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FRANK DÍAZ
Anahuac, el ciclo del poder © 2020 Frank Díaz.
Editado por Iglesia Tolteca. Todos los derechos reservados.
Se permiten las citas, siempre que se mencione la fuente.
CONTENIDO
El sentido de la historia
La hipótesis de las cuatro edades
La hipótesis de los cinco soles
La hipótesis de las polaridades
La hipótesis del ciclo vital
Civilizaciones modelo
El ciclo del poder
Una cuestión de energía
Una historia sincrónica
Los abuelos fundadores
Ciclicidad y calendario
El sentido de la historia
esde tiempos remotos, el ser humano se ha preguntado: ¿es la historia una acumulación
D errática de incidentes, o tiene un sentido? Para responder esta pregunta, primero hay que
definir el concepto de “historia”.
Historia es la sucesión de eventos en el tiempo. Es de tres tipos: natural, cultural y
civilizatoria. La historia natural está formada por todo lo que ocurre sin intervención humana.
Queda recogida en testimoniales como los estratos geológicos y el código genético. Carece de
sentido: los planetas surgen por casualidad, las especies evolucionan por acumulación de
errores.
La historia cultural es el recuento de los logros de la cultura, es decir, de la modificación
consciente de la Naturaleza. Alimenta los mitos y leyendas, así como nuestro sentido de identidad.
Comienza sin un sentido explícito - por el descubrimiento fortuito de los potenciales de la
Naturaleza y la sociedad -, pero va conformando uno a medida que se acumulan los logros.
La historia de la civilizacion es el registro de la organización de la cultura. Queda recogida
principalmente en textos y calendarios. Más que un inventario de hechos, es un intento de
comprender lo ocurrido, para transmitir la enseñanza a las futuras generaciones. Tiene el objeto de
consolidar la conciencia histórica - la capacidad de entender el paso del tiempo como una
causalidad. El indicador de este tipo de historia es la creación de calendarios avanzados; el adelanto
de un calendario se mide por la precisión con que ubica un día en el tiempo.
Un mismo hecho puede interpretarse desde diversas perspectivas históricas. Por ejemplo, el
intercambio genético resultante la invasión de América por los europeos pertenece a la historia
natural; los intercambios de lenguas, costumbres y alimentos fueron logros culturales; su
impacto político fue un hecho de la historia de las civilizaciones.
Estas definiciones responden nuestra pregunta: la historia no tiene un sentido intrínseco,
pero se torna significante en la medida que somos conscientes de estarla creando. Nuestra
función social es proporcionarle sentido al devenir.
Lo que plantea una segunda pregunta: ¿es lineal el sentido de la historia, o tiene ciclos? Tras
observar durante milenios el comportamiento de la Naturaleza y la sociedad humana, los
antiguos concluyeron que la historia es cíclica.
Según esta idea, el Sol de agua tiene una cualidad formativa; el de tierra es nutricio y
consolidativo; el de fuego es reductivo y expansivo; el de aire comunica; el de movimiento
implica transformación y salto de orden. Afirmaban que en cada Sol vivió una humanidad que
fue destruida por una catástrofe natural.
Esta concepción de la historia es cíclica y evolutiva, pues supone que los soles recurren y sus
cualidades positivas se acumulan. Por ejemplo, el mito nahua de la creación de las semillas
afirma que las sucesivas humanidades las fueron mejorando, hasta producir los cereales
actuales en el cuarto Sol. Por su parte, el libro sagrado maya, al describir el colapso del cuarto
Sol, afirma con claridad y veracidad científica:
“Por esta razón el mono se parece al ser humano: es la huella de una generación pasada.” (Popol
Vuh)
Sobre el marco de los cinco soles, los anahuacas bordaron ciclos más finos a los que los mayas
llamaron katunes. Los katunes civiles (no confundir con los de la Cuenta Larga) medían veinte
años solares y se unían en bloques de trece katunes para completar ciclos de 260 años. Con estos
katunes, los mayas - y, de seguro, el resto de los anahuacas - no sólo ordenaron la historia, sino
que abstrajeron su sentido para aplicarlo al futuro, creando predicciones ciclo-estadísticas hoy
conocidas como “profecías mayas”.
