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Cobas
Amate
ARTE CUBANO
La espiral ascendente
Roberto
Cobas
Amate
ARTE CUBANO
La espiral ascendente
A los curadores de colecciones
que trabajan abnegada y silenciosamente
en los museos y que dedican su vida
a la salvaguarda del patrimonio cultural
de la nación cubana
SUMARIO
AGRADECIMIENTOS
A la Fundación Mariano Rodríguez por depositar su confianza en este proyecto VI Antonio Eligio 1. LA BÚSQUEDA 2. DEL COMENTARIO 3. LA MIRADA 272 La ola del
(Tonel) DE LO CUBANO SOCIAL AL ARTE INÉDITA tiempo.
A Beatriz Gago quien supo conducir esta propuesta a buen puerto La escritura Marejadas y
UNIVERSAL MILITANTE
como praxis: reflujos de la
A los conservadores del Museo Nacional de Bellas Artes, a su paciencia y Roberto Cobas Escuela de La
generosidad y el estudio 16 La búsqueda 140 Del comentario 180 La mirada Habana en la
crítico de la de lo cubano social al arte inédita. La óptica de Guy
Al Centro de Información Antonio Rodríguez Morey y sus amables y siempre vanguardia universal militante gráfica y el
Pérez-Cisneros
atentas especialistas cubana dibujo en los
22 José Gómez 146 Marcelo años veinte y
Jorge Luis del Busto X Abelardo Mena Sicre: más allá Pogolotti: treinta
El curador es del MoMA vanguardia,
Raúl Álvarez ideología, 202 Gabriel
un intérprete 42 Arístides sociedad Castaño: un
Casa de subastas Christie's de la tradición Fernández:
(Entrevista) eslabón perdido
Casa Museo José Lezama Lima olvido y 164 Alberto Peña: en el patrimonio
memoria de la inclusión artístico
Arzobispado de La Habana étnica a la nacional
54 Amelia Peláez, epopeya social
Dr. Alejandro Anreus una mirada en 208 Fidelio Ponce:
Galeria La Acacia retrospectiva 168 Jorge Rigol, misticismo y
vanguardia y sociedad
Niurka Díaz 62 Acerca de un tradición
pintor llamado 216 Antonio
Ramón y Nercys Cernuda Jorge Arche Gattorno: los
Isaac Lif vaivenes de la
72 Mariano historia
Dra. Katty María Hernández Acosta Rodríguez: la
búsqueda de 228 Mirta Cerra:
Dr. Silvio Reyes una expresión entre lo clásico
americana y lo moderno
Dr. Blas Reyes
Yuly Llerena 90 Cundo 242 Wifredo Lam:
Bermúdez: de los mitos a la
José Ramón Alonso tradición y poesía
modernidad
Delia María Lopez Campistrous 252 Feijóo: un sol
102 René desconocido
Adamelia Feijóo Portocarrero:
Alberto y Nieves de La Puente las ciudades, 258 Daniel Serra
sus mujeres Badué: en
Librería Memorias y fiestas busca de los
populares pasos perdidos
Archivo Cifo Veigas y su especialista Juliet García
114 Mario Carreño: 262 Felipe Orlando:
clasicismo y ciudadano del
A Xiomara y Robertico por ser apoyo y aliento permanentes durante modernidad mundo
esta inolvidable experiencia 124 Wifredo Lam:
indivisible
VI VII ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
La escritura como praxis: Roberto Cobas encarna en Cuba, como pocos, al crítico de arte que construye su
discurso a partir de las exigencias particulares de proyectos expositivos
Cobas y el estudio crítico de la de gran envergadura, por lo general concebidos alrededor de momentos y
figuras adscritos a las primeras décadas del arte moderno. La suya es, por
vanguardia cubana ello mismo, una escritura en la cual la historia, y en particular la historia
del arte cubano, tienen un peso considerable, diría yo que dominante. Su
práctica, por tanto, implica una interrogación constante del arte nacional
Antonio Eligio (Tonel) y de los discursos críticos que le han acompañado en su surgimiento y
desarrollo. Trabajar con el patrimonio histórico reclama un pensamiento
El aporte de Roberto Cobas a la cultura de Cuba puede y debe calificarse flexible, que permita revaluarlo y reinterpretarlo, sin descartar las con-
de muy trascendente. Su contribución principal, sin dudas, han sido las sideraciones y las certezas contenidas en los estudios historiográficos
decenas de exposiciones que él ha concebido y realizado, tanto en el Museo precedentes. En los textos aquí recogidos, Cobas hace gala de todos estos
Nacional de Bellas Artes de La Habana, como en varias instituciones forá- atributos al lidiar con la tradición, en el arte y en la historia.
neas. Su trabajo, según se hace evidente en la presente antología, se ha El perfil profesional de Cobas me induce a incluir unas reflexiones gene-
concentrado en la vanguardia y la modernidad del arte cubano del siglo rales sobre el campo en el cual él actúa: creo que hay algo en común entre la
veinte. La profundidad, la originalidad y el alcance amplio de los textos re- experiencia de preparar y presentar ante el público una exposición de arte,
unidos en este libro –apenas un fragmento de su labor intelectual– dan fe y otros hechos culturales que, por su naturaleza, tienen igualmente una
de una trayectoria profesional marcada por la ponderación y la seriedad, vida limitada. Piénsese, por ejemplo, en el trabajo de un colectivo teatral,
y por una relación de compromiso respetuoso con el arte y los artistas esfuerzo muchas veces grandioso, y que puede salir a la luz sólo para una
con quienes este especialista ha trabajado, durante más de tres décadas. función; o en la sinergia inspirada, compartida por un grupo de jazzistas
La tarea de concebir, planear y realizar (comisariar o “curar”) exposi- en un “jam session” memorable. Estas y otras coyunturas, asentadas en un
ciones se convirtió, sobre todo desde la segunda mitad del siglo veinte, en transcurrir preciso, podrán registrarse para la posteridad de una forma u
un campo sumamente especializado, en el cual –más allá de experiencias otra, pero nada será comparable a la experiencia de ser testigo presencial,
interdisciplinarias o híbridas, concebidas desde la interpolación del arte de estar allí en el momento, de suyo excepcional, en que ocurren tales
con otros campos del saber– confluyen la crítica y la historia del arte con sucesos.
