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Anáhuac, el Ciclo del Poder

FRANK DÍAZ


Anahuac, el ciclo del poder © 2020 Frank Díaz.
Editado por Iglesia Tolteca. Todos los derechos reservados.
Se permiten las citas, siempre que se mencione la fuente.

CONTENIDO
El sentido de la historia
La hipótesis de las cuatro edades
La hipótesis de los cinco soles
La hipótesis de las polaridades
La hipótesis del ciclo vital
Civilizaciones modelo
El ciclo del poder
Una cuestión de energía
Una historia sincrónica
Los abuelos fundadores
Ciclicidad y calendario
El sentido de la historia
esde tiempos remotos, el ser humano se ha preguntado: ¿es la historia una acumulación
D errática de incidentes, o tiene un sentido? Para responder esta pregunta, primero hay que
definir el concepto de “historia”.
Historia es la sucesión de eventos en el tiempo. Es de tres tipos: natural, cultural y
civilizatoria. La historia natural está formada por todo lo que ocurre sin intervención humana.
Queda recogida en testimoniales como los estratos geológicos y el código genético. Carece de
sentido: los planetas surgen por casualidad, las especies evolucionan por acumulación de
errores.
La historia cultural es el recuento de los logros de la cultura, es decir, de la modificación
consciente de la Naturaleza. Alimenta los mitos y leyendas, así como nuestro sentido de identidad.
Comienza sin un sentido explícito - por el descubrimiento fortuito de los potenciales de la
Naturaleza y la sociedad -, pero va conformando uno a medida que se acumulan los logros.
La historia de la civilizacion es el registro de la organización de la cultura. Queda recogida
principalmente en textos y calendarios. Más que un inventario de hechos, es un intento de
comprender lo ocurrido, para transmitir la enseñanza a las futuras generaciones. Tiene el objeto de
consolidar la conciencia histórica - la capacidad de entender el paso del tiempo como una
causalidad. El indicador de este tipo de historia es la creación de calendarios avanzados; el adelanto
de un calendario se mide por la precisión con que ubica un día en el tiempo.
Un mismo hecho puede interpretarse desde diversas perspectivas históricas. Por ejemplo, el
intercambio genético resultante la invasión de América por los europeos pertenece a la historia
natural; los intercambios de lenguas, costumbres y alimentos fueron logros culturales; su
impacto político fue un hecho de la historia de las civilizaciones.
Estas definiciones responden nuestra pregunta: la historia no tiene un sentido intrínseco,
pero se torna significante en la medida que somos conscientes de estarla creando. Nuestra
función social es proporcionarle sentido al devenir.
Lo que plantea una segunda pregunta: ¿es lineal el sentido de la historia, o tiene ciclos? Tras
observar durante milenios el comportamiento de la Naturaleza y la sociedad humana, los
antiguos concluyeron que la historia es cíclica.

