridad" EN DI MARCO G (Org) Democratización de Las Familias. Buenos Aires. UNICEF. PG 53 66 PDF
U3 DI MARCO, G (2005) "Relaciones de Género y de Autoridad" EN DI MARCO G (Org) Democratización de Las Familias. Buenos Aires. UNICEF. PG 53 66 PDF
Graciela Di Marco
Coordinadora técnica
Eleonor Faur
Autoras
Graciela Di Marco
Eleonor Faur
Susana Méndez
Diseño de tapa
Juan Pablo Fernández Bussi
Diseño de interior
Guadalupe de Zavalía
ISBN: 950-511-940-2
Coordinación editorial
Área de Comunicación. UNICEF. Oficina de Argentina
Junín 1940, PB (C1113AAX), Ciudad de Buenos Aires
Mayo de 2005
Índice
Prólogo ......................................................................................... 7
Acerca de este libro...................................................................... 11
Introducción.................................................................................. 13
1. Las familias
Graciela Di Marco .................................................................... 25
3. Niñez y adolescencia
Susana Méndez ....................................................................... 69
4. Masculinidades y familias
Eleonor Faur............................................................................. 91
5. Conflicto y transformación
Graciela Di Marco .................................................................... 111
.......................
1
Convención sobre los Derechos del Niño, Preámbulo.
2
Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación con -
tra la Mujer, Preámbulo.
I N T RO D U C C I Ó N 9
Graciela Di Marco
Introducción
Este libro está escrito con el propósito de reflexionar sobre algunos te-
mas vinculados con la democratización de las relaciones familiares,
considerada ésta como una perspectiva compleja que se encuentra en
construcción. Los contenidos son producto de las sistematizaciones
que hemos realizado, enriquecidas por aportes de los participantes de
los talleres-laboratorio de reflexión que realizamos en el marco del Pro-
grama de Democratización de las Relaciones Familiares.1
El propósito de este programa es la construcción de aportes para el
desarrollo de nuevas políticas públicas que contribuyan a la democra-
tización de las relaciones familiares, mediante la redefinición de las re-
laciones de autoridad y poder entre mujeres y varones, y mediante el
reconocimiento y puesta en práctica de los derechos de la infancia,
trabajando desde dos ejes fundamentales de intervención y análisis si-
multáneos: la equidad de género y los derechos de la niñez y adoles-
cencia, en un marco que promueve la articulación entre una ética del
cuidado y una ética de los derechos.
Partimos de la necesidad de buscar estrategias para evitar o mitigar
la incidencia y reproducción del autoritarismo y la violencia, tanto den-
tro de la familia como en las relaciones sociales en general, promo-
viendo una convivencia basada en el respeto de los derechos y en el
cumplimiento de responsabilidades, en un marco de cuidado y de in-
terdependencia mutuos.
.......................
1
Hemos trabajado en la Ciudad de Buenos Aires (2000-2001) y en la Provincia
de Chaco (2002-2003) en áreas de los respectivos gobiernos. También hemos desa-
rrollado acciones con diferentes grupos de actores: docentes, trabajadores sociales,
miembros de movimientos sociales.
14 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
.......................
2
Sistema que permite la reproducción del poder paterno-masculino y la subordi-
nación de las niñas-mujeres-esposas-madres.
3
Estos dos temas se desarrollarán en el capítulo “Políticas sociales y democra-
tización” de Graciela Di Marco.
I N T RO D U C C I Ó N 15
La base teórica del programa está constituida por el conjunto de las in-
vestigaciones que estamos realizando en la Argentina desde 1989.4 Co-
mo resultado de éstas, hemos hallado dos prácticas que tienen un po-
tencial transformador del autoritarismo en las familias: la acción colectiva
de las mujeres, en el caso de que se trate de un espacio genuino de de-
sarrollo de capacidades sociales y personales –y no cualquier tipo de par-
ticipación– y las prácticas de negociaciones democratizadoras en el inte-
rior del grupo familiar, las que permiten instalar, mediante un discurso de
derechos, nuevas formas de ejercer la autoridad familiar entre varones y
mujeres, teniendo en cuenta el desarrollo hacia la autonomía de los ni-
ños, niñas y jóvenes.
Las negociaciones de las mujeres sustentadas en el discurso de dere-
chos producen modificaciones en los sistemas de autoridad familiar, re-
definiendo nuevas modalidades para ejercer esta autoridad y ampliando
el espacio para la interacción de los derechos de los diferentes miem-
bros. A través de estas negociaciones, las mujeres intentan elaborar los
conflictos, más que negarlos, y desde ese enfoque alteran las relaciones
de poder tradicionales.
Estas prácticas pueden ser impulsadas –tanto desde el nivel de los
decisores políticos y de los agentes de las áreas sociales, como desde
la misma población– a través de propuestas elaboradas desde un enfo-
que que considere las relaciones entre hombres y mujeres como rela-
ciones de poder asimétricas.
Este programa se basa en la perspectiva de ampliación de la ciuda-
danía y propone promover activa y simultáneamente los derechos de las
mujeres y de los niños, niñas y jóvenes en los grupos familiares. Nos re-
ferimos al concepto de ciudadanía como “el derecho a tener derechos”,
asumiendo una conceptualización que no considera a la ciudadanía co-
mo una propiedad de las personas, sino como una construcción históri-
ca y social, que depende de una sinergia entre la participación y la con-
ciencia social.
Cuando aludimos a la ciudadanía hacemos referencia a relaciones de
poder, que facilitan o dificultan la participación en los asuntos públicos,
más allá de la participación en elecciones. Si aquellas relaciones no se
modifican, la ciudadanía se convierte en un discurso retórico. Para que
el derecho a tener a derechos se pueda concretar, es necesario elimi-
nar tanto las condiciones ideológicas y materiales que promueven va-
rias formas de subordinación y marginalidad (de género y de edad, de
clase, de raza, de preferencias sexuales, etc.), como potenciar los sa-
.......................
4
Di Marco, 1992; Schmukler y Di Marco, 1997; Di Marco y Colombo, 2001 y Di
Marco, 2002.
16 D E M O C R AT I Z AC I ÓN D E LAS FA M I L I A S
beres sociales para actuar en los espacios privados y públicos, para re-
conocer las necesidades de grupos sociales diversos y para negociar
las relaciones en diversos ámbitos.
En la base del desarrollo de la concepción de ciudadanía subyace el
enfoque universal que implica que todas las personas son iguales por
naturaleza. Pero la realidad muestra que la postulación de los derechos
universales implica una concepción de ciudadanía que no tiene en
cuenta las diferencias o desigualdades de género5 ni las diferencias ét-
nicas o religiosas, entre otras. Cuanto más se predica la igualdad, se
corre el riesgo de no reconocer las diferentes identidades. El no reco-
nocimiento de las diferencias genera desigualdad y asimetrías de po-
der, por lo tanto, facilita el camino hacia la negación de los derechos de
las personas y de los grupos que no se adecuan al “ideal” del ciudada-
no universal, pues viven y expresan sus necesidades materiales y sim-
bólicas en circunstancias culturales y sociales específicas.
El enfoque de la ciudadanía universal considera al ciudadano como un
individuo libre, sujeto de derechos y obligaciones. La idea subyacente es
la de un ciudadano varón, favorecido por las normas sociales y la posibi-
lidad de acceder a recursos, y cuyas obligaciones domésticas no son ba-
rrera para su participación en elecciones, en los partidos políticos y en
otras organizaciones. Esta conceptualización pretende ser neutral en
términos de género, pero en realidad es implícitamente masculina, ya
que la ciudadanía femenina es ignorada e invisible en la esfera pública.
