Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1 The Lost Prince PDF
1 The Lost Prince PDF
JULIE KAGAWA
3
Moderadoras:
Rodonithe – Shuk
Traductoras:
Rodonithe Kat880
Robmary maka.maki
sisabel1320 milu1054
Lyricalgirl ctt
Correctoras:
Aranoi Lover_killer
Cindy Suarez Moonse
mayelie LuciiTamy
Xiamara
Recopilación y Revisión:
Connie
Diseño:
Sisabel1320
4
Queridos lectores,
¡Adelante hacia una nueva aventura! gracias por venir en este viaje
conmigo.
5
Sinopsis
Parte I
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Parte II
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Parte III
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo
The Iron Traitor
Sobre la Autora
6
Esa es la regla inquebrantable de Ethan Chase. Hasta que las hadas que evita a
toda costa ―incluyendo su reputación― empiezan a desaparecer y Ethan es
atacado. Ahora deberá cambiar las reglas para proteger a su familia. Para salvar
una chica de la que nunca pensó se atrevería a enamorar.
Ethan pensó que se había protegido del mundo de su hermana, el mundo de las
hadas. Su anterior encuentro con el Reino de Hierro lo dejó sin más que miedo
y disgusto por el mundo que Meghan Chase ha hecho su hogar, una tierra de
mitos y gatos que hablan, de magia y de enemigos tentadores. Pero cuando el
destino viene por Ethan, no hay lugar donde esconderse de un peligro olvidado
hace mucho, mucho tiempo.
7
8
Chico Nuevo
Traducido por Rodonithe
Corregido por aranoi
Y ese no soy yo siendo dramático, es solo lo que es. Solo desearía no haber
involucrado a tanta gente en este desastre. Ellos no tendrían que haber sufrido
por mi culpa. Especialmente< ella. Dios, si pudiera regresar cualquier parte de
mi vida, nunca le hubiera mostrado a ella mi mundo, el mundo oculto
alrededor de nosotros. Sabía que no debí dejarla entrar. Una vez que los ves,
Ellos nunca te dejaran solo. Ellos nunca te dejaran ir. Quizá si hubiese sido más
fuerte, ella no estaría aquí conmigo mientras nuestros segundos vivos se
alejaban, esperando para morir.
Todo empezó el día en que fui transferido a una nueva escuela. De nuevo.
* * *
El reloj despertador sonó a las 6:00 a.m., pero había estado despierto por una
hora, preparándome para otro día en mi extraña, jodida vida. Desearía ser uno
de esos tipos que al levantarse, se pone una camisa y ya está listo para salir,
pero lamentablemente, mi vida no es tan normal. Por ejemplo, hoy había
llenado mis bolsillos de mi mochila con carne seca Saint John’s y un bote de sal
con mis lápices y cuadernos. También metí tres clavos en los tacones de las
nuevas botas que mamá había comprado para mí este semestre. Usaba una
cadena de hierro debajo de mi camisa, y solo el último verano había perforado
mis orejas con aretes de metal. Originalmente, tenía un anillo de labio y una
barra en la ceja, también, pero papá los había lanzado en un ataque al techo
cuando llegue a casa así, y los aretes eran la única cosa que me habían
permitido conservar.
cabello marrón rizado como papá, hasta que tomé un par de tijeras y lo corté
irregularmente, en picos desiguales. Tenía los ojos azules brillantes como mamá
y, al parecer, como mi hermana. Pero con el paso de los años, mis ojos se
volvieron más oscuros, cambiando a un humeante-azul-gris, para las constantes
bromas de papá. Nunca solía dormir con un cuchillo bajo mi almohada, sal
alrededor de mis ventanas, y una herradura sobre mi puerta. Nunca había sido
"inquietante" y "hostil" e "imposible". Solía sonreír más, y reír. Raramente lo
hago ahora.
Sé que mamá se preocupa de mí. Papá dice que la normal rebeldía adolescente,
que estoy pasando por una “fase”, y que voy a superarla. Lo siento, pap{. Pero
mi vida está lejos de ser normal. Y la estoy tratando de la única manera que sé
cómo hacerlo.
―¿Ethan? ―La voz de mamá traspasa la habitación del otro lado de la puerta,
suave y vacilante―. Son más de las seis. ¿Estás despierto?
En alguna parte allí afuera, tengo una hermana. Una media hermana que no he
visto en años, y no porque ella este ocupada o casada o al otro lado del océano
en algún otro país.
10
No, es porque es una reina. Una reina de las hadas, una de Ellos, y nunca podrá
volver a casa.
Por supuesto, nunca se lo puedo decir a nadie. Para los seres humanos
normales, el mundo fey está oculto, un espejismo e invisible. La mayoría de la
gente no ve a un duende cuando pasea por arriba y te muerde la nariz. Hay
muy pocos mortales con la maldición de la Vista, quienes pueden ver a las
hadas acechando desde rincones oscuros y debajo de las camas. Quien conoce
esa escalofriante sensación de ser observado no es solo su imaginación, y los
ruidos en el sótano o en el ático no es realmente solo la casa.
Mis padres se preocupan, por supuesto, sobre todo mamá. La gente ya piensa
que soy raro, peligroso, tal vez estoy un poco loco. El ver las hadas en todas
partes te hace eso. Porque si los fey saben que puedes verlos, harán que tu vida
sea como en el infierno. El año pasado, fui botado de la escuela por un incendio
en la biblioteca. ¿Qué podía decirles? ¿Soy inocente porque estaba tratando de
escapar de un enojado Redcap que me siguió desde la calle? Y esa no fue la
primera vez que la Visión me había metido en problemas. Yo era el "chico
malo", del que los profesores hablaban en voz baja, el chico tranquilo, peligroso
a quien todos esperaban que terminara en el noticiero de la noche por un
crimen horrible, espantoso. A veces, era exasperante. En realidad no me
importaba lo que pensaran de mí, pero era difícil para mamá, así que traté de
ser bueno, aunque fuese inútil.
Este semestre, tendría que ir a una nueva escuela, en una nueva locación. Un
lugar que podría "empezar limpio", pero no importaría. Mientras viera a los fey,
nunca me dejarían en paz. Lo único que podía hacer era protegerme y proteger
a mi familia, y esperar que no terminara lastimando a nadie.
―Gran día ―me saludó mamá mientras arrojé la mochila sobre el mostrador y
abrí la nevera, alcanzando el zumo de naranja―. ¿Estás seguro de que sabes el
camino a tu nueva escuela?
―Lo tengo en el GPS de mi teléfono. No está tan lejos. Voy a estar bien.
Ella vaciló. Sabía que no quería que condujera allí solo, a pesar de que había
trabajado mi trasero en ahorrar para un auto. La oxidada, gris-verde pickup
estacionada junto al camión de mi padre en el camino de entrada representa un
verano entero de trabajar en hamburgueserías, lavar platos, limpiar bebidas y
alimentos derramados y vómito. Representaba semanas de pasar mi tiempo
trabajando hasta tarde, mirando a los otros chicos de mi edad, saliendo,
besando chicas, gastando el dinero como si cayera del cielo. Me había ganado
esa camioneta y ciertamente no iba a tomar el maldito bus escolar.
Pero mamá estaba mirándome con una triste, casi desesperanzada mirada en su
rostro, suspire y murmure:
―No, cariño. ―Mamá suspiro, dejándolo ir―. Está bien, no tienes que hacer
eso. Solo... por favor ten cuidado.
―Lo haré
Me miró por un momento más, luego dejo un beso rápido en mi mejilla y se fue
a la sala, pretendiendo estar ocupada. Vacié mi jugo, me serví otro vaso y abrí la
nevera para regresar el contenedor.
* * *
Empezar en una nueva escuela a la mitad del semestre apesta.
Debería saberlo. Había hecho esto antes. La lucha por encontrar tu casillero, las
miradas curiosas en los pasillos, el paseo de la vergüenza a tu escritorio en un
nuevo salón de clases, veinte pares de ojos siguiéndote por el pasillo.
Suspirando, estrujé la nota en mi puño. Así que ya habían oído los rumores.
Perfecto. Al parecer, había estado en el periódico local: un matón juvenil fue
visto huyendo de la escena del crimen. Pero debido a que nadie había sido
testigo de verme prender la biblioteca en llamas, no fui enviado a la cárcel.
Apenas.
―Sr. Chase.
13
La Srta. Singer estaba acechando por el pasillo hacia mí, con una expresión
grave en el rostro dándole un aspecto apretado detrás de sus gafas. O tal vez
eso era sólo el moño negro, apretado tirando de su piel, haciendo que sus ojos
se estrecharan. Sus pulseras tintinearon cuando me tendió la mano y movió sus
dedos hacia mí. Su tono era sin sentido.
Levanté la nota en dos dedos, sin mirarla. Ella me la arrebató de las manos.
Después de un momento, murmuró:
* * *
Me quedé en mi asiento después de que la clase se había ido, escuchando los
sonidos de sillas raspando y cuerpos arrastrando los pies, mochilas que se
lanzaron sobre los hombros. Las voces subieron a mi alrededor, los estudiantes
hablando y riéndose entre sí, cotilleando en sus propios pequeños grupos. A
medida que comenzaron a salir, por fin levanté la mirada, dejando que mis ojos
vagasen por los pocos que aún perduraban. Un muchacho rubio con gafas se
situó en el escritorio de la señorita Singer, destellando calma mientras
escuchaba con diversión. Desde la ansiosa, mirada de perrito en sus ojos, estaba
claro que o estaba sufriendo de enamoramiento importante o concursando para
ser la mascota de la profesora.
Aparté la mirada, esperando que nadie se diera cuenta. Las porristas, había
descubierto, usualmente salían con grandes, protectores estrellas de fútbol cuya
política era puño primero, preguntas después. No quería encontrarme a mí
mismo presionado contra mi casillero o en una cabina del baño en mi primer
14
día, a punto de conseguir que aplasten mi cara, porque tuve la osadía de ver a
la novia del quarterback. Oí más susurros, dedos imaginarios apuntándome, y
un coro de chillidos y jadeos sorprendidos llegando a mi rincón.
Vete, pensé, desplazándome más hacia la pared. No tengo nada que quieras o que
necesites. No estoy aquí para que puedas probar que no tienes miedo del duro chico
nuevo, y no quiero meterme en una pelea con tu cabeza hueca novio. Déjame solo.
―Hola.
Era más baja que las otras, más alegre y linda que elegante y hermosa. Tenía el
cabello largo y recto y era negro como la tinta, aunque había teñido unos
mechones alrededor de su cara de un brillante zafiro. Vestía zapatillas y jeans
oscuros, lo suficientemente apretados para abrazar sus piernas delgadas, pero
lucía como si se lo hubiera propuesto. Cálidos ojos marrones miraron hacia mí,
de pie, con las manos entrelazadas detrás de ella, cambiando de pie, como si
fuera imposible que se quedara quieta.
Aparté la vista.
―No interesado.
¿Por qué seguía hablándome? ¿No estaba siendo claro? No quería hablar. No
quería responder sus preguntas. Cuanto más hablaba con alguien, mayor sería
la posibilidad de que se diera cuenta, y entonces la pesadilla comenzaría de
nuevo.
―Srta. St. James. ―La voz de nuestra profesora corto a través de la habitación.
Kenzie se dio la vuelta y tome un vistazo a ella―. Necesito hablar con el Sr.
Chase, ―continuó la señorita Singer, sonriéndole a Kenzie―. Vaya a su
siguiente clase, por favor.
Kenzie asintió.
―Ven aquí, Sr. Chase, si quieres. No me dan ganas de gritarle sobre el aula.
16
Gracias, pero debería guardar su aliento. He oído todo esto antes. Qué difícil debe ser,
mudarse a una nueva escuela, empezar de nuevo. Qué tan mala mi vida en casa debe
ser. No actúes como si supieras lo que estoy pasando. Usted no me conoce. No sabe nada
de mi vida. Nadie lo hace.
* * *
Pase mis próximas dos clases de la misma manera; haciendo caso omiso de todo
el mundo a mi alrededor. Cuando llego la hora del almuerzo, vi a los
estudiantes caminar por el pasillo hacia la cafetería, me volví y fui en la
dirección opuesta.
Mis compañeros de clase estaban empezando a llegar a mí. Quería irme, lejos
de los grupos y sus miradas curiosas. No quería verme atrapado en una mesa,
temiendo que alguien se acercase y “hablara”. Nadie lo haría por ser amable,
estaba bastante seguro. Por ahora, esa chica y sus amigas habían difundida la
historia de nuestro primer encuentro por toda la escuela, quizá embelleciendo
algunas cosas, por ejemplo cómo la llame por feos nombres pero de alguna
manera me enamoré de ella al mismo tiempo. De todos modos, no quería tratar
con sus novios enojados e indignantes preguntas. Quería que me dejaran en
paz.
Doblé una esquina a otro pasillo, en busca de una parte aislada de la escuela
donde pudiese comer en paz, y me encontré con la misma cosa que estaba
tratando de evitar.
Juré. En silencio, usando una palabra por la que mamá me arrancaría la cabeza.
Esos dos idiotas no tenían idea de lo que estaban haciendo. No podían ver lo
que era realmente, por supuesto. El “humano” al que habían acorralado era uno
de Ellos, uno de los fey, o al menos parte fey. El término mestizo atravesó mi
17
mente, y apreté mi puño alrededor de mi bolsa del almuerzo. ¿Por qué? ¿Por
qué nunca podía estar libre de ellos? ¿Por qué tenían que seguirme a cada paso
de mi vida?
―Bueno, me alegro de que este lugar tenga los mismos imbéciles con cara de
gorila como en mi vieja escuela ―dije, sin moverme de donde estaba. Se
volvieron hacia mí, con los ojos muy abiertos, y me sonrieron―. ¿Qué te pasa,
papi no te dio suficiente este mes, así que tienes que golpear a los perdedores y
los fenómenos? ¿La práctica no les da suficiente tiempo de maltrato?
―¿Quién diablos eres? ―El atleta menor, Brian, dio un paso amenazador hacia
adelante, encontrándose con mi cara. Le devolví la mirada, todavía
sonriendo―. ¿Este es tu novio, entonces? ―Alzó la voz―. ¿Acaso deseas morir,
maricón?
―Oh, sí. ―Brian miró a su amigo, y luego a mí. Su labio se curvó con desdén―.
Tú eres ese chico que apuñalo a su compañero de celda en un reformatorio
―continuó, alzando la voz para el beneficio de la gente―. Después de
prenderle fuego a la escuela y tirarle un cuchillo al maestro.
―¿Crees que eres fuerte, maricón? ―Alentado por la multitud, Brian se acercó
más, empujándome, con una sonrisa malvada en su rostro―. Así que eres un
pirómano y un criminal, gran problema. ¿Crees que te tengo miedo?
Su rostro se desencajo, y se giró hacia mí. Estábamos muy cerca, así que fue un
gancho de derecha desagradable, viniendo directamente a mi mandíbula. Me
metí debajo de él y le empuje el brazo mientras el puño pasaba, empujándolo
contra la pared. Gritos y aplausos aumentaron alrededor de nosotros mientras
Brian se volvió y giró furiosamente hacia mí por segunda vez. Me retorcí lejos,
manteniendo los puños cerca de mis mejillas, al estilo boxeador, para
defenderme.
―¡Suficiente!
Mestizo
Traducido por Rodonithe
Corregido por aranoi
Me dejé caer en la silla en la oficina del director, con los brazos cruzados,
esperando que el hombre al otro lado de la mesa nos notase. En el letrero de oro
en la superficie de caoba se leía Richard S. Hill, Director, aunque el dueño del
letrero no nos dio más que una mirada cuando nos hizo entrar, estaba sentado
con los ojos pegados a la pantalla de la computadora, un hombre pequeño,
calvo, de nariz aguileña y cejas muy estrechas, reducido en un ceño fruncido.
Su boca se frunció mientras observaba la pantalla, por lo que nosotros
esperamos.
―Así que, uh, ¿no me necesitas más? ―preguntó, inclinándose hacia adelante
como si se dispusiera a pararse―. Me puedo ir ahora, ¿no?
―Por supuesto, Sr. Hill. ―Brian se levantó, me dio una mueca triunfante, y
salió contoneándose de la oficina.
Oh, eso es justo. El idiota fue quien lanzó el primer golpe, pero no queremos poner en
peligro la oportunidad del equipo de ganar el juego, ¿verdad? Esperé a que el director
se fijara en mí, pero había vuelto a leer lo que estaba en la computadora.
Echándome hacia atrás, crucé las piernas y miré con nostalgia la puerta. El tictac
del reloj llenaba la pequeña habitación, y los estudiantes se detuvieron para
mirarme a través de la ventana de la puerta antes de seguir adelante.
21
―Tienes un muy grande archivo, Sr. Chase ―dijo Hill finalmente sin levantar
la vista.
―¿Ah, sí? ¿Usted solo estaba metido en sus asuntos, entonces? ―Los rizados
labios amarillentos del director dieron una débil sonrisa―. ¿Se volvió a usted
de la nada?
Me encogí de hombros.
―¿Crees que eres especial, Sr. Chase? ―Una nota de desprecio había entrado
en su voz ahora―. ¿Crees que eres el único “joven con problemas” que se ha
sentado en esta oficina? He visto su tipo antes y todos van de la misma manera,
directamente a la cárcel, o las calles, o muertos en la cuneta en alguna parte. Si
ese es el camino que deseas, entonces, por supuesto, sigue por ese camino.
Abandona los estudios. Obtén un trabajo sin futuro en alguna parte. Pero no
desperdicies el tiempo de esta escuela tratando de educarte. Y no arrastres a los
22
que van a alguna parte contigo. ―Sacudió la cabeza hacia la puerta―. Ahora
sal de mi oficina. Y no dejes que te vea aquí otra vez.
Los pasillos estaban vacíos, todo el mundo estaba de vuelta en sus aulas, bien
en el estupor post almuerzo, contando los minutos hasta la campana final. Por
un momento, pensé en volver a casa, dejando esta excusa lamentable de una
nueva escuela y un inicio limpio, y simplemente aceptar el hecho de que nunca
iba a encajar y ser normal. Nadie nunca me daría la oportunidad.
Pero no podía ir a casa, porque mamá estaría allí. No diría nada, pero me
miraría con esa triste expresión culpable, decepcionada, porque quiere tanto
que tenga éxito, ser normal. Ella tiene la esperanza de que esta vez las cosas
salgan bien. Si me iba a casa temprano, sin importar la razón, mamá me diría
que podría intentarlo de nuevo mañana, y luego probablemente se encerraría
en su cuarto y lloraría un poco.
No podía enfrentar eso. Sería peor que la conferencia que papá me daría si se
enterase que me salté la clase. Además, él había sido muy aficionado a la vara
últimamente, y no quería arriesgarme a otra.
Furioso, arranqué mi mirada hacia abajo, pero ya era demasiado tarde. Maldita
sea. Estúpido, estúpido error, Ethan. Los ojos del mestizo se agrandaron mientras
miraba de mí a la piskie, con la boca abierta. Él lo sabía. Él sabía que podía
verlos.
* * *
―Lo que sea ―murmuré, sin mirarlo a los ojos. Frunció el ceño como si
estuviera desconcertado por mi reacción, y yo mantuve mi expresión en blanco
y antipática. Sólo porque te salve del atleta y su matón no significa que seamos amigos
ahora. Vi a tu pequeña amiga. Estás jugando con fuego, y no quiero tener nada que ver
con ello. Vete. Todd vaciló, y luego me siguió en silencio durante unos pocos
pasos, pero no se fue.
―Uh, así que ―continuó, bajando la voz cuando nos acercamos al final del lote.
Había estacionado mi camioneta los más lejos que pude de los Mustangs y
Camaros de mis compañeros, deseando que pasara desapercibida, también―.
¿Desde cuándo los puedes ver?
Mis tripas se retorcieron. Por lo menos no dijo hadas o feys, porque decir su
nombre en voz alta era una manera segura de atraer su atención. Si eso era
deliberado o ignorando por su parte, no estaba seguro.
―¡Sí, lo sabes! ―Dio un paso delante de mí, con el ceño fruncido, y tuve que
parar―. Sabes lo que soy ―insistió, toda sutileza yéndose. Había un dejo de
24
Bueno, este chico me estaba fastidiando. Peor aún, cuanto más hablaba con él,
m{s atención atraería de Ellos. Sus pequeños “amigos” probablemente estaban
mirándonos ahora mismo, y eso me asustó. Sea lo que fuese que el mestizo
quería de mí, tenía que terminar.
―Sí, pensé que podrías estar interesado en eso. ―La voz de Todd tenía una
nota tranquila de triunfo―. Ella la ha visto, en el Nuncajamás. Meghan Chase,
la Reina de Hierro.
―¿Quién más lo sabe? ―le susurré mientras Todd se encogió, aplanado sus
orejas―. ¿Quién ha oído hablar de mí? ¿Quién sabe que estoy aquí?
―¡No lo sé! ―Asustado Todd levantó las manos y sus uñas cortas brillaron en
la luz del sol―. Thistle es difícil de entender a veces, ¿sabes? Todo lo que dijo
fue que ella sabía quién eras, el hermano de la Reina de Hierro.
―Así que pusiste una serpiente en el auto de Kingston. ―Sacudí la cabeza con
disgusto―. Debí dejar que metieran tu cabeza en el inodoro esta tarde.
Suspiré. Bueno, que te sirva de lección, Ethan. Esto es lo que pasa cuando te involucras
con Ellos. Incluso los mitad hada no pueden evitar hacerles travesuras a los seres
humanos cada vez que pueden.
―El Pueblo Invisible son los únicos que me entienden ―continuó Todd, como
si tratara de convencerme―. Ellos saben lo que estoy pasando. Están más que
dispuestos a ayudar. ―Su sonrisa se hizo más amplia, más amenazadora―. De
hecho, Thistle y sus amigos están haciendo la vida de ese idiota muy
desagradable en este momento.
Él parpadeó.
―¿Qué?
―Ellos nunca hacen nada gratis. ―Di un paso adelante, y él se echó hacia
atrás―. ¿Qué les prometiste? ¿Qué se llevaron?
26
Cerré los ojos. Oh, hombre, no tienes ni idea en lo que te has metido.
―Escucha ―le dije, abriendo mis ojos―. Cualquier promesa que hayas hecho,
cualquier contrato que haya acordado, detenlo. No puedes confiar en ellos. Te
van a usar, porque es su naturaleza. Es lo que hacen. ―Todd levantó una ceja
incrédula, y me froté el cuero cabelludo ante su ignorancia. ¿Cómo había
sobrevivido tanto tiempo y no aprender algo?―. Nunca haga un contrato con
Ellos. Esa es la primera regla y la más importante. Nunca es como te lo
imaginas, y una vez que hayas accedido a algo, estás atrapado. Nunca podrás
renunciar, sin importar lo que pidan a cambio.
―¿Quién te hizo el experto en todas las cosas de hada? ―desafió, e hice una
mueca cuando él finalmente dijo la palabra―. Eres humano, no entiendes cómo
es. Sí hice algunos tratos, prometí algunas cosas. ¿Qué es eso para ti?
* * *
―Bien ―murmuré, haciendo una línea recta hacia la nevera. Ella dio un paso a
un lado con un suspiro, sabiendo que era inútil hablar conmigo cuando me
estaba muriendo de hambre. Encontré la pizza sobrante de la noche anterior y
empujé dos rebanadas en el horno microondas, mientras que mordía una
tercera fría. Treinta segundos más tarde, estaba a punto de llevar mi plato a mi
cuarto cuando mamá se puso delante de mí.
―¿Sí?
Mamá hizo un gesto con firmeza a la mesa, y me dejé caer en una silla, mi
apetito se había ido. Se sentó frente a mí, con los ojos entornados y con
problemas.
No fue mi culpa, quería decirle. Pero había usado esa excusa tantas veces antes,
que parecía vacía. Cualquier excusa parecía vacía ahora. Me encogí de hombros
y me encorvé más en mi asiento, sin mirarla a los ojos.
Eso me sorprendió. Mamá casi nunca hablaba de las hadas, probablemente por
las mismas razones que yo; pensaba que podría atraer su atención. Ella prefería
cerrar los ojos y pretender que no existían, que no estaban ahí, mirándonos. Fue
una de las razones por las que nunca hablé abiertamente con ella sobre mis
problemas. Solo la hacían estar más atemorizada.
Dudé, preguntándome si debía hablarle del mestizo y sus amigos invisibles que
acechan en los pasillos. Pero si mamá se enteraba de ellos, podría sacarme de la
escuela. Y por mucho que odiaba ir a clases, no quería pasar por toda la cosa de
“empezar de nuevo” una vez m{s.
―No ―dije, jugueteando con el borde de mi plato―. Sólo dos imbéciles que
necesitan una lección de modales.
―Ethan ―dijo con una voz más aguda―. No es tu lugar. Ya hemos pasado por
esto.
―Lo sé.
28
―Lo siento ―le dije en voz baja―. Voy a< esforzarme m{s.
―No le voy a decir a tu padre, esta vez ―murmuró con voz cansada―. No
comas mucha pizza o te quitara el apetito para la cena.
Gruñí una maldición y empecé a avanzar, pero cuando la criatura se dio cuenta
de que lo había visto, dejó escapar un alarmado zumbido y parpadeó fuera de
la vista. Tiré hacia arriba la ventana, me asomé a la oscuridad, en busca de la
escabullida molestia, pero ya no estaba.
Los gremlins eran un tipo especial de hada. Eran feys de hierro, lo que
significaba todas mis precauciones y protecciones del mundo Faery no
funcionaban con ellos. El hierro no los molestaba, las barreras de sal no los
mantenían fuera, y las herraduras sobre las puertas y ventanas no hacían nada.
Estaban tan acostumbrados al mundo de los humanos, mezclados con el metal
y la ciencia y la tecnología, que los viejos encantos y rituales de protección eran
demasiado antiguos para afectarles en lo absoluto. Rara vez tenía problemas
con los feys de hierro, pero estaban en todas partes. Supuse que incluso la Reina
de Hierro no podía seguirles la pista a todos ellos.
Meghan. ¿Siquiera piensas en nosotros ya? Había visto a mi media hermana sólo
unas pocas veces desde que había desaparecido de nuestro mundo hace casi
doce años. Ella nunca se quedaba mucho tiempo, sólo un par de horas para ver
que todo el mundo estaba bien, y entonces se iba de nuevo. Antes de mudarnos,
por lo menos podía verla para mi cumpleaños y días festivos. A medida que fui
creciendo, las visitas fueron cada vez menos. Eventualmente, desapareció por
completo.
Pero ese mestizo sabía de ella. Eso podría ser un problema. Como si necesitara
más, como si ser un delincuente, melancólico, no-deje-a-tu-hija-salir-con-este-
criminal no fuera suficiente, ahora alguien sabía de mi conexión con el mundo
de las hadas.
Día dos.
De purgatorio.
Oh, no. ¿Qué es lo que quiere? Probablemente arrancarme una nueva sobre la
pelea, y si ella estaba en el equipo de porristas, Kingston era probablemente su
novio. Dependiendo del rumor que había oído, había bien golpeado al mariscal
de campo o lo había amenazado en el pasillo y había conseguido mi culo
pateado antes de que los profesores nos separaran. Ninguna historia era
halagadora, y me estaba preguntando si alguien me daría una mierda por ella.
Solo que no había esperado que fuese ella.
Me volví para salir, pero ella suavemente se movió para bloquear mi camino.
La fulminé con la mirada, una mirada fría y hostil que había dado que pensar a
los Redcaps y hacer que un par de spriggans retrocedieran. Kenzie no se movió,
su postura decidida a no titubear. Me dejé caer en la derrota.
―¿Novio?
―¿No? ―Eso fue sorprendente. Había estado tan seguro de que iba a
preguntarme acerca de la pelea, tal vez amenazar con hacerme algo si hería a la
preciosa estrella del fútbol. ¿Por qué más esta chica hubiese querido hablar
conmigo?
32
―¿Qué quieres? ―le pregunté de nuevo, cada vez más perplejo por esta
extraño, chica alegre.
―Soy la editora del periódico escolar ―anunció, como si fuera la cosa más
natural del mundo―. Y estaba esperando que me hicieras un favor. Cada
semestre, entrevisto a los nuevos estudiantes que iniciaron tarde, ya sabes, para
que la gente pueda llegar a conocerlos mejor. Me encantaría hacerte una
entrevista, si estás listo para ello.
―Bueno, más un reportero, en verdad. Pero como todos los demás, aborrecen la
parte técnica, hago la edición, también.
―¿Para el periódico?
―Y, ¿qué? ¿Pensaste que era una porrista? ―Ella se encogió de hombros―. No
es lo mío, pero gracias por pensar así. Las alturas y yo no nos llevamos
realmente muy bien, y apenas puedo caminar por el piso del gimnasio sin caer
y lastimarme a mí misma. Además, tendría que teñirme el cabello rubio, y eso
sería sólo matar los extremos.
―Mira, tengo que estar en algún lugar pronto ―le dije, lo cual no era una
mentira, tengo clase esta noche con mi instructor de kali, Guro Javier, y si llego
tarde tendré que hacer cincuenta flexiones y cien poses suicidas, si se siente
33
―Bueno, sí, ¡está bien! ―Levanté una mano en señal de frustración―. Si eso te
saca de mi espalda, está bien.
―¿Cuándo?
―No me importa.
―Um. ―Ella se inclinó aún más cerca, un delgado dedo apuntando a los
garabatos negros desordenados en el papel―. ¿Ese es un seis un cero?
Le entregué el papel.
34
―No dejes que te detenga, tipo rudo. Te llamaré más tarde esta noche, ¿de
acuerdo?
* * *
Kali fue brutal. Con el torneo a menos de una semana, Guro Javier era un
fanático de asegurarse que no daríamos nada menos que lo mejor.
―¡Bien! ―dijo Guro, cerrando la ronda―. Ethan, cuida tus palos. No los dejes
quietos, mantenlos en movimiento, mantenlos fluyendo, siempre. Chris, el
ángulo de salida la próxima vez, no solo retrocedas y lo dejes golpearte.
―Sí, Guro ―dijimos los dos, y nos inclinamos ante sí, terminando el encuentro.
Regresando a la esquina, me arranqué el casco y dejé que el aire fresco golpeara
mi cara. Llámame violento y agresivo, pero me encantaba esto. Los palos
intermitentes, la adrenalina corriendo, la grieta sólidas de tu arma al golpear un
punto vital en la armadura de alguien... no había prisa en el mundo. Mientras
estaba aquí, era sólo un estudiante, el aprendiz de Guro Javier. Kali era el único
lugar donde podía olvidarme de mi vida y de la escuela y las constantes
miradas, y ser yo mismo.
Por no hablar, de que golpear a alguien con palos era una manera
impresionante para aliviar mi acumulada agresión.
35
Guro Javier no era un tipo grande, de hecho, le llevaba uno o dos centímetros
en mis pies descalzos, y yo no era muy alto. Estaba bastante en forma, no tan
grande como un apoyador, pero funcionaba bien; Guro era todo nervio y
músculo magro, y la persona más graciosa que jamás había visto en mi vida.
Incluso en la práctica o calentamiento, se veía como un bailarín, haciendo girar
sus armas con una velocidad que todavía no había dominado y temía que
nunca lo haría. Y él podía atacar como una cobra, un minuto estaba de pie
frente a ti mostrándote una técnica, y al siguiente, estabas en el suelo,
parpadeando y preguntándote cómo llegaste allí.
La edad de Guro era difícil de decir, tenía mechones de plata por el cabello
corto y negro, y marcas de risa alrededor de los ojos y la boca. Él me empujó
duro, más duro que los demás, perforándome con patrones, insistiendo que
tenía una técnica casi perfecta antes de mudarme. No es que tuviera favoritos,
pero creo que se dio cuenta de que quería esto más que nadie, necesitaba esto
más que los otros estudiantes. Esto era más que un hobby para mí. Estas eran
habilidades que algún día podrían salvar mi vida.
―Tratando.
Él seguido hacia girar el palo cuando tenía que pensar, demostrar una técnica, o
incluso hablarnos. Era un hábito, supuse; no creía que siquiera se diera cuenta
de que lo estaba haciendo.
―Sí, Guro.
―Eres un buen estudiante, Ethan. Quiero que tengas éxito en otros lugares
también, ¿sí? Kali no lo es todo.
―Hey, chico rudo, no te olvides que me debes una entrevista. Llámame esta noche, ya
sabes, cuando hayas terminado de robar bancos y robar carros. ¡Hablamos más tarde!
Había un suave zumbido, en algún lugar por encima. Miré hacia arriba
mientras algo pequeño se cayó, medio revoloteando desde el techo, justo en mi
cara. Salté hacia atrás, y lo dejó caer al suelo, retorciéndose como un pájaro
aturdido.
¿Una piskie? ¿Qué está haciendo aquí? Como eran los fey, las piskies eran
generalmente bastante inofensivas, a pesar de que podían jugar malas pasadas
si las insultabas o aburrías. Y, pequeñas o no, todavía eran fey. Tuve la
tentación de empujarla debajo del banco como una araña muerta y seguirme a
mi camioneta, cuando levantó la cara del suelo y me miró con sus enormes ojos
asustados.
Era Thistle, la amiga de Todd. Al menos, pensaba que era la misma hada, todas
las piskies se parecían demasiado para mí. Pero me pareció reconocer el rostro
puntiagudo, y el cabello de diente de león amarillo. Su boca se movió, y se abría
grande, y sus alas zumbaban débilmente, pero parecía demasiado débil para
levantarse.
2
Rattan ó Ratán: Bastón o palo de madera de de unos 70 cm de largo y una pulgada de
diámetro utilizado en el arte del Kali.
38
Aun así, si ayudaba esta única vez, la piskie estaría en deuda, y podía pensar
ciertas cosas que podría pedir a cambio. Podría ordenarle que me dejara solo. O
que dejara a Todd solo. O abandonar cualquier pedido que el mestizo le haya
pedido hacer.
Con un suspiro, me agaché y recogí a la piskie por las alas, levantándola frente
a mí. Se balanceó sin fuerzas, medio delirante, aunque por qué no tenía idea.
¿Era yo o el hada lucía casi< transparente? No solo sus alas; ella parpadeaba
dentro y fuera de foco como una borrosa foto de una cámara.
―¿Ethan?
Esperé a que se moviera de la puerta, así no tendría que pasar junto a él con mi
bolsa. Mi corazón latía con fuerza, y el pelo en la parte de atrás de mi cuello se
puso de pie. Algo todavía estaba en la habitación conmigo, podía sentir que nos
miraba, sus ojos fríos en mi espalda.
―Ethan ―dijo en voz baja―, mi abuelo era un Mang-huhula, sabes lo que eso
significa, ¿no?
―Si necesitas ayuda, Ethan, todo lo que tienes que hacer es preguntar. Si estás
en problemas, puedes venir a mí. Para cualquier cosa, no importa lo pequeño o
lo loco que podría parecer. Recuerda eso.
La cosa, o lo que fuera, se deslizó más cerca. Asentí con la cabeza, tratando de
no inquietarme.
40
* * *
―Dios, eres persistente ―le dije a la chica y oí una risa ahogada en el otro
extremo.
―Así que, de todos modos, ¿estás libre mañana? Digo, ¿después de la escuela?
Nos podemos encontrar en la biblioteca y me puedes dar la entrevista.
―Oh, no, nunca hago entrevistas por teléfono si puedo evitarlo. ―El zumbido
se hizo más fuerte, y mi bolso comenzó a temblar. Le di un golpe, y chilló con
indignación―. Las entrevistas telefónicas son demasiado impersonales
―continuó Kenzie, ajena a mi ridícula pelea con la bolsa de gimnasio―. Quiero
ver a la persona que estoy entrevistando, realmente ver sus reacciones, echar un
vistazo a sus pensamientos y sentimientos. No puedo hacer eso por teléfono.
Por lo tanto, mañana en la biblioteca, ¿de acuerdo? Después de la última clase.
¿Estarás allí?
41
Una sesión a solas con Kenzie. Mi corazón latió más rápido ante la idea, y yo
fríamente lo pisoteé. Sí, Kenzie era linda, inteligente, popular y muy atractiva.
Habría que estar ciego para no verlo. Era también obscenamente rica, o su
familia lo era, de todos modos. Los pocos rumores que había oído decían que su
padre era dueño de tres mansiones y un jet privado y Kenzie sólo iba a la
escuela pública porque ella quería. Incluso si yo estaba en cualquier lugar cerca
de lo normal, Mackenzie St. James estaba fuera de mi alcance.
Y era mejor así. No podía permitirme sentirme cómodo con esta chica, bajar mi
guardia por un instante. Al segundo que dejaba que las personas se acercasen a
mí, los fey los harían sus objetivos. Y no dejaría que eso pasara nunca más.
Colgué.
―¿Te sientes mejor, verdad? No vas a salir de aquí hasta que yo lo diga, así que
siéntate y relájate. ―Las alas de la piskie vibraron, y me aleje con el palo,
dispuesto a aplastarla si decidiera arrojarme una bomba―. Salvé tu vida allí
―le recordé al hada―. Así que creo que me debes algo. Eso es como
42
―¿Por qué<?
―¿Qué fue todo eso? ―exigí. La piskie zumbó y se abrazó a sí misma, las alas
temblando―. Algo estaba tras de ti esta noche, ¿no? Esa cosa en el vestuario,
era la que te perseguía. ¿Molestaste a un hada de Hierro, entonces? ―Las hadas
de la corte de la Reina de Hierro eran las únicas criaturas en las que podía
pensar para que provocaran tal reacción. No sabía cómo era en el Nuncajamás,
pero aquí, las antiguas hadas y las hadas de Hierro no se llevaban muy bien.
Generalmente los dos grupos se evitaban mutuamente, pretendiendo que no
existían. Pero las hadas eran inconstantes y destructivas y violentas, y la lucha
todavía estallaba entre ellos, por lo que generalmente terminaba fatal.
―No fue un hada de Hierro ―adiviné, y sacudió la cabeza otra vez, con
fuerza―. ¿Qué era eso?
―Oh. Bueno, la cena está lista. Dile a tu amigo que te devuelva la llamada, ¿de
acuerdo?
Suspiré.
―¿Sabes qué? ―le dije, levantando la ventana―. Olvídalo. Esto fue estúpido de
mi parte. No quiero involucrarme con ninguno de ustedes, deuda de vida o no.
―Barrí la sal, destrabe la ventana y la abrí, dejando entrar una ráfaga de frío, de
aire con olor a lluvia―. Fuera de aquí ―le dije a la piskie, que parpadeó en
asombro―. ¿Quieres pagármelo? Cualquier cosa que estés haciendo para ese
44
mestizo, basta. No quiero que estés alrededor de él, o de mí, nunca más. Ahora
piérdete.
Un Inesperado Visitante
Traducido por Robmary
Corregido por aranoi
No quería recordar esos días. Solo me recordaban que ella ya no estaba más
aquí, y no lo estaría nunca más.
Cargué el último plato dentro del lavavajillas y lo pateé para que se cerrara, un
trueno afuera hizo que las luces parpadearan. Con suerte, la luz no se iría.
Llámame paranoico, pero ir tropezando por ahí en la oscuridad con nada más
que una vela me hicieron creer que el Fey estaba al acecho en las sombrías
esquinas y en los oscuros baños, esperando para atacar.
Lo ignoré. No era para mí, eso era seguro. Yo no tenía amigos; nadie nunca
venía a mi casa a pasar el rato, con el raro y no amigable fenómeno. Lo más
probable es que sea nuestra vecina, la Sra. Tully, que era amiga de mamá y le
gustaba mirarme a través de las rendijas de sus persianas venecianas. Como si
46
El timbre de la puerta sonó de nuevo, y sonó más duro esta vez, más insistente.
―¡Ethan! ―llamó mamá desde algún sitio del piso de arriba, su voz fue
fuerte―. ¿Podrías encargarte de abrir la puerta por favor? ¡No dejes a quién
quiera que sea parado ahí fuera en la lluvia!
Suspirando, me levanté del sofá y fui hasta la puerta, esperando ver a una
rechoncha mujer mirándome con una mirada de desaprobación tan pronto
como abriera la puerta. No era la Sra. Tully, sin embargo.
Era Todd.
―Oh, Dios, ésta es la casa correcta. ―Todd me sonrió con sus dientes caninos
resplandeciendo en la tenue luz. Una piskie de piel violeta se asomó fuera de su
capucha, parpadeando con sus grandes ojos negros, retrocedí―. Hola Ethan
―dijo el mestizo animadamente, mirando más allá de mí dentro de la casa―.
Terrible tiempo, ¿cierto? Eh, ¿Puedo pasar?
―¿Qué estás haciendo aquí? ―siseé. El aplanó sus orejas por mi tono de voz,
luciendo asustado ahora.
47
―No puedo. ―Todd se inclinó frenéticamente con los ojos muy abiertos―. No
puedo ir a casa porque Ellos están esperando por mí.
―¿Quiénes?
Mirando tras de mí Todd dio una tímida sonrisa y agitó la mano, haciendo un
ademán.
―¿Qué, con este clima? No, Todd capturarás tu muerte. ―Mamá me quitó de la
entrada en hizo un ademán al medio-phouka en los escalones―. Ven adentro y
sécate, al menos. ¿Saben tus padres en dónde estás?
Suspiré.
―¿Qué hiciste?
―Te lo dije, no lo sé. ―El mestizo mostró sus dientes caninos en señal de
frustración―. Pequeñeces, nada que no haya hecho antes. Pequeños contratos
49
con Thistle, Violeta y Beetle para ayudar con algunos de mis trucos, pero es
todo. Pero creo que algo más grande nos notó, y ahora creo que estoy en un
verdadero problema.