Calendario 1 día cada


Romano (304 días x año)
Egipcio antiguo 4 años
Egipcio nuevo y Juliano 128 años
Chino, Hebreo y Griego 320 años
Islámico moderno 2500 años
Gregoriano 3216 años
Cuenta Larga Anahuaca 5200 años
Cuenta Civil Anahuaca 8320 años
Precisión astronómica de los calendarios.
La hipótesis de las cuatro edades
a más antigua clasificación de ciclos históricos aparece en Mesopotamia y la India. Afirma
L que la historia se organiza en cuatro edades o Yugas que se repiten en forma indefinida. Les
atribuían un sentido involutivo, por lo que las simbolizaron por metales de valor
decreciente: oro, plata, bronce y hierro. Les asignaban el predominio sucesivo de las cuatro
clases sociales principales de aquellos pueblos, a las que los hindúes llamaron
Brahmanes, sacerdotes, Kshatriya, guerreros, Vaishya, comerciantes, y Sudra, obreros y
campesinos. Según los textos hindúes, esta última edad genera tensiones que provocan el
regreso a la primera.
A mediados del siglo 19, Carlos Marx asume esta hipótesis de modo intuitivo y la vincula a la
lucha de clases y los sistemas productivos. Marx define la historia como una sucesión de
formaciones socioeconómicas dialécticamente conectadas (es decir, que se suceden por
revoluciones detonadas por las contradicciones acumuladas). Afirma que hemos atravesado
cuatro de ellas: primitiva, esclavista, feudal y capitalista, y nos acercamos a la quinta: el
comunismo, cuya primera fase es el socialismo. A diferencia de los antiguos, Marx tiene una
visión evolutiva y lineal del devenir: afirma que el comunismo es una fase superior y eterna,
pues carece de conclusión dialéctica.
La hipótesis de Marx es un caso típico de adaptación de los hechos. Sólo puede aplicarse, de
modo forzado, a unos pocos pueblos (las civilizaciones latina y cristiana occidental) durante un
corto período de tiempo (los últimos 2 mil años), pero no a todos los pueblos durante toda la
historia. Los hechos la contradicen; por ejemplo, los chinos nunca tuvieron un sistema
esclavista, su etapa feudal duró milenios y no derivó en capitalismo orgánico, sino en socialismo
forzado, que ha involucionado al más feroz capitalismo.
Notando el problema, Marx creó un comodín al que llamó ”modo asiático de producción”,
que aplicó a todos los que no caben en la historia reciente de Europa. Además, dogmatizó que
historia es únicamente el producto de la lucha de clases (al modo europeo), por lo que, hablando
con propiedad, el poblamiento de América, el invento del cero por los olmecas y la instauración
del Estado Inca por Pachakutek no son hechos históricos.

El ciclo de las cuatro edades. La pirámide histórica marxista.


La hipótesis de los cinco soles
os antiguos mexicanos y peruanos concluyeron que la historia es la interacción de la vida
L humana con los ciclos naturales, simbolizados y medidos por los movimientos de los astros.
Dividieron la rotación aparente del cielo en cinco períodos que llamaron “soles”. Afirmaban
que han pasado cuatro soles y estamos en el quinto.
La naturaleza de tales eras queda recogida en sus nombres nahuas, basados en los elementos
alquímicos (los grandes estados de agregación de la materia - sólido, líquido, gaseoso,
plasmático y desintegrado):
1. Atonatiu’, sol de agua.
2. Tlaltonatiu’, sol de tierra.
3. Tletonatiu’, sol de fuego.
4. E’katonatiu’, sol de aire.
5. Olintonatiu’, sol de movimiento.

Según esta idea, el Sol de agua tiene una cualidad formativa; el de tierra es nutricio y
consolidativo; el de fuego es reductivo y expansivo; el de aire comunica; el de movimiento
implica transformación y salto de orden. Afirmaban que en cada Sol vivió una humanidad que
fue destruida por una catástrofe natural.
Esta concepción de la historia es cíclica y evolutiva, pues supone que los soles recurren y sus
cualidades positivas se acumulan. Por ejemplo, el mito nahua de la creación de las semillas
afirma que las sucesivas humanidades las fueron mejorando, hasta producir los cereales
actuales en el cuarto Sol. Por su parte, el libro sagrado maya, al describir el colapso del cuarto
Sol, afirma con claridad y veracidad científica:
“Por esta razón el mono se parece al ser humano: es la huella de una generación pasada.” (Popol
Vuh)
Sobre el marco de los cinco soles, los anahuacas bordaron ciclos más finos a los que los mayas
llamaron katunes. Los katunes civiles (no confundir con los de la Cuenta Larga) medían veinte
años solares y se unían en bloques de trece katunes para completar ciclos de 260 años. Con estos
katunes, los mayas - y, de seguro, el resto de los anahuacas - no sólo ordenaron la historia, sino
que abstrajeron su sentido para aplicarlo al futuro, creando predicciones ciclo-estadísticas hoy
conocidas como “profecías mayas”.
Los anahuacas no limitaron el esquema de los soles y los katunes a la historia de la
civilización: lo remontaron hasta profundidades abismales, con el objeto de insertar nuestra
existencia en un plan cósmico. Se conservan estelas mayas con inscripciones calendáricas que
abarcan 28 mil cuatrillones de años hacia el pasado, y 17 mil cuatrillones hacia el futuro. Estas
cuentas están tan perfectamente acopladas con el tiempo histórico, que sabemos en qué día
ubican el surgimiento del Universo.
Las cosmogonías griega e hindú también colocan a la humanidad en una quinta edad, que los
hindúes vinculan con la historia del Cosmos, a través de cronologías de prodigiosa duración.
Aunque sus duraciones son diferentes a las anahuacas y no se insertan en el calendario
cotidiano, el diseño abstracto es tan similar, que no parece casual. Es probable que americanos y
euroasiáticos heredaran su ordenamiento cosmológico básico de un antepasado común que
vivió en tiempos paleolíticos.
Esquema de los soles, relieve mexica.

Los soles que nos precedieron. Códice Vaticano.


La hipótesis de la polaridad
os antiguos griegos, siguiendo enseñanzas anteriores, desarrollaron una hipótesis según la
L cual, el Universo se destruye en forma cíclica, renaciendo de sus restos. Tales colapsos
ocurren alternativamente por diluvios de agua y fuego. Esta hipótesis, llamada Ectopirosis,
influyó sobre los primeros cristianos, que la sincretizaron con el mito bíblico del Diluvio y le
dieron un carácter moralista, como leemos:
"Antaño existieron unos cielos y una tierra surgida del agua. Este mundo pereció, inundado por las
aguas del diluvio, pero los presentes cielo y tierra están reservados para el fuego.” (II Pedro 3.5-7)
Esta hipótesis no pretende ser literal; sus creadores sabían que el agua y el fuego son
metáforas de los dos polos de la energía cósmica: el polo negativo o incubador, y el polo positivo
o manifestador.
En el México antiguo encontramos una idea similar llamada en nahuatl Atlachinolli, agua
quemada. Afirma que todo cuanto existe es producto de la pugna de polaridades, y que, si se
aplica energía, es posible resolver las contradicciones, provocando un salto de orden con
manifestación de propiedades superiores. Por ejemplo: durante milenios, el agua y el fuego se
consideraron epítomes de lo irreconciliable. Un día, alguien notó que, si precintaba su producto
(el vapor), podía mover una palanca. Así surgió el motor.
Los anahuacas deificaron el principio del Atlachinolli con el nombre de Serpiente
Emplumada, alusivo a la síntesis de las polaridades. La serpiente representa lo que se arrastra y
cae (el agua, la materia, el cuerpo físico), mientras que el quetzal representa lo que asciende (el
fuego, la energía, el espíritu de superación).
A inicios del siglo 19, el filósofo alemán Friedrich Hegel sistematizó esta concepción y la
aplicó a la historia, afirmando que, además de la historia discursiva, creada por la sucesión de
los eventos, hay una “historia filosófica” o molde dialéctico formado por las tensiones y
soluciones que surgen en el hacer social, las cuales explican los procesos productivos y
civilizatorios. Ejemplos de choque dialéctico o “agua quemada” son la caída del Imperio
Romano frente a los bárbaros, y del Estado de Tula frente a los chichimecas.

