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LA COMUNIDAD CIENTÍFICA Y LA INVESTIGACIÓN EN

EDUCACIÓN
“EL HOMBRE ES LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS, DE LAS QUE SON, EN CUANTO SON
Y DE LOS QUE NO SON EN CUANTO QUE NO SON”
PROTÁGORAS

La comunidad científica es, en la sociedad moderna, un grupo social relativamente


bien definido. Como lo señala Fourez (1994) “…Es una cofradía en la que los
individuos se reconocen como miembros del mismo cuerpo. Esa comunidad está
cercana desde el punto de vista antropológico o sociológico, a otro grupo sociales,
ya sea de zapateros, alquimistas o brujos. En todos los casos nos encontramos con
un grupo social que se ha definido de determinada manera por lo que hace, cuyos
miembros se reconocen mutuamente y que, en consecuencia, tiene su propia
coherencia”. Es decir que toda comunidad científica se diferencia de los
alquimistas, o de otro grupo social, en que la primera está reconocida –o casi
reconocida oficialmente –en nuestra sociedad, como lo es también el identificar la
comunidad de investigadores como aquella que hace investigación a través de la
enseñanza de la misma o de la interpretación y aplicación de algo que ya existe
para resolver cualquier problema en educación.

En ese sentido es interesante diferenciar una investigación definida en sentido


estricto como científica de la que no lo es. Al respecto Piscoya (1994), señala:
“…Así, mientras en el lenguaje común acostumbramos a llamar problema a una
dificultad, en el lenguaje científico algo merece ser identificado como problema
susceptible de ser investigado científicamente sólo si satisface ciertas condiciones.
Para el primer caso tomemos como ejemplo un libro de matemáticas, se propone
un conjunto de ejercicios para afianzar o reforzar un aprendizaje y se les llama
problemas. Esta situación podría dar lugar a confusiones debido a que se lo usa en
libros del más diverso nivel; sin embargo, no es tomado en cuenta en la
investigación debido a que generalmente se trata de dificultades conocidas para las
que hay solución igualmente conocidas. En todo caso, son problemas para un
aprendiz en función de las limitaciones propias de su condición peculiar, pero no
para la investigación científica. Existe un problema en sentido estricto, desde el
punto de vista de la investigación científica, cuando es posible determinar las
características relevantes de una dificultad para la que no existen medios conocidos
de solución”. Lo dicho por Piscoya es dejar en claro que la investigación científica
es propia del quehacer de las comunidades científicas, a diferencia de la
denominada investigación formativa que es una práctica de las comunidades de
investigadores que existen por exigencia en cualquier institución, ya sea
universidades, ONGs entre otras. El desarrollo, ya sea, de investigación científica
o formativa es un requisito para acreditar como una institución de calidad en el nivel
universitario tal como lo indica el SINEACE a través del CONEAU, órgano operador
que establece el desarrollo de investigación científica para el nivel de postgrado e
investigación formativa para el nivel de pregrado.

Quienes son aceptados como “científicos” se consideran que tienen conocimientos


específicos, útiles e incluso retribuibles. Las comunidades científicas no solo gozan
de un reconocimiento interno, sino también de un reconocimiento externo (es decir,
no solo dentro del propio grupo, sino también fuera de él). Ese reconocimiento está
públicamente admitido, lo que –con un lenguaje más técnico – expresaríamos
señalando que se trata de un reconocimiento por parte de los grupos dominantes,
es decir, por los grupos sociales que tienen poder para dar el reconocimiento
científico, según sus intereses, a determina actividad preparadigmática. Ese
reconocimiento público parece característica esencial de las ciencias tal como hoy
las conocemos. Sin él, no hablaríamos ya de ciencia.