El aporte del “enfoque de ciudadanías diferenciadas”, en cambio, per-
mite captar las diferencias socioculturales de muchos grupos, enfati-
zando los derechos de las comunidades a ser reconocidos por su pro-
pia identidad, al mismo tiempo que por su pertenencia al conjunto
social. Así aparecen en escena los derechos de las mujeres y los de va-
rios colectivos sociales, los niños y las niñas, los ancianos, y otros co-
lectivos específicos de la población que tradicionalmente han sido pos-
tergados y marginados.
Esta perspectiva incluye entonces la concepción integral de los de-
rechos de niños, niñas y adolescentes y de otros miembros de la fami-
lia, como ancianos, ancianas, discapacitados y discapacitadas,6 además
de las nuevas concepciones que se van construyendo acerca de las
.......................
5
La mitad de la población –es decir, las mujeres– debe aún en muchas socieda-
des luchar por sus derechos, aunque se extiende cada vez más el discurso de su re-
conocimiento.
6
Desde este enfoque de derechos se contemplan todas las diferencias que ge-
neran desigualdades, aunque desde el programa que desarrollamos nos centremos
estratégicamente en los derechos de las mujeres y de la infancia y adolescencia.
I N T RO D U C C I Ó N 17
.......................
7
En el nivel internacional: Conferencias Mundiales sobre la Mujer, impulsadas
por las Naciones Unidas, la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de
Discriminación contra la Mujer (Naciones Unidas, 1979), la Convención Interameri-
cana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Belem do Pará,
OEA, 1994).
En el nivel nacional: La reforma de la Constitución de la Nación de 1994, en el ca-
pítulo cuarto, artículo 75, inciso 22, establece que los tratados de derechos humanos
tienen jerarquía constitucional: la Convención sobre la Eliminación de todas las for-
mas de Discriminación contra la Mujer (aprobada por la Asamblea General de las Na-
ciones Unidas. Ratificada por Ley Nº 23.179 del año 1985); la Convención sobre los
Derechos del Niño (Naciones Unidas, 1990); el Pacto de San José de Costa Rica.
Las leyes sancionadas en estos veinte años de democracia son las siguientes:
ley que otorga el derecho a pensión del/de la concubino/a; divorcio vincular (1987);
I N T RO D U C C I Ó N 19
.......................
reforma el Régimen de Patria Potestad y Filiación del Código Civil; Cuota mínima de
participación de mujeres; aprobación de la Convención sobre la Eliminación de todas
las formas de Discriminación contra la Mujer; decreto sobre acoso sexual en la Admi-
nistración Pública Nacional; Protección contra la violencia familiar; aprobación de la
Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la
Mujer, Convención de Belem do Pará; institución del Día Nacional de los Derechos Po-
líticos de las Mujeres; Decreto Igualdad de Trato entre Agentes de la Administración
Pública Nacional; Decreto Plan para la Igualdad de Oportunidades entre Varones y Mu-
jeres en el Mundo Laboral; Reforma laboral: introducción de la figura de despido dis-
criminatorio por razón de raza, sexo o religión; delitos contra la integridad sexual, mo-
dificación del Código Penal; Régimen Especial de Seguridad Social para Empleados/as
del Servicio Doméstico; Reforma laboral: Estímulo al Empleo Estable: incorporación de
dos incentivos para el empleo de mujeres; creación de un Sistema de Inasistencias
Justificadas por razones de Gravidez; Participación Femenina en las Unidades de Ne-
gociación Colectiva de las Condiciones Laborales (Cupo Sindical Femenino).
20 D E M O C R AT I Z AC IÓN D E LAS FA M I L I AS
Bibliografía
Introducción
.......................
1
Siguiendo a La Play, Cicchelli-Pugeauth y Cicchelli (1999: 51) señalan que en al-
gunas sociedades la garantía de la continuidad familiar, de la tradición y conserva-
ción del patrimonio se obtenía en algunas sociedades de occidente por la designa-
ción de un heredero primogénito. La estabilización de la familia y la eliminación de
los conflictos se lograban mediante el sometimiento de los integrantes del grupo a
la figura paterna y luego, cuando el padre fallecía, al hermano mayor, quien se con-
vertía en jefe de la familia. Los hermanos menores, mientras eran solteros y sin des-
cendencia, podían permanecer en la casa familiar, respetando la autoridad del jefe
de la familia. En cambio, a los hermanos varones que preferían emigrar o a las hijas
que se casaban, se los dotaba de acuerdo con los ingresos del grupo.
L AS FA M I L I AS 27
La familia moderna
.......................
2
Por ejemplo, antes de la mecanización, la economía del tejido se apoyaba en
una división del trabajo interna al grupo doméstico, se adaptaba a las capacidades
individuales a la vez que estaba al servicio de la fuerza de trabajo del hogar. El pa-
dre tejía y, una vez realizadas las tareas domésticas, lo secundaba su esposa y am-
bos recibían progresivamente la ayuda de sus hijos e hijas, de modo que ninguno
de los miembros de la familia estaba desempleado. El trabajo se organizaba en fun-
ción de una vida familiar comunitaria. El surgimiento de las fábricas de tejido mecá-
nico sacude desde la década de 1830 esta economía familiar, al hacer que el traba-
jo manual pierda competitividad (Cicchelli-Pugeauth y Cicchelli, 1999: 18).
28 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
Surge además una nueva manera de ver la infancia, ya que los niños,
especialmente los varones, se transforman en una inversión que es ne-
cesario cuidar, pues se constituirán en la mano de obra industrial del fu-
turo. Jacques Donzelot (1998) analiza el desarrollo del “complejo tute-
lar”, por el cual el Estado comienza a intervenir en las vidas de las
familias, para asegurar las mejores condiciones de crianza de la niñez.
El Estado delega esta tarea explícita pero no formalmente a las ma-
dres, quienes quedan así investidas con la responsabilidad de velar por
la salud y el bienestar del grupo familiar, siguiendo las instrucciones de
los “expertos”, agentes de las áreas sociales del Estado (médicos, en-
fermeras, asistentes sociales, maestras, psicólogos). Sin embargo, al
considerar estas actividades como parte del destino natural de las mu-
jeres, ellas no serán reconocidas socialmente por realizarlas.
Parentesco y familia
.......................
3
Las transformaciones contemporáneas en el ámbito de la sexualidad y la anti-
concepción han sido evidentes avances en relación con la situación de las mujeres y
con la posibilidad de elegir cuándo ser madres. Sin embargo, la anticoncepción sigue
siendo una ventaja determinada por la cuestión de clase y el acceso a la educación
(la educación sexual, por ejemplo, sigue siendo una asignatura pendiente y los em-
barazos adolescentes o no deseados continúan creciendo), además de una proble-
mática compleja en términos culturales, ya que estos avances sociales no han encon-
trado eco en las normas y valores que las instituciones y los medios reproducen.
32 D E M O C R AT I Z AC I ÓN D E L AS FA M I L I AS
Líder Seguidora
instrumental expresiva
.......................
4
“En los juicios por desórdenes familiares registrados entre 1776 y 1850, la pri-
mera constatación es que las mujeres de diferente condición y estado constituye-
ron sujetos de derecho. Sobre 365 demandantes individuales, el 60% fueron muje-
res. De éstas, el 70% eran porteñas, 44% pertenecían a los grupos “no blancos” y
cerca del 30% carecían de estado legítimo” (Cicerchia, 1994: 55).
L AS FA M I L I AS 37
madres– ya que, a pesar de los beneficios que las mujeres pudieron ob-
tener cuando se presentaron ante las instituciones sociales, frecuente-
mente lograron la clemencia de la justicia o el reconocimiento de sus
reclamos sólo si se comportaban dentro de los modelos que la socie-
dad y las relaciones desiguales de género establecían para ellas.
