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La Celestina

Autor: Fernando de Rojas

PERSONAJES:

● Narrador
● Celestina: La figura principal de la obra. Una anciana astuta, bruja,
manipuladora y avara.
● Calisto: Un joven de “buena familia”, pero inseguro y capaz de hacer lo que
sea por el amor de Melibea.
● Melibea: Hija única, de clase alta, pura e inocente.
● Sempronio: Uno de los criados de Calisto, aunque suele ser egoísta e
interesado.
● Pármeno: El sirviente fiel de Calisto, pero sucumbe ante las influencias de
Celestina.
● Elicia: Una de las criadas al servicio de Celestina y mantiene una relación
con Sempronio.
● Areúsa: Al igual que Elicia, trabaja para Celestina y tiene una relación con
Pármeno.
● Centurio: Un asesino a sueldo. Elicia y Areúsa querían que él matara a
Calisto. Pero, este designa a traso, el sordo.
● Lucrecia: criada de Melibea.
● Alisa: Madre de Melibea.
● Pleberio: Padre de Melibea.
● Sosía y Tristán: Criados de Calisto.
● Traso: Amigo de Centurio. Que va con una multitud de vecinos a la casa de
Melibea para hacer una revuelta contra Calisto.

Acto 1

Narrador: Pretendiendo entrenar a su halcón, Calisto, un joven apuesto y de clase,


se descuidó tan solo por un segundo cuando el ave alzó vuelo para marcharse. Pero
de inmediato corrió tras su mascota que no se detuvo sino hasta llegar a un jardín
de una enorme casa, donde irrumpió con mucho cuidado para que nadie lo viese.
Allí, contemplando las rosas, se encontraba una joven cuya inigualable belleza
impactó a Calisto, haciéndole olvidar incluso el porqué de su inesperada visita.

– Melibea: ¡Auxilio! ¡Ayuda! ¡Alguien invade nuestra morada!

– Calisto:¡No se asuste bella dama! Venía siguiendo a mi halcón que escapó


mientras lo entrenaba, pero ahora le agradezco por haberme guiado ante tan
hermosa presencia. ¿Cuál es su nombre?, preciosa doncella.
– Melibea: ¿Cómo podría presentarme con un desconocido e invasor?

– Calisto: Me disculpo, soy Calisto y vivo a varias calles, pero para remediar este
malentendido, quisiera invitarla a pasear, así nos conoceremos mejor.

– Melibea: ¡¿Ahora pretende insultarme?! ¡No soy una mujer de malas andanzas!
¡Jamás saldría con un desconocido! ¡Fuera! ¡Vete de aquí!

Narrador: Tras el inminente rechazo de Melibea y el nuevo, pero creciente interés


de Calisto por conquistarla, el joven regresó a casa buscando a quién contarle lo
sucedido.

– Calisto: (Angustiado)¡Sempronio!, ¡Pármeno!, ¿Acaso hay alguien en este


lugar?

– Sempronio: Acá estamos, amo. Pero, ¿Por qué tanto alboroto?

– Calisto: Sucedió algo inusual, Sempronio. Conocí a un ángel, fue amor a primera
vista, pero no me correspondió y me echó de su casa, (suspira pesadamente)
es hermosa. Su nombre es Melibea.

– Sempronio: ¿Melibea?, yo sé de quién se trata. Muchos la pretenden, así que


tendrá una enorme competencia. Pero no se preocupe, conozco a una anciana
sabia con el don de la hechicería, que lo puede salvar del rechazo.

– Calisto: ¡Corre y tráela ante mí!, daría mi alma por ganarme el corazón de tan
perfecta doncella.

ACTO 2

Narrador: Sempronio se marchó hacia la casa de Celestina para plantearle la


situación y, al llegar, lo recibió su amada Elicia.

– Elicia: Sempronio, mi amor. ¿A qué se debe tu visita si no teníamos ninguna cita?

– Sempronio: Mi amada Elicia, aunque siempre me alegra verte. Hoy vengo para
negociar con Celestina, algo grande que me ayudará a sacarte de aquí y unir
nuestras vidas.

– Elicia: (Emocionada) ¿De verdad?, espera aquí. ¡Celestina!, acá está


Sempronio con una excelente propuesta.
– Celestina: Eso habrá que verlo. Cuéntame muchacho, si vale la pena, te
atenderé.

– Sempronio: Se trata de Calisto, está perdidamente enamorado de Melibea y


quiere hacer cualquier cosa por tenerla. Podríamos pedirle todo el dinero que
queramos.