Glifo del Atlachinolli, "agua quemada". El


fuego se representa por la espiral cuadra, y,
el agua por la espiral fluida. Las flores
simbolizan la emergencia de cualidades
superiores, y, el salto de orden, por el tule,
emblema de la Toltequidad. Anales de
Cuauhtinchan.
La hipótesis del ciclo vital
inicios del siglo 20, el historiador alemán Oswald Spengler, observando que las
A civilizaciones, al igual que los organismos vivos, nacen, crecen, se reproducen, envejecen y
mueren, interpretó la historia como una articulación orgánica, proponiendo el concepto de
los ciclos vitales.
“La historia humana es el conjunto de enormes ciclos vitales, cada cual con un yo y una
personalidad, que el lenguaje usual concibe como individuos, al llamarles ‘la Antigüedad’,
‘la cultura china’ o ‘la civilización moderna’.” (La Decadencia de Occidente, I)
Según Spengler, los procesos históricos siguen un cauce predeterminado por fuerzas “vitales”,
que cada pueblo aplica a sus circunstancias. Por lo tanto, al comparar las civilizaciones en busca
de pautas, debemos distinguir el tiempo cronológico del histórico - el grado relativo de
desarrollo de cada una. Él apela a la civilizacion de Anáhuac para ejemplificar esta idea:
“Hacia el año 1400 comienza la expansión militar (mexica). Rápidamente, se dirige al sur y se
prepara a poner mano sobre los estados mayas. Por entonces, la cultura (cristiana) occidental se
encontraba en el mismo periodo que los mayas habían franqueado hacia el año 700 (después de
Cristo). Hasta la época de Federico el Grande (siglo 18), los europeos nohubieran podido
comprender la política de la Liga de Mayapan.” (La decadencia de Occidente, II)
Al pasar del análisis particular al comparado, encontró una polaridad formada por los
“individuos históricos” (las civilizaciones, a las que llama “grandes culturas”) y sus relaciones.
Los individuos intentan adaptarse al ciclo vital, mientras que sus relaciones lo degradan. Él
interpreta ambos fenómenos en términos de significado o sentido de la historia.
“El complejo de la historia universal se escinde en dos elementos: los ciclos vitales de las grandes
culturas, y las relaciones entre ellas…. Sólo hay una significación profunda en los ciclos vitales de las
culturas particulares; las relaciones entre unas y otras no tienen significado, son puramente
accidentales.” (La Decadencia de Occidente, II)
En otras palabras: para Spengler, la historia es el contrapunto del sentido de la historia y las
fuerzas que lo interrumpen.

Las tres fases fundamentales del ciclo vital: emergencia, esplendor


y decadencia. Códice Vaticano 3738.
Organización de los grandes bloques civilizatorios.

Civilizaciones modelo
a definición de Spengler alude a un hecho: si la historia tiene ciclos, la interacción de los
L pueblos tiende a destruirlos. Por ejemplo, una invasión cultural o militar puede truncar el
crecimiento de un pueblo, llevándolo a una muerte prematura. Por el contrario, el saqueo,
los préstamos, el comercio intensivo o la importación de una gran religión pueden dar nuevos
bríos a un pueblo en decadencia, como le ocurrió al Imperio Romano tras la remodelación
cristiana.
Los intentos de los historiadores de encontrarle ciclicidad a la historia no han llegado a
resultados universales, porque se han centrado en el Viejo Mundo. Por determinismo
geográfico, sus civilizaciones tienen dos características que fomentan la interacción: se
establecieron en la misma franja climática, a distancias relativamente cortas entre sí. Esto
permite mover un ejército o una carabana de camellos entre una y otra.
Para saber si, más allá de las leyes dialécticas y orgánicas que marcan la historia, existe una
fuerza social o natural que la regule, necesitamos una civilización modelo, es decir, una que haya
completado su ciclo vital en aislamiento. Por fortuna, contamos con dos de ellas: las del México
y el Perú antiguos.
Aclaremos que, a lo largo de la historia, hubo numerosos intercambios culturales entre México y
Perú; por ello, sus estilos artísticos son tan similares. Pero nunca sufrieron intrusión masiva, pues
los 5 mil kilómetros y las franjas climáticas extremas que los separan, impidieron toda forma de
intercambio comercial, apoyo económico o invasión militar - el costo de enviar un ejército o un
contingente de cargadores de maíz de una civilización otra, hubiera sido mayor que el beneficio
conseguido.
Por lo tanto, las civilizaciones de América son exponentes históricos suficientemente
incontaminados. El paralelismo entre sus momentos políticos puede interpretarse como
predominancia de ciclos.
Hay más: su aislamiento las transforma en espejos. Un problema del análisis histórico es el
etnocentrismo - la tendencia a medir el todo por la parte que nos toca. Ejemplo de ello son esas
enciclopedias de “historia universal” que dedican 18 tomos a Europa, y 2 tomos a los demás
pueblos. Necesitamos un referente externo para ubicarnos a nosotros mismos.
Al permitirnos deslindar lo causal de lo accidental, lo propio de lo ajeno, lo cíclico de lo
episódico y lo genérico de lo idiosincrático, la comparación entre las civilizaciones de América y
el Viejo Mundo constituye el punto de partida para cualquier análisis objetivo de la historia
universal.