Maternidad en la Argentina
nar derechos. Derechos que el Estado y la sociedad les habían, hasta en-
tonces, negado: derechos civiles, económicos y también políticos”.
.......................
5
Esta sección del capítulo fue elaborada por Andrea Federico.
6
Este concepto, introducido por Van de Kaa y Lesthaegue en 1986, busca expli-
car las tendencias demográficas obser vadas en Europa central desde mediados de
los años cincuenta en relación con la fecundidad, mortalidad, movilidad y dinámica
familiar (Solsona, 1996).
40 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
2002 12,5 41,0 1,4 7,9 11,7 5,5 14,8 5,1 100,0
2000 12,9 42,1 1,4 7,8 10,8 4,8 14,7 5,4 100,0
1998 13,0 42,5 1,3 7,8 10,4 4,7 14,9 5,3 100,0
1995 13,6 44,1 1,6 8,5 9,1 4,3 13,9 4,9 100,0
1991 14,1 46,0 1,6 8,7 8,2 3,9 12,5 5,0 100,0
.......................
7
En relación a este punto es preciso destacar que la fuente de información con
que se ha trabajado no permite identificar claramente las situaciones de personas
menores que viven con ambos progenitores. A partir de los datos de la EPH, es po-
sible determinar si los niños viven con una pareja (integrada por jefe y cónyuge), pe-
ro no es posible determinar si esa pareja está compuesta por ambos padres o es
una pareja integrada por uno de los padres y su nuevo cónyuge, en lo que se deno-
mina un hogar ensamblado.
42 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
Hasta aquí, las referencias presentadas han sido para el total del país.
Sin embargo, es posible detectar diferencias regionales que son produc-
to de los distintos patrones sociales y culturales y de estructuras demo-
gráficas distintas. En tal sentido, se encuentra que los hogares uniper-
sonales son más frecuentes en el GBA y en la región pampeana (esto
se debe a la estructura por edad más envejecida, particularmente en el
caso de las mujeres).
Las parejas sin hijos prevalecen en mayor medida en la región del
GBA, en tanto que en el noroeste y el nordeste este tipo de arreglo es
mucho menos habitual. Paralelamente, los hogares monoparentales y
monoparentales extendidos considerados en conjunto son más fre-
cuentes en las regiones mencionadas, donde concentran a más de la
quinta parte de los hogares.
GBA 14,1 41,7 1,8 7,2 11,0 5,0 15,3 3,9 100,0
Noroeste 6,0 39,0 1,2 14,1 13,4 8,5 11,4 6,4 100,0
Nordeste 7,9 41,8 1,9 9,9 13,5 7,2 11,9 5,9 100,0
Cuyo 10,4 42,5 1,2 9,8 12,3 6,6 11,7 5,6 100,0
Pampeana 12,9 39,2 ,9 6,7 12,1 5,1 16,0 7,2 100,0
Patagonia 10,6 44,7 1,0 6,7 14,0 4,7 14,7 3,6 100,0
Total urbano 12,5 41,0 1,4 7,9 11,7 5,5 14,8 5,1 100,0
Cambios en la conyugalidad
Varones 14-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64 65-69 70 y + Total
Solteros 98,7 80,0 51,1 28,2 13,9 10,2 6,7 9,6 6,0 6,2 2,6 2,8 37,5
Unidos 1,2 13,3 24,6 24,6 19,0 14,9 14,1 10,0 10,2 9,4 8,9 4,8 12,8
Casados ,0 6,5 23,2 44,8 64,4 69,3 71,6 69,3 73,1 75,1 74,0 70,1 44,0
Sep./div. ,0 ,1 1,1 2,4 2,7 4,5 7,1 8,0 7,1 4,9 5,7 1,9 3,0
Viudos ,0 ,0 ,0 ,1 1,1 ,5 3,0 3,5 4,4 8,7 20,5 2,6
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Mujeres 14-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64 65-69 70 y + Total
Solteras 94,6 71,4 40,3 21,7 15,3 12,6 8,7 7,9 6,5 6,4 8,0 9,0 33,1
Unidas 4,7 16,1 26,3 20,8 14,6 7,3 10,1 11,1 6,4 5,6 2,8 2,4 11,2
Casadas 0,7 11,0 29,3 50,5 61,6 61,6 64,4 63,2 58,1 55,3 47,1 27,0 38,3
Sep./div. 0,0 1,4 3,8 6,7 7,6 15,7 12,9 12,7 16,1 10,9 6,9 3,7 6,9
Viudas 0,0 0,0 0,4 0,3 0,8 2,8 3,9 5,0 12,9 21,8 35,2 57,9 10,4
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Estado
conyugal Región
Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer Varón Mujer
Solteros 35,5 30,4 42,9 40,4 43,1 39,6 38,2 35,1 38,3 34,5 38,4 34,0 37,5 33,1
Unidos 13,1 11,5 13,4 11,6 15,3 13,8 9,4 8,1 12,1 10,3 15,2 14,4 12,8 11,2
Casados 45,6 40,0 38,2 33,3 36,1 32,5 47,3 40,1 44,0 37,3 40,6 37,8 44,0 38,3
Sep./div. 2,8 7,3 3,1 6,0 3,2 6,8 3,2 6,2 3,3 6,6 4,0 6,5 3,0 6,9
Viudos 3,0 10,8 2,3 8,7 2,3 7,3 2,0 10,5 2,3 11,3 1,8 7,3 2,6 10,4
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
.......................
8
El ingreso per cápita familiar es la suma total de ingresos de un hogar dividido
entre todos sus integrantes. Cuando se incluye esta variable como indicador de con-
diciones de vida es frecuente que se la agrupe en “quintiles de ingresos”, los que di-
viden al conjunto de los hogares en cinco partes iguales. De manera que en el primer
quintil se encuentran los de menores ingresos y en el quinto los de mayores ingresos.
48 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
Comentarios finales
.......................
9
Citados por Barret y McIntosh (1982).
L AS FA M I L I AS 49
posibles razones está vinculada con los sectores sociales que se anali-
zan. Así, por ejemplo, Ricardo Cicerchia (1994) describe en las familias
latinoamericanas de los siglos XVIII y XIX uniones consensuales e inter-
étnicas, familias encabezadas por mujeres, grupos familiares pequeños
y redes de parentesco, es decir, un conjunto de prácticas que poco tie-
nen que ver con el modelo universalizado de familia, especialmente
cuando se investigan los modos de vivir y convivir de los sectores popu-
lares. El análisis de las dinámicas de las relaciones familiares en estos
mismos siglos en la Ciudad de Buenos Aires, abordado por este autor,
especifica algunos de los argumentos citados en este capítulo.
En el discurso hegemónico, tal como hemos desarrollado hasta
aquí, familia y maternidad aparecen mutuamente implicadas. Además,
la maternidad es una experiencia singular en la vida concreta de mu-
chas mujeres. Por lo tanto, nos hemos referido a ella en su doble as-
pecto: el de reproductora de los valores dominantes (aun a costa de las
mismas mujeres-madres) y el de deconstructora de estos mismos va-
lores, como nos presentan las prácticas de la maternidad social, que
tan bien nos enseñaran las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Finalmente, el análisis de la información para los últimos diez años
de la Argentina, década de profundas transformaciones en lo económi-
co, social y cultural, nos sugiere que las familias están progresivamen-
te transformándose: reducción en el tamaño medio de los hogares, ma-
yor número de parejas que conviven sin vínculos legales; aumento de
la población divorciada, crecimiento relativo de más del 25% de los ho-
gares que tienen a una mujer como jefa.
