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Cada vez más individualistas...

Así estamos
Eramos una sociedad colectivista hasta la década del 80, pero en 30 años nos hemos
convertido en el segundo país más individualista del mundo. En adelanto exclusivo para
La Tercera, un estudio entre 36 países de la Universidad de Sussex, en Inglaterra, nos
muestra hasta qué punto nos estamos centrando en nosotros mismos.

por Noelia Zunino Erlauer / Ilustración: Rafael Edwards

EN LOS ´80 había vida de barrio. Vivíamos en un ambiente de


austeridad. Teníamos un televisor para todos y la ropa pasaba de
generación en generación. Eran tiempos en que los niños sabían
que no podían opinar en la mesa.

En 1980, el sicólogo social holandés Geert Hofstede denominó


nuestra cultura como colectivista: con una fuerte lealtad,
conformidad con las normas sociales y un gran compromiso por
los grupos, como la familia extendida. Eso, según un estudio que
recolectó información de más de 70 países desde finales de los 60
y durante cuatro décadas.
Como contraparte estaba Estados Unidos. Un país que por ese
entonces admirábamos, pero que en poco nos parecíamos.
Mientras nosotros éramos colectivistas, ellos eran una de las
naciones más individualistas del mundo.

Pero hoy, lo que nos diferenciaba ya no existe.

Chile es el segundo país más individualista después de Estados


Unidos, según el estudio británico Culture and Self-construals:
Clarifying the Differences ("Cultura y autoconcepto: aclarando
las diferencias"), que analizó los valores culturales de 36 países
en el mundo.

Porque en las últimas tres décadas, los cambios sociales han


transformado nuestros valores. Ya no hablamos con los vecinos;
no los necesitamos. El desarrollo tecnológico y el consumo
facilitaron que cada miembro de la familia tuviera su propio
televisor y se pueda comprar en cuotas la ropa para cada hijo. Y
los mayores recursos y la estabilidad económica aumentaron
nuestro consumo y también la competencia con el de al lado para
obtener el mejor sueldo o trabajo.

Los resultados de esta investigación realizada por Ellinor Owe, de


la escuela de Sicología de la Universidad de Sussex, y analizados
por Wenceslao Unanue, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez
e investigador de la Universidad de Sussex, revelan lo profundo
de la transformación social que experimentó el país. A tal punto,
que, incluso en ciertos aspectos del individualismo, superamos a
la sociedad estadounidense.

Los que más

¿Qué quiere decir todo esto? Que de los 36 países estudiados, es


en Chile donde nos cuesta más adaptarnos a los otros; donde más
se muestran los sentimientos sin importar que afecte
negativamente la armonía del grupo y donde mayoritariamente
decimos lo que pensamos y sentimos, aunque pueda ser
inapropiado para la situación. Alemania y Estados Unidos nos
siguen.

Según Unanue, esto muestra una tendencia de los chilenos de


querer hacer predominar sus ideas y opiniones, incluso a
expensas de perjudicar las relaciones sociales y la convivencia.
Las consecuencias: mal liderazgo en lo laboral, falta de soluciones
consensuadas y más conflictos que podrían evitarse en todas las
esferas sociales.

Décadas atrás éramos, junto con Estonia y Eslovenia, parte de los


países con mayor armonía. Así lo reflejó un estudio cuyos datos
fueron recolectados desde finales de los 80 y que fue realizado por
Shalom Schwartz, profesor de la Universidad Hebrea de
Jerusalén.

Pero eso era antes. Ahora no sólo estamos primeros en la falta de


empatía, de consideración por los demás, sino que también
somos segundos en individualismo... Sólo nos supera EE.UU., en
donde prima un poco más que acá el deseo de ser diferentes al
resto y donde son más los intentos que se hacen para
diferenciarse de los otros.

Pero el problema no es que seamos individualistas. El problema


es que lideramos el ranking de individualismo.

Porque como explica Owe a La Tercera, el individualismo en


una sociedad, cuando se experimenta en la justa medida, conlleva
aspectos positivos, como la diversidad de opiniones, la
posibilidad de decidir por uno mismo y los deseos de superación.

A nosotros nos ocurre eso al extremo. Lo que de alguna manera


explicaría, según Unanue, las protestas y descontento que se han
visto este año. Ambas tienen relación con el individualismo. "El
descontento parte desde una motivación personal, pero tiene un
objetivo para la sociedad. En ese sentido, es un aspecto positivo,
porque parte de un interés propio que beneficia al resto", dice.
Giro de 180 grados

¿Por qué cambiamos tanto? Muchas cosas. Factores que según los
sicólogos sociales tienen estrecha relación con el individualismo
y que en Chile comenzaron a darse desde los 80.

