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Escritura cuneiforme

La escritura cuneiforme está aceptada comúnmente como la forma más


temprana conocida de expresión escrita de la que se han encontrado restos
arqueológicos (aunque en recientes excavaciones se han encontrado tablillas
egipcias con escritura mucho más antigua que la cuneiforme, lo que podría
cambiar esta concepción). Creada por los sumerios a finales del cuarto milenio
AC. Esta escritura surgió como un sistema de pictogramas. Con el tiempo, las
representaciones pictóricas se simplificaron y se hicieron más abstractas, dando
lugar a lo que se conoce como escritura cuneiforme.

El alfabeto sumerio fue adaptado para la escritura de las


lenguas acadia, elamita, hitita y luvita e inspiró a los alfabetos del antiguo persa y
el ugarítico.

Los primeros pictogramas fueron grabados sobre tablillas de arcilla en columnas


verticales, con un punzón o estilo afilado, fabricado a partir de un cáñamo.
Después dos desarrollos hicieron el proceso más rápido y fácil: la gente comenzó
a escribir de izquierda a derecha en filas horizontales (rotando en sentido levógiro
90º a todos los pictogramas en el proceso) y un nuevo estilo de punta de cuña que
fue usado introduciéndolo en la arcilla, dando lugar a caracteres en forma de cuña
(cuneiformes). Mediante el ajuste de la posición relativa de la tabla frente al estilo,
el escriba podía usar una única herramienta para una amplia variedad de signos.
Estas tablas podían ser cocidas en kilns para dar lugar a un registro permanente,
o podían ser recicladas si no era necesario que perduraran. Muchas de las tablas
encontradas por los arqueólogos se conservan porque
fueron cocidas accidentalmente en el momento en que ejércitos atacantes
prendían fuego al edificio en el que se guardaban.

Creado por los sumerios para registrar la lengua sumeria, la escritura cuneiforme


fue posteriormente adoptada por
los acadios, babilonios, elamitas, hititas y asirios para escribir sus propias lenguas.
Fue ampliamente usado en Mesopotamia durante 3000 años, pese a que la
naturaleza silábica del alfabeto, al ser refinado por los sumerios, resultaba poco
intuitiva a los hablantes de lenguas semíticas. Este hecho, antes de que la
civilización Sumeria fuera redescubierta, llevo a muchos filólogos a sospechar de
una civilización que precediera a Babilonia.

La mayoría de las adaptaciones posteriores de la escritura cuneiforme preservaron


al menos ciertos aspectos del alfabeto sumerio. El acadio escrito incluía tanto
símbolos fonéticos del silabario sumerio, como ologogramas que eran leídos como
palabras completas. Muchos signos en el alfabeto eran polivalentes, teniendo un
significado a la vez fonético y logográfico. Cuando el alfabeto cuneiforme se
adaptó para escribir la lenguita hitita, una nueva capa de pronunciaciones
logográficas acadias fue añadida al alfabeto, con el resultado de que ya no se
conoce la pronunciación de muchas palabras hititas convencionalmente escritas
con logogramas. La complejidad del sistema tiene cierta semejanza con el japonés
clásico, escrito con un sistema derivado del chino; algunos de estos sinogramas
fueron usados como logogramas, otros como caracteres fonéticos. El japonés
contemporáneo distingue gráficamente los logogramas (kanjita) de los caracteres
silábicos (kana) pero aparte de eso es un sistema similar.

Esta complejidad dio lugar a varias versiones simplificadas del sistema de


escritura. El persa antiguo era escrito en un subconjunto de caracteres
cuneiformes simplificados, que formaban un simple alfabeto semi-silábico,
utilizando bastantes menos trazos en forma de cuña que los que usaba el asirio,
junto con unos cuantos logogramas para palabras que aparecían con frecuencia
como "dios" o "rey". La lengua ugarítica se escribía usando el alfabeto ugarítico,
un alfabeto estándar de estilo semítico (un abjad) que se escribía utilizando el
método cuneiforme.

El uso del arameo llegó a ser de gran difusión durante el imperio asirio,


reemplazando gradualmente al cuneiforme. La última inscripción cuneiforme
conocida, un texto astronómico, data del año 75 adC.