―¿Tú piskie amiga? Sí, lo siento, ella no pudo traspasar la mirilla en la puerta
principal. Ningún hada puede pasar por el umbral de la puerta sin mi permiso,
y yo no iba a dejar a esa cosa libre en mi casa. No funciona con los mestizos,
lastimosamente.
Un golpecito vino de la ventana, donde una nueva línea de sal había sido
vertida a través del alféizar de la ventana. La chorreante piskie mojada nos miró
fijamente a través del vidrio, sus pequeños rasgos mostraban un semblante
serio. Le sonreí engreídamente.
―Lo sabía ―suspiró Todd, dejó caer su mojada chaqueta encima de una silla―.
Sabía que tú eras la persona correcta a la cual acudir.
Lo miré.
Enojado, quité la sal de la ventana y la abrí dejando que la piskie pasara a través
con un zumbido de alas y aire húmedo. Dos hadas en mi cuarto en una misma
noche; esto se estaba convirtiendo en una pesadilla.
50
―No toques nada. ―La fulminé con la mirada mientras se colocaba sobre el
hombro de Todd resoplando―. Tengo una antigua jaula de hierro, puedes
quedarte en ella si no en todo caso desaparece.
―No más contratos o pactos. ―Suspiró e hizo un gesto de impaciencia con una
garra―. Ahora, ¿podemos por favor encargarnos de esto?
Tenía muchísimas dudas acerca de que él pudiera mantener esa promesa, los
medio fey no eran dependientes de sus promesas de la manera en que lo eran
los fey completos. Pero, ¿qué más podía hacer? Él necesitaba mi ayuda, y si algo
estaba detrás de él no podía quedarme de brazos cruzados y no hacer nada.
Restregando mis ojos, fui a mi escritorio, abrí el cajón y saqué un viejo diario de
cuero de debajo de una pila de papeles. Después de vacilar por un momento,
caminé y lo lancé sobre mi cama.
Todd parpadeó.
―¿Qué es eso?
―Sí, ¿y qué?
―Amigo, tienes que tener más cuidado con esa chica. ―Todd bajó su bolígrafo
y me miró fijamente con serios ojos naranja. La piskie revoloteó de la cima de
mi estantería de libros para aterrizar en el hombro de Todd―. El año pasado,
un chico la estaba rondando, tratando de que saliera con él. No la dejaba en paz
aun cuando lo rechazaba. ―Sacudió su peluda cabeza―. El equipo entero de
futbol lo llevó detr{s de las gradas para tener “una conversación” acerca de
Kenzie. El pobre bastardo no volvió a mirarla después de eso.
―Me alegra oír eso. ―Todd contestó―. Porque Kenzie está fuera de los límites.
Y no solo para personas como tú y yo. Todos en la escuela lo saben. Tú no la
molestas, no inicias rumores sobre ella, no rondas a su alrededor, no te haces a
ti mismo indeseado, o el Escuadrón de Estúpidos Agresivos vendrá y dejará una
impresión de tu rostro grabada en la pared.
―No. ―Todd sacudió su cabeza―. Kenzie nunca tuvo un novio. Ni una vez.
¿Por qué es eso, te preguntas? Es preciosa, inteligentes, y todo el mundo dice
que su papá está cargado. Pero ella nunca sale con nadie. ¿Por qué?
―No, no creo que eso sea todo ―dijo, frunciendo el ceño a mi bufido de
incredulidad―. Es decir, piensa sobre eso Amigo. ¿Si Kenzie quisiera un novio,
53
―Eso hace que te preguntes ―meditó Todd―. ¿Una hermosa chica como esa,
sin novio y no est{ interesada en ningún chico? Piensas que ella podría ser<
―Estamos bien, mamá ―dije rápidamente, deseando que cerrara la puerta. Ella
me frunció el ceño, después se volvió hacia mi indeseado invitado.
―Seguro
―¿Sí?
Ella me dio una severa mirada que decía: sé amable o tu padre se enterará de esto.
―Aún es una noche antes de la escuela. Luces fuera dentro de poco, ¿bien?
―Está bien.
La puerta se cerró con un clic, y Todd me miró con los ojos muy abiertos.
―Wow, y pensaba que mis padres eran estrictos. No había oído “luces fuera”
desde que tenía diez. ¿Tienes un toque de queda, también? ―Le di una mirada
entrecerrada, retándolo a seguir adelante, y él se retorció―. Mm, ¿dónde está el
baño, de nuevo?
―El cuarto de baño está abajo por el salón a la derecha ―barboteé, regresando
a mi escritorio―. Solo sé callado. Mi papá llega a casa tarde y quizás
enloquezca si no sabe nada sobre ti. Y la piskie se queda aquí. No dejará esta
habitación, ¿entendido?
Todd se detuvo en el pasillo. Lucía como si quisiera decir algo, pero como no
levanté la mirada, se giró y se fue silenciosamente, la puerta hizo clic al cerrase
tras él.
Definitivamente no habrá descanso para Ethan esta noche. Al menos tenía café
y transmisión en vivo para hacerme compañía.
―Oh, genial, ¿te gusta Firefly? ―Todd regresó a la habitación, mirando sobre
mi hombro a la pantalla de la computadora. Agarrando un taburete, se sentó a
mi lado inconsciente de mi cautelosa mirada―. Hombre, ¿no apestó cuando fue
cancelada? Seriamente pensé en enviar a Thistle con alguna de sus amigas a
desgraciar FOX hasta que la pusieran de nuevo. ―Palmeó su cabeza, indicando
mis auriculares―. Amigo, súbele. Este es mi episodio favorito. Ellos debieron
solo quedarse con las series de televisión y no molestarse con esa horrible
película.
―¿De qué estás hablando? Serenity era grandiosa. Ellos la necesitaron para
empatar todos los finales perdidos, como qué pasó con River y Simon.
―Sí, después de matar a todos eso fue importante ―se burló Todd rodando sus
ojos―. Ya es bastante malo que ofrecieran al predicador, amigo. Una vez que
Wash murió, yo estaba hecho.
―Eso fue brillante ―alegué―. Eso te hace quedar asombrado y pensar, hey, si
Wash no hubiese muerto, nadie se hubiera salvado.
―A hacer algo de café. ―Le lancé una mirada a la piskie, ahora en el alféizar de
mi ventana, mirando afuera a la lluvia, y resignándome a lo inevitable―.
¿Quieres algo?
El Fey Fantasma
Traducido por Sisabel1320
Corregido por Cindy Suarez
―Así que, uh, supongo que te veré alrededor ―dijo, alejándose de mí―.
Gracias de nuevo por lo de anoche. Voy a comenzar a poner en marcha esto tan
pronto como llegue a casa.
Lo que sea, quería decirle, pero sólo bostecé en su lugar. Todd vaciló, como si
estuviera debatiendo si debía o no decirme algo. Él hizo una mueca.
―Además, es posible que desees evitar a Kingston hoy, hombre. Quiero decir,
como la peste. Sólo es una advertencia amistosa.
―¿Por qué?
* * *
Pero esperaba que él intentara algo durante el almuerzo, así que encontré un
rincón escondido en la biblioteca donde poder comer en paz. No tenía miedo de
la estrella de fútbol y sus gorilas, pero quería ir a esa maldita demostración, y
ellos no lo iban a arruinar por hacer que me expulsaran.
Apoyado contra la pared, miré a través de las grietas en los libros, observando a
los estudiantes que se movían por los pasillos laberínticos. Una chica vino por
mi pasillo una vez, libro en mano, y se detuvo abruptamente, parpadeando. Me
miró fríamente y se retiró sin una palabra.
59
Bueno, mi vida había llegado a un cierto nuevo punto más bajo. Escondido en la
biblioteca para que el mariscal de campo estrella no intentara meter mi cabeza a
través de una pared o poner su puño entre mis dientes. Devolver el favor, y ser
expulsado. Malhumorado, terminé lo último de mi sándwich y miré mi reloj.
Todavía treinta y cinco minutos para clases. Inquieto, saqué un libro de la
estantería junto a mí y leí por encima de el: La historia de la fabricación de los
quesos y quesos. Que fascinante.
A ella le gustaba un desafío. O tal vez estaba intrigada por alguien que no
estaba tropezando sobre sí mismo para hablar con ella. Si crees lo que Todd
dijo, Mackenzie St. James probablemente tenía todo a su mano en bandeja de
plata.
Deja de pensar en ella, Ethan. No importa qué, a partir de hoy vas a volver a ignorarla,
lo mismo que con todos los demás.
―¡Ahí estás!
―He estado buscándote por todas partes ―susurró, mirando a través de los
libros, con ojos salvajes―. Mira, tienes que ayudarme. ¡Todavía están detrás de
nosotros!
60
―Amigo... tienes que entender... esto fue antes de conocerte. Antes de darme
cuenta que algo estaba detrás de mí. Si hubiera sabido que estaría pidiendo tu
ayuda< No puedes estar enojado conmigo, ¿de acuerdo?
―Está bien, así que... uh... podría haberle pedido a Thistle hacerle pagar de
vuelta por lo que hizo, pero asegurándose de que no lo conectara a mí; ella puso
algo en sus pantalones cortos que... er... le hizo hincharse y picar como loco. Es
por eso que él no estaba aquí ayer. Pero, el problema es, que él cree saber quién
lo hizo.
―Y él piensa que fui yo. ―Gimiendo, incliné mi cabeza hacia atrás y golpeé
contra la pared. Así que esa es la razón por la que el mariscal de campo estaba
en pie de guerra. Levanté mi cabeza y lo miré―. Dame una buena razón por la
que no debería patearte el culo ahora mismo.
―¡Haz que se vayan! Diles que me dejen en paz. ―Agarró mi manga―. ¡Tú
eres el hermano de la Reina de Hierro! Tienes que hacer algo.
―No, no lo creo. ¡Y baja la voz! ―Me paré y lo fulminé con la mirada―. Este es
tu lío. Te lo dije antes, no quiero tener nada que ver con ellos, y tus amigos me
han causado más que problemas desde el día que llegué aquí. Di un paso frente
a Kingston por ti, dejé a un piskie y un medio phouka en mi habitación la noche
anterior, y mira dónde me tienen. Eso es lo que pasa por estarme jugando el
cuello.
Sin esperar una respuesta, di media vuelta y me alejé, explorando el espacio por
las cosas invisibles que podían estar al acecho en las esquinas, listo para saltar.
Si las hadas estaban merodeando por la escuela como Todd dijo, tendría que
subir la apuesta en algunas de mis salas de protección, tanto para mi camioneta
y mi persona. Además, si Kingston estaba dispuesto a poner mi cabeza a través
de una caseta de baño, probablemente debería regresar a clase y pasar
desapercibido hasta que él y la escuadra de gorilas se hayan enfriado un poco.
Al acercarme al escritorio del bibliotecario, sin embargo, un sollozo débil,
apagado vino de uno de los pasillos detrás de mí, y me detuve.
Maldita sea. Cerré mis ojos y vacilé, debatiéndome entre la ira y la culpa. Sabía
lo que era ser perseguido por las hadas. Sabía el miedo, la desesperación
cuando se trata de las hadas que pretenden hacerte daño.
Cuando te das cuenta de que sólo eres tú contra ellos y nadie puede ayudarte.
―Te voy a llevar a casa ―le dije, mirando su cara iluminarse con alivio―.
Último favor, ¿de acuerdo? Tú tienes lo que se necesita para mantenerlos lejos
de ti, sólo tienes que seguir las instrucciones que te voy a dar y estarás bien. No
me des las gracias ―le dije mientras abría su boca―. Nos vemos aquí después
de clase. Tengo esta entrevista con la reportera escolar que tengo que hacer
primero, pero no debería tomar mucho tiempo. Nos iremos cuando haya
terminado.
―¿Quieres ir a casa?
―Lo siento. ―La sonrisa se desvaneció tan rápido como había llegado―. Voy a
estar aquí. De hecho, creo que Violeta y yo sólo vamos a estar aquí hasta que las
clases hayan terminado. Tú ve a esa cosa tuya de la entrevista. Vamos a estar
cerca, probablemente escondidos debajo de una mesa o algo.
62
Hice una nota mental para comprobar bajo la mesa antes de hacer cualquier
entrevista esa tarde, y me fui sin decir nada más.
Malditas hadas. ¿Por qué no se van y me dejan en paz? O a Todd, para el caso,
¿Por qué ellos le hacen la vida miserable a cualquier persona atrapada en su
retorcida mira?, Humano, mestizo, joven, viejo, no tenía importancia. Yo no
estaba más seguro hoy de lo que había estado trece años atrás, sólo un poco más
paranoico y hostil.
¿Esto siempre iba a ser así, mirando constantemente por encima de mi hombro,
estar solo para que nadie más resultara herido? ¿Estaría alguna vez libre de
Ellos?
Tiene que estar bromeando. Todo este tiempo que he estado diciendo "desaparece", ¿y
esto todavía sucede?
63
Tal vez no respondo bien a las amenazas, tal vez sin que lo supiera las
desconocidas hadas de Todd me habían estimulado para una pelea, pero me
enderecé, miré a Brian Kingston directo a los ojos y dije:
―Vete a la mierda.
Él se tensó, y sus dos amigos se inflaron detrás de él, como toros furiosos.
―¡Hey!
Una voz clara y alta resonó en el pasillo, un segundo antes de que yo hubiera
explotado, demostración o no. Mackenzie St. James llegó sigilosamente hacia
nosotros, una pila de libros bajo un brazo, su pequeña forma apretada con furia.
―Oh, hey, Mackenzie. ―Brian sonrió hacia ella, mirándose casi avergonzado.
Poniendo sus ojos en los de su oponente, pensé. Estúpido movimiento―. Qué
coincidencia. Nosotros justo estábamos hablándole de ti a nuestro mutuo
amigo, aquí. ―Él me empujó contra la pared otra vez, y luché contra una
reacción instintiva para romperle bruscamente su codo―. Él prometía ser
mucho más agradable contigo en el futuro, no es eso correcto, ¿fenómeno?
64
―¡Brian!
―Está bien, está bien. ―Kingston levantó sus manos y se apartó, y sus
amigotes hicieron lo mismo―. Tómalo con calma, Mac, nosotros solo estábamos
bromeando alrededor. ―Se volvió para burlarse de mí, y yo le devolví la
mirada, desafiándolo a dar un paso adelante, para agarrarme de nuevo―.
Tienes suerte, fenómeno ―dijo él, retrocediendo―. Recuerda lo que te dije. No
siempre tendrás una pequeña chica alrededor para protegerte. ―Sus amigos
rieron, y él guiñó un ojo a Kenzie, quien rodó los ojos―. Nos veremos por ahí,
muy pronto.
―Yo podría haberlo manejado ―le espeté, deseando poder asentar mi puño a
través de una pared o en la cara de alguien―. Tú no tenías que interferir.
―Lo sé, chico rudo. ―Ella me dio una media sonrisa, y yo no estaba seguro de
si estaba siendo seria―. Pero Regan es amante de los grandes cabeza de
músculo, y yo no quería que tú lo golpearas demasiado.
Miré en la dirección que los idiotas deportistas se habían ido, apretando mis
puños mientras luchaba por controlar mis furiosas emociones y el impulso de
salir por el pasillo y plantar la cara de Kingston en el suelo. ¿Por qué yo? Quería
descargarlo sobre ella. ¿Por qué no me dejas solo? ¿Y por qué tienes al equipo de
fútbol entero listo para romper a alguien a la mitad por mirarte raro?
―Chico rudo, si ser melancólico fuera un deporte, tendrías medallas de oro con
rostros ceñudos recubriendo las paredes de tu cuarto.
Kenzie rió. Pasando por delante de mí, abrió la puerta de la biblioteca, haciendo
una pausa en el marco.
Me encogí de hombros.
―Sí. ―Solté un suspiro mientras ella sonreía, y la puerta se cerró―. Voy a estar
allí.
* * *
No fui.
Así que después de la última campana, recogí mis cosas, asegurándome de que
el pasillo estuviera despejado de Kingston y sus matones, y me dirigí hacia la
biblioteca.
Los pasillos estaban casi vacíos mientras iba por la cafetería. Los pocos cuerpos
que pasaba se iban por otro camino, muchos para el estacionamiento y los
vehículos que los llevarían a casa. Pero mientras iba caminando a través de los
silenciosos pasillos, tenía esa extraña comezón en la parte de atrás de mi cuello,
que me dijo que no estaba solo.
3Banshees ó Bean Sidhes: Espíritus femeninos que anuncian con sus gemidos la muerte cercana
de alguien. Son consideradas hadas y mensajeras del otro mundo, también son llamadas almas
en pena.
66
Tenía la esperanza.
Por suerte, hoy estaba vacío. Sin práctica, sin entrenadores gritando, sin
deportistas blindados golpeándose entre sí. Si Kingston y sus amigos me vieran
paseando casualmente a través de su territorio en un muy descarado
espectáculo de Vete a la mierda, Kingston, ¿qué vas a hacer al respecto?, tratarían de
enterrarme aquí. Me pregunté si alguien más podía verme, y si lo hicieran,
¿tendrían que decirle al mariscal de campo que estaba meando en sentido
figurado en su territorio? Sonreí ante la idea, levemente tentado a detenerme y
67
hacerlo literal, también. Pero tenía cosas más importantes que resolver, y un
concurso de meadas con Kingston no era una de ellas.
Detrás de las gradas, me detuve. Una valla separaba el campo de una línea de
árboles en el otro lado, así que era fresco y sombreado aquí. Desearía tener mi
cuchillo.
Algo afilado, metálico y letal entre mí y lo que sea que estaba viniendo en mi
camino. Pero había sido atrapado con un cuchillo antes, y me había metido en
un buen lío, así que lo había dejado en casa.
Algo paso alrededor de las gradas, o mejor dicho, brillaba en torno a las gradas,
apenas visible bajo el sol.
Y a pesar de que la tarde caía brillante, con luz solar suficiente para derretir
lejos el frío, de repente sentí frío.
Era más bajo que yo por casi treinta centímetros y tan delgado que no parecía
posible que sus piernas pudieran sostenerlo. De hecho, sus piernas terminaban
en afiladas-agujas puntiagudas, así que parecía como si estuviera caminando en
palillos en lugar de pies. Su rostro era como una delgada hacha, y sus dedos
eran esos mismos puntos finos, como si pudiera clavar una uña a través de tu
cráneo. Los esqueletos de lo que solían ser alas sobresalían de sus hombros
huesudos, rotos y destrozados, y se cernía a unos pocos centímetros del suelo,
como si la propia tierra no quisiera tocarlo.
―Está bien ―dije con una voz uniforme, mientras el escalofriante fey flotaba
allí, sin dejar de mirarme―. Me has seguido hasta aquí, obviamente querías
verme. ¿Qué demonios quieres?
Resistí el impulso de encogerme. Había algo muy... malo... sobre esta criatura. Él no
pertenece a éste lugar, el mundo real. Las hadas que había visto, incluso los feys
de Hierro, seguían siendo una parte de la realidad, deslizándose adelante y
atrás entre este reino y el Nuncajamás. Ésta cosa... era como si su cuerpo
estuviera fuera de sintonía con el resto del mundo, la forma en que parpadeaba
y se desdibujaba, como si no estuviera allí. No era bastante sólida.
―¿Sus asuntos? ¿Qué eres? ―Mi voz salió más áspera y estridente de lo que
quería―. Supongo que no eres de la Corte Seelie o Unseelie.
―No somos nada. Somos olvidados. Nadie recuerda nuestros nombres, que
alguna vez existimos. Tú debes hacer lo mismo, humano.
―Uh-huh. Así que, tú haces un punto para asegurarte de que yo sepa que estás
ahí, de perseguirme y amenazar a mi familia, para decirme que debo olvidarme
de ti.
―Una advertencia ―dijo de nuevo y tiró algo a mis pies, algo pequeño y
gris―. Esto es lo que pasa a los que interfieren ―susurró―. Nuestro regreso
solo ha comenzado.
Una piskie. La misma que había visto antes ese día con Todd, estaba seguro de
ello. Pero su piel era de un opaco, gris descolorido, como si todo el color
hubiera sido succionado fuera de ella. Suavemente, me agaché y la recogí,
sosteniéndola en mi palma. Se dio la vuelta y parpadeó, enormes ojos vacíos y
fijos. Todavía estaba viva, pero mientras la miraba, el pequeño cuerpo del hada
se agito y luego... voló lejos.
Mi interior se sentía frío. Había visto morir a las hadas, se convertían en hojas,
ramas, flores, insectos, tierra, y algunas veces solo se limitaban a desaparecer.
Pero nunca así.
Levantando sus manos, miró a sus dedos, observando cómo parpadeaban como
un canal de televisión malo.
¿Más gente? Oh, no, pensé, cuando me di cuenta de lo que el hada estaba
insinuando. La muerte de Thistle, mencionó al "mestizo". Todd.
―¡Hey! ―espeté, caminando hacia adelante―. ¡Alto allí! ¿Qué eres tú?
Kenzie estaba junto a los bancos, un bloc de notas en una mano, mirándome
fijamente. Por la expresión de su rostro, había escuchado cada palabra.
70
Desvanecido
Traducido por Lyricalgirl
Corregido por Cindy Suarez
Ignoré a Kenzie y caminé a zancadas a través del campo de fútbol, sin mirar
atrás.
Todd estaba en lo correcto, susurró. Algo iba por él. Maldita sea, ¿qué era esa cosa?
Nunca antes había visto algo como eso.
―A ningún lugar.
―No tengo tiempo para esto ―gruñí, y la rocé al pasar a su lado, corriendo a
toda velocidad por el pasillo hacia la biblioteca.
Me giré, preparado para decirle que se perdiera, aunque fuera inútil, cuando
algo debajo de la ventana atrapó mi mirada.
Kenzie siguió mi mirada e hizo una mueca, caminó hacia delante y levantó la
chaqueta. Mientras lo hacía, algo blanco cayó de un bolsillo y revoloteó hacia el
suelo.
Una nota, escrita en una hoja arrancada de papel. Me abalancé para tomarla,
pero Kenzie ya la había agarrado.
―Era para mí ―insistí, adelantándome hacia ella. Ella brincó lejos poniendo
una mesa larga entre nosotros y mi temperamento flameó―. Maldita sea, no
estoy jugando éste juego ―gruñí, manteniendo mi voz baja para que la
bibliotecaria no viniera por nosotros―. Dámela, ahora.
―¿Por qué tan reservado, chico duro? ―respondió ella, moviéndose con
destreza a través de la mesa, manteniendo la misma distancia entre nosotros―.
¿Son éstas coordenadas para una venta de drogas o algo?
―No ―le dije con brusquedad y me paré al borde de la mesa. Esto era ridículo.
¿Estábamos de vuelta en tercer grado? La observé por encima de la mesa,
juzgando la distancia que había entre nosotros―. No es una carta de amor ―le
dije, enfureciéndome silenciosamente―. Ni siquiera es de una chica.
―¿Estás seguro?
―Sí.
―¿Ahora qué, chico duro? ―Ella levantó una delgada ceja. Y por alguna razón
mi corazón comenzó a latir más rápido debajo de esa mirada.
¡Están aquí! Tengo que correr. Si encuentras esto, diles a mis padres que no se
preocupen. Perdón hombre, no quise meterte en esto.
Todd.
Arrugué la nota y la metí en el bolsillo de mis jeans. ¿Qué esperaba que hiciera
ahora? ¿Ir donde sus padres y decirles que un montón de hadas invisibles lo
habían raptado? Sin duda me echarían en un manicomio.
Sentí los ojos de Kenzie sobre mi espalda y me pregunté cuánto de la nota había
llegado a ver. ¿Había leído algo en ese pequeño segundo que me tomó pasar
por sobre la mesa?
―La policía no puede ayudar. ―Finalmente me giré para estar frente a ella―.
No en esto. Además, ¿qué les dirías? Ni siquiera sabemos qué está pasando.
Todo lo que tenemos es una nota.
―Bueno, ¿no deberíamos aunque sea ver si llegó sano y salvo a casa?
Saqué mi celular
―Yo lo hago ―dije, temiendo la tarea pero sabiendo que debía terminar lo que
había comenzado.
Ella recitó una tira de número y los tecleé en mi celular. Poniéndolo contra mi
oído, lo escuché timbrar una, dos, y entonces una tercera vez y alguien atendió.
―Em, sí. Soy un<. Amigo de Todd ―dije con voz vacilante―. ¿Está él en casa?
―Ah, no. Estaba< em< esperando encontrarlo m{s tarde hoy para< pasar el
rato. ―Hice una mueca al escuchar cuán patético sonaba, y Kenzie soltó una
risita. Le hice mala cara―. ¿Sabe el número de su celular? ―agregué como un
reparo.
―Sí, tengo su número. ―Ahora la voz de la mujer sonaba con sospecha―. ¿Por
qué quieres saberlo? ¿Quién es? ―continúo ella afiladamente, y yo volví a hacer
una mueca―. ¿Eres uno de esos chicos de los que sigue hablando? ¿Crees que
no me doy cuenta cuando llega a casa con moretones y los ojos negros? ¿Te
parece gracioso, molestar a alguien más pequeño que tú? ¿Cuál es tu nombre?
―Mi nombre es Ethan Chase ―dije en lo que esperaba que fuera una tranquila
y razonable voz―. Simplemente soy< un amigo. Todd se quedó anoche en mi
casa, durante la tormenta.
―Oh. ―No podía adivinar si la madre de Todd estaba calmada o no, pero
luego de un momento, suspiró―. Entonces lo siento. Todd no tiene muchos
amigos, ninguno que haya llamado a casa, de todas formas. No quise hablarte
de mal modo, Ethan.
―Un momento ―continuó ella, y su voz se volvió más lejana mientras bajaba el
teléfono―. Tengo su número en el refrigerador. Solo un segundo.
―Sí.
Esto podría ser solo una broma elaborada y si lo llamaba, él reiría último.
En mi interior, sin embargo, sabía que esas eran solo excusas. No había
imaginado a esa espeluznante hada o a la piskie muerta. Todd no estaba
pretendiendo estar aterrorizado. Algo estaba pasando, algo malo, y él estaba en
el medio de ello.
Un tono.
Dos tonos.
Tr<
―¿Qué pasó? ―pregunto Kenzie mientras bajaba mi mano―. ¿Todd está bien?
* * *
76
Volví a casa luego de eso, habiendo convencido a Kenzie de que no había nada
que pudiéramos hacer por Todd en ese momento. Ella fue testaruda, negándose
a creerme, queriendo llamar a la policía. Le dije que no saltara a conclusiones ya
que no sabíamos exactamente qué estaba pasando. Todd podría haber apagado
su teléfono. Podría estar de camino a casa y simplemente haber llegado tarde.
No teníamos suficiente evidencia para llamar a las autoridades. Eventualmente,
la convencí, pero tenía el presentimiento de que no dejaría ese tema tranquilo
por mucho tiempo. Solo esperaba que no hiciera nada que atrajera Su atención.
Que estuviera a mi alrededor era lo suficientemente malo.
Ethan,
Meghan.
No, no iba a ir llorando a Meghan, ni por esto ni por nada. Meghan nos había
abandonado, ya no era parte de nuestra familia. Me preocupaba que ella fuera
un Hada totalmente. Y había tenido demasiado tormento Fey para que me
durara varias vidas. Podía manejar esto solo.
Aún si significaba que tenía que hacer algo estúpido, algo que juré que nunca
haría.
El Parque Vacío
Traducido por Kat880
Corregido por Cindy Suarez
No pude tomar mi camioneta. Papá estaría en casa después, y sabría que me fui
si veía que mi camioneta faltaba. Escapándome en medio de la noche era
altamente mal visto y tendía a resultar en castigos, destierro de lecturas y
tecnología. Así que saqué mi vieja bicicleta de la cochera, revisé que las llantas
estuvieran aún infladas y caminé abajo hacia la acera.
Pero no era solamente Todd ahora, algo extraño estaba sucediendo en Faery, y
tenía el presentimiento que se iba a poner peor. Necesitaba saber qué iba a
suceder y cómo podría defenderme del fantasma-fey transparente que chupaba
la vida de sus víctimas. No quería quedarme en la oscuridad, no con esas cosas
ahí afuera.
* * *
Incluso en gigantes ciudades pobladas, donde los edificios de acero, autos y
concreto dominaban todo, siempre podías encontrar a los Fey en el parque.
No tenía que ser un gran parque. Sólo un área de tierra natural, con un par de
árboles y arbustos dispersos, quizás un pequeño estanque, y eso es todo lo que
ellos necesitan. Me han dicho que Central Park en Nueva York tiene cientos,
quizás miles de hadas viviendo ahí, y varios caminos al Nuncajamás, todo
dentro de su bien cuidado perímetro. El pequeño parque a cinco kilómetros y
medio de mi casa tenía alrededor de una docena de Fey de variedad común,
piskies, goblins, ninfas, y ningún camino que conociera.
Dejando la bicicleta, caminé al borde del hoyo para fuegos y miré hacia abajo.
Las cenizas estaban frías y grises, días o semanas de antigüedad, pero había
visto dos goblins en este hoyo varias semanas atrás, asando algún tipo de carne
sobre el fuego. Y había varios piskies y ninfas viviendo en los robles, a su vez.
Las hadas locales quizás no sabían nada sobre sus horripilantes, transparentes
primos, pero no heriría preguntar.
Agachándome, recogí una roca lisa, le quité el polvo, y la puse en el centro del
hoyo para el fuego. Escarbando a través de mi mochila, saqué una botella de
miel, me puse de pie y rocié el sirope dorado en las piedras. La miel era como la
ambrosía para las hadas: no podían resistir esa cosa.
Varios minutos pasaron, lo que era una sorpresa para mí. Sabía que las hadas
frecuentaban ésta área. Estaba esperando que al menos un par de goblins o
piskies aparecieran. Pero la noche era tranquila, las sombras vacías hasta que
hubo un suave susurro detrás de mí, el siseo de algo moviéndose sobre el
césped.
Me giré, calmadamente. Regla número dos: No mostrar miedo cuando tratas con el
pueblo Fey. Pude haber recogido mis palos, y con toda honestidad realmente
quería, pero quizás eso sería tomado como un signo de nerviosismo o malestar.
Una alta, y delgada figura estaba de pie debajo de los sauces llorones,
observándome a través de las cortinas de encaje. Mientras esperaba, una esbelta
mano separo las colgantes ramas y el hada se puso de pie en la apertura.
Era una dríade y el sauce llorón era probablemente su árbol, ella tenía el mismo
largo cabello verde y la rugosa corteza como piel. Era increíblemente alta y
delgada, y se balanceaba suavemente en sus pies, como una rama en el viento.
Me observó con sus grandes ojos negros, su largo cabello envolvía su cuerpo, y
lentamente sacudió su cabeza.
Fruncí el ceño.
―¿Qué quieres decir, con que eres la última? ¿Dónde están los otros?
―Observé alrededor del parque, explorando la oscuridad y sombras, viendo
nada―. ¿Qué diablos está sucediendo?
Una grande mariposa nocturna voló desde la cortina y revoloteó lejos hacia las
sombras.
―Por favor, Ethan Chase. ―La dríade levantó una increíblemente esbelta
mano, moteada y áspera como el tronco del árbol―. Como favor, entonces.
Debes ir donde la Reina de Hierro por nosotros. Infórmale nuestro destino. Sé
nuestra voz. Ella te escuchará.
81
―Debes. ―La dríade retorció sus manos, suplicando―. Las Cortes no saben lo
que está sucediendo, no les importa. El bienestar de un par de mestizos y
exiliados no les concierne. Pero tú< tú eres medio hermano de la Reina de
Hierro, ella te escuchar{. Si no lo haces< ―La dríade tembló, como una hoja en
una tormenta―. Entonces me temo que estaremos todos perdidos.
La dríade asintió.
―Eso tendrá que servir ―susurró, encogiéndose. Cerró sus ojos mientras una
briza silbó a través del parque, ondeando su cabello y haciendo suspirar a las
hojas alrededor de nosotros―. Más de nosotros han desaparecido ―suspiró―.
Más desaparecen con cada aliento. Y ellos están cada vez más cerca.
―No lo sé ―la hada abrió sus ojos, luciendo aterrada―. No lo sé, ni tampoco
ninguno de mis compañeros. Ni siquiera el viento sabe sus nombres. O si lo
sabe, se rehúsa a decírmelos.
La Demostración
Traducido por maka.maki y Rodonithe
Corregido por mayelie
El día siguiente era sábado, pero en vez de dormir como una persona normal,
me desperté temprano y estaba en el patio trasero, balanceando mi ratán por el
aire, golpeando el muñeco de neumático que coloqué en la esquina. No necesito
la práctica, pero pegarle a algo era una buena manera de enfocarme, para
olvidar lo extraño de la noche anterior, aunque todavía no podía evitar la
sensación extraña cuando me acordé de la última advertencia de la dríada.
Más de nosotros han desaparecido. Más se desvanecen con cada respiración. Y están
cada vez más cerca.
―¡Ethan!
Negó con la cabeza, luego dio un paso a un lado cuando dos agentes de policía
entraron en el patio. Mi corazón y mi estómago dieron un vuelco violento y
traté de pensar en los crímenes que pude haber cometido sin darme cuenta, o
cualquier cosa por la que el fey podría haberme culpado.
―Sí. ―Mantuve mis brazos a los lados, mis palos perfectamente quietos,
aunque mi corazón iba a mil por hora. La idea repentina de ser detenido, ser
esposado en mi propio patio trasero en frente de mis padres horrorizados, casi
me enfermaba. Tragué saliva para mantener la voz firme―. ¿Qué quieren?
Me relajé, de pronto consciente de qué iba esto. Mi corazón aún latía, pero
mantuve un tono ligero, frívolo, y me encogí de hombros.
―Usted llamó a su casa ayer por la tarde, ¿verdad? ―El policía siguió, y
cuando asentí, agregó―: ¿Y pasó la noche en su casa el día anterior?
―Sí. ―Fingí confusión, mirando hacia atrás y adelante entre ellos―. ¿Por qué?
¿Qué está pasando?
―Está desaparecido ―dijo uno de ellos, y levanté las cejas en falsa sorpresa―.
Su madre dijo que no fue a casa ayer por la noche y que había recibido una
llamada de Ethan Chase, un chico de su escuela, en la tarde antes de su
desaparición. ―Su mirada parpadeó a los palos en mi mano, y luego una de
vuelta a mí, entornando los ojos ligeramente―. ¿No sabes nada acerca de su
paradero, Ethan?
Estaba bastante claro que no me creyó, porque su boca se apretó, y habló lenta y
deliberadamente.
―¿No tienes ni idea de lo que estaba haciendo ayer, ni idea de dónde podría
haber ido? ―Cuando yo vacilaba, su voz se hizo más amigable, animando―.
Cualquier información sería útil para nosotros, Ethan.
―Ethan, te das cuenta de que sólo estamos tratando de ayudar, ¿no es así? No
estás protegiendo a nadie si ocultas información de nuestra parte.
―Lo entiendo muy bien, oficiales ―dijo papá, su amable sonrisa nunca
vacilante―. Sin embargo, Ethan ya le ha dado su respuesta. Gracias por venir.
Papá esperó unos segundos después de que la puerta trasera se cerró antes de
volverse a mí.
―Todd Wyndham es el chico que vino la otra noche. ¿Algo que quieras
decirme, hijo?
Ella vaciló un momento más, como si estuviera esperando que confesara, que le
dijera algo diferente. Pero, ¿qué podía decir? ¿Que el chico que había pasado la
noche con nosotros era parte hada, y esta nueva raza espeluznante de hadas
estaban tras él por alguna razón? No podía arrastrarla dentro de esto, se daría la
vuelta con seguridad, pensando que sería el siguiente. No había nada que
ninguno de ellos pudiera hacer para ayudar. Por lo tanto, desvié mi mirada, y
después de una pausa larga y dolorosamente incómoda, se deslizó dentro,
cerrando la puerta detrás de ella.
Hice una mueca. Genial, ahora ambos estaban enojados conmigo. Suspirando,
cambié mi ratán a un lado y entré. Me hubiera gustado golpear el muñeco de
neumático un poco más de tiempo, pero manteniendo un perfil bajo parecía una
buena idea ahora. La última cosa que quería era una sesión de interrogatorio
intensivo donde ambos harían preguntas que no podía responder.
¿Qué? ¿Por qué iba a preocuparse por ti, psicópata? Has sido más que un imbécil con
ella y además, no te importa, ¿recuerdas?
Ahora enojado, fui hacia la cama y me dejé caer sobre ella, lanzando un brazo
encima de mi cara. Tenía que dejar de pensar en ella, pero mi cerebro no estaba
siendo cooperativo esta mañana. En lugar de centrarse en la demostración, el
mestizo desaparecido y el hada espeluznante que venía por los dos, mis
pensamientos seguían volviendo a Kenzie St. James. La idea de llamarla, sólo
para ver si se encontraba bien, se hizo cada vez más tentadora, hasta que me
levanté de un salto y me dirigí a la sala de estar, moviéndome de un tirón hacia
la televisión para ahogar mis pensamientos traidores.
* * *
El día transcurrió en un torbellino de viejas películas de acción y comerciales.
No me moví del sofá, con miedo de que si iba a mi habitación, volteara a ver mi
teléfono sin parpadear y sabría que Kenzie no había llamado. O peor aún, lo
que tenía, y estaría tentado a devolverle la llamada. Tirado en el sofá, los restos
de bolsas de papas, platos sucios y latas de refrescos vacías me rodeaban, hasta
la tarde cuando mamá hizo un comentario exasperante acerca de cerebros
podridos y golpes en troncos o algo así y me ordenó que hiciera otra cosa.
Al llegar hasta él, sin embargo, sonó. Sin ver quién llamaba, lo tomé y lo puse a
mi oído.
―¿Hola?
―¿Ethan? ―La voz en el otro extremo no era Kenzie, como esperaba, a pesar de
que resultaba vagamente familiar―. ¿Eres Ethan Chase?
―¿Sí?
amigo de Todd... ¿sabes lo que pudo haberle pasado? Por favor, estoy
desesperada. Sólo quiero a mi hijo en casa.
Después de colgar, me paseaba por la habitación, sin saber qué hacer. Intenté
navegar en línea, ver YouTube, revisar varias tiendas de armas, sólo para
mantenerme distraído, pero no ayudada. No podía dejar de pensar en Todd y
Kenzie, atrapados en los juegos retorcidos de las hadas. Y fue en parte culpa
mía. Todd había estado jugando un juego peligroso y Kenzie era demasiado
terca para saber cuándo retroceder, pero el denominador común era yo.
Ahora, uno de ellos se había ido y otra familia fue destrozada. Al igual que la
última vez.
―Ethan. ―La voz de mamá se hizo eco desde la cocina―. Tu cosa de karate es
esta noche, ¿no es así? ¿Quieres algo de comer antes de ir?
―Kali, mam{, no karate ―le dije, entrando en la cocina―. Y no, voy a tomar
algo de camino. No esperes por mí.
La irritación estalló.
―Sí, lo sé ―dije―. Ha sido así durante cinco años. ¿Por qué iba a cambiar
ahora? No es como si fuera lo suficientemente mayor como para tomar mis
propias decisiones. ―Antes de que pudiera decir nada pasé junto a ella y me
dirigí afuera―. Y, sí, voy a llamar si voy a llegar tarde ―dije por encima del
hombro.
* * *
El edificio ya estaba lleno de gente cuando llegué. Se habían llevado a cabo
torneos durante toda la tarde, y gritos ki-yas y el arrastrar de los pies descalzos
sobre esteras resonaban en la sala cuando entré. Los chicos en su gis blanco
atado con cintas de colores diferentes lanzaron puñetazos y patadas en arenas
grabadas, por lo que parece, era el turno de los estudiantes del kempo en las
colchonetas.
―¿En serio?
―¿Necesitas practicar?
―No, voy a estar bien. ―Pensé en las pocas veces que había manejado las
espadas reales de Guro, que eran hojas cortas, de un solo filo similar a un
machete. Eran un poco más cortas que mi ratán, con gran nitidez y tan mortal
como parecían. Habían estado en la familia de Guro por generaciones y yo
estaba un poco asombrado de que estaría esgrimiéndolas esta noche.
Guro asintió.
―¿Ethan?
―Oh, ya sabes. ―Ella levantó la cámara―. Cosas del periódico escolar. Un par
de chicos de nuestra clase toman lecciones aquí y estoy cubriendo el torneo.
¿Qué hay de ti? ―Sus ojos se iluminaron―. ¿Estás en el torneo? ¿Realmente
voy a conseguir verte pelear?
―Kali.
―¿Qué es eso?
Suspiré.
―Un estilo de lucha filipino con palos y cuchillos. Lo verás en pocos minutos.
―Oh. ―Kenzie meditó y luego dio un paso hacia delante, mirándome con ojos
marrones observadores. Tragué la repentina sequedad en mi garganta y me
incliné, sintiendo la pared contra mi espalda, previniendo mi escape―. Bueno,
eres una caja de sorpresas, ¿verdad, Ethan Chase? ―pensó con una pequeña
sonrisa, inclinando la cabeza hacia mí―. Me preguntó qué otros secretos se
esconden en esa tonta cabeza tuya.
―¿Es por eso sigues dando vueltas? ¿Eres curiosa? ―Sonreí y sacudí la
cabeza―. Te decepcionaras. Mi vida no es tan emocionante.
Recibí una mirada dudosa, y ella dio un paso más, mirándome a los ojos como
si pudiera ver la verdad en ellos. Mi estómago se retorció mientras se inclinaba.
