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Pedro Rafael Rondón Haaz

Magistrado de la Sala Constitucional


Compilador

CRITERIOS
EN ESTRADOS
2001-2005

Tribunal Supremo de Justicia


Colección Doctrina Judicial No 17
Caracas / Venezuela / 2006
KHW2921
C934
2006 Criterios en Estrados 2001-2005 / Pedro Rafael Rondón
Haaz, compilador -- Caracas: Tribunal Supremo de Justi-
cia, 2006.

438 p. - (Colección Doctrina Judicial, Nº 17)


1. Jurisprudencia Constitucionall - Venezuela. 2. Derecho
Constitucional - Venezuela. 3. Voto salvado -Venezuela.

© República Bolivariana de Venezuela


Tribunal Supremo de Justicia
Colección Doctrina Judicial, Nº 17
Fernando Parra Aranguren, Director
Depósito Legal lf:
ISBN:
Depósito Legal lf:
ISBN:
Pedro Rafael Rondón Haaz
Magistrado de la Sala Constitucional
Compilador

CRITERIOS
EN ESTRADOS
2001-2005

Tribunal Supremo de Justicia


Colección Doctrina Judicial, Nº 17
Caracas/Venezuela/2006
TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA

SALA CONSTITUCIONAL SALA POLITICOADMINISTRATIVA

Dra. Luisa Estella Morales Lamuño Dra. Evelyn Margarita Marrero Ortiz
Primera Vicepresidenta del Tribunal Presidenta de la Sala
y Presidenta de la Sala Dra. Yolanda Jaimes Guerrero
Dr. Jesús Eduardo Cabrera Vicepresidenta de la Sala
Vicepresidente de la Sala Dr. Levis Ignacio Zerpa
Dr. Pedro Rafael Rondón Haaz Dr. Hadel Mostafá Paolini
Dr. Francisco Antonio Carrasquero López Dr. Emiro Antonio García Rosas
Dr. Marcos Tulio Dugarte Padrón
Dra. Carmen Zuleta de Merchán
Dr. Arcadio Delgado Rosales

SALA ELECTORAL SALA DE CASACIÓN CIVIL

Dr. Juan José Núñez Calderón Dr. Carlos Oberto Vélez


Presidente de la Sala Segundo Vicepresidente del Tribunal
Dr. Fernando Ramón Vegas Torrealba y Presidente de la Sala
Vicepresidente de la Sala Dra. Yris Armenia Peña Espinoza
Dr. Luis Martínez Hernández Vicepresidenta de la Sala.
Dr. Rafael Arístides Rengifo Camacaro Dr. Antonio Ramírez Jiménez
Dr. Luis Alfredo Sucre Cuba Dr. Luis Antonio Ortiz Hernández
Dra. Isbelia Josefina Pérez Velásquez

SALA DE CASACIÓN SOCIAL SALA DE CASACIÓN PENAL

Dr. Omar Alfredo Mora Díaz Dr. Eladio Ramón Aponte Aponte
Presidente del Tribunal y de la Sala Presidente de la Sala
Dr. Juan Rafael Perdomo Dr. Héctor Manuel Coronado Flores
Vicepresidente de la Sala Vicepresidente de la Sala
Dr. Alfonso Rafael Valbuena Cordero Dra. Blanca Rosa Mármol de León
Dr. Luis Eduardo Franceschi Gutiérrez Dra. Deyanira Nieves Bastidas
Dra. Carmen Elvigia Porras de Roa Dra. Miriam del Valle Morandy Mijares
Palabras Preliminares

Hace cuatro años, aproximadamente, se creó, entre las publicaciones


del Tribunal Supremo de Justicia por intermedio de la Fundación Gaceta
Forense, la Colección Doctrina Judicial con la finalidad de facilitar, en
grado aún mayor, el conocimiento de la doctrina más importante conte-
nida en las sentencias emanadas de este Alto Tribunal. De este modo,
se ha difundido la de la Sala de Casación Civil correspondiente al lapso
2000-2005; de la Sala Constitucional, la relacionada con sus competen-
cias procesales y la Ley Orgánica de Amparo y Garantías Constitucio-
nales. Con un total de nueve volúmenes, compilados siguiendo directrices
y supervisada por la Presidencia de cada una de ellas. En enero del
presente año circuló la Doctrina de la Sala Politicoadministrativa, perío-
do enero y setiembre de 2005, ambos inclusive, compilada por la Presi-
denta de la Sala, Magistrada Evelyn Marrero Ortiz.
Al mismo tiempo, algunos de los integrantes de este Alto Tribunal han
seleccionado –de los fallos donde han actuado como ponentes– lo que, a
su juicio, constituye la doctrina más significativa, al tiempo que han esco-
gido la más resaltante de sus votos salvados y concurrentes. En este
sentido, cabe señalar los libros publicados por el Magistrado Emérito José
Manuel Delgado Ocando, donde recogió veinticuatro decisiones, precedi-
dos por un resumen del caso preparado por el propio recopilador; el pre-
parado por el prematuramente fallecido Magistrado Emérito Antonio García
García, quien se desempeñó en las Salas Electoral (2000-2001) y Consti-
tucional 2001-2004, por una parte. Por la otra, el Repertorio de Juris-
prudencia compilado por el Magistrado Juan Rafael Perdomo,
Vicepresidente de la Sala de Casación Social e integrante de la misma
desde su creación por disposición del Texto Fundamental, del cual, en
menos de un año, se han sacado dos ediciones; el Índice de Jurispru-
dencia, preparado por la Magistrada Yolanda Jaimes Guerrero, hoy Vi-
cepresidenta de la Sala Politicoadministrativa, que cubre el período
2001-2004, pues el correspondiente al año 2005 fue incluido en el elabo-
rado por la Magistrada Presidenta de dicha Sala; y, finalmente, Criterios
Jurídicos, de la Magistrada Blanca Rosa Mármol de León.
Cabe mencionar, asimismo, la difusión de la doctrina más importante ema-
nada de las decisiones de los Tribunales Superiores del Trabajo del Cir-
cuito Judicial del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, desde el inicio de la vigencia de la Ley Orgá-
nica Procesal del Trabajo, escogida por los titulares de dichos órganos
jurisdiccionales, en tres publicaciones distintas: el lapso agosto-diciembre
2003, publicado en la obra Ley Orgánica Procesal del Trabajo, Serie
Normativa Nº 4, Volumen II, con introducción de la Jueza Marjorie Ace-
vedo Galindo; el correspondiente a enero-junio de 2004, incluido en II
Congreso Internacional de Derecho Procesal del Trabajo, Serie
Eventos Nº 16; y el que abarca el período julio 2004-junio 2005, espera-
mos, circule unos días antes de la celebración del III Congreso Interna-
cional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
Este volumen, Criterios en Estrados 2001-2005, el Nº 17 de la Co-
lección Doctrina Judicial, reúne lo más destacado de la doctrina ex-
puesta por la Sala Constitucional en el lapso 2001-2005 en fallos donde
el compilador, Magistrado Pedro Rafael Rondón Haaz, actuó como po-
nente y en los votos salvados o concurrentes, según el caso, cuando no
estuvo en total conformidad con el sentir de la mayoría sentenciadora.
Destacar el material incluido en el mismo implica revisar la amplia gama
de temas sujetos al conocimiento de la Sala. Queremos agradecer al
recopilador la labor realizada en beneficio de la comunidad jurídica, en
cuanto tiende a facilitar –igual que las publicaciones anteriores, por la
inclusión de un índice analítico y otro general– su conocimiento.
Caracas, catorce de junio de 2006.
Omar Alfredo Mora Díaz
Contenido

Presentación ........................................................................................ 21
Índice Analítico ................................................................................... 23
Abreviaturas ....................................................................................... 29

PONENCIAS
AÑO 2001

Sentencia N°: 889.


Caso: Carlos Brender.
Colisión de Leyes: Naturaleza y procedimiento ........................... 33

Sentencia N°: 899.


Caso: Dora Margarita Pérez Hernández.
Derecho a la libertad personal: carácter de orden público .......... 34

Sentencia N°: 982.


Caso: José Vicente Arenas Cáceres.
Amparo Constitucional: Terminación del procedimiento por pér-
dida del interés de la parte actora ................................................. 35

Sentencia N°: 2.222.


Caso: Camaj Stefan.
Derecho a la libertad personal: Límites a la fijación de la caución
económica del artículo 266 del COPP ............................................ 38

Sentencia N°: 2.458.


Caso: Aeroexpresos Ejecutivos C.A. y Aeroexpresos Maracaibo C.A.
Amparo contra sentencias: Interlocutorias contra las cuales no
se oye apelación. Acumulación de demandas: supuestos de pro-
cedencia. Indebida acumulación: Consecuencias ........................ 39
Sentencia N°: 2.461.
Caso: George Yebaile y José Lito Loureiro Des Neves.
Irretroactividad de la Ley: Excepción, retroactividad de las normas
penales ............................................................................................ 42
AÑO 2002

Sentencia N°: 196.


Caso: Inversiones Beaisa C.A.
Derecho de asociación: su violación a través de la anulación de las
decisiones de la asamblea de accionistas fuera del procedimiento
de nulidad ad hoc ........................................................................... 46

Sentencia N°: 778.


Caso: Inversiones Beaisa C.A. (2).
Amparo constitucional: Omisiones judiciales. ............................. 50

Sentencia N°: 933.


Caso: Magdaleno González Nieves y Bertha Catalina de González.
Principio constitucional de gratuidad de la justicia. Honorarios de
los auxiliares de justicia ................................................................. 51

Sentencia N°: 936.


Caso: Lourdes Fernández.
Pensión Alimentaria: Acuerdo conciliatorio en el juicio de cumpli-
miento. Intervención del Ministerio público en los juicios que re-
gula la LOPNA ............................................................................... 53

Sentencia N°: 1.399.


Caso: Constructora del Este C.A.
Derecho de petición. Deber de dar respuesta aun para órganos
incompetentes para la resolución de la solicitud ......................... 59

Sentencia N°: 1.474.


Caso: Gold Coast Custom & Trading C.A.
Amparo Constitucional: Oportunidad para su proposición contra
las omisiones de pronunciamiento de parte de los funcionarios
públicos. Plazo razonable .............................................................. 59

Sentencia N°: 2.228.


Caso: Luis Duarte y otros.
Amparo constitucional: La disponibilidad de los recursos administrati-
vos en el contexto del artículo 6.5 de la LOADGC ............................ 61

Sentencia N°: 2.862.


Caso: Ricardo Baroni Uzcátegui.
Jurisdicción contencioso-administrativa. Inspectorías del Trabajo .. 64
Sentencia N°: 2.873.
Caso: Adriana Vigilanza.
Recurso de nulidad: Procedimiento y medidas cautelares .......... 67

Sentencia N°: 2.874.


Caso: Caja de Ahorro del Personal Docente y de Investigación
de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.
Principio de Reserva legal. Control difuso de la Constitucionali-
dad. Derecho de asociación .......................................................... 72

Sentencia N°: 2.903.


Caso: Sistema Eléctrico del Estado Nueva Esparta C.A.
Estabilidad laboral: Procedimiento ................................................ 75

Sentencia N°: 3.045.


Caso: Micro Computers Store C.A. (MICOST).
Inepta acumulación de las demandas de amparo y revisión cons-
titucional ........................................................................................ 77

Sentencia N°: 3.048.


Caso: José Ramón Olano Alonso de Celada.
Amparo constitucional: La actio iudicatum solvi ....................... 78

AÑO 2003

Sentencia N°: 149.


Caso: Sindicato Único de Trabajadores de la Presa Caruachi.
Convenciones colectivas de trabajo: Legitimación para su admi-
nistración ........................................................................................ 80

Sentencia N°: 318.


Caso: Rosa Pérez de Parra.
Amparo constitucional. Incidencias procesales .......................... 84

Sentencia N°: 369.


Caso: Bruno Zulli Kravos.
Amparo Constitucional. Posibilidad de escogencia entre éste y el
recurso extraordinario de casación. Justificación de la escogencia ... 86

Sentencia N°: 727.


Caso: Omar Gómez.
Lapso de caducidad. Silencio Administrativo en la Ley Orgánica
del Sufragio y Participación Política ............................................. 87
Sentencia N°: 1.212.
Caso: Carlo Palli.
Potestad disciplinaria de los jueces. Arrestos disciplinarios: Pro-
cedimiento ...................................................................................... 91

Sentencia N°: 1.998.


Caso: Juzgado Superior Segundo en lo Civil, Mercantil, Transi-
to, Trabajo y Menores de la Circunscripción Judicial del Estado
Carabobo.
Revisión Constitucional: Finalidad. Remisión de oficio del fallo
objeto de revisión .......................................................................... 97

Sentencia N°: 2.133.


Caso: Anatolia del Rosario Vivas Peñaloza.
Reformatio in peius ....................................................................... 101
Sentencia N°: 2.193.
Caso: Agencia de Aduana Joandyfer, C.A.
Recurso de nulidad. Acumulación de la pretensión de nulidad de
actos administrativos de efectos particulares y la pretensión de
nulidad de un acto normativo de rango legal según el artículo
132 de la LOCSJ .............................................................................. 101

Sentencia N°: 2.436.


Caso: Arnaldo González Sosa.
Derecho a la libertad económica. Noción del servicio público ..... 104

Sentencia N°: 2.641.


Caso: Inversiones Parkimundo, C.A.
Derecho a la libertad económica. Procedencia de la regulación de
precios de bienes y servicios esenciales como limitación de ese
derecho fundamental ..................................................................... 106

Sentencia N°: 3.101.


Caso: Adolescentes con la representación del Defensor Público
Vigésimo Quinto del Estado Zulia.
Juzgamiento de un adolescente que cometa una falta. Procedi-
miento aplicable ............................................................................. 111

Sentencia N°: 3.105.


Caso: Doris Jacqueline González.
Amparo constitucional: Artículo 6.5 LOADGC y el recurso de
control de la legalidad ................................................................... 113
AÑO 2004

Sentencia N°: 547.


Caso: Ana Beatriz Madrid Agelvis.
Derecho de petición. Amparo constitucional contra inactividades
de la Administración Pública. Querella funcionarial: Alcance ......... 115
Sentencia N°: 1.172.
Caso: Cámara de Turismo del Estado Nueva Esparta (CATENE).
Doble tributación en sentido objetivo. Principio de no confiscato-
riedad, derecho de propiedad, derecho a la igualdad tributaria ...... 120

Sentencia N°: 1.252.


Caso: José Andrés Romero Angrisano.
Entrada en vigencia de las leyes tributarias. Principios de certe-
za, seguridad jurídica y confianza legítima en las relaciones jurí-
dico-tributarias ............................................................................... 123

Sentencia N°: 1.756.


Caso: Kevin Alejandro Alford Altuve.
Obligación alimentaria: Extensión, competencia para el conoci-
miento de demandas ...................................................................... 126

Sentencia N°: 2.629.


Caso: Luis Enrique Herrera Gamboa.
Medida cautelar: Obligatoriedad de la motivación del decreto
que la acuerda o niega ................................................................... 127

Sentencia N°: 2.733.


Caso: Cámara de Transporte del Centro (CATRACENTRO).
Recurso de nulidad. Medidas cautelares según la LOTSJ .......... 128

Sentencia N°: 2.801.


Caso: Luis Fraga Pittaluga y otros.
Costas procesales. Naturaleza jurídica, fundamento y finalidad ..... 130

Sentencia N°: 2.832.


Caso: Rafael Ángel Vásquez.
Amparo constitucional: Exclusión del artículo 9 de la LOADGC si se
demanda a alguna de las altas autoridades del artículo 8 eiusdem .... 133

Sentencia N°: 3.057.


Caso: Seguros Altamira C.A.
Criterio jurisprudencial: Noción; su relación con los principios
de seguridad jurídica y confianza legítima ................................... 134
Sentencia N°: 3.083.
Caso: Alberto Sorate Orestes.
Incumplimiento de la carga procesal de acompañamiento de co-
pias, al menos simples, del acto procesal judicial objeto de la
pretensión ....................................................................................... 136

AÑO 2005
Sentencia N°: 15.
Caso: Comité Directivo Nacional de la Asociación Sindical Na-
cional de Bomberos y Bomberas Profesionales Conexos y Afines
de Venezuela (ASINBOMPROVEN).
Nulidad de normas legales. Irretroactividad de la ley ................. 137
Sentencia N°: 91.
Caso: Organización Programa Venezolano de Educación Acción
en Derechos Humanos (PROVEA).
Régimen prestacional de empleo. Paro forzoso. Demandas por
omisión legislativa: Alcance del control constitucional .............. 141

Sentencia N°: 97.


Caso: Banco Industrial de Venezuela.
Derecho a la tutela judicial eficaz. Principio pro actione. Compe-
tencia como requisito procesal. No puede declararse la inadmisi-
bilidad de una demanda por razón de incompetencia .................. 148

Sentencia N°: 101.


Caso: Cornelio García Parra.
Amparo constitucional: Admisibilidad de pretensiones contra omi-
siones. Procesal penal. Recursos de Apelación y nulidad no son
vías idóneas para la impugnación de conductas negativas ............ 152
Sentencia N°: 266.
Caso: Carlos Herrera.
Nulidad de Ordenanzas. Derecho de asociación. Derecho a la
libertad económica. Derecho de propiedad. Principio de propor-
cionalidad de las sanciones administrativas. Prestación de los
servicios de aseo urbano y domiciliarios ..................................... 153

Sentencia N°: 267.


Caso: Iván Alexis Tovar.
Amparo constitucional. Artículo 19 LOADGC, la decisión que
ordena la corrección del libelo debe ser motivada ....................... 158
Sentencia N°: 424.
Caso: Miguel Ángel Gómez Oramas.
Desaplicación de normas por control difuso. La pena de sujeción
a la autoridad civil. Falso supuesto de inconstitucionalidad ...... 159

Sentencia N°: 537.


Caso: José Gregorio Sánchez García.
Delitos de lesa humanidad contra los Derechos Humanos. Re-
serva legal ...................................................................................... 167

Sentencia N°: 748.


Caso: Iris Elizabeth Riera.
Amparo constitucional: La potestad de autotutela de la Adminis-
tración no puede encuadrarse en la causal de inadmisibilidad
que prevé el artículo 6.5 de la LOADGC ....................................... 171

Sentencia N°: 952.


Caso: Domitila Pantoja Sinchi.
Revisión constitucional de oficio. Procedencia ........................... 173

Sentencia N°: 1.307.


Caso: Ana Mercedes Bermúdez.
Amparo constitucional: Inconstitucionalidad sobrevenida de la
consulta .......................................................................................... 176

Sentencia N°: 1.424.


Caso: Luis Ernesto Bermon Rey.
Amparo cautelar: Legitimación personalísima. Suspensión cau-
telar del Art. 6.23 de la LOTSJ. Competencia para la designación
de los jueces de la jurisdicción contencioso-administrativa ...... 180

Sentencia N°: 1.425.


Caso: Francisco Alagio Cedeño.
Orden público constitucional ........................................................ 183

Sentencia N°: 2.829.


Caso: Michael de Jesús Carrillo Sanabria y Salvatore Orlando
Aragona Saya.
Responsabilidad disciplinaria de los jueces. Desacato de la deci-
sión de un superior ........................................................................ 186

Sentencia N°: 3.082.


Caso: Jesús Caballero Ortiz.
Suspensión provisional de los efectos de los artículos 56, letra h,
95, cardinal 12, y 78, de la Ley Orgánica del Poder Público Munici-
pal, en lo que referente a la competencia del Municipio y de los
Concejos Municipales respecto del Estatuto Funcionarial Munici-
pal de los Empleados de las Administraciones Públicas Locales .... 187
Sentencia N°: 3.252.
Caso: Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS).
Derecho de participación ciudadana en los asuntos públicos. Inter-
pretación constitucional del artículo 84 de la Constitución ............ 190

Sentencia N°: 3.340.


Caso: Estado Trujillo.
Notificación a la Procuraduría General de la República del decre-
to de medidas cautelares .............................................................. 197

Sentencia N°: 4.145.


Caso: Banesco, Banco Universal C.A.
Amparo Constitucional. Ejecución de la sentencia ..................... 201

Sentencia N°: 4.223.


Caso: Biotech Laboratorios C.A. y otros.
Medidas cautelares en sede administrativa y judicial. Naturaleza
jurídica. La medida de prohibición de desaduanamiento que es-
tablece el artículo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas. Acción por
infracción que reconocen los artículos 238 y siguientes de la
Decisión 486 de la Comisión de la Comunidad Andina ............... 203

VOTOS DISIDENTES

AÑO 2002

Sentencia N°: 852.


Caso: Seguros La Seguridad C.A.
Causales de inadmisión en la revisión constitucional. Legitima-
ción .............................................................................................. 223

AÑO 2003

Sentencia N°: 479.


Caso: Luis Alexander Medina Monagas y Dionisio Ramón Her-
nández Soler.
Medidas de coerción penal: Duración máxima ............................. 227

Sentencia N°: 2.299.


Caso: Juan José Herrera Miranda.
Pruebas en el proceso penal: Hecho negativo, carga de la prueba ...... 231

Sentencia N°: 2.577.


Caso: Brumer, S.A.
Avocamiento en el amparo constitucional ................................... 237
Sentencia N°: 3.306.
Caso: Corporación Digitel, C.A.
Medidas cautelares. Oposición. Inadmisibilidad de pretensiones
de amparo ....................................................................................... 239

Sentencia N°: 3.417.


Caso: Estación de Servicio San Jacinto S.R.L.
Inadmisibilidad del amparo en caso de disponibilidad del recurso
del control de la legalidad ............................................................. 244
Sentencia N°: 3.421.
Caso: Anabel Rodríguez Bullones.
Competencia por la materia en el amparo, declaratoria de oficio .......... 247

Sentencia N°: 3.511.


Caso: Carlos Ernesto Fuenmayor.
Solicitud de revisión y sustitución de medida cautelar según el
COPP como vía preexistente para el planteamiento de demandas
de amparo constitucional .............................................................. 249

Sentencia N°: 3.601.


Caso: Constructora El Milenio.
Los recursos administrativos y las causales de inadmisión del
amparo constitucional ................................................................... 252
AÑO 2004

Sentencia N°: 26.


Caso: Luis Eduardo Marcano Rubio.
Inepta acumulación como causal de inadmisión del amparo ...... 255

Sentencia N°: 34.


Caso: Vestalia Sampedro de Araujo y otros.
Leyes orgánicas. Interpretación del artículo 203 de la Constitución ... 257

Sentencia N°: 52.


Caso: Rosa Elena Barrios.
Extinción del proceso de amparo .................................................. 264

Sentencia N°: 172.


Caso: Alexandra Margarita Stelling Fernández.
Derecho a la igualdad y no discriminación. Acceso a la justicia y
tutela judicial. Interpretación de los artículos 21, cardinales 1 y 2,
y 26 de la Constitución .................................................................. 265
Sentencia N°: 283.
Caso: Saúl Darío García Silva.
Derecho a la presunción de inocencia, juicio en libertad. Restric-
ciones legales ................................................................................. 269

Sentencia N°: 288.


Caso: Siderúrgica del Orinoco (Sidor) C.A.
Aplicación temporal de la ley ........................................................ 272

Sentencia N°: 348.


Caso: Carmen Eulogia Ocando de Lugo.
Carácter de orden público de la caducidad .................................. 274

Sentencia N°: 628.


Caso: Ismael García.
Legitimación para la solicitud de aclaratorias. Avocamiento. Rango
de las normas reguladoras de los referendos que ha dictado el
Consejo Nacional. Carácter vinculante de las sentencias de la
Sala Constitucional. Irrevisabilidad de las decisiones del Tribu-
nal Supremo de Justicia en Pleno por la Sala Constitucional ...... 276

Sentencia N°: 708.


Caso: Panadería y Pastelería El 20 C.A.
Oportunidad para la fijación de la audiencia pública en el proce-
dimiento de amparo ........................................................................ 298

Sentencia N°: 899.


Caso: Distribuidora Polar de Oriente, C.A. (Dipolorca).
Improcedencia de las incidencias en el procedimiento laboral ... 300
Sentencia N°: 903.
Caso: Transporte Saet C.A.
Teoría del velo corporativo ........................................................... 302

Sentencia N°: 922.


Caso: Nitro Plant, C.A. y Harold Brandt Pacheco.
Potestad Administrativa de policía. Medidas cautelares en sede
administrativa ................................................................................. 328

Sentencia N°: 976.


Caso: Argenis Alexander Díaz.
Desistimiento en el proceso penal hecho por el representante
de parte .......................................................................................... 330

Sentencia N°: 1.346.


Caso: General Motors Venezolana, C.A., Michael E. Nylin, Hugo
Wieland y otro.
Avocamiento a juicio por desacato ............................................... 334
Sentencia N°: 1.411.
Caso: José Calvo Otero y otros.
Colegiación obligatoria de los periodistas ................................... 338

Sentencia N°: 1.613.


Caso: Henry Pereira Gorrín.
Régimen de control de cambio. Garantía de la reserva legal. Conteni-
do esencial de los derechos fundamentales. Principio de legalidad
administrativa y reserva legal en materia sancionatoria .................. 342
Sentencia N°: 1.683.
Caso: Defensor del Pueblo.
Servicio Público. Administrativo .................................................. 364

Sentencia N°: 1.787.


Caso: José Rafael Da Costa, Joao Nunes Dos Reis y Pedro Anto-
nio López L.
El amparo como tercera instancia, las incongruencias por omi-
sión y el silencio de pruebas ......................................................... 366

Sentencia N°: 1.839.


Caso: Irene María Luna Pazmiño.
Ejecución de sentencia en el procedimiento de amparo constitu-
cional .............................................................................................. 368

Sentencia N°: 2.089.


Caso: Empacor S.A.
Falta de notificación del abocamiento de un nuevo juez, requisi-
tos para el decreto de amparo contra la sentencia definitiva por
ese motivo ...................................................................................... 369

Sentencia N°: 2.093.


Caso: Empresas Vermont Eversa S.A.
Motivación del decreto de las medidas cautelares ...................... 370

Sentencia N°: 2.104.


Caso: Julio Víctor Guillén Guanipa.
Revisión contra aclaratoria; revisión contra sentencias en pro-
cesos de amparo que se aprecien inadmisibles ............................ 373

Sentencia N°: 2.168.


Caso: Rómulo Martínez.
Régimen funcionarial. Actos administrativos. Despido de emplea-
dos de Fundaciones del Estado .................................................... 375
Sentencia N°: 2.337.
Caso: Alexander Antonio García Gómez.
Flagrancia. Procedimiento abreviado ............................................ 377

Sentencia N°: 2.442.


Caso: Productos Embutidos Carabobo C.A. (PROEMCA).
Notificaciones, falta de constitución de domicilio procesal por el
demandado ..................................................................................... 380
Sentencia N°: 2.590.
Caso: Unilever Andina S.A.
Interpretación judicial conforme al principio pro actione ........... 382

Sentencia N°: 2.910.


Caso: Rubén Darío Guerra.
Arrestos Disciplinarios .................................................................. 386

Sentencia N°: 3.106.


Caso: Defensora Pública Julia Sforza Rodríguez.
Derecho a la libertad. Duración de la medida privativa de libertad
en el proceso penal adolescente ................................................... 389

AÑO 2005

Sentencia N°: 629.


Caso: Hotel Punta Palma C.A.
Pago de los salarios caídos en el procedimiento de estabilidad
laboral ............................................................................................. 392

Sentencia N°: 1.304.


Caso: Guardianes Triple R C.A.
Medidas cautelares dictadas por el juez incompetente ............... 394

Sentencia N°: 1.393.


Caso: Colgate Palmolive C.A.
Litis consorcio en el proceso laboral ............................................ 396

Sentencia N°: 1.571.


Caso: Bruno Simón Prekeliz Díaz.
Legitimación de los herederos para la continuación del proceso
de amparo ....................................................................................... 404
Sentencia N°: 2.894.
Caso: Anabel Penedo Penín y Manuel Ignacio Gómez De Abreu.
Revocatoria de la sentencia de primera instancia en proceso de
amparo y doble grado de jurisdicción .......................................... 405
Sentencia N°: 3.284.
Caso: Félix Ramón Solórzano Córdova.
Procedimiento para la determinación del monto que deba pagar
el patrono en un proceso de estabilidad laboral cuando se im-
pugne el monto depositado por el patrono .................................. 406

Sentencia N°: 5.100.


Caso: El Sol de América, C.A.
El artículo 6.8 de la LOADGC no establece como supuesto de
inadmisión de la pretensión la similitud de causa sino la litispen-
dencia ............................................................................................. 408

Sentencia N°: 5.123.


Caso: Freddy Avilez Díaz, César Ventre Salazar y otro.
Admisión de amparos contra las inactividades de la Administra-
ción Pública .................................................................................... 409

Sentencia N°: 5.134.


Caso: Giuseppe Palmisano Lonigro.
Legitimación para la apelación contra el decreto de amparo ...... 409

ADDENDUM

AÑO 2006

Sentencia N°: 74.


Caso: Jesús Manuel Méndez Quijada y otros contra el Consejo
Nacional Electoral.
Derecho al sufragio: Personalización del voto y representación
proporcional ................................................................................... 412
SSS
Presentación

Criterios en estrados 2001-2005 recoge las decisiones, con ponen-


cia del Despacho a mi cargo, donde encuentro vertidos, a la medida de
cada caso concreto, los conceptos que hoy estimo, en perspectiva, de
mayor relevancia en mi actividad jurisdiccional entre los años 2001 y
2005, en muchas de las cuales recibí valiosas observaciones de mis
compañeros en la Sala Constitucional, que aprecio en su justo valor. No
puedo dejar de incluir, en esta recopilación, las argumentaciones que
fueron expuestas en los casos en los cuales me he separado de la opi-
nión mayoritaria –sea a través de votos salvados o de votos concurren-
tes– porque reflejan parte importante de mi formación jurídica, al tiempo
que revelan la coherencia de mi pensamiento y análisis respecto de
muy distintos temas que han ocupado a la Sala en ese período.

En el estudio de cada caso y en la determinación de la solución consti-


tucional adecuada para cada uno, así como, en general, en el manejo,
procesamiento y buen orden de mis múltiples obligaciones, testimonio
en estas líneas mi reconocimiento a la insustituible labor de mis colabo-
radores, tanto profesional como administrativo, con adscripción a mi
Despacho desde el año 2001, quienes, en su mayoría, me acompañan.
Ellos son: Solangne Núñez, María Elena Toro Dupouy, María Elena
Calles, Jesús Colmenares, Alberto Chuqui, Horacio Erminy, Simón Gó-
mez, Alí Rafael González, María Luisa Herrera, Daniela Martínez,
Freddy Mayora, Domingo Salerno, Aldangelín Rondón, Carlibeth Ron-
dón, Fanny Sánchez, Isabel Sánchez, Andrés Troconis, Daniela Urosa,
Jesús Olivo, Enrique Mendoza, Ramón Modugno, Baltazar Vallenilla,
Marcos Gómez, José Efraín Valderrama, Héctor Paradisi, Adriana Me-
léndez, Karina Sánchez y Gustavo García.

Para el difícil proceso de selección, me tracé como meta la ubicación,


dentro de la extensísima producción judicial de una Sala tan prolífica
como la Constitucional, de un promedio de diez proyectos y diez votos
por año (la cual casi logré), conté con la invaluable colaboración tanto
de mi actual equipo de abogados como de la señorita Carlibeth Rondón,
quien asumió la pesada carga de coordinar las labores y el procesa-
miento de la información. Mención especial debo hacer a la prolija labor
del abogado Simón Gómez, quien elaboró los índices general y analítico
que facilitarán a los lectores el aprovechamiento de la publicación, y de
la Abogada Daniela Martínez, quien se ocupó de la compilación de los fallos
que contiene este texto.

Esta compilación se integra a la serie de otras similares que, por iniciativa


de la Fundación Gaceta Forense del Tribunal Supremo de Justicia, han
servido para la divulgación de la jurisprudencia de las distintas Salas del
Tribunal, sistematizada a través de la óptica de sus distintos Magistrados.

Caracas, cinco de junio de 2006

Pedro Rafael Rondón Haaz


Índice Analítico

–A–

Aclaratoria Legitimación para solicitarla (VS 708/2004)


Amparo constitucional:
Actio iudicatum solvi (Sent. 3.048/2002)
Acumulación de demandas (Sent. 2.458/2001)
Audiencia Pública: Oportunidad para su fijación (VS 708/2004)
Apelación: Legitimación (VS 5.134/2005)
Avocamiento en el amparo (VS 2.577/2003)
Cautelar: legitimación personalísima (Sent. 1.424/2005)
Contra inactividades administrativas (Sent. 547/2004 y VS 5.123/2005)
Contra omisiones de pronunciamiento: Admisibilidad (Sent. 101/2005)
Caducidad de la pretensión (778/2002)
Oportunidad para su proposición. Plazo razonable
(Sent. 1.474/2002)
Contra sentencias: Interlocutorias contra las que no se oye
apelación (Sent. 2.458/2001)
Competencia: Exclusión del Art. 9 de la LOADGC, caso que se demande
alguna de las autoridades del Art. 8 eiusdem. (Sent., 2.832/2004)
Por la materia: Declaratoria de oficio (VS 3.421/2003)
Consulta. Inconstitucionalidad sobrevenida (Sent. 1.307/2005)
Doble grado de jurisdicción en el amparo. (VS 2.894/2005)
Despacho subsanador. Decisión motivada (Sent., 267/2005)
Extinción del proceso de amparo (VS 52/2004)
Ejecución de sentencias (Sent. 4.145/2005 y VS 1.839/2004)
Falta de notificación del abocamiento del nuevo juez, requisitos para la
procedencia de amparos contra la sentencia definitiva por ese motivo
(VS 2.089/2004)
Incidencias procesales (Sent. 318/2003)
Inepta acumulación: Consecuencias (Sent. 2.458/2001 y VS 26/2004)
Amparo y revisión constitucional (Sent. 3.045/2002)
Legitimación de los herederos de las partes para la continuación del
proceso de amparo (VS 1.571/2005)
Litispendencia y el Art. 6.8 (VS 5.100/2005)
Oposición al decreto de medida cautelar y el amparo (VS 3.306/2003)
Potestad de autotutela de la Administración y el amparo (Sent. 748/2005)
Recursos Administrativos: Disponibilidad según Art. 6.5 (Sent. 2.228/
2002 y VS 3.601/2003)
Recurso de Casación y el amparo. Posibilidad de escogencia
(Sent. 369/2003)
Recurso de control de la legalidad y el amparo (Sent. 3.105/2003
y VS 3.417/2003)
Revisión y sustitución de medida cautelar según el COPP y el amparo
(VS 3.511/2003)
Tercera instancia (VS 1.787/2004)
Terminación del procedimiento por pérdida del interés (Sent. 982/2001)
Actos de las Inspectorías del Trabajo: Impugnación, competencia
(Sent. 2.862/2002)
Arrestos disciplinarios en sede judicial: Procedimiento (Sent. 1.212/2003
y VS 2.910/2004)
Autotutela Administrativa: No encuadra en los supuestos de inadmisión del
amparo (Sent. 748/2005)
Avocamiento (VS 708/2004)

–C–

Caducidad: Carácter de orden público (VS 348/2004)


Carácter vinculante de las decisiones de la Sala Constitucional (VS 708/2004)
Colisión de Leyes: Naturaleza y procedimiento (Sent. 889/2001)
Criterio jurisprudencial (Sent. 3.057/2004)
Colegiación obligatoria de periodistas (VS 1.411/2004)
Confianza legítima (Sent. 1.252 y 3.057/2004)
Control difuso de la constitucionalidad (Sent. 2.874/2002 y 424/2005))
Control de la legalidad y el amparo (Sent. 3.105/2003 y VS 3.417/2003)
Convención colectiva de trabajo: Legitimación para su administración (Sent.
149/2003)
Copias: Deber de acompañamiento de copia, al menos simple, del acto judicial
objeto de la pretensión (Sent. 3.083/2004)
Corte Interamericana de Derechos Humanos Opinión consultiva 5/85 (VS
1.411/2004)
Costas procesales: Contra entes públicos (VS 172/2004)
Naturaleza jurídica, fundamento y finalidad (Sent. 2.801/2004)

–D–

Delitos de lesa humanidad contra los Derechos Humanos (Sent. 537/2005)


Derecho:
Asociación: Anulación de actas de la asamblea de accionistas
(Sent. 196/2002).
Noción (Sent. 2.874/2002 y 266/2005)
Igualdad y prohibición de discriminación (VS 172/2004)
Igualdad tributaria (Sent. 1.172/2004)
Libertad económica: Noción (Sent. 2.436/2003)
Regulación de precios como limitación a ese derecho
(Sent. 2.641/2003)
Libertad personal: Carácter de orden público (Sent. 899/2001)
Duración de la medida privativa en el proceso penal
de adolescentes (VS 3.106/2004)
Límites a la fijación de caución económica según el Art. 266 COPP
(Sent. 2.222/2001)
Petición: Deber de oportuna respuesta aun por autoridades
incompetentes (Sent. 1.399/2002)
Amparos contra omisiones de pronunciamiento genéricas
(Sent. 547/2004)
Propiedad: (Sent. 266/2005)
No confiscatoriedad sss
(Sent. 1.172/2004)
Participación ciudadana en la gestión pública (Sent. 3.252/2005)
Presunción de inocencia (VS 283/2004)
Tutela judicial eficaz (Sent. 97/2005 y VS 172/2004)
Desacato: Avocamiento (VS 1.346/2004)
Decisión de un juez superior incumplida por un inferior
(Sent. 2.829/2005)
Doble tributación (Sent. 1.172/2004)

–E–

Estabilidad laboral: Pago de salarios caídos (VS 629/2005)


Procedimiento (Sent. 2.903/2002)
Procedimiento para la determinación del monto que deba pagar el
patrono cuando se ha impugnado el monto que éste hubiese depositado
(VS 3.284/2005)
Estatuto de Roma de creación de la Corte Penal Internacional (Sent. 537/2005)

–F–

Falso supuesto de inconstitucionalidad (Sent. 424/2005)


Flagrancia: Procedimiento abreviado (VS 2.337/2004)
Función pública. Despido de empleados de Fundaciones del Estado
(VS 2.168/2004)
Estatuto funcionarial municipal, desaplicación de disposiciones
de la LOPPM (Sent. 3.082/2005)

–G–

Gratuidad de la justicia (Sent. 933/2002)


–H–
Honorarios de los Auxiliares de justicia (Sent. 933/2002)

–I–

Inactividad administrativa: Amparo constitucional


(Sent. 547/2004 y VS 5.123/2005)
Incompetencia e inadmisibilidad según LOTSJ (Sent. 97/2005)
Intervención del Ministerio Público: Juicios que regula la LOPNA
(Sent. 936/2002)
Irretroactividad de la Ley: (Sent. 15/2005)
Excepciones, retroactividad de la ley penal (Sent. 2.461/2001)
Inspectorías del Trabajo: Actos, impugnación (Sent. 2.862/2002)
Interpretación: Arts. 21 y 26 CRBV (VS 172/2004)
Art. 84 CRBV (Sent. 3.252/2005)
–J–

Jurisdicción Contencioso-Administrativa: Competencia para la designación de


los jueces (Sent. 1.424/2006)

–L–

Legalidad: Aplicación temporal de la ley (VS 288/2004)


Legalidad tributaria: Entrada en vigencia de leyes tributarias (Sent. 1.252/2004)
Ley procesal: Vigencia (VS 288/2004)
Leyes orgánicas (VS 34/2004)
Litisconsorcio en el proceso laboral (VS 1.393/2005)
LOTSJ: Suspensión cautelar de la aplicación del Art. 6.23 (Sent. 1.424/2005)

–M–

Medidas cautelares. Anticipadas (VS 3.306/2003)


Dictadas por un juez incompetente (VS 1.304/2005)
En sede administrativa: Medida de desaduanamiento
(Sent. 4.233/2005 y VS 922/2004)
Obligación de motivación del decreto de acuerdo o rechazo
(Sent. 2.629/2004 y VS 2.093/2004)
Oposición y el amparo. Inadmisiblidad (VS 3.306/2003)
Procedimiento de nulidad de leyes (Sent. 2.873/2002)
Nulidad de leyes según LOTSJ (sent. 2.733/2004)
Medidas de coerción penal: Duración máxima (VS 479/2003)
Privativas. Duración en el proceso penal de adolescentes
(VS 3.106/2004)
Ministerio Público: Intervención en juicio en materia de niños y adolescentes
(Sent. 936/2002)
–N–
Notificaciones: Falta de constitución de domicilio procesal por el demandado
(VS 2.442/2004)
Procuraduría General de la República del decreto de medidas cautelares
(Sent. 3.340/2005)
Niños y Adolescentes: Juzgamiento de un adolescente que comete una falta:
Procedimiento (Sent. 3.101/2003)
Nulidad de leyes: Acumulación de pretensiones de nulidad de actos
administrativos de efectos particulares y de un acto normativo de rango
legal (Sent. 2.193/2003)
Medidas Cautelares según LOTSJ (Sent. 2.733/2004)
Procedimiento, decreto de medidas cautelares (Sent. 2.873/2002)

–O–

Obligación alimentaria: Extensión. (Sent. 1.756/2004)


Omisión legislativa: Control constitucional (Sent. 91/2005)
Orden público constitucional (Sent. 1.425/2005)
Ordenanzas municipales: Nulidad (Sent. 266/2005)

–P–

Paro forzoso (Sent. 91/2005)


Pena de sujeción a la autoridad civil (Sent. 424/2005)
Pensión alimentaria: Acuerdo conciliatorio en juicio de cumplimiento
(Sent. 936/2002).
Competencia judicial (Sent. 1.756/2004)
Potestad administrativa de policía (VS 922/2004)
Potestad disciplinaria de los jueces (Sent. 1.212/2005)
Potestad sancionadora: Principio de legalidad y garantía de reserva legal
(VS 1.613/2004)
Proporcionalidad de las sanciones administrativas (266/2005)
Principio pro actione (Sent. 97/2005 y VS 2.590/2004)
Procedimiento laboral: Improcedencia de incidencias (VS 899/2004)
Procuraduría General de la República: Notificación del decreto de medias
cautelares (Sent. 3.340/2005)
Pruebas: Hecho negativo: Carga de la prueba (Sent. 2.999/2005)
Incongruencia omisiva y el silencio de pruebas (VS 1.787/2004)
Proceso penal (VS 2.999/2003)

–Q–
Querella funcionarial: Alcance (Sent. 547/2004)
–R–

Recursos: Abstención o carencia (Sent. 547/2004)


Administrativos: Disponibilidad frente a la admisión de amparos
(Sent. 2.228/2002 y VS 3.601/2003)
Casación y el amparo. Posibilidad de escogencia (Sent. 369/2003)
Control de la legalidad y el amparo (Sent. 3.105/2003 y VS 3.417/2003)
Nulidad: Medidas cautelares según LOTSJ (Sent. 2.733/2004)
Procedimiento y medidas cautelares (Sent. 2.873/2002)
Reformatio in peius (Sent. 2.133/2003)
Régimen prestacional de empleo (Sent. 91/2005)
Regulación de precios de bienes y servicios esenciales (Sent. 2.641/2003)
Representación sin poder (VS 852/2002)
Reserva legal (Sents. 2.874/2002, 537/2005 y VS 1.613/2004)
Responsabilidad disciplinaria de los jueces: Desacato de la decisión
de un superior (Sent. 2.829/2005)
Revisión constitucional: Causales de inadmisión: Legitimación (VS 852/2002)
Contra aclaratorias (VS 2.104/2004)
Contra sentencias de amparos que se juzguen inadmisibles
(VS 2.104/2004)
De oficio: Procedencia (Sent. 952/2005)
Finalidad (Sent. 1.998/2003)
Irrevisabilidad de las decisiones del TSJ en pleno por la Sala
Constitucional (VS 708/2004)
Remisión de oficio del fallo (Sent. 1998/2003)
Revisión de medida cautelar según el COPP y la admisión del amparo
(VS 3.511/2003)

–S–

Salarios caídos: Pago en el procedimiento de estabilidad laboral (VS 629/2005)


Seguridad jurídica en materia tributaria (Sent. 1.252/2004)
Servicio público: Noción (sent. 2.436/2003 y VS 1.683/2004)
Esenciales, regulación de precios y tasas (Sent. 2.641/2003)
Reserva del Estado (Sent. 2.436/2003)
Silencio Administrativo en la LOSPP (Sent. 727/2003)

–V–

Velo corporativo (VS 903/2004)


Vía administrativa: Agotamiento (Sent. 2.228/2002)
Abreviaturas

Art. Artículo
CC: Código Civil
C. Com: Código de Comercio
CP: Código Penal
CPC: Código de Procedimiento Civil
COPP: Código Orgánico Procesal Penal
CRBV: Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela
LOA: Ley Orgánica de Aduanas
LOADGC: Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales
LOCJS: Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
LOPGR: Ley Orgánica de la Procuraduría General
de la República
LOPNA: Ley Orgánica para la Protección del Niño
y del Adolescente
LOPPM: Ley Orgánica del Poder Público Municipal.
LOPT: Ley Orgánica Procesal del Trabajo
LOSPP: Ley Orgánica del Sufragio y Participación
Política.
LOTSJ: Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia
LOT: Ley Orgánica del Trabajo
Sent.: Sentencia
TSJ: Tribunal Supremo de Justicia
VS: Voto salvado

ssss
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 31

PONENCIAS
32 PONENCIAS

L RONDÓN
HAAZ
2001-2005
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 33

AÑO 2001

Sentencia N°: 889.


Fecha: 31-05-01
Demandante: Carlos Brender.
Materia: Colisión de Leyes: Naturaleza y procedimiento.

La Sala analiza la naturaleza de la colisión de leyes y fija el


procedimiento para su tramitación. Se suprime la etapa de
relación e informes.

“(...) de conformidad con lo establecido en el artículo 102 de la Ley
Orgánica de la Corte  Suprema  de Justicia considera esta Sala que el
procedimiento  más  conveniente  a  aplicar para  la  tramitación  de  este
recurso conforme a su naturaleza, es el que se encuentra previsto para
los juicios de nulidad de los actos administrativos de efectos generales,
con  exclusión  de  la  etapa  probatoria  a  que  se  refiere  el  artículo  117
eiusdem y sin relación ni informes, de conformidad con lo establecido
en el artículo 135 ibídem, por tratarse de un asunto de mero derecho.
En consecuencia, el procedimiento que en lo sucesivo se aplicará en
estos casos es el siguiente:

1º Presentado el recurso ante la Secretaría de esta Sala, se dará cuenta
del mismo y se remitirá al Juzgado de Sustanciación.

2º El Juzgado de Sustanciación decidirá acerca de su admisión dentro
de las tres audiencias siguientes a la del recibo del expediente.
34 PONENCIAS

3º En el auto de admisión se dispondrá, conforme a lo establecido en el
artículo 116 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia notifi-
car por oficio al Presidente del órgano que haya dictado los actos nor-
mativos objeto del recurso y al Fiscal General de la República, si éste no
lo hubiera interpuesto. También podrá ordenarse la notificación del Pro-
curador General de la República en caso de estar involucrados los inte-
reses patrimoniales de la República.

4º Practicadas las notificaciones ordenadas en el auto de admisión, el
Juzgado de Sustanciación procederá a remitir el expediente a la Sala, la
cual designará el Ponente.

5º Designado el ponente, la Sala decidirá el recurso dentro de los treinta
(30) días siguientes, a menos que la complejidad y naturaleza del asunto
exija mayor lapso.

6º No habrá lugar a etapa probatoria alguna ni a relación de la causa ni
informes”.

Sentencia N°: 899.


Fecha: 31-05-01.
Demandante: Dora Margarita Pérez Hernández.
Materia: Derecho a la libertad personal. Carácter de orden
público.

La Sala analizó el carácter de orden público del derecho a


la libertad personal y en consecuencia revocó parcialmen-
te, de oficio, una decisión de alzada que lo violentó con el
objeto de garantizar el orden público constitucional.

“Ahora bien, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
además de establecer al Estado como garante y protector de los dere-
chos humanos, enunció dichos derechos, dejando claro que esta enun-
ciación no es denegatoria de otros no señalados expresamente en ella.

Entre estos derechos se encuentra el derecho a la libertad personal que
tiene todo individuo –artículo 44– el cual ha sido consagrado y desarro-
llado como un derecho humano y fundamental inherente a la persona
humana y es reconocido, después del derecho a la vida, como el más
preciado por el ser humano. Tratándose pues, de un derecho fundamen-
tal de entidad superior, debe esta Sala Constitucional, por ser guardián
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 35

y garante del derecho positivo existente y en protección de los de-


rechos humanos de los particulares,  permanecer  alerta  ante  cual-
quier situación que pueda menoscabar esta garantía constitucional de
tan vital importancia y, con ello, el orden público constitucional.

Ello así, puede este órgano jurisdiccional, de oficio y en resguardo del
orden público constitucional que pueda verse quebrantado por una deci-
sión judicial de cualquier tribunal de la República o de cualquiera de las
Salas del Tribunal Supremo de Justicia, dejar sin efecto dichas resolu-
ciones judiciales, con el objeto de garantizar la integridad y supremacía
de la Constitución.

(...)

Ahora bien, esta Sala Constitucional, sobre la base del criterio transcri-
to y por haber detectado de oficio la violación al orden público constitu-
cional por parte de la sentencia dictada por el suprimido Juzgado Superior
Tercero en lo Penal de la Circunscripción Judicial del Área Metropolita-
na de Caracas el 13 de enero de 1998, en perjuicio del derecho funda-
mental a la libertad de la demandante, restablecerá en el presente fallo
el orden transgredido, a pesar de que se desestimó la demanda de am-
paro constitucional intentada por el apoderado judicial de la penada”.

Sentencia N°: 982.


Fecha: 06-06-01.
Demandante: José  Vicente Arenas  Cáceres.
Materia: Terminación del procedimiento por pérdida del in-
terés de la parte actora.

La Sala determinó que la inactividad por 6 meses de la par-


te actora en el proceso de amparo, en la etapa de admisión
o, una vez acordada ésta, en la práctica de las notificacio-
nes a que hubiere lugar o en la de la fijación de la oportuni-
dad para la celebración de la audiencia oral, por falta de
impulso del demandante, ocasiona el abandono del trámite
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 25 de la
LOADGC, y, con ello, la extinción de la instancia.

“...la pérdida del interés puede sobrevenir en el curso del proceso. Es lo
que ocurre cuando el actor desiste de su pretensión, caso en el cual se
otorga autoridad de cosa juzgada al desistimiento y se declara la extin-
36 PONENCIAS

ción del proceso. También puede ocurrir que decaiga únicamente el in-
terés en el procedimiento que se halla en curso, caso en el cual ocurre
el desistimiento del procedimiento a que se refiere el artículo 266 del
Código de Procedimiento Civil.

Finalmente, puede ocurrir que el interés decaiga por la inacción pro-
longada  del actor  o de  ambas partes,  caso en  el cual  se extingue  la
instancia iniciada en protección de determinada pretensión. El Código
de Procedimiento Civil señala expresamente los supuestos que confi-
guran  la  inacción  prolongada  y  que  dan  lugar  a  la  perención  de  la
instancia. En el caso específico de la inacción prolongada del actor,
señala el incumplimiento de ciertas obligaciones procesales como causa
de  la  perención.  En  la  Ley  Orgánica  de Amparo  sobre  Derechos  y
Garantías Constitucionales no consta una regulación semejante, pero
en ella se prevé la figura del abandono del trámite, que expresa tam-
bién el decaimiento del interés del actor, lo cual se deduce del parale-
lismo entre ese supuesto en la Ley especial y los supuestos de extinción
de la instancia, a causa del incumplimiento de las obligaciones del ac-
tor, previstas en el artículo 267 del Código de Procedimiento Civil. El
abandono del trámite expresa una conducta indebida del actor en el
proceso, puesto que revela una actitud negligente que procura la pro-
longación indefinida de la controversia.

(...)

En criterio de la Sala, el abandono del trámite a que se refiere el artículo
25 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales puede asumirse –entre otros supuestos, como la falta de com-
parecencia a la audiencia constitucional– una vez transcurrido un lapso
de  seis  meses  posteriores  a  la  paralización  de  la  causa  por  falta  de
interés procesal de la parte actora. Ello es producto del reconocimiento,
a partir de signos inequívocos –el abandono, precisamente– de que di-
cha parte ha renunciado, al menos respecto a esa causa y a este medio
procesal, a la tutela judicial efectiva y al derecho a una pronta decisión
que le confiere la Constitución; por otra parte, y desde otro punto de
vista, el principio de la tutela judicial efectiva no ampara la desidia o la
inactividad procesal de las partes. (Resaltado añadido).

Tal conclusión deriva de la propia naturaleza del amparo como medio
judicial reservado para la tutela inmediata de los derechos y garantías
constitucionales cuando las vías ordinarias no resultan idóneas, tal como
se desprende de la letra del artículo 27 de la Constitución de la Repúbli-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 37

ca Bolivariana de Venezuela que estatuye para el amparo –al unísono,
cabe destacar, con varios tratados internacionales en materia de dere-
chos humanos– un procedimiento breve, gratuito y no sujeto a formali-
dad  en  el  que  la  autoridad  judicial  competente  tiene  potestad  para
restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida o la situación
que más se asemeje a ella y en la que todo tiempo es hábil y el tribunal
debe  tramitarlo  con  preferencia  a  cualquier  otro  asunto. Así  ha  sido
declarado por la jurisprudencia patria  pacíficamente, aun antes de la
promulgación de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garan-
tías Constitucionales.

En efecto, si el legislador ha estimado que, como consecuencia de ese
carácter  de  urgencia  que  distingue  al  amparo,  la  tolerancia  de  una
situación que se entiende lesiva de derechos fundamentales, por más
de seis meses, entraña el consentimiento de la misma y, por tanto, la
pérdida del derecho a obtener protección acelerada y preferente por
esa vía, resulta lógico deducir que soportar, una vez iniciado el proce-
so, una paralización de la causa sin impulsarla por un espacio de tiem-
po semejante, equivale al abandono del trámite que había sido iniciado
con el fin de hacer cesar aquella situación lesiva o amenazadora de
derechos fundamentales. Por tanto, resultaría incongruente con la alu-
dida naturaleza entender que el legislador hubiere previsto un lapso de
caducidad  de  seis  meses  para  la  interposición  de  la  demanda  y,  al
propio tiempo, permitiese que se tolerase pasivamente la prolongación
en el tiempo de la causa, sin la obtención de un pronunciamiento, por
un lapso mayor a aquél.

(...)

De conformidad con lo expuesto, la Sala considera que la inactivi-


dad por seis (6) meses de la parte actora en el proceso de ampa-
ro, en la etapa de admisión o, una vez acordada ésta, en la práctica
de las notificaciones a que hubiere lugar o en la de la fijación de
la oportunidad para la celebración de la audiencia oral, por falta
de impulso del accionante, ocasiona el abandono del trámite de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 25 de la Ley Orgáni-
ca de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, y,
con ello, la extinción de la instancia. Así se declara”.
38 PONENCIAS

Sentencia N°: 2.222.


Fecha: 09-11-01.
Demandante: Camaj Stefan.
Materia: Derecho a la libertad. Límites a la fijación de la
caución económica del artículo 266 del COPP.

La Sala Constitucional restableció el orden público consti-


tucional infringido, de oficio, por cuanto detectó su viola-
ción en perjuicio del derecho a la libertad del quejoso, ya
que, por errónea interpretación de las normas del Código
Orgánico Procesal Penal, se le impuso una caución econó-
mica superior a la que establece la Ley Penal Adjetiva, bajo
el falso supuesto de la gravedad del delito.

“Esta Sala advierte que, en la sentencia dictada por la Corte de Apela-
ciones del Circuito Judicial Penal del Estado Vargas el 13 de agosto de
2001, que conocía en apelación de la decisión dictada por el Juzgado
Cuarto de Juicio del mismo Circuito Judicial Penal, el 20 de marzo de
2001 y que corre inserta en el folio 39 y siguientes del expediente N°
01-2072 (nomenclatura de esta Sala) se acordaron unas medidas caute-
lares sustitutivas de privación de libertad de conformidad con lo previs-
to en los artículos 265, cardinales 1, 4 y 8 y 266 del Código Orgánico
Procesal  Penal.

Estas medidas cautelares, específicamente la prevista en el cardinal 8
del artículo 265 Código Orgánico Procesal Penal, fueron impuestas en
concordancia con el artículo 266 eiusdem; sin embargo, es de observar
que la caución económica fue fijada en el equivalente en bolívares de
trescientas (300) unidades tributarias, tomando como fundamento para
subir el límite máximo determinado en el Código Orgánico Procesal Penal
‘...la entidad del delito por el cual se le procesa’  (resaltado  de  la
Sala) y no la capacidad económica del imputado, como lo establece el
artículo 266 del Código Penal Adjetivo (...).

Vista la fijación de la caución económica realizada por la Corte de Ape-
laciones del Circuito Judicial Penal del Estado Vargas, la Sala estima
que la misma incurre en un error grave en perjuicio del derecho funda-
mental a la libertad del imputado, por cuanto se le impuso una caución
superior a la prevista en el Código Penal Adjetivo, con un fundamento
no previsto en dicho Texto.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 39

Así, la medida cautelar prevista en el  cardinal 8 del artículo 265 del
Código Orgánico Procesal Penal, a saber caución económica adecua-
da,  solamente  podrá  ser  fijada  en  un  monto  mayor  al  equivalente  en
bolívares a ciento ochenta (180) unidades tributarias, una vez acredita-
da ante el tribunal la especial capacidad económica del imputado”.

Sentencia N°: 2.458.


Fecha: 28-11-01.
Demandantes: Aeroexpresos  Ejecutivos  C.A.  y  Aeroexpresos
Maracaibo, C.A.
Materia: Amparo contra decisiones interlocutorias con-
tra  las  cuales  no  procede  el  recurso  de  apela-
c i ó n .   S u pu e st o s   p a r a   l a   p r o c ed e nc i a   d e
acumulación  de  demandas  con  fundamento  en
los artículos 52 y 146 del CPC; consecuencias
de la indebida acumulación.

No es admisible, en principio, el amparo contra las decisio-


nes interlocutorias penales.

“En este sentido, la Sala encuentra que el fundamento de las presuntas
lesiones a los derechos a la defensa y al debido proceso de las quejosas
es que no pudieron hacer ningún reclamo respecto del auto que declaró
subsanada la cuestión previa que ellas habían opuesto. Es decir, las de-
mandantes pretenden se cree una cadena de impugnaciones que, lejos
de contribuir con la buena marcha del proceso, causaría dilaciones que
el propio Legislador quiso evitar desde el origen.

Por tanto, esta Sala estima que, ante decisiones judiciales interlocuto-
rias que no son objeto de impugnación por vía del recurso de apelación,
en principio, no debe admitirse amparo constitucional, a menos que, pro-
puesta la demanda, se evidencie de los autos una flagrante violación a
derechos o garantías de orden constitucional que deba ser restablecida.
Así se decide.

La Sala no debe dejar de observar que distinto es el caso en el que el
Juez declare no subsanada la cuestión previa y, en consecuencia, decla-
re la extinción del proceso. En estos casos, esa decisión, conforme a lo
previsto en el artículo 354 del Código de Procedimiento Civil en concor-
dancia con el artículo 271 eiusdem, sí es recurrible en apelación, la cual
40 PONENCIAS

se oirá en ambos efectos, dado que es evidente el gravamen que se le
causa  al  actor.  (Cfr.  s.S.C.C-C.S.J.10-08-89)”.

Supuestos para la procedencia de acumulación de deman-


das con fundamento en los artículos 52 y 146 del Código de
Procedimiento Civil.

“Ahora bien: no hay duda alguna que el litis consorcio, activo y pasivo,
está permitido en el Código de Procedimiento Civil, pero bajo las regu-
laciones establecidas en el artículo 146 de dicho Código, el cual, tex-
tualmente, preceptúa:

‘Podrán  varias  personas  demandar  o  ser  demandadas  conjuntamente


como litis consortes: a) Siempre que se hallen en estado de comunidad
jurídica con respecto al objeto de la causa; b) Cuando tengan un dere-
cho o se encuentren sujetas a una obligación que derive del mismo títu-
lo; c) En los casos 1°, 2° y 3° del artículo 52’.

Evidentemente, la norma preanotada reglamenta el derecho de acción y
al debido proceso, constitucionalmente establecidos en los artículos 26,
49 y 253, primer aparte, de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, normas y derechos que, por estar íntimamente conecta-
dos con la función jurisdiccional, son reguladoras de materias confor-
madoras del orden público.

Entonces, cabe analizar si las demandas laborales comentadas fueron
debidamente acumuladas, en total conformidad con lo que dispone el
citado artículo 146 del Código de Procedimiento Civil. Al respecto, de la
lectura del escrito que contiene las demandas puede apreciarse:

a) Que cada demanda acumulada tiene un demandante diverso. Dicho
de otra manera, no hay co-demandantes;

b)  Que  cada  demanda  contiene  una  pretensión  diferente.  Efectiva-


mente, cada una de las actoras persigue el pago de sumas dinerarias
diferentes;

c)  Que  cada  pretensión  demandada  se  fundamente  en  una  causa pe-
tendi distinta, a saber: en cuatro relaciones individuales de trabajo, sin-
gularmente diferenciadas una de la otra; y
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 41

d) Que hay dos demandadas comunes en cada una  de las demandas
acumuladas.

Es el caso que, según el invocado artículo 146, varias personas podrán
demandar o ser demandadas conjuntamente como litis consortes:

a)  Siempre que se hallen en estado de comunidad jurídica con


respecto al objeto de la causa.  En  el  caso  laboral  bajo  examen,  el
estado de comunidad jurídica respecto del objeto de la causa queda ex-
cluido por el hecho mismo de que cada demandante reclama sumas de
dinero diferentes en sus montos e independientes una de otra en cuanto
a su origen y a su causa;

b)  Cuando tengan un derecho o se encuentren sujetas a una obli-


gación que derive del mismo título. Como ya se expresó, en el caso
concreto,  cada  demandante  pretende  el  pago  de  sumas  de  dinero  que,
según el decir de ellas, provienen de relaciones individuales de trabajo
que establecieron y particularizaron entre cada una de ellas y las deman-
dadas. Por lo tanto, se trata de derechos que derivan de títulos distintos.

c)  En los casos 1º, 2º y 3º del artículo 52 del Código de Procedi-


miento Civil, cuales son:

c.1 Cuando haya identidad de personas y objeto. Al respecto, ya se


observó que sólo hay, en todas las demandas acumuladas, identidad de
demandados pero no de demandantes, pues cada una de ellas es dife-
rente y, en lo que respecta al objeto, cada actora aspira a una pretensión
distinta. Por tanto, no hay identidad de personas ni de objeto;

c.2 Cuando haya identidad de personas y título, aunque el objeto


sea distinto. En lo que respecta a la identidad de personas ya se expli-
có  su  ausencia y  en  lo  concerniente  con  la identidad  de  título,  basta
recordar, para excluirla, que cada accionante invocó como título, para
fundamentar su pretensión, una relación individual de trabajo totalmente
diferente de cada una de las otras que también fueron alegadas; y

c.3 Cuando haya identidad de título y de objeto, aunque las per-


sonas sean diferentes. Basta  tener  presente  lo observado  en los  dos
párrafos previos para concluir que no hay las identidades exigidas en el
ordinal 3º del artículo 52 que se citó.
42 PONENCIAS

De manera que, en el proceso laboral que se examina, puede observar-
se  y  apreciarse  que  las  demandantes  que  lo  impulsaron  actuaron,  ab
initio, en contravención con lo que regula el artículo 146 del Código de
Procedimiento Civil en concordancia con el artículo 52, ordinales 1º, 2º
y 3º eiusdem, que, como ya se analizó, son normas de orden público”.

La acumulación de demandas contrarias a lo que preceptúa el


artículo 146 del Código de Procedimiento Civil son contra-
rias al orden público, lo cual trae como consecuencia la nuli-
dad de todo lo actuado, desde el mismo auto de admisión.

“Ahora bien, es claro para este Tribunal Supremo, en Sala Constitucio-
nal,  que  en  el  asunto  laboral  analizado  estamos  en  presencia  de  una
acumulación de demandas contraria a lo expresamente permitido por el
artículo 146 del Código de Procedimiento Civil, lo que coloca a dichas
demandas como contrarias al orden público y a disposición expresa de
la Ley, motivo por el cual, con base en el artículo 212 del Código de
Procedimiento Civil en concordancia con los artículos 341 y 346, ordinal
11º, eiusdem, se declara la nulidad de todo lo actuado en el ámbito del
procedimiento incoado mediante las demandas interpuestas por las ciu-
dadanas  (...)  y AEROEXPRESOS  EJECUTIVOS  C.A.  desde  el  mis-
mo auto de admisión, inclusive, y se repone dicha causa al estado de
que el Tribunal que conozca de ella se pronuncie sobre la admisión de
aquéllas en total acuerdo con la doctrina sentada en este fallo”.

Sentencia N°: 2.461.


Fecha: 28-11-0.1
Demandante: George Yebaile y José Lito Loureiro Des Neves.
Materia: Principio de irretroactividad de la ley. Excepción:
Retroactividad de las normas penales.

La Sala Constitucional analizó el principio de irretroactividad


de la ley que establece el artículo 24 de la CRBV e interpretó
la excepción de este principio, es decir, la retroactividad de
las normas penales tanto en su parte sustantiva como adjeti-
va, en virtud de la entrada en vigencia del COPP.

9“La norma precedentemente transcrita [art. 24 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela] establece, como uno de los im-
portantes soportes de seguridad jurídica inherente al Estado de Dere-
cho, la garantía de irretroactividad de las disposiciones legales, las cuales,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 43

en principio y como regla general, no son aplicables a hechos acaecidos
con anterioridad a la entrada en vigencia de la ley, salvo las excepcio-
nes allí previstas, a saber: i) las leyes de procedimiento se aplicarán aun
a los procesos que se hallaren en curso cuando entren en vigencia, con
la limitación relativa a los procesos penales, en los cuales se estimarán
las pruebas evacuadas conforme a la ley vigente para la fecha en que
fueron ofrecidas, en cuanto beneficien al reo o rea (in dubio pro reo);
y ii) cuando haya dudas se aplicará la norma que beneficie al reo o a la
rea  (favor libertatis).

Con relación a la norma comentada y en referencia al específico punto
de la retroactividad de las leyes en materia penal, esta Sala, en senten-
cia N° 35 del 25 de enero de 2001, estableció:

‘Del principio de legalidad deriva el carácter irretroactivo de la ley y,
como excepción, su retroactividad es admitida en materia penal, tanto
en el orden sustantivo como adjetivo, únicamente en el  caso  de su
mayor benignidad en relación al acusado.

La retroactividad obedece a la existencia de una sucesión de leyes


penales, que por emanar de seres humanos y estar destinadas a
controlar la conducta de éstos, su validez o vigencia se encuentran
sometidas a la temporalidad, por lo cual se dan casos donde la
situación fáctica acaecida en un determinado momento y bajo el
imperio de una ley, al tiempo de ser sometida al juzgamiento se
encuentra con que ha entrado en vigencia otro texto legal que fa-
vorece más a la persona involucrada en los hechos y por ello se
debe aplicar la nueva ley retrotrayendo su vigencia al momento de
la comisión del delito’. (Resaltado de la Sala).

En lo que atañe al recurso sub examine, tal y como  se reseñó ante-


riormente  en  el  presente  fallo,  se  observa  que  la  Sala  de  Casación
Penal de este Tribunal Supremo de Justicia ha decidido reiteradamen-
te que, bajo el nuevo régimen establecido en el Código Orgánico Pro-
cesal Penal, contra el auto por el cual se pronuncia el sobreseimiento
de la causa penal no es admisible el recurso de casación. En sintonía
con el nuevo sistema de recursos consagrado en el Código Orgánico
Procesal Penal, desde cuya interpretación la Sala de Casación Penal
ha reiterado la inadmisibilidad del recurso de casación contra el auto
de sobreseimiento de la causa penal, el artículo 509 in fine del Código
Orgánico Procesal Penal dispuso, en el Régimen Procesal Transitorio
para  las  causas  en  curso  cuando  entró  en  vigencia,  que  el  auto  de
44 PONENCIAS

segunda instancia que declare o confirme la terminación de la averi-
guación no será recurrible en casación.

Asimismo, aunque en el mencionado régimen transitorio no se hubiese
establecido expresamente la irrecurribilidad del auto que declare o con-
firme la terminación de la averiguación penal, la Sala de Casación Penal
debió aplicar, por mandato del artículo 24 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela, el nuevo régimen que para los autos de
sobreseimiento de la causa estableció el Código Orgánico Procesal Pe-
nal, pues éste forma parte de la categoría –lato sensu– de leyes proce-
sales a que se refiere la norma citada y, por tanto, de aplicación inmediata
aun a los procesos en curso antes de su vigencia, y porque se trata de
norma adjetiva, relativa al proceso penal, que debió aplicarse inmedia-
tamente por su mayor benignidad en relación con los encausados, de
conformidad con el único aparte del artículo 24 constitucional, en las
cuales subyace el principio favor libertatis. Es oportuno señalar, que la
cuestión que ahora se resuelve no se refiere ni siquiera a que variaron
los requisitos de admisibilidad del recurso de casación contra el auto de
sobreseimiento de la  causa, sino que  el mismo, como lo establece el
artículo 509 in fine del Código citado, fue suprimido.

Del precedente análisis del régimen procesal penal, en cuanto atañe al
supuesto específico de la irrecurribilidad en casación del auto de sobre-
seimiento de la causa penal a la cual le sea aplicable el Régimen Proce-
sal  Transitorio  citado,  se  colige  indisputablemente,  desde  la  óptica
constitucional y de la interpretación conjunta de las normas contenidas
en los artículos 509, in fine y 510 del Código Orgánico Procesal Penal,
que de las decisiones recurribles en casación conforme al cardinal 1 de
la norma citada en segundo lugar, están excluidos los autos de segunda
instancia que declaren o confirmen la terminación de la averiguación, lo
cual es acorde con el tratamiento que le ha dado la Sala de Casación
Penal –bajo el nuevo régimen procesal penal que, como se dijo, es de
aplicación inmediata, aun a los procesos en curso antes de su vigencia–
, a los autos de sobreseimiento de la causa para declarar inadmisible el
recurso de casación contra los mismos.

A título de mera referencia con relación al derecho comparado, el Tri-
bunal Constitucional Español, al decidir situaciones similares a la que se
resuelve en este fallo –aun sin tratarse del proceso penal sino del civil,
en el cual no tiene aplicación el principio favor libertatis–, ha resuelto
que las nuevas condiciones de admisibilidad del recurso de casación,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 45

específicamente la relativa a la cuantía para acceder al mismo, estable-
cidas en una ley procesal posterior a la interposición de ese medio de
impugnación, son de aplicación inmediata y hacen inadmisible el recur-
so incoado si, respecto del mismo, no se cumplen los nuevos requisitos
dispuestos para su admisión.

(...)

En  el  caso  planteado en  el  recurso  sub examine,  encuentra  esta  Sala
que, en la sentencia objeto de revisión, se obvió por completo la inter-
pretación  y  aplicación  de  la  norma  contenida  en  el  artículo  24  de  la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, omisión esa que
produjo un resultado de relevancia constitucional, que fue anulado, al
ser casado, un auto que, según se ha narrado en esta decisión, no era
impugnable mediante recurso de casación,  quedando afectada de esa
manera la cosa juzgada emergente del mismo y que debe ser preserva-
da por mandato del artículo 49, cardinal 7, del Texto Fundamental.

Por todo lo  antes expuesto, el recurso de revisión  interpuesto en el


presente caso (...), debe prosperar, cumpliéndose así la misión de este
Tribunal Supremo de Justicia de garantizar el imperio, la supremacía y
la efectividad de las normas y principios constitucionales, conforme lo
ordena el artículo 335 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela”.
46 PONENCIAS

AÑO 2002

Sentencia N°: 196.


Fecha: 08-02-02.
Demandante: Inversiones  Beaisa  C.A.
Materia: Derecho de asociación. La anulación de las deci-
siones  de  la  asamblea  de  accionistas,  fuera  del
procedimiento de nulidad ad hoc, es violatoria de
ese  derecho.

Se discute si el juez de instancia puede decidir sobre la


validez de un acuerdo societario en el marco de la cuestión
previa por ilegalidad en el otorgamiento o insuficiencia de
poder, y la influencia de una decisión en el sentido antes
mencionado sobre el derecho de asociación de la compa-
ñía. La Sala decide que el pronunciamiento sobre la validez
de las decisiones de la asamblea de accionistas, fuera del
procedimiento de nulidad de decisiones de asamblea, es
violatoria del derecho de asociación la compañía.

“En el juicio iniciado por Inversiones Beaisa C.A. contra los ciudadanos Joao
Fernández Camarra, Autoservicios Turbosonic C.A. y Roberto Pisano de la
Sierra, interpusieron la cuestión previa contenida en el artículo 346, ordinal 3º,
del Código de Procedimiento Civil, alegando: que Inversiones Beaisa C.A. no
existe por cuanto su término de duración se cumplió el 25 de septiembre de
1984; que, en virtud de la inexistencia de la demandante, el Administrador que
otorgó el poder no tenía su representación; que, por tanto, el poder otorgado a
Rafael Angel Briceño e Ismenia Briceño Rosales es nulo; y que quienes pue-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 47

den demandar, en el presente juicio, son los accionistas de la extinta compañía,
en tanto que comunidad de hecho.

Para resolver las cuestiones previas alegadas el Juez entró a dilucidar
sobre la validez de la Asamblea Ordinaria de Accionistas, celebrada el
20 de julio de 1985, en la cual se reeligió la nueva Junta Directiva que,
dos años después, otorgó poder al Doctor Rafael Ángel Briceño y a la
Doctora  Ismenia  Briceño  y,  sobre  el  acuerdo  de  reconstitución  de  la
compañía del 5 de noviembre de 1991, en los siguientes términos:

‘Interesa resaltar que la copia certificada del documento de mandato
acompañada por el actor e impugnado su carácter con apego a los re-
quisitos de ley para el poder judicial, el Tribunal hace constar expresa-
mente que el Notario tuvo a la vista la Gaceta Municipal del Gobierno
del Distrito Federal, donde aparece publicado el Documento Constituti-
vo de la poderdante, en el cual aparece, las cláusulas de la Administra-
ción  así  como  la  certificación  del  Registro  Mercantil  donde  aparece
inserta la Asamblea Ordinaria de fecha 20 de julio de 1985 en la cual se
reelige la nueva Junta Directiva que, dos años después, otorga poder al
Doctor Rafael Ángel Briceño e Ismenia Briceño, o sea que la actora,
como expresamente lo reconoce su apoderado judicial, le otorgó poder
judicial dos años después del vencimiento del término.

En igual forma interesa resaltar en el mismo orden que la Asamblea de
fecha 20 de julio de 1985, con carácter ordinaria celebrada diez me-
ses despues (sic) de haber entrado en período de disolución tuvo por
objeto de acuerdo a lo transcrito por el Notario en la certificación del
poder,  reelegir  la  Junta  Directiva  y  aprobar  e  improbar  el  estado  de
ganancias y pérdidas. No se concibe que en estado de emergencia como
lo es el estado de disolución de la empresa, se reúna la Asamblea Gene-
ral Ordinaria para considerar el año económico o estado de ganancias y
pérdidas y elegir la Junta Directiva, cuando lo único que correspondía
era el nombramiento de liquidador. Nombramiento de Junta Directiva
por una Asamblea Ordinaria en período de liquidación es evidentemente
contrario a la Ley y sin ningún valor al elegir la Junta Directiva afecta-
da de nulidad; puesto que la misma como tal Junta Directiva no podía
realizar su objeto de acuerdo a sus disposiciones estatutarias, mucho
menos podía como aparece del libelo de demanda realizar prórrogas de
contratos (...); ni realizar otorgamientos de poderes en los términos al
cual se contrae al Doctor Rafael Ángel Briceño dos años después.

(...)
48 PONENCIAS

Este Tribunal considera, que la Asamblea Ordinaria de fecha 20 de julio
de 1985, por muy dueña que fuera del destino de su representada como
máxima representante de la empresa, vencida ésta y en período de di-
solución, lejos del objeto de su convocatoria, estaba obligada era a pro-
ceder a la designación de los liquidadores en cumplimiento de la ley.
Entrada en estado de disolución por vencimiento del término de confor-
midad con el Artículo 340 Numeral Primero del Código de Comercio, es
lo cierto que la administración quedó totalmente restringida al estado de
no poder realizar nuevas operaciones mientras se proveía a la elección
de liquidadores, cosa que por su naturaleza es de realización inmediata.

Las anteriores observaciones sobre la situación jurídica analizada per-
miten concluir que la actora lejos de dar cumplimiento a las disposicio-
nes legales después de operado el vencimiento del término y entrada en
período de disolución, continuó su actividad sin ninguna consideración al
estado de emergencia y liquidación evidenciada en los actos realizados,
provocando la cristalización de una asamblea y el nombramiento de una
junta directiva, para un período ordinario y con unas funciones ordina-
rias establecidas en el Documento Constitutivo y con ello la realización
de un acto jurídico nulo al no someter su conducta al dictado legal. Nula
la Junta Directiva electa por la Asamblea de fecha 20 de julio de 1985,
participada al Registro Mercantil en fecha 21 de agosto de 1986, fecha
cierta,  no  tenía  facultad  alguna  la  Junta  Directiva  para  otorgar  a  los
Doctores Rafael Ángel Briceño e Ismenia Briceño poder con las facul-
tades allí señaladas, lo cual determina que estos abogados sean perso-
nas  ilegítimas  que  se  presentan  como  apoderados  de  la  actora
INVERSIONES  BEAISA  C.A.,  al  no  tener  la  representación  que  se
atribuyen por ser nula la Junta Directiva que les faculta. Con funda-
mento en el Artículo 346, numeral 3 del Código de Procedimiento Civil,
se declara con lugar la cuestión previa opuesta...’.

La decisión proferida por el referido Juzgado Primero de Primera Ins-
tancia, en el sentido de anular la elección de la Junta Directiva y la
reconstitución de Inversiones Beaisa C.A., excede los límites impues-
tos al juez para la decisión de la referida cuestión previa, pues éste
debe limitarse a la verificación de que el poder se otorgó en la forma
legal, y que el representante de la persona jurídica está facultado para
otorgarlo, esto es, si el poder cumple con lo dispuesto en los artículos
151 y 156 del Código de Procedimiento Civil. El juez no podría pro-
nunciarse sobre aspectos que deben ser objeto de un juicio autónomo,
cual es la nulidad de las decisiones de asambleas y la obligatoria liqui-
dación de la compañía.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 49

La extralimitación del juez violó el derecho de asociación de la de-
mandante establecido en el artículo 52 de la Constitución vigente, en
el entendido de que el derecho de asociación implica, tanto el derecho
de los ciudadanos a asociarse dentro de los límites legales, como el
derecho a que, una vez verificada la asociación, las entidades produc-
to de ésta puedan autorregularse o auto-organizarse, también dentro
de los límites legales, ya que de nada valdría el derecho de asociación
si se admitiera la intervención discrecional e ilegal de los órganos del
Poder Público en su funcionamiento, sobre todo si dicha intervención
apunta a la desaparición de la entidad. En consecuencia, si la prórroga
de las sociedades, en general, es una conducta permitida por nuestro
ordenamiento tal, como se desprende de los artículos 1681 del Código
Civil y 19, cardinal 9, del Código de Comercio, la decisión judicial que,
como quedó dicho, se extralimitó en sus funciones al declarar nulas
las decisiones unánimes de la Asamblea de Accionistas de Inversio-
nes Beaisa C.A., constituye una flagrante violación al derecho de aso-
ciación de la demandante”.

Se alegó la violación al debido proceso por cuanto se decla-


ró la nulidad de acuerdos sociales en el marco de la cues-
tión previa por ilegalidad en el otorgamiento de poder. La
Sala decidió que el debido proceso para la declaración de
nulidad de decisiones de asambleas de sociedades anóni-
mas es el que contienen los artículos 290 del C. Com. y
1.346 del CC.

“La decisión impugnada mediante amparo también constituye una evi-
dente violación al debido proceso por cuanto decretó la nulidad de un
acuerdo social en una incidencia procesal que no fue creada para trami-
tar la nulidad de las decisiones de asambleas. Ellas deben tramitarse de
conformidad con lo dispuesto en los artículos 290 del Código de Comer-
cio o 1.346 del Código Civil según fuere el caso. En este sentido ha
dicho esta Sala que ‘El derecho al debido proceso ha sido entendido
como el trámite que permite oír a las partes, de la manera prevista
en la Ley, y que ajustado a derecho otorga a las partes el tiempo y
los medios adecuados para imponer sus defensas’. (s.  S.C.  Nº  5  del
24-01-01),  y  que  además  ‘...tiene como finalidad garantizar que el
juzgador respete el procedimiento pautado por la ley para la solu-
ción de un caso específico...’. (s.  S.C.  Nº  1758  del  25-09-01)”.

Para la decisión sobre la admisibilidad del amparo se discu-


tió si la subsanación que establece el artículo 354 del CPC
50 PONENCIAS

puede considerarse un recurso o, en caso negativo, si la


apelación contra la sentencia que declare extinto el proce-
so puede considerarse vía judicial idónea. La Sala decidió
que la subsanación no es un recurso y por tanto no puede
considerarse vía judicial preexistente en los términos del
artículo 6.5 de la ley de amparo, ni tampoco la apelación
contra la sentencia que declare extinto el proceso. En apli-
cación de precedentes de esta Sala se admitió, excepcio-
nalmente, el amparo contra la decisión que declaró con lugar
la cuestión previa.

“Para decidir sobre la admisibilidad de la demanda la Sala observa:

Que  la  subsanación  no  es  un  recurso,  ya  que  implica,  en  este  caso,
ajustarse a lo decidido por el juez para acreditar debidamente un apode-
rado; que el recurso de apelación al que la parte demandante tendría
derecho, con motivo de ser declarado extinto el proceso, es irrelevante
a fin de decidir sobre la admisibilidad del amparo, por cuanto no estaría
dirigido a impugnar la decisión presuntamente lesiva de derechos cons-
titucionales; que en criterio de esta Sala, ante decisiones judiciales in-
terlocutorias que no son objeto de impugnación por vía del recurso de
apelación, en principio, no debe admitirse amparo constitucional, a me-
nos que, propuesta la demanda, se evidencie de los autos una flagrante
violación a derechos y garantías de orden constitucional que deba ser
restablecida. (s. S.C. Nº 345 del 10-05-01); que, según se dejara esta-
blecido infra, la Sala observa en el fallo impugnado flagrantes violacio-
nes a derechos y garantías constitucionales; y que, por cuanto la demanda
no está incursa en alguna otra de las causales contenidas en el artículo
6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitu-
cionales, debe esta Sala Constitucional revocar la decisión recurrida y
admitir la pretensión de amparo. Así se declara”.

Sentencia N°: 778.


Fecha: 09-04-02.
Demandante: Inversiones Beaisa C.A. (2).
Materia: Amparo contra omisión de pronunciamiento.

No se produce la caducidad de la pretensión de amparo cuan-


do el supuesto agravio constitucional lo produce una omi-
sión de pronunciamiento, por cuanto no existe la certeza del
momento a partir del cual deba computarse dicho lapso, máxi-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 51

me cuando el peticionante de tutela constitucional demues-


tra un evidente interés en que se produzca una decisión
mediante reiteradas diligencias en ese sentido.

“En primer lugar, la Sala observa que, a pesar de que trascurrieron aproxi-
madamente dos años desde el momento cuando el demandante de ampa-
ro hizo al presunto agraviante la primera solicitud de pronunciamiento
sobre la medida de secuestro que le requirió, hasta el momento cuando se
interpuso la presente demanda de amparo, no opera en el presente caso
el consentimiento expreso establecido en el cardinal 4 del artículo 5 de la
Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales,
toda vez que constan en autos las referidas actuaciones de la hoy quejo-
sa, en solicitud de pronunciamiento del presunto agraviante –inclusive hasta
seis días antes de intentar la demanda de amparo–, lo cual manifiesta un
interés contrario a la aceptación del agravio constitucional. Ello aunado a
que el caso sub examine se trata de una omisión de pronunciamiento y no
de un hecho positivo generador de un acto a partir del cual se tenga la
certeza del momento, con precisión y exactitud, cuando se produjo la ac-
tividad generadora de la lesión constitucional, y a partir de cuando se
pueda contar el lapso de caducidad de seis meses que establece la Ley de
Amparo,  ya que, por actuar la omisión judicial como vía de hecho, la
violación a derechos o garantías constitucionales, se hace indefinida en el
tiempo hasta tanto no se produzca el acto que se solicitó”.

Sentencia N°: 933.


Fecha: 15-05-02.
Demandantes: Magdaleno González Nieves y Bertha Catalina de
González.
Materia: Principio constitucional de gratuidad de la justicia.
Honorarios de los auxiliares de justicia.

Ante el alegato de que los honorarios judiciales debían im-


putarse al presupuesto del poder judicial en cumplimiento
del principio constitucional de gratuidad de la justicia, la Sala
decidió que dicho principio sólo es aplicable respecto de
quienes formen parte del cuerpo de funcionarios judiciales.

“2. Denunció:

(...)
52 PONENCIAS

2.1 La violación al principio de gratuidad de la justicia que reconocen
los artículos 26 y 254 de la Constitución vigente, pues el juez, mediante
su decisión del 31 de julio de 2000, que ratificó el 19 de septiembre de
2000, pretendió que el demandante pagase los honorarios de los asocia-
dos, y se negó a imputar el pago de los mismos al presupuesto del poder
judicial, con el alegato de que dichos gastos ‘son de interés particular
de los litigantes’. En opinión de la actora, los jueces asociados, al igual
que los jueces profesionales, cumplen con una función pública cuyo prin-
cipal interesado  es el Estado, que  es  de la exclusiva  competencia de
éste según el artículo 257 de la Constitución. Denunció, además, que el
juez  agraviante  no  se  percató  de  que  el  principio  de  gratuidad  de  la
justicia derogó tácitamente los artículos 123 del Código de Procedimiento
Civil y los artículos 50 y 53 de la Ley de Arancel Judicial’.

(...)

En todo caso, no observa esta Sala, en las decisiones sub examine, la
violación a derechos constitucionales que fue denunciada. Respecto a
la gratuidad de la justicia que fue invocada por la parte actora, la Sala
ha dicho:

‘...A partir de la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, que establece en su artículo 26 la gratuidad de la justicia,
[...] no son aplicables al proceso las normas sobre arancel judicial seña-
ladas en la Ley de Arancel Judicial, [y los costos judiciales] han queda-
do  reducidos  básicamente  a  los  emolumentos  y  honorarios  de  los
auxiliares de justicia que no sean integrantes de cuerpos de funcio-
narios del Estado, previstos en las leyes como auxiliares de jus-
ticia profesionales’. (s.S.C. Nº 320 del 04-05-01). (Destacado añadido).

De allí que la prohibición que contiene el artículo 254 in fine de la Cons-
titución vigente no alcanza a los jueces asociados, quienes son auxilia-
res de  justicia que,  a pesar  de ejercer,  en forma  ad hoc,  la  actividad
jurisdiccional, no forman parte de un cuerpo de funcionarios del Estado.
Así se declara. De esta exclusión se infiere, además, que no es cierto
que la disposición constitucional que se mencionó haya derogado los
artículos 123 del Código de Procedimiento Civil y 50 y 53 de la Ley de
Arancel Judicial por lo que respecta a la carga, para quien pide la cons-
titución del tribunal con asociados, de consignar los honorarios de éstos.
Así, igualmente, se declara”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 53

Sentencia N°: 936.


Fecha: 15-05-02.
Demandante: Lourdes Fernández.
Materia: Procedimiento aplicable a todos los procesos so-
bre pensión alimentaria. Acuerdo conciliatorio en
el juicio por cumplimiento de pensión. Interven-
ción del Ministerio Público en los procesos que
rige la LOPNA.

Se planteó a la Sala que el debido proceso en las demandas


de cumplimiento de pensión alimentaria era el del artículo
607 del Código de Procedimiento Civil o el que establece
la LOPNA en el Capítulo VI del Título IV. La Sala decidió
que el debido proceso para todos los procesos sobre pen-
sión alimentaria es el que se regula en la LOPNA.

“Si bien la demandante señaló como lesivo el auto de homologación del
acuerdo conciliatorio, también hizo alusiones respecto a la incorrecta
tramitación de la demanda por cumplimiento de la obligación alimenta-
ria, según las normas del Título IV, Capítulo VI de la Ley Orgánica para
la Protección del Niño y del Adolescente, procedimiento exclusivo –en
su opinión– para la fijación de pensión. La demandante alegó que su
demanda debió tramitarse a través del procedimiento correspondiente a
la vía ejecutiva o según el artículo 607 y siguientes del Código de Proce-
dimiento Civil, y que, con un procedimiento distinto, el Juzgado agra-
viante violó su derecho al debido proceso.

Al respecto, la Sala observa que el artículo 384 de la Ley Orgánica para
la Protección del Niño y del Adolescente expresamente dispone que:

‘Con excepción de la conciliación, todo lo relativo a la obligación ali-
mentaria debe ser decidido por vía judicial, siguiéndose para ello el pro-
cedimiento  previsto  en  el  Capítulo  VI  de  este  título  [Procedimiento
Especial de Alimentos y de Guarda]’. (Destacado de la Sala).

Dicha disposición expresamente ordena la tramitación de los juicios de
fijación, cumplimiento, revisión y extinción de la obligación alimentaria
a través de un único procedimiento. Por tanto, la calificación que el juez
dio a la demanda en el auto de admisión (de fijación de pensión) no violó
el debido proceso, pues, tanto la fijación como el cumplimiento, se tra-
54 PONENCIAS

mitan de igual manera y, en ambos, el juez debe instar a la conciliación
sobre los aspectos disponibles de la pretensión. Así se declara’.

La madre alegó, en la audiencia pública oral, que el Ministerio Público
no fue notificado de la admisión de su demanda, lo que acarrea la nuli-
dad del proceso, según el artículo 172 de la Ley Orgánica para la Pro-
tección del Niño y del Adolescente.

Dicho alegato fue rebatido por la supuesta agraviante, quien argumentó
que  la  Ley  Orgánica  para  la  Protección  del  Niño  y  del Adolescente
especifica los casos en que la ausencia del Ministerio Público impone la
nulidad del proceso (adopción y divorcio contencioso), y que anularlo
sería contrario al principio de celeridad y ausencia de formalismos, es-
tablecidos en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adoles-
cente y en el Código de Procedimiento Civil.

Para la decisión del punto controvertido, la Sala debe referirse al artícu-
lo 170, letra c, de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del
Adolescente que dispone:

‘Son atribuciones del Fiscal del Ministerio Público para la protección
del niño y del adolescente:

(...)

c)  Defender  el  interés  del  niño  y  del  adolescente  en  procedimientos
judiciales o administrativos’;

También es necesario citar el artículo 172 eiusdem que sanciona:

‘La falta de intervención del Ministerio Público en los juicios que la
requieran implica la nulidad de éstos’.

La demandante, al parecer, ha interpretado, de los artículos que fue-
ron transcritos, que es necesaria la notificación del Ministerio Público
en todos los procedimientos de menores, so pena de nulidad. Sin em-
bargo, la Sala disiente de esa interpretación y considera que la Ley
Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente sólo precep-
túa la nulidad de aquellos procedimientos donde la Ley ordene la par-
ticipación o citación del Ministerio Público, cuando ella no se verifique,
tal sería el caso, por ejemplo, del Procedimiento Contencioso en Asuntos
Familiares y Patrimoniales (artículo 461, parágrafo 3º); del Procedi-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 55

miento de Adopción (artículo 497); de la Acción de Protección (ar-
tículo 278), o respecto del Procedimiento Judicial de Protección (artículo
323, letra a); todos ellos regulados por la Ley Orgánica para la Pro-
tección del Niño y del Adolescente. Observa la Sala que ese no es el
caso del Procedimiento Especial de Alimentos y de Guarda, donde la
Ley no ordena la participación o citación del Ministerio Público. Lo
anterior no impide que el Ministerio Público pueda participar en di-
chos procedimientos, ya que, tal como dispone el artículo 170, letra c,
el Ministerio Público puede participar, en cualquier procedimiento ju-
dicial o administrativo, en defensa del interés de los niños y adoles-
centes involucrados. Así se decide.

Por las razones precedentes, la Sala considera válido el procedimiento que
siguió la Sala de Juicio Nº 2 del Tribunal de Protección del Niño y del Ado-
lescente de la Circunscripción Judicial del Estado Anzoátegui para la trami-
tación de la demanda que, por cumplimiento de obligación alimentaria, (...).

Se discute si la disminución de la pensión alimentaria es


violatoria de derecho de los niños y adolescentes a las con-
diciones de vida que sean necesarias para su desarrollo.
La Sala declaró que la disminución de pensión alimentaria
sólo es violatoria de derechos constitucionales cuando no
obedezca al cambio en algunos de los factores que estable-
ce en el artículo el artículo 523, en concordancia con el 369
de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Ado-
lescente y que el juez de instancia debe dejar constancia de
las circunstancias que dieron origen a la disminución.

“La parte actora denunció, además, que el Tribunal homologó un acuerdo
conciliatorio donde se hizo expresa renuncia de un derecho indisponible e
irrenunciable de sus menores hijos, cual es el derecho a percibir pensión
alimentaria, ya que en dicho acuerdo se disminuyó la pensión que había sido
fijada, en perjuicio de la cosa juzgada que había recaído sobre el particular.

Ante la anterior denuncia, la supuesta agraviante alegó que la deman-
dante suscribió el acuerdo libre y espontáneamente, con la asistencia de
un abogado, y que la validez del acuerdo está avalada por el visto bueno
del Ministerio Público. Además, sostuvo que las partes son libres para
la modificación de los previos acuerdos que hayan sido homologados y
que  el  Juez  no  está  autorizado a  desaprobar  un  acuerdo  sino  cuando
haya violación a los derechos del niño y del adolescente. Tal violación
56 PONENCIAS

no ocurre cuando se fija una menor pensión, si se toma en cuenta los
ingresos del padre.

En virtud de los alegatos de las partes, debe esta Sala determinar si la
Sala de Juicio Nº 2 del Tribunal de Protección del Niño y del Adolescen-
te de la Circunscripción Judicial del Estado Anzoátegui actuó fuera de
su competencia mediante la homologación de un acuerdo donde se fija
una menor pensión, porque eso resulte violatorio de principios y dere-
chos constitucionales.

Para decidir la Sala observa:

(...)

3. Que la Juez Provisoria de la Sala de Juicio Nº 2 del Tribunal de Pro-
tección del Niño y del Adolescente homologó el acuerdo en virtud de la
opinión favorable del Ministerio Público y, además, estimó que el conve-
nio  era  ‘procedente en todas y cada una de sus partes’.

4. Que el artículo 27, cardinal 2, de la Convención sobre los Derechos
del Niño, obliga a los padres u otras personas encargadas del niño, niña
o  adolescente  a  ‘proporcionar, dentro de sus posibilidades y medios
económicos, las condiciones de vida que sean necesarias para el
desarrollo del niño’. La Ley Orgánica para la Protección del Niño y
del Adolescente, desarrolla la regulación de la Convención sobre la obli-
gación alimentaria en el artículo 523, en concordancia con el 369 eius-
dem,  donde  se  establece  que  la  pensión  alimentaria  sólo  puede  ser
modificada –bien para disminuirla o bien para aumentarla– cuando ha-
yan cambiado los elementos que fueron tomados en cuenta para su de-
terminación: necesidad o interés del niño o del adolescente y la capacidad
económica del obligado, para lo que se tendrá en cuenta la tasa de infla-
ción que determinen los índices del Banco Central de Venezuela.

En consecuencia, la Sala estima que la disminución de las pensiones
debe fundamentarse en una menor capacidad económica del obligado o
en la disminución de las necesidades del derechohabiente, y que cual-
quier  rebaja  no  justificada  (fuera  de  los  parámetros  que  establece  el
artículo 27, cardinal 2 de la Convención y que desarrolla la Ley Espe-
cial) viola el derecho de todo niño y adolescente ‘a un nivel de vida
adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual y social’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 57

5. Que, de conformidad con el artículo 27, cardinal 4, de la Convención
sobre los Derechos del  Niño,  el Estado ‘...tomará todas las medidas
necesarias para asegurar el pago de la pensión alimentaria por
parte de los padres u otras personas que tengan la responsabili-
dad financiera por el niño...’. Este  deber  del  Estado,  en  el  caso  del
poder judicial, implica velar porque la fijación y revisión de la pensión
alimentaria  se  adecúe  a  los  parámetros  legales  y  constitucionales;  la
garantía de que el niño o adolescente ciertamente reciba la pensión que
se fijó o modificó y, cuando sea pertinente, la aplicación de las sancio-
nes que dispone la Ley para el obligado que incumpla su deber.

6. Que la conciliación, en materia de obligación alimentaria, está sujeta a
los límites que impone el artículo 308 de la Ley Orgánica para la Protec-
ción del Niño y del Adolescente, en el sentido de que sólo puede tratar un
‘asunto de naturaleza disponible’. El  artículo  375  eiusdem  define  los
aspectos disponibles de la obligación alimentaria y establece que:

‘El monto a pagar por concepto de obligación alimentaria así como la
forma y oportunidad de pago pueden ser convenidos entre el obligado
y el solicitante’.

En contraposición, el artículo 377 dispone que el derecho a exigir el cum-
plimiento de la obligación alimentaria es ‘irrenunciable e inalienable’.

Los artículos precedentemente citados sólo pueden interpretarse a tra-
vés de los elementos que, constitucional y legalmente, deben tenerse en
cuenta para la fijación y modificación de la pensión alimentaria. Por
tanto, cuando la Ley dispone que puede convenirse sobre el monto a
pagar, no significa que puede ser cualquiera, a capricho de las partes,
sino que éste debe encontrarse dentro de los parámetros legales y cons-
titucionales y que, en caso de disminución, debe dejarse constancia del
elemento que provocó tal modificación.

Con base en tales premisas, la Sala considera que el auto de homologa-
ción que se impugnó convalida una renuncia parcial a la pensión alimen-
taria, de treinta mil bolívares (Bs. 30.000,00), disminución que no consta
que hubiere obedecido a modificación alguna de los elementos relevan-
tes para la determinación de la obligación alimentaria, elementos que
contienen y desarrollan los artículos 369 y 523 de la Ley Orgánica para
la Protección del Niño y del Adolescente.
58 PONENCIAS

El juez de Protección del Niño y del Adolescente está obligado a garan-
tizar el pago de la obligación alimentaria y, cuando convalidó una in-
motivada renuncia parcial a las pensiones alimentarias, incumplió el deber
constitucional que acoge el artículo 27, cardinal 4, de la Convención
sobre los Derechos del Niño.

En consecuencia, la Sala de Juicio Nº 2 del Tribunal de Protección del
Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado An-
zoátegui actuó fuera de su competencia, en los términos del artículo 4
de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitu-
cionales. Así se decide.

Lo anterior no implica que las pensiones no puedan ser disminuidas, sino
que el juez debe velar porque, cuando ello se haga, sea conforme a la Ley,
y de ello debe quedar constancia en el texto del acuerdo. Tampoco significa
que los padres no puedan establecer la forma y plazo para el pago de las
pensiones incumplidas, ya que ello puede estar sujeto a negociación”.

Asimismo, se discutió la inadmisibilidad del amparo por


cuanto la fijación de la pensión alimentaria está sujeta a la
revisión que establece el artículo 523 de la LOPNA. La
Sala declaró que la revisión no es vía idónea para el resta-
blecimiento de la situación jurídica infringida, en virtud de
la inmotivada disminución de pensión alimentaria y, por tanto
no es una vía judicial prexistente en los términos del artí-
culo 6.5 de la Ley de Amparo.

“...la Juez Provisoria del Juzgado supuestamente agraviante argumentó
que había operado la  aceptación tácita, pues la madre había ejercido
una nueva demanda contra el padre. Éste opuso la inadmisibilidad del
amparo porque la madre debió acudir a la vía ordinaria para el restable-
cimiento de la situación jurídica infringida, a saber, el recurso de apela-
ción o la revisión de pensión.

(...)

La madre del recurso de revisión de pensión, ya que ésta no era la vía
para el logro del restablecimiento solicitado [respeto a la cosa juzgada
que existía sobre el monto de la pensión], ya que la finalidad de dicho
recurso es, a tenor del artículo 523 de la Ley Orgánica para la Protec-
ción del Niño y del Adolescente, el ajuste de la pensión a los cambios en
alguno de los supuestos conforme a los cuales se dictó la decisión de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 59

alimentos y no la revocatoria de una decisión por razones de constitu-
cionalidad. Así se decide”.

Sentencia N°: 1.399.


Fecha: 26-06-02.
Demandante: Constructora del Este C.A.
Materia: Derecho de petición. Deber de dar respuesta aun
para órganos incompetentes para la resolución de
la solicitud.

La Sala insiste en la obligación de todos los órganos del Po-


der Público, incluso los Tribunales de la República, en dar
oportuna respuesta a las peticiones de los ciudadanos, aun
cuando sea evidente su falta de facultad para el conocimien-
to de ella, para evitar la interposición de demandas de ampa-
ro constitucional por violaciones a los derechos de petición,
oportuna respuesta y a la defensa de los justiciables.

“Ahora bien, considera esta Sala, en virtud del derecho a la justicia, a la
economía procesal, al principio constitucional de no discriminación, que
es  su  deber  la  insistencia,  ante  todos  los  órganos  del  Poder  Público,
incluso los Tribunales de la República, sobre su obligación de pronun-
ciarse expresamente sobre una determinada  petición, no obstante, su
evidente falta de facultad para el conocimiento de ella, con la finalidad
de que se eviten, en el futuro, demandas de amparos por violación al
derecho de petición, oportuna respuesta y a la defensa, en casos simila-
res a éste, cuyo único resultado lo constituye la declaración de improce-
dencia in limine litis,  por  las  razones  expuestas,  con  el  consiguiente
desvío de la atención de esta Sala y demás Tribunales, lo que contribuye
a la mora en la administración de justicia”.

Sentencia N°: 1.474.


Fecha: 27-06-02.
Demandante: Gold Coast Custom & Trading C.A.
Materia: Oportunidad para la proposición de la demanda de
amparo por omisión de pronunciamiento de parte
de los funcionarios públicos. Plazo razonable.

El plazo razonable para la proposición de la demanda de


amparo por omisión de pronunciamiento de parte de los
60 PONENCIAS

funcionarios públicos, no deviene necesariamente del ven-


cimiento exagerado del lapso que tenga el funcionario para
la decisión, sino que, ante el vencimiento de dicho lapso,
surja la posibilidad de que la situación jurídica infringida se
vuelva irreparable.

“Ahora bien, observa esta Sala que entre el 21 de mayo de 2001 (opor-
tunidad cuando solicitó la corrección) y el 25 de mayo (oportunidad cuan-
do intentó la demanda de amparo), sólo transcurrió el tiempo establecido
para que, en atención al principio de celeridad procesal, el órgano juris-
diccional emitiera un pronunciamiento, con lo cual, en principio, no po-
dría hablarse de un plazo razonable para la procedencia de la demanda
de amparo, por la inexistencia de una omisión lesiva; sin embargo, se
desprende de los autos que, ante las especiales circunstancias que se
presentaron en el caso de autos, de no darse una respuesta inmediata y
efectiva se causaría un gravamen irreparable, pues el demandante de
estabilidad recibió del tribunal el mandamiento de ejecución el 16 de
mayo de 2001 (folio 68) un día antes de la solicitud de entrega del dinero
que  consignó  la  accionante  de  amparo.  Por  ello,  es  evidente  que  se
llevaría a cabo el embargo ejecutivo de los bienes de la hoy quejosa con
un evidente perjuicio a su situación jurídica. Así, dada la comprobación
de la extrema urgencia y necesidad de que exista un pronunciamiento,
aun cuando no exista una violación grosera del plazo que tenía el su-
puesto agraviante para decidir, tal omisión, en el caso sub examine, es
suficiente para que la situación jurídica lesionada degenere en una si-
tuación irreparable para la accionante, ya que existe la inminencia de la
producción del hecho que generaría la lesión, lo que traería la irrepara-
bilidad de la situación jurídica cuya protección se pretende. Con ello se
quiere significar que, en casos como el de autos, el plazo razonable para
la proposición de la demanda de amparo por omisión de pronunciamien-
to de parte de los funcionarios públicos, no deviene necesariamente del
vencimiento exagerado del lapso que tenga el funcionario para la deci-
sión, sino que, ante el vencimiento de dicho lapso, surja la posibilidad de
que la situación jurídica infringida se vuelva irreparable, lo cual es, pre-
cisamente,  lo  que se  trata  de  evitar  con  este medio  de  protección  de
derechos y garantías constitucionales...”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 61

Sentencia Nº: 2.228.


Fecha: 20-09-02.
Demandante: Luis Duarte y otros.
Materia: La disponibilidad de los recursos administrativos
en el contexto del artículo 6.5 de la LOADGC.

Los recursos administrativos no pueden ser encuadrados


en el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre De-
rechos y Garantías Constitucionales, puesto que no son ‘re-
cursos judiciales’. El derecho a la tutela judicial efectiva
comprende no sólo el acceso a la justicia, sino la ejecución
de lo decidido. Agotamiento de la vía administrativa.

“De lo anterior, se colige que, ciertamente, la sentencia cuya revisión se
solicitó, cuando consideró que el ejercicio del recurso jerárquico confi-
guró la causal de inadmisibilidad del amparo que establece el artículo 6,
cardinal 5, de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, se apartó de la doctrina vinculante de esta Sala, con-
forme lo dispone el artículo 335 de la Constitución.

La Sala, respecto al agotamiento de la vía administrativa a través del
ejercicio de los recursos administrativos (recurso de reconsideración y
recurso jerárquico) que establece la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos, pasa a hacer las siguientes consideraciones, desde una
óptica constitucional, concretamente en el marco del derecho constitu-
cional a la tutela judicial efectiva, el cual, como lo ha sostenido, no sólo
es el derecho de acceso, de todo ciudadano a los tribunales, sino al logro
de la ejecución de lo que decidió el tribunal competente.