Los anahuacas no limitaron el esquema de los soles y los katunes a la historia de la
civilización: lo remontaron hasta profundidades abismales, con el objeto de insertar nuestra
existencia en un plan cósmico. Se conservan estelas mayas con inscripciones calendáricas que
abarcan 28 mil cuatrillones de años hacia el pasado, y 17 mil cuatrillones hacia el futuro. Estas
cuentas están tan perfectamente acopladas con el tiempo histórico, que sabemos en qué día
ubican el surgimiento del Universo.
Las cosmogonías griega e hindú también colocan a la humanidad en una quinta edad, que los
hindúes vinculan con la historia del Cosmos, a través de cronologías de prodigiosa duración.
Aunque sus duraciones son diferentes a las anahuacas y no se insertan en el calendario
cotidiano, el diseño abstracto es tan similar, que no parece casual. Es probable que americanos y
euroasiáticos heredaran su ordenamiento cosmológico básico de un antepasado común que
vivió en tiempos paleolíticos.
Esquema de los soles, relieve mexica.
Civilizaciones modelo
a definición de Spengler alude a un hecho: si la historia tiene ciclos, la interacción de los
L pueblos tiende a destruirlos. Por ejemplo, una invasión cultural o militar puede truncar el
crecimiento de un pueblo, llevándolo a una muerte prematura. Por el contrario, el saqueo,
los préstamos, el comercio intensivo o la importación de una gran religión pueden dar nuevos
bríos a un pueblo en decadencia, como le ocurrió al Imperio Romano tras la remodelación
cristiana.
Los intentos de los historiadores de encontrarle ciclicidad a la historia no han llegado a
resultados universales, porque se han centrado en el Viejo Mundo. Por determinismo
geográfico, sus civilizaciones tienen dos características que fomentan la interacción: se
establecieron en la misma franja climática, a distancias relativamente cortas entre sí. Esto
permite mover un ejército o una carabana de camellos entre una y otra.
Para saber si, más allá de las leyes dialécticas y orgánicas que marcan la historia, existe una
fuerza social o natural que la regule, necesitamos una civilización modelo, es decir, una que haya
completado su ciclo vital en aislamiento. Por fortuna, contamos con dos de ellas: las del México
y el Perú antiguos.
Aclaremos que, a lo largo de la historia, hubo numerosos intercambios culturales entre México y
Perú; por ello, sus estilos artísticos son tan similares. Pero nunca sufrieron intrusión masiva, pues
los 5 mil kilómetros y las franjas climáticas extremas que los separan, impidieron toda forma de
intercambio comercial, apoyo económico o invasión militar - el costo de enviar un ejército o un
contingente de cargadores de maíz de una civilización otra, hubiera sido mayor que el beneficio
conseguido.
Por lo tanto, las civilizaciones de América son exponentes históricos suficientemente
incontaminados. El paralelismo entre sus momentos políticos puede interpretarse como
predominancia de ciclos.
Hay más: su aislamiento las transforma en espejos. Un problema del análisis histórico es el
etnocentrismo - la tendencia a medir el todo por la parte que nos toca. Ejemplo de ello son esas
enciclopedias de “historia universal” que dedican 18 tomos a Europa, y 2 tomos a los demás
pueblos. Necesitamos un referente externo para ubicarnos a nosotros mismos.
Al permitirnos deslindar lo causal de lo accidental, lo propio de lo ajeno, lo cíclico de lo
episódico y lo genérico de lo idiosincrático, la comparación entre las civilizaciones de América y
el Viejo Mundo constituye el punto de partida para cualquier análisis objetivo de la historia
universal.
La historia comparada de los antiguos México y Perú muestra intervalos similares para tipos de eventos.
Una cuestión de energía
l ciclo del poder somete el desarrollo de la civilización en América con la exactitud de un reloj.
E Debe existir una causa mayor para tal regularidad. ¿Qué poder social o natural es capaz de
imponerse, tanto al potencial creador de los pueblos, como a su agotamiento?
La historia de una civilización es la de la energía a su disposición. Si acumula recursos y tiene
suerte (si no es destruida por otra, o por una catástrofe natural), puede llegar a su momento de
esplendor. Pero el esplendor es caro: agota el ecosistema, la fertilidad de la tierra, y el
entusiasmo y la creatividad de la gente; además, genera rutinas productivas, políticas e
ideológicas que dificultan el cambio y la adaptación.
