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La Visión Antropocéntrica.

Protección y Derechos del Medio

Ambiente
Por Mtra. Gabriela Hernández Islas
 2, Enero, 2020
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 10 Minutos De Lectura
¿La Tierra es nuestra o nosotros somos de ella? ¿Cómo frenar el
impacto ambiental? Todas estas interrogantes emergen al analizar la
errada postura filosófica que hemos adoptado, pero ¿todo está
perdido?
El reconocimiento de que el ser humano no es principio y fin del
entorno mundial sino un engrane más del funcionamiento planetario,
plantea una cuestión que a la ciencia antropológica y a la concepción
filosófica del antropocentrismo no les ha agradado.
 

Antropocentrismo: Uno de los Obstáculos para Avanzar

El antropocentrismo es una teoría filosófica en la cual se concibe al ser


humano y sus intereses como el centro de todo, por lo que se produce
una supeditación de lo “demás” (seres vivos, medio ambiente,
etcétera) a las necesidades y bienestar del ser humano. Veamos el
origen de la teoría que nos ocupa.
La evolución del teocentrismo al antropocentrismo se gesta cuando el
hombre deja de adjudicarle a la existencia de un ser divino la mayoría
de fenómenos, descubre la ciencia, por lo que la divinidad se ve
desplazada para dar pie a la figura dominante: el ser humano.
Francois Ost señala que el dominio irracional del ser humano sobre la
naturaleza tiene un origen bíblico.[1]
Por otra parte, alguna vez el canciller inglés, Francis Bacon,
mencionaba que: “el Estado moderno debe concebirse como una
república científica […] cuyo objetivo es llegar a un dominio completo
de la naturaleza con vistas a mejorar la suerte del género humano”,
[2] es decir, una perspectiva antropocéntrica.
Por su parte, Descartes propuso una visión dual del mundo
otorgándole primacía a los seres humanos por ser la única especie
poseedora de alma y mente (res cogitas); en tanto que el resto de la
creación sólo es materia (res extensa) que funciona
inconscientemente, de esta manera Descartes abrió una brecha entre
el hombre y la naturaleza. En 1633, en Fabula mundi proponía grosso
modo una visión antropocéntrica al mencionar “portaros como si
fuéramos dueños y señores de la naturaleza”.[3] En consecuencia, se
dejó fuera de la ecuación a los seres vivos, ya que el ser humano,
como único ser viviente portador de razón se establece como la figura
predominante del planeta, mientras que el medio ambiente pasa a
cumplir el papel de un mero instrumento, todo esto contra lo dispuesto
en la Carta Mundial de la Naturaleza, emitida en 1982 por la Asamblea
General de Naciones Unidas, que dicta: “La especie humana es parte
de la naturaleza […] Toda forma de vida es única y merece ser
respetada […] y con el fin de reconocer a los demás seres vivos su
valor intrínseco, el hombre ha de guiarse por un código de acción
moral”.[4]
Bajo el régimen del antropocentrismo han nacido normas, corrientes
ideológicas, posturas políticas etcétera, mediante las cuales situando
al ser humano en el centro manipulan el medio ambiente hasta el
punto de destrozarlo, sin reparar en que el deterioro causado a la
Tierra desembocará tarde o temprano en un daño a la propia especie
humana. El pronóstico científico nos señala que llegaremos a un punto
en el que ya no habrá retorno, nos señala que estamos en el camino
hacia ningún lugar. Desbancar el antropocentrismo como eje central
de la ideología humana conlleva replantearnos cuestiones éticas de
carácter histórico a la luz de nuevos elementos de juicio. El tema de la
interrelación hombre-medio ambiente es uno de los asuntos que debe
analizarse tomando en cuenta todos los elementos (no únicamente al
ser humano y sus intereses).
 

Antropocentrismo en México

México no escapó a la corriente filosófica del antropocentrismo;


nuestro máximo ordenamiento jurídico posee un antropocentrismo
moderado, es decir, gira en torno a la estabilidad y protección del ser
humano; al mismo tiempo y como consecuencia de proveer un
contexto digno en el que pueda vivir y desarrollarse, se ha establecido
la protección al medio ambiente, lo cual quedó estatuido en nuestro
artículo 4, quinto párrafo.

“Bajo el régimen del antropocentrismo han nacido normas,


corrientes ideológicas, posturas políticas etcétera, mediante las
cuales situando al ser humano en el centro manipulan el medio
ambiente hasta el punto de destrozarlo.”