Al respecto, se resalta y destaca que no debe existir confusión alguna
en torno a la disposición para los justiciables de los recursos administra-
tivos y de los ‘medios judiciales’, estos últimos mencionados en el cita-
do  artículo  6,  cardinal  5,  de  la  Ley  Orgánica  de  Amparo,  como
fundamento de la decisión de inadmisibilidad del amparo, pues la norma
es clara y el Juez que actúe en sede constitucional, debe conocer que se
trata de dos categorías distintas de recursos. Así, se encuentra que la
primera y más notoria diferencia es que los recursos administrativos se
intentan en sede administrativa y no en sede judicial. La norma de la
citada ley reguladora del amparo constitucional continente de la causal
62 PONENCIAS

de inadmisibilidad que se mencionó se refiere a los medios judiciales
preexistentes, y ella debe aplicarse, bien en el supuesto de que se haya
ejercido tal medio judicial o bien, porque teniendo la disposición del mis-
mo no se ejerció, según ha sido interpretado por esta Sala (vid. entre
otras, s. S.C. Caso: Alberto Baca, 28-07-00).

En nuestro ordenamiento jurídico, la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos establece los lapsos para la interposición y decisión y
condiciones de los recursos administrativos en general, cuales son, ex-
ceptuando el recurso de revisión y queja: i) el recurso de reconsidera-
ción,  que  aparece  en  el  artículo  94,  el  cual  debe  interponerse  en  un
lapso de quince (15) días hábiles de la Administración (ex artículo 42)
ante la misma autoridad que dictó el acto administrativo cuya revisión
se pretende  y que debe  ser decidido en un  lapso de quince  (15) días
hábiles de la Administración siguientes a su recibo y; ii) el recurso jerár-
quico que aparece en el artículo 95, que debe interponerse en un lapso
de quince (15) días hábiles de la Administración siguientes a la notifica-
ción de la decisión del recurso de reconsideración o, una vez producido
el silencio rechazo, ante el superior jerárquico, el cual dispone de no-
venta (90) días hábiles de la Administración para decidir (ex artículo
91). El propósito procesal de la interposición de tales recursos adminis-
trativos es agotar la vía administrativa, que es un requisito de obligatorio
cumplimiento para la admisión del recurso contencioso administrativo
de nulidad, según lo preceptúa el artículo 124, ordinal 2º, de la Ley Or-
gánica de la Corte Suprema de Justicia, carácter obligatorio que, por lo
demás, cuenta con una consolidada posición contraria en la doctrina.

Ahora bien, como no es propicia la ocasión para extenderse sobre la
conveniencia o no de la permanencia, en nuestro sistema jurídico, del
agotamiento de la vía administrativa como un requisito de obligatorio
cumplimiento para poder acudir a la sede judicial, y ya que, en resguar-
do de la seguridad jurídica, la regulación de tal requisito –agotamiento
de la vía administrativa– debe provenir de una iniciativa legislativa, la
Sala se circunscribe al punto bajo análisis, cual es que los recursos ad-
ministrativos no pueden ser considerados como una instancia previa que
debe agotarse para que se pueda incoar válidamente un amparo consti-
tucional, pues no existe impedimento legal alguno para que coexistan,
como medios de defensa, los recursos que se interponen en sede admi-
nistrativa y las acciones que se deben decidir en sede constitucional,
como sucedió en el caso de autos. La desestimación del amparo por el
hecho de que exista la opción de los recursos administrativos, no sólo es
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 63

contradictoria con el texto de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, sino que establece una limitación al
derecho a la tutela judicial efectiva que no encuentra apoyo en ninguna
ley, que deviene en razón de una incorrecta interpretación legal. Se debe
insistir en que la garantía que ofrece la Constitución (ex artículos 26 y
27) es a la protección judicial de los derechos constitucionales, por lo
que una pretendida protección administrativa no daría satisfacción al
imperativo constitucional.

En  criterio  de  la  Sala,  no  puede  equiparse,  para  darle  igual  valor,  la
protección que podrían ofrecer a los derechos de un particular los re-
cursos administrativos, que, como es sabido, son conocidos y decididos
por la misma administración a cuyos intereses se oponen los del recu-
rrente, con la protección que puede ofrecer un juez –constitucional, en
el caso del amparo–, quien no sólo actúa como ámbito imparcial cuando
compone la controversia entre administración y administrado, sino que
goza, también por imperativo constitucional, de los más amplios poderes
cautelares de protección perentoria de la situación jurídica que se afir-
ma infringida por la actividad administrativa. Por ello se explica, sin
lugar a dudas, la referencia que a la opción por los medios judiciales
preexistentes, hace el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales.

Por su parte, el artículo 5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales establece la procedencia del amparo
contra la actividad administrativa, ‘cuando no exista un medio proce-
sal breve, sumario y eficaz, acorde con la protección constitucio-
nal’. (Destacado añadido). Surge del texto de la norma, por una parte,
que se trata de un supuesto de procedencia que se contrae a la inexis-
tencia de un medio procesal, dentro de los cuales no puede considerarse
incluidos a los recursos administrativos que son ajenos al proceso judi-
cial, ya que pertenecen al procedimiento administrativo.

Mención aparte merece la imposibilidad evidente de calificación de unos
medios recursivos de tan larga tramitación –como fuere reseñado su-
pra– como breves, sumarios y eficaces.

En conclusión, la Sala encuentra que en el caso de autos, la sentencia
cuya revisión se solicitó se apartó de la doctrina asentada por la Sala y,
asimismo, considera que la aclaratoria de la irregularidad que fue rese-
ñada  constituye  causa  para  que  se  declare  procedente  el  recurso  de
revisión, por cuanto las precedentes explicaciones contribuyen con la
64 PONENCIAS

uniformidad de la interpretación de las normas y principios constitucio-
nales, en una materia tan importante como lo es el acceso a la jurisdic-
ción constitucional y el alcance del derecho a la tutela judicial efectiva”.

Sentencia N°: 2.862.


Fecha: 20-11-2002.
Demandante: Ricardo Baroni Uzcátegui.
Materia: Jurisdicción contencioso administrativa. Actos de
las Inspectorías del Trabajo.

Jurisdicción contencioso-administrativa. Inspectorías del


Trabajo. La Sala analiza, a la luz del fundamento constitu-
cional de la jurisdicción contencioso administrativa, a qué
tribunales corresponde el conocimiento de las demandas
que se intenten contra los actos de las Inspectorías del
Trabajo, y concluye en que es la jurisdicción contencioso-
administrativa, y no la jurisdicción laboral, la competente
para el conocimiento de tales demandas. Se determina por
último la distribución de esa competencia entre los distin-
tos tribunales contencioso-administrativos.

“Con fundamento en la norma constitucional (artículo 259), y según el
criterio orgánico, toda actuación proveniente de los órganos de la Admi-
nistración Pública se encuentra sujeta al control de la jurisdicción con-
tencioso-administrativa. Asimismo,  y  de  conformidad  con  el  criterio
material, toda pretensión procesal cuyo fundamento sea una actuación
–lato sensu–  realizada  en  ejercicio de función administrativa,  con
independencia de la naturaleza del órgano autor, compete ex Constitu-
ción a los tribunales contencioso-administrativos.

Por ello y como las Inspectorías del Trabajo son órganos administrati-
vos dependientes –aunque desconcentrados– de la Administración Pú-
blica  Nacional,  debe  reiterarse  en  esta  oportunidad  que  es la
jurisdicción contencioso-administrativa la competente para el co-
nocimiento de las distintas pretensiones que se planteen en rela-
ción con los actos administrativos dictados por los Inspectores del
Trabajo,  sea  que  se  trate,  entre  otras,  de  la  pretensión  de  nulidad  a
través del recurso contencioso administrativo, sean las pretensiones re-
lativas a la inejecución de dichos actos como consecuencia de la inacti-
vidad de la Administración autora o bien del sujeto obligado –el patrono
o el trabajador– para  su ejecución; o, por último, sea que se trate de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 65

pretensiones de amparo constitucional con fundamento en lesiones que
sean causadas por el contenido o por la ausencia de ejecución de dichos
actos administrativos. De allí que no sólo no existe norma legal expresa
que otorgue esta competencia a los tribunales laborales, sino que, de
verificarse ésta, sería inconstitucional por violación al artículo 259 del
Texto Fundamental. Así se declara.

(...)

5. Luego de la determinación anterior, y para evitar mayores confusio-
nes en lo relativo a la competencia de los órganos contencioso-adminis-
trativos para el conocimiento  de las pretensiones que se esgrimieron
frente a las actuaciones de las Inspectorías del Trabajo, considera esta
Sala necesaria la precisión siguiente:

Las  Inspectorías  del  Trabajo,  según  se  deriva  de  los  artículos  588  y
siguientes de la Ley Orgánica del Trabajo, son órganos públicos de na-
turaleza administrativa, dependientes del Ministerio del ramo, y descon-
centrados  de  la  estructura  de  éste,  desde  que,  en  ejercicio  de
competencias del Poder nacional, tienen autoridad, específicamente en
el ámbito de la entidad territorial que se les asigne; por tanto, orgánica-
mente se integran dentro de la Administración Pública Nacional. Asi-
mismo,  materialmente  ejercen  función  administrativa,  tal  como  se
desprende  de  las  competencias  que  les  atribuyen  los  artículos  589  y
590, en concordancia con el artículo 586, de la referida Ley.

Entonces, como se trata de órganos administrativos nacionales, el cono-
cimiento de las pretensiones de nulidad de sus actos administrativos y,
en general, de cualquier otra pretensión fundada en Derecho Adminis-
trativo corresponde, en todo caso, a la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo. Así, mal podría corresponder a los Juzgados Superiores
de lo Contencioso-Administrativo, cuya competencia se circunscribe a
los  procesos  planteados  en  relación  con  las  autoridades  estadales  y
municipales (artículos 181 y 182 de la Ley Orgánica de la Corte Supre-
ma de Justicia). Las Inspectorías del Trabajo constituyen un ejemplo
típico de aquellos órganos que están sometidos al control jurisdiccional
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo a tenor de la com-
petencia residual que le confiere el artículo 185, cardinal 3, de la referi-
da Ley, por tratarse de autoridades nacionales distintas a las señaladas
en los cardinales 9 al 12 del artículo 42 eiusdem.
66 PONENCIAS

La competencia de los órganos jurisdiccionales, se insiste, debe siempre
estar atribuida por norma legal expresa, y de allí que el conocimiento de
todas las acciones contencioso-administrativas fundamentadas en
la actuación de cualquier ente u órgano administrativo nacional
distinto de los derivados del artículo 42  de la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia (entre otros, institutos autónomos, universi-
dades nacionales, entes corporativos, fundacionales y autoridades na-
cionales de inferior jerarquía, como es el caso concreto) compete a la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, y en segunda ins-
tancia, cuando ésta proceda, a la Sala Político-Administrativa de
este Tribunal Supremo de Justicia. En esta circunstancia ya ha insis-
tido esta Sala en anteriores oportunidades, entre otras, en sentencia de
13-8-02 (caso: Francisco Díaz Gutiérrez). Así se declara.

Asunto distinto es lo que sucede en relación con las pretensiones de
amparo  constitucional  que  se  plantean  contra  las  actuaciones  de  las
Inspectorías del Trabajo. En este caso, no se trata de pretensiones pro-
pias del orden contencioso administrativo, sino de la especial tutela de
amparo que corresponde a la jurisdicción constitucional, y de allí que las
reglas atributivas y distributivas de competencia puedan ser distintas.

(...)

En consecuencia, la competencia para el conocimiento de las pretensio-
nes de amparo constitucional autónomo que se planteen contra las ac-
tuaciones u omisiones de las Inspectorías del Trabajo corresponde al
Juzgado Superior en lo Contencioso Administrativo de la Circunscrip-
ción Judicial de la región en la cual se verificó la supuesta lesión del
derecho constitucional, y en segunda instancia, ya sea en apelación o en
consulta, conocerá la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo.
Así se decide.

Asimismo, y a tenor de lo que dispone el artículo 9 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, cuando la supues-
ta violación se produzca en lugar donde no funcionen tribunales de prime-
ra  instancia  en  lo  contencioso  administrativo,  podrá  interponerse  la
demanda ante cualquier juez de Primera Instancia en lo Civil –si lo hubie-
re– o de Municipio –a falta de aquél– de la localidad y así se declara.

Con fundamento en las consideraciones que se expusieron, y en ejer-
cicio  de la  facultad de  máxima intérprete  del Texto  Constitucional,
esta  Sala  deja  sentado  el  siguiente  criterio,  con  carácter  vinculante
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 67

para las otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás tribuna-
les de la República:

i) La jurisdicción competente para el conocimiento de las pretensiones de
nulidad de los actos administrativos que dicten las Inspectorías del Traba-
jo, así como de cualquier otra pretensión –distinta de la pretensión de
amparo constitucional– que se fundamente en las actuaciones u omisio-
nes de dichos órganos, es la jurisdicción contencioso-administrativa.

ii) De los tribunales que conforman esta jurisdicción, el conocimiento de
las pretensiones antes especificadas corresponde, en primera instancia,
a la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo y en segunda ins-
tancia, cuando ésta proceda, a la Sala Político-Administrativa de este
Supremo Tribunal.

iii) De las demandas de amparo constitucional autónomo que se inten-
ten  contra  los  actos,  actuaciones  u  omisiones  de  las  Inspectorías  del
Trabajo, conocerán los Juzgados Superiores en lo Contencioso Adminis-
trativo de la Circunscripción Judicial correspondiente al lugar donde se
produjo la supuesta lesión al derecho constitucional, y en segunda ins-
tancia, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo. A falta de
los primeros  en la localidad en donde se hubiere producido el hecho
lesivo, conocerán, con fundamento y de acuerdo al procedimiento que
establece el artículo 9 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, los tribunales de Primera Instancia  en lo
Civil –si lo hubiere– o de Municipio –a falta de aquél– de la localidad
Así se declara”.

Sentencia N°: 2.873.


Fecha: 20-11-2002.
Demandante: Adriana Vigilanza.
Materia: Recurso de nulidad. Procedimiento a seguir. Pro-
cedimiento para la tramitación y decisión de las
medidas cautelares en los juicios de nulidad de le-
yes y demás actos normativos con rango de Ley.

La Sala establece el procedimiento a seguir para la trami-


tación y decisión de las medidas cautelares en los juicios
de nulidad de leyes y demás actos normativos con rango
de Ley. Asimismo estableció la necesidad de que se pro-
vea el emplazamiento de los todos los interesados me-
68 PONENCIAS

diante cartel y se establezca en el sitio web del Tribunal


Supremo de Justicia, una sección que se dedique a la in-
formación sobre los juicios de inconstitucionalidad contra
actos legislativos y de gobierno que se tramitan actual-
mente por la Sala Constitucional.

“...el amparo constitucional es una medida cautelar de naturaleza acce-
soria, cuyo objeto es el restablecimiento del goce y ejercicio de un dere-
cho constitucional que ha sido lesionado o menoscabado en un supuesto
caso concreto e individualizado. A diferencia del amparo constitucional,
la medida cautelar innominada es instrumental con respecto de la deci-
sión definitiva, y su objeto es o garantizadora de la eficacia de la sen-
tencia de fondo o bien impeditiva, durante la tramitación del proceso, de
que una parte cause daños o perjuicios a la otra.

En tanto que no es una vía procesal idónea para el cuestionamiento de
los actos, omisiones o la inactividad del poder público y de los particula-
res en sus relaciones privadas, toda vez que la solicitud de amparo cons-
titucional se dirige al Juez –aunque deba ser notificada la supuesta parte
agraviante, en garantía de su derecho a la defensa– y que el procedi-
miento de amparo constitucional culmina con una ‘declaración de cer-
teza [constitucional] con predominante fuerza restitutoria’ (Calamandrei),
la solicitud de amparo constitucional –similar a otros procedimientos
interdictales o sumarios que existen en el Derecho Civil–, puede acom-
pañar a una acción principal que debe ser propuesta dentro de los lap-
sos de caducidad correspondientes ante el mismo Tribunal competente
que  ha  conocido  y  otorgado,  en  su  caso,  el  amparo  constitucional,  a
menos que la interposición de dicho recurso o acción principal tenga
plenos efectos suspensivos.

En tanto medida cautelar –se estableció en el caso Ducharme–, la so-
licitud de amparo constitucional debe recibir un trámite incidental en
cuaderno separado, que no retarde el juicio principal en su prosecución.

(...)

En aplicación de estos mismos criterios al presente caso, en el cual los
recurrentes pidieron a la Sala Constitucional que, antes del 30 de marzo
de 2002 (fecha tope para la presentación de la declaración del Impuesto
Sobre la Renta correspondiente al período fiscal del año 2201), dicte
una medida cautelar innominada que releve al colectivo del cumplimien-
to de las normas que fueron cuestionadas, aprecia la Sala Constitucio-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 69

nal que el Juzgado de Sustanciación debió, después de que admitió la
solicitud que impulsó este trámite, abrir un cuaderno separado y remitir
sólo ese cuaderno a la Sala Constitucional para la decisión.

Ahora bien, no existe un procedimiento uniforme para la tramitación de
estos  dos  tipos  de  medidas  cautelares.  De  suerte  que  el  ritual  de  las
medidas cautelares innominadas se diferencia del trámite del amparo
constitucional, a tenor de lo que dispone el artículo 588 del Código de
Procedimiento Civil, únicamente, en que la oposición a esta medida cau-
telar se debe tramitar conforme lo que preceptúan los artículos 602 y
siguientes de ese mismo Código. Así se declara.

2.  La  segunda  cuestión  procesal  que  se  observa  se  relaciona  con  la
necesidad procesal del libramiento y publicación de un cartel de empla-
zamiento en estos juicios de inconstitucionalidad.

El  artículo  116  de  la  Ley  Orgánica  de  la  Corte  Suprema  de  Justicia
dispone que:

(...)

Por su parte, el artículo 117 de la misma ley dispone que el lapso de
emplazamiento de sesenta (60) días, para que las autoridades, que hu-
bieren sido notificadas, y los particulares, que manifiesten interés en
hacerse  parte,  promuevan  pruebas  y  presenten  informes  en  relación
con el recurso, comenzará a correr después del auto de admisión o, en
su caso, después de la publicación del cartel de emplazamiento.

Las normas que antes fueron aludidas están contenidas en una sección
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia que habla de los
juicios de nulidad contra los actos de efectos generales.

Dicha  ley  no  hace  una  consideración  directa  sobre  el  rango  del  acto
jurídico que sea cuestionado (legal o sub-legal) ni sobre la función que
cumplía en su momento el órgano autor de ese acto (administrativa o
legislativa), sino alude a la naturaleza de los vicios que sean denuncia-
dos (inconstitucionalidad o ilegalidad) y el alcance o efectos de los ac-
tos jurídicos que estén cuestionados (generales o particulares), toda vez
que los procedimientos o juicios de nulidad que regula esa ley tienen una
concepción propia de y para la jurisdicción Contencioso-Administrativa,
regulación ésta que vino a llenar, transitoriamente, un vacío que existía
en la materia (CALCAÑO DE TEMELTAS, Josefina. Aspectos Gene-
70 PONENCIAS

rales del Régimen Legal de la Corte Suprema de Justicia. Estudios


de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia. Colección
Textos Legislativos N° 8. Editorial Jurídica Venezolana. Caracas, 1994).

De acuerdo con la regulación transitoria de la jurisdicción Contencioso-
Administrativa, que contiene esta Ley Orgánica de la Corte Suprema
de Justicia, la Sala Plena de la antigua Corte Suprema de Justicia era un
Tribunal “polivalente” que, por una parte, conocía de ciertos juicios de
nulidad que se interponían contra actos administrativos de efectos ge-
nerales por razones de inconstitucionalidad, como si se tratara del órga-
no de más alta jerarquía de la jurisdicción Contencioso-Administrativa,
y que, por otra parte, en ejercicio de la jurisdicción constitucional con-
centrada que tenía atribuida de manera exclusiva y excluyente, conocía
de juicios de nulidad contra actos con rango de ley.

Aunque la Ley de la Corte Suprema de  Justicia tiene una regulación
procesal afín con lo que se corresponde con una jurisdicción Contencio-
so-Administrativa, el procedimiento que estatuyó para los juicios de nu-
lidad contra actos de efectos generales se ha revelado igualmente útil
para la tramitación de los juicios de inconstitucionalidad de los actos
legislativos y de gobierno que se dicten en ejecución directa e inmediata
de la Constitución.

En suma, los procedimientos de nulidad y demás disposiciones de pro-
cedimiento  que  preceptúa  la  Ley  Orgánica  de  la  Corte  Suprema  de
Justicia son igualmente aplicables, aunque transitoriamente, y hasta
cuando sean dictadas las normas especiales que regulen la jurisdic-
ción constitucional, a las demandas de nulidad de leyes y demás actos
con rango de ley.

Considera, por tanto, la Sala Constitucional que, de conformidad con las
disposiciones vigentes de dicha Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, en todos los procedimientos de nulidad contra actos de efectos
generales –sin distinción de su rango legal o sublegal– se entiende justi-
ficado y procedente, respecto de lo que ordena, expresamente, el artí-
culo 116 que se citó, la publicación de un cartel de emplazamiento de
todos aquellos que tengan interés actual en la aplicación o cumplimiento
y anulación de dicho acto administrativo o legislativo.

En este sentido, cuando se cuestionen actos con rango de ley, que se
dictan en ejecución directa de la Constitución, los cuales –por lo gene-
ral– no están dirigidos a un grupo determinado o determinable de perso-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 71

nas, se publicará un cartel de emplazamiento aunque la Sala Constitu-
cional conoce de tales casos en resguardo del orden constitucional y no
de intereses legítimos o derechos subjetivos.

Por lo demás, la tramitación de los juicios de inconstitucionalidad –cuyo
conocimiento por parte del foro jurídico y el resto de la intelectualidad
nacional es muy importante, para la elevación de esta discusión político-
jurídica al más alto nivel posible– puede y debe ser difundida por otros
medios de comunicación, cuya excitación no depende de la actividad de
los abogados que intervienen en el proceso, como el sitio web del Tribu-
nal Supremo de Justicia.

En el presente caso, han sido cuestionados varios artículos del Decreto
Legislativo de Impuesto sobre la Renta del 22 de octubre de 1999 por-
que –supuestamente– exceden los límites que fijó la Asamblea Nacio-
nal en la ley habilitante, y fue solicitada la suspensión de los mismos en
su vigencia y efectivo cumplimiento, hasta cuando sea dictada senten-
cia definitiva en el presente juicio de inconstitucionalidad.

Por cuanto el que fue impugnado es un acto legislativo con revestimien-
to  de  las  notas  de  generalidad,  abstracción  e  impersonalidad,  estima
esta Sala Constitucional, de acuerdo con la doctrina supra sentada, que
procede la publicación de un cartel de emplazamiento en los términos
potestativos del artículo 116 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, así como la indicación, en el sitio web del Tribunal Supremo de
Justicia, de la existencia y tramitación del presente juicio de inconstitu-
cionalidad contra un acto legislativo. Así se decide.

En consecuencia, se ordena al Juzgado de Sustanciación que provea el
emplazamiento de todos los interesados mediante cartel y que dicte un
auto  de  mero  trámite  que  declare formalmente  el  inicio  del  lapso  de
sesenta (60) días que dispone el artículo 117 eiusdem para la sustancia-
ción del juicio.

Igualmente se ordena a la Gerencia de Informática de este alto Tribu-
nal, en coordinación con el Juzgado de Sustanciación de la Sala Cons-
titucional, que cree, en el sitio web, una sección que se dedique a la
información sobre los juicios de inconstitucionalidad contra actos le-
gislativos y de gobierno que se tramitan actualmente por la Sala Cons-
titucional, vale decir, que no han sido decididos; y básicamente, que
informe sobre la oportunidad de la admisión y el objeto de dichos jui-
cios. Así se declara”.
72 PONENCIAS

Sentencia N°: 2.874.


Fecha: 20-11-02.
Demandante: Caja de Ahorro del Personal Docente y de Inves-
tigación de la Universidad Nacional Experimental
Simón Rodríguez.
Materia: Violación a la reserva legal. Aplicación del control
difuso de constitucionalidad. Derecho de asociación.

La Sala ordenó al Rector de la Universidad Nacional Expe-


rimental Simón Rodríguez que reconociera la constitución
de la Caja de Ahorro del Personal Docente y de Investiga-
ción de la Universidad Nacional Experimental Simón Ro-
dríguez, en vista de que constaba el cumplimiento de los
requisitos que, para su constitución, estableció la Ley de
Asociaciones Cooperativas vigente para la época. Igualmen-
te, se ordenó el pago de los aportes y demás sumas que
adeudare dicha Universidad a la Caja de Ahorro del Perso-
nal Docente y de Investigación de la Universidad Nacional
Experimental Simón Rodríguez desde su constitución.

“La  Corte  Primera  de  lo  Contencioso Administrativo  fundamentó  su


decisión, tal como fue expuesto, en el hecho de que la Caja de Ahorro
del  Personal  Docente  y  de Investigación  de  la  Universidad  Nacional
Experimental Simón Rodríguez no cumplió con el requisito que, para su
constitución,  establece  el  artículo  64  del  Reglamento  que  rige  a  esa
Universidad, relativo a la formal aprobación del Consejo Directivo, in-
dispensable para el funcionamiento de la misma.

(...)

2. En cuanto al fondo, la apelación se centra en que la Corte Primera de
lo Contencioso Administrativo habría desviado la voluntad del Constitu-
yente, que recogió el artículo 118 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, cuando lo usó como fundamento para la apli-
cación del artículo 64 del Reglamento de la Universidad Nacional Expe-
rimental Simón Rodríguez.

(...)

De las disposiciones que recogieron los artículos constitucionales antes
transcritos (118, 156.32, 187.1) se colige que la materia de derechos
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 73

constitucionales y, concretamente –en cuanto concierne al caso de au-
tos–  al  derecho  de  asociación  de  ‘los trabajadores y trabajadoras,
así como de la comunidad’ es materia de la reserva legal.

La garantía de la reserva legal consiste en el establecimiento, a nivel
constitucional, de determinadas materias que, por causa de su impor-
tancia jurídica y política, sólo pueden ser reguladas mediante ley formal,
lo cual excluye la posibilidad de que sean limitadas mediante cualquier
otro instrumento normativo que no goce de dicho rango jerárquico, aun-
que ello, como es lógico, no impide su desarrollo y regulación, dentro de
los límites y remisiones de la ley, por esos otros instrumentos.

En cuanto al derecho de asociación, los artículos 9, 10 y 11 de la Ley
Especial de Asociaciones Cooperativas –aplicable rationae temporis–
establecen:

(...)

Por su parte, el artículo 64 del Reglamento de la Universidad Nacional
Experimental Simón Rodríguez, dispone:

‘Los miembros del personal docente y de Investigación de la Universi-
dad tendrán derecho a asociarse. Para que la asociación sea válida-
mente reconocida deberá obtener la aprobación del Consejo
Directivo’.  (Destacado  añadido).

Ahora bien, resulta evidente que el Reglamento de la Universidad Na-
cional Experimental Simón Rodríguez viola el principio de la reserva
legal por cuanto agregó un requisito que no dispuso la Ley Especial de
Asociaciones  Cooperativas  –vigente  para  la  época–  para  la  constitu-
ción  y  funcionamiento  de  una  Caja Ahorro;  por  lo  que  esta  Sala,  en
ejercicio del control difuso de constitucionalidad a que se refiere el artí-
culo 334 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
desaplica la norma en referencia por ser violatoria de la reserva legal.
En consecuencia, esta Sala revoca la decisión que dictó la Corte Prime-
ra de lo Contencioso Administrativo por cuanto se fundamentó en una
norma inconstitucional. Así se decide.

3. Después de la revocatoria de la sentencia de primera instancia, esta
Sala pasa a sentenciar en los siguientes términos:
74 PONENCIAS

El supuesto agraviado denunció la violación al derecho de asociación de
‘los trabajadores y trabajadoras, así como de la comunidad’,  que
establece artículo 118 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela,  por  cuanto  el  Rector  de  la  Universidad  Nacional  Experi-
mental Simón Rodríguez, desconoció la asociación que integran profe-
sores que se organizaron en una Caja de Ahorro para el aseguramiento
de mejores condiciones de vida a través del fomento del ahorro y, como
consecuencia, no realizó los aportes a los que estaba obligado de con-
formidad con la Cláusula 74 del Convenio Colectivo vigente a partir del
1º de enero de 1998.

Ahora bien, con base en lo que se expuso en el punto anterior de este
fallo, la Sala observa que el artículo 64 del Reglamento de la Universi-
dad en cuestión es violatorio de la reserva legal y que el Rector de esa
Universidad desconoció la constitución de la quejosa mediante aplica-
ción de la norma que ha sido declarada inconstitucional; en consecuen-
cia, considera que, con tal conducta, violó el derecho de asociación que
establece el artículo 118 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela por cuanto lo limitó con la exigencia de aprobación del
Consejo Directivo de la Universidad, requisito este que no estableció
ninguna norma de rango legal que fuera aplicable. Así se declara.

(...)

Para el restablecimiento de la situación jurídica, cuya infracción se
comprobó,  se  ordena  al  Rector  de  la  Universidad  Nacional  Experi-
mental Simón Rodríguez que reconozca la constitución de la Caja de
Ahorro  del  Personal  Docente  y  de  Investigación  de  la  Universidad
Nacional Experimental Simón Rodríguez (CADOCIUNESR), en vista
de que consta en autos el cumplimiento de los requisitos que, para su
constitución, estableció la Ley de Asociaciones Cooperativas vigente
para la época.

Se  ordena, igualmente,  el  pago  de  los  aportes  y  demás  sumas  que
adeude dicha Universidad a la Caja de Ahorro del Personal Docente
y de Investigación de la Universidad Nacional Experimental Simón
Rodríguez desde su constitución, según el pacto al respecto que con-
tiene el Convenio Colectivo vigente a partir del 1º de enero de 1998.
Así se decide”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 75

Sentencia N°: 2.903.


Fecha: 20-11-02.
Demandante: Sistema Eléctrico del Estado Nueva Esparta C.A.
Materia: Procedimiento de estabilidad laboral.

El fin último del procedimiento de estabilidad laboral es la


determinación de si el despido se produjo sin justa causa,
para el logro de la efectividad de la estabilidad relativa,
mediante la orden de reenganche del trabajador despedido
y la permanencia y continuidad de las relaciones laborales.
Ello, sin soslayar la facultad de patrono de insistir, en cual-
quier tiempo, en el despido del operario, y sustituir su obli-
gación de reenganche con el pago de las indemnizaciones
que ordena el artículo 125 de la Ley Orgánica del Trabajo.

“Esta sala debe aclarar que la finalidad del procedimiento de estabilidad
laboral es que se haga efectiva la estabilidad relativa o impropia, para la
permanencia y continuidad de las relaciones laborales, lo cual se logra
mediante la decisión definitivamente firme ordenante de reenganche y
pago de salarios caídos, en caso de la comprobación de que el despido
se produjo sin justa causa, pues éste es el fin último de este procedi-
miento especial.

Sin embargo, tal estabilidad, como se dijo, es denominada en doctrina
relativa o impropia, por cuanto el patrono puede, a sabiendas de lo injus-
tificado del despido, en cualquier tiempo, incluso luego de que sea con-
denado al reenganche mediante decisión firme, insistir en el despido, y
en este caso sustituir su obligación, de reenganche del trabajador injus-
tamente despedido, con el pago o consignación de las indemnizaciones
que ordena el artículo 125 de la Ley Orgánica el Trabajo; es decir, la
obligación de reenganchar o reincorporar al trabajador puede suplirse
por una obligación de contenido económico que encierra el pago de las
indemnizaciones que legalmente fueron establecidas (indemnización por
antigüedad y la sustitutiva de preaviso). Sin embargo, no hay que olvi-
dar que, en caso de que esté instaurado el procedimiento de estabilidad
o luego de decisión definitivamente firme, el patrono debe pagar, adicio-
nalmente, al trabajador que fue despedido injustificadamente, los sala-
rios que haya dejado de percibir durante el procedimiento de estabilidad,
sin lo cual, no se da por terminado el procedimiento...”.
76 PONENCIAS

Con el pago de las indemnizaciones laborales sustitutivas


de la obligación del reenganche, el patrono reconoce lo in-
justificado del despido y, con ello, el procedimiento de es-
tabilidad pierde su finalidad primaria, la cual es la calificación
del despido.

“Ahora bien, en atención a esa posibilidad que otorga la ley al patrono
de  que  sustituya  la  obligación  de  reenganche  por  la  del  pago  de  las
referidas indemnizaciones, podemos señalar que si dicho sujeto paga o
consigna el monto de las indemnizaciones legales, está reconociendo
que el despido fue injusto y, con ello, el procedimiento de estabilidad
pierde su objetivo primario, cual es la calificación del referido despido.
Además, si tal pago o consignación se hace en el transcurso del proce-
dimiento, y el trabajador encuentra que tales montos no se correspon-
den con lo que, a su entender, debe pagarle el empleador, tiene todo el
derecho a impugnarlos, y si el patrono insiste en la consignación de esa
suma, surge, desde luego, una incidencia que debe resolver el juez ante
quien se produzca la consignación”.

Cuando la consignación del monto de las indemnizaciones


se hace antes de la iniciación del procedimiento de estabi-
lidad laboral, no puede haber lugar a una tramitación poste-
rior de éste, y ante la contumacia del trabajador de recibir
el pago, procede la consignación de los referidos montos
ante un Juzgado de Primera Instancia laboral.

“Como puede observarse en las disposiciones anteriores, cuando la con-
signación se hace antes de la instauración del juicio de estabilidad, no
hay lugar a la tramitación de este tipo de procedimiento. Además, no
puede pensarse que, por la contumacia del trabajador en la negativa a la
recepción del pago, el patrono no pueda liberarse de la posibilidad de un
inminente juicio por estabilidad, cuando mediante el reconocimiento de
lo injustificado del despido, desee la conclusión de la relación laboral
mediante el pago de las indemnizaciones que establece el mencionado
artículo 125 de la Ley Orgánica del Trabajo, pues, en este caso, puede,
perfectamente, hacer,  como en el  caso bajo examen,  la consignación
ante  el  Juzgado  de  Primera  Instancia  Laboral  y,  con  ello,  impedir  la
tramitación del juicio de estabilidad, sin menoscabo del derecho del tra-
bajador a que demande la diferencia de prestaciones sociales, cuando lo
considere pertinente, según los parámetros que establece la legislación
laboral; así se decide”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 77

Sentencia N°: 3.045.


Fecha: 02-12-02.
Demandante: Micro Computers Store C.A. (MICOST).
Materia: Inepta acumulación de las demandas de amparo y
revisión constitucional.

La Sala establece el criterio de que el amparo y la revisión


constitucional no son susceptibles de acumulación en una
misma demanda, aun cuando dicha acumulación se plantee
de forma subsidiaria.

“En el caso de autos, la demandante en amparo (también solicitante de
revisión) aspira que esta Sala decida, en una misma sentencia, tres pre-
tensiones totalmente diferentes, cuyo único elemento de conexión es el
sujeto activo. En efecto, ni los supuestos agraviantes (sujetos pasivos),
ni las decisiones judiciales supuestamente lesivas de sus derechos cons-
titucionales son las mismas.

Además, en sentencia del 6 de febrero de 2001 (Caso: Corpoturismo),
esta Sala se pronunció sobre el procedimiento aplicable para la revisión
constitucional y en tal sentido acogió el que establece la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales para la deci-
sión de las apelaciones de amparo (segunda instancia).

Ello revela la disconformidad de los procedimientos correspondientes a
las pretensiones de amparo y revisión constitucionales, incluso en aque-
llos casos de excepción en los que, con motivo de una solicitud de revi-
sión, la Sala estime necesaria la celebración de una audiencia, supuesto
en el cual la misma ha de verificarse antes del pronunciamiento so-
bre la admisión de la solicitud de revisión,  (oportunidad  procesal
distinta a la del procedimiento de amparo constitucional), en el que la
audiencia oral implica la admisión previa de la demanda.

(...)

Bajo estas premisas esta Sala concluye que la demanda de autos devie-
ne en inadmisible y así se decide.

Por último esta Sala considera oportuna la cita del único aparte del artí-
culo 78 del Código de Procedimiento Civil, que complementa al artículo
transcrito supra, en los siguientes términos:
78 PONENCIAS

‘...podrán acumularse en un mismo libelo dos o más pretensiones in-
compatibles para que sean resueltas una como subsidiaria de otra siem-
pre que sus respectivos procedimientos no sean incompatibles
entre sí’.  (Destacado  añadido).

De la lectura de la norma en cuestión se colige que sólo es posible la
acumulación de pretensiones incompatibles, en una misma demanda,
cuando el demandante las propone de forma subsidiaria, sin embargo, el
mismo artículo coarta dicha posibilidad cuando se trata de pretensiones
con procedimientos incompatibles.

Entiende entonces  esta Sala que  la acumulación de  pretensiones con


procedimientos incompatibles no puede darse en ningún caso, es de-
cir, ni de forma simple o concurrente, ni de manera subsidiaria.

Lo que antes fue expuesto conduce a esta Sala a la rectificación de la
posición que hasta ahora asumió en casos en los que se les dio cabida a
la  acumulación  de  pretensiones  de  amparo  y  revisión  propuestas  de
manera subsidiaria, razón por la cual ordena que se destaque, en el sitio
web de este Tribunal Supremo de Justicia, la información de la publica-
ción de esta decisión”.

Sentencia N°: 3.048.


Fecha: 02-12-02.
Demandante: José Ramón Olano Alonso de Celada.
Materia: La  actio iudicatum solvi  en  el  procedimiento
de  amparo.

Según el artículo 27 de Constitución de la República Bo-


livariana de Venezuela la actio iudicatum solvi no puede
exigirse como condición para el ejercicio de una deman-
da de amparo.

“1. En relación con el alegato del demandado sobre la inadmisibilidad
del  amparo  pues,  el  demandante  no  otorgó  la  caución  que  ordena  el
artículo 36 del Código Civil a los ciudadanos no domiciliados en Vene-
zuela, la Sala observa que la caución que exige el Código Civil tiene por
finalidad que se garantice el pago ‘de lo juzgado’ en caso que el de-
mandante resultare vencido y ello supone que el objeto de la pretensión
sea de orden patrimonial. El amparo es de naturaleza meramente resta-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 79

blecedora del ejercicio y goce de derechos constitucionales, por lo que
el objeto de la pretensión no es valorable en dinero y, por tanto, no cabe
la aplicación del mencionado artículo al amparo. Además, el estableci-
miento de una limitación de tal naturaleza violaría el derecho de ‘...toda
persona a ser amparada en el goce y ejercicio de los derechos y
garantías constitucionales...’,  sin  distingo  acerca  de  su  residencia  o
domicilio, que reconoce el artículo 27 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela. Por esos motivos la cautio iudicatum solvi
no es aplicable al procedimiento de amparo y así se decide”.
80 PONENCIAS

AÑO 2003

Sentencia N°: 149.


Fecha: 13-02-03.
Demandante: Sindicato Único de Trabajadores de la Presa Caruachi.
Materia: Legitimación para la administración de las con-
venciones colectivas.

La cláusula de los contratos colectivos mediante la cual las


Federaciones o Confederaciones de trabajadores preten-
den, de manera exclusiva e invariable, la representación
de los trabajadores para sus directivos, para la administra-
ción de la convención colectiva durante el lapso de su vi-
gencia, es inconstitucional, pues viola el derecho
constitucional a la libertad sindical. Los únicos que pueden
otorgar la legitimación para la administración de las con-
venciones colectivas son los trabajadores.

“La Sala observa que el uso reiterado, de parte de las Confederaciones
o Federaciones, del establecimiento, en una de las cláusulas de las con-
venciones colectivas que surgen producto de una Reunión Normativa
Laboral, de menciones por las cuales pretenden atribuirle a sus directi-
vos de manera invariable la exclusividad  de la  representación de los
trabajadores, es violatorio del derecho –por demás irrenunciable– a la
libertad sindical individual el cual, además de que es de rango constitu-
cional, constituye la génesis del derecho sindical colectivo y tiene como
único titular a los trabajadores quienes lo ejercen, entre otras formas,
con la escogencia –sin ningún tipo de interferencias– del sindicato más
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 81

representativo, lo cual se logra con la afiliación, de manera voluntaria,
de por lo menos la mitad más uno de los trabajadores, a una determina-
da organización sindical.

De lo anterior se colige que los únicos que pueden otorgar la legitima-
ción para la administración de las convenciones colectivas de trabajo
son los trabajadores, mediante la afiliación de la mayoría de ellos (re-
presentatividad) a un determinado sindicato y, en razón de ello, carecen
de efectos las cláusulas por las cuales las organizaciones firmantes se
pretenden atribuir, de manera exclusiva y por la vigencia de la conven-
ción la administración de ésta, en clara violación a los derechos de los
trabajadores para la escogencia de la organización sindical que deseen,
para que administre, en su representación, los referidos convenios.

Como corolario de todo lo que fue expuesto, debe esta Sala, antes de
que decida la presente causa, cumplir  con la imperiosa necesidad de
hacer una serie de consideraciones con la finalidad de formarse criterio
con respecto a la constitucionalidad de tales cláusulas.

El derecho a la libertad sindical está contenido en el artículo 95 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el cual dispone:

‘Los trabajadores y las trabajadoras, sin distinción alguna y sin necesi-
dad de autorización previa, tienen derecho a constituir libremente
las organizaciones sindicales que estimen convenientes para la
mejor defensa de sus derechos e intereses, así como el de afiliar-
se o no a ellas de conformidad con la ley...’. (Resaltado añadido).

Del artículo en referencia se deduce que los trabajadores tienen, ade-
más del derecho a la constitución de las organizaciones sindicales que
crean necesarias, el de afiliarse o no a las que ya estén formadas y, por
extensión, a la desafiliación de aquella de la cual formaban parte (liber-
tad sindical negativa), todo ello cuando lo consideren conveniente para
la mejor defensa de sus derechos e intereses. Esa facultad de los traba-
jadores constituye la manifestación de la libertad individual sindical, por
cuanto  ‘Nadie podrá ser obligado ni constreñido directa o indirec-
tamente a formar parte o no de un sindicato’ (ex artículo  401  de  la
Ley Orgánica del Trabajo). De allí que si nadie puede ser obligado a
formar o no parte de un sindicato, desde luego que tampoco puede ser
constreñido a la permanencia en él (ex artículo 143 letra a –III del Re-
glamento de la Ley Orgánica del Trabajo–). De lo contrario se atentaría
contra el derecho a la libertad sindical, que tiene rango constitucional,
82 PONENCIAS

como ya se expresó ut supra. A partir de tal desafiliación pueden los
trabajadores ejercer libremente su derecho a la constitución de sindica-
tos o a afiliarse a cualquiera de los ya existentes.

(...)

Observa esta Sala que las cláusulas por las cuales las organizaciones
sindicales pretenden atribuirse, de manera exclusiva, la administración
de las convenciones colectivas que suscriben en representación de los
trabajadores, es violatoria de la libertad sindical a la que se ha venido
haciendo  referencia,  por  cuanto,  ‘...el titular primigenio de la liber-
tad sindical es el individuo, o sea el trabajador por su condición
de hombre que trabaja y que, por hacerlo en relación de depen-
dencia, ofrece mayores riesgos de que su dignidad se vea ofendida
por parte del empleador, o de otros sujetos...’. (Rodríguez  Mancini
Jorge, Curso de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social,  Edi-
torial Astrea Buenos Aires, 1999. Tercera Edición, pp. 457 y 458). Así,
si la defensa a la dignidad y derechos de los trabajadores, constituye el
fin último de las agrupaciones sindicales de trabajadores, es lógica la
determinación de que, sean éstos, los trabajadores, quienes, en definiti-
va, decidan y determinen cuál es la asociación sindical que debe repre-
sentarlos, no sólo en lo que respecta a la administración de la convención
colectiva vigente, sino en todos los actos que tengan por norte la mejor
defensa de sus derechos e intereses.

Ahora bien, el fundamento para el señalamiento de que son los trabaja-
dores quienes tienen el derecho de decisión sobre cuál es el sindicato
que debe administrar la convención colectiva vigente, sin que interese,
en definitiva, qué organización sindical lo suscribió, está íntimamente
ligado con la cualidad o titularidad del derecho a la celebración de con-
venciones colectivas.

(...)

...la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su ar-
tículo 96 (...) establece:

‘Todos los trabajadores y las trabajadoras del sector público y pri-


vado  tienen derecho a la negociación colectiva voluntaria y a ce-
lebrar convenciones colectivas de trabajo,  sin  más  requisitos  que
los que establezca la ley (...) Las convenciones colectivas ampara-
rán a todos los trabajadores y trabajadoras activos y activas al mo-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 83

mento de su suscripción y a quienes ingresen con posterioridad’. (Re-
saltado añadido).

Como se puede observar, la anterior disposición otorga, con meridiana
claridad, la titularidad de los derechos a la negociación colectiva y a la
celebración de convenciones colectivas de trabajo a los trabajadores y
establece, además, como finalidad de las convenciones, la del amparo a
todos los trabajadores, incluso a los que adquieran tal carácter con pos-
terioridad a su suscripción, todo ello en razón de que son los trabajado-
res los titulares primigenios de tales derechos.

Por otro lado, la Ley Orgánica del Trabajo, en su artículo 408, otorgó a los
sindicatos la facultad de ejercicio de tales derechos en representación de
sus titulares, cuando, en establecimiento de sus atribuciones, dispone:

‘Los  sindicatos  de  trabajadores  tendrán  las  siguientes  atribuciones  y


finalidades:  a)  omissis;  b)  Representar a sus miembros en las ne-
gociaciones y conflictos colectivos de trabajo,  y  especialmente  en
los procedimientos de conciliación y arbitraje; c) Promover, negociar,
celebrar, revisar y modificar convenciones colectivas de trabajo y exigir
su cumplimiento; (...)’ (Destacado añadido).

Ahora bien, con respecto a la letra c), es necesario hacer el siguiente
señalamiento: como antes se expresó, la Constitución de 1961 no seña-
laba expresamente quién era el titular del derecho a la celebración de
convenciones colectivas, lo que dio pie para que distintas organizacio-
nes sindicales de primer, segundo y tercer grado, estableciesen, en las
convenciones colectivas que celebraban, cláusulas por las cuales se atri-
buían la titularidad de tal derecho cuando se acordaban, de manera ex-
clusiva, la administración de las convenciones colectivas que celebraban,
en una errónea interpretación de la aludida letra c); errónea, por cuanto,
la  letra  b)  cuando  señala  claramente  ‘...Representar a sus miembros
en las negociaciones y conflictos colectivos de trabajo...’,  atribuye
la titularidad del derecho a la negociación colectiva, a los trabajadores,
el cual, además, se garantiza en el único aparte del artículo 396 de la
Ley Orgánica del Trabajo. Por tanto, la ley no atribuyó tal titularidad a
los sindicatos, éstos debían hacer la negociación en nombre de sus afi-
liados, de allí que, aun bajo la vigencia de aquella Constitución, debió
entenderse a los trabajadores como titulares del derecho a la negocia-
ción colectiva, y por extensión, como los titulares del derecho a la cele-
bración de convenciones colectivas, debido a que son éstas el principal
84 PONENCIAS

producto de aquélla, ya que no puede existir convención colectiva sin
una negociación colectiva que la preceda.

Con fundamento en las motivaciones que anteceden, esta Sala considera
que las cláusulas con las cuales pretenden los sindicatos, de cualquier
grado, atribuirse de manera exclusiva la administración de las convencio-
nes colectivas que suscriban, son violatorias de los derechos constitucio-
nales a la libertad sindical, a la negociación colectiva y a la celebración de
convenciones colectivas a que se refieren los artículos 95 y 96 de la Cons-
titución de la República Bolivariana de Venezuela, y así se declara”.

El nuevo sindicato que posea la representación de los tra-


bajadores no puede exigir al patrono la celebración de un
nuevo contrato colectivo mientras se encuentre uno vigen-
te, de lo contrario se atentaría contra la seguridad jurídica
de las relaciones colectivas de trabajo.

“Por otro lado, aun cuando esta Sala reconoce la facultad del sindicato
más representativo de los trabajadores a la administración de la con-
vención colectiva vigente, a pesar de no haberla suscrito, no puede, en
atención a su legitimidad, exigir al patrono la celebración de una nueva
convención mientras exista una, pues de lo contrario, se atentaría con-
tra la seguridad jurídica de las relaciones colectivas de trabajo, con una
situación de desventaja para el patrono, quien tendría la obligación de la
negociación de las condiciones de trabajo cada vez que surgiese un nuevo
sindicato que se atribuyese la representatividad, con evidente perjuicio
para la actividad productiva y para la estabilidad de las condiciones la-
borales  que se  hubieren  acordado; por  tanto,  debe  respetarse la  con-
vención colectiva hasta la expiración del lapso de su vigencia...”.

Sentencia N°: 318.


Fecha: 20-02-03.
Demandante: Rosa  Pérez  de  Parra.
Materia: Incidencias  procesales  en  el  procedimiento  de
amparo.

La Sala atempera su doctrina en cuanto a que en el proce-


dimiento de amparo no hay lugar a incidencias procesales.

“Es jurisprudencia pacífica de esta Sala (Vid. s.s. Nos 310/6-3-2001,
306/19-2-2002, 2261 y 2264/25-9-2002) que en el procedimiento de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 85

amparo no hay lugar a incidencias procesales distintas a la que la pro-
pia  Ley  Orgánica de Amparo  sobre  Derechos y  Garantías  Constitu-
cionales dispone (conflictos sobre competencia); ello, por cuanto el
restablecimiento inmediato de la situación jurídica infringida o la que
más se asemeja a ella (ex artículo 1 eiusdem) depende de la naturale-
za célere del procedimiento.

La aplicación de dicho criterio jurisprudencial al caso sub examine con-


duciría, prima facie, a la declaratoria de que no hay lugar al recurso de
apelación  que  fue  interpuesto,  con  la  correspondiente  advertencia  al
Juzgado  a quo,  de  que,  en  futuros  casos  similares,  se  abstuviera  de
darle curso a este tipo de incidentes.

Ahora bien, un análisis más atento del asunto a que se hizo referencia
supra conduce a esta Sala a atemperar su doctrina, por cuanto su apli-
cación superficial, general e irrestricta a cualquier supuesto y en todos
los casos en los que se suscite una incidencia en un procedimiento de
amparo podría aparejar violación a derechos constitucionales tales como
el de defensa, debido proceso o tutela judicial efectiva y, por ende, solu-
ciones injustas, en contravención a lo que establecen los artículos 2, 27,
49 y 257 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

En efecto, piénsese por ejemplo en aquellos casos en los que, en fase de
ejecución de una sentencia de amparo, una de las partes reclame algu-
na providencia y el Juez resuelva puntos esenciales no controvertidos
en el juicio, ni decididos en él; o provea en contra de lo ejecutoriado o lo
modifique de manera sustancial. ¿Con qué recursos contaría el sujeto
procesal al que le cause agravio este tipo de decisiones? ¿Tendría que
conformarse con la actividad que desplegó el órgano jurisdiccional?

A juicio de esta Sala, tales supuestos exigen mayor mesura por parte del
Juez  de amparo quien, en fase  de ejecución, podría ponderar las cir-
cunstancias  del  caso  en  particular  y  darle  cauce  a  la  tramitación  de
incidencias, eso sí, mediante la aplicación supletoria (artículo 48 de la
Ley Orgánica de Amparo  sobre Derechos y Garantías  Constituciona-
les), de las disposiciones que contienen los artículos 533 y 607 del Códi-
go de Procedimiento Civil”.
86 PONENCIAS

Sentencia N°: 369.


Fecha: 24-02-03.
Demandante: Bruno Zulli Kravos.
Materia: Posibilidad de escogencia entre el recurso extraor-
dinario de casación y el amparo. Justificación en
la escogencia entre la vía judicial ordinaria de de-
fensa y el amparo.

La Sala precisa su doctrina en relación con la posibilidad


de escogencia entre el recurso extraordinario de casación
y el amparo, así como la puesta en evidencia o justificación
en la escogencia entre la vía judicial ordinaria de impugna-
ción y el amparo.

“(...) esta Sala considera necesarios algunos cambios y precisiones en su
doctrina en cuanto a: i) La simple posibilidad de escogencia entre el recurso
extraordinario de casación y el amparo (sentencia N° 2369 del 23-11-01);
ii) La puesta en evidencia o justificación en la escogencia entre la vía judi-
cial ordinaria de impugnación y el amparo (sentencia N° 939 del 9-8-00).

Tales cambios y precisiones se exponen a continuación con sus respec-
tivos fundamentos de hecho y de derecho:

El recurso de casación es una petición extraordinaria de impugnación
cuya formalización exige el cumplimiento de ciertos requisitos formales,
tanto desde el punto de vista del abogado que lo redacta (ex artículo 324
del Código de Procedimiento Civil) como de la técnica necesaria para el
examen de las denuncias que en él se hacen, lo que lo diferencia, entre
otras razones, del amparo.

Sin embargo, a juicio de esta Sala, tales argumentos no son suficientes
como para que pueda prescindirse de su necesario agotamiento como
medio judicial preexistente que ofrece el ordenamiento jurídico, (artícu-
lo 6, cardinal 5, de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales), máxime si se toma en cuenta que su simple
interposición suspende los efectos de la sentencia e impide su ejecu-
ción, lo que garantiza que la decisión, aun lesiva de derechos constitu-
cionales, sea incapaz de alterar la esfera jurídica del supuesto agraviado;
lo cual, aunado a la posibilidad de la obtención de protección de dere-
chos y garantías constitucionales a través de la sentencia de casación,
determina la idoneidad y eficacia del recurso de casación para el resta-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 87

blecimiento de la situación jurídica que se denunciare infringida. (Vid.,
en el mismo sentido, respecto de las sentencias sometidas a apelación
en ambos efectos, s.S.C. N° 848 de 28-07-00, caso: Baca).

En criterio de esta Sala, dicha escogencia sólo se justificaría en circuns-
tancias excepcionales como, por ejemplo, la falta de anuncio oportuno del
recurso por desconocimiento de la existencia de la decisión que se hubie-
re dictado sin previa notificación de las partes para la continuación del
juicio, en casos de paralización de la causa. En tal caso, sin que ello signi-
fique que sea el único, encontraría el querellante la justificación necesaria
que lo habilitaría para la interposición de una demanda de amparo.

De modo pues que, a juicio de esta Sala, si la decisión es susceptible de
impugnación mediante el recurso extraordinario de casación, su falta de
ejercicio configura, en principio, la causal de inadmisibilidad que esta-
blece  el  artículo  6,  cardinal  5,  de  la  Ley  Orgánica  de Amparo  sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, salvo que el querellante ponga
en evidencia razones suficientes y valederas que justifiquen realmente
la admisión del amparo respecto de una sentencia susceptible de que
sea recurrida en casación.

La violación o amenaza de violación a derechos fundamentales, el ur-
gente restablecimiento de la situación jurídica infringida, la eventual irre-
parabilidad del daño y la circunstancial inidoneidad e ineficacia de las
vías, medios o recursos judiciales preexistentes (ordinarios o extraordi-
narios)  en  un  caso  concreto,  son  circunstancias  determinantes  de  la
admisibilidad y procedencia de una demanda de amparo”.

Sentencia Nº: 727.


Fecha: 08-04-03.
Demandante: Omar Gómez.
Materia: Lapso de caducidad, formalidad esencial. Silencio
administrativo negativo en la LOSPP.

El lapso de caducidad no es una formalidad no esencial sus-


ceptible de ser desaplicada. Silencio administrativo negati-
vo en la LOSPP.

“La Sala observa que el caso que dio origen a la decisión cuya revisión
se solicitó, se trató del ejercicio del recurso contencioso-electoral por la
88 PONENCIAS

abstención del Consejo Supremo Electoral en pronunciarse respecto del
recurso jerárquico que había intentado la misma proponente del recurso
judicial. Ahora bien,  lo que debe resaltarse para alcanzar el objetivo
unificador de criterios es que el recurso contencioso-electoral se propu-
so dos años después del vencimiento del lapso de caducidad que esta-
blece  el  artículo  237,  cardinal  3,  de  la  Ley  Orgánica  del  Sufragio  y
Participación Política.

La propia decisión recurrida así lo reconoció (...).

No obstante la consumación del lapso de caducidad para la interposi-
ción válida del recurso contencioso-electoral, la Sala Electoral continuó
su análisis con la confrontación de la omisión del órgano electoral por
más de dos (2) años con los derechos constitucionales al debido proce-
so  y  a  la  tutela  judicial efectiva  de  la  entonces  quejosa.  La  decisión
concluyó el análisis de la siguiente manera:

‘En conclusión, resulta ilógico mantener atado e indefenso al recurrente
que voluntariamente escogió la vía administrativa, bajo la premisa de
constituir una vía idónea para la resolución de su reclamo y, por otra
parte, permitir a la Administración Electoral refugiarse en su inactividad
u omisión sin ninguna consecuencia jurídica que pudiera derivarse de
ésta.  En  el  caso  bajo  examen  tal  situación  queda  emblemáticamente
demostrada, pues después de más de dos (2) años, el administrado des-
conoce la situación de su recurso, contradiciéndose de manera evidente
la norma que establece un plazo de veinte (20) días hábiles para que la
Administración Electoral resuelva los recursos administrativos; de allí
entonces que carezca de fundamento el alegato relativo a que el recu-
rrente no podía interponer el presente recurso, acudiendo a la figura del
silencio administrativo negativo.

En este sentido, dado que el Consejo Nacional Electoral no ha emitido
pronunciamiento alguno sobre la admisión del recurso jerárquico incoa-
do por la parte recurrente, incumpliendo de esa forma con su obligación
constitucional y legal de dar oportuna respuesta respecto de los plan-
teamientos  que  se  le  formulen,  en  aras  de  preservar  el  derecho  a  la
tutela judicial efectiva del recurrente y en aplicación del principio ‘in
dubio pro actione’  o  interpretación  más  favorable  al  ejercicio  de  las
acciones, esta Sala, en virtud del control difuso de la constitucionalidad
previsto en el artículo 334 de la Constitución de la República Bolivaria-
na de Venezuela, en concordancia con lo previsto en el artículo 20 del
Código de Procedimiento Civil, aplicable supletoriamente al presente
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 89

caso por remisión expresa del artículo 238 de la Ley Orgánica del Su-
fragio y Participación Política y el artículo 88 de la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia, desaplica para el presente caso el artículo
237 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política, relativo al
lapso de caducidad para la interposición de los recursos contencioso
electorales. Así se decide’.

De lo anterior, se desprende, claramente, que lo que está sometido a la
revisión constitucional de esta Sala para su final pronunciamiento unifi-
cador guarda relación con el lapso de caducidad.

Dicho lapso, sin duda alguna, es un aspecto de gran importancia dentro
del proceso, dado su contenido ordenador y su vinculación con la segu-
ridad jurídica que tiene que garantizar todo sistema democrático.

En efecto, la finalidad del lapso de caducidad es la materialización de la
seguridad jurídica y el aseguramiento, de esa forma, de que tras el trans-
curso del lapso que preceptúa la ley, se extinga el derecho de toda per-
sona al ejercicio de la acción que el ordenamiento jurídico le proporcione;
ello para evitar que acciones judiciales puedan proponerse indefinida-
mente en el tiempo, lo cual, obviamente, incidiría negativamente en la
seguridad jurídica.

El lapso de caducidad, como lo denunció el recurrente, transcurre fatal-
mente y no es susceptible de interrupción, ni suspensión. Sin duda algu-
na, la caducidad es un lapso procesal y en relación con el carácter de
éste, la Sala Constitucional se ha pronunciado y ha establecido que los
lapsos procesales establecidos en las leyes y aplicados jurisdiccional-
mente no son formalidades que puedan ser desaplicados con base en el
artículo 257 de la Constitución. Al respecto, la Sala sostuvo:

‘...No puede esta Sala Constitucional pasar por alto que, como intérpre-
te máxima de la Constitución, está obligada a propugnar lo dispuesto en
el artículo 257 eiusdem, en referencia a que: ‘No se sacrificará la justi-
cia por la omisión de formalidades no esenciales’.

Sin embargo, la decisión apelada –confirmada por esta Sala– no contravi-
no la citada norma constitucional, sino que fue consecuencia de la aplica-
ción fiel, por parte del juez, de una regla procesal que fija un lapso preclusivo
para la realización de determinadas actuaciones. Afirmar lo contrario se-
ría aceptar, por ejemplo, que invocando la existencia de una formalidad no
esencial se inobserven los lapsos legalmente fijados para interponer una
90 PONENCIAS

apelación o que también, por ejemplo, con ese mismo criterio, una parte
irrespete el tiempo otorgado por el tribunal para realizar su intervención
en  el  marco  de  una  audiencia  constitucional.  A todo evento, por de-
más, esta Sala no considera que los lapsos procesales legalmente
fijados y jurisdiccionalmente aplicados puedan considerarse ‘for-
malidades’ per se, sino que éstos son elementos temporales orde-
nadores del proceso, esenciales al mismo y de eminente orden
público, en el sentido de que son garantías del derecho de defensa
de las partes que por ellos se guían (debido proceso y seguridad
jurídica)’. (s.S.C. Nº 208 de 04-04-00. En el mismo sentido, entre otras,
s.S.C. Nº 160 de 09-02-01. Destacado añadido).

En el caso de autos, se observa que el lapso de caducidad para la inter-
posición válida de los recursos contencioso-electorales es de quince (15)
días hábiles, según lo preceptúa el artículo 237 de la Ley Orgánica del
Sufragio y Participación Política vigente para el momento de la decisión
cuya revisión se solicitó.

Por otra parte, se observa que la decisión que se revisa desconoció la
noción del silencio administrativo denegatorio del recurso que existe en
la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política (artículo 231), el
cual implica que, una vez que vence el lapso para el pronunciamiento
por parte del órgano electoral sin que el mismo se haya producido, ‘es
equivalente a la denegación del recurso’, con lo cual carece de fun-
damento lo que sostuvo la sentencia en el sentido de que el ‘recurrente
tendría que esperar indefinidamente la resolución de su recurso en
la vía administrativa, lo que afectaría gravemente la posibilidad
de acceso a la vía jurisdiccional’.

Contra lo que decidió la Sala Electoral, el silencio administrativo opera,
como regla general, de manera denegatoria del recurso, con la finalidad
de que el justiciable precisamente no permanezca indefinidamente en
espera de una decisión expresa de la Administración, sino que, por el
contrario, tras el vencimiento del plazo sin el pronunciamiento que debió
dictarse, el recurrente queda habilitado para que acuda a la vía jurisdic-
cional; pero, para que su recurso judicial sea admisible, deberá propo-
nerlo en tiempo hábil,  esto es, antes  de la consumación  del lapso de
caducidad que dispuso la ley.  En el caso de autos, dicho lapso  es de
quince  días  hábiles, ‘contados a partir del momento en que la deci-
sión ha debido producirse, si se trata de abstenciones u omisio-
nes’, el  cual  hubo  transcurrido  sobradamente  para  el  momento  de  la
interposición de la demanda.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 91

Además, la Sala encuentra que la ciudadana Vestalia Sampedro de Arau-
jo intentó el recurso contencioso-electoral de manera conjunta con un
amparo cautelar, lo cual permitía que el tribunal no se pronunciara sobre
el agotamiento de la vía administrativa y la caducidad, pues así lo dispo-
ne el artículo 5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales.

Ahora bien, se verifica que la Sala Electoral, en lugar de haber acorda-
do  la  tutela  cautelar  de  amparo,  si  consideraba  que  la  abstención  de
pronunciamiento por más de dos años, del Consejo Nacional Electoral
sobre la admisión del recurso jerárquico que fue interpuesto, era atenta-
toria contra los derechos constitucionales al debido proceso y a la tutela
judicial efectiva, lo declaró improcedente, y fue en el fondo del recurso,
con fundamento en el control difuso de la constitucionalidad, que des-
aplicó el lapso de caducidad. Así, en lugar de la declaratoria de inadmi-
sibilidad del recurso en razón de su caducidad, que era lo correcto y
apropiado una vez que fue declarada la improcedencia del amparo cau-
telar, entró al conocimiento del recurso y ordenó al Consejo Nacional
Electoral se pronunciara sobre el recurso jerárquico de la demandante.

En conclusión, esta Sala considera que la decisión cuya revisión se so-
licitó contravino la jurisprudencia de esta Sala con referencia a que los
lapsos procesales, que legalmente son fijados y jurisdiccionalmente sean
aplicados, no son ‘formalidades’ per se, susceptibles de desaplicación,
sino, por el contrario, que ellos son elementos temporales ordenadores
del proceso,  esenciales al mismo y  de  eminente orden público,  en el
sentido de que son garantías del derecho a la defensa y al debido proce-
so de las partes, que por ellos se guían, y cuyo fin es la salvaguarda de
la seguridad jurídica”.

Sentencia N°: 1.212.


Fecha: 23-06-02.
Demandante: Carlo Palli.
Materia: Procedimiento para la imposición de arrestos dis-
ciplinarios por parte de los jueces.

La Sala fija un procedimiento especial para la imposición


de arrestos disciplinarios por parte de los jueces por omi-
sión de regulación al respecto de las normas legales que
otorgan al juez potestad disciplinaria.
92 PONENCIAS

“...esta Sala considera pertinente realizar las siguientes consideracio-
nes en relación con la potestad disciplinaria que se ejerció en el caso
concreto  y  que  dio  lugar  a  esta  demanda  de  amparo.  En  tal  sentido
observa:

La Ley Orgánica del Poder Judicial otorga a los jueces potestad discipli-
naria respecto de los particulares, las partes, apoderados judiciales y los
empleados judiciales, cuando faltaren el respeto y el orden debidos dentro
del recinto de su Tribunal, potestad que la Ley define en su artículo 91 y
que desarrolla, según la distinción de los sujetos pasivos de la sanción
disciplinaria, en sus artículos 92, 93, 94, 98 y 99 de la manera siguiente:

(...)

Tal potestad disciplinaria está comprendida dentro de los poderes gene-
rales del juez, aun cuando no tiene naturaleza estrictamente jurisdiccio-
nal, y de allí que la doctrina procesalista, la cual comparte esta Sala, la
entienda como un poder procesal, inherente a la condición del Juez en
tanto director del proceso (vid. Rengel-Romberg, Arístides, Tratado de
Derecho Procesal Civil Venezolano, Tomo I, Editorial Arte, Caracas,
1992, pp. 277-294). Poder procesal que se ejerce mediante actos cuya
naturaleza jurídica analizó ya esta Sala en anteriores oportunidades, en
las que señaló que se trata de actos administrativos de efectos particu-
lares. En concreto, en sentencia de 23-01-02 (caso: Mirna Mas y Rubi
Spósito), la cual reitera el criterio de decisiones anteriores (ss.S.C. de
10-5-01,  caso: José Ángel Rodríguez y  de  3-10-01,  caso: Eduardo
José Ugarte H.), señaló lo siguiente:

(...)

La naturaleza administrativa de la potestad disciplinaria, sin embargo,
no implica su confusión ni generalización respecto de la potestad san-
cionadora de la Administración, pues mientras la potestad sancionado-
ra consigue su fundamento y fin en el ejercicio de un poder de imperio
dirigido a la preservación del ordenamiento jurídico administrativo y el
alcance de determinado  cometido de interés general,  la disciplinaria
se dirige a la represión de actuaciones contrarias a la conducta debida
dentro de determinada estructura organizativa de servicio o bien en el
marco de una relación jurídica concretada –en el caso que nos ocupa, la
relación jurídica a que da lugar todo proceso judicial–, para que se logre
el mantenimiento de la actuación ética y jurídicamente correcta, indis-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 93

pensable para el alcance de la plena eficacia del ejercicio de determina-
da función pública –en este caso la función judicial–.

Ahora bien, la exclusión formal de la potestad disciplinaria respecto del
ius puniendi  del  Estado  no  implica,  en modo  alguno,  que  no  le  sean
aplicables los principios fundamentales que informan el ejercicio del poder
punitivo estatal, pues, en definitiva, la imposición de un castigo discipli-
nario repercute en detrimento de la esfera jurídica del particular, tanto
como una sanción penal o una sanción administrativa –máxime cuando,
como en el caso de la potestad disciplinaria judicial, la sanción puede
afectar la libertad personal– y, por ende, mal podría discriminarse el
respeto de garantías y derechos reconocibles cuando se impongan de-
terminadas sanciones.

Tales consideraciones son, además, exigibles según el Texto expreso de
la Constitución de 1999, cuyo artículo 49 dispone que el derecho al de-
bido proceso y todos sus atributos se aplicará “a todas las actuacio-
nes administrativas y judiciales” sin distinción. Por tanto, el ejercicio
de la potestad disciplinaria por parte de los jueces con fundamento en
las normas de la Ley Orgánica del Poder Judicial, debe forzosamente
garantizar el derecho fundamental al debido proceso y, por ello también,
entre otros, a la defensa, a la presunción de inocencia, a ser oído, al juez
natural, a la legalidad de la pena y al non bis in ídem en los términos en
que lo establece el artículo 49 del Texto Fundamental.

No  obstante,  el  análisis de  las normas  legales  que otorgan  al juez  la


potestad disciplinaria, que antes fueron transcritas, revela la ausencia
de un procedimiento especial a seguir para el ejercicio de las mismas.
Tal cuestión fue ya objeto de pronunciamiento por parte de esta Sala,
concretamente mediante la sentencia de 23-01-02 que anteriormente se
citó, en la cual se sostuvo la falta de necesidad del procedimiento previo
al ejercicio de la potestad disciplinaria judicial, con consideración de la
verificación de flagrancia del imputado en estos casos. Ahora bien, de
conformidad con el Texto Constitucional (artículo 44, cardinal 1) la fla-
grancia lo que puede relajar es el principio de prohibición de detencio-
nes  preventivas  sin  orden  judicial  previa,  por  lo  que  la  Sala  expresa
ahora que, ante la imposibilidad de una interpretación in extenso de esa
norma –so pena de violación del principio in dubio pro reo– para sos-
tener que la flagrancia relaja el principio del procedimiento previo a la
imposición de sanciones definitivas, como lo son el arresto y la multa
en el caso del ejercicio de la potestad disciplinaria judicial, debe revisar
su doctrina.
94 PONENCIAS

De allí que un nuevo análisis del punto, a la luz del Texto Constitucional,
lleva a la Sala a la reformulación de su posición ante la conveniencia y
necesidad del previo procedimiento frente a la aplicación de dichas san-
ciones disciplinarias, y por cuanto los artículos 91 y siguientes de la Ley
Orgánica del Poder Judicial no normaron expresamente el procedimien-
to disciplinario a seguir, debe la Sala, en cumplimiento con su deber de
velar por la uniforme interpretación y cumplimiento de la Constitución
(artículo 335 constitucional), propender a la aplicación de dichas nor-
mas legales a la luz del artículo 49 del Texto Fundamental. Por tanto, y
de conformidad con la potestad que le otorga el artículo 102 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, han de analizarse las pautas
procedimentales a seguir para el ejercicio de la potestad correctiva que,
a los jueces, otorga la Ley Orgánica del Poder Judicial.

En este sentido, debe tenerse en cuenta que, en tales casos, el supuesto
infractor de conformidad con dichas normas, tiene derecho a que se le
oiga para que se defienda, lo que involucra que se le notifique, aunque
de inmediato, el procedimiento que se le seguirá; a disponer del tiempo,
así  sea  breve,  para  su  defensa  y  para  el  alegato,  en  su  favor,  de  las
pruebas que considere pertinentes, con salvaguarda, en todo momento,
del derecho a la presunción de inocencia.

En ausencia de un procedimiento sancionador administrativo tipo en
nuestro ordenamiento jurídico, considera la Sala que puede aplicarse en
estos casos, mutatis mutandi, el procedimiento que dispone el artículo
607, Título III, Libro Tercero, del Código de Procedimiento Civil. Por
tanto, cuando un juez de la República considere que se verifica alguno
de los supuestos de hecho expresamente tipificados en los artículos 91 y
siguientes de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en virtud del irrespeto
u ofensa que algún particular, parte en juicio o abogado profiriere res-
pecto de su persona, respecto del resto de los funcionarios del tribunal o
bien de la contraparte en juicio, en contravención del orden público tri-
bunalicio, podrá ejercer la potestad disciplinaria que dichas normas le
otorgan, previa audiencia del supuesto transgresor, a través del pro-
cedimiento que establece el artículo 607 del Código de Procedimiento
Civil. Así se declara.

En  estos  casos,  al  momento  de  la  ocurrencia  de  la  supuesta  infrac-
ción, el Tribunal pondrá a derecho al sujeto, por escrito, para que esté
en conocimiento de los hechos que se le imputan; le informará, en esa
oportunidad, que al día siguiente podrá plantear alegatos en su favor,
promover las testimoniales y, en general, las pruebas que considere
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 95

pertinentes; luego de ello, la incidencia se tramitará según preceptúa
el artículo 607 en relación con el lapso para la resolución de la misma,
por lo que el juez deberá resolver a más tardar dentro del tercer día, a
menos que haya necesidad de esclarecer algún hecho, caso en el cual
abrirá una articulación por ocho días sin término de distancia. El juez
podrá tomar, aun de oficio, las medidas cautelares que estime indis-
pensables para asegurar la tramitación y las resultas del procedimien-
to sancionador, como, entre otras, la detención preventiva para el caso
de flagrancia, que sería, por ejemplo, el supuesto del agresor verbal o
físico del juez o funcionario judicial en estrados, durante una audien-
cia oral o una entrevista.

La decisión del procedimiento disciplinario corresponde, según la Ley,
al propio juez, quien ha de seguir las pautas que le indican el artículo 94
eiusdem y decidirá con fundamento en el arbitrio que le otorga su sana
crítica si proceden o no las medidas indicadas, esto es, si procede la
imposición de alguna de las sanciones disciplinarias tipificadas en la
Ley Orgánica del Poder Judicial, a saber, arresto o multa –y, además,
suspensión y destitución en el caso de los funcionarios judiciales–.

Ahora bien, en una nueva interpretación de la norma a la luz del Texto
Constitucional, el cual reconoce el principio de objetividad del órgano
decisor  y derecho  a  ser  juzgado por  un  juez  imparcial (artículo  49,
cardinales 2 y 3), la competencia para la imposición de la medida dis-
ciplinaria corresponderá al juez del Tribunal en el cual ocurriere la
falta, cuando el ofendido sea la contraparte, terceros o apoderados en
juicio, o bien cuando sea cualquier funcionario judicial distinto al pro-
pio juez, pues, en caso de que él mismo sea el ofendido, la decisión
corresponderá a otro juez de igual jerarquía, siguiendo las reglas pro-
cesales de la inhibición. Ya, en anterior oportunidad, la Sala advirtió la
necesidad de salvaguarda del principio de objetividad cuando se ejer-
ce la potestad disciplinaria judicial (s.SC de 25-3-03, caso: William
Albrey Mora) y, agrega en esta oportunidad, que dicha garantía debe
operar no sólo en vía de recurso, esto es, para la impugnación de la
sanción disciplinaria, sino incluso al momento cuando se dicte la pro-
pia decisión sancionatoria.

Por último, huelga señalar que quien se vea afectado por la decisión
disciplinaria podrá ejercer su derecho a acudir a las vías jurisdicciona-
les que ofrece el ordenamiento jurídico para el planteamiento de la con-
trariedad a derecho de dicha sanción, a través del recurso contencioso
96 PONENCIAS

administrativo de anulación de actos administrativos, o bien para la de-
nuncia de violación de sus derechos y garantías constitucionales a tra-
vés del amparo constitucional, en los términos en que, de ordinario, éstos
son admisibles y, en ambos casos, con seguimiento de las reglas proce-
sales de competencia; vías jurisdiccionales que no merman, claro está,
la posibilidad de que potestativamente se solicite al órgano que dictó la
medida, la reconsideración de la misma, tal como expresamente lo per-
mite el artículo 94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Así se decide.

Con fundamento en las consideraciones expuestas, esta Sala deja sen-
tado el siguiente criterio, con carácter vinculante para todos los tribuna-
les de la República:

1. El ejercicio de la potestad disciplinaria que a los jueces otorga la Ley
Orgánica del Poder Judicial, debe forzosamente garantizar, entre otros,
los derechos fundamentales al debido proceso, a la defensa, a la pre-
sunción de inocencia, a ser oído, al juez natural, a la legalidad de la pena
y al non bis in ídem, en los términos en que los establece el artículo 49
del Texto Fundamental.

2. En ausencia de un procedimiento especial que prevea la norma legal, el
ejercicio de la potestad disciplinaria de los jueces se tramitará de confor-
midad con el procedimiento que establece el artículo 607, Título III, Libro
Tercero, del Código de Procedimiento Civil, y en consecuencia:

i) Al momento de la ocurrencia de la supuesta infracción, el Tribunal
pondrá a derecho al sujeto, por escrito, para que esté en conocimiento
de los hechos que se le imputan y de la oportunidad que tiene para el
ejercicio de las defensas que considere pertinentes. De esa manera se
entenderá notificado del inicio del procedimiento disciplinario.

ii) Se otorgará al supuesto infractor la oportunidad de plantear alegatos
en su favor, promover las testimoniales y, en general, las pruebas que
considere pertinentes, defensas que deberá ejercer al día siguiente de
dicha notificación.

iii)  Se  haga  o  no  uso  de  la  oportunidad  de  defensa  que  se  otorgó  al
supuesto infractor, el Juez competente para la imposición de la sanción
resolverá a más tardar dentro del tercer día, a menos que haya necesi-
dad de esclarecer algún hecho, caso en el cual abrirá una articulación
por ocho días, sin término de la distancia.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 97

3. La competencia para la decisión del procedimiento disciplinario co-
rresponde al juez del Tribunal en el cual ocurriere la falta, cuando el
ofendido sea la contraparte, terceros o apoderados en juicio, o bien cuando
sea cualquier funcionario judicial distinto al propio juez; en caso de que
él mismo sea el ofendido, la decisión corresponderá a otro juez de igual
jerarquía, siguiendo las reglas procesales de la inhibición.

4. El juez competente deberá decidir con fundamento en los supuestos y
pautas que le indican el artículo 94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
y determinará si procede la imposición de alguna de las sanciones discipli-
narias expresamente tipificadas en dicha Ley. El juez podrá tomar, aun de
oficio, las medidas cautelares que estime indispensables para asegurar la
tramitación y las resultas del procedimiento sancionador, como, entre otras,
la detención preventiva para el caso de flagrancia.

5. Quien se vea afectado por la decisión disciplinaria podrá acudir a las
vías jurisdiccionales que ofrece el ordenamiento jurídico para el plantea-
miento de la contrariedad a derecho de dicha sanción, a través del recur-
so contencioso administrativo de anulación de actos administrativos, o
bien a través del amparo constitucional, en los términos en que, de ordina-
rio,  éstos  son  admisibles  y  según  las  respectivas  reglas  procesales  de
competencia. Asimismo, tendrá la posibilidad de solicitar la reconsidera-
ción de la decisión sancionadora, ante la misma autoridad que dictó la
medida, tal como lo prevé el artículo 94 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, reconsideración que será siempre de carácter potestativo”.

Sentencia N°: 1.998.


Fecha: 22-07-03.
Demandante: Juzgado Superior Segundo en lo Civil, Mercantil,
Tránsito, Trabajo y Menores de la Circunscripción
Judicial del Estado Carabobo.
Materia: Finalidad de la revisión constitucional. Remisión
de oficio del fallo objeto de revisión.

La facultad de revisión que posee la Sala Constitucional


del Tribunal Supremo de Justicia constituye uno de los
mecanismos con los que cuenta la Sala Constitucional para
el eficaz control de la constitucionalidad. Con ella, se per-
sigue la garantía de la uniformidad en la interpretación de
normas y principios constitucionales y la eficacia de la cons-
98 PONENCIAS

titución, es decir, incolumidad, supremacía y eficacia del


texto constitucional, en definitiva, “seguridad jurídica”. Con
la revisión no se persigue, en principio, la defensa de dere-
chos o intereses subjetivos de los particulares, aunque ello,
en gran medida, pudiese resultar del ejercicio de tan ex-
traordinario mecanismo de protección constitucional.

“Sin  embargo,  se  observa  que  en  el  presente  caso  la  remisión  a  esta
Sala  del presente expediente la realizó, de oficio, el propio juez que
dictó el fallo, lo cual hace necesaria la determinación, antes de cual-
quier pronunciamiento, sobre la legitimación de los jueces de la Repúbli-
ca para el planteamiento de la revisión de su propia decisión.

Para este objetivo es necesario atender a la finalidad de la revisión, la
cual no es otra que la garantía de la uniformidad en la interpretación de
normas y principios constitucionales, la eficacia de la Constitución y,
con ello, la seguridad jurídica; no persigue la defensa de los derechos o
intereses subjetivos de los particulares sino que constituye uno de los
mecanismos con los que cuenta esta Sala Constitucional para el eficaz
control de la constitucionalidad.

De lo anterior se deduce, tal y como reiteradamente ha sostenido esta
Sala, que la revisión no constituye una nueva instancia, su finalidad no
es revocatoria o reforma o anulación de una decisión, sino el manteni-
miento de la uniformidad en la interpretación de los principios y normas
constitucionales, aun cuando la revocatoria o anulación eventualmente
resulten, en un caso concreto, una consecuencia del cumplimiento de su
finalidad. La revisión no persigue atender las exigencias motivadas por
un interés particular. Es por ello que esta Sala ha establecido, en reite-
radas decisiones, que no tiene la obligación de pronunciamiento sobre
todos y cada uno de los fallos que sean remitidos para su revisión, y que
la negativa de admisión de la solicitud de revisión no es violatoria del
derecho a la defensa y al debido proceso. Además, ha sostenido que, en
cualquier caso, puede desestimarse la revisión, sin motivación alguna,
cuando se verifique que ésta en nada contribuiría a la uniformidad de la
interpretación de normas y principios constitucionales.

La revisión –se insiste– constituye uno de los mecanismos o instrumen-
tos por el cual esta Sala hace posible su principal misión de garantía de
la incolumidad, supremacía y eficacia del texto constitucional, pues per-
mite la consecución de una uniforme interpretación y aplicación de las
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 99

normas y principios constitucionales y, con ello, la obtención de seguri-
dad jurídica en el orden jurídico interno”.

La Sala Constitucional, en este caso, distingue la remisión,


de oficio, de parte del Juzgado que profirió el fallo cuya
revisión se solicita, de dos supuestos: i) cuando se trata de
decisiones definitivamente firmes donde se aplica el con-
trol difuso de la Constitución (supuesto donde establece la
obligatoriedad de tal remisión) y, ii) del resto de las sen-
tencias que pueden ser objeto del mecanismo extraordina-
rio de revisión (supuestos donde la niega).

“En lo que respecta a la posibilidad de que el juez pueda solicitar la
revisión de su fallo, es necesaria la distinción entre las decisiones defi-
nitivamente firmes en las cuales se aplica el control difuso de la Consti-
tución y el resto de las sentencias que pueden ser objeto de revisión, ya
que el tratamiento debe ser distinto.

Por un lado, en lo que se refiere a los fallos definitivamente firmes en
los cuales no se aplica el control difuso de la Constitución, ha sostenido
esta Sala, reiteradamente, que es improcedente la solicitud, de oficio, de
revisión de su propia decisión, para lo cual ha establecido:

(...)

En lo que respecta a las decisiones definitivamente firmes de control de
constitucionalidad se revisa una decisión que declara la inconstituciona-
lidad de una norma –con efectos sólo en el caso concreto–, cuya aplica-
ción o desaplicación puede vulnerar el orden público constitucional, y
cuya inconstitucionalidad, con efectos vinculantes para las demás Salas
y todos tribunales de la República, sólo puede ser pronunciada por esta
Sala, la única con atribución constitucional para tal pronunciamiento.

Esta Sala, en anterior decisión con respecto a la remisión por los jueces,
de oficio, de la decisión definitivamente firme en la cual desaplicaron
una norma jurídica en ejercicio del control difuso de la constitucionali-
dad, estableció:

‘En atención a la incidencia en el ordenamiento jurídico de tal cuestión,
el Tribunal o Sala desaplicante deberán remitir a esta Sala Cons-
titucional copia de la decisión, a la cual anexarán copia de los
autos, con el fin de someterlo a la revisión correspondiente,  todo
100 PONENCIAS

en obsequio de la seguridad jurídica y de la coherencia que debe carac-
terizar al ordenamiento jurídico en su conjunto...’ (s S.C. N° 1225, del
19-10-00. Destacado añadido).

Por todo ello, y para la mayor eficacia de la conexión entre el control
concentrado, que corresponde a esta Sala, y el control difuso, que co-
rresponde a todos los jueces de la República, debe darse, como se dio
en  la  sentencia  que  antes  se  citó,  un  trato  diferente  a  la  remisión  ex
oficio que, para su revisión, haya hecho el juez que la dictó; se obtendrá
así una mayor protección del texto constitucional y se evitará la aplica-
ción general de normas inconstitucionales o la desaplicación de normas
ajustadas a la Constitución en claro perjuicio para la seguridad jurídica
y el orden público constitucional. Por las razones que preceden se reite-
ra que, no sólo el juez puede remitir las sentencias definitivamente fir-
mes en las cuales, en resguardo de la constitucionalidad, desaplique una
norma, sino que está obligado a ello.

Si, por el contrario,  no se aceptara la remisión hecha de oficio antes
aludida, el control difuso no tendría más efecto práctico que el que devi-
niese de su aplicación al caso concreto, en perjuicio del orden público
constitucional, pues, su canal de conexión con el control concentrado –
que tiene efectos erga omnes– estaría condicionado a la eventual soli-
citud de revisión de la persona legitimada para ello, con la consiguiente
disminución del alcance potencial de los instrumentos con que el nuevo
texto constitucional ha provisto a esta Sala (carácter vinculante de sus
decisiones y facultad de revisión), con la finalidad de hacer más eficaz
el resguardo de la incolumidad constitucional. Es por ello, que esta Sala
acepta la remisión de las presentes actuaciones, y así se decide”.

La revisión, junto a la fuerza vinculante de las decisiones de


la Sala Constitucional, establece una conexión o vinculación
entre los dos mecanismos de protección constitucional, el
control difuso y el concentrado de la constitucionalidad.

“Por otro lado, es indudable que, entre los mecanismos de protección de
la integridad y supremacía de la Constitución, vale decir, control con-
centrado y control difuso de la constitucionalidad, existe una vincula-
ción o conexión que producen tanto el mecanismo de la revisión como la
fuerza vinculante que poseen las decisiones que dicte sobre el conteni-
do y alcance de las normas y principios constitucionales, con lo cual,
puede esta Sala cumplir con su deber de garantía de una uniforme inter-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 101

pretación y aplicación de la Constitución en resguardo de la incolumidad
del texto Constitucional”.

Sentencia N°: 2.133.


Fecha: 06-08-03.
Demandante: Anatolia del Rosario Vivas Peñaloza.
Materia: Reformatio in peius.

La Sala sienta criterio en relación con el carácter de orden


público del principio de prohibición de la reformatio in peius
y su íntima conexión con el equilibrio procesal y el derecho
a la defensa como parte del debido proceso.

“Ahora bien, en el caso sub examine, la supuesta agraviada no denun-
ció en su demanda de amparo la violación al principio de la prohibición
de la reformatio in peius, no obstante, esta Sala Constitucional com-
parte el criterio que sentó la Sala de Casación Civil de la Corte Supre-
ma de Justicia en sentencia N° 316/09-10-97, (Caso: Alfredo Enrique
Morales López), en cuanto a que dicho principio es de orden público en
tanto  que  se  conecta  con  la  garantía  constitucional  del  derecho  a  la
defensa y, por ende, con el debido proceso.

En  efecto,  con  la  reforma  de  la  sentencia,  en  beneficio  de  quien  no
apeló y en perjuicio del único que lo hizo, se concedió una ventaja inde-
bida a una de las partes y se rompió con el equilibrio procesal, lo cual
apareja indefensión, ya que ésta no sólo se produce cuando el juez priva
o limita a alguna de las partes de los medios o recursos que le concede
la ley, sino, también, cuando el juez altera el equilibrio procesal median-
te la concesión de ventajas a una de las partes, en perjuicio de su con-
traria, tal y como sucedió en el caso sub examine”.

Sentencia N°: 2.193.


Fecha: 13-8-2003.
Demandante: Agencia de Aduana Joandyfer, C.A.
Materia: Acumulación de la pretensión de nulidad de actos
administrativos de efectos particulares y la  pre-
tensión de nulidad de un acto normativo de rango
legal a la luz del artículo 132 de la LOCSJ.

La Sala analiza la procedencia de la acumulación de la pre-


tensión de nulidad de actos administrativos de efectos par-
102 PONENCIAS

ticulares y la pretensión de nulidad de un acto normativo


de rango legal, en este caso una Ordenanza Municipal, a la
luz del artículo 132 de la Ley Orgánica de la Corte Supre-
ma de Justicia, concluyendo que ha de realizarse una inter-
pretación literal de ese artículo, porque esta norma
preceptúa una excepción a la regla general de distribución
de competencias contencioso-administrativa y constitucio-
nal y de los presupuestos de admisibilidad de la demanda
de nulidad. La Sala delimita cuáles son los supuestos que
han de cumplirse concurrentemente para que proceda tal
acumulación de pretensiones de nulidad.

“En el caso de autos, la parte demandante requirió la nulidad, por ra-
zones de inconstitucionalidad, de los artículos 47, cardinal 5, y 63 de la
Ordenanza de Patente de Industria y Comercio del Municipio Bolívar
del Estado Táchira, y de la alícuota correspondiente al Código de ac-
tividad 20-27, Grupo XX de la tabla contenida como Anexo “A” de
dicha Ordenanza. (...)

Además de la nulidad de tales normas municipales, mediante el recurso
de autos se solicitó la nulidad: i) de una serie de actos administrativos que
dictó el Director de Rentas Municipales de dicho Municipio el 22 de agos-
to de 2002, mediante los cuales –todos de idéntico contenido aunque para
distintos destinatarios– se notificó, a cada una de las compañías hoy recu-
rrentes, el incumplimiento con el pago de dicho impuesto, se estableció el
plazo para su cumplimiento y se advirtió que, en caso de impago se apli-
carán las sanciones que dispone el artículo 113, cardinal 5, de la Ordenan-
za de Patente de Industria y Comercio de dicho Municipio; y ii) de una
serie de actos administrativos de 12 de septiembre de 2002, mediante los
cuales se informó a cada sociedad que venció el plazo de cumplimiento y
que se procederá a la aplicación de las sanciones que ordenó en el artícu-
lo 113, cardinal 5 de dicha Ordenanza, cuales son, la suspensión de la
licencia y el cierre temporal del establecimiento.

De allí que se intentó la acumulación  de la pretensión  de nulidad de


varios  actos  administrativos  de efectos  particulares  dictados por  una
autoridad administrativa municipal y la pretensión de nulidad de una
Ordenanza Municipal, la cual ha sido catalogada por esta Sala como un
acto normativo dictado en ejecución directa e inmediata de la Cons-
titución, y no –tal y como pretende la parte recurrente– como un acto
administrativo  ‘atípico y complejo’  en  tanto  ‘posee el ejecútese del
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 103

Alcalde’  y  de  efectos  particulares,  porque  ‘va dirigido a un número


determinado de personas perfectamente cuantificable’.

La  acumulación  de  ambas pretensiones  procesales  –nulidad  de  actos


administrativos de efectos particulares y nulidad de una norma jurídica–
resulta, en principio, improcedente, pues la competencia para el conoci-
miento de tales asuntos y los procedimientos a seguir resultan incompa-
tibles, lo que daría lugar a la declaratoria de inadmisibilidad de la demanda
por inepta acumulación de acciones, de conformidad con el artículo 84,
cardinal 4, de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, en con-
cordancia con el artículo 124, cardinal 4, eiusdem.

Ahora bien, como excepción a este principio general, el artículo 132
eiusdem establece lo siguiente:

‘Cuando se demande la nulidad de un acto administrativo de efectos
particulares y al mismo tiempo la del acto general que le sirva de funda-
mento, y se alegaren razones de inconstitucionalidad para impugnarlos,
se seguirá el procedimiento establecido en la Sección tercera de este
Capítulo y el conocimiento de la acción y del recurso corresponde a la
Corte en Pleno’.

De manera que la acumulación de la pretensión de nulidad de un acto
administrativo de efectos particulares y la de un acto general resultará
excepcionalmente posible, en la medida en que este último sea el acto
que le sirve de fundamento, esto es, constituya su base legal.  Según
señaló esta Sala en anteriores oportunidades, la intención de dicha nor-
ma  es  ‘evitar decisiones que pudieran ser contradictorias por ser
tramitadas en distintas oportunidades, y ante diferentes tribunales,
en virtud de los principios de economía procesal y seguridad jurí-
dica’ (s.SC de 21-11-02, caso: Silvia Tovar de Jofre). En tales casos,
se desvía la competencia natural para el conocimiento del juicio de nu-
lidad  del  acto  de  efectos  particulares,  el  cual  corresponde  al  órgano
jurisdiccional con competencia para el conocimiento de la nulidad del
acto normativo que, conforme a lo que antes se expuso, cuando se trate
de  leyes  y  demás  actos  normativos  con  rango  de  tal,  será  esta  Sala
Constitucional, según se ha indicado ya en reiteradas oportunidades:

(...)

Ahora bien, la jurisprudencia de este Máximo Tribunal, y en particular
de la Sala Político-Administrativa, ha delineado los supuestos para que
104 PONENCIAS

proceda la aplicación de la excepción que establece este precepto. Así,
se trata de una interpretación estricta y literal del artículo 132 de la Ley
Orgánica de la Corte  Suprema de Justicia porque, en definitiva, esta
norma preceptúa una excepción a la regla general de distribución de
competencias contencioso-administrativa y constitucional y de los pre-
supuestos de admisibilidad de la demanda de nulidad:

i) En primer lugar, el acto general que se impugne debe ser un acto dicta-


do en ejecución directa e inmediata de la Constitución y,  por  tanto,
tener rango de ley (vid. entre otras, s.SPA de 27-04-2000, caso: Francisca
Antonia Alcalá, y de 27-07-2000, caso: Sol Escarlet Arias Fernández de
Rivas), exigencia que deriva directamente de la norma (artículo 132), pues
sólo en la medida en que el acto general sea de tal naturaleza es que se
justificaría el fuero atrayente de competencia a esta Sala Constitucional.

ii)  En  segundo  lugar,  debe existir una fundamentación directa e inme-
diata del acto particular en el acto general, es  decir, ‘se requiere que
las razones de derecho en que se sustente la Administración se origi-
nen inequívocamente del supuesto de hecho de la norma que también
se impugna’ (s.SPA  de  07-08-1990,  caso: Litografía Tecnocolor C.A.).

iii) En tercer lugar, la pretensión de nulidad respecto del acto adminis-
trativo de efectos particulares debe tener como motivo, exclusivo y ex-
cluyente,  la  inconstitucionalidad  del  acto  general  que  le  sirve  de
fundamento. De manera que el fuero de atracción de competencias opera
en tanto el acto administrativo particular es presuntamente nulo porque
ejecutó o aplicó un acto general viciado de inconstitucionalidad. De lo
contrario, podría darse la situación perversa de que, luego de la desesti-
mación de los vicios de nulidad que se imputen al acto general, esta Sala
anulare el acto particular por vicios de ilegalidad”.

Sentencia Nº: 2.436.


Fecha: 29-08-03.
Demandante: Arnaldo González Sosa.
Materia: Noción de servicio público. Derecho a la libertad
económica.

La Sala aclara que no es cierto que el derecho a la libertad


económica se encuentre altamente restringido frente a una
actividad de servicio público. Se aclara que no toda activi-
dad que se declara servicio público se encuentra necesa-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 105

riamente reservada al Estado, y tampoco es cierto que toda


actividad, que ha sido reservada formalmente al Estado, es
servicio público.

“La Sala observa que la jurisprudencia ha manejado indistintamente los
conceptos de servicio público y reserva al Estado de las actividades,
con lo cual se ha entendido que toda actividad que se declare servicio
público se encuentra reservada al Estado.

En efecto, ese uso impropio de los conceptos fue el que precisamente
privó  en  la  decisión  que  fue  apelada,  cuando  señaló  ‘...considera la
Corte que no puede particular alguno pretender invocar el dere-
cho a dedicarse a la actividad lucrativa de su preferencia, desde
que la materia definida como de servicio público no está compren-
dida en las actividades que puedan desarrollar libremente los ciu-
dadanos, antes bien, éstos no tienen derecho alguno a realizarla,
pertenece a la actividad pública de la cual es titular el Estado’.

La Sala encuentra que el equívoco de la decisión que se apeló se halla
en la consideración de que todo servicio público se encuentra reservado
al Estado y, por tanto, el derecho a la actividad económica de los parti-
culares se encuentra altamente restringido.

Ahora bien, la Sala aclara que no toda actividad que se declara servicio
público se  encuentra  necesariamente reservada  al Estado,  y tampoco
es cierto que toda actividad que ha sido reservada formalmente al Esta-
do, es servicio público.

En ese orden de ideas, se encuentra el caso de la educación, actividad
que el artículo 4 de la Ley Orgánica de Educación declara como servi-
cio público. De seguirse el criterio que adoptó la decisión que se apeló,
y que esta Sala corregirá, habría necesariamente que concluir que, en la
enseñanza, los particulares no tendrían derecho alguno a la intervención
en cuanto a la prestación de la misma, cuando lo cierto es que tal dere-
cho está expresamente reconocido en el artículo 106 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, cuando señala que toda per-
sona  puede  ‘fundar y mantener instituciones educativas privadas’.

Otro  caso  que  ya  ha  sido  objeto  de  tratamiento  por  esta  Sala  y  que
resulta pertinente al análisis que se hace, es la declaratoria de servicio
público sobre todas las actividades del mercado eléctrico que hizo la
Ley Orgánica del Servicio Eléctrico (ex artículo 4).
106 PONENCIAS

De seguirse el criterio de la sentencia que se apeló, habría que concluir
que las actividades de servicio eléctrico son de la titularidad del Estado,
con lo cual se excluye, en consecuencia, la libertad económica.

Ahora bien, lo cierto es que la Ley Orgánica del Servicio Eléctrico no
reservó ninguna de las actividades del sector eléctrico al Estado, con la
sola excepción de las actividades de generación hidroeléctrica, según se
dispuso en el parágrafo único del artículo 3 eiusdem. Por tal razón, fue
que esta Sala, en sentencia Nº 2542 del 5 de diciembre de 2001, sostuvo
que el carácter orgánico de la Ley que se citó encontraba fundamento,
entre otras razones, en el desarrollo del derecho a la libertad económica.

Con base en lo anterior, se concluye que no es cierto lo que afirmó la
decisión que fue apelada de que el servicio público excluye a la libertad
económica porque es de la titularidad del Estado, por cuanto lo determi-
nante es la expresa reserva al Estado de la actividad, que se dicte con
fundamento en lo que preceptúa el artículo 302 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.

El  autor  español  Luis  Martín  Rebollo  señala  que  ‘Lo relevante para
calificar una actividad de servicio público no es ya la asunción de
su titularidad por el Estado, sino el sometimiento de la misma a la
programación y al control y dirección de la Administración Públi-
ca’.  (De nuevo sobre el servicio público planteamientos ideológi-
cos y funcionalidad técnica, en Revista de Administración Pública Nº
100, 102, Madrid, 1983)”.

Sentencia N°: 2.641.


Fecha: 01-10-2003.
Demandante: Inversiones Parkimundo, C.A.
Materia: Procedencia de la regulación de precios de bienes
y servicios esenciales como limitación del dere-
cho fundamental a la libertad económica.

La Sala estudia el alcance y limitaciones del derecho funda-


mental a la libertad económica, en el marco del sistema de
economía social de mercado que recoge la Constitución de
1999. En concreto se analiza la procedencia de la regula-
ción de precios de bienes y servicios esenciales como limi-
tación de ese derecho fundamental, concluyendo que
regulación de precios de servicios no representa, per se,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 107

una violación a la libertad económica, no obstante, ésta debe


someterse a las garantías de reserva legal y al respeto del
contenido esencial de ese derecho.

“El artículo 112 de la Constitución acogió el derecho de todos los par-
ticulares a emprender y desarrollar la actividad económica de su prefe-
rencia,  sin  más limitaciones  que  las  expresamente establecidas  en  la
Constitución y la Ley.

(...)

La libertad económica es manifestación específica de la libertad ge-
neral del ciudadano, la cual se proyecta sobre su vertiente económica.
De allí que, fuera de las limitaciones expresas que estén establecidas
en la Ley, los particulares podrán libremente entrar, permanecer y salir
del mercado de su preferencia, lo cual supone, también, el derecho a
la explotación, según su autonomía privada, de la actividad que han
emprendido. Ahora bien, en relación con la expresa que contiene el
artículo 112 de la Constitución, los Poderes Públicos están habilitados
para la regulación –mediante Ley– del ejercicio de la libertad econó-
mica, con la finalidad del logro de algunos de los objetivos de ‘interés
social’ que menciona el propio artículo. De esa manera, el reconoci-
miento  de  la  libertad  económica  debe  conciliarse  con  otras  normas
fundamentales que justifican la intervención del Estado en la econo-
mía, por cuanto la Constitución venezolana reconoce un sistema de
economía social de mercado. Así lo ha precisado esta Sala Constitu-
cional en anteriores oportunidades:

‘...A la luz de todos los principios de ordenación económica conte-


nidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
se patentiza el carácter mixto de la economía venezolana, esto es,
un sistema socioeconómico intermedio entre la economía de libre
mercado (en el que el Estado funge como simple programador de la
economía, dependiendo ésta de la oferta y la demanda de bienes y
servicios) y la economía interventora (en la que el Estado intervie-
ne activamente como el empresario mayor). Efectivamente, la ante-
rior afirmación se desprende del propio texto de la Constitución,
promoviendo, expresamente, la actividad económica conjunta del
Estado y de la iniciativa privada en la persecución y concreción de
los valores supremos consagrados en la Constitución.
108 PONENCIAS

Lo dicho en el párrafo que antecede encuentra su fundamento en


la norma contenida en el artículo 299 de la Constitución de la Re-
pública Bolivariana de Venezuela...’. (Sent.  de  6-2-01, caso:  Pedro
Antonio Pérez Alzurut).

Los Poderes Públicos pueden regular el ejercicio de la libertad econó-
mica para la atención de cualquiera de las causas de interés social que
nombra la Constitución, entre las cuales se encuentra la protección del
consumidor y el usuario. En efecto, en concordancia con el sistema de
economía social que asumió el Texto Fundamental, el constituyente ad-
mitió que la libertad económica podía ser limitada para la protección de
los derechos de los consumidores y usuarios, que reconoce el artículo
117 de la Constitución. (...).

Una de las causas que, según la Constitución de 1999, justifica la im-
posición de limitaciones a la libertad económica, es precisamente lo
que se relaciona con el precio de ciertos bienes y servicios que califi-
can esenciales para los consumidores y usuarios. Se considera así que
la indebida elevación del precio de ciertos bienes y servicios funda-
mentales puede restringir el acceso a éstos por parte de los consumi-
dores,  en  detrimento  del  derecho  que  reconoce  el  artículo  117
constitucional, con relación a la disposición ‘de bienes y servicios de
calidad’. Frente a tal eventualidad, la regulación de precios –junto a
otras medidas económicas– encuentra plena justificación dentro del
marco de la Constitución económica.

Ahora bien, observa esta Sala que, en criterio de los recurrentes, la sola
regulación del precio de los servicios de estacionamiento, guarda y cus-
todia de vehículos automotores constituye, per se, una violación a la
libertad económica, argumento que debe desestimarse, por cuanto, en
el marco de una economía social de mercado, la regulación de precios
es una técnica de limitación que encuentra suficiente basamento jurídi-
co. Evidentemente, en la implantación de esa regulación, los Poderes
Públicos deben respetar las exigencias que derivan del artículo 112 cons-
titucional, por lo que dicha regulación sólo podrá acordarse en los térmi-
nos  que  expresamente  establezca  el  legislador  nacional,  porque  tal
materia es de la reserva legal.

Además de esa exigencia formal, la Constitución de 1999 impone otros
requisitos que deben respetarse. De esa manera, la regulación de pre-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 109

cios no puede violar el contenido esencial de la libertad económica, lo
que implicaría su desnaturalización en tanto derecho fundamental.

(...)

Se desnaturalizaría la libertad económica, por ejemplo, si la regulación
de precios se efectuara por debajo de los costos de producción. Como
entiende la doctrina  española, el Estado no puede, siquiera mediante
Ley, fijar el precio de un producto final “...al margen y por debajo de
los costos reales y totales que son necesarios para su producción.
Hacerlo de otro modo supondría imponer a un sector determinado
una carga singular en relación con los demás...” (ARIÑO  ORTIZ,
Gaspar,  Principios constitucionales de la Libertad de Empresa. Li-
bertad de Comercio e Intervencionismo Administrativo, Marcial Pons,
Madrid, 1995, p. 121).

Resulta entonces concluyente que, a diferencia de lo que argumentó la
parte recurrente, la regulación de precios de servicios no representa,
per se, una violación a la libertad económica. Tal violación sólo se con-
sumará si esa regulación no es establecida en la Ley, o resulta contraria
al contenido esencial de la libertad económica, sin perjuicio, por supues-
to, de las salvaguardas adicionales que la Administración deberá respe-
tar cuando implante la regulación de precios que acordó el Legislador,
para el respeto de los derechos de los particulares que se viesen afecta-
dos por esa medida de limitación”.

La Sala Constitucional afirma que, conforme a la Consti-


tución de 1999, la regulación del precio de las actividades
sometidas a la ordenación municipal es de aquellas com-
petencias que, por su índole o naturaleza, corresponden
al Poder Nacional según el numeral 33 del artículo 156 de
la Constitución.

“Según aclarara ya esta Sala en anteriores oportunidades (s.SC de 14-2-02,
caso:  Comercializadora Agropecuaria El Cafeto C.A.;  de  5-6-02,  caso:
Orinoco Mining Company;  y  de 9-7-03  caso: Empresa de Construccio-
nes Benvenuto Barsanti C.A.),  las  Ordenanzas  que  dictan  los  Concejos
Municipales en ejecución directa e inmediata de la Constitución tienen rango
de Ley y, como tal, son susceptibles de limitar el ejercicio de los derechos
fundamentales, con inclusión por supuesto, de la libertad económica. El
aspecto que debe determinarse en este caso, sin embargo, es si la regula-
ción del precio de ese servicio puede considerarse una competencia propia
110 PONENCIAS

de los Municipios, conforme con la Constitución de 1999 o si, por el contra-
rio, es competencia exclusiva del Poder Nacional.