Me moví inquieto. La chica era perspicaz, le cedo eso. Por desgracia, ahora
estaba pisando muy cerca de la "apasionante verdad" de una parte de mi vida,
lo que significaba que iba a tener que mentir, fingir ignorancia o tirar de la
tarjeta de idiota que la alejara. Y en este momento, no tenía en mí algo para ser
un imbécil.
―Ethan
―Bien ―llamó―. Pero voy a conseguir esa entrevista, ¡chico rudo! Te veré
después de tu cosa.
Guro levantó una ceja mientras me escurría, pero no preguntó quién era la chica
o lo que había estado haciendo. Nunca se metía en nuestras vidas personales,
por lo que estaba agradecido.
―Ya casi estamos terminando ―dijo, y me dio un par de hojas cortas, sus
bordes de metal reluciente bajo las luces fluorescentes. No eran las espadas de
Guro; éstas eran diferentes, un poco más, tal vez, pero las hojas no eran tan
curvas. Habían sido diseñadas de forma ligera, controlando el peso y el
equilibrio, y les di un giro de práctica. Aunque parezca extraño, sentí que se
habían hecho especialmente para mí.
―Las afilé esta mañana, así que ten cuidado ―fue todo lo que dijo, y yo
retrocedí, tomando mi lugar a lo largo de la pared.
―Por supuesto ―dijo Guro mientras entraba en las alfombras, sujetando las
espadas a los lados―, los palos de Kali, son sustitutos de las hojas reales.
Practicamos con palos, pero todo lo que hacemos puede ser transferido a
cuchillas, cuchillos o manos vacías. Como Ethan les demostrará. Esta es una
técnica avanzada ―advirtió, mientras me paraba a través de él, de pie a unos
metros de distancia―. No intenten esto en casa.
Me incliné hacia él y el público. Levantó un palo de ratán, lo hizo girar una vez,
y de repente se tiró hacia mí. Le respondí al instante, azotando las hojas en el
aire, contándolo en tres partes. El público se quedó sin aliento, sentado erguido
en su silla, y sonreí.
Guro asintió con la cabeza y se alejó. Yo medio cerré los ojos y llevé a mis
espadas en posición, una levantada verticalmente sobre un hombro, la otra
escondida contra mis costillas. En equilibrio sobre las puntas de los pies, dejé mi
mente a la deriva, olvidándome de la audiencia y los espectadores y mis
compañeros viendo a lo largo de la pared. Exhalé lentamente y dejé que mi
mente se quedara en blanco.
sacando las hojas alrededor de mi cuerpo, hasta que pude sentir el viento de su
paso, oír el zumbido vicioso, ya que cortaba el aire a mi alrededor.
Alguien gritó en la audiencia, pero apenas los oí. La gente viendo no importaba;
nada importaba excepto las espadas en mis manos y el movimiento que fluía en
el baile. La espada destelló un brillo plateado en la penumbra, fluido y flexible,
casi líquido. No había forma de bloquearlo o detenerlo, de esquivarlo o pararlo
en el baile era todas estas cosas, y ninguna, todas a la vez. Me empujó más duro
de lo que nunca había hecho antes, hasta que no podía decir dónde terminaban
las espadas y dónde comenzaban los brazos, hasta que tuve un arma en el
centro del suelo, y nadie podía tocarme.
Miré hacia arriba y me encontré con los ojos de Kenzie en el otro lado de las
esteras. Ella estaba sonriendo y aplaudiendo frenéticamente, su cuaderno en el
suelo a su lado, y le devolví la sonrisa.
―Gracias ―dije, deslizando con cuidado las hojas de nuevo en sus vainas antes
de colocarlas con cuidado encima de la bolsa de Guro. Era difícil renunciar a
ellas, quería seguir practicando, sintiendo su peso ideal mientras bailaban en el
aire. Había visto la práctica de Guro con sus propias hojas, y se veía tan natural
con ellas, como si fueran extensiones de sus brazos. Me preguntaba si había
tenido el mismo aspecto en la pista, los bordes brillantes viniendo tan cerca de
mi cuerpo, pero nunca tocándolo. Me pregunto si alguna vez Guro iba a
dejarme entrenar con ellas de nuevo.
―Vamos ―dije, dando un paso lejos de los demás antes de que Chris pudiera
entrar y presentarse―. Necesito un refresco. ¿Quieres uno?
Ella asintió con entusiasmo. Juntos, nos deslizamos a través de la multitud, a las
puertas, y en el pasillo, dejando el ruido y el alboroto detrás.
―Claro ―murmuré, cerrando los ojos. La chica no me dejaría en paz hasta que
termináramos con esto de una vez―. Hagámoslo. Aunque te prometo que vas a
estar decepcionada por lo aburrido que en realidad es mi vida.
―De alguna manera lo dudo. ―La voz de Kenzie había cambiado. No estaba
clara, ahora, era casi nerviosa. Fruncí el ceño, escuchando el mover de un tirón
de papel de cuaderno, y luego una respiración tranquila, como si estuviera
preparándose para algo―. Primera pregunta, entonces. ¿Cuánto tiempo has
estado tomando kali?
―Desde que tenía doce años ―le dije sin moverme―. Eso es... casi... cinco
años. ―Por Dios, ¿había pasado tanto tiempo? Me acordé de mi primera clase
como un chico tímido y tranquilo, sosteniendo el palo de ratán como si fuera
una serpiente venenosa, y los ojos penetrantes de Guro, evaluándome.
―Está bien. Genial. Segunda pregunta. ―Kenzie vaciló, y luego dijo con voz
tranquila y clara―: ¿Qué es, exactamente, “encargarte de las hadas”?
―¿Qué? ―Me ahogué, antes de que me lo pensara mejor, antes que las murallas
defensivas llegaran a cerrarse de golpe.
Mi mente daba vueltas. Hadas. Fey. Ella lo sabía. ¿Cómo lo sabía?, no tenía ni
idea. Pero no podía continuar con esta línea de preguntas. Esto tenía que
95
―Wow, lo que te fumaste la última noche, debía haber sido bueno. ―Acomodé
mi labio en una mueca―. ¿Te estás escuchando a ti misma? ¿Qué tipo de jodida
pregunta es esa?
―Sí ―le sonreí, cruzando los brazos―. Eso es exactamente correcto. Estoy en
un culto, y sacrifico cabras bajo la luna llena y bebo la sangre de las vírgenes y
bebés cada mes. ―Ella arrugó la nariz, y yo di un amenazador paso adelante―.
Es muy divertido, sobre todo cuando llevamos el crack y la tabla de Ouija.
¿Quieres unirte?
―Muy divertido, chico rudo. ―Me había olvidado de que Kenzie no se asusta
fácilmente. Me devolvió la mirada, terca e inamovible como una pared―. ¿Qué
está pasando en realidad? ¿Estás en algún tipo de problemas?
―¿Qué pasa si lo estoy? ―desafié― ¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Crees que
me puedes salvar? ¿Piensas que puede publicar una de tus pequeñas historias y
todo va a estar bien? Despierta, señorita Molesta Reportera. El mundo no es así.
96
No quería hacerle daño, pero si seguía por ese camino, sólo se daría prisa a caer
de cabeza en un mundo que haría todo lo posible para destrozarla. Y no podía
dejar que eso pasara. No otra vez.
―Ethan
―Un consejo que deberías haber seguido por ti mismo, Ethan Chase ―susurró
una voz en la oscuridad.
97
El Token al Nuncajamás
Traducido por Rodonithe
Corregido por mayelie
Estaban aquí.
Los aterradores, trasparentes fey, flotando a unos cuantos centímetros del suelo
de baldosas, a la deriva hacía nosotros por el pasillo. Sólo que ahora había un
montón de ellos, llenando el pasillo, sus dedos huesudos y alas rotas haciendo
suaves chasquidos a medida que se acercaban.
―¡Hey! ―Ella trató de dar un tirón libre mientras yo golpeaba por las puertas,
casi derribando a tres estudiantes en el proceso―. ¡Ay! ¿Qué demonios estás
haciendo? ¡Déjame!
―La próxima vez, una pequeña advertencia sería muy amable. ―Cuando no
respondí, frunció el ceño y dejó caer su muñeca―. ¿Estás bien? Te ves como si
estuvieras a punto de vomitar. ¿Qué está pasando?
98
―Guía el camino.
Colgándome mi bolso, huí a lo largo de la pared con Kenzie justo detrás de mí,
zigzagueando entre los estudiantes y viendo a los padres, hasta que llegamos a
la parte de atrás del dojo. La puerta estaba ligeramente entreabierta, quedaba
abierta para dejar entrar el aire fresco del otoño, y me abalancé hacia ella.
―No ―dije con voz {spera, retrocediendo. Estaban bajando las escaleras ahora,
sus delgadas piernas saltando sobre los charcos. Uno de ellos me miró y levantó
una garra delgada, llevando la sangre a la ranura de su boca, lamiendo la
sangre con una lengua pálida, como de gusano.
Un destello de luz blanca cegadora, una onda de energía sin sonido. Sentí mi
estómago meterse de adentro hacia afuera, la tierra girando bajo mis pies, y
100
* * *
―Bueno, bueno ―respondió una voz fresca y divertida de algún lugar por
encima de nosotros―. Y aquí estamos otra vez. Ethan Chase, tu familia tiene
una habilidad especial para meterse en problemas.
101
102
―¿Quién está ahí? ―preguntó Kenzie, en una voz más demandante de lo que
hubiera esperado―. ¿Dónde estás? Muéstrate.
Kenzie dio dos vacilantes pasos atrás, mirando al felino con desconfianza
103
―Cuán predecible. ―El gato suspiró de nuevo y levantó su pata al aire para
lamérsela―. Creo que no hay nada mal con tus ojos u oídos, humano. Mi
afirmación previa todavía se mantiene.
Lo miré.
―Déjala, gato ―dije―. Nunca ha visto a una de los tuyos antes, déjala en paz si
vas a quedarte. ―Mi brazo palpitaba, y me senté en una roca cercana―.
Demonios, no sé por qué estoy aquí. ¿Por qué estoy aquí? Estaba deseando
jamás ver este lugar de nuevo.
Exhalé fuertemente, bueno aquí estaba, en el Nuncajamás. Sin nada más que
hacer salvo tratar de sacarnos de aquí tan rápido como pudiera. Tirando de mi
bolsa, la tome y la abrí revolviéndola con una sola mano, mordiéndome el labio
mientras el dolor rasgaba en mi hombro. La sangre todavía emanaba
lentamente por mi brazo, y el lado izquierdo de mi camisa estaba salpicado de
rojo.
―Yo puedo hacerlo ―le dije rápidamente, sin querer que viera mis viejas ropas
y malolientes pertenencias. Me adelante, pero ella me dio una mirada feroz que
me sentó con una mueca, dejándola a ella. Apretando su mandíbula, revolvió
alrededor, apartando palos de ratán y camisetas viejas, sacando un trapo y el
rollo de gasa para las lesiones deportivas. Sus labios se presionaron en una línea
delgada, sus ojos, duros y decididos como si fuera a hacerse cargo de este
problema poco antes de enfrentar nada más. Por un segundo, me senté con un
extraño destello de orgullo. Ella estaba tomando las cosas muy bien.
―Quítate la camisa.
104
― Uh. ¿Qué?
Sus palabras eran casi demasiado frívolas, como alguien que fuerza una sonrisa
después de una tragedia horrible. Dudé, más por la preocupación que por la
vergüenza, aunque tenía eso.
―Oh, haz lo que ella diga, humano. ―El gato golpeó su cola―. De lo contrario
vamos a estar aquí toda la noche.
―Oh, estoy dispuesta a creer cualquier cosa en este momento. ―Ella presionó
las marcas de garras, y yo apreté la mandíbula.
―¿Por qué los mortales son tan aburridos? ―preguntó el gato, aterrizando en
el piso arenoso sin sonido. Caminando entre nosotros, trepó hasta una roca
plana y nos observó a ambos críticamente, moviendo su cola, antes de que su
mirada se posara en la chica―. Muy bien, seré la voz de la razón y la cordura
de nuevo. Escucha atentamente, humano, porque solo explicaré esto una vez.
―Se sentó con un resoplido, doblando su cola alrededor de sus pies―. Estas en
el Nuncajamás, el hogar de los fey. O como ustedes los mortales insisten en
llamarlos, hadas. Sí, las hadas son reales ―agregó en su tono aburrido, mientras
Kenzie tomaba aire para hablar―. No, los mortales normalmente no pueden
vernos en el mundo real. Por favor guarde todas las preguntas innecesarias
hasta que haya terminado.
»Estas aquí ―continuó, dándome una mirada de reojo―, porque Ethan Chase,
al parecer, no puede permanecer alejado de los problemas con los feys y ha
utilizado un token para traerlos a ambos al Nuncajamás. Más importante, a mi
casa, una de ellas, de todos modos. Lo cual me hacer preguntar... ―El gato
parpadeó y me miró a mí ahora, estrechando sus ojos―. ¿Por qué estás aquí,
humano? El token tenía que ser utilizado sólo en las más extremas
circunstancias. Por tus heridas, me imagino que algo te estaba persiguiendo,
pero, ¿por qué arrastrar a la chica a esto, también?
―No tenía otra opción ―le dije, evitando los ojos de Kenzie―. Ellos fueron tras
ella, también.
―Hay algo allá afuera ―le dije al gato―. Algo diferente, una especie de fey que
nunca he visto antes. Están matando exiliados y mestizos, y tomaron a uno de
mis amigos, un medio-phouka llamado Todd Wyndham. Cuando traté de
averiguar más...
―Tal vez ―pensó, dándome una mirada aburrida y seria a la vez―. Ha habido
extraños rumores que rodean al Wyldwood. Me tienen curioso. ―Bostezó y
casualmente se pasó la lengua por una pata―. Creo que es hora de hacerle una
visita a la Reina de Hierro.
Me puse de pie.
―La Reina de Hierro necesita ser informada de que estás aquí ―dijo el gato,
con calma frotando la pata sobre sus bigotes―. Ese era el favor, si alguna vez
utilizabas ese token, te llevaría a ella. Además, creo que ella estará más
interesada en lo que le está sucediendo al mundo de los mortales, y este nuevo
tipo de hadas. Creo que una de las Cortes necesita saber acerca de esto, ¿no te
parece?
―Ese no era el trato, humano. ―El gato finalmente me miró sin pestañear―. Y
si fuera tú, lo pensaría largo y tendido sobre enviarla sola de nuevo. Si estas
criaturas todavía están por ahí, podrían estar esperando que volvieras.
―No tengo ni idea de lo que está pasando aquí ―dijo intentando la mayor
naturalidad, aunque sus ojos estaban un poco acristalados―. Sólo espero que
cuando me despierte, no esté en una habitación acolchada con un buen hombre
en un traje blanco que este alimentándome con píldoras.
El gato estornudó varias veces, doblando sus bigotes de risa. No vi lo que era
tan gracioso.
―Esto debería ser más divertido ―dijo, saltando hacia abajo desde la roca―.
Les sugiero que permanezcan aquí por la noche ―continuó mientras se alejaba
por la arena―. Nada te hará daño en este lugar, y yo no estoy de humor para
llevar a humanos heridos por todo el Wyldwood en la oscuridad. Vamos a
empezar el viaje al Reino de Hierro en la mañana.
Oh, sí, pensé, recordando algo, entonces, desde hace mucho tiempo. Grimalkin.
Él hace eso.
* * *
Kenzie aún lucía extrañamente tranquila cuando me senté y empecé a buscar en
mi bolsa, haciendo un balance de lo que tenía. Palos de ratán, ropa extra, agua
embotellada, una caja aplastada de barras de energía, un contenedor de
aspirinas y un par de cosas pequeñas, secretas que tenía a mano para las plagas
de la variedad invisible. Me pregunté si mis pequeños encantos funcionarían en
el Nuncajamás, el territorio de los Fey. Lo descubriría muy pronto.
Sacudí cuatro analgésicos en mi palma y los arroje hacia atrás, tragándolos con
una mueca, luego deslicé la botella en mi bolsillo. Mi hombro todavía me dolía,
pero a pesar de todo, parecía no ser nada más que una herida superficial. Sólo
esperaba que el extraño, espeluznante fey no tuviera garras venenosas.
Genial, ella está en shock. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? La miré fijamente,
deseando que nunca la hubiera jalado a esto, deseando que los dos pudiéramos
irnos a casa. Estaba preocupado por mis padres, ¿qué dirían cuando
encontraras que otro de sus niños había desaparecido de la faz de la tierra? No
soy Meghan, prometí, sin saber si era a mamá, a Kenzie o a mí mismo. Nos llevare
a casa, juro que lo haré.
―Kenzie ―dije, más firme esta vez, inclinándome hacia adelante sobre la
bolsa―. ¡Mackenzie. Hey.
Ella saltó cuando me acerqué directo a su cara y la agarré del brazo, tirándose
hacia atrás con una mirada de asombro. Dejé que se fuera, y ella parpadeó con
rapidez, como si saliera de un trance.
―¿Estás bien? ―le pregunté, sentándome atrás, mirándola con cautela. Ella me
miró por un incómodo momento, luego tomó una respiración profunda.
―Sí ―susurró finalmente, haciendo que me hundiera en alivio―. Sí, estoy bien.
Estoy bien. Eso creo. ―Ella miró alrededor de la cueva, como asegurándose de
que todavía estaba allí―. El Nuncajam{s ―murmuró, casi para sí misma―.
Estoy en el Nuncajamás. Estoy en la maldita Tierra de las hadas.
Ella sonrió.
―Te das cuenta de que estamos en el Nuncajamás, hogar de los Fey. ¿Hadas?
¿Wee Folk? ¿Leprechauns y duendes y Tinkerbell? ―Le tendí la barra de
comida de nuevo, mirando su reacción―. ¿Esta no es tu señal para empezar a
explicar cómo las hadas no existen?
―De todos modos ―continuó Kenzie, mirando hacia mí―, has estado aquí
antes, ¿verdad? Por la forma en la que el gato estaba hablando contigo, era
como si se conocieran.
Me encogí de hombros.
―Sí ―dije, mirando al suelo entre las rodillas. Recuerdos, los malos recuerdos
que
he intentado olvidar, lleno de colmillos y garras, hurgando en mí. Ojos
brillantes y chillones, risas mecánicas. Acostado en la oscuridad total, el hedor a
óxido y el hierro obstruyendo mi nariz, esperando a que mi hermana viniera―.
Pero fue hace mucho tiempo ―murmuré, empujando esos pensamientos,
encerrándolos en el último rincón de mi mente―. Apenas lo recuerdo.
Lancé una mirada hacia ella. Estaba sentada con las rodillas pegadas al pecho,
apoyada en una roca, mirándome gravemente. Los hongos fluorescentes en las
paredes desprendían un efecto de luz negra, haciendo que el color azul en su
cabello tuviera un brillante resplandor de neón. Me sorprendí a mí mismo
mirándola fijamente y baje la mirada al suelo otra vez.
La ira ardía repentinamente. A mí, por arrastrarla en esto. A Kenzie, por ser
demasiada condenadamente terca para dejarme en paz, por negarse a
permanecer lejos y no odiarme como cualquier persona normal, sana, lo haría.
Y a mí, de nuevo, por permitirle acercarse, por querer estar cerca de alguien.
Había bajado la guardia un poco, y ahora mira dónde estábamos.
―Bueno, tal vez deberías hacerlo ―le dije, parándome y mirando hacia ella―.
Porque ahora estas atascada aquí conmigo. Y realmente no sé si vamos a lograr
salir de aquí con vida.
―¿Vas a alguna parte? ―dijo una voz por encima de mi cabeza. Grimalkin se
sentó en una maraña de raíces que se enroscaban perezosamente desde el techo.
Sus enormes ojos parecían flotar en la oscuridad.
―No ―dije entre dientes, dándole una mirada cautelosa. Grimalkin había
ayudado a mi hermana en el pasado, pero no lo conocía bien, y él todavía era
un fey. Las hadas nunca hacían nada gratis, y su acuerdo para guiarnos a través
del Wyldwood al Reino de Hierro era sólo parte del trato.
―No me compares con Meghan ―dije, entrecerrando los ojos―. No soy como
ella.
111
―No estoy aquí para hacer amigos. ―El gato sacaba un molesto infierno fuera
de mí, pero me negué a dejar que lo viera―. Esta no es una reunión. Sólo quiero
llegar al Reino de Hierro, hablar con Meghan y volver a casa. ―Todd aún está
allí, contando conmigo
Saqué las aspirinas, solo quedaban otras tres píldoras, gruñí hacia abajo con una
mueca y miré alrededor buscando a Kenzie y a Grimalkin.
Como era de esperar, el gato estaba en ninguna parte a la vista, pero una tenue
luz gris se filtraba desde la boca de la cueva, y los entusiastas hongos a lo largo
de las paredes se habían atenuado, pareciendo hongos comunes ahora. Me
preguntaba cuánto tiempo había pasado, si un año ya había volado en el
mundo mortal y mis padres habían abandonado toda esperanza de volver a
verme de nuevo.
―Kenzie ―dije mientras me barría―. ¿Qué estás haciendo? ¿Sobre qué están
hablando?
113
―Oh, estás despierto ―dijo ella ―. Grimalkin solo me estaba contando un poco
sobre el Nuncajamás. Es fascinante. ¿Sabías que hay toda una enorme ciudad en
el fondo del océano que se extiende por kilómetros? ¿O que el río de los sueños
supuestamente corre hacia el fin del mundo antes de caer por el borde?
―No quiero saber ―le dije―, o quiero estar aquí más tiempo del que
tengamos, así que no creo que nos vayamos a quedar para un tour. Sólo quiero
ir al Reino de Hierro, hablar con Meghan, y volver a casa. ¿Caminando qué tan
lejos está, gato?
Grimalkin olió.
Saqué mi ratán, la gasa, dos botellas de agua, y las tres últimas barras
energéticas, luego busqué en el bolsillo lateral una cosa más. Kenzie se acercó y
se arrodilló en el otro lado, mirando con curiosidad.
―Esto ―murmuré, y saqué una llave grande, un poco oxidada, algo que había
encontrado semienterrado en el pantano cuando era un niño. Era antigua,
voluminosa y de hierro puro. La había guardado como un amuleto de la suerte
y un elemento de disuasión faery desde entonces―. Aquí ―le dije,
sosteniéndola hacia ella. Colgaba de una cuerda vieja, girando perezosamente
entre nosotros. Había querido ponerle una cadena pero seguí postergándolo―.
Mantén esto cerca ―le dije mientras miraba con curiosidad―. El hierro es la
mejor protección que puedes tener en contra de las criaturas que viven aquí. Es
veneno para ellos, ni siquiera pueden tocarlo sin ser quemados. No va a
mantenerlos alejados completamente, pero puede ser que piensen dos veces
antes de morder tu cabeza si lo huelen alrededor de tu cuello.
114
Ella arrugó la nariz, ya sea por la idea de tener que usar una vieja y oxidada
llave o de tener la cabeza mordida, no lo sabía.
Ella alargó la mano y mis dedos rozaron los de ella mientras se cerraban
alrededor del amuleto, enviando una oleada de calor a mi brazo. Me sacudí y
casi dejó caer la llave, pero ella no se echó atrás, su toque persistente en mí,
mirándome a través de nuestras manos unidas.
―¿Por qué?
Ella empezó a alejarse, pero se detuvo muy brevemente, sus dedos tocando mi
hombro al pasar.
En todo caso, debería odiarme por arrastrarla en este lío. Sin duda, yo me
odiaba.
―Por fin ―suspiró el gato mientras yo salía. Se puso de pie, agitando la cola, y
se acercó a la boca de la cueva, mirando más allá del Wyldwood―. ¿Listos,
humanos?
El gato bufó.
―Ese juguete tonto no funcionara aquí, mortal ―dijo mientras Kenzie pulsaba
el botón y descubrió que no pasó nada. Frunciendo el ceño, ella lo echó hacia
atrás para mirarlo, y Grimalkin olfateó―. La tecnología humana no tiene lugar
en el Nuncajamás ―afirmó―. ¿Por qué crees que no hay fotos de dragones y
duendes flotando sobre el mundo mortal? El fey no tiene una buena fotografía.
Nosotros no fotografiamos a todos. Magia y tecnología no pueden existir juntas,
excepto tal vez en el Reino de Hierro. Y aun allí, su pura tecnología humana no
funciona como se espera. El Reino de Hierro, a pesar de su avance, sigue siendo
una parte del Nuncajamás.
* * *
La entrada de la cueva se desvaneció tan pronto como la cruzamos por
completo, cambiando a una pared sólida de piedra cuando miramos hacia atrás.
116
Kenzie saltó, luego extendió la mano para empujar la roca, una mirada de
asombro e incredulidad cruzo su cara.
―Es mejor acostumbrarse a ese tipo de cosas ―le dije mientras se volvía de
nuevo hacia delante, luciendo un poco aturdida―. Nada tiene sentido por aquí.
Meghan.
¿Ella incluso será la misma Meghan que recuerdo? Tengo tantos recuerdos de
ella, y siempre era la misma: la constante hermana mayor, que me cuidaba.
―¿Ethan? ¿Me has oído? ¿Cuántos años tenías la última vez que viniste a este
lugar?
117
―No quiero hablar sobre eso ―le dije secamente, esquivando un arbusto con
vividas espinas azules. Kenzie salió hábilmente alrededor de él, manteniendo el
ritmo conmigo.
―¿Por qué?
―Noticia de última hora, Ethan, estoy atascada en Faeryland al igual que tú. Yo
creo que eso lo hace de mi incumbencia.
―Oh, Ethan. ―La mirada de Kenzie era horrorizada y simpática, que no era lo
que yo esperaba―. Lo siento mucho.
* * *
Caminamos por el resto de la tarde.
Al menos, eso creíamos. Era difícil decir la hora en el crepúsculo gris sin fin del
Wyldwood. Mi reloj, por supuesto, se detuvo, y nuestros teléfonos estaban
muertos, por lo que nos arrastramos lo mejor que pudimos por varias horas
118
Los colores del Wyldwood eran extraños y poco naturales, todo era gris y
turbio, pero luego pasamos un solo árbol que era de un verde intenso,
venenoso, o un arbusto con bayas púrpuras que colgaban enormes de las ramas.
Excepto por unos pocos piskies curiosos y una esperanzada brizna, no vi
ninguna hada, lo que me hizo estar aliviado y nervioso al mismo tiempo. Fue
como saber de un oso pardo que estaba acechando a través de los bosques, pero
sólo tú podías verlo. Sabía que estaban allí afuera. No sabía si estaba contento
de que se estaban quedando fuera de vista, o si preferiría que intentaran algo
ahora y acabar con esto de una vez.
Ella se lanzó hacia adelante con un grito, directo hacia un pedazo de espinas
desagradables. Yo la agarré antes de que pudiera quedar atravesada por las
puntas. Ella jadeó y se aferró a mi camiseta mientras que la ofendida vid se
deslizaba de nuevo en la maleza.
―Es... la rama... trató de hacerme tropezar, ¿no lo hizo? ―dijo en tono incrédulo
e indignado a la vez―. Vaya, ni siquiera las plantas con vida son amables. ¿Qué
le he hecho yo a ella?
119
Nos bajamos del zarzal, y miré alrededor por Grimalkin. Había desaparecido
una vez más, y miré fijamente a los árboles en busca de él.
―Aquí hay un consejo ―le dije a Kenzie, entrecerrando los ojos mientras me
asomaba en la maleza y las sombras―. Y podría salvarte la vida. Simplemente
asume que todo lo que hay aquí, plantas, animales, insectos, hongos, lo que sea,
están tratando de hacerte daño.
―Ethan, ¡Fui casi atravesada por un sanguinario arbusto asesino! Creo que me
estoy tomando esto bastante bien, teniéndolo en cuenta.
―Lo que sea. Sólo recuerda, no hay nada en el Nuncajamás que sea amigable
para los seres humanos. Aunque las hadas parecen amables, todos tienen
motivos ocultos. Ni siquiera el gato está haciendo esto de forma gratuita. Y si no
pueden conseguir lo que quieren, lo van a tomar de todos modos o tratar de
matarte. No se puede confiar en las hadas, nunca. Pretenden ser tu amigo y te
apuñalan por detrás cuando sea más conveniente, no porque sean un tanto
rencorosos u odiosos, sino porque es su naturaleza. Es tal y como son ellos.
―¿No has visto lo que soy? No es sin motivo, confía en mí. ―Hablando de eso,
Grimalkin aún no había aparecido―. ¿Dónde está el estúpido gato?
―murmuré, empezando a ponerme nervioso y un poco loco―. Si se ha ido y
nos ha dejado<
Una rama crujió en algún lugar del bosque detrás de nosotros. Los dos nos
congelamos, y Kenzie miró con recelo.
Otra rama se rompió, más cerca que la anterior. Algo se avecinaba. Algo
grande y rápido.
Kenzie saltó. Me tensé, agarrando mis armas. Antes de que pudiera pensar en
moverme, los arbustos se abrieron y una enorme criatura reptil salió
despejando las zarzas.
120
Al principio, pensé que era una serpiente gigante, ya que el escamoso cuerpo
verde tenía cerca de sesenta metros de largo. Pero su cabeza era más de dragón
que de serpiente, y sacó dos cortos antebrazos con garras de sus lados, sólo
detrás de las cuchillas de sus hombros. Levantó la cabeza, y una pálida lengua
bífida golpeo el aire, antes de que se alzara con un siseo, dejando al descubierto
una boca llena de dientes como agujas.
Kenzie se quedó sin aliento, y se disparó hacia los árboles mientras el monstruo
se abalanzaba, apenas fallando. El chasquido de su mandíbula se hizo eco
horriblemente en mis oídos. Corrimos, cruzando alrededor de los árboles,
arrancando a través de zarzas y maleza, escuchando el crujido de las ramas y
ramitas que seguía pisando nuestros talones ya que nos seguía.
Sólo se apretó más fuerte, haciendo que mis costillas crujieran dolorosamente.
Mis pulmones ardían, y mi visión comenzó a oscurecerse, un túnel de brumosa
luz que empezaba a encogerse. La cabeza de la criatura estaba más cerca,
chasqueó fuera su lengua para rozar mi frente, pero yo no tenía la fuerza para
levantar mi arma.
Y luego, Kenzie se acercó y sacó la llave de hierro cortando hacia abajo a través
del ojo lastimado del monstruo.
―Oh, no hay problema ―respondió Kenzie con una inestable sonrisa, aunque
su voz temblaba―. Siempre feliz de ayudar con cualquier cuestión de
monstruosas serpientes gigantes que aparezcan.
―¿Eh? Oh. ―Ella sujetó el dispositivo, ahora muy roto por la caída, y dio un
suspiro dramático―. Bueno, no estaba trabajando de todos modos. Además...
― Extendió su mano y apretó suavemente mi brazo―. Yo te debía una.
―No te preocupes, chico rudo. ―Kenzie agitó la mano―. Es sólo una cámara.
Y creo que sobrevivir a un ataque de un enorme monstruo serpiente era más
importante.
―Lo intenté ―respondió Grimalkin con una olida―. Pero estabas demasiado
ocupado discutiendo sobre vegetación hostil y cómo las hadas son totalmente
indignas de confianza. Yo prácticamente tenía que gritar para llamar su
atención. ―Miró por encima del hombro con un claro “Te lo dije” en su
123
La Frontera
Traducido por Sisabel1320
Corregido por Xiamara
Eché un vistazo a Kenzie. Ella se sentó encorvada hacia delante, con los
antebrazos apoyados en sus rodillas, masticando metódicamente. Había
círculos bajo sus ojos y una veta de barro por su mejilla, pero no se había
quejado ni una vez a través de todo el camino. De hecho, había estado muy
callada desde la lucha con el Lindwurm.
―Así que, ya casi estamos allí, ¿eh? ―dijo, rozando un mechón de cabello con
su cara―. Espero que sea menos... boscoso que este lugar. ¿Sabes mucho sobre
esto?
―Mira, ahí es donde estoy confundida ―dijo Kenzie, cambiando hacia mí―.
Por todo lo que he investigado, dijiste que las hadas son alérgicas al hierro.
―Elevó la llave de hierro―. Es por eso que esta cosa funcionó tan bien, ¿no?
―Sí ―le dije―. Y lo son. Por lo menos, las hadas normales. Pero los feys de
Hierro son diferentes. Los feys, el Nuncajamás entero, en realidad, vienen de
nosotros, de nuestros sueños y la imaginación, tan cursi como suena. Las hadas
tradicionales son las primeras sobre las que lees en los mitos antiguos,
Shakespeare y los hermanos Grimm, por ejemplo. Pero, durante los últimos
cien años más o menos, hemos ido... er... soñando con otras cosas. Por lo tanto,
los feys de Hierro son un poco más modernos.
―¿Modernos?
―¿Alguna idea de qué es ella? ―Kenzie se levantó, también, sin darse cuenta
de mi cara ardiente―. He leído acerca de la reina Mab y Titania, por supuesto,
pero nunca he oído hablar de La Reina de Hierro.
Kenzie caminaba a mi lado, sus ojos cansados y sin brillo, sin apenas levantar la
mirada del suelo. Un hada diminuta con un sombrero de hongo se asomó hacia
nosotros desde una rama cercana, pero ni siquiera miró hacia allí una segunda
vez. O bien la abrumadora rareza del Nuncajamás la había conducido a una
especie de aceptación entumecida o estaba demasiado cansada para dar una
mierda.
―¿Por qué nos detenemos? ¿No deberíamos salir del Wyldwood antes de que
caiga la noche y las cosas realmente desagradables empiecen a salir?
―¿Qué? ¿Aquí mismo? ―Miré alrededor, pero no podía ver nada inusual. Sólo
bosques negros y unas pocas luces parpadeantes―. ¿Cómo puedes decirlo? No
hay nada aquí.
Suspiré.
―Est{ bien ―dije entre dientes, apartando mi mirada antes de que se diera
cuenta que la estaba observando―. Puedo admitir que esto es muy genial.
Grimalkin sorbió.
―Estoy tan contento de que lo apruebes ―dijo. Le fruncí el ceño a través de las
luces arremolinándose, moviendo lejos varios bichos que se amontonaban
alrededor de mi cara.
No se me ocurrió que estábamos por nuestra cuenta, ahora. Al igual que el resto
de las hadas normales, Grimalkin no podía poner un pie en el Reino de Hierro.
El Reino de Meghan todavía era mortal para el resto del Nuncajamás, sólo los
feys de Hierro podrían vivir allí sin envenenarse a sí mismos. Grimalkin estaba
mostrándonos la frontera porque planeaba dejarnos aquí.
―Todavía a unos días a pie. No te preocupes, sin embargo. M{s all{ de esta
subida hay un lugar que te llevará a Mag Tuiredh, el sitio de la Corte de Hierro,
mucho más rápido de lo que los humanos pueden caminar.
―No seas ridículo, humano. ―El gato bostezó y se puso de pie―. Por supuesto
que voy contigo. Además eres muy divertido, el favor dice que te vea todo el
camino hasta Mag Tuiredh y me deshaga de ti a los pies de la Reina de Hierro.
Después de eso, tú te conviertes en su problema, pero veré que llegues allí,
primero.
Grimalkin hizo una pausa, mirando por encima de su hombro con entusiasmo,
brillantes ojos entrecerrados. Su cola se agitaba perezosamente.
―Hay cosas acerca de este mundo que no te das cuenta, humano ―ronroneó
él―. Los acontecimientos que tuvieron lugar años atrás, cuando la Reina de
Hierro ascendió al poder, aún forman este mundo de hoy. Tú no sabes tanto
como crees. Adem{s... ―Él parpadeó, levantando la cabeza imperiosamente―.
Soy un gato.
―Esto... es imposible ―murmuró ella una vez, rozando sus dedos sobre un
reluciente tronco. Pequeñas bombillas incandescentes brotando por encima
como racimos de luces de Navidad. Farolas creciendo de la nada de la tierra,
iluminaban la ruta―. ¿Cómo... cómo puede ser esto real?
―Este es el Reino de Hierro ―le dije―. Todavía es Faery, sólo con un sabor
diferente de locura.
Antes de que ella pudiera contestar, los árboles se alejaron +, y nos encontramos
en la parte superior de una pendiente, mirando las luces de un pequeño pueblo
en el borde de un enorme lago. Se veía como una especie de pueblo gitano o un
carnaval, todo iluminado con antorchas y cadenas de luces de colores. Chozas
con techos de paja de pie en los puestos que surgen del agua, y puentes de
129
madera atravesando entre los espacios. Criaturas de todas las formas y tamaños
recorrían las pasarelas sobre el agua.
―Este es un pueblo fronterizo, uno de los muchos a lo largo del borde del
Reino de Hierro. Me olvidé de su nombre exacto, si es que tiene uno. Muchos
feys de Hierro se reúnen aquí por una razón. ―Levantó una pata trasera y se
rascó una oreja―. ¿Ves el ferrocarril, humano?
―¿Vamos all{ abajo? ―preguntó Kenzie, sus ojos estaban grandes mientras
miraba a las criaturas vagando sobre los puentes.
Grimalkin olfateó.
―Dudo que los molesten ―respondió el gato, indiferente―. Ellos ven muchos
viajeros a través de esta parte de la ciudad. No hablen con nadie, suban al tren,
y van a estar bien. ―Levantó una pata trasera para rascarse su oreja―. Ahí es
donde me reuniré con ustedes, cuando finalmente decidan aparecer.
―¿No vienes?
―Fuera de Mag Tuiredh, trato de evitar el contacto con los habitantes del Reino
de Hierro ―dijo con una voz sublime―. Se evitan aburridas e innecesarias
preguntas. Además, no puedo sostener tus manos durante todo el camino a la
Reina de Hierro. ―Sorbió y se puso de pie, agitando su cola―. El tren llegará
pronto. Traten de no perderlo, humanos.
―Sólo cansada. Venga, v{monos ya. ―Retrocedió un paso, evitando mis ojos,
pero cuando se volvió, vi algo en la luz de la luna que me hizo un nudo en el
estómago.
―¡Kenzie, espera! ―Caminando hacia adelante, la agarré del brazo con tanta
suavidad como pude. Ella intentó retorcerse de mi agarre, pero retiré su manga
para revelar una enorme franja púrpura, que se extendía desde el hombro casi
hasta el codo. Una oscura, triste mancha estropeaba su piel que por lo demás
era impecable.
―Est{ bien, Ethan. ―Ella tiró su brazo de regreso y tiró de su manga hacia
abajo―. No es nada. Lo conseguí cuando estábamos luchando contra el
Lindwurm.
―Kenzie... ―Pero ella ya se había ido, bajando por la pendiente sin mirar atr{s,
caminando alegremente hacia las luces y el ferrocarril y al pueblo de los feys de
Hierro. Dejé escapar un suspiro de frustración y me apresuré a alcanzarla.
Nos estaban contemplando. A pesar de lo que Grimalkin dijo, los feys de Hierro
estaban tomando nota de nosotros, ¿y por qué no? No todos los días, dos
personas paseaban por su pueblo, mortales buscando decididamente a un fey.
Hasta que llegamos a una gran cubierta circular donde varias pasarelas
convergían. Podía ver el ferrocarril en el borde del pueblo, extendiéndose a lo
largo del lago. Pero mientras nosotros nos dirigíamos hacia él, una figura
encorvada vestida con harapos de repente se acercó y agarró la muñeca de
Kenzie cuando ella pasaba, haciendo que gritara.
Giré, azotando mi ratán hacia abajo, golpeando el brazo que la tenía sujeta, y el
hada la soltó con un grito ronco. Sacudiendo sus dedos, se arrastró de nuevo
hacia delante, y yo empujé a Kenzie detrás de mí, enfrentando al hada con mis
palos elevados.
―Retrocede ―le advertí, pero una multitud estaba formándose ahora, feys que
habían estado simplemente observando antes de ir hacia adelante. Ellos nos
rodearon en la plataforma, no arremetiendo o atacando, pero nos impedían ir
más lejos.
―Maldita sea, no quiero tener que luchar nuestro camino para salir ―gruñí,
manteniendo un ojo en las hadas que nos rodeaban―. Pero tenemos que llegar
a ese tren ahora. ―El hada de harapos se movió m{s cerca, como si temiera que
daríamos vuelta y correríamos―. Este no nos va a dejar ir ―dije, sintiendo mis
músculos tensarse, y me apoderé de mis armas―. Kenzie, quédate atr{s. Esto se
puede poner feo.
Con una risotada silbante, él cojeó hacia abajo a una pasarela y desapareció en
el pueblo.
―Bueno, ahí van las fotos del artículo de la semana de deportes ―dijo con
ironía―. Pero, si lo piensas bien, esa cámara ha pagado más por sí misma en la
actualidad. Sólo estoy triste de que nadie va a ver tus locas kali habilidades.
Bajé mis palos. Eso eran dos veces ahora que Kenzie pensaba rápido y había
conseguido sacarnos del apuro. Otros pocos segundos, y yo estaría en una
pelea. Con un fey. En el medio de un pueblo de feys.
―En realidad, Ethan, se supone que debes saber estas cosas. A los feys les
gustan los regalos, todos los artículos de Google lo dicen. Y ya que nosotros no
teníamos ningún tarro de miel o pequeños niños, pensé que la cámara era la
mejor apuesta. ―Ella se rió y puso los ojos en blanco hacia mí―. Esto no tiene
por qué ser una lucha todo el camino hacia la Reina de Hierro, chico duro. La
próxima vez, vamos a tratar de hablar con los feys antes de sacar los palos.
* * *
Abordamos el tren sin problemas, recibiendo sólo una mirada breve del
conductor, y nos dirigimos a un vagón abandonado cerca de la parte posterior.
