¿CÓMO PUEDO

VIVIR CON
MI PÉRDIDA?
por Tim Jackson

S
i fuésemos a hacer una encuesta entre los lectores
de este capítulo concluiríamos que cada uno tiene
un propósito específico por el cual quiere leer acerca
de las pérdidas. Puede que usted haya perdido recientemente
a alguien a quien amaba mucho. Puede haber sido su cónyuge
de muchos años, un niño de unos cuantos meses de nacido,
un padre amoroso o un amigo en quien confiaba mucho.
Cualquiera que haya sido la relación, la separación ha sido
dolorosamente agonizante. Tal vez se acabe de enterar de
que le ha vuelto el cáncer y no hay nada que hacer. O puede
que esté enfrentando la pérdida de su empleo, su carrera,
su casa o su negocio.
La pérdida y el sufrimiento de cada uno de nosotros
tienen su propia y única cualidad. No hay extraño que pueda
comprenderla del todo. Yo no afirmo conocer ni entender en
toda su profundidad la pérdida por la que usted está pasando.
Pero sí sé esto: todos sufriremos algún tipo de pérdida. Nadie
está exento; e independientemente de cuál haya sido la
pérdida, se siente como si a uno le hubiesen hecho un agujero
Título del original: How Can I Live With My Loss? ISBN: 978-1-58424-493-6
Foto de cubierta: © RBC Ministries, Terry Bidgood Spanish
Las citas de las Escrituras provienen de laVersión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina.
© 2001,2006,2007 RBC Ministries, Grand Rapids, Michigan, USA Printed in USA

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 en el alma que no se puede
remendar. El difícil pero
necesario proceso de lidiar
con cualquier pérdida se
llama aflicción.
¿CUÁL ES EL
ALCANCE DE
MI PÉRDIDA?
L
a mayoría de nosotros
relacionamos la
aflicción por una
pérdida con la muerte
de algún ser querido. Pero
si solamente pensamos en
la pérdida que ocasiona la
muerte, nos despojamos
de la oportunidad de
lidiar con pérdidas menores,
las cuales aumentarán
nuestra confianza en la
fidelidad de Dios en tiempos
difíciles. Si aprendemos a
afligirnos adecuadamente
por las pérdidas menores
de la vida, entonces,
cuando venga la marejada
emocional de la aflicción
por la muerte (y si no ha
2
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llegado ya, llegará), habrá
una fortaleza interior que
nos permitirá aguantar la
tormenta. Las pérdidas
pueden ser de muy diversas
clases, formas y tamaños,
y pueden tener diferentes
grados de intensidad. Puede
que usted esté luchando con
la pérdida de:
• su padre o su madre
• su cónyuge
• su hijo o su hija
• su matrimonio
• su fertilidad
• su empleo
• su seguridad económica
• su reputación
• su vigor de juventud
• su utilidad desde
que se jubiló
A medida que vamos
por este mar que se llama
vida dejamos atrás aguas
conocidas que nunca
volveremos a navegar: los
despreocupados días de la
niñez, la sensación de tocar
una muñeca preferida, la
emoción de dar el primer
cuadrangular en béisbol,
el estremecimiento de un
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 primer beso, el ruido del
primer auto, la mascota
con la que nos criamos,
el gozo de traer hijos al
mundo y mucho más.
Cuando dejamos estas
cosas atrás nos afligimos
por perderlas. Duele tener
que decir adiós.
Todos lidiamos
con la pérdida.
Tarde o temprano,
nos arrebatan las
cosas que amamos.
Todos lidiamos con la
pérdida. Tarde o temprano,
nos arrebatan las cosas
que amamos. A veces con
suavidad. A veces rudamente.
Pero siempre hay dolor. Es
mi oración que las páginas
siguientes le ayuden a
comprender y a sobrellevar
mejor el proceso, así como
también que le traigan
esperanza.
3
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¿CÓMO NOS
AFECTA LA
PÉRDIDA?
S
i usted comienza una
conversación acerca
de la pena y el dolor
con alguno de sus amigos,
lo más probable es que le
acusen de morboso, de
no mirar el lado bueno de
la vida. Pero la pérdida
muchas veces conlleva
un dolor que no se puede
ignorar. Con frecuencia
nos enfrenta con nosotros
mismos, con nuestro enemigo
y con nuestro Señor.
La pérdida expone
nuestra vulnerabilidad.
Nos gusta pensar que en
realidad tenemos el control
de nuestra vida. La muerte,
o cualquier otra pérdida,
hacen añicos esa ilusión con
la misma violencia con la
que una bala hace añicos
una botella. Nos obliga
a enfrentar la mortandad
y vulnerabilidad que
despreciamos. Si parecemos
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 negar con éxito el impacto
de las pérdidas menores de
la vida, entonces la muerte
es el «enemigo final» que no
podremos negar. La muerte
es la «madre de todas las
pérdidas» y no se la puede
acallar. Hay que tomarla
en cuenta.
La pérdida personal
y dolorosa obliga a abrir
una puerta que conduce
a las partes profundas de
nuestra alma, las cuales ni
siquiera admitiríamos que
existen y muchos menos
enfrentaríamos. Nadie
quiere lidiar voluntariamente
con la soledad, la
vulnerabilidad, la inseguridad
y los anhelos no satisfechos
que la pérdida nos obliga
a enfrentar.
Creemos que el dolor es
un precio demasiado alto a
pagar por el gozo y la paz
que podrían producir. Así,
muchos de nosotros tratamos
de evitar enfrentar la pérdida
con la esperanza de controlar
nuestro dolor. Proverbios
14:12 dice:
4
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Hay camino que
al hombre le parece
derecho, pero su fin
es camino de muerte.
Parece muy apropiado
evitar el dolor en nuestra
vida; pero si no enfrentamos
el dolor perdemos la
oportunidad de experimentar
el gozo que puede ser nuestro.
Esto me recuerda un
hombre que vino a verme
en busca de consejo.
Su esposa y sus hijos
se habían quejado de lo
distante y emocionalmente
desconectado que estaba.
Mientras conversábamos,
pronto se hizo evidente
que no había nada,
independientemente de
que fuese doloroso o bueno,
que causara un efecto en él.
No sentía pasión por nada
en la vida: ni su esposa,
ni sus hijos, ni su empleo,
ni su Dios. Cuando inquirí
un poco más y le pregunté
si había tenido alguna
desilusión significativa en
su vida, me contó la historia
de la muerte de su padre,
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 el cual había cometido
suicidio cuando él tenía 8
años de edad. No derramó
ni una lágrima. Cuando
le pregunté cómo había
manejado la noticia me dijo
muy desapasionadamente:
«Así es la vida. Uno no
puede cambiarla. Hay que
aguantar y seguir adelante».
