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El ladrón de orquídeas. Profesora Susana B. González. Licenciada en Letras.

Cuento de
misterio.
Esa noche el inspector Muriel estaba convencido de que el misterioso encapuchado del abrigo
gris volvería al lugar del hecho para robar una nueva orquídea del invernadero de la doctora
Sofía.
Hacía ya varios años que esta respetable señora, había dejado la medicina para abocarse al
cultivo y cuidado de sus plantas y particularmente se sentía atraída por las orquídeas. Sus
formas y colores no dejaban de sorprenderla y cautivarla al mismo tiempo. Si bien éste no era
un caso demasiado importante, en la comisaría estaban cansados de ver llegar a la doctora
denunciando que sus extrañas flores les eran hurtadas tan sigilosamente, que nunca llegaba a
descubrir al ladrón.

Por otra parte Muriel sabía que su dedicación y empeño por cumplir con sus deberes de policía
le iban a reportar, en cualquier momento, un ascenso y, de ese modo, tal vez la bella Lucía
aceptaría ser su novia. De manera que a pesar del frío, se escondió tras unos matorrales y
esperó pacientemente la posible llegada del sospechoso.

A medida que pasaban las horas, sentía que sus pies se humedecían por la escarcha, pero
como no podía moverlos para no hacer ruido, decidió que lo mejor sería pensar en alguien que
lo reconfortara. Y esa persona no podía ser otra más que la dulce y callada Lucía.

Recordó que un día, en el parque, mientras caminaban por el rosedal, le había comentado que
tenía un hobby. Un pasatiempo tan especial que sólo se lo confesaría a su futuro esposo
cuando éste apareciera en su vida. ¿Cuál sería ese hobby? ¿Y si fuese él el elegido para
conocerlo?

De pronto, mientras su mente discurría entre esos interrogantes, sintió un ruido,


cuidadosamente apartó las ramas que ocultaban su rostro y pudo ver cómo el misterioso
encapuchado recogía una nueva orquídea del invernadero y se escabullía entre el follaje de los
arbustos.

En un primer momento sintió el impulso de sorprenderlo, pero luego prefirió seguirlo. Esperó
que se alejara unos metros para luego encaminar sus pasos detrás de él. Al llegar a una
esquina, el encapuchado dobló hacia la derecha y para sorpresa del inspector se introdujo, sin
tomar el menor recaudo, en la casa de Lucía.

Desconcertado, Muriel corrió hacia allí, saltó la verja y al ver que el ladrón se estaba
escurriendo por la ventana del dormitorio de la joven, se abalanzó sin pensarlo sobre él y
ambos cayeron dentro de la habitación.

Después de un breve forcejeo, sostuvo las muñecas de éste con su mano derecha y con la
izquierda le sacó la capucha. Al ver aquel rostro, los ojos de Muriel se abrieron de tal modo,
que parecían salirse de sus órbitas.

¡No podía ser verdad! ¡Lucía! ¡Su dulce Lucía era el misterioso ladrón del abrigo gris! La joven
avergonzada levantó la vista y, luego de mirarlo por un instante, le señaló con los ojos una
vitrina que estaba en uno de los ángulos del cuarto.

Muriel se incorporó lentamente y se acercó para contemplar lo que había en el mueble. Tras
los cristales, observó que una veintena de orquídeas disecadas estaban expuestas
cuidadosamente sobre los escaparates. Cada una de ellas se identificaba con un nombre de
fantasía y una breve leyenda acerca de su origen.

Después de mirarlas con atención y leer aquellos relatos que daban cuenta de cómo habían
llegado un día a la tierra para engalanarla con sus exóticas bellezas, el inspector Muriel se dio
vuelta y contempló, por unos instantes, el rostro de aquella muchacha que con su timidez lo
había enamorado.

