Está en la página 1de 12

ANANKÉ, PULSIÓN, DESEO E IDENTIDAD EN

RELACIÓN A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DEL S.XXI.

Fco. Javier de Santiago Herrero1

El siguiente artículo tiene como objetivo reflexionar sobre algunos conceptos


claves en psicoanálisis. Como son el concepto de necesidad (ananké), el de pulsión
(trieb) y el de identidad (Identität). Al mismo tiempo relacionarlos, dentro de lo que da
de sí un breve escrito, con los nuevos ciberespacios.
Si atendemos a la etimología latina, vemos que necesidad viene de necesitas-atis
y entre otras acepciones la Enciclopedia Espasa Calpe la define como:
1.- Impulso que hace que las causas obren infaliblemente en cierto sentido.
2. Todo aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistirse.
El hombre, por tanto está abocado a ser un “ser” de necesidad. La primera
necesidad es la de la madre. Necesidad primordial del niño a la que denominamos
“apego” y a la que se la puede considerar, esquemáticamente, como una mezcla de lo
cognitivo y lo afectivo. Ya Aristóteles en la Ética a Nicómaco, postulaba la necesidad
del ser humano de la amistad, ya que un amigo es un segundo yo (1166 a 30-2). El niño
establece una de esas amistades interesadas puesto que no es autosuficiente. Aristóteles
llamaba “amigo” a lo que Abraham (1924) denominaba “relación de objeto
preambivalente”. Y el vecino del cuarto amor del bebe por su mamá. Posteriormente el
niño se ha de desapegar de la madre a la que se renuncia cuando se necesita al padre
para posteriormente necesitar a los dos. En el hombre la renuncia a la madre y la
identificación con el padre, no tiene un aparente retorno. En la mujer se identifica con

1
Profesor del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos psicológicos de la Universidad
de Salamanca.
ambos pero regresa a la identidad femenina de su madre. Pero el camino hacia la
conciencia diferenciada, desde un punto de vista Lacaniano, vendría definido por el
acceso al Orden simbólico. En los primeros momentos del desarrollo del niño, en torno
a la vinculación de la madre podemos decir que éste se relaciona con el otro; otro que
define una imagen especular, no tanto una alteralidad y que vive en función de colmar
su deseo. El conflicto radica en que los deseos solo se cumplen en la fantasía.2 Los
pensadores socráticos e incluso algunos estoicos asumían la doctrina de que las pasiones
ligadas al objeto se podían clasificar en: un bien ya presente (placer), ya futuro (deseo),
de un mal ya presente o reciente (tristeza) y/o ya futuro (temor) (Cid Luna, 1999).
Luego el deseo pertenecería en la línea aristotélica al mundo ininteligible con base
inmaterial. A esa posición imaginaria, de fusión del Yo con el otro que coincide con el
narcisismo primario del que nos hablaba Freud. Pero, el sujeto necesita de una
estructura terciaria que rescate al niño de ese mundo imaginario y es aquí donde entra la
castración simbólica, y lo que Lacan denomina El nombre del padre (1953). Nuevo
orden que permite al sujeto poder decir, yo, tú, él o ella, es decir, reconocer al Otro, lo
que de alguna forma indica que el niño se ha inscrito ya en un mundo de terceros
adultos (cf. Colomer, 2007). Ahora bien, solo puede amar el que sabe estar solo, pero no
hay narcisismo más cruel que el que piensa que no necesita de nadie.
Por otro lado, las necesidades regulan nuestros ciclos biológicos, y por necesidad
nos insertamos en una estructura grupal que denominamos, conciencia individual y tras
la personificación de lo social y la apertura de lo biológico unido al deseo surge la
dimensión psicológica (cf. Caparros, 1998). Quizá el problema primordial del
psicoanálisis y de la psicoterapia sea el de ordenar cuales son las necesidades vitales del
sujeto, a que material hay que prestar atención y a que se está refiriendo el sufrimiento
de la persona fundamentalmente. Y todo ello, desde la benévola neutralidad.
Algunos pensamos que en este mundo que corre vertiginosamente, hay una
verdadera necesidad; necesidad que no es otra que la de que como mínimo los hombres
de ciencia se pregunten ¿Por qué? de esto o de aquello. Corren malos tiempos para el
pensamiento lento, para ir del jardín a la biblioteca en época de guerra; predominan las
tendencias organicistas, el internet, los artículos frente a los libros. Todo el mundo
quiere ser guía sin ser iniciado. Sin pasar por ese viaje introspectivo cuya pregunta