varias disciplinas, como la arquitectura y el diseño; por no hablar de todo Cuando se trata de una exposición de arte, la vivencia de movernos en
aquello que, sin serle ajeno al especialista, queda usualmente fuera de la un espacio físico ocupado por una selección premeditada de obras puede
vista del público y permite llevar a cabo una exposición: desde la contabili- ser, en el mejor de los casos, inolvidable, y también insustituible. Por lo
dad, la asesoría legal, la logística compleja de transporte y seguros, hasta el regular –y sin excluir otras opciones– el tránsito de esa experiencia hacia
diálogo con coleccionistas e instituciones, la negociación de préstamos, un estado más perdurable tiene lugar a través de publicaciones ancilares,
la restauración de obras, y la coordinación editorial. En el caso de Cuba y sean estas catálogos u otra clase de libros, y mediante los textos críticos
sus instituciones, no hay dudas de que esta especialización se desarrolla y incluidos en tales ediciones. Cada vez con mayor frecuencia, fragmentos
se afina, ante todo, en la práctica, más que en los estudios académicos. En de esos mismos textos pueden leerse en las salas de museos y galerías,
su conversación con Abelardo Mena, recogida en la valiosa entrevista que como parte del diseño museográfico, junto a las obras desplegadas.
precede a los ensayos, Cobas declara que “[e]l Museo Nacional de Bellas La combinación de obras y de textos, apreciable ya desde el espacio
Artes (MNBA) ha sido mi verdadera escuela”, mientras enfatiza en la im- mismo de la exposición, es un rasgo que subraya la complejidad de las
portancia de experiencias formativas que le permitieron familiarizarse, tareas que debe asumir regularmente Cobas desde su puesto –en algún
tanto con las colecciones de dicho museo, como con las complejidades del sentido privilegiado; no por ello exento de riesgos– de especialista eru-
trabajo curatorial. dito. En particular, llamo la atención sobre el reto de acompañar las
La obra de Cobas nos confirma que, en su caso, las diferentes facetas de reflexiones, evaluaciones y comparaciones entre obras –todo muy usual,
esta especialidad son asumidas con igual dedicación y rigor. Ello puede com- en el ejercicio de la crítica de arte– con la presentación simultánea de mu-
probarse de manera fehaciente si, además de hojear este libro, se ha tenido chas de esas mismas obras ante el público. Esta simultaneidad establece
ocasión de disfrutar del despliegue de sus proyectos expositivos. Al apreciar una diferencia, tal vez obvia, aunque nunca menor, entre textos como
este volumen ante el telón de fondo de las tantas exposiciones que él ha co- los incluidos en este libro, que por lo general han contado con un refle-
misariado, se verifica una nivelación o correspondencia entre sus labores jo inmediato en una exposición, y esa otra crítica de arte que ve la luz
de mapeo conceptual y organizativo –es decir, todo aquello que contribuye como hecho en sí mismo, a cierta distancia física y quizás temporal, de
a crear el resultado admirado por el público, en las salas del museo– y su las obras comentadas. La simultaneidad, en el despliegue de textos y
producción ensayística, de carácter crítico e historiográfico. Lo que leemos obras, nos recuerda que Cobas debe asumir su papel como crítico desde
en las páginas que siguen, por tanto, es el pensar que acompaña a la acción, la concepción misma de un proyecto, y con la vista puesta en las conse-
que resulta de ella y que, a no dudarlo, muchas veces le precede. La escri- cuencias prácticas que van a derivarse de sus ideas y palabras. Esta es por
tura –aún en los segmentos de mayor brillantez y en las afirmaciones más tanto la crítica ejercida en su sentido más amplio y profundo, por su in-
iluminadoras– es en este caso una estación, si se quiere, en la suma de ta- cidencia directa sobre la realidad del arte y de su apreciación. Crítica que
reas sublimes y mundanas, y en el esfuerzo intelectual (y muchas veces, abarca desde el planteamiento de hipótesis, el esbozo de diálogos inéditos
también físico) que supone comisariar una exposición. entre obras –muchas de ellas, conocidas como verdaderos “clásicos” del
La escritura como praxis: Roberto Cobas y el estudio crítico de la vanguardia cubana VIII IX ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
arte cubano, lo cual no deja de ser intimidante– y la creación de nuevos obras y figuras –véanse, a manera de ejemplo, sus consideraciones sobre
contextos, hasta el hallazgo de significados novedosos que se hacen po- Jorge Arche, Mario Carreño, Marcelo Pogolotti, o Arístides Fernández– y
sibles, precisamente, dentro del nuevo entorno que el discurso crítico ha al revisar y comentar la literatura autoritativa.
creado para tales obras. Entre los mejores ejemplos de equilibrio y contención en el análisis,
En su conjunto, estos ensayos deben recibirse como un atisbo –no destacaría el ensayo sobre la figura, indiscutiblemente polémica, de José
por parcial, menos convincente– de un pensamiento que transforma la Gómez Sicre. Sin separarse nunca de las referencias históricas comproba-
experiencia relativamente efímera de la exposición de arte en un docu- bles, y sin esquivar la complejidad del personaje, Cobas logra acercarnos
mento trascendente. Cuando se hace imposible detenernos ante cier- a una personalidad clave en el reconocimiento internacional y en la pro-
tas obras de Mariano, de Lam, de Mirta Cerra, de Felipe Orlando, o de moción del arte cubano. El retrato dibujado es justo y atractivo, precisa-
Amelia, sí podremos y deberemos regresar a estos textos, necesarios no mente, por la riqueza de los claroscuros, por dar espacio a la grandeza y
sólo para entender el arte mismo, sino también para adentrarnos en la a la mezquindad, a los aciertos y a los errores que caben en la biografía
comprensión de los múltiples discursos críticos, históricamente condi- de un intelectual cuya influencia en la cultura nacional es, todavía hoy,
cionados, que han surgido en íntima relación con este patrimonio. indiscutible.
El campo de la historia del arte en el cual Cobas ha afianzado su tra- El libro es tanto o más importante, por la manera amplia en la que
yectoria profesional no podría ser más fascinante, ni tener mayor peso o alcanza a iluminar páginas olvidadas y capítulos subestimados de la his-
visibilidad. Si nos permitiésemos imaginar al arte cubano como el archi- toria del arte hecho en Cuba. En su conversación con Abelardo Mena, y a
piélago donde se asienta nuestra nación, la vanguardia artística nacional propósito de Arístides Fernández, Cobas se refiere al hecho de que una
–con sus prolongaciones en el clasicismo de la modernidad– equivaldría al parte considerable de su trabajo como investigador se ha concentrado en
territorio de la isla grande: así de extenso y dominante ha sido el espacio destacar a “figuras fundamentales de nuestra plástica, cuya obra se en-
conquistado por los artistas –y junto a ellos, por los críticos y promoto- cuentra atesorada, casi en su totalidad, en el MNBA y que ha[n] sufrido en
res– cuya obra se discute en este tomo. No en balde, estas páginas dan la distintos momentos un lamentable olvido”. La mención del autor de Los
impresión de ser como una guía de lujo al arte hecho en Cuba durante la novios y de La familia se retrata es ampliada por el propio especialista a otras
primera mitad del siglo veinte. Los nombres que el autor trae a colación, figuras como Samuel Feijóo y Mirta Cerra. Más allá de estos nombres, es
de Víctor Manuel a Amelia, de Cundo a Mariano, de Carreño a Lam, de verdaderamente encomiable que tengan cabida en el tomo ensayos sobre
Arístides Fernández a Carlos Enríquez, suenan como pura música a los Alberto Peña, Jorge Rigol, Daniel Serra Badué, y Gabriel Castaño, o acerca
oídos del aficionado y del conocedor de la cultura nacional. Pero es obvio de áreas tan especializadas como el dibujo en la década de los años treinta
que esa reunión de figuras cimeras, en sí misma, no haría del libro un del siglo pasado.