La necesidad de reconocimiento externo se traduce en luchas sociales a través de


las cuales los partidarios de sub comunidades concretas (por ejemplo, la
acupuntura o la homeopatía) tratan de que sean reconocidas socialmente. Esa
necesidad no es totalmente desinteresada, pues el reconocimiento se traduce en
soporte económico, en poder social y en prestigio. Se consigue gracias a “aliados
privilegiados”. Antiguamente fueron sobre todo los príncipes quienes reconocían a
la comunidad científica; más recientemente, los aliados privilegiados de las
comunidades científicas fueron, de hecho, lo que el general Eisenhower llamó el
complejo comercial industrial (sobre las interacciones sociales relativas al
reconocimiento científico).

Quepa formularse una pregunta: ¿Es posible que algunas actividades teniendo
objeto de estudio no sean consideradas como ciencias, sino más bien como
pseudociencias? Existen actividades preparadigmáticas como la telepatía y la
acupuntura que no se han convertido en ciencias. De igual forma un artículo
publicado en el año 2002 en el diario la industria donde se informa como los
arqueólogos asisten a las famosas mesadas de chamanes y brujos en el bosque
de Poma para recoger información sobre los restos de personas encontradas en
algún cementerio prehispánico.

Desde el punto de vista sociológico esos reconocimientos, internos y externos, son


los que dan al concepto de comunidad científica su contenido específico. A pesar
de este reconocimiento no podemos dejar de lado el aporte de otros tipos de
conocimientos que producen los hombres organizados en sociedad y que son
utilizados para ayudar a resolver problemas, para las cuales la ciencia no tiene
respuesta. Con toda razón Gadamer (1998) consideró: “La ciencia es un método
no el método”. Lo expuesto por Gadamer es ratificar que la ciencia no es único
método capaz de producir conocimientos “científicos”, sino que existen otros
métodos en construcción, que aún no han sido reconocidos, que producen
conocimientos que ayudan a los hombres a dar solución a un problema.

La comunidad científica no puede, por tanto, definirse exclusivamente como un


grupo capaz de manejar cierto tipo de reconocimiento. Como grupo que tiene un
acceso especial a los saberes, a menudo se pedirá a sus miembros que jueguen
un papel social y especialmente que den su opinión como “expertos”, es decir como
personas cuyo saber permite dirimir las cuestiones de la sociedad. La comunidad
científica goza de un estatuto privilegiado, semejante a los de los brujos o de los
sacerdotes en ciertas culturas.

Tal como se la define, la comunidad científica podría no aparecer más que como un
elemento externo a las ciencias y a sus resultados. Estarían las ciencias y sus
progresos; y luego como elemento puramente adyacente, sucedería que éstas las
practica un grupo humano. El método científico se podría analizar y así se hace la
mayoría de las veces independientemente de la comunidad científica.

Semejante concepción de método científico es incapaz de dar cuenta de la


obtención de resultados interesantes. Después de todo, un laboratorio funcionará
bien tanto porque su personal está bien organizado como porque tiene accesos a
aparatos precisos o porque razona correctamente. Para producir resultados
científicos, también hay que tener suficientes recursos, acceso a revistas, a
bibliotecas, a congresos, etc. También es preciso que, en las unidades de
investigación, la comunicación, el diálogo, la crítica, circulen. El método de
producción de las ciencias pasa pues por los procesos sociales que permitan la
construcción de equipos estables y eficaces: concesión de subsidios, contratos,
alianzas socio-políticas, gestión, etc. También en esto las ciencias se muestran
como un proceso humano, hecho por humanos, para humanos y con humanos.

Entendido la naturaleza social de la comunidad “científica”, como una organización


que responde a intereses de diferente orden, es claro por qué siguen vigentes
fundamentalismos que determinan que la ciencia y el conocimiento científico son
neutros, y que el único conocimiento que puede resolver problemas de la
humanidad es el conocimiento neutro.

Este interés por lo neutral radica en el uso del método positivista, método que sigue
sus son posturas provenientes de la Escuela de Viena, donde la Lógica Formal, el
Lenguaje Fisicalista y el uso de la Estadística son requisitos imprescindibles para
cualquier profesional que desea hacer investigación, de ello indudablemente no
escapa un gran sector de profesionales investigadores en el campo de la educación.

