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“EL CANTAR DEL MIO CID” (85-100).

Rodrigo: ¡Quiero a doscientos caballeros recibiendo a Minaya y a las hijasdalgo!-- Ordenó a


sus hombres para protegerlas.-- ¡y todos aquellos que se llamen mis servidores, deberán
cuidar cada centímetro de este lugar!

Narrador: Mientras sus caballeros iban en camino a recibir a las damas, Don Jerónimo se
adelanta a Valencia y Rodrigo cabalga en dirección al encuentro de Jimena junto con
Babieca, su fiel caballo. El Mio Cid en aquella gran batalla, desenvainó su espada en el
momento justo y montándose en Babieca, llegó a la puerta de Valencia.

Obispo: Sean bienvenidas, las mujeres, damas y doncellas a este, su pueblo, Valencia.

Narrador: El mio cid entró triunfante cabalgando a su fiel amigo, llegando al lugar donde su
mujer e hijas le esperaban. descabalgó a su ahora famoso compañero y al tocar el suelo, su
esposa Doña Jimena se derrumbó a sus pies.

Doña Jimena: Merced Mio Cid que de tantas vergüenzas me has sacado y que has
desenvainado la espada en el momento justo. Aquí me tienes, junto a tus hijas que para
Dios y para vos son buenas. (Cid se agacha a tomarla en brazos a ella y a sus hijas, los
cuatro lloran abrazados)

Rodrigo: Mi amada y honrada esposa, usted Doña JImena y mis dos amadas hijas, entren
conmigo a Valencia, su pueblo y futura herencia que para ustedes fue ganada. (La madre y
las hijas, le besan las manos en agradecimiento).

Narrador: Una vez en su castillo, sus mujeres miraban su heredad y agradecen al señor
todo aquello que se miraba tan hermoso en su ciudad.

Mensajero: (Entra en escena y saluda con una reverencia) El rey moro de marruecos ha
enviado un mensaje “por mucho que me pese admitir su victoria, le notifico que en mis
tierras y heredades muy firme que se ha metido y se le agradece todo a su señor
Jesucristo”. Ya se han adentrado en el mar y sus barcas estan viniendo hacia acá por su
camino.

narrador: El Rey de Marruecos había llegado y el Mio Cid recibió aquellas noticias una vez y
sus lujosas tiendas fueron colocadas. Arribaron al lugar, él con una alegría singular y su
esposa con destellos de temor

Rodrigo:¡Gracias al creador y al Padre Espiritual! Todo lo que yo poseo está frente a


ustedes y lo he ganado por mi honor y mi heredad, no puedo dejarlo a menos que de
muerte se trate y ustedes con sus propios ojos, verán cómo se batalla para ganar el pan.

Narrador: Sus hijas que en el balcón estaban, exclamaban con sorpresa para que el Mio Cid
les escuchara.

Hijas: ¿Qué son todas aquellas tiendas frente a nosotras?


Mio Cid: Calmen sus ideas, todos estos hombres acaban de llegar y ya buscan regalos
darles para casar a las hijas y darles aujar.

hijas: (Y la señora Jimena que había subido a aquel lugar) Gracias os doy Mio Cid y al
Señor espiritual.

Mio Cid: Mujer, queden en este torre sin bajar y no se preocupen si me ven pelear, que Dios
y Santa María me protegerán y saber que ustedes permanecen acá atrás, fuerzas me va a
dar.

Narrador: El Cid esfuerza a sus mujeres mientras los moros invaden la Huerta de Valencia.
Los tambores resonaron por todo el lugar y el Mio Cid y sus hombres estaban listos para
pelear.

Cid: ¡Qué buen día es hoy! (se acaricia la barba). ¡No se preocupen más, esta batalla
aseguro que vamos a ganar!

Narrador: Los moros comenzaban a invadir las huertas sin temor alguno. El centinela se da
cuenta y los hombres de Ruy Díaz comienzan a correr a los moros de la huerta. Pobres
moros, corrieron despavoridos fuera de este. Un día bueno este fue, más porque cautivo
ahora tenían al buen Álvar Salvador quien vio lo que han hecho los otros y se lo cuentan
además.
Cid: ¡Caballeros! Si hoy fue un buen día mañana mejor será. Apenas amanezca todos
armados van a estar, el obispo Jéronimo nos absolverá y después de la misa, a atacar se
irán. Y que quede claro, más vale que les ganemos, nosotros no nos quedaremos sin pan.