Una buena parte de nuestras
sesiones de consejería se
centraron en ayudarle a
afligirse por la muerte de
su padre y sus sentimientos
de abandono. En lugar de
luchar con ello comenzó a
enfrentar su dolor. Y recuperó
la pasión por la vida.
La pérdida nos hace
a la larga mejores o más
amargados. Gastamos
cantidades colosales de
energía personal tratando
de evitar enfrentar cara a
cara la espantosa agonía de
perder algo o alguien a quien
queremos profundamente y
disfrutamos mucho. Tratamos
de amortiguar el dolor de
la pérdida de muchas
maneras, pero a menudo
5
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inútilmente. El resultado de
evitarlo sin lograrlo es con
frecuencia una ira y una
amargura profundas.
Hemos de aprender
a hacer que
nuestro dolor trabaje
para nosotros.
El esposo al que me
referí antes estaba airado
contra su padre por
abandonarlo a él y a su
madre. También estaba
enojado con Dios por permitir
que su padre se suicidase. No
sólo se sentía abandonado
emocionalmente, sino
que él y su madre se
quedaron económicamente
desamparados. No es de
extrañarse que la ira de este
hombre fuese la fuerza que lo
motivaba a tener éxito en su
profesión a cualquier
costo. Era su manera de
desplazar el dolor de una
pérdida devastadora que
no sabía manejar.
13.07.09 15:47:55
 Sin embargo, existe una
forma mejor de lidiar con la
pérdida inevitable. Hemos de
aprender a hacer que nuestro
dolor trabaje para nosotros.
Cuando la fuerza y el impuso
de una pérdida dolorosa se
usan para llevarnos al Dios
que puede acompañarnos
en nuestros más solitarios
momentos, descubriremos
que hay un lugar de reposo
en medio de un mundo
en dolor. Los que pueden
escuchar a Dios decir: «No
te desampararé ni te dejaré»,
son los que luego pueden
escucharle decir:
El Señor es mi ayudador;
no temeré lo que me
pueda hacer el hombre
(Hebreos 13:5,6).
Cuando aprendemos el
significado de esta verdad
descubrimos que incluso si
otros nos abandonan, nos
traicionan o mueren, no sólo
sobreviviremos sino que
también prosperaremos.
Aprender a tener una fe
así en Dios no nos librará del
aguijón de la pérdida, pero sí
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nos proveerá de los recursos
que necesitamos para lidiar
eficazmente con la aflicción.
Nos liberará para amar
de nuevo con corazones
que, aunque conozcan el
significado de la tristeza y la
desilusión, son, sin embargo,
capaces de permanecer
gozosamente vivos.
¿QUÉ ES LA
AFLICCIÓN?
L
a aflicción es el proceso
universal, complejo
y doloroso de lidiar
con la pérdida y ajustarse a
ella. Se sabe que hasta los
animales se afligen por la
pérdida de un compañero
o de un amo. Es una parte
normal e inevitable de la
vida. Cuando Dios nos
invita a vivir y a disfrutar
las relaciones con los demás,
también nos invita
a afligirnos por su pérdida.
Es importante que nos
demos cuenta de que la
aflicción no está reservada
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 para aquellos que pierden
a un ser querido por la
muerte. Nos afligimos por
cosas tan perturbadoras
como el divorcio, el no poder
conseguir el ascenso deseado
en la oficina, cumplir treinta
años, la etapa en que los
hijos se han marchado del
hogar o la falta de aliento
cuando subimos las escaleras
y nos damos cuenta de que
ya no somos tan jóvenes.
Especialmente, nos
afligimos por la pérdida de
relaciones que estimamos.
Mientras más hayamos
invertido en la relación,
ya sea con una persona,
organización, ideología o
incluso una mascota, mayor
será la congoja y el dolor
de la separación. Por tanto,
la intensidad de nuestra
aflicción está vinculada
directamente a la calidad
de la relación con la persona
u objeto deseado que
hemos perdido.
A una temprana edad
perdí a mi abuelo, lo cual
fue muy doloroso para
7
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mí. Para mucha gente, la
pérdida de un abuelo no
es ni remotamente tan
traumática. He hablado con
personas que experimentaron
una pérdida muy pequeña
cuando perdieron a su
abuelo. Pero debido a mi
estrecha relación con mi
abuelo y la unión emocional
que compartíamos,
perderlo fue especialmente
perturbador para mí. Él fue
el hombre que me enseñó
a pescar, que me cuidaba
cuando estaba enfermo, el
que me conseguía trabajo
en el verano para ayudarme
a pagar mis estudios, el que
me ayudó con la compra de
mi primer auto, el que me
aconsejó cuando terminé
con mi novia y luego me
ayudó a regresar a la mujer
que un día sería mi esposa.
En su muerte perdí a alguien
de un valor irremplazable.
Su muerte me dejó con
un motivo para afligirme.
Todas las pérdidas nos
dan la oportunidad de hacer
un inventario de aquello de
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 donde obtenemos seguridad
personal. ¿Es de Dios?
¿O de nuestra capacidad de
controlar las circunstancias
de la vida para sentirnos
cómodos? Las pérdidas nos
obligan a mirar interiormente
y ver las maneras en que
manejamos el dolor. Duele
mirar adentro y tratar de
entender incluso por qué
debemos afligirnos.
¿POR QUÉ NOS
AFLIGIMOS?
N
os afligimos porque
vivimos en un
mundo plagado por
el pecado y la muerte. Nos
afligimos porque no fuimos
hechos para manejar la
pérdida. Eso puede sonar
simplista, pero piénselo un
momento. Cuando Dios
diseñó a Adán y a Eva los
creó a su propia imagen para
que reflejasen finitamente su
infinita capacidad de persona
(Génesis 1:26,27). Una de
esas reflexiones divinas es
8
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la capacidad interna del
hombre de disfrutar una
relación con Dios y con
otros seres humanos. Dios
vio que no era bueno para
Adán vivir solo (Génesis
2:18). Creó a Eva para que
los dos pudiesen disfrutar
de una relación mutua.
En el ambiente de aquel
perfecto Edén no había
aflicción porque la muerte
y la pérdida no existían.
El pecado aún no había
contaminado el mundo.
Sin embargo, otro reflejo
de la imagen divina en Adán
y Eva era la capacidad de
elegir. Fue el mal uso que
Adán hizo de su capacidad
de tomar decisiones lo
que dio como resultado
su decisión de pecar y
desobedecer a Dios
(Génesis 2:17; 3:1-11). La
amarga consecuencia fue la
muerte: separación y pérdida
de la acariciada relación
con su Creador, el cual era
su única fuente válida de
seguridad. Por primera vez
en la historia, Adán y Eva se
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 escondieron de Dios y el uno
del otro debido a su temor de
ser vistos:
… y tuve miedo, porque
estaba desnudo; y me
escondí (Génesis 3:10).