ejemplar imprescindible. La relevancia de los textos, mucho de lo más El análisis de la evolución y la trayectoria ascendente de Guy Pérez-Cisne-
valioso que ofrecen estas páginas, se encuentra en lo exhaustivo de las ros merece especial atención. Aquí nos hallamos ante un ensayo magnífico
investigaciones, en la profusión de referencias, en la extensa bibliogra- –enfocado en un pensador esencial en la historia del arte cubano– que bri-
fía, y en los documentos (incluyendo fotografías de época) que Cobas y lla por la amplitud de la bibliografía y de los documentos que le respaldan.
sus editores han rastreado y puesto a nuestra disposición. Resultan muy Un texto que explora pacientemente el modo en que este crítico excep-
valiosas, por la información peculiar que aportan, las numerosas citas cional fue asumiendo y rebasando sus contradicciones y su comprensión
desempolvadas por el autor, sea de una carta de Antonio Gattorno, de una de la vanguardia. El ensayo está cuajado de citas muy ilustrativas, y de
reseña publicada por el joven Pérez-Cisneros, de una entrevista a Cundo observaciones atinadas, mientras va y viene con fluidez del pensamiento
Bermúdez, o de publicaciones periódicas y de catálogos de exposiciones siempre ágil de Guy a la obra de los artistas que le inspiraron.
que son de obligada consulta, si se intenta ofrecer una visión del arte que Cobas demuestra una y otra vez un conocimiento enjundioso de la ma-
tenga en cuenta el pensamiento de sus protagonistas. teria a la cual ha dedicado muchos años de aplicación y análisis; lo hace con
Junto a la invaluable suma de información histórica, al destaque de un lenguaje sencillo y elegante, que esquiva el abuso de la jerga académica,
aspectos poco estudiados, y a la riqueza de anécdotas que este libro reúne, de la hipérbole, y de los neologismos innecesarios. El resultado es un tomo
creo importante subrayar los valores muy atractivos de la prosa hilvanada que será atractivo para los especialistas y los estudiosos del arte cubano, y
por el autor. Este es un libro ameno, fácil de leer, al tiempo que oportuno también accesible al público lector más amplio. Una antología que permite
y muy necesario, sobre todo para los lectores cubanos. Su importancia se apreciar cuan fructíferas han sido sus décadas de trabajo en la institución
basa, en parte, en el recuento y el análisis de figuras y momentos muy más importante para las artes visuales de Cuba. Libro necesario, que le hace
estudiados, y hasta cierto punto conocidos: Lam, Mariano, Portocarrero, justicia a una carrera celebrada dentro y también fuera de las fronteras na-
Amelia, Pogolotti, la exposición Modern Cuban Painters (1944), se cuentan cionales. Su publicación marca un hito en la trayectoria de Roberto Cobas,
entre los personajes mayores y los eventos trascendentales que el autor re- y nos motiva a esperar por los próximos ensayos, por las exposiciones que
toma, y a partir de los cuales adelanta ideas, descubre y conecta datos, con vendrán, y por los libros en los que seguramente él trabaja hoy, y que serán
una mirada que se apoya en la investigación cuidadosa. En sus revisitas, –como lo es ya este volumen– verdaderos clásicos en la bibliografía sobre el
Cobas asume una perspectiva en la cual convergen, de manera equilibra- arte cubano del siglo veinte.
da, la recapitulación de juicios tradicionales y los aportes novedosos de
quien escribe desde el final del siglo veinte y el comienzo del veintiuno. Vancouver, verano de 2018
Posicionado en el conocimiento del discurso histórico, Cobas va introdu-
ciendo sus acentos personales y sus conclusiones originales, al valorar
La búsqueda
ROBERTO de lo cubano
COBAS. universal LA ESPIRAL ASCENDENTE
ARTE CUBANO: 178 179
LA
MIRADA
INÉDITA
(...) concepción de
una imagen nueva,
elegante y eficaz
—
(...) modificaron la
apreciación visual
del público, y lo
hicieron de muy
variadas maneras
—
(...) estas
expresiones
artísticas
despertaron la
admiración de la
intelectualidad
progresista de la
época
180 181 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
y el dibujo en los años veinte pranos años veinte tales como Bohemia, Carteles, Cinelandia², y de manera
muy especial, en la revista Social³, anticipan la aparición de una moder-
01 02
01. Conrado
Massaguer.
Social (La
Habana), vol. V,
no. 9, septiembre,
1920
05. Conrado
Massaguer.
Social (La
Habana), vol. XIV, 05
no. 4, abril, 1929
03 04
La mirada inédita. La gráfica y el dibujo en los años veinte y treinta 184 185 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
Hacia 1927 aparece la Revista de Avance con una nueva propuesta artís-
tico-literaria de vanguardia. Entonces el binomio integrado por Conrado
Massaguer como director de Social y principal artista gráfico de la publi-
cación, y Alfredo Quílez, director artístico, dan paso a la colaboración de
jóvenes y talentosos ilustradores que traerán nuevos recursos en cuanto
al diseño de las portadas hasta ese momento inéditos. De esta manera in-
tentaron mantener el protagonismo en la escena cultural cubana del cual
gozaban desde hacía muchos años. Es así que aparecen una variedad de
nuevas propuestas y diseñadores comenzando con Luis López Méndez, jo-
ven artista venezolano, en marzo de 1927, y que se extiende, en el año 1929,
a otras figuras como Lily del Barrio,⁸ Esperanza Durruthy, el arquitecto
y escenógrafo austriaco Harry Tauber⁹ y el mexicano Emilio Amero. La
inclusión de José Manuel Acosta¹⁰ es decisiva al realizar un aporte inédi-
to de recursos gráficos, pues introduce portadas con un diseño cubista,
como las concebidas para los números de febrero y julio de 1929. Si com-
paramos el indiscutible aporte vanguardista realizado por Acosta en ese
año con la timidez postimpresionista de los recursos estéticos empleados
por Víctor Manuel en su pintura y, en particular, en un icono fundacional
de nuestra modernidad como es Gitana tropical, el mito se derrumba. En-
tonces, ¿qué ha pasado con el reconocimiento a José Manuel Acosta como
el indudable introductor del arte más contemporáneo en aquel singular
contexto cultural? La apreciación de Luz Merino Acosta es válida como
respuesta: “En general a ilustradores, caricaturistas y fotógrafos comer-
ciales se les ha concedido un papel marginal en el continuo de la historia
del arte”.¹¹ Es hora ya de su definitivo reconocimiento.