– Celestina: Calisto, ya sé de él, conozco a todos en esta ciudad. Es joven e


inseguro, lo que no sabe es que con el amor no se juega. Si se manipula termina en
desgracia, pero si está dispuesto a todo, solo debemos ocultarle ese último detalle.

– Sempronio: Pero hay un problema. Pármeno, el enamorado de su criada, Areúsa.


Es fiel a Calisto y desconfía de sus métodos. Seguro intentará persuadirlo para
desistir.

– Celestina: No te preocupes, dile que dividiremos las ganancias entre los tres y
que lo dejaré marcharse con Areúsa.

ACTO 3

Narrador: Los dos estafadores llegaron a casa de Calisto. Una vez allí, Sempronio
se las arregló para apartarse con Pármeno y contarle el negocio. Mientras, Calisto
habla con Celestina.

– Calisto: Así que usted es Celestina. Ansiaba conocerla para saber si es cierto
que puede ayudarme.

– Celestina: Por supuesto que puedo, pero los asuntos del corazón son un tema
delicado, se necesita ofrecer algo de mucha importancia o gran valor, para que el
conjuro pueda funcionar.

– Calisto: ¿Valor? Nada vale más en este mundo que el oro, ¡Te ofrezco un cofre
entero si es necesario!

– Celestina: ¡Perfecto! Pero falta algo más, necesito una hebra de tu cabello y otra
de tu amada, con eso será suficiente. Es más, ¡Yo misma lo conseguiré!

ACTO 4

Narrador: Al llegar a casa de Melibea, Celestina, haciéndose pasar por una


anciana perdida, le preguntó a la joven la dirección de la iglesia y, tras un par de
halagos, se acercó para acariciar su cabello, arrancándole una hebra sin que se
diera cuenta. La bruja regresó con Calisto y le entregó un muñeco de trapo que
llevaba los cabellos de ambos jóvenes, atados al cuello.

– Celestina: Toma Calisto, lleva esto contigo y mañana Melibea llamará a tu puerta.
Búscame en la tarde, después de tener tu cita y tráeme el oro.

– Calisto: Si lo que dices es cierto, contento correré hasta donde estés para
recompensarte.

Narrador: Al día siguiente, con el sonar de las campanas de la iglesia. Calisto


escuchó que tocaban a su puerta y apresurado, abrió.

– Melibea: Calisto, disculpa mi inesperada visita, pero no he dejado de pensar en ti


y aquella invitación que me hiciste aquel día.

– Calisto: No tienes motivo para disculparte.Tú siempre serás bienvenida, ¡Pero


vamos!, es tiempo de cumplir con esa invitación, demos un paseo.

ACTO 5

Narrador: Tras confesar su amor y ser correspondido. Calisto volvió a su hogar


para buscar el oro e ir a entregárselo a Celestina, pero Pármeno, corrompido por las
ideas de la anciana, le avisó rápidamente a Sempronio, pues debían estar atentos si
querían cobrar su ganancia. Los dos criados siguieron a su amo y esperaron a que
se marchara de la casa de Celestina, para hablar con ella.

– Pármeno: Ya estamos aquí Celestina. Dividamos el oro entre los tres, pero antes,
hay algo que me inquieta. Sempronio me dijo que hay riesgos con estos hechizos.

– Celestina: Riesgos hay, pero qué sería de la vida sin ellos. Los asuntos del
corazón son complejos, nunca deben forzarse. Además, Calisto quiere una unión
eterna y eso solo lo brinda la muerte.

– Pármeno: (Molesto), ¡Me niego! No soportaré que sufran tal destino, deshaz el
hechizo o se lo haré saber a Calisto, es más, da nos el oro y déjame ir con Areúsa

. – Sempronio: (Molesto) ¡Ya lo escuchaste anciana! Danos el oro, cumple tu


parte.

– Celestina:(Enojada) ¡Traidores! ¡Falsos y egoístas! ¡Ni el oro ni sus amadas!


¡No tendrán nada!
Narrador: La discusión se convirtió en un alboroto que llamó la atención de los
vecinos, quienes advirtieron a la autoridades. Mientras tanto, los criados de Calisto,
en un esfuerzo por arrebatarle el cofre a la hechicera, la empujaron bruscamente y,
al caer, perdió la vida con un golpe en la cabeza. Al contemplar lo que han hecho,
Sempronio intenta huir.

-Sempronio: Huye, Pármeno, que acude mucha gente.

-Voces en la calle de vecinos:(Multitud enfurecida) ¿Quién anda ahí?


¡Bellacos!

-Pármeno: Salta por ésta ventana, Sempronio, y corre cuanto puedas. Yo te ayudo.

Narrador: Pármeno le ayuda a saltar la ventana. Pero, por la calle, pasan dos
policías y más gente. Allí en la multitud, atrapan a Pármeno y Sempronio. Mientras,
Elicia cae de rodillas, ante el cuerpo ensangrentado de Celestina, y llora sobre ella.

ACTO 6

Narrador: Al día siguiente, se reunió una multitud en el patíbulo. Para presenciar la


ejecución de Sempronio y Pármeno.

-Pregonero: (lee un papel) Por el crimen de asesinato, ésta ciudad condena a


Pármeno y a Sempronio a la pena de muerte. Teniendo en cuenta su condición de
hidalgos, serán decapitados públicamente.

Narrador: Dos hombres acercan a Sempronio y Pármeno a los troncos, y les


colocan la cabeza sobre ellos. Luego, le quitan el saco que les cubre el rostro.
Mientras , el policía afila el hacha. El otro policía se acerca con esta y la alza.

La cámara hace un barrido hacia arriba cuando oye el ruido de la cabeza de


Sempronio y Pármeno caer sobre el cesto. Al terminar, solo se escuchan los
aplausos de la multitud y los lamentos de Elicia y Areusa por la muerte de sus
amantes.
ACTO 7

Narrador: Más tarde, Sosía va corriendo a la habitación de su amo para contarle la


terrible desgracia.

-Sosía: ¡Mi señor! ¡Despertad, mi señor Calisto! ¡Oh, que desgracia tan grande!
(Entra en la habitación) ¡Mi señor!

-Calisto: Para, animal, que alarmarás a los vecinos. Dime, ¿Cuál es esa desgracia?

-Sosía: Pármeno y Sempronio, mi señor. Han sido ejecutados en la plaza ésta


misma mañana, por la muerte de una tal Celestina.

-Calisto: ¡Tristanico! (El otro criado aparece por la puerta) ¿Es


verdad lo que dice éste desquiciado?

-Tristán: Me temo que sí, mi señor.

-Calisto: (Se sienta en la cama, abatido) ¡Oh, mis leales criados! ¿Dónde
iré ahora sin ellos? ¿Quién me acompañará esta noche a casa de Melibea? ¡Oh,
triste Fortuna, ¿Por qué me arrebatas de un solo golpe a mi madre Celestina, y a
mis fieles servidores? (se oculta la cara con las manos).

ACTO 8

Narrador: Areusa y Elicia, enojadas por el injusto asesinato de sus amantes.


Proponen pedir ayuda a Centurio, viejo amigo y asesino, para que mate a Calisto y
así poder vengar sus muertes.

-Centurio: ¿Calisto? Sé quién es, y estoy al tanto de lo que hace, y dónde lo hace.
Pero esta noche no puedo hacerlo. Estoy comprometido con otro asunto.

-Areúsa: Sí, emborracharte e ir de putas. ¡Como si no te conociera! O me ayudas


en esto, o no me vuelves a ver el pelo!

-Centurio: Tranquila, mi señora, que yo mataré a ese Calisto para que no te cause
más problemas.

(Alisa y Areúsa salen)


-Centurio: ¡Para matar gente estoy yo esta noche! Ya sé. Mandaré a Traso el sordo,
y algún compañero suyo, y que se encarguen ellos.

ACTO 9

Narrador: Tristán y Sosía acompañan a Calisto a su concertada cita con Melibea.


Esta les espera en su huerto con Lucrecia.

-Calisto: ¡Oh mi señora y mi todo! ¡Oh corazón mío!

-Melibea: ¿Dónde estabas, dulce sol? ¿Dónde tenías tu claridad escondida?

-Calisto: Mi señora, junto a ti mis males desaparecen, y el mundo parece mucho


más nuevo y dulce.

Narrador: Durante su conversación amorosa, Calisto oye a sus criados vociferar.

-Sosía: (Afuera en la calle): Bellacos, cabrones. Largaos, si no queréis salir


mal parados. Tristán, ayúdame. (Se oye ruido de espadas chocando)

-Calisto: ¿Qué son esas voces? Señora, temo que debo irme, no sea que vayan a
matar al desgraciado de Sosía.