La relación entre Dios y el
hombre había sido puesta a
prueba. La seguridad había
quedado destrozada. La vida
se volvió amenazadora.
Pablo se refirió a ese primer
pecado cuando escribió:
Por tanto, como el
pecado entró en el
mundo por un hombre,
y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a
todos los hombres, por
cuanto todos pecaron
(Romanos 5:12).
La entrada del pecado al
mundo produjo un gemido
de aflicción. Ese gemido no
es sólo del hombre, sino
también de toda la creación.
Pablo escribió:
Porque sabemos que
toda la creación gime
a una, y a una está con
dolores de parto hasta
ahora; y no sólo ella, sino
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que también nosotros
mismos, esperando la
adopción, la redención de
nuestro cuerpo. Porque en
esperanza fuimos salvos…
(Romanos 8:22-24).
El anhelo innato de
restauración con nuestro
Creador y el saber que
todavía no se ha realizado
esa restauración plenamente
son el centro de la aflicción
que arrastramos. Esta
herida en carne viva de
nuestra condición universal
se lastima cada vez que
sufrimos alguna pérdida.
Todas las experiencias con
la aflicción nos ponen en
contacto con esta aflicción
central. Es un recordatorio
constante de nuestra
naturaleza caída: que no
tenemos el control como
nos gustaría tenerlo.
Los cristianos no están
exentos de esa aflicción.
Pablo escribió que los que
tenemos al Espíritu Santo
morando en nosotros
gemimos internamente
(Romanos 8:23). El
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 término gemir se refiere un gozo abrumador cuando
a una profunda angustia esa madre sostiene al recién
y lamento. Ahora bien, nacido en sus brazos por
no se trata de un estado primera vez.
constante de dolor morboso,
sino de un reconocimiento La función
interno consciente de
que la salvación no alivia de una pérdida
ni disminuye los efectos dolorosa es
diabólicos del pecado en
esta vida. Es un gemido
recordarnos que
que nos apremia a esperar esta tierra no
y a anhelar el día en que debe ser nunca el
los efectos del pecado sean
abolidos permanentemente foco de nuestras
en el cielo. Pero mientras esperanzas.
tanto, aquí en la tierra,
todavía tenemos luchas.
La imagen a la que Pablo La función de una pérdida
se refiere en Romanos 8:22 dolorosa es recordarnos
es la de la agonía de una que esta tierra no debe ser
madre cuando da a luz. nunca el foco de nuestras
Uno de los aspectos de la esperanzas. Somos residentes
maldición sobre Eva en el temporales en una tierra
huerto fue que dar a luz extranjera y aún no hemos
sería una experiencia muy llegado a nuestro hogar.
dolorosa (Génesis 3:16).
Cualquiera que haya
visto o participado en un
parto puede dar testimonio
de eso. Sin embargo, el
dolor de dar a luz produce
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 ¿PUEDE SACARSE
ALGO BUENO
DE LA PÉRDIDA?
E
n una colina de
Galilea, Jesús enseñó
a sus discípulos:
«Bienaventurados los que
lloran, porque ellos recibirán
consolación» (Mateo 5:4).
¿Bienaventurados? ¿Acaso
hablaba en serio? ¿Qué
puede tener de bueno el
lamento? Jesús se estaba
refiriendo principalmente a
una aflicción que surge como
respuesta a la exposición
de nuestra maldad. En 2
Corintios 7:10 Pablo también
escribió acerca de lamentarse
por el pecado personal:
Porque la tristeza que
es según Dios produce
arrepentimiento para
salvación, de que no hay
que arrepentirse…
Aunque las palabras de
Jesús en el Sermón del Monte
tienen una aplicación directa
a la aflicción por nuestro
pecaminoso compromiso
11
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de gobernar nuestras vidas
alejados de Dios, creo que
también tienen implicaciones
para aquellos que se afligen
por otras pérdidas.
El principio es este:
la aflicción por cualquier
tipo de pérdida puede tener
un efecto saludable si nos
lleva a los pies del Salvador.
Nuestra pérdida puede ser
buena para nosotros si nos
coloca entre los pobres
que acudieron a Jesús por
su necesidad de consuelo,
rescate y bendición
(Mateo 4:23–5:1).
En Romanos 5:2-5,
Pablo subrayó los efectos
positivos que puede tener el
sufrimiento sobre nosotros:
… y nos gloriamos en
la esperanza de la gloria
de Dios. Y no sólo
esto, sino que también
nos gloriamos en las
tribulaciones, sabiendo
que la tribulación produce
paciencia; y la paciencia,
prueba; y la prueba,
esperanza; y la esperanza
no avergüenza; porque
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 el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros
corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado.
Hemos de regocijarnos
en el sufrimiento, no porque
estemos hambrientos de
castigo, sino porque se halla
en medio de la lucha y el
dolor en la cual madura el
carácter. La aflicción por
una pérdida, puesto que es
profundamente complicada,
nos llama a hacer cambios
fundamentales en nuestra
vida, cambios que, o bien
nos enriquecerán, o bien
nos empobrecerán.
Cuando somos
confrontados con una
pérdida, muchas veces el
dolor nos acobarda y nos
paraliza. Es muy difícil
para nosotros ver una
pérdida dolorosa como
una oportunidad de un
cambio positivo. Pero lo
es. Hemos de enfrentar la
perturbadora realidad de que
el cambio y la pérdida están
inevitablemente vinculados
y que no podemos evadirlos.
12
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Gran parte de la lucha
que enfrentamos cuando
lidiamos con una pérdida
se centra en la decisión de
cambiar. La pérdida y el
dolor nos harán, o mejores,
o más amargados. El carácter
se forja en el crisol de la
aflicción y la pérdida.
Dios nos llama a usar
hasta las circunstancias
difíciles para profundizar
nuestra dependencia de
Él. Es contra el telón de
fondo de las tinieblas de
pérdidas dolorosas que se
revela la bondad de nuestro
gran Dios, y donde la
experimentamos en formas
que de otra manera no
hubiésemos conocido.
Es importante
comprender el proceso
por el que atravesaremos
(o estamos atravesando)
cuando experimentamos una
pérdida. Cuando entendamos
a dónde vamos estaremos
mejor preparados para
manejarla cuando llegue.
13.07.09 15:47:58
 ¿CUÁL ES EL
PROCESO DE
LIDIAR CON
LA PÉRDIDA?
D
ebemos entender
por nosotros
mismos que la
aflicción es un proceso
confuso y desorientador
que toma tiempo. No es algo
que superamos, sino algo por
lo que más bien pasamos.