En otras palabras: el crecimiento de una civilización acumula entropia. Cuando el desgaste
provocado por las carencias, tensiones y contradicciones es superior a la producción, la
civilización perece.
En mi opinión, no es casual que los climatólogos hayan encontrado un ciclo de alternancia de
fertilidad y sequía de 1300 años de duración, vigente en todo el planeta, al menos durante todo el
Holoceno (los últimos 13 mil años). Este ciclo se relaciona con mínimos y máximos de temperatura,
por lo que parece deberse a fluctuaciones solares, como explican sus descubridores, los
investigadores Perry y Hsu:
"El mecanismo más directo para explicar este cambio climático, sería una disminución o aumento
en la cantidad total de energía radiante que llega a la Tierra.” (2000)
La relacion entre el ciclo natural y la civilización, es la siguiente: una tierra húmeda es fértil,
produce alimentos que contentan al pueblo, lo que permite unirlo en estados supranacionales,
cuyas clases dominantes acumulan poder. Por el contrario: la sequía produce hambre, que
desemboca en guerras que separan a los pueblos, disipando el poder de las clases dominantes y
afectando indicadores como el arte, la urbanización y las lenguas.
Si esta hipótesis es correcta, el ciclo de fertilidad de la Tierra es responsable de fenómenos
climáticos que cambiaron la historia, como:
• El Período Cálido Medieval, transcurrido entre los siglos 9 y 13 después de Cristo, causante de
la caída de las culturas epiclásicas de América.
• La Pequeña Edad de Hielo, transcurrida entre los siglos 15 y 19, vinculada al nacimiento de las
civilizaciones inca y mexica, y a ese extraordinario cúmulo de poder que fue el Imperio
Novohispano.
Si lo aplicamos al Viejo Mundo, encontramos que fenómenos que se suelen interpretar como
el producto de la lucha de clases o la rivalidad entre civilizaciones, se explican mejor como
resultado de fluctuaciones en la disponibilidad de energía. España y Portugal no se hubieran
lazado a conquistar el mundo en cascarones de nuez, de no haber estado al inicio de su
momento de de concentración del poder.
El ciclo de fertilidad de la Tierra proporciona la clave para articular en la historia universal a
aquellas civilizaciones que, por diseño u otra razón, carecen de clases sociales nítidas, como las
del Extremo Oriente y América.
Una historia sincrónica
n la historia de Anáhuac encontramos tres picos de concentración del poder,
E correspondientes a los estados olmeca, teotihuacano y mexica, los cuales se consolidaron,
respectivamente, en los siglos 12 antes de Cristo, y 2 y 15 después de Cristo. Estos grandes
estados coinciden en el tiempo con los de Chavín, Tiahuanaco y Cuzco, en Perú.
En ese lapso encontramos dos máximos de dispersión del poder, correspondientes a los
períodos llamados en Anáhuac Epiolmeca y Epiclásico-Postclásico, y, en Perú, Formativo Tardío
y Fusional (este último también conocido como Período Intermedio Tardío o Período Wari-
Estados regionales). En ambas civilizaciones, estos períodos alcanzaron su epicentro en los
siglos 2 antes de Cristo y 12 después de Cristo.
El paralelismo es tan preciso, que podríamos (y deberíamos) aplicar a México y Perú una misma
nomenclatura de períodos arqueológicos. Por ejemplo:
• La expansión del estado mexica comenzó en 1428, con el sometimiento de Azcapotzalco,
mientras que la del estado inca comenzó diez años más tarde, con el sometimiento de los chancas.
• El Estado Wari, en Perú, sigue las mismas pautas y plazos, con la misma función histórica, que
el Estado de Tula en México.
• Tiahuanaco se urbaniza, alcanza su esplendor y cae al mismo tiempo que Teotihuacan, tras de
haberse expandido de un modo similar y con la misma función.
Podemos extender la comparación hasta el inicio de los olmecas y chavines - y, como
veremos, incluso a tiempos anteriores -, encontrando mínimas divergencias respecto al ciclo
teórico.
Este análisis pone de manifiesto dos sincronías: en los lapsos intrínsecos de ambas
civilizaciones, y en su paralelismo cronológico. Puesto que no podemos interpretarlo como un
caso de interdependencia de civilizaciones, solo queda entenderlo como ciclicidad extrínseca, es
decir, provocada por factores externos.