-Tristán:(Afuera)Caguen Dios, ¿Es que en esta ciudad no se puede dormir en


paz?

(Calisto se levanta, y Melibea queda sola)

Narrador: Debido a su preocupación por lo que les puede estar ocurriendo, Calisto
se marcha y baja para ver si hay algún problema, con tal mala suerte que durante su
descenso resbala con un escalón, y del aparatoso accidente muere despeñado.

-Tristán: ¡Ay, mi madre! ¡Sosía, ven, que el desgraciado de nuestro amo se ha


caído de la escalera (Sosía se acerca corriendo)

-Sosía: ¡Señor! (Revisa el pulso de Calisto)Está más muerto que un


carnaval sin vino. Oh, señor, ¿Por qué eres tan cruel con tus siervos?

Narrador: Melibea, ante tanto escándalo, descubre el cadáver de Calisto y se


aterroriza, quedando destrozada por el fallecimiento de su amado.
-Melibea: (Llorando) ¡Oh desconsolada de mí! ¿Qué es esto? Mi bien y mi placer
todo se ha ido… Mi alegría está perdida.

(Lucresia llega corriendo y se lleva a Melibea)

ACTO 10

Narrador: Después de dejar a Melibea en su cama, Lucresia sale en busca de


Pleberio y le avisa tremenda desgracia. Este sale de inmediato a socorrer a su hija.

(Plano: Melibea, en la cama, se lamenta de su mal. Entra


Pleberio)

-Pleberio: (Preocupado) ¿Qué mal es éste que te consume, hija mía?

-Melibea: ¡Uno que no tiene remedio!

-Pleberio: Dime, cual es ese mal, y yo le encontraré un remedio. Ya sea con


hierbas, piedras, palabras o entrañas de animales, te lo traeré, pero no me
atormentes más, y dime lo que sientes.

-Melibea: Señor, subamos a la azotea, y allí mitigaremos mi dolor.

-Pleberio: Bajaré a buscar algún instrumento. (Sale de la habitación)

(Plano: Pleberio sale al exterior, y ve a su hija en la


azotea)

-Pleberio: (Angustiado) Hija mía, ¿Qué haces ahí arriba? ¿Quieres que suba?

-Melibea: Padre, no intentes subir, o evitarás lo que quiero decir y hacer. Ha llegado
la hora de que cese mi sufrimiento. ¡Por fin podré descansar!

-Pleberio: Hija mía, ¿De qué hablas?

-Melibea: Hace tiempo que me encuentro cada noche con un noble caballero
llamado Calisto. Hace mucho que le entregué mi virtud, y me arrojé a sus dulces
brazos. Pero ahora ese caballero yace muerto. ¿No sería gran crueldad que él
muriera despeñado, y yo siguiera con vida? Me está llamando desde la muerte.
(Melibea mira hacia el cielo) ¡Calisto, mi amor, espérame, que ya voy!
(Melibea vuelve a mirar a su padre) Perdóname, Padre, por traerte esta
desgracia y tristeza, pero debo ir con él. Dios queda contigo y con mi vieja madre. A
Él ofrezco mi alma. Padre, pon en lugar seguro este cuerpo, que allá baja.

Narrador: Diciendo sus últimas palabras, Melibea se lanza de la azotea.


Terminando muerta en el suelo de su huerto favorito, donde su padre yace llorando
la muerte de su hija.

ACTO 11

Narrador: Pleberio avisa a su esposa Elisa de la trágica muerte de su hija Melibea.


En un largo Parlamento lleno de dolor.

-Alisa: Oh, señor, ¿Por qué me atormentas de este modo? Llevadme a mí, en su
lugar.

-Pleberio: Ayúdame, mujer mía, a llorar nuestro llagado final ¡Oh, duro corazón de
padre, como te quiebras de dolor ante la pérdida de tu amada heredera! ¡Oh, tierra
dura, ¿Dónde hallará amparo mi desconsolada vejez? ¡Oh, amor, loco amor! ¡Con
qué facilidad te deshaces de los que te sirven! ¡Oh, mundo cruel! ¿Por qué me
engendraste? Si yo no hubiera nacido, Melibea tampoco, y si ella no hubiera nacido,
no habría amado, y si no hubiera amado, no tendría yo éste desconsolado final.
¿Por qué, hija mía, me dejas lleno de pena, triste y solo, en este valle de lágrimas?

FIN.

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