Ubicación geográfica y cosmogónica de las civilizaciones de América.


El Ciclo del Poder
l analizar la historia antigua de México y Perú, surge un patrón: está formada por períodos
A alternos de esplendor y decadencia. Estos períodos equidistan y son paralelos, es decir,
ocurren a la vez en ambos pueblos. Como implican la concentración y dispersión del poder, le
llamaremos Ciclo del Poder.
La fase de concentración del poder tiene los siguientes indicadores:
• Las culturas locales se unen en torno a modelos ideológicos hegemónicos, que se suman con el
paso de los ciclos en una gran religión.
• Surgen las grandes capitales, como Chavín y La Venta, Tiahuanaco y Teotihuacan, el Cuzco y
Tenochtitlan. Esto inhibe el desarrollo de las ciudades locales.
• Se impone un período de paz controlada y disminuyen las evidencias arqueológicas de
militarización.
• Las artes florecen y reflejan ideales sacerdotales.
• Se planifica la producción de alimentos sobre la base de la experiencia, lo que aumenta la
productividad, la riqueza, la sanidad y la densidad demográfica.
• Surgen las lenguas francas - una necesidad de las organizaciones macroestatales o imperiales.
• La escritura tiende a hacerse fonética, pues todos comprenden la lengua oficial. Ejemplo: las
escrituras olmeca, teotihuacana, maya y nahuatl.
En cambio, la fase de dispersión del poder tiene las características contrarias:
• Las culturas locales se disgregan.
• Quiebran las grandes capitales, lo que estimula el crecimiento periférico. Por ejemplo, la
pérdida de poder de Teotihuacan en el siglo 7 de la era cristiana detona el auge de Chichén Itzá,
Tula, Tajín, Mitla, Xochicalco, Cholula y otras capitales locales.
• Surgen rivalidades, cada ciudad se arma y aumentan las evidencias de militarismo.
• El arte se vuelca a motivos heroicos.
• La producción tienden a feudalizarse y disminuye la densidad demográfica. Es de notar que
ninguna de estas civilizaciones llegó al feudalismo pleno, debido a principios productivos diseñados
para evitarlo.
• Las lenguas locales se proyectan, lo que obliga a crear escrituras ideográficas que permitan
franquear la barrera lingüística, como la escritura mixteca tardía.
La amplitud del ciclo de poder se determina, ubicando cronológicamente el inicio de las fases de
esplendor y decadencia. Encontramos que los estados olmeca, teotihuacano y mexica en México, y
Chavín, Tiahuanaco e inca en Perú, surgieron con distancias promedio de 1300 años. Este lapso se
organiza en tres momentos bien diferenciados:
• Un período formativo de 325 años en el que se superan las contradicciones generadas en el
período anterior. Surgen nuevos motivos artísticos e ideológicos, aun vacilantes, pues no han
fraguado en un canon.
• Un período de esplendor o concentración del poder, de 650 años, en que la cultura nuclear
incorpora a sus vecinos, se torna pluriétnica y se proyecta sobre todo el territorio. Los motivos
artísticos e ideológicos llegan a su madurez, surgiendo poderosos cánones estilísticos.
• Un período de decadencia o dispersión del poder de 325 años, caracterizado porque el arte
pierde calidad, y cae en el panfleto político y la repetición estereotípica.