(...)

La Sala reitera el criterio que se mantuvo en esa sentencia, y estima,
por tanto, que, conforme a la Constitución de 1999, la regulación del
precio  de  las  actividades  sometidas  a  la  ordenación  municipal  es  de
aquellas competencias que, por su índole o naturaleza, corresponden al
Poder Nacional según el numeral 33 del artículo 156 de la Constitución,
más aun cuando tal regulación encuentra fundamento en la protección
del  derecho  que  reconoce  el  artículo  117  de  la  Constitución.  Es  esa
circunstancia la que, precisamente, lleva a esta Sala a la conclusión de
que la regulación de precios escapa del ámbito propio de la ‘vida local’,
por cuanto ella debe responder a una política económica general, que
está arbitrada por el Poder Nacional, en respeto al principio de unidad
de  mercado,  que  se  vería  resquebrajado  si  el  precio  de  los  bienes  y
servicios variara en cada Municipio. Además, tal competencia del Po-
der  Nacional  guarda  coherencia  con  el  artículo  178  in fine eiusdem,
según el cual la autonomía municipal no afecta el ejercicio de las com-
petencias nacionales definidas por la Ley.

La materia de regulación de precios de bienes y servicios ha sido objeto
de regulación por el Legislador Nacional, a través de la Ley de Protec-
ción al Consumidor y el Usuario, cuyo articulado detalla cuál es el con-
tenido del régimen de control de precios:

(...)

Se reitera, entonces, que en el ordenamiento jurídico venezolano la regu-
lación del precio de los bienes y servicios de primera necesidad, es com-
petencia  del  Poder  Nacional,  aun  respecto  de  aquellas  actividades
sometidas a la ordenación del Municipio, de conformidad con el régimen
general que establece la Ley de Protección al Consumidor y el Usuario.

(...)

En consecuencia, la regulación de precios sobre los servicios de esta-
cionamiento es competencia del Poder Nacional, y como tal está regu-
lada  en  la  Ley  de  Protección  al  Consumidor  y  el  Usuario  y  en  la
normativa administrativa que se indicó; y por cuanto dicha competencia
fue vulnerada por la Ordenanza que se impugnó pues, a través de ésta,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 111

el Poder Municipal invadió competencias propias del Poder Nacional en
detrimento del artículo 136 de la Constitución de 1999, es forzoso la
declaratoria de la nulidad, por razones de inconstitucionalidad, de los
artículos 14, 15, 16 y 17 de dicha Ordenanza. Así se decide.

En adición a lo anterior, observa la Sala que, a través de los artículos cuya
nulidad se declaró, la Ordenanza atribuyó competencias a un Instituto
Autónomo Nacional, como es el Instituto de Defensa y Educación del
Consumidor y el Usuario (INDECU), lo que reafirma la invasión de com-
petencias del Poder Nacional, puesto que no le está dada a una ley muni-
cipal la regulación de las competencias de entes administrativos del Poder
Nacional. Téngase en cuenta, en todo caso, que, de conformidad con el
artículo 76 de la Ley de Protección al Consumidor y el Usuario, en los
Municipios en los que no funcionen oficinas del INDECU, el Alcalde –o
las autoridades a quien éste delegue tal atribución– se ‘abocará a cono-
cer de la aplicación de esta Ley y de las disposiciones dictadas en su
ejecución’. Tales disposiciones no pueden interpretarse en el sentido de
que se reconozca, al Municipio, la potestad legislativa en materia de regu-
lación de precios, pues lo cierto es que, de conformidad con el artículo
178 de la Constitución, el funcionamiento de las instituciones municipales
estará contenido en la ‘ley nacional’, por lo que no pueden las Ordenan-
zas –como sucedió en este caso– desconocer la regulación legal nacio-
nal; argumento este que refuerza la nulidad de los artículos que han sido
recurridos. Así se declara”.

Sentencia N°: 3.101.


Fecha: 05-11-03.
Demandante: Adolescentes con la representación del Defensor
Público Vigésimo Quinto del Estado Zulia.
Materia: Juzgamiento  de  un  adolescente  que  cometa  una
falta. Procedimiento aplicable.

La Sala analizó la disposición que contiene el artículo 530


de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Ado-
lescente y determinó que el procedimiento de faltas que
establece el Código Orgánico Procesal Penal, no es apli-
cable para el juzgamiento de un adolescente que cometa
una falta.

“Observa la Sala que, en el caso de autos, el Juzgado Primero de Pri-
mera Instancia en función de Control, Sección de Responsabilidad del
Adolescente, ordenó el juzgamiento de los seis adolescentes demandan-
112 PONENCIAS

tes por los trámites del procedimiento de faltas que establece el Código
Orgánico Procesal Penal, en virtud de que el hecho punible que se les
imputa es la supuesta comisión de una falta contra la seguridad pública
en perjuicio de la Unidad Educativa Rafael Yépez Trujillo.

Ahora bien, dispone el artículo 530 de la Ley Orgánica para la Protec-
ción del Niño y del Adolescente lo siguiente:

‘Legalidad del procedimiento.

Para determinar la responsabilidad de un adolescente en un hecho


punible y la aplicación de la sanción que corresponda, se debe se-
guir el procedimiento previsto en esta Ley’. (Destacado añadido).

Así, de la letra del artículo que se citó se desprende que los procedi-
mientos para la determinación de la responsabilidad penal de un adoles-
cente, por la supuesta comisión de un hecho punible, deben ser los que
establece la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescen-
te, con el objeto de garantizarle al joven justiciable la seguridad jurídica
que requiere, en el sentido de que tenga conocimiento del medio que
utilizará para su defensa, los lapsos con que cuenta para ello, los medios
de prueba, los recursos que proceden, las decisiones recurribles y las
alternativas para la ejecución de las medidas que fueren impuestas, to-
dos éstos como elementos indispensables para el ejercicio eficaz del
derecho al debido proceso.

Por ello, considera esta Sala que, para el juzgamiento de un adolescente
por  la  consumación  de  falta,  los  tribunales  con  competencia  en  esta
materia deben aplicar, preferentemente, la Ley Orgánica para la Pro-
tección del Niño y del Adolescente y sólo de manera supletoria, en caso
de vacío legal, sería procedente la aplicación del Código Orgánico Pro-
cesal Penal; lo contrario implicaría una violación al debido proceso.

Al respecto, la Sala Constitucional estableció el contenido y alcance del
derecho al debido proceso en la sentencia N° 5 del 24 de enero de 2001,
en los siguientes términos:

‘El derecho al debido proceso ha sido entendido como el trámite que


permite oír a las partes, de la manera prevista en la Ley, y que ajus-
tado a derecho otorga a las partes el tiempo y los medios adecuados
para imponer sus defensas. En cuanto al derecho a la defensa, la
Jurisprudencia ha establecido que el mismo debe entenderse como
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 113

la oportunidad para el encausado o presunto agraviado de que se


oigan y analicen oportunamente sus alegatos y pruebas. En conse-
cuencia, existe violación al derecho a la defensa cuando el interesa-
do no conoce el procedimiento que pueda afectarlo, se le impide su
participación o el ejercicio de sus derechos, o se le prohíbe realizar
actividades probatorias’. (Destacado añadido).

En consecuencia, esta Sala estima coherente el criterio que sostuvo la
Corte Superior, Sección de Responsabilidad del Adolescente del Circui-
to  Judicial  Penal  del  Estado  Zulia  cuando  apreció  que  el  derecho  al
debido proceso de los adolescentes demandantes fue vulnerado con la
decisión del Juzgado Primero de Primera Instancia en función de Con-
trol, Sección de Responsabilidad del Adolescente, del mismo Circuito
Judicial Penal, que ordenó la aplicación del procedimiento de faltas que
preceptúa el Código Orgánico Procesal Penal, por cuanto la Ley Orgá-
nica para la Protección del Niño y del Adolescente expresamente dis-
pone que la responsabilidad de los adolescentes por la comisión de un
hecho punible se determinará a través de los procedimientos que esta-
blece dicha ley. Así se decide”.

Sentencia N°: 3.105.


Fecha: 05-11-03.
Demandante: Doris Jacqueline González.
Materia: Artículo 6.5 de la LOADGC y el recurso de con-
trol de la legalidad.

No es necesario que el peticionante de tutela constitucio-


nal ponga en evidencia las razones por las cuales no ejerció
el recurso de control de la legalidad contra un fallo suscep-
tible de impugnación por ese mecanismo de impugnación,
es decir, que no debe subsumirse en la causal de inadmisi-
bilidad que preceptúa el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

“En razón de lo anterior, debe subrayarse que no es necesario que el
recurrente en amparo contra un fallo susceptible de impugnación me-
diante el recurso extraordinario de control de la legalidad ponga en evi-
dencia o justifique, tal y como sucede ante la existencia de los otros
mecanismos judiciales preexistentes ordinarios (apelación) u extraordi-
narios (casación), razones valederas para la opción por el amparo.
114 PONENCIAS

En consecuencia, a juicio de esta Sala, si el fallo es susceptible de im-
pugnación mediante el recurso extraordinario del control de la legalidad,
su falta de ejercicio no configura la causal de inadmisibilidad que esta-
blece  el  artículo  6,  cardinal  5  de  la  Ley  Orgánica  de Amparo  sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, sin necesidad de que, se insiste,
el querellante fundamente o razone su omisión.

En otro sentido, debe aclararse que esa doble opción que se consideró
ut supra, aun cuando no condiciona la admisibilidad de la pretensión de
amparo, sin embargo, pudiese determinar su improcedencia incluso in
limine litis, en los casos en que se pretenda mediante este mecanismo
de impugnación, la sustitución de la finalidad del recurso de control de
la legalidad, mediante denuncias de supuestas violaciones constitucio-
nales cuyos fundamentos puedan subsumirse en los supuestos fácticos
de procedencia del control de la legalidad, esto es, violación o amenaza
de violación a normas de orden público (de naturaleza laboral, que no
impliquen injuria constitucional) o que se contraríe la reiterada doctrina
jurisprudencial de la Sala de Casación Social, pues al no existir, en el
caso concreto, violación constitucional, la consecuencia lógico jurídica
sería la desestimación de la demanda de amparo, y así se decide”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 115

AÑO 2004

Sentencia N°: 547.


Fecha: 06-04-2004.
Demandante: Ana Beatriz Madrid Agelvis.
Materia: Derecho  de  petición. Amparo  contra  inactivida-
des de la Administración Pública. Alcance de la
querella funcionarial.

Derecho de petición. Amparo contra inactividades de la


Administración Pública. La Sala analiza el alcance formal y
material del derecho de petición y oportuna respuesta; cuán-
do su violación da lugar a la procedencia de la demanda de
amparo constitucional y qué vías procesales ordinarias son
idóneas para satisfacer la protección de tal derecho. Con-
cretamente, se analizó la idoneidad del recurso por absten-
ción o carencia. La Sala se apartó del criterio tradicional de
la jurisprudencia contencioso-administrativa según el cual
ante la verificación del silencio administrativo no procede
dicho medio procesal porque se trataría del incumplimien-
to de un “deber genérico de decidir”. En consecuencia, la
Sala entendió que ese medio procesal puede –y debe– dar
cabida a la pretensión de condena al cumplimiento de toda
obligación administrativa incumplida, sin que se distinga si
ésta es específica o genérica, incluso la pretensión de con-
dena a que la Administración decida expresamente una pe-
tición administrativa; de allí su prelación frente a la demanda
116 PONENCIAS

de amparo, siempre que en el caso concreto se determine


que es una vía suficientemente breve y sumaria para dar
efectiva satisfacción al derecho del actor.

“Ahora bien, y según se estableció en la misma decisión de 30-6-00, ‘no
toda omisión genera una lesión constitucional’ y de allí que sea im-
perativo el análisis de cada caso concreto para la determinación de si,
en el mismo, es procedente el amparo constitucional ante la violación al
derecho de petición, análisis que dependerá de si existen o no, frente a
este caso, vías contencioso-administrativas ordinarias capaces de dar
satisfacción al derecho de petición y oportuna y adecuada respuesta.

La  idoneidad  de  la vía  procesal ordinaria  para  la  satisfacción de  ese


derecho dependerá, en primer lugar, de que pueda dar cabida a la mis-
ma pretensión  que habría  de plantearse  en estos  casos a  través  de  la
demanda  de  amparo  constitucional,  pretensión que  no  es  otra  que  la
condena a la Administración a que decida expresa y adecuada-
mente, que es a lo que da derecho, se insiste, la garantía de oportuna y
adecuada  respuesta.

Frente  a  tal  pretensión  es  evidente,  sin  que  sean  necesarias  mayores
justificaciones, la inidoneidad del recurso contencioso administrativo de
anulación, recurso que ciertamente procede frente al silencio adminis-
trativo, según se dijo ya, pero para dar satisfacción a pretensiones dis-
tintas,  como  lo  serían  la  pretensión  de  nulidad  del  acto  presunto  y,
eventual y subsidiariamente, la pretensión indemnizatoria o de restable-
cimiento de la situación jurídica infringida, de conformidad con el artí-
culo 131 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia. De allí
que, en conclusión, tal medio procesal administrativo no sería idóneo
para satisfacer el derecho de petición.

En segundo lugar, procede el análisis de la idoneidad de otra vía proce-
sal: el recurso por abstención o carencia. El objeto de este ‘recurso’,
según la tradicional y pacífica jurisprudencia contencioso-administrati-
va (entre otras muchas, desde las sentencias de la Sala Político-Admi-
nistrativa de 28-5-85, caso: Eusebio Igor Vizcaya Paz; 13-6-91, casos:
Rangel Bourgoing y Elías José Sarquis Ramos; hasta las más recien-
tes  de  10-4-00  caso:  Instituto Educativo Henry Clay;  23-5-00,  caso:
Sucesión Aquiles Monagas Hernández;  y  29-6-00,  caso:  Francisco
Pérez De León y otros; así como de la Corte Primera de lo Contencio-
so-Administrativo, de 29-10-87, caso: Alfredo Yanucci Fuciardi; 19-2-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 117

87, caso: Inmacolata Lambertini de De Pérgola y más reciente de 23-


2-00,  caso:  José Moisés Motato),  ha  sido  la  pretensión  de  condena
contra la Administración al cumplimiento de una obligación específi-
ca de actuación. De allí que, en tales precedentes de la jurisprudencia
contencioso-administrativa, como en prácticamente todos los que se han
referido al tema, se ha entendido que el recurso por abstención no pro-
cede como garantía al derecho a oportuna respuesta, pues la obligación
de  responder  es  un  deber genérico de decidir (omisión  administrati-
va), y no una obligación específica de actuación (abstención administra-
tiva), y, por tanto, frente a ese deber genérico lo que opera es el silencio
administrativo, cuya contrariedad a derecho es ‘controlable’ a través de
la demanda de amparo constitucional como garantía del derecho de pe-
tición o bien a través del recurso contencioso-administrativo de anula-
ción  como  garantía  del  derecho  a  la  defensa  y  siempre  que,  en  este
último caso, se trate de un ‘silencio de segundo grado’ o confirmatorio
de un previo acto expreso (sentencias de la Sala Político-Administrativa
de 10-4-00 y 23-5-00, antes citadas).

Ahora bien, aun tratándose de un criterio tradicional de la jurispruden-
cia contencioso-administrativa, no puede ser compartido por esta Sala
porque no se ajusta a los patrones constitucionales de la materia. En
efecto, no considera la Sala que la obligación administrativa de dar res-
puesta a las solicitudes administrativas sea un ‘deber genérico’. En pri-
mer  lugar,  porque  toda obligación  jurídica  es,  per se,  específica,  sin
perjuicio de que su cumplimiento haya de hacerse a través de una ac-
tuación formal (v.gr. por escrito) o material (v.gr. actuación física) y sin
perjuicio, también, de que sea una obligación exclusiva de un sujeto de
derecho o bien concurrente a una pluralidad de sujetos, colectiva o indi-
vidualmente considerados.

En segundo lugar, porque aun en el supuesto de que distintos sujetos de
derecho –en este caso órganos administrativos– concurran a ser suje-
tos pasivos de una misma obligación –en el caso de autos, el deber de
todo  órgano  de  dar  oportuna  y  adecuada  respuesta–,  dicho  deber  se
concreta e individualiza en el marco de cada relación jurídico-adminis-
trativa, por lo que es una obligación específica frente al sujeto determi-
nado que planteó la petición administrativa. Y en tercer lugar, porque
bajo el imperio de la Constitución de 1999 el derecho constitucional de
dirigir peticiones a los funcionarios públicos abarca el derecho a la ob-
tención de oportuna y adecuada respuesta, lo que supone el cumpli-
miento de concretos lineamientos, en los términos que antes explanó
118 PONENCIAS

esta Sala, y, por ende, con independencia del contenido de la solicitud
administrativa, la respuesta del funcionario debe ser oportuna y ade-
cuada,  lo  que  excluye  cualquier  apreciación  acerca  de  la  condición
genérica de tal obligación. De allí que esta Sala Constitucional conside-
ra que el deber constitucional de los funcionarios públicos de dar opor-
tuna y adecuada respuesta a toda petición es una obligación objetiva y
subjetivamente específica.

En abundancia, tiene la Sala en cuenta que el artículo 42, cardinal 23, de
la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, base legal del recurso
por abstención o carencia, no distingue entre obligaciones administrati-
vas específicas o deberes genéricos cuando preceptúa que la Sala Polí-
tico-Administrativa  tiene  competencia  para  ‘Conocer de la
abstención o negativa de los funcionarios nacionales a cumplir
determinados actos a que estén obligados por las leyes, cuando
sea procedente, en conformidad con ellas’,  y  de  allí  que  esa  distin-
ción jurisprudencial no tenga sustento legal, al menos a raíz de la Cons-
titución de 1999.

Las anteriores consideraciones llevan a la Sala a la consideración de
que  el  recurso  por  abstención  o  carencia  es  un  medio  contencioso
administrativo que puede –y debe– dar cabida a la pretensión de con-
dena al cumplimiento de toda obligación administrativa incumplida,
sin que se distinga si ésta es específica o genérica. En consecuencia,
puede  incluso  tener  como  objeto  la pretensión  de  condena  a  que  la
Administración  decida expresamente una  petición  administrativa  –
con independencia de que otorgue o rechace el derecho solicitado– en
garantía del derecho de petición.

Asunto distinto es que el recurso por abstención sea un medio procesal
no ya idóneo por su alcance, sino idóneo en tanto satisfaga con efectivi-
dad la pretensión procesal porque sea lo suficientemente breve y suma-
rio  para  ello.  Es  evidente  que  la  satisfacción  de  toda  pretensión  de
condena y, en especial, la condena a actuación, exige prontitud y urgen-
cia en la resolución judicial, a favor de la salvaguarda del derecho a la
tutela judicial efectiva, bajo riesgo de que el sujeto lesionado pierda el
interés procesal en el cumplimiento administrativo por el transcurso del
tiempo. De allí que, en muchos casos, sí será el amparo constitucional el
único medio procesal que, de manera efectiva, satisfaga estas preten-
siones, cuando no sea idónea, en el caso concreto, la dilatada tramita-
ción del recurso por abstención”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 119

Cualquier conflicto jurisdiccional de carácter funcionarial


–aun de los que fueron excluidos del régimen general sus-
tantivo– se dilucida mediante la querella administrativa o
recurso contencioso-administrativo funcionarial, medio
procesal especial que puede tener como objeto múltiples
pretensiones procesales, entre otras, la pretensión de con-
dena frente a las abstenciones y demás omisiones de la
Administración funcionarial y que, además, es suficiente-
mente breve y sumario para el efectivo restablecimiento
de la lesión. De allí su procedencia preferente frente al
recurso por abstención y frente al amparo constitucional.

“En el caso de autos, se observa que la falta de respuesta en que incu-
rrió la Administración se planteó en el marco de una relación de empleo
público, pues se trataba de una solicitud de declaratoria de nulidad ab-
soluta del acto administrativo mediante el cual se notificó a la deman-
dante que cesó en el ejercicio de sus funciones como Suplente Especial
de la Fiscalía Séptima del Ministerio Público de la Circunscripción Judi-
cial del Área Metropolitana de Caracas; relación de empleo público que,
sin perjuicio de que está excluida del régimen legal general de los fun-
cionarios públicos, tiene como juez natural a los Juzgados Superiores en
lo Contencioso Administrativo con competencia, en primera instancia,
en materia funcionarial, según el criterio de la Sala Político-Administra-
tiva de 20-12-00 (caso: William Eduardo Pérez) y de esta misma Sala
de 5-10-00 (caso: Conrado Alfredo Gil y de 26-3-02 (caso: Luis Ismael
Mendoza), en relación con otros funcionarios también excluidos del ré-
gimen funcionarial general, como son los docentes.

De manera que cualquier conflicto jurisdiccional de los funcionarios pú-
blicos –aun de los que fueron excluidos del régimen general sustantivo–
se dilucidan ante dichos Tribunales mediante la querella administrativa o
recurso contencioso-administrativo funcionarial que disponen en los artí-
culos 92 y siguientes de la Ley del Estatuto de la Función Pública, medio
procesal  especial que  puede tener  como  objeto múltiples  pretensiones
procesales, entre otras, la pretensión de condena frente a las abstencio-
nes y demás omisiones de la Administración funcionarial y que, por tanto,
sustituye al recurso por abstención en el ámbito del empleo público.

En efecto, de conformidad con el artículo 93 de la Ley del Estatuto de la
Función Pública, el objeto de la querella es amplísimo, pues da cabida a
todas las controversias que se susciten con motivo de la aplicación de
120 PONENCIAS

esta Ley; con inclusión de cualquier reclamación de los funcionarios o
aspirantes a tales ‘cuando consideren lesionados sus derechos por ac-
tos o hechos de los órganos de la Administración Pública’ (artículo 93,
cardinal 1, eiusdem). De manera que el ámbito material de la querella
se determina según un criterio objetivo: cualquier pretensión que se
suscite en el marco de una relación funcionarial, con independencia del
contenido de esa pretensión y del acto, hecho u omisión administrativa
que la motivó.

La regulación procesal que la Ley del Estatuto de la Función Pública
otorga al recurso contencioso-administrativo funcionarial o querella se
plantea, en criterio de esta Sala, como un medio procesal suficiente-
mente breve y sumario y por tanto idóneo frente al amparo constitucio-
nal, según señaló esta Sala en anteriores oportunidades (sentencias de
14-12-01,  caso:  Marisol Ocando y otros;  de  8-5-02,  caso:  Teodoro
David Dovale y de 25-9-03, caso: Ángel Domingo Hernández), lo cual,
si se tienen en cuenta las amplias potestades cautelares del juez, pudo
dar satisfacción a la pretensión del caso de autos, sin que fuera necesa-
rio acudir al amparo constitucional”.

Sentencia N°: 1.172.


Fecha: 15-06-2004.
Demandante: Cámara  de  Turismo  del  Estado  Nueva  Esparta
(CATENE).
Materia: Doble tributación en sentido objetivo. Principio de
no confiscatoriedad, derecho de propiedad, dere-
cho a la igualdad tributaria.

La Sala afirma que si ante un mismo hecho imponible –la


prestación de un servicio público– el ente público impone
un gravamen doble, como sería el pago de una tasa, aunque
ese pago recaiga sobre dos sujetos pasivos distintos, exis-
tiría doble tributación en sentido objetivo, con lo cual el
ente tributario obtiene un enriquecimiento injustificado que
va más allá de la finalidad misma de ese tributo. Tal situa-
ción resulta, además, violatoria del principio de no confis-
catoriedad, del derecho de propiedad y del derecho a la
igualdad tributaria.

“...la  Ordenanza  sobre  Servicios  de Aseo  Urbano  y  Domiciliario  del


Municipio Mariño del Estado Nueva Esparta se refiere a los beneficia-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 121

rios como los sujetos pasivos de la tasa que ha de pagarse con ocasión
del servicio de aseo urbano, mientras que, respecto del mismo tributo, la
Ordenanza sobre Tarifas del Servicio de Aseo Urbano y Domiciliario en
el Municipio Mariño se refiere a los usuarios como sujetos obligados, y
los define como todas las personas que sean propietarios u ocupan-
tes, por cualquier título, de inmuebles ubicados en la jurisdicción
del Municipio Mariño, independientemente que hubiesen o no re-
querido el servicio.

(...)

Esa dualidad de pago por un mismo servicio es la situación que se de-
nunció en este caso y que, efectivamente, la Sala comprueba que se ha
verificado. En efecto, por la prestación de un mismo servicio –la reco-
lección de desechos sólidos en un momento determinado y en un inmue-
ble específico– el Municipio Mariño impone un gravamen doble: de una
parte, exige el pago de una tasa a quien considera usuario beneficia-
rio, que en el caso de autos serían las sociedades hoteleras y, en abun-
dancia, exige el pago de otra tasa a los visitantes, que en este supuesto
serán los huéspedes de esas compañías hoteleras.

De manera que un solo hecho imponible da lugar a una doble tributación.
Aun cuando no puede hablarse de una doble tributación en sentido subje-
tivo, esto es, que ante un solo supuesto el sujeto pasivo deba pagar dos
veces, se evidencia una doble tributación en sentido objetivo, pues por un
mismo hecho imponible dos sujetos distintos –el propietario y el visitante
ocupante– pagan cada uno una tasa, con lo cual el ente tributario obtiene
un enriquecimiento injustificado que va más allá de la finalidad misma de
ese tributo, que no es otra que el autofinanciamiento del servicio que presta
y el pago de los costos operativos para su mantenimiento.

Así, la finalidad primordial para el establecimiento de la potestad tribu-
taria del Poder Público no es otra que la garantía del bien común me-
diante la gestión y prestación de servicios públicos y colectivos, con
destino a la satisfacción de necesidades generales. Por tanto, el deber
correlativo de los ciudadanos de contribuir con los gastos públicos (artí-
culo  133 constitucional) debe determinarse  en  función  del gasto que
originó esa prestación, de manera que los servicios no sean deficitarios
–lo que, a la larga, conllevaría al colapso de los mismos– pero tampoco
que impliquen una fuente de lucro y enriquecimiento del ente público,
pues en esa medida se desnaturalizaría la existencia misma y la finali-
dad de la potestad tributaria.
122 PONENCIAS

Tales consideraciones adquieren mayor relevancia cuando se trata del
pago de una tasa. En efecto, la tasa es una de las modalidades típicas
de los tributos, que consiste en la contraprestación compensatoria que
hace el sujeto pasivo o contribuyente con ocasión de la prestación de un
determinado servicio público. En este sentido, la carga que el ente pú-
blico –en este caso municipal– impone a través del pago de ese tributo
sólo tiene justificación o finalidad, según se dijo ya, para el autofinancia-
miento y la cobertura de los costos de determinado servicio público, en
este caso el aseo urbano.

De allí que, en criterio de la Sala, la exigencia del pago doble ante una
misma prestación o ante un solo hecho imponible viola el artículo 316 de
la Constitución, que dispone que ‘El sistema tributario procurará la
justa distribución de las cargas públicas según la capacidad eco-
nómica del o la contribuyente, atendiendo al principio de progresi-
vidad, así como la protección de la economía nacional y la elevación
del nivel de vida de la población’.

Asimismo, esa doble imposición implica violación a la proscripción de
confiscatoriedad tributaria. En efecto, el carácter confiscatorio de un
tributo no sólo se verifica cuando se sustrae una parte sustancial del
valor del capital o de la renta del contribuyente, o bien cuando se oca-
siona el aniquilamiento del derecho de propiedad porque se vacía de
contenido alguno de sus atributos; la confiscatoriedad también se pro-
duce  cuando  existe  ‘una apropiación ilegítima por parte del Fisco
del patrimonio de los ciudadanos, cuando exceden los límites de la
razonabilidad de la exacción, por caer en la desproporción entre
las cargas impuestas y la capacidad económica del contribuyente,
(o) por no haber correspondencia entre el fin perseguido por la
norma y el medio elegido para concretarlo...”.  (RUAN  SANTOS,
Gabriel,  Las garantías tributarias de fondo o principios substanti-
vos de la tributación en al Constitución de 1999, en la  obra colecti-
va La tributación en la Constitución de 1999, Academia de Ciencias
Políticas y Sociales, Caracas, 2001, p. 92). Por tanto, cuando la Admi-
nistración tributaria obtiene un enriquecimiento injustificado a causa de
la recaudación de un tributo, más aun cuando éste es una tasa que se
exige por la prestación de un servicio, se violan los principios de propor-
cionalidad y de razonabilidad, que postulan el apego de la Administra-
ción tributaria al principio de la justa distribución de las cargas públicas
y se verifica el rasgo confiscatorio del tributo, carácter expresamente
proscrito por el constituyente en el artículo 116 del Texto Fundamental.
Así se decide.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 123

Asimismo, y en segundo lugar, concluye la Sala que la exigencia del pago
de un tributo que carezca de justificación no sólo deviene en confiscato-
rio, pues implica un lucro indebido del ente público que no responde a la
finalidad constitucional de la potestad tributaria, sino que, además, implica
violación al derecho de propiedad que establece el artículo 115 de la Cons-
titución de 1999, pues se trataría de una restricción patrimonial que no
obedece al deber de justa contribución con un gasto público determinado,
que es lo que exige el artículo 133 eiusdem. Así se decide.

Por último, considera la Sala que la normativa que se impugnó viola
también, tal como se alegó, el derecho a la igualdad y no discriminación
que acogió el artículo 21 de la Constitución, derecho que, en el ámbito
tributario, se traduce en el principio de la justa distribución de las cargas
públicas, pues si bien la Ordenanza se refiere a los visitantes del Muni-
cipio como sujetos pasivos de la obligación tributaria, posteriormente
limita su cobro a algunos, de tales visitantes, como lo serían quienes se
hospeden en hoteles, pensiones o similares  (artículo  45  de  la  Orde-
nanza), sin tomar en consideración aquellos visitantes que pernocten,
por ejemplo,  en inmuebles arrendados,  o  bien que sean  visitantes de
paso, los cuales no están sujetos al pago de dicha tasa. Así se decide”.

Sentencia N°: 1.252.


Fecha: 30-06-2004.
Demandante: José Andrés Romero Angrisano.
Materia: Demanda de nulidad del artículo 199 de la Ley de
Impuesto Sobre la Renta, de 28 de diciembre de
2001. Entrada en vigencia de las leyes tributarias.
Principios de certeza, seguridad jurídica y confian-
za legítima en las relaciones jurídico-tributarias.

Entrada en vigencia de las leyes tributarias. Principios de


certeza, seguridad jurídica y confianza legítima en las rela-
ciones jurídico-tributarias. La Sala analiza el alcance del
artículo 317 de la Constitución, en lo que se refiere al lap-
so o período de entrada en vigencia que han de tener las
normas tributarias o si, por el contrario, éstas podrían dis-
poner expresamente que entrarán en vigencia a partir del
momento de su publicación. Distinción entre la transitorie-
dad de la aplicación de las leyes tributarias con la supuesta
exigencia de una vacatio legis de las mismas.
124 PONENCIAS

“Entre los principios que rigen a la actividad administrativa en general y
que resultan aplicables también y en concreto a la actividad de la Admi-
nistración tributaria, se encuentran los de certeza y seguridad jurídica,
los cuales recoge el artículo 299 de la Constitución de 1999. Como de-
rivación directa de dicho principio de seguridad jurídica, se encuentran
también el principio de confianza legítima que es concreta manifesta-
ción del principio de buena fe en el ámbito de la actividad administrati-
va. Tales principios están recogidos expresamente en el artículo 12 de
la Ley Orgánica de la Administración Pública, cuya finalidad es el otor-
gamiento a los particulares de garantía de certidumbre en sus relacio-
nes jurídico-administrativas.

La interpretación concatenada de los principios antes referidos implica,
en el ámbito de las relaciones jurídico-tributarias, que toda medida que
afecte las cargas tributarias de los contribuyentes debe ser predecible,
esto es, que ninguna medida que transforme el marco jurídico-tributario
en detrimento de los contribuyentes puede ser imprevista, pues, de ser
así, se impediría a los contribuyentes la planificación del correcto cum-
plimiento de sus obligaciones tributarias sin desequilibrio de su desem-
peño  económico.  En  consecuencia,  toda  medida  inesperada,  aunque
contara formalmente con cobertura legal, haría excesiva e incluso, des-
proporcionada la carga pública tributaria.

Ahora bien, la estabilidad y la certeza que garantiza la predecibilidad de
las normas tributarias no pueden implicar la petrificación del ordena-
miento jurídico tributario, el cual, impregnado como está de la mutabili-
dad de los cambios económicos, requiere de constantes modificaciones.
De allí, precisamente, que tanto la Constitución derogada como la vi-
gente prediquen la necesidad de transitoriedad de la ley tributaria, y
garanticen también que, en caso de que el legislador omita el estableci-
miento de esa transición, aquélla sólo regirá sesenta días continuos lue-
go de su publicación.

(...)

Ahora bien, lo que no debe confundirse es la necesaria transitoriedad de
la aplicación de las leyes tributarias con la supuesta exigencia de una
vacatio legis de las mismas, que es lo que alegó, en este caso, el recu-
rrente. En efecto, la vacatio legis lo que haría es prolongar en el tiem-
po, por un plazo definido, la entrada en vigencia de la norma, mientras
que la transitoriedad lo que preceptúa es que la nueva regulación tribu-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 125

taria no se aplique a ciertos supuestos de hecho –con independencia de
que la ley haya entrado ya en vigencia– hasta un momento posterior.

En el caso concreto de las leyes que gravan actividades que se discrimi-
nan o determinan en períodos fiscales, como es el caso del impuesto
sobre la renta, lo que se exige no es una vacatio legis, sino que la nueva
legislación, aun cuando entre en vigencia, no rija el período fiscal en
curso,  sino  los que han de comenzar  durante la vigencia  de  esa
normativa, de manera que se respete el principio de certeza y de con-
fianza legítima en materia tributaria. En otros términos, lo importante es
que aquellos tributos que graven actividades económicas que se reali-
zan en períodos fiscales concretos, no se apliquen a los períodos fisca-
les que ya estén en curso, sino que rijan, al menos, a partir del período
que se inicie luego de su entrada en vigencia.

Esa finalidad de certeza y confianza que se busca con la aplicación de
la ley a períodos fiscales que hayan de iniciarse durante su vigencia, no
se logra únicamente a través de la vacatio legis a que hace referencia
el demandante (...).

En el caso de autos, se observa que la norma el artículo 199 de la Ley
de Impuesto sobre la Renta precisamente diferenció entre el momento
de su entrada en vigencia respecto del ámbito temporal de su aplica-
ción. Conviene nuevamente transcribir dicha norma, la cual dispuso que
‘Esta Ley comenzará a regir a partir de su publicación en la Gace-
ta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela ‘y se aplicará
a los ejercicios que se inicien durante su vigencia’. De allí que aun
cuando entró en vigencia de inmediato, sin contar un lapso de vacancia,
su aplicación regirá, según expresamente dispuso, a los ejercicios fisca-
les  que se  inicien  durante su vigencia  y  no  a aquellos  que  ya  se  en-
cuentren  en  curso  para  ese  momento,  supuesto  aquel  que  es,
precisamente, el que garantiza la observancia de los principios de certe-
za y seguridad jurídica, pues permite a los contribuyentes la planifica-
ción de su desenvolvimiento fiscal y, además, se ajusta a la finalidad del
artículo 317 en relación con la aplicación de las normas tributarias que
modifiquen o impongan nuevas cargas.

En consecuencia, considera la Sala que la norma que se impugnó no
violó los artículos 316 y 317 de la Constitución de 1999 y de allí que ha
de desestimarse la pretensión de nulidad del artículo 199 de la Ley de
Impuesto  sobre  la  Renta  (Gaceta Oficial  N°  5666  Extraordinario).
Así se decide”.
126 PONENCIAS

Sentencia N°: 1.756.


Fecha: 23-08-04.
Demandante: Kevin Alejandro Alford Altuve.
Materia: Competencia  para  el  conocimiento  de  todas  las
demandas que se intenten con motivo de la exten-
sión de obligación alimentaria.

La Sala determinó, con carácter vinculante, que la compe-


tencia para el conocimiento de todas las demandas que se
intenten con motivo de la extensión de obligación alimen-
taria, a que se refiere el artículo 383, letra b) de la Ley
Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente,
independientemente de que realice o no la solicitud antes
de que se cumpla los dieciocho años de edad, le corres-
ponde a las Salas de Juicio del Tribunal de Protección del
Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial co-
rrespondiente, es decir, a la jurisdicción especializada co-
nocerá de todas las causas que se inicien conforme al
artículo en referencia.

“Las normas que regulan esta institución familiar son claras y deben in-
terpretarse de manera coherente y concatenada, para lo que debe tener-
se como norte la teleología de las mismas y el objeto de la protección
especial que persigue la institución familiar de la obligación alimentaria.

Con esta interpretación, la Sala Constitucional no pretende la desnatu-
ralización de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adoles-
cente ni mucho menos el desconocimiento de su objeto, puesto que lo
que busca es  la uniformación de un criterio para que los justiciables
puedan  tener  certeza  de  cuál  es  el Tribunal  al  que  tienen  que  acudir
para la solicitud de la extensión de la obligación alimentaria para aque-
llos jóvenes que cumplen su mayoría de edad, pero que aún no están
preparados para hacerle frente a la vida adulta, y, por ello, requieren de
la asistencia moral y material de sus padres, para que los ayuden en su
formación y capacitación, a tenor de lo que preceptúa el artículo 79 de
la Constitución.

En conclusión, con fundamento en los artículos 177, letra d, 383, letra b,
y 384 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente
y el artículo 49.3 y 49.4 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, los cuales aplica en este fallo en función de la interpreta-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 127

ción vinculante que preceptúa el artículo 335 in fine eiusdem, decide


que el tribunal competente para el conocimiento de las causas por ex-
tensión de la obligación alimentaria son las Salas de Juicio de los Tribu-
nales de Protección del Niño y del Adolescente correspondiente, criterio
que acatarán todos los tribunales de la República. Así se decide.

En virtud de los razonamientos que se expusieron, esta Sala dispone que
el Tribunal con competencia para el conocimiento del juicio que, por
extensión de la obligación alimentaria, sigue el quejoso contra su padre,
es la Sala de Juicio del Tribunal de Protección del Niño y del Adoles-
cente de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Cara-
cas,  quien  continuará  conociendo  de  dicho  asunto  desde  el  estado
inmediatamente anterior a su declinatoria, por lo que se anula toda ac-
tuación judicial posterior. Así se decide.

De esta manera, y con carácter vinculante, esta Sala determina que la
competencia para el conocimiento de todas las demandas que se inten-
ten con motivo de la extensión de obligación alimentaria, a que se refie-
re el artículo 383, letra b), de la Ley Orgánica para la Protección del
Niño y del Adolescente, independientemente de que realice o no la soli-
citud antes de que se cumpla los dieciocho años de edad, son las Salas
de Juicio del Tribunal de Protección del Niño y del Adolescente de la
Circunscripción Judicial correspondiente. Así se decide”.

Sentencia N°: 2.629.


Fecha: 18-11-04.
Demandante: Luis Enrique Herrera Gamboa.
Materia: Obligatoriedad de la motivación del decreto que
acuerda o niega una medida cautelar.

La Sala estableció el criterio de que es obligatoria la moti-


vación del decreto que acuerda o niega una medida caute-
lar, ya que de lo contrario se afecta el cabal ejercicio del
derecho a la defensa de la parte o del tercero que pueda
verse afectado por el mismo.

“Sin que esta Sala entre en polémica en relación con la naturaleza dis-
crecional o no del decreto que acuerda o niega medidas cautelares, de
lo que no cabe duda es que, con independencia del criterio que se adop-
te, es decir, aun cuando quepa la interpretación de que no se trata de
128 PONENCIAS

una facultad discrecional, sino de una potestad reglada, y que el empleo,
por parte del legislador, del vocablo ‘podrá’ no fue feliz en la redacción
de la norma, lo cierto es que siempre es obligatoria la motivación de
dicho decreto, lo cual significa que el Juez debe exponer las razones de
hecho y de derecho por las cuales considera que procede o no la medi-
da que se le requirió, ya que si no lo hace, es imposible que su acto sea
susceptible de control por las vías ordinarias (oposición o tercería) y
extraordinaria (casación), tanto, respecto de su legalidad propiamente
dicha (si se entiende que emana de una potestad reglada), como de lo
que se conoce como fundamento de legitimidad o legalidad material del
acto discrecional (si se entiende que proviene de una facultad discre-
cional), lo que impediría el cabal ejercicio del derecho a la defensa de la
parte o del tercero que pueda verse afectado por dicho decreto”.

Sentencia N°: 2.733.


Fecha: 30-11-2004.
Demandante: Cámara de Transporte del Centro (CATRACEN-
TRO).
Materia: Medidas cautelares en procesos de nulidad bajo
la vigencia de la Ley Orgánica del Tribunal Su-
premo de Justicia.

Medidas cautelares en procesos de nulidad. La Sala analiza


el alcance del derecho a la tutela cautelar a la luz de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia y de los requisi-
tos de procedencia para el otorgamiento de medidas caute-
lares. Se establece además que el otorgamiento de medidas
cautelares en este ámbito no es discrecionalidad del juez,
sino que, una vez que se verifique el cumplimiento de los
requisitos que establece la norma para su otorgamiento, el
órgano jurisdiccional debe dictarlas.

“Tal como pacíficamente sostuvo esta Sala, el poder cautelar general del
juez constitucional puede ejercerse en el marco de los procesos de nuli-
dad de actos de naturaleza legislativa, con el objeto de dictar las medidas
que  resulten  necesarias  para  el  aseguramiento  de  la  efectividad  de  la
sentencia definitiva; medidas cuya procedencia, según se expuso –entre
otras muchas– en sentencias de 8-6-00, caso: Alexis Viera Brandt, y de
13-6-02, caso: Ordenanza de Timbre Fiscal del Distrito Metropolitano
de Caracas, depende fundamentalmente de que se verifiquen ciertos re-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 129

quisitos, tales como la apariencia de buen derecho (fumus boni iuris), el


riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo (periculum
in mora) y que se ponderen los intereses en conflicto.

La novísima Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia recogió, de
manera  expresa,  ese  derecho  a  la  tutela  cautelar  que  es  garantía  del
derecho a la tutela judicial efectiva y postuló la existencia de un poder
cautelar general en el marco de los procesos que se sustancien de con-
formidad con esa Ley. Así se lee del artículo 19, parágrafo 11 de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia lo siguiente:

‘En cualquier estado y grado del proceso las partes podrán solicitar, y
el Tribunal Supremo de Justicia podrá acordar, aun de oficio, las medi-
das cautelares que estimen pertinentes para resguardar la apariencia
de buen derecho invocada y garantizar las resultas del juicio, siempre
que dichas medidas no prejuzguen sobre la decisión definitiva’.

La norma hace suyo el primero de los requisitos de procedencia propios
de toda medida cautelar: la apariencia de buen derecho (fumus boni iu-
ris). Además, y aunque no lo establezca con la misma claridad, exige el
segundo de los requisitos inmanentes a toda medida cautelar, como lo es
la verificación del riesgo manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del
fallo (periculum in mora), desde que dispone que la cautela no tiene otra
finalidad que garantizar las resultas del juicio. No podría entenderse de
otra manera, pues la exigencia de ambos requisitos es consustancial a la
naturaleza jurídica de toda medida cautelar, tanto así que si el legislador
prescindiera de alguno de tales supuestos, estaría desnaturalizando la esen-
cia misma de las medidas cautelares (CALAMANDREI, PIERO, Provi-
dencias Cautelares,  traducción  de  Santiago  Sentis  Melendo,  Editorial
Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1984, pp. 69 y ss.).

De allí que puede afirmarse que el juez dictará la medida preventiva
cuando  exista  presunción  del  derecho  que  se  reclama  (fumus boni
iuris) y riesgo de que quede ilusoria la ejecución del fallo, esto es, de
que no sean plenamente ejecutables las resultas del juicio (periculum
in mora), ya que en función a la tutela judicial efectiva, las medidas
cautelares en este ámbito no son meramente discrecionales de los jue-
ces, sino que, una vez que se verifique el cumplimiento de los requisi-
tos que establece la norma para su otorgamiento, el órgano jurisdiccional
debe dictarlas, pues otorgar una medida cautelar sin que se cumplan
los requisitos de procedencia violaría flagrantemente el derecho a la
130 PONENCIAS

tutela judicial efectiva de la contraparte de quien solicitó la medida y
no cumplió sus requisitos; y al contrario, negarle tutela cautelar a quien
cumple plenamente los requisitos implica una violación a su derecho a
la tutela judicial efectiva, uno de cuyos atributos esenciales es el dere-
cho a la efectiva ejecución del fallo, lo cual sólo se consigue, en la
mayoría de los casos, a través de la tutela cautelar (Cfr. GONZÁLEZ
PÉREZ,  Jesús,  El derecho a la tutela jurisdiccional,  segunda  edi-
ción, Civitas, Madrid, 1989, pp. 227 y ss). Asunto distinto es que en la
ponderación del cumplimiento de los requisitos exigidos por la tutela
cautelar, el juez tenga una amplia facultad de valoración, que lo lleve a
la conclusión de que, efectivamente están dadas las condiciones para
el otorgamiento de la medida.

Tales extremos deben cumplirse de manera concurrente, por lo que si
falta alguno de estos elementos, el juez no podría decretar la medida
preventiva. En este orden de ideas, debe agregarse que, en materia de
Derecho Público, donde necesariamente están en juego intereses gene-
rales, el juez deberá también realizar una ponderación de los intereses
en conflicto para que una medida particular no constituya una lesión de
intereses generales en un caso concreto”.

Sentencia N°: 2.801.


Fecha: 07-12-2004.
Demandante: Luis Fraga Pittaluga y otros.
Materia: Naturaleza jurídica, fundamento y finalidad de la
condena en costas procesales.

Naturaleza jurídica, fundamento y finalidad de la condena


en costas procesales. La Sala declara que el sistema objeti-
vo de condena en costas que asumió la Ley procesal vene-
zolana de 1986 no viola el derecho a la presunción de
inocencia ni el derecho de acceso a la justicia, pues no cons-
tituye una sanción procesal, sino un medio de resarcimien-
to económico de los gastos en que incurrió la parte que
resultó totalmente vencida.

“Las anteriores consideraciones demuestran, por sí solas, la naturaleza
jurídica y razón de ser de la condena en costas: se trata de un mecanis-
mo procesal mediante el cual se impone judicialmente la obligación a
determinada persona de resarcir los gastos injustamente causados a la
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 131

parte que tuvo la razón en juicio, aunque aquélla no fuese culpable ni


negligente cuando desconoció la pretensión de quien resultó ven-
cedora; mecanismo procesal que, en definitiva, se justifica y sustenta
como garantía del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, para
evitar que el proceso cause perjuicios a quien obtuvo la victoria proce-
sal. De manera que la inexistencia de un medio de resarcimiento econó-
mico como la condena en costas, implicaría una merma al derecho a la
efectividad e integralidad de la tutela judicial que reconoce el artículo
26 del texto constitucional.

Es éste el fundamento del sistema objetivo de condena en costas, propio
de los más adelantados ordenamientos jurídico-procesales, y que fue
adoptado por el legislador venezolano desde 1987. Sistema objetivo que,
en modo alguno, está viciado de inconstitucionalidad, ni constituye una
limitación a los derechos que en este juicio se invocaron: a la presunción
de inocencia y a la defensa, pues no se fundamenta en un reproche o
sanción a la parte totalmente vencida ni, por tanto, pretende limitar eco-
nómicamente el acceso a la justicia y evitar procesos innecesarios, sino
que, por el contrario, es consecuencia de justo resarcimiento económico
entre las partes.

Así lo sostiene no sólo la doctrina procesalista española que se citó,
sino, además, la doctrina italiana, entre otras muchas, e incluso la ve-
nezolana. Señala José Chiovenda, con meridiana claridad, que “...el
fundamento de esta condena [en costas] es el hecho objetivo de la
derrota (soccombenza); y la justificación de esta institución en-
cuéntrase en que la actuación de la ley no debe representar una
disminución patrimonial para la parte a favor de la que se reali-
za. Este es el resultado a que lleva el desarrollo del derecho pro-
cesal; el cual, en sus orígenes, no tiene condena en las costas
sino para los litigantes de mala fe; posteriormente se pasa por un
período intermedio en el cual no viéndose la naturaleza exacta
de la institución, se aplican principios propios del derecho civil
(culpa) a la condena en costas; después se llega a la condena
absoluta”.  (CHIOVENDA,  JOSÉ,  Principios de Derecho Procesal
Civil, Tomo II, traducción española de José Casais y Santaló, Reus,
S.A., Madrid, 2000, pp. 433-434).

Por su parte, observa la Sala cómo la doctrina procesalista venezolana
también asumió, sin vacilación, la justificación del sistema objetivo de
condena en costas como medio de resarcimiento económico. Entre otros
132 PONENCIAS

muchos, enseña Arístides Rengel Romberg que “la condena en costas


es la condena accesoria que impone el juez a la parte totalmente
vencida en un proceso o en una incidencia, de resarcir al vencedor
los gastos que le ha causado el proceso”.  (RENGEL  ROMBERG,
ARÍSTIDES,  Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano, Volu-
men II, Editorial Arte, cuarta edición, Caracas, 1994, p. 493).

Coherente con las tendencias del Derecho Procesal comparado, la Ex-
posición de Motivos del Código de Procedimiento Civil de 1987 explica
las razones del cambio del sistema de costas del Código que quedaba
derogado (...).

De manera que la Exposición de Motivos del Código adjetivo de 1987
asumió como propio el sistema objetivo de condena en costas procesa-
les y acogió también la finalidad de dicho sistema, la de evitar que la
parte totalmente vencedora sufra injustificadamente perjuicios econó-
micos a causa de su defensa en juicio. No es cierto lo que alegaron los
demandantes, en el sentido de que la Exposición de Motivos demuestre
que, con la condena en costas, el legislador venezolano lo que pretende
es la sanción a la litigiosidad excesiva y la imposición de responsabili-
dad  ‘a aquellos que nunca se sienten en disposición de reconocer
el derecho de su contradictor’, pues, por el contrario, tales afirmacio-
nes, que están contenidas ciertamente en la explicación del legislador,
son una afirmación accesoria y complementaria al argumento de que la
condena en costas lo que persigue es el resarcimiento de los daños pa-
trimoniales de la parte vencedora, sin que, del contexto de la Exposición
de Motivos, se desprenda que el legislador tuvo como finalidad la san-
ción de esa litigiosidad sin justificación.

En  consecuencia,  considera  esta  Sala  que  la  norma  que  se  impugnó,
esto es, el artículo 274 del Código de Procedimiento Civil, no se encuen-
tra viciado de la inconstitucionalidad que se denunció, pues lo que impu-
so es un sistema objetivo de condena en costas cuya naturaleza jurídica
es la de un medio de resarcimiento económico por parte de quien resul-
tó totalmente vencido en juicio frente a la contraria, que garantiza la
plena efectividad del derecho fundamental a la tutela judicial, y, en modo
alguno, puede considerarse como una sanción procesal en la que no se
respete la garantía de la culpabilidad, ni que busque el reproche al exce-
so de demandas infundadas, en detrimento del derecho de acceso a la
justicia. Por tanto, como ese medio de resarcimiento económico puede
fundarse en un sistema objetivo de responsabilidad patrimonial, en el
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 133

que resulta irrelevante la culpa del responsable, no constituye violación
ni al derecho a la presunción de inocencia ni al derecho a la defensa.
De allí que se desestima esta demanda de nulidad. Así se decide”.

Sentencia Nº: 2.832.


Fecha: 07-12-04.
Demandante: Rafael Ángel Vásquez.
Materia: Exclusión del artículo 9 de la LOADGC si se de-
manda  a  alguna  de  las  altas  autoridades  del  ar-
tículo 8 de la LOADGC.

Cuando se demanda a alguna de las altas autoridades enun-


ciadas en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, el tribunal compe-
tente es la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia y no aplica la competencia excepcional prevista en
el artículo 9 ejusdem.

“El Contralor General de la República, autoridad que se identificó como
supuesto agraviante, es una alta autoridad nacional que está expresa-
mente incluida en el fuero personal que establece el artículo 8 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

En efecto, el artículo 8 ejusdem, establece:

‘Artículo 8.- La Corte Suprema de Justicia conocerá, en única instancia
y mediante aplicación de los lapsos y formalidades previstos en la Ley,
en la sala de competencia afín con el derecho o garantía constituciona-
les violados o amenazados de violación, de las acciones de amparo con-
tra  los  hechos,  actos  y  omisiones  emanados  del  Presidente  de  la
República, de los Ministros, del Consejo Supremo Electoral y demás
organismos electorales del país, del Fiscal General de la República, del
Procurador  General  de  la  República  o  del  Contralor General de la
República’. (Resaltado añadido).

La jurisprudencia de esta Sala ha determinado en varias oportunidades,
al analizar la norma que se citó, que cuando la parte demandada en el
amparo es una alta autoridad nacional, el régimen de competencia se
modifica y no aplican los criterios ordinarios (material y territorial) para
la determinación del tribunal con competencia para el conocimiento de
134 PONENCIAS

la demanda de que se trate (artículo 7 eiusdem). Esa ruptura del orden
competencial ordinario, encuentra su justificación en que las altas auto-
ridades deben ser juzgadas por el máximo Tribunal de la República.

En el caso de autos, la Sala observa que el expediente fue remitido en
razón de la consulta que prevé el artículo 9 de la Ley Orgánica de Am-
paro sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

Ahora bien, por cuanto la parte demandada es el Contralor General de
la República no cabía la aplicación del artículo 9 de la ley que se men-
cionó, sino que la pretensión tenía que haber sido juzgada directamente
por esta Sala Constitucional, conforme a lo que dispone el artículo 8 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constituciona-
les que no admite la excepción a que se contrae el artículo 9 eiusdem
para  el  caso  de  que  el  tribunal  naturalmente  competente  en  el  lugar
donde ocurrieron los hechos lesivos no tenga allí su sede. Por lo prece-
dente, esta Sala anula el fallo que dictó el 28 de mayo de 2004, el Juzga-
do  Superior  en  lo  Civil  y  Contencioso Administrativo  de  la  Región
Nor-Oriental y asume la competencia en primera y única instancia para
el conocimiento de la demanda de autos. Así se decide”.

Sentencia N°: 3.057.


Fecha: 14-12-04.
Demandante: Seguros Altamira C.A.
Materia: Criterio jurisprudencial: Noción; su relación con
los principios de seguridad jurídica y confianza
legítima.

La Sala establece lo que debe entenderse por criterio ju-


risprudencial, cuáles son sus características, cuándo pue-
de decirse que ha habido un cambio de criterio
jurisprudencial y la relación que existe entre éste y los prin-
cipios de seguridad jurídica y confianza legítima.

“(...) se está en presencia de un criterio jurisprudencial cuando existen
dos  o  más  sentencias  con  idéntica  o  análoga  ratio decidendi,  enten-
diendo por  tal la  regla sin  la  cual la  causa se  hubiera resuelto  de un
modo distinto o aquella proposición jurídica que el órgano jurisdiccional
estima como determinante en la elaboración del fallo, en contraposición
con  los  obiter dicta  o  enunciados  jurídicos  que  van  más  allá  de  las
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 135

pretensiones  y  de  las  excepciones,  ya  de  las  partes,  ya  recogidas  de
oficio,  que  no  forman  parte  de  la  ratio  (Cfr.  Francisco  de  P.  Blasco
Gascó,  La norma jurisprudencial, nacimiento, eficacia y cambio de
criterio, Tirant Lo Blanch, Valencia, España, 2000, p. 53).

Para esta Sala la reiteración  y la uniformidad constituyen exigencias
cardinales para la determinación de la existencia de un criterio jurispru-
dencial; no obstante, las mismas no son absolutas, ya que, algunas ve-
ces, la jurisprudencia es vacilante y no se consolida. Por otra parte, en
algunos supuestos (excepcionales) podría ser suficiente una sola sen-
tencia como por ejemplo, cuando se produce un cambio de criterio me-
diante un razonamiento expreso y categórico, o cuando se dilucida por
vez primera un asunto o cuando la falta de frecuencia de casos análo-
gos no permitan la reiteración de la doctrina legal.

(...)

(...) los cambios de criterios jurisprudenciales se producen cuando el
Tribunal altera o modifica explícita o implícitamente la doctrina que ha-
bía asentado con anterioridad; sin embargo, es preciso el señalamiento
de que no todo abandono de un criterio anterior supone indefectible-
mente un cambio de criterio jurisprudencial, ya que puede que el mismo
sea  aparente,  fenómeno  éste  que  ‘tiene su origen en la inercia de
entresacar frases generales de las sentencias sin preocuparse del
caso debatido o de limitarse al fallo sin conocer las verdaderas
circunstancias del caso’  o  ‘cuando se invocan sentencias anterio-
res como contrarias a la actual y las citas extraídas son obiter o
bien la invocación es errónea porque la sentencia invocada o no
tiene que ver con la cuestión debatida o dice lo mismo que la sen-
tencia actual’.  (Cfr.  Puig  Brutau,  J.  Cómo ha de ser invocada la
doctrina civil del Tribunal Supremo, Medio Siglo de Estudios jurídi-
cos, Valencia, España 1997, p. 189).

Tampoco existe cambio de criterio jurisprudencial cuando la nueva doc-
trina se deriva de un cambio en la legislación o si el Tribunal se pronun-
cia, por primera vez, respecto del caso en litigio o éste es diferente al
que invoca la parte como jurisprudencia aplicable.

Asimismo, se desprende de la doctrina que fue transcrita, que la Sala
Constitucional tiene potestad para la revisión del cambio de criterio ju-
risprudencial de las demás Salas de este Tribunal, en tanto y en cuanto
dicho cambio vulnere derechos o principios jurídicos fundamentales, bien
136 PONENCIAS

sea porque carezca de una motivación suficiente y razonable, es decir,
aparezca como arbitrario o irreflexivo; o cuando la nueva interpretación
de la Ley no sea válida para la resolución de una generalidad de casos,
sino tan sólo del caso concreto, o cuando se le dé eficacia retroactiva,
es decir, a situaciones jurídicas o fácticas que surgieron con anteriori-
dad al cambio, pero cuyo litigio se resuelve con base en dicha mutación
de criterio jurisprudencial, máxime si la norma incorpora algún obstácu-
lo o requisito procesal o sustantivo que no se exigía para el momento en
que se produjo la relación jurídico material o que el mismo entrañe una
limitación, desmejora o restricción significativa de un derecho o facul-
tad o comporte una evidente situación de injusticia”.

Sentencia N°: 3.083.


Fecha: 14-12-04.
Demandante: Alberto Sorate Orestes.
Materia: Incumplimiento de la carga procesal de acompa-
ñamiento  de  copias,  al  menos  simples,  del  acto
procesal judicial objeto de la pretensión.

La Sala Constitucional precisa el criterio referente a la


consecuencia del incumplimiento, por parte del recurren-
te, de la carga procesal de acompañamiento de copias, al
menos simples, del acto procesal judicial objeto de la pre-
tensión: inadmisión de la pretensión, a menos que se ale-
gue y pruebe la imposibilidad para su obtención, pues dichas
pruebas constituyen la prueba fundamental del supuesto
agravio constitucional.

“Como se observa, el último criterio de esta Sala Constitucional, para el
supuesto de que el recurrente que pretenda la impugnación de un acto
procesal judicial, no acompañe, ni aun copia simple, del acto u actos
cuya impugnación pretenda, en la oportunidad en que proponga su de-
manda,  consiste  en  la  declaración  de  inadmisión  de  la  pretensión  de
tutela constitucional, a menos que se alegue y pruebe la imposibilidad
para la obtención de las mismas, máxime cuando dichas copias consti-
tuyen la prueba fundamental del supuesto agravio, y, en conformidad
con la sentencia N° 7/00, 1° de febrero (caso: José Amado Mejías), no
puede promoverse en una oportunidad distinta, pues, es en esa única
oportunidad preclusiva, que debe promoverse y presentarse todas las
pruebas en que se fundamente la demanda”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 137

AÑO 2005

Sentencia N°: 15.


Fecha: 15-02-05.
Demandante: Comité Directivo Nacional de la Asociación Sin-
dical Nacional de Bomberos y Bomberas Profe-
sionales  Conexos  y  Afines  de  Venezuela
(ASINBOMPROVEN).
Materia: Demanda de nulidad del artículo 50, letra d), de la
Ordenanza del Cuerpo de Bomberos del Distrito
Metropolitano de Caracas.

Nulidad de normas legales. Irretroactividad de la ley. El


principio de irretroactividad de la ley es un principio gene-
ral de Derecho, que fue elevado, en nuestro ordenamiento
jurídico, al rango de derecho constitucional, el cual no es
susceptible siquiera de restricción ni suspensión en el caso
de regímenes de excepción.

“El artículo 24 de la Constitución de 1999 recoge, en idénticos términos
al artículo 44 de la Constitución de 1961, el principio de irretroactividad
de la ley (...).

La inclinación de la redacción de la norma hacia la aplicación de este
principio en la especial materia penal no puede conducir, en modo algu-
no, a entender que la irretroactividad de las leyes es únicamente garan-
tía penal, y no exigible en relación con las normas que regulen otros
ámbitos jurídicos. Antes por el contrario, se trata de un principio general
138 PONENCIAS

del Derecho, que fue elevado, en nuestro ordenamiento jurídico, al ran-
go de derecho constitucional, cuya importancia es tal que, como sostuvo
esta Sala en sentencia N° 1507 de 05-06-03 (caso: Ley de Regulación
de la Emergencia Financiera),  no  es  susceptible  siquiera  de  restric-
ción ni suspensión en el caso de regímenes de excepción.

(...)

Ahora  bien, como  afirma  JOAQUÍN  SÁNCHEZ-COVISA,  la  noción


de retroactividad se encuentra intrínsecamente relacionada con la no-
ción de derecho adquirido, si se entiende por tal ‘aquel que no pueda
ser afectado por una ley sin dar a la misma aplicación retroacti-
va’–, por lo que ambos son ‘el aspecto objetivo y el aspecto subjeti-
vo de un mismo fenómeno’, expresión que esta Sala ha hecho suya en
sentencias Nos 389/2000 (caso: Diógenes Santiago Celta) y 104/2002
(caso:  Douglas Rafael Gil),  entre  otras.  En  consecuencia,  esta  Sala
considera que ha de partirse de la premisa de que ‘una ley será retro-
activa cuando vulnere derechos adquiridos’  (SÁNCHEZ-COVISA
HERNANDO,  JOAQUÍN,  La vigencia temporal de la Ley en el or-
denamiento jurídico venezolano,  1943, pp.  149 y  237).

Asunto por demás complejo es la determinación de en qué casos una
norma jurídica es retroactiva y, en consecuencia, cuándo lesiona un de-
recho adquirido. Para ello, la autorizada doctrina que se citó delimita
cuatro supuestos hipotéticos: i) cuando la nueva Ley afecta la existen-
cia misma de un supuesto de hecho verificado antes de su entrada en
vigencia, y afecta también las consecuencias jurídicas subsiguientes de
tal supuesto; ii) cuando la nueva ley afecta la existencia misma de un
supuesto de hecho que se verificó antes de su entrada en vigencia; iii)
cuando la nueva ley afecta las consecuencias jurídicas pasadas de un
supuesto jurídico que se consolidó antes de su entrada en vigencia; y iv)
cuando  la  nueva  ley  sólo afecta  o  regula  las  consecuencias  jurídicas
futuras de un supuesto de hecho que se produjo antes de su vigencia.

En los tres primeros supuestos, no hay duda de que la nueva Ley tendrá
auténticos efectos retroactivos, pues afecta la existencia misma de su-
puestos de hecho (actos, hechos o negocios jurídicos) o bien las conse-
cuencias jurídicas ya consolidadas de tales supuestos de hecho que se
verificaron antes de la vigencia de esa nueva Ley, en contradicción con
el principio tempus regit actum y, en consecuencia, con el precepto del
artículo 24 constitucional. En el caso de la cuarta hipótesis, la solución
no es tan fácil, ante lo cual SÁNCHEZ-COVISA propone –postura que
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 139

comparte esta Sala– que habrá de analizarse el carácter de orden públi-
co o no de la norma jurídica que recién sea dictada, para determinar si
su aplicación no puede renunciarse o relajarse por voluntad de las
partes (Ob. Cit., pp. 166 y ss.) y, en caso afirmativo, la nueva legisla-
ción puede válidamente y sin ser retroactiva regular las consecuencias
futuras de las relaciones existentes, siempre que se respeten los hechos
y efectos  pasados.

En aplicación de las anteriores consideraciones al caso de autos, esta
Sala concluye que, en efecto, la norma objeto de impugnación constitu-
ye un precepto de carácter retroactivo, por las siguientes razones:

La Ordenanza que se impugnó acordó la creación del Cuerpo de Bom-
beros del Distrito Metropolitano de Caracas, lo cual significó la integra-
ción de dos órganos administrativos que existían hasta entonces, a saber:
el  Cuerpo  de  Bomberos  del  antiguo  Distrito  Federal  y  el  Cuerpo  de
Bomberos del Este, en uno solo que cumplirá las mismas funciones en
este nuevo ente político-territorial: el Distrito Metropolitano de Cara-
cas. Ello implicó, como consecuencia, la transferencia de los funciona-
rios de los Cuerpos que resultaron integrados al nuevo (Artículo 2 de la
Ordenanza). De manera que existió, en principio, continuidad funciona-
rial de los funcionarios de los Cuerpos que fueron integrados. Y dice la
Sala en principio, pues la norma que se impugnó –artículo 50– estable-
ció la existencia de un Comité Técnico entre cuyas funciones estaba
(letra  d)  ‘realizar un proceso de calificación del personal al servi-
cio de la Mancomunidad Cuerpo de Bomberos del Este, con el ob-
jeto de seleccionar, de acuerdo con sus credenciales y méritos, al
personal a ingresar al Cuerpo de Bomberos del Distrito Metropoli-
tano de Caracas’. Este proceso no abarca a quienes habían sido miem-
bros del Cuerpo de Bomberos del antiguo Distrito Federal, porque ellos
ya habían sido transferidos al Distrito Metropolitano cuando éste susti-
tuyó, administrativamente, a la Gobernación del Distrito Federal.

Ahora bien, la exigencia que se impuso en ese proceso de calificación,
en el sentido de que no se considerarían elegibles ‘aquellos funciona-
rios que con anterioridad hubiesen sido excluidos de algún otro
Cuerpo de Bomberos por faltas disciplinarias’,  implica  una  modifi-
cación de las condiciones para la continuidad en el cargo que esos fun-
cionarios desempeñasen en la Mancomunidad Cuerpo de Bomberos del
Este, pues para el mantenimiento de su continuidad laboral se exige que
no hubiere sido sancionado disciplinariamente y expulsado de algún otro
140 PONENCIAS

cuerpo  de  bomberos antes  de  su  ingreso  al  Cuerpo de  Bomberos  del
Este. Ello implicó, respecto de los funcionarios que se encuentran en
ese supuesto de hecho, una evidente aplicación retroactiva, pues se está
afectando una situación jurídica que se consolidó con anterioridad –el
nombramiento del funcionario a pesar de haber sido objeto de alguna
sanción disciplinaria– y el derecho adquirido al cargo que desempeña al
momento de la creación del nuevo cuerpo de bomberos– y, en conse-
cuencia, el ejercicio de ese derecho adquirido se ve ahora supeditado a
un requisito nuevo que antes no se le exigió, con lo cual se modificó, a
futuro, la validez de dicho derecho adquirido.

No es, se insiste, que únicamente se establezcan consecuencias futuras
nuevas a hechos pasados, es que se está cuestionando y afectando la
condición de funcionario de quien, en su momento, cumplió todos los
requisitos que se exigían para ser titular del cargo y que ahora pierde
esa  condición  –y,  en  consecuencia,  su  derecho  que  había  adquirido–
porque no cumple con un requisito sobrevenido que no estaba precep-
tuado  en  aquella  oportunidad,  lo  cual  encuadra  en  la  segunda  de  las
hipótesis de aplicación retroactiva de la norma, que antes se señalaron.

(...)

Asimismo, considera la Sala que esa aplicación retroactiva de la nor-
ma que se impugnó comporta, además, un agravio al atributo temporal
del  principio de  legalidad  de las  sanciones, según  el  cual no  puede
haber delito ni sanción sin ley previa, tal como preceptúa el artículo
49, cardinal 6, de la Constitución de 1999. Principio que, si bien debe
respetarse en el ejercicio del poder punitivo penal, resulta plenamente
aplicable en el ámbito de las potestades administrativas sancionadoras
y disciplinarias, tal como señalara la Sala Político-Administrativa en
sentencias  de  1-10-1998  (caso:  Aníbal Ricardo Pirela Rodríguez),
de 10  de marzo de 1998  (caso: Moisés Miguel Domínguez Hernán-
dez) y en reciente sentencia de esta Sala N° 1212/23-6-2004. Así se
decide. En efecto, esta sanción de exclusión del Cuerpo de Bomberos
del Distrito Metropolitano de Caracas para los actuales miembros de
la Mancomunidad Cuerpo de Bomberos del Este, es posterior al hecho
que la genera, como lo es la circunstancia de haber sido excluidos –
necesariamente antes de su ingreso a este último– de algún otro cuer-
po de bomberos por faltas disciplinarias.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 141

En consecuencia, por cuanto la porción final del artículo 50, letra d), de
la Ordenanza del Cuerpo de Bomberos del Distrito Metropolitano de
Caracas, vulneró el artículo 24 de la Constitución de la República Boli-
variana de Venezuela, es forzosa su declaratoria de nulidad. Asimismo,
y de conformidad con el artículo 21 de la Ley Orgánica del Tribunal
Supremo de Justicia, la Sala fija los efectos de esta decisión hacia el
pasado, es decir, le otorga efectos ex tunc, y, en consecuencia, deja sin
efecto todas las actuaciones que se hubieren realizado con fundamento
en la norma que se anuló. Así se decide”.

Sentencia N°: 91.


Fecha: 02-03-05.
Demandante: Organización Programa Venezolano de Educación
Acción en Derechos Humanos.
Materia: Régimen Prestacional de empleo (Paro Forzoso).

Si bien es cierto que se eliminó la contribución de paro for-


zoso y, en consecuencia no puede ser objeto de cobro ni de
cotización, no es cierto que los beneficios que esas presta-
ciones suponían respecto del derecho a la seguridad social
en caso de cesantía laboral, hayan quedado desprotegidos,
pues el legislador los ha sustituido por una prestación sus-
tancialmente igual, como lo es el Régimen Prestacional de
Empleo. No obstante la Sala Constitucional declaró en omi-
sión a la Asamblea Nacional por la falta de regulación aca-
bada del Régimen Prestacional de Empleo en la Ley
Orgánica del Sistema de Seguridad Social, así como la falta
de sanción de la ley especial a la que remite la dicha Ley
Orgánica para la regulación de ese régimen prestacional.

Se declaró la ultra actividad del Decreto con Rango y Fuer-


za de Ley que Regula el Subsistema de Paro Forzoso y Ca-
pacitación Laboral, que fue publicado en la Gaceta Oficial
Nº 5.392 Extraordinario de 22 de octubre de 1999, y, por
ende, cautelarmente vigente a partir de esta sentencia y
hasta cuando la Asamblea Nacional ponga fin a la situación
de mora legislativa en los términos de este fallo.

“Mediante sentencia  de 24-3-04  (Caso: Otepi Consultores C.A.)  esta


Sala se pronunció acerca de algunas de las denuncias de la hoy deman-
142 PONENCIAS

dante; en concreto, en lo que se refiere a la pérdida de base legal y del
anclaje legal mínimo de la contribución especial de paro forzoso, como
consecuencia de que el artículo 138 de la Ley Orgánica del Sistema de
Seguridad Social derogó expresamente el Decreto con Rango y Fuerza
de Ley que Regula el Subsistema de Paro Forzoso y Capacitación La-
boral. Así, en esa oportunidad se estableció:

‘Dado que con la norma transcrita (artículo 138 Ley Orgánica del
Sistema de Seguridad Social) se produjo un vacío de regulación
respecto de los elementos integradores de la contribución especial
de Paro Forzoso, pues era, precisamente, el Decreto derogado el
que así los establecía, y visto que la Asamblea Nacional nada dis-
ciplinó al respecto, el cobro de dicha contribución, con posteriori-
dad al 30 de diciembre de 2002, y hasta que sea dictada una nueva
normativa con rango de ley que así los disponga, ha de reputarse
inconstitucional, en virtud del principio de legalidad tributaria,
reconocido por los artículos 317 de la Carta Magna, y 3 del Códi-
go Orgánico Tributario, así como una limitación arbitraria del de-
recho a la propiedad privada, consagrado en el artículo 115
Constitucional, el cual dispone que dicho derecho constitucional
estará sometido sólo ‘a las contribuciones, restricciones y obliga-
ciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o de inte-
rés general’ (negrillas de este fallo).

Por ello, apropiada fue la declaratoria del Tribunal Superior Quin-


to de lo Contencioso Tributario de la Circunscripción Judicial
del Área Metropolitana de Caracas, en el sentido de declarar que
el cobro del Paro Forzoso es inconstitucional, por ser una contri-
bución especial de seguridad social y, por ende, un tributo (cfr.
artículo 12 del Código Orgánico Tributario), así como una limita-
ción al derecho a la propiedad privada, no estipulados en un acto
con rango de ley’.

Como consecuencia de esa derogatoria incondicional que estableció la
Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social, dispuso la Sala, en esa
oportunidad, que mal puede pretenderse ahora la recaudación de la con-
tribución especial de paro forzoso, sin que con ello se violen o amena-
cen de violación los derechos de propiedad y legalidad tributaria, por
cuanto dicho tributo carece, en la actualidad, de base legal.

Ahora bien, la ausencia de regulación actual de esa contribución espe-
cial de paro forzoso no implica, en criterio de esta Sala, la existencia de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 143

una omisión legislativa que haya traído como consecuencia la despro-
tección de los principios de progresividad, seguridad jurídica e irrenun-
ciabilidad del derecho fundamental a la seguridad social, pues la nueva
Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social garantizó –aunque de
otra  manera  y  con  otra  denominación–  la  prestación  de  ayuda  a  los
trabajadores que quedaren cesantes o en situación de desempleo.

En  efecto, el  artículo 1  del  Decreto  con  Rango  y Fuerza  de Ley  que
Regula el Subsistema de Paro Forzoso y Capacitación Laboral disponía
lo siguiente:

‘Este Decreto-Ley regula el Sistema de Paro Forzoso y Capacita-


ción Laboral como uno de los Sistemas que conforman el Sistema
de Seguridad Social, el cual tiene por objeto amparar temporal-
mente al afiliado que, cumpliendo con los requisitos (...) quede ce-
sante, y garantizar los mecanismos necesarios que faciliten su
reinserción en el mercado de trabajo (...)’.

Por su parte, la Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social, si bien
derogó esta contribución de paro forzoso, creó el Régimen Prestacional
de Empleo, cuyo objeto lo establece el artículo 81 de la Ley:

‘Se crea el Régimen Prestacional de Empleo que tiene por objeto


garantizar la atención integral a la fuerza de trabajo ante las con-
tingencias de la pérdida de empleo y de desempleo, mediante pres-
taciones dinerarias y no dinerarias y también a través de políticas,
programas y servicios de intermediación, asesoría, información y
orientación laboral y la facilitación de la capacitación para la in-
serción al mercado de trabajo, así como la coordinación de políti-
cas y programas de capacitación y generación de empleo con
órganos y entes nacionales, regionales y locales de carácter públi-
co y privado, conforme a los términos, condiciones y alcances es-
tablecidos en la ley que regule el Régimen Prestacional de Empleo’.

En este mismo sentido, se lee del artículo 82 eiusdem lo siguiente:

‘El Régimen Prestacional de Empleo tendrá como ámbito de aplica-


ción la fuerza de trabajo ante la pérdida involuntaria del empleo,
en situación de desempleo, y con discapacidad como consecuencia
de accidente de trabajo o enfermedad ocupacional’.
144 PONENCIAS

El Régimen Prestacional de Empleo constituye, así, la garantía que esta-
blece  la  nueva  Ley  ante  la  contingencia  de  la  cesantía  del  trabajador,
garantía que sustituye en lo esencial al sistema de paro forzoso que fue
derogado, a través de prestaciones similares a las que preceptuaba ese
antiguo sistema. De manera que si bien es cierto que se eliminó la contri-
bución de paro forzoso y, en consecuencia, no puede, en modo alguno, ser
objeto de cobro ni cotización –lo que reitera esta Sala en esta oportuni-
dad– no es cierto que los beneficios que esa prestación suponía respecto
del derecho a la seguridad social en caso de cesantía laboral, hayan que-
dado desprotegidos, pues el legislador los ha sustituido por una prestación
sustancialmente igual, como lo es el Régimen Prestacional de Empleo. En
consecuencia, se reitera, no existe omisión legislativa ante la ausencia de
regulación actual de la prestación por paro forzoso, pues, para ello, se
reguló el Régimen Prestacional de Empleo. Así se decide.

Tampoco es cierto lo que alegó la parte demandante, en el sentido de
que exista un vacío legal en relación con ‘los porcentajes correspon-
dientes a las cotizaciones de patronos y trabajadores por concepto
de contribución especial al Régimen Prestacional de Empleo’, como
bien consideró el Ministerio Público en este juicio, tal supuesto sí consi-
gue regulación –aunque transitoria– en la nueva Ley.

En efecto, de conformidad con el artículo 84 de la Ley Orgánica del
Sistema de Seguridad  Social ‘el financiamiento del Régimen Presta-
cional de Empleo estará integrado por los recursos fiscales, las
cotizaciones obligatorias del Sistema de Seguridad Social, los re-
manentes netos de capital de la Seguridad Social y cualquier otra
fuente de financiamiento que determine la ley que regule el Régi-
men Prestacional de Empleo’.

El Régimen Prestacional de Empleo tiene entonces entre sus formas
de financiamiento las cotizaciones obligatorias a la seguridad social.
Tales cotizaciones, por su parte, consiguen su base legal en los artícu-
los 111 y siguientes de la Ley Orgánica del Sistema de Seguridad So-
cial, normas que establecen la obligación de ese cobro, su naturaleza
parafiscal,  el sujeto  pasivo de  la  obligación y  su base  contributiva.
Asimismo, y tal como señaló el Ministerio Público, la Ley sí estableció
en su régimen transitorio la fórmula de cálculo de tales cotizaciones
mientras se dictan las leyes de los regímenes prestacionales. Así, se
lee de su artículo 132 lo siguiente:
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 145

‘Hasta tanto se aprueben las leyes de los regímenes prestaciona-


les, el cálculo de las cotizaciones del Seguro Social Obligatorio se
hará tomando como referencia los ingresos mensuales que deven-
gue el afiliado, hasta un límite máximo equivalente a cinco (5) sa-
larios mínimos urbanos vigentes, unidad de medida que se aplicará
a las cotizaciones establecidas en la Ley del Seguro Social’.

Ahora bien, esa regulación transitoria del modo de cálculo de las cotiza-
ciones obligatorias al Seguro Social no se compadece con la falta de
regulación del  modo de otorgamiento transitorio de  las  prestaciones
relacionadas con el Régimen Prestacional de Empleo; en otros térmi-
nos, la nueva Ley únicamente reguló de manera programática el Régi-
men Prestacional de Empleo y no estableció cómo se otorgarán esas
prestaciones y beneficios sociales mientras se dicten las leyes es-
peciales o ‘leyes de los regímenes prestacionales’.

En efecto, la Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social es una Ley
marco y, por ello, su regulación respecto del Régimen Prestacional de
Empleo es genérica en lo que se refiere al efectivo otorgamiento de las
prestaciones correspondientes a los trabajadores cesantes. Así, se lee
del artículo 81 de la Ley lo siguiente: ‘La Ley que regule el Régimen
Prestacional de Empleo establecerá los mecanismos, modalidades,
condiciones, términos, cobertura y demás requisitos para la pres-
tación de los servicios’.

Esta omisión del legislador, mientras no se dicte la Ley especial del Régi-
men Prestacional de Empleo, resulta particularmente grave, si se toma en
cuenta, como alegó la demandante, que la Ley Orgánica del Sistema de
Seguridad Social derogó el Decreto con Rango y Fuerza de Ley que re-
gula el Subsistema de Paro Forzoso y Capacitación Laboral (artículo 138),
lo que implicó, no sólo la derogatoria –se dijo ya– de las cotizaciones y
cobros que, con fundamento en ella, se realizaban, sino también la presta-
ción efectiva de los servicios y beneficios a los trabajadores titulares de
ese derecho. Por tanto, hasta tanto no se dicte la ley que regule dicho
régimen prestacional, existirá, en la práctica, una interrupción de la pres-
tación de los servicios sociales ante la pérdida de la actividad laboral.

En este sentido, se observa una diferencia radical respecto del Régimen
Prestacional de Vivienda y Hábitat que también creó la Ley Orgánica del
Sistema de Seguridad Social, pues si bien su regulación es igualmente
programática, dicha Ley mantuvo en vigencia, y ‘hasta tanto se promul-
gue la ley que regule el Régimen Prestacional de Vivienda y Hábitat’
146 PONENCIAS

(artículo 133), el Decreto con Rango y Fuerza de Ley que regula el Sub-
sistema de Vivienda y Política Habitacional. De esta manera se aseguró
la continuidad en la efectiva prestación de ese beneficio social.

Se insiste, pues, que la mora del legislador nacional respecto de una
regulación suficiente de la materia a través de la propia Ley Orgánica
del Sistema de Seguridad Social o bien a través de la aprobación y pro-
mulgación de la Ley que regule el Régimen  Prestacional de Empleo,
implica que, mientras dicha ley no se dicte, se encuentra en suspenso y
sin posibilidad de ejercicio el derecho fundamental a la seguridad social
que reconoce el artículo 86 de la Constitución de 1999.

(...)

La omisión legislativa que se verifica en esta oportunidad implicaría,
además, el incumplimiento de los acuerdos internacionales que fueron
válidamente  suscritos  por  la  República,  que  recogen  el  derecho  a  la
seguridad social y establecen sus atributos esenciales. Así, el Convenio
Nº 102 relativo a la “Norma Mínima de la Seguridad Social’ de la Orga-
nización Internacional del Trabajo (OIT), cuya Ley aprobatoria se pu-
blicó  en  nuestro  ordenamiento  jurídico  en  Gaceta Oficial  Nº  2848
Extraordinario de 27 de agosto de 1981, recoge el contenido mínimo de
las  diferentes  prestaciones  que  conforman  el  derecho  a  la  seguridad
social y que los Estados Miembros se comprometen a asegurar. Con-
cretamente, en lo que se refiere a las Prestaciones de Desempleo (Par-
te IV del Convenio), establece el artículo 19 que: ‘Todo Miembro para
el cual esté en vigor esta parte del Convenio deberá garantizar a
las personas protegidas la concesión de prestaciones de desem-
pleo, de conformidad con los artículos siguientes de esta parte’,
artículos éstos que se refieren a los lineamientos generales de lo que
debe contener la contingencia que se cubre (artículo 20), las personas
protegidas (artículo 21), el modo de cálculo del pago de la prestación
(artículos 22 y 23) y la duración de la misma (artículo 24).

Asimismo, la ausencia de la legislación respecto de cuyo dictado está
en mora la Asamblea Nacional implicaría el incumplimiento del artículo
71  de  dicho  Convenio  Internacional,  en  relación  con  el  deber  de  los
Estados miembros de establecer –y mantener– un sistema de cotizacio-
nes o de impuestos que financie –y por ende garantice– el costo de las
prestaciones que se concedían en aplicación de ese Convenio.

(...)
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 147

De manera que la ausencia de desarrollo legislativo por parte del legis-
lador venezolano en relación con el régimen prestacional de empleo, por
cuanto trae como consecuencia inmediata la falta de cotización para el
financiamiento de la prestación del beneficio social en caso de desem-
pleo y, más grave aún, por cuanto implica la negación de otorgamiento
de dicha prestación a los beneficiarios, comporta la existencia de una
omisión legislativa que debe ser remediada, a través de la orden a la
Asamblea Nacional, para que ponga fin a esta situación y, en comple-
mento, mediante la toma de medidas que, preventiva y cautelarmente,
sopesen las consecuencias de tal abstención y eviten un indeseado in-
cumplimiento de obligaciones internacionales.

En consecuencia, esta Sala declara la omisión de la Asamblea Nacio-
nal, porque no ha dictado la Ley especial que regule el Régimen Presta-
cional de Empleo, pues, de conformidad con el artículo 336, cardinal 7,
constitucional y 5, cardinal 12, de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo
de Justicia, se trata de una inactividad normativa que impide el eficiente
ejercicio  de  derechos  fundamentales  (especialmente  el  derecho  a  la
seguridad social) y, en consecuencia, el cumplimiento de la Constitu-
ción. Así se declara.

Asimismo, si bien la Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social no
preceptúa un plazo determinado para que se dicten las leyes de los regí-
menes prestacionales especiales, considera la Sala que, a más de año y
medio de la entrada en vigencia de la referida Ley orgánica, se ha pro-
longado en exceso el tiempo que razonablemente ameritaría la aproba-
ción y promulgación de tales leyes, fundamentalmente, y para lo que en
este  caso  se  refiere,  de  la  Ley  del  Régimen  Prestacional  de  Empleo,
que  es  la  que  en  la  actualidad  carece  de  régimen  transitorio  para  la
prestación de dicho beneficio.

En este sentido, y en atención a los argumentos que al respecto expuso
el Ministerio Público, observa la Sala que no todas las obligaciones le-
gislativas tienen un plazo expresamente establecido para su cumplimiento,
caso en el cual estaríamos ante el máximo nivel de concreción respecto
del cuándo de la obligación. En muchos casos, en ausencia de un plazo
específico, será el arbitrio del juez el que determinará, a través del cri-
terio de razonabilidad y racionalidad, si la inercia legislativa se ha exce-
dido o no del tiempo razonable que amerita el cumplimiento del precepto
constitucional del que se trate.
148 PONENCIAS

En consecuencia, esta Sala declara que la falta de regulación acabada
del Régimen Prestacional de Empleo en la Ley Orgánica del Sistema de
Seguridad Social, así como la falta de sanción de la ley especial a la que
remite dicha Ley Orgánica para la regulación de ese régimen prestacio-
nal, constituye una omisión violatoria del Texto Fundamental a la que
debe dársele pronta terminación”.

Como medida cautelar se declaró lo siguiente:

“Asimismo, se ACUERDA medida cautelar innominada mediante la cual
se suspenden los efectos del artículo 138 de la Ley Orgánica del Siste-
ma de Seguridad Social y, en consecuencia, se declara la ultra actividad
del Decreto con Rango y Fuerza de Ley que Regula el Subsistema de
Paro Forzoso y Capacitación Laboral, que fue publicado en la Gaceta
Oficial Nº 5.392 Extraordinario de 22 de octubre de 1999, y, por ende,
cautelarmente vigente a partir de esta sentencia y hasta cuando la Asam-
blea Nacional ponga fin a la situación de mora legislativa en los térmi-
nos de este fallo”.

Sentencia N°: 97.


Fecha: 02-03-05.
Demandante: Banco Industrial de Venezuela.
Materia: Inadmisibilidad de demandas por incompetencia.
Omisión de control difuso de la constitucionalidad.

Con motivo de una solicitud de revisión se determinó que


no puede declararse la inadmisibilidad de una demanda por
razón de incompetencia sin que con ello se debilite el con-
tenido esencial del derecho de acceso a la Justicia y, en
definitiva, el derecho a tutela judicial eficaz.

“La Sala pasa a pronunciarse sobre la solicitud de revisión del fallo que
emitió la Sala Político-Administrativa el 19 de diciembre de 2002, para
lo cual comienza por el análisis de la decisión cuya revisión se requirió y
observa  que  la  misma  declaró  inadmisible  el  recurso  contencioso  de
nulidad que intentó el ahora solicitante de revisión, con fundamento en
el artículo 84.2 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia,
entonces  vigente, esto  es  por la  consideración de  que  la demanda  se
incoó ante un tribunal incompetente.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 149

Ahora bien, la decisión objeto de revisión se apartó de la interpretación
que ha hecho esta Sala Constitucional sobre el derecho constitucional a
la obtención de una tutela judicial efectiva, acceso a la justicia y princi-
pio pro actione, según los cuales todo ciudadano tiene derecho a acce-
der a la justicia, al juzgamiento con las garantías debidas, a la obtención
de una sentencia cuya ejecución no sea ilusoria y a que los requisitos
procesales se interpreten en el sentido más favorable a la admisión de
las pretensiones procesales.

En  efecto,  esta  Sala  ha  señalado  que  el  principio  pro actione  forma
parte del núcleo esencial de los derechos fundamentales a la tutela judi-
cial eficaz y al debido proceso.

(...)

El alcance del principio pro actione (a favor de la acción) ha sido obje-
to de un sistemático tratamiento por parte de esta Sala. La conclusión
que se puede extraer de las decisiones que han considerado el tema, es
que las condiciones y requisitos de acceso a la justicia no deben imposi-
bilitar o frustrar injustificadamente el ejercicio de la acción a través de
la cual se deduce la pretensión, toda vez que ‘el propio derecho a la
tutela judicial efectiva garantiza la posibilidad de ejercicio efi-
ciente de los medios de defensa, así como una interpretación de los
mecanismos procesales relativos a la admisibilidad que favorezca
el acceso a los ciudadanos a los órganos de justicia’  (s.S.C.  Nº
1.064 del 19-09-00).

Esta Sala ha señalado que el derecho al debido proceso comprende el
acceso a la justicia, al juzgamiento con las debidas garantías y a la eje-
cución del fallo;...

(...)

Ciertamente,  esta  Sala  estima  que  es  contrario  al  artículo  26  de  la
Constitución que la Sala Político-Administrativa declare inadmisible
una  demanda  y  ordene  el  archivo  del  expediente  cuando  considere
que no es el tribunal con competencia para su conocimiento, pues de
ese modo, dicha decisión se estaría fundamentando en una interpreta-
ción literal del entonces artículo 84, cardinal 2 de la Ley Orgánica de
la Corte Suprema de Justicia (hoy reproducido en el artículo 19, pá-
rrafo 6 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia) que no
150 PONENCIAS

toma en cuenta los criterios de esta Sala que antes fueron expuestos
en relación con el favorecimiento al derecho de acceso a la justicia, al
derecho a la acción y, en definitiva, con la absoluta garantía del dere-
cho a la tutela judicial efectiva.

En abundancia, esta Sala recuerda que es una máxima en Derecho Pro-
cesal  que  la  competencia  es  requisito  esencial  para  la  resolución  de
fondo del asunto, no así para su tramitación, de manera que mal puede
declararse la inadmisibilidad de una demanda por razón de la incompe-
tencia sin que con ello se enerve el contenido esencial del derecho al
acceso a la justicia y, en definitiva, el derecho a la tutela judicial eficaz.

Incluso, considera la Sala que la aplicación literal de la referida norma
jurídica implicaría una indebida desigualdad procesal y una indeseable
inseguridad jurídica. Desigualdad procesal e inseguridad jurídica por-
que, en el marco de un proceso judicial y ante un supuesto de hecho en
concreto –la incompetencia del tribunal ante el cual se interpuso la cau-
sa–, se producirían dos soluciones jurídicas distintas: la declaratoria de
incompetencia y consecuente declinatoria, o bien la declaratoria de in-
admisibilidad, según el proceso se rigiese por el Código de Procedimien-
to Civil (artículos 69 y 75 de dicho Código) o bien por la normativa de la
entonces Ley  Orgánica de la Corte Suprema de Justicia (artículo 84,
cardinal 2), ahora Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia (artí-
culo 19, párrafo 6), lo que, en definitiva, arroja una dicotomía de solu-
ciones  jurídicas  frente  a  un  mismo  supuesto  fáctico  que  reflejan  la
necesaria incompatibilidad de alguna de ambas en relación con el dere-
cho de acceso a la justicia y el principio pro actione, ante lo cual debe
prevalecer, con fundamento en los precedentes de esta Sala que antes
se citaron, la solución que otorga la norma procesal civil.

De manera que no existen dudas para esta Sala Constitucional de que,
en este caso, si bien la decisión se fundó en el artículo 84.2 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, entonces vigente, tal disposi-
ción debió ser desaplicada –vía control difuso– ante la existencia de
una norma de rango constitucional que garantiza de manera expresa el
acceso de toda persona a los órganos de administración de justicia”.

Los jueces, como garantes de la integridad de la constitu-


ción, aplicarán el control difuso a aquellas normas legales o
sublegales que contraríen derechos constitucionales y, cual-
quier omisión en ese sentido, puede ser objeto de revisión
por la Sala Constitucional.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 151

“En efecto, en el marco del sistema de justicia constitucional venezola-
no, todo juez de la República es juez constitucional en tanto que está en
la obligación de asegurar la integridad de la Constitución (artículo
334 de la Constitución) y, fundamentalmente, porque para el cumpli-
miento de esa finalidad, se le otorga –entre otros instrumentos– la po-
testad de ejercicio del control difuso de la constitucionalidad, en atención
al cual ‘(e)n caso de incompatibilidad entre esta Constitución y una
ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitu-
cionales, correspondiendo a los tribunales en cualquier causa, aun
de oficio, decidir lo conducente’ (artículo  334 eiusdem).  Control  di-
fuso de la constitucionalidad que no es una facultad de los jueces de la
República,  sino  una  verdadera  potestad  que,  por  esencia,  implica  un
poder-deber que no sólo puede  ejercerse, sino que, además, debe ser
ejercido en interés ajeno al propio beneficio de su titular, esto es, se
ejerce en protección del interés general, lo que, en el caso concreto, se
traduce en su ejercicio en aras de la obligación general de ‘asegurar la
integridad de la Constitución’.

En atención a lo anterior, esta Sala Constitucional, en su condición de
máxima cúspide de la jurisdicción constitucional, en caso de que deter-
mine que una decisión judicial de otro juez de la República contraría sus
interpretaciones vinculantes sobre el contenido o alcance de las normas
y principios constitucionales, en los términos del artículo 335 de la Cons-
titución, puede, en vía de revisión, establecer el incumplimiento por omi-
sión del deber de ejercicio del control difuso de la constitucionalidad de
normas legales. En otros términos, la potestad que a esta Sala otorga el
artículo 336, cardinal 10 de la Constitución, de revisión de las ‘senten-
cias de control de constitucionalidad de leyes o normas jurídicas
dictadas por los Tribunales de la República’ procede, no sólo frente
al exceso de ejercicio del control difuso de la constitucionalidad o de su
errado ejercicio sino, además, ante el defecto o ausencia de éste cuan-
do el Juez debió desaplicar una norma y no lo hizo, especialmente si ha
debido hacerlo para el acatamiento de alguna interpretación vinculante
de esta Sala. Así se decide”.
152 PONENCIAS

Sentencia N°: 101.


Fecha: 02-03-05.
Demandante: Cornelio García Parra.
Materia: Amparo constitucional: Admisibilidad de preten-
siones contra  omisiones. Procesal penal. Recur-
sos de Apelación y  nulidad no  son vías  idóneas
para la impugnación de conductas negativas.

Recursos como los de apelación y de nulidad sólo pueden


ser interpuestos contra conductas activas, tal como se de-
duce claramente del artículo 432 del Código Orgánico Pro-
cesal Penal.

“En la presente causa,  el accionante demandó el amparo a su derecho
fundamental a la libertad personal, cuya lesión atribuyó a la Jueza Cuarta
del Tribunal de Juicio del Circuito Judicial Penal del Estado Portuguesa.
El a quo decidió que la pretensión de tutela en sede constitucional era
inadmisible, por cuanto el actual demandante disponía de un medio judi-
cial preexistente, cual era la solicitud de revisión de la medida cautelar
privativa de libertad a la cual se encontraba sometido, para el momento
del ejercicio de la acción de amparo. Para el fallo, esta Sala observa:

1.1 De acuerdo con el párrafo del escrito de demanda de amparo que
reprodujo el a quo, se infiere que la conducta que el actual demandante
denunció como violatoria de sus derechos fundamentales es de natura-
leza omisiva. Así las cosas, resulta claro que, contra dicha conducta, el
supuesto agraviado de autos no disponía de otro medio sino el amparo,
para el planteamiento de su queja constitucional, tal como, de manera
reiterada y consistente, ha proclamado y sostiene esta Sala, pues resul-
ta obvio que recursos como los de apelación y de nulidad sólo pueden
ser  interpuestos  contra  conductas  activas,  tal  como  se  deduce  clara-
mente del artículo 432 del Código Orgánico Procesal Penal. Con base
en las anteriores consideraciones, concluye esta juzgadora que erró la
primera instancia constitucional cuando, con base en los fundamentos
que expresó en su decisión, decretó la inadmisibilidad, en el presente
caso, de la acción de amparo, con fundamento en el artículo 6.5 de la
Ley Orgánica de Amparo  sobre Derechos y Garantías  Constituciona-
les. Así se declara.

1.2 Por otra parte, en la sentencia de la cual hoy conoce, en consulta,
esta Sala, se estableció, en principio, el carácter confuso e incoherente
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 153

del  escrito  de  demanda  que  encabeza  las  presentes  actuaciones,  aun
cuando, luego, de manera evidentemente contradictoria, estableció que,
del  mismo,  “se evidencia con meridiana claridad que lo por él (el
actual accionante. Nota de la Sala) pretendido es el otorgamiento de
la libertad...” (Resaltado actual, por la Sala). Del examen que ha rea-
lizado sobre el predicho instrumento, esta Sala concluye que, en efecto,
en el mismo existen serias deficiencias gramaticales y de concordancia,
escasa claridad en la narración de los hechos que dieron lugar al ejerci-
cio de la acción de amparo, falta de relación lógica entre los fundamen-
tos de la pretensión y el contenido sustancial de la petición de tutela, de
lo cual se concluye que, en definitiva, el precitado escrito resulta oscuro
y difícilmente inteligible. No obstante, si tal oscuridad ya había sido ex-
presada por la primera instancia, el efecto jurídico de tal apreciación no
debió ser la inmediata declaración de inadmisibilidad de la acción de
amparo, sino la exigencia de aclaración, con cargo a dicha parte, del
contenido del escrito mediante el cual expresó su pretensión de tutela;
ello, de acuerdo con los artículos 8 y 19 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales. Así se declara”.

Sentencia N°: 266.


Fecha: 16-03-05.
Demandante: Carlos  Herrera.
Materia: Nulidad de los artículos 10 y 16 de la Ordenanza
sobre Tarifas de los Servicios de Aseo Urbano y
Domiciliarios en el Municipio Libertador del Dis-
trito Federal.

Nulidad de Ordenanzas. Derecho de asociación. Derecho a


la libertad económica. Derecho de propiedad. Principio de
proporcionalidad de las sanciones administrativas. Presta-
ción del servicio de aseo urbano y domiciliario. El derecho
constitucional de asociación tiene dos vertientes: una po-
sitiva, que permite a los particulares asociarse entre sí, y
otra negativa, conforme a la cual los particulares tienen el
derecho a no asociarse en contra de su voluntad. El ejerci-
cio de ese derecho puede encontrar limitaciones legales
en cualquiera de sus dos vertientes. Las Ordenanzas –en
tanto Leyes municipales– pueden también restringir el ejer-
cicio de la libertad económica, dentro del ámbito de com-
petencia de los Municipios. Las sanciones administrativas
154 PONENCIAS

no pueden ser discriminatorias, confiscatorias de la pro-


piedad o desproporcionadas con relación al perjuicio cau-
sado. La prestación del servicio de aseo urbano y
domiciliario puede realizarse en ejecución del derecho cons-
titucional de libertad económica, cuyo ejercicio quedará
restringido según lo que disponga la Ordenanza respecti-
va, especialmente para que el Municipio asegure la eficaz
prestación de ese servicio, en cumplimiento de los manda-
tos positivos que derivan de la cláusula del Estado Social
de Derecho.

“Observa esta Sala que el derecho de asociación, que recogió el artícu-
lo 52 de la Constitución, tiene dos vertientes. Una positiva, que permite
a los particulares asociarse entre sí; otra negativa, conforme a la cual
los particulares tienen el derecho a no asociarse en contra de su volun-
tad. El ejercicio de ese derecho constitucional, como admite la propia
norma, puede, sin embargo, encontrar limitaciones en la Ley, respecto
de cualquiera de sus dos vertientes. Ello es lo que ocurre en este caso,
desde que, efectivamente, estima esta Sala que el artículo 10 de la Or-
denanza Sobre Tarifas de Aseo Urbano y Domiciliario en el Municipio
Libertador del Distrito Federal obliga a los habitantes de las ‘unidades
de vivienda’  en edificios destinados a vivienda y bajo  el régimen de
propiedad horizontal, a asociarse, sólo en el sentido de que el gasto por
la presentación del servicio de aseo urbano y domiciliario podrá ser con-
siderado, a juicio del prestador del servicio, como un gasto común. Lo
anterior, en todo caso, constituye únicamente una restricción legal al
derecho de  asociación que, en  modo alguno, puede  entenderse como
violación de índole constitucional de ese derecho.

Estima la Sala que no resulta necesariamente contrario a la Constitu-
ción, la imposición por la Ley de restricciones al ejercicio de derechos
fundamentales, desde que, precisamente, el propio constituyente aceptó
la posibilidad de que el Legislador ordene y limite el ejercicio de esos
derechos. La violación a la Constitución sólo se producirá cuando la
Ley viole el contenido esencial del derecho, esto es, cuando lo desnatu-
ralice o cuando imponga limitaciones desproporcionadas o arbitrarias.

(...)

El análisis del artículo 10 que se impugnó lleva a la conclusión de que la
limitación legal al derecho de asociación no viola el contenido esencial del
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 155

derecho de asociación, por un lado, porque sólo se exige esa asociación
para el pago de la tasa que establece la Ordenanza Sobre Tarifas de Aseo
Urbano y Domiciliario en el Municipio Libertador del Distrito Federal y,
por el otro, por cuanto tal asociación sólo opera frente a quien presta ese
servicio, para el cobro de esa tasa, lo cual deja a salvo la posibilidad de
que los habitantes, de las que se denominan ‘unidades de vivienda’, dis-
pongan mecanismos de distribución interna del pago total que se efectúe
por aquella tasa, la cual se cataloga como gasto común en la Ordenanza–
a través de los mecanismos que rigen la propiedad horizontal.

Además,  tampoco  estima  esta  Sala  que  la  restricción  que  se  deriva
del artículo 10 sea desproporcionada o arbitraria; por el contrario, en-
tiende que el artículo en cuestión establece un mecanismo que permi-
te el incremento de la eficacia en el cobro del servicio de aseo urbano
y domiciliario, mecanismo que, como se vio, no impide a los habitantes
de las ‘unidades de vivienda’ la distribución interna del gasto común
en  la  forma  que  estimen  conveniente.  Por  lo  tanto,  se  desestima  la
denuncia de nulidad que se planteó respecto del artículo 10 de la Or-
denanza. Así se decide.

(...)

Estima esta Sala que, ciertamente, la libertad económica se encuentra
sujeta a diversas restricciones, en lo que respecta a la  prestación del
servicio de aseo urbano y domiciliario, conforme a lo que dispone la Ley
Orgánica de Régimen Municipal y la Ordenanza Sobre Tarifas de Aseo
Urbano y Domiciliario en el Municipio Libertador del Distrito Federal;
aun cuando esas Leyes, e incluso, y de manera indirecta, la propia Cons-
titución en su artículo 156, cardinal 29, califican a esa actividad como
servicio público, ello en modo alguno implica la negación absoluta del
derecho de libertad económica.

Ya esta Sala aclaró, por un lado, que no toda actividad que se catalogue
como servicio público se encuentra reservada al Estado (sentencia Nº
2436 de 29 de agosto de 2003, caso: Arnaldo González S.) y, por otro
lado, que la configuración estricta o tradicional del servicio público debe
limitarse a aquellas actividades que por Ley Orgánica han sido reserva-
das  al  Estado  (sentencia  Nº  825  de  6  de  mayo  de  2004). Además  de
ello, ya esta Sala Constitucional señaló que la ordenación jurídica de los
llamados servicios públicos domiciliarios puede ser efectuada por los
Municipios en promoción de la libre competencia, la cual es uno de los
156 PONENCIAS

valores del ordenamiento socioeconómico, según el artículo 299 consti-
tucional (sentencia Nº 1563 de 13 de diciembre de 2000, caso: Alcalde
del Distrito Metropolitano de Caracas).

En consecuencia, estima la Sala que la prestación del servicio de aseo
urbano y domiciliario puede realizarse en ejecución del derecho consti-
tucional de libertad económica, cuyo ejercicio quedará restringido se-
gún lo que disponga la Ley, y en particular, la Ordenanza Sobre Tarifas
de Aseo Urbano y Domiciliario en el Municipio Libertador del Distrito
Federal, especialmente para que el Municipio asegure la eficaz presta-
ción de ese servicio, en cumplimiento de los mandatos positivos que
derivan de la cláusula constitucional del Estado Social de Derecho.

En este caso, tanto la parte actora como los terceros intervinientes con-
sideraron que se lesionó su derecho a la libertad económica como con-
secuencia de la violación del principio de reserva legal, en atención a lo
que dispone el cardinal 32 del artículo 156 de la Constitución, desde que
la  afectación  de  esa  libertad  sólo  puede  hacerse  mediante  Leyes  del
Poder Nacional.

Al respecto, esta Sala reitera el criterio que sostuvo en anteriores opor-
tunidades en el sentido de que las Ordenanzas –en tanto Leyes dictadas
por el Poder  Municipal– pueden también restringir el  ejercicio  de la
libertad económica, dentro del ámbito de competencia de los Municipios
que define el artículo 178 eiusdem. Así lo estableció en fallo N° 2641 de
01  de  octubre de  2003  (caso: Inversiones Parkimundo C.A.)  (...).

No puede, en consecuencia, prosperar la denuncia que se efectuó, des-
de que, en este caso,  las restricciones  a la prestación del servicio de
aseo urbano y domiciliario están contenidas, precisamente, en una nor-
mativa con rango de Ley, como es la Ordenanza Sobre Tarifas de Aseo
Urbano y Domiciliario en el Municipio Libertador del Distrito Federal.
Además, se observa que la regulación jurídica de la actividad de aseo
urbano y transporte, en lo que atañe a las condiciones propias de cada
Municipio, es competencia del Poder Municipal, a tenor de lo que dispo-
ne, expresamente, el cardinal 4 del artículo 178 de la Constitución. Todo
lo anterior fundamenta la desestimación de la denuncia de violación del
derecho de libertad económica. Así se decide.