Álvar: Si así lo quieres, Mio Cid, puedes darme algo más, dame 130 caballeros que sean
bravos a la gora de lidiar. Ataquen ustedes por un lado y nosotros por el otro será.

Cid: (sonríe a la propuesta) Accedo y de muy buena voluntad.

Narrador: Una vez el Cid concede al obispo las primeras heridas, se comienza a hacer de
noche, no tardaban en llegar todos los seguidores cristianos, el obispo Jerónimo daba una
misa cantada y les otorgaba la absolución.

Obispo: El que en la lucha muriese peleando cara a cara de sus pecados le absuelvo y Dios
recibirá su alma. A ti, Cid Campeador, que tomó la espada, una misa te acabo de cantar
esta mañana, y en cambio quiero pedirte que me otorgues una gracia, y que los primeros
golpes sean dados por mi espada.

Campeador: Aquí queda otorgada.

Narrador: Sale Mio Cid por Torres de Cuarto montado a caballo y bien equipado. Son casi
cuatro mil hombres los que el Mio Cid ha sacado de Valencia.
En la batalla va honrando su espada, el moro se le escapa pero de sus golpes no se ha
librado. Bien parado va llegando con su victoria.
Mio Cid: Ante ustedes me humillo, damas,con gran honor les digo que he ganado,ustedes
me esperaban en Valencia y yo vencía en el campo. Así Dios lo quiso, y con Él todos sus
santos, vean esta espada sangrienta, vean como está de sudoroso el caballo,es así como
se vence a los moros en el campo.- dijo para después bajarse del caballo

Esposa:Tuyas somos y Dios quiera que aún vivas muchos años más

Mio Cid: Mi mujer doña Jimena, ya que así lo han rogado a las damas que trajeron y nos
han servido tanto… quiero casarlas con algunos de mis buenos vasallos; a cada una de
ellas le daré doscientos marcos y que sepan en Castilla que sirvieron a un buen amo.
De casar a sus hijas ya se hablará más despacio.

Narrador: Allí todas se levantan, van a besarle las manos y una alegría muy grande corrió
por todo el palacio. Tal como lo dijo el Cid así lo llevan a cabo.
En Valencia están alegres todas las gentes cristianas,tantos dineros tenían, tantos caballos
y armas.
Doña Jimena y sus hijas alegres también estaban y aquellas damas que ya se tenían por
casadas.

Mio Cid: Mañana al romper el día tienes que marchar sin falta,con caballos de esta quinta
que me tocó en la ganancia, todos con sillas y frenos, todos con sendas espadas;
Por amor de mi mujer y mis hijas adoradas, por habérmelas mandado a donde ellas
deseaban, estos doscientos caballos al rey el Cid le regala, que no piense don Alfonso mal
de que en Valencia manda.- Dice con tono enojado haciendo énfasis en lo último.

Narrador: Minaya en camino estaban a donde el rey Alfonso.

Minaya: Aviso le mandan Pedro Bermúdez y el buen Minaya de que envíe a recibir a toda
aquella gente que Mío Cid de Valencia le ha mandado unos regalos.

Narrador:El rey se puso alegre al ver todos los regalos que le habían mandado.

Minaya: Merced, merced, rey Alfonso señor nuestro tan honrado,en nombre de Mío Cid este
suelo y pies besamos, a vos tiene por señor, llámase vuestro vasallo.
Mucho aprecia Mío Cid la honra que le habéis dado.Hace pocos días que una batalla ha
ganado contra ese rey de Marruecos que rey Yusuf es llamado. estos caballos le manda,
rey.- Dice para después besarle la mano.

Rey Alfonso:Los recibo con gusto. Agradezco a Mío Cid este don que me ha enviado.
Espero que llegue el día en que por mí sea premiado- Le devuelve el beso en las manos

Varios: Es maravilla del Cid que su honra crezca tanto; con la honra que él se gana estamos
muy afrentados. ¡Tan fácilmente que vence reyes moros en el campo,como si estuvieran
muertos él les quita sus caballos! Raro sería si de esto no nos viniera algún daño.- Dicen
celosos y molestos.

Dice el Rey Alfonso: A Dios y a San Isidoro agradezco este gentil don de doscientos
caballos que me envía Mío Cid.A ustedes, Minaya, y a ti Bermúdez, que están aquí,
mandaré que se les de vestimenta, y todas las buenas armas que quieran pedir, para que
lleguen mejor con Mio Cid. Tres caballos les regalo, pueden tomarlos de aquí.Contento
estoy y ya oigo una voz dentro de mí que me dice que estas cosas han de parar en buen
fin- Dice agradecido con ellos por traer el presente

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