Está en la página 1de 162

Armando Tejada Gómez

Poemas y canciones
Nota Biobibliográfica y Selección de Textos

María Inés López


ARMANDO TEJADA GÓMEZ nació en Guaymallén, Mendoza en el seno de una
familia de trabajadores rurales de muy escasos recursos, descendientes de huarpes. Hijo
de Lucas Tejada, tropero (llevaba ganado de Mendoza a San Juan y Chile, a través de la
cordillera), y de Florencia Gómez, casada a los 14 años, fue el anteúltimo de 24
hermanos. Quedó huérfano de padre a los cuatro años, razón por la cual su madre debió
repartir a los hijos. Armando fue criado entonces por su tía, Fidela Pavón, quien le
enseña las primeras letras en un breviario. Prácticamente no fue a la escuela y comenzó
a trabajar a los 6 años, como canillita (vendedor callejero de diarios), y luego
lustrabotas.

A los quince años se compró un ejemplar del libro Martín Fierro que le despertó la
pasión por la lectura, la poesía y la inquietud por las injusticias sociales, volviéndose un
activista político.

En 1950 obtiene un empleo como locutor en LV10 Radio de Cuyo, que alternó con su
trabajo como obrero de la construcción. Comenzó a componer canciones junto al
músico mendocino Oscar Matus, quien luego sería el esposo de la cantante Mercedes
Sosa, en lo que sería una larga sociedad y con quien escribiría canciones como "Los
hombres del río", "Coplera del viento", "Tropero padre" (inspirada en su padre), entre
muchas otras.

En 1954, obtuvo el segundo premio en V Concurso Literario Municipal de Mendoza,


por su primer libro de poemas Pachamama: poemas de la tierra y el origen, dedicada a
su madre, e inspirada en la cultura huarpe de sus ancestros. El mismo poeta declara:
A los 23 escribí Pachamama, poemas de la tierra y el origen; cosmogonía americana del
Universo. Entre las consejas de los mayores y de los indios huarpes, de los que yo
provengo, y de las reuniones de fogón, aprendí la cultura americana, porque no
frecuenté aulas. Aprendí la voz popular en que creíamos...

El premio y la edición del libro (ilustrado por Carlos de la Mota), le trajeron un


considerable reconocimiento que comenzó a extenderse desde entonces.

Fue perseguido en la última etapa del gobierno peronista (1946-1955). Tejada Gómez se
oponía a las tendencias autoritarias del peronismo y, si bien admiraba a Eva Perón, se
había negado a aceptar la orden de usar luto al momento de su muerte en 1952. Fue
despedido de la radio y se prohibió mencionar su nombre cuando se emitían sus
canciones.

En 1955, escribió su segundo libro Tonadas de la piel. El libro ganó un concurso


organizado por Gildo D´Accurzio un esforzado imprentero mendocino, obteniendo
como premio la edición.

Luego del derrocamiento de Perón en 1955, Tejada Gómez da un giro tanto en su arte
como en su posición política. El elemento detonante para el cambio en su manera de
escribir fue un comentario crítico de su hermano, obrero de la construcción, que le
mencionó que sus compañeros de trabajo decían que "escribía cosas que nadie entendía"

El comentario influyó notablemente en Tejada Gómez, quien decidió entonces orientar


su poesía hacia los problemas social y los temas populares. Uno de los primeros poemas
de esta nueva etapa fue su conocido poema "Hay un niño en la calle".
El poema fue incluido en tercer libro, Antología de Juan, publicado en 1958, desde
entonces sus libros se volverían populares, y cada libro vendía un tiraje no menor a
10.000 ejemplares.

En 1958, fue electo diputado provincial, durante el mandato de Frondizi.

En 1959 se afilia al Partido Comunista

En 1961 publicó "Los compadres del horizonte", recibiendo la Primera Recomendación


del Segundo Concurso Latinoamericano de Literatura "Casa de las Américas", de La
Habana, Cuba.

En 1963 junto a Manuel Matus, Mercedes Sosa y otros artistas, crean el Movimiento del
Nuevo Cancionero, allí sostienen la necesidad de un cancionero integrado común: "Hay
país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país."Ese
mismo año publica "Ahí va Lucas Romero."

En 1964 se radica en Buenos Aires y se dedica íntegramente a su tarea artística. Monta


su primer espectáculo, en el Teatro I.F.T., con Mercedes Sosa, Oscar Matus y Tito
Francia. Edita su primer disco con sus Poemas, Sonopoemas del Horizonte.

En 1967 publica Tonadas para usar.

En 1968 publica Profeta en su tierra, antología de sus primeros libros.

En 1969 gana el Primer Premio Ciudad de Buenos Aires, en el Primer Festival Ibero-
Americano de la Canción y la Danza con Canción del Centauro, música de Ivan
Cosentino.

En 1971 publica Amanecer bajo los puentes, donde relata su infancia como canillita y
sus comienzos con la poesía.

En 1972 gana el Premio Festival de la Patagonia en Punta Arenas, Chile, por Fuego en
Animaná, con música de César Isella. Gran Premio Sadaic, por su canción Elogio del
Viento, con música de Gustavo "Cuchi" Leguizamón, y es finalista en el Festival
Agustín Lara de México.

En 1974 gana el Premio Poesía "Casa de las Américas", La Habana, Cuba, con su libro
Canto popular de las comidas.

En 1976 el gobierno militar publica un listado de composiciones y autores prohibidos


para su difusión en todo el ámbito de la república, donde figura su nombre y algunas de
sus canciones más Celebres: Canción con Todos y Fuego en Animaná. Es declarado
persona no grata por el gobierno de facto de la provincia de Santa Fe y "deportado" a la
provincia de Buenos Aires, en medio de la noche, luego de una frustrada actuación en la
sala de la Lotería Provincial de dicha ciudad, en un festival a beneficio. Comienza un
largo periodo do oscurecimiento y ostracismo, prohibidas sus representaciones, la
publicación de sus libros y la difusión de sus canciones.
En 1978 viaja a España, a intentar suerte. Vuelve lleno de nostalgia hacia fines de
noviembre y recibe apenas llegado la noticia de que su novela Dios era olvido se había
hecho acreedora al Premio Internacional de Novela, en Bilbao, España. Vuelve a España
a recibir el Premio y a intentar una vez más su inserción en ese país, aprovechando la
difusión de su nombre gracias al premio recibido, pero se inicia el conflicto del Beagle
en enero del '79, y regresa a Buenos Aires. Comienza a utilizar el seudónimo Carlos de
Mendoza para registrar sus temas nuevos y que puedan pasarse por las radios.

En 1979 se publica en España su biografía de Horacio Guarany, de Ediciones Júcar,


colección Los Juglares.

En 1980 participa en la edición de La VI Feria Internacional del Libro del Autor al


Lector de Buenos Aires, donde se presenta su novela ganadora y firma ejemplares en el
stand de Espasa Calpe, a despecho de La prohibición que todavía pesaba sobre él.

Recibe la primera distinción de honor de La Fundación Dupuytren, en la Tercera Bienal


de Letras "Cuarto Centenario de la 2º Fundación de la Ciudad de Buenos Aires", por su
novela Dios era olvido.

En 1983 viaja a Managua, Nicaragua, para participar del Festival por La Paz, junto a
Mercedes Sosa, el Quinteto Tiempo, y el compositor Naldo Labrín. Participa del
Festival de La Canción Bolivariana en Venezuela. Viaja al Festival de Baradero, Cuba.
Junto con el advenimiento de la democracia vuelve a presentarse en festivales,
actuaciones unipersonales y a montar espectáculos con diversos artistas.

En 1984 participa del Encuentro Internacional de Escritores por la Paz, Sofía, Bulgaria.
Publica el cancionero Toda la Piel de América.

En 1985 es nominado para el Premio Konex, entre las cinco mejores figuras de la
Historia de la Música Popular Argentina en La disciplina Autor de Folklore. Ese mismo
año publica Historia de tu ausencia.

En 1986 publica Bajo estado de sangre poemas escritos entre 1974 y 1983. Ese mismo
año gana el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para La Poesía, en su 20º
Aniversario.

En 1991 La Cámara de Diputados bonaerense declara su obra de "interés educativo'.


Publica "Cosas de niños" y "El río de la legua."

Fallece en Buenos Aires, el 3 de noviembre de 1992.

En 1994, se edita su libro póstumo Los telares del sol.


Algunas consideraciones sobre su obra, su pensamiento y su
militancia política:
Proveniente de una familia humilde, no tuvo la oportunidad de estudiar, fue autodidacta,
para dejar la ignorancia y para no dejarse avasallar por los poderosos:
Como todos los pobres, entonces teníamos dos alternativas, el box y el fútbol. Fui
boxeador amateur hasta que encontré los libros. Quería saber y no era la poesía una de
mis pasiones. Creo que di con la poesía de frente el día que mataron a mi hermano, el
Toto, allá, cuando tenía unos 15 años. El sacudón fue tan tremendo, con este hermano
habíamos compartido eso de dormir bajo los puentes, defendernos entre los dos, sacar
los diarios y de pronto me lo sacaron. Y de esta soledad feroz, este arrancón que fue la
muerte de mi hermano, emergí días después como quien dice una oración, pero era un
poema lo que estaba haciendo. Además me hice esta reflexión, el cayó porque además
de pobres, somos ignorantes y aquí está al trampa, esta es la valla que hay que cruzar.
Desde ese día me fui a las bibliotecas y empecé por e primer estante hasta que llegué al
fondo. ¡Claro!, leía todo mezclado, Fisiología del placer de Mantegazza con La Divina
Comedia. Eran bibliotecas de barrio y no estaban ordenadas. El objetivo era dejar la
ignorancia...

Comprometido con las desigualdades sociales, usó su literatura para denunciarlas y


hacerse eco, de aquellos hermanos que desposeídos de todo, no tienen voz para gritar su
lamento. Él le presta la suya y le canta al pueblo latinoamericano y se hermana con
ellos.
La verdadera tradición de una poesía perdurable está en que se ocupa de los asuntos del
mundo...; si yo me conmuevo hasta las lágrimas por una gota de rocío ¿cómo no me voy
a conmover ante el dolor humano? ¿Cómo no voy a tener sensibilidad ante un hombre
caído? Para mí la poesía es el hecho poético perdurable que un hombre apresa en sus
palabras, ya sea cuando llora o ve llorar, o cuando vuela y ve volar....

La lectura del Martín Fierro influyó notablemente a lo largo de su obra:


...la mayor influencia en mí fue la de José Hernández. El que lea atentamente mi poesía,
comprende rápidamente que la intención es cantar opinando. De esos troncos vengo y
uno se larga con las influencias sobre los hombros intentando encontrar su propia voz,
es continuar contando la historia de nuestros mayores y agregar un espacio propio...

Sus raíces humildes lo llevaron a militar en la política para estar del lado de los
desprotegidos:
...Creo que mi militancia era insoslayable, no pude evitarlo dado las condiciones en que
crecí, los trabajos en que he ocupado en mi vida me dieron un concepto de la
solidaridad desde muy niño. La primera militancia fue en el gremialismo y de ahí a la
conciencia política del hombre de trabajo hay menos que un paso. Uno advierte que esta
lucha de clases está establecida en términos políticos y eso te va llevando a ubicarte en
los movimientos sociales de un modo natural...

...tengo el corazón clavado en cada trabajador, en cada compañera que lucha por la
fertilidad de sus hijos y no tengo otra ambición que ayudarlos por esa simple
interrelación que existe entre el poeta y su pueblo. Yo sin ellos no existo y somos socios
en esto de marchar hacia una patria liberada. Es la función del poeta, luchar junto a su
pueblo pero cargando la vanidad que alguna vez al pasar, una mujer diga, ahí va el
poeta...

Esa misma vanidad es la que lo lleva a buscar un sentido de la expresión estética ligada
a su pueblo:
...El sentido de la expresión estética es el prójimo; el objeto es el prójimo. ¿Quién esta
del otro lado? Vos, el prójimo. Toda predicación tiene un prójimo como destinatario.
Toda obra de arte, es una apelación al otro. Y esto es así, y será así cuando ninguno de
nosotros, ni nuestros nietos, queden en la tierra. El arte tiene esa finalidad, el sentido
estricto de la palabra final. El destino final de la obra de arte, es el otro...

...Si vos no me das un lenguaje que me levante en la categoría de conciencia, de la


situación en la que estoy, ¿para qué te quiero? Levantáme ahí, haceme subir un
centímetro, con tu poema, con tu libro, con tu cuento, con tu imaginación. Ascendeme.
Yo estoy a tu disposición. Yo quiero que me subas. Cuando me cantes, cántame para
levantarme. No me tires para abajo... Eso me hunde en el fangal de la mierda, a mí,
como pueblo. Cuando me escribas una canción, levántame, por favor. ¡Dejá de joder,
vamos para arriba! Vamos con el pueblo para arriba...

...Un integrante de la Real Academia Española, dijo: ¡Está haciendo un idioma dentro
del idioma! Se creen que lo estoy haciendo yo. ¡Los latinoamericanos lo están haciendo!
Lo que yo hago, no es nada más que traducir, lo que el pueblo habla...

Y a las nuevas generaciones les dice:


... lo que yo quiero, es alentar la capacidad de crear...La literatura, es una rebelión permanente.
Esto es lo que somos; la alteración del orden. En lo diverso se resuelve la vida.

...Porque el arte como la vida, están en permanente transformación a través de los siglos. Nunca
se podrá evitar que las nuevas generaciones pidan la palabra y la guitarra...
OBRA LITERARIA

1954- Pachamama poemas de la tierra y el origen; Editorial La Avispa", con


ilustraciones de Juan Carlos de La Motta y Enrique 0. Sobisch, en 1955. Segundo
Premio Concurso Literario Municipal de Mendoza.

1955- Tonadas De La Piel, con Prólogo de Jaime Dávalos; Premio Juan Carlos
D’Accurzio, patrocinado por La Sociedad Mendocina de Escritores.

1957- Capitan Del Sur, inédito.

1958- Antologia De Juan, Primera Edición con ilustraciones de Carlos Alonso.

1958- Los Compadres Del Horizonte; Primera recomendación II Concurso


Latinoamericano de literatura "Casa de las Américas", La Habana, Cuba, 1961.

1963- Ahi Va Lucas Romero, con dibujos de Enrique Sobisch.

1963- Luz De Entonces (inédito).

1967- Tonadas Para Usar

1968- Profeta En Su Tierra, Antología con ilustraciones de Omar Sobisch.

1971- Amanecer Bajo Los Puentes

1974- Canto Popular De Las Comidas; Premio Poesía Casa de las Américas, La
Habana, Cuba, 1974.

1978- Dios Era Olvido, Premio Internacional de Novela, Bilbao, España.

1979- Horacio Guarany, biografía. Ediciones Júcar, España.

1984- Toda La Piel De America; Cancionero

1985- Historia De Tu Ausencia

1986- Bajo Estado De Sangre (1974-1983)

1991- El Rio De La Legua

1991- Cosas De Niños

1994- Los Telares Del Sol (Póstumo).


OBRA DISCOGRAFICA

1959- La Voz De La Zafra, Mercedes Sosa. RCA.

1964- Sonopoemas Del Horizonte, su voz. Edit. Juglaría.

1965- Testimonial Del Nuevo Cancionero, su voz, con Oscar Matus. Edit. El Grillo-
Juglaría.

1965- Poemas Y Canciones En Direccion Del Viento, su voz, con Ramón Ayala. Edit.
Estudio.

1966- Cantoral De Mi Pais Al Sur, su voz. Edit. Juglaría.

1967- Los Oficios Del Pedro Changa, su voz con Los Trovadores. Edit. CBS Columbia.

1972- Cantata Popular De Las Comidas, con Cuchi Leguizamón, inédita.

1972- Las Copleras Del Viento, con Horacio Guarany.

1972- Los Poetas Que Cantan En Cosquin, con H.L Quintana y otros, Azur.

1973- America En Vilo, con Quilapayum y César Isella, inconclusa, Chile.

1973- Canción Con Todos, con Rosa Rodríguez Gerling, Trova.

1974- Isella Con Todos, con César Isella y Cantoral.

1980- Coral Terrestre, con el conjunto Sanampay, México.

1984- Tonada Larga Para El País Del Sol, con Nacencia.

1986- Historia De Tu Ausencia, su voz, CBS.


Poemas
De: Pachamama (1954)
FRAGMENTO FINAL
De: Tonadas de la piel (1955
Geografía de la tonada
De: Antología de Juan (1958)
Hay un niño en la calle
UN GRITO DE IDA Y VUELTA
EL LIBRO DEL VIENTO
COPLERA DEL CANTOR
COPLERA DEL ALFARERO
De: Los compadres del horizonte (1958)
Incendio del compadre
El compadre
De: Ahí va Lucas Romero (1963)
TIEMPO AL TIEMPO
FILIACIÓN DEL ROCÍO
TREGUA DEL DIA
SOL A DESTAJO
De: Luz de entonces (1963)
Memoria del grillo
La vida dos veces
De: Tonadas para usar (1967)
Che, Buenos Aires
Poeta de la legua
Canción de un peso
El bienaventurado
LA LUCHA
LA NOCHE QUEDÓ ATRÁS
De Profeta en su tierra (1968)
Escritura en la sangre
De: Amanecer bajo los puentes (1971)
Canción de largas calles
De: Canto popular de las comidas (1974)
Menú del día
Don Cleto
Pago Lejos (Los desterrados)
De: Historia de tu ausencia (1985)
HISTORIA DE TU AUSENCIA
LA BARCA
SENCILLO EXILIO
Canción cuando te vas
De: Bajo estado de sangre (1986)
ORACIÓN A LA BANDERA
Descubrimiento de las cosas
SEGUNDO INFORME PARA AUSENTES
De: Telares del sol (1994)
TELAR DEL SOL
EL TELAR DE LOS MAPAS
EL TELAR DEL ENTERRADO
TELAR DE LA CULTURA
TELAR DE LAS PALABRAS
 De: Pachamama (1954)

FRAGMENTO FINAL

Estar.
Permanecer.
Vertical.
Estar para el amor, simplemente,
creando
el camino del hombre que estamos aguardando.

Me pierdo por los besos,


la canción,
los abrazos:
las brújulas brillantes, universales,
blancas.
Llamo desde mis hombros las grandes resonancias
con un vaso de vida chorreándome las manos.

Nunca más de rodillas,


nunca más a pedazos,
nunca más a la muerte
sin haber respirado.
Nunca más como topos,
nunca más acosados.
El hombre por sí mismo
hasta él mismo lanzado,
hasta su envergadura,
hasta el hombre soñado.
Nunca más a las armas,
nunca más al soldado.
Proyectarse hasta el otro,
hasta el mejor logrado.

Búscate por tu rostro,


lávate con mi canto.

Estoy en la esperanza.

Despertarás conmigo.

Con un pan y una estrella,


alumbrando los siglos.
De: Tonadas de la piel (1955)

Geografía de la tonada

Desde una desmemoria de volcanes


se me arrojan las manos a palomas,
a pájaros se arrojan, a herederos,
desde una trepidante desmemoria,
con un ritmo quebrado en las mujeres,
en el codo frutal y en el jadeo:
amplias alas polares me sacuden
esta urgencia de silbos y de vértigos.

El son, digo el tambor, la avispa encinta


percutía en el árbol, retumbaba,
le mordía las piernas a la aurora,
a la infinita virgen de la escarcha,
se movía a cantar, a andar sonando
por un ancho rocío de campanas,
por la inmediata carne de la alondra,
que con un trópico sonoro adentro
subía a responder batiendo el alba.

Y la madera supo. Y supo el viento.


Y rechinó una fábula de cañas.
Perfiles a nacer, tímpano el tiempo,
acudieron a fuerza y a mansalva,
porque el sonido al fin, porque la sombra,
sabían del milagro y lo danzaban.
Rondaba el vegetal, crujía el brote
con el sol acoplado a las espaldas,
con duras cuñas de vigor en lo íntimo
y un diluvio de hongos y de malvas.

Desde entonces a mí: la esfera ciega,


la potencial succión, la llamarada,
la cadencia creciendo en locos círculos
sus gigantes de música en mi carne:
tanto como la piedra y siempre el agua
me aturden la guitarra con sus viajes,
emigran sus estrellas por mi boca,
pregonan sus rituales con mis manos.

Cuerpo ya, pentagrama transitable,


cerca del corazón queda la hierba.
Respiraré el aroma y el volumen
porque sin solidez, porque con aire,
porque con carne al viento y con arterias,
porque ya transitado y transitable,
me muero universal como la muerte:
igualitario, libre y nazco unánime,
aledaño a los pájaros, creciendo,
camarada animal subo a la vida
con vítores de sauces y magnolias,
sinfónico y alegre, saludando.
De: Antología de Juan (1958)

Hay un niño en la calle

A esta hora, exactamente,


hay un niño en la calle.

Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba


con las primeras luces de mi sangre, vendiendo,
una oscura vergüenza,
la historia, el tiempo,
diarios.
Porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores, asco,
cuando subo a la vida cantando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre,
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.

Es honra de los hombres proteger lo que crece,


cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos
y tesoros,
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.

Dónde andarán los niños que venían conmigo


ganándose la vida por los cuatro costados.
Porque en este camino de lo hostil ferozmente
cayó el Toto de frente con s poquita sangre,
con sus ropas de fe, su dolor a pedazos.
Y ahora necesito saber cuáles sonríen,
mi canción necesita saber si se han salvado,
porque si no es inútil mi juventud de música
y ha de dolerme mucho la primavera este año.

Importan dos maneras de concebir el mundo.


Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle.

Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,


si desciende la niebla como un sapo del aire
y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
no debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano,
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio.
la niñez arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son dos fardos inútiles
y el corazón, apenas, una mala palabra.

Cuando uno anda los pueblos del país


o va en trenes por su geografía de silencio,
la patria
sale a mirar al hombre con los niños desnudos
y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre,
qué historia les concierne,
qué lugar en el mapa,
porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra
la espalda escandalosa de las grandes ciudades
nutriéndose de trigo, vides, cañaverales,
donde el azúcar sube como un junco del aire,
uno encuentra la gente, los jornales escasos,
una sorda tarea de madres con horarios
y padres silenciosos molidos en las fábricas,
y hay días que uno andando de madrugada encuentra
la intemperie dormida con un niño en los brazos.

Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores


que en París han bebido
por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario,
en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian
de amantes esta noche, de médico esta tarde,
porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
y ellos son accionistas de los niños descalzos.

Ellos han olvidado


que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle.

A esta hora, exactamente,


hay un niño creciendo.

Yo lo veo apretando su corazón pequeño,


mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
un relámpago trunco le cruza la mirada,
porque nadie protege esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle.
UN GRITO DE IDA Y VUELTA

Es de andar el país que traigo el rostro


azotado de polen, azotado
por un mapa desmedido,
por una enormidad de olvido largo.

Pasan las estaciones como tumbas


mientras los trenes pasan
desvaneciendo ranchos y chilcales
y regiones de arena interminable.
A veces queda en la pupila, ardiendo,
la sal de una mirada
donde la muerte talla en la pobreza
algún niño de trapo,
y aquella vasta soledad que crece
en la geografía del espanto.

Vengo de andar país. No impunemente


tengo un país delante.
Su gaviota a mi puerta. Sus raíces
de guitarra en la sangre.
Por ser nomás, no soy. Soy si me incumbe
entera su distancia.
Ando territorial y amaneciendo
en el velamen de su madrugadas,
protagonista de su luz enorme
como una llamarada.

Por eso cuando vuelvo no me puedo


el silencio que me traigo.
De ver el país por dentro no me caben
los ojos en la cara:
rostros y voces, nombres y apellidos
me acosan preguntando
por el futuro que jamás empieza,
por la reforma agraria,
por las postergaciones y el bochorno
del latifundio rata,
por el sometimiento que nos urden
a espaldas del alba,
por el miedo animal que merodea
con sus brujas gendarmes,
por los niños que crecen casi inermes
entre tanta mentira organizada,
entre décadas de hambre y de desprecio
y discursos y salmos
que no cree ni dios porque ayer mismo
un niño murió de hambre
y en La Rural un toro batió todos
los récords de subasta
y en Inglaterra a Borges lo nombraron
doctor honoris causa.

Por eso cuando vuelvo demolido


de ver a mi país crucificado
estalla en mi guitarra como un grito
el silencio que traigo.
EL LIBRO DEL VIENTO

Mi canción es un libro
que se escribe con el viento
y una imprenta indeleble
-la guitarra del pueblo-,
a lo largo de América
lo imprime a cielo abierto.

Después, de boca en boca,


santo y seña del sueño,
va entre los hombres, cruza
las fronteras del miedo
y nombra al sometido
en su padecimiento.

Las muchachas azules,


los rudos marineros,
el labrador de pámpanos,
el quieto, el andariego,
andan con mi canción
sin posible sosiego.

Mi canción no le teme
al tumulto ni al fuego.
Todos pueden cantarla
y llevársela lejos.
Yo sé que cuando vuelva
tendrá un sonido nuevo.

¿Qué dice mi canción?


De todo en su momento:
asuntos de casados,
asuntos de solteros,
dolores, alegrías;
juglaría del viento.

Y si a veces estalla
en un grito violento
es porque al pueblo acallan
¡y duele ese silencio!
COPLERA DEL CANTOR

Alto profeta, cantor,


alumbrador de palabras,
soy el pueblo,
la más vieja memoria de la esperanza,
siglos de caldear el pan
me han puesto blanca la barba.

Nunca olvides cuando pases


junto al que sueña y trabaja
que con mi pan
y la música de tu canción necesaria,
confabulados al viento
-molineros de distancia-,
a música,
viento
y pan,
le vamos haciendo el alma.
COPLERA DEL ALFARERO

Bajo mil lunas de barro


duerme mi abuelo alfarero,
polvo inmolado en el polvo,
sueño de piedra, su sueño.
Su sangre dura en mi sangre,
su sombra en mi sombra llevo,
arcilla soy de su arcilla
donde padece el silencio.
Mi canto canta en tu nombre
siglos de barro cocido,
cántaro oscuro, la copla
te busca a orillas del río.
¡Paz a la paz de tus manos
bajo la tierra alfarera!
¡Tu oficio de barro y sueño
fundó la paz en la tierra!
De: Los compadres del horizonte (1958)

Incendio del compadre

Materia paternal,
siempre amanece
pisando en lo robusto de la sangre.
Su estatura rotunda se sostiene
en la sombra floral de la mañana.
De una orilla a otra de la vida,
sujetando el origen por sus márgenes,
entra a lo geográfico del día
la filiación terrestre del compadre.
Él siempre estuvo aquí. Sobre esta tierra
su boca ha sido náufrago y testigo.
Por donde fuera el viento iba su rostro
buscando semillar y hacerse sitio.
Él siempre estuvo aquí. Tuvo sus hembras,
sus parientes de luto, sus vecinos.
La costumbre rural de su alegría
anda diseminada por el vino.

Yo lo sé amanecer cuando amanezco


claro, puro país, pueblo, heredero
y él pasa ante mis ojos por la tarde
como una hechura regional del tiempo.

-patrón, hoy no me espere. He cumplido otro tranco.


No hay modo de atajarme si ando de calendario.

La tarde va vestida de estival amarillo.


Giraluz de la altura su bandería clara.
Rodeada está de ríos. Ceñida de palomas.
Se le ha quedado inmóvil la silueta en los álamos.

-patrón, borre este día. Más tarde lo igualamos.


Qué primavera el mundo después del primer trago.

Hoy es día de grillos. Fecha de cancionero.


El compadre ha salido a celebrar su Santo.
Por la tarde que pasa con el aire dormido
la luz alza las ropas del cielo desflorado.

-patrón, tenga su sombra. Guárdese su salario.


Hoy no me da la gana de alquilarle los brazos.

Ahora no hay medida. Se ha incendiado el compadre.


La alegría le llena de pájaros la sangre.
El día sale a verlo. Él saluda a los árboles.
Como un zonda de júbilo avanza por la calle.

El sol cae de cobre degollando los cerros.


Topetando las sombras va el grito del compadre.
Allá espera el boliche con la noche en el medio.
El paisaje lo bebe. Y él se bebe el paisaje.
El compadre

El compadre, ya Juan, se empina y dice:

Patria, amor mío, quiero juntar todas las ganas,


todo el guitarrerío donde tu pueblo canta
para que, copla a copla, nos vayamos sabiendo
el tamaño, la furia, la herencia solidaria;
ese modo de sernos uno al otro, camino
o río tumultuoso o historia castigada,
mientras que a golpe vivo de miseria aprendemos
que hay que empuñarse el rumbo sin pleito sin abogados,

porque siempre nos joden, siempre nos joden, patria,


siempre los comedidos nos lleva a otra parte
y basta! ya está basta! terminémosla, patria!
y juntemos a todos en una misma gana
para voltear el odio, el miedo, la miseria
y avanzar con el rostro nacional por el alba.

Digo que un hombre solo, sólo es un hombre, digo


que tiene su misterio el hombre solitario,
pero ya estoy cansado del misterio gratuito,
de la soledad pura y el silencio importante;
ya no quepo en la luna de tanto andar las noches
tuteándome con todos los duendes de la calle;
digo que un hombre solo, sólo es un hombre solo
y que no tengo tiempo de amparar solitarios.

Tanto andar, tantos pasos por las calles en vilo,


cuánto que uno se busca, tanto que hemos andado
-no digamos que todos, pero la mayoría-
buscando el fundamento de lo que nos separa,
de eso que no nos deja reunir la alegría
y repartir a todos la sal, el pan y el agua,
esos tres elementos de que se nutre el grito,
el himno que supimos y el amor que nos salva,
tanto y cuánto que gasta la historia con nosotros
para que nos unamos de una vez por debajo
y sin embargo cuesta y sin embargo tarda
y sin embargo hay alguien que caerá mañana,
alguien que hoy no ha comido con los hijos mirándolo,
mirándonos, mirando tus cereales, patria.

Sumar uno más uno hasta llegar al hombre,


al país que dijimos sin olvidar a nadie,
súmame, patria, el niño que te ha visto vestida
de estival y muchacha con los sueños al aire
pero con lo labriego, con lo gremial del canto,
súmame lo de todos, cuéntame padre y madre
porque así es como puedo soñarte el horizonte
y una dulce pradera de pan multiplicado.

Hay que juntar las ganas y contar desde abajo,


vamos uniendo rostros, manos, sueños, olvidos,
flor turbamulta quiero, a la altura del día
el regreso de todo lo que fue sumergido.
A partir de esta calle no hay posible regreso,
no hay otro pacto que éste, pero sin apellidos
y no es fácil ni pronto, ni ya voy ni gemidos,
ni discursos ni curas, ni general ni edictos,
no hay arreglo, no hay nada que hacerle en este asunto:
hay que juntar las ganas, organizar el grito
y despertar de pronto como un solo estallido.

Patria, amor mío, es hora, se han cumplido los siglos,


estoy fundiendo todas las manos de tus hijos,
aguarda que ahora tengo el corazón al viento
y en el viento un aroma popular encendido.
Espéranos, iremos por los barrios hermosos
donde el día transcurre custodiado de niños,
diciéndonos que es grave pero bello tenerte
limpia de capataces metálicos y cínicos.
Espérame. Esperemos. El último ha salido.

Hay que marchar con todos para soltar la aurora


de adentro de tu pueblo como un inmenso río
por donde irá la vida liberada cantando:
ya vuelvo, amor, América, espérame en el trigo.
De: Ahí va Lucas Romero (1963)

TIEMPO AL TIEMPO

Ischigualasto, caen,
los siglos a la arena.
quedan ahí. Ya tienen
la soledad de piedra.

De noche, eres lo que eres;


El Valle de la Luna.
El museo del viento.
La estatua de la lluvia.

Piso en tus secadales,


donde yace el planeta.
Ischigualasto, abajo
la tierra es una estrella

soy el sonido, violó


tu silencio testigo
donde el tiempo durable
no ha sido corrompido.

Soy el hombre, esa chispa


de sangre de la ceniza
que calcinó a la muerte
cuando empezó la vida.
FILIACIÓN DEL ROCÍO

La mañana inicial sube embestida por la luz


principal y entrañable;
ya está nupcial soltando las palomas
entre la adolescencia de los árboles,
buscándolo,
tocándole lo verde que anda en la arboladura de su sangre,
lo verde flor que es él cuando amanece,
cuando amanece flor a flor de labios:
todavía aromado,
aún simiente,
aún simiente aroma enamorado,
amanece,
despierta lentamente por regiones de luz,
a pasos cálidos,
mientras que, panza arriba, el sol paterno
pasa sobre los humos del verano,
bebiéndolo,
lamiéndole la índole,
abriéndole al puerta de los párpados
por donde entra el día hasta su boca,
hasta su corazón verde y oceánico;
sube, viene,
lo busca la mañana
y aún tiene en la piel mujer y mosto,
su mujer moscatel en el costado,
dormida todavía como greda,
gredosa e inocente a su costado,
como greda dormida en la inocencia del barro maternal
que está soñando;
así,
tirado así de las raíces,
Lucas Romero asume la mañana.

Y todo es nuevo entonces,


bien nacido,
todo puede empezar esta mañana,
seguir creciendo,
andar el agua nueva que adentro del rocío está sonando
con un ruido interior de tierra herida
por la lengua estival que enreda el agua;
y él, entonces, de pie,
yendo y viniendo,
poniéndose de acuerdo con los pájaros,
semental y aturdido por el júbilo
que pasa por la brújula del aire:
mírelo aguaribay,
véalo rama,
tenga en cuenta sus manos vegetales,
fíjese, cuando mira el horizonte, cómo le queda el cielo
en las pestañas:
tan como en su lugar, pero ya ardiendo;
allí, de piel y raigal, con ese modo,
esa manera de paisaje que anda.

Véalo transitar en su armadura,


en la bandera viva de su traza,
en el cobre terrestre
de su pecho
y en la paz de sus huesos minerales;
acérquese,
miremos su ternura,
lo frutal de su boca de durazno,
la frente de soñar duendes y siembras
en la locura cereal del año.
Ese rostro trigal,
esa existencia circular de su voz y de su sangre,
allí en la luz,
cruzando por la tierra,
cruzado por la tierra y por el aire donde él residirá
y será habitado,
donde será habitado y habitante.

Así, Lucas Romero se recobra,


sale a vivir,
bebe su trago de alba,
de pie sobre su vida numerosa,
alto
en la luz mayor de la mañana.
TREGUA DEL DIA

El mediodía huele a su naranja.


Sobre la mesa fulge un pan reciente
y el vino capitán guía su barca.

Hoy es día de pago


y está pleno,
está sobre el mantel repantigado
con un florero gordo en el ombligo,
redondo en la ternura de la casa.
¿Cómo huele la flor de la cocina?
¿Qué panzada de amor hierve en la hornalla?
Una alquimia a laurel sueña en la olla
la danza material de las cucharas,
sahumando la antigua brujería que sube en el vapor,
que anda en el aire,
con su cesta floral poniendo aroma
en la voz aromada de la Paula.

A esta hora viene.


Ella lo mira
por el ojo guardián de la ventana
y él abraza la fiesta de sus niños
y se viene racimo por el patio,
preguntando sucesos pequeñitos
tropezando en el perro,
a carcajadas,
bebiéndose los ojos de los hijos,
sintiéndolos crecer entre
los brazos,
como sucede siempre a esta hora
que el mediodía huele a su naranja.

¡Qué nacional su voz!


qué idioma hermoso suena en su nombre
cuando llega y llama y dice traeme agua y ella corre
con el rocío que guardó en la jarra,
el agua mañanera,
la del día,
la que le lava el polvo y el cansancio:
él se mete en su euforia,
chapalea,
se salpica de vidrios las pestañas
hasta que queda nuevo como un potro
que fuera por la lluvia galopando.

Con los niños detrás,


dándole vueltas,
moliendo el cascabel de las palabras,
va,
se sienta con ellos a la mesa
a presidir la bulla de sus pájaros.

¡Si se vieran vivir!


si les dijeran
que ésa es la paz,
si fueran a decirles:
-¡la paz del mundo vive en esta casa!
¡qué ojos de no saberlo que pondrían!
qué fábula de asombro!
¡pobre Paula!
no atinaría más que a servir vino
y a ofrecer de lo poco su bocado,
porque hasta entender bien, ¿qué pasaría?
¿qué haría él en medio de su pájaros?
mirando a esos señores en la puerta,
oyéndolos:
-la paz vive en su casa
-esta es la paz que sueñan los que sueñan
-la paz
-la simple paz que hay en su casa

Pero no,
déjenlos.
No tricen esto.
De algún modo vital ellos lo saben.
Por algo él busca firmas por las noches
y es vocal titular del sindicato.

Hoy es día de pago,


día pleno:
el vino capitán canta en los vasos,
mientras la Paula sirve la comida
y el mediodía huele a su naranja.
SOL A DESTAJO

Cuando aún está pez el viejo río


en la resaca de la madrugada,
pasa Lucas Romero
pala al hombro,
va silbando bajito por el campo,
camino del trabajo y pala al hombro,
llevando al viejo río de la mano.

Ayer lo conchabaron en lo ajeno


para que hiciera una trinchera de álamos
y él que se tiene fe,
que se conoce, sin dar más vueltas la tomó a destajo.

Y ya lo ve;
silbando y sin apuro
cruza la ceja azul de la mañana,
el sombrero hacia atrás,
la frente en vilo,
¡caudillo de la luz y de los gallos!

¡Si tendrá oficios, Lucas!


¡qué no ha hecho
en el taller ruidoso de sus años,
colmenares de oficios y tares zumban
en la colmena de sus manos!
¡Qué va hacer cara fiera!
¡Hay que meterle!
no perder día ni perder salarios.
¿Si no de dónde va a salir, de dónde?
uno que no ha nacido propietario...
¡No va a andar eligiendo en estos tiempos
si todos los trabajos son trabajo
y a uno le gusta y le hace a todo
no va a hallarlo la muerte descansando!

Por eso se olvida hasta del nombre


mientras va haciendo el hoyo ya va plantando
con los cinco sentidos sometidos
a la verde labor de plantar álamos.

En tanto la mañana, allá en lo claro


remonta un sol feroz sobre los árboles
Lucas le gana un trecho ala la pobreza,
construye el esqueleto del paisaje,
casi sin darse cuenta que lo trepa
un sol degollador por las espaldas.

De: Luz de entonces (1963)


Memoria del grillo

Yo simplemente vine a nutrirme de asombro.


En mi niñez, recuerdo, me anegaba lo bello
como un agua sencilla. Ni siquiera recuerdo
cuándo dolió primero esta sangre que llevo.
No hay una fecha exacta de mi arribo al espanto.
Entraba a los misterios como Juan por su casa
y andaba enloquecido de tanta maravilla.
Todo esto sucedía de manera inocente.
No escuchaba el crujido, las roturas del día
o el dolor de los árboles gastados por el viento.
Simplemente crecía con la simple opulencia
de un fruto en el verano. Ni siquiera sabía
que lo hermoso era hermoso; mi padre inaccesible
con su sombra gigante, mi voz
que no sonaba aún sino por dentro,
el aroma regazo que envolvía a mi madre.
Era como el reverso de la muerte y el grito.
Andaba por la vida húmedo de milagro.

No digo que recuerdo, pero mi país era


casi de un verde siempre. Por donde uno anduviera
lo seguían los árboles. Un canal rumoroso
lo partía en el medio y luego se perdía
por los cañaverales. Mi país era bueno
loco de puro grillo, lleno de sol, maduro,
con sus lentos caballos. El agua madre y greda,
verde de yerba mota nos lavaba el racimo
de las uvas moradas.

Jugábamos al río con el Canal crecido,


robábamos duraznos de corazón morado,
hacíamos fogatas altas como nosotros
y esperábamos siempre que sucediera algo.
Allí supe que puede suceder lo increíble
apenas uno quiera penetrar y habitarlo
y sólo estar y estarse padeciendo el misterio,
quietecito, en silencio, sometido al silencio
potente de la sangre.

De esa verde memoria es que conozco el llanto.


Traía un pan enorme. Detrás de mí la tarde
se iba quedando pálida. Entré en el callejón
desenredando un silbo que quería aprender
y que no había caso. Fue cuando abrí la puerta
que el llanto se me vino. La casa estaba llena
de ese clamor extraño. Nadie me vió. Era el grito.
Su primer estallido. Mi madre como un trapo
con el rostro en las manos. Mis hermanos, el perro,
la soledad primera
y el miedo, el lento miedo cavando en la garganta:
de golpe el llanto crudo, su jauría en mi casa.
¡PAPÁ! grité ya herido por el miedo y el grito
y me volví a buscarlo sin saber que lloraba.

Cuando entré al Callejón la tarde ya era vieja.


Yo corría aterrado en busca de mi padre.

Después regresé al llanto, solo como el olvido


y un gran rito de sombra me aguardaba en la casa.
La vida dos veces

Miren cómo sonaba allá en mi barrio agreste


este nombre caído de los mares lejanos:
Toddy Deussán. Un chico alimentado a lirios.
Una flor de su madre que soñaba otra vida.
Supe que no querían que jugara conmigo
porque yo era la forma del pánico y el hambre
y la más descarada miseria por el mundo.
Pero Toddy, esa gracia hecha de mimbre y aire,
vivía hipnotizado por mi gran aventura.
Cuando huía del ojo celoso de su madre
se acercaba a mi sombra con cierto desenfado,
me mostraba sonriendo sus ignotos tesoros
y me buscaba el lado más pájaro del alma.
.
Él descubrió en mis ojos cierto país del sueño
donde se desnudaba un ángel con harapos,
algunos yacimientos de enterrada inocencia
y un gran rompecabezas de ternura en mis manos.
.
Un día, ya vencidos por nuestra resistencia,
los padres me dejaron entrar en el santuario,
nos sirvieron un río de leche y medialunas
y yo los deslumbré dibujando caballos.
Después, siguió la vida, como siempre sucede,
volvió el viento de agosto y crecieron los árboles;
sus padres, que tenían el sueño de otra vida,
una tarde ceniza se mudaron de barrio.
Yo olvidé al canillita en un cruce de esquinas,
entré al jornal violento del vino y los obrajes,
vestí los portentosos pantalones del viento
y descubrí mi oficio de fábula y guitarra.
.
Toddy, se llama Alfredo Deussán, vive en Mendoza,
casó con otro mimbre hace muchos veranos,
seguramente tiene un puñado de niños
y es una pajarera su comedor de diario.
.
Acaso, un año de estos, cuando vuelva al oeste,
llame a su puerta clara y despierte sus pájaros,
sólo porque un amigo es la vida dos veces
y desde aquella tarde no dibujo caballos.
De: Tonadas para usar (1967)

Che, Buenos Aires

Amanecí de niebla en los andenes.


Dicen que con la luna a las espaldas.

No sé en qué viento vine. Te traía


ese polvo tenaz, esa distancia
agreste y cereal como la tierra
donde recobras tu paloma diaria.

