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LA INVESTIGACION SOCIAL.

ENTRE EL MONISMO Y LA PLURALIDAD METODOLOGICA1

Alfonso Torres Carrillo


Doctor en Estudios Latinoamericanos
Profesor Universidad Pedagógica Nacional (Colombia)

La cuestión metodológica en la sociología

La tecnología nos da razón de cómo se hace. Pero antes de plantear el problema


de cómo se hace, hay que haber planteado los problemas de por qué se
hace así (nivel metodológico) y para qué o para quién se hace (nivel epistemológico).
Bourdieu (1976) señala tres operaciones necesarias para el dominio
científico de los hechos sociales: una «conquista contra la ilusión del saber
inmediato» (epistemológica), una «construcción teórica» (metodológica)
y una «comprobación empírica» (tecnológica).
Jesús Ibáñez

El nacimiento de la sociología en el siglo XIX estuvo asociado a la pretensión de describir y explicar


los acelerados cambios que estaban viviendo las sociedades europeas, en la llamada era de las
revoluciones, partiendo de los supuestos y empleando los procedimientos de la ciencia naturales.
De hecho, Augusto Comte, antes de que en 1839 inventara la palabra sociología, había nombrado
la nueva ciencia como “física social”, y al igual que otros científicos sociales de la época, aspiraron a
estudiar los fenómenos sociales con un criterio científico, asociándolo al uso de métodos
sistemáticos de observación…

En el mismo sentido, la sociología naciente también aspiró a la generación de teorías generales


sobre la sociedad que explicaran su estructura y funcionamiento basándose en dichas
observaciones. La filosofía social – su predecesora-, también buscaba generar comprensiones
generales de la sociedad como un todo, a partir de generalizaciones tales como causas primeras,
valores supremos, sentidos últimos, destinos ineludibles. En la práctica, la frontera entre sociología
y filosofía social ha sido borrosa; muchos sociólogos, en su pretensión de generación teórica, han
traspasado los dos dominios, y ha introducido en su campo, conceptos y categorías filosóficas.

En tercer lugar, los primeros sociólogos, al igual que otros científicos sociales, acudieron a
diferentes estrategias para producir la información que sirviera como punto de partida para la
construcción de sus explicaciones o compresiones de los fenómenos estudiados; así algunos,
acudieron al conocimiento histórico existente, otros, buscaron hacer comparaciones entre
sociedades y otros inventaron técnicas para producir datos, como las encuestas o las entrevistas.

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Capítulo 7 del libro: La investigación en ciencias sociales: la historia del método y su filosofía (Páramo P.
Coordinador), Bogotá, Editorial Lemoine, 2020
1
En fin, desde sus orígenes, la investigación sociológica se ha planteado fines extra-cognitivos, ha
buscado elaborar teorías sociales y ha acudido a operaciones metodológicas y a procedimientos
que considera adecuados para generar conocimiento sistemático sobre la realidad social. Esta serie
de preocupaciones políticas, epistémicas y procedimentales, es lo que constituye el problema
metodológico en la sociología como disciplina social. En investigación, el cómo investigar, siempre
ha estado asociado a un para qué investigar y a un cómo entiendo lo que investigo.

Es por ello, que conforme, los sociólogos se han planteado diferentes fines a su quehacer, han
construido variados modelos y esquemas conceptuales y han empleado una pluralidad de
estrategias y técnicas de investigación, los dos siglos de existencia de esta ciencia social, no ha
existido en un único método sociológico, sino múltiples maneras de entender lo metodológico2. Sin
embargo, como lo veremos a continuación, en ciertos momentos ha existido la pretensión de
alcanzar un método universal de investigación para todas las ciencias de la naturaleza y la
sociedad.

Para evidenciar esta histórica y abierta búsqueda metodológica, a continuación me referiré a los
aportes en ese sentido, dados por algunos sociólogos representativos e influyentes, luego, los de
algunas escuelas renovadoras y finalmente, presentar las 3 grandes tendencias o perspectivas
metodológicas que coexisten en la actualidad.

1. La cuestión metodológica en los clásicos

Augusto Comte (1798 -1857)

El creador de la sociología, entendida por él como ciencia abstracta de los fenómenos sociales,
propuso que su método debía ser positivo; éste, partía del supuesto de que los fenómenos sociales
estaban regidos por leyes y que, para su estudio, los conceptos debían subordinarse a los hechos.
Sin embargo, a diferencia de los neopositivistas posteriores, para Comte, el conocimiento positivo
no está asociado al uso de las matemáticas y la estadística, sino a la aplicación de 4
procedimientos: la observación, la experimentación, la comparación y el método histórico.

Para Comte, la observación y la experimentación son fructíferas, si están orientadas por la teoría;
así mismo, el método histórico, debía buscar las leyes generales o constantes de las opiniones
humanas. Así mismo, al considerar que las sociedades humanas eran como un organismo, su
estudio debía hacerse de conjunto y por tanto, no era procedente el estudio particular de los
fenómenos sociales.

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“En sociología, nos encontramos frente a una pluralidad de teoría s y estrategias metodológicas disponibles para la
investigación social y una pluralidad de modelos, ninguno de los cuales puede considerarse como “superior” o como
síntesis, resultado de un acuerdo entre paradigmas concurrentes” (Damiani, 2004: 32)
2
Émile Durkheim (1858 -1917)

Reconociendo a Comte como su maestro, Durkheim enfatizó en el estudio empírico de la vida


social y en la necesidad de reconocer las determinaciones sociales de la conducta humana, pero
fue más allá en la construcción de una metodología sistemática para la investigación sociológica.
Cuestionó los intentos de comprender los fenómenos sociales desde la psicología individual y
planteó que la sociología debe ocuparse de los hechos sociales, entendidos como maneras de
actuar, pensar y sentir externas a los individuos y que tienen el poder de ejercer coacción sobre los
mismos (Durkheim, 1982, p. 26); tal es el caso de las religiones, la moral pública y las oleadas de
entusiasmo colectivo, las cuales poseen una influencia coercitiva sobre las conciencias individuales.

Si el objeto de la sociología como ciencia son los hechos sociales, debe construir una propia
metodología acorde con su naturaleza. En primer lugar, que deben ser asumidos y tratados como
cosas, entendidas éstas como “todo objeto de conocimiento que no es naturalmente penetrable
por la inteligencia, todo aquello de lo que no podemos darnos una idea adecuada por simple
análisis mental, todo lo que el espíritu no puede llegar a comprender más que a condición de salir
de sí por vía de la observación y la experimentación, pasando progresivamente de los caracteres
más externos a los menos visibles y más profundos” (Durkheim, 1982, p. 19).

La condición de objetividad de la investigación sociológica, pasa por eliminar todo lo que hay de
subjetivo en el investigador. Por ello, Durkheim plantea que el punto de partida de una
investigación no deben ser las ideas previas, las nociones ni las grandes hipótesis sobre la sociedad,
sino la rigurosa observación de los fenómenos sociales. El sociólogo, en un primer momento, debe
acercarse a lo hechos observando los fenómenos más visibles, tales como la afiliación religiosa, la
ocupación laboral o el índice de suicidios; luego, un análisis más riguroso mostrará que son reflejo
de circunstancias más profundas; así, por ejemplo, la tasa de suicidios puede reflejar los grados de
solidaridad en un grupo social (Timascheff, 1997, p. 143).

Además de este principio e itinerario investigativo, Durkheim, a lo largo de sus obras, planteó
varias reglas y recomendaciones metodológicas. En primer lugar, al abordar sus estudios y en la
escogencia de su objeto, el investigador debe eliminar radicalmente sus prejuicios. En segundo
lugar, para abordar un hecho social, el sociólogo debe delimitar un conjunto de fenómenos con
ciertas características externas comunes. En tercer lugar, debe considerar los hechos sociales como
independientes de sus manifestaciones individuales: debe reconocer las tendencias y las reglas
más generales que los rigen. En cuarto lugar, el sociólogo debe buscar la causa de dichas
regularidades en factores sociales que les preceden y nunca en la conciencia individual.

La búsqueda de explicaciones causales de los hechos no agota la labor de la sociología; además de


investigar las causas eficientes que dan lugar a los hechos sociales, debe buscarse la función que
desempeña. Para Durkheim, influido por la biología, la función de un fenómeno social es la
correspondencia entre él y una necesidad general de la sociedad. En fin, como lo retomaría luego
3
el funcionalismo, “la tarea del análisis funcional consiste en hacer ver con claridad cómo las
instituciones y demás fenómenos sociales contribuyen a mantener un todo social” (Timascheff,
1997, p. 153).

Georg Simmel (1858 – 1918)

Aunque conquistó fama en el campo a fines del siglo XIX por una serie de brillantes artículos sobre
diferentes temáticas de la vida social, su obra tuvo menos influencia que la de otros
contemporáneos suyos como Durkheim y Weber, en la institucionalización de la disciplina
sociológica3; si bien es cierto que influyó sobre algunos sociólogos en particular, sólo hasta fines
del siglo XX su obra ha encontrado una amplia divulgación y acogida, dada la “contemporaneidad”
de sus reflexiones.