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La mirada inédita. La gráfica y el dibujo en los años veinte y treinta 188 189 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
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La mirada inédita. La gráfica y el dibujo en los años veinte y treinta 192 193 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
Artistas destacados del período dan su visión del asunto de acuerdo con
su temperamento y grado de compromiso social. Así, se revela una varie-
dad de matices que oscilan entre la visión sensual y elegante de Jaime Valls
sobre la rumba, hasta la exploración respetuosa y sincrética de la religio-
sidad afrocubana en Carlos Enríquez. En el caso de Valls, estos dibujos le
abrieron el camino de su incorporación a la vanguardia plástica cubana, al
colaborar con publicaciones que se movían en tal sentido, como el Suple-
mento Literario del Diario de la Marina y la Revista de Avance. Refiriéndose
a este momento particular de su obra, señala Ramón Vázquez, su estudioso
más riguroso:
Trabajo actualmente en lo que podría llamarse “el romancero guaji- presionante de dibujos donde rompe con los moldes conocidos hasta ese
ro”, es decir, la pintura del guajiro en su paisaje, rodeado de ese algo momento y evidencia una evolución que va por delante de la mayoría de
misterioso y fantástico que puebla su soledad con curiosas leyendas, sus compañeros de generación. Esta serie es excepcional en el conjunto de
que surgen de su contacto directo con la tierra que, como los muertos, la plástica de la vanguardia, fue interpretada por esta artista solamente
produce fosforescencia.²² y merece una atención particular. Sin embargo, su exploración plástica
desemboca en una de las corrientes esenciales del período. Tal como afir-
Sus dibujos anticipan el ciclo decisivo de algunas de sus pinturas clá- ma sagazmente Llilian Llanes: “La visión de Amelia le proporcionaba una
sicas como Manuel García, rey de los campos de Cuba (1934), El rapto de las nueva perspectiva al criollismo”.²⁵
mulatas (1938), Héroe criollo (1943), Bandolero criollo (1943). Nadie como él En el caso de Amelia Peláez, sus búsquedas desembocan a inicios de
supo indagar en las tradiciones orales del campo cubano y trasladarlas con los años cuarenta en un interpretación original y cualitativamente supe-
maestría al dibujo primero y al lienzo después, en obras que mantienen rior del criollismo en una renovada concepción urbana, mediante la cual
plena vigencia y que están situadas sólidamente como paradigmas del crio- indaga en los interiores de las casas coloniales y todos sus ornamentos,
llismo en la Isla. Tal como el propio artista señala: “Es necesario buscar lo ya sean muebles, rejas o vitrales, por lo que realiza un aporte decisivo a
vernacular en el campo de Cuba”.²³ Los valores que encierra el folclore cam- las artes plásticas de la época.
pesino significan para muchos la más auténtica expresión de la cubanidad.
Por su parte Arístides Fernández articula uno de los discursos plásti- Carlos Enriquez: eros y el ser nacional
cos más intensos y dramáticos de toda la pintura insular. Su obra indaga Carlos Enríquez es un artista difícil de ceñir por sus múltiples contri-
en lo esencial cubano, y se mantiene alejada del criollismo intrascenden- buciones a la plástica cubana. Pero es evidente que existen tres líneas de
te practicado por algunos de sus contemporáneos. El rasgo fundamental trabajo que fueron de su especial atención: el criollismo, a partir de una
de su arte es la capacidad de expresar la cotidianidad del desamparo sin exploración profunda y sincera sobre las alegrías y tristezas del guajiro
menoscabar la dignidad de los personajes: obra sobria y severa; mesurado cubano y las fábulas que rodean su vida; una segunda vía de desarrollo,
colorido, riguroso sentido de la contención evitan el desbordamiento de la que es su trabajo de contenido social, poderoso y emotivo, y un tercer
tragedia. Ahí tenemos numerosos dibujos, acuarelas y temperas, así como sesgo, igualmente intenso, corresponde a su obra erótica, la cual exploró
los óleos La familia se retrata y El batey, obras definitivas de su quehacer en todas sus variantes, desde lo grotesco en extremo provocador hasta
artístico para demostrarlo. En sus dibujos y acuarelas Arístides lo trans- las sutilezas y ambigüedades del amor sexual. Siempre con una visión
forma todo hasta llegar a una síntesis poética excepcional, cuando aúna abarcadora de amplia variedad de matices, desde una perspectiva hetero-
hombres y plantas en el monte en una sola entidad espiritual, incursiona sexual “machista”, hasta la intimidad lasciva entre mujeres, cuyo trata-
con absoluta originalidad en el criollismo, el que se manifiesta de manera miento plástico parece fascinarle.
precisa en el conjunto de su obra. Hemos dedicado un apartado para destacar la obra erótica de Carlos
Enríquez porque, más allá de los escándalos de los que fue objeto en su
Amelia Peláez: la mujer como paradigma de experimentación visual época y el rechazo hipócrita de la burguesía conservadora, ella constituye
Amelia Peláez, después de siete años de estudios en Europa, en los cuales también una forma de expresión del ser nacional, algo consustancial a
entra en contacto con la vanguardia de la época, regresa a Cuba en 1934. ese mestizaje de razas que dio origen a la cubanidad, en la cual la atrac-
Durante ese año y 1935 decide no exponer la obra que trajo a La Haba- ción erótica y el sexo en sí mismo no son aspectos excluyentes de la coti-
na de su estancia parisina, sino que se enfrasca en realizar un conjun- dianidad de la vida sino, por el contrario, parte integrante de ella misma.
