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ANATOMÍA DEL OJO

El globo ocular tiene la forma de una esfera achatada y de 2,5 centímetros de diámetro
aproximadamente. Desde el exterior solamente son visibles el iris, la pupila y la córnea: el
resto se halla en el interior del cráneo. Los músculos extrínsecos del ojo permiten la
orientación de los globos oculares hacia el punto de enfoque, lo mantienen en posición y
controlan la totalidad de sus movimientos.

MOVIMIENTOS DEL OJO

El movimiento de cada ojo está controlado por seis músculos. Nacen en un tendón que está
detrás del ojo y se insertan en la superficie del globo ocular. Al contraerse y relajarse, estos
músculos permiten seguir un objeto con la mirada y explorar el campo visual. Cada
movimiento exige el trabajo coordinado de los seis músculos, aunque en cada caso hay uno
de ellos que dirige la realización del movimiento.
ESCLERA

Es la cubierta protectora del ojo, le confiere rigidez evitando que se


deforme. Su naturaleza colágena le proporciona la resistencia y
elasticidad suficiente para soportar la presión intraocular así como,
recuperar su forma normal después de traumatismos. Su color
proporciona el tono blanquecino característico del globo ocular.

CÓRNEA

Es la superficie transparente que sobresale ligeramente en la parte anterior del globo ocular,
no tiene irrigación sanguínea y su parte central se denomina “Estroma”.. Su superficie
convexa de un radio aproximado de 8 milímetros, permite enfocar los rayos luminosos en la
retina en la parte posterior del ojo, con una potencia fija de 42 dioptrías. Su extremada
sensibilidad contribuye a alertar rápidamente de posibles lesiones como la opacidad. Sobre
la córnea es donde adaptamos las lentes de contacto.

EL OJO Y EL COLOR
La retina del ojo está cubierta por pequeños receptores sensibles a la luz, es decir, por una
serie de células visuales denominadas bastoncillos y conos. Los bastoncillos son sensibles a
la luz, pero no al color. Utilizamos los bastoncillos para ver con escasa iluminación -en la
oscuridad todo se percibe como blanco y negro-.
Los conos son menos sensibles a la luz, pero pueden percibir los colores. Hay tres tipos de
conos, cada uno de los cuales es especialmente sensible a una parte específica del espectro
visible: a los colores rojos, a los verdes y a los azules, respectivamente. Esta combinación
permite percibir todos los colores del espectro visible -aproximadamente 10 millones de
matices o sombras-, muchos más de los que se pueden reproducir en la impresión en
cuatricromía.
El ojo percibe también progresiones tonales. Si se divide la escala de tonos entre el negro y
el blanco en 65 franjas iguales, el ojo humano puede diferenciar un máximo de
aproximadamente 65 niveles de gris. Si el ojo tuviera la misma sensibilidad para cambiar
las tonalidades en cada uno de los 65 niveles, podría pensarse que el ojo percibe la luz
siguiendo una función lineal. Pero, en realidad, la sensibilidad del ojo se comporta de forma
diferente en las distintas zonas de la escala de grises, siguiendo una función logarítmica.
A veces la escala de grises se percibe como una progresión continua del blanco al negro,
sin escalones.
El ojo es más sensible a las variaciones de tono en las zonas iluminadas que en las zonas
oscuras, es decir, que cuanto más luminosas sean las zonas de la escala de color más grados
cromáticos distinguirá en ellas el ojo. De este modo, el ojo no es capaz de registrar la
transición entre ellos. A veces la escala de grises se percibe como una progresión continua
del blanco al negro, sin escalones. Esto es importante para comprender el tramado de
medios tonos, la técnica utilizada para la impresión de las escalas de grises.

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