2
Recordemos en este sentido la famosa frase de Freud (1900) de “..que los sueños son una realización de
deseos” (O.C.I, 429), aunque con la puntualización de que son una realización inconsciente del deseo
pues el mismo solo se satisface indirectamente en la realidad.
flotante es con frecuencia los otros ¿por qués?, los suprimidos no entendidos como se
entiende a nivel psicosomático. Aquí entramos en la genialidad de Freud, en darle a lo
incierto el sentido de verdad, incluso en los lapsus donde la verdad más auténtica es la
no conscientemente erigida como tal.
Desde la Teología, la Mistagogia trata de conducir hacia el misterio, al caos, a
los arcanos no rebelables en torno al mundo; porque necesita de alguien que lo lleve a
conocerse a sí mismo. En contraposición, tenemos la Mistagojeus, que sería el
analizando. Vendría a ser el que te lleva, el que realmente dirige. Es el conductor que te
da las propias pistas. El analista, por tanto sería un hermenéutico que interpreta las
pistas y las reconduce. Pero este modelo de cura por medio de la interpretación ya no es
del todo válido en el S.XXI, sino que se precisa de esa intersubjetividad de campos
entre el analista y el paciente.
Freud desde el comienzo de su obra rodea el término de necesidad. Así en el
Proyecto de una psicología para neurólogos (1895) nos habla de las tres “grandes
necesidades fisiológicas: hambre, respiración, sexualidad” (O.C.I, 213). En este sentido,
no dice nada nuevo. Sin embargo, es curioso, como ver que “el discreto fundador de la
ciencia indiscreta” (Marcuse, 1969 p. 29), prefiere el término griego de necesidad
(Anankè) y lo hace precisamente en un texto amplio, profundo y rico, El malestar de la
cultura (1930). En dicho escrito, Freud, ente otras cuestiones, plantea que la cultura
descansa sobre la coerción de las pulsiones. Las pulsiones, por su propia naturaleza
tienden a la descarga inmediata del Ello y la cultura que necesita de cierta sublimación,
juicio de condenación o la puesta en marcha de otros mecanismos de defensa a su favor
a reempujar a la pulsión en aras a favorecer los lazos sociales y la potenciación de la
creatividad humana. Ahora bien, la pulsión no implica instinto, más bien la pulsión no
es un instinto. El término instinto pertenece a la etología o a la psicología clásica pero
no al psicoanálisis. Como señala Terrazas (1989) “La pulsión es una dinámica que se
busca, en oposición al instinto que es un saber de su fin” (p. 55). Pero además la
necesidad no es una pulsión sino que podríamos decir que es un estado displacentero
por acumulación de tensiones no liberadas. En cierto sentido pulsión y necesidad serían
términos afines, pero cuando Freud habla de necesidad se puede entender que lo hace
desde las necesidades orgánicas o fisiológicas, mientras que cuando habla de pulsión se
refiere más a las necesidades humanas relacionadas con la socialización –sexual y
agresiva- (cf. Villamarzo, 1989 p. 432). Por otro lado, la pulsión tampoco es un deseo,
entendido éste en términos lacanianos como la necesidad de total reconocimiento por
parte del Otro.
Pero también siguiendo a Fairbain (1952) al mismo tiempo se precisa de un
objeto necesitado en la estructura de la personalidad. Como aquella parte del Superyo
que dirige los impulsos amorosos o eróticos. Y como ya indica la epistemología
genética de J. Piaget (1949) o la antropología de Levi-Strauss (1963) no se puede
entender el presente si nos olvidamos del pasado.
Objeto necesitado que no puede ser otro más que el Otro, la familia, los amores,
los amigos, etc. Y en esta línea nos dice Freud refiriéndose a como psicoevolutivamente
se formó la familia:
La vida de los hombres en común adquirió, pues, doble fundamento: por un lado, la obligación
del trabajo impuesta por las necesidades exteriores; por el otro, el poderío del amor, que impedía
al hombre prescindir de su objeto sexual, la mujer, y a ésta de esa parte separada de su seno que
es el hijo. De tal manera Eros y Anankè (amor y necesidad) se convirtieron en los padres de la
cultura humana, cuyo primer resultado fue el de facilitar la vida en común a mayor número de
seres (O.C. III, 3039).
De esto saldrían dos vías en la resolución del conflicto, una sana y otra
patológica. En la vida cultural para llegar al bienestar, entre otras, hay que equilibrar la
polaridad del “deseo vs. el deber”. Toda persona adulta por el imperativo del principio
de la realidad separa sanamente lo que realmente es una necesidad de lo que es un
deseo. Mientras que en línea patológica, siguiendo a Caparros y García de la Hoz (1993)