Vamos por partes. Desde esa época se nos abrieron las puertas a
los bienes materiales, y esa circunstancia se agudizó en las
siguientes décadas.

Cambiamos el compartir por el querer diferenciarnos. En vez del


teléfono de barrio, queremos celulares para todos, internet y un
auto para cada uno de la familia.

La cultura de consumo modificó nuestros valores y aspiraciones:


hoy la fama, el dinero y la imagen son primordiales en nuestra
escala valórica. "Privilegiamos nuestras acciones y logros
individuales en vez de acciones y logros colectivos. Y para
obtenerlos, nos centramos en ser diferentes y en nosotros
mismos", dice Unanue, quien también publicó recientemente el
estudio Materialism and Well-being in the UK and Chile
("Materialismo y felicidad en el Reino Unido y Chile), junto con
la académica de la U. de Sussex Helga Dittmar.

En la investigación comparan a chilenos e ingleses. Sus


conclusiones nos describen como más materialistas que ellos: el
20% de los chilenos tenía altos niveles en este aspecto, mientras
que en el Reino Unido llegaba al 16,5%. A modo de refuerzo, no
está de más saber que por estos días, el 41% de nuestra sociedad
tiene tarjetas de crédito.

Y esa apertura al consumo que propició nuestro cambio surgió en


parte por la estabilidad económica y su crecimiento sostenido de
los últimos años. Porque cuando los países se desarrollan, crecen
sus oportunidades de acceso a bienes materiales, pero también
crece la competencia. y con ella el que nos centremos en nosotros
mismos para ganarle al otro. En esos términos, el aumento en la
cobertura de la educación, por ejemplo, ha dado pie a una
realidad más competitiva: hay más profesionales a quienes
pelearles un puesto de trabajo.

Así, más recursos implica más opciones e independencia, más


posibilidades de ser diferente al de al lado. "En culturas con pocos
recursos la gente trabaja para sobrevivir, lo que genera
colectivismo, pero cuando hay recursos las personas no necesitan
de otros", dice Owe.

Democracia en todo

Las últimas tres décadas han moldeado con fuerza nuestra


sociedad hacia un mayor individualismo. En ello ha contribuido
también, como uno de los factores centrales, la consolidación de
la democracia. Porque tal como relatan los académicos, en una
sociedad con democracia hay más autonomía y la gente puede
vivir sus vidas como quiere, lo cual promueve el individualismo.
"Con mayor democracia las personas sienten y piensan que
existen mayores espacios para diferenciarse del resto y para su
desarrollo. Un aspecto positivo. En dictaduras estos espacios
están coartados", dice Unanue.

Y esa democracia se ha instalado también en las casas. Hoy los


niños tienen derecho a voz y voto, lo que da cuenta de un estilo de
crianza que comenzó a darse en Chile a partir de los 80 y que, sin
proponérselo nadie, ha contribuído a criar personas más
individualistas.

A eso se suman otras transformaciones que han cambiado


nuestros valores. En este apartado está, por ejemplo, la ley de
divorcio promulgada en el 2005, que ha facilitado que los jóvenes
dejen de ver la pareja y familia como el centro de la vida, tal como
era en otras generaciones, dice Unanue: "En este sentido, la
juventud se está preocupando más por su futuro laboral y
desarrollo profesional que por generar vínculos con otros. Por
algo los jóvenes son los más individualistas en este estudio".
Nuestro ombligo

Las generaciones que comenzaron a crecer desde los 80 son las


más individualistas. De hecho, en el estudio, el 73,6% de los
jóvenes entre 21 a 30 años son los que menos se pueden adaptar
al resto, comparado con el 60% de las personas de tercera edad.

Y aunque en las generaciones están bien definidas las diferencias,


en temas de género se podría decir que hay un empate técnico.

Los hombres mostraron un 65% de niveles altos en falta de


empatía o armonía, más que el 58,3% de las mujeres. Sin
embargo, ellas puntúan más en singularidad (64,3%), a diferencia
de los hombres (59,7%). Esto quiere decir que mientras ellos son
los primeros en ser más disruptivos, en pelear más y no estar tan
preocupados de la armonía en los grupos, ellas quieren destacarse
más sobre el resto y diferenciarse. Algo que sucede en Brasil, pero
no en EE.UU., donde son los hombres quienes quieren destacar
más su particularidad. Según Unanue, esto se debe a que acá las
mujeres insertas en el mundo laboral siente más la necesidad de
destacarse en la multiplicidad de roles: demostrar que puede
hacer lo que el hombre...Otra causa más de por qué nos volvimos
tan individualistas.

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