Sin decirle una palabra, salió a través de la ventana por la que había ingresado y se marchó por
las calles solitarias y oscuras envuelto en una duda: ¿Esa noche se habría convertido en el
novio de Lucía o estaría a un paso de lograr su ascenso?
Un cuento corto sobre la necesidad de luchar en la vida: El desafío

El desafío, un cuento budista para reflexionar sobre las dificultades de la vida

El desafío, un cuento budista sobre los obstáculos de la vida

Hace mucho, un anciano campesino, harto de tener que sufrir para proteger su campo de las
tormentas o la sequía, decidió hablar con Dios:

– Escúchame, Dios, necesito pedirte algo.

– ¿Qué quieres? – respondió Él.

– Estoy cansado de trabajar cada día el campo y perder muchas veces la cosecha de trigo por
culpa de una tormenta o una despiadada ola de sequía. La gente termina pasando hambre…
Tal vez no sepas como yo, que soy campesino, cómo debe ser el tiempo. Deja que yo decida
durante un año y verás cómo desaparecen la pobreza y el hambre.

Dios le miró compasivo y asintió.

– De acuerdo, acepto el reto. Tú me dirás durante un año cómo quieres que sea el tiempo.

Y así fue: durante un año entero, el campesino iba pidiendo sol o lluvia según lo deseaba. Y
todo fue muy tranquilo. Apenas tuvo que trabajar y en primavera, justo un año después, fue a
hablar con Dios. El trigo había crecido mucho, más que ningún otro año, y el campesino estaba
orgulloso:

– ¿Ves como tenía razón? – dijo el anciano-. El trigo está tan alto que tendremos alimento para
varios años.

– Ya veo- respondió Dios- Cierto, ha crecido mucho. Pero… ¿Te has asegurado de que los
granos sean buenos?

El campesino tomó entonces un grano de trigo y lo abrió. ¡Estaba vacío!

– ¿Cómo es posible? – preguntó alarmado el campesino.

– Sin obstáculos, es imposible crecer. Sin desafíos, sin tormentas, truenos o granizo, el trigo no
se fortalece. Le pusiste todo tan fácil, que el trigo creció sin alma, vacío…

El campesino entonces lo entendió todo.

Qué temas puedes trabajar con este cuento corto de El desafío

Usa este fantástico cuento budista para reflexionar sobre:

– Los desafíos de la vida.

– La pereza.

– El valor del esfuerzo y el de la perseverancia.


Reflexiones sobre este cuento budista para niños y mayores

Sí, los desafíos en la vida son necesarios, también el esfuerzo y la perseverancia, porque en
definitiva son los que nos ayudan a madurar y a crecer como personas:

– No se consigue ningún logro sin desafíos: un atleta que gana una carrera saborea la miel del
triunfo porque antes de llegar a él tuvo que superar el agrio sabor de la derrota. La vida es una
carrera de obstáculos, de caídas y frustraciones que nos ayudan a madurar, a crecer, a mejorar
y a superarnos cada día.

– El alma del trigo es tu alma: cuando en este relato se habla del alma del trigo, se usa de
forma metafórica para hablar de nuestro interior. Nosotros somos en definitiva como ese trigo
y al igual que él, necesitamos el imprevisto de una tormenta que nos mantenga alerta, la
dureza de un granizo que nos hace más fuertes o la intensa sequía que nos ayuda a incentivar
el ingenio. Sobrevivir es eso, en definitiva. Esforzarse, perseverar, sobreponerse a un revés,
caerse y levantarse una y mil veces. Si no hubiera obstáculos, nos pasaría como al trigo, y
todos terminaríamos acomodándonos hasta el punto de vaciarnos del todo.

– Los obstáculos nos hacen fuertes: no se trata de querer sufrir, pero es cierto que las pruebas
y los obstáculos que encontramos por el camino de la vida, nos hacen fuertes y van llenando
nuestro interior de sabiduría. De todo ello aprendemos y con todo ello nos modelamos.
Debemos aprender a valorar la vida haciendo frente a las dificultades que implica vivir.

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