A diferencia de Durkheim, para Simmel, la sociedad no puede ser entendida como una entidad
independiente de las mentes individuales; pero también, es incorrecto afirmar que aquella es solo
la suma de individuos. La sociedad es mucho más que la suma de sus individuos: es una unidad
objetiva que expresa relaciones recíprocas entre sus integrantes. Estas relaciones recíprocas se dan
en todas las dimensiones humanas y no solo en lo económico y lo político, e involucran fenómenos
tan habituales como comer juntos, divertirse, ayudar a otros o viajar entre ciudades. Por ello, la
sociología debe ocuparse de todas las formas típicas de interacción humana y buscar la manera
más adecuada de estudiarlas.

Para Simmel, el método principal al que debían acudir los sociólogos era, el comparativo. Más que
interesarse por las circunstancias concretas de los casos que estudia, el sociólogo procura
seleccionar casos en que difieren los contenidos e intereses, mientras que son similares las formas
de interacción social. Sin embargo, en su propia práctica, a la vez que exploraba en la identificación
de formas sociales generales, él mismo incurría en el estudio de contenidos muy concretos.

El reconocimiento de esta tensión entre lo abstracto de las formas sociales y su expresión concreta
en los fenómenos sociales, llevo a Simmel a ver en el arte una posibilidad para la investigación
sociológica. A diferencia de Durkheim, considera que el sociólogo como el artista, también puede
partir de intuiciones, puede juntar la superficialidad de un fenómeno con la profundidad de sus
formas más regulares de interacción; puede hacer confluir la vida y el pensamiento: “Para nosotros
la esencia de la observación y la interpretación estética radica en que se debe buscar lo típico en lo
singular; lo sistemático en lo fortuito, la esencia y el significado de las cosas en lo superficial y
transitorio” (citado por Morresi, 2017, p. 3).

Esta vocación estética la expresó también Simmel en su estrategia de escritura, el ensayo. En éste,
puede explorar el lenguaje en toda su potencia: acudir al uso de conceptos y formalizaciones

3
Simmel no quiso escribir un tratado sistemático de sociología y tuvo dificultades para ser admitido como profesor
universitario en Alemania.
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abstractas a la vez que emplear metáforas e incorporar el relato, la narración de situaciones
cotidianas.

Max Weber (1864 – 1920)

Este pensador alemán, aunque se ocupó de varios campos del conocimiento de la sociedad, sus
contribuciones a la sociología son fundamentales. Influido por el ambiente cultural alemán de
comienzos de siglo, compartió el planteamiento kantiano acerca de la diferencia abismal entre el
mundo de los fenómenos naturales y el de los hechos sociales, y por consiguiente entre las
“ciencias de la naturaleza” en su afán por descubrir sus leyes universales y las “ciencias de la
cultura” en su búsqueda de comprender los acontecimientos humanos en su singularidad histórica.

Dado que la cultura está constituida por valores, las ciencias sociales deben ocuparse de dichos
valores y de comprender cómo estructuran la acción social, pero sin pretender proporcionar
normas o ideales acerca de los que puedan derivarse principios que orienten la actividad práctica.
Por tanto, la sociología, como las demás ciencias, debe estar libre de valores.

A nivel metodológico, el gran aporte de Weber es el de haber sentado las bases de una “sociología
comprensiva” que se propone entender la acción social en virtud de procesos interpretativos
(verstehen), para poder explicarla (erklaren) causalmente en su devenir y sus efectos. Este
planteamiento exige aclarar inicialmente qué entender como acción social. Una acción es social
cuando el actor (individual o colectivo) que la realiza le asigna un significado y toma en cuenta que
su desenvolvimiento afecta a otros actores.

Afirmar que una conducta humana es acción social si tiene sentido subjetivo para su actor y está
orientada hacia otros actores, implica reconocer que no todas las conductas lo son, como es el
caso de las reacciones espontáneas a una situación, los actos privados o la simple imitación. Por
otro lado, reconocer que las acciones sociales poseen un significado que es susceptible de ser
comprendido no solo por otros actores sino por un observador externo, plantea la posibilidad de
conocer la estructura de dichas acciones.

Las consecuencias metodológicas para una sociología comprensiva son las siguientes. En primer
lugar, la comprensión de la significación tiene lugar de dos maneras: una, la comprensión directa
mediante la observación del sentido subjetivo del acto de otra persona; por ejemplo, el de un
hombre que apunta con un arma a otro; dos, la comprensión del motivo; se puede analizar
intelectualmente comprender el contexto racional, emocional o cultural en que tiene lugar la
acción. Así, es posible comprender el motivo de la acción en un plano más objetivo.

La explicación comprensiva de Weber permite reconstrucción de la acción social “desde adentro”


(sentido subjetivamente intencional) y entenderla desde su propia racionalidad, individuando las
causas que explican su curso y sus efectos. De este modo, pretende hacer confluir dos perspectivas
opuestas, comprensión y explicación.
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2. El neo positivismo sociológico

Simultáneamente a la obra de estos grandes maestros, durante la primera mitad del siglo XX fue
gestándose una nueva tendencia, el neo-positivismo; éste fue, a su vez, resultado de la confluencia
de 3 fuentes: el cuantitativismo, el behaviorismo y la epistemología positivista. El primero refiere al
creciente uso de la medición en la investigación social, especialmente acudiendo al análisis de
datos estadísticos.

El behaviorismo o conductismo, tuvo como referente principal la obra del psicólogo


norteamericano, John Watson, quien sostuvo que la conciencia era prácticamente incognoscible y
que por consiguiente la psicología y la sociología debían estudiar sólo la conducta observable, la
cual puede reducirse a reflejos condicionados. En estos pueden distinguirse situaciones de
estímulo y situaciones de respuesta. Un análisis sistemático de estas relaciones de estímulo –
respuesta podrían explicar todas las formas de conducta humana.

La epistemología positivista tiene sus raíces en la filosofía pragmática (James, Dewey, Russel); pero
en sociología la influencia principal provino de Karl Pearson, cuyo libro La gramática de la ciencia,
se convirtió en el evangelio del neo-positivismo y dio gran importancia al cuantitativismo. Para él
solo era cognoscible lo percibido por los sentidos; así, la causalidad se refiere a determinada
secuencia de impresiones, cuyo reconocimiento como regularidad puede ser considerada una ley.

Estas tendencias se decantaron y cobraron mayor influencia en el segundo cuarto del siglo XX, en
la corriente neopositivista, sustentada en los desarrollos del positivismo lógico; dicha postura
epistemológica desarrollada por Círculo de Viena (1923 -1936) pretendió definir las bases comunes
a la ciencia, defendiendo el empirismo, el método inductivo y la abogando por la unificación del
lenguaje de la ciencia.

Hempel (1950) distingue 2 periodos: el primero, asociado al trabajo de Schilck y Carnap, quienes
propusieron que todos los conceptos y enunciados teóricos de la ciencia deben basarse en los
datos empíricos producidos por la experiencia inmediata; así, las ciencias serían un conjunto de
enunciados verificables o demostrables lógicamente. Este enfoque inductivo radical fascinó a los
sociólogos como Lundberg que pretendían construir una sociología empirista apoyada en la
medición.

La segunda fase de la Escuela de Viena, estuvo asociada a la anexión de Austria a Alemania nazi, al
asesinato de Schilck en 1936 por parte de un estudiante nazi y a la diáspora de los demás
integrantes, especialmente hacia los Estados Unidos. Sus características principales fueron
distanciarse de los postulados inductivos iniciales, tornándose más deductivista, y la
problematización de la relación unívoca entre datos empíricos y lenguaje científico. En efecto, la
verificación de enunciados que expresa una ley es imposible porque habría que analizar una serie

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infinita de casos; por ello, la ciencia debe renunciar a la verificación completa y acoger la
confirmación progresiva.

Siguiendo esta argumentación, Hempel (1952) invierte los términos iniciales del problema,
afirmando la primacía lógica de la teoría sobre las proposiciones individuales derivadas de la
experiencia. La verificación de las teorías adquiere centralidad, y con ello, la preponderancia de las
operaciones deductivas sobre las inductivas. En el campo de la sociología neopositivista, estos
planteamientos fueron retomados y llevados al extremo por Neurah, quien planteó la idea de una
“sociología fisicalista” en la que el lenguaje científico no representa ningún objeto empírico y ni
siquiera puede validarse por medio de operaciones fácticas.

Como ya mencionó, a partir de la década de 1940 y durante 3 décadas más, el neopositivismo se


convirtió en el paradigma predominante de la investigación sociológica, particularmente en el
mundo anglo sajón. Así, durante este periodo, el mayor esfuerzo ha estado en elaborar y afinar
técnicas e instrumentos que permitan medir los fenómenos sociales, desarrollar análisis
cuantitativos y modelos hipotéticos y operacionales para verificar las teorías sociales.

3. Enfoques teóricos y metodológicos basados en la intersubjetividad

Aunque desde fines del siglo XIX, la pretensión de imitar la racionalidad y las metodologías de las
ciencias naturales fue cuestionada por Dilthey, aunque desde la década de 1920 los investigadores
de la Escuela de Chicago emplearon estrategias cualitativas de indagación y aunque desde la
década siguiente surgieron otros enfoques basados en el reconocimiento del carácter
intersubjetivo de la vida social (Mead, Blumer, Schutz), sólo hasta mediados de la década de 1960
cobraron fuerza y legitimidad dentro la sociología, estas teorías y metodologías (Giddens, 1987).