3. Por último, se alegó la violación al derecho de propiedad y al derecho
a la libertad económica en atención a la sanción que preceptúa el ar-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 157

tículo 16 de la Ordenanza sobre Tarifas del Servicio de Aseo Urbano y
Domiciliario del Municipio Libertador del Distrito Federal, concretamen-
te, de cierre inmediato del establecimiento deudor ante la falta de pago
oportuno de la tasa. Observa esta Sala, que ciertamente, ambos dere-
chos fundamentales se encuentran indebidamente lesionados por la nor-
ma cuya nulidad se solicitó, esto es, el artículo 16 de la Ordenanza.

Así, la norma en cuestión, que antes se transcribió, establece que ‘...la
falta de pago de la tasa dentro del período voluntario señalado en
el mismo artículo, dará lugar al cierre de los establecimientos co-
merciales, industriales, artesanales, de oficina o de servicios y, en
general a los inmuebles con cualquier uso de los definidos como
uso especial o de uso distinto del residencial...’,  sanción  cuya  apli-
cación  se  mantendrá  ‘hasta tanto se efectúe el pago del monto total
adeudado y de los intereses correspondientes’.  De  manera  que  la
norma impone, como sanción, el cierre del establecimiento comercial
(lato sensu) como consecuencia de la falta de pago de la tasa relativa a
la prestación del servicio público de aseo urbano, sanción que, además,
se mantendrá indefinidamente en el tiempo, hasta cuando se pague to-
talmente el monto adeudado por esa razón.

En criterio de esta Sala, se trata de una restricción excesiva y despro-
porcionada, que exorbita los límites de las restricciones que, por causa
de interés general, pueden imponerse al ejercicio de dichos derechos
fundamentales; limitación excesiva que deviene en violación al conteni-
do esencial del derecho a la libertad económica, pues impide completa-
mente el ejercicio mismo de esa libertad y, por ende, en violación al
derecho de propiedad; en otros términos, el precepto no sólo establece
restricciones que dificulten o hagan más oneroso el ejercicio de la acti-
vidad económica de que se trate, sino que lo proscribe totalmente y de
manera indefinida, aunque temporal.

(...)

Ese principio de proporcionalidad entre la sanción –el cierre del esta-
blecimiento– que dispone la Ordenanza y el fin perseguido –el pago de
la prestación del servicio–, no se cumplió en este caso, sino que se trató
de una desmedida restricción al ejercicio de actividades económicas y
comerciales, de lo que devino una inconstitucional violación a ese dere-
cho y al derecho de propiedad por parte de la norma que se impugnó.
158 PONENCIAS

En consecuencia, estima la Sala parcialmente la pretensión de nulidad
que se planteó en este juicio, y declara la nulidad parcial del artículo 16
de la Ordenanza sobre Tarifas del Servicio de Aseo Urbano y Domici-
liario en el Municipio Libertador del Distrito Federal, concretamente su
encabezado y parágrafo primero, en lo que se refiere a la sanción en
cuestión. Así se decide”.

Sentencia N°: 267.


Fecha: 02-03-05.
Demandante: Iván Alexis Tovar.
Materia: Amparo constitucional. Artículo 19 LOADGC, la
decisión que ordena la corrección del libelo debe
ser motivada.

La decisión a la cual se refiere el artículo 19 de la Ley Or-


gánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitu-
cionales debe ser motivada, en el sentido de que, en la
misma, el Juez debe indicar cuál o cuáles partes de la soli-
citud de amparo son oscuras o cuál o cuáles son los requi-
sitos del artículo 18 eiusdem que no fueron satisfechos por
el accionante.

“De acuerdo con los artículos 243.4 y 244 del Código de Procedimien-
to Civil, y 173 del Orgánico Procesal Penal –aplicables, como normas
supletorias, al presente proceso, de conformidad con el artículo 48 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales–, las decisiones deben ser fundadas, so pena de nulidad, salvo
que se trate de autos de mera sustanciación. Según una lógica inter-
pretación del artículo 19 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, la decisión a la cual se refiere dicha
disposición legal debe ser motivada, en el sentido de que, en la misma,
el Juez debe indicar cuál o cuáles partes de la solicitud de amparo son
oscuras o cuál o cuáles son los requisitos del artículo 18 eiusdem que
no fueron satisfechos por el accionante, porque sólo así puede enten-
derse que el accionante ha quedado enterado respecto de las correc-
ciones o subsanaciones que el Tribunal estime pertinentes y las mismas,
por tanto, puedan serle exigibles. En el caso del pronunciamiento que
se  examina  en  el  presente  aparte,  se  observa  que,  en  el  mismo,  la
Jueza se limitó a la expedición de una orden de subsanación, sin seña-
lamiento de los defectos que, según el criterio de dicha jurisdicente,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 159

justificarían dicho mandamiento. Se concluye, entonces, que, por ra-
zón de su inmotivación, la referida actuación jurisdiccional adolece de
un  vicio de  inmotivación que  debe dar  lugar  a la  declaración de  su
nulidad, de conformidad con el artículo 179 del Código Orgánico Pro-
cesal Penal. Adicionalmente, concluye esta sentenciadora que la pre-
dicha decisión es violatoria de los derechos fundamentales del quejoso
de autos a la tutela judicial eficaz que reconoce el artículo 26 de la
Constitución, a la defensa y a ser oído, los cuales, como manifestación
específica del debido proceso, establecen los cardinales 1 y 3 del artí-
culo 49 eiusdem, razón por la cual la predicha nulidad debe ser decla-
rada, aun de oficio, por la Sala, según lo establece el artículo 195 del
Código Orgánico Procesal Penal. Así se decide”.

Sentencia N°: 424.


Fecha: 06-04-05.
Demandante: Miguel Ángel Gómez Oramas.
Materia: Desaplicación  de normas por control difuso. La
pena de sujeción a la autoridad civil. Falso supuesto
de inconstitucionalidad.

Constituye un errado control de la constitucionalidad, la


desaplicación, por control difuso, de la pena accesoria de
sujeción a la vigilancia de la autoridad civil que disponen
los artículos 13.2 y 22 del Código Penal, por cuanto el ad-
ministrador de justicia partió de un falso supuesto de in-
constitucionalidad que afectaría a las normas legales que
fueron desaplicadas.

“En  el  caso  bajo  examen,  el  precitado  Juez  Primero  de  Ejecución  del
Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas, remitió a esta
Sala los fallos por los cuales declaró la inaplicabilidad de la pena acceso-
ria de sujeción a la vigilancia de la autoridad civil que disponen los artícu-
los 13.2 y 22 del Código Penal, bajo la consideración de su desuso, así
como de sus efectos discriminatorios, infamantes y violatorios a los dere-
chos y garantías constitucionales del ciudadano Miguel Ángel Bejarano
Reyes. Dicha remisión obedeció a la revisión de las sentencias de control
de la constitucionalidad sobre las decisiones de los Tribunales de la Repú-
blica, que discrecionalmente efectúa esta Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, de conformidad con los artículos 336, cardinal 10 de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y 5.16 de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia.
160 PONENCIAS

Para su decisión, la Sala estima pertinente la expresión de las siguientes
consideraciones:

1.1 Los artículos 13.3º y 22 del Código Penal disponen:

(...)

1.2 El actual solicitante, Juez Primero de Ejecución del Circuito Judicial
Penal del Área Metropolitana de Caracas inaplicó los artículos que fue-
ron  transcritos,  que  se  refieren  a  la  pena  accesoria  de  sujeción  a  la
vigilancia de la autoridad civil del Municipio donde resida o transite, por
cuanto estimó que dicha sanción está en desuso y es, además, denigran-
te y discriminatoria, que atenta contra los derechos a la igualdad y a la
protección del honor y la dignidad del penado.

1.3 El enjuiciamiento penal y la eventual imposición de la correspon-
diente sanción, a través de la sentencia condenatoria firme, gozan de
indudable legitimidad constitucional, por lo menos implícita, la cual deri-
va de  las diversas normas  que, tanto en  la Constitución como  en los
instrumentos internacionales que han sido suscritos y ratificados por la
República, vg. Convención Americana sobre Derechos Humanos, esta-
blecen garantías como el derecho a la defensa, a la libertad personal, la
presunción de inocencia, el principio de legalidad de los delitos y de las
penas, las cuales, en integración con los conceptos del debido proceso y
la tutela judicial efectiva, tienen como propósito, justamente, el asegu-
ramiento del respeto a derechos humanos fundamentales de las perso-
nas a quienes se les impute, en juicio, la comisión de alguna infracción
de naturaleza penal. Así las cosas, el efecto de estigmatización que de-
nunció el actual solicitante puede derivar, no sólo de la ejecución de la
pena accesoria de sujeción a la vigilancia de la autoridad, sino del mis-
mo enjuiciamiento, así como de la imposición de otras sanciones que
traducen una mayor connotación social; tal es el caso de las penas cor-
porales  de  presidio  o  prisión. Se  concluye,  entonces,  que  el  referido
efecto viene a ser una consecuencia necesaria o inevitable de la aplica-
ción de normas jurídicas cuya legitimidad constitucional es indiscutible,
como  se  acaba  de  afirmar,  de  suerte  que  si,  en  efecto,  como  conse-
cuencia del sometimiento a proceso penal y de la eventual condena, una
persona puede sufrir un menoscabo en la consideración social que ella
merece o cree merecer, tal perjuicio no es, en manera alguna, ilegítimo.
La inteligencia de lo contrario obligaría al absurdo de la desaplicación,
en general, de las normas penales, sustantivas y procesales, cuya legiti-
midad deriva de la misma Constitución, porque, como se afirmó ante-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 161

riormente, el mero conocimiento público de la apertura y desarrollo de
un proceso penal contra una persona y, eventualmente, la condena de
ésta –a penas, incluso distintas de la sujeción a la vigilancia de la auto-
ridad–, son susceptibles de conllevar una percepción social anticipada
de culpabilidad del procesado.

1.4 La pena de sujeción a la vigilancia de la autoridad es, como ya ha
dicho esta Sala, una pena no corporal accesoria a las restrictivas de la
libertad de presidio y prisión y tiene un propósito preventivo. En el caso
específico de la primera de las penas corporales que fueron citadas, el
término de vigencia de la referida accesoria es el equivalente a un cuar-
to  del de  la  referida  pena  principal. La  ejecución  de dicha  accesoria
comienza luego del cumplimiento de la pena principal correspondiente e
implica, según el texto del artículo 22 del Código Penal, la obligación,
para el penado, de dar cuenta, a la competente autoridad civil del Muni-
cipio donde resida o por donde transite, respecto de sus salidas y llega-
das a las respectivas demarcaciones.

1.5 En lo que atañe al primero de los fundamentos que se expresó, para
la desaplicación de las predichas normas del Código Penal, esto es, que
se trataba de normas en desuso, debe la Sala advertirle al actual solici-
tante que, de conformidad con los artículos 218 y 334, de la Constitu-
ción, y 7 del Código Civil, las leyes sólo se extinguen mediante derogación
por otras leyes, por abrogación mediante referéndum (salvo las excep-
ciones  que  establece  la  misma  Ley  Máxima,  como  es  el  caso  de  su
artículo 74), o nulidad declarada por esta Sala Constitucional, de acuer-
do con los artículos 334 de la Constitución y 5.6 de la Ley Orgánica del
Tribunal Supremo de Justicia (equivalente, salvo en lo que toca a la Sala
competente, al 42 de la derogada Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia). Con base en la afirmación que antecede, concluye la Sala que
la decisión que es objeto de la presente revisión contiene, por razón de
la antes referida motivación, una relación de manifiesta antinomia con
la Constitución, lo cual debe conducir a la declaración de nulidad de
dicho fallo, con arreglo al artículo 5.9 de la Ley Orgánica del Tribunal
Supremo de Justicia. Así se declara.

1.6 Esta Sala, en reiteradas oportunidades (vide sus sentencias Nos 2442
del 1º de septiembre de 2003, 3079 del 4 de noviembre de 2003, 3509 del
16 de diciembre del 2003, entre otras), ha determinado el carácter de la
pena accesoria de sujeción a la vigilancia de la autoridad civil y afirmado
su criterio respecto de la supuesta violación de los derechos a la dignidad
humana,  a  la  protección  del  honor  y reputación  y  a  la  igualdad,  en  el
162 PONENCIAS

marco de la aplicación de dicha pena accesoria. Así, la Sala en su predi-
cho fallo N° 2442, del 1º de septiembre de 2003, precisó lo siguiente:

‘La Sala considera que, resulta importante por tanto, establecer


algunos alcances sobre lo que se entiende por cada uno de estos
derechos, y diferenciar ambos conceptos del honor, pues son térmi-
nos que se emplean frecuentemente de manera conjunta debido,
precisamente, a que se encuentran estrechamente relacionados.

Desde esta perspectiva se debe señalar, en primer lugar, que el


honor es la percepción que el propio sujeto tiene de su dignidad,
por lo que opera en un plano interno y subjetivo, y supone un
grado de autoestima personal. En otras palabras, el honor es la
valoración que la propia persona hace de sí misma, independiente-
mente de la opinión de los demás.

Por otro lado, la honra es el reconocimiento social del honor, que se


expresa en el respeto que corresponde a cada persona como conse-
cuencia del reconocimiento de su dignidad. En otras palabras, cons-
tituye el derecho de toda persona a ser respetada ante sí misma y
ante los demás.

La reputación, en cambio, es el juicio que los demás guardan so-


bre nuestras cualidades, ya sean morales, personales, profesio-
nales o de cualquier otra índole. La reputación, también conocida
como derecho al buen nombre, se encuentra vinculado a la con-
ducta del sujeto y a los juicios de valor que sobre esa conducta
se forme la sociedad.

Atentan contra el derecho a la honra y a la buena reputación todas


las conductas dirigidas a denigrar a la persona, las cuales inclu-
yen la imputación de delitos y de inmoralidades, las expresiones de
vituperio y los actos de menosprecio público.

De lo anterior, se evidencia que la sujeción a la vigilancia de la


autoridad en alguna forma constriñe el derecho al honor y a la
protección de la honra, ya que la aludida pena accesoria no deni-
gra ni deshonra al penado, únicamente mantiene sobre éste, una
forma de control por un período de tiempo determinado’ (...).

1.7 Contrariamente a lo que se sostiene en el fallo que es objeto de la
actual revisión, no se adecua la referida sanción a ninguno de los su-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 163

puestos de inconstitucionalidad que derivan del artículo 44.3 de la Cons-
titución: es una sanción personalísima y su duración se encuentra limita-
da en el tiempo, de acuerdo con la precitada disposición fundamental y
con las que contienen los artículos 13.3, 16.2 y 94 del Código Penal y, en
lo  que  atañe  a  la  prohibición  de  aplicación  de  penas  infamantes  que
contiene la Ley Máxima, la referida pena accesoria ha de ser entendida
actualmente, más bien, como una medida de seguridad dirigida a la pre-
vención de la incurrencia del penado en nuevos delitos, durante la difícil
etapa inmediata de su reinstalación en el ejercicio de su derecho a la
libertad, con los reacomodos que tal situación exige, en cuanto a sus
relaciones familiares y sociales y, no menos importante, en lo que con-
cierne  a  su  reincorporación  a  las  actividades  lícitas  de  sustentación
material, período este en el cual se reconoce un serio riesgo de reinci-
dencia en la conducta delictiva, lo cual derivaría en perjuicios no sólo
para el colectivo sino, obviamente, también para el propio penado, los
cuales es pertinente prevenir. De allí, la sanidad de tal control, sin per-
juicio  de  las  críticas  que  puedan  derivar  de  la  forma  y  del  grado  de
eficacia con que el mismo se ejerza y de la necesidad de la actualiza-
ción técnica y científica de dicho control, lo cual, por otra parte, si se ha
convenido en la necesidad de su vigencia, puede lograrse, mientras se
hacen las correspondientes reformas legislativas, mediante una adecuada
interpretación progresiva de las normas legales que, en materia de eje-
cución de la pena, rigen en la nación.

1.8 Por otra parte, la ejecución de la pena accesoria de sujeción a la
vigilancia de la autoridad no plantea mayores dificultades, a la luz del
desarrollo de la legislación que, en materia de política criminal, ha veni-
do siendo desarrollada en Venezuela, durante las últimas décadas. De
allí que, aceptado como ha sido que el propósito que se persigue, con la
imposición de dicha sanción, es el control del penado, para efectos de la
prevención de la reincidencia, durante esa etapa inmediata al término
del cumplimiento de la pena corporal, en su fase privativa de libertad,
resulta claro que la norma del artículo 22 del Código Penal debe ser
interpretada con arreglo a la evolución del tratamiento institucional y
postinstitucional del infractor. Así, la figura de la primera autoridad civil
del Municipio, que fue el funcionario que el legislador penal de 1926
habilitó, probablemente, de acuerdo con las disponibilidades y concep-
ciones de la época, para el ejercicio del referido control, viene a ser,
entonces, el equivalente a la figura actual del delegado de prueba, que
se ha desarrollado, fundamentalmente, a partir de la vigencia de leyes
penales complementarias como las de Régimen Penitenciario de 1981
(artículo 76), Sometimiento a Juicio y Suspensión Condicional de la Pena,
164 PONENCIAS

de Libertad Provisional bajo Fianza (artículo 15), de Beneficios en el
Proceso Penal (artículo 18) y, por último, el Código Orgánico Procesal
Penal (artículo 496). En el orden de las ideas que acaban de ser expre-
sadas, se concluye que, por virtud de interpretación progresiva del artículo
22 del Código Penal, debe entenderse que el control postinstitucional
del penado, incluso la vigilancia a la autoridad a la cual éste haya que-
dado  sometido, de acuerdo con los artículos 13 y 15 eiusdem, está a
cargo, en primer término, del Juez de Ejecución y el ejercicio efectivo e
inmediato de dicho control corresponde al delegado de prueba que será
designado por el Ministerio del Interior y Justicia, de acuerdo con el
artículo 497 del Código Orgánico Procesal Penal, mientras no entre en
vigencia la ley que desarrolle el artículo 272 de la Constitución. En el
caso específico de la sujeción a la vigilancia de la autoridad competen-
te, según la interpretación que antecede, dicha medida constituye una
herramienta de control adecuada a las tendencias más aceptadas, pos-
terior al cese de la pena corporal de presidio o prisión que, como princi-
pal, haya sido impuesta al infractor. Así las cosas, estima la Sala que
queda afirmada la aplicabilidad, aun coactiva de la pena en examen, lo
cual, junto a lo quedó establecido ut supra, en relación con la vigencia
actual de la misma y las consecuencias que derivan de su quebranta-
miento, conducen a la conclusión de que no existe obstáculo constitu-
cional ni legal alguno para la vigencia actual y eficaz de la referida pena
accesoria y que, por consiguiente, son carentes de validez los funda-
mentos de ilegitimidad e ilegalidad en los cuales se basó la decisión que
es objeto de la actual revisión, para la desaplicación de la antes referida
sanción. Así se declara.

1.9 En todo caso, estima esta Sala que es jurídicamente inaceptable el
argumento de lesión a derechos constitucionales que invocó el actual
solicitante, como sustentación de su pretendido control difuso, pues la
aceptación de tal fundamento conllevaría el colapso de nuestro sistema
penal y la aniquilación del sistema de penas que el mismo contiene, lo
cual conduciría a la negación del imperativo social, que legitimó la Cons-
titución, de enjuiciamiento y eventual sanción penal, pues no puede en-
tenderse cómo la referida pena accesoria estigmatiza al penado, a quien
estaría etiquetando como delincuente, sin que tal imputación se haga
dentro del contexto de nuestra legislación penal, sustantiva y procesal,
pues lo cierto es, en primer término, que tal calificación derivaría de la
propia sentencia condenatoria; en segundo lugar, que mediante la ejecu-
ción de cualquier pena –no sólo la de aquella que es objeto del presente
examen–, puede derivar en la percepción social del condenado penal
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 165

como un delincuente y, en la instancia más remota, es obligada la con-
clusión de que tal “estigmatización” derivó de la propia conducta in-
fractora del penado. Por tales razones, debe concluirse que la denunciada
estigmatización, si es que la misma se produce efectivamente, no viene
a constituir sino una secuela inevitable del ejercicio de una actividad
legítima como es la de la jurisdicción penal, razón por la cual el referido
supuesto daño constitucional que fundamentó la decisión que es objeto
del actual examen no se adecua al supuesto de ilegitimidad (entendida
como tal la inconformidad del acto con la Constitución) que es funda-
mento esencial para la impugnación de las normas subconstitucionales.
Así se declara.

1.10 Estima, por otra parte, la Sala que la aplicación de la pena acceso-
ria que se examina no lesiona ilegítimamente el derecho constitucional a
la igualdad, ya que si éste fuere afectado por la aplicación de la pena,
tal circunstancia vendría a ser una consecuencia jurídica legítima, nece-
saria y propia del pronunciamiento judicial de responsabilidad penal que
se expida contra la persona por su participación en la comisión del he-
cho punible que dio lugar a su enjuiciamiento. No debe olvidarse, ade-
más, que es un principio de Derecho Natural, que recoge el Derecho
Penal, el de la responsabilidad personal, de acuerdo con el cual cada
quien  debe  asumir  las  consecuencias  que  se  generen  de  sus  propias
actuaciones antijurídicas, voluntarias e imputables. Por ello, la condi-
ción del penado, frente a las demás personas y frente a la ley, no se ve
disminuida o discriminada por el hecho de que se le imponga esta pena,
sino de su propia conducta antijurídica que dio lugar al correspondiente
pronunciamiento judicial.

1.11 La aplicación de las penas accesorias no constituyen una violación
del principio non bis in ídem, cuya vigencia garantiza el artículo 49.7
de la Constitución. Se trata de una sola condena penal, que está integra-
da como sanción compleja, por cuanto comprende una pena principal y
varias accesorias, que son decretadas coetáneamente con la primera y
que son ejecutables de inmediato o, como en el caso de la que se exami-
na actualmente, al término de la fase privativa de libertad con la cual se
inicia la condena penal, la cual sólo habrá concluido con la culminación
de la correspondiente etapa de control (sujeción a la vigilancia de la
autoridad), intermedia entre la privación de libertad personal y el ejerci-
cio pleno de ésta.

1.12 Finalmente, una vez que ha sido afirmada la constitucionalidad de la
pena de sujeción a la vigilancia de la autoridad, aplicable sólo como acce-
166 PONENCIAS

soria de las corporales de presidio y prisión, de conformidad con el artícu-
lo 22 del Código Penal, esta Sala concluye que el quebrantamiento de
dicha sanción accesoria constituye delito, de conformidad con el artículo
263 eiusdem, el cual acarrea, como pena, el incremento del tiempo de
vigilancia hasta por una tercera parte del término originalmente impuesto.
Es, por otra parte, una sanción perfectamente ejecutable, aun de manera
coercitiva, mediante los medios de ejecución forzosa cuyo empleo autori-
za la Ley, de acuerdo con el artículo 526 del Código de Procedimiento
Civil, norma de Derecho Común aplicable, como supletoria, en el proceso
penal. En el caso que se analiza, por interpretación extensiva del artículo
357 del Código Orgánico Procesal Penal, resulta claro que el órgano ju-
risdiccional competente para la ejecución de las penas que sean impues-
tas mediante sentencia firme, de acuerdo con el artículo 479 de la precitada
ley penal adjetiva, podrá emplear hasta la fuerza pública, para el asegura-
miento de la comparecencia del penado ante la autoridad pública a cuya
vigilancia ha sido sometido, previa la información, por parte de este último
funcionario, sobre el incumplimiento, de dicho penado, de su respectivo
deber de presentación. Así se declara.

Por razón de las consideraciones que se expusieron, esta Sala estima
que las motivaciones que contienen los fallos que se fueron sometidos a
la actual revisión contienen un errado control de la constitucionalidad,
por cuanto, en los mismos, el administrador de justicia partió de un falso
supuesto de inconstitucionalidad que afectaría a las normas legales que
fueron desaplicadas; tal falso supuesto es equivalente a falta de motiva-
ción, lo cual debe conducir, con arreglo a los artículos 173 y 364.4 del
Código Orgánico Procesal Penal, a la declaración de nulidad absoluta
de las antes referidas decisiones que dictó, el 22 y el 26 de agosto 2003,
el Juez Primero del Tribunal de Ejecución del Circuito Judicial Penal del
Área Metropolitana de Caracas, mediante las cuales desaplicó los ar-
tículos 13.3 y 22 del Código Penal y, por consiguiente, revocó la pena de
sujeción a la vigilancia de la autoridad pública que, como accesoria a la
corporal de presidio, fue impuesta por las sentencias condenatorias fir-
mes que fueron dictadas, en sus respectivos casos, en los antes referi-
dos procesos penales que se siguen o siguieron contra los ciudadanos
Jean  Carlos  Ortega  Barrios  y  Rodolfo  Contreras  Duque  y,  en  conse-
cuencia, que debe continuarse en la ejecución de la pena accesoria en
cuestión. Así se decide. Como efecto del pronunciamiento que antece-
de y de conformidad con el Parágrafo Único del artículo 209 del Código
de Procedimiento Civil, esta Sala estima que es procedente el apercibi-
miento al abogado Miguel Ángel Oramas, Juez Tercero de Ejecución
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 167

del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas, sobre la
falta por él cometida, la cual dio lugar a la declaración de nulidad de sus
antes  descritas  decisiones,  así  como  la  advertencia  sobre  la  sanción
pecuniaria que deberá imponérsele, para el caso de reincidencia en di-
cha falta. Así se declara”.

Sentencia N°: 537.


Fecha: 15-04-05.
Demandante: José Gregorio Sánchez García.
Materia: Delitos  de  lesa  humanidad  contra  los  Derechos
Humanos. Reserva legal.

Con base en el carácter de la tipicidad, así como en el prin-


cipio constitucional de legalidad, se concluye que la califi-
cación de delitos contra los Derechos Humanos o de lesa
humanidad es materia que compete exclusivamente al le-
gislador y no al intérprete.

1.1 En relación con la colisión que apreció la supuesta agraviante de
autos, existente entre el artículo 19 de la Ley Penal del Ambiente y el
artículo 29 de la Constitución, la Sala observa lo siguiente:

1.1.1 El artículo 29 de la Constitución dispone que ‘las acciones para


sancionar las violaciones graves a los derechos humanos y los crí-
menes de lesa humanidad son imprescriptibles’.  Por  su  parte,  el  Es-
tatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, cuya Ley Aprobatoria
entró en vigencia en diciembre de 2000, también establece la impres-
criptibilidad de ‘los delitos de la competencia de esta Corte’, los cua-
les aparecen  enumerados en el artículo  5 del referido Estatuto;  entre
ellos, los delitos de lesa humanidad;

1.1.2 Los conceptos de violaciones a los derechos humanos y crímenes
o delitos de lesa humanidad están vinculados por una relación de género
a especie. Así, la expresión ‘violación a los derechos humanos’ com-
prende todas aquellas conductas –no sólo las punibles– que, constituti-
vas de infracción a la Ley, producen la consecuencia de lesión a alguno
de aquellos derechos que sean calificables como inherentes a la perso-
na  humana;  esto  es,  como  ‘derechos humanos’.  Dentro  de  tales  in-
fracciones quedan comprendidas, como antes se afirmó, aquellas que
están  descritas  como  conductas  penalmente  castigables. Ahora  bien,
168 PONENCIAS

del principio de legalidad que, como manifestación específica del debido
proceso, establece el artículo 49.6 de la Constitución, deriva el monopo-
lio legislativo para la descripción de los tipos penales; en otros términos,
sólo  el  legislador tiene  competencia para  la determinación  de cuáles
conductas humanas han de ser tenidas como punibles, vale decir, para
la configuración de la tipicidad. De allí que, con base en el carácter de
la tipicidad, que la doctrina reconoce como esencial en la estructura del
delito, así como en el principio constitucional de legalidad, de acuerdo
con el cual sólo el legislador tiene competencia para la descripción de
las  conductas  punibles  y  sus  correspondientes  sanciones  penales,  se
concluye que la calificación de delitos contra los derechos humanos o
de lesa humanidad –especialmente, en cuanto los efectos jurídico cons-
titucionales de las mismas incidan necesariamente en la estructura del
tipo legal–, es materia que compete exclusivamente al legislador y no al
intérprete. En efecto, resulta indudable que sólo al funcionario u órgano
del  Poder  Público  a  los  cuales  la  Constitución  atribuyó  la  iurisdatio
corresponde la  determinación  de  cuáles de  esas infracciones  penales
deben ser calificadas como delitos contra los derechos humanos o deli-
tos de lesa humanidad; sobre todo, para los específicos efectos jurídicos
que establezcan la Constitución y la Ley (comprendidos en ésta, obvia-
mente, los instrumentos normativos de Derecho Internacional que sean
suscritos  y  ratificados  por  la  República)  –en  particular,  el  de  la  im-
prescriptibilidad de la acción penal para el procesamiento judicial y la
eventual sanción a quienes resulten declarados responsables penalmen-
te por su participación en la comisión de dichos delitos. De conformi-
dad, entonces, con una interpretación teleológica de la Constitución, así
como con base en los términos del Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional (el cual es ley vigente en Venezuela e, incluso, por tratar-
se de un tratado relativo a derechos humanos, tiene jerarquía constitu-
cional, en la medida que establece el artículo 23 de la Ley Máxima), se
concluye que, para el propósito de la calificación sobre la imprescripti-
bilidad de la acción penal, se tendrán como sinónimos los conceptos de
delitos contra los derechos humanos y delitos de lesa humanidad.

1.13 En el orden de ideas que se sigue, concluye la Sala que la califi-
cación de una infracción penal como delito de lesa humanidad o con-
tra  los  derechos  humanos  corresponde  al  legislador,  por  razón  del
principio de legalidad que establecen el artículo 49.6 de la Constitu-
ción y, entre otros, el artículo 9 del Estatuto de Roma, así como en
resguardo de la seguridad jurídica y de la garantía constitucional de
uniformidad e igualdad en el tratamiento procesal  a los respectivos
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 169

infractores. El anterior aserto es aun más obligante cuando se trate de
que la calificación sea requisito previo para la correspondiente decla-
ración de imprescriptibilidad de la acción penal, en virtud del efecto
derogatorio que la misma acarrea respecto de la correlativa garantía
fundamental, según se explicará más adelante.

1.1.4 El término de la prescripción de la acción penal, que aparece de-
sarrollado, genéricamente, en los artículos 108 y siguientes del Código
Penal, correlacionados, en el caso específico que ocupa la atención de
esta Sala, con el artículo 19 de la Ley Penal del Ambiente, conforma
uno de los elementos genéricos que definen el tipo legal. Por ello, por-
que está indisolublemente vinculado como un subelemento de la tipici-
dad, todo lo que concierne al establecimiento de dicho término, a las
modificaciones del mismo, así como a la excepción a la garantía funda-
mental de la prescriptibilidad de la acción penal –como manifestación
específica de la tutela judicial eficaz y del debido proceso–, es materia
de la exclusiva competencia de quien, a su vez, tiene el monopolio cons-
titucional para la tipificación, la modificación o la extinción del tipo le-
gal,  esto es, el legislador. Por otra parte, la imprescriptibilidad  de la
acción penal ataca también a otro carácter del delito: la punibilidad (véase,
al efecto, a J.  R. Mendoza T.: Curso de Derecho Penal, Parte  Gene-
ral, Tomo III, p. 309), razón que también abunda en favor del monopolio
legislativo en referencia.

1.1.5 En el caso venezolano, la Constitución señaló, de manera genéri-
ca, cuáles delitos son de acción penal imprescriptible (artículos 29 y
271). Del texto de ambas disposiciones se extrae, igualmente, que el
constituyente sólo perfiló o tipificó algunas de las conductas punibles
respecto de las cuales, por estar inmersas en los conceptos de delitos
contra los derechos humanos o de lesa humanidad, no se extingue, por
razón  del  transcurso  del  tiempo,  la  acción  para  procurar  el  enjuicia-
miento de los responsables por la comisión de los mismos, así como la
sanción penal a dichos partícipes; tales serían, por ejemplo, los casos de
los delitos de tráfico –y conductas asociadas al mismo– de sustancias
estupefacientes o psicotrópicas y los crímenes de guerra. Se concluye,
entonces, en el contexto de ambas disposiciones y conforme a las razo-
nes que anteriormente fueron expuestas, que el desarrollo de la norma
constitucional sobre dichas especies delictivas fue remitida por el cons-
tituyente al legislador; en otros términos, aquél no agotó –porque, técni-
camente, no es materia propia de una Constitución– el catálogo de los
actos típicamente antijurídicos que, para efectos de la imprescriptibili-
170 PONENCIAS

dad de la acción penal, deban ser calificados como delitos contra los
derechos humanos o de lesa humanidad, sino que remitió el desarrollo y
concreción de la materia que se examina, a la esfera de la competencia
del legislador.

1.1.6 A la conclusión de que la calificación de ciertas conductas puni-
bles  como delitos contra los derechos humanos o de  lesa humanidad
pueda  quedar  al  criterio  del  intérprete  de  la  Ley  y  quede  a  éste,  en
consecuencia, la potestad de la decisión sobre en cuáles delitos no pres-
cribe la respectiva acción penal, se opone la doctrina penal que, en su
mayoría  y  consustanciada  con  el  espíritu  garantista  que  impregna  al
Derecho Constitucional y al Derecho Penal de nuestros días, es contra-
ria a la existencia de los llamados tipos penales en blanco; de conformi-
dad, según se afirmó ut supra, con la propia garantía fundamental del
principio de legalidad que establece el artículo 49.6 de la Constitución,
así como a otros derechos fundamentales, tales como el debido proceso
y la tutela judicial eficaz, como antes se señaló.

1.1.7 La estricta sujeción que, en materia penal y como garantía funda-
mental, debe haber al principio de legalidad, fue ratificado por el legisla-
dor internacional, a través del artículo 9 del Estatuto de Roma, instrumento
normativo este que es, conforme a lo que se ha expresado anteriormen-
te, de indudable pertinencia en el presente análisis.

Por las razones que anteceden, concluye esta sala que, mediante la de-
cisión sub examine, la legitimada pasiva invadió la competencia del le-
gislador; es decir, actuó fuera de los límites de su competencia material,
y, con ello, efectuó un errado control de la constitucionalidad, lo cual
debe conducir a la declaración de nulidad de la decisión que es objeto
de la presente revisión y al correspondiente efecto de reposición al es-
tado de que la corte de apelaciones del circuito judicial penal del estado
Zulia expida nueva decisión sobre la apelación que ejerció el ministerio
público contra el decreto judicial de sobreseimiento que, el 02 de junio
de 2004, emitió el juez décimo tercero del tribunal de juicio del prenom-
brado circuito judicial, dentro de la causa penal que se le sigue al su-
puesto agraviado de autos. Así se declara”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 171

Sentencia N°: 748.


Fecha: 5-05-05.
Demandante: Iris Elizabeth Riera.
Materia: Amparo constitucional: La potestad de autotutela
de la Administración no puede encuadrarse en la
causal de inadmisión que prevé el artículo 6.5 de
la LOADGC.

La Sala señala que la potestad de autotutela de la Adminis-


tración no puede encuadrarse en la causal de inadmisibili-
dad que prevé el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

“El tribunal de primera instancia declaró inadmisible la demanda, por
cuanto la parte actora contaba con el medio de la autotutela administra-
tiva para el restablecimiento de su situación jurídica. Esta decisión, aun-
que  no  lo  señaló  expresamente,  entiende  la  Sala  que  se  expidió  con
fundamento  en  el  artículo  6.5  de  la  Ley  Orgánica  de Amparo  sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, que contiene la causal de in-
admisibilidad aplicable para el caso cuando existan medios preexisten-
tes para la defensa de los derechos constitucionales que se pretendan
proteger a través de una demanda de amparo.

(...)

De  la  norma  antes  citada  se  desprende  que  constituye  una  causal  de
inadmisibilidad de la demanda de amparo, el que se recurra a las vías
judiciales ordinarias o se hayan ejercido los medios judiciales preexis-
tentes, pero no se hace mención a los recursos administrativos o a la
potestad de autotutela de la Administración, por lo que es incorrecta la
ubicación, en esa causal de inadmisibilidad, de dichos medios, que no
son judiciales.

(...)

La Sala observa que no cabe confusión alguna en torno a la disposición,
para los justiciables, de los recursos administrativos y de los ‘medios
judiciales’, estos últimos mencionados en el citado artículo 6, cardinal 5,
de  la  Ley  Orgánica  de Amparo,  como  fundamento  de  la  decisión  de
inadmisibilidad del amparo, pues la norma es clara y el juez, que actúe
172 PONENCIAS

en  sede  constitucional,  debe  conocer  que  se  trata  de  dos  categorías
distintas de instrumentos.

En este sentido, la Sala, en sentencia Nº 2228 del 20 de septiembre de
2002, expresó:

‘Al respecto, se resalta y destaca que no debe existir confusión


alguna en torno a la disposición para los justiciables de los recur-
sos administrativos y de los ‘medios judiciales’, estos últimos men-
cionados en el citado artículo 6, cardinal 5, de la Ley Orgánica de
Amparo, como fundamento de la decisión de inadmisibilidad del
amparo, pues la norma es clara y el Juez, que actúe en sede cons-
titucional, debe conocer que se trata de dos categorías distintas de
recursos. Así, se encuentra que la primera y más notoria diferencia
es que los recursos administrativos se intentan en sede administra-
tiva y no en sede judicial. La norma de la citada ley reguladora del
amparo constitucional continente de la causal de inadmisibilidad
que se mencionó se refiere a los medios judiciales preexistentes, y
ella debe aplicarse, bien en el supuesto de que se haya ejercido tal
medio judicial o bien, porque teniendo la disposición del mismo no
se ejerció, según ha sido interpretado por esta Sala (vid, entre otras,
s. S.C. Caso: Alberto Baca, 28-07-00)’.

En conclusión, la Sala considera que erró el tribunal de primera instan-
cia cuando declaró inadmisible el amparo, con fundamento en que la
demandante tenía a su disposición el mecanismo administrativo de la
autotutela, pues, para que se active legalmente la causal de inadmisibi-
lidad que contiene el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, el medio preexistente tiene que
ser judicial. En este caso, una solicitud de corrección en sede adminis-
trativa no puede equipararse a un medio judicial.

Sin embargo, esta Sala considera que la demanda de amparo sí es inad-
misible con fundamento en lo que preceptúa el artículo 6.5 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, por
cuanto surge de autos que la quejosa propuso, también, recurso conten-
cioso tributario conjuntamente con amparo cautelar en el que denunció
la violación al artículo 28 constitucional por el mismo hecho lesivo que
motivó el amparo de autos”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 173

Sentencia N°: 952.


Fecha: 15-04-05.
Demandante: Domitila Pantoja Sinchi.
Materia: Revisión constitucional de oficio. Procedencia.

Revisión de oficio, en sede constitucional, de sentencia


definitiva en materia penal, se justifica cuando la misma sea
lesiva a derechos y garantías fundamentales.

“Por otra parte, estima esta Sala que, por las consideraciones que serán
expuestas a continuación, es pertinente, conforme al artículo 257 de la
Constitución, que se proceda, de oficio, a la revisión del fallo condena-
torio que, en primera instancia, fue dictado dentro de la causa penal que
se le sigue o seguía a la solicitante de autos, como paso previo indispen-
sable para la revisión  del que es objeto de la  solicitud que encabeza
estas  actuaciones.

6.1 La predicha condena penal fue pronunciada con fundamento en el
encabezamiento del artículo 464 del Código Penal, de acuerdo con el
cual:  “El que, con artificios o medios capaces de engañar o sor-
prender la buena fe de otro, induciéndole en error, procure para sí
o para otro un provecho injusto con perjuicio ajeno, será penado
con prisión de uno a cinco años”. El referido tipo legal contiene un
medio de comisión, que es el empleo de medios o artificios que sirvan
para engañar o sorprender la buena fe de una persona, quien, por razón
del empleo de dichos medios, es inducida en error. Se trata, por otra
parte, de un delito formal, el cual se consuma con la procuración de un
provecho injusto, por razón, justamente, de la situación de error en la
cual el sujeto activo hizo incurrir a la víctima.

6.2 En lo que concierne al primero de los actos fraudulentos que se le
atribuyó a la actual quejosa, debe anotarse que el acusador privado,
Pastor Jesús Manuel Bello Pineda, reconoció, en su escrito acusato-
rio, que la ciudadana Domitila Pantoja Sinchi le vendió el vehículo
automotor antes referido; asimismo, que el ciudadano Bello Pineda
convino con la predicha vendedora en que el referido adquirente ac-
tuaría  mediante  interpuesta  persona  (el  ciudadano Andrés  Eduardo
Morillo) (folios 2 y 3; anexo 2). Por otra parte, también se evidencia
de la referida acusación que el comprador en referencia conocía de la
reserva de dominio que, sobre el vehículo en cuestión, existía en favor
de Automotriz La Florida (sic), ya que dicho comprador y, a la postre,
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acusador, se obligó a los sucesivos pagos parciales del precio conve-
nido entre la mencionada persona jurídica y la hoy quejosa; aun más,
dicho querellante expresó que tales pagos eran hechos por él, ‘a nom-
bre de Domitila Pantoja, ya que ella le había manifestado que
estaba consiguiendo la autorización de la empresa para hacer el
traspaso, no así la venta como se había hecho creer a mi mandan-
te...’ (Folio 5; anexo 2). Así las cosas, resulta claro que, respecto de
la primera contratación de venta, no pudo haberse consumado el deli-
to de estafa, por cuanto la situación de la propiedad del bien que fue el
objeto material de la primera venta, así como la de la cualidad con la
cual actuó el precitado ciudadano Andrés Eduardo Morillo, eran per-
fectamente conocidas por el acusador, para el momento en que dicho
contrato fue concluido. En otros términos, resulta incontestable que el
antes  nombrado  ciudadano  Pastor  Jesús  Manuel  Bello  Pineda  com-
pró, mediante interpuesta  persona, a la ciudadana  Domitila Pantoja
Sinchi el referido vehículo, de cuya situación jurídica, en relación con
su propietario, el mencionado comprador estaba en pleno conocimien-
to, razón por la cual la contratación por la cual se incriminó a la quejo-
sa de autos es una conducta atípica; por lo menos, en lo que concierne
al  delito  de  estafa  que  se  invocó,  en  virtud  de  la  ausencia  clara  de
elementos del referido tipo penal. Dicha conducta se reducía, enton-
ces, a un hecho ilícito de naturaleza exclusivamente civil: venta de la
cosa ajena, lo cual daba título a quien resultara ilegítimamente perjudica-
do  por  la  misma  –que  no  lo  era,  por  cierto,  el  acusador  en  cuestión–,
según los términos del artículo 1483 del Código Civil: ‘La venta de la
cosa ajena es anulable, y puede dar lugar al resarcimiento de
daños y perjuicios, si ignoraba el comprador que la cosa era de
otra persona’ (resaltado, por la Sala). Así las cosas, debe concluirse,
entonces, que el delito de estafa, en relación con el contrato que se
examina,  no  debió  ser  apreciado  como  comprobado,  por  la  primera
instancia penal; por consiguiente, que fue francamente contraria a de-
recho la conclusión de dicho órgano jurisdiccional, de que la conducta
de la referida vendedora constituía uno de los actos de ejecución que,
dentro de una misma resolución fraudulenta, configuraba el supuesto
de delito continuado que preceptúa el artículo 99 del Código Penal.

6.3 En lo que concierne a la segunda venta que sirvió, como antes se
dijo, para la segunda imputación penal, resulta que, de acuerdo con las
pruebas que, respecto de dicho contrato, fueron presentadas, el mismo
fue celebrado entre los precitados ciudadanos Domitila Pantoja Sinchi
(vendedora)  y  Pastor  Jesús  Bello  Pineda  (comprador)  (folios  14,  del
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anexo 2, y 235, del anexo 3). Resulta, entonces, inexplicable que la ju-
risdicción penal hubiera calificado la referida venta como una conducta
subsumida en el tipo legal de la estafa, por cuanto aparece claramente
acreditado que, tanto en la primera como en la segunda venta, el com-
prador siempre fue el mismo, de manera que, a pesar de los entuertos
jurídicos que pudieran haber sido provocados por quienes intervinieron
en las precitadas contrataciones, aparece indubitablemente establecido
que la quejosa de autos no empleó artificios o medios engañosos, en
perjuicio del ciudadano Pastor Jesús Bello Pineda, y que, en consecuen-
cia, éste no fue inducido a engaño o error, pues, en ambas oportunida-
des, contrató con la actual solicitante, bajo el conocimiento pleno sobre
la titularidad de la propiedad del bien en referencia.

6.4 Con base en lo que anteriormente fue expuesto, se concluye que la
precitada sentencia de la primera instancia penal estuvo basada en erro-
res manifiestos, los cuales no sólo condujeron al referido pronunciamiento
condenatorio contra la solicitante de autos, sino que, además, vulneró de-
rechos fundamentales de ésta, a la tutela judicial eficaz, a la presunción y
el estado de inocencia y a la defensa, vicios estos que deben conducir a la
declaración de nulidad absoluta, de conformidad con los artículos 191 y
195 del Código Orgánico Procesal Penal, así como a la reposición de la
causa  penal  que  se  la  sigue  a  la  actual  quejosa,  al  estado  de  que  sea
dictada nueva sentencia por el Tribunal de Juicio del Circuito Judicial
Penal del Área Metropolitana de Caracas. Así se declara.

6.5 Asimismo, esta Sala arriba a la conclusión de que la alzada penal,
tanto en su decisión por la cual declaró inadmisible la apelación que la
ciudadana Domitila Pantoja Sinchi ejerció contra el predicho fallo con-
denatorio, como en la que es objeto de la presente revisión, tuvo la opor-
tunidad –y no lo hizo– de resolver la situación jurídico constitucional y
restituir a dicha agraviada a la plena y efectiva vigencia de sus precita-
dos derechos; que, por consiguiente, dicho órgano de apelación abdicó
su competencia como contralor constitucional, connatural a la de todos
los Jueces de la República, como lo ha establecido, de manera reitera-
da, esta Sala Constitucional. Por tal razón, adicionalmente al efecto ex-
tensivo que, por razón del artículo 195 del Código Orgánico Procesal
Penal, afecta a los actos consecutivos y dependientes de la sentencia
cuya nulidad fue declarada en el aparte precedente –entre ellos, la de-
cisión que es objeto de la presente revisión–, estima la Sala que es per-
tinente la expresión de su conclusión de que, en lo que concierne a este
último fallo, la Sala Sexta de la Corte de Apelaciones del Circuito Judi-
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cial Penal del Área Metropolitana de Caracas incurrió, por omisión, en
error grotesco en el control de la constitucionalidad, supuesto de proce-
dibilidad que la actual juzgadora ha establecido, por interpretación del
artículo 336.10 de la Constitución, en relación con la revisión de senten-
cias definitivamente firmes, razón que debe conducir a la Sala a la de-
claración, en específico, de la nulidad absoluta de la decisión que es
objeto de la presente revisión. Así se declara”.

Sentencia N°: 1.307.


Fecha: 22-06-05.
Demandante: Ana  Mercedes  Bermúdez.
Materia: Inconstitucionalidad sobrevenida de la consulta en
amparo.

Se declara tácitamente derogada la consulta que establece


el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, pues contradice la nor-
mas que recogen los artículos 26, 27 y 257 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, por cuanto esa
institución obstaculiza las garantías “a obtener con pronti-
tud la decisión correspondiente”, a una justicia “expedita,
sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones in-
útiles” y a que el amparo tenga un procedimiento breve, no
sujeto a formalidad y capaz de garantizar el restablecimiento
inmediato de la situación jurídica infringida.

“Como punto previo, esta Sala pasa a la interpretación del artículo 35 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constituciona-
les, el cual dispone:

‘Artículo 35.- Contra la decisión dictada en primera instancia so-


bre la solicitud de amparo se oirá apelación en un solo efecto. Si
transcurridos tres (3) días de dictado el fallo, las partes, el Minis-
terio Público o los procuradores no interpusieren apelación, el fa-
llo será consultado con el Tribunal Superior respectivo, al cual se
le remitirá inmediatamente copia certificada de lo conducente. Este
Tribunal decidirá dentro de un lapso no mayor de treinta (30) días’.

La consulta que se dispone en el artículo que se transcribió, a diferencia
del recurso de apelación, es una institución procesal por la cual el supe-
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rior jerárquico del juez que emitió una providencia, en ejercicio de la com-
petencia funcional de que está dotado, se  encuentra  habilitado para la
revisión o examen oficioso, esto es, sin que medie petición o instancia de
parte, de la decisión de primera instancia. La competencia funcional del
superior que conoce de la consulta opera de pleno derecho, porque no
requiere de una petición o de un acto procesal de la parte para el conoci-
miento, en alzada, del asunto. Así, la consulta suple la inactividad de la
parte en cuyo favor ha sido instituida cuando ésta no interpone apelación.

Así mismo, en la disposición legal que se transcribió se recogió el recur-
so de apelación, el cual integra la garantía general y universal de impug-
nación que se reconoce a quienes han intervenido o están legitimados
para la intervención en una causa para la obtención de tutela a favor de
un interés jurídico propio, con el fin de que el juez de grado superior
revise y corrija los defectos, vicios o errores jurídicos del procedimiento
o de la sentencia, en que hubiere incurrido el a quo.

El establecimiento del doble grado de jurisdicción tiene un vínculo estre-
cho con el debido proceso y el derecho de defensa, ya que busca una
protección plena de los derechos de quienes acuden al aparato estatal,
en busca de justicia, como forma de garantía de una recta administra-
ción de la misma.

Ahora bien, los expedientes que se remiten en consulta, contienen deci-
siones en relación con las cuales se presume, por falta de apelación,
que  todas  las  partes  están  conformes. Además,  se  observa  que  en  la
aplicación histórica de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales por parte de la Corte Suprema de Justicia y,
ahora de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, la con-
sulta ha constituido, más que una garantía, una limitación al principio de
economía procesal.

En  efecto,  es  evidente  que  las  causas  en  consulta  recargan  en  forma
significativa los ya muy abultados deberes del Poder Judicial y, con ello,
estimulan retardos procesales, en cuanto restan tiempo y esfuerzo para
el conocimiento de otros procesos en los cuales sí existe controversia o
disconformidad. Al respecto, resulta relevante que, en la mayoría de los
casos, las sentencias objeto de consulta se confirman porque se deter-
mina que fueron pronunciadas conforme a derecho, como hacía presu-
mir, ab initio, la falta de apelación.
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Con  la  acumulación  de  causas  en  consulta  pendientes  de  decisión,  se
contraría el precepto del artículo 26 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela que garantiza el derecho ‘a obtener con pron-
titud la decisión correspondiente’  y  a  una justicia  ‘expedita, sin dila-
ciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles’ y el del artículo
27 eiusdem que garantiza, para el amparo, un procedimiento breve, no
sujeto a formalidad y capaz de garantizar el restablecimiento inmedia-
to de la situación jurídica infringida. Y es que, según el artículo 257 de
la  Carta  Magna:  ‘El proceso constituye un instrumento fundamental
para la realización de la justicia. Las leyes procesales establecerán
la simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites y adoptarán
un procedimiento breve, oral y público...’.  Resulta  evidente  que,  por
muy bien que el legislador diseñe los procesos, a la luz de este imperativo
constitucional, ellos no ofrecerán la garantía de instrumentos idóneos para
la realización de la justicia si se acumulan en los archivos judiciales sin
que haya una posibilidad real, material, de su tramitación a tiempo, a cau-
sa de su elevado número.

Los valores de la Constitución de la República Bolivariana de Venezue-
la, propios de un Estado de Derecho y de Justicia, que se acogieron en
normas como las que se citaron, imponen la revisión de las normas in-
fra y pre constitucionales que impidan u obstaculicen la garantía de una
justicia con las características que describe el Texto Constitucional.

En la actualidad, es un hecho notorio que el Sistema de Justicia presen-
ta un serio problema de insuficiencia de recursos, ante el gran cúmulo
de asuntos que tiene  pendientes de atención. La carga de trabajo del
Poder Judicial, junto a la falta de capacitación continua, bajos salarios y
escasez de recursos –problemas todos estos a cuya solución está abo-
cado  este Tribunal  Supremo  de Justicia  como  cabeza  del  Sistema  de
Justicia–, limitan la posibilidad de que se imparta una justicia expedita,
eficiente, pronta, completa y adecuada para los justiciables.

En este sentido, se observa que la norma derogatoria de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela dispone:

‘Única. Queda derogada la Constitución de la República de Vene-


zuela decretada el veintitrés de enero de mil novecientos sesenta y
uno. El resto del ordenamiento jurídico mantendrá su vigencia en
todo lo que no contradiga esta Constitución’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 179

Así, con la entrada en vigencia de la Constitución, se produjeron efec-
tos derogatorios respecto del ordenamiento jurídico preconstitucional
contrario  a  sus  normas.  La  consecuencia  de  tales  efectos  es  que  el
ordenamiento jurídico preconstitucional, que contradiga las normas de
la Constitución, se considera tácitamente derogado, y mantienen vi-
gencia solamente los preceptos que no estén en contradicción con la
Constitución.

Los artículos 26, 27 y 257 de la Constitución de la República Bolivaria-
na de Venezuela expresan:

‘Artículo 26. Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos


de administración de justicia para hacer valer sus derechos e inte-
reses, incluso los colectivos o difusos, a la tutela efectiva de los
mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente.

El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial,


idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equi-
tativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o re-
posiciones inútiles.

Artículo 27. Toda persona tiene derecho a ser amparada por los
tribunales en el goce y ejercicio de los derechos y garantías cons-
titucionales, aun de aquellos inherentes a la persona que no figu-
ren expresamente en esta Constitución o en los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos’.

El procedimiento de la acción de amparo constitucional será oral, público,
breve, gratuito y no sujeto a formalidad, y la autoridad judicial competen-
te tendrá potestad para restablecer inmediatamente la situación jurídica
infringida o la situación que más se asemeje a ella. Todo tiempo será hábil
y el tribunal lo tramitará con preferencia a cualquier otro asunto.

La acción de amparo a la libertad o seguridad podrá ser interpuesta por
cualquier persona, y el detenido o detenida será puesto o puesta bajo la
custodia del tribunal de manera inmediata, sin dilación alguna.

El ejercicio de este derecho no puede ser afectado, en modo alguno, por
la declaración del estado de excepción o de la restricción de garantías
constitucionales.
180 PONENCIAS

‘Artículo 257. El proceso constituye un instrumento fundamental


para la realización de la justicia. Las leyes procesales establece-
rán la simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites y
adoptarán un procedimiento breve, oral y público. No se sacrifi-
cará la justicia por la omisión de formalidades no esenciales’.
(Destacado añadido).

La Sala considera, después de un cuidadoso análisis del asunto y de la
observación, a través del tiempo, de las circunstancias que fueron ex-
puestas, que la consulta a que se refiere el artículo 35 de la Ley Orgá-
nica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, tal como
se razonó, antagoniza con lo que disponen los artículos 26, 27 y 257 de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por lo que se
declara que ella, la consulta, fue derogada por la disposición Derogato-
ria Única de la Constitución vigente. Así se declara”.

Sentencia N°: 1.424.


Fecha: 30-06-05.
Demandante: Luis Ernesto Bermon Rey.
Materia: Demanda de nulidad del cardinal 23 del artículo 6 de
la LOTSJ.

Demanda de nulidad. Amparo cautelar. La legitimación para


el ejercicio del amparo constitucional es personalísima, in-
cluso la del amparo cautelar a que se refiere el artículo 3
de la Ley especial, a pesar de que acompaña a una acción
principal que es popular. Declaratoria de oficio de medidas
cautelares en demandas de nulidad, conforme al artículo 19
de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia. Se
suspende cautelarmente la aplicación de la norma que se
impugnó, en consecuencia, durante la tramitación de la causa
las designaciones a que se refiere la norma cuya suspen-
sión provisional se acuerda se harán por la Comisión Judi-
cial del Tribunal Supremo de Justicia, mediante el mismo
procedimiento a través del cual se nombra el resto de los
jueces de la República.

“1. Los demandantes de autos solicitaron, como fue narrado supra, ‘la
suspensión inmediata de cualquier tipo de procedimiento de desig-
nación de jueces de la jurisdicción contencioso administrativa, por
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 181

parte de la Sala Político-Administrativa, que no sea de carácter tem-


poral’, a través del amparo cautelar a que se refiere el artículo 3 de Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

Aun  antes  de  la  entrada  en  vigencia  de  la  Ley  Orgánica  de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales, doctrina y jurisprudencia
patrias han sido contestes en la consideración de que la legitimación
para el ejercicio del amparo constitucional es personalísima, incluso la
del amparo cautelar a que se refiere el artículo 3 de la Ley especial, a
pesar de que acompaña a una acción principal que es popular; y es que,
en este caso, además de otras consideraciones atañederas a la natura-
leza misma de la institución, de otra forma, sería imposible que aquél
cumpliese  su  función  de  ‘suspender la aplicación de la norma res-
pecto de la situación jurídica concreta cuya violación se alega,
mientras dure el juicio de nulidad’.

(...)

Así, desde las primeras decisiones al respecto, en forma pacífica, tanto
la Corte Suprema de Justicia como este Tribunal Supremo de Justicia
han interpretado que el amparo en cuestión se otorga –y, por tanto, se
pretende– con respecto del acto de aplicación de la norma cuya nulidad
se demanda y no respecto de ella en sí misma, por cuanto sus caracte-
rísticas de generalidad y abstracción le impedirán, por lo general (salvo
el caso de las normas auto-aplicativas), cualquier vulneración directa a
la esfera jurídica de los justiciables. (Vid., por todas, s. SPA-CSJ, caso:
Colegio de Abogados del Distrito Federal  de  12-08-92).

En  el  caso  de  autos,  los  demandantes  no  alegaron  ni  demostraron  la
existencia de alguna ‘situación jurídica concreta’, algún acto de aplica-
ción de la disposición legal objeto de la demanda que incida en sus res-
pectivas  esferas  jurídicas;  sólo  se  refirieron  a  los  concursos  de
credenciales que habría venido haciendo la Sala Político-Administrati-
va, sin el establecimiento de ningún vínculo entre ellos y sus personas,
más allá de que se consideran calificados para ser jueces en lo conten-
cioso administrativo.

Con fundamento en las consideraciones que preceden, la Sala declara la
inadmisibilidad del amparo cautelar que fue solicitado por falta de legiti-
mación activa de los solicitantes, de conformidad con lo que dispone el
artículo 6.2 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
182 PONENCIAS

Constitucionales, por cuanto el supuesto agravio no es realizable por el
imputado en la persona de los supuestos agraviados y así se declara.

2. Ahora bien, puesto que el juez constitucional no se rige por el princi-
pio dispositivo y, de conformidad con el artículo 19 de la Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia, puede dictar medidas cautelares de
oficio cuando lo estime pertinente ‘para resguardar la apariencia de
buen derecho invocada y garantizar las resultas del juicio’,  la  Sala
estima necesario y oportuno acordar, de oficio, una medida cautelar de
suspensión de aplicación de la norma objeto de la demanda de autos, el
cardinal 23 del artículo 6 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de
Justicia, por las siguientes razones:

2.1 En cuanto a la presunción de buen derecho, del examen sumario que
corresponde a esta etapa del procedimiento, que será profundizado lue-
go del debate que corresponde al juicio de conocimiento completo que
se tramitará en esta causa, surge en forma evidente la existencia de un
procedimiento diferente para el nombramiento de los jueces con com-
petencia en lo contencioso administrativo y los demás jueces de la Re-
pública, sin que se explique, de la lectura de la propia norma cuya nulidad
se demandó, la justificación de tal diferencia. Por otra parte, de la sola
lectura del texto constitucional tampoco puede inferirse algún funda-
mento para tal diferenciación; por el contrario, la norma constitucional
no parece establecer distingos en la carrera judicial, lo cual será objeto
de definitiva determinación a través del proceso de autos.

2.2 En lo que respecta al peligro en la mora, estima la Sala que éste
está representado en el riesgo de que la Sala Político-Administrativa,
con apoyo en la Ley, haga designaciones durante la pendencia de este
juicio, las cuales, pese a que sean legales, podrían ser declaradas lue-
go inconstitucionales, con nefastas consecuencias para todo el Siste-
ma de Justicia.

2.3 Por último, en cuanto a la ponderación de intereses, resulta perti-
nente  la  cita  y  ratificación,  para  este  caso,  mutatis mutandi, de  una
sentencia reciente de esta Sala en la que se acordó una medida cautelar
a un juez que alegó que había sido destituido por vía de hecho por la
Sala Político-Administrativa, precisamente con supuesto fundamento en
el artículo 6.23 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia:

(...)
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 183

En consecuencia, durante la tramitación de esta causa, las designacio-
nes a que se refiere la norma cuya suspensión provisional se acuerda se
harán por la Comisión Judicial del Tribunal Supremo de Justicia, me-
diante el mismo procedimiento a través del cual se nombra el resto de
los jueces de la República”.

Sentencia N°: 1.425.


Fecha: 30-06-05.
Demandante: Francisco Alagio Cedeño.
Materia: Orden público constitucional.

Al Estado y, en consecuencia, la Sala Constitucional como


parte de él, le corresponde la vigilancia en relación con
cualquier acto o hecho que pueda menoscabar cualquier
derecho constitucional y que alterare el orden público cons-
titucional, aun en el supuesto que la pretensión del deman-
dante sea inadmisible. La división de la continencia de la
causa constituye un grave error en la aplicación del dere-
cho que afecta el derecho a la defensa de los justiciables
sobre situación que puede atacar esta Sala para el restable-
cimiento del orden público constitucional.

“La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su ar-
tículo 19, establece que:

‘El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de


progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irre-
nunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos.
Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder
Público de conformidad con la Constitución, los tratados sobre
derechos humanos suscritos y ratificados por la República y las
leyes que los desarrollen’.

El Estado tiene la obligación de garantizar a toda persona el ejercicio y
goce de los derechos a través de los órganos de Poder Público; asimis-
mo, tiene el deber de contribuir a la observancia y realización de tales
derechos. Por lo tanto, el Tribunal Supremo de Justicia, porque es un
órgano del  Poder Público,  y su  Sala Constitucional,  porque es guar-
dián y garante del derecho positivo existente y en protección de los
derechos humanos de los particulares, están en la obligación de vigi-
184 PONENCIAS

lar cualquier hecho, acto u omisión que pueda menoscabar una garantía
o derecho constitucional, que, a su vez, pueda desembocar en una vul-
neración incontestable al orden público constitucional. Así, este órgano
jurisdiccional puede y debe, aun de oficio y en resguardo del orden pú-
blico constitucional que pueda verse quebrantado por una decisión judi-
cial  de  cualquier  tribunal  de  la  República,  dejar  sin  efecto  dichas
resoluciones judiciales, con el propósito de garantizar la integridad y
supremacía de la Constitución.

Ahora bien, esta Sala Constitucional, en virtud de que detectó la viola-
ción del orden público constitucional, en perjuicio grave a los derechos
fundamentales a la tutela judicial efectiva, al debido proceso y a la liber-
tad personal del quejoso, restablecerá en el presente fallo el orden que
resultó transgredido, a pesar de que se desestimó la demanda de ampa-
ro constitucional que intentó el defensor del mismo. Para ello, hace las
consideraciones siguientes:

En la causa penal sometida a estudio existe un grotesco error, pues la
Sala N° 1 de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del
Estado Carabobo admitió paladinamente que hubo una ilegal división de
la continencia de la causa, en relación con la impugnación del auto que
pronunció el tribunal de control, el 6 de agosto de 2004, con ocasión de
la celebración de la audiencia de presentación, el 3 del mismo mes y
año, la cual se materializó mediante recursos de apelación que, contra
la misma decisión, ejercieron el Ministerio Público y la defensa del aho-
ra quejoso, el primero de los cuales conoció la Sala N° 2 de la Corte de
Apelaciones del referido Circuito Judicial Penal, mientras que del se-
gundo se encuentra conociendo la Sala N° 1.

Por otra parte, consta en autos que, en relación con la apelación fiscal,
el fallo fue expedido por la Sala N° 2 de la Corte de Apelaciones del
Circuito Judicial Penal del Estado Carabobo, el 6 de septiembre de 2004,
con omisión de la correspondiente valoración de los alegatos que la de-
fensa expresó en su escrito de contestación a la apelación, el cual fue
presentado el 26 de agosto de 2004, vale decir, dentro del término legal
que fijó el artículo 449 eiusdem, pues, el 23 del mismo mes y año, fue
notificada la referida defensa de la interposición del recurso en referen-
cia. Así se declara.

Consta, asimismo, en autos, que la contestación a la apelación fiscal
que se mencionó fue remitida a la Sala N° 2 de la Corte de Apelaciones,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 185

según oficio de 2 de septiembre de 2004, que suscribió la Juez Octava
de Control (f. 30) y la cual aparece recibida el 7 del mismo mes y año;
vale decir, un día después de que dicha Sala juzgó sobre el recurso en
cuestión. Aun cuando se concluya que la referida jurisdiscente falló sin
que tuviera conocimiento de que se había dividido la continencia de la
causa y, asimismo, que se concluya igualmente, que pudo racionalmente
estimar que no había sido contestada la apelación por razón de la tardía
incorporación  de  la  misma  a  las  actas  procesales  respectivas,  no  es
menos cierto que se produjo una lesión grave a los derechos constitu-
cionales del quejoso a la tutela judicial efectiva, al debido proceso, a la
defensa, a ser oído y a la obtención de oportuna y adecuada respuesta.
Por tal razón, se concluye que se trata de un fallo que adolece de un
vicio evidente de nulidad absoluta, según los artículos 191 y 195 del
Código Orgánico Procesal Penal. Y así se declara.

Como consecuencia de la declaratoria de nulidad del fallo que emanó
de la Sala N° 2 de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal
del Estado Carabobo, se concluye que lo procedente en derecho sería la
reposición de la causa penal al estado de que se oyeran nuevamente las
apelaciones que incoaron el Ministerio Público y la defensa; esta vez,
con estricto apego a las normas legales sobre la continencia de la cau-
sa. No obstante, por razones de celeridad y economía procesales y por
los graves vicios que contiene la decisión que fue impugnada mediante
apelación –esto es, la que el 6 de agosto de 2004 dictó la Juez Octava
de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Carabobo– y que fue-
ron puestos de manifiesto en las actas que cursan en el expediente y en
la de celebración de la audiencia pública correspondiente a esta causa,
la Sala considera que tal reposición sería inútil, pues no es previsible
que la Corte de Apelaciones del referido Circuito Judicial, en actuación
apegada  a  derecho,  decida  otra  cosa  que  no  sea  la  declaratoria  con
lugar del recurso de apelación que propuso la defensa, en razón de la
omisión de pronunciamiento, por parte de la juez de la causa, respecto
de la solicitud de nulidad de las actuaciones que interpuso la representa-
ción del imputado, en virtud de la orden de aprehensión que dictó la
referida jurisdiscente, a pesar de que el Ministerio Público había decidi-
do el archivo de la causa que se seguía contra el ciudadano Francisco
Alagio Cedeño, ello en contravención a lo que regula el artículo 315 del
Código Orgánico Procesal Penal. En consecuencia, esta Sala Constitu-
cional declara la nulidad absoluta del pronunciamiento que expidió, el 6
de  septiembre  de  2004,  la  Sala  N°  2  de  la  Corte  de Apelaciones  del
Circuito Judicial Penal del Estado Carabobo y la del auto que emitió, el
186 PONENCIAS

6 de agosto de 2004, la Juez Octava de Primera Instancia en funciones
de Control del mismo Circuito Judicial Penal y ordena la reposición de
la causa penal al estado de que se celebre nuevamente la audiencia de
presentación del imputado Francisco Alagio Cedeño. Así se declara.

Considera esta Sala que las actuaciones de la Corte de Apelaciones del
Circuito  Judicial  Penal  del  Estado  Carabobo  y  de  la  Juez  Octava  de
Primera Instancia en funciones de Control del mismo Circuito Judicial
Penal ameritan el envío de copia de la presente decisión a la Inspectoría
General de Tribunales, para que determine si las mismas son generado-
ras de responsabilidad disciplinaria alguna. Así se decide.

Asimismo, la Sala estima oportuna la remisión de copia del presente
fallo a la Fiscalía General de la República, para la investigación de las
actuaciones de la Fiscal encargada de la presente causa penal, para la
investigación que estime pertinente en relación con posibles responsabi-
lidades disciplinarias. Así se decide.

Las dos disposiciones que preceden se pronuncian con fundamento en
los agravios que esta sentenciadora declaró anterior y expresamente”.

Sentencia N°: 2.829.


Fecha: 29-09-05.
Demandante: Michael de Jesús Carillo Sanabria y Salvatore Or-
lando Aragona Saya.
Materia: Responsabilidad disciplinaria de los jueces. De-
sacato de la decisión de un superior.

El desacato a una decisión de un superior jurisdiccional que,


por añadidura, es el Máximo Tribunal de la República com-
promete, seria y fundadamente, la responsabilidad discipli-
naria del órgano que expide el acto de juzgamiento.

“Por último, se observa que, en su decisión, la primera instancia consti-
tucional afirmó lo siguiente:

‘En efecto, siendo extraordinaria la acción de amparo, se observa


que la denuncia planteada por los accionantes relativa a la pre-
sunta violación producida por el juez de control, al considerar como
elementos suficientes las actas policiales, a fin de decretar la pri-
vación judicial preventiva de libertad de los ciudadanos Michael
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 187

de Jesús Carrillo Sanabria y Salvatore Aragona Saya, tiene que


ver directamente con la infracción de normas de rango legal con-
templadas en el Código Orgánico Procesal Penal, lo que no es
materia de amparo, ya que esta acción procede contra actos, he-
chos u omisiones que violen directamente normas constitucionales,
debiéndose destacar que en el presente caso, tratándose algunos
de los argumentos explanados por los solicitantes de un hecho que
infringe una disposición legal, su solución correspondería a este
órgano judicial superior, no como Tribunal constituido en sede cons-
titucional, sino como Tribunal de segunda instancia, por la vía re-
cursiva...’ (Folio 187, pieza 2).

A través del pronunciamiento que antecede, el a quo desconoció mani-
fiestamente el fallo que, el 09 de julio de 2004, esta Sala expidió, dentro
de esta causa, en el cual, como anteriormente se registró, estableció, de
manera categórica, que las normas cuya violación sustentó el presente
ejercicio de la acción de amparo tenían un inequívoco rango constitucio-
nal. Se trata, entonces, de una conducta contumaz que, además, implica
un desacato a una decisión de un superior jurisdiccional que, por añadi-
dura, es el Máximo Tribunal de la República, razón por la cual esta Sala
estima que hay serios y fundados indicios de compromiso de la respon-
sabilidad disciplinaria, en contra de los Jueces que integraron la Corte
Accidental de Apelaciones que dictó la sentencia que actualmente se
revisa y que, por tanto, es pertinente la remisión de copia certificada del
presente fallo a la Inspectoría General de Tribunal, para la apertura de
la investigación correspondiente. Así se declara”.

Sentencia N°: 3.082.


Fecha: 14-10-05.
Demandante: Jesús Caballero Ortiz.
Materia: Recurso de nulidad parcial de la LOPPM.

Recursos de nulidad. Ley Orgánica del Poder Público Mu-


nicipal. Medidas cautelares. La Sala suspende provisional-
mente los efectos de los artículos 56, letra h, 95, cardinal
12, y 78, de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal,
en lo que se refiere a la competencia del Municipio y de los
Concejos Municipales respecto del Estatuto Funcionarial
Municipal de los Empleados de las Administraciones Pú-
blicas Locales.
188 PONENCIAS

“La parte actora interpuso pretensión de nulidad, por razones de incons-
titucionalidad, de parte de los artículos 56, letra h, 95, cardinal 12, y 78,
todos de la novísima Ley Orgánica del Poder Público Municipal. Con-
cretamente,  la  nulidad  de  tales  preceptos  se  denunció  respecto  de  la
mención,  que  los  mismos  contienen,  en  relación  con  la  competencia
municipal de establecimiento y regulación de su propio Estatuto de la
función pública, de la siguiente manera:

(...)

En criterio del demandante, tales normas jurídicas son contrarias a los
artículos 144 y 147 de la Constitución de 1999, pues los mismos dispo-
nen como materia de la reserva legal nacional, el establecimiento de
un Estatuto de la Función Pública que rija a todos los funcionarios de
la Administración Pública, sean éstos nacionales, estadales o munici-
pales. Por tanto, la presunción de buen derecho derivaría de la contra-
dicción que surge de la lectura de las normas que se impugnaron y el
Texto Constitucional, lo que se abona, en criterio del demandante, con
el hecho de que ya la Asamblea Nacional dictó esa Ley del Estatuto
de la Función Pública y que la misma rige a funcionarios de los tres
niveles territoriales.

En este sentido, observa la Sala que ciertamente, el mero contraste del
texto de los artículos 144 y 147 de la Constitución de 1999 respecto de
las normas de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal objeto de la
pretensión de nulidad, hace afirmar a esta Sala, de manera presuntiva y
sin que ello merme el análisis de constitucionalidad que deberá realizar-
se durante el debate judicial, la existencia de una dicotomía normativa
que sustenta suficientemente la presunción de buen derecho.

(...) 

La sola lectura de estas normas constitucionales llevan a considerar, en
esta fase previa al debate, que el Constituyente de 1999 optó por la dispo-
sición de la existencia de un Estatuto de la Función Pública que regirá los
aspectos principales del régimen aplicable a los funcionarios de la Admi-
nistración Pública, sin distinción alguna respecto del ámbito de la organi-
zación administrativa a la que éstos pertenezcan, esto es, sea nacional,
estadal  o  municipal.  Precisamente,  con  fundamento  en  esa  interpreta-
ción, se dictó la Ley del Estatuto de la Función Pública (reimpresa en
Gaceta Oficial Nº 37.522, de 6 de septiembre de 2002), cuyo artículo 1°
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 189

dispone que ‘La presente Ley regirá las relaciones de empleo público


entre los funcionarios y funcionarias públicos y las administraciones
públicas nacionales, estadales y municipales...’.

En consecuencia, considera la Sala que, por cuanto podría haber dicoto-
mía entre la  regulación de las normas  fundamentales señaladas  y las
normas  legales  que  se  impugnaron,  se  cumple  con  el  requisito  de  la
presunción del derecho reclamado en este caso. Así se decide.

En relación con el peligro en la mora el demandante denunció la ‘anar-
quía’ y la inseguridad jurídica que supondría la existencia de una ley
nacional (Ley del Estatuto de la Función Pública) y las múltiples orde-
nanzas municipales que han de dictarse en desarrollo de las normas de
la Ley Orgánica del Poder Público Municipal que se impugnaron, todas
para la regulación de una misma materia: el régimen jurídico de los fun-
cionarios municipales. Considera la Sala que, ciertamente, si se expiden
múltiples estatutos funcionariales a través de ordenanzas municipales
existirían, de forma paralela, dos regímenes jurídicos –el nacional y el
municipal– aplicables, en principio, a los mismos empleados de la Admi-
nistración municipal, lo que implicaría una importante inseguridad jurídi-
ca no sólo en la resolución de los procesos judiciales funcionariales que
puedan plantearse ante los tribunales contencioso administrativo com-
petentes, sino incluso en el correcto desenvolvimiento de las relaciones
funcionariales entre las Administraciones locales y sus funcionarios, e
incluso, las erogaciones que pudieran realizarse de forma indebida si en
la definitiva llegara a concluirse en la inconstitucionalidad de las normas
que se impugnaron.

Por tanto, considera la Sala que se cumplen los dos requisitos que con-
currentemente se exigen para que se acuerde la medida de suspensión
de efectos de las normas que se impugnaron, a cuyo favor abona tam-
bién la ponderación de los intereses generales en juego, los cuales se
verán ciertamente más favorecidos con la suspensión de dichos precep-
tos, pues ello propenderá al mantenimiento del status quo y a la preser-
vación de la seguridad jurídica. Así se declara”.
190 PONENCIAS

Sentencia N°: 3.252.


Fecha: 28-10-05.
Demandante: Instituto Venezolano de los Seguros Sociales.
Materia: Derecho de participación ciudadana en los asun-
tos públicos. Solicitud de interpretación del artícu-
lo 84 de la Constitución.

Solicitud de interpretación constitucional. Alcance del de-


recho de participación ciudadana en los asuntos públicos y
del derecho de participación de los administrados en la ac-
tividad administrativa como concreción de aquél. La parti-
cipación ciudadana en la gestión pública es, a su vez, derecho
político y deber social de todos los ciudadanos según sus
capacidades. La correcta interpretación del artículo 84 in
fine de la Constitución de 1999 debe ser la siguiente: la
comunidad organizada, a través de las cooperativas, em-
presas comunitarias y todo ente corporativo o asociativo
con forma de derecho público o privado cuya labor se refie-
ra al sector salud, tienen el derecho y el deber de partici-
par en la toma de decisiones –fundamentalmente a través
de mecanismos de consulta, o bien con carácter vinculante
cuando así lo disponga expresamente la ley– relativas a la
planificación, ejecución y control de las políticas –léase,
orientaciones y directrices generales, a ser plasmadas en
planes y programas– de las instituciones públicas de salud,
entendiendo por tales cualquier órgano o ente de la Admi-
nistración Pública Nacional, Estadal o Municipal con com-
petencias afines al sector salud a quienes competa la
determinación de las políticas de ese sector. Participación
que se ejercerá en los términos y condiciones que dispon-
ga una norma de rango legal. Así se decide.

“1. Corresponde a la Sala la decisión relativa a la solicitud de interpre-
tación que se planteó respecto del artículo 84 in fine de la Constitución
de 1999. Concretamente, se formuló como duda interpretativa si es po-
sible, a la luz de esa norma, que la comunidad participe e interfiera en el
nombramiento de los altos funcionarios de las instituciones públicas de
salud que dependen del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales.

(...)
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 191

La norma constitucional cuya interpretación se requirió establece, como
derecho  y  deber  de  la  comunidad organizada,  la participación en la
toma de decisiones sobre la planificación, ejecución y control de
la política específica en las instituciones públicas de salud.  La  co-
rrecta interpretación de ese precepto exige dilucidar qué ha de enten-
derse  por  comunidad organizada,  y  por  toma de decisiones sobre  la
planificación, ejecución y control de la política específica de las institu-
ciones de salud.

En este sentido, ha de comenzarse por la afirmación de que esa participa-
ción de la comunidad en la política de las instituciones públicas de salud
es una típica expresión del derecho a la participación de los administrados
en la actividad administrativa, lo que, a su vez, es clara manifestación del
derecho fundamental a la participación ciudadana en la gestión pública,
que recoge el artículo 62 constitucional de la siguiente manera:

(...)

Si bien, en su encabezado, el artículo 62 constitucional postula el dere-
cho a la libre participación en los asuntos públicos, su parágrafo primero
delimita una de las manifestaciones fundamentales de ese derecho, como
lo es la participación de los administrados en el ejercicio de la actividad
administrativa,  al  referirse  a  ‘la participación del pueblo en la for-
mación, ejecución y control de la gestión pública’. Así  lo  expuso  la
Sala Electoral en sentencia N° 86 de 19-7-00 (en el mismo sentido que
la sentencia de esa Sala N° 10 de 22-2-00), en la que se señaló:

‘Con respecto al artículo 62 de la Constitución de la República Bo-


livariana de Venezuela, primer precepto denunciado como violado
por los recurrentes, considera esta Sala necesario precisar que el
mismo obedece al derecho de los ciudadanos y ciudadanas a parti-
cipar en la formación, ejecución y control de la gestión pública, la
cual es entendida, como la función que le corresponde realizar a los
órganos que integran la Administración Pública, tal como aparece
definida en el artículo 141 de la Constitución, es decir, como com-
plejo orgánico encargado de realizar la función pública –satisfac-
ción y tutela de los intereses generales’.

Derecho a la participación ciudadana en la gestión pública que, sin des-
medro de su rango constitucional, está también recogido en el artículo
135 de la Ley Orgánica de la Administración Pública (Gaceta Oficial
N° 37.305, de 17 de octubre de 2001) (...).
192 PONENCIAS

Se trata, así, de un derecho de contenido político, pues, como se afirmó
en sentencia de esta Sala N° 23 de 22-1-03, tal derecho ‘considera al
individuo en tanto que miembro de una comunidad política deter-
minada, con miras a tomar parte en la formación de una decisión
pública o de la voluntad de las instituciones públicas’,  expresión
directa de la  concepción del  Estado venezolano como democrático y
social de Derecho y de Justicia (artículo 2 de la Constitución).

En efecto, la concepción de nuestra democracia como participativa (artí-
culo 6 de la Constitución), exige de una participación popular directa en
los asuntos públicos, y no sólo indirectamente a través de los represen-
tantes políticos electos mediante el sufragio. Según expuso esta Sala en
sentencia N° 1613 de 17-8-04, ‘...el derecho a la participación en los
asuntos públicos propicia que los ciudadanos participen en la for-
mación de la voluntad estatal, sirviendo de cauce a la articulación
de la soberanía popular que posibilita la legitimación democrática
del ejercicio del poder’, participación directa de la ciudadanía en los
asuntos públicos que es premisa fundamental –aunque no exclusiva– de
la democracia participativa en el plano de la distribución horizontal del
ejercicio del Poder Público, y que ha de cohonestarse con el principio
de descentralización territorial como expresión máxima de esa demo-
cracia participativa en el plano vertical.

Asimismo, la concepción social del Estado, que lo eleva de la categoría de
Estado policía a la del Estado garante de las prestaciones esenciales para
lograr la procura existencial y el bienestar social general de todos los ciuda-
danos, implica, además, una serie de deberes en cabeza de los particulares,
con fundamento en el principio de solidaridad y responsabilidad social (artí-
culo 135 de la Constitución), en atención al cual los particulares no son
ajenos a tales cometidos prestacionales, sino que han de colaborar activa-
mente  –dentro de  los términos legales  y, como dice la norma, según  su
capacidad–  a  través  de  su  participación en la gestión pública.

De manera, pues, que la participación ciudadana en la gestión pública
es, a su vez, derecho político y deber social de todos los ciudadanos
según sus capacidades, y de allí, precisamente, que la norma objeto de
esta solicitud de interpretación (parte final del artículo 84 constitucio-
nal) postule el derecho-deber de participación de la comunidad en la
toma de decisiones relativas a las instituciones públicas del servicio de
salud, cometido por excelencia de la Administración Pública dentro de
un Estado Social.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 193

3.2 Ahora bien, una vez que se tiene en cuenta el alcance y razón del
derecho fundamental del cual dimana el derecho-deber que establece el
artículo 84 de la Constitución, resulta necesaria la determinación de los
aspectos  concretos  de  interpretación  de  esa  norma  constitucional,  el
primero de los cuales se refiere al titular de esa facultad.

Así, el sujeto activo de ese derecho-deber que recoge el artículo 84 de la
Constitución de 1999 corresponde, según dispone la propia norma, a la co-
munidad organizada; comunidad organizada cuyo entendimiento exige la
revisión del artículo 70 constitucional, que preceptúa, a título enunciativo,
una serie de medios a través de los cuales se ejerce ese derecho a la parti-
cipación política a que se refiere el artículo 62, con inclusión, claro está, del
derecho a la participación en la gestión administrativa, que es el que, en
esta oportunidad, incumbe a este análisis. Dentro de esos medios de parti-
cipación en lo social y económico, el artículo 70 incluye las cooperativas, la
empresa comunitaria y ‘demás formas asociativas guiadas por los valo-
res de la mutua colaboración y solidaridad’.

De manera que, cuando el artículo 84 menciona a la comunidad organiza-
da, ha de entenderse que se refiere, fundamentalmente, a las cooperativas,
a las empresas comunitarias propias del ámbito de la salud, e incluso –pues
a falta de restricción expresa de la letra de la ley no cabe restricción del
intérprete– a todo ente corporativo o asociativo, bien de derecho público o
de derecho privado, cuya labor se refiera al sector salud. Lo que sí da a
entender la norma en cuestión es que ese derecho-deber de participación
en la gestión de las políticas de salud ha de ejercerse de manera colectiva,
a  través  de  tales  entidades,  y  no  de  manera  individual  por  parte  de  los
ciudadanos, por más que sean beneficiarios de ese servicio público o que en
su ejercicio profesional se dediquen al sector salud y, asimismo, por más
que puedan ejercer otros mecanismos de participación.

3.3 En tercer lugar, ha de determinarse a qué se refiere la norma cuan-
do expresa que las comunidades organizadas tienen participación en
la toma de decisiones relativas a la planificación, ejecución y control
de la política específica de las instituciones de salud.

Ya en anteriores oportunidades esta Sala ha expuesto qué ha de enten-
derse por toma de decisiones en el marco del derecho a la participación
en los asuntos públicos. Así, en la sentencia de 22-1-03, que antes se
citó,  afirmó  la  Sala  que  ‘participar en los asuntos públicos no es
igual a decidir en los mismos, implica, necesariamente, la apertura
de cauces democráticos con el objeto de que la ciudadanía, activa
194 PONENCIAS

y responsablemente, intervenga y exponga sus diversas opiniones


sobre las materias de especial trascendencia’.

Sin perjuicio de que el legislador pueda, en casos específicos, estable-
cer mecanismos en los que determinadas comunidades organizadas par-
ticipen con carácter vinculante en la toma de decisiones con relación a
las políticas en materia de salud, la regla general que se desprende de la
norma constitucional ha de ser que, por esa participación en la toma de
decisiones de las instituciones públicas de salud a que hace referencia
el artículo 84 de la Constitución, debe entenderse la consulta que deben
realizar  dichas  instituciones  respecto  de  las  comunidades organiza-
das, en relación con las políticas que asumirán en materia de salud, en
los términos y condiciones en que lo establezca la Ley.

Ejemplo de supuestos en los que el legislador incluye a las comunidades
organizadas como integrantes de los órganos que tomarán las decisiones en
determinadas políticas, con carácter vinculante, es el caso de la Ley de los
Consejos Estadales de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas
(Gaceta Oficial N° 37.509 de 20 de agosto de 2002), mediante la cual se
crea, en cada Estado, un Consejo Estadal de Planificación y Coordinación
de Políticas Públicas Estadales, que fungirá como órgano rector de las po-
líticas públicas estadales para la promoción del desarrollo económico, equi-
librado y sustentable (artículo 1 de la Ley). Según dispone el artículo 6 de
dicha Ley, dichos Consejos se integran, entre otros miembros, por ‘una
representación de la comunidad organizada en el ámbito estadal, ele-
gida de personas jurídicas públicas o privadas, que lleven al menos
un (1) año desarrollando su actividad’, representación que se compone
de un representante de las organizaciones empresariales, uno de las organi-
zaciones sindicales de trabajadores, uno de las organizaciones campesinas,
uno de la comunidad universitaria, uno de las organizaciones de defensa del
medio ambiente y del patrimonio histórico cultural y una representación de
las organizaciones vecinales.

Asimismo, la Ley de los Consejos Locales de Planificación Pública (Ga-
ceta Oficial N° 37463, de 12 de junio de 2002), creó los Consejos Lo-
cales  de  Planificación  Pública,  con  el  propósito  de  ‘lograr la
intervención de las comunidades organizadas y grupos vecinales
mediante la participación y el protagonismo dentro de una política
general de Estado, descentralización y desconcentración de com-
petencias y recursos...’  (artículo 1  de la  Ley), y  determinó que  tales
Consejos estarán integrados, entre otros, por representantes de las or-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 195

ganizaciones vecinales, de las parroquias, de sectores de la comunidad
organizada, y de las comunidades o pueblos indígenas, donde los hubie-
re (artículo 2 eiusdem). En ambos ejemplos, tales representantes de la
comunidad organizada participan, evidentemente, como miembros del
órgano en la toma de decisiones.

En consecuencia, no puede desprenderse, del precepto constitucional
que se interpreta, que la opinión de las comunidades organizadas sea
vinculante en la definición de todas las políticas en la materia, sino que
participan, a través de la consulta, como supuesto necesario previo a la
asunción de determinadas decisiones por parte de las autoridades públi-
cas, las cuales, eso sí, deben ponderar y valorar todas y cada una de sus
observaciones, y motivar adecuadamente las razones que la impulsen a
acatar o no a las mismas.

3.4 En cuarto lugar, la correcta interpretación constitucional del artículo
84, in fine, del Texto Fundamental de 1999, amerita la determinación de
qué  ha  de  entenderse  por  planificación, ejecución y control de la
política específica en las instituciones públicas de salud, en relación
con el derecho a la participación de la comunidad organizada.

En este sentido, se observa que es claro el espíritu del constituyente, y a
ello lleva la interpretación literal del precepto, cuando determina que la
participación de la comunidad se refiere a la política específica de las
instituciones públicas de salud. Ello así, ha de entenderse que esa partici-
pación de la comunidad organizada, a través de mecanismos de consulta
o, excepcionalmente, de manera vinculante, en los términos que antes se
expusieron, se refiere a la determinación de las políticas públicas que han
de regir la prestación del servicio de salud, entendiendo por políticas pú-
blicas  las  orientaciones o directrices que rigen la actuación de una
entidad en un asunto o ámbito público determinado, que se plasman a
través de planes y programas y que son producto de la decisión de los
órganos de planificación en cada sector público.

En consecuencia, la norma a interpretar no reconoce el derecho de par-
ticipación respecto de la toma de cualquier decisión y, menos aún, res-
pecto de la gestión o prestación concreta del servicio de salud en los
centros  asistenciales,  lo  que  escapa  del  plano  general  de  la  decisión
acerca de cuáles serán las políticas a seguir en esta materia.

3.5 Ahora bien, sin perjuicio del ejercicio directo de los derechos funda-
mentales, es lo cierto que la operatividad práctica de esa participación de la
196 PONENCIAS

comunidad en la toma de decisiones relativas a las políticas de salud, exige
desarrollo legal que determine los supuestos y condiciones en que procede-
rá la participación, bien en la planificación, ejecución o control de tales
políticas públicas. Muestra de ello lo constituyen los artículos 14 y 23 de la
Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social, que antes se transcribieron,
aun cuando, según se desprende de los propios preceptos, es necesaria la
concreción de sus principios generales a través de leyes especiales y de
reglamentos,  para  que  se  haga  efectivamente  operativo  el  derecho  a  la
participación ciudadana en la gestión pública de la salud.

Asimismo, ese desarrollo legislativo necesario del artículo 84 de la Constitu-
ción no obsta para que sean aplicables, en estos casos, los preceptos legales
que,  con  carácter  general,  se  aplican  a  todos  los  ámbitos  del  derecho  de
participación de los administrados en el ejercicio de la función administrativa,
con inclusión, claro está, de la gestión del servicio público de salud.

Así, ya antes se expuso el ejemplo de dos leyes paradigmáticas en este
sentido, como lo son la Ley de los Consejos Estadales de Planificación
y Coordinación de Políticas Públicas y la Ley de los Consejos Locales
de Planificación Pública. Por su parte, el artículo 136 de la Ley Orgáni-
ca de la Administración Pública preceptúa como requisito necesario para
la adopción de ‘normas legales, reglamentarias o de otra jerarquía’,
la previa consulta a las comunidades organizadas y las organizaciones
públicas no estatales. Para el caso de que se trate de la aprobación de
textos normativos por parte de los órganos y entes públicos correspon-
dientes al sector salud, dicha norma sirve de modo de canalización del
derecho que recogió el artículo 84 de la Constitución, objeto de esta
solicitud de interpretación.

Por último, la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República y
del Sistema Nacional de Control Fiscal (Gaceta Oficial N° 37.347 de 17
de diciembre de 2001) dispone que el Contralor General de la República
dictará  las  normas  que  fomenten  la  participación  ciudadana,  especial-
mente para la atención de las iniciativas de la comunidad en el proceso de
participación ciudadana en el control fiscal, lo que sería un modo de con-
trol de las políticas de salud a que se refiere el artículo 84 constitucional.

4. En consecuencia, declara la Sala que la correcta interpretación del artículo
84 in fine de la Constitución de 1999 debe ser la siguiente: la comunidad
organizada, a través de las cooperativas, empresas comunitarias y todo
ente corporativo o asociativo con forma de derecho público o privado
cuya labor se refiera al sector salud, tienen el derecho y el deber de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 197

participar en la toma de decisiones –fundamentalmente a través de me-


canismos de consulta, o bien con carácter vinculante cuando así lo
disponga expresamente la ley– relativas a la planificación, ejecución y
control de las políticas –léase, orientaciones y directrices generales, a
ser plasmadas en planes y programas– de las instituciones públicas de
salud, entendiendo por tales cualquier órgano o ente de la Administra-
ción Pública Nacional, Estadal o Municipal con competencias afines al
sector salud a quienes competa la determinación de las políticas de ese
sector. Participación que se ejercerá en los términos y condiciones que
disponga una norma de rango legal. Así  se  decide.

De esta manera, y en cuanto a la duda concreta que planteó el actor en
este caso, mal podría la comunidad organizada interferir en el nombra-
miento o remoción de funcionarios adscritos al sector salud, pues tales
actuaciones no obedecen a la determinación de políticas, planes o direc-
trices que coordinen y rijan el sector salud, sino a una decisión concreta
de gestión administrativa en ejecución de esos planes y que correspon-
de únicamente al órgano jerárquico –o de tutela– con competencia para
la realización de tales nombramientos. Así se decide”.

Sentencia Nº: 3.340.


Fecha: 04-11-05.
Demandante: Estado Trujillo.
Materia: Notificación a la Procuraduría General de la Re-
pública del decreto de medidas cautelares.

No es necesaria la notificación al Procurador General de la


República de las medidas que se dicten contra bienes estada-
les, cuando éstas se expidan a solicitud del mismo ente políti-
co territorial. En esos supuestos no son aplicables los artículos
97 y 98 de la Ley de la Procuraduría General de la República.

“El secuestro en cuestión fue acordado con fundamento en el ordinal 7º
del artículo 599 del Código de Procedimiento Civil, en concordancia con
los artículos 585 y 588, ordinal 2º, pues, en criterio del Juzgado de los
Municipios Rafael Rangel, Bolívar, Sucre, Miranda, La Ceiba, Andrés
Bello y Monte Carmelo de la Circunscripción Judicial del Estado Truji-
llo, las documentales que se insertaron en el expediente era ‘constituti-
vas del derecho que se reclamaba’.
198 PONENCIAS

La parte demandada pidió la suspensión de la medida de conformidad
con el artículo 588 del Código de Procedimiento Civil y ofreció ‘la cau-
ción a que se refiere el ordinal 2º del artículo 590 del Código de
Procedimiento Civil’.

El 10 de mayo de 2004, el Juzgado de los Municipios Rafael Rangel,
Bolívar, Sucre, Miranda, La Ceiba, Andrés Bello y Monte Carmelo de la
Circunscripción Judicial del Estado Trujillo negó la suspensión de la
medida, por cuanto consideró que el secuestro es ajeno a la vía de cau-
cionamiento y, en ese sentido, constituía una excepción a lo que precep-
túa el parágrafo primero del artículo 588 del Código de Procedimiento
Civil. En virtud de esa negativa, la parte demandada apeló contra ese
auto y fundamentó el recurso en la falta de notificación al Procurador
General de la República.

(...)

Dicha decisión tuvo como fundamento que el inmueble objeto del juicio
estaba destinado a la actividad turística, la cual fue declarada de utilidad
pública por los artículos 1, 3, 6, 61 y 69 de la Ley Orgánica de Turismo
(publicada el 26 de noviembre de 2001 en Gaceta Oficial Nº 37.332) y
que, según los artículos 97 y 98 de la Ley Orgánica de la Procuraduría
General de la República (que se publicó en Gaceta Oficial Extraordina-
rio Nº 5.554 del 13 de noviembre de 2001), se requiere que se notifique a
la Procuraduría General de la República el decreto de medidas preventi-
vas contra bienes en que el Estado tenga algún interés y que, en dichos
casos, el proceso debe suspenderse por un lapso de 45 días continuos,
computables a partir de la constancia en los autos de la notificación a la
Procuraduría, luego de cuyo transcurso puede ejecutarse la medida. Con-
cluyó que, por cuanto en el proceso cautelar no se dio cumplimiento a las
normas que fueron mencionadas, la medida debía anularse.

En primer lugar, la Sala expresa, que según el artículo 159 de la Consti-
tución de la República Bolivariana de Venezuela, los Estados ‘son enti-
dades autónomas e iguales en lo político, con personalidad jurídica
plena’, y según el artículo 164 eiusdem ‘es de la exclusiva competen-
cia de los Estados: (...) 3. La administración de sus bienes’. De  la
interpretación de ambas normas se concluye que los Estados tienen ple-
na autonomía y completa capacidad para el ejercicio de acciones judi-
ciales que considere necesarias para la administración de sus bienes y
que, con ocasión de su ejercicio, es garante de que, con motivo de la
práctica las medidas preventivas que sobre sus bienes soliciten los Es-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 199

tados, no sean interrumpidas las actividades de interés público a que
ellas estén afectas, lo cual significa que no se requiere intervención de
la República, por intermedio de su Procuraduría General, en los juicios
que intenten los Estados con motivo de la administración de sus bienes.

Ahora bien, según el artículo 33 de la Ley Orgánica de Descentraliza-
ción, Delimitación y Transferencias de Competencias del Poder Públi-
co, los Estados gozan de los mismos privilegios y prerrogativas procesales
que la República, beneficios que se establecieron en la Ley Orgánica de
la Procuraduría General de la República; de ello se deriva que sea ne-
cesaria la aplicación de esa Ley a los Estados pero, por supuesto, adap-
tándola en el sentido que serían los Estados y no la República quienes
disfruten de los beneficios y prerrogativas.

De tal manera que, para la aplicación de ellas a los casos en que tengan
interés los Estados, deberá sustituirse el término ‘República’ por el de
‘Estado’. Si  no  se  hiciere  de  esta  manera,  se  acabaría  poniendo  en
cabeza de la República tanto la defensa de los intereses de los Estados
o de sus órganos con autonomía funcional como el cumplimiento de su
deber de que, por efecto de las medidas cautelares que se dicten a su
favor, no se perturbe la continuidad de las actividades de interés público
a las que están afectas los bienes de esas entidades federales (artículo
97 Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República). Eso se-
ría contrario al principio constitucional de autonomía y plena capacidad
de los Estados en la administración de sus bienes.

Los artículos 97 y 98 de la Ley Orgánica de la Procuraduría General del
República (...) tienen por objeto permitirle al Ente Político Territorial la
oportunidad de que tome las medidas necesarias para que la utilidad, uso
o servicio público a que estén afectos los bienes propiedad de la Repúbli-
ca –o los entes descentralizados funcionalmente– no se vea interrumpida
con motivo del decreto de una medida procesal, disposición esta que, en
definitiva, otorga al Estado la posibilidad de no ser sorprendido por la
ejecución de una medida procesal, con la consecuente afectación del ser-
vicio o uso público, a la par que protege a los usuarios o beneficiarios de
tales servicios de una eventual perturbación en su prestación.

Con fundamento en todas las anteriores consideraciones, la Sala apre-
cia que con la revocatoria de la medida cautelar, el supuesto agraviante
incurrió  en  un  grave  error  en  la  interpretación  del  derecho,  pues  los
artículos 97 y 98 de la Ley de la Procuraduría General de la República
son aplicables sólo en aquellos casos en que los entes públicos sujetos
200 PONENCIAS

de aplicación de la norma no son parte en el juicio, en el entendido que
sólo en ese caso serían sorprendidos por la ejecución  de una medida
procesal.  Por  el  contrario,  en  casos  como  el  de  autos  en  que  el  ente
público en cuestión ha sido el solicitante de ésta, ha de entenderse que
tomará las medidas tendentes a la continuidad de la actividad de utilidad
pública;  en  este  caso,  la  de  turismo,  a  la  que  está  afecta  la  Posada
Turística Isnotú, pues a los Estados debe considerárseles plenamente
capaces  para  la  toma  de  las medidas  necesarias  para que,  a pesar  de
las  medidas  que  recaigan  sobre  cualesquiera  bienes,  no  se  afecte  la
actividad de utilidad pública a la que ellos estuvieren afectos.

(...)

Por tanto, esta Sala acoge el criterio del demandante en el sentido que
el artículo 97 y, en consecuencia, el 98, de la Ley Orgánica de la Procu-
raduría General de la República sólo habría podido aplicarse si el Esta-
do Trujillo no fuese parte del juicio correspondiente.

(...)

Por cuanto no eran aplicables al caso de autos los artículos 97 y 98 de la Ley
Orgánica de la Procuraduría General de la República y, en cambio, sí eran
aplicables las normas de la sección tercera del capítulo II de la Ley Orgánica
de la Procuraduría General de la República, el Juzgado incurrió en violación
al  debido  proceso  entendido  este como  ‘el trámite que permite oír a las
partes, de la manera prevista en la Ley, y que ajustado a derecho otorga
a las partes el tiempo y los medios adecuados para imponer sus defen-
sas’ (s. SC Nº 05 del 24-01-01), pues, en el caso de autos, el procedimiento
de los artículos 97 y 98 no era el legalmente aplicable en el supuesto de
demandas que sean intentadas por un Estado. Así se declara.

Por los motivos que fueron expuestos, la Sala declara con lugar la ape-
lación, revoca la sentencia objeto del recurso y, en consecuencia, anula
la  sentencia  objeto  de  amparo  y  repone  la  causa  al  estado  de  que  se
dicte un nuevo pronunciamiento en relación con la apelación contra el
fallo que declaró sin lugar la solicitud de fijación de fianza para la sus-
pensión del secuestro. Así se decide”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 201

Sentencia Nº: 4.145.


Fecha: 09-12-05.
Demandante: Banesco, Banco Universal C.A.
Materia: Ejecución de la sentencia de amparo.

La ejecución voluntaria del mandamiento de amparo no pue-


de equipararse al desistimiento de la apelación, pues ello aten-
taría contra el derecho a la doble instancia, al debido proceso,
a la defensa y a la igualdad de las partes en el proceso.

“2. En la sección de la sentencia que está sometida a revisión el Juzga-
do Superior Séptimo en lo Civil, Mercantil y Tránsito de la Circunscrip-
ción  Judicial  del  Área  Metropolitana  de  Caracas  estableció  que  el
recurrente desistió de su apelación porque cumplió voluntariamente la
primera instancia constitucional, decisión esta que la Sala considera vio-
latoria de principios constitucionales.

El artículo 27 de la Constitución de la República Bolivariana de Vene-
zuela establece:

(...)

De conformidad con la norma que se transcribió supra el proceso de am-
paro debe garantizar, a la parte supuesta agraviada, el restablecimiento in-
mediato de sus derechos constitucionales, razón por la cual la Ley Especial
establece, a diferencia de la mayoría de los procesos, la apelación de la
sentencia definitiva en un solo efecto, (artículo 35 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales) y la obligatoriedad
del mandamiento de amparo cuyo incumplimiento se castiga con prisión de
seis (6) a quince (15) meses (artículos 29 y 31 eiusdem).

La ejecución inmediata del mandamiento de amparo no debería estar
reñido en forma alguna con el derecho al doble grado de jurisdicción en
el juicio de amparo, derecho que se reconoció en el artículo 35 de la Ley
Especial pero, como se dijo, en un solo efecto. En el artículo 35 que
antes  se  mencionó,  se  mantuvo  incólume  el  derecho  al  recurso  ante
Juez o Tribunal Superior que preceptúan los artículos 49.1 de la Consti-
tución de la República Bolivariana de Venezuela y, con mayor amplitud,
el artículo 8, inciso 2, letra h), de la Convención Americana Sobre Dere-
chos Humanos (Pacto de San José). En efecto, la norma supranacional
–que se incorpora, con rango constitucional a nuestro ordenamiento ju-
rídico, de conformidad con el artículo 23 de la Constitución– (...).
202 PONENCIAS

En criterio de esta Sala ‘El establecimiento del doble grado de juris-


dicción tiene un vínculo estrecho con el debido proceso y el dere-
cho de defensa, ya que busca una protección plena de los derechos
de quienes acuden al aparato estatal, en busca de justicia, como
forma de garantía de una recta administración de la misma’. (s.
S.C. Nº 1307 del 22-06-05, caso: Ana Mercedes Bermúdez).

En el caso de autos la interpretación que el Juzgado a quo atribuyó al


cumplimiento voluntario –desistimiento de la apelación– no concuerda
ni con el derecho al doble grado de jurisdicción ni con el de ejecución
inmediata del amparo pues, con ella, por un lado, se condiciona la vigen-
cia de la apelación al incumplimiento del mandato, lo cual, en la prácti-
ca, ocasionaría la inejecución del mandato de amparo, pues no se ejecutará
hasta la decisión del recurso; visto de otra manera con esa inteligencia
se castiga el cumplimiento voluntario del fallo constitucional con la de-
claratoria de firmeza de la sentencia de primera instancia, lo cual, si se
tiene en cuenta la pena que establece el artículo 31 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, obligaría al
recurrente-agraviante a la comisión de un delito para el ejercicio de su
derecho al doble grado de jurisdicción, situación en la que, además, se
estaría privando al recurrente-agraviante de su derecho constitucional a
tutela judicial eficaz, en su dimensión de acceso a la justicia, pues, el
ejercicio del derecho al doble grado de jurisdicción sería en tal modo
gravoso que impediría su ejercicio, circunstancia que contrastaría con
la situación del recurrente-agraviado que resultase perdidoso, pues no
estaría sometido a tal impedimento para la proposición de la apelación.

La Sala reitera en esta oportunidad que:

‘...todas las personas llamadas a un proceso, o que de alguna otra


manera intervengan en el mismo en la condición de partes, gozan del
derecho y garantía constitucional a la tutela jurisdiccional efectiva,
en el sentido de tener igual acceso a la jurisdicción para su defensa,
a que se respete el debido proceso, a que la controversia sea resuelta
en un plazo razonable y a que, una vez dictada sentencia motivada, la
misma se ejecute a los fines que se verifique la efectividad de sus
pronunciamientos’. (s. S.C. Nº 72 del 26-01-01, caso: Iván Pacheco Es-
criba y William Iván Pacheco García).

La igualdad de acceso y el derecho al doble grado de jurisdicción impli-
ca, además, que la ejecución provisional del amparo en primera instan-
cia se lleve a cabo de tal manera que pueda revertirse para el caso que
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 203

la apelación sea declarada con lugar (Cfr. s.S.C. N° 95 de 15 de marzo
de  2000,  caso:  Isaías Rojas Arenas vs. Aserca Airlines).

(...)