Duros bancos de madera estaban debajo de las ventanas, pero había unos pocos
palcos privados también, y después de unos minutos de búsqueda,
encontramos uno vacío. Deslizándome detrás de Kenzie, cerré rápidamente las
puertas, encerrándonos y bajando la persiana sobre la ventana.
―¿Cu{nto tiempo crees que falta antes de llegar ahí? ―preguntó Kenzie, sin
dejar de mirar por la ventana―. ¿Cómo es llamado este lugar otra vez?
―Con suerte ―convino Kenzie, murmurando con voz suave―. ¿Me pregunto
qué estará haciendo mi papá en estos momentos?
pueblo desaparecieron hasta que no podían ser vistas fuera de la ventana, pero
abajo, el lago era una extensión plateada y las estrellas brillaban por encima.
Ella no dijo nada durante un rato, cerrando sus ojos y yo fingí mirar las sombras
fuera de la ventana, consiente de su cabeza en mi hombro, su delgada mano
sobre mi rodilla.
―Di caebab nty perna, lsento ―Kenzie murmuró sonando medio dormida.
―¿Qué?
―Dije, si te cae baba en tu pierna, lo siento ―repitió. Me reí ante eso, haciendo
que ella abriera un ojo.
―Mandón. ―Pero cerró los ojos, y unos minutos m{s tarde, un suave ronquido
escapó de sus labios entreabiertos. Me crucé de brazos, apoyándome de nuevo,
y preparándome para un largo, paseo incómodo a Mag Tuiredh.
* * *
Cuando abrí los ojos, había luz, y el cielo a través de la ventana estaba moteado
con sol y nubes. Atontado, examiné el resto del vagón, preguntándome si algún
fey se había acercado sigilosamente a nosotros mientras yo estaba dormido,
pero al parecer todavía estábamos solos.
―Dos minutos m{s mam{. ―Estaba diciendo, pero me deslicé fuera de ella,
dejando que su cabeza golpeara a la banca―. ¡Ay! ―gritó ella, sent{ndose y
frot{ndose su cr{neo―. ¿Qué demonios, Ethan?
Kenzie todavía me frunció el ceño, pero cuando miró por el cristal, sus ojos se
agrandaron.
Mag Tuiredh. La Corte de Hierro. Yo nunca había estado allí, nunca lo había
visto. Sólo había aprendido de la ciudad por historias, rumores que había oído
durante años existiendo entre los feys.
Me lo había imaginado, por supuesto. Pero como una fea monstruosidad, las
imágenes estaban manchadas por la memoria de una austera torre negra en el
centro de un desierto maldito. La ciudad al final de las vías del tren era
totalmente diferente.
Era viejo, incluso desde esta distancia, podía verlo. Las paredes de piedra y
techos cubiertos de musgo, vides en espiral alrededor de todo.
No tan extensos como para parecer que fueron construidos por una raza de
gigantes.
Pero la ciudad brillaba, también. Luz de sol se reflejaba en las agujas de metal,
luces brillaban en la niebla y el vapor, ventanas de cristal tomaban a los débiles
rayos y los reflejaban de nuevo en el cielo. Me recordó a una ciudad en
construcción, con torres de metal liso elevándose entre edificios antiguos
cubiertos de vides y musgo. Y por encima de todo, brillaban agujas punzantes
en las nubes, la silueta de un enorme castillo estaba orgullosa e imponente
sobre Mag Tuiredh, como una montaña brillante.
* * *
El tren llegó con un silbido, un ruido seco y metálico, traqueteando se detuvo
en la estación.
Mirando por la ventana, Entrecerré los ojos. Había muchos más feys de Hierro
aquí que en el pequeño pueblo fronterizo en el lago, una gran cantidad de
guardias y hadas en armadura. Caballeros con el símbolo de un gran árbol de
hierro en sus pechos de plata estaban en posición de firme o vagando por las
calles de dos en dos, manteniendo un ojo en la población.
137
―¿Y bien? ―dijo una voz familiar desde detr{s de nosotros, y se movió a
nuestro alrededor. ―Grimalkin se sentó en el banco frente a nosotros, nos
miraba con pereza―. ¿Es que ustedes sólo van a sentarse allí hasta que el tren
empiece a moverse otra vez?
―¿A dónde vamos desde aquí? ―preguntó Kenzie, mirando por la ventana―.
Supongo que no podemos parar un taxi, ¿no?
Grimalkin suspiró.
―De esta manera ―dijo, caminando a lo largo del borde del banco antes de
caer al suelo―. Te llevaré al palacio de la Reina de Hierro.
―Estoy aquí para ver a la Reina de Hierro ―devolví, sin bajar mis armas,
aunque no tenía ni idea de lo que podía hacer contra tantos caballeros
acorazados. No pensaba que golpearlos con un par de palos de madera gruesa
lograría penetrar el acero. Sin mencionar, que tenían muy fuertes espadas y
lanzas, todo apuntando en nuestra dirección―. No quiero problemas. Sólo
quiero hablar con Meghan. Si le dices que estoy aquí.
―No se puede entrar en el palacio y debes solicitar una audiencia con la reina,
mortal ―dijo el caballero hinch{ndose indignado―. ¿Quién eres, para exigir
tales cosas, para hablar como si la conocieras? ―Él apuntó con su espada en mi
garganta antes de que pudiera responder―. Ahora entréguense, intrusos. Los
vamos a llevar con el Primer Lugarteniente. Él decidirá su destino.
―¡Por supuesto que sí! ―Exclamó el hada con el ceño fruncido, y el caballero
palideció―. Sé quién es, aunque es evidente que tú no.
―¿Señor?
Uh<
¡¿Qué?!
140
El Príncipe de Hierro
Traducido por Sisabel1320
Corregido por Xiamara
―¿Príncipe?
Podía sentir la mirada incrédula de Kenzie como la de todos los feys que nos
rodeaban, caballeros, civiles y guardias por igual, bajaron sus cabezas y se
doblaron por la cintura o se hundieron en sus rodillas. Incluyendo el Primer
Lugarteniente, que puso un puño sobre su corazón cuando se inclinó. Quería
decirles a todos que pararan, que no se molestaran, pero ya era demasiado
tarde.
―¿Hermana? ―Kenzie hizo eco detrás de mí, su voz subió varias octavas.
Resistí el impulso de gemir.
Lo había visto una o dos veces en el pasado, dando vueltas por la casa como un
guardaespaldas preocupado cuando Meghan fue de visita. No me importaba
tanto su presencia, era otra figura a la que odiaba, otro fey que a veces esperaba
en las sombras a que su reina regresara, que nunca llegó a la casa. Él era una
leyenda, también, más aún que Glitch, como uno de los tres que habían tomado
al rey falso y detenido la guerra. También fue el único fey normal (además de
Grimalkin, al parecer) que podía sobrevivir en el Reino de Hierro.
141
Los rumores de cómo había logrado tal imposible tarea eran largos y variados,
pero la razón detrás de ella era siempre la misma.
Glitch asintió.
Hizo un gesto para que lo siguiéramos, y nos llevó por los caminos de
adoquines mientras multitudes de feys de hierro se separaron para nosotros,
haciendo una reverencia a nuestro paso. Los caballeros cayeron en fila detrás de
nosotros, haciendo eco a través de las calles. Traté de hacer caso omiso de ellos
y la forma en que mi estómago se retorcía con cada paso que nos acercaba al
palacio y a la Reina de Hierro.
―Si no es mucho preguntar, señor ―continuó Glitch, mirando hacia atrás. Sus
ojos morados nos miraban con evaluadora curiosidad―. ¿Cómo cruzaron desde
el mundo de los mortales?
―Hola de nuevo, gato ―dijo él, sin sonar completamente satisfecho―. ¿Por
qué no estoy sorprendido de ver tu participación? ¿Qué has estado tramando
últimamente?
Suspirando, Glitch abrió la puerta y asintió con la cabeza para que subiéramos a
bordo, y Kenzie lo siguió mientras el Primer Lugarteniente la ayudó a subir los
escalones, entonces cerró la puerta detrás de nosotros.
―¿Príncipe? ―dijo ella en voz baja, cerré mis ojos―. ¿Tú eres el príncipe de
este lugar? Nunca me lo dijiste.
Su boca se abrió.
―No, no quería hablar de eso. ―Me di la vuelta para mirar por la ventana de
nuevo. Mag Tuiredh parecía a la vez brillante y oscuro a la luz brumosa, un
reino resplandeciente de sombras y vapor, piedra y metal―. No he visto a
Meghan en años ―le dije con voz más silenciosa―. No sé más como es ella. Me
dijo que me alejara de ella, que estaba cortando mi familia entera fuera de su
vida. Viene con ser una reina fey, supongo. ―Escuché la amargura en mi voz y
me esforcé por controlarlo―. No quiero que me asocies con ellos... ―le dije a
Kenzie―. No de esa manera.
―Y... tú los culpas por llevársela lejos. Es por eso que los odias.
* * *
El palacio de la Reina de Hierro se elevó sobre el resto de los edificios de la
ciudad, una enorme estructura puntiaguda de vidrio, piedra y acero.
Más allá de las puertas, el camino era un gran círculo de césped verde
sembrado con árboles de metal, las hojas y las ramas brillaban como oropel
cuando la luz era captada por ellos. Los muros de piedra del castillo se
levantaron a ambos lados, patrullados por más caballeros de hierro. Un
pequeño estanque estaba situado en el centro del patio, por lo que me pregunté
qué clase de peces nadaban por debajo de esas aguas. ¿Peces coloridos de
Hierro, tal vez? ¿Tortugas metálicas? Sonreí ante la idea.
Y sabía cómo moverse. Largos años de ver a Guro Javier me hizo apreciar un
combatiente experto cuando vi uno. Este chico me recuerda a él: fluyendo, ágil
y con mortal precisión. El caballero se abalanzó sobre él, apuñalando a su
cabeza. Él se hizo a un lado, desarmando al caballero más rápido de lo que
pensaba, y apunto la hoja en su garganta.
Los ojos bajo las cejas plateadas eran demasiado brillantes, una perforación de
hielo azul que hizo a mi piel erizarse. Él era un fey, y caballero, de eso estaba
seguro. No necesite ver las puntas de sus orejas puntiagudas para saberlo. Me
miró con una ligera sonrisa perpleja, hasta que el carruaje nos llevó alrededor
de una curva en el camino y él se perdió de vista.
Mag Tuiredh. Mi nombre es Fix, y seré su escolta a la sala del trono. Por favor,
venga conmigo. La Reina de Hierro lo está esperando.
* * *
El castillo de Meghan era bastante impresionante, incluso tuve que admitirlo.
Estaba esperando que fuera viejo y un poco descuidado en el interior, pero el
interior era luminoso y alegre y muy moderno. A pesar de que tenía algunas
características extrañas que te recordaban que esto todavía era Faery, no
importa qué. El pasillo de árboles, por ejemplo, con bombillas incandescentes
iluminando el camino a través de las ramas de metal. Y los ratones de
computadora que corrían por los suelos en diminutos pies rojos, perseguidos
por los gremlins y sabuesos mecánicos. Una de las paredes estaba cubierta con
enorme latón y engranajes de cobre que, por lo que pude ver, no servía para
nada excepto para llenar el aire con ensordecedores crujidos y gemidos,
crujidos y tictacs.
Kenzie se quedó cerca de mí, ya que siguió al fey de hierro a través de los
pasillos, pero no podía dejar de mirar lo que nos rodeaba, con los ojos
desorbitados por el asombro. Me negué a ser tan cautivado, mirando a las
hadas de Hierro que nos pasaba en los pasillos, tratando de mantener un
registro de las direcciones en este lugar enorme. Fix finalmente nos condujo por
un largo, iluminado pasillo, donde Glitch se inclinó hacia mí, mientras nosotros
caminamos hacia él en el pasillo.
―Esta es la habitación del trono de la reina ―nos explicó Fix mientras nos
detuvimos en la puerta―. Ella y el príncipe consorte lo están esperando. ¿Está
usted listo?
Una enorme habitación como una catedral nos recibió mientras atravesábamos
el marco.
Y... allí estaba ella. No se sentaba en el trono, pero estaba de pie junto a él, sus
dedos descansando ligeramente sobre el brazo.
A pesar de que habían pasado años desde que la había visto por última vez, y
entonces ella había sido más alta que yo, todavía tenía el mismo largo, cabello
claro, los mismos ojos azules. Incluso llevaba unos vaqueros y una camisa
blanca, al igual que cuando había vivido en casa.
Nada había cambiado. Esta Meghan podría ser la misma chica que me había
rescatado de la torre de Machina, hace trece años.
―Ethan. ―Su voz, tan familiar, fluyó a través de la habitación y me atrajo hacia
delante como si yo fuera un niño pequeño una vez más. Meghan me sonrió, y
los temores que tenía de que ella había cambiado, que sería una reina hada un
poco distante, desaparecieron en un instante. Caminando desde el estrado, se
acercó y, sin dudarlo, tiro de mí en un fuerte abrazo.
La presa se rompió. La abracé con fuerza, haciendo caso omiso de todos los
demás en la habitación, sin importarme lo que ellos pensaran. Esta era Meghan,
la misma Meghan que tenía que cuidarme, que había entrado en el Nuncajamás
para traerme a casa. Y a pesar de mi ira, a pesar de todos los oscuros momentos
en los que pensé que la odiaba, seguía siendo mi hermana.
Vuelve a casa, quería decirle, sabiendo que era inútil. Mamá y papá te extrañan. No
es lo mismo desde que te fuiste. Y estoy cansado de fingir que estás muerta, que no tengo
una hermana. ¿Por qué siempre los elijes en vez de a mí?
No podía decir nada de esas cosas, por supuesto. Había tratado, cuando era
más joven, de conseguir que se quedara, o que nos visitara por lo menos más a
147
Le sostuve la mirada.
No sabía lo que quería decir con eso, pero mi estómago se retorció. Meghan era
inmortal ahora, me recordé. Tenía el mismo aspecto, pero quién sabía lo que
había hecho desde el momento en que había sido la Reina de Hierro.
―Están bien ―le dije, liberándome y dando un paso atrás―. Al menos, estaban
bien cuando me fui.
―Sí, claro ―dije rotundamente―. Hablo de ver hadas invisibles todos los días,
a quien quiera escuchar. Eso siempre va tan bien.
―¿Está todo bien? ―le preguntó ella a Kenzie, su voz gentil―. Sé que es mucho
para asimilar. Yo estaba sobre tu edad cuando vine aquí por primera vez, y
fue... interesante, por decir menos. ―Ella le dio una sonrisa simpática―. ¿Cómo
lo estás llevando?
―Yo estoy bien, Su... eh... su majestad ―dijo Kenzie, y sacudió su pulgar en mi
dirección―. Ethan me dio una especie de curso intensivo de introducción de
todo Faery. Sigo esperando a ver si me despierto o no.
―Y tú dijiste que eran un tipo de fey que nunca habías visto antes ―preguntó,
y asentí con la cabeza otra vez―. Una especie nueva, ¿como los feys de Hierro?
―No. No como los feys de Hierro. Estas cosas son... diferentes. Es difícil de
explicar. ―Recordé aquella noche en el dojo, los fantasmas, hadas
transparentes, la forma en que habían parpadeado dentro y fuera, como si no
pudieran aferrarse a la realidad―. No sé lo que son ellos, pero creo que podrían
estar secuestrando exiliados y mestizos. ―Recordé la piskie muerta, y mi
estómago se revolvió. Todd ya podría haber desaparecido―. Una dríada me
contó que todos los feys locales están desapareciendo. Algo está pasando, pero
no sé lo que quieren. Ni siquiera sé lo que son.
―Estas cosas trataron de matarme un par de días atrás. Sí, estoy seguro.
―Está bien ―dijo Meghan, volviéndose a mí―. Si dices que los has visto, te
creo. Voy a llamar a una reunión con Verano e Invierno, les diré que podría ser
un nuevo grupo de feys en aumento. Si estos feys están acabando con los
exiliados y los mestizos, podría ser sólo cuestión de tiempo antes de que ellos
empiecen a ver hacia Nuncajamás.
―Mab y Oberon serán escépticos, por supuesto ―dijo en una voz mitad
cansada, mitad exasperada―. Ellos van a querer una prueba antes de actuar en
nada.
―¿Qué pasa con Todd? ―le pregunté. Ella se volvió con una mirada de
disculpa.
acababa de ser informada de que su reino entero pronto podía ser amenazado.
La vida de un solo mestizo no era una enorme prioridad.
Meghan miró a Kenzie, que parecía confundida pero todavía seguía adelante lo
mejor que podía.
―Correcto ―dijo Kenzie, un poco sin aliento―. Así que voy a tener que
inventar una historia realmente buena para cuando llegue a casa. No pienses
que “atrapada en el país de las hadas” va a pasar bien.
―Es mejor que la alternativa ―le dije―. Por lo menos puedes mentir y ellos te
creerán. Después de esto, mis padres no van a dejarme salir de la casa hasta que
tenga treinta.
Keirran
Traducido por milu1054
Corregido por Xiamara
Miré con furia a Meghan, sintiendo que los muros de la Corte de Hierro se
cerraban. Ella me miro tristemente, aunque su posición y la mirada de
determinación en su rostro no cambio.
―Me odias, puedo entenderlo ―dijo Ash, su voz baja y cortante―. Pero estás
siendo irracional. Meghan solo está tratando de mantenerte a salvo.
―Tú sabes, ¡no recuerdo habérselo pedido! ―Estaba furioso, sabiendo que
estaba fuera de control pero no me importaba―. ¿Dónde estaba ella cuando
crecí, cuando no podía dormir por que escuchaba hadas fuera de mi ventana?
¿Dónde estaba ella cuando ellos me seguían al autobús escolar, cuando me
persiguieron por la biblioteca y luego la incendiaron, tratando de asesinarme?
¿O cuando arruiné la vida de una chica, porque lo maldito fey no podía
detenerse y dejarme en paz? ¿Dónde estaba ella, Ash?
―Suficiente.
153
Temblé, mirando hacia atrás. La voz de Meghan había cambiado. Estaba ahora
endurecida con autoridad, y la chica que me dio la cara cuando me giré ya no
era mi hermana. La Reina de Hierro estaba plantada allí, ojos azules
parpadeando ante el aura de poder que resplandecía a su alrededor.
Ese era un golpe bajo, dirigido a lastimarla, y me arrepentí tan pronto como lo
dije. Los labios de Meghan se apretaron, pero además de eso, no respondió.
Sentí un frío afilado en mi espalda, y me di cuenta de que estaba empujando a
Ash peligrosamente, al hablar a su reina de esa manera. Mi relación con
Meghan era lo único que lo abstenía de sacar su espada y demandar una
disculpa de mi parte.
Bien, pensé. ¿Qué se siente, Ash? ¿No ser capaz de hacer nada? ¿Solo ser forzado a ver
los eventos que se desarrollan a tu alrededor? Malditamente frustrante, ¿no?
Mierda. Me olvidé de Kenzie. De nuevo. Qué pensará ella de todo esto, ¿de este
macabro drama familiar, y yo empeorándolo, atacando a todos a mi alrededor?
Grimalkin bostezó, pero antes de que pudiera replicar, Kenzie dio un paso
hacia adelante.
154
―No ―dijo ella, y Meghan dio una mirada hacia atrás en sorpresa. Yo pestañeé
hacia ella también―. Me gustaría quedarme, por favor. Si Ethan no va casa,
entonces yo no me voy, tampoco.
―No, es parcialmente mi culpa que estemos aquí. No iré a ningún lado hasta
que podamos irnos juntos.
Meghan asintió.
―Está bien. ―Kenzie me miró y me dio una sonrisa de valentía―. Van a ser
varios días en el mundo real, ¿no?, podría ser bueno quedarme. Probablemente
no puedo enterrarme más profundo.
―Llamé a Glitch para que envié un mensaje a las otras Cortes ―dijo―. Con el
Elysium acercándose, debemos convocar esta reunión pronto.
Meghan asintió.
habitación del trono y al interior del pasillo, donde los caballeros de hierro
estaban parados a lo largo del corredor. Miré hacia atrás, hacia mi hermana
mientras las puertas comenzaban a cerrase y la vi parada en el centro de la
habitación, una mano cubriendo su rostro. Ash la alcanzo, silenciosamente la
atrajo hacia él, y en ese momento las puertas chasquearon cerradas,
ocultándolos de la vista.
Arriesgué una mirada hacia ella mientras salíamos de los pasillos de la Corte de
Hierro. Duendecillos corrían de prisa por las paredes, riendo y haciendo que las
luces titilaran, y los caballeros de hierro permanecían plantados como estatuas
de metal cada treinta metros. Pude sentir sus ojos en nosotros mientras
pasábamos, además de las miradas fijas de los gremlins y cualquier otra
criatura de Hierro en el castillo. Si quería pasar desapercibido, iba a ser
imposible.
―Tu hermana parece agradable ―dijo mientras un gremlin giraba por una
esquina lentamente sin mirar atrás―. No es lo que estaba esperando. No
pensaba que fuera de nuestra edad.
―No lo es. Bueno, técnicamente eso no es verdad. Supongo que lo es, pero<
―Me esforcé en explicarle―. Cuando la vi por última vez, varios años atrás,
lucía exactamente igual. Ella no envejece. Ninguno de ellos lo hace. Si yo vivo
cien años más, ella seguirá sin lucir más de dieciséis.
―Y no olvides que aquí el tiempo está loco ―agregué, frunciendo el ceño ante
la contradicción, pero ignorándolo―. Puedes estar un año en Faery e ir a casa y
encontrar que han pasado veinte años, o tal vez un siglo. No queremos estar
aquí más tiempo del que debemos.
Grimalkin olfateo.
―Sí ―dijo, un poco demasiado animada―. Estoy bien, solo cansada. ―Suspiró
mientras frotaba sus ojos―. Pienso que voy a caer un rato. Despiértame cuando
anuncien la cena o algo, ¿está bien?
157
―Claro.
―Ethan ―dijo Kenzie al tiempo que se daba la vuelta. Miré hacia atrás y ella
sonrió desde el centro del pasillo―. Si necesitas hablar ―dijo suavemente―,
sobre cualquier cosa< aquí estoy. Estoy dispuesta a escuchar.
Mi corazón dio un extraño vuelco. Nunca nadie me había dicho eso, no con un
conocimiento real de en dónde se estaban metiendo. Oh, Kenzie. Desearía poder.
Desearía poder… decirte todo, pero no voy a hacerte esto. Entre menos sepas sobre Ellos,
y yo, será mejor.
―¿Para ser llorón? ―Resoplé, forzando una media sonrisa―. Muy generoso de
tu parte, pero pienso que estaré bien. Además, esta es otra forma de
engatusarme para sacarme una entrevista, ¿no?
―Maldición, soy tan predecible. ―Kenzie rodó sus ojos y empujó su puerta
abierta―. Bien, si cambias de idea, la oferta sigue en pie. Solo golpea primero,
¿Está bien?
Ignorando los zumbidos y las risitas de los gremlins, abrí mi puerta de nuevo.
Afortunadamente, no me siguieron. La habitación se veía más grande desde
adentro, las ventanas bajas y las arqueadas puertas del balcón rellenaba el aire
158
con luz solar. Di un rápido vistazo afuera, confirmando que el jardín estaba a
varios pisos de altura y tendría que trepar con magia, antes de estirarme en la
cama. Mi ratán cayó a la alfombra, y lo dejé allí, seguía estando a un fácil
alcance. Poniendo mis manos detrás de mi cabeza, mire fijamente sin expresión
hacia el techo.
¿Me pregunto qué estarán haciendo mamá y papá en este momento?, pensé, mirando
las líneas indefinidas de la cubierta, formando criaturas extrañas y rostros con
miradas lascivas. Probablemente me pondrán un brazalete en mi tobillo después de
esto. Me pregunto si ya llamaron a la policía, o si mamá sospechará que estoy aquí.
Recordé las últimas palabras que le dije a mamá, llenas de frustración y rabia, y
cerré mis ojos. Demonios, debo regresar al mundo real. Meghan no se esforzará en
buscar a Todd. Soy el único que tiene una oportunidad de encontrarlo. Pero no lo
conseguiría hoy. Más allá de esta habitación los feys de Hierro de Meghan
estarían vigilando cada uno de mis movimientos. Y no conocía ningún camino
desde la Corte de Hierro hacia el mundo real. Mis ojos se volvieron pesados, y
los rostros en el techo se hicieron borrosos y flotaron en la cubierta. Cerré mis
ojos, sintiéndome relativamente a salvo por primera vez desde que había
llegado al Nuncajamás, y me dejé ir.
* * *
Un apenas audible sonido de golpeteo hizo que me levantara.
La habitación estaba oscura. Luz plateada se filtraba por las ventanas, lanzando
grandes sombras sobre el suelo. Más allá del vidrio, el cielo estaba de un azul
crepúsculo, punteado de estrellas que destellaban como diamantes. Miré
alrededor borrosamente, advirtiendo que alguien había dejado una bandeja de
comida en la mesa de la pared opuesta. La luz de la luna resplandecía en las
plateadas cubiertas. Balanceándome fuera de la cama, froté mis ojos,
preguntándome qué me había despertado. Tal vez, sólo había sido una
prolongada pesadilla, o sólo imaginé que había escuchado un golpeteo de algo
contra la ventana<
Mirando a través del cristal, mi piel hormigueo, y alcancé mi ratán del lado de
la cama. Algo estaba agazapado en la barandilla del balcón, una silueta contra
el cielo, mirándome a través del vidrio con la luz de la luna centelleando sobre
él. Está destelló sobre su plateado cabello y lanzó su sombra a través del balcón
y al interior de la habitación. Vi el brillo de dos ojos reluciendo, el destello de
sus perfectamente blancos dientes mientras sonreía hacia mí.
Era la criatura del patio, el aristócrata que había estado practicando con el
caballero esta tarde. Estaba vestido con ropa suelta de color azul y blanco, con
una correa de cuero a través de su pecho, la empuñadura de una espada
159
Agarrando mis armas, caminé hacia las puertas del balcón y las jalé para
abrirlas, dejando entrar la brisa y el fuerte olor a metal. La criatura seguía
agazapada en la barandilla del balcón, perfectamente equilibrado, sus codos
descansando en sus rodillas y una leve sonrisa en su rostro. El viento revolvió
su cabello, revelando las puntas de sus afiladas orejas sobresaliendo de su
cabeza. Levanté mi ratán y le di una dura sonrisa.
El hada sonrió.
―No te molestes ―gruñí hacia él, estrechando mis ojos―. ¿Qué es lo que
quieres?
―¿Quién pregunta?
―Ellos dijeron que eras agresivo. Veo que no estaban exagerando. ―Saltó
bajando la rejilla, aterrizando silenciosamente en el porche―. Mi nombre es
Keirran, ―continuó en una solemne voz―. Y tenía la esperanza de que
pudiéramos hablar.
―No tengo nada que decirte. ―La alarma se encendió. Si esta criatura venía a
proponerme un trato, estaba más allá de no estar interesado―. Déjame
ahorrarte tiempo ―continúe, mirándolo fijamente―. Si la siguiente frase que
sale de tu boca incluye las palabras trato, negocio, contrato, favor o algo de ese
orden, puedes irte ahora. No hago tratos con tu tipo.
―¿Aun si te ofreciera una manera de salir del Reino de Hierro? ¿De volver al
mundo mortal?
160
No confié en él. Todo lo que sabía era que lo que me estaba diciendo era una
especie de trampa, o acertijo, o juego de palabras faery.
―¿En realidad? Más que todo porque estoy aburrido, y esto luce como una
buena razón para salir de aquí, más que nada. Además. ―Él sonrió, y sus ojos
relucieron con travesura―. ¿Estás buscando un mestizo, no? Tú dijiste que los
exiliados y los mestizos están desapareciendo del reino mortal. ―Estreché mis
ojos, y él hizo un gesto de calma―. Los gremlins hablan. Yo escucho. ¿Quieres
encontrar a tu amigo? Conozco a alguien que puede ser capaz de ayudarnos.
―¿Quién?
―Lo siento. ―Keirran cruzó sus brazos, aun sonriendo―. Te lo puedo decir
sólo hasta que estés de acuerdo en venir. Podrías ir a la reina de otro modo, y
eso lo echaría a perder. ―Él saltó sobre uno de los postes, con una gracia
inhumana, y sonrió hacia mí―. No es por presumir, pero soy una especie de
experto en entrar y salir de los lugares de manera invisible. Pero si vamos a ir,
debe ser pronto. Así que, ¿cuál es tu respuesta? ¿Vendrás, o no?
Esto me seguía pareciendo una mala idea. No confiaba en él, y a pesar de lo que
él decía, ningún faery hacía nada gratis. Aunque, quién sabía cuánto tiempo le
161
tomaría a Meghan descubrir qué era lo que estaba pasando, ¿cuánto tiempo
hasta que me dejara ir? Podía no tener otra oportunidad.
Su puerta estaba cerrada, pero cuando estaba levantando mis nudillos para
golpear, me detuve. Más allá de la madera, podía escuchar suaves ruidos
viniendo del interior. Suaves, ahogados, ruidos de sollozos. Preocupado, bajé la
mano y giré el picaporte. Su puerta estaba medio abierta, y ésta se balanceó
lentamente hacia adentro. Kenzie se sentó en la cama con su espalda hacia mí,
su cabeza inclinada, sus delicados hombros agitándose mientras lloraba contra
la almohada agarrando su pecho. Sus cortinas estaban recogidas, excepto por
una, y un delgado hilo de luz descansaba entre la grieta de la pendiente sobre
ella. Delineando el pequeño, agitado cuerpo.
Soltando las llaves, me senté tras ella y la jale hacia mis brazos. Ella se inclinó
contra mí y yo la sostuve mientras lloraba. Maldición, aquí estaba de nuevo,
pensando solo en mí. ¿Por qué tenía que pasar esto antes de que me diera
cuenta de que Kenzie tenía una familia, también? ¿Ella estaba preocupada por
ellos, mientras yo lo estaba solo por mí?
―¿Por qué no regresaste esta tarde? ―La jalé de vuelta para mirarla―. Meghan
ofreció llevarte a casa. Pudiste haber regresado con tu familia.
―Lo sé. ―Kenzie aspiró, limpiando sus ojos―. Y quería. Pero< vinimos aquí
juntos, y no puedo irme lejos< sin ti. ―Ella bajó su cabeza, hablando
calmadamente, casi como un susurro―. Soy completamente consciente de que
has salvado mi vida en más de una ocasión. Con todas las rarezas y gatos faery
y monstruosas serpientes sanguinarias y todo lo demás, estaría muerta si
tuviera que hacer esto por mí misma. No estaría bien que regresara sola.
Además, sigue habiendo mucho que tengo que ver aquí. ―Ella miró hacia mí y
sus ojos se emocionaron e iluminaron en las sombras de la habitación. Sus
mejillas estaban chispeadas con color, aunque siguió hablando claramente―.
Así que, ambos lograremos salir de aquí juntos, o no lo haremos. No me iré sin
ti.
¿Qué estás haciendo, Ethan?, una voz susurró en mi cabeza, pero la ignoré.
Kenzie estaba viéndome con sus enormes, confiables ojos cafés, solemnes y
serios ahora, esperando. Mi corazón se contrajo dolorosamente. No merecía esa
confianza; sabía que debía apartarla, alejarla antes de que esto llegara más lejos.
Un ruidoso golpe en la ventana hizo que ambos nos apartáramos.
Levantándome, miré con furia la única ventana abierta, donde una creída
cabeza plateada miraba con curiosidad. Kenzie gritó, saltando, y agarré su
brazo.
―¿Ayudar? ―repitió Kenzie, mirando al chico fey, quien le decía hola con la
mano a través del cristal―. Luce más como si estuviera espiándome. ¿Qué es lo
que quiere?
Abrí las puertas del balcón, y Keirran se zambulló en el interior del cuarto.
―¿Qué plan?
Me paré entre ellos, y el faery se retiró con una mirada ligeramente divertida.
―Nos iremos ―le dije en voz baja―, ahora. No tenemos tiempo para que
Meghan decida enviarnos a casa, tenemos que encontrar a Todd ahora. Keirran
164
dice que conoce una manera de salir del Nuncajamás. Él está regresándonos al
mundo mortal.
―¿En serio? ―Kenzie disparó una mirada al fey, pero era más curiosidad que
desconfianza―. ¿Estás seguro?
La criatura se inclinó.
―Lo juro por mis orejas puntiagudas ―dijo antes de enderezarse con una
sonrisa―. Pero como dices, debemos irnos ahora. Mientras la mayoría del
castillo está durmiendo. ―Hizo un gesto hacia la ventana―. El camino no está
lejos. Sólo tenemos que conseguir que nadie nos vea. Vámonos.
Amarrado con una cuerda desde la parte inferior de una de las torres,
desenroscado en el aire, algo bajaba hacia nosotros con un siseo apenas audible.
Keirran miro hacia atrás hacia mí y sonrió.
* * *
Aún con una cuerda, era difícil escalar los muros del palacio de la Reina de
Hierro. Estas elevaciones, la mayoría de ellas eran de metal puro o cristal,
haciendo complicado obtener un punto de apoyo. Keirran, como era de esperar,
se movía como una ardilla o una araña, lanzándose de cornisa a cornisa con la
odiosa gracia natural de los de su tipo. Fue un tiempo difícil para mantenerme
arriba, y Kenzie se esforzaba sin habilidad, aunque ella nunca presentó queja.
165
―No tienes que hacer esto ―le dije gentilmente, y me dio una mirada de
advertencia―. Puedes quedarte aquí, y Meghan te mandará de regreso a casa<
Negando con mi cabeza, la seguí hasta la estrecha azotea flanqueada por un par
de torres, el viento azotando nuestro cabello y ropa. Keirran estaba plantado a
unos metros de distancia, hablando con lo que parecían tres enormes insectos
de cobre y latón. Sus “alas” lucían como las velas de un planeador, y sus largos
cuerpos de libélulas eran sostenidos por seis brillantes patas plegables en la fría
luz. Mientras mirábamos, las cabezas de las criaturas se giraron en nuestra
dirección, sus ojos enormes y multifacéticos. Ellos zumbaron suavemente.
―Sé agradable ―advirtió él―. Puedes herir sus sentimientos muy fácilmente.
―¡Maestro!
―¿Qué es eso?
―Eso es un gremlin ―respondí, y ella miró fijamente hacia mí―. Sí, eso es
exactamente lo que estás pensando. ¿Conoces esos repentinos, inexplicables
fallos técnicos cuando algo se rompe, o cuando tu computadora decide tener
una colisión? Di hola a los causantes.
―Él sabe francés y gaélico, también ―dijo Keirran, mientras que Razor se reía y
rebotaba en su hombro―. Es sorprendentemente simple enseñarle a un
gremlin. La gente subestima lo que son capaces de hacer.
Antes de que pudiéramos decir algo sobre esta estrafalaria situación, Keirran
arrancó al gremlin de su hombro y lo lanzó sobre el planeador, donde se situó
en el frente y nos miró ansiosamente.
―Su turno.
Un grito de alarma hizo eco de algún lado bajo nosotros, haciéndome brincar.
Miré hacia abajo y vi a un vigilante en el balcón de la habitación de Kenzie,
mirando alrededor salvajemente.
―Te lo digo en serio ―dijo, su voz era firme―. Nos vamos juntos, o no nos
vamos. ¿Qué piensas, que estoy asustada de un par de insectos gigantes?
―Dile a Meghan que lo siento, pero que debo irme. No puedo quedarme aquí
más tiempo.
―¡Ethan!
Solo podía percibir el resplandor del cabello de Keirran en las sombras, bajando
en espiral, esquivando ramas, hasta que mis pies tocaron ligeramente el suelo
del bosque. Tan pronto como aterricé, el planeador desenroscó sus piernas y se
elevó a si mismo hacia la punta de una pendiente enredándose a sí mismo como
una enorme libélula.
―El camino hacia el reino mortal está adentro ―explicó Keirran, mientras
Kenzie se presionaba contra mí, mirando fijamente las ruinas con asombro.
Estuve tentado de bajar y tomar su mano, pero me alegré de no haberlo hecho
cuando Keirran abruptamente desenvainó su espada con un suavemente áspero
sonido. Lo miré fijamente y levanté mis armas también, poniéndome entre ella
y el hada.
Él nos miró fijamente sobre su hombro con una ligeramente pesarosa mirada.
―Olvidé decirles algo ―dijo él, gesticulando a las ruinas―. Este lugar está
normalmente desocupado, pero está justo en medio de territorio de goblins. Así
que, podemos correr hacia unos pocos locales quienes no estarán felices de
vernos. ¿Nada que no puedas manejar, verdad?
―¿No podías decírnoslo antes? ―gruñí mientras mirábamos hacia las ruinas.
Keirran se encogió de hombros, su hoja de acero cortando un camino de brillo a
través de la oscuridad. Razor parloteó en su hombro, sólo sus ojos y sonrisa
fluorescente visibles en la penumbra.
170
―Son sólo unos pocos goblins. Nada de que< Whoops. ―Él se agachó, y una
lanza voló sobre su cabeza, golpeando a un árbol próximo. Kenzie gritó, y
Razor parpadeó fuera de la vista como una imagen en una pantalla de televisor
mientras un coro de voces estridentes manaba desde atrás de las ruinas.
―¿Unos pocos goblins, no? ―Miré con furia hacia Keirran y retrocedí. Él sonrió
de manera poco convincente y se encogió de hombros. Los goblins comenzaron
a caminar hacia adelante, riéndose a carcajadas y golpeando el aire con sus
lanzas. Me giré rápidamente hacia Kenzie y presioné uno de mis palos en sus
manos.
Un gran, y feo goblin repentinamente saltó sobre una roca y nos dio una mirada
maliciosa.
Tres goblins más venían hacia mí, uno de ellos el gran duende que habló antes,
el líder. Arrastré los pies lejos, bloqueando sus ataques, batiendo mi ratán, de
una lanza a otra. El frenético repiquetear de la madera hizo eco en mis oídos
mientras yo esperaba por un despiste, una oportunidad para atacar. El tamaño
del goblin era realmente una desventaja para mí; ellos eran muy cortos, era
difícil golpearlos. La punta de una lanza atravesó mis defensas y rasgo mi
manga, haciéndome rechinar los dientes mientras me giraba lejos.
Repentinamente, Kenzie estaba tras ellos, trayendo su palo que golpeaba hacia
abajo dándole a un goblin en la cabeza. Este encontró un satisfactorio golpe, y
se desplomó como una roca. Kenzie dio un grito de triunfo, pero entonces el
líder giro con un chillido de rabia, balanceando su lanza hacia sus piernas.
Golpeó su rodilla, y ella se desmoronó en la tierra con un gemido.
172
El líder fue hacia adelante, levantando su lanza, pero antes de que alguno de los
dos pudiera hacer algo, una pequeña forma negra aterrizó en su cabeza desde
ninguna parte. Razor zumbaba como una avispa furiosa, siseando y gruñendo
mientras el duende se agitaba.
―¡Ethan!
La voz de Keirran me detuvo. Jadeando, detuve la paliza del duende y miré que
el resto de la tribu estaba huyendo con la caída de su líder. Keirran tenía su
arma envainada y estaba viéndome con una expresión mitad entretenida, mitad
de preocupación. Kenzie seguía sentada donde había caído, agarrando su
pierna.
Mire hacia mis barras, y vi que mis armas, igual que mis manos, estaban
manchadas con sangre negra de goblin. Con un gemido, miré atrás hacia el
líder, lo vi enrollarse a sí mismo sobre la mugre, gimiendo entre sus sangrantes
labios, sus dientes destruidos y rotos. Tuve ganas de vomitar, y me tambalee
hacia atrás.
¿Qué hice?
Keirran vio también que la criatura se iba, entonces camino hacia Kenzie,
levantando una mano.
―¡Ethan! ―gruñó Kenzie hacia mí, pero Keirran levanto una mano.
Lo que me recordó<
174
―El líder dijo que olía a tres humanos ―le dije a Keirran, quien me dio una
mirada de resignación―. Él no pensaba que tú eras un hada. Creyó que eras
humano, también.
―Estúpidos goblins ―se jacto él, brincando arriba y abajo, haciendo que
Keirran suspirara―. Divertidos, estúpidos goblins creyendo que el maestro es
un gracioso elfo. Ja. ―Él zumbó una vez más y se sentó, sonriendo como una
piraña psicótica.
―Creo que se puede decir eso. ―Keirran suspiró otra vez y vio hacia los
árboles, donde la mayoría de goblins estaban dispersos―. Más de tres cuartas
partes humanas, en realidad. No puedes culparlos por pensar que lo era
realmente.
―Te lo diré más tarde. Vamos, salgamos de aquí. Los duendes están
regresando, probablemente con refuerzos.
Salí, entrecerrando los ojos en la oscuridad, tratando de ver dónde estaba. Por
un segundo, no parecía como si hubiéramos dejado Nuncajamás en absoluto.
Los árboles nos rodeaban, silbando en el viento, pero miré más de cerca y vi
que eran árboles normales, regulares. A pocos metros de distancia, tres hilos de
alambre de púas brillaban en la luz de la luna, y más allá de los cables, una
dispersión de criaturas blancas mullidas nos miraban con curiosidad.
―¿Son esas ovejas? ―preguntó Kenzie, sonando cansada pero contenta. Razor
dio un zumbido de excitación desde el hombro de Keirran, saltado a la parte
superior del primer alambre, y precipitándose en el pasto. Las ovejas balaron en
terror y huyeron, pareciendo como nubes soplando a través del campo, y
Keirran suspiró.
―Sigo diciéndole que no lo haga. Ellos han perdido suficiente con los goblins
como están.
Sonrió.
Tomé aire para responder, pero me detuve. Espera. ¿Cómo sabe dónde vivo?
176
―No te preocupes. ―Keirran hizo un gesto hacia las colinas―. Hay una feria
abandonada a un par de kilómetros de aquí. Es un lugar frecuentado por las
hadas locales, la mayoría de ellos exiliados. El camino de hadas nos llevara
donde necesitemos ir.
―¿Y dónde está eso? ―le pregunté, pero Keirran había subido a la valla,
mirando por encima del alambre por Razor, todavía atormentando al rebaño de
ovejas.
―¡Razor! ―le llamó sobre los animales balando―. Ven, deja de asustar esas
pobres cosas. Vas a darles un ataque al corazón.
―¿Dónde está? ―preguntó ella, mirando sobre el campo―. Las ovejas se están
volviendo locas, pero yo no veo a Razor en absoluto.
Oh, sí. Estábamos de vuelta en el mundo real ahora. Lo que significaba que
Kenzie no podía ver a las hadas, eran invisibles para los humanos a no ser que
hicieran un esfuerzo consciente para quitar el glamour a sí mismos. Se lo dije a
ella.
* * *
El camino se extendía ante nosotros a la luz de la luna, una estrecha franja de
pavimento que se tejía suavemente sobre y entre las colinas. Keirran nos
condujo en silencio, el zumbido de Razor como una melodía áspera en su
hombro. Ningún carro nos pasó, a excepción de un búho y los rebaños de
ovejas, dormitando en sus pastos, estábamos solos.
―Ojalá tuviera mi c{mara. ―Kenzie suspiró mientras una oveja con cara negra
nos observaba desde el otro lado de la carretera, parpadeando adormilada. Bufó
y se alejó al trote, y Kenzie la miraba, sonriendo―. Por otra parte, tal vez no.
Podría ser raro, explicar cómo podría tomar fotos del paisaje Maryland cuando
nunca he salido de Louisiana. ―Ella se estremeció, frotándose los brazos
mientras una brisa fría soplaba sobre el pastizal, con olor de las ovejas y la
hierba mojada.
―¿Qué vas haces? ―prosiguió Kenzie, su mirada aún vagando por los bosques
más allá de las colinas―. Cuando llegues a casa, quiero decir< Hemos estado
en Faeryland, hemos visto cosas que nadie más ha visto. ¿Qué sucede cuando
finalmente llegues a casa, sabiendo lo que sabes, que nadie más va a llegar a
entender?
―Vuelves a lo que estabas haciendo antes ―le contesté―. Uno trata de seguir
adelante con su vida y fingir que no sucedió. Va a ser más fácil para
ti―continué mientras se volvió hacia mí, con el ceño fruncido―. Tienes amigos.
Tu vida es bastante normal. Tú no eres un monstruo que puede verlos en todas
partes a donde vayas. Simplemente tratar de olvidarlo. Olvida las hadas, olvida
Nuncajamás, olvida todo lo raro o extraño o antinatural. Con el tiempo, las
pesadillas se detendrán e incluso podrías convencerte de que todo lo que viste
fue un mal sueño. Esa es la manera más fácil.
―No, no lo har{s.
―¿Por qué?
―¿Por qué no me dejas decidir qué es lo mejor para mi vida ―dijo Kenzie
suavemente, sin ser muy capaz de ocultar su enojo, el primero que había he
oído de ella―, y de quien quiero ser amiga?
―¿Qué crees que va a pasar una vez que nos vayamos a casa? ―le pregunté, no
sosteniendo su mirada―. ¿Crees que puedo ser normal y pasar el tiempo
contigo y tus amigos, simplemente así? ¿Crees que tus padres y tus maestros
querrán que estés alrededor de alguien como yo?
―No ―dijo Kenzie igual de bajo y con voz tranquila―. No lo harán. ¿Y sabes
qué? No me importa. Debido a que no te han visto como yo. No han visto
Nuncajamás, o las hadas, o la Reina de Hierro, y ellos no van a llegar a
entender. Yo no lo entendería. ―Hizo una pausa, como si luchara con sus
siguientes palabras―. La primera vez que te vi ―dijo ella, empujando el
flequillo de sus ojos―, cuando primero hablamos, pensaba que eras de la
crianza, poco amigable, hostil, um... ―Hizo una pausa.
―Al principio, sólo quería saber qué estabas pensando. ―Kenzie hizo hacia
atrás su cabello, las hebras de color azul y negro revoloteando alrededor de su
cara―. Fue más un reto, supongo, para conseguir que me vieras, hablaras
conmigo. Tú eras el único que, en mucho tiempo de todos modos, que me hablo
como una persona real, que me trató como todo el mundo. Mis amigos, mi
familia, incluso mis profesores, todos ellos andan de puntillas alrededor de mí
como si estuviera hecha de cristal. Ellos nunca dicen lo que realmente están
pensando si sienten que me podría molestar. ―Suspiró, mirando a los
campos―. Nadie es real conmigo ya, y estoy harta y cansada de eso.
179
―¿Por qué eso? ―le pregunté, tratando de mantener mi voz ligera, como si no
me importara. Mal movimiento.
Hice una mueca y miré hacia otro lado. Sí, era un imbécil total, ¿no es así? Créeme,
si pudiera recuperar todo lo que dije, lo haría. Pero eso no detendría a las hadas.
―¿Crees que quiero seguir alejando a la gente? ―le pregunte en voz baja―. No
disfruto ser el bicho raro, el que todo el mundo evita. Realmente, realmente no
me complazco en ser un completo idiota. ―Mi voz cayó aún más bajo―.
Especialmente con personas como tú.
―¡Debido a que las personas que se acercan a mí consiguen salir dañadas! ―le
espeté, finalmente girando a encararla. Ella parpadeó, y el recuerdo de otra
chica nado en mi cabeza, cola de caballo roja flotando detrás de ella, un chorro
de pecas en su nariz―. Cada vez ―continué con una voz más suave―. No
puedo detenerlo. No puedo evitar que Ellos me sigan. Si es sólo yo al que las
hadas recogen, estoy bien con eso. Pero alguien más siempre paga por mí.
Alguien más siempre se hace daño en mi lugar. ―Apartando mi mirada de la
de ella, hacia los campos―. ―Prefiero estar solo ―dije―, que tener que verlo
otra vez.
―¿Otra vez?
―Parece que tu amigo podría no estar aquí ―le dije, cambiando mis palos de
una mano a otra, por si había problemas. Él no parecía escucharme y de repente
rompió en una carrera que lo llevó entre los pasillos intermedios. Kenzie y yo
corrimos tras él.
―¿Qué está pasando? ―Me apoyé en la repisa, cepillado lejos pétalos y hojas.
Estaban podridas, un olor dulzón, y yo traté de no respirarlo―. ¿Quién está con
ella? ¿Quién es Annwyl? ¿Por qué<?
Keirran se apretó a través de una grieta en las paredes de tela y se agachó junto
a nosotros.
―Pequeños seres humanos ―ronroneó, mientras que la otra hada dio la vuelta
en la esquina, encajonándonos. Me estremecí cuando el aire alrededor de
nosotros se hizo más frío―. Tú puedes vernos y escucharnos. Qué alentador.
183
Alcé los palos y me eché hacia atrás, más cerca de Keirran, atrapando a Kenzie
entre nosotros. Ella miraba a su alrededor salvajemente, tratando de ver las
amenazas invisibles, pero era obvio que ni siquiera los escuchaba.
Pero Keirran se tambaleó y cayó sobre una rodilla, poniendo una mano en la
cabina para sostenerse. Mientras lo miraba, parecía desvanecerse un poco, su
brillo atenuándose, el color descolorándose de su cabello y ropa. Razor chilló y
parpadeó a la vista, entrando y saliendo como una mala estación de televisión.
La otra hada se rió, y lo miré, debatiendo entre ayudar a Keirran y proteger a la
chica.
―Veneno ―gritó ella, nauseabunda y jadeante, como si quisiera soltar una bola
de pelo―. ¡Veneno! ¡Asesino! ―Dio un espasmo de nuevo, encrespándose en sí
misma mientras su cuerpo comenzó a resquebrajarse, a disolverse como azúcar
en el agua―. ¡Hierro! ―se lamentó, arañando el suelo, a sí misma, sus ojos
pequeños y brillantes salvajes―. ¡Es una abominación de Hierro! ¡Mátalo,
hermana! ¡Mátalos a todos!
Sacudiendo la cabeza, el hada se hizo para atrás, silbando con furia, con un ojo
fuertemente cerrado. Pálida, la sangre plateada caía de su boca y la mandíbula,
retorciéndose a distancia tan pronto como había tocado el suelo. Giré mis palos
y di un paso más cerca, forzándola a retroceder. Kenzie había retrocedido unos
pasos y se había agachado junto a Keirran, podía oírle preguntándole si estaba
bien, y su tranquilo aseguramiento de que estaba bien.
―¿Estás bien? ―le pregunté, y él asintió con la cabeza con cansancio―. ¿Qué
ha pasado ahí?
―No lo sé. ―Le dio una sonrisa de agradecimiento a Kenzie y dio un paso
hacia adelante, parándose por su cuenta―. Cuando esa cosa se volvió hacia mí,
me sentí como si toda mi fuerza, mis emociones, aun mi memoria, estaba siendo
aspirado hacia fuera. Fue horrible... ―Él se estremeció, frotando su
antebrazo―. Me siento como si hubiera piezas de mí que faltan ahora, y nunca
voy a recuperarlas.
―Al igual que los vampiros ―propuso Kenzie―. Hadas vampiros que cazan a
su propia clase. ―Arrugó la nariz―. Eso es espeluznante. ¿Por qué harían eso?
185
―Es algo más que eso, sin embargo ―continuó Keirran, mirando el lugar
donde el gato-hada había muerto―. Sea lo que sea, parece que siguen siendo
mortalmente alérgicos al Hierro.
―¡Keirran!
Me puse tenso. La niña era un hada, pude verlo fácilmente. Las puntas de sus
orejas asomaban por su cabello castaño dorado, que estaba trenzado con vides y
flores y colgando varios centímetros más allá de su cintura. Tenía la gracia
natural de toda hada, esa perfecta belleza donde era tentador mirarla y
completamente olvidar comer, dormir, respirar o cualquier otra cosa.
―Annwyl. ―Keirran vaciló, como si, también quisiera jalarla más cerca, sólo
para decidir detenerse. Su mirada no se apartaba del hada de Verano, sin
embargo, y ella no parecía darse cuenta de los dos humanos de pie detrás de él.
―No deberías estar aquí, Keirran ―dijo, con su voz melodiosa y suave, como el
agua sobre un lecho de roca―. Vas a conseguir estar en problemas. ¿Por qué
has venido?
otra mano se levantó como para rozar su mejilla―. Tenía que venir a verte, para
asegurarme de que estabas bien.
Annwyl vaciló. Anhelo se mostró en su rostro, pero dio un paso atrás antes de
que Keirran pudiera tocarla. Los ojos de él se cerraron, brevemente y dejó caer
su brazo.
―Ella sabe que est{s aquí ―respondió en su suave y ondulante voz―. Ella te
está esperando. Se supone que te debo llevar a ella. Pero...
Su mirada se deslizó por último a la mía, y sus grandes ojos verde musgo se
agrandaron.
―Ah. Sí, ¿dónde están mis modales? ―Keirran miró hacia atrás, como si
acabara de acordarse de nosotros―. Lo siento. Ethan, ella es Annwyl, ex
miembro de la Corte de Verano. Annwyl, permíteme presentarte a... Ethan
Chase.
―Sí ―dijo Keirran, y asintió a Kenzie―. Además, Kenzie St. James. Ambos
amigos míos.
―Dije que est{ bien. ―En pocas palabras, me pregunté qué pasaría si todas las
hadas supieran quién era yo. ¿Me tratarían con respeto y me dejarían solo? ¿O
mi vida sería aún más caótica y peligrosa, ya que me verían como un punto
débil que podría ser explotado? Tenía la sensación de que sería lo segundo―.
No soy nadie especial ―le dije a la chica de Verano, que todavía se veía poco
convencida―. No me trates diferente de cómo tratas a Keirran.
No podía estar seguro, pero estaba casi seguro que Keirran escondió una
pequeña sonrisa detrás del cabello de Annwyl. La chica de Verano parpadeó
otra vez, y parecía a punto de decir algo, cuando Kenzie habló.
―¿Um, Ethan? Siento ser una humana normal y todo, pero... ¿a quién le
estamos hablando?
Se rió Keirran.
―Oh, claro. ―Para Annwyl, dijo―: Me temo que Mackenzie no puede verte
ahora mismo. Ella sólo es humana.
―¿Qué? ―Annwyl miró a Kenzie, y sus ojos se abrieron como platos―. Oh,
por supuesto. Por favor, perdóname. ―Un escalofrío recorrió el aire a su
alrededor, y Kenzie salto mientras la joven hada se materializó delante de
nosotros―. ¿Está mejor?
Kenzie suspiró.
―Nunca me acostumbraré.
El hada de Verano sonrió, pero entonces sus ojos se oscurecieron y se echó hacia
atrás.
―Después de ustedes.
* * *
Nosotros entramos por la puerta de un oscuro, cuarto subterráneo, un sótano
tal vez, o incluso un calabozo. La chica de Verano nos hizo una seña para seguir
adelante, por los pasillos oscuros. Antorchas parpadeaban en soportes mientras
seguíamos a Annwyl abajo por los corredores húmedos y gárgolas nos miraba
desde columnas de piedra, burlándose mientras pasábamos.
En el centro de todo el caos, con una varilla de cigarrillo en una mano y una
mirada irritada en su rostro, estaba el hada más sorprendente que había visto
alguna vez. Cabello de color cobre-oro flotaba a su alrededor como una melena
y un vestido abrazaba su cuerpo delgado, la larga abertura en el lado mostraba
las piernas increíblemente agraciadas. Era alta, real y, obviamente, molesta,
porque seguía frunciendo los labios y soplando una cortina de humo azul a los
lobos gruñendo que se arrancaban pedazos unos a otros a medida que pasaban
por el aire. Un enano de barba negra parado por debajo de su mirada, una caja
de madera puesta a su lado. La caja había sido cubierta con un paño oscuro,
gruñidos y ruidos silbantes llegaron desde dentro, mientras se movía hacia
atrás y adelante.
―No me importa si el animal ya estaba pagado, querido. ―La voz alta y clara
del hada resonó entre la multitud―. Tú no puedes mantener esa cosa aquí.
―Su tono era hipnótico, exasperada como estaba―. No voy a tener a mis
mascotas humanas convertidas en piedra porque la duquesa de espinas tiene
un deseo natural por los huevos de áspides.
―Por favor. ―El enano levantó sus gruesas manos, suplicante―. Leanansidhe,
por favor, sé razonable.
―Sal de mi casa, Feddic. ―La Reina Exiliada señaló la puerta por la que
estábamos entrando―. No me importa lo que hagas con eso, pero quiero que se
190
―¡No! ―El enano se echó hacia atrás, con los ojos abiertos―. Voy a... Voy a
deshacerme de él, Leanansidhe ―tartamudeó―. Justo ahora.
―Bien, bien ―ronroneó, sonriente en una forma que no me gustó para nada―.
Keirran, querido. Aquí estás otra vez. ¿A qué se debe el placer? ―Ella me dio
una mirada superficial antes de volver a Keirran―. Y trajiste un par de seres
humanos contigo, ya veo. ¿Más perros callejeros, querido? ―Ella sacudió su
cabeza―. Tu preocupación por los niños abandonados sin esperanza es muy
conmovedora, pero si piensas que los vas a dejar aquí, paloma, me temo que no
tengo cupo.
Keirran se inclinó.
―Por desgracia, estoy muy ocupada en este momento, mi amor, por lo que si
quieren hacer algo útil, ¿por qué no eres un buen chico y llevas un mensaje a
casa? Dile a la Reina de Hierro que algo está pasando en el mundo real, y ella
191
puede desear saber acerca de esto. Si estás aquí sólo para hacerle ojitos a
Annwyl, mi querido príncipe, me temo que no tengo tiempo para ti.
¿Príncipe? Espera.
―Ethan Chase. ―Su voz fue baja y peligrosa, como si acabara de descubrir
quién estaba de pie en su sala de estar. No podía mirarla ahora, sin embargo. Mi
atención estaba fija en Keirran.
―Sí. Iba a decirte... más pronto o más tarde. Sólo que no ha habido un buen
tiempo. ―Hizo una pausa, su voz muy suave―. Lo siento... tío.
―¡Tío! ―aulló, ajeno a las miradas de horror y asco que estaba recibiendo de
cada hada en la habitación―. ¡Tío, tío! ¡Tío Ethan!
192
193
El Precio de Leanansidhe
Traducido por Sisabel1320
Corregido por Moonse
Keirran, esta hada delante de mí, era el hijo de Ash y Meghan. ¿Cómo no lo
imaginé antes? Todo encajaba: la sangre humana, su glamour de Hierro, incluso
las expresiones familiares en su rostro. Me eran tan familiares porque las había
visto antes. En Meghan. Pude ver el parecido ahora, sus ojos, el cabello y las
características faciales, que eran todas de mi hermana.
Antes de que cualquiera de nosotros pudiera decir nada, los feys exiliados en la
habitación ahogaron un grito y gruñeron, avanzando fuera de Keirran como si
él tuviera una enfermedad. Murmullos de: "El Príncipe de Hierro", se
extendieron entre la multitud, y el círculo de hadas parecía debatirse entre
inclinarse o huir de la habitación.
―Annwyl, cariño. ―La Reina Exiliada uso un tono que hizo temblar a la chica
hada, y Keirran se movió protectoramente para estar a su lado―. Espera aquí,
¿lo harías, paloma? Trata de mantener las masas bajo control mientras me
ocupo de este pequeño bache. Ustedes tres. ―Ella cambió su mirada fría hacia
nosotros, con su tono no admitía discusión―. Síganme, mascotas. Y, Keirran,
mantén al miserable gremlin bajo control este tiempo, o me veré obligada a
hacer algo drástico.
194
―Meghan est{ bien ―murmuré, siendo consciente de Keirran de pie allí. Ahora
que sabía que estábamos... relacionados... se sentía extraño estar hablando de
Meghan delante de él.
Analicé eso. ¿Qué es raro? Raro es tener un sobrino de la misma edad que tú. Raro es
que tu hermana tenga un hijo, y no haya hablado con su familia acerca de él. ¡Raro es
ser el tío de un maldito media-hada! Olvídate de raro, es más allá de raro que no es
gracioso.
Leanansidhe chasqueó la lengua y miró a Keirran, y una lenta sonrisa cruzó sus
labios.
Keirran suspiró.
―¿Por qué Meghan no dijo nada? Eso es un poco una gran cosa para ocultar a
su familia.
―No lo sé, Ethan. ―Keirran sacudió la cabeza―. Ella nunca habla de ti, nunca
habla de su vida humana. Yo ni siquiera sabía que tenía otra familia hasta unos
pocos años atrás. ―Hizo una pausa y se pasó los dedos por su cabello
plateado―. Me sorprendió cuando me enteré de que la reina tenía un hermano
viviendo en el mundo mortal. Pero cuando le pregunté al respecto, me dijo que
nosotros teníamos que vivir vidas separadas, que el mezclar las dos familias
sólo traería problemas a los dos. No estuve de acuerdo, quería conocerte, pero
ella me prohibió venir y verte en absoluto.
Meghan, pensé furioso. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo no nos lo dijiste? ¿Cuál era el punto?
asegurarme de que ella estaba a salvo. Así que pensé, dos pájaros de un tiro, ¿por
qué no? ―Él se encogió de hombros y dio una sonrisa irónica, antes de
reflexionar una vez más―. No te dije todo, y lo siento por eso. Pero tenía que
asegurarme de que tú me siguieras fuera del Reino de Hierro.
No fue Keirran quien contestó a la Reina Exiliada. Fue Kenzie. Hice una mueca
y me alejé del Príncipe de Hierro, comprometiéndome a hacer frente a esto más
tarde, cuando tuviera tiempo para pensar en ello. Ahora mismo, la Musa
Oscura había vuelto su atención en la chica que, hasta ese momento, había
estado de pie a un lado, observando el drama sin participar. A decir verdad, yo
estaba feliz por eso, era probablemente lo mejor para ella pasar desapercibida
para Leanansidhe tanto como pudiera. Pero, por supuesto, Kenzie nunca podía
permanecer en silencio por mucho tiempo.
los feys exiliados han prácticamente derribado mis paredes intentando entrar,
yo no he tenido estos problemas desde la guerra con los feys de Hierro. ―Ella
hizo una pausa y dirigió una penetrante mirada a Razor, que estaba tarareando
en el hombro de Keirran. El gremlin parecía felizmente ajeno a todo.
Leanansidhe suspiró.
―No tienes ni idea, querido ―dijo en voz baja―. Y tampoco lo hacen las
Cortes. Tu hermana permanece felizmente ignorante de la amenaza en el reino
de los mortales, y a Verano e Invierno no les importa. Pero... déjame mostrarte
algo.
Ella se dirigió a una mesa en la esquina de la sala, donde un enorme mapa del
mundo estaba desplegado a través de la madera. Puntos rojos marcaban la
superficie, algunos aislados, algunos agrupados. Había un buen número
extendido en Norteamérica, pero también un montón en Inglaterra, Irlanda y
Gran Bretaña.
Dispersos, tal vez. No era como si un área entera estuviera cubierta con rojo. Sin
embargo, no había continente sin marcar. Norteamérica, Europa, África,
Australia, Asia, Sudamérica. Todos tenían su parte marcada de puntos rojos.
Yo miraba fijamente el mapa, mis dedos cerniéndose más allá de un lugar en los
Estados Unidos. Dos brillantes puntos rojos en el estado de Louisiana, cerca de
mi ciudad natal.
Todd.
198
―¿Y las dem{s Cortes no hacen nada? ―murmuró―. ¿Mab y Oberón y Titania
no saben lo que está pasando?
Miré el mapa de nuevo, mis pensamientos dando vueltas. Así que muchos se
han ido. Una parte de mí me dijo que no importaba, que las hadas finalmente
consiguieron lo que se merecían después de siglos de hacer desaparecer a los
humanos.
Pero había algo más en juego ahora. Todd seguía perdido, y me prometí
encontrarlo. Meghan estaría involucrándose pronto. Y ahora, allí estaba
Keirran.
Suspiré.
199
―Sí ―dije entre dientes y me enderecé para estar frente a ella―. Lo soy. Tengo
un amigo que tengo que encontrar, pero esto se ha vuelto aún más grande. No
sé qué monstruos estén allí fuera, y no me gusta. Si estas cosas chupadoras de
glamour están tan extendidos, es sólo cuestión de tiempo antes de que todos los
exiliados se hayan ido, y entonces podrían comenzar en Nuncajamás.
―Yo voy con Ethan ―dijo Keirran en voz baja―. Tengo que hacerlo. Lo que sea
que estas cosas sean, no voy a estar tranquilo mientras matan nada más que
nuestra especie, exiliados o no.
―Yo voy también ―corrió a decir Kenzie, y frunció el ceño, como si adivinara
que estaba justo a punto de sugerir que se fuera a casa. Lo cual estaba, pero ella
no tenía por qué saberlo.
―¡Porque quiero estar! ―replicó ella, así fue el final de la misma. Nos miramos
el uno al otro, y alzó las manos―. Por Dios, Ethan, ya hemos hablado de esto.
Consigue meterlo en tu cabeza testaruda, ¿de acuerdo? ¿Piensas que con todo lo
que he visto, puedo irme a casa y olvidarme de todo? No estoy aquí por familia
o hermanos o amigos. ¡Estoy aquí por ti! ¡Y porque quiero ver esto! Quiero saber
lo que hay afuera.
200
―Yo podría ayudar con eso, cariño ―interrumpió Leanansidhe, miramos hacia
arriba, y la Reina Exiliada sonrió a Kenzie, jugueteando con la boquilla de su
cigarrillo―. Tú eres una pequeña cosa con agallas, ¿verdad, mascota? Yo soy
más bien como tú. Con toda la chusma del mercado de los globins colgando en
mi sala de estar, estoy segura de que seré capaz de encontrar algo que te
ayudará con tu inexistente vista. Sin embargo... ―Ella levantó una perfecta
manicura de uñas―. Una advertencia, mi paloma. Esta no es una simple
solicitud, ni tampoco es barata. Conceder la vista a un humano no es algo que
tomo a la ligera. Voy a tener algo de ti a cambio, si estás de acuerdo.
―¡Kenzie!
―Ethan. ―Su voz era tranquila, pero firme mientras me miraba por encima del
hombro―. Es mi decisión.
Apreté los puños, con ganas de golpear algo, queriendo agarrar a Kenzie y
llevarnos a los dos fuera de allí. Pero incluso si me fuera, Leanansidhe no
dejaría ir a Kenzie, no sin completar el trato. Atacar a alguien tan poderoso
como la Reina Exiliada era una idea muy estúpida, incluso para mí. Quería
proteger a Kenzie, pero no podría hacerlo si Leanansidhe me convertía en una
guitarra. Así que sólo podía estar allí, abriendo y cerrando los puños, mientras
Kenzie se preparaba para lidiar con la Reina Exiliada.
―Oh, pish, querida. Sólo se le traba un poco la lengua por el momento. Nada
que no se recupere. Con el tiempo. ―La Reina Exiliada me hizo un gesto
desdeñoso―. Ahora, mi paloma. Creo que tenemos algunos negocios por
concluir. Tú quieres ser capaz de ver el Mundo Oculto, y yo quiero algo de ti
también. La cuestión es, ¿qué estás dispuesta a pagar?
Leanansidhe rió.
―Oh, no, mi mascota. Nada tan vulgar como eso. ―Ella se paseó hacia adelante
hasta quedar a sólo un metro de distancia de Kenzie, mirando a la Reina
Exiliada cernirse sobre ella―. Hay otra cosa que me interesa.
―Exactamente así es, querida ―dijo Leanansidhe, avanzando unos pasos hacia
atrás―. Tú creas música con palabras y oraciones, no con notas. Bueno, aquí
está mi trato, mi mascota, Te ofreceré un poco de mi... digamos "inspiración
divina" para una pieza muy especial que estoy dispuesta a encargarte.
―Quiero que publiques algo sobre mí, querida ―dijo Leanansidhe, como si eso
no fuera evidente―. ¿No es un precio tan terrible, o sí, mascota? Oh, pero aquí
está el verdadero golpe, cada palabra que escribas en el papel prácticamente
cantara desde la página. Tocará a quien lo lea, de una u otra forma. Las palabras
serán tuyas, los pensamientos serán tuyos. Me limitaré a añadir un poco de
inspiración para que el trabajo sea realmente magnífico. Déjame hacer esto, y
haré que te den la capacidad de ver a las hadas.
¡Kenzie no! Yo quería gritar. Si dejas que ella haga esto, le darás un pedazo de ti
misma a Leanansidhe. Ella va a tomar un poco de tu vida a cambio de la
inspiración, ¡es como trabaja la Musa Oscura!
Di algo, pensé, suplicándole al hada con mi mirada. Maldita sea, Keirran, tú sabes
lo que está pasando. No puedes permitir su acuerdo sin el pleno conocimiento de lo que
está consiguiendo. ¡Di algo!
―Por supuesto, querida, ―dijo Leanansidhe―. Sólo una pequeña pieza, escrita
por ti. Con mi ayuda, por supuesto.
Keirran dio marcha atrás, dándome una oscura mirada, pero fue suficiente.
―¿Qué quiso decir? ―preguntó Kenzie mientras la Reina Exiliada resopló con
frustración―. ¿Qué es el “Precio Real”?
203
No, pensé en Kenzie. Di que no. Eso es lo único que se puede decir a una oferta como
esa.
¿Qué? Aturdido, sólo podía mirar a la chica con horror. ¿Sabes lo que acabas de
hacer? ¡Tú le regalaste un mes de tu existencia a una reina hada! Dejaste acortar tu
vida por nada.
Leanansidhe parpadeó.
―Bueno ―reflexionó un momento después―. Eso fue fácil. Qué suerte para mí.
Los seres humanos que he encontrado son generalmente extraordinariamente
apegados a sus vidas. Pero, si esa es tu decisión, tenemos un trato, mi mascota.
Y te conseguiré las cosas que necesitas para obtener la vista.
―Voy a buscar a Annwyl para que les muestre sus habitaciones. Nos vemos
aquí mañana, queridos, y nosotros vamos a discutir a dónde ir. Hasta entonces,
la mansión es suya.
* * *
Mi voz finalmente regresó unas horas más tarde.
Así que merodeaba por la mansión, que era enorme, vagando por sus pasillos
interminables, esperando que algún exiliado fey tratara de luchar contra mí.
Nadie lo hizo, dejándome sin ningún tipo de distracciones.
Tal vez por eso Meghan no nos dijo nada, pensé, mirando a un fantasma agazapado
debajo de un estante bajo como una enorme araña, sin atreverse a hacer algo,
echó un vistazo hacia mí y desapareció en las sombras. Tal vez ella sabía que
mamá no sería capaz de manejarlo. Tal vez tenía miedo de lo que podría pensar... pero,
no, ¡eso no es una excusa! Todavía debería habernos dicho. Eso no es algo que se puede
encubrir con la distancia y esperar que nadie se entere.
Meghan tenía una razón para no decirnos sobre Keirran, y tratar de mantenerlo
lejos de nosotros también. ¿Qué era? Como hasta donde yo sabía, Keirran no
tenía prejuicios contra los humanos, es cortés, de voz suave y respetuosa. El
completo opuesto de mí, pensé, rodando mis ojos. Mamá absolutamente lo amaría.
Pero Meghan nunca quiso que nos encontráramos, parecía muy extraño para
ella, también. ¿Qué podría ser tan horrible para tener un hijo y mantenerlo en
secreto al resto de tu familia? ¿Por qué no nos dijo sobre Keirran?
Como no quería molestar... lo que sea que estaban haciendo, me volví para salir,
cuando el nombre de Kenzie se filtró a través de la conversación y llamó mi
atención.
Keirran estaba sentado bajo el tronco, con una rodilla a la altura del pecho,
mirando a Annwyl que se movía con gracia a través de las flores. Cada cierto
tiempo, el hada de Verano se detenía, rozando sus dedos sobre un pétalo o
helecho, y la planta inmediatamente se enderezaba, desplegando nuevas y
brillantes hojas. Las mariposas bailaban alrededor de ella, se subían en su
cabello y ropa, como si fuera una enorme flor a la deriva a través del campo.
―Lo sé. ―Exhalo Keirran, apoyando la barbilla sobre sus rodillas―. Sólo
espero que Ethan no me odie por mi participación en darle la vista a Kenzie. Es
probable que todavía se esté recuperando de esa última carga de ladrillos que
cayó sobre su cabeza.
―Haz lo que yo estaba haciendo justo ahora ―le ordeno―. Hazla crecer.
Ella recibió otra mirada desconcertada, pero un segundo más tarde una
escarcha helada se apoderó de las hojas, convirtiéndolas en negro, antes que
toda la ramita se recubriera de hielo. La mariposa cayó en espiral hacia el suelo,
sin vida en un instante. Annwyl golpeo la rama con sus dedos, y la partió, una
mitad del palo giro lejos en las flores.
Él bajó la cabeza.
―Sí.
―Eres el Príncipe de Hierro ―dijo Annwyl con una voz suave―. Pero no eres
simplemente un hada de Hierro. Tienes el glamour de las tres Cortes y puedes
usarlos a la perfección, sin falta. Nadie más en Faery tiene esa capacidad, ni
siquiera La Reina de Hierro. ―Ella puso una mano en su rodilla, y él bajó la
mirada hacia ella―. Ellos te temen, Keirran. Tienen miedo de lo que puedas
llegar a ser, lo que tu existencia podría significar para ellos. Es la naturaleza de
las Cortes, por desgracia. No reaccionan bien a los cambios.
pero tú eres el Príncipe de Hierro. ―Ella dio un paso atrás, su voz triste pero
resuelta―. Sé cuál es mi lugar. No voy a arrastrarte al exilio conmigo.
Cuando Annwyl dio la vuelta, Keirran se levantó rápidamente, sin tocarla pero
muy cerca.
―Yo no tengo miedo del exilio ―dijo en voz baja y la chica de Verano cerró sus
ojos―. Y no me importa lo que digan las Cortes. Mis propios padres desafiaron
las leyes, y mira dónde están ahora. ―Subió su mano, acariciando suavemente
su trenza, causando que varias mariposas revolotearan hacia el cielo―. Yo haría
lo mismo por ti, si solo me dieras la oportunidad.
―No, Príncipe Keirran. ―Annwyl giró, sus ojos estaban vidriosos―. No voy a
hacer eso, no a ti. Me gustaría que las cosas fueran diferentes, pero nosotros no
podemos... las Cortes harían... lo siento.
Sintiéndome como un intruso que acababa de ser testigo de algo que no debería
haber sido, retrocedí hacia el pasillo. Mis sospechas se habían confirmado,
Meghan escondía algo de nosotros. Sin duda tendría que ir a hablar con ella
sobre eso, le exigiría saber porque pensaba que eso era tan importante mantener
a su familia en la oscuridad.
Sin embargo, primero tenía que encontrar a Kenzie, antes de que este ritual se
supusiera que empezara.
Ella tenía que saber lo que realmente significa tener la vista, lo que los feys le
hacen a los que pueden verlos. Si ella realmente entendiera las consecuencias,
nunca habría hecho esa oferta.
Aunque, en el fondo, sabía que era una mentira. Kenzie sabía exactamente en lo
que se estaba metiendo y optó por hacerlo de todos modos.
* * *
Por fin la encontré en la biblioteca, escondida entre los estantes altos de libros,
apoyados en la pared. Ella levantó la vista cuando entré en el pasillo, el pesado
tomo en sus manos le daba un aspecto aún más pequeño. Esa extraña sensación
retorció mi estómago otra vez, pero la ignoré.
208
―Sí. ―Salió más duro de lo que había querido, pero seguí―. Necesito hablar
contigo.
―¿Por qué? ―Di un paso adelante, en el espacio estrecho―. ¿Por qué piensas
que tu vida es un comercio aceptable por algo que no tiene nada que ver en
primer lugar? ―Ira parpadeó de nuevo, pero no podía decir si estaba dirigida a
Kenzie, Leanansidhe, Keirran o algo más―. Esto no es un juego, Kenzie. Tú
solamente acabas de acortar tu vida por un negocio de basura con un hada. No
creo que ella no vaya a cobrar. Ellos siempre lo hacen.
―¡Es tu vida! ―Clavé mis dedos por mi cabello, frustrado porque ella se
negaba a ver―. ¿Qué habría sido "demasiado" Kenzie? ¿Un año? ¿Dos? ¿Te
habrías convertido en su “aprendiz”? ¿Regalando pedazos disponibles de tu
vida para la inspiración? Eso es lo que ella hace, ya sabes. Y cada persona que
ayuda tarde o temprano muere. O se queda atrapado en este loco Between
mundo-casa, para entretenerla por toda la eternidad. ―Hice una pausa,
apoyando mi mano contra el estante―. No puedo ver qué pasa contigo.
Los dos nos quedamos en silencio. Kenzie vaciló, metiéndose en las páginas del
libro.
Suspiré.
―Prométeme que no harás ningún otro acuerdo ―le dije, dando otro pasó
hacia ella―. No importa lo que veas, no importa lo que Ellos te ofrezcan,
promete que no estarás de acuerdo con ello.
Ella me miró por encima del borde del libro, sus ojos marrones eran solemnes.
209
―¿Por qué?
―¿Por qué te importa? ―replicó ella desafiante―. Me dijiste que te dejara solo,
que me olvidara de esto cuando regresáramos, porque tú harías lo mismo. Esas
fueron tus palabras, Ethan. Tú no me quieres cerca y no te importa.
Resople y cerré los últimos pasos. Tomando el libro de sus manos, lo cerré
rápidamente, colocándolo en el estante, y la agarré por los hombros obligándola
a mirarme. Ella se puso rígida, levantando la barbilla, mirándome con ojos
heridos.
―Me importa, ¿de acuerdo? ―le dije en voz baja―. Sé que suelo ser un
bastardo a veces, y lo siento por eso. Pero lo que sí importa... es lo que te suceda
aquí. No quiero verte lastimada a causa de Ellos. Debido a mí.
Kenzie se encontró con mi mirada y dio un paso hacia delante, tan cerca que
podía ver mi reflejo en sus ojos oscuros.
―Lo sé, eso es lo que me asusta. ―La solté, pateándome a mí mismo por haber
actuado tan toscamente, todavía renuente a dejarla ir―. Vas a tener la vista
ahora ―dije, sintiendo una aprensión propagándose a través de mis entrañas―.
Eso significa que los feys te acosaran sin descanso, con ganas de un trato, o
llegar a un acuerdo, o sólo hacer tu vida un infierno. Tú lo has visto. Sabes de lo
que son capaces de hacer.
Él me dio una media cautelosa, media esperanzada mirada, sin saber dónde
estábamos, si estábamos bien. Me encogí de hombros, sin sonreír, pero no
mirándolo a él, tampoco. Era lo mejor que podría ofrecer por ahora.
Un frasco de vidrio pequeño brillaba desde las yemas de sus dedos mientras lo
sostenía.
Apreté los puños para no ir corriendo y lanzar el frasco al piso. Kenzie extendió
su mano y lo agarro, sosteniéndolo en alto a la luz. Brillaba débilmente, la mitad
con un líquido ámbar, arrojando astillas diminutas de oro sobre la alfombra.
―No suena muy duro. ―Kenzie le dio al frasco una pequeña sacudida,
desprendiendo unas pocas motas negras que giraban en torno al vidrio―. ¿Qué
hay aquí?
Keirran sonrió.
―Bueno, entonces es una buena cosa tenerlos a ustedes dos alrededor para
protegerme. ―Ella miró en mi dirección, una sombra de incertidumbre
cruzando su cara―. Vas a estar allí, ¿no?
211
Diría que es una idea estúpida, pero no me iba a escuchar. Sólo espero que el costo valga
la pena.
―No está lejos yendo por el camino de hadas, pero probablemente es más lejos
de lo que alguna vez has estado ―dijo misteriosamente―. Este anillo en
particular es de varios miles de años, lo cual es vital para el ritual de esta noche,
mientras mayor es el anillo, mayor es la energía que contiene. Está en algún
lugar profundo de los páramos de Irlanda.
―¿Irlanda?
El Anillo de Hadas
Traducido por Sisabel1320
Corregido por Moonse
Peor para ellos, pensé, masticando un rollo que había tomado de la mesa del
comedor en el centro de la habitación. La mesa era enorme y estaba repleta con
suficiente comida para alimentar a un ejército, pero no podía sentarme todavía.
Mantuve un ojo cauteloso sobre ellos cada vez que se acercaban a Kenzie,
tentado a saltar si tan solo la miraban. Me recordaron a los que me había
perseguido a la biblioteca y que le prendió fuego, lo que provocó mi expulsión.
Saqué una silla y me senté al lado de Kenzie, todavía mirando al mayor redcap,
el tipo con el anzuelo a través de la nariz. Él se burló y le enseñó los dientes,
pero luego Razor tiró un plato de fruta, y él salió corriendo con una maldición.
Leanansidhe alzó las manos.
―Keirran, paloma. Tu gremlin. Por favor mantenlo bajo control. ―La Reina
Exiliada se pellizcó el puente de la nariz y suspiró fuertemente―. Peor que
tener a Robin Goodfellow en mi casa ―murmuró, Kenzie aplaudió y Razor
rebotó felizmente en su regazo. Leanansidhe negó con la cabeza―. En fin,
queridos, cuando haya terminado aquí, Annwyl les mostrará el camino de
hadas. Quédense en la sala principal, y los llevará a través del sótano. Si tienes
alguna pregunta sobre el ritual, estoy segura de que ella puede responderlas
para ti.
―No soy una arpía competitiva sin alma todo el tiempo, cariño. Además,
ustedes dos me recuerdan a otro par, y me encanta la ironía.
―¿Rara?
―No hay nada de qué preocuparse, paloma. ―La Reina Exiliada agitó la
mano―. Simplemente es la finalización de nuestro negocio. Los veré pronto de
nuevo a los tres, pero no demasiado pronto, espero. Ella me miró directamente
a los ojos cuando dijo esto, antes de alejarse en un remolino de brillo y luces―.
¡Ciao, queridos!
Tan pronto como se fue, Annwyl entró en la habitación, sin mirar a ninguno de
nosotros.
Hizo una pausa cuando Keirran echó hacia atrás su silla y se acercó a ella.
Tomando su mano, el príncipe la atrajo a la mesa y sacó la silla junto a la suya,
mientras que Razor se rió y saludó con la mano desde el regazo de Kenzie.
―Lo siento. Sé que extrañas Arcadia. Desearía que hubiera otro lugar al que
pudieras ir.
―¿Hace cuánto tiempo que ustedes dos se conocen? ―preguntó Kenzie, como
amordazada silenciosamente en una taza de café. Estos dos sólo necesitaban
admitir la derrota y seguir adelante con ella.
―Recuerdo ese baile ―dijo Keirran―. Estabas hermosa. Pero cuando traté de
hablar contigo, escapaste. ―Kenzie me dio una sonrisa irónica―. Nadie de
Verano o Invierno quieren hablar con el Príncipe del Reino de Hierro. Podría
envenenar su sangre o disparar vapores tóxicos de mi nariz o algo así. Annwyl
215
incluso incitó a una escuela de ondinas4 sobre mí una vez cuando estaba de
visita en Arcadia. Estuve a punto de ahogarme.
Annwyl se sonrojó.
―Así que, ¿cómo acabaste aquí? ―le pregunté. Y los ojos de Keirran se
estrecharon.
―La política de la Corte de Verano ―dijo él, frunciendo el ceño―. Uno de los
nobles menores estaba celoso de la proximidad de Annwyl a Titania, que era
una de los favoritos, así que empezó el rumor de que Annwyl era más bella y
elegante y dotada que incluso la misma Reina de Verano, y que Oberon debía
estar ciego para no verla.
―Titania oyó hablar de él, por supuesto. ―Annwyl suspiró―. Para entonces, el
rumor se había extendido tanto que ahora no había forma de saber quién fue el
primero en decir tal cosa. La reina estaba furiosa, y aunque lo negó, ella aún
temía que le robara la atención de su marido.
―Así que ella te desterró ―murmuré―. Sí, eso suena como ella.
―Ah, no estoy muy seguro que debería estar aquí ―dijo con una media sonrisa
avergonzada, mitad desafiante―. Si las otras Cortes se enteraran que he estado
dando vueltas con la Reina Exiliada, no lo aprobarían. Tienen miedo de que
vaya a poner pensamientos traidores en mi cabeza, o usarme para derrocar a los
otros gobernantes, pero... ―Y sus ojos se endurecieron, la sombra de su padre
arrastrándose sobre él, haciéndole parecer un fey más que antes―. No me
importa lo que las Cortes dicten. Annwyl no debe sufrir porque Titania es una
arpía celosa. Así que, le pregunté a Leanansidhe si podía hacerme un favor
dejando que se quedara aquí, con el resto de los exiliados. No es lo ideal, pero
4Ondina: Ninfa de agua o espíritu del agua. Normalmente se encuentran en los estanques del
bosque y las cascadas. Tienen hermosas voces, que a veces se escuchan en el sonido del agua.
216
―No soy tan delicada como eso, Príncipe Keirran ―dijo Annwyl, dándole una
sonrisa irónica―. Haces que suene tan frágil como el ala de una mariposa. Vi a
los druidas realizar sus ritos bajo la luna llena mucho antes de que sus
antepasados pusieran un pie en la tierra. No será la primera vez que el viento
sople fuerte a través del mundo de los mortales. Hablando de eso ―continuó
ella, levantándose de la mesa―, deberíamos irnos. La media noche no está muy
lejos ahora, no a donde nos dirigimos. Les mostraré el camino.
* * *
Seguí a Annwyl, Keirran y Kenzie de regreso a través del enorme sótano-
calabozo de Leanansidhe, supongo, dando unos pasos atrás para mirar a las
cosas que merodeaban en las sombras. Annwyl nos había advertido que podría
hacer frío una vez que saliéramos del camino de hadas, y Kenzie llevaba
"prestado" una chaqueta de lana que era dos tallas demasiado grandes para ella.
La chica de Verano se ofreció a encontrar una para mí, alegando que
Leanansidhe tenía un montón de ropas humanas por ahí que nunca más iba a
necesitar, pero no quería meterme en más deudas con Leanansidhe de lo que
tenía que hacerlo, así que me negué. Como de costumbre, me llevé mis palos de
ratán, en caso de que surgiera algo desagradable. Comenzaban a deshilacharse
un poco, sin embargo, me encontré deseando más y más la hoja de acero sólido
que estaba en mi habitación en casa.
¿Estaba listo para esto? O, más importante, ¿estaba Kenzie lista para esto?
Siempre consideré mi vista una maldición, algo que temía y odiaba y deseaba
no tener. Me había traído nada más que problemas.
217
Pero al oír a Kenzie hablar de eso, ella consideraba la vista un don, algo que
estaba dispuesta a negociar, algo que valía la pena un pequeño pedazo de su
vida. Estaba atónito, los feys eran manipuladores, poco fiables y peligrosos, eso
era algo que siempre había conocido. ¿Cómo los vemos de manera tan
diferente? ¿Y cómo voy a protegerla, una vez que se den cuenta que ella
también tiene la visión?
Espera. ¿Por qué siquiera pienso en eso? ¿Qué pasó con tu promesa de no participar?
Sentí una punzada de molestia conmigo mismo por mencionarlo, pero mis
pensamientos continuaron sin piedad. No puedes protegerla. Una vez que
encuentres a Todd y llegue a casa, volverá a su mundo, y tú volverás al tuyo. Todo el
mundo que te rodea se lastima, ¿recuerdas? La mejor protección que puedes dar a nadie
seria quedarte lo más lejos posible de ellos.
Sí, pero ahora sería diferente. Kenzie iba a tener la vista. Ella estaría aún más
fuerte en mi locura, en mi jodido mundo, y necesitaría a alguien que le mostrara
las entradas y salidas de Faery.
No te engañes, Ethan. Esa es una excusa. Lo único que quieres es verla. Admítelo, no
quieres dejarla ir.
―Annwyl espera ―dijo él, y ella se volvió―. Tal vez deberías quedarte aquí
―sugirió, mirando hacia abajo sus manos―. Nosotros podemos encontrar el
anillo por nuestra cuenta.
―Keirran...
―Pero<
―Estoy segura.
―¿Ah? ―Ella se echó a reír―. ¿Eso es todo lo que toma para conseguir que te
quedes alrededor? Debí haber hecho el negocio de mi vida con las hadas antes.
―Voy a ser el que lleva una máscara de hockey, entonces. Así sabrás que soy
yo.
―El anillo est{ ahí ―dijo tranquilamente con una breve mirada hacia el cielo―.
Y la luna está a la derecha casi encima de nuestra cabeza. Tenemos que darnos
prisa. Pero recuerda ―advirtió―, cuando la luna llena brilla en un anillo de
hadas, los feys se aparecen para bailar. No vamos a estar solos.
219
A medida que nos acercábamos a los árboles, podía oír débiles hilos de la
música en el viento, los susurros de muchas voces que se levantaban en la
canción. Mi corazón golpeó, y apreté los puños, haciendo caso omiso de las
voces y la repentina urgencia de seguirlas, una fuerza que me atraía de manera
constante hacia la mata oscura de árboles.
Movimiento brilló entre los troncos, y la canción que era un susurro creció más
clara, más insistente. Me di cuenta de que Kenzie, tenía la cabeza inclinada con
una expresión de desconcierto, como si apenas pudiera oír algo en el viento.
Temeroso de que pudiera deslizarse sin mí, atraída por la embriagadora música
de hadas, tomé su mano, atrapándola en la mía. Ella parpadeó, sorprendida,
antes de darme una sonrisa y apretar la palma de mi mano. Mantuve mi agarre
apretado en ella cuando nos deslizábamos a través del bosque, caminando hacia
la música y las luces, hasta que los árboles se abrieron y nos situaron en el
borde de un claro lleno de hadas.
Keirran levantó su brazo para que Razor se escurriera a una rama encima.
Lo vi caminar con seguridad hasta los Sidhes, que le esperaban con diversos
grados de curiosidad y alarma. Me di cuenta que sabían quién era. El hijo de la
Reina de Hierro, el príncipe de la Corte de Hierro, sería probablemente alguien
que recordarías, sobre todo si su glamour era esencialmente fatal para ti.
Keirran habló en voz baja con el círculo de bailarines, que levantaron la vista
hacia nosotros, sonriendo con complicidad, y se inclinaron.
Ella me dio una sonrisa valiente, soltando mi mano, y dio un paso hacia
adelante. Cruzando la línea de setas, sin ver a los bailarines que se apartaban de
ella, caminó con firmeza hacia Keirran que estaba esperando en el centro.
―Por el infierno que puedo ―le respondí―. No voy a dejarla sola con ellos.
Preocupado, odiando la barrera que nos separaba ahora, estaba al borde de las
setas viendo a Kenzie caminar hasta la figura esperando en el centro del anillo.
Podría haber sido la luz de la luna, la extrañeza del entorno, o los bailarines
sobrenaturales, pero Keirran no se veía más remotamente humano. Tenía el
aspecto de un hada brillante, resplandeciente, su cabello plateado reflejando la
transmisión de luz pálida alrededor de él, sus ojos azul brillante en la
oscuridad. Apreté mi puño alrededor de mi ratán cuando Kenzie se acercó a él,
mirándose pequeña y muy mortal en comparación.
El príncipe hada sonrió y de repente sacó una daga, la hoja mortal era
intermitente en las sombras como un colmillo. Me puse tenso, pero él la sostuvo
entre ellos, apunto hacia arriba, pero luego el filo mortal se volvió hacia la chica.
―La sangre debe ser derramada por el destinatario para obtener la vista
―murmuró Annwyl cuando los labios de Keirran se movieron, probablemente
221
para recitar lo mismo a Kenzie―. Para que algo sea dado, algo debe ser tomado.
Unas gotas es todo lo que se necesita.
Kenzie se detuvo un momento, y luego alcanzo con una mano la hoja. Keirran
mantuvo el arma inmóvil. La vi prepararse a sí misma, y rápidamente mover el
pulgar a lo largo del borde afilado, haciendo una mueca. Gotas de sangre
cayeron de la hoja y de su mano, brillando al reflejo de la luz. Un suspiro
colectivo atravesó el círculo de feys a su alrededor cuando las gotas carmesí
golpearon la tierra, y me estremecí.
―Ahora sólo queda una cosa ―Annwyl susurró, y hubo un destello de ámbar
cuando Kenzie tomó el frasco―. Pero cuidado ―continuó, hablando casi para sí
misma, aunque tenía la sospecha de que estaba haciendo esto por mi bien,
dejándome escuchar lo que estaba pasando―. La visión se da en ambos
sentidos. No sólo podrá ver a los feys, ellos la notaran también. Aunque trate de
ocultarlo ellos siempre saben cuya mirada puede penetrar la niebla y el
glamour, cuando se puede ver a través del velo en el corazón de Faery.
―Keirran dio un paso atrás, levantando la mano, como si la llamara adelante―.
Si está dispuesta a aceptar este mundo, para estar entre ellos y ser parte de
ninguno de ellos, completa la última tarea, y únete a nosotros.
Logré un gesto pequeño, y eso fue todo lo que necesitó. Inclinó la cabeza hacia
atrás, y se llevó el frasco a los labios, y el contenido había desaparecido en un
santiamén.
Una brisa silbaba a través del claro, sacudiendo las ramas y haciendo que la
hierba se balanceara. Me pareció oír pequeñas voces susurrando en el viento, un
enredo de palabras hablando demasiado rápido para poder entender, pero se
habían ido antes de que tuviera la oportunidad de escuchar. En el centro del
anillo, Kenzie se tambaleó como si estuviera siendo golpeada por fuertes
vientos y cayó de rodillas.
Salté al otro lado de las setas, a través del grupo de feys observando, que no me
prestaron la menor atención, y me dejé caer a su lado mientras ella se arrodilló
en la hierba. Una mano agarró su corazón, jadeando. Su rostro estaba muy
pálido, y pensé que se iba a desmayar.
222
Terror se apoderó de mi estómago con una mano fría. Pero Kenzie no estaba
mirándome a mí o a cualquiera de nosotros, nunca más. Tenía la boca abierta en
una pequeña O, mientras lentamente se puso de pie, mirando el anillo de hadas
que nos rodeaba.
Uno de los Sidhe de Verano se adelantó, alto y elegante con una capa de hojas,
dorado cabello trenzado por su espalda.
―Vamos ―dijo él, tendiéndole una larga mano―. Un mortal que ha ganado la
Vista es motivo de celebración. Uno más para vernos, uno más para
recordarnos. Esta noche, nosotros bailaremos para ti. Príncipe Keirran.... ―Él se
volvió y bajó la cabeza hasta el fey de cabello plateado frente a mí―. Con su
permiso... ―Keirran asintió solemnemente. Y la música se alzó una vez más,
temiblemente convincente, inquietante y hermosa. Los Feys empezaron a bailar,
girando alrededor de nosotros, destellos de color y extremidades graciosas. Y
de repente, Kenzie estaba en esa multitud, fuera de mi lado antes de que
pudiera detenerla, sus ojos brillaban mientras bailaba entre los feys.
―Todo est{ bien ―dijo. Me volví para mirarlo, pero su rostro estaba en
calma―. Deja que tenga esto. Nada la lastimara esta noche. Te lo prometo.
―Hey.
Me volví. Kenzie se había separado del círculo y ahora estaba detrás de mí, la
luz de la luna brillando sobre su cabello negro.
Ella había dejado caer su abrigo y parecía una especie de hada en sí misma,
elegante y ligera, sonriéndome. Contuve la respiración mientras me extendía
una mano.
Di un paso atrás.
―No, gracias.
―Ethan.
―No quiero bailar con las hadas ―protesté, todavía retrocediendo―. Rompe
mi regla de “Cosas por las que mis compañeros no deben golpearme”.
―No estamos bailando con las hadas ―dijo, mientras yo hacía un último
intento de parar, para aferrarme a mi dignidad―. Estas bailando conmigo.
―Kenzie...
Era fácil, una vez que realmente te dejas llevar. La música fey hacía casi
imposible no perderse, solo cierras los ojos y dejas que te consuma. Todavía
mantenía una reserva pequeña de mi fuerza de voluntad mientras me
balanceaba con Kenzie, adelante y atrás en el centro del anillo, mientras que un
inhumano fey de Verano giró en torno a nosotros.
Solté un bufido.
―Eso no fue lo peor. La mitad de la clase jugó a estar enfermo ese día, y yo fui
el único de los chicos que se presentó, así que por supuesto me hicieron bailar
con todo el mundo. Mi mamá todavía tiene las fotos. ―Miré hacia abajo a la
parte superior de su cabeza―. Y si le dices a alguien sobre eso, voy a tener que
matarte.
―¿Ethan?
―¿Sí?
Hizo una pausa, trazando el tejido a lo largo de mis costillas, sin saber lo loco
que me estaba haciendo.
―Dijiste que la gente a tu alrededor se lastima, que yo no sería la única que las
hadas lastimaron por ti ―continuó, y mi estómago cayó―. Tú... ¿Puedes
contarme qué pasó? ¿Quién fue la otra persona?
―No es algo de lo que me gusta hablar ―murmuré―. Tomó años para que las
pesadillas finalmente pararan. No le he dicho a nadie, nunca...
―Podría ayudar ―dijo Kenzie en voz baja―. Sacar las cosas de tu pecho,
quiero decir. Pero si no quieres, lo entiendo.
Tal vez era hora... de decirle a alguien. Sería un alivio, tal vez. Expresar el
secreto que ha estado colgando sobre mí por años. Para que finalmente se vaya.
―Fue hace unos seis años atr{s ―empecé a decir, tragando la sequedad en mi
garganta―. Nosotros, mis padres y yo, acabábamos de mudarnos desde nuestra
pequeña granja a la ciudad. Mis padres criaban cerdos, ya sabes, antes de venir
aquí. Debe ser un interesante regalito para tu entrevista. El tipo duro cuyos
padres eran criadores de cerdos.
―Cree lo que quieras, en realidad era bastante dócil en ese entonces. El ceño
fruncido y esas cosas fueron posteriores al incendio.
Me puse serio.
La palma de Kenzie se quedó en mi pecho, justo sobre mi corazón, que latía con
fuerza contra sus dedos.
―Le dije que no. ―Mi voz sonó temblorosa al final―. Le rogué que no se
montara, pero ella amenazó que lo haría, que solo debía sentarme y no
chismear. Y yo no hice nada. La vi llevarla a un banco de picnic y girar hacia
arriba como lo hacía con todos los caballos en su campamento de verano. Yo
sabía lo que era, y no la detuve. ―Un escalofrío familiar corrió por mi columna
vertebral cuando recordaba, justo antes de que Sam se subiera, el phouka volvió
la cabeza y me dio una sonrisa que era más demoníaca que cualquier cosa que
jamás había visto―. Tan pronto como ella estuvo en su espalda ―susurré―, se
había ido. Arrancó a través de los árboles, y podía oír sus gritos todo el camino.
―Ella<
227
―Oh, Ethan.
―Sus padres se mudaron después de eso. ―Mi voz sonaba plana en mis oídos,
como la de un extraño―. Sam no recordaba el pony negro, esa es otra
peculiaridad de los feys. La memoria se desvanece, y la gente por lo general se
olvida de ellos. Nadie me culpo, por supuesto. Fue un accidente extraño, sólo...
yo sabía que no lo era. Sabía que si hubiera dicho más, discutido más, podría
haberla salvado. Sam hubiera estado enojada conmigo, pero todavía estaría
bien.
―Es<
―Por eso no puedo dejar que nadie esté cerca ―dije con voz ronca―. Si Sam
me enseñó algo, es que no me puedo permitir tener amigos. No puedo correr
ese riesgo. No me importa si los feys vienen en pos de mí porque los he
esquivado toda mi vida. Sin embargo, Ellos no están satisfechos con
simplemente hacerme daño. Se irán después tras alguien que me importa. Eso
es lo que hacen. Y no puedo detenerlos. No puedo proteger a nadie más que a
mí mismo y a mi familia, por lo que es mejor si la gente me deja en paz. Nadie
se hará daño de esa manera.
―Excepto tú.
228
―Sí. ―Suspiré, frotando una mano sobre mi cara―. Sólo yo puedo manejar
eso.
―Sí, pero<
―No hay peros. ―Ella me sacudió de nuevo, su voz era firme―. Tú no hiciste
subir a esa chica en el phouka. Intentaste advertirle. Ethan, tú eras un niño
pequeño mirando un hada. No hiciste nada malo.
―¿Qué hay de ti? ―Mi voz salió ronca, entrecortada―. Te metí en este lío. No
estarías aquí si no hubiera<
―Estoy aquí porque quiero estar ―dijo Kenzie con esa voz suave y calmada―.
Tú mismo lo has dicho, podría haber ido a casa en cualquier momento que
quisiera. Pero me quedé. Y tú no irás culpándote por el resto de tu vida. No
ahora. Porque no importa lo que pienses, no me importa cuánto digas que
quieres estar solo, que es mejor para todos si mantienes la distancia, no puedes
pasar por todo esto por ti mismo. ―Apretó sus brazos alrededor de mí, su voz
cayendo a un murmuro―. Me voy a quedar. Estoy aquí, y no iré a ninguna
parte.
No pude decir nada por unos pocos segundos, porque estaba bastante seguro
de que si abría mi boca me vendría abajo.
Kenzie no dijo nada, tampoco, y nos quedamos allí por un rato, con sus brazos
envuelto alrededor de mi cintura, su cuerpo delgado contra el mío. Los feys
229
Poco a poco, me volví en sus brazos. Miró hacia mí, sus dedos todavía estaban
contra la parte baja de mi espalda, sosteniéndome cautivo.
De repente estaba seguro de que no quería moverme, que estaría contento con
permanecer así, atrapado en el medio de un anillo de hadas, hasta que saliera el
sol y las hadas desaparecieran, llevando su música y glamour con ellos.
Mientras ella estuviera allí.
Mi corazón latía con fuerza, y una pequeña voz interior me estaba advirtiendo
de no hacerlo, de no acercarme. Si lo hiciera, Ellos sólo le harían daño, haría de
ella un objetivo, la utilizarían para llegar a mí. Pero no podía luchar contra esto
más, y ya estaba cansado de intentarlo. Kenzie había sido lo suficientemente
valiente para estar conmigo en contra de las hadas y no se había ido de mi lado
ni una vez. Tal vez era hora de dejar de vivir con miedo... y solo vivir.
Suspiré.
―Sí. ―De mala gana me eché hacia atrás, decidido a terminar lo que había
empezado más tarde. Kenzie parecía decepcionada, pero me dejó ir―. Debemos
irnos, antes de que él encuentre a los otros. ―Tomando su mano, caminé fuera
230
del anillo, a través de filas de hadas. Justo dentro de la línea de árboles, Annwyl
y Keirran esperaban en el borde de las sombras, de espaldas a nosotros.
―¡Keirran! ―le dije, echando a correr, Kenzie corrió también para mantener el
paso. Keirran no se movió, y le tocó el hombro cuando me detuve a su lado―.
Hey, tenemos compañía< oh.
―Así que me alegro de verte, humano ―ronroneo una voz desde una rama
encima. Grimalkin resoplo, mirando a Keirran, y sonrió―. Qué divertido que
ambos estén aquí. La Reina no está del todo feliz con cualquiera de ustedes.
231
―¿Qué estás haciendo aquí, gato? ―demande, y Grimalkin dirigió una lenta,
aburrida mirada hacia mí―. Si estás aquí para llevarnos de vuelta a Meghan,
puedes olvidarlo. Nosotros no vamos a ninguna parte.
―Como si no tuviera nada mejor que hacer que jugar a la niñera de un par de
mortales rebeldes. ―Resopló―. No, la Reina de Hierro simplemente me pidió
que te encontrara, para ver si todavía estabas con vida. Y para asegurarse de
que no pasearas en la guarida de un dragón o cayeras en un agujero oscuro,
como ustedes los humanos son tan propensos a hacer.
―Así que ella te envió para que nos cuides. ―Crucé los brazos―. Nosotros no
necesitamos de tu ayuda. Lo estamos haciendo bien por nuestra cuenta.
―¿Ah, sí? ―Grimalkin curvó sus bigotes hacia mí―. ¿Y a dónde vas a ir
después de esto, humano? ¿De vuelta con Leanansidhe? Ya he estado allí, y ella
te dirá lo mismo que yo estoy a punto de decirte. ―Él volvió a bostezar y se
estiro en la rama, arqueando la cola sobre su espalda, haciéndonos esperar.
Volviendo a sentarse, levantó una pata y le dio unas cuantas lamidas lentas.
Golpeé mis dedos impacientemente en mi brazo. De las pocas historias que
Meghan me había contado acerca de Cait Sith, había pensado que podría estar
exagerando. Ahora sabía que no lo estaba.
―¿Nueva York? ―Kenzie frunció el ceño―. ¿Por qué allí? Pensé que Nueva
York sería un lugar que los feys evitarían, ya sabes, porque está tan lleno de
gente y, um... Hierro y...
―En efecto ―dijo el gato, asintiendo con la cabeza―. Sin embargo, Central
Park tiene una de las mayores poblaciones de exiliados fey en el mundo.
Muchos mestizos también provienen de esa zona. Es un pequeño oasis en
medio de una vasta población de seres humanos. Además, hay más caminos de
hadas hacia y desde Central Park de lo que nunca adivinarías.
―Entonces, ¿cómo se supone que vamos a llegar a Nueva York desde Irlanda?
Grimalkin suspiró.
―Uno pensaría que no tendría que explicar cómo funciona esto a los mortales,
una y otra y otra vez ―reflexionó―. No te preocupes, humano. Leanansidhe y
yo ya hemos hablado de ello. Te llevare allí, y entonces puedes debatirte sin
rumbo al contenido de su corazón.
―¿Qué pasa con la reina? ―le pregunté sobre los silbidos ahogados de Razor y
los ocasionales “gatitos malos”―. ¿Ella no quiere que regreses a la Corte de
Hierro?
―La reina me pidió que te encontrara, y lo hice. ―Grimalkin se rascó una oreja,
sin preocuparse ni un poco por el furioso gremlin amenazando con prenderle
fuego―. Más allá de eso, me temo que no puedo esperar arrastrarte de vuelta si
no deseas ir. Aunque... el príncipe consorte mencionó la frase, tirar la llave, en
un momento dado.
No podía estar seguro, pero me pareció ver que Keirran tragó. Razor dio un
zumbido que sonaba casi preocupado.
―¿Ahora mismo?
―No veo el punto en repetírtelo, humano ―dijo Grimalkin con una mirada
desdeñosa hacia mí―. Síganme o no. No hace ninguna diferencia para mí.
* * *
Nunca había estado en la ciudad de Nueva York o en Central Park, a pesar de
que había visto imágenes de ambos en línea. Como se veía desde arriba, el
parque era bastante sorprendente: una enorme franja, perfectamente
rectangular de naturaleza rodeada de edificios, carreteras, rascacielos y
millones de personas. Tenía bosques, prados, incluso un par de enormes lagos,
directamente en el centro de una de las ciudades más grandes del mundo.
Bastante impresionante.
―Eso depende de ti, humano ―afirmó con calma―. No puedo mirar por
encima de tu hombro a cada paso del camino. Te he traído a tu destino, qué
harás a continuación no es asunto mío. ―Él pasó la pata sobre sus orejas y se
lamió los bigotes antes de continuar―. De acuerdo con Leanansidhe, ha habido
varias desapariciones en Central Park. Entonces estás en el lugar correcto para
empezar a buscar... lo que sea que estás buscando.
―Te das cuenta de que Central Park es de más de ochocientos acres. ¿Cómo se
supone que vamos a encontrar algo?
234
Sí, Central Park era enorme, todo un mundo en sí mismo, al parecer. Seguimos
a Annwyl por senderos sinuosos del bosque, por caminos de cemento más
anchos bordeados por árboles, a través de un gran césped plano que todavía
tenía gente pululando alrededor, lanzando balones de fútbol o acostados juntos
en mantas, mirando las estrellas.
―No hemos encontrado nada, Annwyl ―dijo Keirran, y ella asintió con la
cabeza.
―Lo sé.
Continuamos más allá del césped, caminando por un espacio grande, al aire
libre en la orilla de un lago. Una estatua de dos amantes abrazados sentados a
las afueras del teatro, juntos por todos los tiempos. Una vez más, Annwyl se
detuvo, mirando la estructura como si esperara ver a alguien allí.
235
―Tenemos que seguir buscando ―dijo Kenzie―. Tiene que haber alguien que
sepa lo que está pasando. ¿Hay algún otro lugar donde podríamos buscar?
Annwyl asintió.
Ella nos llevó por otro camino que se convirtió en un sendero rocoso y sinuoso a
través de un tranquilo paisaje de flores y plantas. Barandillas de madera rústica
y bancos se alineaban en la ruta, y algunas flores que florecían tarde todavía
sobresalían de la vegetación. Pintoresco fue la palabra que me vino a la mente
mientras perdíamos a Annwyl a través de los exuberantes jardines. Pintoresco e
inusual, aunque no dije en voz alta mi opinión. Keirran y Annwyl eran hadas y
Kenzie era una chica, por lo que estaba bien para ellos que se fijen en esas cosas.
Como miembro portador de una tarjeta del club chico, no iba a comentar sobre
los arreglos florales.
Estaba vacío, a excepción de un solitario pájaro negro cerca de las ramas más
altas, acicalando sus plumas. Annwyl tenía razón, era extraño que no nos
hubiéramos topado con ningún fey, especialmente en un lugar como este.
Central Park tenía todo lo que podían pedir: arte e imaginación, enormes franjas
de naturaleza, una fuente inagotable de glamour de todos los humanos que
pasaban. Este lugar debería estar lleno de hadas.
236
―Sí ―dijo Annwyl, pero ella no parecía confiada―. Hay otros lugares. Sheep
Meadow<
Un grito rompió el silencio, causando que todos nos estremeciéramos. Era débil,
haciendo eco a través de los árboles, pero unos segundos más tarde llego otra
vez, desesperado y aterrorizado.
―¡Vamos!
Cargamos hacia abajo por el sendero, siguiendo el eco del grito, con la
esperanza de que íbamos en la dirección correcta. Al salir del Jardín de
Shakespeare, el camino se dividió ante nosotros, y me detuve un segundo,
jadeando y mirando alrededor. Sólo podía ver la parte superior de la sala a la
izquierda, pero justo delante de nosotros...
―¿Eso es... un castillo? ―le pregunté, mirando las torres de piedra que se
levantaban sobre los árboles.
Otro grito resonó, y una pequeña figura oscura apareció en medio del enjambre,
luchando en lo alto de la torre.
―Quédate aquí ―le dije, mientras ella tomaba un aliento para protestar―.
¡Kenzie, no puedes lanzarte allí arriba! Hay demasiados de ellos, y tú no tienes
nada con que pelear.
―Ethan ―llamó Keirran antes de que pudiera discutir. El príncipe hada estaba
a pocos pasos arriba, mirando a lo alto de la escalera―. ¡Ya vienen!
Blandiendo su arma, Keirran arremetió por las escaleras conmigo detrás de él.
Los malvados, gnomos sin boca se escabulleron hacia nosotros, ojos duros y
furiosos, levantando sus manos mientras se abalanzaban. Uno de ellos agarro
mi brazo mientras me tiró hacia atrás. Su palma abriéndose hacia arriba o más
bien, una enorme boca, con dientes alineados se abrió sobre su palma, silbando
y masticando, cuando me jale.
―Lo vi. ―La espada de Keirran brilló, y un brazo fue a toda velocidad lejos, la
boca chillando. El fey fantasmal presionado, levantando sus horribles manos.
Rodeadas por diminutos dientes rechinantes, Keirran se mantuvo firme,
cortando en cualquier hada que se acercara demasiado―. ¿Los demás están
bien? ―jadeó sin mirar atrás.
Casi perdí el gnomo que esquivo la guardia de Keirran y saltó hacia mí, ambas
manos apuntando a mi garganta. Me tambaleé hacia atrás, levantando mi palo,
pero una vid golpeó repentinamente sobre la barandilla de la escalera y se
enrolló alrededor del hada en el aire, lanzándolo lejos.
Miré hacia atrás y vi a Annwyl, una mano extendida, las plantas alrededor de
ella se retorcían furiosamente. Asentí con la cabeza en agradecimiento y me
arrojé hacia adelante para unirme a Keirran.
Poco a poco, nos abrimos paso por las escaleras hasta llegar al patio que se abría
en la base de las torres. Los feos gnomos se replegaron, deslizándose hacia
nosotros con sus manos dentadas mientras seguíamos adelante. Uno de ellos
logró aferrarse a mi cinturón, sentí los dientes afilados cortando a través de mi
piel tan fácilmente como si fuera papel antes de que le rompiera la empuñadura
de mi arma en su cabeza con una maldición.
Nos abrimos paso a través de la terraza, luchando contra los gnomos que
pululaban de todas direcciones, hasta que quedamos a la sombra del propio
castillo en miniatura. Kenzie y Annwyl se quedaron atrás en la parte superior
de las escaleras, Annwyl uso la magia de Verano para asfixiar y enredar a sus
oponentes, mientras que Kenzie los golpeaba con su palo una vez que estaban
atrapados.
Pero seguían llegando más, escalando las paredes, apresurándose con los
brazos en alto. Un grito detrás de nosotros me hizo mirar hacia atrás. Varios
gnomos formaban un amplio círculo alrededor de Kenzie y Annwyl. No
estaban atacando, pero las manos de las hadas se estiraron hacia la chica de
Verano, las horribles bocas se abrieron. Annwyl había caído a sus manos y
rodillas, su esbelta forma deshilachándose en los bordes como si estuviera
hecha de niebla y el viento le soplara lejos. Kenzie se precipito hacia delante y
giró hacia un gnomo, golpeándolo en el hombro. Él se volvió con un silbido y
agarró el palo con ambas manos. Había una grieta astillada, y el ratán se
destrozó, rompiéndolo en pedazos, cuando los dientes del hada trabajaron
brevemente en la madera.
―Tú realmente encuentras a las personas más extrañas en Nueva York ―dijo
una nueva voz en algún lugar por encima.
Miré hacia arriba. Una delgada figura estaba encima de una de las torres, brazos
cruzados, mirando abajo con una sonrisa. Sacudió la cabeza, desplazando
varias plumas de su cabello carmesí, dándome un segundo vistazo de sus orejas
puntiagudas.
Una daga salió volando por los aires desde su dirección, golpeando a un
gnomo mientras corría hacia delante, convirtiéndolo en niebla. Un segundo
después, el extraño aterrizó junto a mí, sin dejar de sonreír, sacando una
segunda daga de su cinturón.
El grupo levantó sus brazos otra vez, bocas abriéndose, y sentí ese extraño, tirón
lento. El hada a mi lado resopló.
240
Asentí con la cabeza y corrí hasta el pie de las escaleras donde Keirran se echó
hacia atrás, interponiéndose entre los gnomos, Annwyl y Kenzie, sus ojos
brillaban tratando de que nada se acercara. Annwyl se desplomó contra el
suelo, y Kenzie se puso protectoramente a su lado, todavía con la mitad rota del
ratán. Algunos gnomos los rodearon con los brazos extendidos y mirando a
Keirran, uno estaba doblado a unos metros de distancia como si estuviera
enfermo.
Saltando de la escalera, caí detrás de una de las hadas con un grito, estrellando
mi palo hacia abajo sobre su cráneo. Cayó como una piedra, desvaneciéndose
en la nada, y rápidamente me hice a un lado, pateando a otro en la cabeza,
arrojándolo lejos.
Keirran no estaba escuchando. Tan pronto como los gnomos se habían ido,
enfundó su arma e inmediatamente se dirigió hacia Annwyl, dejándose caer a
su lado. Los oí hablando en bajos murmullos, la voz de Keirran se oía
preocupada preguntándole si se encontraba bien, la chica de Verano insistiendo
en que estaba bien. Suspiré y me volví hacia Kenzie; ellos probablemente
estarían inaccesibles por un tiempo.
―Mejor el palo que tú ―murmuré, sintiendo sus rápidos latidos, sus brazos
rodearon mi cintura para aferrarse a mí―. ¿Estás bien?
―Sí. ―Apreté los dientes mientras ella se alejaba y tomó suavemente mi brazo.
―Uno de ellos confundió mi brazo con el palo. ¡Ay! ―Me estremecí cuando ella
echó hacia atrás la manga desgarrada, dejando al descubierto un lío de sangre y
piel en rodajas―. Puedes agradecerle a Keirran por esto ―murmuré mientras
Kenzie me daba una horrorizada mirada de disculpa―. Él se fue en picada para
rescatar a su novia y me dejó solo con una media docena de feys pirañas.
Y hablando de picada...
―Hey ―dijo una voz familiar, ligeramente molesta en la parte superior de las
escaleras―. No a la lluvia en su pequeña reunión o algo, pero, ¿no se te olvidó
algo ahí atrás? Algo como, oh, no lo sé... ¿yo?
―¿Me recuerdas? ―dijo el, saltando el último escalón hacia nosotros, sin dejar
de sonreír. Kenzie lo miró con curiosidad, pero él miró más allá de ella a
Keirran y Annwyl―. ¡Oh, bueno, y el pequeño príncipe está aquí, también! ¡El
mundo es un pañuelo! ¿Y qué, si se puede preguntar, estás haciendo tú aquí con
el hermano de la reina?
Keirran tenía una amplia sonrisa de alivio, y la otra hada le devolvió la sonrisa;
obviamente, se conocían. Annwyl, por otro lado, se veía ligeramente
deslumbrada. Supongo que no se le podía culpar, considerando quién era este.
―¿Yo? ―El hada entrelazó sus manos detrás de su cabeza―. Se suponía que
debía cumplir con cierta bola de pelos odiosa cerca del Jardín de Shakespeare,
242
pero entonces oí un escándalo, así que decidí investigar. ―Negó con la cabeza,
dándome una mirada perpleja―. Por Dios, no eres más que problemas como tu
hermana, ¿lo sabías? Debe ser cosa de familia.
No le hice caso.
―Leanansidhe nos envió aquí para ver lo que estaba sucediendo con los
exiliados y mestizos. Estábamos tratando de encontrarlos cuando apareciste.
―Oh, hey, sierra zumbadora. ¿Aún dando vueltas, cierto? ―Suspiró―. Por lo
tanto, vamos a ver si lo entiendo. ¿La espeluznante Musa Oscura ha conseguido
que pisoteen todo Central Park en alguna especie de loca misión secreta, y ella
no me dijo nada al respecto? Bueno, estoy un poco herido. ―Cruzando sus
brazos, nos dio a Keirran y a mí una mirada escudriñadora, y sus ojos verdes se
estrecharon considerablemente―. ¿Cómo hicieron los dos para involucrarse en
esto, de todos modos?
243
Algo en su voz hizo que los pelos a lo largo de mi brazo se erizaran. Keirran y
yo. No Kenzie o Annwyl; él ni siquiera las miraba. Puck sabía algo. Al igual que
Meghan. Era como si se hubiera confirmado que Keirran y yo se suponía que
nunca debíamos conocernos, que vernos juntos era definitivamente una cosa
mala.
No podía pensar en eso ahora, sin embargo. Puck ciertamente no iba a decir
nada.
―Mi amigo Todd fue secuestrado ―le dije, y él arqueó una ceja―. Él es un
mestizo, y fue tomado por el mismo tipo de criaturas que succionan el glamour
de un fey normal.
―Así que eso es lo que estaban haciendo. Ugh. ―Puck tembló exageradamente
y cepilló sus brazos―. Repugnantes y espeluznantes cosas. Me siento muy
violado en este momento. ―Se sacudió, y luego frunció el ceño hacia mí―. Así
que, ¿tú sólo decidiste ir a buscarlo? ¿Así de fácil? ¿Sin decirle nada a nadie
sobre ello? Wow, eres igual que tú hermana.
―Pero él te escuchará a ti ―le dije a Puck―. Alguien tiene que decirle a las
Cortes sobre esto.
―¿Y tú crees que yo debería ser el recadero? ―Puck se cruzó de brazos―. ¿Qué
es lo que parezco, una paloma mensajera? ¿Qué hay de ti? ¿Qué están
planeando los cuatro? ―Él nos miró a todos, especialmente a Keirran, y
sonrió―. Sea lo que sea, creo que debería quedarme alrededor por ello.
―¿En serio? Tu brazo lo ve de otro modo, chico. ¿Qué diría Meghan si supiera
que estabas aquí? Los dos ―añadió, mirando a Keirran.
244
Puck entrecerró sus ojos en ranuras brillantes, luciendo más peligroso ahora, y
rápidamente cambié de táctica.
―Sin embargo, las Cortes tienen que saber lo que está pasando ―agrego
Keirran―. Tú sentiste lo que esas cosas estaban haciendo. ¿Cuánto tiempo
pasara antes de que maten a todos los exiliados en el mundo real y empiecen
mirando a Nuncajamás?
―Tienes que ir con ellos ―le dije―. Tú debes hacerles saber lo que está
pasando. Si le dices a Oberon<
Ellos no vieron la forma en que Puck se quedó mirándolos, sus ojos entornados
y con problemas, una sombra oscureció su rostro. Ellos no vieron la forma en
que su mirada se estrechó, con su boca fija en una sombría línea. Esto causó que
un escalofrío resbalara por mi espalda, pero antes de que pudiera decir algo, el
bromista de Verano bostezó ruidosamente y se estiró, levantando sus largas
extremidades por encima de su cabeza, y la mirada de miedo en su rostro
desapareció.
―Bueno ―murmuro él, quitándose el polvo de las manos―, Creo que me voy a
la Corte de Verano, entonces. ¿Estás seguro de que ustedes cuatro no necesitan
ningún tipo de ayuda? Me siento un poco al margen de la acción.
―Vamos a estar bien, Puck ―dijo Keirran―. Si ves a mis padres, diles que lo
siento, pero tenía que ir.
El príncipe suspiró.
―Mi voto es sí ―le dije. Cambié mi brazo a una posición más cómoda,
apretando los dientes cuando el dolor atravesó mi muñeca―. Si nos
encontramos con más de esas cosas, no voy a ser capaz de luchar muy bien.
La figura oscura sacudió su cabeza hacia mí, abriendo mucho los ojos. Salté
hacia arriba de los escalones, subiéndolos de dos en dos, los otros siguiéndome
de cerca.
―Annwyl ―dijo Keirran cuando llegamos al punto donde el mestizo se fue por
arriba. Él estaba nadando por la orilla del estanque, alejándose rápidamente―.
¿Podrías detenerlo?
―Lo tengo ―murmuró Keirran, y saltó sobre la pared. Se agazapó allí una
fracción de segundo, equilibrándose con gracia en el borde, y luego se dejó caer
el largo camino hacia abajo al suelo, aterrizando sobre un trozo de sólida tierra
debajo de nosotros con la ligereza de un gato.
Fruncí el ceño a la parte posterior de su cabeza, como yo, que soy un simple
mortal, tuve que volver sobre mis pasos de regreso por las escaleras y alrededor
del estanque. Kenzie siguiéndome. Cuando llegamos al lugar el mestizo estaba
248
―Cálmate, ahí. ―La suave voz de Keirran flotó sobre las rocas―. No voy a
hacerte daño.
Keirran miró casi con aire de culpabilidad mientras me unía a él, mirando a la
maraña de enredaderas, malas hierbas, flores y mestizo.
Keirran hizo un gesto. Un pequeño globo de fuego sin calor apareció por
encima, haciéndola saltar.
―Oh, bueno, eso es práctico ―dijo ella con una sonrisa irónica―. Apuesto a
que eres la diversión en viajes de campamento.
* * *
―Oh, han vuelto, queridos ―dijo Leanansidhe, sonando ligeramente
resignada―. ¿Y qué, puedo preguntar, es eso?
―Eso es todo lo que va a decir ―dijo Kenzie, mirando preocupada hacia atrás
al troll―. Nosotros intentamos hablar con él. No recuerda nada. Ni siquiera
creo que sepa quién es él.
―¿Goodfellow? ―La Reina Exiliada hizo una mueca―. Ah, así que eso es de lo
que Grimalkin estaba hablando, criatura tortuosa. ¿Dónde está nuestro querido
Puck ahora?
―No había otros ―le dije, y ella me miró y luego levantó las cejas
sorprendida―. Él es el único que encontramos.
―El parque es una zona muerta ―dijo Annwyl. Pude ver que ella estaba
temblando―. Todos se han ido. No queda nadie. Sólo esos horribles comedores
de glamour. Creo... creo que ellos mataron a todos.
De repente me pregunté lo que ellos podían hacerle a los mestizos. Tal vez no
podrían hacerlos desaparecer como a un fey regular; quizás el lado humano de
un mestizo les impedía dejar de existir. Pero, ¿que podría hacerles drenar su
magia de ellos? Miré a Thomas, de pie tristemente en el centro de la habitación,
ojos vacíos de razón, y sentí que mi piel se erizaba.
―¿Volver? ―Fruncí el ceño a ella―. ¿Por qué? No hay nada allí. El parque está
completamente muerto de feys.
251
No sabía a lo que ella quería llegar, pero Kenzie habló, como si acabara de
descubrirlo.
Leanansidhe le sonrió.
―¿Yo, querido? Me gustaría, pero me temo que la notable chusma Goblin haría
bastante desorden mientras me voy. Lamentablemente, no puedo ir con
desgana a través de todo el país cada vez que me da la gana, mascotas, tengo
obligaciones aquí que hacen que sea imposible. ―Ella me miró y arrugó la
nariz―. Ethan, cariño, estas chorreando sangre por todas partes de mis
alfombras limpias. Alguien debe hacerse cargo de eso.
Lo levanté, atrayendo una molesta reprimenda del gnomo. Ellos habían puesto
algún tipo de ungüento maloliente sobre la herida y envolvieron firmemente
con vendas por lo que ya no dolía, sólo estaba entumecido.
―Viviré.
Kenzie pasó sus dedos sobre mi piel, enviando un hormigueo por mi brazo.
―Supongo que no hay alguna manera de poder convencerte para que te quedes
atrás ―murmuré, ya sabiendo la respuesta.
―Nop ―dijo Kenzie con forzada alegría. Miré hacia arriba, y me dio una
sonrisa feroz―. Ni siquiera lo pienses, Ethan. Tú necesitarás a alguien que
cuide tu espalda. Que se asegure de que no seas mordido por las más
desagradables hadas con dientes afilados. No gané la vista sólo para sentarme y
no hacer nada.
Suspiré.
―Lo sé. Pero no tengo nada más para protegerte. O a mí, para el caso. ―Con
cautela, apreté mi puño, haciendo una mueca ante las agujas de dolor que
disparó hacia mi brazo―. Si vamos a ir a buscar este nido, no quiero un palo.
No es suficiente. Quiero mi cuchillo o algo filoso entre yo y ésas hadas. No
podré retenerlos con ellos por más tiempo.
No habría ningún razonamiento con ellos, sin peticiones de favores o tratos. Era
matar o ser destrozado en sí mismo.
Creo que me estremecí, porque Kenzie avanzó más y se inclinó hacia mí,
apoyando su cabeza en mi hombro.
Pensé en ello.
―Vamos a tener que hacer algo, Ethan. ―La voz de Kenzie era suave, y sus
dedos rozaron tiernamente el vendaje en mi muñeca―. Están de algún modo
sobre nuestras cabezas. Nosotros necesitaremos toda la ayuda que podamos
conseguir.
Nunca quise ser al que todo el mundo recurría por dirección. Keirran no estaba
allí, este era mi reclamo. ¿Cómo era posible que todo descansara sobre mí?
Espera. Tal vez había alguien a quién podía preguntar. Me acordé de su cara en
el vestuario, la forma en que había mirado a su alrededor como si supiera que
había algo allí. Recordé sus palabras. Si necesitas ayuda, Ethan, todo lo que tienes
que hacer es preguntar. Si estás en problemas, puedes venir a mí. Para cualquier cosa,
no importa cuán pequeño o loco podría parecer. Recuerda eso.
Guro. Guro podría ser el único que entendería. Él creía en las cosas invisibles,
las criaturas que no podrías ver a simple vista. Eso es lo que él había estado
tratando de decirme en el vestuario.
Por supuesto, podría estar poniendo demasiado en ello. Él podría pensar que
finalmente me volví loco y llamaría a las personas de las batas blancas.
―Creo ―comencé, esperando que los demás estuvieran bien con un desvío―,
que voy a tener que pedirle a Leanansidhe un último favor.
* * *
Ella no estaba del todo contenta con la idea de nosotros corriendo a Louisiana
otra vez.
255
―¿Cómo voy a saber que ustedes sólo no decidirán regresar a casa, queridos?
―dijo la Musa Oscuro, dándome una mirada penetrante―. Es posible que vean
su antiguo vecindario, sientan nostalgia, regresen con sus familias, y me dejen
desamparada. Eso no funcionaría para mí, mascotas.
―No voy a huir ―le dije, cruzando mis brazos―. No voy a llevar ésas cosas
directo a mi casa. Además, ellos ya podrían estar colgando alrededor de mi
vecindario, buscándome. Voy a regresar. Te lo juro, no daré marcha atrás hasta
terminar esto, de una manera u otra.
―Estoy aquí ―dijo una voz tranquila desde el pasillo, y el príncipe de Hierro
entro en la habitación. Él parecía cansado, más solemne de lo habitual, con
sombras agazapadas bajo sus ojos que no habían estado allí antes. Annwyl no
estaba con él―. ¿A dónde vamos? ―preguntó, mirando de mí a Kenzie y
viceversa―. ¿Regresaremos al parque ya?
Y quiero hablar con Guro una vez más, hacerle saber lo que está pasando, que yo
simplemente no he abandonado los estudios. Le debo eso, por lo menos. Y tal vez él
pueda decirles a mis padres que estoy bien. Por ahora, al menos.
Keirran asintió.
―Ella está bien. La lucha con los comedores de glamour tomó más de ella de lo
que nos dimos cuenta al principio. Está durmiendo ahora mismo. Razor está
con ella, él vendrá a mí cuando se despierte.
―Ella no sabe que nos vamos ―supuse, entrecerrando mis ojos―. Te estás
yendo sin ella.
―Tú viste lo que ellos le hicieron ―dijo con gravedad―. De todos nosotros,
ella es la primera en mayor peligro. No puedo correr ese riesgo de nuevo.
Estará más segura aquí.
―¿Así que sólo estas dejándola atrás? Ella va a estar enojada. ―Poniendo sus
manos en sus caderas, lo fulminó con la mirada, y él no encontró sus ojos―. Sé
que yo te patearía el culo si hicieras ese truco conmigo. Honestamente, ¿por qué
los chicos siempre piensan que saben lo que es mejor para nosotras? ¿Por qué
ellos no pueden hablar?
―No ―dijo, ignorando el molesto resoplido de Kenzie―. Quiero que ella este
segura. Prefiero que esté enojada conmigo antes que perderla con esos
monstruos. Vamos.
* * *
Le tomó casi toda la noche. La piskie guía de Leanansidhe conocía un solo
camino de hadas a mi ciudad natal, la casa de Guro estaba todavía lejos por la
ciudad donde salimos, y tuvimos que llamar a un taxi para que nos llevara el
resto del camino.
257
Whoa, ¿cuándo empezaste a confiar en las hadas, Ethan? Eso no puede pasar, no ahora,
ni nunca.
Con cuidado de no molestar a Kenzie, crucé mis brazos y miré por la ventana,
observando los destellos de las farolas. Y traté de convencerme de que todavía
no quería tener nada que ver con el Faery. Tan pronto como este negocio con los
comedores de glamour estuviera hecho, así sería.
―¿Ethan?
―Hey, Guro. ―Le di una sonrisa avergonzada―. Siento que sea tan temprano.
Espero no haberte despertado.
―Adelante ―dijo con voz firme que acelero mi corazón―. Rápido, antes de
que alguien te vea.
―Siéntense, por favor. ―Guro se volvió hacia mí, señalando el sofá, y todos
cuidadosamente nos sentamos en el borde. Kenzie se sentó al lado del viejo
258
―Yo soy sólo un amigo ―dijo―. Sólo estoy aquí para ayudar a Ethan y Kenzie.
No preste atención en mí.
Guro lo miró con extrañeza. Sus ojos se oscurecieron, y por un segundo, casi me
pareció que podía ver a través del glamour, a través del velo y del disfraz de
humano de Keirran, al hada debajo.
―Estas... ―Ella se quedó sin aliento, llevándose una mano a su boca―. ¿No son
estos los niños que estaban en la televisión? ¿No deberíamos llamar a la policía?
La mujer miró de Guro a nosotros y viceversa, antes de que ella asintiera con
rigidez.
―Por supuesto ―dijo con una voz severamente alegre, como si estuviera
tratando de aceptar toda la extraña situación. Me sentí mal por ella; no todos los
días tres chicos extraños llegaban a su puerta, dos de los cuales eran buscados
259
por la policía. Pero sonrió y les tendió una mano―. Nosotros podemos
sentarnos en la cocina hasta que su amigo termine aquí.
―Yo... ni siquiera estoy seguro de poder explicarlo. ―Me pasé las manos por el
cabello, tratando de ordenar mis pensamientos. ¿Por qué había venido? ¿Pensé
que Guro me creería si empezaba a hablar de hadas invisibles?―. ¿Te acuerdas
de lo que dijiste en el vestuario esa noche? ¿Acerca de no confiar en lo que te
dicen tus ojos? ―Hice una pausa para ver su reacción, pero no conseguí mucho,
sino que simplemente asintió con la cabeza para seguir adelante―. Bueno...
algo estaba detrás de mí. Algo que nadie más puede ver. Cosas invisibles.
―Algunas personas los llaman El pueblo gentil. Los nobles. Los buenos
vecinos.
―Sé que suena loco, pero siempre he sido capaz de verlos, desde que era un
niño pequeño. Y Ellos saben que puedo verlos, también. Ellos han estado detrás
de mí todo este tiempo, y no creo que pueda huirles más.
Miré hacia arriba, una pequeña fuente de esperanza quemo en mi pecho. Guro
no sonrió.
260
―Cómo<
―Tu sangre estaba en el marco de la puerta. ―La voz de Guro era grave, y oí la
preocupación detrás de ella―. Que, en todo caso, me dijo, que lo que yo había
visto era real. Te seguí, pero para el momento en que llegué a la parte trasera,
ambos se habían ido.
Yo contuve la respiración.
―A veces. ―La voz de Guro no cambio―. Pero ellos a menudo tienen ayuda.
Si son capaces de aceptarla.
―No sé qué hacer, Guro ―dije por fin―. He estado tratando de mantenerme
alejado de todo esto, no quería involucrarme. Pero ellos están amenazando a
mis amigos y familia ahora. Voy a tener que luchar contra ellos, o nunca me
dejaran en paz. Yo sólo... Tengo miedo de lo que van a hacerle a mi familia si no
hago algo.
―Autodefensa ―recité. Guro asintió con la cabeza hacia mí para que siguiera
adelante―. Para transmitir la cultura. Para asegurarse de que los conocimientos
no se desvanezcan.
Guro seguía esperando. Mis respuestas eran correctas, pero todavía no estaba
diciendo lo que él quería.
―¿Y?
―Para proteger a tu familia ―le dije en voz baja―. Para defender a los que te
importan.
Guro sonrió. Inclinándose hacia adelante, movió los pestillos de la caja y retiro
la parte superior.
Di una respiración lenta. Las espadas yacían allí en el fieltro verde, enclavadas
en sus fundas de cuero. Las mismas cuchillas que había utilizado en el torneo.
La mirada de Guro brilló hacia mí.
―Estos son tuyos ―explicó―. Yo los había hecho unos pocos años después de
que te unieras a la clase. Tuve la sensación de que podrías necesitarlos algún
día. ―Sonrió ante mi asombro―. Ellos no tienen historia, todavía. Eso
dependerá de ti. Y algún día, con suerte, se los podrás pasar a tu hijo.
Desabroché las espadas y las recogí en una nube de aturdimiento. Podía sentir
el equilibrio, la nitidez letal de los bordes, y agarré la empuñadura con fuerza.
Bien, ahora estaba listo para enfrentar lo que sea que esos bastardos chupadores
de glamour podrían lanzar en mí.
―Una cosa más. ―Guro metió la mano en la caja y sacó un pequeño disco de
metal colgando de una tira de cuero.
Un triángulo estaba grabado en el centro del disco, y entre las líneas había un
extraño símbolo que no reconocí.
―Gracias ―murmuré.
―Lo que sea que tengas que hacer frente, Ethan, no tienes que hacerlo solo.
* * *
Keirran estaba en la cocina, sentado en la barra con los codos apoyados en la
superficie de granito, una taza de algo caliente estaba cerca de su codo. La
pequeña niña se sentaba junto a él, garabateando en una hoja de papel con un
creyón y el medio-hada, El príncipe del Reino de Hierro, parecía
completamente intrigado por ella.
―Oh, por supuesto. Que tonto soy. ¿Qué más podrías dibujar?
Sonreí.
―¿Ethan? Por Dios, no te escuché entrar. Haz un poco de ruido la próxima vez.
―Miró el extraño artilugio que colgaba delante de ella―. ¿Qué es esto?
―¿Estás seguro?
―Bueno, quería ver si había un lugar en Central Park que podría ser la guarida.
Thomas dijo algo acerca de una "gran oscuridad", así que me preguntaba si tal
vez se refería a un subterráneo o algo por el estilo. Hice un poco de
investigación, ―Ella desplazo el mouse sobre un enlace e hizo clic―, y me
encontré con algo muy interesante. Mira esto.
Miré a la pantalla.
Un par de eléctricos ojos verdes miraban hacia abajo desde la parte superior del
refrigerador, y una larguirucha forma negra silbó a los dos perros de abajo.
Me estremecí. Esta era la última cosa que hubiera querido, arrastrar a Guro y su
familia en esta locura. Teníamos que salir de aquí antes de que fuera más lejos.
―Nos vamos ―le espeté cuando se volvió hacia mí con sorpresa―. ¡Ahora
mismo! Dile a tu gremlin que nos siga. Guro ―dije cuando mi instructor
apareció en la puerta, frunciendo el ceño ante una raqueta―. Me tengo que ir.
Gracias por todo, pero no podemos quedarnos aquí más tiempo.
―Ethan ―llamó Guro mientras empujaba a Keirran hacia la salida. Miré hacia
atrás con cautela, esperando que él no insistiera en que nos quedáramos―. Ve a
casa pronto, ¿me oyes? ―dijo Guro con voz firme―. No voy a notificar a las
autoridades, aún no. Pero al menos deja que tus padres sepan que estás bien.
―¿Dónde está Razor? ―preguntó Kenzie, justo cuando el gremlin corrió y saltó
sobre Keirran, farfullando frenéticamente. El Príncipe de Hierro hizo una
mueca cuando Razor escarbó sobre él, zumbando y tirando de su camisa.
265
Nos giramos. Una parte de la niebla parecía separarse del resto, deslizándose
hacia nosotros, siendo considerable. El gato-cosa con el rostro de la anciana se
levantó de la niebla, los labios arrugados tirando en una sonrisa malévola.
Detrás de ella, dos hadas más aparecieron, las cosas finas de ojos saltones que
nos habían perseguido a Kenzie y a mí a Nuncajamás. El chirrido de las armas
saliendo estremeció a través del aire brumoso.
―Eso es, muchacho. ¿Me recuerdas? Te vi, después de matar a mi hermana con
tu peligroso veneno glamour. Te vi a ti y a tu preciosa chica de Verano llevar a
los humanos a la Reina Exiliada. ―Ella curvó su marchito labio―. ¡Bah! Reina
Exiliada. Ella no es más reina verdadera que la babosa hinchada de Titania,
sentada en su trono, alimentando su fama mal adquirida. Nuestra Dama
destruirá estos conceptos tontos de las Cortes de Verano y de Invierno.
―Por ahora, ella está a salvo. Cuando la llevamos, nuestra Dama dio órdenes
específicas de que no sería dañada. Cuánto tiempo permanezca de esa manera
dependerá de ti.
―¿De los mortales? Nada. ―El gato-cosa apenas nos miró a Kenzie y a mí,
dando un resoplido desdeñoso―. Ellos son humanos. El chico puede tener la
vista, pero nuestra Dama no está interesada en los humanos. Ellos no tienen
ninguna utilidad para ella. Te quiere a ti, uno brillante. Ella sintió tu extraño
glamour mientras estaban en el parque, la magia de Verano, Invierno y de
Hierro. Ella nunca ha sentido algo así antes. ―El hada le enseño sus colmillos
amarillos en una sonrisa amenazadora―. Ven con nosotros a reunirte con la
Dama, y la chica de Verano vivirá. De lo contrario, vamos a alimentarnos de su
glamour, aspirar su esencia, y vaciar sus recuerdos hasta que no quede nada.
―¿Me lo prometes? ―dijo con firmeza―. ¿Me prometes no hacerle daño, si voy
contigo a ver a esta señora?
―¡Keirran! ―exploté bruscamente, dando un paso hacia él―. ¡No! ¿Qué estás
haciendo?
―Tengo que ―susurró―. Tengo que hacer esto, Ethan. Tú harías lo mismo si se
tratara de Kenzie.
Maldita sea, también lo haría. Y Keirran haría cualquier cosa por Annwyl, lo
había demostrado ya. Pero no podía dejarlo marchar felizmente a su
destrucción. Incluso si él era parte fey, todavía seguía siendo de la familia.
―Está bien ―dijo Keirran, girando hacia atrás―. Sí. Tienes un acuerdo. Iré
contigo, si juras no hacer daño a mis amigos cuando nos vayamos. Prométeme
eso, por lo menos.
El gato-hada olfateó.
―Como quieras.
―Keirran<
―¡No! ―le gritó, tirando de su cuello, como si pudiera llevárselo lejos―. ¡No
salir, Amo! ¡No!
Keirran no le hizo caso. Enderezando sus hombros, caminó con firmeza hacia el
trío de comedores de glamour, hasta que estaba a pocos metros de distancia. Me
di cuenta de que las dos delgadas hadas flotaban un espacio lejos de él mientras
se acercaba, como si temieran que alcanzarían accidentalmente su mortal
glamour de hierro.
Haz algo, me insté a mí mismo. No te quedes ahí y ver que se vaya. Pensé en correr
tras los comedores de glamour y rebanarlos a todos hacia la nada, pero si
Annwyl moría a causa de ello, Keirran nunca me lo perdonaría.
Apretando los puños, sólo podía ver como los feys se retiraban, una de las
hadas delgadas pasaba recortando la niebla detrás de ellos. Se abrió como una
cortina, revelando la oscuridad más allá del agujero. Oscuridad, y nada más.
―No nos sigan, humanos ―silbó el gato-hada entre dientes y se dirigió a través
del agujero en la niebla, moviendo la cola detrás de ella. La delgada fey sacudió
268
sus garras hacia Keirran, y él dio un paso a través del agujero sin mirar atrás,
desapareciendo en la oscuridad.
Los Olvidados
Traducido por ctt
Corregido por aranoi
A menos que alguien de extremo poder creara un camino de hadas para ellos,
sabiendo que nosotros estaríamos aquí.
A menos que lo que sea que estaba escondido en Central Park pudiera rivalizar
con Oberon o Mab.
―¿Dónde vamos ahora? ¿Cómo podemos llegar a Central Park desde aquí?
―¿Qué? ―lo miré―. ¿Por qué hay un camino de hadas a Leanansidhe tan cerca
de mi casa? ¿Estaba enviando a sus secuaces para espiarme a mí también?
―¡Amo pidió! ―gimió él, mostrando sus dientes―. Amo pidió a señora que da
miedo hacer camino de hadas.
Tal vez él tenía curiosidad. Tal vez quería ver el otro lado de su familia, el lado
humano. Tal vez estaba esperando conocernos un día, pero tenía miedo de
revelarse a sí mismo. Nunca lo había visto alrededor, pero tal vez hubiera
estado allí, oculto y en silencio, mirándonos. De repente, me pregunté si había
estado solo en la Corte de Hierro, si alguna vez se sintió fuera de lugar, un
príncipe mitad humano rodeado de hadas.
* * *
Otro paseo en taxi, Kenzie pago por ello esta vez, ya que yo estaba sin efectivo y
pronto estuvimos de pie en un familiar vecindario en el borde del parque
donde hace poco había hablado con la dríada. Parecía como si fuera hace
mucho tiempo ahora. El sol había quemado lo último de la niebla, y la gente
empezaba a moverse dentro de sus hogares. Yo miraba hacia el final de la calle.
A sólo unas cuadras de mí estaba mi casa, donde mamá se está preparando
271
Razor zumbaba con indignación pero saltó del hombro de Kenzie y corrió hacia
el tobogán de niños. Saltando por la barandilla, él farfulló y señaló
frenéticamente el espacio de debajo de los escalones.
Mientras Kenzie le aseguraba que lo hizo muy bien, yo negué con la cabeza
todavía sorprendido de que un camino de hadas de la infame Reina Exiliada
había estado tan cerca. Pero no podíamos perder tiempo. Todd, Annwyl y
Keirran ahora estaban allí fuera, con la Dama, y cada segundo era costoso.
La habitación en la que entramos era simple: una cama deshecha, una mesita de
noche, un escritorio en la esquina. Todo en tonos de blanco o gris. Lo único de
color en la habitación era un florero de flores silvestres en la esquina del
escritorio, obra de Annwyl, probablemente. Razor vibró tristemente cuando
entramos, y sus orejas se cayeron.
―La habitación del Amo ―sollozó él. Kenzie extendió la mano y le acarició la
cabeza.
Voces y música derivaban por el pasillo cuando abrí la puerta. No canto; sólo
notas suaves jugado al azar, apenas amortiguando una conversación. Mientras
nos aventuramos por el pasillo, las voces y notas se hicieron más fuertes, hasta
que llegamos a un par de puertas dobles que conducían a un cuarto musical con
alfombra roja. Un piano enorme puesto en el centro de la habitación, rodeado
por varios instrumentos en las paredes y el piso, muchos vibrando suavemente.
Un arpa puesta en una esquina, las cuerdas zumbando, aunque no había nadie
para tocarla. Un laúd sonaba una tonada tranquila en la pared del fondo, y una
272
―Ethan, cariño, ¡estás ahí! ―La Reina Exiliada se levantó en un aleteo de tela y
el humo azul, llamándonos a la habitación con su flauta cigarrillo―. Has
llegado justo a tiempo, mascota. Grimalkin y yo estábamos hablando de ti.
―Ella parpadeó mientras Kenzie y yo entramos por la puerta, luego miró hacia
el pasillo vacío―. Um, ¿dónde está el príncipe, queridos?
―Los comedores de glamor dijeron algo del Between. ―Yo veía como la otra
ceja de Leanansidhe se arqueó en sorpresa―. Tal vez tú no eres la única que
sabe cómo construir una guarida en el espacio entre Faery y el reino mortal. Si
puedes hacerlo, otros deberían de ser capaz de hacerlo, ¿verdad?
―Bien hecho, mascota. Eso podría muy bien ser su entrada. ―La Reina Exiliada
dio a Kenzie una sonrisa de aprobación―. Por supuesto, espacio no es un
problema aquí, como ustedes pueden haber notado. Esta “pequeña cueva” en
el mundo real podría ser una enorme caverna en el Between, o un sistema de
túneles que corre por kilómetros.
―Ahí es dónde vamos, entonces ―le dije―. Keirran, Annwyl y Todd deben
estar abajo en alguna parte. ―Me volví a la chica―. Kenzie, vamos. Cuanto más
tiempo estamos por aquí, más difícil será encontrarlos.
―Ah, ¿sí? El estratega inteligente siempre aprende lo más que pueda acerca de
su oposición. ―Olfateó y Grimalkin examinó una pata, dándole una lamida―.
Pero, por supuesto, si tú deseas ir cargando sin un plan, envía mis saludos al
Príncipe de Hierro cuando está inevitablemente descubierto.
―No. ¿Debería?
―Muy bien, muy bien. Sabemos lo que son ―dije―. Eso no explica realmente
por qué ellos están chupando el glamour de las hadas normales y los mestizos.
Grimalkin bostezó.
―Por supuesto que sí, humano ―indicó, como si fuera obvio―. Debido a que
ellos no tienen nada suyo. Glamour, los sueños y la imaginación de los
mortales, es lo que nos mantiene vivos. Incluso los mestizos tienen un poco de
magia en su interior. Pero estas criaturas han sido olvidados durante tanto
tiempo, la única forma para que existan en el mundo real es robándoselo a los
demás. Pero es sólo temporal. Para existir realmente, vivir sin miedo, tienen que
ser recordados de nuevo. De lo contrario, corren el riesgo de desaparecer una
vez más.
―Pero... ―Kenzie frunció el ceño, mientras que Razor murmuró con poco
entusiasmo “Gatito malo” desde su hombro―< ¿cómo pueden ser recordados,
cuando nadie sabe lo que son?
―No importa. ―Me sacudí y me volví a Leanansidhe, que levantó una ceja y
sopló su flauta cigarrillo―. Voy a volver por Keirran, Todd y los otros, no
importa lo que son estas cosas. Necesitamos un camino de hadas a Central Park
justo ahora. ―Ella entrecerró los ojos a mi tono exigente, pero no di marcha
atrás―. Tenemos que darnos prisa. Keirran podría no tener mucho de tiempo.
―Por aquí, seres humanos ―reflexionó, haciendo caso omiso de Razor, que
silbó y le escupió desde el hombro de Kenzie―. Los llevaré a Central Park. Una
vez más.
―¿Vas a venir con nosotros esta vez? ―preguntó Kenzie, y el gato soltó un
bufido.
La Gran Oscuridad
Traducido por ctt
Corregido por aranoi
Una vez más, entramos por el camino de hadas en Central Park, sintiendo el
familiar hormigueo a medida que pasábamos a través de la barrera. Era de
noche ahora, y faroles de las calles brillaban a lo largo del camino, aunque no
estaba muy oscuro. Las luces de los alrededores de la ciudad iluminaban el
cielo, brillando con una niebla artificial y haciendo imposible ver las estrellas.
Miré a Kenzie.
―No pude encontrar ninguna de las imágenes, pero encontré un artículo que
decía que está cerca de una pequeña entrada en el lado oeste del lago ―fue la
respuesta―. En realidad, es sólo una muy pequeña cueva. Más como una gruta,
en realidad.
―Es la mejor pista que tenemos ahora mismo ―respondí―. ¿Y has oído lo que
Leanansidhe dijo. Si estas cosas olvidadas tienen una guarida en el Between, el
tamaño no es la cuestión. Sólo necesitan una entrada desde el mundo real.
277
Hombre, eso espero. ¿Qué haría Meghan si algo le ha pasado? ¿Qué haría Ash? Ese
fue un pensamiento aterrador.
―Estoy seguro de que estará bien ―le dije a Kenzie, oblig{ndome a creerlo―.
Ellos no pueden drenar su glamur sin envenenarse a sí mismos, y no habrían
pasado por todos los problemas del secuestro de Annwyl si lo quería muerto.
Los senderos a través de los bosques del Ramble se hicieron aún más retorcidos.
Los árboles crecían más cerca, cerrando el paso a la luz, hasta que estábamos
caminando a través de la sombra y cerca de la oscuridad. Era muy tranquilo en
esta sección del parque, los sonidos de la ciudad amortiguados por los árboles,
hasta podrías casi imaginar que estabas perdido en este enorme, extenso bosque
a cientos de kilómetros de todo.
―¿Sí?
―¿Nunca te asustas?
Muy bien, me gustaría darle eso. Había hecho la cosa de todo "bastardo
espinoso" durante tanto tiempo, que no sabía lo que era real ya.
―¡Escóndete!
Kenzie y yo nos acurrucamos cerca del tronco del árbol mientras los Olvidados
nos dejaban ligeramente por detrás como fantasmas, sin ver. La abrace más
cerca, y su corazón latía con fuerza contra mi pecho, pero ninguna de las hadas
miró en nuestra dirección. Tal vez realmente no nos tomaron en cuenta, tal vez
dos humanos en el parque por la noche no era motivo de atención. Ellos estaban
a la caza de exiliados y mestizos, después de todo. Nosotros éramos sólo otra
pareja humana, por todo lo que ellos sabían. Mantuve mi cabeza y mi cuerpo
presionado cerca de Kenzie, como si estuviéramos saliendo, mientras las hadas
volaban sin un segundo vistazo.
Respondí el golpe con un ataque hacia arriba, y el filo de mi arma corto a través
de la frágil extremidad como si fuera una ramita, cortándola. El Olvidado
aullaba mientras su brazo se disolvió en niebla y se lanzó hacia atrás, agitando
violentamente el otro. Yo esquive los golpes frenéticos, acercándome, y rasgue
mi hoja a través del delgado cuerpo, cortándolo por la mitad. El hada se
dividió, deshilachándose en hebras de niebla y desapareció.
―¡Basta!
La nueva voz raspó a través de las filas de los Olvidados, y las hadas se hicieron
hacia atrás, mirándome con odio muy negro. Yo me pare allí, jadeando, la
sangre corría por mis brazos de innumerables cortes superficiales. La vieja
mujer con el cuerpo de gato se puso a unos pocos metros de distancia,
flanqueada por más delgados Olvidados, observando la carnicería con fríos ojos
entrecerrados.
―¿Otra vez tú? ―escupió hacia mí, dejando al descubierto unos dentados
colmillos amarillos―. No deberías estar aquí, Ethan Chase. Nosotros te dijimos
que te quedaras fuera de nuestros asuntos. ¿Cómo encontraste este lugar?
280
―Estoy aquí por mis amigos. Keirran, Annwyl y Todd. Déjalos que se vayan,
ahora mismo.
―Tú no estás en posición de dar órdenes, chico. Eres sólo un ser humano, hay
muchos más de nosotros de lo que piensas. No, la Dama va a decidir qué hacer
contigo. Con el hijo y hermano de la Reina de Hierro, las Cortes no se atreverán
en contra de nosotros.
Mis manos estaban temblando, pero agarre fuerte el mango de mis espadas y di
un paso más cerca, causando que varios Olvidados se hicieran para atrás.
―No me iré sin mis amigos. Si tengo que tallar un camino a través de cada uno
de ustedes hasta la propia Dama, los voy a sacar de aquí ―girando mis
espadas, le di al hada-gato una sonrisa malvada―. Me pregunto qué tan
resistente es su Dama a las armas de Hierro.
Un grito sacudió mi atención alrededor. Hubo una pelea corta, y dos Olvidados
arrastraban a Kenzie por detrás de un árbol. Ella gruñó y les dio una patada,
pero el hada larguirucha siseó y hundió sus garras en sus brazos, haciéndola
sangrar. Jadeando, ella se estremeció, y uno de ellos le agarró el cabello, tirando
su cabeza hacia atrás.
―No des otro paso, pequeño humano ―advirtió mientras yo levantaba mis
armas―. O vamos a cortarla de oreja a oreja. ―Uno de las larguiruchas hadas
levantó un dedo delgado y puntiagudo hacia la garganta de Kenzie, y me quedé
helado.
―¡Gatito malo! ―gritó él, y la Olvidada aulló―. ¡Gatito malo, no lastima niña
bonita!
¡No! Me volteé hacia el hada-gato, pero ella siseó una orden, y los dos
Olvidados agarraron a Kenzie obligándola a ponerse de rodillas con un jadeo.
El hada-gato esperó un momento más, me miraba con los ojos llenos de odio,
antes de recurrir a los Olvidados que agarraban a Kenzie.
―¡No! Tú ganas, ¿de acuerdo? ―Cambié mis espadas a dos manos, las arrojé
lejos, entre los árboles. Brillaron durante un breve segundo, capturando la luz
de la luna, antes de caer en la sombra y perderse de vista.
―Un acierto ―susurró la criatura-gato, y asintió con la cabeza a las hadas que
sujetaban a la chica. La arrastraron hacia arriba y la empujaron hacia delante,
mientras el resto de los Olvidados se cerraban. Ella tropezó, y la tomé antes de
que pudiera caer. Su corazón estaba corriendo, y me abrazó con fuerza,
sintiendo su temblar contra mí.
las sombras que sujetaban el cuerpo inerte del gremlin, antes de ser conducidos
hacia los árboles.
* * *
Los Olvidados nos guiaron a través del bosque, por un camino sinuoso que se
parecía a cualquier otro camino en El Ramble, y más profundo en el bosque. No
caminamos lejos. El camino estrecho de cemento nos llevó a través de un
barranco de densas rocas y arbustos, hasta que llegamos a una extraña piedra
en forma de arco situada entre dos altos afloramientos. El muro estaba hecho de
bloques de piedra en bruto y era de unos buenos seis o más metros de altura. El
arco estrecho situado en medio era de sólo uno con cincuenta o de un metro con
ochenta de ancho, apenas lo suficientemente ancho para que dos personas
pasaran a través de lado a lado.
Estaba custodiado también por otro Olvidado, una criatura alta y esquelética
que parecía un cruce entre un humano y un buitre. Se puso en cuclillas encima
de la pared, erizado de plumas negras, y su cabeza era un esqueleto de un
pájaro gigante con las cuencas de los ojos de un llameante verde. Garras largas
se juntaban en su pecho, como un enorme pájaro de presa, e incluso encorvado
era casi de tres metros de altura. Kenzie se echó atrás con un jadeo, y la criatura-
gato se burló de ella.
―No te preocupes, chica ―dijo, mientras nos acercábamos al arco sin que la
gigante criatura p{jaro nos tomara en cuenta―. No se molesta con seres
humanos. Sólo hadas. Puede ver la ubicación a kilómetros de distancia de una
sola hada. Ahora que el parque está prácticamente vacío, vamos a tener que
buscar más lejos de nuevo. La Dama es cada vez más fuerte, pero todavía
requiere glamour. Debemos acceder a sus deseos.
―¿No crees que las Cortes se darán cuenta de lo que está pasando? ―le exigí,
mirando a los Olvidados que me golpearon en la espalda cuando me detuve a
mirar la criatura enorme―. ¿No crees que se podría dar cuenta de la
desaparición de tantas hadas?
―Ellos no llegaran tan lejos ―Rió ella mientras seguíamos hacia abajo en el
camino, hacia el arco y su monstruoso guardi{n―. Las Cortes de Verano e
Invierno no se preocupan por los desterrados de este lado del Velo. Y unos
pocos mestizos están sin duda por debajo de su notificación. Mientras que no se
moleste a las hadas en Nuncajamás, ellos no tienen ni idea de lo que ocurre en
el mundo real. El único factor desconocido es la nueva Corte de Hierro y su
reina mitad humana. ―Ella me sonrió, mostrando unos dientes amarillos―.
Pero ahora, tenemos al brillante. Y a ti.
283
―Tu Musa Oscura no es la única que puede moverse a través del Between, niño
pequeño. Nuestra Dama sabía acerca de los espacios entre Nuncajamás y el
mundo real mucho antes de que Leanansidhe pensara hacerse cargo de las
Cortes. La cueva aquí en el parque es sólo el ancla que existe en el mismo lugar,
pero lo hemos formado a nuestro gusto. Esta no es la única entrada, tampoco.
Nosotros tenemos docenas de túneles en funcionamiento en todo el parque, por
lo que podemos aparecer en cualquier lugar, en cualquier momento. Las hadas
tontas que vivieron aquí ni siquiera sabían lo que estaba pasando hasta que ya
era demasiado tarde. Pero ya basta de hablar. La Dama está esperando.
Muévanse.
Ella hizo un gesto, y el hada detrás de nosotros clavó una larga garra en mis
costillas. Gruñí de dolor y pase por el arco con Kenzie detrás de mí.
Los Olvidados nos guiaron a través de la cámara, por un túnel largo y sinuoso
con fósiles y huesos que sobresalían de las paredes. Más pasadizos y corredores
aparecían en todas direcciones, blanqueados esqueletos que nos miraban desde
la piedra: lagartos, pájaros, insectos gigantes. Vi el fósil de lo que parecía ser
284
―¿Eh, estamos trayendo seres humanos aquí abajo ahora? ―Él me miró con
redondos ojos negros y un labio curvado―. Esto tiene la vista, pero no más
glamour que las rocas en el suelo. Y el resto de la parcela se ha utilizado por
completo. ¿Para qué los necesitamos?
―Eso no es asunto tuyo ―le espetó el gato-hada, azotando su cola contra sus
flancos―. No estás aquí para hacer preguntas o tratar de ser inteligente. Sólo
asegúrate de que no se escapen.
El corpulento hada resopló. Alejándose, utilizó su mano extra para agarrar una
larga escalera de madera apoyada contra la pared, luego la dejó caer en un
hoyo.
―Baja ahí, mortal. ―Con un golpe a las costillas me empujó hacia adelante. Me
acerqué al borde y miré hacia abajo. La escalera cayó a la distancia en lo negro,
y los lados del agujero eran empinados y suaves. Me quedé mirando duro en la
oscuridad, pero no pude ver el fondo.
Con miedo de que si me quedara allí mucho más tiempo, conseguiría que me
metieran por la fuerza en el pozo negro, empecé a bajar la escalera. Mis pasos
hacían eco fuertemente contra la madera, y con cada paso, la oscuridad se
espesaba, hasta que apenas podía ver los peldaños por delante de mí.
Espero que no haya algo malo aquí abajo, pensé, entonces inmediatamente deseé no
haberlo hecho.
Miré alrededor, esperando que mis ojos se ajustaran. Nos paramos en el centro
de una gran cámara, las paredes hechas de lisa piedra perfecta. Sin asideros, sin
grietas o cornisas, simple y llana incluso la roca. Por encima de nosotros,
apenas podía distinguir los círculos gris brumoso que eran los agujeros en el
piso de antes. El suelo estaba cubierto de pálida arena, con trozos de basura
285
La Confesión de Kenzie
Traducido por Rodonithe
Corregido por LuciiTamy
Mirándolos, mis nervios se erizaron. Había algo en este grupo que estaba... mal.
Claro, estaban harapientos y sucios, y probablemente habían sido cautivos de
los Olvidados desde hace un tiempo, pero no se adelantaron a recibirnos, o
preguntar quiénes éramos. Sus caras estaban en blanco, sus características
holgadas, y nos miraron de nuevo sin ninguna emoción en sus ojos, ni una
chispa de ira o miedo ni nada. Era como mirar a un rebaño de ovejas curiosas,
pasivas.
Aun así, había un montón de ellos, y me puso tenso, listo para pelear si nos
atacaban. Pero los seres humanos, después de una mirada un tanto
decepcionada, como si estuvieran esperando que fuéramos comida, dieron la
vuelta y se arrastraron de vuelta a la oscuridad.
―¡Hey, esperen! ―les dije, el eco rebotando alrededor del hoyo. Los humanos
no respondieron, y yo levanté la voz―. ¡Sólo un segundo! ¡Esperen!
Alguno de ellos se volvió, mirándome sin expresión, pero al menos era algo.
―Estoy buscando a un amigo mío ―continué, mirando m{s all{ de sus formas
irregulares, tratando de mirar hacia las sombras―. Su nombre es Todd
Wyndham. ¿Hay alguien con ese nombre aquí abajo? Es más o menos de mi
edad, cabello rubio y corto.
287
Era Todd. Pero él era humano. Las orejas peludas se habían ido, al igual que las
garras y los colmillos y los profundos ojos color naranja. Todavía era Todd
Wynham, no había duda de eso, aún llevaba la misma ropa que cuando lo vi
por última vez, a pesar de que estaba sucio y harapiento ahora. Pero el cambio
era tan drástico que me tomó unos pocos segundos aceptar que se trataba de la
misma persona. Sólo podía mirarlo con incredulidad. A excepción de la
suciedad y la extraña mirada vacía en su rostro, Todd parecía completamente
mortal, sin rastro de la sangre Faery corriendo a través de él hace una semana.
Apreté los puños. Ella no lo sabía. Ella no podía comprender lo que había
sucedido. Kenzie sólo había visto a Todd como un ser humano antes, no sabía
que algo iba mal. Pero yo lo sabía. Y a fuego lento la rabia comenzó a arder en
mi interior. Bueno, querías saber qué pasa con los mestizos cuando su glamour se
agotaba, Ethan. Ahí está tu respuesta. Todos estos seres humanos fueron medio-hada
una vez, antes de que los Olvidados se llevaran su magia.
fruncida―. Pero... siento como si tuviera que recordar algo. Algo importante.
Creo... creo que he perdido algo. ―Una expresión angustiada cruzó por su cara,
sólo por un momento, antes de que se alisara de nuevo―. O tal vez no
―continuó con un encogimiento de hombros―. No puedo recordarlo. No debe
haber sido muy importante.
―No ―fue la respuesta plana, y Todd se apartó, sus ojos se nublaron más, en la
oscuridad―. No te conozco ―susurró―. Vete.
―Déjame en paz.
Ella trató de persuadirlo a hablar otra vez, haciéndole preguntas sobre su casa,
la escuela, cómo llegó a estar allí, contándole nuestras propias aventuras. Pero
se encontró con un muro de silencio. Todd ni siquiera miró hacia arriba de sus
rodillas. Parecía decidido a fingir que no existía, y después de unos minutos de
verlo y no conseguir nada, me alejé, con la necesidad de moverme antes de
empezar a sacudirlo. La voz obstinadamente alegre de Kenzie me siguió
mientras acechaba en las sombras, y se la dejé a él, y si alguien podía
persuadirlo para hablar, era ella.
Kenzie se unió a mí, con aspecto cansado y pálido. Marcas purpúreas rayaban
su brazo en donde el Olvidado la había agarrado, sus ojos estaban apagados
por el cansancio. La ira se encendió, pero fue amortiguado por el sentimiento de
desesperanza que se aferraban en todo en este lugar. Ella me dio una sonrisa
valiente mientras se acercó, pero podía ver su máscara cayéndose, rompiéndose
en pedazos a su alrededor.