A continuación, nos referiremos sucintamente a los principales planteamientos metodológicos no


positivistas que, salvo la obra de Weber, fueron invisibilizados por la tendencia empírico analítica
predominante. Estas son la fenomenología sociológica, el interaccionismo simbólico y la
etnometodología.

La Fenomenología sociológica

La obra del filósofo Edmund Husserl ejerció gran influencia sobre algunos sociólogos, en particular
sobre el austriaco Alfred Schutz (1899 - 1959), dando origen a la corriente sociológica
fenomenológica. Esta perspectiva va a privilegiar el estudio de la constitución originaria de la
realidad social desde las estructuras de la vida cotidiana, así como de los múltiples mecanismos
mediante los cuales esta realidad es objetivada e interiorizada por sus integrantes. Alfred Schutz,
también influido por Weber, plantea que los actores sociales viven y construyen su realidad desde
su intersubjetividad cotidiana y los sociólogos deben ocuparse de comprender su lógica particular.

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Sus discípulos, Peter Berger y Thomas Luckman (1976), desarrollaron una sociología del
conocimiento cotidiano desde la cual se definen los mecanismos como la sociedad se construye
intersubjetivamente a través del lenguaje y de las instituciones sociales, como también las maneras
como los individuos internalizan esa realidad construida como si fuese objetiva. En síntesis, la
fenomenología sociológica le otorga primacía a la experiencia subjetiva inmediata como base de
conocimiento; también valora el estudio de los fenómenos sociales desde la perspectiva
consciente de los sujetos, desde la manera como estos experimentan e interpretan el mundo
social. Los conceptos sociológicos que se elaboran desde esta perspectiva son construcciones de
segundo orden basados en las tipificaciones que de esas mismas realidades elaboran los actores
que las protagonizan.

El interaccionismo simbólico

Esta perspectiva sociológica tiene sus antecedentes en la obra de George H. Mead con respecto a
su distinción entre el “yo”, el “mi” y el “si mismo” (I, me y self en inglés). Para Mead, la persona
(self) es una interacción entre el “yo” y el “mi” (me). El yo está formado por las respuestas del
organismo a las acciones de los demás; el “mi” es el conjunto de actitudes de los demás que el “yo”
asume… La persona es el “sí mismo”, que puede hacer reflexividad sobre el yo y el mí.

Herbert Blumer, discípulo de George Herbert Mead, quien acuñó la expresión “interaccionismo
simbólico” plantea que éste enfoque se basa en tres premisas. La primera es que los seres
humanos actúan sobre las cosas y las otras personas en función del significado que tienen para
ellos; de modo que la conducta social no responde sólo a estímulos exteriores, sino es el
significado el que marca su orientación.

A su vez, los significados son productos sociales que surgen durante la interacción; una
persona aprende de y con las otras a ver el mundo. En tercer lugar, los actores sociales
asignan significados a situaciones, a otras personas y así mismos, a través de un proceso de
interpretación; este proceso actúa como intermediario entre los significados y
predisposiciones a actuar de cierto modo y la acción misma. Por último, desde una
perspectiva interaccionista simbólica, todas las organizaciones, culturas y grupos están
constituidos por actores envueltos en un proceso constante de interpretación del mundo
que lo rodea. Son sus interpretaciones y definiciones de la situación los que determinan su
acción y no las normas, los roles o metas definidas.

A nivel metodológico, el interaccionismo plantea que el único medio de conocer los seres
humanos y sus interacciones es estar ahí, donde se presentan dichas relaciones; en un
primer momento exploratorio que permite definir la problemática, obtener la información
adecuada e identificar las líneas de interacción importantes. Finalmente está la inspección,

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que apunta a una comprensión teórica que desentraña relaciones y precisa conceptos.
((Álvarez Gayou, 2006, p. 71)

La Etnometodología

La etnometodología es una corriente sociológica estadounidense que surgió en torno a Harold


Garfinkel quien exploró los métodos y mecanismos empleados por las personas para dar
significado a sus actividades sociales cotidianas; por eso, éstas juegan un papel activo en la
construcción de la realidad social. Desde este supuesto, buscó responder a cuestiones como:
¿Cómo las personas ven, describen y explican el mundo en el que viven? y ¿Cómo la gente crea y
construye sus formas de vida y las reglas que sociales que la rigen?

Así, Garfinkel abrió un nuevo camino en la sociología: el estudio de las propiedades del
pensamiento práctico del sentido común en situaciones de la vida ordinaria. Para dichas corriente,
el orden social es construido por los actores sociales y los eventos sociales son el resultado de las
interacciones sociales; las interpretaciones de los autores, no solo describen, sino que también
construyen los contextos y las acciones sociales en que participan. Su preocupación central es
analizar cómo las personas construyen y mantienen el sentido de la realidad externa a través de
sus percepciones y acciones; por ello, atribuyen gran importancia a los significados sociales que las
personas le asignan al mundo que los rodea.

En lo metodológico, la etnometodología propone escuchar conversaciones y preguntar a los


actores por sus interpretaciones y analizarlas; también es necesario preguntar para comprender el
mundo de la vida en que se da la interacción. Para no afectar esta construcción de sentido,
Garfinkel propone que los actores no se enteren que se realiza la investigación; en una posición
menos controversial, otros etnometodólogos proponen establecer diálogos entre investigadores y
actores sociales.

4. La sociología crítica

Aunque en sentido estricto, Carlos Marx no fue un sociólogo sino un filósofo político y un
revolucionario, su crítica a la filosofía y las ciencias sociales de la época, así como sus elaboraciones
teóricas y metodológicas sí han contribuido a la configuración de una sociología crítica, con
exponentes, tanto en el Viejo como en el Nuevo continente. Por ello, consideramos pertinente
dedicar unos párrafos a sintetizar sus aportes y los de algunos de sus seguidores en torno al tema
que nos ocupa: las metodologías sociológicas.

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El legado marxista

Si bien es cierto que Marx no hizo una elaboración sistemática del conjunto de su pensamiento
social, a través de sus obras podemos reconocer algunos rasgos, los cuales han incidido de una
manera u otra en la configuración de una sociología marxista.

Un primer rasgo de su concepción es que todos los hechos sociales están inmersos en el conjunto
de dinámicas de la sociedad en la que se producen; un hecho histórico solo puede ser
comprendido en el contexto siempre cambiante de sus articulaciones y tensiones con el conjunto
social. En su Prefacio a la Crítica de la economía política (1859) lo expresa así: “Mis investigaciones
dieron este resultado: que las relaciones jurídicas, así como las formas del Estado no pueden
explicarse ni por sí mismas ni por la pretendida evolución del espíritu humano” (Marx, 1968: 71).
Este criterio metodológico, se corresponde con su concepción de sociedad como como síntesis de
múltiples determinaciones; es decir como una “totalidad concreta” estructurada y dialéctica, como
conjunto social en permanente cambio y en movimiento.

Una segunda característica fue la relevancia que le dio a los aspectos y procesos “materiales” de la
vida social; en reacción al idealismo filosófico predominante, Marx planteó que el punto de partida
de todo análisis social era la comprensión de las maneras como los colectivos sociales crean y
recrean sus condiciones materiales de existencia: “Es el modo de producción de la vida material el
que determina el carácter general de los procesos de la vida social, política y espiritual. No es la
conciencia del hombre la que determina su ser, sino al contrario, su ser social el que determina su
conciencia” (Marx, 1968: 71).

En tercer lugar, el solo análisis estructural de la vida social no permite comprender sus
transformaciones si no involucra a los sujetos históricos; por ello Marx afirmó que son los hombres
quienes hacen la historia: “La historia no hace nada; no posee inmensas riquezas ni libra combates.
Son los hombres reales los que hacen, poseen y luchan. La historia no utiliza a los hombres para
lograr sus propios fines. La historia no es más que la actividad de los hombres para la consecución
de sus objetivos” (Marx y Engels, 1970: 265).

Esta reivindicación de los seres humanos como hacedores de la historia no significó que
desconociera las condiciones en las que actúan, a la vez que éstas han sido generadas y se
transforman por la acción humana: “Los hombres hacen la historia, pero no la hacen a su libre
arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se
encuentra directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado” (Marx, 1981: 9). Esta
unidad entre carácter estructurado y estructurante de las prácticas sociales, entre procesos
objetivos y dinámicas subjetivas, las sintetizó Marx en sus Tesis sobre Feuerbach (1844): “La
coincidencia entre la modificación de las circunstancias y la práctica humana solo puede concebirse
y comprenderse relacionalmente como una práctica revolucionaria”.

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En cuarto lugar, un aporte fundamental de Marx en la comprensión del dinamismo social fue su
concepto de “lucha de clases”, que no solo expresa el protagonismo de los colectivos sociales en el
devenir histórico, sino que también se constituye en su clave explicativa. Su perspectiva para
abordar las clases sociales es histórica y dialéctica: en torno a los conflictos sociales surgidos por
contradicciones de las estructuras sociales, se van conformando los colectivos sociales que los
protagonizan; por ello, el sentido del movimiento de la sociedad no está predeterminado, sino que
está en función la lucha permanente entre las clases sociales.