el predominio claro del Anankè lleva al sujeto a la esquizofrenia (por la permanente
frustración de su deseo) frente al predominio claro del Eros que conduce a la
melancolía (por la necesidad constante del placer).
Ahora bien, la necesidad, la pulsión o la identidad no tendrían sentido si un Yo
sobre el que recaen las pulsiones o se conforma el sí mismo. Freud afirmaba que el Yo
trabajaba con energía sexualizada o desexualizada, Hartmann (1939) no lo desdice pero
asume que también el Yo trabaja con energía neutralizada de la pulsión agresiva.
Federn (1952) nos hablaba de fronteras del Yo, como el lugar periférico de
encuentro entre las pulsiones. Una frontera externa y una interna. Dado que el Yo se
distingue del Ello. Pero además es el que recibe la energía del Ello y hay una frontera
interior en la que se produce el encuentro de dos estímulos; los que salen del Yo hacia el
Ello en forma de percepción del mundo interno y los que desde el Ello invisten al Yo.
Al mismo tiempo, hay una frontera externa, lugar de encuentro entre las pulsiones, los
deseos y los sentimientos que salen del interior del Yo y los estímulos que proceden del
exterior del Yo.
En cuanto a la identidad, ya Freud en el artículo E del capítulo VII de La
interpretación de los sueños nos habla de dos tipos de identidad. Una identidad de
percepción vs. una identidad mental. Cada una de ellas proveniente del predominio del
proceso primario o del proceso secundario. Es decir, una identidad inconsciente frente a
una identidad de ideas o pensamientos. Pero, como no podía ser de otra manera estas
identidades están basadas en la identificación con las personas significativas de la
primera infancia. Con la incorporación de cualidades de las mismas. Aquí se conforma
la identidad primaria con la madre sobre la cual el niño la irá enriqueciendo con futuras
identificaciones a través del interjuego de la proyección-introyección (cf. P. Grieve,
1997 pp. 15-17). De esta forma la madre es sentida en lo que el padre es aprendido
(Lorenzo Valdéz, 2007). Pero a fin de cuentas son las relaciones personales y su calidad
la clave de las identificaciones y de la identidad en la construcción de la personalidad.
Freud va aún más allá y en correspondencia con Pfister plantea específicamente la
difícil identidad del psicoanalista. En Análisis Profano defiende la identidad del
psicoanalista frente a los médicos, en El porvenir de una ilusión frente a los sacerdotes
(Correspondencia Freud/Pfister 1966 p. 121). Esta delimitación de la identidad del
analista era necesaria en su tiempo y por ello se procuró. No sólo había que definir y
delimitar a la nueva ciencia sino también a sus investigadores, pues el análisis es en sí
mismo una investigación. Sin embargo, en la actualidad, siguiendo a Fernando Colina
(2000) el problema del psicoanálisis y de la psicoterapia es además del sesgo positivista
el sesgo ético. El citado autor se basa en que en el fondo la psicopatología no es otra
cosa que un tratado de moral por lo que resulta consecuente que pronto a una elección
ética habría que diferenciar un psicoanalista de otro, a un psicoanalista de su vecino (cf.
p. 55). Y dice textualmente:
“Pues bien, a veces da la impresión de que las corrientes psicoanalíticas se distinguen en la
actualidad no tanto por sus contenidos técnicos o científicos como por sus opciones morales, que en
este sentido se centran en el criterio con que afrontan la finitud y los límites, ya sea en la cura o en la
transmisión del psicoanálisis. Junto a esta diferencia en apariencia menor, que separa el saber
positivo de la contestación de sus fronteras, ha dividido la posible concepción del psicoanálisis en
comunidades analíticas incompatibles. Los psicoanalistas tienen por tanto que dar cuenta, por un
lado, de la ciencia psicoanalítica (…) y por otro de su ética psicoanalítica (…) y de comprometer
nuestra responsabilidad. Esto, hay que reconocerlo, queda dicho bajo una deformación expositiva,
pues en el fondo se trata de dos opciones inseparables” (Ibid. P. 55)
Pero dejando de lado, ciertas particularidades de la identidad del psicoanalista y
siguiendo a Erickson (1959) podemos entresacar tres connotaciones o parámetros
imprescindibles del concepto de identidad:
- Conciencia de individualidad, de sí mismo o del Yo diferenciado del no-Yo o de
los demás (dimensión personal).
- Continuidad histórica del sí mismo (dimensión temporal).
- Solidaridad con los ideales del grupo (dimensión social).
Por tanto la identidad se configuraría a través del sentimiento de ser uno mismo, a