 De forma muy similar y con un antropocentrismo moderado, legislaron


diversos países latinoamericanos, como Ecuador, Brasil, Bolivia,
Paraguay, Perú y Venezuela; esto por mencionar algunos ejemplos.
No obstante, existe un país en Latinoamérica que le ha reconocido
derechos a la naturaleza, nos referimos a Ecuador, el cual en su
máxima norma en el numeral 10, segundo párrafo, dispone: “Artículo
10. La naturaleza será sujeto de aquellos derechos que le reconozca
la Constitución”.[5]
Pero la Constitución ecuatoriana no se ciñe únicamente a la
disposición citada, sino que en los artículos 71 a 74 se le reconoce
derechos a la Pacha Mama, tales como el respeto integral de su
existencia, el derecho de mantenimiento, el de regeneración de sus
ciclos vitales, así como el derecho a su restauración. Es lamentable
que México no haya podido (o querido) seguir el ejemplo ecuatoriano,
dejándose llevar por intereses mezquinos que van desde políticos
hasta económicos, impidiendo una protección acertada de la
naturaleza, del medio ambiente, teniendo como eje al ser humano,
rezagándonos una vez más a una visión filosófica rebasada.
Es hora de preguntarnos ¿qué estamos haciendo mal?, ¿por qué
continúa privilegiándose el valor económico al costo natural?
Fundamentalmente, deberíamos cuestionarnos si las bases filosófico-
jurídicas que sustentan a la normatividad son las oportunas o si
debemos mutar hacia una corriente nueva que ofrezca una cura para
el mal que se ha causado a nuestro medio ambiente y a nuestros
seres vivos no humanos.
 

Posturas Filosóficas que Promueven un Enfoque Holístico

Las normas ambientales son las que menos cumplimiento tienen,


entre otras razones por la falta de decisión política del Estado para
hacerlas cumplir o por la prevalencia de privilegios económicos. Frente
a éstos escollos parecería que una primera solución es, como se
propuso en líneas anteriores, abandonar el antropocentrismo en toda
la línea política y legislativa nacional y, como consecuencia, lograr el
reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derechos incluyendo,
desde luego, los derechos de los animales no humanos.

“Deberíamos cuestionarnos si las bases filosófico-jurídicas que


sustentan a la normatividad son las oportunas o si debemos
mutar hacia una corriente nueva que ofrezca una cura para el mal
que se ha causado a nuestro medio ambiente y a nuestros seres
vivos no humanos.”

La postura holística nos estima como integrantes y no como dueños y


señores, entendiendo que formamos parte de un sistema en el que
interaccionan elementos bióticos y abióticos dentro de ciertos
umbrales y límites físicos de sustentabilidad y adaptación. Diversas
posturas se han fijado respecto a la visión heliocentrista, por ejemplo,
Aldo Leopold en su ensayo “The Land Ethic” sugiere la constitución de
una ciudadanía biótica inspirada en una ética de la Tierra, en el que la
conservación es un estado de armonía entre los hombres y la tierra.[6]
Por su parte, Tom Reagan en su ensayo “The Case for Animal Rights”
ratifica el derecho de otros seres vivos que comparten el planeta con
nosotros trasladando a los seres humanos desde el centro a un
engrane del todo.[7] No debemos olvidar que los indios
norteamericanos y otros grupos indígenas han defendido la
espiritualidad fundada en la tierra, para muestra está la carta
redactada en 1855 por el Gran Jefe Indio Seattle de la tribu de los
Swamish a Franklin Pierce, entonces Presidente de los EE. UU., en la
que se lee: “La Tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a
la Tierra. No fue el hombre el que tejió la trama de la vida, él es sólo
un hilo de la misma. Todo cuanto haga con la trama se lo hará a sí
mismo”.[8]
Además, Jean Christian Smuts nunca admitió la postura
antropocéntrica porque la propia ciencia de la ecología es holística;
mientras que James Lovelock y Lynn Margulis argumentaron en su
“Hipótesis Gaia” que el planeta tierra se autorregula por sí mismo. Por
último, no podíamos pasar sin mencionar a Cristopher Stone, Juez
estadounidense que en 1972 argumentó en el ensayo “Should Trees
have Standing? Toward Legal Rights for Natural Objects”, a raíz del
caso Sierra Club vs. Morton, que los árboles que pretendían talarse
para construir el parque Disney eran los verdaderos afectados y no la
organización Sierra Club.
 

Necesaria Reflexión. No todo está perdido (Aún)

 
Como hemos visto hasta ahora, la ciencia nos da hoy una visión más
amplia y holística de la naturaleza, que debemos aprender a utilizar
para aprovechar mejor los recursos. Así, la valoración ecológica parte
de un reconocimiento de un parentesco e interdependencia biológica
entre todos los seres vivos (incluido el ser humano), y haber aprendido
que existe una conexión entre todos los procesos bióticos, del cual
nuestra vida como especie depende, esto debería bastar para rever la
postura antropocéntrica que sostiene nuestras leyes.
La concepción antropocéntrica unida con la falta de conciencia
respecto del estado real del medio ambiente que nos rodea es lo que
ha generado el deterioro actual y futuro de nuestra Tierra, es por ello
que resulta una tarea imprescindible replantearse el peso que
adquiere en nuestras legislaciones la postura filosófica del
antropocentrismo, es imprescindible pues realizar un giro, modificar la
teoría ideológica lo cual dará como resultado la construcción no sólo
de mejores leyes sino una protección ambiental y animal adecuada a
nuestro tiempo, una que nos permita ser parte del todo, preservándolo,
protegiéndolo, subsistiendo con él.

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