El renombrado escritor C. S.
Lewis escribió acerca de su
experiencia con el proceso
de la aflicción después que
su esposa murió de cáncer:
En la pérdida nada
«se queda quieto».
Uno siempre está
saliendo de una etapa,
pero siempre se repite.
(A Grief Observed
[Observación de
una aflicción], p.67).
La Biblia nos dice que
hay un sendero por el que
se atraviesa en las épocas
difíciles de la vida que
conduce a un terreno más
13
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alto. La experiencia puede,
en realidad, amenazarnos de
muerte, o al menos eso cree
uno. Es el peligroso sendero
del valle de la sombra de
muerte del que habló David
en el Salmo 23:4:
Aunque ande en valle
de sombra de muerte,
no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo;
tu vara y tu cayado me
infundirán aliento.
David se refería a
las épocas en que Dios
nos acompaña en los
valles oscuros.
En el valle de la
aflicción, adonde el camino
es engañoso y no estamos
seguros de nosotros mismos,
aprendemos a confiar en
Dios. Después de todo,
¿qué mejor opción que
ésta? La confianza nos
capacita para mantener la
perspectiva cuando andamos
«por fe y no por vista»
(2 Corintios 5:7) en nuestra
travesía por el valle. De otra
manera nos perdemos en
la desesperación.
13.07.09 15:47:58
 Necesitamos un guía de
confianza para que nos guíe
cuando hayamos perdido la
visión de hacia dónde nos
dirigimos. Sólo hay un guía
que es lo suficientemente
confiable. Ese guía es
Jesucristo. Realmente es
«el camino, y la verdad,
y la vida» (Juan 14:6).
Yo me crié en las
montañas de la parte central
del estado de Pensilvania,
donde desarrollé un profundo
aprecio de las actividades al
aire libre. Pasé mucho tiempo
en las montañas escalando,
acampando, cazando y
pescando. Muchas veces iba
solo porque me gustaba la
soledad. En esas excursiones,
siempre llevaba una brújula
«por si acaso». Pero en
realidad nunca la usé. Usaba
la topografía del terreno para
orientarme. Sabía donde
estaba en relación con los
cerros de las montañas y
los valles que veía.
Sin embargo, cuando me
mudé a Michigan encontré
algo bastante alarmante.
14
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En mi primera cacería por
regiones selváticas me perdí
en un pantano. Estuve
aterrorizado por algunas
horas, hasta que encontré
la salida. A diferencia de mi
Pensilvania natal, el sur de
Michigan no tiene montañas.
Siempre me había orientado
por las montañas, pero
ahora estaba a merced de
mi brújula y mis mapas. Van
conmigo siempre que salgo.
Me mantienen en el rumbo
correcto, incluso cuando
no veo a dónde voy.
En el valle de la aflicción,
la única manera de seguir
avanzando en la dirección
correcta es confiando en
la brújula y el mapa que
Dios nos ha dado para que
sigamos. A veces puede
parecer que la Biblia es
demasiado anticuada
como para que nos sirva
de algo. Pero la brújula del
Espíritu Santo que mora en
nosotros y el mapa de la
Biblia siempre nos señalan
la dirección correcta. Si los
seguimos y nos movemos
13.07.09 15:47:58
 persistente y pacientemente
atravesaremos el valle.
Para emprender
esa jornada debemos
descansar en la
capacidad de Dios
de ayudarnos.
Para la mayoría de
la gente, el proceso de
lamentarse significa pasar
por una serie de etapas. Si
hemos de enfrentar nuestra
aflicción debemos estar
dispuestos a pasar por las
etapas que normalmente
marcan el sendero. Sin
embargo, es preciso
hacer una advertencia.
Es incorrecto pensar que
las etapas son conductas
particulares que ocurren
por un período de tiempo y
luego desaparecen como si se
hubiesen resuelto. Tampoco
es una etapa más valiosa
que otra. El proceso de la
aflicción no tiene nada de
15
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ordenado. Muchas de las
etapas del proceso de afligirse
se superponen unas con
otras. No se alarme. Espérelo.
Hay que esperar alguna
manifestación de las siguientes
etapas de la aflicción:
• conmoción
• negación
• ira
• regateo
• depresión
• sumisión
• reinversión
Todo el mundo no
pasa por estas etapas de la
aflicción en el mismo orden
ni a la misma velocidad.
Pero todos avanzamos por
etapas en las que lidiamos
con nuestra pérdida, y al
hacerlo, andamos por
un camino muy trillado.
Muchos nos han precedido
y muchos vendrán después.
Para emprender esa
jornada debemos descansar
en la capacidad de Dios de
ayudarnos. No tenemos que
hacer ese viaje solos. Él está
con nosotros y quiere darnos
la ayuda que necesitamos
13.07.09 15:47:59
 para enfrentar el dolor y la
soledad que nos esperan.
Todas las aflicciones son
únicas porque cada persona
es única. Normalmente se
necesitan uno o dos años
para que una persona pase
por la aflicción que causa
una pérdida significativa
de un hijo o de un cónyuge.
Lo mismo se puede decir del
divorcio. La pérdida de una
casa, un empleo, la salud
o incluso la menopausia
o las crisis que surgen
alrededor de los cuarenta
años de edad requieren
todas una cantidad de
tiempo significativa.
Por tanto, no debemos
sorprendernos si la
recuperación después de
una pérdida es más lenta de
lo que habíamos esperado.
No apresure el proceso.
Dios tiene el compromiso de
terminar su buena obra en
usted a Su tiempo:
Estando persuadido de
esto, que el que comenzó
en vosotros la buena
obra, la perfeccionará
16
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hasta el día de Jesucristo
(Filipenses 1:6).
Sea paciente con el
proceso en usted y en
los demás. Las heridas
profundas del alma
generalmente necesitan más
tiempo para sanar que las
heridas del cuerpo. Pero
la curación llegará. No
controlamos el proceso, lo
cual nos hace sentir muy
dependientes. Pero de quien
dependemos es de un Dios
bueno cuyo amor nunca
nos abandonará.
Examinemos cuatro etapas
del proceso de la aflicción
por las que debemos pasar si
hemos de vivir con nuestra
pérdida con buen éxito.
PRIMERA ETAPA:
Acepte la realidad
de la pérdida.
Lo que se ha perdido.
Es de vital importancia que
la persona que pasa por
el proceso de la aflicción
comience a reconocer
plenamente la realidad de
quién o qué se ha perdido.
13.07.09 15:47:59
 Este estado inicial de
conmoción puede durar
varios días o varias
semanas después que
se sufre la pérdida.
Al lidiar con la
muerte debemos
enfrentar la verdad
de que la persona
que amábamos
ya no está.
Una esposa joven,
por ejemplo, recibe las
desilusionadoras noticias de
que nunca podrá concebir
un hijo. Cada vez que vea a
una mujer embarazada o a
un recién nacido, lamentará
profundamente la pérdida de
su potencial maternidad. Eso
es cierto sobre todo durante
los primeros días y las
primeras semanas después
que le han informado de su
pérdida. Parte de su proceso
de curación será aceptar esos
sentimientos como normales
17
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y darse cuenta de la fuente
de su tristeza.
Al lidiar con la muerte
debemos enfrentar la verdad
de que la persona que
amábamos ya no está. Aun
cuando se espera la muerte,
como en el caso de una
enfermedad prolongada,
siempre existe la sensación
de que «esto realmente
no está sucediendo; no
es más que una pesadilla».
La pérdida de un ser querido
es un ataque traumático al
alma humana, de la misma
manera que una herida
grave es un ataque
traumático al cuerpo.
Ante la noticia de una
pérdida es normal esperar
la conmoción. Es la defensa
inicial que Dios provee para
capacitarnos para seguir
adelante bajo circunstancias
increíbles. Es como un
amortiguador que nos
protege y nos ayuda a
sobrevivir cuando de otra
manera sería imposible para
nosotros funcionar bajo la
sobrecarga emocional de
13.07.09 15:47:59
 la aflicción. No debe ser
arrebatada por amigos bien
intencionados ni suprimida
con drogas. Debe dejarse
que corra su curso.
La pérdida hay que
enfrentarla cara a cara.
Ver el cadáver de un ser
querido nos ayuda a aceptar
la pérdida. Por difícil que
sea, nos impide negar la
realidad de nuestra pérdida.
Se convierte en un punto
de partida doloroso para
nosotros, incluso en nuestra
aflicción, para comenzar a
edificar de nuevo nuestro
mundo destrozado.
La negación es lo
contrario de la aceptación de
la pérdida. Es no querer creer
que se ha experimentado una
pérdida. Cuando muere un
ser querido nos resistimos
fuertemente a enfrentarnos
al carácter definitivo de la
pérdida. Algunos padres
manifiestan su negación
manteniendo la habitación
del hijo perdido tal como
estaba cuando murió. Una
esposa deja la ropa del
18
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esposo colgando en el closet
y su cepillo de dientes en el
lavamanos. Esas conductas
no son inusuales, pero sí
se convierten en negación
si persisten por años.
Lo que no se puede
perder. En las etapas
iniciales del lamento,
las explicaciones lógicas
generalmente no sirven de
nada. El alma experimenta
un dolor demasiado
intenso como para pensar
racionalmente. Cuando
los creyentes en Cristo
experimentan una pérdida
es bueno que recuerden lo
que no pueden perder.
La comprensión de Dios.
Los clamores honestos
pidiendo ayuda y fortaleza
que salen de nuestra alma
lastimada llegan a oídos
de un Dios que entiende
nuestro dolor. Sí, Dios se
conmueve con nuestra
aflicción. Él conoce la
pérdida de la relación que
causa el pecado. Sintió el
aguijón de la muerte cuando
se separó de su Hijo Jesús
13.07.09 15:48:00
 mientras éste colgaba de una
cruz (Mateo 27:46). Siente
el dolor de la separación de
una humanidad que creó
para disfrutarla.
El amor de Dios. En
nuestro andar por el valle
de la aflicción podemos
aferrarnos a esta simple
pero profundamente segura
verdad: «Cristo me ama,
me ama a mí, pues la Biblia
dice así». Nos mantiene
a flote cuando nada más
puede hacerlo. Pasajes de las
Escrituras que memorizamos
antes se convierten en el
baluarte contra el derrumbe
total de nuestro mundo.
La expresión tangible
de la profundidad del amor
de Dios por la humanidad
se ve en la encarnación y
el sacrificio de su Hijo:
Mas Dios muestra su amor
para con nosotros, en que
siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros
(Romanos 5:8).
Podremos manejar
cualquier cosa que
encontremos en el valle de
19
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nuestra aflicción porque
nada que podamos siquiera
imaginar puede separarnos
del inagotable amor de
Dios (Salmo 46; Romanos
8:35-39). Cuando parece
que hemos perdido todo
lo demás, podemos saber
que no hemos perdido el
amor de Dios.
La presencia de Dios. El
consuelo también llega de
saber que incluso cuando
no podemos sentirlo, Dios
está ahí con nosotros en
el oscuro valle de nuestro
dolor. La vara y el cayado
del Salmo 23:4 simbolizan
la amorosa presencia y
protección de Dios mientras
negociamos el engañoso
valle de la aflicción. Dios
no necesariamente explicará
nuestro sufrimiento y
aflicción a nuestra entera
satisfacción. Más bien
comparte nuestro sufrimiento
a través del sufrimiento de
su Hijo.
Nuestro Señor es un Sumo
Sacerdote fiel y misericordioso
(Hebreos 2:17) que ha
13.07.09 15:48:00
 gustado la muerte por todos
(2:9). Fue Él quien dijo:
«No te desampararé, ni te
dejaré» (13:5). Su fidelidad a
su promesa de estar presente
con nosotros es la base sólida
de nuestra seguridad en un
mundo inestable destrozado
por la aflicción.
Si Dios es por
nosotros, ¿quién
[o qué] contra nosotros?
(Romanos 8:31).
Pídale al Señor que le
ayude a aceptar la realidad
de su pérdida y a regocijarse
en lo que no puede perder.
Él comprende y comparte su
pena. Su amor y su presencia
están con usted mientras
camina por el valle.
SEGUNDA ETAPA:
Permítase sentir la
pérdida. Los cristianos a
veces tienen la idea de que
afligirse por una pérdida es
una demostración de falta
de fe. Eso sencillamente no
es verdad. Pablo esperaba
que nos afligiésemos por la
pérdida de los seres queridos.
20
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Sin embargo, la diferencia
entre nosotros y los que no
conocen a Cristo es que
«no [nos entristecemos]
como los otros que no tienen
esperanza» (1 Tesalonicenses
4:13). ¿Cuál es la diferencia
entre afligirse con esperanza
y afligirse sin esperanza?
La esperanza nos da un
vislumbre de la perspectiva
eterna de Dios y nos
recuerda que aún falta por
llegar algo mejor. Mas una
cosa es segura: la esperanza
no disminuye el trastorno
emocional ni la intensidad
de nuestro dolor.
La aflicción es
universal. Todos los que
pasan por una aflicción
sentirán tristeza, ira, culpa,
ansiedad, soledad, fatiga,
impotencia, conmoción
y aturdimiento. Los
pensamientos se confunden
y hasta puede que se
piense mucho en la muerte.