través del tiempo y del espacio en una sociedad determinada. Luego se trata de un
proceso psicosocial, biográfico y cultural. Si atendemos a esa parte de la identidad
espacio-temporal no nos queda más remedio que admitir que nos enfrentamos a nuevas
dimensiones de tiempo y a regiones espaciales que van más allá de lo real. Con ello me
estoy refiriendo al ciberespacio. Qué nos obliga a vivir en un huracán de velocidad y
dentro de un espacio virtual. Lo poco que llevamos del Siglo XXI augura que este es
cambiante, contradictorio y éticamente frágil. Podríamos, simplificando mucho el
fenómeno, acotar el número de variables relacionadas con la identidad a la que
tendremos que dar respuesta en breve, como psicoanalistas, psicoterapeutas o
profesionales de la salud mental: la era de la velocidad como parte de nuestras vidas
cotidianas, permisividad de la agresividad y sus manifestaciones debidos a un empleo
deficitario de los mecanismos de represión a consecuencia de una necesidad de
gratificación instantánea, reaparición de fantasías perverso-polimorfas infantiles
facilitadas por el anonimato y alteración en la capacidad de tolerancia a la frustración
dado que lo no satisfecho en lo real se satisface en el espejo de la pantalla (Canestri;
Zac de Filc; Quidonoz; Guitnacht; Flournoy, 2007). Solo unas sucintas palabras en
cuanto a las variables citadas. En lo referente a la era de la velocidad se trata de un
proceso imparable. De una nueva ilusión de dominio del hombre sobre su mundo, pero
dominio que no sustituye nunca lo vivido. Los flases virtuales del ciberespacio, el
nomadismo cibernético no tienen nada que ver con la bondad de la experiencia
pausada. Velocidad que, sin duda alguna ayuda al hombre en muchos aspectos
científico-tecnológicos, sin embargo en otros sigue vigente las teorías de Freud en El
malestar de la cultura 1929 (1930) acerca de que el hombre a pesar de todos sus
avances técnicos y de su dominio sobre la naturaleza seguirá buscando y anhelando la
felicidad. Y en este punto retomamos de nuevo la ananké, la necesidad. Y es que
precisamente es en estos momentos de realidades virtuales cuando se hace más
necesaria esa necesidad de análisis personal. En este sentido nos indica Zac de Filc
(2007). “Ahora es el momento en el que más necesitamos conocernos a nosotros
mismos para que nuestras vidas adquieran significado y para que la pantalla no
reemplace a la persona que existe en nuestro interior” (p. 35-36).
Sin duda alguna, el ciberespacio tiene usos a favor de la cultura y el progreso y
también como parche de la soledad, donde dentro de lo malo el sujeto se siente
perteneciente a una sociedad virtual. Si bien, debemos tener presente que la expresión
de los sentimientos es una exigencia de todo proceso emocional. En este sentido
Castillo del Pino (2000) nos dice lo siguiente:
“… la función vinculante de los sentimientos no se cumplirá si los sentimientos no tuvieran un
seguimiento público, es decir, a diferencia del que se queja de la notable repercusión sintomática de
los sentimientos que experimenta, oímos la queja de quien carece de la suficiente expresividad” (p.
66).
Por lo tanto se trata de una ciberexpresividad canalizada en el anonimato del
ciberespacio, luego devuelve una ilusión de soledad compartida en el teclado de los
melancólicos.
El comercio electrónico, como uno de los futuros motores de la economía mundial,
marketing, acicate y estímulo en la tercera edad, etc. Decir esto no es decir mucho a
pesar de que ya de por sí supone demasiado. Debemos de tener en cuenta, entre otras
que en todo el elenco virtual el sujeto tiene la “capacidad de elegir” el objeto que
despertará su interés.
Sin embargo quizá menos apreciable y modesto pero de una transcendencia
fundamental para el siglo XXI, es que el espacio virtual no conoce de diferencias de
género. No existe en él hombres o mujeres. Todos sin ningún tipo de discriminación y
con una igualdad de una rasura salomónica pueden entrar libremente en toda la red, con
las mismas armas y condiciones. Incluso las identidades pueden suplantarse sin mayor
problema. Esto sin duda no es nuevo para los psicoanalistas, pues de alguna manera ya
llevamos creando un espacio virtual en la transferencia desde hace más de cien años.
Sin embargo, esa experiencia de diván en penumbra salvando las muchas distancias se
da ahora en el flexo de las noches de Chat entre los internautas. Y aquí ya entramos en
otra de las variables que la investigación nos debe ir facilitando el camino.