La historia comparada de los antiguos México y Perú muestra intervalos similares para tipos de eventos.
Una cuestión de energía
l ciclo del poder somete el desarrollo de la civilización en América con la exactitud de un reloj.
E Debe existir una causa mayor para tal regularidad. ¿Qué poder social o natural es capaz de
imponerse, tanto al potencial creador de los pueblos, como a su agotamiento?
La historia de una civilización es la de la energía a su disposición. Si acumula recursos y tiene
suerte (si no es destruida por otra, o por una catástrofe natural), puede llegar a su momento de
esplendor. Pero el esplendor es caro: agota el ecosistema, la fertilidad de la tierra, y el
entusiasmo y la creatividad de la gente; además, genera rutinas productivas, políticas e
ideológicas que dificultan el cambio y la adaptación.
En otras palabras: el crecimiento de una civilización acumula entropia. Cuando el desgaste
provocado por las carencias, tensiones y contradicciones es superior a la producción, la
civilización perece.
En mi opinión, no es casual que los climatólogos hayan encontrado un ciclo de alternancia de
fertilidad y sequía de 1300 años de duración, vigente en todo el planeta, al menos durante todo el
Holoceno (los últimos 13 mil años). Este ciclo se relaciona con mínimos y máximos de temperatura,
por lo que parece deberse a fluctuaciones solares, como explican sus descubridores, los
investigadores Perry y Hsu:
"El mecanismo más directo para explicar este cambio climático, sería una disminución o aumento
en la cantidad total de energía radiante que llega a la Tierra.” (2000)
La relacion entre el ciclo natural y la civilización, es la siguiente: una tierra húmeda es fértil,
produce alimentos que contentan al pueblo, lo que permite unirlo en estados supranacionales,
cuyas clases dominantes acumulan poder. Por el contrario: la sequía produce hambre, que
desemboca en guerras que separan a los pueblos, disipando el poder de las clases dominantes y
afectando indicadores como el arte, la urbanización y las lenguas.
Si esta hipótesis es correcta, el ciclo de fertilidad de la Tierra es responsable de fenómenos
climáticos que cambiaron la historia, como:
• El Período Cálido Medieval, transcurrido entre los siglos 9 y 13 después de Cristo, causante de
la caída de las culturas epiclásicas de América.
• La Pequeña Edad de Hielo, transcurrida entre los siglos 15 y 19, vinculada al nacimiento de las
civilizaciones inca y mexica, y a ese extraordinario cúmulo de poder que fue el Imperio
Novohispano.
Si lo aplicamos al Viejo Mundo, encontramos que fenómenos que se suelen interpretar como
el producto de la lucha de clases o la rivalidad entre civilizaciones, se explican mejor como
resultado de fluctuaciones en la disponibilidad de energía. España y Portugal no se hubieran
lazado a conquistar el mundo en cascarones de nuez, de no haber estado al inicio de su
momento de de concentración del poder.
El ciclo de fertilidad de la Tierra proporciona la clave para articular en la historia universal a
aquellas civilizaciones que, por diseño u otra razón, carecen de clases sociales nítidas, como las
del Extremo Oriente y América.
Una historia sincrónica
n la historia de Anáhuac encontramos tres picos de concentración del poder,
E correspondientes a los estados olmeca, teotihuacano y mexica, los cuales se consolidaron,
respectivamente, en los siglos 12 antes de Cristo, y 2 y 15 después de Cristo. Estos grandes
estados coinciden en el tiempo con los de Chavín, Tiahuanaco y Cuzco, en Perú.
En ese lapso encontramos dos máximos de dispersión del poder, correspondientes a los
períodos llamados en Anáhuac Epiolmeca y Epiclásico-Postclásico, y, en Perú, Formativo Tardío
y Fusional (este último también conocido como Período Intermedio Tardío o Período Wari-
Estados regionales). En ambas civilizaciones, estos períodos alcanzaron su epicentro en los
siglos 2 antes de Cristo y 12 después de Cristo.
El paralelismo es tan preciso, que podríamos (y deberíamos) aplicar a México y Perú una misma
nomenclatura de períodos arqueológicos. Por ejemplo:
• La expansión del estado mexica comenzó en 1428, con el sometimiento de Azcapotzalco,
mientras que la del estado inca comenzó diez años más tarde, con el sometimiento de los chancas.
• El Estado Wari, en Perú, sigue las mismas pautas y plazos, con la misma función histórica, que
el Estado de Tula en México.
• Tiahuanaco se urbaniza, alcanza su esplendor y cae al mismo tiempo que Teotihuacan, tras de
haberse expandido de un modo similar y con la misma función.
Podemos extender la comparación hasta el inicio de los olmecas y chavines - y, como
veremos, incluso a tiempos anteriores -, encontrando mínimas divergencias respecto al ciclo
teórico.
Este análisis pone de manifiesto dos sincronías: en los lapsos intrínsecos de ambas
civilizaciones, y en su paralelismo cronológico. Puesto que no podemos interpretarlo como un
caso de interdependencia de civilizaciones, solo queda entenderlo como ciclicidad extrínseca, es
decir, provocada por factores externos.