Este planteamiento está lejos del determinismo evolucionista que algunos marxistas se inventaron
bajo la idea de la sucesión lineal de los modos de producción; el mismo Marx lo advirtió en 1876:
“Quieren transformar mi explicación de los orígenes del capitalismo en Europa occidental en una
teoría histórico filosófica de un movimiento universal necesariamente impuesto a todos los
pueblos, cualquiera que sea la circunstancia en la que se encuentren… Pero debo protestar por
eso. Me hacen un gran honor, pero a la vez me desacreditan” (Marx y Engels, 1970: 489)

Un quinto aporte de Marx a la construcción de una sociología crítica es la articulación de su


producción teórica e investigación social con su práctica revolucionaria. Marx se hizo socialista
antes y no después de haber concebido su teoría materialista de la sociedad. Entender el marxismo
como “filosofía de la praxis”, la unidad entre teoría crítica y práctica emancipadora es una
exigencia desde la historia popular.

Con respecto a lo metodológico, Marx diferenció entre el momento investigativo y el momento


expositivo. En el primero está el conjunto de procesos lógicos y prácticos para re-construir el
objeto de estudio: definir el material de estudio, producir los datos significativos, “asimilar en
detalle la materia investigada, analizar las diferentes formas de desarrollo y descubrir sus nexos
internos”. En la fase expositiva, el proceso adquiere la forma de un movimiento lógico sistemático,
para dar cuenta del movimiento y estructura del problema analizado.

De la teoría crítica a la ciencia social crítica

La “teoría crítica” está asociada a la producción intelectual de la Escuela de Frankfurt, cuyos


integrantes se propusieron defender y profundizar la tradición marxista. Desde los años veinte del
presente siglo, un núcleo de pensadores forjados en el marxismo como Max Horkheimer, Theodor
Adorno y Herbert Marcuse, se mostraron preocupados por la influencia de la concepción
positivista de investigación y su ideologización, sobre las nacientes disciplinas sociales.

Buena parte de las críticas que se han hecho al positivismo en ciencias sociales han provenido de
esta tradición filosófica. Estos autores develaron cómo, tras la aparente neutralidad y pretensión
de objetividad, el papel de las ciencias naturales y sociales tendía a reducirse a un interés técnico e
instrumental: resolver pragmáticamente los problemas que iba planteando la expansión capitalista

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en la industria, en la tecnología, en las comunicaciones, en la guerra, así como a la necesidad de
control de la población.

Frente a esta sociología tradicional empírica, anteponen una sociología crítica. La investigación
social desde esta última perspectiva, debe contribuir a formar una conciencia crítica de la sociedad
y producir una postura crítica frente a lo existente, con intención práctica emancipadora. La razón
sociológica “consiste en la capacidad humana de ubicarse críticamente frente al orden social
establecido para transformarlo y humanizarlo…” (Damiani, 2004, p. 198)

El sociólogo y filósofo Jürgen Habermas, exponente contemporáneo de esta tradición crítica,


preocupado por sustraer las ciencias sociales del dominio de las ciencias naturales, preservando su
identidad "práctica", incorporó a la tradición marxista, otras perspectivas como la hermenéutica, el
pragmatismo y el análisis del discurso. El reconocimiento de la intersubjetividad anclada en el
lenguaje le llevó a cuestionar el productivismo marxista e incorporar otras dimensiones en el
análisis social, tales como la cultura y la comunicación, así como distinguir entre el nivel sistémico
de la sociedad (de la economía y el Estado) y el mundo de la vida cotidiana

Otro aporte de Habermas, clave para el ámbito de nuestro tema, es su teoría sobre los intereses
del conocimiento. Para dicho autor, todo conocimiento está motivado por necesidades e intereses,
que guían y dan forma a los diversos estilos de ciencia que en la modernidad existen; dichos
intereses constitutivos de los saberes sociales son para Habermas el técnico, el práctico y el
emancipatorio.

El primero responde a la búsqueda de conocimientos que faciliten un control instrumental sobre


los procesos naturales, propio de las ciencias empírico analíticas; de otro lado está el interés
práctico, basado en el reconocimiento del dominio simbólico del mundo social busca comprender a
los otros para orientar acciones prácticas, propio de las ciencias históricas y hermenéuticas. Un
tercer interés es el emancipatorio, el cual parte de cuestionar a los anteriores por no trascender la
esfera de la producción del conocimiento a las relaciones sociales dominantes, al cuestionamiento
del poder; por ello, aspira a buscar condiciones intelectuales y materiales dentro de las cuales
puedan darse comunicaciones humanas no alienadas a partir de la reflexión crítica. (Habermas,
1982)

Según estos tres tipos de interés, los enfoques metodológicos y los modos de saber que priorizan,
considera que en la actualidad se presentan tres tipos de ciencias sociales: 1. Las empíricas -
analíticas, movidas por el interés técnico; 2. Las histórico hermenéuticas o interpretativas, movidas
por el interés práctico; y, 3. Las ciencias crítico sociales, orientadas por un interés emancipatorio.
Nos centramos en éste último, dado que tiene su identidad en su preocupación por develar las
ataduras de la realidad, todas aquellas determinaciones que alienan u oprimen lo social; busca
desenmascarar cómo detrás de las normas sociales y científicas, se ocultan intereses de poder. El
marxismo, el psicoanálisis, buscaron en su origen, develar las estructuras sociales y psicológicas
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que impiden emancipar a la sociedad y a los individuos de diferentes formas de explotación y
opresión.

Para la ciencia social crítica lo metodológico es importante, dado que debe ser coherente con la
teoría crítica de la sociedad y con los fines emancipadores expuestos. En primer lugar, frente a la
consideración abstracta y la separación tajante entre sujeto y objeto de la investigación planteado
por la tradición positivista, la teoría crítica plantea que ambos son pre-formados por la sociedad a
la que pertenecen, a la vez que son interdependientes; así, por ejemplo, en una sociedad
capitalista, la investigación está subordinada a la lógica de mercado, convirtiendo en mercancías a
los sujetos y a los objetos.

La problematización, como punto de partida, debe inspirarse en la crítica de la sociedad actual, al


reconocimiento de su carácter conflictivo y las visiones de futuro en juego. Por otro lado, a
diferencia de los enfoques empírico analíticos, que subordinan el objeto a las teorías previas y
metodologías, en la tradición crítica, los conceptos y las estrategias metodológicas deben
adecuarse a los objetos sociales. Finalmente, la comprensión dialéctica del objeto no se agota en la
aproximación empírica: el objeto debe ser revisado y reflexionado dialécticamente a partir de una
hermenéutica del mundo de la vida, que explique su sentido y su contextualización dentro de la
totalidad social.

La sociología crítica latinoamericana

También en América Latina se ha venido forjando una tradición sociológica crítica que hunde sus
raíces en la década de 1960 y que, en las décadas siguientes, ha aportado, tanto a la teoría social
como a la construcción de planteamientos y prácticas metodológicas críticas. En efecto, en el
contexto de la institucionalización de una sociología funcionalista y positivista durante la segunda
Postguerra, una generación de sociólogos formados en las escuelas más representativas de estos
enfoques en Estados Unidos y Europa4, reaccionaron frente al colonialismo intelectual del que era
portadora la sociología desarrollista, subordinada al paradigma modernizante:

“[…] Esta cosmovisión tiene como eje articulador central la idea de modernidad, noción que
captura complejamente cuatro dimensiones básicas: 1) la visión universal de la historia asociada a
la idea del progreso […]; 2) la ‘naturalización’ tanto de las relaciones sociales como de la
‘naturaleza humana’ de la sociedad liberal-capitalista; 3) la naturalización u ontologización de las
múltiples separaciones propias de esa sociedad; y 4) la necesaria superioridad de los saberes que
produce esa sociedad (‘ciencia’) sobre todo otro saber” (Lander, 2003: 22).

A partir de esta crítica epistémica y política a la sociología institucionalizada, Fals Borda , planteó la
necesidad de una sociología de la liberación, sostenida en el compromiso de los investigadores

4
Tales como Camilo Torres Restrepo, Pablo González Casanova, Ruy Mauro Marini, Theotonio Santos y Florestán
Fernández
13
sociales con la transformación social (Fals Borda, 1970). En consecuencia, junto a un grupo de
investigadores colombianos nucleados en la Fundación La Rosca, inició la construcción de una
metodología que involucrara en la producción de conocimiento crítico sobre la realidad de los
sujetos populares, y que a la vez contribuyera a la potenciación de sus organizaciones y a su
capacidad de transformación social. Esta nueva metodología comprometida es la Investigación
Acción Participativa (IAP).

Al definirse como una práctica investigativa “al margen” de la institucionalidad académica, la


emergente IAP fue construyendo sus propias bases epistemológicas y metodológicas, que
afirmaran su identidad como enfoque crítico y alternativo (Torres, 2004 y 2008). El punto de
partida para pensar estas cuestiones fueron las propias prácticas de transformación social de las
que formaban parte los investigadores.

Son estos desafíos intelectuales los que llevan a Fals y a su equipo a generar sus propias
reflexiones, ponerse en diálogo con el marxismo y con la también emergente educación popular.
Así, las principales preocupaciones giraron e enfocaron en torno a algunas cuestiones como las
articulaciones entre acción y conocimiento y entre sujeto y objeto de conocimiento, la relación
entre investigadores y sujetos populares y la confluencia de saberes académicos y populares, sobre
el uso y creación de conceptos, sobre el papel de la relación entre acción y teoría (Fals Borda,
1984).

Para responder a estas preocupaciones epistemológicas, acudieron principalmente al marxismo


heterodoxo (Luckas, Gramsci, Kosik) y a las epistemologías de Kuhn y Feyerabend. Así, las
tensiones entre teoría y práctica y entre sujeto y objeto de conocimiento, fueron resueltas en clave
“dialéctica”, al reconocer en estas dimensiones su unidad no exenta de tensiones: el conocimiento
social proviene de la práctica y vuelve a ella para transformarla (praxis), en la investigación social
es insostenible la premisa de exterioridad entre sujeto y objeto, dado que este último es la
sociedad que de antemano incluye a los investigadores; éstos, antes de abordar sus problemas de
conocimiento ya poseen ideas previas sobre los mismos; además, , en las metodologías
participativas, todos los sujetos implicados son sujetos y a la vez “objetos de conocimiento”

A partir de la reflexión y conceptualización permanente sobre esta práctica investigativa colectiva,


Fals Borda (1979 y 1998) resumió los rasgos de la IAP a través de los siguientes principios y criterios
metodológicos:

1. Autenticidad y compromiso, del investigador social con respecto a los movimientos


populares.

2. Anti-dogmatismo, frente a toda rigidez en la puesta en práctica de las orientaciones


metodológicas.

14
3. Restitución o devolución sistemática que, partiendo de los niveles de conciencia y el
lenguaje de la gente, avanzara hacia la apropiación crítica de conocimiento crítico.

4. Sencillez y diferencial de comunicación, reconociendo los lenguajes de las


comunidades y respetando el nivel político y educativo de la gente.

5. Activa participación de la población en la definición de los problemas y en las principales


decisiones investigativas.

6. Buen ritmo reflexión – acción, de tal modo que se garantice simultáneamente la


construcción de conocimiento y la transformación social

7. Auto investigación y control colectivo del proceso.

8. Ciencia modesta y técnicas sencillas y dialógicas de recolección y análisis de


información.

9. Diálogo permanente y comunicación simétrica

10. Recuperación histórica, asumida como estrategia para reconocer y visibilizar la visión del
pasado por parte de los sectores populares

11. Sabiduría y buen juicio a lo largo de la experiencia para orientar con buen criterio la praxis.

Desde estas orientaciones, Fals Borda y su equipo de investigadores impulsaron investigaciones


participativas en diferentes países de América Latina y África. Modalidades afines de investigación,
tales como la "Investigación militante" o la "encuesta participante", abiertamente ligadas a
proyectos y organizaciones políticas de izquierda o de liberación nacional se desarrollaron en Asia y
África. El propio Alain Touraine (1978), retomó los planteamientos de Fals Borda, en su propuesta
de “intervención sociológica”. En la actualidad se ha configurado como una corriente investigativa
crítica con presencia planetaria, como lo evidencian los 3 Simposios mundiales realizados en
Cartagena de Indias en 1977, 1997 y 2017.

Para terminar, cabe destacar el aporte del pensador chileno Hugo Zemelman a la construcción
metodológica de las ciencias sociales latinoamericanas. Exiliado en México desde 1973, como
profesor del COLMEX y de la UNAM asumió el desafío de problematizar y replantear algunos de los
presupuestos epistemológicos y metodológicos de la tradición marxista, a partir de reconocer sus
limitaciones de las posiciones dogmáticas y deterministas en la comprensión de las realidades
emergentes que caracterizaron la región.

En el plano ontológico, desde una perspectiva dialéctica, enfatizó en el carácter cambiante de la


realidad social, enfatizando el reconocimiento de las dinámicas constituyentes de los procesos
15
sociales, así como la potencialidad de lo indeterminado, de lo inédito y de lo posible presentes en
todo proceso y coyuntura social. Esta concepción de lo social plantea el desafío de apertura para su
comprensión, en el sentido que cualquier análisis de la vida social, implica reconocer su
historicidad y el lugar de los sujetos en la construcción de realidad. Lo que a su vez exige del
investigador, reconocerse como sujeto y por tanto, un posicionamiento frente a la realidad.

En el plano metodológico, el punto de partida de una investigación es esa lectura y colocación de


los investigadores como sujetos, el reconocimiento de los colectivos sociales no como objetos sino
como sujetos de poder y de conocimiento, así como la problematización de las verdades
institucionalizada, no solo por las ideologías hegemónicas, sino también de las producidas por las
ciencias sociales institucionalizadas.

A partir de la definición de un campo problemático y planteamiento de unos interrogantes de cara


al presente potencial y a la voluntad de construcción de realidad, propone una reconstrucción
articulada de la realidad, que supere las miradas fragmentarias y deterministas de las disciplinas
sociales y de las epistemes predominantes en la institucionalidad académica. Dicha re-construcción
críticas de realidades sociales en clave de “totalidad social”, requiere una apertura al
reconocimiento de las fuerzas estructurantes, relaciones, tensiones, prácticas, sentidos, lenguajes
y subjetividades constituidas y constituyentes.

Por ello, el lugar de las teorías y conceptos no es debe ser deductiva, al modo de “marco teórico”
previo, sino en clave de lo que denominó pensar epistémico (Zemelman, 2005): en primer lugar, la
reapropiación crítica de conceptos provenientes de teorías, más que por la citación de
afirmaciones de los autores, por la reconstrucción de la lógica constituyente de las categorías e
hipótesis acuñadas; esta operación metodológica, Zemelman la denomina “reconstrucción de la
lógica constitutiva de las teorías”.

Así mismo, el reconocimiento de la singularidad de las problemáticas estudiadas y de sus


emergencias, plantea el desafío y la necesidad de creación de conceptos, de hipótesis teóricas, así
como de imaginación metodológica para reinstalar dichas elaboraciones conceptuales en las
realidades y dinámicas sociales que se investigan para contribuir a transformarlas desde nuevas
prácticas instituyentes por parte de los actores sociales.

Con lo dicho, podemos reconocer el aporte de Zemelman en su comprensión dialéctica de las


dinámicas sociales, en la necesidad de reconocer su historicidad y el lugar del sujeto en su
construcción, así como el reconocimiento del investigador como sujeto y las implicaciones
epistemológicas, metodológicas y políticas, como conocedor y transformador de la realidad social.

16
5. Perspectivas actuales de investigación social

Hecha esta panorámica histórica de los autores y enfoques sociológicos más significativos en torno
a la configuración metodológica de dicha disciplina, pasaremos a presentar una tipología que
organiza la coexistencia actual de tres perspectivas metodológicas en sociología (y en otras ciencias
sociales), con sus respectivas bases epistemológicas, metodológicas y técnicas. Dicha tipología ha
sido planteada con algunos matices por pensadores como Habermas (1982), Torres (1995), R.
Villasante (2000) e Ibáñez (2002).

5.1 La perspectiva distributiva

Basado en el neopositivismo o paradigma empírico analítico, ha sido la que mayor acogida e


institucionalización, tanto en la formación profesional de sociólogos, como en la investigación
social desarrollada a nivel universitario. A modo de síntesis, sus principales premisas y principios
epistemológicos y metodológicos son (Torres, 1995, p. 13 – 15):
1. Objetivismo. La sociedad es vista como una realidad objetiva independiente de los sujetos
observadores, cuyo dinamismo responde a fuerzas y movimientos observables y
verificables.
2. Universalismo. El supuesto de que la estructura y los procesos de la realidad social son
uniformes y homogéneos, implica que las afirmaciones y teorías científicas pueden ser
aplicadas a cualquier contexto.
3. Determinismo. La sociedad, al igual que la naturaleza esta estaría regida por leyes objetivas
y por relaciones entre los fenómenos obedecen a una causalidad lineal.
4. Monismo metodológico. En consecuencia, se considera que la tarea del científico social es
descubrir esas leyes y relaciones de causalidad a partir de la observación controlada de los
fenómenos sociales. Si la naturaleza y la sociedad comportan una misma lógica, existe un
único modo para conocerlas: el llamado "método científico".
5. Mecanicismo. La aceptación de las ciencias naturales y en particular la física mecánica,
como modelo de racionalidad científica (experimental), lleva a que algunos investigadores
sociales adopten como únicas a sus maneras de concebir la investigación.
6. Operacionalismo. Al desconfiar del investigador y de los sujetos investigados, cobran
primacía los instrumentos y operaciones metodológicas. Asumir diseños, técnicas e
instrumentos rígidos y estandarizados, garantiza la cientificidad de los conocimientos.
7. Reduccionismo. En su afán por delimitar con precisión y por controlar los elementos y
factores que determinan las temáticas de estudio, se tiende a su simplificación. La
delimitación estricta de problemas, variables e indicadores atomiza la realidad social y deja
por fuera dimensiones que previamente no han sido definidas.
8. Cuantitativismo. Como consecuencia de la simplificación de la realidad y por la convicción
que lo reducible al lenguaje numérico garantiza rigor y exactitud, las variables e indicadores
buscan ser medidos y cuantificados.
17
9. Control técnico de la realidad social. El afán por descubrir las leyes que rigen el
comportamiento social está asociado a la aspiración de manipular las condiciones y
circunstancias en que operan dichas leyes para lograr los efectos deseados. Este es el ideal
de las tecnologías e ingenierías sociales propio de esta tradición empírico analítica.
10. Neutralidad valorativa. Separa tajantemente investigación y política; los investigadores
aparecen como neutrales a las injusticias y conflictos sociales y políticos desde donde
investigan y el de los contextos donde los hacen. Esta auto-representación de la ciencia y
del investigador como entes imparciales, libres de prejuicios e intereses es cuestionada por
la tradición crítica como ideológica.