El paso de la realidad material a la realidad virtual se constituye como fuente de


satisfacción inmediata de la pulsión (agresiva o erótica). Es curioso ver en los chats
como mucha gente busca sexo pero a la par descarga de forma más inmediata su
agresividad. Se muestran tal cual son, y la hostilidad surge a la mínima con todo tipo de
improperios, insultos y vejaciones de lo más rebuscado. No hay represión alguna y las
fantasías afloran. La identidad corre peligro, la fantasía perversa si se actúa puede ser de
tal calibre que la irrupción la psicotice. Entramos en fases perverso-polimorfas, es decir,
desparramadas en cuanto a la canalización de la pulsión y polimorfas en cuanto a la
multiplicidad de formas de autosatisfacción.

Villanueba (2007) plantea que una importante y productiva área de investigación


podría ser explorar como podrían manifestarse diversos tipos de personalidad
(psicopático, narcisista, esquizoide, paranoide, depresivo, masoquista, etc) subjetivizan
la experiencia del ciberespacio, como estructuran la experiencia en línea con otros, y lo
patológico así como los aspectos saludables de sus actividades en línea. Entre ellas
algunas hipótesis interesantes que explorar podrían incluir lo siguiente: ¿Los
esquizoides tienden a ser espías? ;¿Los maniáticos impulsivamente cierran e-mails sin
corregir y mas tarde se arrepienten?; ¿Son los Piratas (Hackers) personalidades
antisociales?; ¿Los narcisistas producen grandes bloques de párrafos irrompibles en sus
envíos a listas de interés y en sus mails?; ¿Las personas con personalidades disociativas
tienden a aislarse en la vida en el ciberespacio de sus vidas reales, y ellos tienden a
experimentar más con la creación de identidades imaginarias Online?; ¿Están los
compulsivos generalmente atraídos a los ordenadores y el ciberespacio por el control
que les da sobre la relaciones?, etc