to sorprendente de dibujos en los cuales toma como objeto fundamental No es aceptable desde una mirada contempóranea el lugar común que
de experimentación visual a la mujer. Sin dudas, este será uno de los te- mitifica a Carlos Enríquez como un poseído sexual que da rienda suelta
mas más significativos, en los que se aprecian cambios sustanciales en en sus dibujos y pinturas a fantasías caprichosas de una mente morbosa,
su concepto de representación, con respecto a la estética practicada por 18 como algunos supusieron en su momento. Aunque también hubo defen-
la primera generación republicana.²⁴ La representación de la mujer en la sores enérgicos de su obra como el prestigioso intelectual Jorge Mañach
pintura académica respondía a la mentalidad de una burguesía profun- quien, en ocasión de la exposición que Revista de Avance había organizado
damente conservadora, de un gusto relamido y anacrónico. Sin embargo, al artista en junio de 1930 –y que tuvo que ser suspendida ante la acti-
Amelia hace una propuesta original al idear nuevas maneras expresivas tud mojigata de un público descrito con ironía por Juan Marinello como
de interpretar la morfología femenina. “analfabetos que saben leer”–, señaló con firmeza:
Ninguno de los otros miembros de la vanguardia llega a la osadía de
Amelia Peláez en su indagación anatómica de la mujer. Los conocimien- Si “1930” ha creído su deber exhibir los dibujos de Enríquez y felici-
tos aprendidos sobre el cubismo, le permiten emprender una serie im- tarlo esta noche, es porque ha estimado que trae él a nuestro arte in-
18. Amelia Peláez.
cipiente, tan lleno de lo medroso y de lo débil, una nota inusitada de
22—Exposición de Pintura Moderna; Carlos Enrìquez, Amelia Peláez, Domingo La hilandera, valor y de vigor dentro de un orden puramente estético”.²⁶
Ravenet. Círculo de Amigos de la Cultura Francesa, La Habana, desde el 30 de 1935; lápiz
enero de 1936 (Catálogo) sobre papel, 25—Llilian Llanes:“Apuntes sobre el vanguardismo en las artes
23—Artículo de Carlos Enríquez publicado en la revista Grafos en diciembre 686 x 795 mm plásticas cubanas”. En: Caminos de la vanguardia cubana, Museo de Arte
de 1935 y citado por Juan Sánchez, Vida de Carlos Enríquez, Editorial Letras Colección Latinoamericano de Buenos Aires, Argentina, 2010. p. 17 (Catálogo)
Cubanas, La Habana, 2005, p. 87 Museo Nacional 26—Palabras pronunciadas en la cena que ofreció Revista de Avance en honor a
24—Nos referimos a los pintores académicos egresados de San Alejandro que de Bellas Artes, Federico García Lorca, Adolfo Salazar, Luis Cardoza y Aragón y Carlos Enríquez las
dominaron nuestro quehacer plástico en las dos primeras décadas del siglo XX. La Habana cuales aparecen reproducidas en el no. 47 de la revista; 15 de junio de 1930, p. 191
La mirada inédita. La gráfica y el dibujo en los años veinte y treinta 198 199 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
Una de las controversias más notables del período republicano tuvo lugar
entre el joven e impetuoso crítico de arte Guy Pérez-Cisneros, quien de ma-
nera arrolladora arremetió contra la que él denominó “generación de 1924”
en el artículo “Sexo, símbolo y paisaje”, y Carlos Enríquez, el cual se sintió
agraviado por ese texto, aunque no se menciona explícitamente su nombre.
Guy es el primero en cruzar espadas cuando señala como: “…en pintores de
la generación precedente el sexo había tomado la palabra. Pero se sentía im-
puro y no tenía la voluntad de concebir. Lo galante lo destruía y lo empe-
queñecía todo”.²⁷ Para más adelante afirmar que en la generación del 24 se
aprecia “la oscura fuerza del sexo”. Por su parte, la respuesta de Carlos En-
ríquez no se hizo esperar y replicó con energía: “…nuestra vida nacional
gira alrededor del sexo”. Y añade: “…todo indica… que pisamos sobre una
manigua ardiente donde tras cada matorral nuestra imaginación sospe-
cha la carne, la lujuria, el pecado batallador y el estrecimiento erótico”.²⁸
No debemos perder de vista que nos estamos refiriendo al mismo autor
de Horno de carbón (1937), Campesinos felices (1938), Dos Ríos (1939) y Combate
(1941), obras de un profundo carácter social, un artista que no solo era ca-
paz de expresarse con el pincel sino también en las letras –como es posible
constatar en sus novelas Tilín García²⁹ (1939) y La vuelta de Chencho (1942)–
un polemista temible,³⁰ un intelectual lúcido,³¹ en fin, un hombre sensible
y profundamente humano, capaz de vislumbrar con agudeza los males de
la República³² y denunciarlos abiertamente, desde posiciones de una sólida
integridad moral e ideológica.
Sin dudas una visión adecuada aplicable a la obra de Carlos Enríquez es
que “ataca el desequilibrio entre las costumbres públicas y privadas”.³³ En
tal caso, su obra erótica repudia el doblez y la falsedad de “la buena mora-
lidad” burguesa que lo rodeaba y era expresión desafiante del espíritu de
las vanguardias artísticas. Ese epatar al burgués constituye una posición
ética del artista ante la falta de un pensamiento lúcido en un contexto en
que prima la apariencia y el disfraz.³⁴ Es atinada la reflexión de Llilian
Llanes cuando afirma, al referirse a la época en que le tocó vivir al artista: A manera de epílogo
Los artistas que irrumpieron con plena conciencia durante los años vein-
Dentro de este contexto sobresale la obra de Carlos Enríquez cuya se- te y treinta, e introdujeron expresiones de modernidad en el contexto de
rie de desnudos y de lesbianas constituyeron una bofetada al conser- las artes plásticas en la Isla, modificaron la apreciación visual del público,
vadurismo imperante, lo que lo sitúa entre los espíritus más avan- y lo hicieron de muy variadas maneras, desde las portadas y anuncios de
zados de su tiempo. La defensa que hizo del derecho a la existencia publicaciones periódicas de la época de alcance masivo, hasta manifes-
de la mujer y a todas las dimensiones de su eroticidad, y la manera taciones de carácter más exclusivo como la pintura y la escultura. Con
en que utilizó su figura como objeto de sus experimentos plásticos una honestidad intelectual a toda prueba se concentraron en enaltecer
fue, sin discusión, y por mucho tiempo, el acto más contestatario de un arte que constituyera una búsqueda vehemente de lo cubano. Las sec-
la pintura cubana. Con él, se abre esa inclinación por el erotismo que ciones establecidas en la exposición tienen un evidente carácter didáctico
marcaría una de las líneas de desarrollo de la pintura cubana en lo ya que en muchos casos se entrecruzan. Así, encontramos el tema afro-
adelante.³⁵ cubano íntimamente relacionado con un arte de compromiso social, o el
afrocubanismo y el criollismo que convergen en un mismo sentido. Más
Es importante destacar que toda su obra erótica no tiene el mismo allá de estas simbiosis propias de la época, todas estas expresiones artís-
comportamiento. Existe un tratamiento delicado al hurgar en las esen- ticas despertaron la admiración de la intelectualidad progresista, no solo
cias de lo nacional, cuando refleja la sexualidad escondida en el misterio en Cuba, sino también en Latinoamérica, donde movimientos similares
de los lomeríos o en las fábulas campesinas. Ahí se auxilia de su com- estaban teniendo lugar. Ellos fueron los pioneros, y dejaron abierto el ca-
prensión del surrealismo y torna lo real en irreal.³⁶ Al decir de Eduardo mino para un más rápido y sólido ascenso de la siguiente generación de
Abela, contemporáneo del artista, la obra de Carlos Enríquez se caracte- creadores. Entonces la vanguardia cubana adquirirá su plena madurez,
riza por su “voluptuosidad telúrica”³⁷ expresada en una visión personalí- llegará al pleno esplendor de su edad de oro y se proyectará, desde sólidas
sima de los campos y sus tradiciones. raíces nacionalistas, a la conquista del universo.
