Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El cuerpo
h u m a n o com o te x to . ¿V iolencia o po sib ilid ad ?
I
Desde una versión de la filosofía de la técnica, Ortega y Gasset, filósofo contemporáneo
español, había planteado que el hombre, a diferencia del común de los animales, no se
acomoda, no se adapta a su nicho biológico. 1 El hombre es pensado como un ser técnico,
más por la razón que lo caracteriza que por el uso de ciertos instrumentos, pues es la propia
razón la que puede ser pensada como instrumental. 2 No obstante que el ser humano está
en la naturaleza— si es que hay tal cosa— paradójicamente es extraño a ella. El filósofo
establece una metáfora y sugiere pensemos, sirviéndonos de un mito, al hombre en sus
inicios como un animal cualquiera— naturaleza que pertenece a la naturaleza— caído
accidentalmente en un pantano infectado. Pero el hombre no murió al caer, sino que salió
de ahí enfermo, eso le causó una hipertrofia cerebral y, en vez de volverse como cualquier
otro animal hacia el exterior, ya fuera para cazar o para defenderse de los peligros externos,
se volvió hacia sí mismo, hacia su interior, y así empezó a fantasear. Se erigió como una
especie de anomalía en aquella naturaleza. Para Ortega el hombre es hijo de la fantasía, se
ha alejado del instinto, necesita modificar su entorno y a sí mismo. La diferencia entre el
hombre y los animales no sería sólo biológica, sino también ontológica.
Por otro lado, Peter Sloterdijk, filósofo alemán, en un polémico ensayo publicado
en castellano a principios de este siglo, Normas para el parque humano, polemiza con ironía
en torno al hombre respecto del humanismo clásico, como esa forma de humanismo que
ha encerrado al hombre y a su presunta esencia en la idea de que el hombre es un animal
racional. Encuentra que después de los siglos— unos dos mil quinientos años después de
Platón y dada la revolución tanto mediática como de las redes que le llevan ya la delantera
político y cultural a los espacios letrados de los libros— , lo que se pone en juego es una
definición del ser humano de cara a “su franqueza o apertura biológica, y a su ambivalencia
II
Si en un determinado tiempo el hombre podía distinguir dónde terminaba su cuerpo y
dónde iniciaba el garfio o la prótesis que sustituía su mano, cuando la tecnología alcanza
Dos aspectos resultan en particular relevantes del párrafo anterior. El primero, “el
cuerpo conectado se convierte en la prótesis pensante del sistema de redes”, revela una
dimensión de implicaciones abismales si consideramos el hecho de que los dispositivos
de prótesis y órtesis pierden su relación de servidumbre respecto al hombre para entonces
éste pasar a la categoría de un elemento más del sistema dentro del cual se interactúa. El
segundo aspecto es la definición misma de cíborg, en clara vinculación con el pensamiento
de Dona Haraway— a quien veremos al final de este trabajo— al establecer que el cíborg
“es texto, es máquina, cuerpo y metáfora”, todo él teorizado e integrado en la práctica
como comunicación. Quizá se origina aquí una nueva forma controvertida, polémica,
de concebir a los seres cibernéticos y, por extensión, de cómo se podrían redefinir a los
humanos hipermodernos. ¿O tendríamos que decir cómo se diseñan?
Resulta estremecedor y desconcertante, también fascinante, que el cíborg sea
considerado texto. Podría pensarse en una expresión metafórica y poética donde se
enmarcaría esta definición; sin embargo, la realidad concreta y objetiva presenta un
panorama mucho más complejo y turbador. Consideremos que hace algunos pocos años
se terminó la secuenciación del genoma humano, por lo que nuestra estructura molecular
en última instancia es un código escrito, en sentido literal y figurado somos texto.