Se han multiplicado los estudios sobre los efectos nocivos de Internet, por ejemplo
en la Universidad de Girona se ha realizado una investigación sobre 1277 estudiantes
universitarios escogidos al azar a los cuales se les aplicó un cuestionario de frecuencia
de conexión, duración y tipo de páginas consultadas en Internet, además de la Escala de
Desesperanza de Beck, el Inventario de Depresión de Beck (BDI) y la SCL-90. Los
investigadores, Viñas, F; Villar, E; Caparros, B; Juan, E; Pérez, I; Cornellá, M. (2002)
concluyen que a mayor uso de Internet más altos son los índices psicopatológicos, y en
especial en aquellos sujetos que hacían uso del Chat (depresión, ansiedad, alteraciones
del sueño, etc). A la par se han resuelto investigaciones que demuestran lo contrario,
(Wellman y Gullia, 1999, Mc Kenna y Bargh, 2000 o La Rose y cols, 2001) apuntan a
los efectos positivos del uso de Internet en cuanto a la disminución de la depresión y la
soledad. Si bien, habría que diferenciar entre el usuario de Internet que se relaciona con
sus seres queridos o conocidos del que lo hace con relaciones sustitutivas. Como
apuntan Wellman y Gulia, 1999. Y en una linea intermedia de los efectos nocivos o
beneficiosos estaría Robert Kraut (New York Time, 2001), quién en principio fue un
ferviente atacante de lo perjudicial a nivel mental del uso del ciberespacio y tras un
estudio longitudinal concluye que sus efectos no son tan indeseados sino más bien
beneficiosos para el consumidor en cuanto a la disminución de los índices de
depresivos.
No obstante, y salvando las distancias, creo que la cultura social anglosajona tiene
poco en común con la mediterránea. El individualismo americano no es un modelo
social europeo instalado.
En vistas a todo al panorama descrito parece que el adulto vive enganchado al niño
interno en su búsqueda del placer, o si se quiere vive infantilizado en su goce (Ligouri,
2007). En la actualidad, muchos sujetos buscan además otra realidad con el fin de no
ver la injusticia, la incertidumbre de la vida, la enfermedad, la depresión y la muerte (cf.
Colomer, 2007). Se da a la par un incremento del consumo de sustancias de todo tipo,
desde el alcohol hasta la cocaina, para con ellas pretender permanecer en un grado
óptimo de manera casi continua. De esta forma se busca vivir con emociones intensas
alejadas de la depresión, pero que irremediablemente están convocando de lo que
previamente se quiere escapar, la muerte, ya sea esta física o emocional. Se cae en el
infantilismo crónico, o como diría Jung en el puer aeternus donde no existe sufrimiento
y en caso de existir siempre es el de los otros. El adulto se ancla en el niño que no
admite la frustración y que a duras penas logra instalarse en la adolescencia. El infante
eterno niega la existencia de la depresión y por ello siente que no necesita reparar nada.
Cuando la muerte, la enfermedad u otros males se cruzan en su camino cree estar a
salvo de ellos. El solo va tejiendo la urdimbre de la futura violencia en las aulas, en la
sociedad, en sí mismo…Cuando es llamado, en la adolescencia y juventud, a realizar las
heroicas singladuras de aprender a ganarse la vida y trabajar, a buscar pareja y a
completar el desarrollo sexual iniciado en el Edipo, etc, se encuentra escindido entre el
niño eterno, el adolescente y una sociedad económico-cultural que no le da paso. No
seamos inocentes en los mesengers o en los chats hace falta saber leer y escribir, no hay
niños, sino adolescentes, de 20,30,40,50…años. Desde hace veinte años se lleva
proponiendo la denominación clínica del “uso patológico de Internet” (Kimberly
Young, 1997), para aquellas personas que terminan por aislarse de su familia y amigos,
que descuidan además su trabajo y que únicamente viven para poder navegar más
tiempo por la red. Quizá sea el primer paso de ese oscuro camino que recorrieron los
alcohólicos en su día, su etiquetado social y su posterior anonimato. Además de
alcohólico soy anónimo, osea no tengo identidad, pero ya el marasmo es “Soy
cibernauta anónimo”, ¡que paradoja real y virtual!. En un mundo donde se condena la
incertidumbre, queremos poner nombre a todos nuestros males. Pero, a las soluciones a
esos problemas solo se llega como mínimo mediante un esfuerzo de creatividad.
Como conclusión solo decir que nos encontramos ante una nueva forma de
comunicación en relación con la identidad. En todo proceso relacional nuestra identidad
nos la devuelve de forma especular el otro (Kohut, 1977), en este espacio cibernético
¿Dónde está el otro?....

BIBLIOGRAFIA CITADA

[Las referencias freudianas pertenecen e su totalidad a las Obras Completas , 3 vols. en


la versión castellana de la editorial Biblioteca Nueva., trad. por Luis López Ballesteros y
de Torres y revisada por Jacobo Numhauser Tognola, 1973]

* Aristóteles, O. (2002) Etica a Nicómaco . Espasa Calpe, Madrid.


* Abraham, K. (1924) Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada a la
luz de los trastornos mentales en “Psicoanálisis Clínico”. Horme, Buenos Aires 1980
pp. 319-382
* Canestri, J. (2007) Algunas preguntas acerca de la realidad virtual y el psicoanálisis.
En José Guimón & Sara Zac de Filc (Eds.) Retos del psicoanálisis en el siglo XXI.
Psicoanálisis, salud y psicosexualidad en la era de la realidad virtual Biblioteca Nueva
APM, Madrid.
* Caparros, N & García de la Hoz, A (1993) Freud y el grupo en Alejandro Ávila
Espada (dir.) (1993) Manual de Psicoterapia de Grupo Analítico Vincular, Quipú
ediciones, Madrid.
* Caparros, N. (1998) Prologo al Libro de C. Rodríguez Sutil “El cuerpo y la mente.
Una antropología wittgensteiniana”, Biblioteca Nueva Colección Quipú, Madrid.
* Castilla del Pino, C. (2000) Teoría de los sentimientos Tusquest, Barcelona.
* Cid Luna, P (1999) Introducción. En Seneca Escritos consolatorios Alianza Editorial,
Madrid.
* Colina, F. (2000) Los sueños del psicoanálisis. En Cuadernos de Psicoanálisis de
Castilla y León nº 0, Junio. pp. 51-65
* Colomer Castillejo, J. (2007) El valor del sufrimiento. Apuntes sobre el padecer y sus
sentidos, la creatividad y la psicoterapia Desclée de Brower Bilbao.
* Fairbairn, W. R. D. (1952). Psychoanalytic Study of the Personality. Londres,
Tavistock.
* Federn, P (1952) El yo y las psicosis Amorrortu, Buenos Aires
* Flournoy, O. (2007) Castración, una realidad ilusoria. En José Guimón & Sara Zac de
Filc (Eds.) Retos del psicoanálisis en el siglo XXI. Psicoanálisis, salud y
psicosexualidad en la era de la realidad virtual Biblioteca Nueva APM, Madrid.
* Freud, S El malestar de la cultura 1929 [1930] (O.C.III, 3017-3067)
* Freud, S,/ Pfister, O. (1966) Correspondencia 1909-1939 Fondo de Cultura
Económica, México
* Freud, S. Análisis profano 1926 (O.C.III, 2911-2959)
* Freud, S. El porvenir de una ilusión 1927 (O.C.III, 2961-2992)
* Freud, S. La interpretación de los sueños 1900 (O.C.I, 343-720)
* Freud, S. Proyecto de una psicología para neurólogos 1895 [1950] (O.C.I, 209-276)
* Gran Enciclopedia Universal Espasa-Calpe, Barcelona
* Grieve, P (1997) El problema de la identidad psicoanalítica Revista de Psicoanálisis
de la Asociación Psicoanalítica de Madrid nº extra, 1997 pp. 9-29
* Gutierrez Terrazas, J (1989) Los dos pilares del psicoanálisis: el pulsional y el