Puede haber insomnio,
junto con la pérdida del
apetito, alislamiento social,
distraimiento, búsqueda
13.07.09 15:48:00
 de la persona que ha
muerto, llanto, objetos que
recuerdan a la persona
muerta y alejamiento de los
lugares que nos recuerdan
la pérdida. No se alarme si
suceden algunas de estas
cosas. Es una parte saludable
del proceso de aflicción
porque nos ayuda a expresar
nuestras emociones.
La esperanza
no disminuye el
trastorno emocional
ni la intensidad de
nuestro dolor.
No es malo llorar. Algunos
cristianos creen que no
deben llorar cuando están
atravesando el valle de la
aflicción. Piensan que de
alguna manera, el dolor de
una pérdida tiene que ser
menor para un creyente. Si
no, ¿qué ventaja tiene ser
cristiano? «Después de todo
—dicen— la reputación de
21
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Dios está en juego. Debemos
mantener Su nombre en alto
no mostrando nuestro dolor».
Por tanto niegan su dolor y
rehúsan llorar.
El cristianismo
tiene muchas
ventajas, pero la
ausencia del dolor
no es una de ellas.
Hay muchas ventajas
en el cristianismo, pero la
ausencia del dolor no es una
de ellas. Los creyentes están
llamados a ser personas de
una integridad piadosa que
enfrenten honestamente
las realidades de vivir en
un mundo manchado por
el pecado, en cuerpos
infectados por el pecado y
con relaciones estropeadas
por el pecado. El dolor
es una de esas crudas
realidades. Si acaso, el dolor
del cristiano se intensifica
porque sabe lo diferente que
13.07.09 15:48:00
 podrían haber sido las cosas
si no fuese por el pecado.
También sabe lo diferente
que serán un día. Es esa
esperanza de un día mejor
lo que hace más llevaderas
las lágrimas amargas
del presente.
Jesús también pasó por
aflicciones. Nuestro Señor
era conocido como «varón
de dolores, experimentado
en quebranto» (Isaías 53:3).
Lloró ante la tumba de
Lázaro (Juan 11:35). Los que
le observaban no estaban
viendo un acto de debilidad,
sino una expresión adecuada
de intensa aflicción por la
pérdida de un amigo a quien
amaba profundamente
(v. 36). Jesús estuvo
dispuesto a compartir el
dolor de sus amigos, a pesar
de que sabía que restauraría
a Lázaro unos momentos
más tarde.
Jesús también se afligió
por la resistencia de su
pueblo a sus llamados al
arrepentimiento (Mateo
23:37). Pasó por la intensa
22
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angustia de una pérdida
esperada, la pérdida de
la relación con su Padre,
cuando lloró en Getsemaní
(Lucas 22:44). He aquí
cómo describió su aflicción:
«Mi alma está muy triste,
hasta la muerte» (Mateo
26:38). La aflicción es señal
de que la persona está viva y
se involucra en las cosas, no
de inmadurez ni debilidad.
Son los vivos los que se
afligen, no los muertos.
Espere sentimientos
diferentes. En las horas y
días iniciales del lamento
habrá negación, distracción y
aturdimiento. Normalmente
lo peor se supera en dos
o tres meses. Si estos
sentimientos continúan
por un período prolongado
de tiempo e inhiben el
funcionamiento normal en la
vida, indican que la persona
se ha atascado en una de
las etapas no acabadas de la
aflicción. Esa persona podría
necesitar ayuda profesional
para comenzar a funcionar
de nuevo.
13.07.09 15:48:01
 Sin embargo, tampoco
es saludable que no se
vean señales externas del
proceso de la aflicción y que
la persona se guarde todas
las emociones internamente.
Tarde o temprano sus
defensas se derrumbarán,
por lo general produciendo
algún tipo de depresión.
Al afligido muchas veces
lo atormentan sentimientos
de ira y de culpa. «¿Por qué
yo? La vida es injusta. No
merezco esto. ¿Me está
castigando Dios? Si no
hubiese ido aquella noche
el accidente no hubiese
ocurrido». Se duda del
amor de Dios y de su poder.
No tema expresar
su aflicción a Dios.
No es malo llorar.
Dios comprende.
Jesús lloró y pasó
por aflicciones.
23
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Las dudas, la confusión
y la ambivalencia son todas
reacciones naturales ante
las épocas de lucha difíciles.
Job expresó su ira a Dios
(Job 10:122). Asaf describió
sus sentimientos de aflicción
e ira con Dios cuando vio las
injusticias que había en la
prosperidad de los malvados
y las luchas de los justos:
Se llenó de amargura mi
alma, y en mi corazón
sentía punzadas. Tan
torpe era yo, que no
entendía; era como una
bestia delante de ti
(Salmo 73:21,22).
Incluso en esa confusión
tan perturbadora, Asaf se
consoló por el hecho de que
Dios estaba por él y podía
manejar su ira y sus dudas:
Con todo, yo siempre
estuve contigo; me
tomaste de la mano
derecha. Me has guiado
según tu consejo, y después
me recibirás en gloria.
¿A quién tengo yo en los
cielos sino a ti? Y fuera de
ti nada deseo en la tierra.
13.07.09 15:48:01
 Mi carne y mi corazón
desfallecen; mas la roca
de mi corazón y mi porción
es Dios para siempre.
Pero en cuanto a mí, el
acercarme a Dios es el
bien; he puesto en Jehová
el Señor mi esperanza,
para contar todas tus obras
(Salmo 73:23-26,28).
No tema expresar su
aflicción a Dios. No es malo
llorar. Dios comprende. Jesús
lloró y pasó por aflicciones. Él
le acompañará en su mezcla
de sentimientos. Confíe en
que le dará el consuelo que
sólo Él puede dar.
TERCERA ETAPA:
Aprenda a vivir con
la pérdida. Enfrentar
una pérdida, ya sea la
muerte o cualquier otro
acontecimiento traumático,
hace madurar. La aflicción
proporciona la oportunidad
de que una persona vuelva a
descubrir cómo es realmente
su carácter y a reconsiderar
lo que verdaderamente
importa en la vida. Nadie
24
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es igual después de
experimentar una pérdida
significativa.
Richard Dershimer,
en su útil libro titulado
Counseling the Bereaved
[Cómo aconsejar al
acongojado], describe esta
etapa como un tiempo de
«adquirir una perspectiva
sobre la pérdida, la época
en que el dolor se mitiga
y se sustituye con una
dulce tristeza…. El agudo
sentido de pérdida cambia
en este momento de una
preocupación constante
[…] a una tristeza episódica
evocada por circunstancias
especiales» (p.22).
Entrar en el valle del
ajuste generalmente nos
hace sentir la realidad de
nuestro profundo anhelo de
seguridad y permanencia en
las relaciones. No queremos
que nadie nos deje nunca. El
abandono es nuestro temor
número uno. La separación
y la pérdida causadas por la
muerte, el divorcio, los hijos
que se van del hogar o una
13.07.09 15:48:01
 reubicación por razones de
trabajo nos obligan a hacer
un ajuste. Será necesario
realizar tres tareas primarias:
Acepte su nueva
situación. Demostramos
nuestra aceptación del nuevo,
aunque no solicitado cambio,
con nuestra disposición a
seguir adelante sin la ayuda
ni la compañía de otra
persona. Establecer algunas
metas a corto plazo forma
parte importante del ajuste.
Algunos ejemplos de estas
metas son regresar al trabajo,
asistir a eventos sociales,
empezar un pasatiempo.
También es bueno volver a
las tareas rutinarias del diario
vivir, como limpiar la casa,
fregar los platos, cortar el
césped, atender a los niños.
Pida ayuda si es necesario.
La promesa de la continua
presencia de Dios a Josué
antes de entrar en la pérfida
tierra de Canaán ha servido
de consuelo a muchos que
pasan por una aflicción:
Mira que te mando que te
esfuerces y seas valiente;
25
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no temas ni desmayes,
porque Jehová tu
Dios estará contigo en
dondequiera que vayas
(Josué 1:9).
La aceptación significa
tomar decisiones y seguir
adelante. La vida no se ha
terminado. Siempre será
diferente, pero todavía puede
ser buena debido a la bondad
del Dios a quien servimos
(Salmo 118:1,5-8).
Participe en la vida
activamente otra vez. La
virtud de la perseverancia
se aprende mejor en el
crisol del sufrimiento y la
aflicción (Romanos 5:2-5).
La perseverancia es el
compromiso de seguir
avanzando en la dirección
que indica nuestra brújula
divina, aun cuando no
podamos ver a dónde nos
dirigimos. Lo que realmente
creemos se demuestra en
las épocas difíciles. Los
que perseveran llevan las
cicatrices de heridas pasadas.
No obstante, salen ilesos, con
una perspectiva más clara
13.07.09 15:48:02
 de lo que es confiar en Dios
cuando falla todo lo demás.
Pueden decir, junto con Job:
«Aunque él me matare, en
él esperaré» (Job 13:15).
Mantenga sus
amistades. Durante
este período de ajuste
prevalecen los sentimientos
de alienación, soledad y
abandono. La persona que
acaba de enviudar se da
cuenta por primera vez de
cuánto se siente la soledad
al asistir a una iglesia que se
centra en parejas y familias.
Ningún padre ni ninguna
madre planifica criar a sus
hijos solos. Sin embargo,
cuando la muerte le arrebata
al compañero, el bienestar
económico, emocional, físico
y espiritual de la familia
de repente recae sobre
los hombros del cónyuge
sobreviviente, el cual, si
tiene que luchar para
mantenerse a flote, mucho
más tiene que hacerlo para
ocuparse de la familia.
El mejor antídoto para
la alienación es comenzar a
26
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invertir otra vez en relaciones
con personas que sufren.
La empatía y la compasión
nacen de nuestros propios
encuentros dolorosos con la
pérdida. Los que miran a los
demás a través de la aflicción
tienen una perspectiva
que los que no han llorado
no pueden ver, y están
singularmente capacitados
para ministrar a otros en
el dolor.
La perseverancia es
el compromiso de seguir
avanzando en la dirección
que indica nuestra brújula
divina, aun cuando no
podamos ver a dónde
nos dirigimos.
CUARTA ETAPA:
Invierta de nuevo en el
amor. El mejor indicador
de que las etapas de la
aflicción han terminado bien
es el regreso del deseo de
amar de nuevo. Rehusarse
a amar es una señal de que
tenemos miedo de perder a
otra persona. Nadie disfruta
el dolor de la pérdida, pero
13.07.09 15:48:02
 una fe mayor en Aquel que
nunca nos abandonará nos
capacitará para arriesgarnos
a amar otra vez.
La confianza en el
amor constante de Dios
es lo único que nos
sostendrá en los tiempos
difíciles de la aflicción.
John Brantner escribe:
Sólo los que evitan el
amor pueden evitar la
pérdida. El asunto es
aprender de ella y seguir
siendo vulnerable al amor.
Es en esta etapa final de la
aflicción que los acongojados
pueden considerar su pérdida
como una experiencia de
crecimiento que los ha
hecho mejores personas en
el proceso. Cambia toda su
perspectiva de la vida. Esta
conciencia cada vez mayor
de la fragilidad de la vida y
su posición en ella produce
una apreciación más rica
de la belleza e importancia
de la misma.
Comparta su consuelo
con otros. Uno de los
propósitos de lidiar con la
27
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aflicción es invertir en las
vidas de otros que necesitan
el mismo consuelo que nos
consoló a nosotros en nuestra
aflicción (2 Corintios 1:3-7;
Gálatas 6:2). Eso es conforme
a nuestro llamamiento como
personas creadas a imagen
de Dios: amar a Dios y amar
al prójimo (Juan 13:34,35;
15:11-13; Gálatas 5:13,14;
1 Juan 4:7-21). La aflicción
nos recuerda que este mundo
no es nuestro hogar; que sólo
estamos de paso.
Nicholas Wolterstorff
escribe:
Creer en la resurrección
de Cristo y en la muerte de
la muerte es también vivir
con el poder y el desafío
de levantarnos ahora
de todos los sepulcros
oscuros del amor que
sufre. Si nuestra angustia
no acrecienta nuestra
solidaridad con las heridas
del mundo, si el amor por
los que nos rodean no
crece, si la gratitud por
lo bueno no se inflama,
si no se profundizan
13.07.09 15:48:02
 las reflexiones, si no se
fortalece el compromiso
con lo importante, si no
se intensifica el anhelo
por un nuevo día, si se
debilita la esperanza y
la fe disminuye, si de la
experiencia de la muerte no
sale nada bueno, entonces
la muerte ha triunfado
(Lament for a Son [Lamento
por un hijo], p.92).
Sin embargo, la muerte
no tiene la última palabra.
Un grandioso día se acerca
en que Dios derrotará todas
las pérdidas. Apocalipsis
21:4 dice:
Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos;
y ya no habrá muerte,
ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor; porque
las primeras cosas pasaron.
Ese será un día glorioso
en que nuestra relación con
Dios y con los otros que
han muerto en Cristo serán
restauradas perfectamente.
Nunca más tendremos
que decir adiós. Esa es la
esperanza de todo creyente
28
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que pasa por la aflicción
de una pérdida.
