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Tema: “El propósito de Dios”

Texto: Romanos 8: 28-29

Propósito: Es una palabra que proviene del latín prospositum, y habla del ánimo o
intensión de hacer o de no hacer. Objeto, mira, cosa que se pretende conseguir.

Anécdota 1: Una hermana de esta iglesia, sus padres estaban pasando por una
situación económica difícil, esta familia era conformada por 5 personas, 2 adultos
y 3 niños, un día cualquiera llegó la noticia que la madre estaba nuevamente en
embarazo, en medio del desespero por la situación que vivían tomaron la decisión
de abortarla e intentaron por todos los medio conocidos y no pudieron.

- El Propósito de Dios, nos predestino

Predestinar: Decidir con anticipación el destino de una persona o de una cosa.

Efesios 1:11: En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados


conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su
voluntad.

- El Propósito de Dios no se puede detener

Salmos 138:8: Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová,


es para siempre; No desampares la obra de tus manos.

- El Propósito de Dios permanece

Romanos 9:11: (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal,
para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las
obras sino por el que llama),

- Los Propósitos de Dios son buenos

2 Tesalonicenses 1:11: Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para
que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito
de bondad y toda obra de fe con su poder,
- El Propósito pertenece solo a Dios.

2 Timoteo 1:9: quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a
nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en
Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,

Anécdota 2:

Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra
duramente con su hijo. Un día su hijo le dijo:

- "Padre, qué desgracia, se nos ha ido el caballo".

Su padre respondió:

- "Veremos lo que trae el tiempo...".

A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. Unos días
después, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al
jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.

- "Padre, qué desgracia, me he roto la pierna".

Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:

 - "Veamos lo que trae el tiempo...".

 El muchacho se lamentaba. Pocos días después pasaron por la aldea los
enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Fueron a la casa
del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y
siguieron de largo. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la
desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que hay que darle tiempo al tiempo,
para ver si algo es malo o bueno.

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