inconsciente Hogar del Libro, Barcelona
* Hartmann, H. (1939) La psicología del yo y el problema de la adaptación Paidos,
Barcelona 1987
* Kimberly Young's Center (1997) (one of the researchers behind the push for this
diagnostic category), which, co-incidentally, offers books, workshops for professionals,
and online counseling to treat this "disorder."
* Kohut, H. (1971) Análisis del self Paidos, Barcelona
* Lacan, J. (1953) Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Trad.
Esp. En Jacques Lacan (2007) Obras escogidas RBA; Barcelona
* LaRose y cols, 2001 hhttp.//www. Behavior.net/JOB/vini/paradox.html
* Lévi-Strauss, C (1963-1997) Antropología estructural Buenos Aires, Editorial
Universitaria.
* Ligorui, R (2007) Radiografía de la infancia y la familia En Revista de Psicoanálisis,
Psicoterapia y Salud Mental de la Universidad de Salamanca, 1 (2), http//
www.usal.es/RPPSM
* Lorenzo Valdéz, A.S. (2007) La visita de André Green a México. En Revista de
Psicoanálisis, Psicoterapia y Salud Mental de la Universidad de Salamanca, 1 (1),
http// www.usal.es/RPPSM
* Marcuse, L. (1969) Sigmund Freud Alianza Editorial, Madrid.
* Mc Kenna, K.Y.A y Bargh, J.A. (2000) Plan 9 from cyberspace: The implications of
the Internet for personality and social psychology. Personality andd Social Psychology
Review 4, (1), 57-75.
* Mc Williams, N. (1994) Diagnostico Psicoanalítico Guilford Press,
* Piaget, J (1949-1950) Introduction à l´epistemologie genétique Paris, PUF
* Quinodoz, J-M. (2007) Un psicoanalista: entre un exceso de lo virtual y un exceso de
realismo. En José Guimón & Sara Zac de Filc (Eds.) Retos del psicoanálisis en el siglo
XXI. Psicoanálisis, salud y psicosexualidad en la era de la realidad virtual Biblioteca
Nueva APM, Madrid.
* Villamarzo, P-F (1989) Cursos sistemáticos de formación psicoanalítica: Temas
metapsicológicos Marova, Madrid
* Villanueva Meneses, O.M. (2007) El Ciberespacio Como Un Espacio Psicológico.
Disponible en http://www.monografias.com/trabajos6/adin2.shtml
* Viñas, F; Villar, E; Caparros, B; Juan, E; Pérez, I; Cornellá, M. (2002) Internet y
Psicopatología: El uso del Chat y su relación con diferentes índices de psicopatología.
Revista Interpsiquis.
* Wellaman, B y Gullia, M (1999) Virtual communities as communities: Netsurfers
don´t ride alone. In M.A. Smith & P. Kollock (Eds.) Communities in ciberspace pp.
167-194 New York Routhedge
* Zac de Filc, S. (2007) Realidad externa y realidad virtual. En José Guimón & Sara
Zac de Filc (Eds.) Retos del psicoanálisis en el siglo XXI. Psicoanálisis, salud y
psicosexualidad en la era de la realidad virtual Biblioteca Nueva APM, Madrid.

También podría gustarte