El fallo del Juzgado Superior Séptimo en lo Civil, Mercantil y Tránsito
de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas que
ha sido impugnado en la presente causa se subsume en el cuarto de los
supuestos de procedencia de la solicitud de revisión que estableció esta
Sala  Constitucional,  en  su  sentencia  de  6  de  febrero  de  2001  (caso:
Corpoturismo/Olimpia Tours and Travel C.A.)  esto  es,  el  de:

‘Las sentencias definitivamente firmes que hayan sido dictadas por


las demás Salas de este Tribunal o por los demás tribunales o juz-
gados del país que de manera evidente hayan incurrido, según el
criterio de esta Sala, en un error grotesco en cuanto a la interpre-
tación de la Constitución o que simplemente hayan obviado por
completo la interpretación de la norma constitucional. En estos casos
hay también un errado control constitucional’.

Se considera, en definitiva, que es procedente la revisión del fallo del
Juzgado Superior Séptimo en lo Civil, Mercantil y Tránsito de la Cir-
cunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas del 28 de mayo
de 2003, por el cual declaró el desistimiento de la apelación que ejerció
Banesco Banco Universal C.A., en virtud del cumplimiento voluntario
del mandamiento de amparo por parte de esa institución. No obstante la
procedencia de la revisión no se anulará el fallo objeto de la solicitud
pues, pese al supuesto desistimiento de la apelación el Juzgado Superior
Séptimo en lo Civil, Mercantil y Tránsito de la Circunscripción Judicial
del Área Metropolitana de Caracas se pronunció sobre el fondo en vir-
tud de la consulta a que, para esa oportunidad, estaban sometidas las
sentencias de amparo. Así se decide”.

Sentencia N°: 4.223.


Fecha: 09-12-05.
Demandante: Biotech Laboratorios C.A. y otros.
Materia: Demanda de nulidad del artículo 87 de la LOA.

Demanda de nulidad. Ley Orgánica de Aduanas. Prohibición de


desaduanamiento. Derechos de propiedad intelectual. Medi-
das cautelares en sede administrativa y judicial. Naturaleza ju-
204 PONENCIAS

rídica. La medida de prohibición de desaduanamiento que esta-


blece el artículo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas es una me-
dida cautelar, que puede tener naturaleza anticipada, mediante
la cual la autoridad aduanera colabora con el órgano judicial
para evitar la nacionalización de bienes que supuestamente vio-
len derechos de propiedad intelectual, sean éstos de propie-
dad industrial o derivados de derechos de autor. Se trata de una
más de las medidas anticipadas que comprende el marco jurídi-
co regulador de los derechos de propiedad intelectual. El man-
tenimiento de la medida anticipada dependerá de que, posterior
y oportunamente, se dé inicio a la acción por infracción que
reconocen los artículos 238 y siguientes de la Decisión 486 de
la Comisión de la Comunidad Andina, o bien la acción por viola-
ción al derecho de explotación de una obra que preceptúan los
artículos 109 y siguientes de la Ley sobre el Derecho de Autor.
Como toda medida anticipada, la prohibición de desaduanamien-
to tendrá, en este supuesto, carácter excepcional, y por tanto
su procedencia dependerá de que se acrediten razones de ur-
gencia y se alegue y pruebe suficientemente la presunción del
derecho reclamado. La medida de prohibición de desaduana-
miento que recoge la Ley Orgánica de Aduanas no puede en-
tenderse como una medida cautelar que pueda ser acordada
por una autoridad administrativa, ni aun siquiera la autoridad
administrativa con competencia en materia de propiedad inte-
lectual, pues dicha autoridad no posee competencias para que
dilucide problemas de titularidad de derechos, por lo que, si
decretare la ejecución de una medida tal, se estaría acordando
una medida cautelar autónoma, sin procedimiento posterior, que
atentaría gravemente contra el derecho a la defensa, al debido
proceso y a la propiedad.

“1. En el caso de autos se planteó demanda de nulidad, por razones de
inconstitucionalidad, contra el artículo 87 de la Ley Orgánica de Adua-
nas, ante la supuesta violación a los derechos fundamentales de propie-
dad, garantía de no confiscatoriedad, igualdad y debido proceso, que
preceptuaba la Constitución de 1961 en sus artículos 99, 102, 61 y 68,
respectivamente, y que actualmente también recogió la Constitución de
1999, en sus artículos 115, 116, 21 y 49, respectivamente.

Según la parte actora, las referidas violaciones constitucionales se produ-
cen porque la norma que se impugnó preceptúa una medida administrati-
va de carácter confiscatorio, como consecuencia de la falta de fijación de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 205

un plazo para la duración de la retención de la mercancía por parte de la
autoridad aduanera; por la lesión al derecho de propiedad como conse-
cuencia de la imposibilidad de disposición de la mercancía a causa de su
retención; por la ausencia de una norma que obligue a quien solicita la
medida a que  presente una garantía  en protección  de los derechos  del
importador o consignatario y, fundamentalmente, ante la inexistencia de
un procedimiento administrativo que asegure la defensa del lesionado.

2. Al respecto, la Sala observa:

De los términos de la redacción de la norma que se impugnó se des-
prende que la misma regula una medida de carácter administrativo que
consiste en la orden de prohibición de ‘desaduanamiento’ de mercan-
cías que ingresen al país, si así lo solicita ‘el órgano con competencia en
materia de propiedad intelectual’, cuando tal mercancía supuestamente
viole derechos de propiedad intelectual y que, en caso de que también la
misma autoridad lo solicite, se podrá levantar esa prohibición de ‘desa-
duanamiento’, previa constitución de garantía suficiente por parte del
importador o propietario de los bienes.

Se trata, así, de una medida de colaboración, pues lo que se busca es
que  la  autoridad  aduanera  colabore  con  ‘el órgano competente en
materia de propiedad intelectual’ para  que se  evite  el ingreso,  al te-
rritorio nacional, de mercancías que puedan lesionar derechos de pro-
piedad intelectual de terceros, colaboración que se logra a través de la
prohibición de ‘desaduanamiento’, esto es, a través de la suspensión de
nacionalización de dichas mercancías importadas.

Asimismo, la naturaleza jurídica de esta medida administrativa es la de
una medida de gravamen, pues limita –ha de analizarse si legalmente o
no– ciertos derechos fundamentales de los particulares, especialmente
el derecho de propiedad, en tanto se prohíbe interinamente el ‘desadua-
namiento’ de mercancías y, en consecuencia, la libre disposición de los
bienes que su nacionalización comporta.

3. (...) Así, se trata de una norma jurídica sumamente elástica y si se
quiere abstracta, característica propia de las normas que regulan, en el
ámbito nacional, comunitario andino e internacional, la protección a de-
rechos de propiedad intelectual.

En efecto, la lectura aislada del artículo 87 de la Ley Orgánica de Adua-
nas no resuelve a priori tres dudas concretas  de fundamental impor-
206 PONENCIAS

tancia para la resolución de ese debate de constitucionalidad: i) si se
trata de una medida administrativa preventiva o si tiene carácter defini-
tivo; ii) si se trata de una medida administrativa autónoma o si, por el
contrario, la misma se inserta en un procedimiento administrativo o en
un proceso judicial principal en el que tal medida sea acordada; y iii) no
determina tampoco quién es ese ‘órgano competente en materia de pro-
piedad intelectual’ que solicita la medida de prohibición de desaduana-
miento, de modo que podría tratarse de una autoridad administrativa o
de un juez con competencia en esa materia. De allí que es la interpreta-
ción de esta Sala, en tanto juez constitucional, la que ha de determinar
bajo  cuál de  esas ópticas ha de entenderse la norma que se impugnó
para que la misma se ajuste al Texto Constitucional.

4. La principal denuncia de inconstitucionalidad que se alegó en este
caso es la supuesta violación al derecho a la defensa y al debido pro-
ceso, porque la norma que se impugnó dispone, según la parte deman-
dante, una medida de gravamen que se acuerda sin audiencia previa
de la parte que se vea afectada por la misma, sin que esté sujeta a un
procedimiento posterior y, además, porque es una medida temporal-
mente ilimitada.  De la procedencia de esa denuncia de violación al
derecho al debido proceso derivaría, entonces y como consecuencia,
la violación al derecho fundamental de propiedad, al derecho de no
confiscatoriedad y a los principios de razonabilidad y proporcionalidad
de la actuación administrativa.

(...)

La medida de prohibición de ‘desaduanamiento’ que establece el artícu-
lo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas puede plantearse desde dos pers-
pectivas:  i)  o  bien  constituye  una  medida  administrativa  preventiva,
mientras se determina si la mercancía que se importó es o no contraria
a  derechos  de  propiedad  intelectual;  o  ii)  se  trata  de  una  medida  de
carácter definitivo y de naturaleza sancionatoria ante la violación a de-
rechos de tal naturaleza.

Ya esta Sala dispuso, en su sentencia de 9 de agosto de 2000, mediante
la cual se decidió la solicitud de amparo cautelar que se requirió en el
caso de autos, que la norma que se impugnó lo que preceptúa es una
medida preventiva y no definitiva ni de contenido sancionador. Y es que,
en efecto, de su análisis detenido se concluye que se trata de una medi-
da cautelar, pues no tiene como finalidad la imposición de una sanción al
particular ni la represión de un ilícito administrativo, sino, por el contra-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 207

rio, busca evitar posibles daños irreparables a terceros y a la colectivi-
dad, en materia de propiedad intelectual, cuando los bienes que ingresen
en la aduana supuestamente violen derechos de esa naturaleza.

En  este  sentido, se  observa  que,  en  materia procedimental,  la  norma


jurídica puede establecer la existencia de ciertas ‘medidas autónomas’
o ‘autosatisfactivas’, que son aquellas que, de manera breve, urgente
y a través de un procedimiento de cognición o contradictorio limitado,
acuerdan una determinada pretensión para evitar un daño irreparable o
de difícil reparación a una de las partes. Más que medidas cautelares,
se  ha  entendido que  se  trata  de  verdaderos procesos,  aunque  breves,
sumarios y urgentes, pues no cumplen con los requisitos de dependen-
cia e instrumentalidad propios de toda medida cautelar.

Distinto es el caso de las medidas cautelares anticipadas, que son aque-
llas que se solicitan y acuerdan antes de la interposición de una deman-
da o bien del inicio de un procedimiento administrativo, cuando el peligro
en la mora haga temer que no es posible la espera hasta el comienzo del
procedimiento, sin que se produzcan daños irreparables, y, por tanto, se
justifica el adelanto de su adopción (Vid. CALAMANDREI, PIERO,
Providencias Cautelares, Buenos Aires, 1984,  pp. 53 y ss.). No obs-
tante,  siguen  siendo  accesorias  e  instrumentales  en  relación  con  ese
procedimiento que ha de iniciarse con posterioridad, pues su finalidad
es el aseguramiento de la eficacia de  la decisión de fondo que  ha de
dictarse en ese procedimiento principal. Además, la ausencia del inicio
oportuno de dicho procedimiento o de la posterior ratificación de la medida
en el curso del mismo, según disponga el ordenamiento jurídico de que
se trate, implicará el decaimiento de la medida, pues, se insiste, debe
ser aneja y dependiente del mismo, aunque se acuerde de manera ade-
lantada. En el ámbito del procedimiento administrativo son éstas, las
medidas anticipadas, las que pueden ser expedidas, de lo que se conclu-
ye que no hay medidas plenamente autónomas en vía administrativa,
menos aún si son de gravamen, pues se trataría de una limitación inde-
finida en el tiempo, lo cual la haría inconstitucional.

En aplicación de tales consideraciones al caso de autos, y sobre la base
de la afirmación de que no es una medida definitiva sino preventiva, se
observa que la constitucionalidad de la medida que admite el artículo 87
de la Ley Orgánica de Aduanas derivará, fundamentalmente, de que no
se trate de una medida preventiva de carácter autónomo, sino que, por el
contrario, se enmarque: i) dentro de un procedimiento en el que se otor-
208 PONENCIAS

gue oportunidad de defensa a las partes que estén involucradas y en el
que la autoridad competente determine, con carácter definitivo, la exis-
tencia o no de violación a derechos de propiedad intelectual; o bien ii) se
trate  de  una  medida  cautelar  anticipada  respecto  de  un  procedimiento
administrativo o bien respecto de un proceso judicial que se sustancie con
posterioridad, en un tiempo determinado y razonable, con la misma finali-
dad que antes se expuso; procedimiento administrativo o proceso judicial
según que ese ‘órgano competente en materia de propiedad intelectual’ a
que se refiere la norma que se impugnó sea una autoridad administrativa
o bien un juez. En todo caso, de la existencia de ese debate formalizado y
posterior a la medida dependerá, se insiste, que la norma cuya nulidad se
demandó viole o no el derecho al debido proceso y, en consecuencia, el
derecho de propiedad y a la no confiscatoriedad, pues, en caso de tratar-
se de una medida ‘preventiva’ autónoma, se produciría, además de una
clara indefensión, un gravamen que, desproporcionada e irrazonablemen-
te, limitaría el uso, goce y disfrute del importador o propietario respecto
de la mercancía que fuere retenida.

5. Ahora bien, tal análisis lleva a la Sala a señalar que ha de partirse de
la premisa de que la competencia para la determinación de infracciones
de propiedad intelectual corresponde por principio general, en el orde-
namiento jurídico venezolano, a los órganos del Poder Judicial, en con-
creto, a los  jueces con competencia en  lo Civil. Así, las dos grandes
especies en las que la doctrina suele distinguir el género de los derechos
de propiedad intelectual –entendidos como los derechos de las personas
sobre  las  creaciones  de  su  mente–  son:  de  una  parte,  el  derecho  de
autor y sus derechos con él relacionados (derechos conexos) y de otra,
la propiedad industrial, que se caracteriza por proteger los signos distin-
tivos (marcas, lemas y denominaciones comerciales), así como las inno-
vaciones  e  invenciones,  sean  de  producto  o  de  procedimiento.  La
resolución de los conflictos intersubjetivos entre particulares que se ori-
ginen en infracciones a unos y otros derechos de propiedad intelectual,
corresponde al órgano judicial; no podría ser de otra manera, por cuanto
se trata de debates cuyo objeto se refiere a titularidad de derechos de
propiedad, los cuales corresponden al juez y no a la Administración.

En el caso de infracciones marcarias y lesiones a derechos amparados
por las normas de propiedad industrial, son los órganos del Poder Judi-
cial los que conocen y deciden la llamada ‘acción por infracción’ que
regula el Derecho Comunitario Andino, en especial en la Decisión 486
que dictó la Comisión de la Comunidad Andina el 14 de septiembre de
2000, mediante la cual se aprobó el Régimen Común de Propiedad In-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 209

dustrial para los países signatarios del Acuerdo de Cartagena de 1969,
que sustituyó a la Decisión 344 de la Comisión de ese Acuerdo de Car-
tagena de 21 octubre de 1993 y a cuya aplicabilidad directa al Derecho
Interno da total cobertura el artículo 153 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela (Cfr., al respecto, s.S.C. N° 2167 de 14-
09-04,  caso:  Cámara de Laboratorios Venezolanos y otros).

Así, la norma comunitaria, por principio general, se refiere genérica-
mente a la ‘autoridad nacional competente’, lo que implica que no otor-
ga competencia a los órganos administrativos o jurisdiccionales de los
Estados miembros, lo cual se deja a la determinación del Derecho inter-
no, según sus especificidades; no obstante, ya la Sala de Casación Civil,
mediante sentencia Nº 1153 de 30 de septiembre de 2004, analizó la
naturaleza jurídica y alcance de estas medidas anticipadas que contiene
la Decisión 486 y, asimismo, analizó cuál es la ‘autoridad nacional com-
petente’  en  el  Derecho  interno  venezolano  para  la  tramitación  de  la
acción por infracción y para la tramitación de las medidas cautelares
que le son anejas, y concluyó que ello corresponde al juez nacional. En
esa oportunidad, dicha Sala señaló:

‘Dispone el artículo 248 eiusdem [de la Decisión 486] que en caso


de que las medidas se ejecuten sin la intervención de la parte a quien
van dirigidas, a ésta le deberá ser notificada de manera inmediata,
a fin de que pueda ‘...recurrir ante la autoridad nacional competen-
te para que revise la medida ejecutada...’. Asimismo, el beneficiario
de las medidas deberá iniciar la acción por infracción de derechos
dentro de los diez días siguientes contados desde la ejecución de la
providencia, bajo pena de que queden sin efecto de pleno derecho,
salvo norma interna en contrario.

Como puede observarse, en el ámbito de la propiedad industrial este


tipo de diligencia anticipada de naturaleza precautelativa, si bien ga-
rantiza la protección de los derechos a quien ostenta su legítima titu-
laridad, la sujeta al cumplimiento de rigurosos extremos para su
procedencia, desde luego que exige del peticionario de las medidas
que ‘...acredite su legitimación para actuar, la existencia del derecho
infringido y presente pruebas que permitan presumir razonablemente
la comisión de la infracción o su inminencia...’, al tiempo que estable-
ce una cortapisa o limitación de su vigencia, al requerir la interposi-
ción de la acción por infracción de derechos dentro de los diez días
siguientes contados desde la ejecución de la providencia, bajo pena
de que las mismas queden sin efecto, de pleno derecho.
210 PONENCIAS

No obstante, el legislador comunitario dejó a cargo de la legisla-


ción interna de cada país la regulación de todos los asuntos sobre
propiedad industrial no comprendidos en la Decisión 486 (artículo
276) y ello abarca, como es evidente, tanto lo relativo al juez com-
petente para tramitar y resolver sobre la ejecución, notificación y
revisión de las medidas de esta especie, así como el procedimiento
que ha de seguirse a tal fin, puesto que sobre tales aspectos nada
dispuso el referido ordenamiento jurídico andino.

Al respecto, es preciso observar que el artículo 273 en su segundo


párrafo establece que por Autoridad Nacional Competente debe
entenderse ‘..al órgano designado al efecto por la legislación na-
cional sobre la materia...’.

Sin embargo, como en nuestro sistema jurídico tales asuntos no


se encuentran regulados por normativa alguna, pues la Ley de
Propiedad Industrial de 1956 nada establece sobre el particular,
es necesario acudir a los métodos de integración del Derecho para
subsanar el vacío legislativo existente en la materia, en concreto,
al procedimiento analógico, el cual obliga al intérprete a tomar
en consideración los supuestos semejantes a la materia tratada
que ya estén normados por ley, a fin de ensanchar el supuesto de
la norma y aplicarla al caso no regulado expresamente’. (Desta-
cado añadido).

Por su parte, el análisis de la legislación interna en materia de propiedad
industrial refuerza la postura de que las autoridades administrativas no
tienen  competencia  para  el  conocimiento  y  solución  de  infracciones
marcarias y violaciones a derechos de propiedad industrial.

Así, la Ley de Propiedad Industrial vigente, que se publicó en la Gaceta
Oficial Nº 25.227, de 10 de diciembre  de  1956, no otorga competencia
alguna a las autoridades administrativas para la resolución de conflictos
relativos a infracciones marcarias, así como tampoco ordena un procedi-
miento especial que la autoridad administrativa haya de seguir para la de-
terminación de si, efectivamente, hubo violación a derechos de propiedad
industrial  por  parte  de  las  mercancías  que  sean  importadas  y  que  estén
sometidas a prohibición de ‘desaduanamiento’ ni, en general, establece la
posibilidad de que dicte medidas cautelares ni procedimiento alguno en caso
de que existan infracciones administrativas contrarias a derechos de pro-
piedad industrial. Las únicas normas procedimentales que contiene dicha
ley son las que tienen por finalidad la obtención de patente de invención, el
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 211

registro de marcas o bien la cesión de una patente o marca o el cambio de
nombre respectivo; en definitiva, se trata de procedimientos que serán ini-
ciados a solicitud de parte y que están dirigidos a la obtención o modifica-
ción de derechos de propiedad industrial, no así a la determinación ni sanción
de infracciones administrativas en contra de los mismos.

De manera que, de conformidad con dicha Ley, los órganos administra-
tivos de propiedad industrial lo que tienen es competencia en materia de
registro de marcas y patentes, no así competencia para la determina-
ción de infracciones contra derechos de propiedad industrial ni la reso-
lución de conflictos intersubjetivos cuya causa sean tales infracciones.

Por su parte, la Ley sobre el Derecho de Autor (Gaceta Oficial Nº 4.638,
de 1° de octubre de 1993) es clara cuando otorga a los órganos del Poder
Judicial, y no a la Administración Pública, la competencia para que diluci-
de los conflictos que surgieren en razón del ejercicio y goce de los dere-
chos de autor y, en general, para la protección de los titulares de tales
derechos  ‘que tuvieren razón para temer el desconocimiento de sus
derechos o que se continúe o reincida en una violación ya realiza-
da’. Así, los artículos 109 y 110 de dicha Ley disponen:

(...) 

Por su parte, los artículos 130 y siguientes de la Ley sobre el Derecho
de Autor  establecen  las  competencias  de  la  Dirección  Nacional  del
Derecho de Autor (...) 

Tales competencias administrativas relativas a la propiedad industrial y
a los derechos de autor corresponden, en la actualidad, al Servicio Au-
tónomo de la Propiedad Intelectual (SAPI), órgano sin personalidad ju-
rídica,  jerárquicamente  dependiente  del  Ministerio  de  Producción  y
Comercio, que se creó mediante Decreto Presidencial Nº 1.768, de 25
de marzo de  1997, publicado  en Gaceta Oficial Nº 36.192,  de  24 de
abril del mismo año, y que comprende, según el artículo 1 de dicho De-
creto, el Registro de la Propiedad Industrial y la Dirección Nacional de
Derecho  de Autor,  en  ejercicio  de  las  respectivas  competencias  que
antes se señalaron.

En consecuencia, en el ordenamiento venezolano la competencia res-
pecto de la solución de conflictos que se funden en infracciones a la
propiedad intelectual corresponde, por antonomasia, a los órganos del
Poder Judicial y no a las autoridades administrativas, a las que, en prin-
212 PONENCIAS

cipio, corresponden las competencias de registro y supervisión en los
términos en que lo establezcan las respectivas leyes.

6. Con fundamento en los anteriores señalamientos, considera la Sala
que la constitucionalidad de la norma que se impugnó –artículo 87 de la
Ley  Orgánica  de Aduanas–  depende  de  la  consideración  de  que  ese
‘órgano competente en materia de propiedad intelectual’ sea un juez
nacional con competencia para la resolución de los procesos cuyo de-
bate se refiera a conflictos de propiedad intelectual.

Por tanto, la medida a la que se refiere el artículo 87 de la Ley Orgánica de
Aduanas ha de entenderse como una medida de colaboración administrati-
va, que ejecuta la autoridad aduanera, en acatamiento de la orden del órga-
no judicial competente que la acuerde, de carácter anticipada y dependiente
del proceso posterior que ha de iniciarse perentoriamente, bajo pena de
que decaiga tal medida,  proceso  posterior  que  será,  bien  la  acción  por
infracción respecto de derechos de propiedad industrial, bien la acción por
violación al derecho de explotación de una obra a que se refiere la Ley
sobre el Derecho de Autor y en el cual, una vez se dilucide el conflicto
intersubjetivo relativo a la violación a derechos de propiedad intelectual, se
concluirá con el levantamiento de la prohibición de desaduanamiento de la
mercancía retenida o bien con la reexportación de la misma.

6.1 La procedencia de dichas medidas anticipadas encuentra perfecta
cabida dentro de nuestro marco jurídico de protección de derechos de
propiedad intelectual. Así, la legislación Comunitaria Andina que rige la
materia de propiedad industrial, si bien no dispone un procedimiento es-
pecial, pues deja su concreción a la legislación interna, contiene ciertos
preceptos generales de carácter vinculante para los Estados miembros
que sí exigen la tramitación de un procedimiento judicial conocido como
‘acción por infracción’.

En concreto, la Decisión 486 que antes se citó, preceptúa en su artículo
238 que: ‘El titular de un derecho protegido en virtud de esta Deci-
sión podrá entablar acción ante la autoridad nacional competente
contra cualquier persona que infrinja su derecho. También podrá
actuar contra quien ejecute actos que manifiesten la inminencia de
una infracción. Si la legislación interna del País Miembro lo per-
mite, la autoridad nacional competente podrá iniciar de oficio, las
acciones por infracción previstas en dicha legislación...’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 213

De tal norma se desprende que la legislación comunitaria reconoció la
facultad de los titulares de derechos de propiedad industrial para que
actúen, en sede administrativa o judicial, según sea la regulación que
en este sentido acoja la legislación interna de los Estados miem-
bros, frente a las supuestas infracciones de tales derechos, a través de
la que se denomina ‘acción por infracción’. En el marco de este dere-
cho de acción, la Decisión 486 regula la posibilidad de que se soliciten
medidas cautelares de la siguiente manera:

‘Artículo 245: Quien inicie o vaya a iniciar una acción por infrac-
ción podrá pedir a la autoridad nacional competente que ordene
medidas cautelares inmediatas con el objeto de impedir la comisión
de la infracción, evitar sus consecuencias, obtener o conservar
pruebas, o asegurar la efectividad de la acción o el resarcimiento
de los daños y perjuicios.

Las medidas cautelares podrán pedirse antes de iniciar la acción,


conjuntamente con ella o con posterioridad a su inicio.

Artículo 246: Podrán ordenarse, entre otras, las siguientes medi-


das cautelares:

a) el cese inmediato de los actos que constituyan la presunta in-


fracción;

b) el retiro de los circuitos comerciales de los productos resultantes


de la presunta infracción, incluyendo los envases, embalajes, eti-
quetas, material impreso o de publicidad u otros materiales, así como
los materiales y medios que sirvieran predominantemente para co-
meter la infracción;

c) la suspensión de la importación o de la exportación de los pro-


ductos, materiales o medios referidos en el literal anterior;

d) la constitución por el presunto infractor de una garantía sufi-


ciente; y,

e) el cierre temporal del establecimiento del demandado o denun-


ciado cuando fuese necesario para evitar la continuación o repeti-
ción de la presunta infracción.
214 PONENCIAS

Si la norma nacional del País Miembro lo permite, la autoridad na-


cional competente podrá ordenar de oficio, la aplicación de medi-
das cautelares’.

En efecto, de conformidad con los artículos que se transcribieron, en-
tre  los  medios  que  se  reconocen  para  la  protección  de  derechos  de
propiedad industrial, se incluyen las medidas cautelares o preventivas
con el fin de que se evite la consumación de daños y se logre el asegu-
ramiento de la eficacia de la acción –lato sensu– respectiva. En este
sentido, dentro de tales medidas se encuentra, precisamente, la sus-
pensión de importaciones de productos y mercancías supuestamente
violatorias, medidas que, además, pueden acordarse, de oficio, por la
autoridad competente.

Asimismo, las normas de la Decisión 486 regulan los requisitos mínimos
de procedencia de dichas medidas de suspensión de importaciones, y
proscriben  su  procedencia  de  manera  autónoma,  las  cuales  deberán
acompañarse siempre de la posterior acción por infracción, en el lapso
que allí está establecido, bajo pena de decaimiento de la medida:

‘Artículo 248: Cuando se hubiera ejecutado una medida cautelar


sin intervención de la otra parte, ella se notificará a la parte afec-
tada inmediatamente después de la ejecución. La parte afectada
podrá recurrir ante la autoridad nacional competente para que
revise la medida ejecutada.

Salvo norma interna en contrario, toda medida cautelar ejecuta-


da sin intervención de la otra parte quedará sin efecto de pleno
derecho si la acción de infracción no se iniciara dentro de los
diez días siguientes contados desde la ejecución de la medida’.
(Destacado añadido).

De allí que una medida de prohibición de ‘desaduanamiento’ es compa-
tible y además consigue sustento en la normativa comunitaria andina
que rige la materia de propiedad industrial y que, como se explicó su-
pra, es parte integrante del derecho interno venezolano, de conformi-
dad con el artículo 153 de la Constitución de 1999, que impone, además,
la aplicación directa y preferente de esa normativa frente a la legisla-
ción  nacional.  (Cfr.,  al  respecto,  s.S.C.  N°  2167  de  14-09-04,  caso:
Cámara de Laboratorios Venezolanos y otros).

(...)
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 215

En consecuencia, la medida que establece el artículo 87 de la Ley Or-
gánica de Aduanas se encuadra dentro del conjunto de medidas caute-
lares –específicamente medidas anticipadas– que recoge el marco legal
de protección judicial derechos de propiedad intelectual, dependiente,
según se dijo ya, bien de la acción por infracción respecto de derechos
de propiedad industrial, bien de la acción por violación al derecho de
explotación de  una obra a  que se refiere la  Ley sobre  el  Derecho de
Autor. De allí que a esa medida de la Ley Orgánica de Aduanas han de
aplicársele los mismos principios y preceptos que al resto de las medi-
das que están reguladas en las normativas de propiedad intelectual, es-
pecíficamente las normas comprendidas en los artículos 111 y 112 de la
Ley sobre el Derecho  de Autor y los artículos 245 y siguientes de la
Decisión 486, que anteriormente se transcribieron y analizaron; funda-
mentalmente, el principio relativo al decaimiento de la medida si la ac-
ción  judicial  no  se  propone  oportunamente,  según  los  lapsos  que
establecen una y otra ley.

7. Ahora bien, aspecto fundamental que ha de dejarse en claro es cuál
es el juez con competencia para que acuerde esa medida de prohibición
de desaduanamiento y solicite a la autoridad aduanera que la ejecute.
En  ausencia  de  disposición  expresa  de  la  Ley  Orgánica  de Aduanas,
considera la Sala que resultan aplicables las normas generales que rigen
la protección a derechos de propiedad intelectual. Así, se trata de un
aspecto que ya fue objeto de consideración y decisión por parte de la
Sala de Casación Civil, cuyo razonamiento comparte y reitera esta Sala
en esta oportunidad.

Así, en la referida sentencia de 30 de septiembre de 2004, dicha Sala
determinó que es el Juez de municipio del lugar donde deban ejecu-
tarse las medidas anticipadas el que ha de acordarlas,  determina-
ción a la que se llegó en atención a la aplicación extensiva del artículo
112 de la Ley sobre el Derecho de Autor –antes transcrito– al régimen
de la propiedad industrial, el cual es regido por la Decisión 486 de la
Comisión Andina, lo cual no especificaba, evidentemente, el juez com-
petente en cada Estado miembro. En esa oportunidad la Sala de Casa-
ción Civil estableció:

‘3. En nuestro ordenamiento jurídico, el derecho de autor se en-


cuentra regulado por la Ley sobre el Derecho de Autor de 1° de
octubre de 1993. En el Título VI de dicha ley, denominado ‘Accio-
nes Civiles y Administrativas’, se confiere al juez que conoce de la
216 PONENCIAS

acción por violación del derecho de explotación de una obra, po-


deres generales para decretar el secuestro de todo lo que constitu-
ya violación del derecho de explotación y el embargo de los
proventos que correspondan al titular del derecho, siempre que se
aporten pruebas que constituyan presunción grave del derecho que
se reclama, a menos que dicha presunción surja en la práctica de
alguna de las pruebas indicadas en el encabezamiento de la nor-
ma, esto es, la inspección judicial, la experticia y cualesquiera otras
de las previstas en el Código de Procedimiento Civil (artículo 111).

(...)

Si no hubiere litigio entre las partes, dichas pruebas y medidas


serán decretadas por el Juez de Parroquia o Municipio del lugar
donde deba ejecutárselas si su urgencia lo exigiere, sin que el pro-
pietario poseedor, responsable, administrador u ocupante del lu-
gar donde deban efectuarse pueda oponerse a su práctica o
ejecución. El mismo Juez levantará las medidas a solicitud de la
parte contra quien obren, al vencimiento de treinta (30) días conti-
nuos desde su ejecución, si no se le hubiese comprobado la inicia-
ción del juicio... (Negritas de la Sala).

Según la norma transcrita, cuando se trate de litigios ya iniciados


por violación de los derechos de explotación sobre obras, el com-
petente para decretar las medidas es el juez que conoce de la cau-
sa, salvo que se trate de un asunto cuya urgencia requiriese de la
intervención de un juez de Municipio del lugar donde deban eje-
cutarse las cautelas, sin importar la cuantía del asunto. En este
caso, la parte tiene el derecho de reclamar de la misma ante el juez
de la causa, sin que ello obste la ejecución de la medida.

El artículo citado también regula el supuesto contrario, es decir,


aquel en el cual no haya litigio pendiente entre las partes. En este
caso, las medidas serán decretadas por el juez de Municipio del
lugar donde deba ejecutárselas si su urgencia lo exigiere, pero el
mismo Juez deberá levantarlas a solicitud de la parte contra quien
obren, si el beneficiario de las medidas no comprobare la inicia-
ción del juicio vencidos que sean treinta (30) días continuos desde
su ejecución.

Es claro que la competencia atribuida al juez de Municipio en esta


materia constituye una excepción al principio general, pues ésta
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 217

sólo es posible cuando existan razones de urgencia en que se acuer-


den y practiquen las medidas cautelares solicitadas, cuestión que
en criterio de la Sala, cuando se trate de asuntos relacionados con
la violación de los derechos de propiedad industrial, deberá ser
alegado y acreditado por el solicitante de modo concurrente con lo
exigido por el artículo 247 de la Decisión 486 de la Comisión de la
Comunidad Andina.

Expresado de forma más clara, en materia de propiedad industrial las


medidas de protección cautelar anticipadas podrán ser decretadas y
ejecutadas por el juez de Municipio correspondiente, siempre que se
alegue y acrediten razones de urgencia y el solicitante ostente legitima-
ción para actuar, demuestre la existencia del derecho infringido y apor-
te pruebas que permitan presumir razonablemente la comisión de la
infracción o su inminencia, sin perjuicio de que el Juez pueda exigir
caución o garantía suficiente antes de ordenarlas, como lo prevé la
mencionada Decisión 486. En tal caso, la revisión de las medidas siem-
pre corresponderá al juez de la causa principal, en la hipótesis de que
se hubiese iniciado el juicio dentro de los diez días siguientes a la eje-
cución de las cautelas, pues de no procederse a ello, quedarán sin efec-
to de pleno derecho como lo ordena el segundo párrafo del artículo
248 de la Decisión 486’. (Subrayado añadido).

En consecuencia, la misma aplicación extensiva que de la Ley sobre De-
recho de Autor procede respecto de las medidas anticipadas que se acuer-
den de conformidad con la Decisión 486 de la Comisión de la Comunidad
Andina, también procede respecto de la medida anticipada que establece
el artículo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas, pues, se insiste, ésta no es
sino una más del cúmulo de medidas cautelares que nuestro ordenamien-
to jurídico comprende como modo de protección a derechos de propiedad
intelectual. En consecuencia, la medida de prohibición de desaduanamiento
que preceptúa el artículo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas será decre-
tada por el Juez de Municipio del lugar donde deban ejecutarse, quien
solicitará a la autoridad aduanera correspondiente su ejecución, en los
términos y condiciones que dispone esa norma jurídica.

Asimismo, y como se expuso en el fallo citado, una vez que sea decre-
tada la medida, su revisión siempre corresponderá al juez de la cau-
sa principal, en la hipótesis de que se hubiese iniciado el juicio
correspondiente,  bien  sea  la  acción  por  infracción,  de  conformidad
con el artículo 248 de la Decisión 486, bien sea la acción de protección
de derechos de autor, de acuerdo con el artículo 112 de la Ley sobre el
218 PONENCIAS

Derecho de Autor, revisión que procede según el procedimiento de opo-
sición a las medidas cautelares que disponen los artículos 602 y siguien-
tes del Código de Procedimiento Civil.

En abundancia, y al igual que se exige respecto de las medidas anticipa-
das que recogen la Decisión 486 y la Ley sobre el Derecho de Autor, ha
de entenderse que la medida cautelar que establece la Ley Orgánica de
Aduanas procede, como indicó la Sala de Casación Civil, ‘siempre que
se alegue y acrediten razones de urgencia y el solicitante ostente
legitimación para actuar, demuestre la existencia del derecho infrin-
gido y aporte pruebas que permitan presumir razonablemente la co-
misión de la infracción o su inminencia’, y su mantenimiento dependerá
de la oportuna interposición de la demanda en los lapsos que, para ello,
establecen la Decisión 486 o bien la Ley sobre Derecho de Autor, según
sea el caso, so pena de decaimiento de la medida. Así se decide.

Evidentemente, la anterior interpretación de la norma que se impugnó,
en el sentido de que se trata de una medida anticipada, no impide enten-
der  que  la  medida  de  prohibición  de  desaduanamiento  que  recoge  el
artículo 87 de  la Ley Orgánica de Aduanas  puede acordarse también
pendente litis, esto es, en el curso de ese proceso judicial cuyo objeto
sea la protección a derechos de propiedad intelectual. En tal supuesto,
será el juez de la causa el competente para que la acuerde, y se segui-
rán, si fuera el caso, las reglas procesales generales y el procedimiento
de oposición a las medidas cautelares. Así se decide.

En síntesis, esta Sala puntualiza lo siguiente:

a) La medida de prohibición de desaduanamiento que establece el ar-
tículo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas es una medida cautelar, que
puede tener naturaleza anticipada, mediante la cual la autoridad adua-
nera colabora con el órgano judicial para evitar la nacionalización de
bienes que supuestamente violen derechos de propiedad intelectual, sean
éstos de propiedad industrial o derivados de derechos de autor.

b) Se trata de una más de las medidas anticipadas que comprende el
marco jurídico regulador de los derechos de propiedad intelectual, que
está constituido por la Decisión 486 de la Comisión de la Comunidad
Andina y  la Ley sobre el  Derecho de Autor, a  las que se le  añade el
artículo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 219

c) El mantenimiento de la medida anticipada dependerá de que, poste-
rior y oportunamente, se dé inicio a la acción por infracción que recono-
cen los artículos 238 y siguientes de la Decisión 486 de la Comisión de
la Comunidad Andina, o bien la acción por violación al derecho de ex-
plotación de una obra que preceptúan los artículos 109 y siguientes de la
Ley sobre el Derecho de Autor.

d) El órgano con competencia para que acuerde la medida anticipada es
el Juez de Municipio del lugar donde haya de ejecutarse, quien solicitará
su efectiva ejecución a la autoridad aduanera. En caso de que, poste-
riormente, no se dé oportuno inicio al proceso principal, de conformidad
con los artículos 248 de la Decisión 486 de la Comisión de la Comunidad
Andina y 112 de la Ley sobre el Derecho de Autor, el mismo juez que
hubiere dictado la medida ordenará su levantamiento a solicitud de la
parte contra quien obre, lo que ejecutará la autoridad aduanera.

e) El juez de la causa principal que se iniciare con ocasión a la violación
a derechos de autor o a propiedad industrial –en la hipótesis de que se
hubiere iniciado ésta oportunamente– revisará la medida cautelar anti-
cipada que se hubiere dictado, lo cual se realizará de conformidad con
el procedimiento que ordenan los artículos 602 y siguientes del Código
de Procedimiento Civil.

f) Como toda medida anticipada, la prohibición de desaduanamiento ten-
drá, en este supuesto, carácter excepcional, y por tanto su procedencia
dependerá de que se acrediten razones de urgencia y se alegue y prue-
be suficientemente la presunción del derecho reclamado.

g) La medida de prohibición de desaduanamiento que establece el artí-
culo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas puede acordarse también luego
del inicio del proceso judicial de protección de derechos de propiedad
intelectual, caso en el cual será el juez de la causa el competente para
ordenarla, y se seguirán, si fuera el caso, las reglas procesales genera-
les y el procedimiento de oposición a las medidas cautelares.

h)  La  medida  de  prohibición  de  desaduanamiento  que  recoge  la  Ley
Orgánica de Aduanas no puede entenderse como una medida cautelar
que pueda ser acordada por una autoridad administrativa, ni aun siquie-
ra la autoridad administrativa con competencia en materia de propiedad
intelectual, pues dicha autoridad no posee competencias para que dilu-
cide problemas de titularidad de derechos, por lo que, si decretare la
220 PONENCIAS

ejecución de una medida tal, se estaría acordando una medida cautelar
autónoma, sin procedimiento posterior, que atentaría gravemente contra
el derecho a la defensa, al debido proceso y a la propiedad.

En atención a las consideraciones que se expusieron, considera la Sala
que la medida que recoge el artículo 87 de la Ley Orgánica de Aduanas
no  es  inconstitucional,  pues  no  se  trata  de  una  medida  autónoma  de
gravamen, sino que depende de un proceso judicial que ya se haya ini-
ciado o que ha de iniciarse con posterioridad, so pena de decaimiento, y
en el  cual tendrá plena oportunidad  de defensa  la parte  contra  quien
obre  la  medida.  Por  esas  mismas  razones,  no  se  viola  el  derecho  al
debido  proceso  y  tampoco  se  violan  los  derechos  de  propiedad  y  no
confiscatoriedad, pues dicha medida –sea anticipada o no– no es más
que una limitación legalmente establecida y conforme a la Constitución,
a tales derechos. Así se decide”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 221

VOTOS DISIDENTES
222 VOTOS DISIDENTES

L RONDÓN
HAAZ
2001-2005
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 223

AÑO 2002

Sentencia N°: 852.


Fecha: 08-05-02.
Demandante: Seguros La Seguridad C.A.
Materia: Causales de inadmisión en la revisión constitucio-
nal. Legitimación.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

La inadmisión por motivo inexistente y el derecho a la tu-


tela judicial efectiva. El representante sin poder no actúa
en nombre propio sino en representación de quien verda-
deramente es parte.

“La mayoría sentenciadora estimó innecesaria la revisión de la senten-
cia Nº 88 que dictó, el 17 de mayo de 2001, la Sala de Casación Social
de este Máximo Tribunal por cuanto, a su juicio, ella no contribuiría al
sustento de una interpretación uniforme de la Constitución.

Contrario a dicho criterio, el suscribiente considera que debió revisar-
se dicho fallo conforme a la doctrina que, sobre la materia, tiene sen-
tada esta Sala, en decisión N° 93 del 06 de febrero de 2001 (Caso:
Corpoturismo).

En efecto, el argumento central de la solicitud que motivó la decisión
generadora del presente voto salvado giró en torno a que se privó inde-
bidamente, a la solicitante, del ejercicio del recurso de casación por una
224 VOTOS DISIDENTES

supuesta falta de legitimación de los abogados recurrentes, que, en su
opinión, no establece la ley.

Lo anterior constituye, a juicio del salvante, un típico caso de lo que el
Tribunal Constitucional Español denomina inadmisión basada en mo-
tivo inexistente,  por  cuanto  se  cuestionó  la  propia  existencia  de  la
causa legal que dio origen al pronunciamiento judicial cuya revisión se
pretende, lo cual deviene en que la misma resulte infundada.

Tal vicio resulta violatorio del derecho constitucional a la tutela judicial
efectiva, tal y como lo sostuvo dicho Tribunal Constitucional en senten-
cia N° 199 del 25 de octubre de 1988, en la que dispuso:

‘(...) si bien es cierto que la válida interposición de los recursos está
sujeta al cumplimiento de los oportunos requisitos legales, cuya deter-
minación corresponde en principio a los órganos judiciales; sin embar-
go,  en  la  medida  que  la  inadmisión basada en una causa legal
inexistente constituye no sólo una infracción de la legalidad ordina-
ria, sino también una violación del derecho fundamental a obtener una
tutela judicial efectiva, este Tribunal puede comprobar la razonabili-
dad de la decisión adoptada por el órgano judicial, examinando para
ello si la interpretación que subyace a la misma es o no contraria al
contenido del mencionado derecho fundamental. (Tomás Gui Mori, Ju-
risprudencia Constitucional 1981-1995, p.  761,  Editorial  Civitas,
S.A., Madrid, 1997)’.

En el caso sub examine la sentencia cuya revisión se requirió negó la


admisión  del  recurso  de  casación  que  anunciaron  y  formalizaron  los
abogados Salvador Rubén Yannuzzi y Sylvia Bselis, representantes sin
poder de la solicitante, en el juicio seguido en su contra.

Tal determinación se fundamentó en un fallo que dictó, el 24 de octubre
de 1995, la Sala (Accidental) de Casación Civil de la extinta Corte Su-
prema de Justicia, que fue transcrito parcialmente en la decisión a que
se refiere el presente voto salvado, en la que se estableció que el repre-
sentante sin  poder no  es parte  en el juicio  y que,  por tanto,  no  tiene
legitimación para recurrir en casación.

Ahora bien, a juicio de quien aquí disiente dicho pronunciamiento judi-
cial fue producto de un incorrecto razonamiento en virtud del error en
que se incurrió en la elaboración de una de sus premisas.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 225

Así, se basó en las siguientes afirmaciones: i) la legitimación para recu-
rrir en casación la da la calidad de parte en el juicio; luego sostuvo que
ii) el representante sin poder no es parte en el juicio y, por último, arribó
a la falsa conclusión de que el recurso era inadmisible por falta de legi-
timación del recurrente.

Lo falso de dicho aserto se produjo porque la premisa menor del silogis-
mo, a pesar de que es verdadera, devino en incompleta para el estable-
cimiento  de  la  conclusión,  ya  que  no  se  tomó  en  cuenta  que  el
representante sin poder no actúa en nombre propio sino en re-
presentación de quien verdaderamente fue parte.

Lo anterior se ilustra con un ejemplo. El apoderado judicial no es parte
en el juicio, de tal forma que, de aplicarse el razonamiento expuesto,
habría que llegar a la conclusión de que deben declararse inadmisibles
todos aquellos recursos que no hayan sido anunciados por la parte mis-
ma, lo cual conduce a un absurdo.

Así, pues, estima el salvante que, en el caso de autos, no existió el impe-
dimento en virtud del cual la Sala de Casación Social declaró inadmisi-
ble el recurso de casación, toda vez que los representantes sin poder de
la  compañía  demandada  no  anunciaron  y  formalizaron  el  recurso  de
casación en su propio nombre, sino en representación de quien fue par-
te en el juicio, legítima recurrente en casación, a saber, SEGUROS LA
SEGURIDAD  C.A.

Aunado a lo anterior es de hacer notar lo siguiente:

En el fallo que originó la presente solicitud, la Sala de Casación Social
asentó:

‘(...) en el presente caso, los apoderados judiciales de la parte actora
legitiman la actuación de la representación sin poder de la demandada,
pues asumen como válidas todas las intervenciones procesales que és-
tos últimos efectuaron a nombre de ésta; no sólo con su expresa mani-
festación,  sino  por  la  convalidación  de  cada  una  de  dichas
representaciones sin poder, pues más allá de las irregularidades que se
hubieren podido presentar en éstas, tanto formales como subjetivas, en
ningún momento objetaron tal representación, tal y como se desprende
de los autos que conforman este expediente.
226 VOTOS DISIDENTES

Lo antes expuesto conlleva a sostener, que una vez evidenciado como


ésta por la Sala, el carácter que acredita a los ciudadanos Salvador
Rubén Yanuzzi y Sylvia Bselis como profesionales del derecho,  la
representación que asumieron a nombre de la sociedad mercantil
SEGUROS LA SEGURIDAD, C.A., quedó plena y válidamente
constituida en la instancia. Así se establece’. (Negrillas añadidas).

A juicio de quien aquí salva su voto, la conclusión a la que arribó la Sala
de Casación Social en el párrafo transcrito supra, debió ser objeto de
reflexión para dicha Sala en el sentido de que dictara un pronunciamien-
to sobre el fondo del recurso de casación, y no para la negación de su
admisión en los términos que antes fueron reproducidos.

En efecto, si la representación sin poder, que asumieron los abogados
de la aquí solicitante, quedó plena y válidamente constituida en las ins-
tancias por haber cumplido dichos profesionales, sin objeción alguna,
todos los actos del proceso, y por cuanto, de acuerdo con lo que precep-
túa el artículo 154 del Código de Procedimiento Civil, para el anuncio y
la formalización del recurso de casación no se requiere facultad expre-
sa, no debió negarse la admisión del recurso a la legítima recurrente en
casación  SEGUROS  LA  SEGURIDAD  C.A.”
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 227

AÑO 2003

Sentencia N°: 479.


Fecha: 07-03-2003.
Demandantes: Luis Alexander Medina Monagas y Dionisio Ra-
món Hernández Soler.
Materia: Medidas de coerción penal: Duración máxima.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

Cuando el legislador ordena que, “en ningún caso”, las me-


didas de coerción personal podrán exceder de dos años, es-
tablece, implícitamente, que, luego del vencimiento de este
término, tales medidas pierden legitimidad; si ello es así, las
mismas devienen vulnerantes del derecho fundamental a la
libertad personal, cuya tutela, aun de oficio, no sólo es inelu-
dible obligación de los órganos jurisdiccionales, sino que a
su efectiva vigencia están obligados otros integrantes del
sistema de justicia, como el Ministerio Público.

“1. La norma rectora, en materia de medidas de coerción personal, es la
del artículo 44 de la Constitución de la República Bolivariana de Vene-
zuela, de acuerdo con la cual las personas serán juzgadas ‘en libertad,
excepto por las razones determinadas por la ley y apreciadas por
el juez o jueza en cada caso’;

2. La norma constitucional que se refirió ut supra fue desarrollada por:
228 VOTOS DISIDENTES

2.1 El artículo 252 (ahora, reformado, 243) del Código Orgánico Proce-
sal  Penal,  el  cual  establece  que  ‘Toda  persona  a  quien  se  le  impute
participación en un hecho punible permanecerá en libertad durante
el proceso, con las excepciones establecidas en este Código’  (des-
tacado nuestro).

2.2 El artículo 9 del Código Orgánico Procesal Penal, de acuerdo con el
cual ‘las disposiciones de este Código que autorizan preventivamente la
privación o restricción de la libertad o de otros derechos del imputado o
su ejercicio, tienen carácter excepcional, sólo podrán ser interpreta-
das restrictivamente y su aplicación debe ser proporcionada a la pena o
medida de seguridad que pueda ser impuesta’ (destacado nuestro).

2.3 El artículo 253 (hoy, modificado, 244) del Código Orgánico Procesal
Penal,  conforme  al  cual,  en ningún caso,  las  medidas  cautelares  de
coerción  personal  –entre  ellas,  obviamente,  la  privativa  de  libertad–
podrán  ‘sobrepasar la pena mínima prevista para cada delito ni
exceder de dos años’ (destacado nuestro). Debe tenerse presente que
la norma aplicable al caso sub examine es la del antiguo artículo 253 de
la referida ley adjetiva, por razón de lo que se dispone en el artículo 553
in fine del Código actualmente vigente.

3. Con base en las disposiciones constitucionales y legales que han
sido  parcialmente  transcritas,  por  necesidad  debe  concluirse  que  la
norma  que  contiene  en  el  artículo  253  in fine del  entonces  vigente
Código Orgánico Procesal Penal, por cuanto incide sobre la privación
o restricción de la libertad, es de interpretación restrictiva; de suerte
que  cuando el legislador ordena que, “en ningún caso”, las me-
didas de coerción personal podrán exceder de dos años, esta-
blece, implícitamente, que, luego del vencimiento de este
término, tales medidas pierden legitimidad; si ello es así, las
mismas devienen vulnerantes del derecho fundamental a la li-
bertad personal, cuya tutela, aun de oficio, no sólo es ineludible
obligación de los órganos jurisdiccionales, sino que a su efecti-
va vigencia están obligados otros integrantes del sistema de
justicia, como el Ministerio Público.

4. Este Máximo Tribunal ha sostenido, reiteradamente, que la libertad
personal es materia de orden público, cuya tutela, en consecuencia, es
deber de los jueces, quienes están obligados a proveerla sin que tengan
que esperar la instancia de la parte interesada. En el caso de autos, se
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 229

trata de una medida cautelar privativa de libertad que, a la fecha, se ha
mantenido por un término de más de tres años; vale decir, que hoy tiene
una vigencia que excede, en más de la mitad, del término máximo –dos
años– que, de acuerdo con la norma legal aplicable al presente caso,
podía tener la duración de dicha medida.

5. En este orden de ideas se concluye, igualmente, que, en el presente
caso, la Sala Constitucional abdicó su función contralora de la constitu-
cionalidad que le imponen los artículos 334 de la Constitución y 19 del
Código Orgánico Procesal Penal, pues, habiéndose ya afirmado que la
Ley Máxima garantiza que el juicio en libertad es la regla y que, sólo
excepcionalmente, de acuerdo con la ley, podrán ser dictadas medidas
privativas o restrictivas al ejercicio de este derecho fundamental; ha-
biéndose establecido, igualmente, que, entre las normas que desarrollan
esta disposición constitucional, se encuentra la citada del artículo 253
del Código Orgánico Procesal Penal, por la cual se limita a dos años,
sin excepción, la duración de las medidas cautelares de coerción per-
sonal, resulta claro que el estado de privación de libertad bajo el cual se
ha mantenido, hasta el presente, al imputado hoy supuesto agraviado,
devino ilegítima, a partir del vencimiento del término necesariamente
resolutorio de la misma. Por consecuencia de tal ilegitimidad, la vigen-
cia actual de la medida en cuestión constituye una clara lesión al dere-
cho  fundamental  a  la  libertad  personal,  cuyo  pleno  ejercicio  debió
habérsele restituido al quejoso, una vez que venció el término antes se-
ñalado, aun de oficio y aun cuando ni la Defensa ni el Ministerio Públi-
co  –este  último,  en  ejercicio  de  sus  atribuciones  constitucionales  y
legales– hubieran actuado para el aseguramiento, en el proceso penal,
del respeto a los derechos y garantías constitucionales.

6. En plena concordancia con lo que se ha señalado anteriormente, re-
sulta inadmisible que se pretenda que en lo concerniente a las situacio-
nes que, respecto de la libertad personal, deban ser resueltas por los
tribunales, la actuación de éstos esté sujeta al correspondiente requeri-
miento de parte. Pero es que aun el supuesto, que se rechaza, de que tal
instancia sea exigible, es un absurdo el condicionamiento del ejercicio
del amparo a  la proposición previa de otros medios o vías judiciales
preexistentes. Al respecto, se debe tener muy en cuenta que cualquier
lapso,  por  breve  que  el  mismo  sea,  durante  el  cual  una  persona  esté
privada ilegítimamente de su libertad, produce en dicho agraviado un
gravamen irreparable, pues resulta casi una verdad de Perogrullo que a
la víctima del mismo le pueda ser restituido el tiempo durante el cual
estuvo sometida –ilegítimamente, es bueno insistir– a tal capitis demi-
230 VOTOS DISIDENTES

nutio. En consecuencia, sólo el amparo provee una vía suficientemente
rápida y relativamente sencilla, para que el agraviado pueda ser devuel-
to a su situación normal de libertad y para que, si bien ya no sea posible
la  reversión  del  gravamen  que  fue  causado,  cese  inmediatamente,  al
menos, la situación de daño que se le haya producido por causa de la
inconstitucional restricción de dicho derecho; en otros términos, como
lo ha afirmado y sostiene esta Sala, en caso de existencia coetánea de
amparo y vías o medios judiciales ordinarios preexistentes, el amparo
sea admisible ‘ante la evidencia de que el uso de los medios judicia-
les ordinarios, en el caso concreto y en virtud de su urgencia, no
dará satisfacción a la pretensión deducida’;  más  aún,  en  relación
con  este  supuesto  de  que  se  pueda  ejercer  la  acción  de  amparo,  de
manera inmediata, sin que hayan sido agotados, previamente los medios
o recursos adjetivos disponibles, la Sala ha establecido, sostenida y rei-
teradamente, que ello es procedente ‘cuando se desprenda de las cir-
cunstancias fácticas o jurídicas que rodean la pretensión que el
uso de los medios ordinarios resulta insuficiente al restablecimien-
to del disfrute del bien jurídico lesionado. Alguna de tales circuns-
tancias podría venir dada cuando, por ejemplo,... en caso de que
el recurrente pueda sufrir una desventaja inevitable o la lesión
devenga irreparable por la circunstancia de utilizar y agotar la vía
judicial previa...’.

7. Tampoco es aceptable el argumento de que el accionante erró en el
ejercicio de la acción tutelar, por cuanto la vía que debió seguir no era la
del hábeas corpus sino la del artículo 4 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales; ello, por cuanto, aun si se
conviene en dicho error, se concluye que el mismo era perfectamente
subsanable, de oficio, por el propio órgano jurisdiccional, habida cuenta
de  que, al  momento  de la  admisión  de  la demanda  de  amparo,  no  se
había producido ningún acto procesal que estuviera vinculado, necesa-
riamente, al ejercicio del hábeas corpus y, por tanto, pudiera ser cues-
tionada su validez; mayormente, si, como se ha afirmado repetidamente,
la tutela eficaz del derecho a libertad es obligación del juez, a quien, a
falta de actuación suya oficiosa, se le ofreció y pudo disponer de una
vía procesal, mediante la cual –previa la adopción del procedimiento
que, a su juicio, era el legalmente correcto–, podía asegurar la predicha
tutela. De esta manera, el juzgador habría garantizado, igualmente, una
administración de justicia breve, sin dilaciones indebidas y, sobre todo,
sin formalismos o reposiciones inútiles o no esenciales; deberes estos
que imponen a los jueces los artículos 26 y 257 de la Constitución.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 231

8. Por último, la presente acción de amparo fue declarada inadmisible
por cuanto la parte actora no agotó vías preexistentes. En tal sentido, la
Sala  expresó:  ‘De allí, que la defensa de los accionantes, ante la
negativa del Juzgado Cuarto de Juicio del Circuito Judicial Penal
del Estado Bolívar, con sede en Puerto Ordaz, de otorgar a sus
defendidos una de las medidas cautelares sustitutivas de libertad
(sic), y no mediando en el presente caso dilación procesal de mala
fe, debió solicitar se les decretara su libertad con fundamento en
la doctrina establecida por esta Sala en la decisión antes citada’.
Ahora bien, el término ‘negativa’ tiene, en el análisis que nos ocupa, el
significado  de  ‘negación o rechazo de una solicitud’; es  decir,  se
trata de una conducta reactiva, en sentido adverso a lo que se pide o
solicita. En el presente caso, el párrafo en cuestión no precisa de cuál
de las partes provino la solicitud que fue denegada, mas el sentido co-
mún nos indica que tal requerimiento emanó de quien era el mayor inte-
resado en que la medida de privación de libertad fuera sustituida por
otra u otras cautelares menos gravosas; esto es, de los procesados en
referencia. Si la que antecede es la conclusión correcta –de lo cual no
puede haber seguridad, dada la anfibología del párrafo que se acaba de
reproducir–, entonces no se puede sino afirmar que la sentencia es fran-
camente contradictoria, cuando declaró inadmisible el amparo porque
los accionantes debieron solicitar, previamente, su libertad ‘con funda-
mento en la doctrina establecida por esta Sala’,  pese  a  que  antes
había reconocido que dichos quejosos, justamente, ya habían actuado
en esta dirección, con el resultado negativo que se acaba de referir”.

Sentencia N°: 2.299.


Fecha: 21-08-2003.
Demandante: Juan José Herrera Miranda.
Materia: Pruebas en el proceso penal: Hecho negativo, car-
ga de la prueba.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

Por tratarse de un hecho negativo, la carga de la prueba no


correspondía al imputado, sino, en todo caso, a quien aduje-
ra lo contrario; esto es, que el encausado sí estaba en posi-
bilidad de cumplimiento con la medida cautelar sustitutiva.

“Este Magistrado suscribe los criterios que expuso, en su decisión, la
primera instancia constitucional. En efecto:
232 VOTOS DISIDENTES

1.1 El imputado alegó la imposibilidad de cumplimiento de la medida
cautelar de caución económica que decretó el Tribunal de Control, como
sustitutiva de la privativa de libertad. Por tratarse de un hecho negativo,
la carga de la prueba no correspondía a dicho imputado, sino, en todo
caso, a quien adujera lo contrario; esto es, que el encausado sí estaba
en posibilidad de cumplimiento con la referida medida sustitutiva. Más
aún, la circunstancia de que, a cuatro meses de que fuera acordada la
referida sustitución, el imputado no hubiera aun presentado los fiadores
constituye, per se, un indicio serio que debía conducir a la presunción
de que, a aquél le era efectivamente imposible la constitución de la fian-
za. En este orden de ideas, se concluye que el Tribunal de Control debió
dar respuesta adecuada al alegato en referencia y, sobre la base de lo
que estuviera acreditado en autos, decidir, de manera motivada, si tal
alegación se correspondía o no con la verdad procesal y sentenciar en
consecuencia. La falta de pronunciamiento definitivo, por parte del Tri-
bunal de Control, condujo a una ilegal situación de detención indefinida
–tal como, implícitamente, lo reconoció el presente fallo–, con grave
menoscabo  a  los  derechos  fundamentales  del  quejoso  de  autos,  a  la
libertad personal y a la defensa.

1.2 Realmente, el artículo 264 del Código Orgánico Procesal Penal no
establece limitación alguna, en cuanto a las oportunidades para solicitar
la revisión de la medida cautelar privativa de libertad, que era lo que, en
la práctica, planteaba el actual accionante, por cuanto lo que pretendía
era que la medida privativa a la cual se encontraba sometido fuera sus-
tituida por una menos gravosa de posible cumplimiento. De ello debió
quedar tan convencida esta Sala que decidió confirmar el fallo del a
quo, en lo que concierne al mantenimiento de las medidas que estable-
cen los cardinales 3 y 4 del artículo 256 del Código Orgánico Procesal
Penal, y la eliminación de la que contiene el artículo 256.8 eiusdem.

Por otra parte, en lo que concierne al Juez, el citado artículo 264 del
Código Orgánico Procesal Penal sí impone a aquél una limitación, pero
con el propósito del establecimiento de una frecuencia mínima –no máxi-
ma–  de  revisión  de  las  medidas  cautelares  de  coerción  personal  que
estuvieren vigentes.

2. Como resulta de incontestable vigencia y pertinencia la doctrina que
contiene la sentencia que esta Sala pronunció, el 27 de julio de 2000
(caso Segucorp), y que ha sido invocada en el presente fallo, la misma
debió servir de sustentación de una decisión contraria a lo que se dispu-
so en este último; vale decir, a una confirmación del pronunciamiento de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 233

la primera instancia constitucional, puesto que el error de interpretación
que se advirtió en la presente sentencia no condujo, simplemente, a la
vulneración de una norma legal, sino que claramente lesionó la que con-
tiene el artículo 44 de la Constitución, en el sentido de que la persona
‘será juzgada en libertad, excepto por las razones determinadas
por la ley y apreciadas por el juez o la jueza en cada caso’.  En  tal
sentido, se observa que si el Juez de Control decidió la sustitución de la
medida privativa de libertad por otra u otras cautelares menos gravosas
que la primera, ello significaba, ni más ni menos, que dicho jurisdicente
reconoció que dichas sustitutivas eran suficientes para el aseguramien-
to de las finalidades del proceso (artículo 256 del Código Orgánico Pro-
cesal  Penal);  que,  por  tanto,  no  se  requería  mantener  el  estado
excepcional de privación de libertad y que, por consecuencia necesaria,
se debía restituir, respecto del hoy accionante, la vigencia del principio
general del juicio en libertad que preceptúa el citado artículo 44 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y desarrolla el
artículo 243 del Código Orgánico Procesal Penal.

3. Ciertamente, no se puede reprochar al actual accionante que no hu-
biera ejercido el recurso de apelación para ‘desvirtuar los elementos
de convicción esgrimidos por el representante del Ministerio Pú-
blico para solicitar la continuación del proceso por la vía ordina-
ria y la imposición de las medidas cautelares sustitutivas de libertad
(sic) contenidas en los numerales 3, 4 y 8 del artículo 256 del Có-
digo Orgánico Procesal Penal. Igualmente, pudo impugnar la de-
cisión mediante la cual el órgano jurisdiccional acogió la solicitud
fiscal’; reproche con el cual, infiere este Magistrado, se podría funda-
mentar una inadmisibilidad del presente amparo. En realidad, de los ale-
gatos  de  la  parte  accionante  no  se  puede  deducir  que  existiera
inconformidad cualitativa respecto de la decisión del Juez de Control;
por el contrario, debe presumirse que, como el actual  demandante sí
estaba de acuerdo con la imposición de las medidas cautelares sustitu-
tivas de la privativa de libertad, lo que manifestó fue no estar en capa-
cidad de cumplimiento de la referida caución económica, razón por la
cual actuó de la manera como le permitía el artículo 264 del Código
Orgánico Procesal Penal, esto es, la revisión de la medida en referencia
y debe recordarse que la decisión negativa a la revocación o sustitución
de la medida que, en este respecto, tome el tribunal no tiene apelación;
ello, sin perjuicio del derecho que tiene el procesado de solicitar la revi-
sión de la medida cautelar privativa de libertad, cuantas veces lo consi-
dere pertinente.
234 VOTOS DISIDENTES

4. Esta Sala ha sostenido, en incontables decisiones precedentes, que el
de la libertad es un derecho fundamental cuya tutela interesa al orden
público constitucional. Así, antes del pronunciamiento de la improce-
dencia de la presente acción de amparo de auto, debió la Sala, como lo
ha hecho anteriormente y –sin razón aparente– no hizo ahora, entrar al
conocimiento del fondo de la denuncia de agravio a dicho derecho y,
luego, decidir conforme a la convicción que asuma al respecto.

5. El presente fallo afirmó que la Defensa del accionante, ante la nega-
tiva, por parte del Tribunal de Control, de sustitución de la medida de
fianza, tenía la posibilidad de lograr la libertad de su defendido con base
en el artículo 250 del Código Orgánico Procesal Penal, por cuanto dicho
imputado permanecía detenido más allá del término, que dicha disposi-
ción legal impone al Ministerio Público, para la presentación del acto
conclusivo correspondiente. Tal afirmación debió conducir, más que a
una implícita estimación de inadmisibilidad de la acción de amparo, a la
convicción de que, efectivamente, se había vulnerado el derecho funda-
mental del encausado a la libertad personal, por cuanto no debía esperar
el Juez de Control a que aquél alegara la preclusión del referido lapso,
sino que, motu proprio, de oficio, debió proveer la inmediata libertad –
en principio, plena– del encausado. En consecuencia, si, como lo reco-
noció  esta  Sala,  el  quejoso  se  encontraba  privado  de  su  libertad
–ilegítimamente, según se ha dicho, porque dicho estado se había man-
tenido más allá del lapso legal para la presentación, por parte del Minis-
terio Público, de la acusación, de la solicitud de sobreseimiento o de la
notificación de la decisión de archivo fiscal–, todo ello debió conducir a
la convicción de que, efectivamente, se había producido una lesión a un
derecho fundamental, respecto del cual esta Sala ha sostenido reitera-
damente que, por razones de orden público constitucional, debe ser tu-
telado,  aun  de  oficio.  Es  indudable  que  dicha  protección  debía  ser
inmediata, pues se trataba de una lesión constitucional respecto de la
cual –en el caso de la libertad– no se puede reparar el daño ya causado
y, en consecuencia, se requiere la mayor diligencia, dirigida a la preven-
ción de la prolongación temporal del agravio.

6. No obstante que estamos conformes con el efecto que, en definitiva,
producirá la decisión de mantener la disposición del a quo, en el sentido
del mantenimiento de las medidas cautelares sustitutivas de los cardinales
3 y 4 del artículo 256 del Código Orgánico Procesal Penal, observamos:
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 235

6.1 Esta Sala ha delineado, con nitidez, las consecuencias procesales
del agravio al derecho fundamental a la libertad personal, según que tal
lesión sea imputable a un órgano jurisdiccional (amparo contra decisión
judicial) o que lo sea a algún particular u otro órgano o funcionario pú-
blico (hábeas corpus). No discrepa este Magistrado de la conclusión a
la cual arribó la Sala en el presente fallo, en el sentido de que se trata de
un amparo contra decisión judicial y no de un hábeas corpus.

Sin embargo, independientemente de que, conforme a lo que se acaba
de exponer, el amparo a la libertad personal se tramite por el procedi-
miento ordinario (artículos 13 y siguientes de la Ley Orgánica de Ampa-
ro sobre Derechos y Garantías Constitucionales) o por el especial que
regulan los artículos 38 y siguientes eiusdem, lo cierto es que el bien
tutelado, en uno y otro caso, es el mismo: la libertad personal y la conse-
cuencia inmediata y necesaria de una declaración de procedencia de la
acción de amparo es, siempre, el restablecimiento inmediato de la situa-
ción jurídica infringida, tal como lo ordena el artículo 1 de la citada ley
orgánica. De otro modo, la decisión de procedencia del amparo, si se ha
seguido el procedimiento ordinario, no pasaría de ser una manifestación
mero declarativa y, más grave aún, sin que se sepa a cuál funcionario u
organismo corresponderá ejecutar la sentencia en cuestión. Por tanto,
la primera instancia constitucional actuó plenamente ajustada a derecho
y, sobre todo, a su función contralora de la constitucionalidad –confor-
me al artículo 334 de la Constitución–, cuando, como consecuencia de
que hubo declarado con lugar la presente acción de amparo, ordenó la
inmediata puesta en libertad, restringida, del quejoso.

Por otra parte, extraña la advertencia y el apercibimiento que se expre-
só respecto del a quo, no sólo por la consideración hecha respecto de
la juridicidad de la actuación del mismo, sino porque, aun si se admitiera
que dicha instancia actuó contrariamente a derecho, no se extendió el
reproche al Juez de Control (legitimado pasivo), a quien la misma Sala
imputó, también ‘un error de juzgamiento’.

7. Respecto del aparte que aparece bajo el título ‘Obiter dictum’, este
Magistrado disidente estima que, por razones de seguridad jurídica –
valor tan importante como el de la justicia, según lo ha reconocido esta
Sala (véase, por ejemplo, sentencia de 06 de noviembre de 2002; caso
Damiano Buccafuschi)–, debe considerarse como taxativa la enumera-
ción legal de los supuestos legales de admisibilidad del recurso de ape-
lación. Por otra parte, la tendencia restrictiva que la Sala observó en
relación con la apelación contra auto no es, en realidad, exclusiva de
236 VOTOS DISIDENTES

este recurso, pues la misma está igualmente contenida en los artículos
457 (apelación contra sentencia) y 460 (recurso de casación).

Adicionalmente, en el caso concreto de la apelación contra auto, los
supuestos legales de admisibilidad del mismo fueron concebidos con
amplitud suficiente para que los mismos abarcaran todos los motivos de
queja; particularmente, el que describe el artículo 447.5 del Código Or-
gánico Procesal Penal:

‘son recurribles ante la corte de apelaciones las siguientes decisiones:
...5. Las que causen un gravamen irreparable, salvo las que sean decla-
radas inimpugnables por este Código’.

Ahora bien, como se señala en el presente fallo, existen autos contra los
cuales no es admisible el recurso de apelación; ello, a pesar de que son
susceptibles de causar gravamen irreparable. Tal es el caso, por ejem-
plo, del auto por el cual, conforme al artículo 264 del referido código
procesal, se niega la revocación o la sustitución de la medida cautelar
que sea objeto de revisión.

Sin embargo, aun en estos casos, se impone la mayor ponderación en
los exhortos que esta Sala haga a los órganos jurisdiccionales con el fin
de preservar, en la mayor medida posible, el valor de la seguridad jurídi-
ca y la valoración equilibrada de los derechos y garantías constituciona-
les de los cuales son titulares las partes procesales. El exhorto, tal como
está redactado, puede prestarse a interpretaciones que pueden exceder
de la intención de esta sentenciadora e incluso del espíritu, propósito y
razón de las normas constitucionales. En tal orden de ideas, estima este
Magistrado oportuno recordar que, aun sin la materialización del exhor-
to al cual se refiere esta parte, debe presumirse en los administradores
de justicia el conocimiento de su potestad contralora de la Constitución
que les atribuye el artículo 334”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 237

Sentencia N°: 2.577.


Fecha: 24-09-03.
Demandante: Brumer, S.A.
Materia: Avocamiento en el amparo constitucional.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

Luego de la declaratoria de improcedencia de la solicitud de


avocamiento a un proceso de amparo, la Sala no tiene com-
petencia para el pronunciamiento sobre la constitucionali-
dad de las actuaciones que se impugnan mediante amparo.

“La sentencia de la cual me aparto declaró improcedente la solicitud de
avocamiento del amparo que cursa ante Juzgado Superior Noveno en lo
Civil, Mercantil y Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Me-
tropolitana de Caracas, por cuanto la falta de decisión, en el auto de
admisión,  de  la  medida  cautelar  que  fue  solicitada  en  el  proceso  de
amparo contra la falta de pronunciamiento del Juzgado Duodécimo de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y Tránsito de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana de Caracas, en relación con la solicitud
de revocatoria de la designación de depositario judicial ‘especial’:

‘...no  puede  –por  sí  sola–  dar  lugar  al  avocamiento  de  dicha  causa,
máxime cuando de autos, no se evidencia que el apoderado judicial de
BRUMER S.A. haya advertido dicha omisión al prenombrado Juzgado
Superior, o lo haya instado a imprimir celeridad en la emisión del pro-
nunciamiento sobre la cautela solicitada, de allí que no es el avocamien-
to  la  figura  procesal  prevista  como  remedio  a  las  circunstancias
expresadas por el apoderado de BRUMER S.A., pues la misma como
parte supuestamente agraviada tiene posibilidad en dicho proceso de
amparo, de hacer la petición respectiva al tribunal para que imprima
celeridad a la decisión sobre dicha medida y, en caso de no tener res-
puesta, tiene la vía del llamado amparo contra amparo, para denunciar
la violación de derechos constitucionales por hechos distintos a los que
originaron la acción inicialmente ejercida’.

Pese a esa decisión la Sala argumentó:

‘La Sala observa que en una violación a la Ley sobre Depósito Judicial, el
Tribunal Ejecutor, para dar cumplimiento a la medida de embargo ejecuti-
vo, designó como depositario judicial a una persona natural, contravinien-
do así el artículo 3 de la citada Ley, que faculta sólo a las personas naturales
238 VOTOS DISIDENTES

o jurídicas autorizadas por el Ministerio de Justicia, en la actualidad Mi-
nisterio del Interior y Justicia, para ser depositarios judiciales en las medi-
das preventivas que se dictaren, y por ende en las ejecutivas. Igualmente
infringió lo dispuesto en el artículo 536 del Código de Procedimiento Civil,
por cuanto no entregó los bienes embargados al depositario previamente
nombrado, esto es, la Depositaria Judicial Maracaibo.

Añadió, además, que esas violaciones legales contravinieron el orden
público constitucional; concretamente declaró que la designación, que
se calificó como irregular, violó los artículos 257 y 26 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela y, en consecuencia, la Sala,
como supremo garante de la correcta interpretación y aplicación de la
Constitución según el artículo 335 eiusdem,

‘...anula  la  designación  del  ciudadano  CALIXTO  RAFEL  ROCCA


BRAVO como depositario ‘especial’, que hizo el Juzgado Cuarto Eje-
cutor de Medidas de los Municipios Maracaibo, Jesús Enrique Losa-
da,  San  Fr anci sco,  Mar a,  Páez,  y  Almi r ant e  Padi l la  de  l a
Circunscripción Judicial del Estado Zulia, en acta levantada con oca-
sión al embargo el 14 de mayo de 2003 y, en consecuencia, se ordena
al referido Juzgado poner –de inmediato– los bienes embargados en
posesión de la depositaria Judicial Maracaibo, lo cual se ordena librar
oficio a dicho Juzgado’.

En criterio de quien disiente:

1. La Sala debe limitar su decisión a la declaratoria de improcedencia
de la solicitud de avocamiento por cuanto: i) no es competente para el
conocimiento de un amparo contra la decisión de un Juzgado Ejecutor
de Medidas y la vía para que esta Sala tramite, por vía extraordinaria,
ese procedimiento sería, precisamente, el avocamiento que declaró im-
procedente; ii) se declara que la designación de depositario que se plas-
mó  en  el  acta  del  14  de  junio  de  2003  es  violatoria  de  derechos
constitucionales sin que se hubiese oído al supuesto agraviante (Juzga-
do Cuarto Ejecutor de Medidas), ni a los interesados en la defensa de
esa decisión; iii) la constitucionalidad o ilegalidad de la designación del
depositario debe decidirla el Tribunal comitente y, ante la ausencia de
pronunciamiento, la decisión corresponde al Juzgado Superior Noveno
en lo Civil, Mercantil y Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, Juez de primera instancia constitucional; y
iv) el pronunciamiento de esta Sala vacía de contenido el proceso de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 239

amparo que se mencionó supra y que cursaría ante el Juzgado Superior
Noveno que se nombró.

Como consecuencia del razonamiento anterior, estima el disidente que,
luego de la declaratoria de improcedencia del avocamiento, debió omi-
tirse cualquier pronunciamiento en relación con la constitucionalidad de
la designación del depositario judicial, por cuanto no es un asunto que
competa a la Sala Constitucional”.

Sentencia N°: 3.306.


Fecha: 02-12-2003.
Demandante: Corporación Digitel, C.A.
Materia: Medidas cautelares. Oposición. Inadmisibilidad de
pretensiones de amparo.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

Medidas cautelares. Incidencia de oposición a las medi-


das cautelares. Medidas cautelares anticipadas. La apela-
ción debió declararse con lugar porque la demanda de
amparo contra la medida cautelar que acordó el supuesto
agraviante era inadmisible de conformidad con el artículo
6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Ga-
rantías Constitucionales.

“1. La sentencia de la cual se disiente declaró sin lugar el recurso de
apelación que se intentó contra el fallo de 25 de junio de 2003, que dictó
el Juzgado Superior Décimo en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, mediante
el cual se declaró con lugar la demanda de amparo constitucional que
intentó el apoderado judicial de CORPORACIÓN DIGITEL C.A. con-
tra la sentencia de 28 de mayo de 2003, del Juzgado Tercero de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Ju-
dicial del Área Metropolitana de Caracas, que acordó medidas cautela-
res  innominadas  en  el  curso  de  la  demanda  que,  por  disolución  y
liquidación de sociedad mercantil, intentó la empresa TOGEWA SWIS-
SNET HOLDING, A.G. contra CORPORACIÓN DIGITAL C.A. TIM
INTERNATIONAL, N.V. y otras. Asimismo, y si bien la decisión de la
mayoría de esta Sala declaró sin lugar el recurso de apelación, se lee de
su dispositivo lo siguiente:
240 VOTOS DISIDENTES

‘Se  CONFIRMA  PARCIALMENTE  la  decisión  del  a quo,  y  en  tal


sentido se declara CON LUGAR la acción de amparo constitucional en
los términos expuestos en el presente fallo. Se REVOCA la decisión
dictada por el Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo Civil, Mer-
cantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolita-
na de Caracas del 28 de mayo de 2003’.

2. Para quien disiente, el dispositivo del fallo incurre en incongruencia,
pues la desestimatoria del recurso de apelación exigía, forzosamente, la
confirmatoria del fallo que se apeló y no, según sentenció la mayoría, la
confirmatoria parcial del mismo. Además, y por las mismas razones, no
se ajusta la decisión al principio de congruencia cuando ‘confirma par-
cialmente la decisión del a quo’,  no  obstante  lo  cual  se  revoca  la
decisión que dictó el Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metro-
politana de Caracas del 28 de mayo de 2003, sentencia que, precisa-
mente, era también objeto de revocatoria por parte del fallo que se apeló
y que esta Sala confirmó sólo parcialmente.

La revocatoria –o confirmatoria– de una sentencia como consecuencia
del ejercicio de un recurso ordinario, como lo es la apelación, se refiere,
en concreto, a la dispositiva del mismo, y no a su motivación; por tanto, no
puede revocarse –o  confirmarse– parcialmente una  sentencia y, de  se-
guidas, proceder a dictar la misma decisión del fallo que se revocó –o
confirmó–. Asimismo, si se declara sin lugar la apelación, mal podía revo-
carse parcialmente la decisión que se apeló, caso en el cual no estaría el
juez ajustándose a lo que alegaron las partes en segunda instancia.

En adición a lo anterior, observa quien disiente que, en el caso de autos,
no se analizaron todos los argumentos que plantearon la parte apelante
y los terceros intervinientes; antes por el contrario, en la motiva del fallo
se examinó sólo el alegato relativo a la inadmisibilidad del amparo cons-
titucional, de conformidad con el artículo 6.5  de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, y una vez deses-
timado  tal  alegato,  la  Sala  procedió  a  ‘analizar la medida cautelar
innominada objeto de impugnación a los fines de determinar si en
el caso sub examen estamos en presencia de un agravio constitu-
cional que justifique la admisibilidad y procedencia del presente
amparo’, subrogándose, así, la primera instancia constitucional sin an-
tes pronunciarse expresamente respecto del resto de los alegatos de las
partes y, asimismo, sin que previamente se revocara la sentencia objeto
de apelación que permitiera el análisis de fondo del asunto.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 241

Considera el disidente que, en el caso de autos, debieron analizarse to-
dos y cada uno de los alegatos de la parte apelante y de los terceros
intervinientes y si, luego de la realización de ese análisis, la mayoría
consideraba –como en efecto se declaró– que el recurso de apelación
debía declararse sin lugar, ha debido proceder, sin más, a la confirma-
ción de la sentencia que se apeló.

3. En  tercer  lugar,  se disiente  de las  razones  que  sostuvo la  mayoría


para la desestimatoria del alegato de la parte apelante en el sentido de
que el amparo constitucional era inadmisible, de conformidad con el
artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, pues la sociedad supuestamente agraviada contaba con
la vía ordinaria de la oposición a las medidas cautelares, de conformi-
dad con el artículo 602 del Código de Procedimiento Civil. En este sen-
tido, se lee de la motiva del fallo lo siguiente:

‘Los  daños  provenientes  de  una  extralimitación  en  el  decreto  de  las
medidas, con violación de derechos constitucionales de la persona con-
tra quien va dirigida la cautela, muchas veces no podrá ser restablecida
su situación  por las vías ordinarias, en este caso la oposición con su
desarrollo procesal previsto en el artículo 602 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil, por lo que en casos excepcionales, el amparo sería
el correctivo inmediato para evitar las lesiones en la situación jurídica
de la parte contra quien obran las medidas y éste es el caso de autos’.

Esa excepcionalidad a la que bien se refiere la sentencia de la cual se
disiente, en relación con la admisión de la demanda de amparo en caso
de situaciones que pueden repararse a través de vías procesales ordina-
rias, ha sido el motivo para que, en reiteradas oportunidades, esta mis-
ma Sala exija del quejoso el alegato y prueba de que, en su caso concreto,
la vía ordinaria no era idónea ni efectiva para el restablecimiento de sus
derechos constitucionales, situación que en este caso no justificó ni de-
mostró la parte supuestamente  agraviada, la cual –según la narrativa
del fallo de la mayoría– se limitó al señalamiento de que la oposición
‘no constituía un mecanismo breve, sumario y eficaz para reparar
la violación’. En criterio de quien suscribe como disidente, mal podía
la Sala suplir las cargas de alegación y prueba que, al respecto, tenía la
interesada,  bajo  el  genérico  señalamiento  de  que  ‘en aquellos casos
en que la medida cautelar atente contra los más elementales prin-
cipios del proceso, o que quebrante de manera ostensible el orde-
namiento jurídico y sea palpable, franca y grosera la violación de
242 VOTOS DISIDENTES

la Constitución, la existencia de la vía judicial ordinaria no puede


erigirse como obstáculo para la admisibilidad del amparo...’ puesto
que ello invierte el orden del razonamiento del juzgador; vale decir, que
para la determinación de la admisibilidad de la demanda, se examina
primero el fondo de la misma para ver si es procedente, lo cual es, en
buena técnica procesal, inaceptable.

Por tanto, la sentencia de la que se disiente contradice el criterio que
pacíficamente ha mantenido esta Sala Constitucional en relación con
alcance del artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales, específicamente en lo que se refiere a la
incidencia de oposición a las medidas cautelares como una vía procesal
ordinaria que, salvo argumento y prueba en contrario, es idónea para el
restablecimiento de los derechos lesionados por el otorgamiento de una
medida  cautelar  (entre  otras  muchas,  sentencias  de  23-11-01,  caso:
Mario Téllez García y otro; de  11-11-01,  caso:  Robinson Martínez
Guillén; de 12-3-03, caso: Hernán Salas Paredes y William Paredes),
lo que atenta contra la coherencia que se debe a favor de la uniformidad
jurisprudencial que preceptúa el artículo 335 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.

4. En cuanto a la medida que dictó el a quo a favor de los socios mino-
ritarios que prohibió a Corporación Digitel C.A. ‘continuar con el pro-
cedimiento de reintegro del capital social hasta tanto convoque al
universo de accionistas de la compañía a los fines indicados en el
artículo 264 del Código de Comercio’, la mayoría declaró que el sen-
tenciador  sólo  podía  tomar  en  cuenta,  para  su  decisión,  ‘los eventos
(hechos) narrados por las partes, realizados en los actos de solici-
tud y contestación del proceso de amparo’  y  que  ‘cualquier peti-
ción o narrativa de nuevos hechos que se haga en un momento
distinto, no puede ser considerada por el sentenciador’.

En criterio del disidente, la mayoría sentenciadora olvidó que, según la
sentencia líder de esta Sala, N° 7/2000, que fijó el procedimiento de
amparo a la luz de la Constitución vigente:

‘Las partes del juicio donde se dictó el fallo impugnado podrán


hacerse partes, en el proceso de amparo, antes y aun dentro de
la audiencia pública, mas no después, sin necesidad de probar su
interés. Los terceros coadyuvantes deberán demostrar su interés legí-
timo y directo para intervenir en los procesos de amparo de cualquier
clase antes de la audiencia pública’. (Destacado añadido).
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 243

Así, en casos como el de autos, en que los beneficiarios de la medida,
terceros interesados en el proceso de amparo, se hicieron parte en la
audiencia oral y pública, tal como se dispuso en el precedente que se
transcribió –y aun si se hubiera solicitado participación en el proceso
con anterioridad– la única oportunidad procesal de que disponen dichos
terceros  –que  defienden  intereses  propios–  es,  precisamente,  la  que
utilizaron, que es la audiencia oral y pública.

Si fuera cierta la afirmación de la mayoría, según la que el juez sólo
debe  resolver  lo  que  le  planteen  demandante  y  demandado  (‘en los
actos de solicitud y contestación’),  la  intervención  de  los  terceros
sería inútil. Y es evidente que ello sí sería inconstitucional porque, como
han afirmado jurisprudencia y doctrina pacíficamente, las partes del jui-
cio originario son terceros-parte en el de amparo, y en éste defienden
sus propios intereses, los cuales había favorecido la sentencia que su
contraparte estima lesiva de sus derechos constitucionales.

Por tanto, no sólo el disidente estima que no era en modo alguno ‘inex-
plicable’ el  pronunciamiento del  a quo,  sino que  era  imperativo  que
resolviera, de un modo u otro, acerca del planteamiento que le hizo el
tercero en, se insiste, la única oportunidad procesal para ello.

5. Por último, quien se aparta del fallo que antecede no puede menos
que disentir del criterio de la mayoría en relación con la improcedencia
de las medidas cautelares de carácter anticipativo. En concreto, señala
el fallo que la medida cautelar que dictó el juez de la causa principal que
motivó esta demanda de amparo, la cual consistió en ‘la suspensión de
la realización de la asamblea general de accionistas de CORPO-
RACIÓN DIGITEL C.A., convocada para el 28 de mayo de 2003’,
es una medida impertinente e inadecuada que implicó la violación de
los derechos fundamentales que se alegaron, entre otras razones, por-
que con ella ‘se estaría adelantando pronunciamiento sobre la deci-
sión final’.  En  igual  sentido,  se  declara  que  ‘la medida cautelar
contenida en el numeral segundo de la decisión impugnada, relati-
va a la prohibición impuesta a la Junta Directiva y administradores
de CORPORACIÓN DIGITEL C.A. de realizar actos de disposición,
y el nombramiento de un auxiliar de justicia que debe asistir a las
reuniones de junta directiva y asamblea de accionistas de la em-
presa...’,  es  violatoria  porque  ‘el juez está ejecutando anticipada-
mente la decisión final del procedimiento, que en este supuesto sería
declarar la disolución de la empresa para luego proceder a su con-
secuente liquidación’.
244 VOTOS DISIDENTES

En este sentido se debe señalar que la primera de ambas medidas no es,
en modo alguno, anticipativa, sino conservativa, pues se limita a la sus-
pensión de la realización de un acto jurídico, como lo es la asamblea
general de accionistas de una sociedad mercantil. Por tanto, esa sus-
pensión  mal podía  ‘anticipar’  los  efectos  del fallo  definitivo  de  una
demanda de disolución y liquidación de sociedad mercantil.

En todo caso, y en lo que se refiere a la segunda de dichas medidas,
cabe señalar que la procedencia de medidas positivas o anticipativas,
las  cuales  son  aquellas que imponen a la parte contraria la obliga-
ción de realizar una conducta concreta y en principio provisional,
necesaria para asegurar el objeto del litigio  (sobre  el  punto,  vid.
CALAMANDREI,  PIERO,  en  su  obra  Providencias Cautelares,  p.
55; y CUENCA, HUMBERTO, Derecho Procesal Civil, p. 182), es no
sólo aceptada sino, además, exigida en el Derecho Procesal, porque es
la única forma de que se garantice la eficacia del fallo cuando el objeto
del proceso es una pretensión de condena a un hacer o dar, con funda-
mento en los principios de instrumentalidad y homogeneidad de la pre-
tensión cautelar respecto de la pretensión principal del juicio. Por ende,
no es cierto que estas medidas no prosperen por ser un ‘anticipo’ del
fondo, antes por el contrario, deben ser un anticipo del fondo siempre
que cumplan con el requisito de reversibilidad. En consecuencia, con-
sidera quien disiente que el carácter anticipativo de la segunda de tales
medidas no podía ser argumento para su negativa”.

Sentencia N°: 3.417.


Fecha: 04-12-03.
Demandante: Estación de Servicio San Jacinto S.R.L.
Materia: Inadmisibilidad del amparo en caso de disponibili-
dad del recurso del control de la legalidad.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

La Sala Constitucional declara la inadmisión de la preten-


sión de tutela constitucional, por cuanto el recurrente dis-
ponía del recurso del control de la legalidad. El voto
salvante consideró que el agotamiento del recurso de con-
trol de la legalidad no puede considerarse un presupuesto
de admisibilidad de la pretensión de amparo, debido a la
discrecionalidad que la LOPT le otorgó a la Sala de Casa-
ción Social para su inadmisión sin motivación.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 245

“El fallo del cual se disiente declaró la inadmisibilidad de la demanda de
amparo, por cuanto, en criterio de la mayoría sentenciadora la recurren-
te tenía a su disposición un mecanismo preexistente de impugnación
idóneo para el restablecimiento de la situación jurídica supuestamente
infringida, cual es el control de la legalidad que preceptúa el artículo 178
de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo.

En criterio de voto salvante, si bien es cierto que, contra el fallo que se
impugnó, procede el recurso de control de la legalidad en atención a lo
que preceptúa el artículo 178 de la Ley Adjetiva Laboral, el agotamiento
previo de tal recurso no debe considerarse como un presupuesto previo
para la admisibilidad de la demanda de amparo, por la discrecionalidad
que la Ley Orgánica Procesal del Trabajo otorgó a la Sala de Casación
Social para la inadmisión de dicho recurso ya que ‘La declaración de
inadmisibilidad del recurso se hará constar en forma escrita por
auto del Tribunal, sin necesidad de motivar su decisión’, lo que cons-
tituye una razón valedera para que exista, en este caso, una simple po-
sibilidad de escogencia entre el recurso extraordinario de control de la
legalidad  y  el amparo  constitucional,  aun  cuando el  referido  recurso
extraordinario suspenda la ejecución del fallo que se impugna, pues, en
definitiva, en el procedimiento de amparo siempre existirá una motiva-
ción para su inadmisión o procedencia, en garantía del derecho de peti-
ción de los justiciables.

En atención a la argumentación que precede, no debería exigirse al re-
currente  en  amparo,  contra  un  fallo  susceptible  de  impugnación  me-
diante el recurso extraordinario de control de la legalidad, que ponga en
evidencia o justifique, tal y como sucede ante la existencia de los otros
mecanismos judiciales preexistentes ordinarios (apelación) u extraordi-
narios  (casación), razones  valederas  por la  cuales  ejerció el  amparo,
pues la discrecionalidad en la inadmisión de dicho recurso se erige como
justificación suficiente para la admisión de la demanda de amparo.

Por otro lado, ya esta Sala, en reciente fallo (3105/03, del 05-11, exp.
03-0942), se pronunció con respecto a este punto, donde señaló:

‘...Sin  embargo,  respecto  del  recurso  de  control  de  la  legalidad  se
observa que su disponibilidad o ejercicio no podría impedir el del am-
paro constitucional puesto que son medidas para el ejercicio de pre-
tensiones distintas y bien diferenciadas por la propia Sala de Casación
Social –protección de derechos constitucionales y control de legali-
dad, respectivamente– de modo que con el ejercicio de uno de ellos no
246 VOTOS DISIDENTES

podría obtenerse la protección de la esfera jurídica del justiciable que
el otro ofrece. Así se declara.

En razón de lo anterior, debe subrayarse que no es necesario


que el recurrente en amparo contra un fallo susceptible de im-
pugnación mediante el recurso extraordinario de control de la
legalidad ponga en evidencia o justifique, tal y como sucede ante
la existencia de los otros mecanismos judiciales preexistentes
ordinarios (apelación) u extraordinarios (casación), razones va-
lederas para la opción por el amparo.

En consecuencia, a juicio de esta Sala, si el fallo es susceptible


de impugnación mediante el recurso extraordinario del control
de la legalidad, su falta de ejercicio no configura la causal de in-
admisibilidad que establece el artículo 6, cardinal 5, de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constituciona-
les, sin necesidad de que, se insiste, el querellante fundamente
o razone su omisión.

En otro sentido, debe aclararse que esa doble opción que se consideró
ut supra, aun cuando no condiciona la admisibilidad de la pretensión de
amparo, sin embargo, pudiese determinar su improcedencia incluso in
limine litis, en los casos en que se pretenda mediante este mecanismo
de impugnación, la sustitución de la finalidad del recurso de control de
la legalidad, mediante denuncias de supuestas violaciones constitucio-
nales cuyos fundamentos puedan subsumirse en los supuestos fácticos
de procedencia del control de la legalidad, esto es, violación o amenaza
de violación de normas de orden público (de naturaleza laboral, que no
impliquen injuria constitucional) o que se contraríe la reiterada doctrina
jurisprudencial de la Sala de Casación Social, pues al no existir, en el
caso concreto, violación constitucional, la consecuencia lógico jurídica
sería  la  desestimación  de  la  demanda  de  amparo,  y  así  se  decide...’
(Resaltado añadido).

Como corolario de lo anterior, en criterio de quien aquí disiente, cuando
se recurra un fallo susceptible de impugnación mediante dicho recurso
extraordinario, su falta de ejercicio no debe configurar la causal de in-
admisibilidad que establece el artículo 6, cardinal 5, de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

Por último, en el presente proyecto se acordó ‘la reapertura del lapso


de cinco días hábiles para intentar el recurso de control de legali-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 247

dad contados a partir de la notificación del presente fallo a la


accionante, sin que ello implique contravención al postulado refe-
rido a que las normas de procedimiento entran en vigencia desde
su aplicación en la Gaceta Oficial y su aplicación en los procesos
que se hallen en curso’ (p. 7), lo que, en criterio del salvante, contra-
dice el principio de preclusión que informa al proceso; además, contra-
ría lo que dispone el artículo 196 del Código de Procedimiento Civil, en
claro perjuicio para la seguridad jurídica, el derecho a la igualdad de las
partes y el debido proceso, máxime si habían transcurrido, aproximada-
mente, 2 meses desde  la oportunidad cuando se  dictó el  fallo que se
impugnó (9 de octubre de 2002) y la entrada en vigencia del artículo 178
de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo (13 de agosto de 2002)...”.

Sentencia N°: 3.421.


Fecha: 04-12-03.
Demandante: Anabel Rodríguez Bullones.
Materia: Competencia por la materia en el amparo, decla-
ratoria de oficio.
Ponente: José M. Delgado Ocando.

Por cuanto en amparo no rige estrictamente el principio dis-


positivo, el Juez de amparo debe pronunciarse, aun de oficio,
en relación con la violación que produzca el conocimiento del
juicio originario por un juez incompetente por la materia.

“De la revisión de las actas que conforman el expediente se comprueba
que la demanda de amparo se incoó contra el fallo que dictó la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo el 25 de abril de 2002, donde
declaró con lugar la apelación que interpuso el apoderado judicial de C.
A. Metro de Caracas contra la decisión que, en primera instancia, dictó
el Juzgado Primero de Primera Instancia del Trabajo de la Circunscrip-
ción Judicial del Área Metropolitana de Caracas el 12 de julio de 2000,
en el procedimiento contencioso administrativo de anulación que propu-
so dicha compañía contra la providencia administrativa N° 34-97 del 19
de agosto de 1997, que emanó de la Inspectoría del Trabajo del este del
Área Metropolitana de Caracas.

Ahora bien, si bien es cierto que mediante sentencia N° 1318/01, de 2
de agosto, esta Sala estableció, con carácter vinculante para las otras
Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás tribunales de la Repú-
blica, que es la jurisdicción contencioso-administrativa la competente
248 VOTOS DISIDENTES

para el conocimiento de los juicios de nulidad contra los actos adminis-
trativos que emanen de las Inspectorías del Trabajo, así como para la
resolución de los conflictos que surjan con motivo de la ejecución de las
referidas providencias que han quedado firmes en sede administrativa
y,  además,  para  el  conocimiento  de  las  demandas  de  amparo  que  se
incoen contra ellas; sin embargo, ha sostenido en diversos fallos, entre
otros, los Nos 1478 de 27-06-02, 2216 de 19-09-02, 2220 de 20-09-02,
573 de 10-03-03 y 792 de  14-04-03, que tal criterio vinculante  tiene
efectos hacia el futuro.

En ese sentido, se observa en el caso que se resolvió mediante el fallo
del cual se disiente que la primera instancia del procedimiento conten-
cioso administrativo de nulidad la decidió el Juzgado Primero de Prime-
ra  Instancia  del  Trabajo  de  la  Circunscripción  Judicial  del  Área
Metropolitana de Caracas el 12 de julio de 2000, esto es, antes del crite-
rio vinculante ut supra señalado (2 de agosto de 2001), de allí que, con
fundamento en el artículo 3 del Código de Procedimiento Civil, y en los
fallos que anteriormente fueron señalados, el Juzgado competente para
el conocimiento de la segunda instancia de dicho procedimiento admi-
nistrativo era un Juzgado Superior con competencia en materia laboral,
y no la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, pues ésta no
era su Superior natural.

En conclusión, con base en lo que se expuso, el fallo del cual se discre-
pa debió declarar la nulidad del fallo que se impugnó, y reponer la causa
al estado de que, en segunda instancia, conozca un Juzgado Superior
con competencia en materia laboral de la Circunscripción Judicial del
Área Metropolitana de Caracas, no obstante que la recurrente no de-
nunció la incompetencia de la Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo, pues, como se ha expresado en reiterados fallos, en materia
de amparo no rige exclusivamente el principio dispositivo, por lo cual el
juzgador constitucional, como  garante  de la constitucionalidad, debe
declarar la violación constitucional que detecte, máxime cuando se en-
cuentre involucrado el orden público”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 249

Sentencia N°: 3.511.


Fecha: 16-12-2003.
Demandante: Carlos Ernesto Fuenmayor.
Materia: Solicitud de revisión y sustitución de medida cau-
telar según el COPP como vía preexistente para
el planteamiento de demandas de amparo cons-
titucional.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

No es la solicitud de revisión y sustitución de medida cau-


telar, que contiene el artículo 264 del Código Orgánico Pro-
cesal Penal, una vía preexistente para la restitución de la
situación infringida en relación con el derecho fundamental
a la libertad. Como, en anteriores decisiones lo hemos ex-
presado, la revisión y eventual sustitución de la medida cau-
telar a la cual se refiere el artículo 264 del Código Orgánico
Procesal Penal está, necesariamente, referida a una medi-
da que tiene legitimidad, tanto de origen como actual.

“(...)  La  mayoría  sentenciadora  concluyó  que  la  presente  acción  de


amparo era inadmisible por cuanto la conducta agraviante que se de-
nunció no era imputable a la legitimada pasiva, razón por la cual decidió
la confirmación del fallo de primera instancia, por el cual se declaró la
improcedencia in limine litis del presente amparo. En efecto, resultó
acreditado que ésta actuó diligentemente, con el objeto de la realización
del Juicio Oral, cuyos consecutivos diferimientos, que fueron denuncia-
dos como lesivos a la libertad, la tutela judicial efectiva y al debido pro-
ceso, deben ser atribuidos a otros actores del proceso; específicamente,
según se señaló en el presente fallo, la representación del Ministerio
Público. Así las cosas, estima quien suscribe que la decisión debió ser
de inadmisiblidad de la acción de amparo, con base en el artículo 6.2 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constituciona-
les (véase, por ejemplo, sentencias de esta Sala, Nos 2106 y 1754, de
05-08-03 y 01-07-03, respectivamente).

Por otra parte, la referida mayoría asumió la tutela oficiosa de los refe-
ridos derechos fundamentales, por razones de orden público constitu-
cional, posición con la cual también coincide quien suscribe. No obstante,
tiene que expresar su discrepancia con la motivación de dicha posición,
así como con lo que, en definitiva, se decidió; ello, de acuerdo con las
siguientes observaciones:
250 VOTOS DISIDENTES

1.  En  el  presente  fallo  se  afirmó  que  ‘visto que los diferimientos no
son imputables al juez de juicio, mal podrían ser considerados como
una dilación indebida y, por tanto, como violatorios de algún dere-
cho constitucional’. Tal  afirmación constituye una abierta contradic-
ción con la tutela constitucional que, de oficio, asumió la Sala, según se
acaba de explicar. En efecto, tal tutela vino dada por el hecho de que,
como consecuencia de los referidos diferimientos del Juicio Oral, había
vencido el lapso de vigencia de las medidas de coerción personal a las
cuales se encontraba sometido el quejoso de autos. Si tal era la situa-
ción, resulta obvia la conclusión de que la medida cautelar privativa de
libertad devino ilegítima, como, en efecto, ocurrió; fue ésa la razón por
la cual la Sala instó al Tribunal de Juicio a la celebración del predicho
acto procesal, ‘dentro de las setenta y dos horas (72) horas siguien-
tes al recibo de copia certificada de este fallo’. Por tanto, la conclu-
sión de la Sala debió ser que, no obstante, que sí se produjo la situación
de agravio constitucional –que fue, al fin y al cabo el fundamento de la
tutela de oficio que decretó esta juzgadora–, el mismo no era imputable
a la legitimada pasiva;

2. En el fallo se afirma que, al momento de la presentación (05 de mayo
de 2003) de la demanda de amparo que dio origen a la presente causa,
aún no había vencido el límite de dos años que establece el artículo 244
del Código Orgánico Procesal Penal; ello, porque el quejoso fue privado
de su libertad el 29 de abril de 2001, mas dicha medida privativa fue
sustituida el 20 de diciembre de 2002 y se mantuvo vigente hasta el 25
de marzo de 2003, cuando el supuesto agraviado de autos fue aprehen-
dido, en ejecución del fallo por el cual se declaró con lugar el recurso de
apelación que el Ministerio Público ejerció contra la decisión de la pri-
mera instancia penal, por la cual se acordó la sustitución en referencia.
Ahora bien, debe recordarse que, de conformidad con los artículos 9 y
247 del Código Orgánico Procesal Penal, las disposiciones que restrin-
jan la libertad del procesado o limiten sus facultades son de interpreta-
ción restrictiva. En tal sentido, no puede permitirse el intérprete la libertad
de  asignar  a  la  disposición  que  contiene  el  artículo  244  eiusdem,  un
significado distinto del que, con precisión, deriva de la letra de dicha
disposición, de acuerdo con la cual las medidas de coerción perso-
nal, en ningún caso, podrán sobrepasar la pena mínima prevista para
cada delito, ni exceder de dos años, salvo el caso –que  no es el ac-
tual– de prórroga que se solicite, tramite y decida conforme al último
párrafo de la disposición que se acaba de citar. El texto legal, en otros
términos, limita la duración de todas las medidas de coerción personal,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 251

no sólo de la privativa de libertad. Se concluye, entonces, que el legiti-
mado  activo  había  permanecido,  en  el  lapso  que  computó  esta  Sala,
sometido a medida de coerción personal –privativa o restrictiva de li-
bertad– por un lapso que excedió el límite temporal que, respecto de las
mismas establece el predicho dispositivo legal, razón por la cual –no
habiendo decreto judicial de prórroga de las mismas– debió procederse,
incluso de oficio, a la revocación de las mismas. De manera que resultó
errada la decisión tutelar que asumió la Sala, la cual se limitó a ‘instar’
al Tribunal de Juicio a la realización, en el término que indicó, del Juicio
Oral, en el proceso penal que se le sigue al actual accionante; instancia
esta que, por otra parte, resulta contradictoria con la afirmación previa
de que la legitimada pasiva había sido diligente en la actividad dirigida a
la realización del predicho acto. En efecto, si las causas de la demora
procesal  que  se  denunció  no  eran  imputables  a  dicha  supuesta  agra-
viante a ésta no le era exigible una diligencia que siempre había obser-
vado  y  por  ser  extraña  a  la  misma  la  causa  de  la  dilación  procesal,
resulta, entonces, que se le está imponiendo una exigencia de celeridad
que, de acuerdo con lo que se ha expuesto, ella no estaría en condicio-
nes de satisfacer; de allí que el llamado en referencia tendría que haber
estado dirigido a los participantes que, según el presente fallo, habían
sido los factores causales de la demora en cuestión;

3. Este Magistrado ha sostenido insistentemente que no es la solicitud
de revisión y sustitución de medida cautelar, que contiene el artículo 264
del Código Orgánico Procesal Penal, una vía preexistente para la resti-
tución de la situación infringida en relación con el derecho fundamental
a la  libertad. Como,  en anteriores  decisiones lo hemos  expresado, la
revisión y eventual sustitución de la medida cautelar a la cual se refiere
el artículo 264 del Código Orgánico Procesal Penal está, necesariamen-
te, referida a una medida que tiene legitimidad, tanto de origen como
actual. En dicho caso, lo que se pretende es que el Juez revise los crite-
rios que fundamentaron la necesidad que de la misma se tendría, como
garantía de los fines del proceso; en otros términos, mediante la solici-
tud de revisión que se funda en el citado dispositivo legal, no se cuestio-
na la conformidad jurídica de la medida cautelar; lo que cambia es la
percepción que, de la necesidad de la misma, se tenga, para la consecu-
ción de los fines del proceso, que es, al fin y al cabo, de acuerdo con los
artículos 44.1, de la Constitución, y 243, del Código Orgánico Procesal
Penal, la única razón que justifica la privación de libertad durante el
proceso. Justamente, porque la referida cautelar no es ilegítima y, por
tanto, se entiende que tampoco lesiona derechos fundamentales de la
252 VOTOS DISIDENTES

persona que se encuentra sometida a ella, es que el legislador estable-
ció que la decisión que, de acuerdo con su prudente arbitrio tome el
Juez, en relación con la revisión y sustitución de dicha providencia, es
inapelable y permite, por otra parte, al interesado el ejercicio ilimitado
de su derecho a pedir la revisión y eventual sustitución de dicha caute-
lar. En el presente caso, el quejoso alegó que la medida judicial preven-
tiva  privativa  de  libertad  a  la  cual  fue  sometido  había  devenido
ilegítima, porque dicho impugnante se encontraba sometido a medida
de coerción personal, por un término que excedía el antes referido lími-
te que impone el artículo 244 de la precitada ley procesal. Por las ante-
dichas razones reitera, quien suscribe el presente voto, que no puede
estimarse que la referida revisión constituya un medio judicial preexis-
tente, esto es, como un supuesto de inadmisibilidad de la acción de am-
paro,  de  acuerdo  con  el  artículo  6.5  de  la  Ley  Orgánica  de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

4. Por último, estima oportuno el Magistrado disidente aclarar que, bajo
ningún respecto, se pretende procurar la impunidad a favor de quienes
resulten, en definitiva, declarados responsables penalmente. De lo que
se  trata  es  de  que,  independientemente  del  resultado  condenatorio  o
absolutorio al cual se arribe, tal conclusión debe ser el producto de un
proceso dentro del cual se preserve la efectiva vigencia de los derechos
y garantías constitucionales de todas las partes”.