Si focalizamos este panorama para el caso de la educación en nuestro país,


podemos confirmar como instituciones de educación superior formadoras de
profesores, establecen en sus mallas curriculares exclusivamente los métodos
cuantitativos y la estadística como requisitos para realizar investigación en
educación. En otras instituciones de este nivel colocan ambos tipos de métodos:
cuantitativos y cualitativos. El Ministerio de Educación (MED), en una de sus pocas
acertadas propuestas, está impulsando la Investigación Acción como requisito para
que los futuros docentes que se forman en los Institutos Pedagógicos se gradúen a
través de la sustentación de tesis bajo este enfoque. Sin embargo, el MED hasta
ahora no ha explicado ¿por qué impulsa este tipo de enfoque enmarcado dentro de
la investigación cualitativa? Esta pregunta la formulo porque muchas de sus
propuestas no son producto de la investigación sino de propuestas técnicas que
nacen de un pragmatismo deformado. Ejemplo de ello es cuando sustentaron el
Diseño Curricular Nacional (DCN) del 2005 donde argumentaron la eliminación de
las asignaturas para ser reemplazadas por las famosas Áreas, bajo el so pretexto
de que ahora con las áreas ya se podría realizar el proceso interdisciplinario del
conocimiento, algo totalmente absurdo, ya que la interdisciplinariedad y la
transdisciplinariedad es consustancial a la existencia y naturaleza de la ciencia. Lo
que pasó ingenuamente o no, es que se ajustaban a la propuesta de Morin (2001):
“… el conocimiento es error e ilusión” …, entonces se puede intuir que los técnicos
del MED buscan establecer una formación escolar con menos conocimientos,
menos capacidad para analizar, criticar, cuestionar y proponer, tal como lo
demuestra la ausencia de la Filosofía en la formación escolar. Este problema no
podrá ser comprendido desde la investigación cuantitativa por ser un problema de
carácter ideológico. Por ello no podemos dejar de lado la definición de educación
expuesta por Capella (1991): “la educación es un proceso social, histórico,
estructural e ideológico que responde a las exigencias de una determina sociedad.”
A partir de la definición dada por Capella, se puede cuestionar las creencias y
fundamentalismos de que en educación la investigación y los conocimientos deben
ser exactos y medibles, lo cual definitivamente no es posible. ¿Cómo medir las
intenciones de las políticas en educación? ¿Cómo buscar que las Áreas
Curriculares sean espacios del conocimiento exacto? ¿Cómo establecer que el
Paradigma Interaccionista es preciso para mejorar la Gestión Educativa? No es que
estamos descubriendo la pólvora, pero muchos creen que lo principal es hacer y
descartar el qué, es decir, separar la teoría de la práctica o la práctica de la teoría,
esto es ideología, la educación es ideología y muchas comunidades de
investigadores, menciono de esta manera por la carencia de comunidades
científicas, siguen con el discurso que la educación es apolítica, que la educación
es neutra, por ello es que siguen impulsando de manera impositiva que la
investigación cuantitativa es la única para hacer ciencia en educación. Se ha
estigmatizado en un paradigma que si bien es cierto es válido para hacer ciencia,
no es el más correcto para hacer investigación en educación, y ello cae en la
responsabilidad de las comunidades científicas o en la “comunidad de
investigadores” formales de las diferentes instituciones que forman profesionales en
el campo de la educación.
Post. Dr. Oswaldo Rodríguez Chávez
Investigador de ASDOCT

BIBLIOGRAFÍA
ABUGATTAS, Juan y otros (1984). El Factor Ideológico en la Ciencia y la
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BRIONES, Guillermo (2002). Epistemología de las Ciencias Sociales. Instituto


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CAPELLA, J. (1991). “Una Década en la Educación Peruana”. Edit. Cultura y


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CERDA, Hugo (1994). La Investigación Total. La Unidad Metodológica en la
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SOLIS, Ciro (2007). Inicio en Epistemología. Filosofía y Teoría de la Ciencia. Edit.


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