A partir de estas nuevas investigaciones que no dejan de estar en la frontera de
las ciencias naturales, las ciencias sociales y las humanidades, ha nacido una disciplina
denominada “biosemiótica”, la cual considera a la comunicación como la propiedad
esencial y específica de la vida que ubica al gen como unidad problemática que estructura
La joven autora española, aparte de citar numerosas películas que se han anticipado
desde la ficción a lo que hoy es una realidad inapelable ( Videodrome, Superliminal, Semilla
salvaje, Metrópolis, Gattaca y Matrix, entre otras), nos muestra ejemplos desde la estética
de Sterlac que quizá trascienden los límites del arte, señalando lo obsoleto del cuerpo
humano. Incluso, rescata un hecho acontecido en la fusión de los reinos animal y vegetal
en la metamorfosis llevada a cabo al combinar la luz del gen de la luciérnaga trasplantada al
de una planta de tabaco, consiguiendo que las hojas resplandecieran. Sin duda, los mundos
que estaban divididos— botánica, zoología, genética y poesía— convergen en uno sólo.
Una vez que hemos sido con-textualizados bajo la lógica del logaritmo y de los bits, del
aceite y de la sangre, del plástico y de la nueva carne, empezamos a comprender el grado
de importancia de la figura del cíborg. Aguilar, además, muestra que “El cyborg rompe las
barreras entre lo natural y lo artificial, lo humano y la máquina, lo biológico y lo artificial,
y genera identidades deslocalizadas no genéricas” (108).
Hay también algunos elementos de índole cultural que subyacen claramente en las
concepciones ciborgianas. Uno de ellos es la valoración ambivalente que se ha tenido por el
cuerpo humano a lo largo de la historia, la cual varía desde el desprecio absoluto, vinculado
quizá más a tradiciones religiosas para las cuales la carne era la puerta a la perdición del
alma, hasta el culto posmoderno del cuerpo humano, determinado por la ubicuidad de
96 C O N F L U E N C IA , SPRING 2 0 1 8
un aparato mercadológico que estimula mediante imágenes seductoras una obsesión
permanente por la perfección corporal; uno de los atributos más recurrentes de este culto
delirante es la perfección de medidas, incluso de colores del propio cuerpo humano como
una muestra de superioridad. Por ejemplo, existe toda una parafernalia de artículos y
procedimientos que intentan retardar y disimular los efectos del tiempo, cumplir años,
vivir, ya no tiene que ver con un signo de sabiduría sino de decadencia.
III
Otro punto de abordaje del cíborg como ser fronterizo por excelencia son, además del plano
de la textualidad subyacente interiorizado en el genoma, los otros niveles de comprensión
textual que vale la pena revisar. El cíborg es también una manifestación textual dinámica,
manifestación evidente y superficial. Así que las formas de interpretación y comprensión
se multiplican y presentan resonancias múltiples:
Por ello los cíborgs sufren melancolía; una melancolía que no es una
enfermedad del alma, sino fruto del desarraigo. Los cíborgs tienen nostalgia
de un mundo al que no pueden volver. Su desarraigo es tan completo que la
nostalgia se transfigura en distancia y en identidad desarraigada, en desarraigo
de la identidad. Su existencia protésica les hace saber de su extrañeza en el
mundo y esa extrañeza es el origen de la melancolía [...] De ahí su melancolía,
su desacoplamiento con la realidad, su conciencia de la fragilidad y la
vulnerabilidad. Pero su melancolía, siendo moderna, ya tiene otros sabores
contemporáneos. (78)
Broncano nos deja ver sus influencias provenientes de la escuela de Francfort, tanto de
Adorno como de Horkheimer, que han tomado distancia de los héroes clásicos cambiándolo
por un nomadismo a la manera de un Moisés en travesía por el desierto, sin patria y ya
desarraigado después de los años, fronterizo como el cíborg: sin suelo fijo el primero, sin
carne fija el segundo.
IV
Donna Haraway es una autoridad ineludible y de vital importancia a la hora de tratar el
tema del ciborg. La autora procede de una neta formación científica a partir de la biología
y ha incidido con sus agudas investigaciones en varios campos: biosemiótica, biopolítica,
estudios de género, etcétera. Quizá una de las definiciones que mejor nos ubican en el tema
es esta: