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Hay técnicas más sencillas de utilizar que otras; aquí trataremos de facilitar una
pequeña síntesis de los rasgos más importantes de cada una de ellas.
El ritmo se usa como base para la libre expresión de los usuarios. Se toca un pulso o
ritmo sencillo en forma de obstinato, y a partir de él se tratará de crear una música o
ritmo en comunidad. Este formato es idóneo para entender la comunicación musical –
no verbal-, y las dinámicas individuales y grupales –forte y piano-.
Es una manera muy simple de tocar juntos, que apenas requiere dirección, y da
resultados de forma directa, sin necesidad de tener conocimientos previos; esta
técnica nos permite dejar espacio para la exploración de los instrumentos. Es
importante orientar un poco sobre la ejecución y los recursos si observamos que hay
una inhibición resultante por el exceso de libertad: no es ningún problema, pero
debemos liderar un poco la situación si esta situación se da.
La música se usa como medio para dialogar. Se puede usar para aprender la forma
musical de pregunta-respuesta, planteando como un juego organizado, o permitiendo
que se interrumpan.
Este modelo de improvisación se centra en el ámbito social, ya que está ideado para
la improvisación en grupo.
Paisajes sonoros: imitar la naturaleza (un río, una tormenta, una selva, etc).
Este modelo de improvisación nos vale perfectamente para enseñar una gran variedad
de conceptos y contenidos curriculares de la educación musical, permitiendo que la
enseñanza y la creatividad se den en conjunto.
Técnicas de conducción
Estos recursos son muy gratificantes, ya que el resultado musical y estético es más
agradecido, la música queda más ordenada, y al haber un conductor que guía al grupo
es más fácil hacer cortes o cambios bruscos dentro de la forma musical. Esta forma
de improvisación nos permite ubicar y equilibrar los roles grupales que surgen y se
adoptan, trabajar sobre la sociabilidad y los valores humanos.