Toqué tu aroma gris. Crucé el tumulto


incorporándolo al sonido de mi sangre.
Empuñé el viejo amor. Entré a la lluvia
y me volví guitarra en tu regazo.

Dicen que desperté como naciendo


con todo el sol en vilo en las pestañas,
que salí a conocerte en las esquinas
donde ya eras leyenda, puro tango,
porque anduve de olvido y fui tu ausencia
durante mucho hueso y mucho llanto
y teníamos tanto que decirnos!
tanto país doliendo que contarnos!

Andabas multitud, cálido río


de muchedumbre mía y navegante,
pero te busqué el rostro donde sueñas
y me quedé en tus ojos a soñarte.

Te averigüé la vida y era urgente


compartir el insomnio en un estaño,
discutir ese asunto del otoño,
demorarme en tu vino mano a mano
hasta fundar esa alegría lenta
que arde en la sal más fuego de una lágrima
desde donde se crece a la ternura
porque uno es hombre así, che, Buenos Aires.

Se dio el amor. Andaba entre la gente


como una flor perdida entre los pájaros.
Lo vi cruzar crepúsculos y esquinas
llevándose la tarde de la mano.
Jugándose en las calles. Combatiendo
por el íntimo pan y el trecho de alba.
Todo el amor se dio incesantemente
y yo lo vi estallar en sudestada.

Después me preguntaste: ... qué hay del aire


y ese color Oeste del verano?
En qué cañaveral, aún gimiendo,
anda la suerte pobre de la Patria?
Qué árboles recuerdas? Qué camino
pisa la dura copla que me cantas?
Cómo quedó tu madre? Siempre cobre
bajo la luz enorme y camarada?
Se crece allá? Perdura lo profundo?
sigue subiendo el sol a nuestra causa?
Qué traes en los ojos? Cómo ejerces
tu oficio de badajo y de campana?

-Vos siempre de país...!


-Siempre andariego!
-Sacate el viento...
-La camisa agraria.
-Es hora que hagás sombra por Boedo
donde una luna bandoneón te aguarda...

Entonces, me quedé a contarte el viento


y a saberme tus vidas y milagros,
fundé la casa al sur con mi Gloriana,
un grillo Glorianita y otro Paula.

No sé por cuánto tiempo. No sabemos


qué tiempo de vivir es necesario
para serte guitarra, canto tuyo
crecido en el tumulto de tu canto.

De noche, suelo caminar tus lunas.

Dicen que ando de niebla...

No hagas caso.
Poeta de la legua

Cantando por ahí, se ha sentado a mi mesa


el cantor, el rufián, el ángel, el guerrero,
el empresario, el lúcido, el loco, la ramera:
gente de bravas índoles y de modales feos.
Juntos hemos bebido del vino del escándalo
y le hemos bajado los calzones al tiempo.
Alguna vez la copla arde en sus corazones
y recorre sus aguas y sale por sus ojos
con el sigilo junco de un niño abandonado
que ha visto a un dios de sal, pero lejos y solo.
Y yo, que tengo sitio de laurel en mi pueblo,
mientras esto no cambie, bebo y canto con todos.
Canción de un peso

Hoy, al salir de casa,


me encontré una moneda.
Un peso. Un sol
mondo y lirondo de metal.
Bueno, yo sé que nada
se compra con un peso:
ni un fósforo
ni un barco
ni una espiga
ni un pan,
pero dije: es mi día
de suerte. Hermoso día!
y con el sol delante
me puse a caminar...

Llamé a todas las puertas


y no encontré trabajo
ni un fósforo
ni un barco
ni una espiga
ni un pan;
el día, como siempre,
retiraba sus redes
y, con la tarde a cuestas,
tuve que regresar.

La gente de mi pueblo
apenas gana un peso.
Un peso. Un sol
mondo y lirondo de metal.
Sabe que poco y nada
puede comprar con eso:
ni un fósforo
ni un barco
ni una espiga
ni un pan.
Sin embargo mi gente,
la gente de mi pueblo,
con todo el sol delante
se ha puesto a caminar...!
El bienaventurado

Aquel hombre de enfrente,


simple de corazón,
agonizó sus años
corriendo a tres empleos.
Un día, simplemente,
su simple corazón
le estalló en una esquina
y despertó en el cielo.

Dios, bonachón y antiguo,


le dio la bienvenida,
palmeándolo y diciendo:
Qué cuenta de la vida?

Y aquel hombre de enfrente,


simple de corazón,
se quedó boquiabierto
y preguntó: qué vida?
LA LUCHA

Con una flor, con una


manzana solariega,
con un cogollo y una
granada de rocío,
puedo cortar de cuajo
la oscuridad del lobo
y el odio y la amarilla
vejez de los colmillos.

Esta es la lucha, es esta


la suerte de los siglos:
de un lado el jardinero,
del otro el asesino.

El hierro será el hierro.

Pero el lirio es el lirio.


LA NOCHE QUEDÓ ATRÁS

Esta es la vida nueva:


trabajar seriamente en tu oficio, vivir
algunas inquietudes y despuntar el vicio
de pintar, de cantar, de pescar, de reír
o cantar seriamente o pescar
seriamente
o pintar seriamente
y despuntar el vicio de vivir
y vivir
y vivir.

Este es el nuevo oficio


de la vida del hombre.

Es simple como el hombre:


se trata de vivir.

Pero al que no trabaja


quítale el pan y el agua,
al guerrero las armas
y al avaro el botín.

Mas luego,
seriamente,
como quien suelta pájaros,
a construir la alegría,
a vivir con lo puesto,
a vivir, simplemente,
simplemente,
a vivir!
De Profeta en su tierra (1968)

Escritura en la sangre

Ando con el sol lejos y de paloma herida, en tanto el día náufrago transcurre en la
memoria, golpeado por las cosas que mueren despacito detrás de las palabra y demuelen
las penas y juntan soledad a manos llenas.

Un aire de sudeste humedece el silencio, pasa y no vuelve, cruza violando las ventanas
y agita las polleras de las oficinistas por ausencia de flor sobre los muros y en los fríos
despachos donde la muerte suma discretos memorandums, facturas, porcentajes,
números temporales como cualquier olvido.

Así, con un regazo de luz a medio luto, camino, reconstruyo el cereal del tiempo, uno
por sus mitades la mañana y el río, para que tenga el cielo su debido horizonte y los
niños no caigan al sueño sin paisaje.

He asumido este oficio casi sin darme cuenta: soy el que desentierra las cosas
perdurables. y es que la ciudad olvida que necesita un duende que ordene la alegría y
suelte las abejas y mire, todo un siglo, la antigüedad del pájaro.

(Han omitido el grillo en medio del tumulto, La soledad, sin puertas, vive y muere de
espaldas. No advierten el peligro de sus breves prisiones y corren a su prisa sin verse los
candados. No sé. Yo no recuerdo cuándo ocurrió el olvido. Nadie puede saberlo: son
siglos de olvidarme.)

Algún rey, un remoto señor de aleves ojos, traspapeló el infolio entre el polvo canalla.
Después, cuando vinieron los barcos por el río, cuando el hierro entró al viento, cuando
creció la sombra del primer cabildante, un día tras del otro, entre mercaderías, entre
hombres y relojes, entre tasajo y pan, cuando entre sal y cuero se fundaba el olvido, mi
voz bajó a a la tierra junto al encomendero, y el soldado y el loco abuelo Trapalanda:
traían las espadas, caballos, herrerías y la palabra siempre y todas las palabras, para
hacer un idioma de dura maravilla y construirnos leyendas de asible eternidad.

Es difícil saber en qué memoria vine, cómo me fui cayendo de la copla hacia el aire, qué
corazón nombraba la nostalgia por dentro, qué mano inmemorial me escondió la
guitarra.

El caso es que una noche me despertó la luna


y descubrí la tierra
y era un país mi sangre.
De: Amanecer bajo los puentes (1971)

Canción de largas calles


Los dos sabíamos que no era cierto, pero a mí me encantaba contárselo y a él, al Toto, le
encantaba escucharme.

¿De dónde podía haber tenido yo su hermano, un caballo que se llamaba Marcial y que
tenía una estrella entre los ojos de enorme lucidez como dos noches? ¿De dónde podía
tener yo la casa, de puro y pleno sol que no teníamos? Pero nos gustaba a morir tener un
caballo que se llamaba Marcial con una estrella y una casa de sol grandote, tamañazo,
revés más bien violento de la madriguera de abajo del puente donde dormíamos con el
solo calor de nuestros cuerpos y el pedazo de trapo o arpillera que habíamos robado
andá a saber adónde, porque hacía ya rato que andábamos alzados, huyendo a la ternura
furiosa con que la Mamá nos azotaba, a manotones con la miseria que llegó con cuatro
velas y sin sopa el día que se llevaron al Papá, totalmente dormido como lo recuerdo,
los cuatro peones de la Municipalidad, porque no había cómo ni quién entre nosotros.

Desde entonces -o de antes, según la versión de mis hermanos mayores- para comer
había que aviarse o procurarse o como se dijera al modo nuestro, toda vez que no había
nada que comer de una manera absolutamente seria y definitiva. Por lo que cada cual,
allí donde estuviera, se las tenía que arreglar con las dos manos, las diez uñas, los dos
pies, las rodillas, los codos o la mismísima madre querida que nos trajo al mundo, sólo
para verse sola con nosotros delante, ocho que quedábamos de los veintitrés que parió,
sin contar a Manuel y Nazario que eran, fueron, asuntos de mi padre que debe haber
tenido también su mediodía en medio de la cueca o acaso, si cantaba, su caliente
abriboca para después del vino como siempre sucede cuando uno es disponible.

Así es que yo, penúltimo, número veintidós, casual, inevitable como cualquier resfrío,
debía procurarme. Y el Toto, como yo, casual, inevitable, a patas por la calle, procuraba
conmigo. Pero a él le encantaba acortar el camino, escuchándome hablar. Así es que
conveníamos lo que yo le contaba. Era un pacto de honor. Jamás se le ocurrió hacerme
zancadillas ni exigirme las pruebas de los hechos contados. Me dejaba mentir en su
provecho. Y yo inventaba cosas: milagros, maravillas, le contaba películas partiendo del
afiche aunque los dos sabíamos que ninguno sabía y ferozmente menos que existiera un
caballo Marcial con una estrella y una casa solar con jamones y sol, como decía. Pero
quiero jurar que nos hacía bien. Pero puedo llorar por estas cosas. Fueron años enteros:
de los seis a los doce o algo así. Toda nuestra inocencia supongo que sería.

El Toto me llevaba un año y medio. Raúl, un poco más. Lucas, toda una vida. Lucas fue
de linyera y volvió proletario, condición que aprendimos por el cuarenta y cinco,
después, cuando Perón prendió fuego en nosotros y llamó a los bomberos. Caso que ahí
quedamos: del trabajo a la casa, de la casa al trabajo, pero esta es otra roncha como dijo
el mosquito. Cuento que yo contaba, que le contaba al Toto historias con caballos, que
íbamos a la Imprenta, que sacábamos diarios con la muerte del Papa, creo que Pío X,
creo que Pío XI. Entonces ardió España de su luz y su sombra, pero ganó la sombra, es
decir la ceniza, según me fui enterando por Pablo y por Vallejos. Un día de esos días
deben haber sitiado de muerte a Federico. El sería noticia en ese entonces. ¿Habré
voceado yo su muerte enorme? No recuerdo en mi voz esa agonía. Juro que no recuerdo
y que me duele, como suele pasar en las peleas: después viene el dolor, después se
hincha. Después puedo gritar: ¡Y fue en Granada! ¡Carajo, fue en Granada! ¡Qué sabía...
Ay, don Antonio, abajo del ciruelo; ay, padre de mi voz, puedo jurarle que yo recuerdo
que tenía frío, que no recuerdo si grité esa muerte, que no puedo acordarme del olvido!

Pero todo era así: feroz y hermoso, vital, canalla, límpido, grosero; alucinante, duro,
sustancioso; soez, maligno, espeso, miserable; todo era iniquidad, nazi, jocundo;
asesino, Guernica, Alcazar, canto; miedo, trepidación, zarpa en la sangre; concentración,
Ejército del Ebro; era la chispa, el grito que no vuelve, París, aliados Londres,
bombardeos; tremaba el Rider Digest por manteca y supe Praga, Maginot, Dunkerke;
todo quemaba como Stalingrado y dije Partisanos o Salernos, un fuego súbito en el que
todo ardía en tanto yo tenía un hambre ciego, particular, insomne, permanente, un
hambre mío en medio del infierno, un hambre de siete años cabalgando sobre un
Marcial caballo y sobre un cuento, que al Toto le gustaba que contara, aunque supiéramos que no era
cierto.

***
De: Canto popular de las comidas (1974)

Menú del día

1
El lunes se despierta labrador, metalúrgico,
ferroviario, bracero, pintor, oficinista;
avanza tumultuoso con todos los oficios
y simple, como un silbo, va a buscarse la vida.
Dicen que el lunes es padre. Pero también es madre.
Yo canto que también es muchacho y muchacha.
Madruga en las azules brújulas del planeta
y anda de campanero por los gallos del alba.

El lunes se conduele del que no tiene lunes,


del lunes sin semana de los desocupados,
pasa frente a sus casas como una estrella errante
donde hace cola el odio con los puños cerrados.
Yo suelo ver al lunes a eso del mediodía
en la fonda, en los bares, en las grises cantinas,
celebrando un puchero de rabo sustancioso
donde un coro de choclos sinfoniza la risa.

Pienso que si los lunes se pusieran de acuerdo,


como ya sucedió y sigue sucediendo,
todo amanecería violentamente hermoso
y en todas las cantinas cantaría el puchero.

2
Si uno ríe los martes, debe llorar los viernes
y mirarse las manos a la luz de una vela,
porque el martes, desnudo, como un niño, padece
de las admoniciones de la luna perversa.
Los martes tiene ruidos en todos los rincones
y suelen nominarse con un trece tridente,
por lo que el martes es ese muchacho de catástrofe
que rompe las ventanas de los adolescentes.

Haga el martes arroz, fideos con manteca,


una sopa liviana, churrasco vuelta y vuelta:
hay que evitar el íncubo que oficia a media noche
y las convocatorias rojas de la pimienta.

Los martes se discute. Hay plenario en la casa.


El viejo se levanta. Deja el puño en la mesa.
Sus hijos dicen: armas, dicen Che, dicen basta
y sobre nuestra bronca pasa ardiendo la huelga.
-Madre, no llore. Madre, no estamos contra el viejo.
-Estamos contra el mate del paro dominguero.
-El cree que la huelga es cosa de parar
y nosotros creemos que es pueblo en movimiento.
***
De: El río de la legua (1979)

Don Cleto

Don Anacleto Aznar entró a la sala aún bufando y dio orden de cerrar -tapiar, dijo- todas
las puertas y ventanas -y cualquier otro resquicio, agregó- de su mansión solariega de la
calle de la Catedral y bufó fulmíneo, tonante, ante toda su familia y la servidumbre
atónitas:
-Ni el aire. ¡Que no entre ni salga ni el aire de esta casa, nunca más!
Y sus hermanas solteras se llevaron, como siempre, las manos a la cara y la servidumbre
inclinó su impasible reverencia y la Lela, su Ama de Llaves, chancleteó hasta la
poltrona donde don Cleto se había dejado caer y comenzó a sacarle las polainas y a
desabrocharle los botines de capellada alta de charol, mientras una de su hijas, también
soltera, lo abanicaba para que no fuera darle un soponcio.
Como tantas veces había salido esa mañana con don Bartolomé Mitre de la casa del
general, discutiendo ese asunto de la guerra con el Paraguay y cuando ya iba a hacerle
una seña a su cochero, quedó clavado en la palabra: inconcebible -que venía diciendo-,
al oír un como trueno de todo el averno y ver venir desde el fondo de la calle de la
Florida un tronco de percherones arrastrando una carrindanga monstruosa y el toque a
rebato de una corneta estridente de sonido grotesco, admirado de cómo la gente se
apartaba presurosa y de que hasta algunas damas tuviera que saltar a la vereda para
ponerse a salvo del paso irresoluto de esa guarangada que pasó ante su asombro
levantando una nube de polvo. A su confusión la terminó de confundir la carcajada del
general que, además había dicho:
-Es el Tranway, don Cleto. ¡Es el progreso que avanza!
Furibundo, don Cleto había mirado al general y con un ademán olímpico, ordenado a su
cochero que se acercara a la acera para partir empacado en su dignidad herida, con
apenas una leve inclinación de cabeza a Mitre, que se quedó riendo ya moderadamente,
despidiéndolo divertido porque, al fin, esta no era más que otra manía del maduro
patriarca, pero sin sospechar hasta dónde llegaría la ofensa del tranvía a caballos,
verdaderamente atronador, que había incorporado a la ciudad un ritmo que, raudamente,
la alejaba de la Gran Aldea para siempre.
Ahí iba don Cleto, en el recinto recoleto de su carroza, sabiendo que ese era su último
paseo por las calles ya atestadas de un Buenos Aires procaz, insolente, infestado de
gringos que parloteaban una jerigonza bárbara, donde ya no se podía vivir. De ahí que
parentela y servidumbre, tardarían mucho tiempo en comprender qué quiso decir cuando
dijo, ordenó, decretó:
-¡Ni el aire!

***
Pago Lejos (Los desterrados)

1
Por años, los escasos años suyos que ya servían para algún recuerdo, el tren había sido
el único suceso de Pago Lejos, como le llamaban los lugareños a Coronel Cevallos,
como rezaba el cartel de la Estación, o las guías o remitos a los lejanos consignatorios
-Bunge y Born-, a cuyo destino iba el grano embolsado o la leña o el algodón, según
fuera la siembra del año; nombre éste del oscuro coronel que ganara estas tierras en un
tiempo ya tapado por los polvaderales y que algunos, ya muy viejos para saber a qué se
referían, llamaban la Campaña del Desierto, una como guerra que alguna vez hubo o
debió haber, no precisamente en esta desolación sino que vaya a saber dónde, pero el
caso es que aunque ya no quedaran ni cenizas del coronel se seguía llamando así,
Coronel Cevallos, para fijar un punto de partida a los Bunje y Borges, como les
llamaban los lugareños, que, al parecer, eran los únicos cristianos que aún recordaban a
Pago Lejos o tenían algo que ver con este confín algunas veces al año. Ni ellos. Porque
como decía el tío Benito: este es un pueblo de irse. El único que vuelve aquí, cuando se
va, es el sol.
El Panza, todavía andaba muy borracho de chicharras a los diez años, la honda colgada
al cuello, los bolsillos negros de moras, agujereados de piedras, las alpargatas
reventadas en los dedos gordos de los pies, bigotudas, deshilachadas, para ponerse a
entender otra cosa que ese portento de pitadas lejanas, ese renovada acontecimiento de
ver pasar, aunque más no fuera, a ese toro negro con un penacho de humo grueso sobre
la testuz que arrastraba tras de sí quince, veinte vagones, haciendo temblar el aire quieto
de los atardeceres con sus terribles bufidos que lo precedían desde mucho tiempo antes
de que se lo divisara y la gente volviera a jugar a la eterna adivinanza: ¿parará? ¿no
parará? Que para, te digo; cuánto de jugás. Hasta que, parara o no, el tren seguía
arrastrando su misterio, interrumpiendo el bostezo de aquella monotonía de la que,
claro, nadie se daba cuenta, si no pasaba el tren por Pago Lejos.

De nuevo, nada. Que el turco vino como todas las veces que hacía lo que él llamaba la
travesía y paró el carro frente al rancho, pero de nuevo, nada. Las muchachas
alborotadas, también como siempre, ante los cortes de telas estampadas que les hacían
relampaguear los ojos y palparlas en el tacto áspero de sus dedos hechos a las duras
tareas del campo y de la casa, plegarlas contra sus cuerpos, imaginando cómo les
quedarían ya cortadas y cosidas, hablar y reír, chanceando con el Turco, que no era
turco sino italiano, pero que le decían el Turco, como a cualquiera que recorriera el
campo vendiendo baratijas, ropas, espejos, jabones, toscos zapatos, botas, alpargatas y
el módico tendal de objetos que los campesinos renovaban después de cada cosecha y
que, si acaso había sido un poco más abundante que otros años, les hacía llegar hasta el
derroche de un frasco de perfume para las mujeres y otro de agua de colonia para los
graves hombres silenciosos que compraban de lejos, a cierta distancia de las alharacas
del hembraje y el regateo tenaz de las curtidas madrazas insobornables a la palabrería
del Turco que, fuera turco, alemán o escandinavo, desplegaba un mismo oficio de
seducción por la palabra a fin de despertar el entusiasmo que facilitara la venta y los
precios verdaderamente falaces con los que, a la larga, cerraban los tratos.
Todo venía igual, tal cual había sucedido temporada tras temporada y el Panza, aún lejos
de la edad de presumir, alternaba su curiosidad con los juegos del perro, excitado por el
revuelo del color de los trapos y pensando que de todo ese jaleo él saldría favorecido
con algún par de alpargatas nuevas, como siempre, o alguna tricota, porque el resto de
sus ropas las heredaba siempre, también de su padre, aunque esa vez, la rueda de los
hechos iguales se le empantanó en un: vení, muchacho, de su padre; probate estos
zapatos y, súbitamente, se encontró sorprendido por toda una sucesión de medias,
pantalones, camisa y una chaqueta que lo sujetó por los hombros y lo ató de los brazos,
mientras su madre se la tiraba de atrás y le ordenaba: enderezate y fue ahí, en medio de
su embarazo, cuando vio la guitarra colgada del techo de la carrindanga del Turco y se
dejó hacer y deshacer, totalmente absorto ante el milagro.