El conocimiento de la escritura cuneiforme estaba perdido hasta que


en 1835 Henry Rawlinson, un oficial de la armada británica, la encontró en
la Inscripción de Behistún, en un acantilado en Behistún en Persia. Talladas
durante el reinado del rey Darío I de Persia (522 adC - 486 adC, consistían en
textos idénticos en los tres lenguajes oficiales del imperio: el persa antiguo,
babilonio, y elamita. La inscripción de Bisitún fue al descrifrado de la escritura
cuneiforme lo que la piedra de Rosetta fue para el descifrado de los jeroglíficos
egipcios.

Rawlinson dedujo correctamente que el persa antiguo era un alfabeto silábico, y lo


descifró correctamente. Trabajando de forma independiente, el asiriólogo
irlandés Edward Hincks también contribuyo al descifrado. Después de traducir el
persa, Rawlinson y Hincks comenzaron a traducir los otros. En gran medida fueron
ayudados por el descubrimiento de la ciudad de Nínive por parte de Paul Émille
Botta en 1842. Entre los tesoros descubiertos por Botta estaban los restos de la
gran biblioteca de Asurbanipal, un archivo real conteniendo varios miles de tablas
de arcilla cocidas con inscripciones cuneiformes sobre ellas.

Por 1851 Hincks y Rawlinson podían leer ya 200 signos babilonios. Pronto se les


unieron otros dos criptólogos, un joven estudiante de origen alemán,
llamado Julius Oppert, y el versátil orientalista británico William Henry Fox Talbot.
En 1857 los cuatro hombres se conocieron en Londres y tomaron parte en el
famoso experimento para comprobar la precisión de sus investigaciones.

Edwin Norris, el secretario de la Real Sociedad Asiática, les dio a cada uno de
ellos una copia de una inscripción recientemente descubierta del reino del
emperador asirio Tiglath-Pileser I. Un jurado de expertos fue convocado para
examinar las traducciones resultantes y certificar su exactitud.
En todos los puntos esenciales, se vio que las traducciones resultantes de los
cuatro expertos coincidían. Hubo por supuesto algunas pequeñas discrepancias.
El inexperto Talbot había cometido unos cuantos errores, y la traducción de
Oppert contenía unos cuantos pasajes dudosos debido a que el inglés no era su
lengua materna. Pero las versiones de Hincks y Rawlinson era virtualmente
idénticas. El jurado declaró que estaba satisfecho, y el descifrado de la escritura
cuneiforme acadia paso a ser un fait accompli.

Los signos cuneiformes eran escritos por escribas mediante cuñas, sobre tablillas
casi siempre de arcilla (muy escasamente grabados en metal), que luego se
guardaban en una suerte de primitivas bibliotecas, escrupulosamente organizadas,
que servían para el aprendizaje de futuros escribas. Estas bibliotecas pertenecían
a la escuela de cada ciudad o, a veces, a colecciones particulares. Las tabillas
estaban escritas en columnas (variantes en número), que indicaban:
 La serie y el número de la tablilla en esa serie, para su correcta
catalogación.
 Texto.
 Colofón, que contiene a su vez la primera línea de la siguiente tablilla,
el propietario de la tablilla, el año de reinado del soberano
correspondiente, en ocasiones los títulos del mismo, la ciudad de la
escuela y el nombre del escriba y raramente, el autor.
Evidentemente el uso no quedaba restringido a las tablillas; por ejemplo
encontramos escritos en los ladrillos de la Babilonia del primer milenio el nombre
de Nabucodonosor II.
Transliteracióneditar | editar código
La escritura cuneiforme tiene un formato específico de transliteración. Debido a la
polivalencia del sistema de escritura, la transliteración no es únicamente sin
pérdida, sino que además puede contener más información que el documento
original.Por ejemplo, el signo DINGIR en un texto hitita puede representar tanto
la sílaba hitita an, o puede ser parte de una frase acadia, representando la
sílaba il, o puede ser un sumerograma, representando el significado sumerio
original, dios. De este modo, en ambientes cultos (escuelas de escribas) o ante
falta de palabras formadas se utilizaba el idioma sumerio en ocasiones, en el que
cada palabra equivale a un signo, mientras que ese mismo signo podía ser una
sílaba en, por ejemplo, neo-babilónico, en un primer paso hacia el sistema de
letras latino.

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