También se observan distintos patrones sociales y culturales y es-
tructuras demográficas, según las regiones del país y los niveles de in-
gresos: mayores niveles de uniones en la región nordeste y en la pata-
gonia y un porcentaje de casados menor; más frecuencia de hogares
unipersonales en el GBA y en la región pampeana (por la estructura por
edad más envejecida, particularmente en el caso de las mujeres); pre-
valencia de las parejas sin hijos en la región del GBA, mientras que es-
ta forma familiar es menos frecuente en el noroeste y el nordeste; ma-
yor proporción de solteros y de personas unidas de hecho en los
sectores de menores ingresos. Esta descripción permite dar cuenta de
procesos comunes, y de otros diferentes, que nos aproximan a la rea-
lidad de los arreglos familiares en la Argentina contemporánea.
50 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
Bibliografía
Introducción
.......................
1
Ann Oakley toma este concepto de Robert Stoller, profesor de psiquiatría en
la Escuela de Medicina de la UCLA, quien había publicado un libro llamado Sexo y
género, en 1968. Según Stoller, el género se refiere a “grandes áreas de comporta-
mientos, sentimientos, pensamientos y fantasías que están relacionados con los se-
xos y, sin embargo, no tienen connotaciones biológicas primarias”.
2
Scoott, Joan (1986), “Gender: A Useful Category of Historical Análisis”, en
American Historical Review, Nº 91, en Amelang, James y Nash, Mary (eds.), (1990),
Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Alfons El
Magnanin, Valencia.
R E L AC I O N ES DE G ÉN ERO Y DE AUTO R I DA D 55
Identidades de género
.......................
3
Nos referimos a la teoría funcionalista de la socialización, en la cual se repre-
senta a las personas como pasivas, maleables y determinadas por la sociedad (Par-
sons, y Bales, R. eds.,1956).
R E L AC IO N ES D E G ÉN ERO Y DE AUTO R I DA D 59
Poder y autoridad
.......................
4
“El discurso es un conjunto de estrategias que forman parte de las prácticas
sociales, las cuales pueden ser instrumento y efecto del poder, pero también punto
de resistencia y de partida para una estrategia opuesta. El discurso transporta y pro-
duce poder, lo refuerza, pero también lo mina, lo expone, lo torna frágil y permite
detenerlo” (Foucault, 1983: 123).
62 D E M O C R AT I Z AC IÓN D E LAS FA M I L I AS
5
Held, David (1986), “Models of Democracy”, Cambrige, en Polity, p. 270, citado
en Anthony Giddens (1992: 185).
64 D E M O C R AT I Z AC IÓN D E LAS FA M I L I AS
Consideraciones finales
Bibliografía
Introducción
.......................
1
Este capítulo presenta aportes de documentos de trabajo elaborados por Mar-
cela Alschul, María Laura Durandeu y Javier Moro.
70 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
cas de los adultos, en razón de que son ellos los garantes de la vida fa-
miliar y la pública, así como de las prácticas que conviertan en realidad
los principios que hemos descrito someramente.
Por estas razones, en este capítulo abordaremos, en primer lugar,
las concepciones de la infancia y, en segundo término, analizaremos
sintéticamente algunos datos de la situación heterogénea de la infan-
cia y de la adolescencia en la Argentina, con el objetivo de reflexionar
sobre la complejidad de esta situación, la que revela aquello que García
Méndez (1998) llama “el paradigma de la ambigüedad”, es decir, la dis-
crepancia entre los nuevos marcos normativos y la prácticas que repro-
ducen viejas concepciones.
.......................
2
El Consejo Nacional del Menor fue creado en 1957, por el decreto 5285/57, y
cambió de denominación en 2001, cuando pasó a llamarse Consejo Nacional de Ni-
ñez, Adolescencia y Familia, por el decreto 295/2001.
N IÑ EZ Y A DO L E S C E N C I A 73
.......................
3
Las consecuencias del autoritarismo reinante en el período dictatorial recayeron
sobre todos los niños, las niñas y los adolescentes, quienes debieron completar su
74 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
La Convención sobre los Derechos del Niño fue aprobada por la Asam-
blea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. El
Estado argentino ratificó este pacto de derechos humanos específicos
de la infancia en 1990 y, en el año 1994, le otorgó, junto a otros instru-
mentos internacionales, la máxima jerarquía legal incorporándola en la
Constitución de la Nación, en el artículo 75, inciso 22. A partir de este
otorgamiento, la Argentina debía adecuar la legislación y las políticas
públicas de infancia y adolescencia, a fin de lograr el cumplimiento de
los derechos civiles, económicos, sociales y culturales hasta el máximo
de recursos de que dispusiera.
A través de la ratificación realizada por casi todos los países del mun-
do,4 la Convención sobre los Derechos del Niño significó un cambio de
paradigma respecto del concepto de infancia, por el cual aquellos paí-
ses –principalmente los de América latina– que necesitaban de nuevos
instrumentos para redefinir las instituciones democráticas comprendie-
ron que el cambio implicaba tanto la reformulación de las políticas pú-
blicas, como la inter vención de la comunidad y el sistema de justicia.
La Convención reconoce a niñas, niños y adolescentes como suje-
tos de derecho y esto marca un giro fundamental respecto de las tradi-
ciones tutelaristas y paternalistas que primaron en el sistema de mino-
ridad. Cuestiona los supuestos de la pedagogía moderna y, en general,
reorienta las intervenciones de todas las instituciones sociales y esta-
tales que se relacionan con la infancia, redefiniendo desde esa posición
la concepción misma de ésta (Moro, 2003). Esto es:
.......................
Sólo contempla a los niños, niñas y adoles- La infancia es una sola y su protección se ex-
centes más vulnerables, a quienes denomina presa en la exigencia de formulación de políti-
“menores”, intentando dar solución a las si- cas básicas universales para todos los niños.
tuaciones críticas que atraviesan, mediante
una respuesta estrictamente judicial.
El niño o “menor” al que van dirigidas estas El niño, más allá de su realidad económica y
leyes no es titular de derechos, sino objeto social, es sujeto de derechos y el respeto de
de abordaje por parte de la justicia. éstos debe estar garantizado por el Estado.
El juez interviene cuando considera que hay El juez sólo interviene cuando se trata de pro-
“peligro material o moral”, concepto que no blemas jurídicos o conflictos con la ley penal;
se define, y permite “disponer del niño, to- no puede tomar cualquier medida y si lo ha-
mando la medida que crea conveniente y de ce debe tener duración determinada.
duración indeterminada”.
El Estado interviene frente a los problemas El Estado no es “patrón” sino promotor del
económico-sociales que atraviesa el niño a tra- bienestar de los niños. Interviene a través de
vés del “Patronato” ejercido por el sistema judi- políticas sociales planificadas con participa-
cial, como un “patrón que dispone de su vida”. ción de los niños y la comunidad.
El sistema judicial trata los problemas asis- El sistema judicial trata los problemas jurídi-
tenciales o jurídicos, sean civiles o penales, a cos con jueces diferentes para lo civil (adop-
través de la figura del Juez de menores. ción, guarda, etc.) y lo penal. Los temas
asistenciales son tratados por órganos des-
centralizados en el nivel local, compuestos
multisectorialmente.
radas por la pobreza del grupo familiar, lo que lia. Sin embargo, constituye un alerta que in-
le permite separar al niño de sus familiares. duce a apoyar a la familia en programas de
salud, vivienda y educación.
Se puede privar al niño de la libertad por tiem- Se puede privar de la libertad o restringir los
po indeterminado o restringir sus derechos, derechos del niño, sólo si ha cometido infrac-
sólo por la situación socioeconómica en la que ción grave y reiterada a la ley penal.
se encuentra, aduciendo “peligro material o
moral”.