***
De: Historia de tu ausencia (1985)

HISTORIA DE TU AUSENCIA

Si ahora digo amor tal vez no diga


que la ausencia me mira del fondo de tus ojos,
que aquí estuvimos juntos, que fue hermoso
y que el sol conocía tu perfil de memoria.
Tal vez sea imposible que alguien sepa lo claro,
la luz que fue llevarte de la mano pequeña
como a un tallo mecido por un viento de música
hacia los territorios donde aguarda el silencio.

Y ya que estás distante,


qué pensarán los árboles
qué dirán las canciones,
cómo verá la noche mi soledad de río;
dónde pondrán su ronda los niños de la tarde,
adónde irán los pájaros sin tu risa y mi silbo
y la calle tan sola con sus puertas inútiles
y las sombras sin besos
y los perros perdidos;
ahora que la ausencia me interrumpe la boca,
ahora que me esperas tan allá de los niños.

Se nos ha muerto el año.


Yo le veo el invierno
hecho de un sólo frío,
de un solo tajo solo
a la mitad de agosto,
de una dura distancia...
larga, definitiva.
Porque de pronto sobran los barcos,
los andenes
y de pronto este rumbo ya no tiene sentido
como si nadie fuera hacia ninguna parte
o alguien hubiera muerto a mitad de camino.

Alguien.
Mi voz. Tu pelo. Las cosas que no dije.
La flor de tu vestido.
Se nos ha muerto el año donde dejé tu nombre
para que recobrara su condición de estío.

Ya no sé,
nunca entiendo estas precarias sílabas
cosas que no recuerdo de pronto me dominan:
¿te dije que tenías la piel como de humo?
¿que de estarme en tus ojos me conozco el origen?
¿te he enseñado el misterio de los árboles solos?
¿sabes ya que tus manos son dos siestas dormidas?

No sé,
nunca recuerdo tanta distancia,
tanta canción que no he cantado cuando anduvimos juntos.
Me dolería mucho no haberte dicho todo
lo que llevo en la boca casi como otra risa.
LA BARCA

A imagen de mí,
a semejanza
de cuánto y tanto sueño desvelado,
te vi llegar,
atravesar la ausencia
con la proa lunada de tu barca.
Y a imagen de ti,
a semejanza
de un antiguo profeta destinado,
salí a nombrarte niños,
a fundarte,
a ser tu territorio y tu habitante.

Pongo una historia aquí,


fecho tu arribo,
inauguro en tu voz mi calendario:
tú has de explicarme el alba cuando llegue
rodeada del rito de los pájaros.

Destino tu lugar.
Este es el sitio
donde fui diariamente solitario.
Siembro una estrella aquí para que crezca
su luz enamorada por tu sangre.

Fundo tu casa aquí,


sostengo el día
y su paloma sideral sin margen
para que andes vestida de alegría
tan húmeda de azul como el verano.

Debes decirme tú cómo la tarde


se te vuelve horizonte en el regazo,
cómo la noche es tu materia y tiembla
ceñida por tu piel y por mis brazos.

Cuéntame como canto cada rama,


cada viento que pasa,
cada olivo
y aprenderás a verme en mis silencios,
maduros de memoria, como el vino.

Pongo tu nombre aquí.


Este es mi modo
de amarrarte la barca con la vida,
mi manera inocente de ser hombre,
la costumbre terrestre de mi espiga.
Escúchame crecer.
Multiplicarme.

La muerte queda lejos todavía.


SENCILLO EXILIO

Paso frente a esa casa


que alguna vez fue un nido,
donde a esperanza y sueños
jaqueamos al olvido,
echamos la tristeza
y limpiamos el tedio
del patio a la cocina,
porque la soledad,
al fin, se había ido.

Volvió un Golpe de Estado


con fanfarrias y edictos
y la noche, ya bruja,
pasó borrando amigos;
yo fui a las catacumbas
de las que salgo y entro
y al regresar a casa
aún estábamos vivos.

Empezamos de nuevo.
Cantó la cacerola
y la escoba barrió
el silencio del piso.
Huyó el moho. Abrimos
el sol de las ventanas
y entró, otra vez, la voz
del niño del vecino.
A poco, mi guitarra,
recuperó el sonido.

Después, no sé en qué espejo


un día no nos vimos.
Empezó la tristeza
y comenzó el olvido.
Las valijas partieron
por distintos caminos
y ahí quedó la casa
que alguna vez fue nido.

Hoy pasé frente a ella


con mis pasos perdidos:
recordé tus sollozos
y me lloré el exilio.
Canción cuando te vas

Las cosas han quedado conmovidas de vos,


tibias de tu rescoldo palpitante.
En el decoro simple de mi casa
perdura aún el orden de tus manos.
Ayer volvió la lluvia. Vino sola
y te estuvo nombrando en la ventana.
A medio sueño anduve entre mis cosas
tropezando en tu aroma a cada paso.

Empecé una canción. No me convence


-le sobran ramas y le faltan pájaros-,
si le pongo más pájaros se vuela
¡y yo me quedo con la rama al aire!
Al aire solo, mientras busco el mapa
de tu geografía cotidiana,
las llanuras de ausencia que te alejan,
la isla de tu cuerpo entre las sábanas
y esa niebla de vos, esa nostalgia
que le empaña la brújula a mi balsa
donde yo intento una canción en ramas
para llenar la soledad de pájaros!

Del libro “Historia de tu ausencia”


De: Bajo estado de sangre (1986)

ORACIÓN A LA BANDERA

Quédate en el cielo, amor,


no bajes.
Aquí abajo, los grises
son tan grises
que, de algún modo gris,
van a ultrajarte.

Y sos tan linda allá,


tan nomeolvides,
-simple ademán de madre
por el aire-
que si caes, amor,
con la ternura
conque caen las hojas
de los árboles;
si llegas a caer,
acaso nunca
vuelvas a ser tan cielo
ni tan madre.

Déjanos a nosotros,
los humildes,
los que nunca te usamos
ni abusamos de tu inmenso
silencio planetario,
que cuidemos la altura
donde habitas,
celestemente hermosa,
como el aire.

Déjanos a nosotros.
De los otros,
es piadoso no hablarte.
Descubrimiento de las cosas

De enjuto gris, el Oficial nos dijo:


-Deben desalojar esta vivienda.
Mi madre tapó el llanto con las manos
de pie, sobre el umbral de la pobreza.
Y ya. Y era inmediato. Y muy de prisa.
-El agente se queda de Consigna
para cumplimentar el Lanzamiento.
Pasó del gris al negro, imperturbable
y luego, bostezó en nuestro silencio.

La intemperie es procaz. Saqué la mesa,


con al almuerzo muerto, a la vereda,
las sillas de totora, despintadas,
destotoradas: con el culo afuera.
La intemperie es hipócrita. Oi vecinos
condoliéndose de lejos, reprobando
no se sabía a quién, pero royendo
en nuestra humillación un hueso rancio.

Mi madre ató un colchón, juntó la ropa:


lágrima a lágrima desarmé su cama,
el milico ayudó con el ropero
que fue el que resistió con más agallas.
La pobrecita madre mía
enseres diminutos, cosas viejas,
remanentes del uso de otros días
enmohecidos ya por la tristeza:
una tijera rota, tres botones,
cabos de vela, un candil sin asa,
la sartén de freír nuestra alegría,
la risa muerta de la palangana.
No terminaba nunca de juntar
su vida entre las cosas palpitantes,
la intimidad exigua de esa pieza,
el orden de sus sueños vulnerables,

El sol, aquel solazo del Oeste,


me astillaba alfileres de impaciencia,
el Agente bufaba con bigotes
y el vecindario hervía en la vereda.
-Vamos, madre, está bueno ya, le dije,
deje de revolver las cosas viejas;
para qué sirven, madre? Y ella dijo:
-Para tocar la vida y comprenderla.

Cuando salió, traía su geranio


y se puso a regarlo en la vereda.
SEGUNDO INFORME PARA AUSENTES

Es increíble: he muerto
y ando por mi casa.
Vienen amigos. Beben
y, minuciosamente,
se acuerdan del pasado.

Me recuerdan: ¿te acuerdas


de aquello que cantabas?
-¿Cómo era esa del niño?
-¿La del laurel es tuya?
-Yo le oí esa canción
a la Mercedes Sosa.
Hablaba de la tierra...
(¡puta, si me acordara!)
Era una que decía
que el que no cambia todo
no cambia nada.
¡Hacé memoria. Dale!
(¡Puta, mi me acordara!)

Insepulto, le agrego
más brasas al asado.
Pienso en ustedes.
Echo más leña al fuego.
Digo: el humo bombero
me ha mojado esta lágrima.
Pienso a lo lejos. Sé
que no debo llorarlos.
Aunque esté muerto
y ande como Juan por su casa
De: Telares del sol (1994)

TELAR DEL SOL

Urdimbre de los siglos,


unas terrosas manos tejen
hilo por hilo
la vida permanente,
las guardas, los colores
de totales crepúsculos
y el milagro rocío
del día adolescente.

Hace quinientos años


el asombro fue mutuo:
¡Dí con el paraíso!,
escribió el Almirante
en su nao de niebla.
No supo, ni en la muerte,
que chocó con Andinia.

El oro encegueció
la búsqueda de Especias
y comenzó la muerte
su lóbrega tarea,
la conquista, el incendio
de las depredaciones,
pero el telar urdía
la vida que no cesa.

De Las Casas clamó


junto al padre Victoria.
Umbrosos capitanes
clavaron la Encomienda.
Desde la España clara
llegó la España negra.
El telar, tinto en sangre,
siguió con su tarea.
EL TELAR DE LOS MAPAS

Las naos abordaron


por distintas corrientes,
milenios tras milenios
las costas de mi sangre,
las bahías azules,
las penínsulas ciegas,
el resuello del mar.

Los hombres no vinieron


de distantes galaxias,
llegaron de la vida,
la misma vida y única
que aquí se vio llegar.
La vida que ya estaba
donde vive la vida.
La vida allende el mar.
La vida aquende el mar.

Al telar de los mapas


los ha borrado el tiempo,
los robos, los naufragios,
el lento deterioro
de toda antigüedad.
¿De dónde vino entonces
esa vida que vino?
¿Y esta vida que estaba
adónde fue a parar?

Nos han llamado Indios


los que iban a las Indias,
obsesos mercaderes,
oscuras faltriqueras,
torpes cartografías,
frailes de íncubo y súcubo
que dieron de narices
con mi tierra opulenta,
se dijeron: no existe.
Y que no se hable más.
Y al telar de los mapas
lo arrojaron al mar.
EL TELAR DEL ENTERRADO

La identidad es un emprendimiento
de vasta, de una desmesurada dimensión.
Las raíces, de hondas, se vuelven inasibles.
Uno se ve brumoso a la luz del paisaje
y tiene una memoria que en realidad no tiene.
¿por qué perdura, entonces? ¿Por qué insiste?
Y más: ¿por qué nos busca en las vidas remotas,
en estas vidas breves, con la misma obcecada,
obstinada obsesión?
¿Por qué yo leo el aire? ¿Por qué la sed de hondura?
Siempre creo que estuve ya en la luz de este valle,
que he mirado esos rostros y esos silencios altos
donde mis dioses mudos ya no son ni oración
¿Quién soy si soy? ¿Soy el que está durando?
Soy el que ha partido o el que está llegando
a su ser, a su uso infinito de estar de sólo estar?
¿Cuánto polvo me habita? Y aún ¿cuánto barro?
¿Qué de mí está enterrado? ¿Hasta qué edad de olvido?
¿Quién me dejó olvidado en esta eternidad?
Digo el lugar: América, por señalar un ámbito
o dar de cielo a cielos señal de identidad.
Yo soy el enterrado, el poema de abajo
Hecho añicos, disperso, esparcido en el viento
que la arena ha escondido
y que yo busco en vano entre el polvaredal.
TELAR DE LA CULTURA

No hemos conocido la riqueza,


pero sí la abundancia,
el oro era inocente en nuestras manos
con toda su opulencia planetaria.

Fue la piedra del sol


como la tonada
y la piedra del día fue la plata.

Eran fiestas del día y de la noche


adonde se inmolaban los relámpagos.

A su luz construíamos los templos


para amparar la luz
que nos ampara
y Tiahuanaco y Cuzco y Machu Pichu
y la enumeración interminable
que al sur se llamó Cachi,
Tastil, greda
de alfarera memoria por los valles
que permanece húmeda en lo oscuro
de dónde nace a gritos la baguala,
ese canto de un sólo canto sólo
que derrumba el crepúsculo y la tarde
y sube y nos encuentra la memoria
que cae inmemorial a nuestra sangre.

No hemos conocido la pobreza


ni el modo criminal de despojarnos.
El Aiyu era de todos, repartíamos
por puñados iguales todo el cultivo
que la tierra nos daba
y el maíz era la riqueza de la vida,
era el país que nos multiplicaba.

El oro era inocente y se miraba


En la inocencia clara de la plata.
TELAR DE LAS PALABRAS

¿Cómo reptó el idioma por al arena,


malherido y exhausto
desértico, manchego, solito y solitario?
¿Cómo llegó a la lengua de las Runas,
La Maya, los Ainara,
el Uro indescifrable del lago Titicaca?
¿era oro el sonido?
Lo contenía como siempre el aire.
La vibración mujer, sustituyó a la
Warmi.

¿Cuándo, en qué suceder,


el Fatay pasó a Padre
y la Mamay a Madre?

¿Era plata el sonido?


¿En qué distancias cósmicas
cayó a las soledades el duro castellano
y fue un canto rodado
y fue un grito rodando
en las extremidades planetarias?

Se le quemó la Nao al hombre del idioma.


Cogió la hembra el hombre. La violó
por la sangre
y el primer vagido mestizado
se le acabó el espacio.

El idioma fue un niño de dos sangres


gateó en la lengua
dificultosamente articulado,
se quebrará en las ramas de la música
desafió a la muerte,
sonó de un ronco modo en lenguas nuevas
y empezó a herir de un fuego que no cesa
en la fermentación de la palabra.

Hay un idioma dentro del idioma


que hila el telar y que no tiene pausa.
Ilustración de Carlos Alonso
Cancionero
CANCIONERO TODA LA PIEL DE AMÉRICA

LAS RAICES

En mi región, mezclado con muchas voces quechuas, se hablaba el mapuche, el idioma


de ese antiguo país que fue la Araucanía y que comprendía totalmente a Chile y a gran
parte de la actual región sur de nuestro país. Los araucanos fueron una tribu de
guerreros y cazadores, de la que en algún momento la comunidad huarpe se separó para
vincularse más con el Inca, a quien tributaron.
Así, los huarpes se hacen depositarios de la milenaria civilización del riego,
introduciendo el labrantío en el oeste de lo que es hoy la República Argentina.
La música del juego de agua, del riego, es en realidad muy elemental, a base de
percusión y de instrumentos de viento como la trutruca, hecho con una caña muy larga y
que se usaba para llamar a combate. Con su sonido áfono, gutural, es un instrumento
convocante que aún se utiliza en las comunidades que sobreviven en el sur del país. Que
se sepa, no había música en el sentido estricto del término. Las danzas eran a sola
percusión.

GUITARRA Y CANTO

Tenía seis años cuando empecé a trabajar vendiendo diarios, una de las tantas tareas que
hacen los niños desposeídos, los chicos de la intemperie. Cuando volvía de mis oficios
de la calle, solía hacerlo por la orilla del Canal Guaymallén y, sobre todo en invierno,
me quedaba a calentar el cuerpo en los umbrales de los boliches.
En Mendoza, como en todo el Noroeste argentino, se canta mucho. La memoria popular
guarda coplas deslumbrantes y allí, en esos boliches y patios, sorprendí por primera vez
la tonada, la cueca, el canto de nuestra tierra con toda su influencia hispana, de boca de
los peones cantores: braceros, cosechadores, desocupados... El alma de Quevedo y
Garcilaso, el espíritu popular, flotaba en el aire de los patios:

“Qué equivocación será


la del que se ponga a creer
que ausente lo han de querer y nunca lo han de olvidar”.

O esta otra:

“Mirála cómo se va
y dijo que me quería
si se habrá olvidado ya
del amor que me tenía”

De repente, el cantor dejaba su guitarra por ahí, y uno empezaba a travesear con ella: iba
imitándole los acordes, los acompañamientos, y luego recordando lo que él cantaba:

“Tarde, ciego corazón,


tu arrepentimiento viene
¿cómo querís que yo cure
lo que remedio no tiene?”

Fortuitamente, en los patios y boliches, aprendí cómo es el alma de nuestro pueblo. El


folklore me llegó como tal: de modo oral y directo, allí donde se recrea y perdura con
una vitalidad y una fuerza extraordinarias.
A los cinco años, una tía vieja, doña Fidela Pavón, me enseñó a leer con un catecismo
para que yo, en las novenas vespertinas, hiciera la lectura de los salmos. Ella era más
que centenaria, y todas las tardecitas, en esa época en que aún se rezaba el rosario a la
caída del sol, íbamos a las casas y yo leía para los adultos analfabetos: hombres
enormes, mujeres añosas... Cuando entré al colegio, una escuela rural de Tres Porteñas,
en el departamento de San Martín, ya sabía leer. Concurrí sólo tres meses. Luego la vida
me atajó y ya no pude volver a la escuela, pero utilicé la valiosa llave que mi tía vieja
me había dado para abrir la puerta a la palabra escrita: concretamente, el Martín Fierro.
Solía pasar por un kiosco de revistas que también vendía libros, sobre todo literatura
gauchesca.
Me quedaba fascinado mirando la tapa de uno donde se veía el dibujo de un duelo con
un título en grandes letras que decía:
“Martín Fierro - ida y vuelta - José Hernández”. Un día, mi madre me había dado 30
centavos para ir al cine, pero yo enfilé derechito al kiosko y compré ese libro que
después llegué a conocer de memoria y que me signó para toda la vida. Tenía nueve
años, y esos versos entraban en mi conciencia sin violencia alguna, porque hablaban
como mis mayores, como nosotros. Así fue como tomé contacto con la palabra ya
escrita. Luego vendría la mía propia, casi sin darme cuenta y como jugando, por pura
diversión.
Allá por los quince años comencé a hacer canciones para la muchachada. Nos
juntábamos a decir versos y a cantar: era nuestra fiesta, algo tan natural como respirar.
En el trabajo de la calle había conocido a Oscar Matus, también de origen huarpe, y él
empezó a silbar las cosas que yo iba queriendo decir. Poco a poco, juntamos el idioma
de la música con el de la palabra, la torpe palabra aún sin decantar, pero que por lo
menos daba forma a nuestra necesidad de expresarnos. Hicimos una cantidad de
guaranias y boleros que por suerte el viento, que es tan piadoso, se ha llevado. Era la
época en que por radio escuchábamos a Juan Arvizu, música “melódica”, esas cosas. .
. Lentamente, sin proponérnoslo, nos fuimos dando cuenta de nuestro contorno, de lo
que sentíamos y de lo que verdaderamente queríamos comunicar. Lo que nunca
conseguí, ni antes ni ahora, es escribir música: estoy totalmente negado para eso. Canto
como quien camina, pero no puedo componer dos notas que me pertenezcan, aunque lo
he intentado miles de veces.

LA CANCIÓN POPULAR: UN LIBRO EN EL VIENTO

Siempre soñé que alguien, en algún lugar, cantera o silbara una canción mía sin saber el
nombre de su autor. Intuí desde el principio, aunque no con claridad suficiente, cuánto
significaba la canción.
Así, lo que en un primer momento fue entretenimiento y juego, luego enriqueció su
sentido: necesitábamos valorizar todos los rasgos de identidad nacional que nos hacían
sentirnos nosotros mismos, que nos daban sitio en la tierra. Por eso empezamos por el
folklore, por lo que ya traíamos como una honda memoria, como la memoria de fondo.
Luego vino el estudio, las lecturas renovadas, el conocimiento de la gran poesía del
mundo, y con ello la búsqueda de un lenguaje poético propio. Yo ya sabía qué cosas
quería comunicar: mi solidaridad, mi amor por la gente, por la justicia, por el amor.
También sabía que con sólo la poesía escrita no podría llegar a muchísimas personas
que por ser analfabetas no tendrían acceso a mis libros. Me hacía falta el veredicto de
tantísima gente que sólo lee con el oído y a través de su propia cosmovisión. La
canción, como medio de comunicación inmediata, al segundo, se me reveló como el
instrumento más idóneo para expresarme: los cantores imprimen a cielo abierto. Entendí
entonces por qué con cada canción nueva nace un Gutenberg nuevo en América, por qué
la canción es la Nueva Imprenta.
Pero la palabra para cantar no es la misma que se destina a la lectura. El éxito de una
canción popular depende del grado en que refleje la noción que el prójimo tiene de la
vida, de que los giros, las inflexiones y la respiración del texto sean los giros,
inflexiones y respiración del habla de la gente. Basado en estos principios, quise y
quiero expresar a mi país región por región, con los colores, acentos, experiencias y
paisajes propios de cada una. Desde Salta hasta la Patagonia, desde la Cordillera hasta el
Río de la Plata, pasando por los esdrújulos riojanos y los sincopados santiagueños,
nuestro mapa musical es tan variado que no resulta fácil transitarlo sin perderse en él.
En lo que a mí respecta, el tango es un buen ejemplo de esto. He recorrido con mayor o
menor suerte aquel mapa musical que mencionaba antes, pero el acercamiento al sentir
ciudadano, porteño para ser más preciso, la aprehensión de las cuerdas más vitales del
cantor de la dudad, suponen un lento trabajo de aproximación y convivencia con el
hombre urbano, para que la obra que pretenda expresarlo no termine vulnerándolo. Yo
quiero llegar al tango naturalmente, y todavía no he escrito ninguno que se haya ganado,
con el corazón de la gente, el derecho a coexistir con otras obras mías que el pueblo ya
ha hecho suyas. Por esta razón, en este cancionero no se incluyen tangos.
No obstante, la milonga es un buen comienzo: nació campesina y, un día, cambió la bota
por un buen par de timbos para entrar en la ciudad, cuna y residencia del tango. Creo
que voy por el camino indicado...
El elemento unificador de tanta variedad de formas, estilos y mensajes es, a mi entender,
que
todos ellos trasunten fiel y naturalmente al sentir y el decir popular. Porque la canción es
patrimonio del pueblo: él la inventó y él la canta sin mentir, sin adornar porque sí. Por
eso me duele que los “fabricantes de estrellas” la utilicen como un bien mostrenco,
vaciándola de su contenido más hondo y con ello privándola totalmente de sentido. Con
la llamada “música disco”, por ejemplo, se atenta contra el acervo espiritual de los
pueblos: no olvidemos que en este siglo, gracias al desarrollo de los medios de
comunicación de masas (radio, televisión, disco, etc.), la canción puede transportar la
identidad de un pueblo a otro con pasmosa facilidad, llevando y trayendo
padecimientos, alegrías, esperanzas, en fin, intercambiando signos de existencia. De
este modo, ha quedado convertida en un formidable vehículo de cultura, tanto dentro de
cada país como hacia afuera. Si se distorsiona éste, su sentido moral, se traiciona el
espíritu mismo de la canción y, repito, se atenta contra el acervo cultural de todos los
pueblos.