Sentencia N°: 3.601.


Fecha: 19-12-03.
Demandante: Constructora El Milenio.
Materia: Los recursos administrativos y las causales de in-
admisión del amparo constitucional.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera.

No puede declararse inadmisible el amparo fundado en la


causal que preceptúa el 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales so pretexto
de la existencia de los recursos administrativos.

“Este voto salvante, en anteriores oportunidades, ha sido categórico en
sostener que no puede declararse inadmisible un amparo constitucional
so pretexto de que se cuenta o se ejerzan los recursos administrativos,
por cuanto esa circunstancia no puede ser subsumida en la causal de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 253

inadmisibilidad  que  preceptúa  el  artículo  6.5  de  la  Ley  Orgánica  de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

En efecto, en otras oportunidades, se salvó el voto de la siguiente manera:

‘En criterio de los disidentes, la mayoría sentenciadora debió tener en
cuenta  que  la  doctrina de  la  Sala  respecto  del  artículo  6.5  de  la  Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, que
contiene la causal de inadmisibilidad aplicable para el caso cuando exis-
tan medios preexistentes para la defensa de los derechos constituciona-
les que se pretendan proteger a través de una demanda de amparo como
la de autos, se basa en su texto que expresa:

‘Artículo 6.- No se admitirá la acción de amparo: (...)

5) Cuando el agraviado haya optado por recurrir a las vías judiciales
ordinarias o hecho uso de los medios judiciales preexistentes.
En tal caso, al alegarse la violación o amenaza de violación de un dere-
cho o garantía constitucionales, el Juez deberá acogerse al procedimiento
y a los lapsos establecidos en los artículos 23, 24 y 26 de la presente
Ley, a fin de ordenar la suspensión provisional de los efectos del acto
cuestionado’. (Resaltado añadido).

De  la  norma  antes  citada  se  desprende  que  constituye  una  causal  de
inadmisibilidad de la demanda de amparo, el que se recurra a las vías
judiciales ordinarias o se haya hecho uso de los medios judiciales pre-
existentes, pero no se hace mención a los recursos administrativos, por
lo que es incorrecta la ubicación, en esa causal de inadmisibilidad, de
dichos recursos, que no son judiciales’.

Al respecto, la Sala ha sostenido:

‘...a tenor de lo dispuesto en el numeral 5 del artículo 6 de la Ley Orgá-
nica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales (...) di-
cha causal está dirigida a medios judiciales, siendo que el recurso
de reconsideración es un medio de revisión de un acto adminis-
trativo y que su tramitación y decisión lo es en la esfera de la
propia Administración en el contexto de un procedimiento adminis-
trativo de segundo grado y no por órgano judicial alguno...’ (s. S.C. N°
795 del 26-07-00. Resaltado añadido).
254 VOTOS DISIDENTES

En criterio de quienes disienten, no cabe confusión alguna en torno a la
disposición, para los justiciables, de los recursos administrativos y de los
‘medios judiciales’, estos últimos mencionados en el citado artículo 6,
cardinal 5, de la Ley Orgánica de Amparo, como fundamento de la de-
cisión de inadmisibilidad del amparo, pues la norma es clara y el juez,
que actúe en sede constitucional, debe conocer que se trata de dos ca-
tegorías distintas de instrumentos.

En este sentido, la Sala, en reciente sentencia, que se registró bajo el Nº
2228 y se publicó el 20 de septiembre de 2002, expresó:

‘Al respecto, se resalta y destaca que no debe existir confusión alguna
en torno a la disposición para los justiciables de los recursos administra-
tivos y de los ‘medios judiciales’, estos últimos mencionados en el cita-
do  artículo  6,  cardinal  5,  de  la  Ley  Orgánica  de  Amparo,  como
fundamento de la decisión de inadmisibilidad del amparo, pues la norma
es clara y el Juez, que actúe en sede constitucional, debe conocer que
se trata de dos categorías distintas de recursos. Así, se encuentra que la
primera y más notoria diferencia es que los recursos administrativos se
intentan en sede administrativa y no en sede judicial. La norma de la
citada ley reguladora del amparo constitucional continente de la causal
de inadmisibilidad que se mencionó se refiere a los medios judiciales
preexistentes, y ella debe aplicarse, bien en el supuesto de que se haya
ejercido tal medio judicial o bien, porque teniendo la disposición del mis-
mo no se ejerció, según ha sido interpretado por esta Sala’ (vid, entre
otras, s. S.C. caso: Alberto Baca, 28-07-00).

(...)

Por otra parte, encuentran los disidentes que, visto cuando una autoridad
administrativa jamás podría proteger los derechos y garantías constitucio-
nales de los particulares a través del control de la constitucionalidad, no
puede equipararse, en cuanto a la tutela que garantiza la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, la actividad funcionalmente ‘juris-
diccional’ de aquélla con la propiamente judicial de los jueces de la Repú-
blica. La imposibilidad de ejercicio de dicho control para la autoridad
administrativa quedó sentada en la decisión de esta Sala Nº 331 de 13-03-
01 (caso: Henrique Capriles Radonski), (...)”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 255

AÑO 2004

Sentencia N°: 26.


Fecha: 20-01-04.
Demandante: Luis Eduardo Marcano Rubio.
Materia: Inepta acumulación como causal de inadmisión del
amparo.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

Inadmisibilidad del amparo por inepta acumulación de pre-


tensiones. Interés del juez que dicta la decisión objeto de
amparo y su intervención en el proceso. En el mismo senti-
do ver: Sentencia N° 3.206, fecha: 15-12-04, demandante:
Daniel Enrique Faría, ponente: Iván Rincón Urdaneta.

“El fallo del que se disiente declaró con lugar la apelación que ejerció el
querellante contra la sentencia que dictó, el 9 de septiembre de 2003, la
Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Falcón, que
declaró inadmisible, por inepta acumulación de pretensiones, la deman-
da de amparo que este incoó contra: i) la omisión del Juzgado Segundo
de Primera Instancia de Control del mismo Circuito Judicial Penal, en
relación con la solicitud de inhibición y recusación que se planteó contra
el Juez Segundo de Primera Instancia de Control del mencionado Cir-
cuito, abogado Naggy Richani Selman; ii) la orden de aprehensión que
libró el 11 de agosto de 2003, ese mismo Juzgado; iii) las actuaciones de
dicho Juez que le impidieron el acceso al expediente; y iv) actos del
Fiscal Superior (e) del Ministerio Público del Estado.
256 VOTOS DISIDENTES

Para la mayoría sentenciadora la Corte de Apelaciones del Circuito Ju-
dicial Penal del Estado Falcón debió conocer del amparo interpuesto
contra el Juzgado Segundo de Primera Instancia de Control del mismo
Circuito e instar al querellante para que ejerciera su demanda de ampa-
ro, en forma autónoma, contra el Fiscal Superior (e) del Ministerio Pú-
blico  del  Estado  Falcón,  ante  un  Juzgado  Unipersonal  de  Primera
Instancia de Juicio del referido Circuito Judicial Penal, y no declarar la
inadmisibilidad de la demanda por inepta acumulación de pretensiones.

Para la fundamentación de la decisión adujeron, además, que la inepta
acumulación de pretensiones no está preceptuada como causal de in-
admisibilidad en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garan-
tías Constitucionales y que, en el supuesto de que la Corte considerase
incorrecto el señalamiento del actor en torno a la identificación del pre-
sunto agraviante, debió valerse de la potestad que le confiere el artículo
19  eiusdem.

A juicio de quien aquí disiente, la Corte de Apelaciones actuó con suje-
ción a derecho cuando declaró inadmisible la demanda de amparo ya
que, aun cuando la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garan-
tías Constitucionales no establece como causal de inadmisibilidad la inepta
acumulación de pretensiones, se imponía dicha declaratoria con funda-
mento en los artículos 341 y 78 del Código de Procedimiento Civil, apli-
cables  de  forma  supletoria  (ex  artículo  48  de  la  Ley  Orgánica  de
Amparo),  ya  que  en  una  misma  demanda  no  podían  acumularse  dos
pretensiones de amparo en la que se denunciaron como lesivas actua-
ciones de distinta naturaleza, y cuyo conocimiento –por razón de los
sujetos que  se indicaron como  supuestos agraviantes–  corresponde a
Tribunales diferentes.

Juzga, además, el voto-salvante, que el punto 4 del dispositivo del fallo
del que se discrepa constituye un pronunciamiento atinente al fondo o
mérito de la controversia, que no correspondía a la Sala, sino al Juez
que conocerá de la causa en razón de la reposición que se ordenó.

Por último, en criterio de quien aquí salva su voto, la Corte de Apelacio-
nes no desvirtuó el orden legal ni la institución de la tercería, en el pro-
cedimiento de amparo, cuando admitió la intervención, como tercero
adhesivo, del ciudadano Naggy Richani Selman. A juicio del disidente el
interés del referido ciudadano era evidente por cuanto fue quién dictó el
fallo objeto de impugnación por vía de amparo y, aun cuando éste no
cumple actualmente la función que ejerció cuando expidió la decisión en
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 257

razón de la rotación anual de los jueces penales, si se comprueba que se
extralimitó en el ejercicio de sus funciones, podría ser sujeto de even-
tuales sanciones e incluso responsable civilmente, razones más que va-
lederas para la admisión de su intervención como tercero”.

Sentencia N°: 34.


Fecha: 26-01-2004.
Demandantes: Vestalia Sampedro de Araujo y otros.
Materia: Leyes orgánicas. Interpretación del artículo 203
de la Constitución.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

Solicitud de interpretación de normas constitucionales. Le-


yes orgánicas. Aprobación y modificación. Quien disiente
considera que la Sala debió concluir que para la modificación
de una ley orgánica preconstitucional se requiere la mayoría
calificada a que alude el acápite del primer aparte del artícu-
lo 203 constitucional y que, en su defecto, ahora dentro del
marco únicamente de la Constitución vigente, no hay dife-
rencia alguna entre las leyes orgánicas por calificación cons-
titucional o por calificación legislativa –salvo excepciones–
razón por la que no cabe ninguna distinción en cuanto al
mecanismo de su respectiva modificación y, por último, que
la misma mayoría calificada que el artículo 203 de la Consti-
tución estableció para la aprobación de un proyecto de ley
orgánica o de modificación de una vigente, se requiere para
su posterior sanción por la Asamblea Nacional.

“En cuanto a la naturaleza y trascendencia de las leyes orgánicas, afir-
mó la mayoría que:

‘..., la calificación de una ley como orgánica tiene, en nuestro ordena-
miento jurídico, una significación importante, que viene determinada por
su influencia dentro del sistema de jerarquía de las leyes en relación con
un área específica, por ello, la inclusión de la expresión orgánica en
su denominación revela mucho más que un nombre, pues con
éste se alude al carácter o naturaleza relevante de una determi-
nada norma dentro de aquel sistema’. (Destacado  añadido).

‘...los requisitos establecidos por la Constitución de la República Boli-
variana de Venezuela para darle carácter orgánico a un proyecto de ley
258 VOTOS DISIDENTES

deben necesariamente estar presentes de forma cabal, concurrente, pues,
si fuere de otro modo, se dejaría sin contenido las normas que los esta-
blecen y no se daría cumplimiento a los objetivos del constituyente
al erigir tales dificultades y al relacionar dichos instrumentos
normativos con materias o fines determinados de especial im-
pacto, (...), las cuales requieren de mayores niveles de discu-
sión, participación, deliberación y consensos, así como mayor
estabilidad y permanencia en el tiempo, que las dirigidas a nor-
mar ámbitos donde, al no estar comprometidas relaciones o si-
tuaciones jurídicas tan delicadas, es necesario mayor flexibilidad
y rapidez para su progresiva y oportuna modificación o reforma’.
(Destacado añadido).

‘..., desde un punto de vista positivo, debe tenerse presente que el ins-
tituto de la ley orgánica está reservado a materias de especial
trascendencia,  tales  como:  a)  las  relativas  al  funcionamiento  de  los
órganos de más alto rango de las diferentes ramas en que se divide el
Poder Público (...), Tribunal Supremo de Justicia (art. 262), (...).

Y desde un punto de vista negativo, que la previsión constitucional de


normas o leyes orgánicas responde al orden democrático estatui-
do por el pueblo en la Carta Fundamental, que constituye el ci-
miento del sistema político venezolano, vinculado inexorablemente
a los principios democrático, de la participación y del pluralismo
político (artículos 2, 6 y 62 constitucionales), los cuales exigen que en el
seno de los órganos legislativos sea el juego de las mayorías (simples,
absolutas o calificadas según sea la materia objeto de la regulación) el
que fije discrecionalmente los criterios político-normativos en función de
la convivencia social, política y económica, ...’. (Destacado añadido).

Por lo que respecta al mecanismo de admisión de los proyectos de leyes
orgánicas, la decisión de la que se disiente estableció que:

‘Tal previsión del constituyente (de excluir del requisito agravado de
admisión por el voto favorable de las dos terceras partes de los inte-
grantes de la Asamblea Nacional del procedimiento de discusión y san-
ción de las leyes orgánicas por calificación constitucional), en criterio
de  esta  Sala,  se  justifica  por  el  hecho  de  que  en los casos de leyes
orgánicas investidas con tal carácter por la propia Norma Cons-
titucional no es necesario lograr el acuerdo o consenso político
de los miembros del Órgano Legislativo Nacional en la etapa de
admisión del respectivo proyecto de ley (que, lógicamente,  es pre-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 259

via a la sanción del respectivo proyecto), dado que el mismo se en-


tiende adoptado por el órgano depositario del poder constitu-
yente que reside en el pueblo, al momento de sancionar el propio Texto
Constitucional’. (Destacado añadido).

En cuanto al punto que se debatió en esta causa, con relación a la mayo-
ría  que  se  precisa  para  ‘que la Asamblea Nacional sancione una ley
orgánica que derogará otra ley orgánica’, la mayoría  concluyó que:

‘...cuando el acápite contenido en el primer aparte del artículo 203 de la
Constitución de 1999 establece en forma expresa que la mayoría califi-
cada de las dos terceras (2/3) partes ‘se aplicará también para la modi-
ficación de las leyes orgánicas’, quiere decir, en observancia del principio
del paralelismo de las formas, que dicha mayoría calificada de las dos
terceras (2/3) partes debe también ser cumplida por la Asamblea Na-
cional al momento de admitir un proyecto de ley orgánica, no calificado
con tal rango por la constitución, que pretenda modificar total o parcial-
mente una ley orgánica vigente. En otras palabras, que todo proyecto
de reforma total o parcial de una ley orgánica investida con tal rango
por  el  Órgano  Legislativo  Nacional  en virtud de la pretensión que
se tiene de (...) organizar algún poder público (...), debe ser admi-
tido por la Asamblea Nacional con el voto favorable de las dos terceras
(2/3) partes de los integrantes presentes antes de iniciarse la discusión
del respectivo proyecto de ley’. (Destacado añadido).

‘...ya que si para admitir un proyecto de ley orgánica que no reformará
o derogará una ley orgánica vigente es necesaria, según la Constitución
vigente, dicha mayoría calificada de dos terceras (2/3) partes, con ma-
yor razón lo será para admitir un proyecto de ley orgánica que
modificará de forma parcial o total una ley orgánica vigente, por
ser ésta, además, la única forma de cumplir con el ya mencionado
principio del paralelismo de las formas’. (Destacado añadido).

Como corolario de lo anterior estableció que:

‘...según el acápite del primer aparte del artículo 203, sólo con el voto
favorable de las dos terceras (2/3) partes de los integrantes es posible
admitir un proyecto de ley orgánica, no calificado así por la Constitu-
ción, que pretenda reformar total o parcialmente una ley orgánica,...’.

Sobre la base de las argumentaciones que anteceden, el fallo del que se
difiere decidió:
260 VOTOS DISIDENTES

‘...que, conforme al artículo 203 de la Constitución vigente, no es ne-
cesario el voto favorable de las dos terceras (2/3) partes de los
integrantes de la Asamblea Nacional para dar inicio a la discu-
sión de proyectos de leyes orgánicas investidas de tal carácter
por calificación constitucional que pretendan modificar leyes orgáni-
cas vigentes, ...’ (Destacado añadido).

En criterio del voto-salvante, exactamente los mismos argumentos con
relación a la naturaleza, relevancia y mecanismos constitucionales de
admisión que empleó la mayoría para llegar a la conclusión anterior, son
la base teórica para que se concluya en la tesis exactamente contraria,
de conformidad con el principio del paralelismo de las formas y con
auxilio del argumento a fortiori: por una parte, es indudable que no hay
nada  que  distinga, en  su esencia, a  las leyes  orgánicas  que  la propia
Constitución califica como tales y las que califica la Asamblea Nacio-
nal, razón por la cual no cabe diferencia alguna respecto de la manera
de modificación de unas y otras; y, por la otra, si el constituyente no hizo
la precisión respecto de las primeras fue porque al afirmarlo respecto
de las segundas, con mayor razón debe entenderse que se aplica a aqué-
llas, que el propio constituyente quiso excluir de los debates y avatares
políticos para su calificación de orgánicas, por su especial relevancia
dentro de esta, ya de por sí relevante, categoría de leyes.

Entiende quien se aparta del criterio mayoritario que no es necesario el
auxilio de la Filosofía del Derecho ni de complicados razonamientos
para llegar a la conclusión anterior; por el contrario, la lógica más ele-
mental indica, incluso al lego en Derecho, que no puede ser más fácil la
modificación –total o parcial– de una ley orgánica que el propio pueblo
soberano –a través del constituyente– calificó como tal, porque, ab ini-
tio, entiende que entra dentro de las restrictivas categorías que utilizó
para la distinción de las leyes que llamó orgánicas, que la de una que
hubiere sido calificada como tal por el poder público derivado, por el
mandatario del soberano, como lo es la Asamblea Nacional.

Desde otro punto de vista, destaca que la mayoría no razonó en el pro-
yecto, en forma alguna, por qué no aplicarían las mismas reglas para la
modificación de unas y otras leyes orgánicas (por calificación constitu-
cional o legislativa); se limitó a poner de relieve sólo lo obvio: que las
leyes orgánicas por calificación constitucional no requieren de la admi-
sión de su carácter de orgánicas por la Asamblea Nacional, puesto que
dicha calificación sería previa al proyecto mismo y se habría impuesto
al poder legislativo derivado por el poder constituyente. En efecto, de la
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 261

lectura de la sentencia de la que se discrepa salta a la vista que todos
los razonamientos que se hicieron giraron en torno a las leyes orgánicas
por calificación legislativa, con la salvedad, cada vez, de las así califica-
das por el constituyente, pero para nada aludió a éstas para el arribo a
la conclusión a la que llegó; conclusión que no puede anclarse en el
argumento a contrario porque, se insiste, unas y otras leyes orgánicas
son idénticas y si cupiera alguna distinción, ésta apuntaría a que las de
calificación constitucional son más importantes aún que las otras, de
modo que sería impensable que los mecanismos de su discusión y apro-
bación pudiesen ser menos restrictivos que los de las últimas.

En todo caso, tampoco resuelve la sentencia de la que se difiere la duda
que plantearon los recurrentes en torno, no a la mayoría necesaria para
la admisión o sanción de una ley orgánica por calificación constitucional
sino, muy concretamente, a cuál sería la mayoría necesaria para la ad-
misión de una ley derogatoria de una ley orgánica preconstitucio-
nal; al efecto, aquéllos plantearon:

‘Partiendo de que esa ley orgánica [la del la Corte Suprema de Justi-
cia] es plenamente legítima, pues se adaptó a las exigencias constitu-
cionales  vigentes para  el momento  de  su sanción,  debe aplicarse  el
criterio  apuntado  de  que  para su derogatoria es necesaria una
mayoría calificada de dos tercios de los diputados al momento
de iniciarse su discusión.

No obsta para esta conclusión que la ley que pretende derogar la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia se denomine Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia, y que no requiere por tanto de una
mayoría de dos tercios para su sanción en virtud del artículo 203 de la
Constitución. En efecto, una cosa es la mayoría necesaria para sancio-
nar la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia y otra muy distin-
ta es derogar la ley orgánica preconstitucional de la Corte Suprema de
Justicia. Aunque baste la mayoría absoluta de los diputados para san-
cionar aquella Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, es nece-
saria de todos modos la mayoría calificada de dos tercios de los diputados
al comenzar la discusión de la ley para que esa (rectius: sea) posible
derogar la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

En conclusión, para poder derogar la Ley Orgánica de la Corte


Suprema de Justicia se requiere de la mayoría de dos tercios de
los diputados para el momento de iniciarse la discusión de la ley
que efectivamente pretenda derogarla, con independencia de si
262 VOTOS DISIDENTES

esa ley es orgánica por mandato de la Constitución...’.  (Destaca-


do añadido).

En criterio de quien disiente, asiste la razón a los recurrentes en el
sentido  de  que,  independientemente  de  los  argumentos  a  que  se  ha
hecho referencia supra, tanto los  del fallo mayoritario  como los de
este voto salvado, en torno a las leyes orgánicas por calificación cons-
titucional,  cuando  una  ley  post-constitucional,  aun cuando no sea
orgánica, pretenda la modificación –total o parcial– de una ley orgá-
nica preconstitucional, requerirá, de conformidad con el acápite del
primer aparte del artículo 203 de la Constitución de la República Boli-
variana de Venezuela, la mayoría calificada de dos tercios (2/3) de los
presentes en la Asamblea Nacional para la admisión del proyecto res-
pectivo. Así lo estableció esta misma Sala, con claridad, en sentencia
N°  2573  de  16-10-02,  caso:  ‘Ley Orgánica contra la Corrupción’)
–que citaron los recurrentes–, en los siguientes términos:

(...)

Así, cuando la Sala se planteó la posibilidad de que una ley ordinaria, que
fuese dictada bajo la vigencia de la Constitución de 1999, pretendiese
derogar una ley que hubiese sido calificada de orgánica bajo la vigencia
de  la Constitución  de 1961 –con base, probablemente, para tal fin, en
criterios distintos a los vigentes, mucho más restrictivos–, la aceptó, con
la  salvedad  de  que  esa  ley ordinaria  tendría  que  satisfacer  la  norma
constitucional con relación a la mayoría calificada que se reclama para la
modificación de las leyes orgánicas. Por cuanto ello es así, concuerda
quien  disiente  con  los  recurrentes  en  que  ‘para poder derogar la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia se requiere de la mayoría
de dos tercios de los diputados para el momento de iniciarse la dis-
cusión de la ley que efectivamente pretenda derogarla, con indepen-
dencia de si esa ley es orgánica por mandato de la Constitución’.

Por último, sorprende al voto-salvante lo que dispuso el fallo que ante-
cede con relación a la mayoría que se precisa para la sanción (ya no
modificación) de las leyes orgánicas, sin razonamiento alguno que fun-
damente tal estipulación, en forma contraria, de nuevo, a la lógica ele-
mental, a la teleología de las normas constitucionales al respecto en su
conjunto y a la naturaleza misma de la categoría de leyes en cuestión –
a la cual responde la teleología–. De nuevo, de acuerdo con el principio
del paralelismo de las formas, si se precisa una mayoría calificada para
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 263

la simple admisión del proyecto de ley, ésta debe ser la misma mayoría
para la sanción del proyecto que ya se admitió y se discutió. También
por argumento a fortiori, si se precisa una mayoría calificada para la
admisión del proyecto de ley, por las razones jurídicas y políticas que la
sentencia  analizó  con  exhaustividad,  con  mayor  razón  se  necesita  la
misma mayoría para su sanción; de lo contrario, bastaría que la mayo-
ría, simple o absoluta –según el caso–, convenga en el carácter orgáni-
co de una ley –lo cual, en todo caso, está sometido a la aprobación de
esta Sala Constitucional– para que luego se evite el consenso político
que quiso el constituyente, para el propósito de la sanción, en franca
contravención a todos los postulados que la mayoría analizó con rela-
ción a la naturaleza y relevancia de las leyes orgánicas, que, según ex-
plicó, justifican la existencia de mecanismos agravados para su discusión
y, necesariamente, se añade, posterior aprobación.

Si ‘sólo será necesaria la mayoría absoluta de los integrantes de la


Asamblea Nacional presentes en la respectiva sesión para la san-
ción de las leyes orgánicas contempladas en el artículo 203 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, cualquie-
ra sea su categoría’, la norma constitucional ha sido burlada, ya que
nada distingue el mecanismo de sanción de las leyes ordinarias del de
las leyes orgánicas.

Con fundamento en los argumentos que preceden, es criterio de quien
discrepa de la decisión mayoritaria que antecede, que la Sala ha debido:
i) por una parte, fijar la interpretación que sugirieron los recurrentes, en
el sentido que se expresó, con relación a que para la modificación –total
o  parcial–  de  la  Ley  Orgánica  de  la  Corte  Suprema  de  Justicia  –ley
orgánica preconstitucional– se requiere la mayoría calificada a que alu-
de el acápite del primer aparte del artículo 203 constitucional; ii) en su
defecto, ahora dentro del marco únicamente de la Constitución vigente,
que no hay diferencia alguna entre las leyes orgánicas por calificación
constitucional o por calificación legislativa –salvo la que se apuntó–
razón por la que no cabe ninguna distinción en cuanto al mecanismo de
su respectiva modificación y, por último, que la misma mayoría califica-
da, que el artículo 203 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela estableció para la aprobación de un proyecto de ley orgánica
o de modificación de una vigente, se requiere para su posterior sanción
por la Asamblea Nacional”.
264 VOTOS DISIDENTES

Sentencia N°: 52.


Fecha: 03-02-04.
Demandante: Rosa Elena Barrios.
Materia: Extinción del proceso de amparo.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

No puede declararse la “extinción del proceso de ampa-


ro”, pues tal declaratoria no tiene base legal.

“1. La sentencia de la cual se disiente declaró ‘extinguido el proceso’
que se inició con la demanda de amparo que intentó la ciudadana Rosa
Elena Barrios Ramos, contra las decisiones que dictó el Juzgado Terce-
ro de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la Circunscripción
Judicial del Estado Zulia.

2. La Sala conoció el caso, en razón de la consulta de la decisión que decla-
ró inadmisible la demanda, el 22 de diciembre de 1998. La mayoría justificó
su veredicto en una razón eminentemente fáctica y no jurídica, como fue el
transcurso del tiempo que este voto salvante considera contradice el dere-
cho constitucional a la tutela judicial efectiva (ex artículo 26).

En efecto, el fallo del cual se disiente, concluyó:

‘...la falta de actividad procesal durante tres años, es imputable al men-
cionado Juzgado Superior, por cuanto tenía la obligación de remitir la
presente causa inmediatamente después de verificar el transcurso del
lapso de tres días para la interposición del recurso de apelación, de con-
formidad con el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, en consecuencia, se ordena la remisión
de las copias certificadas del presente expediente a la Inspectoría Ge-
neral de Tribunales para que provea lo conducente, quedando a salvo el
derecho de los particulares de exigir la responsabilidad personal del juez
y del Estado.

No obstante lo anterior, dado que no es posible tolerar una injuria consti-
tucional por este tiempo y, visto que la parte actora no mostró ningún
interés en la tramitación de la causa, sin implicar esto un menoscabo del
derecho a la doble instancia, para la Sala resulta inoficioso pronunciarse
sobre el  mérito de  un proceso  que lleva  más  de tres  años, por  lo que,
excepcionalmente, debe declarar extinguido el proceso, y así se declara’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 265

Este disidente considera que mal podía la mayoría compartir una pro-
puesta del ponente –extinción del proceso– que no encuentra ningún
apoyo o base legal.

En  efecto,  la  Ley  Orgánica  de  Amparo  sobre  Derechos  y  Garantías
Constitucionales no contiene ninguna disposición que permita una de-
claratoria de la naturaleza como la que fue adoptada en la decisión de la
cual  se disiente. Más bien, por  el contrario, en pronunciamiento que
absuelva la instancia de esa forma es contraria a derecho, como esta
misma Sala lo ha reconocido en varios fallos.

3. Por lo precedente, este voto salvante es del criterio que la consulta
que le fue elevada a la Sala debió ser sentenciada y que no debió decla-
rarse ‘extinguido el proceso’, por causa del transcurso de más de tres
año desde cuando se produjo el fallo objeto de consulta”.

Sentencia N°: 172.


Fecha: 18-02-2004.
Demandante: Alexandra Margarita Stelling Fernández.
Materia: Interpretación de los artículos 21, cardinales 1 y
2, y 26 de la Constitución.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

Solicitud de interpretación de normas constitucionales.


Costas procesales en demandas contra entes públicos. El
voto salvado disiente de la mayoría fundamentalmente en
dos aspectos: primero, que no debió admitirse la preten-
sión, pues la decisión y los pronunciamientos que se reco-
gen en la sentencia de la mayoría no son propios de una
solicitud de interpretación constitucional sino de una de-
manda de nulidad, y segundo, que el razonamiento que se
sigue en la sentencia es contrario al derecho a la tutela ju-
dicial efectiva y al fin último de la condena en costas, pues
para mermar la discriminación que se plantea como conse-
cuencia del privilegio procesal de no condenatoria en cos-
tas de determinadas personas jurídico-públicas, la sentencia
“extendió” el privilegio a ambas partes procesales, “evi-
tando” así una desigualdad de trato.

“I. La sentencia de la cual se disiente declaró, con motivo de una solici-
tud de interpretación de los artículos 21, cardinales 1 y 2, y 26 de la
266 VOTOS DISIDENTES

Constitución  de 1999, que ‘cuando la República o los entes que go-


zan del privilegio de no ser condenado en costas, obtienen senten-
cia favorable, no puede condenarse en costas a su contraparte,
así ellos hayan dado pie a las demandas en su contra’,  declaración
de la Sala a la que, además, se otorgaron efectos ex nunc y se ordenó la
publicación del fallo en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana
de Venezuela.

II. Quien disiente no puede menos que observar, en primer lugar, que la
decisión y los pronunciamientos que se recogen en la sentencia de la
mayoría no son propios de una solicitud de interpretación constitucional.

En efecto, según el criterio de la Sala, el cual se ha mantenido pacífica
y reiteradamente a partir de su decisión de 22-9-00 (Caso: Servio Tulio
León) y que, por lo demás, se mantiene en la propia sentencia de la que
se disiente, el medio procesal de interpretación constitucional sólo pro-
cede cuando existan dudas sobre el alcance de determinada norma de
la Constitución en relación con un caso concreto. Por ende, la solicitud
será inadmisible, entre otros supuestos i) cuando no exista duda razona-
ble en cuanto al contenido y alcance de la norma constitucional en cues-
tión y ii) cuando se utilice la vía ‘para sustituir algún medio procesal
ordinario a través del cual, el juez competente para conocerlo,
pueda aclarar la duda planteada. Esto es, cuando mediante su ejer-
cicio se pretenda desbordar el fin esclarecedor de esta acción mero
declarativa’ (cita textual de la sentencia de la que se disiente).

Considera este voto salvante que el caso de autos ha debido declararse
inadmisible porque se verifican ambas causales de inadmisibilidad.

(...)

De allí que, para quien disiente, es harto evidente que, en el caso con-
creto, se desbordó el fin esclarecedor de esta acción mero declarativa,
pues la Sala se pronunció sobre la constitucionalidad de preceptos lega-
les, aun cuando no los anulara. Así, los pronunciamientos del fallo con
relación  a  que  ‘es una desigualdad injustificable, que la República,
y los entes que gozan de tal privilegio, no puedan ser condenados
en costas y, en cambio, sí puedan serlo los particulares que litigan
contra ella y resulten totalmente vencidos’, son  propios de un juicio
de inconstitucionalidad  de normas  legales, concretamente  de las  que
otorgan dichos privilegios procesales a determinados entes públicos, y
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 267

no es, en modo alguno, un pronunciamiento mero declarativo acerca del
alcance y contenido de normas constitucionales.

En abundancia, la Sala procedió, mediante ‘su criterio interpretativo’,


a dejar implícitamente sin efecto normas legales vigentes, pues al de-
clarar que no puede condenarse en costas a la contraparte de la Repú-
blica y demás entes que gozan de los mismos privilegios procesales, se
desaplicó, respecto de ese universo de procesos judiciales, el artículo
274 del Código de Procedimiento Civil, según la cual ‘a la parte que
fuere vencida totalmente en un proceso o en una incidencia se la
condenará al pago de las costas’. Se  trata, se insiste, de un pronun-
ciamiento propio de una demanda de nulidad y no de una solicitud de
interpretación de normas constitucionales.

(...)

III.  En todo caso, el  razonamiento que se sigue en la sentencia  de la


mayoría sentenciadora es, si se quiere, contrario al sentido común y a
elementales principios de Derecho Procesal. Luego de realzar la impor-
tancia  de  la  igualdad  de  partes procesales,  derecho  a  la  defensa  y  al
acceso a la justicia, la Sala no concluyó señalando que la República y
demás entes públicos deben someterse a la condena en costas –lo cual
habría requerido de la previa declaratoria de inconstitucionalidad de las
leyes que preceptúan tal prerrogativa– sino que, por el contrario, deci-
dió ‘extender’ ese privilegio procesal respecto de los particulares que
sean sus contrapartes en juicio.

Con tal criterio se olvida la importancia y el fin que la institución de la
condena en costas tiene en el Derecho Procesal, la cual busca que quien
obtenga la razón en juicio vea económicamente resarcidos los perjuicios
que le causó  el sostenimiento  del proceso. Así  lo explica la doctrina
procesalista, cuando enseña que la concepción objetiva de la condena-
toria en costas, que es la que rige en el ordenamiento procesal venezo-
lano vigente, implica lo siguiente:

‘El principio ‘objetivo’ se funda hoy en la consideración de que el dere-
cho debe ser reconocido como si lo fuese al momento de la proposición
de  la  demanda:  Todo aquello que fue necesario para su reconoci-
miento ha concurrido a su disminución y debe ser reintegrado al
sujeto de derecho, de modo que éste no sufra detrimento por el
juicio. Tiene así la condena en costas, la naturaleza de un ‘resarcimien-
to’ que tiene lugar cada vez que debe actuarse jurisdiccionalmente un
268 VOTOS DISIDENTES

derecho contra alguno; naturaleza que es esencialmente procesal, por-
que la condena en costas es la consecuencia de la necesidad del proce-
so y se explica con el principio fundamental de que la sentencia debe
actuar la ley como si esto ocurriese al momento mismo de la demanda
judicial’  (RENGEL  ROMBERG,  ARÍSTIDES,  Tratado de Derecho
Procesal Civil Venezolano, Volumen II, Editorial Arte, tercera edición,
Caracas, 1992).

De allí, precisamente, que la mayoría sentenciadora considerara que la
ausencia de condenatoria en costas implica, para los particulares que
litiguen en contra de la República y demás entes públicos privilegiados,
una merma al derecho a la tutela judicial efectiva y al derecho de acce-
so a la justicia, pues aun cuando obtengan la razón en juicio, la parte
victoriosa cargará injustificadamente con los perjuicios patrimoniales
que  le  causó  el  seguimiento  del  proceso;  y  una  merma,  también,  del
derecho a la igualdad, pues si es la parte contraria –el  ente público–
quien eventualmente obtiene la razón en ese proceso, sí vería satisfecho
su derecho al resarcimiento patrimonial con el pago de las costas.

Ahora bien, lo que no tiene sentido es que, para evitar la discriminación
que se plantea como consecuencia de dicho privilegio procesal de de-
terminadas personas jurídico-públicas, esta Sala declare que ninguna de
las partes tendrá la obligación de pago de las costas procesales y, en
consecuencia,  al  verse  ambas  perjudicadas  en  su  derecho  al  resarci-
miento patrimonial, se ‘extingue’ la actual discriminación procesal.

De  manera  que,  con  la  conclusión  a  la  que  se  llega  en  este  fallo,  el
perjuicio  que  se  causa  al  derecho  a  la  tutela  judicial  efectiva  de  los
particulares  que  sean  contraparte  en  juicio  de  la  República  y  demás
entes públicos privilegiados, porque no pueden ver satisfecha su preten-
sión de condena en costas en contra de éstas, es un perjuicio que, aho-
ra, se causará también a los entes públicos privilegiados cuando sean
éstos quienes obtengan la razón en juicio. En definitiva, una situación
que el propio fallo considera inconstitucional –la imposibilidad de con-
dena en costas– porque viola los derechos fundamentales que antes se
señalaron,  se  extiende  ahora  ambas  partes  procesales,  ‘evitando’  así
una desigualdad de trato.

Ante tal situación, lo procedente sería, siempre que ello se dilucide a
través  de  los  medios  procesales  ordinarios,  que  la  Sala  realizara  ese
mismo análisis de la constitucionalidad de las normas que disponen tal
privilegio procesal y, si fuera el caso, anularlas para que ninguna de las
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 269

partes se vea discriminada ni lesionada en su derecho al resarcimiento
económico cuando resulte totalmente vencedora al final del juicio.

Por último, resta apuntar que resulta paradójico cómo la sentencia de la
mayoría se ampara, para llegar a las conclusiones de las que se discre-
pan, en criterios de la más autorizada doctrina procesal administrativis-
ta  venezolana  y  extranjera,  cuando  el  criterio  de  tales  autores  y,  en
general, el de toda la doctrina, es el contrario al de la Sala: que ante la
existencia de un injustificado y discriminatorio privilegio procesal, que,
en consecuencia, resulta inconstitucional, debería eliminarse y permitir-
se, por derivación la condenatoria en costas de todo ente público, con el
fin  de  acabar  con  ese  reducto  de  inmunidad  administrativa  frente  al
pleno control judicial de la Administración Pública”.

Sentencia N°: 283.


Fecha: 04-03-2004.
Demandante: Saúl Darío García Silva.
Materia: Derecho a la presunción de inocencia, juicio en
libertad. Restricciones legales.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

De acuerdo con la Constitución y el Código Orgánico Pro-


cesal Penal, el principio general que –como efecto de la
presunción de inocencia que establece el artículo 49.1 de
la Constitución y desarrolla el artículo 8 del mencionado
código procesal– informa a nuestro procedimiento general,
es el del juicio en libertad, de donde la privación del ejerci-
cio de este derecho o las restricciones a dicho ejercicio,
constituyen excepciones que, como tales, deben ser expresa
y taxativamente establecidas en la ley.

“1. De acuerdo con la narración que se registra en el referido fallo, el
‘Juzgado de Primera Instancia en funciones de Juicio’ del  Circui-
to Judicial Penal del Estado Aragua revocó, con ocasión de la celebra-
ción del Juicio Oral en el cual dictó sentencia condenatoria contra el
actual quejoso, por la comisión del delito de homicidio agravado, la
medida cautelar sustitutiva de la privativa de libertad a la cual dicho
quejoso se encontraba sometido y, en consecuencia, ordenó la deten-
ción de dicho encausado;
270 VOTOS DISIDENTES

2. La primera instancia constitucional declaró con lugar la acción tutelar
de que se ejerció contra la negativa del Tribunal de Juicio a la sustitución
de la referida medida privativa, la cual, según alegó la parte accionante,
no había podido ser impugnada por los medios judiciales preexistentes,
porque  aún  ‘no se había proferido la sentencia formal’;

3. Ahora bien, la mayoría sentenciadora de esta Sala estimó que el Juez
de Juicio actuó conforme a derecho cuando revocó la medida cautelar
menos  gravosa  (que  la  privativa  de  libertad)  a  la  cual  se  encontraba
sometido el quejoso de autos, por cuanto el artículo 368 del Código Or-
gánico Procesal Penal, vigente para la época cuando se habría cometi-
do  el  precitado  delito,  ‘nada establecía en cuanto a ordenar la
detención del imputado (o, con mayor propiedad, del acusado, de acuer-
do con el artículo 124 eiusdem. Nota nuestra) cuando encontrándose
en libertad fuere condenado a pena privativa de libertad igual o
mayor a cinco (5) años, situación que sí prevé el código vigente...’.
No obstante y en franca discrepancia con el antecedente fundamento,
este Magistrado que suscribe opone las siguientes consideraciones:

3.1 De acuerdo con la Constitución (artículo 44.1) y con el Código Or-
gánico Procesal Penal (artículo 253; luego de la última reforma, 244), el
principio general que –como efecto de la presunción de inocencia que
establece el artículo 49.1 de la Constitución y desarrolla el artículo 8 del
mencionado código procesal– informa a nuestro procedimiento general,
es el del juicio en libertad, de donde la privación del ejercicio de este
derecho o las restricciones a dicho ejercicio, constituyen excepciones
que, como tales, deben ser expresa y taxativamente establecidas en
la ley. Así, por ser excepciones, los únicos supuestos bajo los cuales se
puede privar de su libertad a una persona tienen que ser establecidos
expresamente por la Ley; no lo contrario, como pareció inferir la mayo-
ría sentenciadora, esto es, que como el antiguo artículo 368 del Código
Orgánico Procesal Penal no se pronunciaba, expresamente, en favor de
la libertad de un procesado, en la etapa inmediatamente posterior a la
sentencia, de primera instancia, condenatoria a pena corporal privativa
de dicho derecho fundamental, debía entenderse, entonces, que, con-
trario sensu, el Juez de Juicio quedaba facultado para imponer la medi-
da cautelar en cuestión.

3.2 De conformidad con los artículos 9 y 247 del Código Orgánico Pro-
cesal Penal, las normas que autoricen medidas privativas o limitativas
de la libertad son de  interpretación restrictiva. En este sentido, debe
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 271

recordarse que por medidas cautelares se entienden las que se decre-
tan dentro de un proceso aun en curso, como era el caso bajo examen,
y se mantienen como tales cautelares hasta que, como consecuencia de
quedar firme la sentencia condenatoria, se debe proceder a la ejecución
de  la  misma.  En  el  presente  caso,  resulta  obvio  que  la  sentencia  de
fondo, al momento del decreto de la revocación de las predichas medi-
das preventivas, todavía no había quedado firme; vale decir, no se había
entrado, aún, en la fase de ejecución de la pena. En este orden de ideas,
estima quien suscribe que la Sala debió tener presente que, conforme al
criterio restrictivo de interpretación que se acaba de anotar y si se tiene
en  cuenta  la  aplicación  preferente,  por  la  razón  que  se  explica  en  el
siguiente aparte, de los artículos 271 y 368 de la ley procesal penal que
estuvo vigente hasta 2001, el Juez de Juicio no podía, por el mero hecho
de que pronunció la referida sentencia condenatoria de primera instan-
cia,  revocar  las  medidas  cautelares  (o  preventivas)  sustitutivas  de  la
privativa de libertad a las cuales estaba sometido el encausado, porque
a ello no lo autorizaba expresamente el antiguo artículo 368 (hoy, refor-
mado,  367)  del  Código  Orgánico  Procesal  Penal  y,  en  consecuencia,
sólo podía ordenar, aun de oficio (contrariamente a lo que estableció la
primera instancia constitucional), la detención de dicho procesado si
estimaba que se había actualizado alguno de los supuestos del artículo
271  (hoy  –reformado  en  términos  mas  desfavorables  al  procesado–,
262) de la precitada ley procesal, lo cual no se encuentra acreditado en
el expediente que corresponde a la presente causa. En resumen, el Juez
de Juicio debió mantener las medidas cautelares sustitutivas en referen-
cia, hasta la terminación del proceso, pues, antes de esto, tales cautela-
res eran revocables sólo en el caso de que se hubiera actualizado alguno
de los supuestos del citado artículo 271, lo cual, como ya se dijo, no
aparece acreditado en autos.

3.3 El Código Procesal Penal que debía aplicarse para la época cuando
se habría cometido el antes mencionado delito era el que entró en vigen-
cia plena en julio de 1999 y fue reformado parcialmente en 2000. Por
virtud del artículo 553 del actual Código Orgánico Procesal Penal, el
cual, a su vez desarrolla la garantía fundamental del artículo 24 de la
Constitución, eran de preferente aplicación al juicio penal en referencia,
las disposiciones del Código derogado que fueran más favorables al reo.
En consecuencia, primaba en el presente caso la aplicación de los artí-
culos 271 y 368 de la citada ley penal adjetiva vigente hasta la reforma
parcial de 2001, por  cuanto dichas disposiciones son, efectivamente,
más favorables al reo que las equivalentes que contiene el Código en
vigor; la una (artículo 271), porque contiene menos supuestos de revo-
272 VOTOS DISIDENTES

cabilidad que el actual artículo 262; la otra (artículo 368), porque no
contiene disposición expresa, facultativa ni imperativa, favorable a la
revocación de la situación de libertad, plena o restringida, del procesa-
do, por el mero hecho del fallo condenatorio a pena privativa de libertad,
como sí lo ordena, expresamente, el vigente artículo 367.

3.4 En el presente caso, el hoy legitimado pasivo había sido sometido a
una medida cautelar menos gravosa que la privativa de libertad, mediante
decreto judicial que, aparentemente, no fue impugnado, razón por la cual
se presume que el Juez que asumió tal decisión actuó conforme a dere-
cho. Luego, con fundamento en las antecedentes consideraciones, se con-
cluye que en el proceso penal que se le sigue al actual legitimado activo,
eran de aplicación preferente, de acuerdo con el artículo 553 del vigente
Código Orgánico Procesal Penal, los artículos 271 y 368 del que fue dero-
gado en 2001. Así, una vez que el Tribunal de Juicio pronunció sentencia
condenatoria contra el actual legitimado activo sólo podía revocar la me-
dida cautelar sustitutiva de la privativa de libertad a la cual se encontraba
sujeto dicho quejoso, si la situación de éste se encontraba subsumida en
alguno de los supuestos del predicho artículo 271.

4. Con base en las consideraciones que anteceden, estima este Magistra-
do disidente que, en lo sustancial, tuvo razón la primera instancia constitu-
cional cuando declaró con lugar la acción de amparo que impulsó el presente
proceso, razón por la cual la decisión de esta Alzada debió ser la confir-
mación del fallo que, por apelación, se sometió a su conocimiento”.

Sentencia N°: 288.


Fecha: 05-03-04.
Demandante: Siderúrgica del Orinoco (Sidor) C.A.
Materia: Aplicación temporal de la ley.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

La aplicación del artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal


del Trabajo a los procesos laborales que se encuentran en
segunda instancia (luego de su entrada en vigencia), cons-
tituye una aplicación retroactiva, por cuanto dicha disposi-
ción normativa regula el acto procesal de inicio de todo
proceso (demanda).

“En el fallo en cuestión la mayoría sentenciadora declaró la improceden-
cia in limine litis de la pretensión de amparo, por cuanto, en su criterio, el
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 273

Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil, Tránsito, Trabajo, Meno-
res y Contencioso Administrativo del Segundo Circuito de la Circunscrip-
ción Judicial del Estado Bolívar no aplicó, en forma retroactiva, el artículo
49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, sino que, por el contrario, se
limitó a la aplicación inmediata de dicha disposición adjetiva laboral, pues,
el procedimiento que motivó el fallo impugnado se encontraba, para la
oportunidad cuando entró en vigencia dicha norma (13 de agosto de 2002),
en la tramitación de su segunda instancia.

En criterio de quien disiente, existe una inconformidad en la argumenta-
ción que se empleó para dicha conclusión (aplicación inmediata del ar-
tículo  49  de  la  Ley  Orgánica  Procesal  del  Trabajo),  pues  de  ella  se
desprende prácticamente lo contrario, es decir, su aplicación retroactiva.

Así, en fundamento de lo anterior, se observa que en el fallo del cual me
aparto, al citarse a Paul Roubier, se señaló: ‘...la ley tiene efectos retro-
activos cuando se aplique a hechos consumados (facta praeterita) o a
situaciones en curso (facta pendentia) en la parte que es anterior
al cambio de legislación, más no tendrá efecto retroactivo sino efecto
inmediato, cuando se aplique a hechos futuros (facta futura) o situa-
ciones en curso (facta pendentia) en la parte que es posterior al
cambio de legislación’  (sic.  Destacado  añadido).  Sin  embargo,  se
declaró que el Juzgado supuesto agraviante aplicó inmediatamente, y no
retroactivamente, la referida norma adjetiva laboral, cuando resolvió la
apelación interpuesta el 25 de febrero de 2002, debido  a que para la
oportunidad cuando entró en vigencia dicha norma todavía se tramitaba
dicho procedimiento.

En el caso en concreto, el fallo que declaró, en primera  instancia, la
inadmisibilidad de la demanda laboral por inepta acumulación, se dictó
con anterioridad a la entrada en vigencia del artículo 49 de la Ley Adje-
tiva Laboral, es decir, que la posibilidad de acumulación de las deman-
das estaba regulado por el Código de Procedimiento Civil, texto adjetivo
al cual debía ajustarse el fallo apelado. Por ello, el pronunciamiento que
se impugnó no podía fundamentarse en dicha disposición adjetiva sin
aplicarla retroactivamente, pues el supuesto de hecho que regula ya se
había producido.

A la luz de una nueva disposición adjetiva, ¿con cuál argumentación
distinta a la retroactividad, un juzgador puede declarar con lugar una
apelación contra un fallo que se ajustó a la legislación vigente para el
274 VOTOS DISIDENTES

momento en que se dictó? ¿Se puede decir que, en ese caso, se produjo
una aplicación inmediata de la norma?

Ahora bien, el artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo re-
gula la posibilidad de acumulación de demandas laborales, siempre y
cuando se cumplan los supuestos que establece, es decir, que regula el
acto de iniciación de todo proceso, el cual se encuentra vinculado al
orden público, pues constituye la materialización del derecho de acción;
dicho acto procesal, en el caso de marras, se había producido para la
oportunidad cuando entró en vigencia la referida norma, de allí que, en
opinión contraria a la mayoría sentenciadora, su aplicación en el pre-
sente caso constituye una aplicación retroactiva, pues como se afirmó
en la sentencia de la que se aparta el salvante, ‘...la ley tiene efectos
retroactivos ‘cuando se aplique a hechos consumados (facta prae-
terita) o a situaciones en curso (facta pendentia) en la parte que es
anterior al cambio de legislación’.

En conclusión, no obstante que en la decisión de la que se difiere se
indicó señaló que  la aplicación retroactiva de  la ley  sólo procede en
materia  penal,  y  que,  en  el  presente  caso,  se  produjo  una  aplicación
inmediata, de la motivación puede inferirse que se produjo una aplica-
ción retroactiva de dicha norma adjetiva laboral.

Por último, en criterio de quien disiente, en virtud de que la inepta acu-
mulación  de  demandas  afecta  al  orden  público,  en  el  presente  caso,
debió admitirse la pretensión de amparo para el análisis de la acumula-
ción de demandas producidas”.

Sentencia N°: 348.


Fecha: 15-03-04.
Demandante: Carmen Eulogia Ocando de Lugo.
Materia: Carácter de orden público de la caducidad.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

El carácter de orden público de la institución de la caduci-


dad y su verificación, de forma excepcional, por vía del
amparo constitucional. La ejecución de la sentencia que
declara la prescripción adquisitiva no requiere que la pro-
tocolización del fallo conste en el expediente en el que se
dictó. No existen razones jurídicas válidas ni prohibición
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 275

expresa de la ley que impida la promoción –en el juicio de


invalidación– de las cuestiones previas a que se refieren
los cardinales 9, 10 y 11 del artículo 346 del Código de Pro-
cedimiento Civil.

“En el fallo  del que se disiente se declaró sin lugar la apelación que
ejerció la querellante contra la sentencia que dictó, el 7 de febrero de
2003, el Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, Tránsito, Trabajo y
Menores de la Circunscripción Judicial del Estado Falcón, cuando a jui-
cio  del  salvante,  se  imponía  la  declaratoria  con  lugar  del  recurso,  la
revocación de la decisión objeto de apelación y la declaratoria con lugar
de la pretensión de amparo.

Para quien suscribe, el sólo registro de la sentencia que declaró la pres-
cripción adquisitiva era suficiente para hacerla oponible a la demandan-
te de la invalidación, y, por tanto, para el establecimiento de la presunción
de que ésta obtuvo conocimiento de su ejecución desde el 19 de enero
de 1999, por lo que el lapso de caducidad para la interposición de la
invalidación debió computarse desde esa oportunidad, y así debió esta-
blecerlo tanto el Juzgado a quo como ésta Sala.

En efecto, si bien, la verificación de la caducidad es un asunto que com-
pete al Tribunal que conozca de la causa, en el caso que se examina, éste
no la declaró en su oportunidad, por lo que, la única forma para el resta-
blecimiento de la situación jurídica que se denunció como infringida era
que el Juez Constitucional dilucidara tal cuestión. Claro está, ésta no es la
regla sino la excepción, y sólo opera en casos como el de autos, por tra-
tarse la caducidad de una institución de eminente orden público.

A juicio de quien aquí disiente, no es cierto que, para la ejecución de la
sentencia que declare la prescripción adquisitiva, se requiera que su
protocolización conste en el expediente en el que se dictó; la Ley no
establece tal exigencia, la cual luce como un formalismo inútil, ya que
la oponibilidad respecto de terceros la da el registro, no el expediente
de la causa.

Por último, en criterio de quien aquí salva su voto, tampoco existen ra-
zones jurídicas válidas ni prohibición expresa de la Ley que impida la
promoción –en el juicio de invalidación– de las cuestiones previas a que
se refieren los cardinales 9, 10 y 11 del artículo 346 del Código de Pro-
cedimiento Civil, por lo que no comparte el salvante el criterio que ex-
puso la mayoría en cuanto a que sólo puedan oponerse como defensas
276 VOTOS DISIDENTES

de fondo en la contestación de la demanda. Tal aserto es contrario a la
tutela judicial efectiva de los derechos que tienen los justiciables, a quie-
nes se les obliga al sostenimiento de toda una litis hasta sentencia defi-
nitiva cuando tales cuestiones podrían decidirse incidentalmente”.

Sentencia N°: 628.


Fecha: 23-04-04.
Demandante: Ismael García.
Materia: Legitimación para la solicitud de aclaratorias. Avo-
camiento. Rango de las normas reguladoras de los
referendos  que  ha  dictado  el  Consejo  Nacional.
Carácter vinculante de las  sentencias de la Sala
Constitucional. Irrevisabilidad de las decisiones del
Tribunal Supremo de Justicia en Pleno por la Sala
Constitucional.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

No puede pedir aclaratoria de un fallo quien no fue parte en


el proceso donde éste se produjo. El avocamiento supone
la superioridad jerárquica del tribunal que lo ejerce. El ejer-
cicio del avocamiento supone la incompetencia de quien
avoca para el conocimiento de la causa (ruptura legal del
derecho al juez natural). La decisión de avocamiento se cir-
cunscribe a la determinación sobre la necesidad de atraer
para sí el conocimiento de una causa que cursa en un tribu-
nal inferior, pero no es apta para la declaración de la nuli-
dad de actos procesales. Las normas reguladoras de los
referendos que ha dictado el Consejo Nacional Electoral
no son actos de ejecución directa de la Constitución. El
carácter vinculante de las sentencias de la Sala Constitu-
cional abarca, exclusivamente, las interpretaciones que ésta
haga de normas, principios y valores constitucionales. Las
decisiones del Tribunal Supremo de Justicia en Pleno no
son revisables por la Sala Constitucional.

“1. Inadmisibilidad de las solicitudes de avocamiento y de aclaratoria.

1.1 La pretensión que fue resuelta a través de la sentencia objeto de la
decisión de aclaratoria de la que se discrepa la presentó el ciudadano
Ismael  García  ‘en (su) carácter de representante del COMANDO
NACIONAL DE CAMPAÑA AYACUCHO, Agrupación de Ciudada-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 277

nos y Ciudadanas, debidamente inscrito para ante (sic)  el Consejo


Nacional Electoral (CNE) de fecha (sic)  20 de noviembre de 2003’.

Es el caso que no existe constancia alguna en autos acerca de la persona-
lidad jurídica del denominado ‘Comando Nacional de Campaña Ayacu-
cho’, ni la de su inscripción sin la cual, en principio, no podría estar en
juicio; ni tampoco de la representación que de tal ente ejercería el solici-
tante. Cabe resaltar que, aun si se ubicara a ese ‘Comando’ dentro de los
comités a que se refiere el artículo 139 del Código de Procedimiento Civil,
sólo podría estar en juicio ‘por medio de las personas (...) a las cuales
(...) los componentes han conferido la representación o la dirección’,
y no hay prueba en el expediente ni alegato de ningún tipo acerca de que
los componentes del prenombrado ‘Comando’ le hubieren conferido la
representación o la dirección del mismo al ciudadano Ismael García. Este
último individuo tenía las cargas de alegación y prueba respecto de su
representación y, como no las cumplió, debió soportar los efectos adver-
sos de su inobservancia, los cuales están tarifados en el artículo 84.7 de la
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

Con  base  en  la  circunstancia  que  se  ha  apuntado,  la  Sala  ha  debido
declarar la inadmisibilidad de la solicitud de avocamiento y, por ende, de
la aclaratoria de la sentencia correspondiente, de conformidad con lo
que dispone el artículo 84, cardinal 7, de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia, que preceptúa:

(...)

1.2 El Consejo Nacional Electoral no es parte en el proceso de autos por lo
que ha debido declararse la inadmisibilidad de su solicitud de aclaratoria.

El artículo 252 del Código de Procedimiento Civil otorga a las partes
de un proceso judicial la posibilidad de solicitud de aclaratoria o amplia-
ción de las sentencias que en ellos hubieren recaído –necesariamente a
su favor o en su contra–. En el caso de autos, la mayoría aceptó y dio
respuesta a una solicitud de aclaratoria a quien no fue parte en el proce-
so, el Consejo Nacional Electoral, con la excusa de que sí lo fue en una
de las causas que la Sala Constitucional avocó mediante el fallo objeto
de su petición, en evidente estiramiento de la norma.

Está claro que no habría podido negarse la participación del Consejo
Nacional Electoral en este caso si hubiere manifestado su voluntad de
hacerlo por cuanto su legitimación, que deriva de su interés procesal en
278 VOTOS DISIDENTES

el mismo, es evidente; lo que no es congruente con la norma que se citó
y se aplicó mal es que, aún a falta de esa participación oportuna, se le
permita a ese órgano, ajeno a la causa por voluntad propia, su interven-
ción luego de la conclusión del proceso.

(...) 

2. Falta de representación de los supuestos apoderados judiciales.

(...) 

Surge de la lectura del instrumento poder a que se ha hecho mención,
que el ciudadano García confirió mandato a título personal, en su con-
dición de Diputado, pero no en nombre de quien pretendió actuar en la
solicitud de avocamiento para cuya tramitación se habría otorgado el
apoderamiento, el ‘Comando Nacional de Campaña Ayacucho’, del cual
no fue enunciado, en el texto del mandato, ni se hizo constar en la cer-
tificación del Secretario, los documentos, libros o registros que acredi-
tarían la supuesta representación que ejerció el solicitante García, por
lo que tampoco se cumplió con la exhibición que ordena el artículo 155
del Código de Procedimiento Civil. (...)

De conformidad con las consideraciones que preceden, todas las actua-
ciones de los sedicentes representantes judiciales del solicitante, el ‘Co-
mando Nacional de Campaña Ayacucho’, han debido tenerse como no
hechas por falta de representación.

3. El avocamiento supone la superioridad jerárquica del tribunal que lo ejerce.

Según se expresó en la sentencia objeto de la solicitud de aclaratoria,
‘la avocación es el privilegio reconocido a una jurisdicción espe-
cial para tramitar y resolver una causa pendiente ante el fuero co-
mún, lo que necesariamente no se refiere a que el Tribunal avocante
sea jerárquicamente superior de otro’. Erró  la  Sala  gravemente.

3.1 En primer lugar, interesa destacar que dicha mayoría se equivocó
cuando  afirmó  que  procede  el  avocamiento  con  independencia  de  la
jerarquía del tribunal al que se le requiere el expediente. Un supino error,
puesto que atañe a la naturaleza misma de la institución –en desuso en
Derecho Comparado, por cierto– según revelan las definiciones que, de
‘avocar’, recogen los siguientes diccionarios:
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 279

– Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española (Vigési-
ma Primera Edición):

‘Der. Atraer o llamar a sí un juez o tribunal superior, sin que medie


apelación, la causa que se estaba litigando o debía litigarse ante otro
inferior. Hoy está absolutamente prohibido’. (Tomo I, p. 240. Destaca-
do añadido).

– María Moliner. Diccionario  de  Uso del Español (Editorial Gredos,


Madrid, 1998):

‘Pedir  para  sí  un  funcionario superior,  particularmente  un  juez,  un


asunto que está en manos de otro inferior’. (Tomo I, p. 313. Subraya-
do añadido).

– Diccionario de Usos y Dudas del Español Actual, José Martínez de
Sousa (Editorial Vox, Barcelona, España, 1998):

‘Llamar a sí un juez o tribunal superior la causa que  se litigaba en


otro inferior’. (p. 111. Subrayado añadido).

– Enciclopedia Jurídica OPUS:

‘Llamar a sí un juez o Tribunal Superior la causa que se estaba litigando
o debía litigarse ante otro inferior. Atraer o llamar a sí cualquier supe-
rior un negocio que está sometido a un inferior. Atraer a un Tribunal
Superior la causa que tenía el a-quo’. (Tomo I. Destacado añadido).

– Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Guillermo Cabanellas:

‘Atraer o llamar a sí algún Juez o Tribunal Superior, sin provocación o
apelación, la causa que se está litigando o que debe litigarse ante otro
inferior. Esta potestad judicial no se admite en los procedimientos vi-
gentes’. (Tomo I. Destacado añadido).

La misma solicitud expresa, en el capítulo III (f. 8), que ‘(e)l avoca-
miento consiste en sustraer de la competencia del inferior el cono-
cimiento del asunto, con el objeto de traerlo al conocimiento del
más Alto Tribunal de la República’.

En sentido armónico con lo que significa ‘avocar’, la jurisprudencia,
pacífica e inveterada, de la Sala Político-Administrativa de la Corte
280 VOTOS DISIDENTES

Suprema de Justicia –que, según la Ley Orgánica de la Corte Supre-
ma de Justicia, era la única competente para el avocamiento hasta la
declaratoria  de  nulidad  parcial  del  artículo  43  de  esa  Ley  por  esta
Sala–,  estableció,  entre  otras  cosas,  que  el  avocamiento,  aun  en  su
más puro sentido semántico y gramatical, implica, por una parte, el
que por definición, se trataría, respecto del avocante, de un Superior
que sustrae competencia del inferior, mas no de un par de la Sala
Político-Administrativa, como lo es la Sala de Casación Penal. (s. S.P-
A-C.S.J. de 07-06-84).

Por otra parte, la letra de  la propia norma atributiva de competencia
para el avocamiento de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justi-
cia dispone:

‘Artículo 42.29: Es de la competencia de la Corte como más alto Tribu-
nal de la República:

(...)

29. Solicitar algún expediente que curse ante otro Tribunal, y avo-


carse al conocimiento del asunto, cuando lo juzgue pertinente’. (Desta-
cado añadido).

 Determina así, la Ley, que, para la procedencia del avocamiento, debe
ser otro Tribunal en donde curse el expediente que será solicitado, lo
cual excluye, como es evidente, a las otras Salas del Tribunal Supremo
de Justicia; y no podría ser de otra forma, tanto por la igualdad de jerar-
quía entre las Salas como por el caos que supondría, para el proceso y
los justiciables, que unas Salas pudiesen avocar las causas de las otras
(recuérdese que, por decisión de esta Sala Constitucional, la potestad
de avocamiento corresponde ahora a todas las Salas del Tribunal Su-
premo de Justicia dentro del ámbito de sus respectivas competencias
materiales). La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
no  deja  dudas  respecto  al  carácter  unitario  del Tribunal  Supremo  de
Justicia, que es uno solo, dividido en Salas especializadas por materia,
y no una suma de tribunales supremos de distintas jurisdicciones espe-
ciales, como parece que entendió la mayoría. Basta, al respecto, la lec-
tura de los siguientes artículos constitucionales:

‘Artículo 253. (...)’

‘Artículo 262. (...)’
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 281

En este sentido, es insoslayable la mención de la sentencia de esta Sala
Constitucional N° 656 de 04.04.03, con ponencia del Magistrado José
Manuel Delgado Ocando, que fue contradicha en forma frontal por la
decisión objeto de la aclaratoria de la que se disiente. En aquel fallo la
Sala  decidió,  en  los  términos  que  se  recogerán  infra, respecto  de  un
caso análogo al de autos: una solicitud de avocamiento de recursos con-
tencioso-electorales, con solicitudes de medidas cautelares, que fueron
ejercidos por unos Diputados a la Asamblea Nacional ante la Sala Elec-
toral, con ocasión del referéndum consultivo cuya convocatoria se pre-
tendió en el año 2003. La decisión en cuestión declaró:

‘Esta  Sala,  con  base  en  los  antes  señalado,  dado  que  en  la  presente
solicitud se le solicita avocarse (sic) al conocimiento de dos causas que
cursan ante la Sala Electoral de este mismo Tribunal Supremo de Justi-
cia, y dado que dichas Salas cuentan con igual rango, siendo ambas, en
su orden, las cúspides de la jurisdicción constitucional y electoral, decla-
ra  que  la presente solicitud de avocamiento es inaccedible (sic)
en derecho, y así se declara’. (Subrayado y destacado añadidos).

El abandono de tan clara doctrina es inexplicable en Derecho para el
disidente y, por tanto, no puede compartirlo.

3.2 En el mismo sentido, observa quien discrepa que la mayoría asentó,
en el fallo objeto de aclaratoria, que ‘[es] lo determinante, tanto en el
avocamiento como en la revisión, la supremacía potestativa de la
Sala Constitucional en orden a garantizar la intangibilidad de la
Carta Magna y la vigencia del Estado Democrático y social (sic)
de Derecho y de Justicia. La Sala ratifica que su potestad revisora,
respecto de las decisiones de otras Salas, se hace en ejercicio de la
jurisdicción constitucional (...), lo que a la vez le permite avocarse
(sic) en los casos en que otra Sala esté conociendo y resolviendo
una cuestión constitucional que esté atribuida a la Sala Constitu-
cional’. Con este razonamiento pretendió la mayoría la justificación de
su ‘nueva tesis’ respecto a la posibilidad de avocamiento a causas de
otras Salas, pero incurrió de nuevo en equivocación cuando confundió
las instituciones del avocamiento y de la revisión, que no tienen ningún
vínculo entre sí y menos el que se señaló, cuyo carácter falaz deriva, sin
que  se  tenga  que  ir  más  lejos,  de  la  vigencia  misma  de  cada  una  de
aquéllas en el Derecho venezolano; aquél, desde 1976 (con la promul-
gación de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia vigente) y
ésta, apenas desde diciembre de 1999 (con la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela). Si existió primero el avocamiento, mal
282 VOTOS DISIDENTES

puede ser su fundamento la potestad de revisión, propia de la jurisdic-
ción constitucional. Por otra parte, la avocación no es una figura perte-
neciente ni exclusiva de la jurisdicción constitucional ni nació dentro de
ella, de modo que sus principios y fundamentos le son ajenos.

Además,  en los casos en que otra Sala esté conociendo y resolvien-


do una cuestión constitucional que esté atribuida a la Sala Consti-
tucional,  lo  que  se  producirá  será  una  cuestión  de  competencia  que
deberá  ser  resuelta  por  las  vías  ordinarias  –que  no  incluyen,  bajo  la
vigencia del Código de Procedimiento Civil actual, el conflicto positivo–
pero no un supuesto de avocamiento que supone tanto la competencia
del tribunal donde cursa la causa como la incompetencia del tribunal
que la avoque.

3.3 No entiende quien disiente cuál pueda ser el fundamento jurídico de
la afirmación de la mayoría, en la sentencia objeto de aclaratoria, res-
pecto a que el avocamiento sería un privilegio de una ‘jurisdicción espe-
cial’  en  relación  con  el  ‘fuero  común’.  Como  se  comprueba  con  la
unívoca definición del vocablo que se recogió supra, esta institución
opera según el criterio de jerarquía, tanto dentro de ‘jurisdicciones es-
peciales’ como dentro del ‘fuero común’ y, en Venezuela, corresponde
sólo al Tribunal Supremo de Justicia, que no ejerce ninguna ‘jurisdicción
especial’ o,  en todo caso, abarca a todas las que existen así como al
fuero común, como cúspide de todo el Sistema de Justicia.

Así lo declaró esta Sala en la sentencia que se citó supra, N° 656 de
04-04-03:

(...)

3.4 Por último, el voto salvante no puede obviar la manifestación de
alarma ante la violación al Código de Ética del Abogado en que incurrie-
ron los Magistrados que suscribieron la sentencia de la que se disiente
cuando  afirmaron  falsamente  que  “(l)a posibilidad de que una Sala
de este Supremo Tribunal se avoque (sic)  al conocimiento de cau-
sas que cursan en otra de sus Salas, fue resuelta por la Sala Polí-
tico-Administrativa” en sentencia de 11-11-99.

En el fallo que antes se refirió, la Sala Político-Administrativa decidió,
dentro  de  la  primera  fase  del  avocamiento,  la  necesidad  de  requeri-
miento de varios expedientes en trámites en distintos tribunales, a soli-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 283

citud de la Procuraduría General de la República, y respecto de uno de
ellos declaró:

‘A pesar de que el expediente N° 11.328 del Tribunal Superior Cuarto
en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del
Área  Metropolitana  de  Caracas  se  encuentra  en  la  Sala  de  Casación
Civil bajo la nomenclatura 98-081, sin embargo, esta Sala estima ne-
cesario solicitar su remisión a los fines de formarse un criterio
global sobre las diferentes actuaciones procesales que genera-
ron la solicitud’. (Destacado añadido).

Así, salta a la vista que la Sala Político-Administrativa no resolvió acer-
ca de la posibilidad de avocar causas de otras Salas, razón por la cual
dicha Sala motivó especialmente su solicitud, con la aclaratoria de que
su finalidad era la de ‘formarse un criterio global’ y no la sustracción
del expediente del conocimiento de la Sala de Casación Civil. De hecho,
el pedimento que motivó esa decisión preliminar nunca fue satisfecho
porque la Procuraduría General de la República desistió de él y todos
los expedientes que habían sido requeridos en ese entonces fueron de-
vueltos a sus tribunales de origen; de modo que es mendaz la declarato-
ria de la mayoría sentenciadora a la que se hizo referencia.

4. El ejercicio del avocamiento supone la incompetencia de quien avoca
para el conocimiento de la causa (ruptura legal del derecho al juez natural).

La mayoría se contradijo, en la sentencia objeto de aclaratoria, cuando
sostuvo  que  ‘para avocarse (sic)  al conocimiento de un asunto se
requiere el poder de decisión sobre el fondo o mérito de la causa, y
ello porque justamente con el avocamiento se deroga la competen-
cia del juez natural basada en causas que lo justifiquen’.  En  efec-
to, justamente porque el avocamiento implica la subversión de los criterios
ordinarios de competencia, el presupuesto lógico es el contrario: el que
no se tiene poder de decisión sobre el mérito de la causa. Por tanto,
resulta evidente que un tribunal competente no necesitaría de la excep-
cional figura de la avocación. Lo que ha precisado la Sala Constitucio-
nal,  luego  de la  extensión  de  la  potestad  de avocamiento  a  todas  las
demás del Tribunal Supremo de Justicia, es que las causas correspon-
derán a una u otra de ellas según el ámbito de su competencia por la
materia, tal como quedó expuesto supra. Como gráficamente afirmó la
Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, avocar es:
‘arrebatar a un Tribunal competente un asunto para ser conocido
por otro Tribunal (la Sala Político-Administrativa de la Corte Su-
284 VOTOS DISIDENTES

prema de Justicia) que –en cambio– no lo es’. (s.S.P-A-C.S.J.  de


10-07-96).

En el mismo orden de ideas, sí es requisito de procedencia del avoca-
miento la competencia del tribunal al que se le sustrae la causa (Cfr. ss.
S.P-A-C.S.J., entre otras, de 07-06-84, 14-02-90, 06-06-90, 15-06-93),
ya que, como expresó muchas veces la Sala Político-Administrativa de
la Corte Suprema de Justicia, si quien avoca fuese competente para el
conocimiento en primera instancia o en segunda –por agotamiento de la
primera– no habría avocamiento, sino planteamiento directo de la cues-
tión de competencia o conocimiento en alzada del asunto.

Compelida por la errada consideración a la que se ha hecho alusión, la
mayoría dedicó gran parte del fallo objeto de aclaratoria, del cual se
aparta el voto salvante, al razonamiento de que la normativa que dictó el
Consejo Nacional Electoral, cuya correcta aplicación está en discusión
en las causas que decidió avocar, fue dictada en ejecución directa de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Al dislate que
ello supone se dedicará el disidente más adelante; pero, en este punto,
cabe resaltar que el esfuerzo para el arribo a aquella conclusión hizo
incurrir a la mayoría en ostensible contradicción con su propia tesis y
decisión acerca de la procedencia del avocamiento en el caso de autos,
puesto que, se insiste, si los asuntos que avocó son, en realidad, de su
competencia, lo que cabía al solicitante –si tenía legitimación en dichos
asuntos– era el planteamiento de la incompetencia de la Sala Electoral
por las vías ordinarias.

(...)

La decisión de avocamiento se circunscribe a la determinación sobre la
necesidad de atraer para sí el conocimiento de una causa que cursa en
un tribunal inferior, pero no es apta para la declaración de la nulidad de
actos procesales; es a partir de la decisión estimatoria de la solicitud de
avocamiento cuando la Sala correspondiente asume el conocimiento del
juicio. Las nulidades procesales exceden, por tanto, del ámbito material
del avocamiento. Por ello, no podía la Sala Constitucional declarar nuli-
dades procesales en la decisión N° 566.

Pero más grave aún es que, con ocasión de una pretendida solicitud de
avocamiento, la Sala Constitucional decida la nulidad de una sentencia
que fue dictada con posterioridad al pronunciamiento de la decisión N°
566 y que, por ello, no formó parte de la materia que se resolvió en la
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 285

misma. En este punto, es preciso el señalamiento de que la detención
del curso de la causa y la pérdida del conocimiento del juicio por parte
del tribunal inferior no se producen sino con el pronunciamiento po-
sitivo del avocamiento, porque  no  existe  norma  legal  que  establezca
que la mera solicitud del expediente produce esos efectos y porque lo
contrario, por lo menos en el plano de los principios constitucionales que
están vinculados con el proceso jurisdiccional, conllevaría comprome-
ter, sensiblemente, los derechos de los justiciables a la tutela judicial
efectiva y a la obtención, con prontitud, de la decisión correspondiente,
y las garantías de justicia expedita y sin dilaciones indebidas.

Se debe ser enfático en cuanto a que no es sino hasta la decisión que
resuelve avocar cuando se produce la  pérdida  de conocimiento  de la
causa por parte del tribunal inferior, ya que, si no fuera así, nos encon-
traríamos ante el insólito caso de un juicio sin tribunal que lo conozca,
desde luego que a uno –el inferior– le habría sido arrebatada la compe-
tencia para el conocimiento de ese litigio específico, y el otro –la res-
pectiva Sala  del Tribunal Supremo de Justicia– no podría conocer la
causa porque todavía no la habría avocado, lo cual acarrea un penoso e
inadmisible atentado contra la seguridad jurídica y el derecho de acceso
a los órganos de administración de justicia. Repárese, por ejemplo, que
las partes del juicio no podrían asegurar la eficacia de la tutela judicial
de sus derechos mediante la solicitud de medidas cautelares, que debe
ser decidida  el mismo día de la petición (artículo 601 del Código de
Procedimiento Civil), porque no habría tribunal para resolverla.

Ante las solicitudes de avocamiento, bien pueden las diversas Salas del
Tribunal Supremo de Justicia requerir del tribunal inferior que les remita
copia certificada del expediente para pronunciarse sobre la petición, de
modo que no se entorpezca el desarrollo del proceso y no se conculquen
los mencionados derechos y garantías de los justiciables.

Por otra parte, no consta que la sentencia N° 566, que, en todo caso, es la
que pudo sustraer a la Sala Electoral el conocimiento de la causa, haya
sido notificada a dicha Sala antes de que dictara la sentencia N° 37. Si,
como lo apuntó la Sala Constitucional en la decisión N° 566 (CONSIDE-
RACIONES PARA DECIDIR, punto 3.-), la remisión del expediente no
era necesaria para la decisión sobre el avocamiento, ningún sentido tenía
ordenar la paralización de una causa (mediante decisión inexistente por
carecer de las firmas de dos Magistrados, como se razonará infra), cuyo
conocimiento no había asumido todavía la Sala Constitucional.
286 VOTOS DISIDENTES

6. Las normas reguladoras de los referendos que ha dictado el Consejo
Nacional Electoral no son actos de ejecución directa de la Constitución:

Sostuvo la mayoría en la sentencia objeto de aclaratoria:

‘...puede observarse que no se ha dictado una ley para regular ninguna
de las modalidades ‘refendarias’ (sic), de tal manera que la normativa
elaborada  a  tales  efectos  por  el  CONSEJO  NACIONAL  ELECTO-
RAL son actos de ejecución directa e inmediata de la Constitución, fun-
dados  en  el  artículo  72  y  en  la  Disposición Transitoria  Octava  de  la
Carta Magna. La invocatoria (sic) de la Ley Orgánica del Poder Elec-
toral y el mismo artículo 293 es a los solos efectos de fundamentar la
competencia, pero no hay texto legal pre o post-constitucional que regu-
le los procesos de referendos revocatorios de mandatos cargos de elec-
ción popular.

Siendo así, los actos que regulan la materia son de ejecución directa de
la Constitución o desarrollan, amplían o aclaran otros actos sancionados
por el mismo Poder Electoral (ejecutando la Constitución), motivo por el
cual  es  esta  Sala  la  competente  para  conocer  su  nulidad  fundada  en
violaciones constitucionales’.

6.1 Curiosamente, el razonamiento de la mayoría que se transcribió su-
pra, parte de la sentencia de la Sala de 20.10.01, caso: Javier Elichi-
guerra,  en  la  que  se  explicó  que  un  acto  de  ejecución  directa  de  la
Constitución es tal porque ‘deriva directamente de una norma consti-
tucional que no requiere de ley alguna que regule el ejercicio del
derecho o de la atribución que fundamenta el acto’.

En  relación  con  la  materia  electoral,  destacan  las  siguientes  normas
constitucionales:

‘Artículo 292. (...)’

‘Artículo 293. (...)’

“Artículo 298 (...)’

No cabe duda, según el tenor de las normas en cuestión, que la materia
electoral  debe  ser  regulada  por ley  –y  no  podría  ser  de  otra  forma,
puesto que atañe al ejercicio de derechos constitucionales como a la
participación y al sufragio–, de modo que no se trata de un materia que
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 287

no requiera de ley alguna que regule el ejercicio del derecho o de


la atribución que fundamenta el acto;  todo  lo  contrario.

6.2  Por  su  parte,  la  Ley  Orgánica  del  Poder  Electoral,  reproduce  la
norma constitucional cuando, en la enumeración de las competencias
del Consejo Nacional Electoral establece, entre ellas:

‘Artículo 33. (...)’

En ninguno  de los 44  cardinales de  ese artículo se  confiere potestad


legislativa al Consejo Nacional Electoral y, en todo caso, está claro que,
si lo hubiera hecho, habríase tratado de una norma inconstitucional y,
por tanto, nula.

6.3 Además, sí se ha dictado una ley para la regulación de los referen-
dos en Venezuela, a pesar de lo que, en contrario, afirmó la mayoría.
Basta, de nuevo, la simple lectura de textos legales. El artículo 1° de la
Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política define el ámbito de
aplicación de esa Ley en los siguientes términos:

‘(...)’

Todavía más, todo el Título VI de la Ley Orgánica del Sufragio y Parti-
cipación Política, ‘De los referendos’, se dedica a la regulación de los
referendos: iniciativa de convocatoria, ámbito de aplicación (naciona-
les, estadales o municipales), requisitos de la solicitud de convocatoria,
la convocatoria, realización de la votación, reglamentación del procedi-
miento, limitaciones temporales, impugnabilidad, financiamiento de los
procedimientos, etc.

Las normas constitucionales que la mayoría invocó como fundamento
de la potestad legislativa que, para estupor del disidente, ‘confirió’ –
como si del constituyente se tratase– al Consejo Nacional Electoral, el
artículo 293 y la disposición transitoria décimo octava, en forma alguna
otorgan esa potestad a ese ente administrativo: el primero, que se trans-
cribió supra, establece, como pudo verse, la potestad reglamentaria
entre las atribuciones del Consejo; la segunda se limita a la indicación
de  que,  ‘mientras se promulgan las nuevas leyes electorales previs-
tas en e(sa) Constitución los procesos electorales serán convoca-
dos, organizados, dirigidos y supervisados por el Consejo Nacional
Electoral’.
288 VOTOS DISIDENTES

Llama la atención del disidente, respecto al punto que antecede, la afir-
mación de la mayoría en la sentencia aclaratoria según la cual esas nor-
mas  no  serían  aplicables  ‘a los procesos referendarios actuales’  por
que son preconstitucionales y, por tanto, no se compadecerían con los
referendos a que alude la Constitución vigente, sin que explicase, siquiera
en forma somera, por qué no serían compatibles. En primer lugar, la in-
mensa mayoría de las leyes vigentes son preconstitucionales lo cual no
empece, en forma alguna, su aplicabilidad a instituciones de rango consti-
tucional; y, en segundo lugar, no hay, en criterio de quien disiente, incom-
patibilidad alguna entre los referendos que estableció la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela y los que existían bajo la vigencia
de la Constitución de 1961 y, si hubiera alguna diferencia entre unos y
otros, la Ley especial habría de aplicarse mutatis mutandi, según los prin-
cipios generales e inveterados de interpretación.

6.4 También invocó la mayoría como sustento de la tesis de la que se
disiente, la sentencia de esta Sala de 25.08.03, e incluso transcribió el
párrafo en el que la Sala declaró que corresponde al Poder Electoral ‘la
normativa tendente a la reglamentación de los procesos electorales
y los referendos, en desarrollo de la Ley Orgánica del Poder Elec-
toral’ (Destacado añadido), Ley que, como se adujo antes, no confiere
–y no podría haberlo hecho– ninguna facultad legislativa al Poder Elec-
toral, ni siquiera en casos de excepción, ni aún en el supuesto –ya des-
mentido– de ausencia de normas reguladoras de rango legal. De modo
que, una vez más, la mayoría incurrió en contradicción en el fallo objeto
de aclaratoria, lo cual obliga al disidente a la discrepancia de éste y de
su aclaratoria.

En  todo  caso,  este  voto  salvante  observa  que  el  recurso  contencioso
electoral que se intentó ante la Sala Electoral y cuyo avocamiento acor-
dó la mayoría sentenciadora, tiene por objeto el ‘Instructivo sobre el
tratamiento por el Comité Técnico Superior o renglones de planillas lle-
nadas por la misma persona’ del 24 de febrero de 2004, el cual es un
acto  general  y  normativo  dictado  en ejecución  de  las  Normas que  el
mismo Consejo Nacional Electoral dictó para regular los procesos de
referendo.  En  consecuencia,  aún  en  el  supuesto  negado  de  que  tales
Normas reguladoras de los referendos, que ha dictado el Consejo Na-
cional Electoral en los últimos meses, sean dictadas en ejecución direc-
ta e inmediata de la Constitución, el instructivo que se impugnó ante esa
Sala no podría, en modo alguno, aspirar a tal rango pues, se insiste, es
un cuerpo normativo de carácter interno que fue expedido en ejecución
de tales ‘Normas reguladoras’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 289

7. La solicitud de autos.

7.1 La mayoría afirmó, tanto en la sentencia objeto de la solicitud de
aclaratoria como en la que declaró la improcedencia de ésta, que la Sala
Electoral desatendió un requerimiento que la Sala Constitucional le hi-
ciere  ‘mediante comunicación motivada del 11 de marzo de 2004’
de envío de todos los expedientes a que se refiere la solicitud que enca-
beza estas actuaciones –inadmisible, como se dejó sentado–, ‘en abierta
y crasa infracción de la Constitución y de la interpretación vincu-
lante de sus normas efectuada por la Sala Constitucional’.

Al respecto, quien disiente observa que dicha comunicación fue y es
írrita, lo cual queda revelado, entre otras cosas, porque la supuesta de-
cisión conforme a la cual se hizo el requerimiento fue publicada, como
es del conocimiento público, el 16 de marzo de 2004, de modo que no
pudo  ser  acompañada  como  fundamento  de  la  orden  de  remisión,  la
cual, precisamente por falta de fundamento, carece, por sí sola de valor.

También es carente de valor y, por tanto, de fuerza vinculante o conmi-
natoria, el auto que se publicó el 16 de marzo de 2004 por cuanto no fue
tomado en una sesión de la Sala Constitucional, ya que a la reunión que
se celebró para su imposición –que no discusión y eventual aprobación
como surge de la comunicación a la que se aludirá– no fue convocado
el Magistrado que hoy disiente, tal como lo confesó el propio Presidente
de la Sala en comunicación que cursa en autos en los folios 69 y 70 –
convocatoria que es requisito sine qua non de validez de las actuacio-
nes  del  cuerpo  colegiado  que  es  una  Sala  del  Tribunal  Supremo  de
Justicia– y no está suscrita por el mínimo de magistrados que la Ley
exige como quórum para que una actuación pueda ser atribuida a ese
cuerpo colegiado. Sobre esta actuación se volverá más adelante.

Se pretende, sin embargo, que la falta de acatamiento de la orden en
cuestión es violatoria de la doctrina vinculante de esta Sala en materia
de intereses difusos y de la competencia de la misma para el conoci-
miento de los recursos de nulidad por inconstitucionalidad contra actos
del  Poder  Electoral,  puesto  que  lo  que  se  debate  en  las  causas  cuyo
envío se pidió, ¿son de interés nacional cuyo origen obedece al ejer-
cicio de los derechos y poderes que otorga la Constitución (como
la participación política) y en virtud de que lo planteado ante la
Sala Electoral se trata de recursos de nulidad por inconstituciona-
lidad contra actos del Poder Electoral, para lo cual esta Sala tiene
competencia’. Tales características  de las  causas  en cuestión  pueden
290 VOTOS DISIDENTES

ser indudables, pero se pregunta el disidente: ¿cuál de las causas que
competen  a  la  Sala  Electoral  no  conciernen  a  intereses  difusos,  o  al
menos colectivos?, ¿cuántas no serán atañederas al ejercicio de dere-
chos políticos (quizás sólo las de materia funcionarial)? y ¿cuáles de las
que conciernan a los procesos electorales de ámbito nacional no serán
de interés nacional? Y es que, según el criterio del fallo objeto de acla-
ratoria, en realidad carece de aplicabilidad práctica la norma constitu-
cional que determinó que ‘(l)a jurisdicción contencioso electoral será
ejercida por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia y
los demás tribunales que determine la ley’ (Artículo  297),  en  tanto
que la materia que, en forma natural, compete a esa jurisdicción espe-
cial, en realidad pertenece a la Sala Constitucional, lo cual hace prácti-
camente  inútil  la  existencia  misma  de  la  jurisdicción contencioso
electoral  que  expresamente  estableció,  por  vez  primera,  la  Constitu-
ción de la República Bolivariana de Venezuela. Tal razonamiento, por
absurdo, debe ser rechazado. Así parece haberlo entendido la mayoría
cuando, en la sentencia de aclaratoria, pretendió una distinción que no
hizo en el fallo de 12 de abril de 2004, entre procesos electorales, que
competerían, estos sí, a la jurisdicción electoral, y procesos referenda-
rios –distinción que sólo enunció pero no explicó–, con la cual, no sólo
erró de nuevo, sino que no logró la enmendatura de su yerro anterior,
por cuanto insistió en el supuesto rango legal de la normativa aplicable a
estos últimos.

Una vez más, en todo caso, si la materia que se debatía en sede de la
Sala Electoral era de la competencia de la Sala Constitucional, no era el
avocamiento la vía para traerla a su conocimiento.

7.2 La mayoría destacó, por otra parte, en la sentencia objeto de aclara-
toria, la supuesta infracción de los artículos 26, 49 y 257 de la Constitu-
ción  de  la  República  Bolivariana  de  Venezuela  por  cuanto  la  Sala
Electoral Accidental, en su pronunciamiento de 15.03.04, pasó a la deci-
sión del amparo, que se había interpuesto a modo de cautela respecto
de un recurso contencioso electoral de nulidad, ‘sin pronunciarse so-
bre su competencia para conocer del recurso principal’.  Es  el  pro-
pio artículo 257 constitucional el que desmiente a la mayoría, en cuanto
preceptúa que no se sacrificará la justicia por la omisión de formalida-
des no esenciales; en efecto, la decisión de la cautela implica, salvo que
se exprese lo contrario, que se asume la competencia para la pretensión
principal, sin la cual aquélla carece, casi siempre, de sustento. Lo mis-
mo puede ser afirmado respecto a la omisión, por parte de aquella sen-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 291

tencia, de mención con relación a que la vigencia o eficacia del amparo
cautelar llegaba hasta cuando se produjese decisión de fondo, lo cual,
porque es de la esencia de la medida cautelar, era absolutamente inne-
cesario. No puede pensarse, al menos no de buena fe, que la falta de tal
mención, que en criterio de quien discrepa no es, siquiera, una formali-
dad no esencial –sino simplemente innecesaria–, ‘convierta’ un amparo
cautelar en uno autónomo, como declaró la mayoría. Por otra parte, es
un hecho notorio que la Sala Electoral Accidental siguió sustanciando la
pretensión principal en la causa en la que dictó el amparo que se cues-
tionó, circunstancia que desmiente, otra vez, los dichos de la mayoría en
la decisión de la cual se aparta el voto salvante.

7.3 Como conclusión de sus errados razonamientos, la mayoría declaró,
en su sentencia de 12 de abril de 2004, que se había producido, como
consecuencia  de las  circunstancias a las que se  hizo referencia  ante-
riormente,  ‘un desorden procesal en la Sala Electoral que atenta
contra el Estado de Derecho y la transparencia de la justicia’.

Al respecto resalta, en primer lugar, una nueva contradicción de la ma-
yoría en tanto que tal ‘desorden procesal’ ya habría sido resuelto, por
otra Sala Constitucional Accidental, cuando anuló la decisión cautelar
que, supuestamente, causó la subversión del proceso (s. S.C. N° 442 de
23.03.04). En segundo lugar, asombra a quien discrepa que la supuesta
determinación de un ‘desorden procesal’ –que no es tal– en un expe-
diente que cursa ante la Sala Electoral, haya justificado, para la mayo-
ría,  su  pronunciamiento  de  avocar  ‘las siguientes causas contenidas
en los expedientes Nros. 2004-013, 2004-0014, 2004-0017, 2004-
0021’,  ‘junto con todos los expedientes contentivos de las accio-
nes de nulidad, amparo o cualquier otro recurso incoado contra
los actos del Poder Electoral, relativos a los procesos de referen-
dos revocatorios de mandatos a cargos de elección popular’.  Ta-
maña exageración es inaceptable.

8.  El  carácter  vinculante  de  las  sentencias  de  la  Sala  Constitucional
abarca, exclusivamente, las interpretaciones que ésta haga de normas,
principios y valores constitucionales.

Como expresión superlativa de los excesos en los que incurrió la mayo-
ría cuando aprobó el fallo objeto de aclaratoria y el que decidió ésta,
está el dispositivo de la primera decisión, según el cual:
292 VOTOS DISIDENTES

‘Debido a la naturaleza vinculante de este fallo, y no obstante que
tal carácter lo adquiere la anterior doctrina desde la fecha de la pu-
blicación  de  esta  sentencia  por  la  Sala,  publíquese  además  en  la
Gaceta Oficial’.

Esta Sala aclaró suficientemente el alcance del carácter vinculante de sus
veredictos en sentencia N° 727 de 08.04.03, en los siguientes términos:

‘Ahora bien, es propicia la oportunidad para que la Sala insista en que,
de un fallo de la Sala Constitucional, lo vinculante es la interpretación
sobre el contenido y alcance de las normas constitucionales, como se
apresuró a precisarlo en sentencia Nº 291 del 03 de mayo de 2000, en
estos  términos:  ‘...debe puntualizar esta Sala que sus criterios vin-
culantes se refieren a la interpretación sobre el contenido y alcan-
ce de las normas constitucionales y no sobre la calificación jurídica
de hechos, ajenos a las normas constitucionales’. De  igual  modo
son vinculantes las interpretaciones que hace la Sala de normas infrale-
gales pero desde la Constitución, para, la mayoría de las veces, la adap-
tación de aquéllas a un Texto Constitucional posterior, pero superior a
ellas;  en  estos  casos,  la  Sala  determina  cuál  es  la  interpretación  que
debe darse a una norma de rango distinto al legal dentro de los paráme-
tros de las normas, principios o valores superiores que se incorporaron
a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y que, desde
allí, irradian a todo el ordenamiento jurídico.

En el caso de autos, la afirmación que se destacó en la transcripción de
la sentencia Nº 1179/02, revela el criterio que la Sala usó para la resolu-
ción de un caso concreto, con relación a una norma de rango legal, sin
el establecimiento, para ello, de alguna relación con normas constitucio-
nales, pero no es uno de los criterios vinculantes cuya preservación se
protege a través de la revisión extraordinaria a que se refiere el artículo
336.10 constitucional, como medio de protección de la integridad de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y de su armóni-
ca interpretación por todos los tribunales del país. Así se declara’.

El fallo que se comenta solucionó –en forma por demás desacertada–
un caso concreto y analizó la potestad de avocamiento que la Ley Or-
gánica de la Corte Suprema de Justicia otorga al Tribunal Supremo de
Justicia, pero no interpretó el contenido o alcance de norma, principio o
valor alguno de rango constitucional, de modo que sus razonamientos
para la resolución del caso de autos no gozan del carácter vinculante a
que se refiere el artículo 335 de la Constitución de la República Boliva-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 293

riana de Venezuela, cuya finalidad, como revela el título y capítulo de la
Constitución en donde se inserta la norma, es la protección y garantía
de la  Carta Magna. A pesar  de ello, en  la aclaratoria  se  insiste  en el
carácter  vinculante  de  ‘las interpretaciones que efectúe esta Sala
Constitucional’ –sin precisión alguna en el sentido que se comenta–,
incluso para la Sala Plena, del Máximo Tribunal, a lo cual añade la
amenaza de revisabilidad, de conformidad con el artículo 336.10 consti-
tucional, de las decisiones, aún de la Sala Plena que  contraríen sus
interpretaciones, punto que se analizará de seguidas.

9.  Las  decisiones  del Tribunal  Supremo  de  Justicia  en  Pleno  no  son
revisables por la Sala Constitucional.

Como se apuntó en el aparte anterior, la mayoría sentenciadora en la
sentencia de aclaratoria, ante la duda del solicitante –quien, de nuevo,
alegó el ejercicio de una representación que no demostró– acerca de la
posibilidad de planteamiento de un conflicto de competencias entre las
Salas Electoral y Constitucional con ocasión del fallo de ésta de 12 de
abril de 2004, respondió que las interpretaciones de la Sala Constitucio-
nal son vinculantes para las demás Salas del Tribunal Supremo de Justi-
cia, la Plena inclusive y, por tanto, una eventual decisión de cualquiera
de esas Salas que desacatase su doctrina sería susceptible de la revi-
sión a que se refiere el artículo 336.10 de la Constitución.

En criterio de quien disiente resulta evidente que las sentencias del Tri-
bunal Supremo de Justicia en Pleno no son revisables a través del me-
canismo  a  que  se  refiere  el  artículo  336.10  de  la  Constitución  de  la
República Bolivariana de Venezuela.

En primer lugar, resalta de la redacción de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema  de  Justicia  que  la  Sala  Plena  no  es,  propiamente,  una  Sala
equiparable a las otras que conforman el más alto Tribunal, sino la re-
unión de todos los Magistrados que integran las otras Salas para el ejer-
cicio  de  las  competencias  que  se  atribuyen  al  Tribunal  Supremo  de
Justicia como tal y no a cada una de las distintas Salas cúspide, cada
una de ellas como órganos colegiados, de un grupo de tribunales con la
misma competencia por la materia –mal llamadas ‘jurisdicciones espe-
ciales’–. De hecho, la Ley se refiere siempre a la Corte (ahora Tribu-
nal)  en  Pleno  y  las  Salas;  no  hay  en  ella  mención  alguna  de  la  Sala
Plena. Además de ese contexto legal, se aprecia que el artículo 262 de
la Constitución confirió a la Sala Plena un trato funcional –es decir, la
294 VOTOS DISIDENTES

califica de tal para los efectos de su funcionamiento– pero la distingue o
diferencia de las demás Salas (‘El Tribunal Supremo de Justicia fun-
cionará en Sala Plena y en las Salas Constitucional, Políticoadmi-
nistrativa, Electoral, de Casación Civil, de Casación Penal y de
Casación Social...’).

En el sentido que se apuntó, las decisiones de la propia Sala Plena han
establecido que, de conformidad con el artículo 266 de la Constitución,
en  concordancia con  la Disposición  Derogatoria Única  de la  vigente
Constitución, sus competencias se determinan según lo que dispone la
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, pues ‘la Corte en Ple-
no (es la) actual Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia’. (Sen-
tencias  de  la  Sala  Plena  de  20-4-01,  caso:  Alveno Piccoli;  28-6-01,
caso: Carlos Tremont y otros; de 6-11-02, caso: Seagram de Venezue-
la, entre otras). Con idéntica orientación, véanse sentencias de la Sala
Político-Administrativa  de 6-6-02  (caso:  Fiscal General de la Repú-
blica);  de  4-4-02  (caso:  Seagram de Venezuela I);  de  4-6-02  (caso:
Seagram de Venezuela II);  de  25-6-02  (caso:  Nicolás Castellanos);
de 2-7-02 (caso: Carmen Teresa López); de 23-9-03 (caso: Formacol
C.A.) y de la Sala Electoral de 4-4-01 (caso: Teófilo de Jesús Rangel);
de  25-4-01  (caso:  Organización Nacionalista Democracia Activa);
de 13-8-01 (caso: Carlos Hernández Acosta) y de 30-3-04 (caso: José
Natividad Gil y otros).  (...)

No requiere de mayor razonamiento la afirmación de que sería nugato-
rio el ejercicio de la competencia por la Sala Plena para la resolución de
conflictos de competencia entre otras Salas, si los fallos correspondien-
tes estuvieren sujetos a la revisión de la Sala Constitucional, al acata-
miento de cuyo criterio se vería compelido el Tribunal en Pleno aún a
través de la anulación de sus sentencias a través de la revisión constitu-
cional.  Ello  es  aún  más  claro  en  el  caso  de  que  una  de  las  Salas  en
conflicto fuese, precisamente, la Constitucional.

Y es que la competencia que otorga al Tribunal en Pleno el artículo 42.7
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, en concordancia
con el artículo 43 eiusdem, para la resolución de los conflictos de com-
petencia que surjan entre sus Salas, es la que corresponde a un tribunal
superior común de los tribunales en conflicto, según el artículo 266.7 de
la Constitución el 71 del Código de Procedimiento Civil; con base en
esta característica de los tribunales que resuelven conflictos entre otros
puede concluirse en el carácter superior de la Sala Plena respecto de
las demás Salas.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 295

Por otra parte, los Magistrados de la Sala Constitucional –única compe-
tente para la revisión extraordinaria– forman parte del Tribunal en Ple-
no, estarían siempre imposibilitados para la revisión de una decisión
respecto de la que, forzosamente ya habrían emitido opinión en los tér-
minos del artículo 82.15 del Código de Procedimiento Civil, lo cual los
obligaría, en todo caso, a su inhibición –y los haría susceptibles de recu-
sación– para el conocimiento de dicho medio extraordinario. Este ade-
lanto de opinión ocurriría, se insiste, siempre, con independencia del
criterio, mayoritario, concurrente o disidente que aquéllos hubiesen man-
tenido en la decisión de la Sala Plena y aún si no la hubiesen firmado, a
tenor de lo que dispone el artículo 59 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia, que reza:

(...)

Sería de tal manera absurda la idea de que los Magistrados de la Sala
Constitucional no habrían ejercido, a través de su examen del caso y del
criterio que hubieren mantenido respecto del fallo de la Sala Plena, el
control de constitucionalidad para el cual los faculta, como Sala, el artí-
culo 336.10 de la Constitución, pero que sí lo ejercerían después, con
ocasión de la revisión de una sentencia en cuya formación ya participa-
ron y que, por tanto, les es atribuible como propia –aun cuando hubiesen
salvado–, que debe, sin más, ser rechazada.

Por último, debe destacarse que ni siquiera Magistrados que no hubie-
sen participado en la formación de la decisión de la Sala Plena –porque
no asistieron  a la discusión correspondiente  o  no formaron  parte del
Tribunal para entonces, por ejemplo– podrían revisarla puesto que, de
todas maneras, el fallo objeto de revisión sería igualmente atribuible a
los miembros de la Sala Plena, como órgano, del cual formaría parte el
nuevo Magistrado independientemente de cuándo se hubiere incorpora-
do como miembro del mismo y, como es sabido, en Venezuela los miem-
bros  de  cuerpos  colegiados  están  imposibilitados  de  atacar  –en  este
caso, ‘revisar’– las decisiones de éstos y su eventual disentimiento sólo
puede ser expresado a través del voto salvado.

Con fundamento en las consideraciones que preceden, el disidente con-
cluye en que no habría lugar a una eventual revisión constitucional de
un fallo de la Sala Plena, y menos de uno que resolviese un conflicto de
competencia –puesto que allí el Tribunal en Pleno actúa como superior
común de las salas en conflicto– porque la misma sería improponible en
el ordenamiento jurídico venezolano.
296 VOTOS DISIDENTES

10. La sentencia aclaratoria, a pesar de que declara la improcedencia
de las solicitudes de aclaración, innova respecto del fallo a que se refie-
re, en violación del artículo 252 del Código de Procedimiento Civil.

El fallo aclaratorio que antecede declaró la improcedencia de las solici-
tudes que lo motivan –ambas inadmisibles por las razones que se expu-
sieron– por cuanto no habría lugar a las dudas de los solicitantes; sin
embargo, la mayoría que lo suscribió se excedió del análisis pertinente a
tal declaratoria y amplió sus razonamientos anteriores, incluso mediante
una  refutación  vedada,  que  no  pasa  de  vana  pretensión,  de  los  argu-
mentos que quien disiente recogió en el voto salvado a la sentencia de
fondo cuya publicación fue impedida, en forma ilegal, con base en un
cómputo errado de los días de despacho para su consignación. Así lo
revelan las consideraciones en relación con la aplicabilidad o no de la
Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política a los referendos a
que se refiere la Constitución, lo cual no fue objeto ni del debate ni de
las solicitudes de aclaratoria, así como la referencia al ciudadano Is-
mael García como solicitante y no al “Comando Ayacucho” ante la evi-
dencia de la falta de representación de éste por aquél, que se denunció
en el voto salvado en cuestión.

Es incomprensible que se desestimen las solicitudes de ‘aclaratorias’
que fueron examinadas, y, a la vez, la  Sala Constitucional declare la
nulidad de la sentencia N° 37 de la Sala Electoral, que fue pronunciada
después del fallo N° 566 de aquélla, a pesar de que la nulidad ‘declara-
da’ se refirió, con absoluta indeterminación, a cualquier decisión que ‘se
haya tomado por la Sala Electoral Accidental...’,  es  decir,  incluso
las que ya habían sido pronunciadas el 12 de abril de 2004, cuando se
dictó el pronunciamiento N° 566. Ni siquiera mediante una solicitud de
ampliación era procedente la nulidad de la sentencia N° 37 de la Sala
Electoral, porque no formó parte del thema decidendum respecto de la
petición de avocamiento y, por ende, del dispositivo del fallo N° 566 de
la Sala Constitucional.

Por otra parte, la mayoría se adelantó al planteamiento de un conflicto
de competencia entre esta Sala y la Sala Electoral, materia que no se
debatió y, por tanto, ajena al contexto de una aclaratoria, y ‘amenazó’,
como se explicó, a la Sala Plena con la anulación, vía revisión constitu-
cional, de cualquier decisión que pronuncie en contra de las suyas.

Estos excesos son violatorios del artículo 252 del Código de Procedi-
miento Civil, (...)
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 297

Desde otro punto de vista, no podían pretender  los solicitantes  de la


‘aclaratoria’, como se narró en la página 4, que la Sala Constitucional
resolviese, ad eternum, cualquier posible o eventual cuestionamiento
sobre la competencia de ambas Salas; sin embargo, así lo hizo. Tampo-
co podían aspirar que se estableciera que la Sala Constitucional ‘...es la
única instancia hábil para establecer sus propias competencias ya
que tiene supremacía constitucional...’; en  primer  lugar, porque, por
mandato del artículo 137 de la Carta Magna, la Constitución y la ley son
las  que definen  las  atribuciones  de los  órganos  que  ejercen el  Poder
Público, incluida la Sala Constitucional, y, en segundo lugar, porque es
incorrecta la afirmación de que dicha Sala tenga ‘supremacía consti-
tucional’, ya que tal preponderancia sólo es predicable respecto de la
Ley Fundamental.

Cabe destacar la intención de la mayoría sentenciadora de resolver los
asuntos que se le plantearon y no la de aclarar las supuestas dudas que
declaró sin fundamento, la que se pone de relieve mediante la utiliza-
ción, en el fallo, de la fórmula ‘así se decide’, cuando ninguna decisión
cabía –más allá que la declaratoria de esa improcedencia– si la solicitud
de aclaratoria era, como se estimó, improcedente.

11. La sentencia aclaratoria resolvió ‘dudas’ del Consejo Nacional Elec-
toral manifiestamente inadmisibles.

11.1 Además de haber ignorado la inadmisibilidad de la solicitud del
Consejo Nacional Electoral por las razones que se expusieron supra, la
mayoría sentenciadora, en la página 2, hizo trascripción parcial de la
solicitud  de  ‘aclaratoria’, en  la  cual  ese  órgano  planteó una  duda  en
relación con el alcance de la decisión N° 566 de la Sala Constitucional,
específicamente respecto de la sentencia N° 37 que pronunció la Sala
Electoral con posterioridad a la decisión que fue mencionada en primer
lugar. Luego, como se trata de un hecho que acaeció después que se
dictó la decisión N° 566 y, por tanto, que no ha sido juzgado en la misma,
la ‘aclaratoria’ es, también por ese motivo, manifiestamente inadmisi-
ble. Tal petición no puede ser calificada, ni siquiera, como ‘ampliación
del fallo’ (que tiene por objeto corregir una especie de incongruencia
por omisión); desde luego que se trata de un hecho sobrevenido que, sin
lugar a dudas, no fue sometido al conocimiento de la Sala Constitucional
en la solicitud de avocamiento, como ya se señaló. Por ello, tampoco
podía el Consejo Nacional Electoral pedir que se ‘aclare’ si dicha sen-
tencia N° 37 ‘¿Es o no Nula?’
298 VOTOS DISIDENTES

11.2  En  el  punto  ‘2.-’  de  la  página  4,  el  Consejo  Nacional  Electoral
pretende  que  se  le  ‘aclare’  si  debe  ignorar  y  no  obedecer  cualquier
sentencia que sea dictada por  la Sala Electoral ‘en violación, desco-
nocimiento o desacato a la Sentencia N° 566...’, aspiración esa cuya
inadmisibilidad es protuberante, porque el sometimiento del Consejo
Nacional Electoral a la jurisdicción, especialmente a la contenciosa elec-
toral, impide cualquier cuestionamiento sobre el deber de acatar los fa-
llos judiciales, ya que lo contrario significaría la permisión del delito de
desacato o desobediencia a la autoridad jurisdiccional, cuya interdicción
en nuestro Estado de Derecho Social y de Justicia se impone tanto des-
de la perspectiva constitucional (Constitución de la República Boliva-
riana de Venezuela) como desde el prisma de la legislación ordinaria
(Código Penal, Código de Procedimiento Civil, Ley Orgánica del Poder
Judicial, etc.).

12. Consideraciones finales.

(...)

12.4 Por último, deplora este disidente que la calidad de la sentencia de
la que se aparta y el verdadero –éste sí– desorden procesal que la ca-
racterizó, producirá el desdibujamiento de la imagen de la Sala y del
Tribunal Supremo de Justicia, a pesar de los ingentes esfuerzos que, con
abnegación, durante varios años e ininterrumpidamente, se han entre-
gado  para  su  elevación.  En  efecto,  las  evidentes  contradicciones  de
dicho fallo y las groseras incongruencias del mismo con los criterios
conformantes de la jurisprudencia de la Sala, la divorcian y distancian
abismalmente del propósito de uniformidad en la interpretación y aplica-
ción de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que
preceptúa el artículo 335 eiusdem”.

Sentencia N°: 708.


Fecha: 28-04-04.
Demandante: Panadería y Pastelería El 20 C.A.
Materia: Oportunidad para la fijación de la audiencia públi-
ca en el procedimiento de amparo.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

El juzgador constitucional debe fijar la oportunidad para la


celebración de la audiencia pública dentro de las 96 horas
siguientes a la última notificación, por cuanto se está en
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 299

presencia de un lapso y no un término, como contrariamen-


te lo entendió la mayoría sentenciadora.

“En la sentencia en cuestión la mayoría sentenciadora declaró con lugar
el recurso de apelación contra la decisión que dictó el a quo constitu-
cional el 26 de junio de 2003, la nulidad de dicho pronunciamiento y la
reposición de la causa al estado en que, previa notificación, se fije nue-
va audiencia oral y pública. Ello, por cuanto, en criterio de la mayoría, la
oportunidad para la celebración de la audiencia se fijó antes de cuando
correspondía, es decir, que debió fijarse para el 12 de febrero de 2003 y
no para el momento cuando se hizo (10-02-03), en perjuicio de la peti-
cionante de amparo.

De la motivación de la decisión se deduce que, según la mayoría que
decidió,  la audiencia  oral y  pública  debe celebrarse  en las 96 horas
siguientes a la última notificación, como si se tratase de un término
que debe cumplirse cabalmente, lo cual contradice el fallo donde esta
Sala Constitucional fijó el procedimiento de amparo, en la que se señaló:

‘...Admitida la acción, se ordenará la citación del presunto agra-


viante y la notificación del Ministerio Público, para que concu-
rran al tribunal a conocer el día en que se celebrará la audiencia
oral, la cual tendrá lugar, tanto en su fijación como para su prác-
tica, dentro de las noventa y seis (96) horas a partir de la última
notificación efectuada. Para dar cumplimiento a la brevedad y fal-
ta de formalidad, la notificación podrá ser practicada mediante
boleta, o comunicación telefónica, fax, telegrama, correo electró-
nico, o cualquier medio de comunicación interpersonal, bien por
el órgano jurisdiccional o bien por el Alguacil del mismo, indicán-
dose en la notificación la fecha de comparecencia del presunto
agraviante y dejando el Secretario del órgano jurisdiccional, en
autos, constancia detallada de haberse efectuado la citación o
notificación y de sus consecuencias...’  (sic.  s  SC  N°  07/00,  del  01-
02. Resaltado añadido).

En razón de lo anterior, el Juzgado a quo constitucional actuó ajustado


a derecho cuando fijó la audiencia oral y pública en la oportunidad cuan-
do se produjo la última notificación, esto es, el 06 de febrero de 2003
(día  jueves),  para  que  su  celebración  el  10  de  ese  mismo  mes  y  año
(lunes), es decir, dentro de la noventa y seis horas siguientes a la últi-
ma notificación que se hubo producido. Por tanto el quejoso pudo ente-
300 VOTOS DISIDENTES

rarse de dicha fijación y cumplir con su carga procesal de asistencia,
cuyo incumplimiento produce la terminación del procedimiento.

En el caso sub examine, la representación judicial de la peticionante de
amparo no asistió a la audiencia oral y pública, razón por la cual debió
declarase la terminación del procedimiento, en consideración a que no
se encuentra interesado el orden público. De esta manera lo estableció
esta Sala en el fallo ut supra citado cuando señaló:

‘...La falta de comparecencia del presunto agraviante a la audiencia oral
aquí señalada producirá los efectos previstos en el artículo 23 de la Ley
Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

La falta de comparencia del presunto agraviado dará por termi-


nado el procedimiento, a menos que el Tribunal considere que
los hechos alegados afectan el orden público,  caso  en  que  podrá
inquirir sobre los hechos alegados, en un lapso breve, ya que conforme
al principio general contenido en el artículo 11 del Código de Procedi-
miento Civil y el artículo 14 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales, en materia de orden público el juez
podrá tomar de oficio las providencias que creyere necesarias...’ (Sic.
Resaltado añadido).

En conclusión, ante la inasistencia del apoderado judicial de la deman-
dante de amparo a la audiencia oral y pública, debió declararse la termi-
nación del procedimiento, en cumplimiento de la reiterada doctrina de
esta Sala Constitucional...”.

Sentencia N°: 899.


Fecha: 14-05-04.
Demandante: Distribuidora Polar de Oriente, C.A. (Dipolorca).
Materia: Improcedencia  de  las incidencias  en  el procedi-
miento laboral.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

Si bien es cierto que en los procedimientos de estabilidad


laboral no son, en principio, procedentes las incidencias, sin
embargo, deben admitirse en los casos en que podría produ-
cirse gravamen irreparable a los derechos de las partes.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 301

“El fallo del cual se disiente declaró sin lugar la apelación que interpu-
so la apoderada judicial de la peticionante de amparo y, por ende, con-
firmó el fallo del a quo constitucional que declaró la improcedencia de
la demanda.

Ahora bien, si bien la mayoría sentenciadora desestimó todas las denun-
cias que hizo la representación judicial de la quejosa como objeto de la
demanda, quien difiere no comparte el criterio mediante el cual se des-
echó la denuncia referente a la omisión de pronunciamiento sobre el
recurso de apelación que se interpuso contra la inadmisión de la prueba
de inspección judicial. Como fundamento de tal pronunciamiento seña-
laron que dicha omisión no vulneró los derechos constitucionales al de-
bido  proceso  y  a  la  defensa  de  la  supuesta  agraviada,  por  cuanto  tal
medio de impugnación ordinario en todo caso hubiese sido negado, debi-
do a que, en los procedimientos de estabilidad laboral no se admiten las
incidencias procesales por los principios que los informan (concentra-
ción, celeridad y simplicidad).

En atención a la fundamentación anterior debe señalarse que si bien es
cierto que el procedimiento de estabilidad laboral está informado de los
principios de concentración, celeridad y simplicidad, con lo cual, en prin-
cipio, no son admisibles las incidencias procesales que puedan desnatu-
ralizarlo,  no  es  menos  cierto  que  no  puede  negarse  el  derecho  de
impugnación sobre decisiones que, de no ser corregidas a tiempo, pu-
diesen generar un gravamen irreparable en la sentencia definitiva, lo
cual arrogaría indefectiblemente la violación del derecho a la defensa y
a la tutela judicial efectiva de la parte afectada, máxime cuando la deci-
sión cuestionada inadmite una prueba que fue promovida por ello.

La consideración de que la inadmisión de la tramitación de una apelación
en los procedimientos de estabilidad laboral se fundamenta en evitar las
dilaciones y retardo en su resolución, constituye, en el presente caso, una
fundamentación idónea para el sostenimiento de la posición contraria, es
decir, de la admisión el referido medio de impugnación, por cuanto en el
supuesto de que el juzgador del alzada considerase la prueba inadmitida
procedente y fundamental para la resolución del mérito de lo debatido,
tendría, necesariamente, que reponer la causa al estado de que sea admi-
tida y, posteriormente, evacuada, lo que, desde luego, produce la dilación
que se trata de evitar, en claro perjuicio de los justiciables.

En  el  caso  bajo  examen,  el  Juzgado  supuesto  agraviante  omitió  pro-
nunciamiento sobre la apelación que ejerció la recurrente contra la de-
302 VOTOS DISIDENTES

cisión que inadmitió la prueba de inspección judicial que promovió, con
lo cual incurrió en violación al derecho de petición de la supuesta agra-
viada y, consecuencialmente, a su derecho a la defensa, puesto que, a
juicio de quien aquí disiente, dicho medio de impugnación era a todas
luces admisible, máxime si se atiende a la particular finalidad de ese
medio de prueba, pues, en principio, atiende a la comprobación de cir-
cunstancias fácticas susceptibles de modificación en el tiempo, situa-
ción que, difícilmente, pudiese resolver el Juzgado de alzada cuando
sentencie la apelación del fallo definitivo del Juzgado de la causa, en
evidente perjuicio para la tutela efectiva del derecho de la recurrente.

Tal  proceder,  como  se  señaló,  vulneró  el  derecho  a  la  defensa  de  la
peticionante de tutela constitucional...”.

Sentencia N°: 903.


Fecha: 14-05-04.
Demandante: Transporte Saet  C.A.
Materia: Teoría del velo corporativo.
Ponente: Jesús Eduardo Cabrera Romero.

Los grupos económicos y la teoría del levantamiento del


velo corporativo. El grupo carece de personalidad jurídica
y, por ende, no es sujeto de derecho, no cuenta con un pa-
trimonio propio, no adquiere obligaciones ni es responsa-
ble como tal. Si la existencia del grupo es una cuestión de
hecho cuya alegación y prueba son indispensables para su
establecimiento en juicio, ello forma parte del thema deci-
dendum y, por tanto, debe dársele la oportunidad a aque-
llos que supuestamente conforman el grupo para que hagan
sus alegaciones y la correspondiente promoción y evacua-
ción de las pruebas que tengan a bien, así como la posibili-
dad de control y contradicción de las que haya aportado su
contrario. La teoría del levantamiento del velo debe estar
recogida en una norma legal que, expresamente, establez-
ca tal limitación. Además, como toda restricción a la liber-
tad de empresa, la aplicación de esa teoría debe hacerse de
manera restrictiva, en procura de la menor lesión a la liber-
tad económica.

“1. La  mayoría sentenciadora  comienza recordando  la doctrina  de la


sentencia N° 183/2002 (caso: Plásticos Ecoplast), según la cual:
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 303

‘...(L)a Sala apunta, que no escapa de su conocimiento, el que sobre
todo en el campo de las personas jurídicas, se trate de diluir la respon-
sabilidad de las mismas, constituyendo diversas compañías de manera
que unas enmascaran a las otras y hacen difícil a los futuros accionan-
tes determinar a quién demandar. Se trata de un tipo de fraude que en
principio nada tiene que ver con la existencia de los grupos o unidades
económicas y su pluralidad de empresas.

Así mismo, apunta la Sala, que por notoriedad judicial conoce cómo en
materia laboral, las personas jurídicas patronales utilizan prácticas ten-
dentes a confundir al trabajador sobre quién es su verdadero empleador;
o como surgen –a veces hasta por azar– situaciones que enmascaran al
verdadero patrón. Esto último puede ocurrir cuando el trabajador presta
sus servicios en un fondo de comercio con un nombre comercial definido,
recibe el pago y las instrucciones de una persona física, pero desconoce –
ya que recibe información insuficiente– quién es el verdadero empleador,
por lo general una persona jurídica a quien el trabajador ignora.

Los enmascaramientos y la información insuficiente son actitudes vio-
latorias del artículo 17 del Código de Procedimiento Civil, y que contra-
rían el artículo 1.160 del Código Civil, que pauta que los contratos (entre
los que está el de trabajo) se ejecutan de buena fe.

Ante este tipo de maniobra que entorpece al demandante la determina-
ción del demandado, y que se constata casuísticamente ¿qué debe ha-
cer  el  juez?  Por  lo  regular  el  demandado  trata  de  dilatar  el  proceso;
opone, si fuere posible, cuestiones previas a fin de deslindarse del insu-
ficientemente identificado en el libelo, o aduce una falta de cualidad, o
niega la relación laboral, ya que él no es el demandado.

Pero  en  materia  de  interés  social,  como  la  laboral,  el  juez  tiene  que
interpretar las normas con mayor amplitud a favor del débil, en benefi-
cio de quien tiene las dificultades, y sin apegarse a lo formal, debe de-
terminar si quien comparece por haber sido citado y niega en alguna
forma su condición de demandado, realmente lo es o no, desbaratando
la maniobra elusiva fundada en formalismos’

2. A continuación la misma mayoría estima conveniente la referencia al
criterio que fue sentado mediante decisión N° 558/2001 (caso: Cadafe),
en la que se argumentó lo siguiente:
304 VOTOS DISIDENTES

‘...(E)l desarrollo de los negocios ha llevado a la existencia de perso-
nas (naturales o jurídicas), que dirigen una serie de actividades econó-
micas,  o  que  adelanta  una  sola  mediante  diversas  compañías  o
empresas, formalmente distintas a la principal, pero unidas a ella no
sólo por lazos económicos, sino de dirección, ya que las políticas eco-
nómicas y gerenciales se las dicta el principal, quien a veces nombra
los administradores de estas sociedades o empresas, debido a que tie-
ne en las compañías –por ejemplo– una mayoría accionaría o de otra
índole, que le permite nombrarlos.

Jurídicamente no se trata de agencias o sucursales, ya que adquieren
una personería jurídica aparte del principal y distinta a la de las agen-
cias o sucursales, y en base a esa autonomía formal, asumen obligacio-
nes y deberes, teóricamente diferenciadas del principal, pero que en el
fondo obran como agencias o sucursales.

A estas empresas o sociedades que van surgiendo para desarrollar la
actividad del principal, y que pueden o no desenvolverse en lugares dis-
tintos al del domicilio de la principal, de acuerdo a su composición inter-
na o al grado de sujeción a la ‘casa matriz’, se las distingue como filiales,
relacionadas, etc. Se trata de un ente controlante que impone a otros,
con apariencias de sociedades autónomas o empresas diferentes, dicho
control para lograr determinados fines, por lo que los controlados se
convierten en meras instrumentaciones del controlante.

Diversas leyes vigentes han tomado en cuenta estas conexiones, y a ellas
se refieren, para evitar fraudes a la ley, abusos de derecho, la defrauda-
ción de acreedores o terceros, la competencia desleal, el monopolio encu-
bierto,  etc.  Entre  otras  leyes,  se  refieren  a  los  grupos,  a  las  empresas
vinculadas, etc: la Ley del Mercado de Capitales (artículo 120), la Ley
para Promover y Proteger el Ejercicio de la Libre Competencia (artículos
14 y 15); la Ley sobre Prácticas Desleales del Comercio Internacional
(artículo 2); la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras
(artículos 6,101 a 105 y 127); la Ley de Impuesto Sobre la Renta (artículo
5); la Ley de Regulación de la Emergencia Financiera (artículo 16); la
Ley Orgánica del Trabajo (artículo 177) y hasta en la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales (artículo 2) se re-
fieren a los grupos económicos o financieros, empresas controladas, y
sociedades vinculadas, que pueden tentativamente dividirse, según la po-
sición relativa que asuman en un determinado momento, en: 1) Controlan-
tes, 2) Interpuestas, 3) Filiales, 4) Subsidiarias y 5) Relacionados, tal como
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 305

los nombra la Ley General de Bancos y Otros Institutos Financieros, y
otras de las leyes mencionadas.

Las filiales, como lo dice la etimología de la voz, no pueden ser sino
hijos de las controlantes, si son sociedades fundadas directa o indirecta-
mente por los controlantes, con el objeto que crean conveniente, y que
pueden obrar en un momento dado como personas interpuestas, pudien-
do ser los administradores los mismos que los de los controlantes, u
otras personas que reciben ordenes o instrucciones de aquellos, ya que
son quienes los nombran, en vista, de que –si son sociedades de capita-
les– son los principales dueños del capital social.

Muchas de estas sociedades o empresas creadas por la ‘casa o direc-
ción matriz’ o principal, además se presentan públicamente como filia-
les o miembros de un grupo o unidad económica, bien por declaraciones
que hace el grupo en ese sentido, sin que nadie los desmienta, o porque
en sus actos una compañía o empresa se declara filial de otra, o utiliza
símbolos, signos, lemas u otras expresiones que son compartidas con el
principal, quien así también se identifica y lo permite’.

3.  En  el  número  IV,  el  fallo  del  que  se  discrepa  afirma,  de  un  modo
genérico,  que  ‘el ordenamiento jurídico ha señalado deberes y obli-
gaciones solidarias a la actividad concertada entre personas jurí-
dicas y para ello ha reconocido a los grupos...’ y agrega, inmediatamente
después,  que,  ‘Como unidades que son, existe la posibilidad de que
ellos asuman también obligaciones indivisibles, bien porque la ley
así lo señale expresamente, o bien porque la ley –al reconocer la
existencia del grupo y su responsabilidad como tal– acepta que se
está frente a una unidad que, al obligarse, asume obligaciones que
no pueden dividirse en partes, ya que corresponde a la unidad
como un todo, por lo que tampoco puede ejecutarse en partes, si se
exige a la unidad (grupo) la ejecución, así la exigencia sea a uno
de sus componentes’.

Es el caso que ninguna norma del ordenamiento jurídico venezolano es-
tablece que las compañías integrantes de los grupos de sociedades res-
pondan de manera indivisible de las que puedan ser consideradas como
obligaciones del grupo; ninguna norma del ordenamiento jurídico vene-
zolano establece una responsabilidad a cargo del grupo como unidad,
con un patrimonio ejecutable y con una responsabilidad jurídica diferen-
ciada;  y  ninguna  norma  o  conjunto  de  normas  acepta  –como  dice  la
306 VOTOS DISIDENTES

mayoría sentenciadora– que se está frente a una unidad que, al obligar-
se, asume obligaciones que no pueden dividirse en partes, ya que co-
rresponde a la unidad como un todo, por lo que tampoco puede ejecutarse
en partes, si se exige a la unidad (grupo) la ejecución, así la exigencia
sea  a  uno  de  sus  componentes.  Se  parte  de  un falso supuesto de
derecho cuando se presume la existencia de una construcción jurídica
contraria al principio de la individualidad patrimonial de los sujetos de
derecho (arts. 1863 y 1864 del Código Civil) principio cardinal del dere-
cho común que tiene,  además, en materia de sociedades mercantiles,
una expresión particular en el Código de Comercio, cuyo artículo 201,
después de la formulación de las reglas conforme a las cuales respon-
den las sociedades de sus obligaciones frente a terceros, agrega: ‘Las
compañías constituyen personas jurídicas distintas de las de los
socios’. Cualquier excepción a ese régimen general ha de ser objeto de
una formulación legislativa expresa y tal formulación no existe en los
términos que fueron expuestos en los párrafos que se citaron.

Así, el fundamento central de la sentencia de la cual se disiente, se resu-
me de la siguiente manera: la existencia de grupos empresariales pue-
de ser desconocida, de forma tal que a las sociedades integrantes de tal
grupo  se  les  asignan  ‘obligaciones indivisibles bien porque la ley así
lo señale expresamente, o bien porque la ley– al reconocer la exis-
tencia del grupo y su responsabilidad como tal– acepta que se está
frente a una unidad que, al obligarse, asume obligaciones que no
pueden dividirse en partes, ya que corresponde a la unidad como un
todo’.  Con  ello,  agrega  la  decisión,  se  ‘persigue legalmente evitar el
abuso del derecho de asociaciones, que produce una conducta ilíci-
ta’. Como sostén de tales consideraciones se alude a distintas leyes que
reconocen que a las compañías que conforman el grupo empresarial se
les puede  exigir ‘responsabilidades’  respecto de  obligaciones que  hu-
biere asumido cualquiera de los otros miembros del grupo.

El fallo que antecede hace directa referencia, de esa manera, a la lla-
mada teoría del levantamiento del velo, cuyo concepto ha sido per-
filado en distintas decisiones de esta Sala Constitucional. Sin embargo,
se  pretende  la  ampliación  de  esa  teoría  –claramente  excepcional–  y
propugna su aplicación general, con lo cual admite que determinada
sociedad mercantil, que no ha sido citada a juicio ni participado en éste,
sea condenada por la sentencia estimatoria de la demanda que hubiere
sido incoada contra otra compañía de comercio perteneciente al mismo
grupo que aquélla.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 307

Una aplicación indiscriminada, como la que se preceptúa, de la teoría
del levantamiento del velo, supone un atentado directo contra el de-
recho fundamental a la libertad de empresa que reconoce el artícu-
lo 112 de la Constitución, e introduce elementos que afectan, sin base
legal alguna, la estabilidad jurídica que ha de informar a todas las rela-
ciones comerciales.

En efecto, no puede abordarse el análisis de la teoría del levantamiento
del velo sin la previa ponderación de que esta teoría se erige en funda-
mento para la restricción del ejercicio de la libertad de empresa, cir-
cunstancia de la que dimanan dos concretas conclusiones: la teoría del
levantamiento del velo debe estar recogida en una norma legal que,
expresamente, establezca tal limitación. Además,  como  toda  res-
tricción  a  la  libertad  de  empresa,  la aplicación de esa teoría debe
hacerse de manera restrictiva, en  procura  de  la  menor  lesión  a  la
libertad económica.

Como se reconoce en la sentencia de la que se aparta el salvante, esta
teoría del levantamiento del velo responde a una ordenación particular
de la libertad de asociación que reconoce el artículo 52 de la Constitu-
ción. Pero lo cierto es que, principalmente, la mencionada teoría da co-
bertura a la adopción de restricciones a la libertad de empresa, derecho
fundamental que abarca, dentro de sus atributos, la libertad de organi-
zación empresarial.

El derecho constitucional que permite a todos los particulares la dedica-
ción a la actividad económica de su preferencia, también da cobertura
al derecho a la adopción de la organización empresarial más acorde con
la actividad que se explote. La doctrina admite que la libertad económi-
ca puede ser afectada a través de los elementos subjetivos de la empre-
sa, lo que a su vez supondrá una limitación del derecho de asociación,
tal y como reconoce la sentencia del Tribunal Constitucional de 23 de
febrero, número 23/1987. (Sebastián Martín Retortillo Baquer, Dere-
cho administrativo económico, La  Ley,  Madrid,  1991,  p.  194).  No
obstante, y en tanto restricción a la libertad de empresa, la aplicación de
la teoría del levantamiento del velo debe responder –se insiste– a una
expresa habilitación legal que, en adición, deberá ser interpretada res-
trictivamente. Ya esta Sala Constitucional ha recalcado que toda res-
tricción al ejercicio de la libertad económica, además de su necesario
fundamento legal, debe ser interpretada en forma restrictiva, en acata-
308 VOTOS DISIDENTES

miento a los principios de adecuación, proporcionalidad y racionalidad
(sentencia Nº 1140/2003, caso: C.A. Cervecería Nacional).

La decisión de la cual se disiente desvirtúa estos principios cardinales y,
de esa manera, deriva de la dispersa regulación legal que existe en la
materia, como un postulado general, la aplicación de la teoría del levan-
tamiento del velo, teoría que,  en  definitiva, permite afectar la esfera
jurídica de determinada sociedad mercantil, por hechos imputables a
otra sociedad, perteneciente al mismo grupo que aquélla. No se niega la
vigencia de esas concretas regulaciones legales. Sin embargo, la exis-
tencia de esas Leyes que regulan tal teoría desde variadas perspecti-
vas sectoriales,  corrobora,  precisamente,  la  conclusión  central  que
antes se indicó: el levantamiento del velo requiere expresa cobertura
legal y sólo dentro de la respectiva Ley, de interpretación restrictiva,
podrán aplicarse las consecuencias jurídicas derivadas de esta teoría.
El planteamiento del cual se difiere admite, entonces, la aplicación ana-
lógica de esas regulaciones legales sectoriales, para derivar de ahí una
limitación de general e indiscriminada aplicación. Bajo este razonamiento,
bien podría llegarse a la absurda conclusión de que ciertas restriccio-
nes, que están generalmente recogidas en distintas Leyes (por ejemplo,
la autorización necesaria para la explotación de determinada industria o
comercio), podrían extenderse a otras actividades respecto de las cua-
les el Legislador no ha previsto tal restricción.

El  planteamiento  de  fondo  de  la  sentencia  de  la  cual  se  discrepa  es,
entonces, la generalización de la aplicación de una restricción o li-
mitación que, como tal, es de interpretación restrictiva. La Constitu-
ción de 1999 claramente dispone, en su artículo 112, que la libertad de
empresa sólo podrá ser limitada de conformidad con lo que establece la
Ley. Luego, si la Ley no ha establecido, para el caso concreto, determi-
nada limitación, ésta no puede aplicarse sobre la base del razonamiento
según el cual, se trata de una limitación ‘usual’ dentro del ordenamiento
jurídico. Tal afirmación ha sido reiterada insistentemente, cuando se ha
sostenido, por ejemplo, la exégesis restrictiva de cualquier limitación de
la libre actividad empresarial y de las condiciones de su ejercicio (sen-
tencia del Tribunal Supremo Español de 28 de mayo de 1991).

Las restricciones a la libertad de empresa, como es el caso de aquellas
que derivan de la teoría del levantamiento del velo, no pierden su carác-
ter excepcional por más reiteradas que se encuentren en las distintas
Leyes que concurren en la ordenación de la economía. Aun cuando esa
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 309

teoría  aparezca  en  las  diversas  Leyes  a  las  cuales  se  alude,  siempre
será una excepción al principio general de libertad económica –en lo
que respecta a la organización de la empresa– y, como tal, su aplicación
tendrá que ser excepcional y restrictiva, sólo ante texto expreso.

4. Cuando hace referencia al domicilio de un grupo económico, la Sala
incurrió, de nuevo, en un exceso puesto que, de una norma de la Ley
Aprobatoria del Convenio sobre Arreglo de Diferencias Relativas a In-
versiones  entre  Estados  Nacionales  y  otros  Estados,  que  claramente
alude a personas jurídicas para la determinación de la nacionalidad de
los contratantes, deriva que la nacionalidad de los controlantes, a quie-
nes, en líneas anteriores, calificó como personas naturales ‘cabeza del
grupo’, determina la del grupo, la cual, ‘se ata a la nacionalidad de
los controlantes, que no son otros que aquellos que dirigen la uni-
dad económica, o de decisión o de gestión’.

5. En el número VI la mayoría sentenciadora afirma que ‘...quien pre-
tende obtener una decisión que declare la existencia del grupo,
tendría la carga de alegar y probar su existencia y quién lo dirige
conforme lo pautado en las leyes, según el área de que se trate’.
(Resaltado añadido).

Dicha idea se reitera cuando se señala que ‘(d)eterminar quién es la
cabeza o controlante de un grupo, lo que permitirá identificarlo de
tal, así como quiénes son sus componentes, es una cuestión de he-
cho que debe ser alegada y probada cuando se afirma...’.  (Re-
saltado añadido).

En otros pasajes del fallo se vuelve sobre el punto y se destaca que:

‘...la decisión judicial o administrativa (...) que declara la existencia del
grupo, tiene que estar precedida de pruebas sobre los hechos que,
según las leyes especiales, tipifican a estos entes, o en términos genera-
les, sobre la existencia de sociedades controlantes y controladas y su
vinculación en este sentido’. (Resaltado añadido).

‘...quien pretende obtener un fallo contra un grupo económico y obtener
la ejecución contra cualquiera de sus componentes, haciéndole perder a
éstos su condición de persona jurídica distinta (individualidad), debe ale-
gar y probar la existencia del grupo, el incumplimiento de las obliga-
ciones por uno de sus miembros, quien debido a su insolvencia o actitud
310 VOTOS DISIDENTES

perjudicial pretende burlar al demandante, a fin de que la decisión abar-
que a todos los que lo componen’. (Resaltado añadido).

En el detallado análisis que se hace del aspecto probatorio del tema que
ocupó a la Sala –el cual se estima excesivo por ser inútil para la solu-
ción del caso concreto e impertinente por su generalidad, a falta, justa-
mente, del marco fáctico de un caso concreto– parecen quedar excluidas
las sociedades irregulares del ámbito del Derecho Societario, cuya exis-
tencia puede probarse por cualquier medio de prueba ante la inexisten-
cia  del  documento  ad substantiam actus  que  recoja  su  constitución,
que es, precisamente, el señalado por la mayoría como necesario para
la prueba de la constitución de las distintas sociedades que conforma-
rían un grupo económico o ‘conjunto societario’.

6. Cuando se inicia el razonamiento que se recoge en el capítulo VII se
alude  a  los  grupos  económicos  como  sujetos  de  derechos,  deberes  y
obligaciones, en errada interpretación de las leyes a que el fallo hace
referencia  en  puntos  anteriores,  ninguna  de  las  cuales  les  otorga  tal
carácter de sujetos de derecho, sino que permiten, de una u otra for-
ma, según el caso, la fiscalización y regulación de la actividad de distin-
tas  sociedades,  ellas  sí  sujetos  de  derecho  en  tanto  que  dotadas  de
personalidad jurídica individual, en su conjunto, lo cual en modo alguno
convierte al conjunto en una persona –sujeto de derecho– distinta de
sus componentes.

En efecto, llama la atención la insistencia con la cual la decisión objeto
de este voto salvado atribuye con carácter general al grupo financie-
ro, capacidad para ser titular de derechos y obligaciones, circunstancia
que se vincula, necesariamente, al reconocimiento de ese grupo como
sujeto de derecho. Insistentemente el fallo se apoya, como fundamento,
en las disposiciones del Decreto con Rango y Fuerza de Ley General de
Bancos y Otras Instituciones Financieras. Es preciso, por ello,  hacer
referencia a algunas imprecisiones en las que se incurre en el análisis
de la esa Ley.

En criterio de quien disiente, se hizo un análisis errado del Decreto con
Rango y Fuerza de Ley General de Bancos y Otras Instituciones Finan-
cieras,  pues  se  tomaron  disposiciones  de  esa  Ley  para  extrapolarlas  a
situaciones que ninguna relación guardan con los fundamentos de la regu-
lación bancaria, en una ilegal inferencia. Debe recordarse, así, que, en la
actualidad, se admite que la regulación bancaria se fundamenta en la teo-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 311

ría de los ordenamientos jurídicos sectoriales, que esbozó Giannini,


conforme a la cual determinadas empresas se someten, exclusiva y ex-
cluyentemente, a determinadas normas jurídicas, cuya supervisión se
encomienda  a  una  Administración sectorial. (Diritto pubblico
dell´economia, Editorial Il Molino, Bolonia, 1999, pp. 198-202). En adi-
ción, ese ordenamiento jurídico sectorial tiene su fundamento en la nece-
sidad de salvaguarda de la estabilidad y solidez del sistema financiero.

La sentencia de la cual se disiente omite esa consideración y, de mane-
ra bastante simple, explana una supuesta teoría general de la doctrina
del levantamiento del velo, aplicable a todos los casos, con independen-
cia de la existencia de una Ley que dé cobertura a tal teoría. Sucede
que, en el contexto del Decreto con Rango y Fuerza de Ley General de
Bancos y Otras Instituciones Financieras, la figura del grupo financie-
ro (artículos 161 y 162) es desarrollada como justificación de las potes-
tades de supervisión de la Administración, y es así como la Ley alude a
la supervisión consolidada (artículo 216). Téngase en cuenta, sin em-
bargo,  que  tales  previsiones  no  se  ha  instituido  para  desconocer la
personalidad jurídica de las distintas sociedades mercantiles que inte-
gran el grupo financiero, sino como permisión para que la Administra-
ción despliegue su potestad de supervisión sobre otras compañías distintas
a las instituciones financieras que, sin embargo, conformen con éstas un
grupo financiero. Incluso, puede sostenerse que la regulación banca-
ria reconoce la existencia de esa personalidad jurídica individualizada,
pues el artículo 216 del Decreto con Rango y Fuerza de Ley General de
Bancos y Otras Instituciones Financieras, claramente, alude a la super-
visión consolidada de las personas jurídicas que integran ese grupo, y
no al grupo en sí. Tan es así, que el grupo financiero es definido como
la sumatoria de distintas personas jurídicas (artículo 161). Se observa,
además, que ninguna disposición del Decreto con Rango y Fuerza de
Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, se aplica como
tal a los grupos financieros, ni asigna a éstos derechos y obligaciones:
tales derechos y obligaciones son imputados, por la Ley, a las personas
jurídicas que se integran en tal grupo.

Es  preciso  destacar,  de  lo  anterior,  que  las  normas  del  Decreto  con
Rango y Fuerza de Ley General de Bancos y Otras Instituciones Finan-
cieras no recogen la doctrina del levantamiento del velo, en el sentido
de que la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras
no está facultada para el desconocimiento de la personalidad jurídica
de ciertas sociedades. Lo único que el Decreto con Rango y Fuerza de
312 VOTOS DISIDENTES

Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras aborda, es: i)
el concepto de grupo financiero, cuya calificación puede ser hecha por
la Administración; y ii) la posibilidad del ejercicio de la potestad de su-
pervisión  de  manera  consolidada,  respecto  de  todas  las  compañías
que integran el grupo.

Por otra parte, lo cierto es que las disposiciones de esa Ley que admiten
restricciones  sobre el ejercicio de la libertad de empresa a partir del
concepto de grupo financiero, no pueden ser aplicadas, analógicamente,
a supuestos distintos a los que allí están preceptuados, no sólo por el
carácter restrictivo de toda limitación a la libertad económica, sino, ade-
más, por cuanto las disposiciones del Decreto con Rango y Fuerza de
Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras únicamente
se aplican a los sujetos que, expresamente, están incluidos en ella, en
virtud de la ya comentada teoría del ordenamiento jurídico sectorial.

7. De seguidas, el fallo hace un enrevesado razonamiento según el cual,
para que se condene a un grupo económico, es necesaria la alegación y
prueba de su existencia, pero no la citación de cada uno de sus miem-
bros, ni siquiera la de aquél a quien se atribuya el incumplimiento
de sus obligaciones, sino sólo la del ‘componente controlante’ –quien,
según líneas anteriores del fallo podría ser incluso una persona natural–,
sin perjuicio de que cualquiera de las partes del grupo participe como
tercero en la causa, ya que esa será su cualidad en el proceso ‘hasta
que no se declare judicialmente la existencia del grupo’,  y  se  pre-
gunta el disidente cómo se pondrían en conocimiento de la demanda
esos otros miembros del grupo para participar como partes o como ter-
ceros si no es necesaria su citación. De esta inconsistencia parece, sin
embargo, percatarse la Sala más adelante, cuando destaca la importan-
cia de que las pruebas de la existencia del grupo económico sean con-
temporáneas  con  la  demanda  –¿documento  fundamental  que  debe
acompañarse  a  la  demanda  so  pena  de  extemporaneidad?–  y  declara
que  ‘algunas empresas podrían ya no ser parte del grupo para esa
fecha, y si no se les emplaza, no podrían alegar tal situación, ya
que al no comparecer al juicio no la podrían exponer’,  lo  cual,  por
obvio, hace inexplicable la afirmación anterior –emplazamiento innece-
sario– más allá de la evidente contradicción entre una afirmación y la
otra;  la  primera  de  las  cuales  se  retoma  luego  cuando  se  sostiene  la
posibilidad de condenatoria de un miembro del grupo, o del grupo ‘como
unidad’, que no hubiere mantenido una relación jurídica con el deman-
dante si se hubiere alegado y probado la existencia del conjunto, al cual
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 313

se ‘levantaría el velo’ de su personalidad jurídica. En este punto debe
insistir  el  disidente  en  que  los grupos económicos carecen de per-
sonalidad jurídica propia. Por último, llama la atención que la senten-
cia,  posteriormente,  cuando  concluye el  capítulo VII,  incurre en  una
nueva –y afortunada– contradicción cuando afirma que, para la conde-
na de miembros del grupo que no hubieren participado en determinado
juicio,  se  debe  haber  citado  al  controlante  ‘y al miembro a quien se
atribuya el incumplimiento’.

En todo caso, insiste el disidente en que no es cierto que el levantamien-
to del velo corporativo permite la condenatoria de una sociedad mer-
cantil  que  no  ha  sido  parte  en  juicio,  por la sola circunstancia de
pertenecer al mismo grupo empresarial  que  la  sociedad  mercantil
que sí había sido demandada. Por el contrario, el levantamiento del velo
permite  desconocer  las  formas  jurídicas  adoptadas  cuando se haya
hecho uso abusivo de éstas, para obviar la aplicación de determi-
nada disposición de orden público. Hay en este aspecto una impor-
tante contradicción, pues la mayoría sentenciadora afirma, inicialmente,
que  esa  teoría  ‘proviene del abuso del derecho de asociarse, o de
un fraude a la Ley’, y de allí que las Leyes que las regulan parten del
supuesto en el cual la ficción de la personalidad jurídica de las socieda-
des mercantiles se realiza para la evasión de la ‘responsabilidad gru-
pal’. No obstante, en las consideraciones generales que son efectuadas
más adelante, tal requisito de ilicitud es obviado como sostén de la afir-
mación que se comentó.

La ilicitud que sirve de soporte y fundamento de la doctrina en cues-
tión es aspecto definido dentro del Derecho venezolano en el sentido de
que la aplicación de esta teoría se supedita a la ilicitud del uso de la
personalidad jurídica de la sociedad mercantil y, por ende, guarda rela-
ción con las acciones de simulación, el hecho ilícito y el abuso de dere-
cho (‘Levantamiento del Velo de la Persona Jurídica: alcance, bondades
y  peligros’,  en  XXIX Jornadas J.M. Domínguez Escovar. Derecho
Mercantil, Barquisimeto, 2004, pp. 236 y 237).

Sobre esta nota determinante, esta Sala, en su sentencia Nº 152/2000,
caso: Firmeca 123 C.A., ha señalado lo siguiente:

‘En casos como el presente, y ello lógicamente no fue alegado por los
actores, cuando los administradores de las sociedades son los imputa-
dos del delito que se comete, utilizando instrumentalmente a las perso-
nas jurídicas, el velo corporativo se levanta con el fin de evitar el fraude
314 VOTOS DISIDENTES

a  la  ley  que  se  hace  presente  cuando  las  compañías,  como  personas
distintas a sus administradores, reclamen derechos que facilitan los efec-
tos del delito. En estas situaciones la personalidad jurídica de las socie-
dades se confunde con la de sus administradores, motivo por el cual, al
los administradores defenderse, lo hacen también por sus representa-
dos. Esto es tan cierto, que según la Ley de Ventas de Parcelas (artícu-
lo 22) se pena tanto a los administradores como a las personas jurídicas
en los casos de los hechos tipificados como delitos por dicha ley; por lo
tanto, ni siquiera la condición de terceros de las personas jurídicas con
respecto a los administradores, era oponible en esta materia...’.

La sentencia  de la  cual se disiente  abandona, en  forma  inexplicable,


esta nota de ilicitud inherente a la propia teoría del levantamiento del
velo y afirma que bastará, así, el alegato y prueba de la existencia del
grupo, su conformación y cuál de sus componentes ha incumplido. Se
omite cualquier análisis, sin embargo, de la necesaria ilicitud que debe
mediar para levantar el velo y omitir, así, las consecuencias deri-
vadas de la ficción de la personalidad jurídica. Toda  la  teoría  del
levantamiento del velo se sostiene en el concepto de simulación: se si-
mula la existencia de sociedades mercantiles distintas, con personali-
dad propia, pero pertenecientes a un mismo grupo empresarial, con la
intención de burlar la aplicación de determinada disposición de orden
público. Por ello, la prueba necesaria para la aplicación de la teoría del
levantamiento del velo –cuando así haya sido dispuesto en la Ley– debe
también versar sobre la simulación. Tal y como se ha señalado, la ‘...si-
mulación negocial existe cuando se oculta bajo la apariencia de
un negocio jurídico normal otro propósito negocial...’. En  especial,
la prueba ha de recaer sobre la causa simulandi, o sea, ‘el interés que
lleva a las partes a hacer un contrato simulado o el motivo que
induce a dar apariencia a un negocio jurídico que no existe o a
presentarlo en forma distinta a la que corresponde...’. (Sabaté, Luis
Muñoz, La prueba de la simulación, Bogotá, 1980, pp. 114 y 222).

Bastará sin embargo, según la decisión en cuestión, que una sociedad
mercantil pertenezca al mismo grupo empresarial que otra, para que, en
su contra, puedan ejecutarse sentencias condenatorias que hubieren sido
dictadas respecto de ésta última, ello aun cuando en la constitución de
esas compañías comerciales no se haya incurrido en ninguna actuación
ilícita, esto es, aun cuando ello no responda a un acto de simulación. Se
ha desvirtuado, de esa manera, la teoría del levantamiento del velo cor-
porativo, al obviarse, sin ninguna motivación, cualquier consideración
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 315

sobre la causa que  motivó la creación  de tales sociedades, que debe


ser, necesariamente, una causa de simulación, ante la intención de bur-
lar, fraudulentamente, la aplicación de prohibiciones de orden público.

8. Manifiesta su preocupación el disidente respecto de otras afirmacio-
nes que se hacen en el fallo que guardan relación con la participación
en juicio de los distintos miembros de un grupo y que tampoco tienen
cabida lógica, legal ni constitucional; tales son:

‘De ser incluida en el grupo  y sentenciada como tal, una persona no
citada y que no pertenece a él, la vía de la invalidación la tiene abierta,
en base al ordinal 1° del artículo 328 del Código de Procedimiento Civil,
ya que fraudulentamente fue citada en otra persona, como lo sería el o
los representantes del grupo.

Igualmente la invalidación fundada en el ordinal 3° del artículo 328 del
Código de Procedimiento Civil, procedería si los instrumentos que se
usaron para probar la inclusión del condenado como parte del grupo,
eran falsos o fueron manejados falsamente’.

De los párrafos que fueron transcritos cabe pensar que cualquier juicio
–y no sólo los atañederos a grupos económicos– puede llevarse sin cita-
ción, porque el justiciable dispone de la invalidación, lo cual se reduce a
un absurdo. Además, la conclusión que aparece en el último de ellos
implica la prueba, en el juicio de invalidación, de que el agraviado no es
conformante del grupo, lo cual no es materia a dilucidarse en ese juicio,
sino en aquél en el que se afirma la existencia del grupo. Asimismo, qué
sentido tiene la imposición del tortuoso camino de la invalidación si se
reconoce el derecho a cuestionar la pertenencia al grupo. Lo adecuado
es que se permita hacerlo en el juicio en el que se haga tal aseveración.
Por último, no se comprende que el justiciable alegue y pruebe que no
pertenece al grupo económico (por lo cual no debió ser demandado o
‘mencionado’ ni condenado) y que se reponga la causa que motivó la
invalidación para que alegue y pruebe lo que ya adujo y demostró ante
los mismos sujetos, porque las partes del juicio originario son los deman-
dados por invalidación.

9. Pero la Sala fue todavía más allá respecto a la posibilidad de que quien
no ha sido parte en un juicio determinado pueda ser, sin embargo, conde-
nado, al establecer una llamada ‘excepción’ a los conceptos que venía
desarrollando y que se han comentado supra, ‘en materia de orden públi-
co’  que  operaría  ‘cuando la ley señala una obligación –o una activi-
316 VOTOS DISIDENTES

dad– que debe corresponder en conjunto al grupo’,  aunque  no  men-


cionó la mayoría cuál o cuáles serían esas leyes. En este caso, no sería
necesaria siquiera la mención de una persona en la demanda  para que
pueda ser condenada en un juicio que le es ajeno, ‘si de autos quedan
identificados quiénes conforman el grupo y sus características’.

Ahora bien, afirma la sentencia objeto de discrepancia que en aquellas
materias de orden público como la laboral, el principio anterior sufre una
excepción  ‘...cuando la ley [no se especifica cuál] señala una obli-
gación –o una actividad– que debe corresponder en conjunto al
grupo. En la materia exclusiva donde esa obligación o actividad en
conjunto existe, así la demanda no se incoe contra el grupo como
tal, sino contra uno de sus componentes, debido a que por la ley
[tampoco se especifica] todos los miembros tienen una responsabili-
dad o deben contribuir a resolver una situación, por lo que conocen
de la demanda así no sea contra ellos, si de autos quedan identifica-
dos quiénes conforman al grupo y sus características, la sentencia
podrá abarcar a los miembros de éste no mencionados en el libelo’.

Lo anterior significa que, en relación con este integrante grupal que no
se mencionó (tercero ajeno al juicio), no se hizo la alegación que impone
la carga; que ante tal falta de alegación toda prueba es inadmisible por
impertinente y que, ante el incumplimiento de ambas cargas, alegación
y prueba, quien incumplió deberá cargar con la secuela adversa de su
inobservancia.  Sin  embargo,  la  excepción  en  cuestión  se  refiere  a  la
condena de alguien que no se mencionó en el escrito continente de la
demanda, sin que se explique cómo, jurídicamente hablando, puede lle-
garse al conocimiento de tal conformante grupal que ni siquiera se men-
cionó, como sucedió en el caso de autos, tal como se comentará infra..

Si la existencia del grupo es una cuestión de hecho cuya alegación y
prueba son indispensables para su establecimiento en juicio, ello forma
parte del thema decidendum y, por tanto, debe dársele la oportunidad a
aquellos  que  supuestamente  conforman  el  grupo  para  que  hagan  sus
alegaciones y la correspondiente promoción y evacuación de las prue-
bas que tengan a bien, así como la posibilidad de control y contradicción
de  las  que  haya  aportado  su  contrario;  de  allí  que,  a  juicio  de  quien
disiente, la excepción de la que habla la mayoría no tiene justificación
jurídica válida; además, es de suma gravedad ya que significa la apro-
bación o asentimiento por parte de esta Sala, (máximo garante y último
intérprete de la Constitución), de una condena sin fórmula de juicio,
lo cual es inaceptable, tal como lo declaró la Corte Suprema de Justicia
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 317

en Pleno cuando anuló, precisamente por ese motivo, el artículo 22 de la
Ley Orgánica de Amparo  sobre Derechos y Garantías  Constituciona-
les. Tampoco se explica cómo llegará el juez al convencimiento de la
existencia de un grupo económico –en los términos del fallo que antece-
de– y de quiénes lo conforman, si no es necesario que ello sea objeto de
alegación y prueba, como sucedió en el caso de autos, en el que no hay
ni alegato ni prueba de la existencia de una compañía distinta a la que
fue demandada y, sin embargo, el juez de la causa condenó a un tercero
que no había sido parte en el juicio, sin que se sepa cómo arribó a la
conclusión de que era ese tercero quien debía ser condenado.

A juicio de quien suscribe, el ordenamiento jurídico venezolano no per-
mite  la  excepción de  la que  habla la  mayoría, ni  siquiera en  materia
laboral u otras de orden público, ya que su aplicación comporta un des-
equilibrio procesal intolerable en cualquier Estado de Derecho, porque
es contraria al principio de la tutela judicial eficaz que preceptúa el ar-
tículo 26 de la Constitución vigente, así como al debido proceso y al
derecho fundamental a la defensa que reconoce nuestra Carta Magna a
toda persona (natural o jurídica), y que implica el derecho a ser oído con
las debidas garantías, dentro de un plazo razonable, así como la posibili-
dad de alegación y prueba (ex artículos 26 y 49 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela), como lo ha declarado esta Sala
Constitucional en innumerables decisiones.

Desde otro punto de vista, las consideraciones de la sentencia han sido
formuladas de manera general, referibles a todos los supuestos en los
cuales se demanda a determinada compañía de comercio que conforme
un grupo empresarial, lo que constituye, sin duda, una indebida aplica-
ción de la teoría del levantamiento del velo. Primero, pues ésta, en tanto
soporte de restricciones de la libertad de empresa, debe estar expresa-
mente reconocida en la Ley; además, por cuanto el levantamiento del
velo sólo queda justificado ante la realización de actos de simulación
(Vid.  supra).

La tesis según la cual el derecho a la defensa ‘del grupo’ se garantiza
con la participación de cualquiera de sus componentes o de su contro-
lante, recoge, en realidad, un pálido reflejo del derecho a la defensa que
postulan los cardinales 1 y 3 del artículo 49 de la Constitución. Así, lo
cierto es –debe insistirse en ello– que la sociedad mercantil contra cuyo
patrimonio se ejecuta un fallo que hubiere sido pronunciado en un juicio
en el cual no fue parte, no tuvo oportunidad de desvirtuar los elementos
318 VOTOS DISIDENTES

de procedencia de la aplicación de la teoría del levantamiento del velo.
Muy especialmente, no pudo desvirtuar que, en cualquier caso, la crea-
ción de distintas compañías que estén adscritas a una sociedad matriz
no responde a un acto de simulación, lo que es, como se ha dicho, pre-
supuesto esencial para la aplicación de la señalada tesis.

En esta línea de pensamiento se encuentra, entre nosotros, Francisco
Hung Valliant  (‘Doctrina del  levantamiento del  velo por  abuso  de  la
personalidad jurídica’, en El Derecho Público a comienzos del Siglo
XXI. Estudios Homenaje a Allan R. Brewer-Carías, Tomo II, Civitas,
Madrid, 2003), quien sostiene que esa teoría es de aplicación restrictiva,
que no extensiva. Así, el prenombrado autor afirma que ha de partirse,
siempre, del hermetismo de la personalidad jurídica, y reseña, así, que la
posición  mayoritaria  de  la  doctrina  apunta  al  ‘carácter restrictivo y
subsidiario de aplicación de la técnica del levantamiento del velo’
(p. 2038). Como nota determinante de esa doctrina, se hace alusión al
necesario fraude que legitima la enervación de la personalidad jurídica,
pues  ‘cuando un grupo de personas actuando de buena fe consti-
tuyen una sociedad mercantil y cumplen al respecto todas las dis-
posiciones legales del caso, el reconocimiento de la diferencia,
autonomía e independencia de las personas jurídicas es invulne-
rable y como consecuencia, también lo es la diferenciación de per-
sonalidades jurídicas y la existencia de patrimonios diversos. La
razón de ello es sencilla: la ley permite a los ciudadanos, y éstos
tienen la expectativa legítima plausible de ello, que en un Estado
de Derecho los órganos encargados de la aplicación de la ley (ad-
ministrativos y jurisdiccionales) observen y respeten los efectos que
la constitución de tales sociedades apareja conforme a lo estipula-
do en un sistema jurídico’. (Destacado añadido, p. 2039).

Por su parte, James Otis Rodner, (‘Comentario. Grupos societarios [con-
validación  de  la  falta  de  notificación]’,  en  Jurisprudencia Clave del
Tribunal Supremo de Justicia, Tomo III, Enero-Junio 2001, Editorial
La Semana, Caracas, 2001, p. 149), reconoce como marcadamente ex-
cepcional, la posibilidad de reconocimiento, a un grupo societario, de
capacidad para que actúe en juicio.

Coinciden estos  autores con  el planteamiento  central del  criterio del


disidente, en el sentido de que la doctrina del levantamiento del velo no
puede aplicarse de manera laxa y extensiva. Por el contrario, ante las
importantes consecuencias que de esa teoría se desprenden, y ante las
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 319

restricciones  que  a  la  libertad  de  empresa  (especialmente  en  lo  que
atañe a la libertad de organización de la empresa privada) supone, la
teoría del levantamiento del velo sólo puede ser aplicada ante texto le-
gal expreso que permita enervar la ficción de la personalidad jurídica de
las sociedades mercantiles, Ley que tendrá que ser interpretada restric-
tivamente, en el sentido más favorable al derecho de libre organización
de la empresa. Además, el desconocimiento de esa personalidad única-
mente procederá cuando quede plenamente comprobada la realización
de un acto de simulación, esto es, cuando la constitución de varias so-
ciedades mercantiles  responda a un ejercicio abusivo del derecho de
libertad económica. Todo ello corrobora que la aplicación de esa teoría,
para la ejecución de sentencias condenatorias contra determinada so-
ciedad, sólo es posible en el marco de un debido proceso que, conforme
a las garantías del artículo 49 de la Constitución, asegure el derecho a la
defensa de la compañía que resulte afectada.

10. Por otra parte, se declara que la responsabilidad de la totalidad de
los miembros de un grupo respecto de las obligaciones que hubieren
asumido o incumplido cada uno de sus miembros, devendría, no de la
solidaridad  entre  estos  últimos,  ‘sino de una obligación indivisible
que nace por la existencia de los grupos’ ‘en materia de orden
público e interés social, donde es necesario proteger al débil o a
la sociedad, en aras a una justicia eficaz, contraria a la multipli-
cidad de juicios, para dar cumplimiento a los artículos 2 y 26
constitucionales’.

Al respecto, observa quien disiente, en primer lugar, que la Sala no funda-
mentó, en forma alguna, la vinculación de una norma genérica, declarati-
va de principios, como el artículo 2 constitucional, con el caso muy concreto
que se analiza. Además, se pretende que con la errada tesis que se mane-
ja se evitaría la multiplicidad de juicios, cuando, en realidad, es fácil cole-
gir que, por el contrario, la sentencia de la que se discrepa multiplicará las
causas que competen  a la jurisdicción constitucional  ya que generará,
junto con la interposición de numerosos recursos de invalidación –como
la propia mayoría lo sugiere–, amparos constitucionales por violación a
los  derechos  a  la  defensa  y  al  debido  proceso  por  la  condenatoria  de
personas ajenas a los procesos en que hubieren sido condenados, medio
éste idóneo para tal fin, de conformidad con lo que ha declarado reitera-
damente esta misma Sala (Cfr. ss.S.C. N° 403 de 02-04-01, caso: Simpe
C.A. N° 1787 de 25-09-01, caso: Inversiones Hermisant C.A. y 137 de
23-0503, caso: Freddy Alberto Pérez Pérez, entre otras). Por último, en
320 VOTOS DISIDENTES

criterio del disidente las apreciaciones aludidas son innecesarias porque
la eventual multiplicidad de causas encuentra solución en el ordenamiento
jurídico a través de la figura del litis consorcio que respeta los derechos
constitucionales de todas las partes del proceso.

En cuanto al carácter ‘indivisible’ de las obligaciones de los distintos
miembros de un grupo, éste no derivaría ni de la naturaleza misma de la
obligación  –que si  es  dineraria,  como  en el  caso  de autos,  es, por  el
contrario, esencialmente divisible– ni de la ley –si cupiera la distinción–
sino, por vez primera, del criterio de la sentencia que antecede.

Quien discrepa estima, con Ángel Cristóbal Montes, que las obligacio-
nes indivisibles lo son, todas, natura rerum:

‘Desde el punto de vista de los sujetos el cuadro obligacional  queda
cerrado por las categorías de las obligaciones mancomunadas, solida-
rias y, en su caso, conjuntas; ahora, en cambio, al igual que ocurre con
las obligaciones alternativas y genéricas, nos encontramos en presencia
de una relación obligatoria cuyo matiz determinador y su impronta ca-
racterizadora vienen dados por las circunstancias de que su objeto es
indivisible, sin perjuicio de que semejante factor pueda venir coordi-
nado con el hecho de que el vínculo plural se presente como mancomu-
nado o solidario.

(...)

El olvido de la referencia obligada al objeto y la postergación del


hecho de que la indivisibilidad es algo que debe contemplarse bajo
el prisma primario de la naturaleza y las circunstancias de la pres-
tación debida han contribuido sobremanera a enturbiar la especie
que nos ocupa, a primar en exceso el juego de los sujetos y, en
definitiva, a trasladar progresivamente la materia desde el campo
del objeto de la relación al de los titulares de la misma’. (Destacado
añadido. Cfr. Montes, Ángel Cristóbal, Las Obligaciones Indivisibles,
Editorial Tecnos, Madrid, 1991, pp. 33 y ss.).

11. Tampoco comparte el salvante un gran número de afirmaciones que
se hacen en el fallo del que disiente, bien sea por que son falsas, contie-
nen imprecisiones de orden técnico, excesos expresivos, contradiccio-
nes, o por las graves consecuencias sociales y económicas que de ellas
pudieran derivarse, entre las cuales se destacan:
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 321

‘...al  existir  una  obligación indivisible,  cada uno de los miembros


del grupo contrae y está obligado por la totalidad (artículo 1254 del
Código  Civil)  por lo  que  el pago y el cumplimiento efectuado por
uno de los miembros del grupo libera a los otros’.

‘La identificación del controlante es de vital importancia, ya que la per-
sona natural o jurídica que ocupa esa posición va a tener la mayor res-
ponsabilidad derivada de los actos del grupo, y a su vez obliga a los
controlados como miembros de él’.

‘El reconocimiento por diversas leyes de los grupos económicos como
sujetos de derecho...’.  (Resaltado  añadido).

‘...los grupos económicos adquieren como tal responsabilidades


y obligaciones, sin importar cuál sector del grupo (cuál compañía) las
asume, por lo que la personalidad jurídica de las sociedades responsa-
bles en concreto se desestima, y se hace extensiva a otras, cuya indivi-
dualidad como personas jurídicas no las protege’. (Resaltado añadido).

‘...en la sentencia definitiva se levanta el velo de la personalidad jurí-


dica al grupo...’. (Resaltado añadido).

‘...quienes  conforman  al  grupo,  no  adquieren  necesariamente  una  res-


ponsabilidad solidaria, ya que entre el grupo –que es una unidad– no pue-
den existir acciones de regreso, como las contempladas entre los solidarios
por el artículo 1238 del Código Civil, cuando el grupo se ha constituido en
base al criterio de unidad económica, ya que el patrimonio efectivo es
uno solo y mal pueden existir acreencias y deudas entre sus miembros,
que se extinguen por confusión’. (Resaltado añadido).

‘...cuando la unidad económica es la razón de ser del grupo ya no puede
existir una responsabilidad solidaria entre sus miembros, ya que la ac-
ción de regreso no existe, sino que el grupo queda obligado por una
obligación indivisible’.  (Resaltado  añadido).

‘Se está ante una unidad patrimonial que no puede ser eludida por la
creación de diversas personas jurídicas’. (Resaltado añadido).

‘(é)ste [se refiere al grupo] tiene un patrimonio o dirección conso-


lidada y responde con él por medio de todos sus componentes, si es que
dentro del grupo la persona jurídica que asume las obligaciones las in-
cumple’. (Resaltado añadido).
322 VOTOS DISIDENTES

‘La  unidad patrimonial y la responsabilidad común  se  patentiza


en la Ley Orgánica del Trabajo, en su artículo 177, que también parte
del concepto de grupo, para la determinación de los beneficios de una
empresa. Como uno de los criterios para distinguir la realidad de un
conjunto es la unidad económica, para verificarla no importa que ésta
unidad aparezca dividida en diferentes explotaciones con personerías
jurídicas distintas. Es más, ni siquiera el que lleven contabilidades se-
paradas rompe  la  noción de  unidad económica del  referido artículo
177 de la Ley Orgánica del Trabajo (y el artículo 21 de su respectivo
reglamento). Si para el cálculo de los beneficios a que tienen derecho
los trabajadores, se toman en cuenta los beneficios del grupo, debe
considerarse, una vez más, que todo su patrimonio es una uni-
dad. Siendo esto así, el traslado de patrimonios de un elemento del
grupo a otro es lícito, y a veces necesario, ya que la responsabilidad
de uno de los miembros puede afectar al resto,  y  una  empresa
que marche mal, puede proyectar esa responsabilidad sobre otros com-
ponentes y hasta sobre el todo. Luego, el traslado de fondos de una
sociedad a otra es lícito y común, ya que si se va a responder como
un todo, lo justo y equitativo es que se trate que ese todo no falle,
pues el evitar cualquier falta es también de la responsabilidad de los
controlantes. Tampoco estos traslados de fondos, o retención de fon-
dos en un momento dado, en operaciones intergrupos, pueden consi-
derarse ilícitas o ilegales, ya que ellos no son sino distribuciones de
capital con miras a sus intereses, el cual –como lo ha señalado este
fallo– responde como una unidad. Es más, así se contabilicen como
créditos entre miembros, ellos –técnicamente no lo son–, ya que cons-
tituyen un solo patrimonio’. (Resaltado añadido).

‘Cada vez que puede calificarse como tal uno de estos conjuntos socia-
les, se está ante un capital compacto para responder a los acreedo-
res,  y  por  ello  el  reparto  del  capital  entre  las  instrumentalidades  es
intrascendente para quien actúa contra el grupo’. (Resaltado añadido).

En todos los asertos que anteceden se parte del mismo error, se consi-
dera al grupo como un ente con personalidad jurídica y con patrimonio
propio, sujeto de derecho con obligaciones, deberes y responsabilidad,
cuando  ello  es  completamente  falso  ya  que,  como  se  indicó  en  este
escrito, el grupo carece de personalidad jurídica y, por ende, no es
sujeto de derecho, no cuenta con un patrimonio propio, no ad-
quiere obligaciones ni es responsable como tal.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 323

A juicio del salvante, afirmaciones como las que fueron transcritas aten-
tan contra el desarrollo de nuestra economía y podrían aparejar conse-
cuencias nefastas para la sociedad, ya que la inseguridad jurídica que
de las mismas dimana desfavorece la situación de hecho que representa
el fenómeno de los agrupamientos económicos, los cuales han sido de-
terminantes  para  el  desarrollo  de  la  actividad  económica  moderna  y
contemporánea a nivel mundial.

12.  En  cuanto  a  la  materia  laboral  –marco  del  caso  concreto  que  se
decidió– se cita el artículo 177 de la Ley Orgánica del Trabajo para la
afirmación del reconocimiento de grupos económicos a pesar de que tal
reconocimiento no se desprende de la norma, en la que ni siquiera se
habla de grupos.

En  el  caso  concreto  de  la  Ley  del Trabajo,  el  artículo  177  establece
únicamente que la determinación definitiva de los beneficios de una
empresa se hará con atención al concepto de unidad económica de la
misma,  aún  en  los  casos  en  que  ésta  aparezca  dividida  en  diferentes
explotaciones o con personerías jurídicas distintas u organizada en dife-
rentes departamentos,  agencias  o sucursales, para los  cuales se  lleve
contabilidad  separada. La única obligación para la empresa es la del
cálculo de los beneficios en función de unidad económica (la palabra
grupo ni siquiera es mencionada). Ahora bien, el artículo 21 del Regla-
mento de la Ley establece una responsabilidad solidaria de los patronos
que integran un grupo de empresas –ajena a la naturaleza de la obliga-
ción (divisible)– con respecto a las obligaciones laborales contraídas
con sus trabajadores, a pesar del rango legal que debe tener la solidari-
dad a falta de convenio entre las partes, a tenor de lo que dispone el
artículo 1.223 Código Civil.

Esta norma excede el marco reglamentario, en cuanto que no se ajusta
al espíritu, propósito y razón de ley que desarrolla, ya que le agrega una
cualidad –el principio de solidaridad– a la responsabilidad de los patro-
nos que no está en la ley reglamentada.

Esta norma reglamentaria, que no debería recibir aplicación por su evi-
dente inconstitucionalidad, es objeto de una cuestionable interpretación
por  la mayoría  sentenciadora  cuando  afirma que  ‘no se trata de una
responsabilidad solidaria, sino de una obligación indivisible del
grupo, que actúa como una unidad económica y que se ejerce re-
partida entre varias personas, y que en materia de orden público e
interés social como lo es la laboral, persigue proteger los derechos
324 VOTOS DISIDENTES

de los trabajadores. Se está ante una unidad patrimonial que no


puede ser eludida por la creación de diversas personas jurídicas’.
En otras palabras, el reglamento excede a la ley y la sentencia va más
allá del reglamento ya que, en todo caso, la solidaridad que impone debe
ser, en nuestro ordenamiento jurídico, materia de lege ferenda.

La evidente inconstitucionalidad del artículo 21 del Reglamento de la
Ley Orgánica del Trabajo, en cuanto que excede a esa Ley, ha debido
ser declarada por la Sala –y ser objeto del planteamiento de una auto-
cuestión de inconstitucionalidad– en lugar de su utilización como funda-
mento de un razonamiento que, como se explicó, es insostenible en el
marco del ordenamiento jurídico vigente en el que la solidaridad no exis-
te ni se presume, salvo norma de rango legal o pacto expreso en con-
trario, tal como lo establece el artículo 1.223 del Código Civil que reza,
según  el  cual:  ‘No hay solidaridad entre acreedores ni deudores,
sino en virtud de pacto expreso o disposición de la Ley’.

13. Afirma la sentencia en el capítulo VIII:

‘Quien estructura un grupo económico para actuar en el mundo jurídico,
no puede eludir las responsabilidades mediante lo formal de la instru-
mentalidad, en perjuicio de contratantes, terceros, Fisco, etcétera. Ante
esta  realidad,  si  en  el  curso  de  una  causa  donde  está  involucrado  el
orden público y el interés social, surge la certeza de que hay otros miem-
bros del grupo formado por la unidad económica, diferentes a los de-
mandados,  la  sentencia  puede  abarcar  a  éstos,  así  no  hayan  sido
mencionados como accionados, ni citados. Al fin y al cabo, como miem-
bros de la unidad, conocen la obligación del grupo y uno de sus miem-
bros ha defendido los derechos grupales en la causa.

Se perdería el efecto del levantamiento o suspensión del velo, si el acree-
dor tuviere que dividir su acreencia, e ir contra cada uno de los partíci-
pes del conjunto, y ello no es lo previsto en las leyes especiales que
regulan la responsabilidad grupal.

Para evitar tal efecto, se contempla expresamente en muchas leyes la
solidaridad, pero ello no tendría técnicamente razón de ser cuando no es
posible en teoría la acción de regreso, como ocurre en los grupos que
nacen bajo el criterio de la unidad económica, por lo que o se está ante
una obligación legal, lo que no resuelve el problema del emplazamiento
de uno solo de los miembros, o se está ante una obligación indivisible,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 325

que sí posibilita la solución del emplazamiento de uno de sus miembros,
tal como se declara’.

El criterio que fue establecido en los anteriores párrafos es contrario al
principio constitucional del debido proceso (art. 49 de la Constitución),
al principio constitucional de acceso a la justicia (art. 26 eiusdem) y al
principio de la relatividad de la cosa juzgada (art. 273 del Código de
Procedimiento Civil).

La imputación directa de responsabilidad para los integrantes del grupo
que pretende la sentencia que origina este voto no tiene sustento legal
tampoco en el derecho comparado. Nuestra doctrina se ha hecho eco
de esta situación en estos términos:

‘En el ámbito comunitario europeo no ha tenido acogida la propuesta de
modular la responsabilidad de la controlante por las deudas de la con-
trolada según la técnica de la desestimación de la personalidad jurídica,
que ya había sido adoptada en el Código Civil italiano en el artículo 2362
y estaba contenida en el modelo de sociedad europea. Tal como lo ex-
plica Galgano, el artículo 239 del estatuto de la sociedad europea for-
mulaba  la  regla  según  la  cual  la  empresa  dominante  era,  en  caso  de
insolvencia de la dominada, solidariamente responsable de las obligacio-
nes asumidas por ésta. En el proyecto de Séptima directiva se prefirió
acoger el modelo de la ley alemana, el cual excluye la imputabilidad
directa a la controlante de las obligaciones asumidas por la controlada,
pero admite la responsabilidad extracontractual de la primera bien fren-
te a la segunda o bien frente a los accionistas de ésta, y regula la acción
subrogatoria  de  los  acreedores  y  de  los  accionistas  de  la  controlada
frente a la controlante’. (Morles Hernández, Alfredo. Curso de Dere-
cho Mercantil. Las sociedades mercantiles, Tomo II, 5a  edición; Uni-
versidad Católica Andrés Bello, Caracas 2002, p. 1639).

Cosa distinta es el abuso de la personalidad jurídica o el recurso al fraude,
cuestiones que deben ser objeto de alegato y prueba en el proceso res-
pectivo. Sobre estos particulares nuestra doctrina ha sido bien precisa:

‘El grupo carece de personalidad jurídica. Tanto la sociedad matriz como
las sociedades filiales tienen, cada una, su propia personalidad jurídica.
La situación del grupo es una situación de hecho, deliberadamente que-
rida por los miembros del grupo. Si no existieran personalidades jurídi-
cas diferenciadas, los organizadores del grupo acudirían a establecer
agencias, sucursales u otras formas de dispersión de lo que sería una
326 VOTOS DISIDENTES

unidad. Por otra  parte, los grupos son,  generalmente, organizaciones


dinámicas y expansivas a las cuales se incorporan nuevos miembros o
de  las  cuales  se  desprenden  algunos.  Por  lo  tanto,  el  grupo  no  tiene
patrimonio propio, no puede ser ejecutado ni puede quebrar.

Cada una de las sociedades del grupo tiene una personalidad jurídica
completa, tan completa como si fuera económicamente autónoma (Gun-
yon) y no existiera la relación de dependencia o dirección unitaria pro-
pia del grupo. Las excepciones a este principio provienen de la ley o de
la aplicación de principios generales. En consecuencia, las empresas
integrantes del grupo pueden contratar entre sí; los administradores de
cada sociedad tienen una responsabilidad específica, circunscrita a la
gestión de ésta; los acreedores de cada empresa sólo pueden ejecutar
sus créditos contra su deudor individual; los accionistas de cada socie-
dad sólo son accionistas de ésta; la quiebra de un miembro del grupo no
afecta al resto de sus integrantes; las utilidades y las pérdidas son utili-
dades y pérdidas de las sociedades y no del grupo. Todo esto significa
que el control que mantiene la cohesión del grupo es lícito y no crea
obligaciones ni para la controlante ni para la controlada, a menos que se
cause un daño a otro.

Para poder desestimar la personalidad jurídica de la sociedad se tiene
que estar frente a un cúmulo de circunstancias por medio de las cuales
se compruebe que se ha producido una confusión de patrimonio y una
indiferenciación de los órganos de administración; que se ha renunciado
de  manera  expresa,  virtual  o  tácita  a  la  personalidad  jurídica;  o  que
existe un propósito de fraude’. (Morles Hernández, Alfredo. Ídem, pp.
1.646 a 1.647).

14. Por último, no puede dejar de resaltarse que la mayoría, después de
las largas disquisiciones a que se ha hecho referencia, dedicó sólo unos
pocos párrafos al caso concreto, a través de los cuales respaldó la con-
denatoria en juicio de una persona jurídica distinta de la que se deman-
dó,  que  ni  siquiera  fue  mencionada  en  el  curso  de  la  causa  –mucho
menos fue citada o tuvo participación alguna en el proceso– sin fórmula
de juicio alguno, y sin que se hubiere alegado ni probado la existencia de
un grupo económico, incongruencia ésta de tal entidad que no sólo vicia
de nulidad al fallo por ilegalidad (ex artículo 243.5 del Código de Proce-
dimiento Civil), sino que también lo inficiona de inconstitucionalidad ya
que vació de contenido el derecho a la tutela judicial efectiva de la que-
josa (artículo 26 de la constitución), así como sus derechos a ser oída y
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 327

a la defensa, componentes esenciales del debido proceso que reconoce
el artículo 49 eiusdem.

En  efecto,  de  la  revisión  del  expediente  correspondiente,  se  observa
que se demandó a Transporte Saet La Guaria C.A., cuyo emplazamien-
to se acordó en el auto de admisión y que se identificó por el demandan-
te  a  través  de  sus  datos  de  registro  en  el  Registro  Mercantil  de  la
Circunscripción Judicial del Distrito Federal, con inscripción, el 25 de
septiembre de 1996, bajo el N° 06, Tomo 256-A Pro. El entonces de-
mandante solicitó la práctica de la citación en las personas del Repre-
sentante Legal de la compañía, Juan José Lucas Riestra Delgado o del
Administrador, Ramón Gil, en la sede de ésta: Parroquia Catia La Mar,
Estado Vargas, detrás del Centro Comercial Victoria. Sin embargo, en
la sentencia de primera instancia laboral se identificó a la parte deman-
dada  como  “Transporte Saet C.A. inscrita en el Registro Mercantil
Primero de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Esta-
do Miranda, en fecha 15 de marzo de 1956, bajo el N° 53. tomo 3-
A”, sin justificación alguna.

La sentencia en cuestión narra que no fue posible la citación, según dio
cuenta el alguacil de ese tribunal, en diligencia del 18 de octubre de
2000 que consta en autos y reza: ‘...: consigno en este acto boleta de
citación sin firmar, con su correspondiente compulsa y orden de
comparecencia de la demandada (...) Transporte Saet La Guaira,
C.A., ya que el día, 10-10-00 (...) me presenté en las oficinas de la
empresa anteriormente señalada, detrás del Centro Comercial Vic-
toria, entrada Playa Grande, Catia La Mar, Estado Vargas y allí
me fue imposible localizar a los ciudadanos Juan José Lucas Ries-
tra Delgado y/o Ramón Gil en ese lugar’. (Destacado  añadido).  A
falta de citación, se nombró un defensor ad lítem.

Sólo fue en la audiencia oral de este amparo cuando se alegó la existen-
cia  de  solidaridad  entre  Transporte  Saet  C.A.  y  Transporte  Saet  La
Guaira C.A., con fundamento en el artículo 21 del Reglamento de la
Ley Orgánica del Trabajo, porque  formarían un grupo económico, lo
cual fue rebatido por la primera con el argumento de que tal alegato
correspondía haberlo hecho en el escrito de demanda y que si se consi-
deraba  que  Transporte  Saet  C.A.  debía  responder  ha  debido  ser  de-
mandada. Así lo observó el a quo constitucional, el cual declaró con
lugar el amparo por cuanto la solidaridad entre ambas compañías no
había sido invocada, de modo que se condenó a una persona jurídica
328 VOTOS DISIDENTES

que no había sido demandada ni citada y que, por consiguiente, no pudo
alegar nada acerca de la existencia o no de tal solidaridad.

Dicho lo anterior, concluye el salvante que, en el caso que se examina,
se imponía la confirmación del fallo objeto de consulta que dictó el Juz-
gado Superior en lo Civil, Mercantil, Tránsito, Trabajo y Protección del
Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado Vargas
y que declaró con lugar la demanda de amparo que interpuso Transpor-
te Saet, S.A. contra la sentencia definitiva que pronunció el Juzgado de
Primera Instancia del Trabajo de esa misma Circunscripción Judicial el
11 de julio de 2001, en lugar de su revocatoria”.

Sentencia N°: 922.


Fecha: 19-05-2004.
Demandantes: Nitro Plant, C.A. y Harold Brandt Pacheco.
Materia: Potestad Administrativa de policía. Medidas cau-
telares en sede administrativa.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

Demanda de amparo contra el Servicio Autónomo de Sani-


dad Agropecuaria (S.A.S.A.) adscrito al Ministerio de
Agricultura y Tierras. Amparo constitucional. Potestades
de policía administrativa. Medidas cautelares en sede ad-
ministrativa. El voto salvado considera que debió confir-
marse la estimatoria de la demanda, pues la Administración
dictó medidas ablatorias autónomas, sin previo ni poste-
rior procedimiento administrativo que, en consecuencia,
constituyó una decisión de carácter sancionador que violó
el derecho a la defensa y debido proceso.

“La sentencia de la cual se disiente revocó la decisión que dictó la Cor-
te Primera de lo Contencioso Administrativo, de 18 de julio de 2002,
mediante la cual se había declarado con lugar la demanda de amparo
que se intentó contra la actuación de funcionarios del Servicio Autóno-
mo de Sanidad Agropecuaria (SASA) con adscripción al Ministerio de
Agricultura y Tierras, los cuales ordenaron el retiro de exhibición y ven-
ta, de varios productos plaguicidas previamente habían sido autoriza-
dos. En consecuencia, la Sala declaró la improcedencia de la demanda.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 329

Este  voto salvante difiere del  criterio que se sostiene en el fallo que


precede como fundamentación para la revocatoria del pronunciamiento
de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo. En concreto, de
las consideraciones de las páginas 12 y 13 de la sentencia, en las cuales
se  lee  que  ‘cuando la Administración ejerce potestades de inspec-
ción y vigilancia, está en el deber de dictar las medidas necesarias
para prevenir una falta o un ilícito administrativo que puedan afec-
tar a la colectividad, sin que la misma requiera para su adopción
la apertura de un procedimiento, pues ello le restaría la eficacia a
la medida por la urgencia que demanda su imposición’.

Para quien discrepa, la Administración Pública ciertamente ostenta la
potestad de dictar medidas preventivas o cautelares y, en consecuen-
cia, provisionales, para la presunción de infracciones administrativas
que puedan tener consecuencias frente a la colectividad, potestad cau-
telar que, cabe destacar, es accesoria a las de policía administrativa, y,
además, ha de ejercer en los términos y bajo los parámetros en que así
lo establezca una norma legal.

Tales medidas preventivas sí pueden dictarse, antes o durante del inicio
del procedimiento administrativo respectivo, pero en modo alguno po-
dría  la Administración  dictarlas  de  manera  autónoma  y  definitiva  y,
por tanto, con carácter sancionatorio, no cautelar, sin procedimiento
alguno, que es lo que sucedió en el caso de autos, supuesto en el cual sí
existe una violación del derecho a la defensa y debido proceso.

En  este  sentido,  cabe  la  observación  de  que,  en  materia  procesal,  la
norma jurídica puede acoger la existencia de ciertas ‘medidas autóno-
mas’ o ‘autosatisfactivas’ que son aquellas que, de manera breve, ur-
gente  y  a  través  de  un  procedimiento  de  cognición  o  contradictorio
limitado, acuerdan una determinada pretensión para evitar un daño irre-
parable o de difícil reparación a una de las partes. Más que medidas
cautelares, se ha entendido que se trata de verdaderos procesos, aun-
que breves, sumarios y urgentes, pues no cumplen con los requisitos de
dependencia e instrumentalidad propios de toda medida cautelar.

Distinto es el caso de las medidas cautelares anticipadas, que son aque-
llas que se solicitan y acuerdan antes de la interposición de una deman-
da o bien del inicio de un procedimiento administrativo, cuando el peligro
en la mora haga temer que no es posible esperar hasta el comienzo del
procedimiento sin que se produzcan daños irreparables, y, por tanto, se
justifica  el  adelanto  de  su  adopción (vid.  CALAMANDREI,  PIERO,
330 VOTOS DISIDENTES

Providencias Cautelares, Buenos Aires, 1984,  pp. 53 y ss.). No obs-


tante, siguen siendo accesorias e instrumentales respecto de ese proce-
dimiento que ha de iniciarse con posterioridad, pues su finalidad es el
aseguramiento de la eficacia de la decisión de fondo que ha de dictarse
en  ese  trámite  principal. Además,  la  ausencia  del  inicio  oportuno  de
dicho procedimiento o la posterior ratificación de la medida en el curso
del mismo, según sea lo que disponga el ordenamiento jurídico, implica-
rá el decaimiento de la medida pues, se insiste, debe ser aneja y depen-
diente del mismo, aunque se acuerde de manera anticipada. De allí que,
puede  concluirse,  no hay medidas plenamente autónomas en vía
administrativa, menos aún si son de gravamen –como sucede en
el caso de autos–, pues se trataría de una limitación despropor-
cionada e indefinida en el tiempo.

Por tanto, este voto salvante considera que la Sala debió ratificar y no
revocar la decisión de la Corte Primera de lo Contencioso Administrati-
vo, pues bien se declaró con lugar el amparo en tanto se comprobó que
la Administración dictó una medida ablatoria sin previo procedimiento y
sin que ésta dependiera de un trámite administrativo posterior, esto es,
se dictó una medida autónoma y ablatoria que, en consecuencia, consti-
tuyó  una  decisión  de  carácter  sancionador  que  violó  el  derecho  a  la
defensa y debido proceso.

Asimismo, quien suscribe como disidente sostiene que, en la decisión
que antecede, se debió aclarar en qué términos pueden dictarse medi-
das administrativas de naturaleza cautelar –inaudita parte y dependien-
tes siempre de un procedimiento administrativo principal– y establecer
la diferencia entre éstas y los actos definitivos de naturaleza sanciona-
toria, que siempre deben ser consecuencia de un previo procedimiento,
máxime si se tiene en cuenta que las potestades de policía y vigilancia
son, por su naturaleza, potestades eminentemente ablatorias”.

Sentencia N°: 976.


Fecha: 11-08-2004.
Demandante: Argenis Alexander Díaz.
Materia: Desistimiento en el proceso penal hecho por el re-
presentante de  parte.
Ponente: Antonio García García.

Esta Sala ha expresado, reiteradamente, que, salvo en el


caso del Defensor Público, el representante de parte sólo
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 331

podrá interponer el desistimiento cuando, para ello, hubie-


ra sido expresamente facultado por su representado, tal
como lo exigen los artículos 154 y 264 del Código de Pro-
cedimiento Civil.

“1. Esta Sala ha expresado, reiteradamente, que, salvo en el caso del
Defensor  Público,  el  representante  de  parte  sólo  podrá  interponer  el
desistimiento cuando, para ello, hubiera sido expresamente facultado
por su representado, tal como lo exigen los artículos 154 y 264 del Códi-
go de Procedimiento Civil. Así lo ha establecido esta Sala, de manera
reiterada,  tal  como  puede  concluirse  de  sentencia  suyas  como  la  N°
1782, de 25 de septiembre de  2001 (caso: Juan Ubaldo Jiménez Sil-
va), en la cual expresó:

‘...,  se observa que, de todas maneras, en el texto del poder con-


signado no consta que el apoderado tenga facultad para desistir,
la cual, como requisito esencial o existencial, debía haber sido
otorgada expresamente por el poderdante, según se dispone en
el artículo 154 del Código de Procedimiento Civil. Se concluye,
en consecuencia, que no teniendo el mencionado mandatario ju-
dicial la referida cualidad, el desistimiento por él declarado, debe
tenerse como inexistente.  Así  se  declara’.(Nuestro  el  resaltado).

Y, tan recientemente, como el 14 de noviembre de 2003, en su sentencia
N° 3182 (caso: Antonio María Guevara Fernández), esta Sala afirmó,
en términos que este Magistrado propuso y a los cuales adhiere plena-
mente:

‘Las normas jurídicas que regulan el desistimiento de la acción de am-
paro constitucional son las que contiene el Código de Procedimiento
Civil, las cuales son de aplicación supletoria, de acuerdo con la remisión
que hace el artículo 48 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales. Así, el a quo declaró homologado el de-
sistimiento que formalizó la coapoderada del quejoso de autos, por cuanto
estimó que ésta tenía capacidad para disponer del objeto sobre el cual
versa la actual controversia; vale decir, que, en criterio del sentenciador
de primera instancia, la predicha mandataria estaba legitimada para rea-
lizar el referido acto de autocomposición procesal, de conformidad con
el artículo 264 del Código de Procedimiento Civil’, el cual establece:

(...)
332 VOTOS DISIDENTES

‘Al  respecto,  esta  Sala  discrepa  de  esta  apreciación  del  a quo,  en  el
sentido de que la precitada diligenciante tuviera cualidad o legitimidad
para el desistimiento. En efecto, el desistimiento es un acto que excede
de la mera administración, lo cual excede de los límites ordinarios del
mandato, de acuerdo con el artículo 1688 del Código Civil, en concor-
dancia con el artículo 164 del de Procedimiento Civil; es, por tanto, un
acto de disposición que sólo puede ser realizado por quien tenga capaci-
dad para disponer del objeto sobre el cual verse la contención; tal capa-
cidad, en el caso del apoderado, debe emanar, de conformidad con la
Ley, de expresa y formal manifestación de voluntad, por parte del po-
derdante.  Debe  tenerse  presente  que  la  norma  que  contiene  el  antes
citado artículo 264 del Código de Procedimiento Civil se refiere, en prin-
cipio, al titular de la acción, más bien que a su apoderado, a menos que
éste, habiendo sido investido de las facultades que dicha norma enume-
ra, sustituya, en el ejercicio de las mismas, a dicho titular. En el caso
específico del desistimiento, para que el apoderado judicial tenga cuali-
dad para desistir, se requiere que tal facultad de disposición le haya sido
conferida expresamente por el poderdante, mediante las formalidades
que la Ley establece como previsión de salvaguarda de los derechos de
este último’. En efecto, el Código de Procedimiento Civil, establece:

‘Artículo  151.  El poder para actos judiciales debe otorgarse en


forma pública o auténtica.  Si  el  otorgante  no  supiere  o  no  pudiere
firmar, lo hará por él un tercero, expresándose esta circunstancia en el
poder.  No será válido el poder simplemente reconocido, aunque
sea registrado con posterioridad’.

‘Artículo 152. El poder puede otorgarse también apud acta, para el juicio
contenido en el expediente correspondiente, ante el Secretario del Tribunal,
quien firmará el acta junto con el otorgante y certificará su identidad’.

‘Artículo 154. El poder faculta al apoderado para cumplir los actos del
proceso  que  no  estén  reservados  por  la  Ley  a  la  parte  misma;  pero
para convenir en la demanda, desistir, transigir, comprometer en árbi-
tros, solicitar la decisión según la equidad, hacer posturas en remates,
recibir cantidades de dinero y disponer del derecho en litigio, se re-
quiere facultad expresa’.  (Destacado  añadido).

‘En el poder con el cual los accionantes acompañaron la deman-


da de amparo y acreditaron su legitimidad para actuar en la pre-
sente causa, no aparece que se les hubiera atribuido la facultad
para desistir, razón por la cual y en razón de lo que dispone la
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 333

antes transcrita norma procesal civil, concluye esta Sala que el


desistimiento debió ser presentado, personalmente, por el titu-
lar de la acción; en consecuencia, erró la Corte Marcial cuando
homologó la referida autocomposición procesal, lo cual debe con-
ducir, necesariamente, a la revocación del fallo que es objeto de
la actual consulta. Así se declara...’. (Nuestro el resaltado).

2. En el caso específico del Defensor privado y su legitimidad para el
desistimiento, quien suscribe ratifica lo que, sobre dicho punto, manifes-
tó, con ocasión de su voto salvado en el fallo que recayó en la causa:

‘Al respecto, debe recordarse que esta Sala ha admitido, pacíficamen-
te, la representación del legitimado activo, en el juicio de amparo, por
parte de su Defensor, público o privado, sin necesidad de que sea otor-
gado poder especial; igualmente pacífica ha sido la aceptación, por esta
sentenciadora, de la extensión de tal representación, al punto de que
no ha sido punto de censura el desistimiento que ha formalizado
el Defensor, aun cuando su representado no le hubiera conferido
poder para activar dicha forma de autocomposición procesal, sal-
vo que se tratara de Defensor privado (véase, por ejemplo, senten-
cias Nos 3112, 1385, 1955, 1326, 305, 2980, 1782; de 15-11-03, 26-06-02.
16-10-01, 10-07-03, 27-02-03, 23-05-03, 20-02-03, 04-11-03, 25-09-01,
respectivamente). Se concluye, entonces, que, de acuerdo con la reite-
rada doctrina jurisprudencial de esta Sala, el argumento crítico que ésta
debió  oponer  a  la  subsanación  que  exigió  el  a quo,  era  el  de  que  el
Defensor,  cuando  acepta  el  cargo  y  presta  juramento  conforme  a  la
Ley, es el representante del procesado, no sólo dentro de la causa penal
que se le siga, sino dentro de aquéllas que, como en el caso del juicio de
amparo, tienen una íntima imbricación con la primera. Por tanto, en el
caso presente, resulta evidente que el Defensor del quejoso tenía legiti-
midad para el ejercicio, en nombre de este último, de la acción de ampa-
ro que impulsó el presente proceso’ (Nuestro el resaltado).

3. Debe recordarse que la exigencia que contiene el artículo 154 del
Código de Procedimiento Civil no es una formalidad trivial, por cuanto,
como se afirmó en el fallo respecto del cual se manifiesta el presente
disentimiento, así como en la sentencia que, como fundamento del mis-
mo, se invocó, el desistimiento de la acción implica la extinción de esta
y, por tanto, la disponibilidad de la misma. De allí que el Juez, ante una
manifestación de voluntad de desistimiento, deberá tener la certeza de
que se trata de una auténtica expresión de la voluntad inequívoca, por
334 VOTOS DISIDENTES

parte del titular de la acción, de su renuncia a la misma, con el consi-
guiente efecto extintivo. Es por ello, que este Magistrado no comparte
el criterio de la mayoría sentenciadora, confirmatorio del desistimiento
que realizó el Defensor del actual accionante, por cuanto no se encuen-
tra acreditado en autos que dicho representante judicial tuviera potes-
tad para la referida forma de autocomposición procesal.

4. Por último, se observa que, en el fallo que se examina, se estableció
lo siguiente:

‘Se evidencia de las actas procesales que conforman el expediente, que
efectivamente la abogada Ángela Jaramillo, actuando en su carácter de
defensora del ciudadano Argenis Alexander Díaz, consignó un escrito el
9 de abril de 2003, a través del cual manifestó que desistía de la acción
de amparo constitucional que había interpuesto en nombre de su defen-
dido, contra el Juzgado Vigésimo Tercero de Primera Instancia en Fun-
ción de Juicio del Área Metropolitana de Caracas’.

De conformidad con el texto que se acaba de transcribir, se observa
que la Sala violentó, innecesariamente, su criterio dominante, en re-
lación con las formalidades legales para el desistimiento, pues, una
vez  que  encontrara  acreditada  en  autos  la  decisión  que,  en  dicho
texto, se mencionó, debió concluir, necesariamente, que, en el pre-
sente caso, la acción de amparo resultó afectada por una causa so-
brevenida de inadmisibilidad,  de acuerdo con el artículo  6.1 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucio-
nales, ante la evidencia de que la lesión, que causó el ejercicio de
dicha acción, había cesado”.

Sentencia N°: 1.346.


Fecha: 15-07-04.
Partes: General  Motors  Venezolana,  C.A.,  Michael  E.
Nylin, Hugo Wieland y otro.
Materia: Avocamiento a juicio por desacato.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

El avocamiento al juicio de amparo donde se dictó la sen-


tencia supuestamente desacatada no es suficiente para la
intervención en el juicio por desacato.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 335

“1. La parte actora solicitó:

‘...el avocamiento del expediente N° 4C-1258-03, instruido ante el Juz-
gado Cuarto de Control del Circuito Judicial de la Circunscripción Judi-
cial del Estado Zulia , ‘referidas a la investigación por presunto desacato
del mandamiento de Amparo Constitucional emitido por el Juzgado Ter-
cero de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la Circunscripción
Judicial del Estado Zulia, en el expediente 39.484’...

No obstante la Sala se pronunció sobre el avocamiento a:

‘...una causa seguida ante el Juzgado Tercero de Primera Instancia en
lo Civil y Mercantil de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, con
motivo al incumplimiento de un mandamiento de amparo constitucional,
decretado en contra de (General Motors de Venezuela C.A.)’.

En definitiva, la Sala avocó la causa que antes fue mencionada, pero
suspendió el proceso penal ante el Juzgado Cuarto de Control del Cir-
cuito Judicial de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia en relación
con la investigación por supuesto desacato.

La Sala se declaró competente para el conocimiento de la solicitud de
avocamiento de conformidad con en el artículo 5, cardinal 49 (rectius
48), de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia pues dicho
artículo declara competente a la Sala Constitucional para que avoque
materias afines con sus competencias naturales y, en opinión de la Sala,
entre  sus  competencias  naturales  está  avocarse  en  los  términos  que
establece el artículo 5, cardinal 4, de la Ley Orgánica de este Máximo
Tribunal, esto es:

‘...cuando se presuma fundadamente la violación de principios jurídicos
fundamentales contenidos en la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, Tratados, Pactos o Convenios Internacionales suscritos y
ratificados  válidamente  por  la  República,  aun  cuando  por  razón  de  la
materia y en virtud de la ley, la competencia le esté atribuida a otra Sala’.

La  Sala  consideró  que  era  competente  pues  se  trataba  de  “una ac-
ción de amparo (...) y de denuncias de orden constitucional que
presumen ‘fundadamente la violación de principios jurídicos fun-
damentales contenidos en la Constitución de la República Boliva-
riana de Venezuela”.
336 VOTOS DISIDENTES

En el razonamiento sobre la competencia quien disiente observa:

1.1 La Sala recondujo la solicitud pues, claramente, la parte actora le
pidió que avocara al juicio penal y la Sala estimó que los solicitantes
realmente quisieron que avocase al juicio de amparo. Esa, reconduc-
ción, en opinión de quien difiere, era innecesaria pues, aun cuando se
pensase que las supuestas violaciones que fundamentaron el avocamiento
ocurrieron en el juicio de amparo –o que puede solucionarlas el juez de
amparo–, según el cardinal 48 del artículo 5 del Ley Orgánica de este
Máximo Tribunal la Sala puede declarar improcedente el avocamiento
que fue solicitado y, de oficio, avocar al conocimiento del juicio de am-
paro, pues dicha causa es afín con una de las competencias naturales
de esta Sala.

2. La Sala fundamentó la procedencia de la solicitud de avocamiento en que:

‘Los accionantes han denunciado graves violaciones de orden constitu-
cional, en la ejecución del mandamiento de amparo constitucional de-
cretado en contra de General Motors de Venezuela C.A. ya que debido
a su poca claridad, no se ha circunscrito a la nulidad de una comu-
nicación del 12 de junio de 2000, mediante la cual manifestaban dar
por terminada una relación contractual con unos concesionarios sino
que pretenden forzar a tal empresa a mantener vigente un con-
trato cuyo término venció el 15 de agosto de 2000, por la amena-
za de un proceso penal, instruido contra altos ejecutivos de una de las
empresas trasnacionales más grandes de Venezuela, que no fueron par-
te en el primigenio amparo constitucional’. (Destacado añadido).

Para quien discrepa las supuestas violaciones constitucionales que de-
nunciaron los solicitantes no justifican que la Sala avoque el juicio de
amparo, pues el juez constitucional no puede remediarlas ya que, si el
proceso penal se constituyó en una amenaza, no lo fue por la actuación
del juez de amparo sino por la decisión del Ministerio Público y del Juz-
gado de Control, quienes son los responsables del procesamiento a los
directivos de  General Motors  C.A. por  desacato y de la  aplicación a
éstos de medidas preventivas. El juez de amparo no tiene injerencia en
el proceso penal más allá de la denuncia y, además, tampoco le es posi-
ble la modificación del mandamiento de amparo, pues ello no es posible
según el artículo 252 del Código de Procedimiento Civil, de aplicación
supletoria al proceso de amparo de conformidad con el artículo 48 de la
Ley Especial. En consecuencia, se advierte que, con el avocamiento, no
se podría aclarar el mandamiento de amparo ni tampoco se podría poner
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 337

orden en el juicio penal, pues la corrección de las supuestas violaciones
que denunciaron los solicitantes no requerirían que la Sala avocase al
proceso penal.

3. Los solicitantes pidieron, como medidas cautelares innominadas, que
‘...se suspenda la celebración de la audiencia preliminar, así como
los efectos de las órdenes de aprehensión libradas en contra de
LUIS MEJÍAS ALEMÁN, HUGO WIELAN y MICHAEL NYLIN en
fecha 22 de septiembre de 2003, por el Juzgado 10° de Control del
Estado Zulia’.

La Sala declaró en su dispositivo:

‘2) PROCEDENTE la solicitud de avocamiento y en consecuencia se
suspende la celebración de la audiencia preliminar ante el Juzga-
do Cuarto de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Zu-
lia, así como los efectos de las órdenes de aprehensión libradas
contra los ciudadanos Hugo Wieland, Luis Mejía Alemán y Mi-
chel Nylin, dictadas el 22 de septiembre de 2003 por el Juzgado
Décimo de Control de mismo Circuito Judicial.

(...)

4) IMPROCEDENTE la medida cautelar solicitada, dado el pronun-
ciamiento anterior [la orden de remisión del expediente del juicio de
amparo]’. (Destacado añadido).

Para quien disiente los puntos 2 y 4 del dispositivo son contradictorios
en los términos del artículo 244 del Código de Procedimiento Civil, de
aplicación supletoria en este proceso de conformidad con el artículo 48
de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, por lo que por
efecto de esa contradicción no habría decisión ejecutable respecto de la
cautelar que fue solicitada.

4. Por último, quien discrepa observa que las decisiones sobre el juzga-
miento de los solicitantes y el decreto de medidas privativas de libertad
en su contra no constituyen, en sí mismos, una ‘amenaza’ ni puede con-
siderárseles como violación a principios jurídicos fundamentales de nues-
tra  constitución,  pues  no  se  percibe,  en  el  caso  de  autos,  alguna
circunstancia que insinúe la violación de tales principios.
338 VOTOS DISIDENTES

En razón de los argumentos que fueron expuestos quien disiente opina
que la Sala debió declarar la improcedencia del avocamiento al expe-
diente N° 4C-1258-03, que fue instruido ante el Juzgado Cuarto de Con-
trol del Circuito Judicial de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia”.

Sentencia N°: 1.411.


Fecha: 27-07-2004.
Demandante: José Calvo Otero y otros.
Materia: Colegiación obligatoria de los periodistas.
Ponente: Antonio J. García García.

Demanda de nulidad parcial de la Ley del Ejercicio del Pe-


riodismo. Colegiación obligatoria de periodistas. El voto
salvado considera que la Sala debió tomar en considera-
ción las opiniones e informes de la Comisión y de la Corte
Interamericanas de Derechos Humanos, según las cuales
la colegiación obligatoria de periodistas sí viola el derecho
a la libertad de expresión. En todo caso, la Sala debió ejer-
cer de la opción que le otorga el artículo 64.2 de la Con-
vención Interamericana de Derechos Humanos, y solicitar
la opinión de la Corte Interamericana acerca de la compati-
bilidad de la Ley del Ejercicio del Periodismo venezolana
respecto de dicha Convención.

“1. La sentencia que antecede declaró sin lugar la demanda de nulidad
parcial que, por razones de inconstitucionalidad, se planteó contra la
Ley del Ejercicio del Periodismo. Entre otros aspectos, la decisión de-
claró la adecuación al Texto Constitucional de la exigencia de la Ley en
relación con la colegiación obligatoria de los periodistas. Es, en concre-
to sobre ese aspecto que, quien suscribe, disiente del pronunciamiento
de la mayoría de la Sala.

2. La parte demandante denunció que los artículos 1, 2, 3, 7, 11, 39 y 45
violan los derechos a la libertad de expresión y al libre desenvolvimiento
de la personalidad, porque –según se lee de la narrativa del fallo– ‘atri-
buyen de forma selectiva y exclusiva la titularidad de la libertad de
expresión a los licenciados en comunicación social debidamente
colegiados, despojaría a los demás ciudadanos del derecho a ex-
presar sus pensamientos y a ejercer funciones periodísticas, lo que
les convertiría en simples destinatarios pasivos de la información
suministrada por los periodistas profesionales colegiados’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 339

Ahora bien, aun cuando se trata de un tema que atañe al derecho a la
libertad de expresión e, incluso, al derecho de asociación, ambos recono-
cidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y si bien el
tema ha sido objeto de análisis y decisión por parte de la Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos y de la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, en la sentencia que antecede se decide –expresamente–
no tomar en consideración la postura de la Comisión, concretamente, la
que se estableció en la Resolución Nº 17/84, caso Nº 9178 (Costa Rica),
de 3 de octubre de 1984, que se cita en el fallo y, fundamentalmente, de la
Corte  Interamericana,  mediante decisión  de  13  de noviembre  de  1985
(opinión OC-5/85). En esas oportunidades tanto la Comisión como la Corte
se inclinaron hacia la postura de que la colegiación obligatoria de perio-
distas viola el derecho a la libertad de expresión.

La Corte Interamericana fue especialmente  categórica en su postura,
cuando  señaló  que  ‘la colegiación obligatoria de los periodistas no
se ajusta a los requerido por el artículo 13.2 de la Convención,
porque es perfectamente concebible establecer un estatuto que pro-
teja la libertad e independencia de todos aquellos que ejerzan el
periodismo, sin necesidad de dejar ese ejercicio solamente a un
grupo restringido de la comunidad’, y concluye con el  señalamiento
de que ‘no es compatible con la Convención una ley de colegiación
de periodistas que impida el ejercicio del periodismo a quienes no
sean miembros del colegio y limite el acceso a éste a los graduados
en una determinada carrera universitaria’.

Ante tan clara posición, no entiende quien difiere cómo esta Sala pudo
concluir, que según la Corte Interamericana, la colegiación obligatoria
no siempre viola el derecho a la libertad de expresión, sino ‘sólo si con
ello se impide a los ciudadanos expresarse”. Se trata, así, de una
interpretación errada del criterio de la Corte Interamericana que,
además, no le es permitida a esta Sala, la cual debe ajustarse a los
criterios de dicha Corte y no, en modo alguno, cuestionarla o re-
definirla. Interpretación errada porque se aparta del sentido lite-
ral de las palabras que fueron utilizadas por la Corte Interamericana
y, además, del sentido teleológico que se ha dado, en el sistema
interamericano de protección de derechos humanos, al derecho a
la libertad de expresión. En efecto, si se hubiera ahondado un poco
más en la materia, se habría observado cómo, en la Declaración
de Principios sobre Libertad de Expresión de la Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos, se reafirma que ‘el artículo 13 de
340 VOTOS DISIDENTES

la Convención Americana sobre Derechos Humanos que establece


el derecho a la libertad de expresión comprende la libertad de bus-
car, recibir y difundir informaciones e ideas sin consideración de
fronteras y por cualquier medio de transmisión’. De allí que el fallo
parte de un falso supuesto de hecho cuando indica que ‘...destaca lo
fundamental: la ley regula el ejercicio profesional del periodismo,
no la simple transmisión de información. Es el periodismo como
profesión lo que interesó al legislador: el oficio de quienes se de-
dican a informar’. Quien disiente considera que no es posible escindir
el ejercicio profesional del periodismo respecto del derecho a la libertad
de buscar, recibir y difundir informaciones, pues el periodismo consiste,
precisamente, en el ejercicio –como profesión– de esa libertad.

Ahora bien, la decisión que antecede no sólo asumió una interpretación
errada de la postura de la Corte Interamericana, sino que, además, ex-
presó  que  ‘esta Sala, en todo caso, basará su decisión en la Cons-
titución Venezolana, sin necesidad de extenderse más en lo
relacionado con los criterios de la Comisión y la Corte, por cuanto
en realidad el problema se centra no en las normas contenidas en
tratados internacionales –que por ser sobre derechos humanos tam-
bién tiene rango constitucional entre nosotros– sino en la norma
constitucional venezolana que permite la colegiación’,  y  que,  por
tanto, es un tema que sólo atañe a la Constitución de 1999.

Con ello se olvida que, de conformidad con el artículo 23 de la Constitu-
ción de 1999, los derechos fundamentales que reconoce la Convención
Americana tienen jerarquía constitucional, de manera que si la Ley na-
cional establece una exigencia –en este caso la colegiación obligatoria–
susceptible de violación al derecho a la libertad de expresión –derecho
reconocido tanto en nuestra Constitución como en la Convención–, se
trata de un tema que atañe directamente al sistema interamericano de
derechos humanos. En consecuencia, ante una denuncia de inconstitu-
cionalidad  de  la  Ley  de  Periodismo,  como  la  que  se  planteó  en  este
caso, esta Sala debió ejercer la opción que otorga el artículo 64.2 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y, en consecuencia,
solicitar a la Corte Interamericana su opinión acerca de la compatibili-
dad entre dicha Ley y el artículo 13 de la Convención. En todo caso, y
para el supuesto de que la Sala optare por decidir directamente el asun-
to, sin la previa solicitud de la opinión de la Corte, debió, al menos,
ajustarse  a  los  criterios  que  ésta  ha  venido  manteniendo  categórica-
mente sobre la materia.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 341

En efecto, si bien la postura de la Corte Interamericana sobre el tema
debatido –la colegiación obligatoria de periodistas– fue expuesta con
ocasión de una opinión consultiva que solicitó Costa Rica y, por tanto,
no puede considerarse vinculante respecto de otros Estados miembros,
(vid. sobre ese carácter vinculante, la opinión consultiva de la  Corte
Interamericana de Derechos Humanos OC-1/82, de 24 de septiembre
de 1982), es evidente que tal criterio debe servir, al menos, de marco
orientador al resto de los Estados miembros, en aras del compromiso de
éstos de mantener una protección uniforme de los derechos humanos.