11. Separación entre teoría y práctica. Se considera que debe existir una división tajante entre
conocimiento y acción; entre el trabajo de los investigadores sociales y quienes toman las
decisiones políticas; entre quienes diagnostican los problemas y entre quienes ejecutan sus
soluciones.

El diseño metodológico en esta perspectiva, es asumido como un conjunto de procedimientos y


operaciones organizados de manera lineal, que Bunge (1980, p. 34 - 35) sintetiza así:

1. Descubrimiento de un problema o laguna en un conjunto de conocimientos;

2. Planteamiento preciso del problema, en lo posible en términos matemáticos, aunque no


necesariamente cuantitativo. O bien, replanteo de un viejo problema a la luz de nuevos
conocimientos (empíricos, teóricos o metodológicos);

3. Búsqueda de conocimientos e instrumentos relevantes al problema (datos empíricos, teorías,


aparatos de medición, etc.);

4. Tentativa de solución del problema con ayuda de los medios identificados;

5. Invención de nuevas ideas (hipótesis, teorías o técnicas) o producción de nuevos datos para
resolver el problema;

6. Obtención de una solución (exacta o aproximada) del problema;

7. Investigación de las consecuencias de la solución obtenida;

8. Puesta a prueba (contrastación) de la solución: confrontación con las teorías y la información. Si


no es satisfactoria, se pasa a una nueva etapa…

9. Corrección de las hipótesis, teorías, procedimientos o datos empleados en la obtención de la


solución incorrecta, iniciando un nuevo ciclo investigativo.

18
5.2 Perspectiva estructural (paradigma histórico hermenéutico)

Tomando como referencia diferentes enfoques epistemológicos y teóricos que toman distancia
con el positivismo y dan relevancia a las dimensiones subjetivas de la vida social (Llámese sentido,
significaciones, creencias, experiencia, etc.), existe un conjunto de metodologías de investigación
que buscan dar cuenta de ellas, reconociendo también el carácter interpretativo e intersubjetivo
de la investigación social. A continuación, se presenta una síntesis sobre sus principales supuestos
epistemológicos y rasgos metodológicos.

1. Noción de realidad y papel de la ciencia social. Para la tradición interpretativa y estructural, la


realidad es una construcción social intersubjetiva compartida por sus miembros; el hecho de ser
compartida, determina una realidad percibida como objetiva, viva y reconocible para todos los
participantes en la interacción social. La preocupación de la investigación es comprender dichas
realidades desde el marco de referencia de la cultura de sus actores.

Hoy no se comparte la suposición naturalista de que el investigador se pone en el lugar y asume la


mirada de los sujetos investigados. La empatía que busca el investigador, consiste en desentrañar
las estructuras de significación del colectivo social, determinar su campo social y su alcance.
Produce una interpretación, una versión propia que actúa como espejo "impreciso, distorsionado"
en el cual los investigados puedan verse.

2. Centralidad de la cultura e la comprensión de lo social. Para la investigación estructural, la


cultura es un concepto central si la entendemos como la dimensión simbólica y representativa de
las prácticas sociales, desde la cual los colectivos humanos las orientan e interpretan. No se trata
de una realidad totalmente simbólica (como lo pretenden algunos estructuralismos), ni de la
sumatoria de todas las realizaciones y manifestaciones humanas (como lo planteó alguna
antropología de comienzos de siglo). Frente a estas posiciones, asume la propuesta del análisis
cultural, que busca interpretar la lógica informal de la vida real; es decir, la que rige la vida
corriente.

3. Estrategias flexibles de abordaje del objeto. En esta perspectiva se combinan diversas


modalidades de acercamiento a sus temas para captarlos en su totalidad de relaciones sociales y
simbólicas. En otras palabras, mientras que para el diseño cuantitativo la preocupación se centra
en el cuidadoso seguimiento de las operaciones del "método científico", en la investigación
cualitativa el objetivo de comprender cada realidad lleva a que personas, escenarios y relaciones
son vistos como un texto a descifrar e interpretar.

La investigación en clave estructural, usan enfoques cualitativos buscan entender una situación
social como un todo, teniendo en cuenta sus propiedades, relaciones y su dinámica "internas".
Valora la dimensión cotidiana de la vida social. Este interés por los significados sociales y la
insistencia en que éstos sólo pueden ser examinados en el contexto de la interacción de los

19
individuos, es lo que distingue a esta perspectiva de investigación. Una investigación debe describir
situaciones sociales relevantes y las inscribe en una cierta relación con su contexto social.

4. Papel de la teoría. Goetz y Le Compte (1988) distinguen tres niveles de teorización en las
ciencias sociales: la gran teoría, las teorías formales de rango intermedio y las teorías sustantivas.
Las grandes teorías corresponden a formulaciones con pretensión de concepción global de la
sociedad, como el funcionalismo y el estructuralismo; las teorías formales son conjuntos de
proposiciones cuyo objeto es explicar un conjunto de comportamientos sociales; es el caso de las
teorías del aprendizaje. Por último, las teorías sustantivas se refieren a aspectos determinados de
poblaciones, escenarios, tiempos, como la violencia juvenil o la cultura urbana.

La investigación cualitativa evita subordinarse a premisas teóricas predefinidas y trabajan


preferiblemente con teorías sustantivas. En unos casos estas orientan desde el comienzo la
indagación, en otros casos, la teoría emerge de los propios datos: categorías, conceptos y teorías
se desprenden del análisis de la propia información (teoría fundada). Emplean "conceptos
sensibles", que buscan capturar los significados y las prácticas singulares.

5. Los datos privilegiados y su tratamiento. En la investigación cualitativa, los datos son recogidos
con técnicas que proporcionan narrativas, descripciones e interpretaciones de las situaciones y los
sujetos como entrevistas abiertas, observaciones participantes e historias de vida.

6. Los hallazgos obtenidos y sus usos. En las investigaciones cualitativas se espera encontrar los
conjuntos de acción social las interpretaciones de dichas acciones y de la realidad social, que
permitan recomponer el cuadro social estudiado en su propia lógica. Los informes resultantes de
investigaciones cualitativas suelen asumir diversas formas; en todas ellas se suele otorgar un lugar
para las descripciones provenientes de la reconstrucción, donde se presentan las situaciones y se
oye la voz de los actores. La interpretación de la información y las conceptualizaciones se pueden
agrupar en un capítulo o distribuirse a lo largo del informe.

7. Papel del investigador y su relación con los sujetos. En la investigación cualitativa, la búsqueda
del significado social generalmente lleva a que el investigador se involucre activamente
(observación participante) con el grupo que investiga; él mismo se convierte en el principal
instrumento de la investigación. En consecuencia, el investigador cualitativo es sensible a los
efectos que produce su presencia en el contexto de estudio; a diferencia del investigador
cuantitativo no cree que sus técnicas sean neutras o asépticas. Sólo intentan reducir al mínimo los
efectos que produce su presencia.

8. La confiabilidad y la validez. La confiabilidad es la capacidad del instrumento en uso para


producir medidas constantes dado el mismo fenómeno. En los enfoques cualitativos, la
confiabilidad se asocia a la selección de informantes típicos, la realización de entrevistas abiertas y
observaciones, procurando evitar "el sesgo del observador".

20
La validez se refiere a la capacidad de los procedimientos e instrumentos para producir medidas
adecuadas y permitir conclusiones correctas. En la perspectiva estructural, la validez de sus
procedimientos se argumenta en varias razones: la observación no estructurada posibilita recoger
más matices de los hechos; reconoce las diferentes posiciones sociales y emocionales de los
individuos; el uso de triangulaciones de fuentes y puntos de vista diversos frente a cada tema.

También se enfatiza que siendo el investigador el principal instrumento de una investigación


cualitativa, es quien tiene que desarrollar su capacidad de analizar su nivel de interferencia,
relación y valoración con las situaciones estudiadas. Busca suspender o neutralizar sus propios
marcos de referencia culturales o teóricos, así como sus perspectivas y prejuicios para comprender
la realidad en que se involucra.

9. El diseño estructural. Una investigación cualitativa pretende dar cuenta de un contexto, una
práctica, una situación o unas interacciones, desde las maneras como sus actores la relatan e
interpretan. Se busca describirlas y comprenderlas por vía inductiva y en diálogo con los referentes
conceptuales que resulten más pertinentes. La utilización flexible y creativa de diseños apropiados
para cada temática, no riñe con la posibilidad de reconocer ciertos momentos y decisiones propias
del diseño estructural, los cuales sintetizo a continuación (Torres, 1995, p. 67 y 68):

1. La definición de la temática o problemática a investigar, sea como decisión inicial basada en


conocimientos previos, o como resultado de una primera aproximación práctica al campo de
estudio.

2. Diseño global de las estrategias de interacción, observación y conversación con las poblaciones;

3. Trabajo de campo, que va desde los primeros acercamientos a terreno, el establecimiento de


contactos y de potenciales informantes, hasta el trabajo sistemático y continuo orientado a la
producción de datos y relatos. Para ello se acude a diferentes estrategias y técnicas como la
observación participante, las conversaciones informales, las entrevistas y las historias de vida.