EXPRESIÓN POÉTICA Y POESÍA PARA LA CANCIÓN

Como dije anteriormente, la palabra para cantar no es la misma que se destina a la


lectura.
Como tampoco son los mismos el acto de cantar que el de escribir, el de oír que el de
leer. Hay en el acto de cantar una generosidad y una amplitud asimilable a los de la
misa, cuando el sacerdote que la oficia es un verdadero sacerdote. El cantor, o el juglar,
realizan un acto sagrado frente a la gente: un acto de fe, de amor, sólo posible si se está
en lo que yo llamo estado de canto, un estado espiritual que permite al cantor llegar
directamente al centro del que escucha, para quedar en comunión con él.
Y aunque a muchos les parezca herético, esta comunión también tiene la intensidad del
misterio sagrado.
En cambio en el poema, en la escritura y la lectura, la actitud es más introvertida, más
recoleta, menos atrevida. El lector me leerá en silencio, en tanto que el cantor soltará
mis versos hacia afuera, hacia un destinatario presente y palpitante. El énfasis del
poema recae sobre el texto mismo, mientras que para la canción, lo que importa es el
oyente. Por eso la canción tiene un género poético propio, tan viejo como los juglares y
que ahora está siendo materia de estudio: la “cancionística”, como la llama Homero
Expósito.

“ESE ANIMAL NO EXISTE”

Sin duda, uno de los fenómenos culturales más relevantes de este siglo es la canción.
Estamos asistiendo, asombrados, no sólo al auge de los movimientos renovadores
nacionales como el Bossa Nova, la Nueva Troya cubana, la Nueva Canción chilena y
uruguaya, sino también a otro hecho muy auspicioso: la canción está entrando al libro
sin ningún desmedro, y esta colección da testimonio de ello.
Hace veinticinco o treinta años, los grandes poetas de nuestra patria miraban con recelo
y hasta con desprecio nuestro intento de transformar en canción una poesía. Había en
ellos una actitud de rechazo, por temor a que las guitarras pervirtiesen a la palabra
poética. Pasó el tiempo y hoy, en algunas Universidades, se estudia a Celedonio Flores,
a Homero Manzi, a Enrique 5. Discépolo.
Grandes estudiosos de nuestro idioma como Menéndez Pidal o Menéndez y Pelayo,
tuvieron que recurrir al cantar popular para encontrar el origen y las motivaciones
hondas de la poesía en nuestra lengua.
Yo no tengo ningún reparo en afirmar que me llega más la poesía de Homero Expósito
que la de muchos poetas muy empinados y académicos de nuestro país, cuya obra no me
conmueve lo más mínimo. En cambio, ese verso de Marino para “El Ciruja” donde dice
que (el círuja) está “campaneando un cacho de sol en la vereda” me parece un hallazgo
genial. Para esto tenemos un idioma, y si queremos que siga viviendo, debemos
subvertirlo, crear imágenes completamente nuevas. En esta tarea corren parejas la nueva
literatura y la nueva canción hispanoamericanas, ya que recogen el habla de los 300
millones: el idioma dentro del idioma que se está plasmando aquí, de este lado del mar.
La canción es, pues, un fenómeno nuevo, y por tal motivo se la considera subversiva.
Las “instituciones” no están preparadas para recibirlas, y reaccionan a veces como aquel
que nunca había visto un rinoceronte hasta que un día, de visita en un zoológico y ante
ese animal que no se parecía a nada que él conociese, afirmó muy tranquila y
orondamente: “ese animal no existe”. Pero a pesar de las negaciones, de la irritación y
hasta del miedo que produce en determinada gente, la canción subsistirá, porque es
vehículo de intercambio entre los pueblos, y también porque rescata las mejores
tradiciones de cada uno de ellos.

COLOFON

Ya lo decía José Pedroni: “la gloria es un verso recordado”.


Aunque parezca paradójico, uno de mis sueños más entrañables, es llegar a ser autor
anónimo, perder acaso mi identidad individual para ganar un lugarcito en la memoria
del pueblo; regresar, por el camino de mis versos, a las fuentes de donde un día salí con
ellos.
En este sentido, debo reconocer que he tenido buena estrella. No por otra cosa pude
vivir experiencias como las que tuve en Cuba, por ejemplo. Los Trovadores, César Isella
y yo integramos la primera delegación que visitó ese país después del levantamiento del
bloqueo. Llevamos un espectáculo que, bajo el título de “El Informe cantado del Nuevo
Cancionero”, habíamos presentado en el teatro Odeón de Buenos Aires. Por esos días,
en Cuba se conmemoraba una fecha muy importante, y el acto celebratorio central tuvo
lugar en la Plaza de la Revolución. Nuestra necesidad de sumergirnos en la multitud
para compartir sus emociones y conocerla desde adentro nos impulsó a ir.
Deambulábamos por la plaza, todo ojos y todo oídos, cuando de repente subieron al
escenario el Coro de la Universidad de La Habana y la Orquesta Sinfónica de esa
ciudad. Empezaron a cantar “Canción con Todos”, y la plaza entera los siguió. Nosotros
estábamos mudos de alegría y estupefacción, pero un moreno grandote que tenía a mi
lado, sin saber de nuestras emociones ni el porqué de nuestro silencio, me increpó: “¿Tú
eres gringo que no cantas el himno?” Nadie conocía el nombre de los autores, ni
siquiera quienes dirigían el Coro y la Orquesta. Prueba de ello es que la versión
discográfica que la Sinfónica de La Habana ha hecho de “Canción con Todos” salió con
el subtítulo “himno latinoamericano”, sin autores.
En otra ocasión, estando Isella y yo en Perú, visitamos una escuela. Para agasajarnos,
los maestros reunieron a los chicos y les hicieron cantar “el himno americano” sin saber,
ellos tampoco, que era nuestra.
Esta canción tiene traducciones al danés, al japonés, al ruso, al alemán. Mercedes Sosa
suele cerrar con ella sus recitales, y me ha contado que el público alemán, encendiendo
antorchas, la acompaña en su idioma, en alemán... No sabe de quién es, pero la canta, y
eso es lo que me importa”.
Cuando Armando Tejada Gómez deje de ser Armando Tejada Gómez; cuando su canto
quede anclado en los boliches, en las radios, en las calles, en un solitario silbo
vespertino o en un coro multitudinario, entonces llegará la verdadera y definitiva
gloria. La gloria del verso recordado con la que él sueña y que ya comienza a
anunciarse.
Allá lejos y hace tiempo (Armando Tejada Gómez - Ariel Ramírez)
Balada de marzo (Armando Tejada Gómez - Roberto Palmer)
Canción con todos (Armando Tejada Gómez - César Isella)
Canción de la ternura (Armando Tejada Gómez - César Isella)
Canción de las simples cosas (Armando Tejada Gómez - César Isella)
Canción de lejos (Armando Tejada Gómez - César Isella)
Canción del centauro (Armando Tejada Gómez - René Cosentino)
Canción para un niño en la calle (Armando Tejada Gómez - Ángel Ritro)
Coplera del viento (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
El cóndor vuelve (Armando Tejada Gómez - Eduardo Aragón)
El mundo prometido a Juanito Laguna (Armando Tejada Gómez - César Isella)
El río y tú (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
El viento duende (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
El vino triste (Armando Tejada Gómez - Amaury Pérez)
Fuego en Anymaná (Armando Tejada Gómez - César Isella)
Hombre en el tiempo (Armando Tejada Gómez - César Isella)
La de los humildes o [Zamba de los humildes] (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
La gran guerra (Armando Tejada Gómez - Víctor Heredia)
La mamancy (Armando Tejada Gómez - César Isella)
La Pancha Alfaro (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
La zafrera (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
La zamba del riego (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
Los hombres del río (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
Nocturna (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
Nosotros nos quedamos (Armando Tejada Gómez - León Gieco)
Regreso a la tonada (Armando Tejada Gómez - Tito Francia)
Resurrección de la alegría (Armando Tejada Gómez - César Isella)
Selva sola (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
Soneto y medio (Armando Tejada Gómez - Julio Lacarra)
Triunfo agrario (Armando Tejada Gómez - César Isella)
Tropero padre (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
Volveré siempre a San Juan (Armando Tejada Gómez - Ariel Ramírez)
Zamba azul (Armando Tejada Gómez - Tito Francia)
Zamba de la distancia (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
Zamba de los adioses (Armando Tejada Gómez - Tito Francia)
Zamba de los humildes o [La de los humildes] (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus)
Zamba del laurel (Armando Tejada Gómez - Gustavo Leguizamón)
Zamba del que anda solo (Armando Tejada Gómez - Chacho Echenique)
Allá lejos y hace tiempo

Lejos, muy lejos del sol


vuelve el recuerdo de allá
siento en mis ojos brillar
el azul soledad de mi tierra natal.

Susurra el viento y se va
enloqueciendo el color
y es la nostalgia un adiós
de amapola y torcaz, mariposa y gorrión.

Allá lejos la patria andaba,


azulando el día,
cielo allá,
tiempo allá,
vuelvo niño al asombro del sur
y por mi sangre una voz maternal
nombra la vida.

Alza su sombra el ombú


poncho de la inmensidad,
y es mi lejano país
una dulce raíz que no sabe olvidar.

Frente a la bruma y el mar


la lejanía es un adiós
y se me da por pensar que el recuerdo de allí
se me ha vuelto canción.

Allí lejos la patria andaba,


azulando el día,
cielo allá,
tiempo allá,
vuelvo niño al asombro del sur
y por mi sangre una voz maternal
nombra Argentina.
Balada de marzo

Suele en las tardes de marzo llover


lenta y de niebla se esconde la luz
pisando el exilio de la atardecer
recuerdo un aroma de lluvia y ayer.

Lejos de marzo no suele llover.


Dónde andarán tu ternura y tu piel.
Te pienso en la lluvia y en la atardecer
perdido en la niebla comienza a doler.

Voy solo, muy solo


y por lo gris de marzo se apaga el color.
Soy lejos, muy lejos
la leve voz del viento que ronda tu canción.
Canción con todos

Salgo a caminar
por la cintura cósmica del sur.
Piso en la región
más vegetal del viento y de la luz.
Siento al caminar
toda la piel de América en mi piel
y anda en mi sangre un río
que libera en mi voz su caudal.

Sol de Alto Perú,


rostro Bolivia, estaño y soledad,
un verde Brasil,
besa mi Chile cobre y mineral.
Subo desde el sur
hacia la entraña América y total,
pura raíz de un grito
destinado a crecer y estallar.

Todas las voces, todas,


todas las manos, todas,
toda la sangre puede
ser canción en el viento.
Canta conmigo, canta,
hermano americano.
Libera tu esperanza
con un grito en la voz.

(Ciñe el Ecuador
de luz Colombia al valle cafetal.
Cuba de alto son
nombra en el viento a México ancestral.
Continente azul
que en Nicaragua busca su raíz
para que luche el hombre
de país en país
por la paz.)
Canción de la ternura

El cielo de mi niñez
tuvo un aroma de albahaca y pan,
un sol de candor bajo el sol.
Mi madre andaba en la luz
de una provincia de eternidad
y era un regazo el verdor
y era verano el color
del amor.

Allá quedó mi madre y la luz,


pero yo tengo que andar
cuidando que en la ciudad
crezca la flor.

Yo sé que debo cruzar,


lejos del cielo de mi niñez,
un tiempo de furia y canción.
Yo tengo que rescatar
aquel aroma de albahaca y pan
que la ternura me dio,
como una rama de amor
verde y sol.
Canción de las simples cosas

Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas,


lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño se queda sin hojas.
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida,


y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Demórate aquí, en la luz mayor de este mediodía,


donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida.
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.
Canción de lejos

Me voy, amor.
Si soy motivo para el olvido
decime adiós, decímelo;
que la paloma de tu pañuelo
me diga no, me diga adiós.

Me dices no,
pero tus ojos se van conmigo
por donde voy; huellita soy
que va y que vuelve como dos veces
del río a mí, del cielo a vos.

Qué sencillo modo


tuvo el cariño entre vos y yo:
tan sólo un pañuelo adonde el cielo
se me olvidó, se te olvidó.

Humito azul
que sube y sube desde la leña
quemándose, quemándome
como la luna que con tu ausencia
me sale a ver: quemándome.

Ausente soy,
como paloma herida en un ala
penando estoy. Me suelen ver
a medio vuelo de tu pañuelo
buscándote, buscándome...
Canción del centauro

Por la noche del sur va el centauro


horizonte a galope tendido
fundador del país de mi sangre
y el origen caliente del grito.

Yo lo siento pasar por mi sombra


cuando habito en el viento legüero
y se vuelve raíz de mi canto
su memoria de greda y silencio.

Cuando salgo a buscar horizonte


para un sueño de patria y de trigo
por la noche del sur va el centauro
galopando en el tiempo conmigo.

Y esta sangre que llevo olvidará


que habita un centauro dormido
caería la muerte en mi sombra
y después crecería el olvido.

Padre nuestro, señor de la luna,


andariego de tanta distancia
en lo azul de la luz amanece
bajo el cielo de la madrugada.
Canción para un niño en la calle

A esta hora exactamente,


Hay un niño en la calle...
¡Hay un niño en la calle!

Es honra de los hombres proteger lo que crece,


Cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
Evitar que naufrague su corazón de barco,
Su increíble aventura de pan y chocolate
Poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto,
Porque de nada vale si hay un niño en la calle.

No debe andar el mundo con el amor descalzo


Enarbolando un diario como un ala en la mano
Trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
Golpeándonos el pecho con un ala cansada.
No debe andar la vida, recién nacida, a precio,
La niñez arriesgada a una estrecha ganancia
Porque entonces las manos son inútiles fardos
Y el corazón, apenas, una mala palabra.

Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,


Que hay millones de niños que viven en la calle
Y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
Mirándonos a todas con fábula en los ojos.
Un relámpago trunco les cruza la mirada,
Porque nadie protege esa vida que crece
Y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.
Coplera del viento

Ando cantándole al viento


y no solo por cantar
del mismo modo que el viento
no anda por andar nomás.

Yo soy sangre en movimiento


y él es paisaje que va, va, va.

Me gusta andar en el viento


y es porque me gusta andar,
empujado por los vientos
y empujando a los demás.

Tuve un amigo aquí cerca,


corazón de palomar
le vieron viento en los ojos
no lo dejaron pasar.

Ellos no saben que al viento


nadie lo puede atajar, va, va.

Si la piedra es viento quieto


que ha olvidado en la arena
los muros son sólo viento
que el viento se llevará.

Ando cantándole al viento


y no solo por cantar,
del mismo modo que el viento
no anda por andar nomás.
El cóndor vuelve

El cielo del cóndor abre de par en par


las puertas del Tiawanaco por donde pasa la tempestad.
Despierta mi pueblo andino, y al despertar
conmueve la luz del siglo su grito macho de libertad.

Allá en los valles dormidos, la soledad


está preñada de furia y al rojo vivo como un volcán.
Ardiendo están las raíces, ardiendo están,
las ramas del árbol nuevo, la llamarada continental.

De la tierra me viene la voz


suena a tierra este pueblo que soy,
labrador, sembrador… Juan sin Tierra.

Ahí va el general Sandino y el Ecuador


dibuja el mapa caliente de Nicaragua en mi corazón.
Con Prestes soy la columna del cafetal
y voy con Camilo Torres, ¡Che, pueblo en armas! ¡Che, vendaval!

Artigas, toma esta sangre donde la luz


se vuelve a Fidel y encuentra que Güemes cuida la Cruz del Sur.
Allende la cordillera regresa el sol
y América es esta sangre por donde va la liberación.

Vuelve el cóndor del Alto Perú.


Esta vuelta no habrá Guayaquil,
hay que unir todo el sur en un grito:
¡Libertad! ¡Tierra y pan!
¡Libertad!
El mundo prometido a Juanito Laguna

El cielo de zinc de Buenos Aires


agrisa las villas de cartón.
Juanito Laguna es la niñez
de ese color, de ese color, de ese color.

Arrorró mi sol. Todos los niños


traen bajo el brazo un sueño-pan,
mundo prometido a su candor,
que su candor de niño y Juan
no entenderá.

No se me vaya a dormir,
Juanito del sueño-pan,
que al sueño del niño pobre
lo vela la soledad.
Arrorró, que no hay harina
y si te duermes, vendrá
el diablo de la laguna
a morder, a quemar
la asombrada ternura del pan.

Todo niño es Juan. Todos los niños


juegan con Juanito a despertar.
Rondan en sus rondas y después
despiertan Juan, despiertan Juan, despiertan Juan.

Arrorró, mi Juan de todas partes,


porque tu niñez despertará
con un pueblo Juan
de colmena y palomar.

Arrorró, mi pobre Juan, por tu pan.


Vas de amanecer y vendrás
de las entrañas de Juan
horneando el pan de la paz.
Juan, yo he sido niño y tú, Juan
y con tu niño y mi pan
cantará el sueño de Juan.

Vas de amanecer y vendrás


de las entrañas de Juan
horneando el pan de la paz.
El río y tú

Aquel atardecer
sentí el rumor del río y tú.
La canción del agua
aprendió tu voz
y el corazón de la lluvia
la trajo a mi corazón.

Diré tu nombre azul,


tu esbelto andar bajo la luz
para que hasta el viento
sepa dónde estás
con tu sonrisa pequeña
soñando con mi cantar.

La canción del río y tú


que la lluvia aprendió del mar.
El viento duende

Grega y horizonte
violenta piel solar
viene el viento duende
por el arenal.

Fuego cruza el zonda


el mapa vegetal
germinando el año
como un dios rural.

Caudillo del clima


la luz lo ve bailar
loco en la pollera
de la inmensidad.

Por Agosto va
la luna invernal
vamos, viento vamos
siempre habrá una flor por ahí.

Viento, viento, viento


te he visto fecundar
viñas, siembra y sueños
con tu antiguo andar.

Incansable duende
que por la noche va
despertando el grillo
de la soledad.

El río apacible
te sabe ver pasar
rodeado de aromas
del aire he de andar.
El vino triste

Ese hombre que entra al bar,


sin sombra que le ladre,
ese que pisa y pasa sin rostro
y sin señales.

Pide su trago solo,


de espaldas a la calle,
bebe su trago solo,
inmóvil, devorándose.

Paga, piensa otro trago


sin gastar ni una frase
y luego se va solo,
hacia la noche y nadie.

Ese tipo va herido,


ese tipo va herido,
y la muerte lo sabe.
(1978)
Fuego en Anymaná

Dicen que yo, de solo estar


Fui apagándome
Como la luz lenta y azul
De un atardecer.

Piensan que estoy secando el sol


De la soledad
Que por estar en mi raíz
Ya no crezco más.

Es que yo soy, ese que soy,


El mismo nomás,
Hombre que va buscándose
En la eternidad.
Si es por saber de donde soy,
Soy de Anymaná.

Sepan los que no han sabido


Que no estoy de solo estar,
Que estoy parado en el grito
Bagualero del pujay.

Ayer nomás ardió el pueblo


Por la tierra y por el pan,
Y la fogata en el valle
No estaba por solo estar.

Si yo me voy, conmigo irá


Todo lo que soy.
Lejos de mí, lejos de aquí,
Yo no seré yo.

Déjenme estar, de solo estar,


Viendo el sol volver.
Yo quiero ver en mi país
El amanecer.

Soy pa' durar, como el maíz,


Simple y cereal.
Soy pa' durar, porque yo sé
Pasar y pisar.
Si es por saber de donde soy
Soy de anymaná.
Hombre en el tiempo

Delante hay un camino, por él me voy


con la sombra adelante y atrás el sol;
ando pisando el rastro del infinito,
polvo que pisa el polvo, la tierra soy.

Hombre de todas partes, el hombre soy,


memoria americana de la canción.
Y vaya donde vaya soy tierra que anda
con la raíz afuera del corazón.