Los dibujos constituyen el mejor medio para expresar esta vía creati-
va íntima y sincera. Prueba de ello son María Luisa en el Ariguanabo, Las
Texto editado a partir de la versión original escrita para la exposición La
tetas de la guajira y El baño de la Lola, realizados al unísono con una obra mirada inédita. El dibujo y la gráfica en los años veinte y treinta. Museo
pictórica de la mayor importancia como los óleos El entierro de la guajira Nacional de Bellas Artes, La Habana, 2017 (Catálogo) Torna and Prado
(1935), Las bañistas de la laguna (1936), Paisaje con caballos salvajes (1941), Fine Art Collection, Miami, Florida, 2012. pp. 79-93
Paisaje criollo (1943), Velo de novia (1950). Tanto los dibujos como las pin-
turas realizadas por Carlos Enríquez en los que el eros emerge de una
forma elocuente, ¿no constituirán un acercamiento profundo, genuino
y desprejuiciado a rasgos esenciales de la identidad cultural de nuestra
nación? ¿No formamos todos los cubanos parte de esa mirada sensual y
apasionada que utilizamos para sopesar el mundo que nos rodea?
particular de un artista como Carlos Enríquez: “El ser humano, más que
sexual, es erótico. Ese es un tema que a mí me ha interesado desde el inicio
y yo creo que, mientras esté pintando o mientras lo que me interese sean los
conflictos del ser humano, pintaré ese, porque es uno de los más importantes.
Pienso que a partir de ese conflicto nacen o se generan otros: sociales,
políticos, sicológicos”, en Corina Matamoros: Confesiones de Rocío García. 21. Carlos
Entrevista y últimas series, Turner, España, 2016. p. 48 Enríquez. Las
35—Llilian Llanes. Ob. cit. p. 34 tetas de la
36—Según Carlos Enríquez “El surrealismo es el arte que más abiertamente guajira, ca. 40´s;
ha salido al paso de la vulgaridad cotidiana y del absurdo del mundo racional. tinta sobre papel,
Por eso este arte nuevo ha devuelto a la poesía y a la pintura su verdadero 380 x 275 mm
significado, su antiguo valor básico, su fuerza clarividente (…)”. Citado por Juan Colección Museo
Sánchez: Ob. cit., p. 162 Nacional de
37—José Seoane Gallo: Eduardo Abela cerca del cerco. Editorial Letras Cubanas, 21 Bellas Artes, La
La Habana, 1986. p. 116 Habana
Mirta Cerra: entre lo clásico y lo moderno 228 229 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
04
be una poderosa impresión al enfrentarse de súbito con Nueva York, sus 05 mez Sicre concluye: “Pero hasta aquí debe de hallarse el punto de partida
rascacielos, la febril actividad de operarios de la construcción y la agitada de Mirta Cerra para que de pintora profesional se nos convierta en artista.
vida cotidiana característica de una gran urbe. Recorre las calles de la Ahora es cuando debe comenzar por desobedecer las limitaciones del oficio
ciudad y toma apuntes que más tarde traslada con habilidad sorprenden- que ya domina; no aspirar a cátedras y en pocos, muy pocos años fraguará
te al aguafuerte y la litografía. El conjunto es notable, tanto por la calidad la artista que ya puede esperarse”.³ Sin dudas, sus palabras fueron premo-
técnica como por la agudeza en la captación de las costumbres neoyor- nitorias porque ya Mirta se encontraba en el camino que la conduciría, a
quinas. New York, aguafuerte de 1935, sintetiza la imagen de la ciudad en paso firme y sin prisas, a la modernidad.
sus enormes rascacielos, que se alzan como torres perdidas en las nu- Su ascenso a planos superiores ocurre en el segundo lustro de la década
bes, y anuncia tempranamente su interés por la arquitectura. Dentro del del cuarenta. En 1946 Mirta Cerra hace un envío de particular importancia
conjunto se destaca la litografía Constructores, 1936, en la que se aprecia a la III Exposición Nacional de Pintura y Escultura. A esa muestra, efectuada
su riguroso sentido compositivo al emplear las vigas de acero como dia- en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional, acude un nutrido
gonales en interacción con los cuerpos de los corpulentos trabajadores. grupo de pintores académicos: Nicasio Aguirre, Bencomo Mena, Ramón
Sin embargo, a su regreso a Cuba, no encuentra un ambiente propicio al Loy, Armando Maribona, Rivero Merlín, Roberto Vázquez, Rodríguez Mo-
desarrollo del grabado y descontinúa su práctica, por lo que deja tras sí un rey, entre otros. Además, algunos modernos: Jorge Arche, Cundo Bermú-
grupo de estampas que la revelan como la artista de mayores posibilida- dez, Felipe Orlando, Marcelo Pogolotti, Domingo Ravenet y Carlos Enríquez.
des en aquel momento. Mirta presenta una obra que impacta a todos, Plegaria a la tierra. La obra se
Ya en La Habana, Mirta Cerra comparte su interés entre la escultura y destaca por la solidez de su composición que ya no responde a un dictado
la pintura. Inicialmente obtiene buenos resultados en la práctica escultó- académico sino a una concepción proveniente del estudio de Cézanne. Las
rica como reflejan los premios obtenidos en los Salones de Bellas Artes de figuras humanas aparecen en actitud de profundo recogimiento espiritual,
1937, 1938 y 1941. En ellos coincide con figuras relevantes de la escultura concentradas en una oración dirigida a la madre tierra. Está resuelta en
moderna como Florencio Gelabert, Rita Longa, Ernesto Navarro, Teodoro colores ocres y tierras y el modelado de los personajes es casi escultórico.