Ciclicidad y calendario
l ciclo del poder quedó reflejado en el calendario de Anahuac. Su punto de partida es el
E período de precesión de los equinoccios, formado por el desplazamiento del eje de rotación de
la Tierra, que completa una vuelta cada 26 mil años. Por razones relacionadas con el
movimiento aparente de Venus, los anahuacas dividieron esta duración en cinco partes de 5200
años, a las que llamaron “soles”.
El ciclo de poder es la cuarta parte de un Sol. Su razón calendárica es el ordenamiento de los
años hacia los cuatro rumbos.
En la actualidad, estamos viviendo en el quinto Sol, comenzado en el 3122 antes de Cristo, a
finalizar en el próximo 2079. Estas fechas nos permiten cronometrar el ciclo, que queda
conformado por la siguiente secuencia de focos de concentración y dispersión del poder:
• Cultura Sechín-Tlapele, siglos 28 al 19 a.C. Se crean las cuencas culturales de Anahuac y el
Tahuantinsuyu. Se definen la cosmovisión y el calendario.
• Período de diversificación cultural, siglos 19 al 15 a.C. Proliferan los estilos formativos.
• Cultura Chavín-Olmeca, siglos 15 al 6 a.C. Anahuac y el Tahuantinsuyu se definen políticamente,
y se extiende en ambas regiones el culto de humano-jaguar-ave-serpiente.
• Período de formación de naciones, siglos 6 al 2 a.C. Surgen las culturas epiolmecas y
epichavines.
• Cultura Tiahuanaco-Teotihuacan, siglo 2 a.C. al 8 d.C. Se crean estados macrorregionales que se
imponen sobre todo el territorio.
• Período de las ciudades estado, siglos 8 al 12 d.C. Se fragmenta el poder de los grandes estados.
• Cultura inca-mexica, siglos 12 al 16 d.C. Ascienden los incas y mexicas, pero su ascenso es
frustrado por la invasión cristiana.
El ordenamiento cíclico de la historia tiene cuatro virtudes. La primera es que explica como
un asunto climático los altibajos del poder en América - y, con algo más de trabajo, también en
el Viejo Mundo.
La segunda virtud, es que arroja luz sobre las porciones oscuras o ambiguas de la historia; por
ejemplo:
• Queda claro que la madurez cultural de los olmecas se debe a que, antes de ellos, hubo
un momento de concentración de poder que definió cánones y estilos.
• Este hallazgo proporciona una pauta para fechar tentativamente la elusiva cultura Danzante.
• Se comprende el rápido ascenso de la civilización novohispana, pues la intrusión cristiana
truncó a las civilizaciones nativas, pero no al ciclo, basado en causas naturales.
• Se comprende el fenómeno de dispersión del poder observado en México y Perú a partir de la
Independencia.
Como tercera virtud, este ordenamiento permite deslindes cualitativos entre períodos que
sugieren sus nombres literarios. Por ejemplo:
• Es posible distinguir dos etapas de distinta naturaleza en los períodos que suceden a las
grandes culturas: la primera de descomposición y la segunda de recreación.
• Sacamos a los olmecas del Preclásico (un concepto que no les queda, considerando su brillo
“clásico”), y restringimos la clasificación a culturas auténticamente formativas, como las de Sechín y
Danzantes.
• Por lo general, se suele englobar con el nombre de “Período Clásico”, tanto a la etapa en que
Teotihuacan predominaba sobre todo el territorio anahuaca, como a aquella en que su poder se
repartió entre una veintena de ciudades estado. La interpretación cíclica muestra que ambas etapas
son profundamente diferentes y merecen nombres propios.
• El renacimiento mexica se suele insertar en el Período Postclásico, pero, el análisis de
equidistancias muestra que se trató de un verdadero retorno al clasicismo, que pudo haber llegado
a las alturas de Teotihuacan.
• Los períodos Colonial e Independiente dejan de ser intrusiones históricas y se integran en una
matriz cíclica.
En cuarto lugar, este ordenamiento permite predecir que, a partir del 2079, se acentúa el
fermento separatista que ya comienza a afectar a las grandes naciones, y que la tendencia se
revierte a partir del 2404.