Anduve con la sangre todos los siglos,


hay sangre mía en toda la eternidad.
Soy el tiempo que vuelve en cada niño
y, desde la ternura, vuelve a cantar.

Digo que me negaron el pan y el agua,


digo que sé un misterio de luna y sal.
Me conocen los ríos porque en el barro
he sido un alfarero de libertad.

Cuando la vida vuelva, vendrá conmigo


un tumulto de pueblo continental.
Espérame en la fuerza de lo que crece
de la tierra hacia el aire, del aire al pan.
Zamba de los humildes (o La de los humildes)

Zambita para que canten


los humildes de mis pagos,
si hay que esperar la esperanza
más vale esperar cantando.

Nacida de los boliches


donde el grito alza su llama,
su canción de largas lunas
sabe la siembra y el agua.

Como un canto de la tierra


hay que cantar esta zamba,
hermana de los humildes
sembradores de esperanza,
alzada raíz de sangre
del fondo de la guitarra.

Mi pueblo la canta siempre


como si fuera una ausencia
la cara hundida en el pecho
hasta mirarse la pena.

Un corazón de camino
desde su canto regresa
a despertar el destino
que el pueblo en su pecho lleva.
La gran guerra

Al parecer Abel
no quiso ser guerrero,
Caín, según se sabe,
lo desnucó por eso.

Así empezó, así empezó


la discusión del diablo y Dios.

Se dice que se odiaban


con cierto fundamento:
al parecer, no amaban
los dos el mismo juego.

Ganó Caín y tuvo


muy larga descendencia:
una enorme familia
de gánsteres y banqueros. *

En los ratos de ocio


jugaban a matarse.
Jugaban a matarse,
pero ya no era un juego.

Así empezó el Bien y el Mal.


Caín se fue a la guerra y volvió general.
Y Abel, ¿qué fue de Abel?
Abel bajo la tierra
lo mira progresar.

* En el texto original: “de yanquis y banqueros”.


La mamancy

Arribita, sol arriba


Encontré mi corazón,
A la sombra de mi mama
Bajo un cielo de cardón.

Era el tiempo del asombro,


De seguirle el rastro al sol
Arribita cielo, arriba
Donde hacían el color.

De sus manos vi nacer


Los oficios del laurel
Y un susurro de telar
Que rondaba mi niñez.

Arribita, sueño arriba


Despertó mi corazón
Porque a veces me dolía
La tristeza de los dos.

Estaba allí, gestándome,


Mamancy, mi mamitay,
A su calor me vio crecer,
Soledad con soledad
Y su raíz en mi raíz
Regresa siempre a cantar.
La Pancha Alfaro
Tenía el genio joven y la edad de la piedra inmemorial, recóndita, un silencio durable.
Acaso no pensaba y eso que era inmóvil.
Silenciosa por días, hablaba si le hablaban. Pero entonces, llamada por las voces del
mundo, como si alguien golpeara en su yesca dormida, estallaba en mil chispas de
sorprendente luz.
Se dice que pasaba el día hablando sola, dialogando hacia adentro con sus propias
cenizas.
Por eso, si pensaba cuando se estaba inmóvil, se le juntaban todos los nombres del
olvido, todo el ramaje muerto del árbol de sus días, alguna voz querida, como de niño o
tórtola, el finado José, la mamá, la ausencia, el río de antiayer, algún pañuelo, palabras
de doler, aquellos pájaros, el tata galopando por el tiempo, la lluvia sideral de tarde en
tarde, el asombro mujer, la luna añeja, esa media canción de medianoche como dos
mitades de silencio y por si más, si fuera que tuviera donde poner júbilo de entonces, la
cueca le volvía remolino desde su hazaña intacta de bailar hasta el alba, con sus pollera
al aire degollando los gallos y destemplando todas las guitarras del mundo.
Porque de joven dicen que anduvo con la cueca y novió con la copla azules madrugadas
y tuvo su alegría de sangre jubilosa hasta quedar durando en memoriosos sueños.
Lejos de esa apariencia de duro barro terco, la leyenda la supo con sus lujos y detalles.
Y todavía andaba, ya muy alta la noche, fatigando tonadas en la boca de nadie, pues el
canto la canta de la voz hacia fuera y no le junta el bulto mísero a la palabra.(Tejada
Gómez)

La luna va bajo el cielo de la cueca,


viendo crecer la flor de la polvareda.

La farra es en lo de la Pancha Alfaro


y el vino está empinándose en el patio.

Ardiendo está la voz de los tonaderos,


la Pancha va con un cogollo en el pelo.

Llora el cantor coplas a la madrugada


límpiale amor, con tu pañuelo la cara.

Sube la luz en el canto de los gallos


y al alba está bailando la Pancha Alfaro.
La zafrera

El sol despierta en la zafra


la escarcha del cañaveral,
y en el dulce rocío del agua
baja el viento a cantar,
cuando el brazo zafrero
derriba el oscuro sabor del jornal.

El día enciende en la caña


lo verde de mi Tucumán,
y en el aire de un silbo andariego
la mañana se va
a jugar con el chango
que dejé esperando allá en Famaillá.

Cuando la luna zafrera


se queme en las carpas de tanto soñar,
subirá por la sangre de un grito
su tambor a golpear,
pa' que se haga esperanza
el amargo almíbar del cañaveral.

La luz metal del machete


cantando por los tallos va,
y en el sordo crujido del carro
agoniza un zorzal,
cuando suelta el camino

su lengua sedienta por el arenal.

La tarde oscura de azúcar


se apaga ya en el naranjal,
y en la sombra frutal del aroma
sueña mi Tucumán
porque adentro e'su noche,
mi zafra de zamba me pongo a cantar.
La zamba del riego

Por el Guaymallén
el duende del agua va
llevando una flor
de greda y dulzor
que despertará en el riego
la voz vegetal
del huarpe que está
dormido en su paz mineral.

Se va tu caudal
por el valle labrador
y al amanecer
se oye, padecer
la pena del surco ajeno
verano y rigor
va de sol a sol
la sombra del vendimiador.

Dorada zamba del riego,


el agua te cantará
cuando ande en la voz
del vino cantor
la vendimia de mi pueblo
y suba un rumor
de acequia y canción
por el rumbo agrario del sol.

Solar regador
tonada del totoral
la luna rural
te ha visto regar
el sueño de mis abuelos
y luego entonar
con el regador
el vino sufrido del peón.

Canal fundador
algún día bajarás
trayendo en tu voz
de menta y cedrón,
tonadas de vino nuevo
y entonces te irás
conmigo a cantar
cogollos de amor y de paz.
Los hombres del río

Bajo un sol de madera se yergue el día


ciñendo la cintura del Paraná;
por dentro del verano, mañana arriba
van los hombres del río sobre el caudal.

Un rumor palpitante de hombre y semilla


hunde en la verde entraña del litoral;
el río suelta barca y en las orillas
madura una incesante labor frutal.

Andar, andar, andar


Sueño y sol, sangre y sol,
parten los hombres del río, sudor y jornal.

Andar, andar, andar


Sangre y sol, sueño y sol,
con la bandera del grito, sudor y jornal.

Andar, andar, andar.


Nocturna

Tú, junto al amor que nos separa,


llenas mi dulce guitarra de oscura distancia
donde se duerme la noche nombrando el amor.
Cómo cantar mi canción tan lejana,
cómo llevar el adiós sin nostalgia
si sólo la soledad habita mi corazón
cuando la ausencia me quiebra de olvido la voz.

Tú, mágica flor de la esperanza,


naces de un solo silencio, lejana y extraña
sola, nocturna y distante como esta canción
lleva mi voz en tu voz, triste y suave;
búscame siempre en tu adiós esperando
si sólo la soledad habita tu corazón.
Nosotros nos quedamos

Nosotros nos quedamos


y es cierto
que el miedo nos pisaba
los talones muy de a ratos.
Tanta bronca pasamos
y en silencio alentábamos
conspiración
de los rincones.

Pero fue inútil


los chicos traían su rocío
con preguntas.
Toda la furia de punta
de pronto, sin querer
compartimos.

Nosotros nos quedamos


sin caminos, sin barbas,
sin amigos.
Y los prisioneros
buscando a los que pisan
otro país
o en el cielo.

No somos héroes
porque quedamos
ni hay héroes
que regresan de otro lado
solo hombres
y mujeres
que han padecido
la patria afuera
por ese asunto
de las verdes cosas
por fundar la primavera.

Nosotros aquí aguantamos


para que alguien
pudiera abrir la puerta
y encontrar una mano
cuando el dolor volviera
de la ausencia.
Regreso a la tonada

Regreso a cantar tonadas


De sol a sol por la sangre
Como cantaba la vida
En la raíz de mi padre
Cogollo de vida nueva
La vida es una tonada.

No quiero cantar olvidos


Ni recordar lo que amaba
Porque son como dos muertes
El olvido y la distancia
De lejos me queda cerca
Volver cantando tonadas

Una ronda de torcazas


Le hace ronda a los sauzales
Y soy niño de nuevo
Magia en la tarde
Pájaro y canto
Cueca en el polvaderal
A Mendoza enamorada
Mi canto regresará.

Voy de paisaje en el alba


Y me parezco al paisaje
Por fuera, el verde del clima
Por dentro, el sol de la sangre
El paisaje va conmigo
Y es un hermoso habitante.

El viejo viento de otoño


Compadre de los nogales
Me trae, cuando regresa
La dulce voz de mi madre
De tanto cantar tonadas
Ya soy pariente del aire.
Resurrección de la alegría

Ya no me acuerdo del olvido


ni de la ausencia lastimando,
sólo recuerdo tu silueta,
dulce habitante del paisaje.
Resurrección del cielo tuyo
entre mis manos y la tarde.
Ya no me acuerdo del olvido,
ando de sol con tu milagro.

Desde el amor todo regresa


como los pájaros y el alba,
resurrección, digo su nombre
y lleno el aire de campanas.
Porque el que nace a la ternura
vence a la muerte cotidiana,
abre las puertas de la vida
y lleva un niño en la mirada.

Amor que vuelve,


amor que espera,
amor que grita,
amor que nace
amor que crece.

Resurrección de la alegría,
estoy de fiesta con mi sangre.
Porque el que nace a la ternura
vence a la muerte cotidiana,
abre las puertas de la vida
y lleva un niño en la mirada.
Selva sola

Selva, luna verde sobre el agua


sombra que navega el Paraná
llévate mi canto a tu silencio
roto por la lluvia al litoral.

Suelta tu pollera enamorada


en la entraña viva de la flor,
déjame sentir todo el misterio
que se lleva el río en mi canción.

Por los ceibales va el aroma,


ardiente pájaro del sol,
vuelo del aire por el aire
ebrio de la luz y del color.

Noche de la selva milenaria,


eco donde el viento halló su voz,
brisa vegetal de la madera
donde apaga el agua su rumor.

Cuánto amé la música del río


para liberarla en mi cantar,
deja que me corra por la sangre
toda tu pasión primaveral.

Por los ceibales va el aroma...

Guárdame la música del río...


Soneto y medio

Yo moriré, por todo lo que vive,


por todo lo que existe y ha existido
y viviré, aun adentro de la muerte,
por lo que nace y lo que no ha nacido.

Yo viviré, por todo lo que muere


imperceptiblemente, en el olvido,
sabiendo como sé, que aún muriendo
soy el verdugo de mis asesinos.

Matar es fácil y vivir difícil;


apuesto al riesgo de vivir y vivo
con el decoro de mi puerta abierta.

Porque la muerte es breve, pero existe,


de un modo fácil, aunque contenido,
por los motines de la primavera.

No sé quien va a morir o está naciendo


pero, por si la muerte, estoy en vela.
Triunfo agrario

Éste es un triunfo, madre, pero sin triunfo,


nos duele hasta los huesos el latifundio.
Ésta es la tierra, padre, que vos pisabas,
todavía mi canto no la rescata.
Y cuándo será el día, pregunto cuándo
que por la tierra estéril vengan sembrando
todos los campesinos desalojados.

¡Hay que dar vuelta el viento como la taba,*


el que no cambia todo, no cambia nada!

Éste es un triunfo, madre, del nuevo tiempo,


de estar bajo la tierra, rompió el silencio.
Éste es un triunfo, padre, de la alegría
de tu sueño en semillas sube la vida.
Sube la vida arriba, hasta la espiga,
que si la tierra es hembra, la tierra es mía,**
adonde nace el alba, yo siembro el día.

* Alfredo Zitarrosa dice “Hay que dar vuelta el tiempo como la taba”.
** Mercedes Sosa dice “que si la tierra es fértil”.
Tropero padre

Padre tropero,
vuelvo buscando
la huella de tu huella
bajo los soles del año,
detrás de qué galope
tu sombra se fue apagando...

La misma tierra
que canto y ando
te vio fundar caminos
hacia los vientos de Arauco,
tropero de mi sangre,
padre de greda y quebracho.

Ya volviste a la tierra
desde donde venías,
galopando el silencio,
a templarme la voz.
Y hoy regresas conmigo,
vuelves cantando...

Tantos caminos,
tropero padre,
encendieron mis ojos
de lejanía y distancia,
hechura de tus sueños,
apenas soy pueblo que anda...

Rumbo en tu nombre,
Lucas Tejada,
tu tropa abrió el camino
pa' que pasara la patria,
galope en las leyendas
te contarán las guitarras.
Volveré siempre a San Juan

Por las tardes de sol y alamedas,


San Juan se me vuelve tonada en la voz.
Y las diurnas acequias reparten
el grillo de mi corazón.

Yo que vuelvo de tantas ausencias,


y en cada distancia me espera un adiós.
Soy guitarra que sueña la luna
labriega de Ullún y Albardón.

Volveré, volveré
a tus tardes San Juan,
cuando junte el otoño
melescas de soles allá en el parral...
Volveré siempre
a San Juan a cantar.

Un poniente de largos sauzales


me busca la zamba para recordar,
esas viejas leyendas de piedra
y silencio que guarda el Tontal.

Altas sombras de polvo y camino


maduran el vino de mi soledad,
cuando el sol sanjuanino,
como un viejo amigo, me sale a encontrar.
Zamba azul

Como un limpio amanecer


Era tu pollera azul
Cielo por la zamba
Duende andaba en el aire
Enredándote a mi voz
Mientras mi guitarra
Buscaba en el alba
Coplas que cantaran
Nuestro amor.

Siempre te recordaré
Junto a tu paisaje azul
Sombra que no olvido
Silueta del río
Vestida de trigo y luz
Como se dormía
La tarde en tu pelo
Con un sueño
Inmensamente azul.

La noche te vio bailar


Azul en los ojos del rocío
Adonde iría el viento
Que tu voz quedó conmigo
Luna, copla, río, aroma,
Valle azul de zamba
Dulce región de mi soledad.

Guardo aquel pañuelo azul


Que me diste en el adiós
Te llevo la tarde
Rumbo a su misterio
Cuando agonizaba el sol
Pero te quedas
Ya quieta en el silencio
Donde duerme
El viento de mi voz.

Dicen que el olvido es cruel


Que no vuelve del adiós
Pero mi guitarra
Suena a zamba tuya
Cuando por la noche estoy
Buscándole grillos
Que canten tu nombre
En la oscura voz
Del diapasón
Zamba de la distancia

La distancia va conmigo
como un largo andar,
duro horizonte de Zonda y cielo,
rumbo de piedra y arenal.
¿Dónde iré, dónde irá
conmigo a penar...?

Luna lejos, ojo solo


de la inmensidad,
donde este canto de zamba duele
a puro silbo y soledad.
¿Dónde irá, dónde iré
solito a cantar...?

La zamba es como un camino:


distancia por dentro, destino de andar,
enamorando pañuelos
en el fuego lento del polvaderal.
Cuando le crece el silencio
la boca del pueblo le sale a cantar.

Mi guitarra sube al aire


turbia de canción,
nogal dormido, copla y madera
me busca el río de la voz.
Cantaré, cantará
luna y corazón.

Voy nombrando la distancia


donde cava el sol
el pozo oscuro de lo lejano,
la piel ardida de la sal.
Cantará, cantaré,
viento y arenal.
Zamba de los adioses

Cae la tarde en los sauces


a la orilla del canal,
la luz cumbreña derrumba otra vez
en la montaña un imperio de sol,
todo el paisaje parece decir adiós
por esa luz que se va.

Venga la luna del otoño


sube y sube el arenal
sobre las viñas derrama su luz
luna de marzo, rocío y canción
me va pisando la sombra porque me voy
peinando la soledad.

Cómo olvidar el agua


que andaba en la acequia regando tonadas
cuando eras leyenda, Mendoza mía,
bajo el cielo enorme
de tu Aconcagua.
Hoy sé que duele la ausencia
y el corazón no sabe decirte adiós.

Cuando te piense de lejos


patria verde del lagar
volveré niño aromado de amor
al viento brujo del cañaveral
Iré a hondazos de sueños por el canal
mirando el adiós pasar.

Nadie se va de Mendoza
aunque piense que se va.
Madre es la tierra y el hombre raíz
árbol que crece en la paz estival
quedó durando en tu sangre porque yo soy
guitarra que volverá.
Zamba de los humildes (o La de los humildes)

Zambita para que canten


los humildes de mis pagos,
si hay que esperar la esperanza
más vale esperar cantando.

Nacida de los boliches


donde el grito alza su llama,
su canción de largas lunas
sabe la siembra y el agua.

Como un canto de la tierra


hay que cantar esta zamba,
hermana de los humildes
sembradores de esperanza,
alzada raíz de sangre
del fondo de la guitarra.

Mi pueblo la canta siempre


como si fuera una ausencia
la cara hundida en el pecho
hasta mirarse la pena.

Un corazón de camino
desde su canto regresa
a despertar el destino
que el pueblo en su pecho lleva.
Zamba del laurel

Si lo verde tuviera otro nombre


Debería llamarse rocío
Si pudiera volver desde el agua al laurel
Volvería a la infancia del río.

En lo verde laurel de tus ojos


El misterio del bosque se asoma
Y la vida otra vez vuelve flor de tu piel
Bajo un sol de muchacha y aroma.

Déjame en lo verde
Celebrar el día
Porque por lo verde
Regreso a la vida:
Yo muero para volver
Juntando rocío en la flor del laurel

Si lo verde supiera tu nombre


La ternura no me olvidaría
Porque viene de vos puro y simple el verdor
Como el simple verdor de la vida.

Se me ha vuelto cogollo el silencio


De esperarte a la orilla del río
Y me gusta saber que un aroma a laurel
Te llenó de rocío el olvido
Zamba del que anda solo

A lo lejos sube la polvareda


ademán del aire sobre la tierra,
seña del horizonte que me hace el monte y el arenal
donde empieza el camino y este destino de andar y andar.

Si no me recuerdan cuando yo vuelva


les dejo esta zamba contra el olvido
porque la ausencia mata y el solo muere de soledad,
para que no se olviden, me llevo el vicio de no olvidar.

El que anda solo ve en el humo una paloma,


un sueño allá, donde no se puede llegar;
yo lo voy a buscar por cielo, tierra y mar,
entre paloma y humo y aunque parezca polvaderal.

Porque yo te busco tiene el camino


no sólo distancia sino sentido
y aunque me cueste hallarte voy a morirme de caminar;
sé que me andás buscando porque te he visto la soledad.

Detrás de una noche de larga luna


me madruga el cielo de tu ternura
y cuando raya el día tus ojos salen a madrugar
y en todos los caminos la ausencia es sólo polvaderal.
Libros
PACHAMAMA

Poema de la tierra y el origen

Mendoza - 1955

Al corazón de lo simple y elemental.

A mi madre, que sabe decir:

"Antiguamente, la gente se saludaba sin conocerse".

leer Fragmento Final

Al publicar Pachamama, el teatro independiente La Avispa, cumple con otro de los propósitos de su
declaración de principios: estimular la labor de los creadores en Cuyo. Para ello ha sido necesario recurrir
de nuevo a la audacia de los integrantes de este grupo, que en su corta vida, ya ha probado con creces, el
valor de la voluntad puesta al servicio de la cultura popular.

Armando Tejada Gómez, el autor de Pachamama, es un hombre joven, que de golpe -y por su sola valía-
se incorpora al núcleo de grandes poetas americanos. Su poesía es un acontecimiento que casi nos
asombra. Y nos asombra en Cuyo -tierra de poetas- porque por sobre el tono intimista de algunos, la
cuerda erótica en otros y el trabajado arabesco de los más, la poesía de Tejada surge desnuda, densa de
pensamiento, tremendamente lógica en su ambición de abarcarlo todo, para resumirlo y darlo con un
sentido, con una ideología.

Un orden dramático perfecto preside todo su poema; no obstante ello, un lirismo masculino, civil
-diríamos- lo desborda, dando la medida de la futura obra del artista.

En Tejada, todo es grande; desde el tema -el hombre en su lucha, a través de la historia, por tomar
conciencia del mundo donde se realiza, hasta el mecanismo conceptual que le sirve para plasmarlo. La
fuerza y la belleza de su lenguaje, reside en su facilidad para desarticular, exhibir y reconstruir su visión
particular del mundo concreto. Porque Tejada define definitivamente -diríamos- no dejando lugar ni para
la imaginación ni para la sugestión. Poesía que explica, que enseña, poesía llena de tal madurez
-pensemos en sus 25 años- que parece como si el poeta se limitara a recoger, por privilegio de su oficio,
un salto espiritual colectivo; el paso de una a otra categoría de conciencia, en la comunidad, por imperio
de la amenaza de aniquilación que hoy se cierne sobre el mundo.

Armando Tejada Gómez viene cantando hacia nosotros con los brazos abiertos. Trae en un puño la
infancia de la humanidad; en el otro, su enorme fe en el destino material del hombre; destino de libertad,
destino de paz.
TONADAS DE LA PIEL

A mi padre Tropero,

fundador de caminos.