Ramos Blanco y Juan José Sicre. A pesar de ello, su vocación por la pintura Obra austera en los recursos utilizados, su mensaje es directo, sin afeites.
se impone y se dedica exclusivamente a ella. Su dominio técnico pron- En ella Mirta logra conciliar tradición y modernidad. Así, sin traicionar la
to será reconocido por todos, pero su personalidad pictórica no va más práctica de un oficio, siempre presente como columna vertebral de toda su
allá de los postulados artísticos comunes a los miembros del Círculo de pintura, se incorpora, con la ponderación que le es característica, al grupo
Bellas Artes. En esta dirección se proyecta el arte de Mirta Cerra y así lo de los renovadores de la plástica cubana.
confirma su asidua participación en los Salones de Bellas Artes entre 1937 En este momento la obra de Mirta Cerra adquiere una dualidad sin-
a 1944, en los cuales alterna con otros artistas que también incursionan gular. La posición equidistante que logra con su pintura le permite ser
en el clasicismo, inspirado fundamentalmente en la Isla por los maestros aceptada tanto por los “clásicos” como por los modernos. De esta manera
Armando Menocal y Leopoldo Romañach. Mirta participa sin inconvenientes en los Salones de Bellas Artes hasta
No obstante, en Mirta Cerra se observa una evolución lenta que respon- 1950 mientras que, al mismo tiempo, es aceptada por el movimiento de
de más a una lógica interna de desarrollo y no a las influencias del contexto vanguardia de la Isla, como demuestra su selección para participar en la
del cual la artista supo guardar una discreta distancia. Un momento im- exposición Pintura Cubana Moderna en México, organizada por Domingo
portante en su trayectoria lo constituye su primera muestra personal en Ravenet y Guy Pérez-Cisneros, a la que son invitados los pintores de la
el Lyceum and Lawn Tennis Club de La Habana, en agosto de 1943, cuando modernidad cubana: Víctor Manuel, Abela, Arche, Ponce, Cundo, Diago,
aparece uno de sus temas fundamentales: los Guajiritos, imagen amable Carlos Enríquez, Lam, Pogolotti, Mariano y Portocarrero, entre otros.
del campesino cubano, que cala en el gusto del público y deviene poste- En 1948 Mirta Cerra utiliza recursos propios del cubismo en su abordaje
riormente un tópico de su pintura. Uno de los críticos más importantes de del paisaje urbano e inicia lo que será su tema más perdurable: la interpre-
la época, José Gómez Sicre, se detiene en la exposición para señalar: “Mir- tación plástica de La Habana. La ciudad, convertida en un espacio mítico
ta Cerra se ha asomado tímidamente al ‘Lyceum’ con sus ocres telas pero por varios de los pintores integrantes de la escuela de La Habana, y en par-
delatando la presencia de un oficio maduro sin trabas y trucos. Se halla ticular por el círculo de artistas agrupado alrededor del poeta José Lezama
indudablemente en ese instante en que el pintor recién comienza a sentir- Lima y la revista Orígenes, será retomada a finales de los años cuarenta por
se dueño de sí y se propone demostrar lo que sabe hacer...”¹ Más adelante Mirta Cerra, quien realiza un aporte sustancial a su fijación en el tiempo.
detalla los aspectos de su pintura que favorecen a la artista: “Mirta Cerra La Habana de Mirta, contemplada por ella desde su balcón, transcurre en
nos ha enseñado todo su bagaje, sus condiciones para unir los colores en espacios exteriores. Sin embargo, es íntima y evocativa de un pasado co-
su paleta, su dominio de las veladuras, el buen y moderado uso que hace de lonial al que se han superpuesto elementos nuevos de la ciudad moderna:
la espátula. Nos afirma que sabe lograr el claroscuro con procedimientos la omnipresencia de los reclamos lumínicos comerciales, que invaden el
honrosos y que no ignora la ley de los términos en pintura”.² Alertando a la 05. Mirta Cerra, espacio físico de la ciudad y le otorgan una nueva apariencia. En Habana,
Campesino,
artista sobre los peligros que él avizora pueden limitar su desarrollo, Gó- ca. 1940s; 1948, el complejo entramado de balcones con guardavecinos, ventanas,
óleo sobre tela persianería, vitrales, faroles, ha sido resuelto en un juego de planos que se
pegado a cartón,
1—José Gómez Sicre. “Mirta Cerra en el Lyceum”. El Mundo, La Habana, 31 40 x 30,5 cm
complementan en una construcción rica en detalles arquitectónicos donde
de agosto de 1943 (Copia mecanográfica. Museo Nacional de Bellas Artes, Colección las áreas de luces y sombras adquieren una significación decisiva.
Expediente Mirta Cerra, Archivo del Departamento de Colecciones y Museo Nacional
Curaduría, Área de Arte Cubano). de Bellas Artes,
2—Ibídem La Habana 3—Ibídem
Mirta Cerra: entre lo clásico y lo moderno 234 235 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
4—José Gómez Sicre. Palabras al catálogo. Exposición Mirta Cerra. The New
School, Nueva York, junio 8-22, 1950
5—Rafael Marquina. “Itinerario y arte de Mirta Cerra”. En: Pueblo, La
Habana, 10 de diciembre de 1955 06. Mirta Cerra,
6—Reseñas y notas de prensa sobre la exposición aparecieron en: The New York Figura y paisaje,
Times, 21 de octubre de 1955; New York Herald Tribune, 22 de octubre de 1955; 1949; óleo sobre
La Prensa, 1955; Art News, noviembre de 1955; Pictures on exhibit, noviembre tela, 84 x 66 cm
de 1955; Arts, noviembre de 1955. (Copias mecanografiadas. Expediente Colección
Mirta Cerra. Museo Nacional de Bellas Artes, Archivo del Departamento de Museo Nacional
Colecciones y Curaduría. Área de Arte Cubano). de Bellas Artes,
7—Rafael Marquina. Ob. cit. La Habana 06
Mirta Cerra: entre lo clásico y lo moderno 236 237 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
Max-Pol Fouchet
Wifredo Lam. Ediciones Polígrafa,
S.A., Barcelona, 1989. p. 6
Se han empleado 4 años para realizar este libro. Yo considero esta una
obra completa, por la total relación existente entre los grabados y los
poemas producto de un acuerdo entre poeta y pintor. (…) [el libro]
es apocalíptico, el lenguaje de la angustia, donde obran el sexo, pero
siempre en un lenguaje altamente poético (sic).¹⁰
04. Wifredo
Lam, De la serie 05
Images, 1961;
aguafuerte en
colores sobre 06
papel C. M.