El niño que cometió un delito no es oído y no El juez tiene la obligación de oír al niño autor
tiene derecho a la defensa e incluso cuando de delito, quien a su vez tiene derecho a te-
sea declarado inocente puede ser privado de ner un defensor y un debido proceso con to-
su libertad. das las garantías y no puede ser privado de la
libertad si no es culpable.
El niño que ha sido autor de un delito y el que El niño que ha sido víctima de un delito no
ha sido víctima de un delito reciben el mismo puede ser objeto de tratamiento judicial. La
tratamiento. justicia no puede victimizar ulteriormente a la
víctima, sino actuar sobre el victimario.
.......................
5
INDEC. Pobreza e indigencia, septiembre de 2002, sobre la EPH, mayo de 2002.
NI ÑE Z Y A DO L E S C E N C I A 81
son los varones quienes realizan actividades antes que las mujeres. Es-
tas inserciones poseen un alto grado de vulnerabilidad e inestabilidad,
generalmente son fluctuantes y de baja calificación y, por lo tanto, no
favorecen experiencias de aprendizaje significativas para el futuro labo-
ral (Gallart, Jacinto y Suárez, 1996). En la actualidad, la situación laboral
de estos adolescentes es problemática, pues la desocupación es críti-
ca para los sectores pobres de la población. Y a esto se añade que se
requieren altos niveles educativos para ocupar empleos precarios y mal
remunerados.
Por el contrario, los adolescentes y jóvenes de los sectores medios
y altos, que poseen un mayor capital social y cultural (que les permiti-
ría acceder a posiciones más calificadas) retrasan el inicio de sus acti-
vidades laborales debido a que, por un lado, no sufren presiones fami-
liares y, por el otro, porque se prioriza la formación mediante el acceso
a estudios superiores, los que en el futuro los habilitarían para obtener
una mejor calificación profesional.
En lo que atañe a las condiciones de salud de los adolescentes, exis-
ten cuatro nudos problemáticos: la salud sexual y reproductiva, que in-
cluye los embarazos adolescentes; el sida y las enfermedades de trans-
misión sexual; el consumo de drogas y alcohol; y la exposición a
episodios de violencia, como violaciones, abusos sexuales, accidentes,
homicidios y suicidios.
En lo que respecta a la sexualidad, tiene implicancia la temprana ini-
ciación de la actividad sexual, unida a una total desinformación sobre el
tema, lo que deja a las adolescentes en riesgo de embarazarse, por un
lado, o de contraer VIH-sida y otras enfermedades de transmisión se-
xual, por el otro. El desconocimiento de los métodos preventivos, los
prejuicios sociales y las restricciones financieras hacen que las y los jó-
venes no se protejan de embarazos o no consulten sobre la prevención
o el tratamiento de infecciones de transmisión sexual.
En líneas generales, los embarazos adolescentes de 15 a 18 años se
presentan a partir de relaciones entre pares. En cambio, los que corres-
ponden a niñas de 10 a 14 años están asociados, la mayoría de las ve-
ces, con situaciones de abuso sexual cometidos por hombres mayores
de 30 años quienes, muchas veces, pertenecen al entorno familiar.
El riesgo de infección de VIH-sida por transmisión sanguínea o se-
xual es mayor en los niños que viven en grandes ciudades, donde los
índices de infección en general son más altos que en las zonas rurales.
Además, son especialmente vulnerables los niños en situación de ca-
lle, debido a que las condiciones riesgosas de vida (que entrañan el uso
de drogas y la promiscuidad) son factores que predisponen a contraer
la infección.
Gran cantidad de niños y niñas se iniciaron en la prostitución antes
de los 15 años, empujados por organizaciones con estructuras interna-
82 D E M O C R AT I Z AC I ÓN D E L AS FA M I L I A S
.......................
6
Al respecto, Eva Giberti (2001) señala que “si bien los varones en situaciones
de mendicidad pueden ser víctimas de contagios de VIH y otras enfermedades de
transmisión sexual, son las niñas y las adolescentes en estas situaciones las que co-
rren mayores riesgos, a una edad más joven”.
7
La CEPAL es la Comisión Económica para América latina y el Caribe, organis-
mo dependiente de las Naciones Unidas.
84 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
Consideraciones finales
Bibliografía
Una introducción
El chofer del taxi hizo mínimos gestos que indicaron que registró la di-
rección solicitada y continuó manteniendo una conversación disimula-
da por un imperceptible aparato de telefonía celular ajustado en su ore-
ja. A los pocos minutos, se despidió de su interlocutora con palabras
amorosas y, con cierta gentileza me saludó, disculpándose, y comenzó
a desahogar su angustiado relato.
Comentó que estaba hablando con su esposa, la madre de su hija de
cinco años. La niña acababa de tener un accidente y se encontraba hos-
pitalizada, esperando una próxima intervención quirúrgica de su cadera
y su columna vertebral. Decía el hombre que el accidente se produjo por
la caída de la niña desde la terraza. En medio del relato, abundante en
invocaciones religiosas, el taxista intercaló una serie de informaciones
desordenadas. Contó cómo consiguió que un comerciante mayorista
del Once, de nombre Simón, le regalara una muñeca que la niña quería
(“esa muñeca nueva, que vale más de cien pesos y habla... hace de to-
do”) con sólo contarle la historia de la niña y su desesperación por no
llegar a disponer del dinero que la operación requería.
Seguí atentamente su relato, apuntalándolo cada tanto con exclama-
ciones del tipo “pobrecita”, “todo saldrá bien” y otras similares que sa-
len casi sin el filtro del pensamiento al escuchar la angustia de un pa-
dre luchando por su hija. A su vez, el buen hombre contó que llevaba
30 horas encima del coche, prácticamente sin descansar (lo que gene-
ró pánico en la pasajera, que imaginó el estado de los reflejos de un
hombre angustiado y sin dormir). Esta maratón productiva se debía a
su necesidad de juntar el dinero para la operación y para solventar el
costo de la prótesis que la niña necesitaba en su cadera. Ya había jun-
tado bastante, no sólo trabajando, sino también vendiendo su radio y
mediante préstamos que los amigos le facilitaron, pero aún le faltaban
casi doscientos pesos.
Entre el cúmulo de anécdotas, el taxista incluyó meticulosamente el
listado completo, y con registro horario, de los cafés y los mates con
aspirinas que ingirió para despertarse, así como los gestos solidarios
que encontró en sus amigos. Entre estos últimos, contó una escena
92 D E M O C R AT I Z AC IÓN D E LAS FA M I L I AS
.......................
1
La noción gramsciana de “hegemonía” aplicada al estudio sobre masculinida-
des fue desarrollada en 1985 por Connell y otros (citado en Connell, 1987). Con ello
se señala un esquema que, aun tomando un lugar privilegiado en la sociedad, se en-
cuentra en permanente estado de cuestionamiento. En la propia definición radica el
dinamismo de esta categoría.
M AS C U L I N I DA D ES Y FA M I L I A S 95
Características de la masculinidad
.......................
2
Al igual que la máxima acuñada por Simone de Beauvoir en 1946 y recuperada
en buena parte de los estudios feministas, donde se sostenía que: “no se nace mu-
jer, se llega a serlo”.
M AS C U L I N I DA DE S Y FA M I L I AS 97
.......................
3
Al sostener que en los mismos contextos hombres y mujeres suelen tener dis-
tintos grados de acceso a los recursos, no se está señalando que no haya varones
excluidos de múltiples recursos y beneficios de la sociedad, sino simplemente que
en estos casos se están articulando las dimensiones de clase y género. Vale decir
que aquellos hombres excluidos no lo son por ser hombres, sino por su pertenen-
cia étnica o de clase.