A mi gente.

Premio Juan Carlos DAccurzio, año 1955

Colección Clavel del Aire, Mendoza, mayo 1956

Obra premiada en el Concurso anual Juan Carlos DAccurzio, instituido por


Gildo DAccurzio y realizado, a solicitud de éste, por la Sociedad
Mendocina de Escritores. Año 1955.

Descripción de la Tonada

Soy el que canta

detrás de la copla.

Jaime Dávalos

Denso es el vino del cantor. Un aire áspero le roza los labios donde la risa estalla espaciosa, anárquica,
desmesurada: toda llena de un vigor escondido, parecido a la furia. Tapa su situación con vino. Se olvida
de acordarse. Canta. Ahora es Sábado, se desalquila del salario, se exime del sudor por esta noche y
mañana: la miseria se le olvida en la miseria. Es libre.

Manosea su libertad el peón, el empleado público, la mujer nativa. Todos los agregado al silencio. El
Pueblo. Exceden su imposibilidad cantando, dispuestos a descoser la noche, confabulados con lo
fabuloso, gigantescos. De pronto adquieren el tamaño de su sombra, altamente se agitan y gesticulan,
ejercitan su grandeza porque no caben en la noche. Son enormes.

Ahora la tonada les zumba en las orejas su moscardón nocturno, va y viene en el aire: la respiran. La
condición espesa de la copla los anega, su contorno carnal, lo imponderable; hay la atmósfera lenta, el
ruido del milagro, ciertas crepitaciones pegajosas, en fin, la circunstancia del presagio. Es cuando se le ve
el sexo a la alegría, se desnuda en los rostros, desciende de las bocas, cae al suelo. Y se va levantando un
polvo bárbaro, casi un viento exclusivo, un humo dulce, ese anillo de fuego en la garganta.

Como del cielo baja la guitarra, pobrecita y afónica. La humilde. Baja de un mueble viejo donde estuvo
dormida, cadáver semanal, luna reseca, con el vientre repleto de canciones terrestres, con una antigua
euforia en esa sombra, que aprisiona en la caja de sudada madera. Trae el diapasón prisionero, atado con
un lápiz mocho y un piolín, porque está ronca de rozarse en los hombres y hay que levantarle el grito,
porque la garganta traspasa su sonido hay que levantarle el grito, hasta que alcance, hasta que vaya con el
cantor, arriba, donde el poema espera desde siglos.

Entonces el cantor la pone entre las piernas, la abraza ciegamente con su sangre, busca su tono arisco,
hunde la cara en el pecho, ausculta el alma y se ponen a conversar mientras se afinan, dulces cosas se
dicen, se alejan y se encuentran: van penetrando el canto con el tacto desnudo. Es cuando hasta las
moscas se caen al silencio y la noche, ahí afuera, espera, espera tercamente que le rajen la panza:

Ya me voy para los campos

y adiós...

a buscar yerba de olvido

y dejarte

Cada uno se va para adentro, a contra sangre van, a contra olvido, porque la distancia es un grave
caminante vacío, es un dios sin espaldas, porque la distancia no vuelve jamás de la distancia.

A ver si con esta ausencia

pudiera...

con relación a otro tiempo

olvidarte

Es como remontar un río turbio. Como ir de hombre en hombre preguntando, averiguando fechas de
dolor enterrado; penetrarse sin asco, mirar hondo, tocarse el territorio con un clavo. Hasta encontrar el
otro, el que ya estuvo, el que salió semilla y volvió árbol.

He vivido tolerando

martirios

y jamás pensé mostrarme


cobarde,

arrastrando una cadena tan fuerte

hasta que mi triste vida se acabe

Porque a veces queda sólo la muerte necesaria, la incomprendida oscura, la remota. Queda casi raíz,
parece un puño, viene dentro del hombre, lo rescata. Ah, este largo naufragio, atisbo apenas, esta razón de
estar, quedar durando. ¡Cómo saber a fondo la tristeza! ¡Cómo encontrarle el dorso y derrotarla!

Cuando no aiga cielo ni agua

ni tierra,

se acabarán mis tormentos

aunque tarde...

Siente que el tiempo se ha quedado quieto, se ha dejado de andar ensimismado. Ahora el hombre lo
palpa, lo contempla, lo tutea de igual, le ata las manos. Le mira el corazón con un latido. Lo tutea, lo ata,
lo desata.

Pero el cantor ha venido por dentro de la tonada, le conoce las llagas por sus nombres, sus parientes: los
pájaros. Vecino en su país, profeta ardido, el cantor es un hijo de su canto; sabe la soledad de cada uno, es
un sabio ancestral vuelto palabra, río total del hombre, cauce loco: nace con cada copla a la esperanza. Y
La Tupungatina lo ha parido, lúcido como un sol de turbia llama! Ahora, ya al final, busca el cogollo,
demora el corazón de la guitarra, hurga en la concurrencia ese par de ojos, donde resido yo como una
lámpara. Y se enciende de amor, de puro instinto y va armando la copla y desgranándola:

La niña Florencia, viva,

ay que dice,

más linda que usté nú ay nadie,

nú ay nadie,

el sol se para a mirarla,

ay que dice,

dando güeltas en el aire,


aunque tarde...

Entonces, precipito los latidos en el corazón de mi madre, me anuncio en su sonrisa, ya soy beso y el
último pedacito de tonada se disuelve en la noche. Va a encontrarse conmigo en lo lejano...

INDICE

Pórtico

Territorio del Canto

Descripción de la tonada

América ancestral

Geografía de la tonada

El fundador del riego

Tonada del buscador

Leyenda del Clavel del Aire

Tonada del retorno

Tonada del hambre

Tonada de mi padre tropero

Tonada de tu piel

Cogoyos del coplero

Copla continental

Mapa del júbilo

Interior de la Tonada
Existencia de la arena

Cancionero del carbón

Resurrección de la ceniza

Sal terrestre

Hueso fundamental
ANTOLOGÍA DE JUAN

Dedicatoria:

Al Toto

que cayó para ponerme de pie.

A Raúl y a Lucas,

mientras avanzamos,

con esta garganta popular,

con esta mano de empuñar al hombre,

con esta boca de nombrar a todos.

Dicho y Hecho

En 1956 comencé a escribir esta Antología de Juan, del anónimo e innumerable Juan de todas partes del
país que al fin es uno mismo, inspirado en los dichos y hechos de su vida y era mi intención ir
agregándole poemas cada año con los testimonios recogidos a lo largo del país que recorro
incansablemente por pasión y por oficio de andar diciendo la poesía, devolviéndosela al pueblo de cuya
formidable aventura histórica me nutro: pero no era una tarea de testigo sino también de protagonista, por
eso estos poemas no han sido escritos desde afuera sino desde adentro de la pelea y contienen sin
retaceos el ruido del tumulto, porque como alguien dijo, el poeta es, también, un legislador permanente
de su pueblo. Sería doloroso ser sólo un tonto aparte, dolido solamente del rocío, como sería triste ser
sólo un combatiente que no viera el rocío. De esa madera está hecha la guitarra que aquí canta.

Armando Tejada Gómez - 1966

Los nuevos poemas de Juan


En el libro del viento, Juan, sobre mi hombro, sigue escribiendo su tumulto. Sin otro orden que el de su
propia urgencia. Por eso se mete a mi soledad y me impone su canto, subversivamente fuera de los planes
de mis libros y canciones, de mis tareas, de mi propósito de hacer de cada libro de poemas un cosmos, es
decir, una ordenación lo más ajena posible a la contingencia. No es posible evitar que se salga de madre.
En cualquier tiempo y lugar, dicta su militancia de hombre de todo tiempo y lugar. Y sus poemas se salen
de mis libros. A veces me los llevo a los recitales donde los otros Juanes esperan su palabra. Para que
entraran a su Antología, que sigue creciendo, esta vez tuvo que esperar diez años de obvia censura.
Cumplo con incluirlos en esta quinta edición que él estará revisando como siempre: sobre mi hombro.

Armando Tejada Gómez

La Cancionera, 25/4/87

INDICE

Coplera de Juan

Antiguo labrador

Muchacha

La canción el muro

Coplera del cantor

Hay un niño en la calle

Ese silbido duro

Petróleo y poesía

El río

Tango en la misma esquina

Coplera del alfarero

Un grito de ida y vuelta

Coplera del prisionero

Mufa de mala muerte


Vendimia de la Juana

Muchacho de septiembre

Coplera del viento

El himno a una voz

Proclama

Peatón diga no

El barco

Oficio de la luz

Los Nuevos Poemas de Juan

El libro del viento

Geografía de la rosa

Agustín cordobazo

La sílaba

Cuento en los bosques de Sherwood

La Catedral

Milonga de pocas pulgas

Personalmente

Coral Bolívar

Rederas de Castro Urdiales

Falta envido

Golpe de timón

Para leer cantando

El desarmado

Los ríos del cielo


Canción de la niña judía

Regreso del malvón

Canción del cabecita

Manual del tigre

La tarea

Vivirse todo

Tiempo al tiempo

Canción por la ventana

Ranchera de Adelita

Salmo vivo

Manual de la palabra
LOS COMPADRES DEL HORIZONTE

Dedicatoria:

A Benito Marianetti

y Angel Bustelo,

compadres del horizonte.

FUNDAMENTO

Después a los cuatro vientos

los cuatro se dirigieron,

una promesa se hicieron

que todos debían cumplir,

mas no la puedo decir

pues secreto prometieron.

Les alvierto solamente

y esto a ninguno le asombre

pues muchas veces el hombre

tiene que hacer de ese modo,

convinieron entre todos

en mudar allí de nombre...

José Hernández
Canto final del Martín Fierro

INDICE

1. Los Compadres

Fundamento (José Hernández)

1 (Retomemos...)

Incendio del Compadre

2 (Inevitables...)

Nochedanza de la Matilde Luna

3 (Salirse...)

Memoria del Guitarrero

4 (La muerte...)

Destinación de las Gaviotas

5 (Sobre ceniza...)

Espera del Pedro Changa

6 (Así, pues...)

El Porfiao

7 (Había galerías...)

La Juana Robles llorando

8 (De repente...)

Doña Florencia Arboleda

9 (-qué fue?...)

La Verdadera Muerte del Compadre


10 (qué se yo...)

2. Manifiesto del Horizonte

1 (Aquí la gente...)

2 (A esta hora...)

3 (El compadre...)
AHÍ VA LUCAS ROMERO

En memoria de Aniceto Soria,

Ludovico Marani

y de nuestros abuelos,

campesinos de greda y horizonte,

que hicieron este valle.

Mendoza, octubre 1962

INDICE

Filiación del rocío

Coral del nacimiento

Revés del cancionero

El verde coraje

Luna de marzo

Los profetas

Sol a destajo

Tregua del día

Los duendes

Furia

Candil de la asamblea

Míster mandamiento

Coral del vecindario

Plenario de la noche
Las puertas del día
TONADAS PARA USAR

Dedicatoria:

A Gloriana,

este poema mío

de una sola palabra

INDICE

Che, Buenos Aires

Carta al hombre del día

Las tonadas

-Tonada 1

-Poeta de la legua

-Tonada 2

-La flor

-Tonada 3

-El sembrador de vientos

-Tonada 4
-Discurso del fuego

-Tonada 5

-La mancha (a Martin Luther King, in memoriam)

-Tonada 6

-El bosque lejos

-Tonada 7

-Canción de un peso

-Tonada 8

-Clave para los lunes

-Tonada 9

-La gran guerra

-Tonada 10

-La catedral del agua

-Tonada 11

-Informe en las tinieblas del último marine en Vietnam (*Ord om Vietnam)

-Tonada 12

-Algo se mueve

-Tonada 13

-Cuento de aquella tarde

-Tonada 14

-El aquelarre

-Tonada 15

-El rostro

-Tonada 16

-Ronda del ciego

-Tonada 17
-Gustavo, el preceptivo

-Tonada 18

-Cuento para hombres solos

-Tonada 19

-La veleta y el viento

-Tonada 20

-Pan del solo

-Tonada 21

-El bienaventurado

-Tonada 22

-Después del hapennig

-Tonada 23

-Muerte en lo verde (a Santiago Pampillón)

-Tonada 24

-Trapalanda

-Tonada 25

-Sí, camarada

-Tonada 26

-Salmo de un grito

-Tonada 27

-La lucha

-Tonada 28

-Feliz Navidad

-Tonada 29

-Tonada del entenado

-Tonada 30
-¿Qué hay detrás de un Colorado?

-Tonada 31

-La chispa

-Tonada 32

-La pobre gente *

-Tonada 33

-Ritual de la sangre

-Tonada 34

-Funeral del soldado

-Tonada 35

-El subversivo

-Tonada 36

-El vino triste

-Tonada 37

-Réquiem por la modelo

-Tonada 38

-La eternidad

-Tonada 39

-El día de San Bartolomé

-Tonada 40

-El día que despedí a la soledad

-Tonada 41

-El cristal con que se mira

-Tonada 42

-Los oficios del agua

-Tonada 43
-Los trapios al sol

-Tonada 44

-Prohibido prohibir

-Tonada 45

-Ejecutivo junior

-Tonada 46

-El huso

-Tonada 47

-La noche quedó atrás

-Tonada 48

-Mirar la vida (a Carlos Alonso)

-Tonada 49

-El huésped de la lluvia (a César Vallejos)

-Tonada 50

-Al freír será el reír

-Tonada 51

-El vino del pobre

-Tonada 52

-El pez por la boca muere

-Tonada 53

-Oración por mi enemigo

El hombre del cántaro


PROFETA EN SU
TIERRA

A Domingo, Glorianita

y Paula,

que tienen toda una Patria

por delante.

prólogo: Noticia del poeta y


su tierra

por Alfredo Varela

Ilustraciones por

Enrique Omar Sobisch

Orden del libro

Como el cantor no tiene otra biografía que su canción, esta selección de mis poemas y mis libros, son mi
breve historia. Es que la poesía no se hace con esto ni con aquello sino con toda la vida. Así pues, hay
aquí, fragmentados, los ocho principales libros que he escrito. Falta uno: Creciente Cuba que es
imposible fragmentar y cuya extensión lo obliga a esperar su propia edición. No es que yo piense que los
poemas escogidos de cada libro sean los mejores. Es que había necesidad de no abultar más este libro.
Nada de lo que escribí niego. Por el contrario, asumo una por una todas las palabras adonde fui dejando
el júbilo y la furia, el testimonio áspero y caliente de ser poeta desde el carozo mismo de mi Patria y
América.

Argentina, 1968.

INDICE

Noticia del poeta y su tierra

Escritura en la sangre
Pachamama

Pachamama (fragmento Canto I)

Pampa y zonda (fragmento Canto II)

La montaña (fragmento Canto III)

El agua (fragmento Canto IV)

La raíz del canto

Tonadas de la piel

Existencia de la arena

Cancionero del carbón

Resurrección de la ceniza

Sal terrestre

Hueso fundamental

Antología de Juan

Coplera de Juan

Antiguo labrador

Muchacha

La canción del muro

Hay un niño en la calle

Petróleo y poesía

Un grito de ida y vuelta

Coplera del prisionero

Muchacho de septiembre

Coplera del viento


Peatón, diga no

El barco

Luz de entonces

Memoria del grillo

Vagando por ahí

Primera soledad

La noción del mar

Noción de septiembre

Fabulación del mágico

La vida dos veces

Numeración del mundo

El aprendiz de brujo

El espejo en la acequia

Niebla del miedo

El tábano

Historia de tu ausencia

Historia de tu ausencia

Adolescente desocupado

Carta bajo la lluvia

La barca

Los compadres del horizonte

Incendio del compadre

Nochedanza de la Matilde Luna


Memoria del guitarrero

Destinación de las gaviotas

Espera del Pedro Changa

El porfiao

La Juan Robles llorando

Doña Florencia Arboleda

La verdadera muerte del compadre

Manifiesto del horizonte

Ahí va Lucas Romero

Filiación del rocío

Coral del nacimiento

El verde coraje

Los profetas

Tregua del día

Furia

Candil de al asamblea

Míster mandamiento

Plenario de la noche

Las puertas del día

Tonadas para usar

Canción de un peso

La gran guerra

Informe en las tinieblas del último marine en Vietnam

Qué hay detrás de un colorado


La pobre gente

El pez por la boca muere

La lucha

Tonada del entenado

Prohibido prohibir

Réquiem por la modelo

El bienaventurado

Muerte en lo verde

Algo se mueve

El aquelarre

Los trapitos al sol

Funeral del soldado

El subversivo

Ejecutivo junior

La veleta y el viento

El vino triste

El cristal con que se mira

Sí, camarada

Ronda del ciego

El sembrador de vientos

Poeta de la legua

La noche quedó atrás

El día de San Bartolomé

Oración por mi enemigo


AMANECER BAJO LOS PUENTES

Dedicatoria:

A mis amigos

INDICE

Largo día de verano

Memoria del grillo

La noción del mar

Canción de largas calles

Letanía de las viejas

Mi hermano golondrina

Los jotes

El trufa

Este tranvía...

Amanecer bajo los puentes

La huelga

Mamá metáfora

Lamentación de las comadres

Raúl marinero

La fonda del gitano

Papá Galope

Rosario por la Pancha


La María Macho

La noche

La dinastía

El miedo

El boliche

El cantor

La salamanca

Muerte del Tiburcio

La lluvia

La creciente

El regreso del grillo


CANTO POPULAR DE LAS COMIDAS

Dedicatoria:

A Josué de Castro,

porque su memoria

despertará a los pueblos.

Fe de búsquedas

El primer deslumbramiento que tuve con el tema de las comidas en la poesía, fue en mi niñez leyendo
nuestro poema nacional Martín Fierro:

Venía la carne con cuero,

la sabrosa carbonada,

mazamorra bien pisada,

los pasteles y el buen vino

pero, ha querido el destino

que todo aquello acabara...

Me inoculó cierta nostalgia esa sentencia, nostalgia por un menú que creí irrecuperable y que, creciendo,
rescató la mano del pueblo, pues ninguno de esos platos habían caído al olvido como creía don José
Hernández. Más acá y ya lector infatigable, advertí en mis andanzas de cantor de ranchos y boliches, las
innumerables referencias a los alimentos, su preparación y sus bondades que hay dispersas tanto en la
copla popular anónima como también en el cancionero folclórico no sólo de nuestro país, sino también en
el de España y la América Latina.

Allá por 1950, conocí fragmentos de la chilenísima Epopeya de las comidas y bebidas de Chile del gran
Pablo de Rokha, precursor colosal -como a él le gustaba decir- de la poesía latinoamericana de masas.
Luego, en cientos de libros perseguí las ocasionales alusiones a las comidas y celebré largamente el
abordaje del tema por el otro Pablo inmenso, Neruda, en sus sensuales y bellísimas odas al caldillo de
congrio, al ajo, a la cebolla. También me deslumbré de encontrar el olor a cocina en algunos textos
sagrados de distintas religiones y, fundamentalmente, en esa catedral de conocimiento antropológico que
es La rama dorada de Sir James Frazer.

No obstante, y como todos saben, la literatura sobre el tema es por demás exigua, y mis búsquedas, sobre
todo históricas, han sido mayormente infructuosas. Tan es así, que al disponerme a escribir un
Cancionero nacional de las comidas, origen de esta obra, con el músico salteño Gustavo Leguizamón,
me encontré con un territorio inexplorado en nuestro país desde el punto de vista de la poesía. Todo lo
que pude hallar está en la literatura de investigación folclórica, y los textos, casi siempre antiguas
ediciones, son muy difíciles de consultar.

Tema tan subestimado por nuestro interés cultural ha provocado el asombro de la mayoría cuando se supo
que yo estaba escribiendo sobre un asunto aparentemente tan distante de la poesía, según esta es
entendida por nuestras costumbres mentales. Durante los dos últimos años he amolado la paciencia de
amigos y desconocidos urgiéndoles datos, comentarios, alusiones, notas y cualquier material escrito,
literario o no, que me ayudara a penetrar el cerrado mutismo en que hemos mantenido un hecho de tal
categoría vital y tan lleno de connotaciones subyugantes.

En la tarea he descubierto cosas tan sorprendentes como que la comida regional es el único elemento
folclórico vivo, pues nadie puede preparar plato alguno partiendo de los habituales recetarios de cocina,
sino por la tradición oral y la práctica directa. En fin, que, como siempre, no sólo he ido escribiendo el
poema, sino también aprendiendo, a medida que entraba en el tema.

Se advertirá claramente que, al contrario de los gigantes que me preceden -De Rokha, Neruda-, yo he
dado menos materia poética al mundo de las sensaciones del paladar, porque me ha importado mas
expresar la relación dialéctica que las comidas tienen en la vida del hombre y de los pueblos,
ajustándome a una geografía necesariamente limitada: lo que podemos definir como civilización de
Tiahuanaco, esa zona de influencia cultural que va desde el alto Perú al Río de la Plata, acentuando el
contenido nacional de que se nutre mi poesía y a insoslayable regionalidad argentina de mi palabra.

Por último, y ya con la obra terminada delante, estoy cierto de que este poema no es sino un punto de
partida. Me he preguntado también si en lugar de un poema a las comidas, no he escrito una especie de
geopoética del hambre en nuestro continente, y se me ha impuesto la obligación de dedicarlo al brasileño
Josué de Castro, cuyos libros han dado a este poema ese estado de conciencia de lucha contra el
subdesarrollo en nuestro Continente, vértebra de una lucha política y cultural contra el imperialismo
donde la epopeya no se cuente sólo por los héroes, sino por la presencia de las masas populares en la
transformación de la vida histórica.