Fabriano,
687 x 500 mm
Colección
Museo Nacional
de Bellas Artes,
La Habana
05. Wifredo
Lam, De la serie
Apostroph'
Apocalypse,
1966;
aguafuerte y
aguatinta en
colores sobre
papel,
500 x 800 mm
Colección
Museo Nacional
de Bellas Artes,
La Habana
06. Wifredo
Lam, De la serie
Apostroph'
Apocalypse,
1966;
aguafuerte y
aguatinta en
colores sobre
papel,
315 x 620 mm
Colección
Museo Nacional
04 de Bellas Artes,
La Habana
Wifredo Lam: de los mitos a la poesía 250 251 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
07 08
interés a los marchands como a los editores, quienes solicitan al artis-
ta series litográficas a la manera de aquellos. Así, en 1973, crea Le regard
vertical,¹⁴ serie de seis litografías con textos de Christian Guez y Jean Jou-
bert, para ilustrar los poemas de Dominique Agostini. Al año siguiente
realiza el pequeño conjunto de seis estampas para el álbum Le feu vert¹⁵ y
el grupo de diez litografías de intenso colorido para Pleni Luna,¹⁶ portafo-
lio editado en Estocolmo.
En 1976 Lam concibe una serie de doce litografías para El último viaje
del buque fantasma,¹⁷ texto del escritor colombiano Gabriel García Már-
quez. Sin dudas constituye una de sus obras más estimables como gra-
bador, ya que logra plasmar una rica fabulación plástica que se integra,
enriqueciéndola, al exuberante despliegue imaginativo de lo real mara-
villoso americano característico de la literatura del escritor colombiano.
La utilización plena de los colores rojo y negro, que son recurrentes en la
obra de Lam, en cada estampa de esta serie cubre toda la superficie del
papel. Estas composiciones, sintéticas y poderosas a la vez, concretan ní-
tidamente el pensamiento y la experiencia de Lam adquirida en el trabajo
con la litografía. Sin dudas, para Lam las diversas técnicas de la estampa,
ya sea el aguafuerte o la litografía –sus preferidas– están al servicio de su
creación e inspiración poética.
Quizás sea en el grabado, más que en la pintura, donde encontremos el
último gran ciclo creativo de Lam, el último gran despliegue de su genio.
No solo llega a convertirse en el medio expresivo de su preferencia en los
últimos quince años de su vida, sino que nutrió su pintura y la alfarería
que realiza en Albisola Mare. Además, en sus aguafuertes y litografías
logra una atmósfera de intimidad que propicia un acercamiento más cá-
lido con el espectador. Maestro indiscutible de la pintura contemporánea,
Wifredo Lam supo trasmitir también a sus grabados la vitalidad de su
talento y dejar una obra gráfica estimable entre las grandes creaciones
poéticas del arte cubano en el siglo XX.
02. Samuel
Feijóo, El rey
azul, 1944; óleo
sobre tela,
71,5 x 61,5 cm
Colección
Museo Nacional
de Bellas Artes,
02 La Habana
03. Samuel
Feijóo, La dama
oriental, ca.
1952; tinta y
acuarela sobre
cartón,
101 x 76 cm
Colección
Adamelia Feijóo,
La Habana
03
Feijóo: un sol desconocido 256 257 ROBERTO COBAS. ARTE CUBANO: LA ESPIRAL ASCENDENTE
vez le rinde Feijóo en su pintura, hace que el paisaje reclame para sí cuan-
to hace su mano”.¹
Estas obras de Feijóo constituyen un interesante antecedente de los
fascinantes paisajes realizados por Portocarrero en 1944 en cuyo trata-
miento plástico se registra una intencionada ingenuidad. O sea, los aires
innovadores de la época circulan en todas direcciones e inciden de una
manera u otra en todos los creadores del momento.
En el segundo lustro de los cuarenta la pintura de Feijóo adquiere una
personalidad sorprendente, pues se orienta hacia lo vernáculo a lo cual
le insufla una vigorosa dosis de humor criollo. Así surgen obras paradig-
máticas como El rey azul (1944) y El Polifemo Cubano (1948), en las cuales
encontramos una definición más precisa de las búsquedas estéticas de
Feijóo en el ámbito de la plástica, y en las que cristaliza una poética de
indiscutible originalidad que distinguirá su obra en lo adelante.
La orientación fundamental de la pintura cubana en los años cincuen-
ta es hacia la abstracción, en plena sintonía con las corrientes internacio-
nales de boga. En el contexto de este espíritu renovador de la plástica de
la época la pintura de Feijóo se afinca en los mitos populares, fundamen-
talmente los del campo cubano, y así surgen algunas de sus obras más
importantes. Citaremos tres que consideramos esenciales como aportes
al discurso artístico de estos años: La dama oriental (ca. 1952), El mito del
conejo (ca. 1950-1952) y La cena del guajiro (1954-1963).² Las tres se caracte-
rizan por un dibujo inquieto, de exquisita elegancia, que combina con un
uso delicado del color, a través del cual obtiene delicadas transparencias.
En los años sesenta y setenta Feijóo continúa desarrollando su propia
obra pictórica aunque una parte sustancial de su tiempo lo dedica a los
proyectos editoriales de las revistas Islas y Signos, las investigaciones de
nuestro folclore y la organización y proyección del movimiento de artis-
tas populares de Las Villas. Fue tanta su entrega a este último proyecto
que algunos despistados confundieron la propia obra plástica de Feijóo
con la del movimiento de artistas que él ayudó a formar. Es importante
resaltar que la pintura de Feijóo, aún siendo de origen autodidacta, oscila
entre la inteligente integración de lo culto y lo popular. Por tal motivo no
se le debe confundir en absoluto con un artista naif. 04
Esta exposición de 2008 constituye tan sólo una primera mirada al con-
junto de la obra plástica de Samuel Feijóo. Es un absurdo cualquier preten-
sión de develar todos los secretos encerrados en tantos años de creación. La
muestra es tan sólo un punto de partida para profundizar en el misterio de
su obra pictórica. Es como perseguir el pájaro de la quimera, esa “capaci-
dad de iluminación” que Samuel Feijóo creyó vislumbrar en todo aquel ser
humano que crea y ama. Quizás su centenario de natalicio en el año 2014
sea una buena oportunidad para reencontrarnos y continuar descifrando
los enigmas de un creador auténtico, profundamente cubano y universal.