M AS C U L I N I DA D ES Y FA M I L I A S 99
con la visión simplista sobre el modo de vivir los privilegios por parte
de los hombres. Trabajos como los de Michael Kaufman en Canadá o
Benno De Keijzer en México llegan a cuestionar el mundo de poder y
privilegio de los hombres como un mundo intrínsecamente relacionado
con el dolor. Kaufman (1997: 64) señala que “la combinación de poder
y dolor es la historia secreta de la vida de los hombres”. Desde un en-
foque declaradamente profeminista, el autor señala que el precio que
pagan los hombres para asumir una posición de poder social es la su-
presión de toda una gama de reconocimiento y expresión de emocio-
nes. Por otra parte, el modelo del varón y de su construcción de la mas-
culinidad en torno a la consigna del “tener que ser importante” trae
sentimientos de angustia y continuo riesgo de impugnación de su au-
toestima (Marqués, 1997).
De tal modo, comienza a circular la interesante idea de que los privi-
legios masculinos revisten una paradoja intrínseca, pues los hombres,
exigidos a crecer y a mostrarse frente a otros como seres protectores,
proveedores y poderosos (como seres prácticamente invulnerables), se
sumergen en una suerte de blindaje emocional, de repliegue de un uni-
verso de sensaciones y se exponen continuamente a situaciones de
riesgo que con frecuencia los ubican frente a escenas de violencia y de
dolor (Kaufman, 1987).
Lo señalado hasta aquí nos lleva a preguntarnos: ¿cuáles son los
efectos de las masculinidades dominantes en las vidas de hombres y
mujeres? Pensar que los privilegios masculinos se condicen a todas lu-
ces con padecimientos femeninos sería sin duda inverosímil no sólo pa-
ra muchos hombres sino también para unas cuantas mujeres. Pero, por
otra parte, pensar que la disponibilidad de recursos de poder y autono-
mía relativamente superiores a los de las mujeres conduce a los hom-
bres a una lastimosa situación de responsabilidades extremas y consi-
guiente dolor, que enajena la capacidad de gozar de los beneficios de
esta situación, no sería una hipótesis de mayor credibilidad.
Podemos decir entonces que los hombres transitan un universo po-
blado de “dolores y delicias”.4 Y estos “dolores y delicias” varían en fun-
ción de sus características de personalidad y de la posición que les to-
ca desempeñar en las relaciones sociales del mundo público y del
mundo privado. Así, los privilegios masculinos pueden operar en diver-
sos sentidos tanto para las mujeres como para los mismos hombres.
Ello dependerá, entre otras cosas, del tipo de privilegios que se consi-
deren, de las relaciones que se observen, de las características perso-
.......................
4
Tomado de Caetano Veloso: “Nao me venha falar da malicia de toda mulher, ca-
da um sabe a dor e a delicia de ser o que é”, Dom de iludir.
100 D E M O C R AT I Z AC I ÓN D E L AS FA M I L I A S
Hasta hace poco menos de tres décadas, la mayor parte de los hom-
bres iniciaba su vida familiar con una certeza y también con una exigen-
M AS C U L I N I DA DE S Y FA M I L I AS 101
.......................
5
Asimismo, es interesante la referencia de Wainerman al tema de la educación
como parte de esta distribución de poder entre mujeres y hombres de una pareja.
6
Según De Keijzer, la versión más progresista de este tipo de padre se corres-
ponde con lo que se ha dado en llamar “machista-leninista”, que combina un discur-
so de género avanzado con una práctica muy rezagada.
M AS C U L I N I DA D ES Y FA M I L I AS 103
.......................
7
Quien desarrolla la idea de las atrocidades cometidas en nombre de la compa-
sión –aunque en otro contexto y observando otro tipo de relaciones– es Emilio Gar-
cía Méndez (2003).
M AS C U L I N I DA D ES Y FA M I L I AS 105
Consideraciones finales
.......................
8
A pesar de esta crítica al concepto de “nueva masculinidad”, entendemos que
éste puede tener un objetivo político, al encerrar una utopía y una crítica a los patro-
nes de masculinidad tradicionales y hegemónicos.
M AS C U L I N I DA DE S Y FA M I L I AS 107
Bibliografía
Introducción
.......................
1
Sin embargo, esto no va acompañado por paridad en los ingresos. En un estu-
dio realizado en la Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, María Elena Valen-
zuela (2000: 64) señala: “En todas las categorías ocupacionales las mujeres tienen
ingresos inferiores a los hombres, especialmente en los grupos de ingresos más al-
tos: empleadores, profesionales y técnicos que se desempeñan por cuenta propia.
Las menores diferencias se registran entre los trabajadores por cuenta propia no
profesionales y en el servicio doméstico, cuyos ingresos son los más bajos en la es-
cala ocupacional y donde la presencia masculina es irrelevante”.
112 D E M O C R AT I Z AC I ÓN D E L AS FA M I L I A S
.......................
2
Estos mecanismos ejercen violencia sobre los deseos personales (salir a traba-
jar por el deseo de comunicación social más allá de las fronteras de la casa o para
capacitarse en una tarea de su agrado) mediante recriminaciones o reproches sus-
tentados en patrones tradicionales, por ejemplo, en la acción de impedirle a la mu-
jer la posibilidad de trabajar en función de que cumpla con su deber de madre a
tiempo completo (Fernández, 1993).
3
Si se toma como indicador la relación hombre-mujer de los enfermos/as notifi-
cados de VIH-sida en la Argentina, puede observarse que el grupo de personas que
padecen la enfermedad ha ido variando. Lo que al principio parecía una epidemia su-
frida casi exclusivamente por los varones se está expandiendo hacia las mujeres en
forma creciente: en 1988 la relación hombre/mujer fue de 12.6; en 1993 descendió
a 4.0 y en 20 01 la razón hombre/mujer es de 3.2,1. Esta expansión se explica debi-
do a las relaciones sexuales sin protección y además podría relacionarse con la difi-
cultad para establecer relaciones de respeto hacia la integridad física y emocional
de las mujeres en las relaciones sexuales. Ministerio de Salud. Estadísticas de sa-
lud (1998-94). Programa LUSIDA (2001).
C O N F L I C TO Y T R A N S F O R M AC I Ó N 115
.......................
4
El artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño establece que ca-
da niña, niño y adolescente tiene derecho a escuchar y ser escuchado en el ámbito
de la familia, en distintos ámbitos sociales y explícitamente durante los procedi-
mientos administrativos y judiciales que los afecten (también están vinculados los
artículos 13 al 17).
C O N F L I C TO Y T R A N S F O R M AC I Ó N 117
.......................
5
“El conjunto de determinaciones que define el lugar social de los productores
es lo que podemos designar como las condiciones de producción de los discursos”
(Verón, 1995: 241).
C O N F L I C TO Y T R A N S F O R M AC I Ó N 119
.......................
6
Los refugios para mujeres golpeadas son alternativas de alojamiento y protec-
ción para estas mujeres y sus hijos/as, cuando la situación que viven en sus hoga-
res es evaluada por los profesionales intervinientes como de alto riesgo para sus vi-
das o las de sus hijos.