Armando Tejada Gómez

INDICE

Fe de búsquedas
El canto popular de las comidas
La fiesta del pobre
Salmos de piedra
Crónica de Indias
La sudestada
El día que llegaron las gaviotas
Buen día, Patria
El hombre del ají
La mujer de la albahaca
La gente del laurel
Menú del día
Milonga de los asados
Recetario del viento
Lugar de origen
Marian Buenos Aires
Oficio del ausente
Carta de vinos
Canto muchedumbre
Vocabulario
DIOS ERA OLVIDO

Dedicatoria:

Es cierto, Agustín,

la muerte puede

cuando el amor no puede.

Dios era olvido es la primera novela de Armando Tejada Gómez, escritor y poeta nacido en Mendoza,
cuya vasta obra literaria se ha encauzado hasta hoy por los caminos de la poesía y de la canción popular.
En la primera línea destaca su Canto Popular de las Comidas, galardonado con el primer premio de
poesía de Casa de las Américas, de La Habana, en 1974. Como folklorista fundó en 1963 el movimiento
Nuevo Cancionero que dio origen a la nueva canción argentina. Sus composiciones las cantan los más
egregios representantes del folklore sudamericano.
En la novela Dios era olvido, premio Villa de Bilbao 1978, desarrolla una estremecedora historia sobre el
origen social de la violencia, en un medio primario y sobrecogedor como es la vida de los marginados
que habitan las Villas Miseria de Argentina. A través de un lenguaje de riquísima originalidad, plantea
una inquietante interrogación sobre qué es la realidad en realidad; los seres vivos y palpitantes de la
narración hacen brillar de vez en cuando el amor, la ternura y la alegría de vivir, como diamantes brutales
en medio de la ciénaga que los circunda. La novela ofrece además otro fenómeno tan inquietante como su
trama: el ensanchamiento continental del idioma castellano hasta el límete de crear un idioma dentro del
propio idioma.
La novela que presenta Ediciones Albia, supone la aparición en todo el mundo de habla hispana de un
nuevo hito de la narrativa en nuestra lengua.

INDICE

1. Tonada de la Calle Larga


2. El Nazario
3. Conversaciones de Boliche
4. La Eulalia
5. Memoraciones
6. El Quiñao
7. El Yarko
8. Las Trutrucas
9. EL Olegario Bazán
10. Conversaciones en el Mar
11. El Ventarrón
12. El Mazamorra
13. La Dejada
14. EL Tirao Rodríguez
15. Malvita
16. Conversaciones de Boliche
17. La Dejada
18. Don Hermenegildo Stefanelli
19. Eloy
20. Malvita
21. Comisario Garramuño
22. Almirón
23. El Quiñao
24. El Macetón
25.
26.
27. Carta al Mar
28. Tonada del canal
CANCIONERO TODA LA PIEL DE AMÉRICA

LAS RAICES

En mi región, mezclado con muchas voces quechuas, se hablaba el


mapuche, el idioma de ese antiguo país que fue la Araucanía y que
comprendía totalmente a Chile y a gran parte de la actual región sur de
nuestro país. Los araucanos fueron una tribu de guerreros y cazadores, de
la que en algún momento la comunidad huarpe se separó para vincularse
más con el Inca, a quien tributaron. Así, los huarpes se hacen depositarios
de la milenaria civilización del riego, introduciendo el labrantío en el oeste
de lo que es hoy la República Argentina.

(continua...)

INDICE

La de los humildes

Zamba de la distancia

Zamba del riego

Tierno nogal

Volveré siempre a San Juan

Canto al abuelo de greda

Luna de Córdoba

Canción para un niño en la calle

Coplera del prisionero

Cosa de todos

Zamba de Chilecito

Qué decoro doña Clara

Zamba del nuevo día

Regreso a la tonada

Paloma y laurel

Zamba del laurel


El viejo luchador

La Rioja verde

Milonga para una calle

Flor de la leña

Canción de la ternura

Balada de marzo

Canción de lejos

Canción del forastero

Canción con todos

Fuego en Anymaná

Canción con aire a María

Zamba azul

Triunfo agrario

La Pancha Alfaro

Canción de simples cosas

Resurrección de la alegría

Apéndice
HISTORIA DE TU AUSENCIA

HISTORIA DE ESTA HISTORIA

De un modo pertinaz y casi inexplicable, este libro, cuya primer versión


tomó forma allá por 1960, nunca fue publicado. Algunos poemas sueltos
han circulado en revistas y alguna que otra antología de magra difusión
como casi todas ellas. Ahora mismo no sabría explicar por qué no lo di a
editar. Acaso sea debido a una reserva interior de hacer pública cierta
intimidad de estos sentimientos y sensaciones tan personales y recónditas.

continua...

Acaso, también, porque entonces pensara que el amor que las mujeres aludidas aquí dejaron en mi vida,
era cosa estrictamente mía -y de ellas, claro- y no lograba vencer la absurda resistencia a ventilar estos
estremecimientos, dolores, deslumbramientos que han pasado, como un viento dulce o terrible, por mi
corazón. Absurda resistencia porque, precisamente, los libros de poesía son en general testimonios de este
asunto inextinguible del hombre y la mujer de todos los tiempos. A salvo ya de ese largo pudor por mis
asuntos personales, los doy a la luz con el mismo título del original, si bien que engrosados con los
poemas que sobre el tema he ido pergeñando en distintos momentos y lugares, durante estos últimos 22
años. Muchos de estos últimos han circulado como canciones en la última década y más de uno ha
alcanzado enorme popularidad gracias a los modernos medios de difusión y al auge de la canción popular
tanto en nuestro país como en el exterior.

En verdad, pienso que entrego a los lectores que siguen mi obra -salvadas sean las prohibiciones de mis
libros y canciones- un costado novedoso de mi escritura y de mi ser interior. Apenas asoma aquí el poeta
rebelde, entregado en cuerpo y alma a la lucha por el destino de los desposeídos, las fracturas históricas
de mi patria y el destino de los pueblos de América Latina y el mundo, que protagonizan de un modo
insoslayable el contenido de mi obra total, ya extensa, discutible -¡y vaya cuanto!-, controvertida, como
toda obra humana.

Serán transparentes al lector los desniveles de lenguaje, estilo, tono, tratamiento temático y actitudes
espirituales ante las mujeres que he amando sin olvido durante estas casi tres décadas de mi vida. Debo a
ellas la mitad más hermosa del hombre que soy. Ellas, todas, han compartido todos los riesgos de mi
lucha por el pan, la tierra y la libertad. En homenaje a ellas, este libro ve luz del día.

Que el amor sea con vosotros.

Armando Tejada Gómez

La Cancionera, Guernica,

Provincia de Buenos Aires,

El 13 de julio de 1982.
INDICE

Historia de esta historia


El adolecido
Historia de tu ausencia
Historia de tu ausencia 2
Historia de tu ausencia 3
Historia de tu ausencia 4
La calle con la luna
Domingos a la tarde
Cita en la misma esquina
Carta bajo la lluvia
La Barca
Canción con vos
Canción cuando te vas
Canción del día que vuelve
Canción del forastero
Cumpleaños del jazmín
La plaza de los tilos
Ronda para barrer el patio
Tonada de la tarde
Cosas pequeñas
La vida vuelve
Jugar con fuego
Sencillo exilio
El desterrado
Manifiesto de la siesta
Strange love
Ultimo viaje
Ronda de Teresa
Lo mío es tuyo
Resurrección de la alegría
BAJO ESTADO DE SANGRE
Dedicatoria:

A Alberto Burnichón
y Lucho Torres Agüero
que quisieron para mí
una palabra sin olvido.

A Pablo y Gabriel,
porque por ellos veo
el día de mañana.

A cada uno.

Armando

Cuestionario en la Legua
La Juglaría que he ejercido y ejerzo en todos los rincones de mi país, América y el mundo exterior que he
podido recorrer -desde -China al Estrecho de Magallanes-, ha sido y es un intento de convertir a mi
poesía en un género popular, en un pan cotidiano del espíritu de los seres humanos. He buscado
conseguirle espacio junto al canto, del que es fundadora; el teatro, el cine, la danza, todos los géneros, en
fin, de participación colectiva. Por eso, hace como treinta años ya, renuncié a cantar. Tomé la palabra y
me fui con ella por la legua. La metí en las canciones sin desmedro de ella. Escribí libros de danzas para
los bailarines de nuestro folklore. La tramé en espectáculos y cantatas. La puse a caminar todas las calles,
las aldeas y los pueblos de la vida. Usted dirá si lo he conseguido.
Le advierto que no sólo las canciones me siguen en el canto de otras voces: recitales, emisoras de radio y
TV, socavones donde se macera la Nueva Canción. Con la misma frecuencia, mis poemas salen a
encontrarme en la voz de la gente en sitios inimaginables. Ya sabe usted que el pueblo tiene más memoria
que uno. Con y por mis poemas y canciones he entrado y salido de las prisiones. Han sido mi premio y
mi castigo. Todas las dictaduras nos han prohibido. De ahí que yo tenga como evidencia -y acepto su
opinión en contrario- de que esto ha sido así, porque encarnaron en mi prójimo, al punto de que, a las
puertas de este nuevo libro, voy a dialogar con él, es decir con usted, tratando de recordar el cuestionario
de la legua, ese reportaje sin fin que el pueblo me hace, sin agua va, allí donde me encuentra.
-¿Qué quiere decir: BAJO ESTADO DE SANGRE?
-Hasta diciembre de 1973 -y desde 1930- habíamos vivido bajo Estado de Sitio; a partir de ahí
comenzamos a vivir bajo Estado de Sangre.
-Siempre hubo matanzas: la Semana Trágica, la represión sangrienta en la Patagonia, los
asesinatos políticos aquí y allá, los fusilamientos de José León Suárez, la masacre de Ezeiza...
-Cierto. Pero eran horrores aislados. Dolorosas anécdotas del espanto. Es a partir del golpe militar de
1976, que el Estado de Sitio ya no basta. Ahí comienza el Estado de Sangre. La Doctrina de Seguridad
Nacional del Pentágono. El terrorismo de estado. La guerrilla, lo que llamaron «la subversión» estaba ya
en dispersión en lo rural y lo urbano. Fue el gran pretexto para imponer por el terror una economía de
total dependencia al imperialismo yanqui. El otro objetivo fue el vaciamiento cultural: exilios,
prohibiciones, muertes. Pensar y escribir el pensamiento fue un delito. El otro, ser joven.
-¿Este libro es una especie de reflexión sobre lo que pasó?
-No. Estos poemas fueron escritos bajo Estado de Sangre en su mayoría, durante la Resistencia. Son
hojas de la clandestinidad. Hacía montones de copias y las distribuía en las casas del pueblo, por si me
llevaban o me mataban. Donde podía los grababa. Fueron difundidos uno por uno, por debajo. Dispersos,
claro. En todo el país alguien tenía uno dicho o escrito.
-¿Usted no se exilió?
-No. Siempre quise tener una hendidura, un resquicio para volver a entrar al país. Si me asilaba ya no
podía volver. A todo riesgo, yo volvía.
-¿Muchas veces?
-Dos fundamentales: cuando el conflicto del Beagle, 5 de enero del 79, y el 7 de abril del 82, cuando la
Guerra de las Malvinas. Esta vez, desde México.
-¿Por qué no publicó este libro antes?
-Porque entonces estaba prohibida hasta la mención de mi nombre. Era un muerto en vida dentro de mi
patria. Todos lo saben. Es obvio. Sólo aparecieron dos libros bajo el Estado de Sangre, no, tres: mi
biografía de Horacio Guaranv, en Gijón, Asturias; Dios era olvido, en Madrid, en editorial Albia,
subsidiaria de Espasa Calpe que presentó en la Feria del Libro esa novela y Toda la piel de América,
gracias al coraje de Lucho Torres Agüero.
-¿Qué hay de su obra anterior?
-Está agotada. Ahora irá reeditándose.
-Hay una generación entera que no lo conoce, o conoce alguna de sus canciones.
-Cierto. Para ellos soy un poeta nuevo. Es una propuesta hermosa del surrealismo latinoamericano.
-¿Cuántos libros ha publicado?
-Más de veinte.
-¿Cuántas canciones ha escrito?
-Ni idea. Como mil.

-¿Cuál es la diferencia entre un poema y una canción?


-Sólo que el poema canción lleva música adicionada al texto.
-¿El poema propiamente, o tradicionalmente dicho, tiene música?
-Es lo que tiene. Por eso no es prosa.
-¿La prosa puede tener música?
-Si el escritor quiere, sí.
-Cuando usted estaba prohibido a cal y canto, un compadre suyo me dijo que había mucha gente
viviendo de su silencio.
-Ahora están agonizando.
-Aparte de poesía, ¿qué otra cosa hace usted?
-Hijos. Vamos, poemas con patitas
-Usted vive de la poesía.
- Por y de mi poesía.
-¿Bien?
-Decorosamente. Pero gracias a ustedes que compran discos, pagan entradas a mis recitales, compran,
cuando hay, mis libros. De ese modo. Yo estoy rentado por el pueblo hace añares.
-¿Cómo es su vida política?
-Política.
-¿Qué le diría a los jóvenes?
-«Que hay que soñar la vida para que sea cierta».

INDICE

Mirar y ver
Cuestionario en la legua
Tonada del humo
El desfile
El día del halcón
Días de osario
Teoría de la mano menos
Oración a la bandera
La vida es un peligro
Soneto y medio
Canción de los amigos
Estar y andar
El exterminador
Conocimiento de las cosas
Ronda en las viejas ciudades
Estética de la señora
Introducción a la mentira
Silbo del tímido
El viejo luchador
Siesta
Pueblo chico
Descubrimiento de las cosas
La frontera
Carta de Bodas
Cuando Dios descansa
Canción del venidero
Cuento con ausencia
Réquiem por Beverly Hill
El día que llovió ceniza
Chacarera del aparecido
El mundo es un pañuelo
Un cielo para Ramona
Informe para ausentes
Segundo informe para ausentes
Tercer informe para ausentes
Elogio de la culpa
Fogatas sobre Babel
El taller del cielo
Yaraví del metro de París
El castillo de naipes
Balada del nadie
Sinfonía coral a las Madres de Plaza de Mayo
EL RÍO DE LA LEGUA
A Dorita,
que caminó conmigo
esta legua de sueños

Armando Tejada Gómez terminó su novela El Río de la Legua a


fines de 1979.
Fue presentada en los concursos Editorial Planeta, Barcelona, Es
paña, 1980 y Plaza y Janés, Argentina, 1982, y en ambos fue
finalista, no mereciendo el logro de su publicación.
Por cierto que entonces pesaba sobre el autor una absoluta
prohibición de toda su obra literaria y musical, así como la
mención de su nombre en los medios de difusión del país.
Esta novela indaga, profundamente, en nuestros orígenes, en
nuestro espíritu, en nuestra cultura.
En ella, todos nosotros nos sentimos representados.

INDICE

Mester de fundaciones / 1
Don Cleto
Los Desterrados / Pago Lejos
Mester de Fundaciones / 2
Don Cleto / 2
Los Desterrados / Ué, Paesano...!
Mester de Fundaciones / 3
Don Cleto / 3
Los Desterrados / El Río Verde
Mester de Fundaciones / 4
Los Desterrados / El Sol viene del Este
Don Cleto / 4
Los Desterrados / Clave de Sol
Don Cleto / 5
Mester de Fundaciones / 5
Los Desterrados / Un grito de Muy Lejos
COSAS DE NIÑOS Estas Cosas de niños que les entrego ahora son las reincidencias
intermitentes a un paraíso que siempre intento recuperar y que siempre,
en mágicos lugares, sorprendo en los niños. No tengo más que pensarme
para saber que el hombre es el hijo del niño que fue, como leí en un
artículo del mexicano Carlos Fuentes.
El material que les brindo es casi inédito, salvo Cita en la misma
Esquina, Hay un niño en la calle, autobiográfico y La Vida Dos Veces,
que por la popularidad que alcanzaron y tienen, van en letra cursiva,
expresamente.
Es obvio que este es un libro para adultos, para que hacia adentro, no
sigan adulterándose y terminemos adúlteros de ese patrimonio único y
último que no conoce la traición, la mentira ni la desesperanza, porque
está y estará siempre disponible para empezar la vida.
Salgo siempre con el niño que fui y suelo preguntarle si aún me le
parezco.
Armando Tejada Gómez ....
Colección Letas / Poesía
Ediciones Letra Buena Ilustraciones

INDICE

01 - Prólogo con cielo ......................................................................................................................... 5


02 - Cita en la misma esquina ............................................................................................................. 6
03 - Primera soledad ............................................................................................................................ 8
04 - El espejo en la acequia ................................................................................................................ 9
05 - Niebla del miedo ......................................................................................................................... 10
06 - Numeración del mundo ............................................................................................................. 11
07 - El repartido .................................................................................................................................. 12
08 - Fin del juego ............................................................................................................................... 13
09 - Si mama ........................................................................................................................................ 14
10 - Galopes en el cielo ..................................................................................................................... 15
11 - Penitencia del mal ...................................................................................................................... 16
12 - Abolición del miedo .................................................................................................................. 17
13 - Sol naranja .................................................................................................................................. 18
14 - La gotera ..................................................................................................................................... 19
15 - Domingo por medio ................................................................................................................... 21
16 - Malas palabras ........................................................................................................................... 22
17 - El imaginario ............................................................................................................................... 23
18 - Ladrones del alba ...................................................................................................................... 24
19 - Primera Ausencia ...................................................................................................................... 25
20 - Que los hay, los hay ................................................................................................................. 26
21 - Hay un niño en la calle ............................................................................................................. 27
22 - Canción de la ternura ................................................................................................................ 31
23 - Tonada del humo ...................................................................................................................... 32
24 - La frontera .................................................................................................................................. 33
25 - El día que regaron vino ............................................................................................................ 34
26 - Avelino ....................................................................................................................................... 35
27 - Oración solar .............................................................................................................................. 36
28 - El cuento del tío ......................................................................................................................... 37
29 - Los gorriones ............................................................................................................................. 38
30 - Primo cantor ............................................................................................................................... 39
31 - Arrorró del amor ........................................................................................................................ 40
32 - El abecedario .............................................................................................................................. 41
33 - Tonadita del patio ..................................................................................................................... 42
34 - Pan negro ................................................................................................................................... 43
35 - Noción de Septiembre .............................................................................................................. 44
36 - La flor del agua .......................................................................................................................... 45
37 - Furtivos ...................................................................................................................................... 46
38 - Canción para tomar la sopa ..................................................................................................... 47
39 - Hechos a golpes ....................................................................................................................... 49
40 - Mester de alfarería .................................................................................................................... 50
41 - Los otros .................................................................................................................................... 51
42 - Cuento con ceniza .................................................................................................................... 52
43 - Locos de la guerra .................................................................................................................... 53
44 - El desayuno ............................................................................................................................... 55
45 - El mago ....................................................................................................................................... 56
46 - El tábano .................................................................................................................................... 58
47 - El aprendiz de brujo .................................................................................................................. 60
48 - Fabulación del mágico ............................................................................................................. 62
49 - El día que llovió ceniza ............................................................................................................ 63
50 - Ninerías ...................................................................................................................................... 65
51 - La vida dos veces ..................................................................................................................... 67
Dibujo de Carolina
Dibujo de Pablo Tejada Dibujo de Gabriel Tejada
Tejada
"Sin memoria no se puede escribir", dijo Ernest Hemingway poco
tiempo antes de su muerte. Pero no se refería exclusivamente a la
memoria que almacena los conocimientos adquiridos sino también, y
especialmente, a la memoria de los ancestros, aquella yacente en los
meandros y recovecos de la subconciencia, así como a la más combatida
por los poderes dominantes: la memoria popular.
A todas estas memorias, que en su conjunto constituyen La Memoria,
rescata Armando Tejada Gómez en Los Telares de Sol, último libro -es
de presumir que inconcluso- que ahora se edita después de su reciente
fallecimiento. Allí transcurren las tragedias y los sucesos de la conquista
y avasallamiento de América de una manera, diría, mágica.
Rescata voces, palabras, todo un pensamiento cosmogónico del
aborigen, elementos que han quedado aprisionados, apretados contra el
horizonte o en el último recodo de la memoria ancestral. Creencias,
mitos hasta lo profundo del pensamiento religioso, punto de partida de la
vida social de los distintos asentamientos tribales americanos.
Es mucha y muy densa la obra de Armando Tejada Gómez donde nada
sale de contexto: todo tiene una unidad monolítica.
Como siempre ha sido en la historia del arte, en la tarea de los grandes
Ediciones Culturales de creadores. Los Telares del Sol es un libro que se inscribe en las más altas
Mendoza cumbres de la poesía americana, llega, duele, conduele, lucha y enciende
una esperanza en este dolido continente o, si se prefiere, en este
desmantelado subcontinente
Ilustraciones Hamlet Lima Quintana

INDICE

Prólogo
Telar del Almirante
El Telar del Sol
Telar de los Andinios
El Telar
El Telar de los Mapas
Telar de la Sangre
Telar de los Otros
El Telar de la Vida
El Telar del Enterrado
El Telar del Aire
Telar del Otro
Telar de la Cebolla
Telar de la Luz
Telar de Dos
Telar de los Nombres
Telar de las Palabras
Telar de Vespucio
Cantar de Travesías
Telar del Humo
Telar del Jugo Verde
Telar de la Maldición
Telar del Amauta
Telar de la Cultura/1
Telar de la Cultura/2

También podría gustarte