Máximos y mínimos de concentración del poder en la historia de América.


Los abuelos fundadores
l ciclo del poder nos ofrece una herramienta para adentrarnos en la historia de Anáhuac.
E Los investigadores saben que pasa algo raro con los olmecas: surgen en todo su esplendor.
Considerando la madurez de su arte, se esperaría un largo período de formación, pero, sus
mejores relieves y esculturas son los más antiguos. El origen de los olmecas no se ha
descubierto.
Perú ofrece una historia más amplia. El estilo Chavín tiene precedentes en un pueblo que
edificó su capital en Cerro Sechín, y alcanzó su esplendor en el siglo 22 antes de Cristo.
¿Existen en Anáhuac evidencias de un pueblo con un estilo similar al de Sechín, que nos
ayude a explicar el origen olmeca? Si: la cultura Danzantes, que dejó evidencias, sobre todo, en
la ciudad zapoteca de Monte Albán. Lo que en Danzantes es un experimento, entre los olmecas
se convierte en canon.
A comparar los relieves de Sechín y Danzantes, no solo encontramos los mismos temas, sino
también las mismas soluciones artísticas y técnicas, e incluso los mismos glifos. Parece que hubo
intercambio de ideas y artistas entre ambos pueblos.

Danzantes de Cerro Sechín (arriba) y de Monte Albán (Abajo).


Pero, hay un problema: los arqueólogos fechan los relieves de Danzantes un milenio después
que los de Sechín. Al analizarlo, encontramos que las evidencias de Danzantes son lápidas de
piedra que no se pueden fechar por sí mismas, sino por su contexto arqueológico. Además, no
aparecen en su función original, sino como relleno de edificios construidos por los zapotecas
entre los siglos 7 y 5 antes de Cristo. Sobre esta base, se han fechado como contemporáneas de
los zapotecas, sin tomar en cuenta que, para que una pieza de este tipo sea usada como relleno
constructivo, tiene que haber cesado por completo su período de vigencia.
El análisis estilístico me lleva a pensar que la cultura Danzantes es contemporánea de Sechín.
Habría dejado huella en la leyenda nahua, que habla de ciertos abuelos fundadores apodados los
tlapales, sabios, pues vivieron en la mítica ciudad de Tlilli Tlapallan, lugar del rojo y el negro. Si
la hipótesis es correcta, los tlapales le añaden una etapa al ciclo anahuaca del poder.