122 D E M O C R AT I Z AC I ÓN D E L AS FA M I L I A S
Los pedidos de ayuda de las mujeres, que cada vez se atreven más a
denunciar situaciones de violencia familiar, muestran, aunque en forma
incompleta,7 la gravedad de esta realidad. Según Horacio Chitarroni
(2001: 65 y ss.) en los últimos tres años el promedio de llamados al ser-
vicio de atención telefónica de la Dirección General de la Mujer del Go-
bierno de la Ciudad de Buenos Aires ha sido de alrededor de 25.000 ca-
sos por año, una cifra que casi duplica las denuncias de los años 1995 y
1996, posiblemente debido a la combinación de la mayor difusión esta-
blecida para este servicio con un clima social que comienza a desnatu-
ralizar y condenar la violencia contra las mujeres, con mayor intensidad
que en los años anteriores. De un conjunto de 325 fichas seleccionadas,
casi la totalidad de las denunciantes residen en el Gran Buenos Aires
(Capital Federal y Conurbano). En el 96% de los casos es la misma víc-
tima quien hace la denuncia. Los casos se agrupan en dos segmentos:
las mujeres que denuncian antes de los 5 años (51%) y las que lo hacen
recién cuando la situación ha superado los 10 años (40%). En el 93% de
los casos el agresor es el cónyuge (esposo o concubino) y en el 3% el
ex cónyuge. Un 85% de las denunciantes conviven con el agresor.
.......................
7
No existen registros confiables en el nivel nacional, debido a la dificultad para
obtener información sobre el problema. Por esta razón nos referiremos a los resul-
tados de una in vestigación realizada en la Ciudad de Buenos Aires, donde se regis-
traron y analizaron las situaciones de violencia detectadas a través de los servicios
de prevención de violencia “doméstica” de la ciudad.
C O N F L I C TO Y T R A N S F O R M AC I Ó N 123
.......................
8
Población de referencia: en comparación con el total de mujeres residentes de
la ciudad.
124 D E M O C R AT I Z AC IÓN D E LAS FA M I L I AS
.......................
9
Con este propósito hemos editado una Guía de Recursos para Talleres de De-
mocratización Familiar.
126 D E M O C R AT I Z AC IÓ N DE L AS FA M I L I AS
poder, a menudo lleva a una lucha en la que, por un lado, las mujeres
tratan de ejercer poder en alguna esfera de la vida cotidiana, a través
de múltiples formas (coerción, disimulación, persuasión, acomodación,
etc.), mientras que los varones, al estar seguros de que ejercen el po-
der no negocian, simplemente imponen (Di Marco, 1997). En casos de
relaciones simétricas, donde cada uno es reconocido por el otro como
portador de legitimidad para iniciar el proceso para acordar posiciones
e intereses, se trata de construir acuerdos donde los negociadores tie-
nen, desde ambos lados, la posibilidad de redefinir la situación para es-
tablecer otra nueva situación que los beneficie a ambos.
En las negociaciones tradicionales no se cuestionan las condiciones
de asimetría de poder y autoridad, que son las habituales dentro del sis-
tema patriarcal. Las negociaciones se manifiestan como una confron-
tación abierta sobre los espacios de poder o como una transacción in-
directa, en la cual se cede algo para conseguir la meta deseada, pero
sin cuestionar la legitimidad del poder del otro ni aclarar necesidades y
derechos de la parte que no tiene culturalmente legitimidad para deten-
tar el poder.
La desigualdad de género dificulta la negociación por varias razones:
La equidad en la negociación
Apertura
Escucha
MANIPULACIÓN ASERTIVIDAD
disimulo franqueza
SUMISIÓN/HUIDA AGRESIVIDAD
Repliegue sobre
uno mismo
Consideraciones finales
Bibliografía
Introducción
.......................
1
Adelantado y Noguera (1998: 129) sostienen una concepción compleja de la es-
tructura social, siguiendo a Habermas (1986 ); Cohen y Arato (1992) y autoras femi-
nistas. Consideran que las desigualdades sociales operan en cuatro esferas: mer-
cantil, estatal, doméstico-familiar y relacional, y que cualquiera de estas esferas
puede proveer bienestar social a la población.
2
En la actualidad, el 10% más rico de los habitantes participa del 37,4% del in-
greso total. Su ingreso promedio es 27,3 veces mayor que el de aquellos que inte-
gran el 10% más pobre. Comparados estos valores con 1994, la brecha es 17,8 ve-
ces superior. En 1998, el 23,9% de los hogares (32,6% de la población) caían bajo
la línea de pobreza, de ellos, el 6,4% (9,4% de la población) eran considerados indi-
gentes. En la medición de octubre de 2002, 48,1% de los hogares era pobre y el
21,2%, indigente.
P O L Í T I C AS S O C IA L ES Y D EM O CR AT I Z AC I Ó N 141
.......................
3
“... El bienestar o la libertad de los miembros de una familia depende de cómo
se utilice la renta familiar para satisfacer los intereses y los objetivos de cada uno
de ellos. Así, la distribución de las rentas dentro de las familias es una variable fun-
damental en la relación entre los logros y las oportunidades individuales y el nivel to-
tal de la renta familiar. De las reglas de distribución que se utilicen dentro de la fa-
milia (relacionadas, por ejemplo, con el sexo, la edad o las necesidades que se crea
que tiene cada miembro) pueden depender los logros y las dificultades económicas
de sus integrantes” (Amart ya Sen, 2000: 99).
142 D E M O C R AT I Z AC IÓN D E LAS FA M I L I AS
.......................
4
El Programa de Democratización de las Relaciones Familiares puede ser com-
prendido dentro de las políticas de reconocimiento, pues pone el acento en las re-
laciones de poder y subordinación entre los géneros y las generaciones dentro de
los grupos familiares. La transformación de los contratos autoritarios, que naturali-
zan la subordinación femenina y que no contemplan en toda su magnitud los dere-
chos de la infancia, es el punto central del programa.
5
Si bien la autora se refiere a las políticas focalizadas, es interesante que aun en
éstas se puedan considerar políticas de reconocimiento.
P O L Í T I C AS S O C IA L ES Y D EM O CR AT I Z AC I Ó N 143
.......................
6
Como dice Carol Pateman (1989): “El debate liberal no cuestiona la contradic-
ción entre la igualdad política formal y la desigualdad social en las instituciones pú-
blicas y privadas, por ejemplo, la marginación y subordinación de las mujeres, gru-
pos étnicos y religiosos”.
7
Según Fraser, “Cuando se insiste en hablar públicamente de las, hasta enton-
ces, necesidades despolitizadas, cuando se exige reclamar para estas necesidades
el estatus de temas políticos legítimos, se cuestionan, modifican y/o desplazan ele-
mentos hegemónicos de los medios de interpretación y comunicación: se inventan
nuevas formas de discurso para interpretar sus necesidades” (Fraser, 1989: 20-21).
P O L Í T I C AS S OC IA L ES Y DE MO CR AT I Z AC I Ó N 145
.......................
8
En el Instituto de Estudios de Desarrollo de la Universidad de Sussex, Gran
Bretaña.
P O L Í T I C AS S O C IA L ES Y D EM O CR AT I Z AC I Ó N 149
.......................
9
Sobre este concepto volveremos en este mismo capítulo.
P O L Í T I C AS S O C IA LE S Y D EM O CR AT I Z AC I Ó N 151
10
Magdalena León (1997) explica al mundo de habla española las dificultades
que suscita este término: “la palabra empoderar denota acción por su prefijo. A es-
te verbo se le ha dado como sinónimo ‘apoderar’, de uso antiguo, que se define co-
mo “dar poder y hacerle dueño de una cosa”,“hacer poderoso”, ”hacerse poderoso”.
Entre estas posibilidades que brinda la lengua, Vernier se inclina por usar el verbo
‘apoderar’ y el sustantivo ‘apoderamiento’, aconsejando no usar una sola expresión
e incluyendo el uso de la perífrasis “dar poder”.