4. Organización permanente y análisis de la información obtenida en campo, acudiendo a


diferentes estrategias de categorización, establecimiento de relaciones y tendencias y elaboración
de esquemas analíticos.

5. Identificación de patrones culturales y claves interpretativas, así como de nuevas


conceptualizaciones, en diálogo con referentes teóricos previos y detectados como apropiados
para dar cuenta comprensiva de la problemática.

6. Elaboración de síntesis y comunicación de resultados, acudiendo a diferentes estrategias


escriturales, tales como la narrativa, la argumentativa y la conceptual. En algunos casos, los
investigadores socializan los resultados con las poblaciones involucradas en el estudio.

21
5.3. Perspectiva crítica

Dentro de esta perspectiva de investigación podemos agrupar un conjunto de metodologías y


estrategias investigativas inspiradas en paradigmas epistemológicos críticos, que generalmente
involucran a los actores sociales como sujetos activos en la investigación (participación) y que
generalmente buscan generar transformaciones en el contexto, en las prácticas sociales y en los
propios colectivos sociales (acción).

Es el caso de la corriente anglosajona crítica de la Action Research (en adelante, investigación


acción) inspirada en Stenhouse y desarrollada por investigadores como John Elliot, Stephen
Kemmis y Wilfred Carr, de la escuela crítica española, iniciada por Jesús Ibáñez y continuada por
investigadores como Tomás R. Villasante, Joel Martí y Carlos Guerra, y del enfoque de la IAP
iniciada por Orlando Fals Borda y continuada por investigadores como Carlos R. Brandao, Lola
Cendales y Alfonso Torres. También existen colectivos y redes de investigadores inspirados en
principios similares, en la India y Sur África.

La reflexión sobre las bases epistemológicas y las implicaciones metodológicas de esta manera de
entender la producción de conocimientos, me permiten definir unos rasgos que le otorgan
identidad a nuestra perspectiva crítica de investigación social, formulados a manera de principios y
criterios; éstos no han sido asumidos y ni deben ser tomados como verdades acabadas, sino como
expresiones provisionales de una construcción todavía en curso y, por tanto, inacabada y abierta al
debate (Torres, 2014):

1. Una producción de conocimiento que toma distancia crítica con los modos de investigación
institucionalizados en el mundo científico, en la medida en que reconoce su subordinación al poder
hegemónico (imperial, capitalista, moderno – colonial) y su desprecio por otras formas de saber.
Posicionamiento que se entronca en la larga tradición de pensamiento crítico latinoamericano y se
nutre de los aportes de las propuestas investigativas participativas que se gestaron desde la
década de los setenta del siglo pasado como reacción al modelo de ciencia social que se impuso en
el contexto del desarrollismo (Fals Borda, 1970 y 1984).

2. Una producción de conocimiento que se asume como crítica y emancipadora. A la vez que
develar situaciones, contextos y estructuras de opresión e injusticia, favorece la transformación de
individuos y colectivos y en sujetos autónomos capaces de enfrentar dichas circunstancias adversas
y romper las relaciones que las perpetúan. Su opción liberadora también está asociada a su
identificación con valores, voluntades y proyectos portadores de nuevos sentidos de organización
de la vida colectiva alternativas al capitalismo, bajo la convicción de que “otros mundos son
posibles”.

3. Una práctica investigativa “localizada”. Un rasgo propio de estos enfoques alternativos ha


sido su contextualismo y radical historicidad; es decir, que el punto de partida de toda acción

22
investigativa es el reconocimiento de la realidad histórica en la que se enmarca y a la que se
pretende transformar. Por ello, las preguntas que orientan las investigaciones generalmente tiene
origen en la interpretación y posicionamiento de los actores locales frente a problemáticas y
desafíos compartidos.

4. Una producción de conocimiento articulada a procesos organizativos y dinámicas de acción


colectiva emancipadores. En la medida que reconocemos que la emancipación no depende de un
acto de voluntad aislada, sino que es un proceso social agenciado por fuerzas que resisten y se
oponen al sistema de opresión, nuestras prácticas investigativas son el resultado de acuerdos con
colectivos, organizaciones, movimientos y redes sociales que deciden realizarlas como una
posibilidad de fortalecimientos de sus opciones y de sus acciones. Esta articulación con prácticas
sociales específicas también implica que el conocimiento que se genere tienda a generar
transformaciones en las mismas, así como en los sujetos que las agencian.

5. Una producción de conocimiento que no se no se define ni se subordina a la lógica


institucional de la investigación disciplinar. Su interés emancipador y su intención de comprender
para transformar procesos y prácticas sociales singulares impone abordajes que atraviesan
fronteras institucionales, epistemológicas y metodológicas. De este modo, las investigaciones que
realizamos casi siempre se sitúan entre los mundos académico y popular, entre la producción de
conocimiento y la acción política; estar móvil y en los intersticios permite ver y hacer cosas
inimaginables e imposibles desde los “centros” de la institucionalidad académica y científica.

6. Una producción de conocimiento colectiva que promueve la participación de los colectivos


y organizaciones en las decisiones del proceso investigativo; con ellas se acuerda y define el por
qué (justificación) y para el qué de la investigación (objetivos), el qué se va a investigar (el
problema) y el cómo hacerlo (metodología), a quienes se involucrará en cada momento del
proceso, qué se hará con los resultados.

En esta perspectiva se promueve la formación de equipos de investigación, que asumen la


corresponsabilidad en la recolección de la información, en su análisis e interpretación, y en la
escritura de resultados. Frente a la jerarquización y verticalidad de las prácticas académicas de
investigación, estas modalidades de investigación participativa, promueven relaciones
democráticas entre las diferentes categorías de sujetos investigadores, lo que no significa que
desaparezcan las relaciones de poder.

7. Una práctica investigativa que propicia la formación de colectivos de conocimiento.


Identificados con los enfoques participativos, nuestras investigaciones involucran como sujetos de
conocimiento a personas “del común” que formando parte de los procesos organizativos con los
que se acuerda realizar las investigaciones, deciden participar en los equipos que la llevan a cabo.
Para que la participación no se quede en una promesa, se generan condiciones y procesos de

23
formación de dichos colectivos a través de la apropiación del enfoque metodológico y de las
estrategias y técnicas que se asumen en cada proyecto.

8. Una propuesta investigativa que se relaciona críticamente con la teoría. En a medida que
privilegiamos la historicidad y singularidad de los procesos y emergencias sociales y no la aplicación
de marcos teóricos previos, partimos de reconocer los factores y sentidos que estructuran los
problemas de estudio y la manera como los sujetos categorizan e interpretan dichas realidades.
Una vez hecho el reconocimiento de estas lógicas y significados, acudimos a los referentes
conceptuales y teóricos que consideramos pertinentes para profundizar o problematizar la lectura
inicial de los hallazgos; de este modo, el uso que damos a lo teórico no es deductivo (adecuar una
realidad a un marco interpretativo previo) ni inductivo (“descubrir” las teorías implícitas) sino
transductivo; es decir, provocando una dialéctica entre la comprensión de lo particular y la
interpretación en marcos más generales, lo que permite la creación conceptual y la comunicación a
otras realidades similares. Asumimos las teorías como formas de racionalidad surgidos en
contextos epistémicos e históricos específicos con la potencialidad de re-crearse para interpretar
nuevas realidades (Zemelman, 1987 y 2005).

9. Una práctica de producción de conocimiento que promueve el “diálogo de saberes”, la


creación de “ecologías de saberes”. Al reconocer que la pluralidad de dimensiones y sentidos que
configuran los procesos sociales y la acción colectiva, no puede ser atrapada desde una sola
racionalidad o sistema cultural, nuestras investigaciones procuran la confluencia – casi siempre
conflictiva - de diferentes formas de pensar, interpretar y narrar la realidad. Partiendo de los
saberes, lenguajes y formas de comprensión propias de los actores sociales participantes, el
abordaje de las preguntas que orientan las investigaciones también involucra otras perspectivas y
lenguajes provenientes del campo científico, artístico o de las sabidurías ancestrales y populares,
que permitan cuestionar y ampliar la mirada del colectivo y generar nuevas lecturas sobre las
problemáticas investigadas.

“La asamblea es la situación de interacción verbal que genera enlaces —conexiones— más fuertes
entre los participantes, y potencia y amplifica la fuerza de esos enlaces: una asamblea puede
terminar en posición activa, continuada por una manifestación o Movida similar (contrasta la
acción catalítica de la asamblea con la acción catártica de la discusión). La fuerza del conjunto se
potencia de la muestra al grupo, del grupo a la asamblea: así como se extiende la amplitud de su
campo de acción.” (Ibáñez, 2002, p. 76)

10. Una producción de conocimiento que asume lo metodológico como una práctica flexible.
Frente a la racionalidad instrumental de la investigación que privilegia diseños rígidos, estrategias y
técnicas estandarizadas, desde nuestra perspectiva, las metodologías son construcciones que
deben ser asumidas de una manera crítica y creativa. Ello posibilita que en estas investigaciones
haya una preocupación permanente por adecuar e innovar las estrategias y procedimientos

24
empleados, en función de la singularidad de los sentidos, sujetos y preguntas que definen cada
proyecto; así por ejemplo, en la recuperación colectiva de la historia hemos creado unos
“dispositivos de activación de memoria” (paseos del recuerdo, museos comunitarios, tertulias) que
a la vez que provocan relatos sobre los temas, afianzan los vínculos y los sentidos de pertenencia
colectivo (Torres, 2016).