Ciclicidad y calendario
l ciclo del poder quedó reflejado en el calendario de Anahuac. Su punto de partida es el
E período de precesión de los equinoccios, formado por el desplazamiento del eje de rotación de
la Tierra, que completa una vuelta cada 26 mil años. Por razones relacionadas con el
movimiento aparente de Venus, los anahuacas dividieron esta duración en cinco partes de 5200
años, a las que llamaron “soles”.
El ciclo de poder es la cuarta parte de un Sol. Su razón calendárica es el ordenamiento de los
años hacia los cuatro rumbos.
En la actualidad, estamos viviendo en el quinto Sol, comenzado en el 3122 antes de Cristo, a
finalizar en el próximo 2079. Estas fechas nos permiten cronometrar el ciclo, que queda
conformado por la siguiente secuencia de focos de concentración y dispersión del poder:
• Cultura Sechín-Tlapele, siglos 28 al 19 a.C. Se crean las cuencas culturales de Anahuac y el
Tahuantinsuyu. Se definen la cosmovisión y el calendario.
• Período de diversificación cultural, siglos 19 al 15 a.C. Proliferan los estilos formativos.
• Cultura Chavín-Olmeca, siglos 15 al 6 a.C. Anahuac y el Tahuantinsuyu se definen políticamente,
y se extiende en ambas regiones el culto de humano-jaguar-ave-serpiente.
• Período de formación de naciones, siglos 6 al 2 a.C. Surgen las culturas epiolmecas y
epichavines.
• Cultura Tiahuanaco-Teotihuacan, siglo 2 a.C. al 8 d.C. Se crean estados macrorregionales que se
imponen sobre todo el territorio.
• Período de las ciudades estado, siglos 8 al 12 d.C. Se fragmenta el poder de los grandes estados.
• Cultura inca-mexica, siglos 12 al 16 d.C. Ascienden los incas y mexicas, pero su ascenso es
frustrado por la invasión cristiana.
El ordenamiento cíclico de la historia tiene cuatro virtudes. La primera es que explica como
un asunto climático los altibajos del poder en América - y, con algo más de trabajo, también en
el Viejo Mundo.
La segunda virtud, es que arroja luz sobre las porciones oscuras o ambiguas de la historia; por
ejemplo:
• Queda claro que la madurez cultural de los olmecas se debe a que, antes de ellos, hubo
un momento de concentración de poder que definió cánones y estilos.
• Este hallazgo proporciona una pauta para fechar tentativamente la elusiva cultura Danzante.
• Se comprende el rápido ascenso de la civilización novohispana, pues la intrusión cristiana
truncó a las civilizaciones nativas, pero no al ciclo, basado en causas naturales.
• Se comprende el fenómeno de dispersión del poder observado en México y Perú a partir de la
Independencia.
Como tercera virtud, este ordenamiento permite deslindes cualitativos entre períodos que
sugieren sus nombres literarios. Por ejemplo:
• Es posible distinguir dos etapas de distinta naturaleza en los períodos que suceden a las
grandes culturas: la primera de descomposición y la segunda de recreación.
• Sacamos a los olmecas del Preclásico (un concepto que no les queda, considerando su brillo
“clásico”), y restringimos la clasificación a culturas auténticamente formativas, como las de Sechín y
Danzantes.
• Por lo general, se suele englobar con el nombre de “Período Clásico”, tanto a la etapa en que
Teotihuacan predominaba sobre todo el territorio anahuaca, como a aquella en que su poder se
repartió entre una veintena de ciudades estado. La interpretación cíclica muestra que ambas etapas
son profundamente diferentes y merecen nombres propios.
• El renacimiento mexica se suele insertar en el Período Postclásico, pero, el análisis de
equidistancias muestra que se trató de un verdadero retorno al clasicismo, que pudo haber llegado
a las alturas de Teotihuacan.
• Los períodos Colonial e Independiente dejan de ser intrusiones históricas y se integran en una
matriz cíclica.
En cuarto lugar, este ordenamiento permite predecir que, a partir del 2079, se acentúa el
fermento separatista que ya comienza a afectar a las grandes naciones, y que la tendencia se
revierte a partir del 2404.

Edades históricas de Mesoamérica y los Andes, de acuerdo al Ciclo de Poder.

Frank Díaz, investigador antropológico, FB iglesiatolteca.

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