152 D E M O C R AT I Z AC IÓN D E LAS FA M I L I AS
Las autoras que estudian estos procesos consideran que éstos rompen
los límites entre las esferas pública y privada, que van de lo personal a
lo social, que conectan el sentido de lo personal con lo comunitario y
permiten orientarse hacia cambios en la distribución del poder, tanto
en las relaciones interpersonales como dentro de las instituciones de
la sociedad (Stromquist, 1992; en León, 1997: 78 y 79). Un requisito
previo para el empoderamiento es participar en alguna “forma de em-
presa colectiva que pueda ser exitosa y que, de esta manera, permita
desarrollar un sentido de independencia y competencia entre las mu-
jeres” (Stromquist, 1992: 83). La organización y la movilización son un
camino clave mediante el cual las mujeres se pueden vincular a una lu-
cha más global en busca de un desarrollo responsable y comenzar a
impugnar la asignación de recursos a nivel de políticas.
Existen por lo menos dos problemas en la extensión del uso del con-
cepto de empoderamiento, uno referido a las relaciones de poder y el
otro, a la noción de comunidad. Mencionar el empoderamiento es alu-
dir al poder y a la desigualdad. Retomando lo argumentado en los capí-
tulos anteriores acerca del carácter relacional del poder, una perspecti-
va que pone foco en el ejercicio del poder por parte de los grupos
subordinados tiene simultáneamente que dar cuenta del poder y de la
resistencia, de formas conflictivas, tanto positivas como negativas, de
producción del poder.
Las relaciones de poder adquieren diversas estrategias, M. Foucault
menciona entre ellas, las construidas por discursos que se privilegian
por estar en la pirámide de las jerarquías de valores admitidos por una
sociedad. El patriarcado y la autoridad masculina participan de estas re-
laciones de poder piramidales. Por lo tanto, es necesario construir dis-
cursos que hagan reconocer el derecho de otras que no han sido reco-
P O L Í T I C AS S OC I A LE S Y D EMO CR AT I Z AC I Ó N 153
.......................
11
Steven Lukes analiza las siguientes perspectivas: “unidimensional”, que focali-
za sobre la toma de decisiones en temas donde hay conflictos de intereses obser-
vables; “bidimensional”, que considera que no tomar decisiones es una forma de to-
marlas y también que se evita tomar decisiones en asuntos sobre los que puede
haber un conflicto potencial. La tercera perspectiva, llamada “tridimensional” (que
según él permite realizar un más profundo y satisfactorio análisis de las relaciones
de poder) pone el acento en las fuerzas sociales y las prácticas institucionales que
operan sobre las decisiones de los individuos. El autor se pregunta: “¿No es una for-
ma de ejercicio del poder más supremo e insidioso evitar que la gente tenga que-
jas, por la modelación de sus percepciones, conocimientos y preferencias, de tal
modo que ellos acepten su lugar en el orden existente, tanto si no pueden imaginar
alternativas a éste, o lo ven como natural y no cambiable, o lo valoran como ordena-
do divinamente y beneficioso?”. Steven (1976: 24).
154 D E M O C R AT I Z AC I ÓN D E L AS FA M I L I A S
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Por ejemplo, Jo Rowlands menciona los siguientes tipos de poder: “el poder
sobre”, como la habilidad de una persona para que otras actúen en contra de sus de-
seos. Es la capacidad de un actor de afectar los resultados aun en contra de los in-
tereses de los demás y suele manifestarse en la toma de decisiones en conflictos
abiertos u observables aunque también puede estar presente en los conflictos que
se suprimen para evitar el conflicto: aquello que no se toma en cuenta y ni siquiera
entra en la decisión. El “poder para”: este poder sirve para incluir cambios por me-
dio de una persona o grupo líder que estimula la actividad en otros e incrementa su
ánimo. Es un poder generativo o productivo, aunque puede haber resistencia y ma-
nipulación. El “poder con” se aprecia cuando un grupo presenta una solución com-
partida a sus problemas. El “poder desde dentro” es socialmente estructurado y
configurado por los patrones culturales y por las prácticas institucionales que mol-
dean no sólo los intereses prevalecientes sino también la forma en que los diferen-
tes actores perciben sus intereses. Rowlands, “Empoderamiento y mujeres rurales
en Honduras: un modelo para el Desarrollo” (1995), en León, 1997.
P O L Í T I C AS S O C IA L ES Y D EM O CR AT I Z AC I Ó N 155
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Frente a las políticas de identidad homogeneizadoras, Nira Yuval-Davis (1997:
98) propone políticas de transversalidad, en las que esta unidad y homogeneidad
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sean reemplazadas por diálogos que reconozcan las diferencias y los conocimientos
en construcción, lo que denomina el “reconocimiento del saber no terminado de ca-
da colectivo”. Estas políticas transversales deben tener presente que hay conflictos
de intereses irreconciliables.
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Un enfoque homogeneizante de la participación y de las organizaciones de
mujeres conduce muchas veces a visiones en cierto modo polarizadas; algunos las
presentan –especialmente a las de sectores populares– como heroínas de batallas
P O L Í T I C AS S OC IA L ES Y D EMO CR AT I Z AC I Ó N 157
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Consideraciones finales
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Al elaborar políticas de equidad de género es conveniente tener en cuenta la
constitución de las identidades masculinas, y las relaciones de poder entre hombres
y mujeres, así como las diferencias de poder tanto entre hombres como entre mu-
jeres, no sólo por la clase, sino también por la pertenencia a grupos que cuestionan
el modelo heterosexual dominante.
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Como ya lo hemos mencionado, no podemos afirmar que se den estos procesos
en acciones colectivas ligadas a asociaciones tradicionales o lideradas por hombres.
P O L Í T I C AS S OC I A LE S Y D EMO CR AT I Z AC I Ó N 161
mita la revisión de sus derechos, como así también concretar logros pa-
ra el mejoramiento de las condiciones de vida.
Éste es un proceso que hemos denominado político-transformador
y se relaciona con el cambio desde una “conciencia en sí” (reproduc-
ción del ser individual según la terminología que utilizara Heller, 1977,
que se vincula con la satisfacción de necesidades personales) hacia
una “conciencia para sí” (se actúa en un sentido no individual sino so-
cial), por ejemplo, asumiendo activamente la respuesta a los problemas
derivados de una posición desigual.
En este proceso de asumir una conciencia “nueva”, actuando efecti-
vamente sobre la realidad y sintiendo que su práctica las incluye, las
mujeres pueden transformar su situación, constituirse en autoridad y
reposicionarse en el campo de la ciudadanía.
Para completar una reflexión sobre la ciudadanía, es de central im-
portancia examinar las diferencias de acceso al Estado que tienen las
diferentes categorías de ciudadanos, cómo es la práctica de sus dere-
chos y la implicancia que esto tiene sobre las relaciones de domina-
ción. La violencia contra las mujeres (física o psicológica) es una prác-
tica que desanima y aleja a las mujeres de la posibilidad de ejercer sus
derechos libremente. Otro de los condicionamientos está dado por los
recursos económicos y su utilización.
Finalmente, para ejercer la ciudadanía se requiere hablar desde la
propia voz y elaborar un discurso de derechos. Históricamente la vida
social y política no significó para las mujeres un ámbito en el cual ex-
presarse con autoridad, pues ese ámbito estaba reservado a los varo-
nes de la familia. Con frecuencia, las mujeres tomaban sus decisiones
políticas aconsejadas por maridos e hijos varones, quienes eran consi-
derados los “expertos“ en asuntos del afuera: afuera de la casa, de los
hijos, de las preocupaciones cotidianas. Constituir una voz propia que
recupere el mundo de la vida cotidiana en un movimiento que permita
incluirlo como ámbito de lo político es un proceso dificultoso que, sin
embargo, va teniendo lugar. Las mujeres que se han unido a otras en
diversas formas de colectivos han comenzado a escuchar sus propias
voces y las de las demás y han aprendido a procurarse los medios pa-
ra ser escuchadas en la sociedad.
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Bibliografía