Pero, sobre todo, deseaba que Kenzie no tuviera que estar aquí. Que nunca le
hubiera mostrado mi mundo. Daría cualquier cosa para salir de esto.
―¿Cu{nto tiempo crees que nos van a mantener aquí? ―susurró Kenzie
después de un par de compases de silencio.
―Sí. ―Me di media vuelta, forzando una sonrisa―. Sí, no te preocupes, vamos
a salir de aquí, y estarás en casa antes de que te des cuenta. Tu hermana estará
esperando por ti, y tu papá probablemente gritará que ha pasado tanto tiempo,
pero van a estar a la vez aliviados de que hayas vuelto. Y podrás llamarme a mi
casa y mantenerme actualizado sobre todo lo que sucede en la escuela, porque
mis padres probablemente me castigaran hasta que tenga cuarenta.
Era una mentira amable, y los dos lo sabíamos, pero no podía decirle la verdad.
No sabía si lograríamos llegar a casa, nadie sabía dónde estábamos, y justo
encima de nuestras cabezas estaba esperando una legión de salvajes fey
desesperados y su Dama misteriosa. Keirran se había ido, Annwyl estaba
perdida, y la persona por la que había venido para encontrar era una cáscara
vacía de sí mismo. Había tocado fondo y la había arrastrado conmigo, pero no
290
podía decirle que toda esperanza se había ido. A pesar de que no tenía nada de
mí mismo.
Así que mentí. Le dije que la llevaría a casa, y Kenzie me devolvió una pequeña
sonrisa, como si realmente lo creyera. Pero entonces se estremeció y cayó la
máscara. Llevando las rodillas al pecho, envolvió sus brazos alrededor de ellas
y cerró los ojos.
Alargue la mano y la puse entre mis piernas y la envolví en mis brazos. Ella se
aferró a mí con los puños apretados en mi camisa, y se dobló sobre mi pecho,
sintiendo nuestros corazones latir juntos.
―¿De mí?
―Has visto mi vida. Ya has visto cómo es de jodida. Qué tan peligroso puede
ser. No obligaría a nadie, pero... ―me interrumpí, cerrando los ojos, apretando
291
Esperé, conteniendo la respiración. Los secretos, lo que quieras decir, lo que habías
estado ocultando, no tiene importancia. No para mí. Mi vida entera era una gran
mentira, y yo tenía más secretos de los que una persona debía tener en vida.
Nada de lo que dijera podría asustarme o sorprenderme para que me apartase
de ella.
Pero todavía quedaba esa pequeña sensación de incomodidad, esa cosa oscura
y ominosa que Kenzie había estado ocultando desde que nos conocimos. Sabía
que algunos secretos no estaban destinados a ser compartidos, que el
conocimiento de ellos podría cambiar la perspectiva de una persona para
siempre. Sospechaba que esto podría ser una de esas veces. Así que esperé,
mientras el silencio se extendía entre nosotros, mientras Kenzie recogió sus
pensamientos. Por último, se echó el cabello hacia atrás, todavía sin mirarme, y
respiró hondo.
Kenzie se estremeció.
―Mi madre murió hace tres años ―dijo ella, cruzando los brazos
protectoramente contra su pecho―. Fue un accidente de carro< no había nada
que pudieran hacer. Pero recuerdo que cuando era pequeña, hablábamos
siempre de viajar por el mundo. Ella dijo que cuando me hiciera mayor, íbamos
a ver las pirámides juntas, o la Gran Muralla o la Torre Eiffel. Solía mostrarme
revistas de viajes y folletos, y planeábamos nuestro viaje. A veces, en barco o en
tren o incluso en globo de aire caliente. Y yo creí. Cada verano, le pregunté si
este era el año en que iríamos. ―Ella sorbió, y una nota amarga se deslizó en su
voz―. Nunca fuimos, pero pap{ juró que cuando no estuviera tan ocupado,
cuando el trabajo se desacelerara un poco, todos tomaríamos ese viaje juntos.
292
Pero después de su muerte ―continuó Kenzie en voz baja, y pasó una mano
por los ojos―. Ella murió, y nunca tuve la oportunidad de ver a Egipto, o París
o cualquiera de los lugares que queríamos ver. Y siempre he pensado que era
tan triste, que era un desperdicio. Todos esos sueños, todos esos planes que
teníamos, que nunca llegaríamos a realizar.
Hizo una pausa, respirando para recobrar la compostura, su voz cada vez más
fuerte cuando volvió a hablar.
―Después, pensé que tal vez mi padre y yo podríamos... hacer ese viaje juntos,
en su honor, ¿sabes? Él estaba tan devastado cuando se enteró. Pensé que si
podíamos ir a algún lugar, sólo los dos, él recordaría todos los buenos
momentos. Y yo quería recordarle que todavía me tenía, a pesar de que mamá
se había ido.
―Pero, mi pap{... ―Kenzie negó con la cabeza, sus ojos oscuros―. Cuando
mamá murió, como que... se olvidó de mí. Nunca me hablaba, si podía evitarlo,
y sólo... se lanzó a su puesto de trabajo. Comenzó a trabajar más y más en la
oficina, sólo para que no tuviera que volver a casa. Al principio, pensé que era
porque extrañaba a mamá mucho, pero eso no era todo. Era yo. No quería
verme. ―Ante mi mirada furiosa, ella se encogió de hombros―. Tal vez le
recordaba mucho a mamá. O tal vez sólo estaba distanciándose, en caso de que
me perdiera, también. Me gustaría tratar de hablar con él, realmente lo echó de
menos a veces, pero él sólo me da un fajo de billetes y luego se encierra en su
oficina para beber. ―Sus ojos brillaban―. No quiero dinero. Quería que alguien
hablara conmigo, que me escuchara. Quería que fuera un padre.
suave―. ¿Así qué haces todas esas cosas locas porque no quieres acabar como
tu mamá?
―Sí. ―Ella miró hacia abajo, jugueteando con mi camisa, y dio un suspiro
tembloroso―. Ethan... tengo leucemia.
―Así pues, ahora sabes la verdadera razón por la que quería la Visión. Porque
quería ver a las hadas. ―Por fin me miró, una de las esquinas de sus labios se
curvaron en una sonrisa amarga―. ¿Ese mes que cambié a Leanansidhe? Eso no
es nada. Probablemente no viviré para ver mis treinta.
Quería hacer algo, cualquier cosa. Quería saltar y golpear las paredes, gritar mi
frustración y la injusticia de todo. ¿Por qué ella? ¿Por qué tenía que ser Kenzie?
Era valiente, bondadosa, tenaz y absolutamente perfecto. No estaba bien.
―Estarías segura
―Segura ―se burló―. No tengo tiempo para estar a salvo. Quiero vivir. Quiero
viajar por el mundo. Ver las cosas que nadie más puede. Hacer puenting5 y
paracaidismo y todas esas cosas locas. Si estoy viviendo tiempo prestado,
quiero aprovecharlo al máximo. Y me mostraste este mundo totalmente
distinto, con dragones y magia y reinas y gatos que hablan. ¿Cómo iba a dejarlo
pasar?
5Puenting (En inglés bungee jumping o bungy jumping): actividad en la cual una persona se lanza
desde una altura, generalmente cientos de metros, con uno de los puntos de la cuerda elástica
atada a su cuerpo o tobillo, y el otro extremo sujetado al punto de partida del salto.
295
―Ethan, esta enfermedad, esta cosa dentro de mí... he hecho las paces con ella.
Pase lo que pase, no puedo evitarlo. Pero hay cosas que quiero hacer antes de
morir, toda una lista que sé que probablemente no terminaré, pero estoy segura
de que, infiernos, voy a tratar. “Ver a los Fey” no estaba en la lista, pero “ir a
algún lugar que nadie ha visto antes” lo est{. Así como “tener mi primer
beso”―. Ella agachó la cabeza, mientras se sonrojaba―. Por supuesto, nunca ha
habido un chico que haya querido que me bese ―susurró ella, mordiéndose el
labio―, hasta que te conocí.
Sí, y no me importa.
La besé, parando sus argumentos. Ella hizo un pequeño ruido de sorpresa antes
de que se relajara en mí con un suspiro. Sus manos se ataron alrededor de mi
cuello y las mías se deslizaron en su cabello, hasta la parte baja de su espalda,
sosteniéndonos juntos. No más ilusiones, no ocultando más de mí mismo.
Necesitaba esta chica, necesitaba su risa e intrepidez, la forma en que me seguía
empujando, negándose a dejarse intimidar. Mantenía a la gente en plena
competencia durante tanto tiempo, con miedo de lo que les pudieran hacer si se
me acercaban, pero no podía hacer eso más. No con ella.
Parecía un largo tiempo antes de que finalmente nos retiráramos. Los sonidos
aleatorios de los primeros mestizos hicieron eco, el pozo aún estaba oscuro, frío
y no escalable, pero yo ya no estaba contento con sentarme aquí y aceptar
nuestro destino. Todo era diferente. Tenía algo por qué luchar, una razón real
296
para llegar a casa. Kenzie no dijo nada inmediatamente después. Ella parpadeó
y se veía un poco aturdida cuando me retiré. No podía dejar de sonreír.
―Oh, wow ―bromeé en voz baja―. ¿He dejado muda a Mackenzie St. James?
Sonriendo, la atraje hacia mí para otro beso. Se movió para que sus rodillas se
enrollaran en mi cintura y enterró sus manos en mi cabello, sosteniendo mi
cabeza. Envolví mis brazos alrededor de la parte baja de la espalda y dejé que la
sensación de sus labios me llevara.
Esta vez, Kenzie fue quien se echó hacia atrás, todo rastro de diversión se había
ido mientras me miraba, con la reflexión destellando detrás de los ojos.
―No puedo prometer que nunca lo volver{s a ver ―le dije―. Los fey todavía
irán tras de mí, no importa lo que haga. Pero no iré a ninguna parte.
―Acercándome, le aparte el cabello de sus ojos, sonriendo con pesar―. Todavía
no estoy seguro de cómo va a funcionar cuando lleguemos a casa, pero quiero
estar contigo. Si quieres que sea tu novio e ir a fiestas y pasar el rato con tus
amigos descerebrados... lo intentaré. No soy el mejor en ser normal, pero voy a
darle una oportunidad.
―¿En serio? ―Ella sonrió, y sus ojos brillaban―. Tú... tú no est{s diciendo eso
porque sientes pena por mí, ¿verdad? No quiero que la culpa te haga hacer las
cosas, sólo porque estoy enferma.
―Voy a demostrártelo, entonces ―le dije, pasando mis manos por su espalda,
atrayéndola m{s cerca―. Una vez que salgamos de aquí, voy a mostrarte que
nada ha cambiado. ―Y todo ha cambiado―. ¿Trato?
Ella asintió con la cabeza, y una lágrima se extendió finalmente, corriendo por
su mejilla. La aparte con mi pulgar.
―Trato ―susurró, cuando llegué a besarla una vez m{s―. Pero, um... ¿Ethan?
―¿Sí?
El Escape
Traducido por Sisabel1320
Corregido por LuciiTamy
Con cautela, miré hacia arriba, justo cuando algo brillante cayó del techo,
parpadeando brevemente al chocar contra el suelo a unos metros de distancia.
Kenzie se quedó sin aliento, y el gremlin rió, sacudiendo la espada. La lanzo por
el aire en un elegante arco y aterrizó con la empuñadura a mis pies.
Escabulléndose a lo largo de la pared, el gremlin se lanzó hacia Kenzie,
aterrizando en sus brazos con un grito jubiloso.
―Parece que él est{ bien ―le dije, enfundando mi segunda hoja. Alivio y
esperanza se propagaron a través de mí. Ahora que estaba armado de nuevo, el
futuro parecía mucho menos sombrío. Nosotros en realidad podríamos salir de
aquí―. Razor, ¿llegaste a ver a Keirran en algún lugar? ¿O Annwyl?
―¿Me han oído, humanos? ―llamó en tono impaciente―. Cuando bajemos los
escalones, sólo el chico Chase subirá. Él será escoltado hasta la Dama. Cualquier
persona que lo siga será echada de regreso al agujero, sin una escalera. Así que
no intenten cualquier cosa.
―Cuando suba por ahí ―dije en voz baja―, ¿pueden tú y Razor darme una
distracción? ―Miré a Razor, escondido en su largo cabello negro, y luego de
nuevo a la chica―. Sólo necesito unos segundos. ¿Crees que pueden hacer eso?
―Espera hasta que esté casi arriba ―le dije, sin meterme mi camisa, tirando del
dobladillo sobre las empuñaduras de las espadas―. Entonces, haz lo que tengas
que hacer. Nada peligroso, sólo asegúrense de que estén sin mirarme cuando
suba. Además, aquí. ―Saque fuera una espada, funda y todo y se la entregué a
ella―. En caso de que esto no salga según lo planeado, esto te dar{ una
oportunidad de pelear.
299
―Ethan.
Mis pasos resonaban fuerte contra los peldaños mientras empezaba a subir,
haciéndose eco de mi corazón golpeando.
Seis pasos de la parte superior, pude ver al corpulento Olvidado de tres brazos,
bostezando mientras tenía la mirada perdida en la distancia.
A dos pasos de arriba, Razor abruptamente se dejó caer en la cabeza del hada
de tres brazos.
―¡GATITO MALO! ―gritó con sus pulmones desde arriba, haciendo que todos
en la sala saltaran en shock. El Olvidado de tres brazos dio un grito y golpeó a
la cosa en la cabeza, pero Razor salto justo a tiempo, y la enorme hada golpeó
su propio cráneo con fuerza suficiente para hacerlo retroceder un paso.
Saqué mi espada y salté fuera del hoyo, la hoja parpadeando. Corté a través de
un larguirucho cuerpo, esquivé el segundo mientras se inclinaba hacia mí, y le
corté el cuello.
Cortando a través de los dos últimos guardias, me abalancé hacia donde el gato
estaba retorciendo y arañando el aire detrás de ella, tratando de alcanzar al
gremlin tenazmente aferrado a su cola. Ella levantó la vista cuando entré, hizo
un último intento de huir, pero mi espada destelló hacia abajo a través de su
cuello y ella estalló en niebla.
―Gatito malo ―zumbó, que sonó en tono petulante mientras miraba hacia
mí―. No m{s gatito malo. ¡Ja!
pecho. Aullando de dolor, el hada recurrió a golpearme con sus enormes puños.
Lo esquivé de nuevo, arrebatando del suelo la espada caída y me acerqué para
encontrarme con el furioso Olvidado. Esquivando los salvajes balanceos, me
lancé más allá del guardia y hundí ambas cuchillas en su pecho con un gruñido.
Milagrosamente todo parecía intacto, a pesar del enorme moretón verde que ya
empezaba a deslizarse hacia abajo en su hombro. Placa de coraje, Guro la hubiera
llamado. Él habría estado orgulloso.
―Nada est{ roto ―murmuré aliviado, y levanté la mirada hacia ella―. ¿Est{s
bien?
―Oh, bueno. Pensé que estaba teniendo alguna extraña alucinación cercana a la
muerte o algo. ―Kenzie miro al lugar donde el enorme Olvidado había muerto
y se estremeció―. ¿Alguna idea de lo que acaba de pasar ahí?
―No tengo idea ―murmuré―. Pero probablemente salvó tu vida. Eso es todo
lo que me importa.
―Tal vez para ti ―dijo Kenzie, arrugando la nariz―. Pero si voy a tener algún
tipo de oscuro ángel de la guarda colgando a mi alrededor, como que quiero
saber por qué. En caso de que esté en la ducha o algo.
―¿Kenzie?
302
Una tenue y familiar voz surgió desde la oscuridad antes de que yo pudiera
responder. Los dos dimos un salto y miramos alrededor salvajemente.
―Aquí ―vino la respuesta débil, como amortiguada por las paredes. Me asomé
a lo largo del borde de la cueva y vi una puerta de madera en el otro extremo de
la habitación, casi oculta en la sombra. Una gruesa viga de madera la cerraba.
Corriendo hasta allí, empujamos la pesada viga fuera del camino y tiramos de
la puerta. Se abrió de mala gana, crujiendo en protesta, y dimos un paso
atravesándolo.
Kenzie ahogo un grito. Más allá la habitación estaba llena de jaulas, bronce o
cobre por el aspecto que tenían, que colgaban del techo por gruesas cadenas.
Ellas crujieron mientras se balanceaban yendo y viniendo, estrechas, celdas
cilíndricas que apenas daban espacio suficiente para girar alrededor. Todas
estaban vacías, excepto una.
Annwyl estaba acurrucada en una de las jaulas, con las rodillas contra el pecho
y sus brazos alrededor de ellas. En la oscuridad de la habitación, iluminada sólo
por una única vacilante antorcha en la pared del fondo, se veía pálida y enferma
y miserable cuando levantó la cabeza, con los ojos muy abiertos.
―Te diré m{s tarde ―dijo Kenzie, mirando furiosa mientras agarraba los
barrotes que las separaba. Razor zumbo con furia y saltó a la cima de la jaula,
haciendo sonar el armazón―. Por ahora, vamos a salir de aquí. ¿Dónde est{n
las llaves?
―¿Hay otros? ―le dije mientras ella respiraba profundamente varias veces,
como si respirara aire limpio por primera vez. Annwyl se estremeció
violentamente y negó con la cabeza.
303
―No ―susurró―. Sólo yo. ―Se volvió y asintió con la cabeza a las jaulas
vacías, colgando de sus cadenas―. Cuando me trajeron por primera vez aquí,
había algunos otros cautivos. Feys exiliados como yo. Un sátiro y un par de
ninfas de madera. Un goblin. Pero... pero luego se los llevaron los guardias. Y
nunca volvieron. Yo estaba segura de que era sólo cuestión de tiempo antes de
que yo... fuera llevada a ella, también.
―Ella... ella se los come ―susurró, cerrando los ojos―. Ella drena su glamour,
lo succiona dentro de sí misma, al igual que sus seguidores, hasta que no queda
nada. Ese es el por qué tantos exiliados se han ido. Ella necesita un suministro
constante de magia para ponerse fuerte de nuevo, al menos eso es lo que sus
seguidores me dijeron. Así que ellos salen fuera todas las noches, capturan
exiliados y mestizos, y los arrastran de regreso aquí para ella.
―Él... esta con ella ―dijo al borde de las l{grimas―. Estoy muy preocupada...
¿y si le ha hecho algo? ―Se cubrió el rostro con una mano―. ¿Qué voy a hacer
si él se ha ido?
―Apenas. Pero la cueva est{ infestada con Olvidados. Tendremos que pelear
nuestro camino afuera.
―Espera ―dijo ella, pareciendo componerse a sí misma, su voz cada vez más
fuerte―. Hay otro camino. Puedo sentir que el camino de hadas se encuentra en
este lugar, y desemboca debajo de un puente en el mundo mortal. No está lejos
de aquí.
―Sí. ―Annwyl asintió y sus ojos brillaban―. Pero no me iré sin Keirran.
304
―Lo sé. Vamos. ―La llevé fuera de la habitación, de nuevo a la cámara que
contenía el agujero gigante. Arrastrando la escalera de la pared, la dejé caer
dentro del agujero.
Fruncí el ceño.
―Qué horror ―susurró, frotando sus brazos―. Ellos se sienten tan... vacíos.
Tirando de mis armas, caminé al borde del túnel, donde se dividía en dos
direcciones, y miré con atención. Sin Olvidados, no todavía.
―Lo sé. No te preocupes. ―Sacudí sus dedos, luego me volví y le entregué una
espada a Kenzie―. S{calos de aquí ―le dije―. Toma a Annwyl, llega a la
305
salida, y no mires atrás. Si algo intenta detenerte, haz lo que sea que puedas
para no ser atrapada de nuevo.
Ella parpadeó.
―No, te quedas, Razor. Protege a Kenzie. ―El gremlin zumbo triste pero
asintió con la cabeza.
―Pero<
―Ethan, confía en mí, si algo nos encuentra, no vamos a estar peleando, vamos
a estar corriendo. Si vas a regresar, vas a necesitarla más que yo.
―No ―mi voz sonó aguda―. Kenzie te necesita para abrir el camino de hadas
cuando lleguen allí. No funciona para humanos. Además, si algo te sucede, si
te atrapan o amenazan de alguna manera, Keirran no tratará de escapar. Él sólo
vendrá conmigo si sabe que estás a salvo.
―Maldita sea, si tú lo quieres, ¡lo mejor que puedes hacer es irte! ―solté,
dándole vueltas. Ella parpadeó y se echó hacia atrás―. ¡Keirran está aquí por tu
culpa! Eso es lo que nos metió en este lío en primer lugar. ―La miré fijamente, y
el hada bajó su mirada. Con un suspiro, bajé mi voz―. Annwyl, tienes que
confiar en mí. No voy a volver sin él, te lo prometo.
306
―Lo haré, también ―susurró mientras yo miraba sus ojos. Ella sonrió
débilmente, tratando de ocultar su miedo, y me apretó la mano―. Así que ser{
mejor que vuelvas, chico duro. Tienes una promesa que mantener, ¿recuerdas?
Asentí.
―Tú también.
―Vamos a estar en Belvedere Castle ―dijo ella, con sus ojos sospechosamente
brillantes―. Así que nos reuniremos allí cuando encuentres a Keirran.
Estaremos esperándolos a los dos.
―Si est{s buscando a la Dama, ella est{ en el último piso ―afirmó―. Ahí es de
donde solían venir los gritos.
La Dama
Traducido por Sisabel1320
Corregido por LuciiTamy
Algunos no eran más que sombras transparentes, mientras que otros parecían
mucho más sólidos, incluso ganando un poco de color otra vez. Me di cuenta de
que el hada menos "real" estaba vagando alrededor como en un sueño, como si
no pudiera recordar lo que estaba haciendo. Casi corrí directo hacia una
criatura serpiente con múltiples brazos que salía de un túnel, me lance detrás de
una estalactita para evitarlo, haciendo mucho ruido. El hada miró hacia mi
escondite por unos pocos segundos, parpadeando, luego pareció perder interés
y se deslizó hacia abajo a otro pasillo. Con un suspiro de alivio, continué.
Abrazando las paredes, poco a poco hice mi camino a través de las cavernas y
túneles, buscando a Keirran y a la Dama. Esperaba que Kenzie y Annwyl
pudieran llevar a los otros fuera, y esperaba que estuvieran a salvo. No puedo
preocuparme por ellos ahora. Si esta Dama era tan poderosa como me temía, la
Reina de los Olvidados, sospechaba, entonces tenía más que suficiente para
preocuparme por mí mismo.
308
El túnel más allá de la puerta era sinuoso pero corto, y pronto un débil
resplandor flotaba en el final. Me arrastré hacia adelante, permaneciendo en las
sombras, y miré furtivamente dentro de la sala del trono de la Dama.
La caverna a través del arco no era enorme, a pesar de que brillaba con miles de
cristales de color azul, verde y amarillo, algunos diminutos, algunos tan
grandes como yo, que sobresalían de las paredes y el piso. Varias columnas de
piedra maciza, entrelazadas con los esqueletos de dragones y otros monstruos,
se alineaban en la forma de un trono de cristal cerca del final de la sala.
Durante unos segundos, no pude dejar de mirarla, ni siquiera podía apartar mis
ojos de ella.
Al igual que el resto de los Olvidados, la Dama estaba pálida, pero un poco de
color teñía sus mejillas y labios carnosos, y sus ojos eran de un llamativo azul
cristal, a pesar de que cambiaban de color en la tenue luz, desde azul a verde y
a ámbar y viceversa. Su largo cabello era incoloro, retorciéndose lejos en la
niebla en los extremos, como si todavía no estuviera muy sólido. Vestía una
ondulante túnica con cuello alto, y el rostro en el interior era joven, perfecto y
dolorosamente triste.
Pero entonces vi las alas, o mejor dicho, los huesos rotos de lo que habían sido
alas, alzadas desde sus hombros para enmarcar la silla. Al igual que el otro
Olvidado. Sus ojos cambiaron de verde a negro puro, y la vi llevar una delgada
mano blanca a una figura de pie a los pies del trono.
acercaba más a la Dama. Ella pasó sus largos dedos por su cabello plateado, y él
no se movió, estando de pie hizo una reverencia con su cabeza. Vi sus labios
moverse, y él podría haber dicho algo, pero sus voces eran demasiado suaves
para escuchar.
Ira llameo, y apreté mis puños alrededor de mis espadas. Keirran estaba
todavía armado, pude ver la espada en su espalda, pero él no haría nada que
pusiera en peligro a Annwyl. ¿Qué tan fuerte era la Dama? Si yo irrumpiera
ahora, ¿podríamos pelear nuestra salida? Conté cuatro guardias que rodeaban
el trono, con ojos brillando verde bajo sus cascos óseos. Ellos parecían bastante
resistentes, pero era posible que nosotros pudiéramos hacerlos caer juntos. Si
tan sólo pudiera llamar su atención...
―Hola, Ethan Chase ―su voz era clara y suave, y su sonrisa era
desgarradora―. Bienvenido a mi reino.
Maldita sea. Irrumpí desde mi escondite, mientras Keirran dio la vuelta, sus ojos
muy abiertos en shock.
―Es una broma, ¿verdad? ―Me detuve a unos pocos metros de los pies del
trono, mirando hacia ella. Keirran, rígido a su lado, miraba con recelo. Me
preguntaba cuándo iba a apartarse, en caso de que tuviéramos que luchar
310
nuestra salida. Esos caballeros de hueso en cada esquina del trono parecían
bastantes fuertes.
―Te voy a dar un resumen, entonces ―le dije a la Reina de los Olvidados, que
ladeó su cabeza hacia mí―. Tú secuestraste a mi amigo Todd desde su casa y lo
arrastraste aquí. Secuestraste a Annwyl para forzar a Keirran a venir a ti. Has
matado quién sabe cuántos exiliados, y, oh, sí... volviste mortales a todos los
mestizos por succionar su glamour. ¿Qué te parece mal, entonces?
―Los mestizos no debían ser dañados ―dijo la Dama en calma, con voz
razonable―. Nosotros no matamos si no hay necesidad. Eventualmente, ellos
eran regresados a sus hogares. En cuanto a perder su "calidad de fey", ahora
que son mortales, el mundo oculto nunca los molestara de nuevo. Pueden vivir
vidas más felices y más seguras ahora que son normales. ¿Tú no estarías de
acuerdo en que es la mejor opción, Ethan Chase? ¿Tú, que has sido atormentado
por los feys toda tu vida? Seguramente tú entenderás.
―¿No lo es? ―La Dama me dio una suave sonrisa―. Ellos son más felices
ahora, o lo serán, una vez que regresen a casa. No más pesadillas acerca de las
hadas. No más miedo de lo que los "pura-sangre" podrían hacerles. ―Ella
inclinó su cabeza otra vez, comprensiva―. ¿No te gustaría ser normal?
―¿Qué pasa con los exiliados ―le respondí, decidido a no darle la ventaja en
este extraño debate. Maldita sea, ni siquiera debería tener que discutir sobre esto.
Keirran, ¿qué demonios estás haciendo?―. No hay duda de lo que le hiciste a ellos
―continué―. No me puedes decir que son felices estando muertos.
―Odio tener que decírtelo, pero le prometí a alguien que no me iría sin el
príncipe de Hierro, allí ―apunté una espada a Keirran, que levantó la cabeza y
finalmente me miró. Yo le devolví la mirada―. Y voy a mantener mi promesa,
incluso si tengo que romperle ambas piernas y llevármelo fuera yo mismo.
―Entonces, lo siento, Ethan Chase. ―La Dama se echó hacia atrás, mirándome
con tristeza―. Deseaba que nosotros pudiéramos haber llegado a un acuerdo.
Pero no puedo permitir que regreses a la Reina de Hierro con nuestra ubicación.
Por favor comprende, lo hago sólo para proteger a mi gente.
Me encontré con el primer guerrero que venía sobre mí, golpeando a un lado su
espada y moviendo instantáneamente mi segunda hoja en su cabeza. Ocurrió en
el espacio de un parpadeo, pero el hada la esquivó, a la espada le faltó una
pulgada.
Maldita sea, son rápidos. Otro cortó hacia mí desde un lado, y apenas lo esquivé,
sintiendo el borde dentado de la espada capturando mi camisa. Desviando otro
golpe, inmediatamente tuve que apartarme bruscamente mientras los otros me
rodeaban, sin darme tiempo a cualquier contraataque. Ellos me empujaron
hacia una esquina, defendiéndome desesperadamente de puñaladas
cegadoramente rápidas y estocadas. Demasiados. Había muchos de ellos, y eran
buenos.
rostro estaba en blanco, sin mostrar emoción en su cara o en los ojos cuando los
caballeros se cernían sobre mí otra vez. Miedo se apoderó de mi corazón con
garras heladas. Incluso después de todo, todavía creía que él regresaría hacia mí
cuando lo necesitara.
No puedo creer que él vaya a estar de pie allí y verme morir. Jadeante, me
defendí desesperadamente de un nuevo asalto de los tres caballeros, pero una
hoja me golpeó a través de mi brazo, haciendo que dejara caer una de mis
espadas.
Esto es todo, entonces. Lo siento, Kenzie. Quería estar contigo, pero al menos estas a
salvo ahora. Eso es todo lo que importa.
Keirran me dio una rápida mirada, como asegurándose de que todo estuviera
bien, aún con vida, y se volvió hacia la Reina de los Olvidados de nuevo.
―Simpatizo con su grave situación, lo hago. Pero no puedo permitir que dañe a
mi familia. Matar al hermano de la Reina de Hierro sólo le hará daño a su causa,
y traerá la ira de todas las Cortes sobre usted y sus seguidores. Por favor, que se
vaya. Déjenos ir a ambos.
La Dama lo miró fijamente, y luego levantó su mano otra vez. Al instante, los
caballeros de hueso retrocedieron, enfundando sus armas y regresando a su
lado.
Keirran todavía no me miro cuando envainó su propia espada e hizo una leve
reverencia.
―Tomaremos nuestro permiso, ahora ―dijo, y aunque su voz era cortés, no era
una pregunta o una solicitud―. Voy a pensar en lo que dijo, pero le pido que no
intente detenernos.
―Ya te dije que ella estaba bien. ―Mi pierna palpitaba, haciendo que mi
temperamento llameara―. ¡No gracias a ti! ¿Qué diablos está mal contigo,
Keirran? Pensé que te importaba Annwyl, ¿o no te importó que la dejaran en
una jaula, sola, mientras tú estabas aquí tomando el té con la Dama o lo que sea
que estabas haciendo?
Keirran palideció.
―Bueno, desde luego que lo harían ―le disparé de nuevo, y lo empujé hacia
una de mis armas caídas―. No dejes mis espadas. Las quiero en caso de que su
maravillosa Dama decida traicionarnos.
Empezamos a caminar a través del suelo de nuevo, pero no habíamos ido muy
lejos cuando la voz de la Dama sonó de nuevo.
―Los asesinatos pueden parar ―continúo la Dama con voz tranquila pero
seria―. No más exiliados se sacrificarán para mantenernos vivos, y no
tomaremos más mestizos. Puedo pedir a mi pueblo que haga eso, si es lo que
quieres.
―Sin embargo ―continuó la Dama―, si hago esto, tienes que venir y hablar
conmigo de nuevo. Un día, pronto voy a llamar por ti, y tienes que venir a mí,
por tu propio libre albedrío. No como un prisionero, sino como un invitado.
Como un igual. ¿Me darías eso, al menos?
* * *
―Maldita sea, ¿qué está mal contigo? ―Yo hervía cuando salimos de la
habitación de la reina―. ¿Has olvidado lo que ha hecho? ¿Por casualidad has
visto a todos los mestizos que está secuestrando? ¿Viste lo que les hicieron,
succionando toda su magia por lo que son sólo cáscaras de lo que eran? ¿Has
olvidado todos los exiliados que han matado, sólo para mantenerse con vida?
―Él no contestó, y entrecerré mis ojos―. Annwyl podría haber sido uno de
ellos, ¿o estás tan enamorado de tu nueva amiga que te olvidaste de ella
también?
Lo último fue un golpe bajo, pero quería hacerlo enojar, conseguir que
discutiera conmigo. O por lo menos para confirmar que él no había olvidado las
atrocidades cometidas aquí o lo que había venido a hacer. Pero sus ojos azules
sólo se hicieron más fríos, aunque su voz se mantuvo en calma.
―Entonces explícamelo ―le dije con los dientes apretados, aunque oírme
decirlo envió un escalofrío por mi columna vertebral.
―No estoy de acuerdo con sus métodos ―dijo Keirran mientras dos gnomos
palmas-pirañas se hicieron a un lado por nosotros, inclinándose ante Keirran―.
Pero ella sólo está tratando de lograr lo que todo buen gobernante quiere, la
supervivencia de su gente. No sabes lo horrible que es para los exiliados, para
316
todos ellos, hacer frente a la nada. Perdiendo pedazos de sí mismos todos los
días, hasta que dejan de existir.
―Tiene que haber una manera para que puedan sobrevivir sin lastimar a nadie
―murmuró Keirran por fin. Lo miré y frunció el ceño.
―¿Y si no la hay?
* * *
Salimos de la cueva de los Olvidados y entramos en el mundo real debajo de un
puente de piedra, emergiendo en Central Park de nuevo. No sabía cuánto
tiempo había estado en el Between, pero el cielo sobre nuestras cabezas brillaba
con estrellas, aunque el aire mantenía un silencio que decía que era cerca de la
madrugada.
―No soy una brújula ―dijo Keirran suavemente, sin dejar de mirar por el
bosque. Finalmente, se encogió de hombros―. Bueno, creo que vamos a elegir
un camino y esperar lo mejor. ¿Puedes caminar?
―Voy a estar bien ―murmuré, luchando con mis pies―. Pero voy a tener que
decirle a Kenzie que no eres realmente útil en absoluto en viajes de
campamento.
Quince minutos más tarde, todavía no tenía idea de dónde íbamos. Estábamos
vagando por un sendero sinuoso, estrecho, esperando que nos llevara a algún
lugar familiar, cuando Keirran se detuvo repentinamente.
―¿Qué? ¿Quién?
―¡Amo!
―Hey, Razor. ―Keirran sonrió, estremeciéndose sin poder hacer nada mientras
el gremlin seguía rebotando en él―. Sí, también estoy feliz de verte. ¿La Corte
esta atrás?
Le fruncí el ceño.
―¿Corte?
La brillante mirada de Ash estaba dirigida hacia Keirran, que rápidamente bajó
la cabeza, pero, para su crédito, no se encogió o retrocedió.
―¿Están bien los dos? ―por el tono de Ash, no podría decir si estaba aliviado,
secretamente divertido o completamente furioso.
Apreté los dientes cuando Puck le dio un tirón a la tela alrededor de mi brazo.
―No los lastimen ―estalló Keirran, y todos, incluso Razor, lo miraron con
sorpresa―. No son peligrosos ―defendió, mientras yo le di una mirada de Tu-
estas-Loco. Él me ignoró―. Ellos sólo están... equivocados.
―¿Ellos tienen una reina? ―la voz de Ash se había vuelto suave y letal, e
incluso Puck lucía preocupado. Keirran tomo una fuerte respiración, dándose
cuenta de su error.
―Huh, otra reina ―reflexionó Puck, una sonrisa maligna cruzó su rostro―. Tal
vez nosotros deberíamos pasarnos por allí y presentarnos, chico de hielo. Hacer
el conjunto, hey, estábamos por el barrio, y solo nos preguntábamos si tenían
algún plan para llevar a cabo sobre el Nuncajamás. Tendremos una cesta de
frutas.
―Padre, por favor ―Keirran contemplo a Ash―. Que se vayan. Ellos sólo están
tratando de sobrevivir.
No podía hablar con ella ahora, pero lo haría, pronto. Keirran era mi camino de
regreso a Faery, de vuelta a mi hermana, porque ahora que nos conocimos,
estaba bastante seguro de que ni siquiera la misma Reina de Hierro podría
mantenerlo alejado.
―No me lo recuerdes.
321
―¿Qué pasará con los mestizos, ahora que son humanos? ―pregunté mientras
nos acercamos al primer tramo de escaleras, caballeros inclinándose ante
nosotros a cada lado.
Ash asintió.
―Vamos ―le dije, rodando mis ojos, y al instante saltó por las escaleras,
llevándolos a los tres a la vez, hasta que llegó a la cima. Sin importarle Ash,
Puck o cualquiera de los caballeros que lo rodeaban, tomó a la chica de Verano
en sus brazos y la besó profundamente, mientras que Razor farfulló de alegría,
sonriendo con su sonrisa maníaca a los dos.
―Te lo dije, chico de hielo. El chico tuyo es todo un problema. Y eso que viene
de mí.
¿Dónde está Kenzie?, pensé, mirando por la escalera. Si Annwyl y los antiguos
mestizos estaban a salvo, ella tenía que estar aquí, también. Pero no la vi cerca
de la parte superior de las escaleras con Keirran y Annwyl, o en el grupo de
personas deambulando por el balcón. Sentí un pinchazo de dolor, al ver que no
estaba allí para saludarme y traté de ignorarlo. Ella debía tener sus razones.
Aunque se podría pensar que conmigo aquí parado sangrando por todo el lugar
merecería algún tipo de reacción.
―Mi señor. ―Glitch de repente apareció de entre los árboles, con otro
escuadrón de caballeros detrás de él. Un rayo en el cabello brillaba púrpura
mientras se inclinaba―. Hemos encontrado una segunda entrada a la guarida
de las misteriosas hadas ―dijo solemnemente, y Ash asintió―. Sin embargo, la
cueva estaba vacía cuando investigamos. Allí se evidencian otros caminos de
hadas, que lleva desde varios puntos del parque, pero nada quedaba de los
propios habitantes. Ellos limpiaron muy bien.
―Buen trabajo. Aunque si han huido, no hay nada qué hacer sino esperar a que
se muestren. Regresa a Mag Tuiredh e informarle a la reina. Dile que volveré en
breve con Keirran.
―Todavía no. ―Ash volvió a mirar hacia el bosque, con los ojos solemnes―.
Quiero hacer un recorrido más, una última búsqueda alrededor de la cueva, por
si acaso nos perdimos algo. ―Él miró por encima del hombro, sonriendo―. ¿Te
importaría unirte a mí, Goodfellow?
―Oh, chico de hielo. ¿Un paseo a la luz de la luna contigo? ¿Siquiera tuviste
que preguntar?
Sorprendido, asentí. Eh. Supongo que no eres un bastardo sin corazón por completo,
después de todo, pensé de mala gana, mientras el hada oscura se volvió y se
fundió en el bosque con Puck. No creo que seas el tipo que mira hacia otro lado.
Recordándome a mí mismo, me reí. Todavía no me gustas, sin embargo. Todavía
puedes caer muerto en cualquier momento.
Y, un día, lo hará.
―Está hablando con uno de los mestizos ―dijo Annwyl―. ¿Todd? El humano
más pequeño. Creo que estaba tratando que la recordara, al menos un poco.
Estaba llorando cuando los vi por última vez.
―Creo que debería irme también ―dijo Annwyl―. Mientras todavía se pueda,
si Leanansidhe incluso me quiere de vuelta. ―Su voz se hizo m{s suave,
asustada―. No sé qué va a pasar con nosotros, Keirran. Todo el mundo vio...
Kenzie levantó la vista y sus ojos se abrieron cuando me vio. Inclinándose cerca
de Todd, susurró algo en su oído, y él asintió con la cabeza sin levantar la
cabeza. De pie, caminó a través del balcón, esquivó a los humanos que se
barajan en frente de ella, y luego estábamos cara a cara.
―Oh, Ethan ―susurró, medio aliviada, medio horrorizada. Sus ojos se posaron
en mi rostro, la sangre rayando mi brazo, salpicado en mi camisa y pantalones
vaqueros. Parecía como si quisiera abrazarme, pero tenía miedo de hacerme
daño. Le di una sonrisa cansada―. ¿Estás bien?
―Sí. ―Di un paso hacia ella, por lo que sólo un soplo nos separaba―. Estoy lo
suficientemente bien para hacer esto.
Y la tomé en brazos.
aferró a mí con fuerza, como si algo fuera a llevarme, y me relajé contra ella,
sintiendo más que alivio. Estaba vivo, Todd estaba a salvo, y todo el mundo que
me importaba estaba bien.
―¿Cómo está?
―Yo también ―dije, aunque lo dudaba seriamente. ¿Cómo puedes ser normal
otra vez cuando un enorme pedazo de ti ha sido llevado lejos? ¿Había incluso
una cura, un remedio, algo que podría restaurar el glamour de una criatura,
una vez que se ha perdido?
Kenzie suspiró de nuevo, mirando por encima del estanque. La luz de la luna se
reflejaba en su cabello, destacando su delgado cuerpo, lanzando una luz
nebulosa a su alrededor. Y lo sabía. Sabía exactamente cuándo había cambiado.
Ella se congeló por un segundo y luego se volvió lentamente, con los ojos muy
abiertos y luminosos en el claro de luna. Sonriendo, la atraje hacia mí,
deslizando un brazo alrededor de su cintura, la otra corriéndola hasta el cuello.
Bajé la cabeza sus ojos se cerraron. Y en el balcón bajo las estrellas, frente a
todos los que puedan estar observando, la besé.
Julie Kagawa
Soy una escritora y autora de la Saga para jóvenes adultos The Iron
fey, comenzando con The Iron King. Amo los libros, el anime, el
sushi, escribir y los videojuegos. (En ocasiones, los personajes de mi
libro secuestran mi ordenador y hacen una aparición, pero no me
hago responsable de nada de lo que dicen.)
http://www.juliekagawa.com/
329
foroad.foroactivo.com