Ibáñez (2002, p. 72), también explora el potencial transformador de las técnicas: “Dentro de la
perspectiva dialéctica, hay una técnica que funciona a nivel micro (el socioanálisis) y una «técnica»
que funciona a nivel macro (la revolución). El socioanálisis es análisis institucional en situación (in
vivo). Hay dos instituciones que nunca funcionan: la psiquiátrica (mientras el médico se empeñe en
curar al loco) y la pedagógica (mientras el profesor se empeñe en enseñar al alumno). El orden
social necesita su reforma, para evitar la revolución. Hay que dar la palabra al loco y al estudiante,
pero hasta un cierto límite: de modo que no contagien a toda la sociedad. Así surgió el socio-
análisis. Pero cuando una sesión socioanalítica contagió por resonancia a toda la sociedad (mayo
68), el socio-análisis fue puesto en cuarentena.”

11. Una práctica de producción de conocimiento reflexiva. Dado que reconocemos la presencia
de lo subjetivo en todo proceso de construcción de conocimiento y por tanto, la imposibilidad de
ser “objetivos”, nuestras investigaciones acogen el principio de reflexividad; este implica someter a
escrutinio crítico cada estrategia, decisión y operación metodológica, así como la construcción y
explicitación de criterios que las orientan. De este modo, la investigación social crítica también
puede considerarse como “investigación social de segundo orden” (Ibáñez, 1998) pues es capaz de
generar conocimiento crítico sobre sí misma, como lo evidencia nuestra permanente preocupación
por sistematizar y discutir nuestro enfoque (Jiménez y Torres, 2004)

12. El diseño participativo. ¿Cómo se traducen estos principios y criterios metodológicos en una
investigación participativa? A continuación, sintetizamos los principales momentos y decisiones de
un proceso metodológico crítico (Torres, 2014):

1) Puntos de partida. Consensos y generación de condiciones para realizar el estudio. Involucra la


iniciativa para realizar el estudio, generalmente decidida por un colectivo de base o por parte de
los investigadores; en todo caso, hay que generar confianzas, llegar a acuerdos, definir propósitos y
establecer los mecanismos de seguimiento. También es común que antes de iniciar trabajo
práctico de la investigación, se busque generar las condiciones logísticas y se elabore el plan de
trabajo donde se especifican las actividades, los tiempos, las responsabilidades y los recursos.

2) Definición de la problemática y las preguntas de la investigación. En este tipo de investigaciones


la decisión es más política que teórica: surgen del reconocimiento de las cuestiones “vitales” que
se está planteando la organización en el momento; es decir, es la lectura crítica de su presente y de
sus desafíos. A partir de estas preguntas-eje de indagación se elaboran preguntas específicas que
orienten la reconstrucción descriptiva y el balance interpretativo de los hallazgos y aprendizajes.
25
3) Acordar estrategia metodológica y técnicas de la investigación.

Definido el qué se va a investigar, también se acuerda cuál será la estrategia metodológica más
pertinente; unas veces puede ser la Investigación Acción Participativa o un socio análisis o la
creación de una nueva estrategia. En todo caso, la decisión pasa por un primer acercamiento a
estas metodologías y una vez tomada la decisión, se realiza un taller para profundizar en la
perspectiva y familiarizarse con el proceso metodológico global y sus implicaciones prácticas.

4) Configuración del equipo investigador. Se definen los integrantes de dicho equipo, tanto desde
el grupo de investigación como desde las organizaciones sociales; para estas últimas, en unas
ocasiones la decisión es voluntaria (interés por investigarse o aprender), en otras es una tarea
asignada por la dirección de la organización. Es este equipo el que asumirá la orientación y
desarrollo práctico de la investigación así se estén socializando sus avances con los dirigentes y
demás integrantes de la organización. Es este colectivo el que afina la justificación, los objetivos,
las preguntas y la estrategia metodológica, los cuales se redactan como un proyecto.

5) Trabajo de campo o reconstrucción narrativa de la práctica. Generalmente procedemos a


establecer cuáles fuentes nos pueden proveer de información y narrativas sobre las mismas, a
cuáles técnicas podemos acudir y cuáles instrumentos para recolectar y registrar los datos. Para la
reconstrucción descriptiva de una práctica, se consultan documentos, se realizan entrevistas y
recogen testimonios, se realizan talleres y grupos de discusión; una vez registrada la información
provocada por cada técnica, se categoriza y se organiza en torno a la periodización.

6) Análisis e interpretación de la lógica y los sentidos que configuran el problema. El proceso de


análisis debe considerarse como una actividad reflexiva que influye en el procesamiento de la
información y en la redacción de los balances parciales; no obstante, conviene que en todo
proceso de investigación exista un espacio-tiempo definido para revisar detenidamente la
información acopiada a partir de lo cual realizar los primeros balances. La meta de este momento
es producir un texto analítico e interpretativo que evidencie una lectura crítica de la problemática
estudiada, que a la vez reconozca el punto de vista de los sujetos involucrados, las incidencias del
contexto, la interpretación critica de los procesos y categorías emergentes. Dicho balance
interpretativo, es nuevamente presentado al colectivo para su discusión y ajuste.

7) Síntesis y escritura de informes. La idea es construir una descripción y una interpretación que le
permita a los sujetos reconocerse en los análisis y asumir los retos que depara la lectura crítica de
la experiencia organizativa. La exposición final de resultados se guía por los hallazgos y
conclusiones de la interpretación.

8) Socialización de resultados. Los resultados de este tipo de investigaciones se socializados a


través de diferentes medios, según a los colectivos a los que se les quiere hacer llegar. En primer
lugar a las bases de la organización, que son los primeros interesados en conocer los resultados; en

26
segundo lugar a otros colectivos que trabajan en el mismo territorio o en los mismos temas; en
algunos casos, se busca poner en discusión el conocimiento generado en espacios académicos
institucionales. Se puede acudir a diferentes estrategias y formatos comunicativos. En todos los
casos se produce un informe escrito que da cuenta del proceso metodológico vivido, de la
reconstrucción descriptiva del proceso y de una interpretación en torno a los ejes problemáticos.
En algunos casos se produjeron materiales de amplia difusión (videos, cartillas, programas
radiales). Estos materiales se ponen en discusión a través de la realización de talleres, foros y
socializaciones públicas.

9) Retos para continuar. Las investigaciones participativas no terminan con la elaboración y


socialización de los resultados. Dado el sentido crítico y el interés práctico de las mismas, se realiza
una reunión entre el grupo investigador de la universidad y el colectivo de la organización para
hacer un balance evaluativo en términos políticos, de los conocimientos producidos y de los
procesos formativos y de transformación generados por la investigación. En algunas ocasiones,
surge la necesidad de realizar nuevas investigaciones, de incorporar cambios en las dinámicas y
prácticas de las organizaciones y movimientos o de promover acciones de formación.

27
CUADRO COMPARATIVO PERSPECTIVAS DE INVESTIGACION SOCIAL

Perspectiva
Aspectos
Distributiva Estructural Crítica
Paradigmas Interpretativo, Dialéctica
Positivista y neopositivista
epistemológico construccionismo Crítico –social
Explicar a partir del Comprender acciones desde Cuestionar el orden social
descubrimiento y comprobación la perspectiva de los sujetos Emancipar
Interés
de leyes y contextos Identificar el potencial de
Controlar y Predecir cambio
Dada Construida Constructiva
Ontología Determinada Múltiple Múltiple y holística
(naturaleza de la Tangible Holística Conflictiva
realidad) Fragmentable Divergente Transformable
Objetividad como distancia Interrelacionada Co-implicación entre sujeto y
Relación entre sujeto y objeto Intersubjetividad objeto
sujeto/objeto Compromiso con la liberación
Generalizaciones Contextuales Lo mismo que para el
Afirmaciones nomotéticas Limitadas al caso singular interpretativo
Propósito
(leyes) Afirmaciones ideográficas Reconocer tendencias
generalización
Deductiva Inductiva Transductiva

Causas precedentes o Interactiva Histórica


Explicación simultâneas Feedback Estructural
causalidad Prospectiva Utópico

No sujeta a valores Tiene en cuenta valores Marcada por los valores


presentes en la realidad Crítica de la ideologías
Axiología
estudiada

Busca explicar técnicamente la Comprender teóricamente Articulación entre teoría y


Relación teoría - realidad general las prácticas particulares práctica
práctica Busca la crítica social y el
cambio de la realidad.
Rígidos Flexibles Flexibles
Diseños Lineales Abiertos Participativos

Definición previa de variables e Definición de categorías al Decisión de temáticas con los


indicadores inicio y a la largo de la sujetos participantes.
Observables
investigación

Encuesta (puede ser mediante Entrevista: semi-directiva, IAP y socio-análisis


muestreo o por encuesta - abierta, grupal, en Observación participante
censo) profundidad. Auto-encuesta, autoevaluación
Estrategias y Entrevista cerrada (estructurada Grupo de discusión Dinámicas de grupo y técnicas
técnicas o directiva) Grupo triangular interactivas
Historias de vida Investigación militante
Observación participante Programas de Acción Integral

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