Disfrute la vida hoy.
Hasta que llegue aquel
grandioso día, permítase la
libertad de disfrutar la vida
otra vez. No traiciona a su
ser querido si se ríe. No todo
es desaliento y fatalidad. El
gozo del Señor no es algo que
controlamos ni fabricamos.
Es el resultado de ir en pos
de Dios por medio de una
vida de obediencia y lo
produce el Espíritu Santo
(Gálatas 5:22-25). Aunque
puede que la vida se escuche
en un tono menor por un
tiempo, el gozo nos tomará
por sorpresa. Cuando
eso suceda, disfrútelo.
Comience a llenar su álbum
de fotografías espiritual con
instantáneas de momentos
gozosos. El Espíritu Santo
se las proporciona para
que pueda seguir adelante
cuando los días son yermos.
Recordar lo que ha perdido
o a quien ha perdido siempre
le causará una punzada
de dolor. A veces hasta le
13.07.09 15:48:03
 hará llorar. Pero eso no será
todo. También aumentará su
aprecio por la vida y su celo
por el regreso de Cristo, lo
cual no hubiese sido posible
si usted no hubiese andado
por el transformador valle
de la aflicción.
La aflicción nos
recuerda que este
mundo no es nuestro
hogar; sólo somos
peregrinos.
CÓMO AYUDAR
AL AFLIGIDO
A
veces algunos
cristianos bien
intencionados sin
querer pisotean el dolor
del acongojado citando sin
reflexionar Romanos 8:28 o
diciendo cosas como: «Ahora
que está con el Señor está
mucho mejor» o «Sabemos
que Dios tiene control de
29
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todo». Esas respuestas
obstruyen los sentimientos
de la persona que pasa por
la aflicción y contribuyen
a la negación del dolor que
siente. La persona afligida
hasta puede considerar
esas palabras intentos muy
insensibles de empequeñecer
el valor de su pérdida.
La mayoría de nosotros
nos sentimos incómodos
con los sentimientos del
acongojado. Pasamos la
mayor parte de nuestra
vida aislándonos del dolor.
Cuando somos confrontados
con la cruda aflicción de
alguien tratamos de mantener
nuestro propio dolor reducido
a su mínima expresión. A
menudo intentamos distraer
la atención del acongojado de
su pena para evitar nuestra
propia incomodidad. Mas
todo lo que contribuya a que
una persona evite o suprima
el dolor legítimo de su
pérdida prolongará el proceso
del lamento. Esa clase de
«consuelo» hace más daño
que bien.
13.07.09 15:48:03
 La Iglesia parece sentirse
tan incómoda ante la
aflicción como el resto de
la sociedad. Sin embargo,
la Iglesia debería ser
diferente por la esperanza
de restauración que todos
compartimos en Cristo.
La Iglesia debería exhortar
a su gente a lidiar con la
aflicción de forma tal que
acepte la dolorosa realidad
de la pérdida y fomente a
una mayor dependencia
de Cristo. Las lágrimas son
un indicio de la humanidad
de uno, no de debilidad ni
de falta de fe.
La forma en que
negociemos el empinado,
y a veces peligroso, terreno
de nuestra propia aflicción
causará un gran impacto
en nuestra capacidad de
ayudar a otros que también
pasan por una aflicción. En
2 Corintios 1:3,4, el apóstol
Pablo identificó a los que
han sido consolados por
Dios como los que están
calificados para consolar
a otros.
30
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El principio del que habla
Pablo en Romanos 12:15,
«llorad con los que lloran»,
fue ilustrado por Jesús cuando
visitó a María y a Marta
después de la muerte de su
hermano Lázaro. Cuando vio
la angustia y el dolor de María
«se estremeció en espíritu y
se conmovió» (Juan 11:33).
Estaba abrumado por la pena.
Sentía tanto el aguijón de su
propia pérdida como el de la
pérdida de ellas. No fue sólo
su poder de levantar a Lázaro
de entre los muertos lo que
tocó profundamente a los
acongojados, sino el poder
de su presencia en medio
de ellos y su amor por ellos.
¡Dios llorando con usted por
la pérdida de un ser querido!
Como emisarios del
evangelio de la reconciliación
(2 Corintios 5:18-20) se
nos ha dado la privilegiada
oportunidad de ser la
presencia de Cristo entre
los afligidos. Las palabras
no son adecuadas para
expresar lo que necesita la
persona que pasa por una
13.07.09 15:48:03
 aflicción. Es el hombro sobre
el cual llorar, la disposición
a escuchar y el compromiso
de sentarse en silencio los
que más comunican.
Todos nos sentimos
incómodos con situaciones
en las que no podemos hacer
nada. Los que pasan por
una aflicción saben que no
se puede hacer nada para
cambiar lo que sucedió.
Lo que quieren saber es:
«¿Irás conmigo por este
doloroso sendero por el
que debo atravesar?»
Se sienten abandonados
por la pérdida de sus
seres queridos. Lo último
que necesitan es sentirse
abandonados por otros que
los rodean. Necesitan amigos
verdaderos que los escuchen,
no sólo con los oídos, sino
también con el corazón,
aquellos que se acercan con el
amor y el consuelo de Cristo.
También se necesita
apoyo práctico en cosas
pequeñas como llevar
una comida, cambiar el
aceite al auto, limpiar la
31
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casa, llevar a la persona
a cenar una noche, quedarse
cuidando los niños,
planificación financiera y
oraciones continuas. Estas
cosas son esenciales para
la recuperación de una
pérdida devastadora.
EL RECUERDO
U
na vez fui a pescar
con mi padre y mi
hermano. Pescamos
en un arroyo en el que mi
abuelo y yo solíamos pescar
juntos hace más de 30 años.
Él está enterrado en un
pequeño cementerio sobre
una colina que da hacia
aquel arroyo. Nunca había
visitado la tumba. Papá me
preguntó si quería pasar
por allí. Yo dije que sí. Mis
lágrimas me sorprendieron.
No las esperaba. Después
de todo, hacía 14 años.
Debería haber superado mi
aflicción. No obstante, aquel
día me di cuenta de que
nunca estamos muy lejos
13.07.09 15:48:03
 del dolor de aquellos que
hemos perdido. Aquello
también me hizo consciente
de lo mucho que Dios, en
su infinita sabiduría, había
usado a mi abuelo para
que tocase mi vida con
la suya en formas muy
enriquecedoras, instilando
en mí un hambre de su Dios.
Nunca he sido el mismo.
Nunca superaré esa pérdida.
No debería superarla.
Tim Jackson es consejero profesional
con licencia del estado de Michigan
y jefe del departamento de consejería
y correspondencia bíblica de
Ministerios RBC.
32
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OTROS LIBRITOS DE
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