Por último, este voto salvante advierte que la sentencia que antecede no
tomó  en  consideración  el  informe  de  la  Comisión  Interamericana  de
Derechos  Humanos  del  año  2003  (consultada  en  la  página  web
www.cidh.org/relatoria/english/annualreports), en el cual se reseñan las
legislaciones de varios Estados miembros (concretamente, Bolivia, Brasil,
Honduras,  Panamá  y Venezuela)  en  los  que  todavía  se  rigen  normas
que exigen la colegiación obligatoria de periodistas, en contravención
con el criterio de dicha Corte y, en definitiva, en contravención con
el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Huma-
nos. Concretamente, se lee de dicho reporte lo siguiente:

‘...El  relator  observa  que  las  legislaciones  de  varios  Estados  aún  re-
quieren la pertenencia a una particular asociación o tener un específico
grado universitario en orden a trabajar como periodista, ninguna de las
cuales es compatible con la Convención Americana’.

Asimismo, dicho informe refleja dos casos –Costa Rica y Colombia– en
los que sí se tomó en cuenta la postura de la Corte y cuyos Tribunales
Constitucionales nacionales procedieron, en consecuencia, a la anula-
ción de sus respectivas legislaciones en esta materia.

3. En consecuencia, este voto salvante considera que la Sala debió ejer-
cer de la opción que le otorga el artículo 64.2 de la Convención Intera-
mericana  de  Derechos  Humanos,  conforme  al  cual  la  Corte  podrá,  a
solicitud de parte,  emitir opinión ‘acerca de la compatibilidad entre
cualquiera de sus leyes internas y los mencionados instrumentos
internacionales’ (léase, la Convención), para la determinación de si las
normas de la Ley del Ejercicio del Periodismo venezolana, que estable-
cen el requisito de la colegiación obligatoria, se ajustan o no a la Con-
vención. En todo caso, si la Sala optó por decidir el fondo del asunto sin
previa consulta, debió tomar en consideración la interpretación la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y la postura de la Comisión In-
342 VOTOS DISIDENTES

teramericana de Derechos Humanos y en consecuencia, debió anular
las normas de la Ley del Ejercicio del Periodismo”.

Sentencia N°: 1.613.


Fecha: 17-08-2004.
Demandante: Henry Pereira Gorrín.
Materia: Régimen de control de cambio. Garantía de la re-
serva  legal.  Contenido  esencial  de  los  derechos
fundamentales. Principio de legalidad administra-
tiva y reserva legal en materia sancionatoria.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

Demanda de nulidad. Régimen de control de cambio. Ga-


rantía de la reserva legal. Contenido esencial de los dere-
chos fundamentales. Principio de legalidad administrativa
y reserva legal en materia sancionatoria. Según el Magis-
trado disidente, la Sala debió concluir que la adopción del
régimen cambiario es materia de la reserva legal, de con-
formidad con el Texto Constitucional vigente, pues limita
derechos fundamentales, especialmente, a la libertad eco-
nómica, de propiedad y a la libre circulación de mercancías,
reserva legal que no sólo implica que la Ley consagre la
medida de intervención económica que podrá adoptar la
Administración, sino que, además, establezca las condicio-
nes, alcance y procedimiento a seguir. En este caso, las
normas legales invocadas por el Poder Ejecutivo para pro-
mulgar el vigente control de cambio eran claramente insu-
ficientes para entender habilitada a la Administración a
efectos de promulgar el régimen cambiario, constituyéndo-
se en una suerte de amplísima remisión legal a favor de la
Administración –cláusula en blanco– que vulneró la reser-
va legal en materia de restricción de los derechos funda-
mentales y, además, desnaturalizó el principio de legalidad
de la Administración. Asimismo, el análisis de la constitu-
cionalidad del actual régimen cambiario exigía el examen
del apego de éste al contenido esencial de los derechos
fundamentales que pueden verse lesionados por aquél, en
especial, el derecho a la libertad económica. Por último,
quien disiente observa que el Poder Ejecutivo creó un ór-
gano administrativo y se autoatribuyó atribuciones ablato-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 343

rias, incluso sancionatorias, en contravención al principio


de reserva legal y de legalidad administrativa.

“I. Las primeras consideraciones de la decisión de la cual se disiente, se
dedican al análisis de constitucionalidad de las normas de la Ley del
Banco Central de Venezuela que se impugnaron, a saber, los artículos 7,
cardinal 6, 32, 110 y 112 de la misma, para la determinación de si esas
normas inciden o no en materias de la reserva legal.

En opinión del Magistrado que suscribe este voto, ese análisis debió
partir de una previa caracterización sustancial del régimen cambiario en
vigor. Es decir, que la precisión de si la materia que tales normas regu-
lan es o no de la reserva legal sólo se logra una vez sea delineado el
contenido del vigente régimen de control de cambio. Asimismo, quien
disiente considera que ese análisis sustancial era indispensable para la
escisión de conceptos que, en el fallo que antecede, no se plasman con
absoluta claridad. Un estudio tal del régimen de control de cambio re-
quería un pormenorizado examen de los instrumentos de rango sublegal
en los cuales se fundamenta, que, en síntesis, son los siguientes:

La primera medida que se dictó en este sentido fue el Decreto Nº 2.728,
publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Vene-
zuela Nº 37.614, de 21 de enero de 2003. Mediante el mismo, el Presi-
dente de la República, en Consejo de Ministros, ‘facultó’ al Ministro de
Finanzas  ‘...para que convenga con el Banco Central de Venezuela,
medidas de carácter temporal, que establezcan limitaciones o res-
tricciones a la convertibilidad de la moneda nacional y a la trans-
ferencia de fondos, del país hacia el exterior...’  (Artículo  1).

Dicho Decreto se fundamentó en el artículo 236, cardinal 11, de la Cons-
titución de 1999, en concordancia con los artículos 318 y 320 eiusdem, y
en los artículos 110, 111 y 112 de la Ley del Banco Central de Venezue-
la. En ejecución del Decreto Nº 2.728, el Ministro de Finanzas celebró,
con  el Banco  Central  de Venezuela, el  ‘Acuerdo mediante el cual se
suspendió el comercio de divisas en el país durante cinco días há-
biles bancarios’; Acuerdo que se publicó en la misma Gaceta Oficial
en  la que  fue promulgado  el Decreto  Nº  2.728, y  que se  basó en  los
artículos 7, cardinal 6, 21, cardinales 15 y 16, 33, 110, 111, 112 y 113 de
la Ley del Banco Central de Venezuela. Su único artículo se limita a la
suspensión  de  ‘el comercio de divisas en el país durante cinco (5)
días hábiles bancarios’.  Se  dispuso,  asimismo,  que  el  Ministerio  de
Finanzas y el Banco Central de Venezuela ‘dictarán, mediante conve-
344 VOTOS DISIDENTES

nio especial, en un término igual y en la forma señalada arriba, las


normas relativas a la administración del régimen cambiario, que se
establezca’. Asimismo, tal Acuerdo fue enmendado mediante uno nue-
vo, que suscribieron el Poder Ejecutivo y el Banco Central de Venezue-
la, que se publicó en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela número 37.615, de 22 de enero de 2003. La suspensión del
comercio de divisas se prorrogó hasta el 5 de febrero, mediante nuevo
Acuerdo entre el Poder Ejecutivo y el Banco Central de Venezuela, que
fue publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Ve-
nezuela número 37.618 de 27 de enero de 2003.

El 5 de febrero de 2003, se publicó, en la Gaceta Oficial número 37.625,
el Convenio Cambiario Nº 1, que se celebró entre el Ministro de Finan-
zas  y  el  Banco  Central  de Venezuela,  por  medio  del  cual  se  dictó  el
Régimen para la Administración de Divisas. Este Convenio fue sucesi-
vamente reimpreso por errores materiales y posteriormente modifica-
do. Su última reforma apareció en la Gaceta Oficial de  la República
Bolivariana de Venezuela número 37.653 de 19 de marzo de 2003. El
mismo 5 de febrero de 2003 se publicó –en la misma Gaceta en la que
se promulgó la versión original del Convenio Cambiario Nº 1– el Decre-
to Presidencial N° 2.302, mediante el cual se creó la Comisión de Admi-
nistración  de  Divisas  (CADIVI).  Esa  normativa  se  reformó
posteriormente mediante Decreto N° 2.330, que se insertó en la Gace-
ta Oficial número 37.644 de 06 de marzo de 2003.

De manera que puede afirmarse que el vigente régimen de control de
cambio se afinca en estos dos instrumentos de rango sublegal: el Con-
venio Cambiario Nº 1 y el Decreto Nº 2.330, el cual, además de que
dispuso la creación de CADIVI, precisó las normas adjetivas y sus-
tantivas para la administración de divisas. Asimismo, se han dictado
otros Convenios Cambiarios y Decretos que desarrollan el régimen de
control de cambio. Conviene, en todo caso, la puntualización de que,
en  lo  que  respecta  a  su  desarrollo  normativo  especial,  ese  régimen
aparece desglosado en las Providencias que, hasta la fecha, han sido
dictadas por CADIVI.

Tal como se señaló supra, quien disiente considera que cualquier análi-
sis sobre la constitucionalidad del régimen cambiario en vigor, exige la
previa determinación de cuáles son sus características fundamentales.
Dicho en otras palabras, debe determinarse, como primer elemento, en
qué consiste, materialmente, el régimen de control de cambio que se
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 345

dictó. El examen del Convenio Cambiario Nº 1 y del Decreto Nº 2.330
permite concluir que el actual régimen de control de cambio se funda-
menta en las siguientes notas:

a) El actual régimen de control de cambio se basa en la centralización
de la compra venta de divisas en el Banco Central de Venezuela. Así lo
dispone el artículo 1 del Convenio Cambiario Nº 1, según el cual ‘...el
Banco Central de Venezuela centralizará la compra y venta de di-
visas en el país, en los términos que se establecen en el presente
Convenio Cambiario y los actos normativos que lo desarrollen, así
como los demás Convenios Cambiarios que el Ministerio de Finan-
zas y el Banco Central de Venezuela acuerden suscribir...’. Esa  cen-
tralización  ha  sido  relativamente  atenuada  con  las  disposiciones  que
introdujo el Convenio Cambiario N° 5 (publicado en la Gaceta Oficial
número  37.737, de  22  de  julio  de  2003),  que  desarrolló el  ‘Régimen
para la adquisición en Moneda Nacional de Títulos Valores Emiti-
dos por la República en Divisas’  y  el  ‘Régimen Especial Aplicable
a los Programas de Financiamiento Desarrollados por el Banco de
Comercio Exterior (BANCOEX)’. En todo caso, el pilar del actual con-
trol de cambio continúa siendo la centralización de toda operación de
cambio manual de bolívares en el Banco Central de Venezuela.

b) Como consecuencia de esa centralización, se impone una prohibi-
ción general, en el sentido de que sólo podrán adquirirse divisas me-
diante la autorización que otorgue la Administración Pública, a través
de CADIVI. En relación con lo anterior, el artículo 29 del Convenio
Cambiario Nº 1 precisa que, para obtener esa autorización, los intere-
sados  ‘...deberán inscribirse en el registro respectivo que al efec-
to lleva el Organismo Nacional Competente que corresponda. La
Autorización de Compra de Divisas debe ser solicitada por los
interesados debidamente registrados ante el Organismo Nacional
Competente que corresponda. La Comisión de Administración de
Divisas (CADIVI) pondrá su empeño a fin de que este proceso se
cumpla en forma expedita...’. En sentido  concordante, los artículos
7 y 8 del Decreto Nº 2.330 desarrollaron el régimen aplicable a esa
inscripción y posterior autorización.

c) Las solicitudes de adquisición de divisas deberán ser respondidas por
CADIVI en atención a la disponibilidad de divisas que declare el Banco
Central de Venezuela y conforme a los lineamientos que dicte el Poder
Ejecutivo. Al respecto, el artículo 1 de dicho Decreto Nº 2.330 precep-
346 VOTOS DISIDENTES

túa  que  el  ‘...Presidente de la República, en Consejo de Ministros,


aprobará los lineamientos generales para la distribución del mon-
to de divisas a ser destinado al mercado cambiario, oída la opinión
de la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), de acuerdo
con la disponibilidad de divisas que se establecerá en aplicación
del Convenio Cambiario...’. Por tal razón, la autorización que otorgue
CADIVI deberá respetar esos lineamientos y, a su vez, el uso que se dé
a las divisas así adquiridas deberá adecuarse ‘a los términos estable-
cidos en la autorización para la adquisición de divisas’  (artículo  9
del Decreto Nº 2.330).

d) La ‘venta’ de divisas también está sometida a distintos controles. De
esa manera, el principio general es que sólo podrá efectuarse esa ‘venta’
al Banco Central de Venezuela, de conformidad con la centralización que
acordó el artículo 1 del Convenio Cambiario Nº 1. En los supuestos que
específicamente estableció el mencionado Convenio, la venta de divisas
tendrá carácter obligatorio. Sin embargo, el principio general, que esta-
blece el artículo 34 del Convenio  Nº 1,  es que ‘...todas las divisas de
personas naturales o jurídicas que ingresen al país, no contempla-
dos en los artículos anteriores, serán de venta obligatoria al Banco
Central de Venezuela; a través de los bancos e instituciones finan-
cieras autorizadas, al tipo de cambio que se fijará de conformidad
con lo pautado en el artículo 6 de este Convenio...’.

e) El régimen cambiario vigente tiene, además, fundamentos formales.
De esa manera, su administración se confió a un órgano especial, CADI-
VI, el cual  se creó, según se  dijo ya, mediante el  referido Decreto Nº
2.302, que fue reformado mediante el Decreto Nº 2.330. El artículo 2 de
ese Decreto crea a tal Comisión y establece que su objeto será ‘...ejer-
cer las atribuciones que le correspondan, de conformidad con lo
previsto en el Convenio Cambiario N° 1 de fecha 05 de febrero de
2003, suscrito entre el Banco Central de Venezuela y el Ministerio de
Finanzas y las previstas en este Decreto...’.  Quien  disiente  considera
necesario poner de relieve que CADIVI, aun cuando es un órgano admi-
nistrativo desconcentrado y, por ende, carente de personalidad jurídica,
no fue adscrito a ningún órgano de la Administración Pública Central. Así
mismo, se destaca que el artículo 3 del Convenio Cambiario Nº 1 señaló
que las decisiones de la Comisión ‘...agotan la vía administrativa...’.

f) La instrumentación del régimen de control de cambio ha sido confia-
da, de esa manera, a CADIVI, al que compete el otorgamiento de las
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 347

autorizaciones para la adquisición de divisas y, en general, el ejercicio
de la actividad de supervisión sobre la actuación de quienes participen
en el régimen cambiario. Incluso, el artículo 3, cardinal 13, del Decreto
Nº 2.330, confiere a CADIVI la facultad de ‘aplicar las sanciones ad-
ministrativas que le correspondan’. Por su parte, el artículo 11 de ese
Decreto  atribuye  a  tal  Comisión  la  competencia  para  ‘...suspender,
mediante providencia motivada, el registro y la tramitación de la
autorización de adquisición de cualquier solicitante de divisas mien-
tras se culmina la investigación respectiva, en aquellos casos en
que existan serios indicios de que las personas interesadas hayan
suministrado información o documentación falsa o errónea...’.

El régimen cambiario que acordó el Poder Ejecutivo parte entonces de
una prohibición general, que se concreta en el otorgamiento de la autori-
zación necesaria para la adquisición de divisas y en la ‘venta’ de esas
monedas extranjeras al Banco Central, en algunos casos, de manera obli-
gatoria. Tal régimen de cambio es aplicable tanto al sector público como
al sector privado, tal y como se desprende del Convenio Cambiario Nº 1.

En relación con el sector privado, el análisis que se realizó anteriormen-
te lleva, a quien difiere de la mayoría sentenciadora, a la conclusión de
que, tanto el mencionado Convenio Cambiario como el Decreto Nº 2.330,
imponen un régimen de intensa restricción a la posibilidad de que los
particulares realicen operaciones de cambio manual entre la moneda de
curso legal y las divisas. El  ejercicio de esas operaciones de cambio
manual no puede realizarse libremente, en el sentido de que, tanto la
adquisición de divisas como su ‘venta’, son actividades económicas que
han sido, forzosa y minuciosamente, disciplinadas a través de los instru-
mentos de rango sublegal que se analizaron.

II. Sobre la base de estas últimas apreciaciones, este voto salvante con-
sidera que la Sala debió concluir que la adopción de ese régimen cam-
biario, conforme a sus características materiales y formales que antes
se sintetizaron, es materia de la reserva legal, de conformidad con el
Texto Constitucional vigente.

En  efecto, el  principio  de reserva  legal implica  que  la  regulación  de


ciertas  materias,  por  decisión  del  constituyente,  debe  reservarse  a  la
Ley, en el sentido de que su ordenación sólo es posible por norma legal
o mediante un instrumento de similar rango.
348 VOTOS DISIDENTES

Bajo el imperio de la Constitución de 1999 son varias las materias de la
reserva legal. En especial, toda limitación o restricción al ejercicio de
los derechos que preceptúa la Constitución, es materia reservada a la
Ley. En los orígenes de la doctrina de la reserva legal, la cual se formó
en el Derecho Alemán, se consideró que sólo el legislador podía restrin-
gir  el  ejercicio  de  los  derechos  fundamentales,  lo  que  representa  un
límite inmediato e insalvable a la Administración Pública, en el sentido
de que no puede ella, directamente, asumir la regulación de materias
que son de la reserva legal. Es allí donde reside, precisamente, el funda-
mento último del principio de legalidad administrativa, tal y como lo re-
coge el artículo 141 de la Constitución. En definitiva, es por ello que se
afirma que el principio de legalidad encuentra su soporte último en la
doctrina  de  las  materias  reservadas  a  la  Ley  (MARTÍN-RETORTI-
LLO,  LORENZO,  ‘La doctrina de las materias reservadas a la Ley
y la reciente jurisprudencia del Tribunal Supremo’,  Revista  de Ad-
ministración Pública núm. 39, Madrid, 1961, pp. 287 y ss.).

Para quien discrepa de la mayoría sentenciadora, no cabe duda que, en
el ordenamiento jurídico venezolano, la restricción al ejercicio de los
derechos constitucionales es materia de la reserva legal, lo que supone
que la Administración solamente podrá restringir el ejercicio de esos
derechos si cuenta con una específica norma de rango legal que la habi-
lite para ello. Junto a esta consideración, se recuerda que el régimen
cambiario en vigor impone diversas restricciones al mercado privado de
divisas, al punto que éste sólo puede desarrollarse en el marco de los
controles que se derivan del Convenio Nº 1 y el Decreto Nº 2.330. Por
lo tanto, lo que ahora se precisa –y así ha debido hacerlo la mayoría
sentenciadora– es si esos controles inciden sobre el ejercicio de algún
derecho fundamental.

La sola revisión de los instrumentos sublegales a los que antes se hizo
referencia, permite llegar a la conclusión de que, en efecto, el actual
régimen cambiario incide frontalmente sobre el ejercicio de diversos
derechos fundamentales. Así:

a) El derecho fundamental que en mayor medida se afecta por el régi-
men cambiario es el derecho a la libertad económica, que recogió el
artículo 112 de la Constitución. Tal libertad permite a todos los particu-
lares  dedicarse  a  la  actividad  empresarial  de  su  preferencia,  sin  más
limitaciones que las establecidas en la Constitución y la Ley. Nótese
que los términos empleados por el constituyente son por demás enfáti-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 349

cos: la limitación ha de estar establecida en la Ley, lo que supone que
debe ser ella quien aborde, directamente, el desarrollo normativo de la
limitación al ejercicio de la libertad de empresa.

El  Convenio Cambiario  Nº  1  y el  Decreto  Nº  2.330 inciden  sobre  la


realización de una operación económica en concreto: el cambio de bolí-
vares  a  divisas  y  viceversa.  Se  trata  de  una  operación  de  innegable
naturaleza comercial, al punto que el ordinal 14º del artículo 2 del Códi-
go de Comercio la cataloga como acto objetivo de comercio, junto a las
operaciones que realizan los bancos. Esa operación comercial no puede
desarrollarse libremente por los particulares, ya que es forzosa la acti-
vación de los controles que se establecen para la adquisición y venta de
divisas, siempre con base en la centralización del mercado cambiario en
el Banco Central de Venezuela.

En la sentencia de la mayoría se afirma que:

‘En virtud de lo anteriormente expuesto, esta Sala considera que la sus-
pensión de la tramitación de la solicitud de adquisición de divisas o de la
solicitud de inscripción en el respectivo registro, mientras se realiza la
correspondiente investigación, no constituye una sanción para el peti-
cionante ni prejuzga sobre su responsabilidad en los hechos que se le
imputan, ya que si se determina la veracidad o autenticidad de los datos
y documentos suministrados, el trámite por él iniciado debe continuar en
la misma fase en que éste fue suspendido’.

En este sentido, el fallo que antecede no tomó en consideración que las
operaciones de cambio manual, que están intensamente disciplinadas por
el Convenio Cambiario Nº 1, constituyen una actividad comercial, de modo
tal que los operadores económicos privados no pueden, ahora, optar libre-
mente por el ejercicio de dicha actividad empresarial, la cual es, se insis-
te, un acto objetivo de comercio. De otra parte, del párrafo que se citó se
desprende uno de los elementos fundamentales de los cuales se disiente:
el confuso empleo del concepto de la ‘libre convertibilidad de la mone-
da’, opinión disidente sobre la que luego se profundizará.

Resulta entonces concluyente que el régimen cambiario vigente impone
diversas restricciones al ejercicio de una actividad comercial, como es
la realización de operaciones de cambio manual, lo cual incide, por ende,
sobre el ejercicio de la libertad de empresa, y por cuanto esta libertad
es un derecho fundamental que expresamente reconoce nuestro Texto
350 VOTOS DISIDENTES

Fundamental, es forzosa la conclusión de que el establecimiento del ré-
gimen de control de cambio es materia de la reserva legal.

b)  Otro  de  los  derechos  fundamentales  que  se  ven  afectados  por  el
régimen cambiario que disciplinan el Convenio Cambiario Nº 1 y el De-
creto Nº 2.330, es el de propiedad privada, el cual está reconocido en el
artículo 115 de la Constitución de 1999. En el ámbito de la intervención
administrativa en la economía, el derecho de propiedad privada adquie-
re especiales matices: este derecho alude a todo derecho de apropia-
ción sobre los medios de producción. Esa propiedad –en palabras de
Manuel  GARCÍA-PELAYO–  es  ‘...fuente de autoridad sobre las
personas que la hacen productiva con su trabajo...’  (Considera-
ciones sobre las Cláusulas Económicas de la Constitución, en Obras
Completas, Tomo III, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991,
p. 2.859). Todos los particulares, de conformidad con el artículo 115 de
la Constitución, pueden usar, disponer y gozar de todos sus bienes, in-
cluso, como medios instrumentales para la realización de actividades
económicas. Que esa propiedad privada cumpla una función social, no
es óbice para la conclusión de que la concreción de esa función social
debe estar prevista en la Ley, en tanto ella derive en limitación de ese
derecho fundamental.

El régimen  cambiario  que dictó el  Presidente de la  República incide


directamente sobre la propiedad privada de los operadores económicos,
porque  ellos  no  podrán  disponer  de  su  patrimonio  –representado  en
monedas de curso legal– para la adquisición divisas, ni podrán ya, libre-
mente, disponer de sus divisas para la adquisición de monedas de curso
legal. La evidente configuración de esa puntual restricción sobre la pro-
piedad privada frente a la explotación de tales actividades comerciales,
no puede conducir a una conclusión distinta de que esas restricciones
son, también, materia de la reserva legal.

Sin embargo, la sentencia de la que se disiente descartó la violación al
derecho a la propiedad que se alegó, con el único argumento de que el
sistema monetario nacional no está basado en el respaldo metálico del
bolívar ‘sino en el poder liberatorio de las obligaciones pecuniarias que le
confiere el carácter de moneda de curso legal que ostentan los billetes y
monedas emitidos y acuñados por el Banco Central de Venezuela’. Esca-
pa al entendimiento del disidente el por qué el sistema de respaldo de la
moneda de curso legal determina, en este caso o en cualquier otro, la por
demás evidente violación del derecho de propiedad que produce el régi-
men cambiario vigente en los términos que se expusieron supra.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 351

Destaca que la falta de motivación del fallo que antecede respecto a la
ausencia, que declaró, de violación del derecho de propiedad, lo hace
incurrir en el vicio de inmotivación, que prohíbe el Código de Procedi-
miento Civil y que esta Sala ha condenado reiteradamente, como viola-
torio del derecho a la defensa de los justiciables.

c) Otra de las consecuencias que dimanan del régimen cambiario que
se fundamenta en el Convenio Nº 1 y dicho Decreto Nº 2.330, atiende a
la  restricción  del  derecho  a  la  libre  circulación  de  mercancías. Toda
persona –según dispone el artículo 50 de la Constitución– puede traer
sus bienes al país o sacarlos, sin más limitaciones que las que preceptúa
en la Ley. La moneda de curso legal y las divisas son bienes, respecto
de los cuales, sin embargo, y en el marco del actual régimen cambiario,
los  operadores  económicos  privados  no  pueden  ejercer  su  derecho  a
movilizarlos libremente. La centralización del mercado cambiario en el
Banco Central de Venezuela supone que toda operación de cambio, desde
Venezuela al exterior y viceversa, deba forzosamente someterse a las
distintas cortapisas que derivan de los instrumentos sublegales que se
impugnaron en el caso de autos. Por consiguiente, y en tanto restricción
a la libre circulación de mercancías, el régimen cambiario en vigor de-
bió estar, también, establecido en la Ley.

d) La intensidad de las limitaciones a las operaciones de cambio que se
derivan de los instrumentos sublegales antes identificados, repercute tam-
bién, negativamente, sobre diversos derechos fundamentales, lo que igual-
mente exige  que las restricciones  adoptadas por  CADIVI  cuenten  con
cobertura legal. De esa manera, y también a la luz del artículo 50 consti-
tucional, es evidente que el derecho de los venezolanos a ausentarse de la
República se ha visto restringido, desde que ese traslado requiere la dis-
posición de divisas, cuya adquisición, sin embargo, está limitada.

Son notables, también, las restricciones que se reflejan sobre el derecho
a la salud, que acogió en el artículo 83 del Texto Fundamental de 1999,
como consecuencia de las restricciones que se derivan al acceso a las
divisas necesarias para la procura personal de ese derecho fundamen-
tal. Por último, mal puede considerarse que los instrumentos sublegales
que hasta ahora ha dictado el Poder Ejecutivo, no inciden sobre otras
actividades económicas distintas a las operaciones de cambio, como lo
serían las actividades de importación y exportación, las cuales depen-
den casi totalmente de la adquisición de divisas.
352 VOTOS DISIDENTES

De las consideraciones que preceden resulta entonces evidente que la
articulación sustancial y formal del actual régimen de control de cambio
incide directamente sobre el ejercicio de diversos derechos fundamen-
tales. Por consiguiente, para que el Poder Ejecutivo Nacional y el Ban-
co Central de Venezuela promulgasen ese régimen, debieron contar con
una norma legal habilitante, en la cual se estableciera la restricción a la
libertad de los operadores económicos privados para la realización de
operaciones de cambio.

III. Tal conclusión lleva, de inmediato, al análisis de otro aspecto. Según
se concluyó anteriormente en este voto salvado, la Administración, para
la implementación del régimen que se deriva del Convenio Cambiario
Nº y del Decreto Nº 2.330, debía contar con una norma legal habilitante.
Lo que ahora interesa precisar es cuál es la intensidad que ha de exigir-
se a esa norma legal, es decir, en qué medida debe el Legislador desa-
rrollar las restricciones a las operaciones de cambio, que luego serán
adoptadas por la Administración.

La dogmática alemana, que desarrolló la temática de las materias de la
reserva legal, se pronunció igualmente sobre ese particular. Se considera
así que, en materia de intervención pública económica y para la mejor
protección dinámica de los distintos intereses en juego, el Legislador pue-
de habilitar al Ejecutivo para que éste desarrolle, normativamente, deter-
minadas materias propias de la regulación económica, incluso, con amplios
márgenes de apreciación (así lo enseña STOBER, ROLF, Derecho ad-
ministrativo económico,  Ministerio  de  las Administraciones  Públicas,
Madrid, 1992, p. 120). La ordenación jurídico-administrativa de las opera-
ciones  de  cambio  manual  es,  precisamente,  una  de  las  materias  cuya
mutabilidad aconseja un desarrollo reglamentario de cierta profusión.

En  el  caso  de  autos,  esta  apreciación  fue  reconocida  por  la  mayoría
sentenciadora, cuando se afirma en el fallo lo siguiente:

‘Por otra parte, la consagración del Estado Social de Derecho, aunado
al carácter normativo de las Constituciones modernas, requiere del Po-
der Público la adopción de medidas que posibiliten la promoción del
desarrollo económico y social, que implica la intervención estatal en la
sociedad, especialmente en el ámbito económico (...) pues sería absur-
do pensar que la reserva de ley implica la obligación del legislador de
establecer hasta sus últimos detalles la disciplina de una materia (...).
Sin embargo dicha reserva no excluye la posibilidad de que las leyes
contengan remisiones a normas sublegales, siempre que tales remisio-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 353

nes no hagan posible una regulación independiente y no claramente su-
bordinada a la ley, por lo que no son admisibles las llamadas ‘deslegali-
zaciones’ que se traducen en cláusulas generales que dejen en manos
de otros órganos del Poder Público, sin directrices ni objetivos, la res-
ponsabilidad de regular materias reservadas a la ley’.

Precisamente, lo que se ha debido determinar en el fallo que antecede
es si el vasto y complejo sistema de controles  sobre los que se erige
este régimen cambiario podía anclarse en los citados artículos de la Ley
del  Banco  Central  de  Venezuela.  No  obstante,  continúa  la  sentencia
que antecede a este voto:

‘Las normas antes referidas establecen que la regulación del mercado
de divisas y el diseño del régimen cambiario se realizará mediante los
convenios cambiarios que al efecto celebre (sic) el BCV y el Ejecutivo
Nacional. Sin embargo, el contenido y alcance de la regulación objeto
de los referidos convenios se encuentra determinada por el artículo 110
de la mencionada ley, el cual sólo los refiere a la negociación y comer-
cio de divisas en el país; a las transferencias o traslados de fondos en
moneda nacional o en divisas del país hacia el exterior o del exterior
hacia el país, así como a los convenios internacionales de pago.

Como se puede apreciar, la apelación que hace el artículo 110 de la Ley
del Banco Central de Venezuela a los convenios cambiarios no constitu-
yen una remisión vaga o una habilitación general para que de manera
conjunta el Ente Emisor y el Ejecutivo Nacional regulen toda la materia
cambiaria, sin limitaciones, directrices y objetivos. Por el contrario, los
artículos 111, 112, 113, 114, 115, 116, 117 y 118 de la referida ley, disci-
plinan variados aspectos del régimen cambiario,...’.

Ahora  bien,  el  correcto  análisis  de  tales  disposiciones  de  la  Ley  del
Banco Central de Venezuela llevaba a una decisión contraria a la que
asumió la mayoría sentenciadora. La reserva legal en materia de inter-
vención pública de la economía, ciertamente aparece atenuada por las
razones  que  antes  fueron  esbozadas.  Sin  embargo,  y  como  la  propia
mayoría reconoce en el fallo, ello no puede permitir al legislador que
habilite a la Administración para la adopción de cualquier medida de
intervención en la economía. Los artículos 7, cardinal 6, 33, 110 y 112 de
dicha ley, ciertamente habilitaban a la Administración para el diseño del
régimen cambiario y el establecimiento de las normas necesarias para
la negociación y comercio de divisas en el país. Ninguna otra mención
sustancial realizó el legislador. No basta, y esto es cardinal, que la Ley
354 VOTOS DISIDENTES

consagre  la  medida  de  intervención  económica  que  podrá  adoptar  la


administración. Se requiere algo más: en qué condiciones podrá adop-
tarse esa medida; con qué alcance; a través de qué procedimiento.

En tanto la ordenación jurídico-administrativa de las operaciones comer-
ciales de cambio manual implica la restricción de diversos derechos fun-
damentales, de contenido económico, siempre se requiere que la limitación
que en concreto establezca la Administración sobre las operaciones de
cambio, cuente con cobertura legal, es decir, que sea el Legislador –y no
el Poder Ejecutivo– quien establezca las restricciones al mercado cam-
biario y la Administración se limite a la concreción o reglamentación de
esa restricción legal. Otra manera, constituiría una burla al principio de
legalidad administrativa y a la dogmática de la reserva legal –y conse-
cuentemente, a los pilares del Estado Democrático–, esto es, que el Le-
gislador habilite ampliamente a la Administración para la adopción de
cualquier restricción al mercado cambiario en el cual están en juego, como
se explicó, diversos derechos fundamentales. En este sentido se pronun-
cia el autor SEBASTIÁN MARTÍN-RETORILLO  BAQUER:

‘...inequívoca necesidad de norma legal habilitante para la ordenación
del ejercicio del derecho a la libertad de empresa. No caben, pues, Re-
glamentos  independientes.  Norma  legal  que,  además, debe recoger
expresamente, la ordenación y el contenido fundamental que
pueda asumir la ulterior regulación complementaria que haya de
llevarse a cabo...’  (Derecho Administrativo Económico,  La  Ley,
Madrid, 1989, p. 163).

La jurisprudencia venezolana, incluso la de esta propia Sala Constitu-
cional, ha asumido con anterioridad estos planteamientos. Las materias
de la reserva legal constituyen un mandato positivo al Legislador para
que  sea  él  –como  representante  de  los  ciudadanos–  quien  desarrolle
normativamente las limitaciones que la Administración podrá acordar.
No puede el Legislador, por consiguiente, otorgar una remisión genérica
a favor del Poder Ejecutivo, o sea, una auténtica cláusula en blanco.

Pueden citarse así, entre muchas otras, la sentencia de la Sala Político-
Administrativa  de  17  de  junio  de  1999,  en  la  cual  se  sostuvo  que  la
función de la potestad normativa de la Administración, en materias de la
reserva legal,  debe siempre  ser entendida a  título de  colaboración, y
jamás de sustitución  de la Ley. En  otro fallo posterior de esa  misma
Sala, de 22 de junio de 2000, se volvió sobre estas consideraciones y se
recalcó  que  la  reserva  legal  representa  ‘...un mandato específico del
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 355

constituyente al legislador para que sólo éste regule ciertas mate-


rias en sus aspectos fundamentales...’.

Fue ese, precisamente, uno de los argumentos centrales que esta propia
Sala Constitucional esbozó en su fallo de 21 de noviembre de 2001 (caso:
José Muci-Abraham y otros), en la cual se declaró la nulidad de cier-
tos artículos de la Ley de Régimen Cambiario:

‘...el principio de la reserva legal contiene una obligación para el legis-
lador de regular en el texto de la Ley de que se trate, toda la materia
relacionada con ésta, de tal manera que, sólo puede remitir al reglamen-
tista la posibilidad de establecer o fijar los detalles de su ejecución, esto
es, explicar, desarrollar, complementar e interpretar a la Ley en aras de
su mejor ejecución, estando prohibidas, por constituir una violación a la
reserva legal, las remisiones ‘genéricas’ que pudieran originar regla-
mentos independientes...’.

Sobre la base de estas consideraciones, la mayoría sentenciadora, cuando
se pronunció sobre la constitucionalidad del régimen cambiario en vigor,
debió ponderar, primero, si la Administración contaba con habilitación
legal para dictar ese régimen y para la adopción de las distintas medidas
que han sido promulgadas (por ejemplo, creación de un órgano adminis-
trativo con potestad de policía, incluso, sancionadora y prescripción de
controles previos para la realización de operaciones comerciales); aná-
lisis cuyo resultado arrojaba una sola conclusión: que las normas legales
invocadas por el Poder Ejecutivo para promulgar el vigente control de
cambio eran claramente insuficientes para entender habilitada a la Ad-
ministración a efectos de promulgar el régimen cambiario.

El vasto sistema que se deriva del Convenio Cambiario Nº 1 difícilmente
puede considerarse como un desarrollo de las citadas normas de la Ley
del Banco Central de Venezuela. En este sentido, la mayoría sentencia-
dora consideró que ‘el contenido y alcance de la regulación objeto del
referido  convenio,  se  encuentra  determinada  por  el  artículo  110  de  la
mencionada Ley’; no obstante lo cierto es que esa norma contiene una
auténtica cláusula  en blanco  cuando reconoce la atribución del Banco
Central de Venezuela para regular, junto con el Ejecutivo Nacional, la
‘negociación y el comercio de divisas en el país’.  Nada  precisó  ese
artículo sobre cuál era el contenido fundamental que debía tener la ulte-
rior regulación que fijara la Administración como efecto de lo cual puede
decirse que las normas administrativas que componen el régimen resultan
un auténtico desarrollo independiente y no subordinado a la Ley.
356 VOTOS DISIDENTES

En consecuencia, quien suscribe como disidente considera que es evi-
dente  que  la  base  legal  del  Convenio  Cambiario  Nº  1  y  del  Decreto
2.330, esto es, las citadas normas de la Ley del Banco Central de Vene-
zuela, establecieron una suerte de amplísima remisión legal a favor de
la Administración –cláusula en blanco– que vulneró la reserva legal en
materia de restricción de los derechos fundamentales y, además, desna-
turalizó el principio de legalidad de la Administración.

En relación con lo que antes se expuso, la sentencia que antecede úni-
camente se detuvo en el análisis de la incidencia del régimen cambiario
en la dogmática de la reserva legal, sin detenerse en el examen de si la
Administración tenía expresa facultad por la Ley para el desarrollo de
la  potestad  reglamentaria  en  consecuencia  de  la  cual  se  dictaron  las
normas administrativas que componen el régimen cambiario.

IV. Por otro lado, este voto salvante no puede menos que observar que
el fallo del cual se disiente se aparta, notoriamente, de los criterios que
esta propia Sala mantuvo en su sentencia de 21 de noviembre de 2001
que  antes  se  citó,  mediante  la  cual  se  anuló  parcialmente  la  Ley  de
Régimen Cambiario.

En esa oportunidad, esta Sala dejó claramente establecidas dos conclu-
siones fundamentales: i) que el principio de reserva legal (especialmen-
te en lo relativo al régimen cambiario) constituye un mandato positivo a
favor del legislador, quien no puede renunciar a él mediante la delega-
ción de la instrumentación de las restricciones que al mercado cambia-
rio  podrán  imponerse,  a  favor  de  la  potestad  reglamentaria  de  la
Administración; y ii) que en el ordenamiento jurídico entonces vigente
en Venezuela no existía habilitación alguna a favor del Poder Ejecutivo,
para la implantación de un régimen cambiario. Se lee así de dicha deci-
sión de la Sala lo siguiente:

‘...de conformidad con las normas antes citadas, efectivamente, la re-
gulación  o  el  establecimiento  de  restricciones  o  controles  al  sistema
monetario y cambiario, no se encuentra dentro de las potestades asig-
nadas al Ejecutivo Nacional ni en la Constitución de 1961, ni tampoco
en el Texto Fundamental vigente, para ello, éste deberá, en todo caso,
ser  facultado  expresamente  por  la Asamblea  Nacional  mediante  ley
habilitante, cuando así lo requiera el interés público; por tal motivo, la
delegación que hiciere el Poder Legislativo a objeto de que el Ejecutivo
determine la organización o cualquier otra previsión de rango sublegal
con relación a esa materia, teniendo como único fundamento una simple
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 357

disposición legal –como las impugnadas en autos–, constituye una ex-
tralimitación de las funciones que de manera expresa confiere la Cons-
titución  al  Poder  Legislativo  Nacional,  a  tenor  de  lo  previsto  en  los
artículos 156 numeral 11 y 187, numeral 1 de la vigente Carta Funda-
mental, toda vez que éste no podría delegar al Ejecutivo sino en virtud
de una ley habilitante o autorizatoria, de lo contrario, se estaría permi-
tiendo que el Ejecutivo invada el ámbito de competencias de las cuales
sólo puede hacer uso el Poder Legislativo’.

VI. En el planteamiento de fondo que subyace en la sentencia de la cual
se disiente existe, en opinión de este voto salvante, una grave confusión
terminológica, que, de haberse aclarado, habría llevado a conclusiones
muy distintas de las que se sostuvieron.

Así, en el fallo que antecede se señala:

‘Ahora bien, establecer limitaciones o restricciones a la libre converti-
bilidad de la moneda nacional, es limitar o restringir su conversión en
divisas por el propio Banco Central de Venezuela, lo cual es distinto a la
regulación del mercado nacional de divisas o a la regulación de la circu-
lación de la moneda extranjera en el país, materias propias del régimen
cambiario. Así la convertibilidad externa de la moneda es un aspecto
eminentemente monetario, no cambiario, ya que dicha convertibilidad
constituye la base fiduciaria que respalda la circulación de la moneda,
por lo cual su regulación forma parte de las potestades monetarias que
la Constitución y la Ley atribuyen al Instituto Emisor’.

Ciertamente, la libre convertibilidad de la moneda es un concepto distin-
to  a  la  libertad  cambiaria.  La  distinción  que  hace  la  Sala  había  sido
mantenida ya por la doctrina nacional:

‘La libre convertibilidad de la moneda, principio aplicado básicamente a los
billetes del Banco Central de Venezuela, es aquél según el cual, el portador
de billetes tiene derecho a su conversión, por el Banco Central, en moneda
metálica, en oro, o en divisas, pues se presume que los mismos, al emitirse,
tienen respaldo por el propio Banco Central. La convertibilidad de la mone-
da, por tanto, tiene que ver con la capacidad de pago del ente emisor, es
decir, con la capacidad real de poder convertir el billete, al portador y a la
vista, y pagarlo en moneda metálica, oro o divisas.

(...)
358 VOTOS DISIDENTES

Además del principio de la libre convertibilidad de la moneda, puede
decirse que también estaría en la base tradicional y teórica del sistema
jurídico venezolano de la moneda, el principio de la libertad de cambios,
es decir, el derecho que todo sujeto tiene de cambiar libremente la mo-
neda nacional en moneda extranjera, así como de cambiar la moneda
extranjera en moneda nacional, al tipo de cambio resultante del merca-
do’. (BREWER-CARÍAS, ALLAN, Régimen Cambiario, Editorial Ju-
rídica Venezolana, Caracas, 1994, pp. 16, 26 y 27).

Tal diferenciación, se insiste, es acogida por la sentencia de la que se
discrepa, cuando señala que las restricciones a la libre convertibilidad
de la moneda son asunto distinto del régimen cambiario, el cual se refie-
re a la regulación del mercado nacional de divisas o a la regulación de la
circulación de la moneda extranjera en el país. No obstante, la senten-
cia se contradice cuando señala, más adelante, que:

‘...cuando  el  artículo  112  de  la  Ley  del  Banco  Central  de Venezuela
permite el establecimiento de limitaciones y restricciones a la libre con-
vertibilidad de la moneda por la vía de los convenios cambiarios, le re-
conoce al Ente Rector del Sistema Monetario Nacional el ejercicio, en
coordinación con el Ejecutivo Nacional, de las competencias que cons-
titucionalmente le fueran atribuidas con el propósito de lograr la estabi-
lidad de los precios y preservar el valor interno y externo de la unidad
monetaria; en consecuencia, el establecimiento de tales limitaciones o
restricciones no constituye infracción de la reserva legal de la materia
cambiaria. Así se decide.

(...)

Ahora bien, como se estableció supra, el establecimiento de regulacio-
nes que limiten o restrinjan la libre convertibilidad de la moneda por la
vía de los convenios cambiarios previstos en el artículo 112 de la Ley
del Banco Central de Venezuela, no constituyen infracción de la reser-
va de ley de la materia cambiaria establecida en la Constitución’.

En  consecuencia,  quien  discrepa  considera  que  mal  puede  señalarse


que el artículo 112 de la Ley del Banco Central de Venezuela es cónso-
no con el régimen cambiario, pues, como en líneas anteriores había re-
conocido la propia sentencia, la libre convertibilidad nada tiene que ver
con el régimen cambiario.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 359

En efecto, lo que hace el artículo 112 Ley del Banco Central de Venezue-
la es regular la restricción a la libre convertibilidad del bolívar, esto es, a la
facultad que tiene el Instituto Emisor de limitar la conversión de las divi-
sas de las que él es titular en monedas de curso legal. Pero esas restric-
ciones a la libre convertibilidad de la moneda no pueden extrapolarse a la
regulación del mercado privado de divisas, que es lo que ha sucedido en
este caso: con fundamento en una norma que permite al Banco Central
de Venezuela la ordenación de la conversión interna y externa del bolívar,
el Poder Ejecutivo dictó una vasta regulación que, en la práctica, suprime
el mercado privado de divisas, esto es, la actividad comercial del cambio
manual (Código de Comercio, artículo 2, ord. 14º).

También el concepto de Convenio Cambiario aparece difuso en la sen-
tencia de la cual se difiere. Como bien se desprende del mencionado
artículo 112 de la Ley del Banco Central de Venezuela, tales convenios
sólo atañen a las posibles restricciones de la libre convertibilidad exter-
na del bolívar. Así lo había precisado ya la Sala Político-Administrativa,
al menos en dos oportunidades.

En primer  término, mediante  sentencia de 20  de septiembre  de 1984


(caso: Rosalio Montero Guevara) en la que dicha Sala señaló que:

‘Los Convenios Cambiarios no rigen relaciones entre particulares en
que se hubiere establecido una estipulación de tal naturaleza (pago en
moneda extranjera). Su objeto es regir la venta de la divisa extranjera
en las condiciones acordadas entre el  Ejecutivo Nacional y el Banco
Central de Venezuela’.

Asimismo, en sentencia de 8 de agosto de 1990 (caso: Banco Caracas


S.A.C.A.), la Sala Político-Administrativa estableció la naturaleza jurí-
dica del contrato de cambio y su distinción del Convenio Cambiario:

‘...el contrato de cambio constituye un acto objetivo de comercio, según
el numeral 14º del artículo 2 del Código de Comercio e incluso es califi-
cado por los convenios cambiarios, como contrato de compra-venta de
divisas. De forma que se puede concluir en que la adquisición de divisas
es un contrato de compra-venta mercantil, regido por el derecho priva-
do, aunque su celebración se efectúe dentro de unas condiciones gene-
rales establecidas en los convenios cambiarios, y aunque el tipo de cambio
se fije también en tales convenios’.
360 VOTOS DISIDENTES

Los convenios cambiarios regulan la libre convertibilidad del bolívar,
incluso  la  posibilidad del  Banco  Central  de Venezuela  de  vender  las
divisas  de  las  cuales  es  propietario.  Pero  esos  convenios  no  pueden
aplicarse extensivamente a las operaciones de cambio de los particula-
res, salvo que la libertad cambiaria hubiera sido previamente restringida
por un acto con rango y fuerza de Ley. De esa manera, en anteriores
oportunidades históricas, los convenios cambiarios establecieron ciertas
disposiciones que se relacionaban con la libertad cambiaria; no obstan-
te, esos convenios se sustentaron en un previo Decreto de suspensión
de garantías.

En efecto, las mismas normas legales que se invocaron en el Convenio
Cambiario Nº 1 y el Decreto 2.330 se encontraban literalmente inclui-
das en la Ley del Banco Central de Venezuela de 1992. Y bajo la inter-
pretación de  esas normas –las  cuales, se insiste, están  prácticamente
reeditadas  en  la  vigente  Ley  del  Banco  Central  de  Venezuela–  esta
Sala Constitucional, en su decisión de 21 de noviembre de 2001, conclu-
yó que el Poder Ejecutivo carecía de habilitación legal para dictar medi-
das de regulación del mercado cambiario.

De allí que,  si en esa oportunidad  la  Sala concluyó que  el Ejecutivo


carecía de atribuciones para la regulación del mercado cambiario, esa
misma conclusión debió mantenerse en el caso de autos, pues, se insis-
te, las mismas normas que estaban vigentes en 1992 fueron las analiza-
das por la mayoría sentenciadora en esta oportunidad, y conforme a las
cuales ahora se concluye que sí existen potestades sublegales de regu-
lación cambiaria.

A diferencia de lo que sucede en este caso concreto, se insiste, todos
los demás controles de cambio que se establecieron en Venezuela du-
rante el siglo XX estuvieron expresamente fundamentados en un De-
creto  de  suspensión  de  garantías  constitucionales,  lo  que,  en
consecuencia,  otorgaba  base  legal  suficiente  a  ese  marco  regulador,
con una sola excepción, de notable influencia en este caso: cuando en
1994 el entonces Presidente de la República quiso implementar un con-
trol de cambio, se vio forzado a la previa suspensión, mediante Decreto,
de diversas garantías constitucionales. Dicho régimen de excepción –
sin no pocos inconvenientes– sólo se levantó cuando, en 1995, el enton-
ces Congreso de la República promulgó la Ley de Régimen Cambiario,
cuya  intención –para  algunos malograda– fue habilitar  legalmente al
Presidente  de  la  República  para  que  estableciera  medidas  de  restric-
ción al mercado cambiario.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 361

De este breve recuento hay un hecho que interesa destacar: al momen-
to de la suspensión de garantías que fue necesaria en 1994 para que el
entonces Presidente de la República decretara un régimen de control
de  cambio,  se  encontraban  vigente  las  normas  de  la  Ley  del  Banco
Central de Venezuela de 1992, que reproducidas en la vigente Ley, han
sido consideradas como suficientes por la mayoría sentenciadora, en el
caso de autos, para la habilitación de la Administración en la implemen-
tación del vigente control de cambio.

V. Quien disiente en esta oportunidad considera fundamental, también,
poner de relieve que, en el caso concreto que ahora se decide, el análi-
sis de la constitucionalidad del actual régimen cambiario exigía forzosa-
mente el examen del apego de éste al contenido esencial de los derechos
fundamentales que pueden verse lesionados por el régimen cambiario,
en especial, el derecho a la libertad económica.

Esta Sala Constitucional ha hecho suya la corriente que proclama que
los derechos fundamentales tienen un contenido básico o esencial que,
en modo alguno, puede ser perturbado ni limitado por los Poderes Públi-
cos. En concreto, en relación con la libertad económica, se ha reconoci-
do  que  su  contenido  esencial  reside  en  la  aptitud  de  los  operadores
económicos privados de decidir, autónomamente, cuáles serán los linea-
mientos de la actividad que explotarán. Esta conclusión es predicable
respecto del régimen cambiario, en el sentido de que, con independen-
cia de las limitaciones que acuerden los Poderes Públicos, los particula-
res siempre podrán, conforme a su autonomía privada, entrar y salir de
ese mercado, tanto más cuando las actividades que en este mercado se
ejerzan se consideran como un acto objetivo de comercio. En este sen-
tido se pronunció esta Sala en sentencia de 15 de mayo de 2003 (caso:
C.A. Cervecera Nacional Brahma), en la que se señaló que el precepto
que contiene el artículo 112 de la Constitución de 1999 –que recoge el
derecho  a  la  libertad  económica–  ‘...constituye una garantía institu-
cional frente a la cual los poderes públicos deben abstenerse de
dictar normas que priven la posibilidad de iniciar y mantener una
actividad económica sujeta al cumplimiento de determinados re-
quisitos. Así, pues, su mínimo constitucional viene referido al ejer-
cicio de aquella actividad de su preferencia en las condiciones o
bajo las exigencias que el propio ordenamiento jurídico tenga es-
tablecidas. Ello no implica que toda infracción a las normas que
regulan el ejercicio de una determinada actividad económica, en-
trañe una violación al orden constitucional o amerite la tutela re-
forzada prodigada por el amparo constitucional’.
362 VOTOS DISIDENTES

Ahora bien, el somero análisis que antecede, permite llegar a la conclu-
sión de que, en el marco del régimen cambiario que se analiza, la auto-
nomía negocial de los operadores económicos privados para que entren
y salgan del mercado cambiario ha sido, cuando menos, aniquilada: el
ingreso a ese mercado se supedita a las férreas restricciones sublegales
que acordó la Administración y que impiden a los particulares la adqui-
sición de divisas para fines distintos de los que discrecionalmente esta-
blece el Poder Ejecutivo, en algunos casos, incluso, esa posibilidad fue
virtualmente prohibida, como sucede con el régimen de adquisición de
divisas para turistas, que sólo parcialmente admitió la Administración
más de un año después de la iniciación de la vigencia del régimen de
control de cambio.

VI. Por último, y en lo que se refiere a la inconstitucionalidad que se
denunció respecto del régimen jurídico de la Comisión de Administra-
ción de Divisas (CADIVI), la sentencia que aprobó la mayoría de esta
Sala realizó una serie de consideraciones de las cuales también se dis-
crepa. En este sentido, el fallo establece que ‘el último acápite del ar-
tículo 110 de la Ley del Banco Central de Venezuela remite a lo dispuesto
en los convenios cambiarios para la determinación de las atribuciones
de las comisiones especiales que el Ejecutivo Nacional instaure por la
vía de los referidos convenios’; no obstante, este voto salvante conside-
ra que no es ese el sentido de la norma jurídica que se invocó, pues lo
que ha hecho el Poder Ejecutivo es crear un órgano administrativo y
otorgarle atribuciones ablatorias, incluso sancionatorias, en contraven-
ción al principio de reserva legal y de legalidad administrativa.

Asimismo, y en relación con el principio de legalidad que rige la crea-
ción y dotación de atribuciones a los órganos de la Administración Pú-
blica,  se  observa  que  la  sentencia  de  la  que  se  discrepa  no  tuvo  en
cuenta elementales principios del régimen jurídico de las competencias
administrativas, cuando indicó que las atribuciones de CADIVI han sido
asignadas por el Convenio Cambiario, el cual es, a no dudarlo, un acto
administrativo complejo y, por ende, de rango sublegal. Por el contrario,
el fallo  que antecede estableció  que ‘...los actos administrativos im-
pugnados fueron dictados por la Comisión de Administración de
Divisas (CADIVI) en ejecución del artículo 26 del Convenio Cam-
biario Nº 1, que le confiere a dicho órgano administrativo compe-
tencia para establecer requisitos y condiciones a fin de la
adquisición de divisas por parte de las personas naturaleza o jurí-
dicas, por lo cual, las exigencias previstas en las providencias cues-
tionadas, constituyen desarrollo de lo establecido en el Convenio
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 363

Cambiario Nº 1 y, en consecuencia, no infringe (sic) la reserva


legal de materia cambiaria, ni constituye (sic) infracción alguna a
los derechos y garantías constitucionales que se denuncian con-
culcados’. Se insiste, lo que ha ocurrido, es que la Administración se ha
auto atribuido competencias, lo que representa una clara violación al
principio constitucional de legalidad administrativa.

De otra parte, se sostiene que no hay violación al principio de legalidad a
las  penas  y  sanciones  pues  ‘...esta Sala considera que la suspensión
de la tramitación de la solicitud de adquisición de divisas o de la
solicitud de inscripción en el respectivo registro, mientras se realiza
la correspondiente investigación, no constituye una sanción para el
peticionante ni prejuzga sobre su responsabilidad en los hechos que
se le imputan, ya que si se determina la veracidad o autenticidad de
los datos y documentos suministrados, el trámite por él iniciado debe
continuar en la misma fase en que éste fue suspendido’. No obstante,
en dicho fallo se obvió acotar que, de conformidad con el artículo 3, car-
dinal 13, del Decreto Nº 2303, sí se le confirió a CADIVI potestad san-
cionadora respecto de los operadores cambiarios.

Finalmente, la mayoría de la Sala desestimó la denuncia de violación al
derecho de participación ciudadana, mediante la consideración de que,
de conformidad con el artículo 137 de la Ley Orgánica de la Adminis-
tración  Pública  ‘...las circunstancias de hecho expuestas exigían la
urgente instrumentación de medidas destinadas a paliar o corregir
dicha situación en aras del interés general. En virtud de lo ante-
rior y vistas las circunstancias fácticas bajo las cuales se dictaron
los actos administrativos impugnados, esta Sala juzga que (...) no
requerían de la consulta prevista en el artículo 136 de la Ley Orgá-
nica de la Administración Pública, en virtud de la excepción con-
templada en el último acápite del artículo 137 eiusdem...’.

No obstante, quien disiente considera que la sentencia eludió señalar
que, de conformidad con esa misma norma –artículo 137 de la Ley Or-
gánica de la Administración Pública–, en los casos cuando la ‘emergen-
cia manifiesta’ impida la realización de la consulta previa de determinado
cuerpo  normativo,  ‘las normas aprobadas serán consultadas segui-
damente bajo el mismo procedimiento a las comunidades organiza-
das y a las organizaciones públicas no estatales; el resultado de la
consulta deberá ser considerado por la instancia que aprobó la
norma y ésta podrá ratificarla, modificarla o eliminarla’.
364 VOTOS DISIDENTES

Queda así expuesto el criterio del Magistrado que rinde este voto salva-
do, quien deja expresa constancia de que no ha emitido opinión acerca
de la conveniencia o no de la implantación de un régimen de control de
cambios en el país y de que, como quedó reflejado en las líneas que
anteceden, su disenso tiene por fundamento la insoslayable necesidad
de que dicho régimen, así como toda la actividad de los poderes públi-
cos, esté siempre apegada al ordenamiento jurídico, y especialmente, a
las normas, valores y principios de rango constitucional”.

Sentencia N°: 1.683.


Fecha: 20-08-04.
Demandante: Defensor del Pueblo.
Materia: Servicio Público. Administrativo.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

Noción de servicio público.

“1. La sentencia de la cual se disiente declaró la incompetencia de la Sala
para el conocimiento de la demanda de amparo que el Defensor del Pue-
blo delegado y el Defensor del Pueblo auxiliar del Estado Yaracuy incoó
contra el Instituto Autónomo de la Salud del mismo Estado y, en conse-
cuencia, declinó el conocimiento de la causa en el Juzgado Superior en lo
Civil y Contencioso-Administrativo de la Región Centro-Norte.

2. El fallo se fundó en la errónea consideración de que la demanda de
autos no estaría dirigida a la protección de derechos e intereses colecti-
vos, sino que se trata de un amparo constitucional. En ese sentido, la
mayoría consideró:

‘Con ello es evidente que la presente no es una acción relacionada con
la afectación de derechos o intereses colectivos o difusos, sino que se
trata de un amparo constitucional cuyo conocimiento compete a la juris-
dicción contencioso-administrativa, de conformidad con el artículo 259
de  la  Carta  Magna,  supra  citado,  pues su objeto lo constituye una
de las manifestaciones típicas de la actividad administrativa, cual
es, la prestación de un servicio público’. (Negritas del disidente).

De  lo  precedente,  es  evidente  el  error  conceptual  en  que  incurrió  la
mayoría cuando aceptó la propuesta del ponente consistente en que la
demanda de autos no se relaciona con la afectación de intereses colec-
tivos,  por  cuanto  ‘el objeto lo constituye (...) la prestación de un
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 365

servicio público’. Tal afirmación, es por lo menos, inconsistente con la
más elemental teoría de servicio público y contraria a la jurisprudencia
en la materia.

En efecto, todo servicio público, por definición, atiende a la prestación
de una necesidad pública o colectiva que se enmarca, o debe enmarcar-
se, dentro de las políticas públicas estatales; por tanto, es contradicto-
ria, en sí misma, la idea de la distinción entre interés colectivo y servicio
público, ya que son nociones que se encuentran estrechamente vincula-
das, pues una supone la presencia de la otra. No es correcta, por tanto,
la afirmación hecha en el pronunciamiento del que se discrepa de que la
demanda no es de protección de derechos o intereses colectivos, por-
que su objeto es la deficiente prestación de un servicio público.

3. Además, la Sala, lamentablemente, olvidó un reciente caso que guar-
da similitud  con el de autos,  donde sí aceptó la competencia para su
conocimiento. Se trata del expediente Nº 02-0444, decisión Nº 1042 del
31 de mayo de 2004, donde el ciudadano CARLOS HUMBERTO TA-
BLANTE HIDALGO, en su nombre y en defensa de los intereses co-
lectivos  de  ‘los aragüeños’,  incoó  demanda  contra  las  actuaciones
materiales y vías de hecho de la COMPAÑÍA ANÓNIMA DE ALUM-
BRADO Y FOMENTO ELÉCTRICO C.A. (CADAFE) y su filial C.A.
ELECTRICIDAD DEL  CENTRO (ELECENTRO), en  el  Estado Ara-
gua. De esta decisión, merecen ser resaltadas dos consideraciones:

1. La modificación de la calificación jurídica de la demanda, lo cual se
hizo de la siguiente forma:

‘atendiendo a lo alegado y a lo solicitado por el accionante en su escrito
libelar, esta Sala Constitucional, de la misma forma en que lo hizo en el
caso ASODEVIPRILARA, estima procedente cambiar la calificación
jurídica de la presente acción, facultad propia del juez constitucional, tal
y como lo ha reconocido esta Sala en sentencias del 1° de febrero de
2000  (Caso:  José Amando Mejía),  y  19  de  octubre  de  2000  (Caso:
Ascánder Contreras Uzcátegui),  ratificado  dicho  criterio  en  senten-
cias del 9 de marzo de 2000 (Exp. 00-0126, Caso: José Alberto Zamo-
ra Quevedo), y del 14 de marzo de 2001 (Exp. 00-2420, Caso: Claudia
Ramírez Trejo). En consecuencia, la presente acción pasará a ventilar-
se como una demanda por una vía procesal ajena al amparo, por dere-
chos e intereses difusos y colectivos, y así se declara’.
366 VOTOS DISIDENTES

2. La aceptación de la pretensión de protección de derechos e intereses
colectivos, de la siguiente forma:

‘Atendiendo a lo antes expuesto, y vista la solicitud de amparo como los
recaudos aportados con ella, la Sala estima que la invocación de la pro-
tección de los derechos e intereses colectivos en que funda su preten-
sión  el  accionante  –CARLOS TABLANTE  HIDALGO–,  referidos  al
suministro de energía eléctrica y el aumento de las tarifas por la presta-
ción de dicho servicio en la ciudad de Maracay, Estado Aragua, se en-
cuentra acorde con lo que para esta Sala son los rasgos característicos
de estos derechos e intereses, en especial la protección de la calidad de
la vida, y que antes se explicaron, por lo cual, el prenombrado ciudada-
no goza de la legitimación necesaria para ejercer la presente acción ya
que aunque actúa en su propio nombre, también lo hace en función del
interés común, y así se declara’.

3.  No  hay  duda  que  ambas  causas  encuentran  su  lugar  común  en  la
identificación de la pretensión con la deficiente prestación de un servi-
cio público, en este caso: la salud, en el otro que se refirió: suministro de
energía eléctrica. Esta coincidencia –servicio público– vinculada con la
calidad de vida de los usuarios –interés colectivo– es la razón por la
cual la Sala concluyó que se trataba de un demanda de protección de
intereses colectivos, criterio del cual se apartó en el caso de autos, en
desconocimiento, se insiste, no sólo del precedente, sino del más ele-
mental sentido de la noción de servicio público”.

Sentencia N°: 1.787.


Fecha: 23-08-04.
Demandantes: José  Rafael  Da  Costa,  Joao  Nunes  Dos  Reis  y
Pedro Antonio López L.
Materia: El amparo como tercera instancia, las incongruen-
cias por omisión y el silencio de pruebas.
Ponente: Antonio José García García.

No puede declararse sin lugar el amparo por pretendida


tercera instancia si lo que se denunció fue una supuesta
omisión de pronunciamiento.

La sentencia de cuya motivación se discrepa declaró sin lugar el ampa-
ro por cuanto consideró que los demandantes:
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 367

‘...sólo pretendieron impugnar el fondo de la sentencia dictada en pri-
mera instancia –por el Juzgado de Municipio– mediante la cual se de-
claró con lugar la resolución del contrato de arrendamiento incoada por
la ciudadana Maribel González Molinero, para así lograr la revisión del
criterio de interpretación del juzgador de la causa, revisión que, por
demás ya había sido efectuada en la oportunidad en que el Juzga-
do Segundo de Primera Instancia conoció la apelación interpues-
ta por los actores’.

Además el fallo afirma:

 ‘...que la actividad jurisdiccional desplegada en las dos instancias donde
se dilucidara el caso sub judice estuvo ajustada a derecho y, por cuanto
considera que lo que buscan o pretenden los hoy accionantes en amparo
es sustituir mediante la figura del amparo constitucional el ejercicio de un
recurso del cual ya no disponen –en razón de haber agotado la doble
instancia procesal– como una forma de enervar los efectos de la
decisión de la que disienten y con la cual no se encuentran de
acuerdo pretendiendo acceder así a una tercera instancia’.

En opinión del concurrente la  pretensiones del  actor no apuntan a la


obtención de una tercera instancia sino a que, mediante amparo, se obli-
gue al Juzgado supuesto agraviante a la emisión de pronunciamientos
en segunda instancia, pues en opinión de la parte actora dicho Juzgado
los omitió respecto de las cuestiones previas de los ordinales 8° y 11°
del artículo 346 del Código de Procedimiento Civil, asuntos que –en
opinión del demandante– formaban parte del tema de decisión.

La parte actora denunció una circunstancia –omisión de pronunciamien-
to– que, en criterio reiterado de esta Sala, puede ser violatoria de dere-
chos constitucionales, razón por la cual le correspondía establecer si, en
el caso bajo análisis, hubo la omisión que se denunció y, luego, si con
dicha omisión se produjeron violaciones constitucionales.

En opinión de quien concurre la revisión de las decisiones del Juzgado
de Municipio sobre las cuestiones previas de prejudicialidad e inadmisi-
bilidad no formaban parte del thema decidendum de la alzada, en pri-
mer término porque contra la decisión  sobre la prejudicialidad  no es
admisible recurso de apelación y, en segundo lugar, porque, contra la
cuestión previa de inadmisibilidad, si bien se ejerció apelación ésta no
se decidió antes de la definitiva y no se hizo valer dicha apelación con el
368 VOTOS DISIDENTES

recurso contra la sentencia de fondo, tal como requiere el artículo 291
del Código de Procedimiento Civil.

En consecuencia, el Juzgado supuesto agraviante no podía pronunciarse
sobre  las  cuestiones  previas  que  se  mencionaron,  porque  había  cosa
juzgada respecto de ellas y, por tanto, no hubo omisión en el pronuncia-
miento del Juzgado supuesto agraviante. Por ello, estima el concurren-
te, no es correcto que se afirme que se perseguía una tercera instancia,
si lo que realmente el demandante pretendió era un pronunciamiento, en
segunda instancia, respecto de las cuestiones previas”.

Sentencia N°: 1.839.


Fecha: 26-08-04.
Demandante: Irene María Luna Pazmiño.
Materia: Ejecución  de  sentencia  en  el  procedimiento  de
amparo constitucional.
Ponente: Antonio García García.

Ante la ausencia de disposición expresa que regule el pro-


cedimiento de ejecución en la Ley Orgánica de Amparo so-
bre Derechos y Garantías Constitucionales, son aplicables,
de forma supletoria los artículos 523, 524, 533 y 607 del
Código de Procedimiento Civil. (Ex artículo 48 eiusdem).

“...ante la ausencia de disposición expresa que regule el procedimiento
de ejecución en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garan-
tías Constitucionales, dicha norma adjetiva es aplicable de forma suple-
toria (ex artículo 48 eiusdem), claro está, que por la naturaleza célere
del amparo se imponía quizá, en este caso, la concesión de un plazo de
tres (3) días y no de diez (10) para el cumplimiento del fallo.

Al respecto, cabe el señalamiento de que esta misma Sala ha reconoci-
do, directa e indirectamente, la aplicación supletoria, en el procedimien-
to  de  amparo,  de  los  artículos  523,  524,  533  y  607  del  Código  de
Procedimiento Civil (Cfr. s.S.C. Nos 895/31-05-01; 318/20-02-03; 195/
19-02-04, entre otras)”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 369

Sentencia N°: 2.089.


Fecha: 10-09-04.
Demandante: Empacor  S.A.
Materia: Falta de notificación del abocamiento de un nuevo
juez, requisitos para el decreto de amparo contra
la sentencia definitiva por ese motivo.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

La falta de notificación del abocamiento de un nuevo juez, en


criterio reiterado de la Sala sólo es violatoria de derechos
constitucionales si el juez estaba incurso alguna causal de re-
cusación, la Sala no puede exigir la prueba de la causal pues a
ella no le compete la decisión de la recusación.

“La parte actora señaló en su escrito que el Juez temporal se hallaba
incurso en la causal de inhibición del artículo 82.4 del Código de Proce-
dimiento  Civil.  No  obstante,  la  sentencia  desestimó  la  pretensión  de
amparo por cuanto la parte actora:

‘...no señaló elemento probatorio alguno destinado a demostrar la consu-
mación del supuesto que constituye la causal de inhibición denunciada. Ello
así, la Sala juzga que en el presente caso no se evidencia de forma contun-
dente y objetiva la existencia de interés directo que el presunto agraviante,
su cónyuge o alguno de sus parientes consanguíneos o afines, tenga o pu-
diera tener en la controversia en que se dictó el fallo impugnado’.

En criterio del salvante la anterior decisión contradice el criterio de esta
Sala  según  el  que  ‘no le compete al juez constitucional verificar si
en el proceso donde se produjo el fallo accionado, efectivamente,
se configuraron o no las causales de recusación, previstas en el
artículo 82 del Código de Procedimiento Civil’. Dicho  criterio,  que
se estableció mediante sentencia N° 3546 del 18-12-03 (caso: FRAN-
CESCO BÁLSAMO DIGIROLOMO) y que fue ratificado, entre otras,
por la sentencia N° 908 del 17-05-04 (caso: Terranova de Venezuela
S.A.), debió haber sido sostenido en el pronunciamiento objeto de autos
en virtud de la confianza legítima que generó en la parte actora.

En razón del argumento que fue expuesto quien disiente opina que la
Sala debió admitir el amparo”.
370 VOTOS DISIDENTES

Sentencia N°: 2.093.


Fecha: 10-09-04.
Demandante: Empresas Vermont Eversa S.A.
Materia: Motivación del decreto de las medidas cautelares.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

El decreto de las medidas preventivas, como toda provi-


dencia judicial decisoria, debe contener motivación expre-
sa, por lo que en caso contrario, tales decisiones pueden
ser objeto de amparo (Violación de los derechos al debido
proceso y a la defensa).

En este caso, la Sala Constitucional declaró con lugar la ape-


lación que formuló el tercero con interés en el procedimien-
to de amparo y, en consecuencia, inadmitió la pretensión de
tutela constitucional, por cuanto, en criterio de la mayoría,
ésta no es aplicable a los decretos de medidas preventivas
que se hayan dictado sin la debida motivación. En opinión de
la Sala, las cautelares se confieren conforme al poder discre-
cional de juzgamiento del cual ostentan los jueces.

“En opinión de quien aquí difiere, no es posible que el decreto de medi-
das cautelares, como toda provisión judicial, sea inmotivado, que fue lo
que denunció la parte actora. Tal parecer aparejaría la conducta judicial
con la arbitrariedad, por cuanto el derecho a la defensa encuentra su
manifestación más singular en la necesidad de que todas sus actuacio-
nes y resoluciones sean motivadas. Esta Sala al respecto se pronunció
en  la  sentencia  Nº  891  del  13  de  mayo  de  2004,  caso:  Inmobiliaria
Diamante S.A., (INDIASA), en la cual señaló:

‘Es  criterio  vinculante  de  esta  Sala,  aun  cuando  el  artículo  49  de  la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela no lo indique
expresamente, es de su esencia el que todo acto de juzgamiento conten-
ga una motivación, requerimiento éste que atañe al orden público, pues-
to que, de lo contrario, no tendría aplicación el sistema de responsabilidad
de los jueces que la propia norma preceptúa, además que se desconoce-
ría cómo se obtuvo la cosa juzgada, al tiempo que ‘principios rectores
como el de congruencia y el de la defensa se minimizarían por lo cual
surgiría un caos social’. (Cfr. s.S.C. Nº 150/24-03-00, Caso: José Gus-
tavo Di Mase Urbaneja y Carmen Elisa Sosa Pérez).
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 371

(...)

Es  jurisprudencia  reiterada  de  la  Sala  de  Casación  Civil,  tanto  de  la
extinta Corte Suprema de Justicia como del actual Tribunal Supremo de
Justicia, la cual ha hecho suya esta Sala Constitucional en sentencias
Nos. 122/06-07-01 (Caso: Distribuciones Importaciones Cosbell C.A.)
y 324/09-03-04, (Caso: Inversiones La Suprema C.A.) que los requisi-
tos intrínsecos de la sentencia, que indica el artículo 243 del Código de
procedimiento Civil, son de estricto orden público.

La obligación de motivación de los fallos es uno de esos requisitos y cons-
tituye una garantía contra el atropello y el abuso, precisamente porque, a
través de aquéllas, es posible la distinción entre lo que es una imposición
arbitraria de una decisión y lo que es una sentencia imparcial’.

En consecuencia, los jueces de instancia deben motivar el decreto en el
cual acuerden la práctica de la medida preventiva que haya sido solici-
tada, porque sólo de este modo la parte contra quien ésta obre podrá
fundamentar los argumentos de su oposición, si creyere oportuno for-
mularla. En la misma línea de pensamiento se inscribe la autora españo-
la  María  Pía  Calderón  Cuadrado,  para  quien  ‘(l)a decisión judicial
(que acuerda el decreto de medidas cautelares), por tanto debe reves-
tir la forma de auto, coincidiendo en este caso previsiones legales
(propias de la Ley de Enjuiciamiento Civil española) con aquellas vo-
ces que estimaban correcta dicha fórmula. El auto será motivado
(...), motivación que servirá como ‘justificación y comprobación
externa’ del contenido de la resolución.  (...)  La amplia facultad
que parece desprenderse del artículo 1428 no significa, como he-
mos visto, libertad absoluta, tal amplitud va a ser reducida desde
tres frentes. El primero hace referencia a la vigencia del principio
dispositivo y de aportación de parte; el segundo, a la constatación
de los fundamentos cautelares y; el tercero, a la relación existente
medida solicitada y finalidad que se trata de conseguir. La conjun-
ción de estos tres elementos nos será útil para delimitar el terreno
dentro del cual va a moverse el órgano jurisdiccional’.  (‘Las  Medi-
das Cautelares Indeterminadas en el Proceso Civil’, p. 246, Editorial
Civitas, Madrid, 1992). Como corolario, resulta que, cuando la resolu-
ción que acuerda el decreto de medias preventivas es inmotivada, valga
decir carece de alguno de los elementos que configuran su contenido,
no es extraño a la tutela constitucional el control sobre éstas, más aun
cuando tal vicio afecta el cabal ejercicio del derecho a la defensa que
372 VOTOS DISIDENTES

pudiera  ejercerse  a  través  de  las  vías  ordinarias  que  preceptúan  los
artículos 602 y 603 del Código de Procedimiento Civil.

Sobre este particular, es decir, la posibilidad de que las actuaciones en
sede cautelar sean controlables por medio del amparo constitucional, la
Sala dictaminó en la sentencia Nº 1.662 del 16 de junio de 2003, caso:
Beatriz Osío de Utrera y Jesús Miguel Osío Osío, lo siguiente:

‘Si bien, es criterio reiterado de la Sala (vid. ss.S.C. Nos. 66/09-03-00
(Caso: Textiles Mamut S.A.) y Nº 804/28-07-00 (caso: Compañía Anó-
nima de Inmuebles y Valores Caracas C.A.),  que  ante  este  tipo  de
decisiones, la parte cuenta con un medio judicial breve, idóneo y expedi-
to como lo es la oposición a la medida innominada, conforme con lo que
dispones el artículo 602 del Código de Procedimiento Civil, cuyo agota-
miento constituye presupuesto de admisibilidad de amparo, tal como lo
decidió el Juzgado a quo.

(...)

Este juzgamiento excepcional (por la vía de amparo) se justifica por
cuanto el poder cautelar del juez no puede ser ilimitado ni absoluto, an-
tes por el contrario, las medidas cautelares no pueden infringir derechos
constitucionales en grado de inhabilitar civilmente al ciudadano sobre el
ellas pesen, ya que las mismas fueron concebidas por el legislador para
garantizar la tutela judicial efectiva y, por ende, la seguridad jurídica del
justiciable. Esta es la premisa que, en criterio de esta Sala, debe orien-
tar la actuación de todos los jueces de la República.

De tal modo que, cuando dicta una medida cautelar cualquiera que ella
sea, debe ceñirse a los parámetros que la Constitución y la Ley le impo-
nen.  Así, en criterio de esta Sala, en aquellos casos en los que la
medida cautelar atente contra los más elementales principios del
proceso, o quebrante de manera ostensible el ordenamiento ju-
rídico y sea palpable, franca y grosera la violación contra la Cons-
titución, la existencia de la vía judicial ordinaria no puede erigirse
como obstáculo para la admisibilidad del amparo, máxime cuan-
do dicha vía sea la oposición de parte por las siguientes razones:

i) No suspende de inmediato los efectos de la medida cautelar, además
que la apelación contra la sentencia que la resuelve se oye en un solo
(sic) efecto (devolutivo).
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 373

ii) Su resolución corresponde al mismo Juzgado que declara la medida
(presunto agraviante), lo que trae como consecuencia que en la mayo-
ría de los casos éste no la modifique o revoque. (Cfr. En el mismo sen-
tido,  Rafael  Ortiz  Ortiz,  Medidas Cautelares Innominadas, Estudio
Analítico y Temático de la Jurisprudencia Nacional,  Paredes  Edito-
res, Caracas, 1999).

En estos casos de excepción, considera esta Sala que el juez cons-


titucional debe darle cabida al amparo aun cuando se disponga
de la vía judicial ordinaria (oposición) o no se haya hecho uso de
la misma, claro está, proveyéndose de una motivación razonable
y extremando su prudencia al momento del análisis sobre la po-
sibilidad de conceder la tutela constitucional entrando al conoci-
miento del fondo del amparo y no limitarse a desecharlo por
razones formales; tal es para el Juez constitucional el mandato
imperativo del artículo 26 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela’.  (Resaltado  añadido).

Por otra parte destaca en las consideraciones de quien suscribe que el
accionante alegó que, cuando interpuso la demanda de amparo, el tribu-
nal de la causa no había emitido ningún pronunciamiento sobre la oposi-
ción que había formulado y que, por demás, había fenecido el lapso legal
para que se emitiera la resolución judicial al respecto, por lo cual se
había producido un retardo que le ocasionó un agravio constitucional a
su situación procesal”.

Sentencia N°: 2.104.


Fecha: 10-09-04.
Demandante: Julio Víctor Guillén Guanipa.
Materia: Revisión contra aclaratoria; revisión contra sen-
tencias  en  procesos  de  amparo  que  se  aprecien
inamisibles.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

No puede admitirse la solicitud de revisión contra senten-


cia que decida solicitud de aclaratoria o ampliación pues
sólo es admisible la solicitud respecto de la sentencia ob-
jeto de la aclaratoria.

“1. La sentencia acogió la pretensión del solicitante de que se conocie-
se en revisión, tanto de la decisión definitiva de amparo, como la de su
374 VOTOS DISIDENTES

aclaratoria o ampliación. Quien disiente considera errada esa posición
por cuanto, en oportunidades previas, la Sala ha establecido que el pro-
nunciamiento que aclara o amplía el fallo es un apéndice de éste y no
puede considerarse, a los fines de la impugnación, como veredicto inde-
pendiente (Cfr. s N° 324 del 09-03-01 y N° 3408 del 04-12-03).

Si bien esta Sala ha admitido la interposición de recursos sólo contra la
aclaratoria o ampliación pues ‘...pudiera ocurrir que al producirse la
ampliación o aclaratoria solicitada de un fallo, ésta perjudique a
la parte aún más que la decisión proferida...’ (s.  S.C.  N°  1401  del
02-06-03), ello sólo es admisible cuando no se haya impugnado la deci-
sión definitiva pues, en caso afirmativo, esa impugnación abarca, nece-
sariamente, a la aclaratoria o ampliación.

En conclusión, quien disiente opina que el pronunciamiento ha debido
recaer, sólo respecto de la revisión del fallo del 31 de julio de 2003, la
cual necesariamente incluiría la de su ampliación o aclaratoria.

2. La parte actora solicitó la revisión de la sentencia definitiva del ampa-
ro, que siguió el solicitante contra su esposa e hijastra, por las sucesivas
ventas de una casa perteneciente a la comunidad conyugal. La primera
de las ventas fue convenida entre su esposa y su hijastra, el 29 de marzo
de 1994. El demandante alegó que demandó amparo por cuanto su acción
contra la venta estaba “prescrita”, pues había transcurrido el lapso de
cinco años desde el registro de la venta que establece el artículo 170 del
Código Civil. La decisión objeto de revisión sentenció que esa circunstan-
cia era causa para la declaratoria de inadmisibilidad del amparo por cuan-
to, desde el registro de la primera venta habían transcurrido más de los
seis meses a que se refiere el artículo 6.4 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

La Sala declaró haber lugar a la revisión pues:

‘...el lapso de caducidad debe comenzar a correr desde el momento en
que la parte presuntamente agraviada tiene conocimiento del acto lesi-
vo, lo cual en el presente caso no resulta claro por cuanto en el escrito
libelar presentado por el accionante, hoy solicitante de la revisión– no
se estableció fecha cierta del conocimiento del hecho, pero de las actas
contenidas en el expediente se puede deducir que no ocurrió en la fecha
de registro de la primera venta señalada, motivo por el cual esta Sala no
concuerda con la decisión del fallo recurrido de tomar como inicio del
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 375

lapso de caducidad la fecha del registro de la venta formalizada entre la
esposa e hijastra del solicitante, que fue a todas luces desconocida por
éste último’.

Y porque

‘...en el presente caso pudiera existir una vulneración del derecho del
recurrente de acceder a la información y a los datos que sobre su mis-
ma o sobre sus bienes consten en registros oficiales o privados’.

Quien discrepa opina que la revisión no estaba justificada porque, la
anulación y reposición que, tácitamente, se ordena, es inútil para el res-
tablecimiento de las supuestas lesiones constitucionales, pues es crite-
rio  reiterado  de  esta  Sala  que  “...no corresponde al Juez
constitucional dilucidar cuestiones relativas a la validez de los con-
tratos...” y  “...a los fines de hacer valer tal pretensión, la presunta
agraviada deberá acudir a un juicio de nulidad”.  (s.  S.C.  1209  del
06-07-01). En consecuencia, dicho amparo sería inadmisible de confor-
midad con el artículo 6.5 de la Ley orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales. Adicionalmente, quien discrepa observa
que las consideraciones en relación con el fondo de la pretensión nada
influirían la decisión sobre la admisibilidad del amparo, pues dicho pro-
nunciamiento es previo al estudio de esa circunstancia.

Por último, se deja constancia que la circunstancia de que la vía judicial
preexistente no sea accesible, en virtud del transcurso del lapso de ca-
ducidad que contiene el artículo 170 del Código Civil, no tendría influen-
cia sobre el pronunciamiento en relación con la admisibilidad, pues la
aceptación  de  tal  planteamiento  contradice  abiertamente  el  carácter
residual del amparo constitucional”.

Sentencia N°: 2.168.


Fecha: 14–9-04.
Demandante: Rómulo Martínez.
Materia: Régimen funcionarial. Actos administrativos. Des-
pido de empleados de Fundaciones del Estado.
Ponente: José Manuel Delgado Ocando.

No puede equipararse el acto de despido de una Fundación


a un acto administrativo atacable por ante la jurisdicción
contencioso-administrativa.
376 VOTOS DISIDENTES

“1. La sentencia de la cual se disiente declaró la incompetencia de la Sala
para el conocimiento del ‘recurso de nulidad’ que se intentó conjunta-
mente con amparo cautelar contra el ‘acto administrativo’ que dictó el
Consejo Superior de la Fundación de Investigaciones y Desarrollo de la
Universidad Simón Bolívar y, en consecuencia, por cuanto la Corte Pri-
mera de lo Contencioso Administrativo se encuentra temporalmente in-
accesible,  declaró  la  competencia  del  Juzgado  Superior  en  lo  Civil  y
Contencioso de la Región Capital, en primera instancia; y, en segunda
instancia, de la Sala Político Administrativa de este Supremo Tribunal.

2. La mayoría, sin ningún tipo de argumentación, consideró que la de-
manda  de  autos es  un  ‘recurso de nulidad’  contra  un  ‘acto adminis-
trativo’, por lo que el tribunal naturalmente competente sería la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo, pero, en razón de la situación
excepcional de ésta, el expediente se ordenó remitirlo al Juzgado Supe-
rior Contencioso Administrativo de la Región Capital.

3. Ahora bien, este disidente considera que el acto objeto de impugna-
ción en el caso de autos, no puede ser equiparado a un acto de natura-
leza administrativa, atacable, por tanto, a través del recurso de nulidad,
sino que se trata de un simple despido, cuyo control judicial le corres-
ponde a la jurisdicción laboral.

En efecto, mal puede sostenerse, jurídicamente, que la decisión del Con-
sejo  Superior  de  la  Fundación  de  Investigaciones  y  Desarrollo  de  la
Universidad Simón Bolívar constituya un acto administrativo. Se trata
de  un  acto  que  dictó  una  persona  de  naturaleza  privada  (Fundación)
sobre la  base de  las  disposiciones de  sus propios  Estatutos y  no con
fundamento en lo que preceptúa alguna ley. Tampoco se está ante un
acto  de  autoridad,  pues  no  existe  ley  alguna  que  le  atribuya  a  dicha
Fundación la explotación de una potestad pública que haya sido el fun-
damento del acto.

5. Por otra parte, se decidió que el amparo cautelar sería conocido en
alzada por la Sala Político Administrativa y nada se mencionó respecto
a la  demanda  principal  –‘recurso de nulidad’–,  con  lo cual  queda  la
duda de si también, en lo que atañe a las demandas de nulidad, el orden
competencial se fracturará por el hecho de inaccesibilidad de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo.

6. Por otra parte, lamenta este disidente que la mayoría sentenciadora
no sea congruente con su posición que explanó en la decisión Nº 575
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 377

del 14 de abril de 2004, en donde cambió de criterio sobre la compe-
tencia de la Sala Político Administrativa respecto del conocimiento del
amparo cautelar.

En efecto, en ese caso, este voto salvante expuso

‘Quien disiente considera que la Sala debió declarar su incompetencia
para el conocimiento de esta demanda de amparo y en consecuencia,
declinar la causa en la Sala Político-Administrativa, a quien, según ju-
risprudencia pacífica y reiterada de esta Sala, corresponde el conoci-
miento y decisión de las demandas de amparo autónomo que se intenten
contra las decisiones de amparo cautelar que dicte la Corte Primera de
lo Contencioso Administrativo o, como sucede en este caso, que dicten
los Juzgados Superiores con competencia en lo contencioso administra-
tivo que actúen en sustitución de aquélla, mientras persista la lamenta-
ble  interrupción  del  funcionamiento  de  dicha  Corte  (...)  en  aras  del
mantenimiento de la uniformidad y constancia de su jurisprudencia, así
como de la seguridad jurídica de los justiciables, la Sala debió ratificar el
criterio  que  se  estableció  a  partir  de  la  sentencia  Nº  2723,  de  18  de
diciembre de 2001 (caso: Tim International B.V.), y que se ha manteni-
do sin disidencias, entre otras, en las decisiones nos. 3183/2002; 3346/
2002; 0336/2003; 2015/2003 y 2783/2003, y que en todo caso, si la ma-
yoría decidió desconocer la doctrina reiterada de la Sala, ha debido ex-
plicarse razonadamente el cambio de postura, con expresa constancia
de que se abandona el criterio hasta ahora imperante’.

Ahora bien, en el caso de autos, la sentencia olvidó el recién cambio de
criterio y concluyó de nuevo, sin ningún tipo de explicación o razona-
miento, que la Sala Político Administrativa de este Supremo Tribunal es
la competente para el conocimiento, en alzada, del amparo cautelar y no
esta Sala, como se deduce del fallo del 14 de abril de este año”.

Sentencia N°: 2.337.


Fecha: 04-10-2004.
Demandante: Alexander Antonio García Gómez.
Materia: Flagrancia. Procedimiento abreviado.
Ponente: Carmen Zuleta de Merchán.

El criterio de que, en el procedimiento abreviado por razón


de flagrancia, el Ministerio Público dispone de treinta días
(y, eventualmente, de quince más, como prórroga) para la
378 VOTOS DISIDENTES

presentación de la acusación, en un Juicio Oral que debe


celebrarse, como máximo, al décimo quinto día luego de la
audiencia de presentación de imputado, no sólo contravie-
ne el artículo 373 del Código Orgánico Procesal Penal, sino
que es contraria a las razones por las cuales se instituyó el
procedimiento abreviado y, por consiguiente, que la asun-
ción de dicho criterio implica la convalidación de una inde-
bida dilación que es contraria a la garantía constitucional
de la tutela judicial efectiva que reconoce el artículo 26 de
la Constitución.

“Contrariamente a lo que decidió la mayoría sentenciadora, quien por este
medio disiente, estima que el criterio que se asentó en el presente fallo, en
el sentido de que el Fiscal del Ministerio Público dispone, en el procedi-
miento abreviado por flagrancia, del mismo lapso que, dentro del procedi-
miento ordinario, otorgaba el artículo 250 del Código Orgánico Procesal
Penal (antes de la reforma de 2001), para la presentación del correspon-
diente acto conclusivo –en el presente caso, la acusación– colide clara-
mente con el artículo 373 eiusdem, pues, en dicho procedimiento abreviado,
el Juicio Oral debe celebrarse dentro de los diez a quince días siguientes
a la audiencia de presentación de imputado, en tanto que el referido artí-
culo 250 establecía un plazo de veinte días siguientes al predicho acto
procesal, para la presentación fiscal del acto conclusivo que fuera perti-
nente. Más grave aún, el actual artículo 250 extendió dicho plazo a hasta
treinta días, prorrogable por quince más. Así las cosas, el criterio de que,
en el procedimiento abreviado por razón de flagrancia, el Ministerio Pú-
blico dispone de treinta días (y, eventualmente, de quince más, como pró-
rroga) para la presentación de la acusación, en un Juicio Oral que debe
celebrarse, como máximo, al décimo quinto día luego de la audiencia de
presentación de imputado, no sólo contraviene el artículo 373 del Código
Orgánico Procesal Penal, sino que tal concepción es contraria a las razo-
nes por las cuales se instituyó el procedimiento abreviado y, por consi-
guiente, que la asunción de dicho criterio implica la convalidación de una
indebida dilación que es contraria a la garantía constitucional de la tutela
judicial efectiva que reconoce el artículo 26 de la Constitución. Por todo
ello, considera este Magistrado que la Sala debió haber ratificado el crite-
rio que asumió, en su fallo Nº 8, de 14 de enero de 2004, en el cual dejó
establecido lo siguiente:

‘1.2 En lo que concierne al punto crucial de impugnación en la presente
causa, esto es, la ilegal demora procesal que alegaron los accionantes,
la cual imputaron al Juez Segundo de Juicio del Circuito Judicial Penal
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 379

del Estado Lara, cabe señalar que, en el caso del procedimiento abre-
viado por flagrancia, debe interpretarse que, a los efectos de la decisión
que deba asumirse sobre la libertad del acusado, por razón del retardo
para la presentación del correspondiente acto conclusivo, conforme a la
oportunidad que establecía el  artículo 259 (hoy, reformado, 250) del
Código Orgánico Procesal Penal, el Ministerio Público debe presen-
tar el correspondiente acto conclusivo dentro del lapso que se
señala en el artículo 373 (antes, 374) del Código Orgánico Procesal
Penal, para la celebración del Juicio Oral, porque es dentro de este acto
cuando debe realizarse tal presentación. Así, en el procedimiento espe-
cial que se examina, si la demora para la realización del Juicio Oral y,
por ende, para la presentación de la acusación fiscal, no es imputable al
acusado,  debe  aplicarse,  en  beneficio  de  éste,  la  medida  de  libertad,
plena o restringida, que ordena el artículo 250 (antes, 259) del Código
Orgánico Procesal Penal para el caso de la presentación retardada de
dicha acusación; de lo contrario, se estaría privilegiando a quienes estén
siendo enjuiciados mediante la reglas del procedimiento ordinario, en
detrimento de los sometidos al referido procedimiento abreviado, lo cual
sería  contrario  al  derecho  fundamental a  la  igualdad  de  las  personas
ante la ley que proclaman los artículos 19 y 21 de la Constitución. En
este orden de ideas, se concluye que el efecto jurídico que deriva del
retardo, no imputable al procesado, para la presentación, en el procedi-
miento por flagrancia, de la acusación fiscal, debe ser el que establecía
el artículo 259 (ahora, modificado, 250) del Código Orgánico Procesal
Penal, aplicable a casos como el presente, por interpretación extensiva
de dicha disposición, esto es el de la inmediata restitución del imputado
al ejercicio efectivo –pleno o restringido– de su derecho a la libertad
personal, tal como pretendían los demandantes, como también fue apre-
ciado por el a quo y como lo ha establecido esta Sala (vide, por ejemplo,
sentencia Nº 2444, de 15-10-2002, caso: P. R. Machado y otros), por lo
que se debe concluir que fue conforme a derecho la decisión de la pri-
mera instancia constitucional de sustitución de la medida cautelar priva-
tiva de libertad a la cual se encontraba sometido el actual quejoso, por
la  menos  gravosa  que  contiene  el  artículo  256.1  (antes,  265.1)  de  la
predicha  ley  procesal,  todo  lo  cual  debe  conducir  a  esta Alzada  a  la
confirmación de la misma, en lo que concierne al pronunciamiento sub
examine. Así se decide’. (Nuestro el resaltado).

1.  Si,  como  se  estableció  en  el  fallo  respecto  del  cual  se  expresa  el
presente disentimiento, el Juez penal estimó que la privación de libertad
devino ilegítima, por causa de la omisión de presentación de la acusa-
380 VOTOS DISIDENTES

ción fiscal, debió haber decretado, aun de oficio, la cesación de dicha
medida, razón por la cual se concluye que se trata de la omisión de una
conducta que debió haber sido observada por el referido jurisdicente y
esta Sala ha afirmado, en numerosos fallos anteriores, que el amparo es
admisible contra omisiones, dado que, contra éstas, no es posible ejer-
cer recursos como la apelación y no puede pretenderse que se invierta
la imputación de omisión, para la negación de la admisibilidad de la ac-
ción tutelar, como se hace en el presente fallo, en el cual fue justamente
al agraviado a quien se atribuyó, como causa de la inadmisión de su
pretensión de tutela, la omisión del ejercicio de su derecho subjetivo –no
del cumplimiento de un deber– a instar al Juez al cumplimiento de un
deber legal.

La primera instancia constitucional declaró con lugar la pretensión de
amparo a la libertad personal, con fundamento en lo cual habría decre-
tado medida de libertad del imputado. Tal decisión es accesoria de la
principal que declaró la procedencia del amparo. Por tal razón, si ésta
fue revocada porque esta alzada decidió, en cambio, que la acción de
amparo era inadmisible, ello implicaba, como consecuencia necesaria,
la revocación de la medida cautelar que el a quo decretó, a través de la
sentencia cuya inexistencia jurídica declaró esta juzgadora; ello, inde-
pendientemente  de  que  la  apelación contra  el  fallo  no  tuviera  efecto
suspensivo y, por tanto, mientras se decidía el referido recurso contra el
pronunciamiento por el cual se la decretó, tal medida hubiera debido
mantenerse en ejecución”.

Sentencia N°: 2.442.


Fecha: 20-10-04.
Demandante: Productos Embutidos Carabobo C.A. (PROEMCA).
Materia: Notificaciones, falta de constitución de domicilio
procesal por el demandado.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

Debe agotarse la notificación personal si consta en los au-


tos una dirección donde pueda ubicarse al demandante, in-
cluso si dicha dirección se obtuvo producto de la ejecución
de una medida preventiva.

“1. La demandante señaló en su escrito de demanda que, si bien no fijó,
formalmente, domicilio procesal, expresó en su escrito de cuestiones
previas  que  la  sociedad  funcionaba  en  ‘El Edificio Parque Cristal,
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 381

piso 11, oficina 11-C Los Palos Grandes’  y  en  otras  dos  sedes  en
Filas de Mariche y en Valencia y que,  en alguna de esas direcciones
debió verificarse la notificación personal de la sentencia definitiva, co-
municación que omitió el Juzgado Noveno de Primera Instancia en del
Trabajo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Cara-
cas. Alegó, además, que pese a esa argumentación y las pruebas que se
consignaron  ante  el  Juzgado  Superior Tercero  del Trabajo  de  la  Cir-
cunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, dicho tribunal
declaró válida una notificación personal que nunca se realizó, con lo
cual no se dio respuesta a los argumentos que fundamentaron su apela-
ción: i) la falta de notificación personal por cuanto fue sustituida por la
notificación que establece el artículo 174 del Código de Procedimiento
Civil; y ii) no se le concedieron los 10 días de despacho que preceptúan
los artículos 14 y 233 eiusdem.

2. La sentencia de la cual se discrepa declara improcedente in limine
litis la pretensión de amparo pues considera que PROEMCA no fijó su
domicilio procesal en los términos y oportunidad que ordena el artículo
174 del Código de Procedimiento Civil y, por tanto, debía tenerse como
tal domicilio la sede del Tribunal y que, además, el lapso para el ejerci-
cio del recurso de apelación era de cinco días de despacho pues, en el
caso de autos, la notificación se efectuó según el artículo 174 del Códi-
go  de  Procedimiento  Civil  y,  en  consecuencia,  ‘...no es aplicable el
término de los 10 días de despacho señalado por el accionante...’.

3. Quien salva su voto discrepa de la opinión mayoritaria pues considera
que la decisión contradice el criterio de la Sala respecto a que:

‘...cuando  haya  constancia  en  autos  de  la  existencia  de  la  dirección
procesal de la parte a quien deba hacerse alguna comunicación, no obs-
tante que no la hubiese fijado expresamente, será allí donde deba produ-
cirse el acto de comunicación, pues es, precisamente, la notificación
personal  la  que  produce  mayor  certeza  de  conocimiento,  y,  por  ello,
debe  agotarse en primer término (vid., entre otras, ss.  S.C. N°  2677/
2003; 778/2000; 991/2003; y 1190/2004)’.

En el caso de autos,  aparentemente, había constancia en autos de, al
menos,  dos direcciones  en las  cuales pudo  efectuarse la  notificación
personal, en primer término, la que proporcionó PROEMCA en su es-
crito de cuestiones previas; en segundo lugar, aquella donde se practicó
el embargo sobre bienes de la demandada, según se refiere en la sen-
382 VOTOS DISIDENTES

tencia que declaró con lugar la demanda contra PROEMCA; por tanto
debió agotarse en primer término la notificación personal en cualquiera
de esas direcciones antes de procederse a la notificación mediante avi-
so en la cartelera del juzgado.

4. Por otro lado, el salvante considera que debió analizarse la posibili-
dad de que la dirección que, supuestamente, señaló PROEMCA en su
escrito de cuestiones previas, fuese su domicilio procesal, tal como plan-
tea en amparo dicha compañía, pues si ello es así, el hecho de que ésta
se hubiese mudado de esa dirección era irrelevante a efecto de la noti-
ficación personal, pues era carga de la empresa la actualización de ese
domicilio y operaba en su contra el hecho de que la notificación se efec-
tuase en lugar diferente al de su real ubicación.

En definitiva, quien disiente opina que era necesario el análisis de copia
certificada de todo el expediente laboral para que se determinase con
certeza si PROEMCA fijó o no domicilio procesal, motivo suficiente
para la admisión de la demanda de amparo”.

Sentencia N°: 2.590.


Fecha: 15-11-04.
Demandante: Unilever Andina S.A.
Materia: Interpretación judicial conforme al principio pro
actione.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

Los jueces deben decidir conforme al principio pro actione


en cuanto que favorece el acceso a la justicia y a una deci-
sión de fondo respecto de la pretensión, de conformidad
con lo que disponen los artículos 26 y 257 de la Constitu-
ción de la República Bolivariana de Venezuela.

“La solicitante argumentó que la decisión cuya revisión se requirió se
apartó de la interpretación que ha hecho esta Sala Constitucional sobre
el principio pro actione, según la cual los requisitos procesales deben
interpretarse en el sentido más favorable a la admisión de las pretensio-
nes procesales. Asimismo, alegó que esta Sala ha señalado que el prin-
cipio  pro actione  forma  parte  del  núcleo  esencial  de  los  derechos
fundamentales a la tutela judicial eficaz y al debido proceso.

(...)
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 383

No debe confundirse la interpretación que ha hecho esta Sala del prin-
cipio  pro actione  con  otro  de  sus  criterios,  según  el  cual  los  lapsos
procesales que están legalmente fijados y jurisprudencialmente aplica-
dos son elementos temporales ordenadores del proceso, esenciales al
mismo y de eminente orden público, que no pueden ser desaplicados so
pretexto de que constituyen una formalidad no esencial. (Cfr. s.S.C. Nº
208 del 04-04-00, ratificada en s.S.C. Nº 727 del 08-04-03).

Luego del examen de la interpretación de la Sala acerca del principio
pro actione y de la diferenciación de éste respecto del criterio jurispru-
dencial sobre la aplicabilidad de los lapsos procesales tal cual son fija-
dos por las leyes, corresponde el análisis de si, en el caso de autos, la
interpretación de la Sala Político-Administrativa del artículo 136 del
Código Orgánico Tributario (vigente para la época) que concluyó en la
declaratoria de inadmisibilidad por extemporaneidad del recurso con-
tencioso tributario que había propuesto la ahora solicitante, tal como fue
denunciado, se apartó o no del criterio a favor del acceso a los órganos
de justicia  que ha establecido  esta Sala. Para  ello, se observa  que el
artículo 136 del Código Orgánico Tributario –aplicable ratione tempo-
ris– preceptuaba:

‘El gerente, director o administrador de sociedades civiles o mercanti-
les, o el presidente de las asociaciones, corporaciones o fundaciones, se
entenderán facultados para ser notificados a nombre de esas entidades,
no obstante cualquier limitación establecida en los estatutos o actas cons-
titutivas de las referidas entidades’.

En ese orden de ideas, el propio Código disponía que, cuando la notifica-
ción de un acto administrativo no se realice de forma personal, esto es,
directamente en una de las personas a las que se refiere el artículo 136,
se aplicaba lo que disponía el artículo 134 eiusdem que señalaba que:

‘Cuando la notificación no sea practicada personalmente, sólo surtirá
efectos después del décimo día hábil siguiente de verificada’.

(...)

Ahora bien, en criterio del disidente, contrariamente a lo que decidió
esta Sala, la interpretación de la decisión que se sometió a revisión no
sintoniza con el principio pro actione tal como ha sido expuesto por la
Sala Constitucional, por las siguientes razones:
384 VOTOS DISIDENTES

1. El artículo 136 del Código Orgánico Tributario tiene que ser interpre-
tado de forma literal, restrictiva e integral respecto de la disposición que
contiene el artículo 134 eiusdem. Así, se encuentra que para que pueda
tenerse como  que fue  practicada la notificación personal de  un acto
administrativo de efectos particulares de contenido tributario, la misma
debe verificarse, efectivamente, en la persona del gerente, director o
administrador de la contribuyente; se trata solamente de una persona
que tenga tal entidad, representación o posición jerárquica en la perso-
na jurídica destinataria de un acto de contenido tributario; sólo en ese
caso no resultaría aplicable, para el ejercicio del derecho a la defensa
de dicha persona jurídica (interposición del recurso contencioso-tributa-
rio), la especial regulación que el Legislador dispuso en el artículo 134
(el transcurso de diez días hábiles para que se tenga por cumplida la
notificación del acto administrativo). Por ello, cuando se interpretó que,
a través del Director de Finanzas –esto es, no un director general sino
uno  de  área  o  departamento–,  la  contribuyente  había  sido  notificada
personalmente y, por tanto, el lapso de veinticinco días (25) hábiles para
la interposición de manera oportuna del recurso contencioso tributario
comenzaba al día siguiente de la notificación en la persona de aquél (ex
artículo 187 del Código Orgánico Tributario), la Sala Político-Adminis-
trativa, en criterio de quien discrepa de la decisión mayoritaria, se apar-
tó  del  principio  pro actione,  pues,  con  esa  interpretación,  declaró
inadmisible el recurso que se había propuesto y, en definitiva, negó el
acceso a la jurisdicción de la contribuyente.

2. Ante la duda de si el Director de Finanzas de la contribuyente repre-
sentaba legalmente a la misma o podía ser considerado ‘el Director’ que
menciona el artículo 136 del Código Orgánico Tributario, la Sala Político-
Administrativa, en lugar de la declaratoria de inadmisibilidad del recurso,
debió considerar, como había hecho en anteriores oportunidades, que la
notificación que se practicó no fue personal y, por ende, que el lapso para
la proposición del recurso contencioso tributario comenzó a correr des-
pués del vencimiento del lapso de diez (10) días hábiles a partir de la
notificación que se practicó en el Director en cuestión, de conformidad
con lo que preceptuaba el artículo 134 eiusdem, porque es la interpreta-
ción  más  favorable  entre  las  posibles,  y  así  se  permite  el  acceso  a  la
justicia, para el conocimiento de fondo de la pretensión; ello en acata-
miento del principio pro actione a que tantas veces se ha hecho alusión,
que, por su rango constitucional, no podía ser desconocido ni evadido.

3. La propia Sala Político-Administrativa había hecho, anteriormente,
una interpretación distinta del artículo 136 del Código Orgánico Tributa-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 385

rio. En efecto, la inteligencia, que hasta el momento del fallo objeto de
revisión imperaba en dicha Sala, era la aplicación del artículo 134 eius-
dem en los casos en que la notificación del acto administrativo de efec-
tos particulares no hubiere sido realizada en una de las personas que, de
manera restrictiva, indica dicho artículo 136, es decir las notificaciones
que se hicieran en el Gerente, Director o Administrador de la sociedad
civil o mercantil. Así, en sentencia N° 642 de 06 de mayo de 2002, esa
Sala razonó, en un caso análogo que:

(...)

4. Si bien un órgano jurisdiccional puede cambiar su criterio respecto de
una institución, regla o norma en cualquier momento, en razón de que un
nuevo estudio del tema plantee una duda razonable que conduzca a un
re-examen de la situación y, en definitiva, abandone el criterio que había
sostenido con anterioridad, ese cambio, en respeto y garantía de la se-
guridad jurídica que tiene que prevalecer en todo Estado de derecho,
debe  aplicarse hacia el  futuro y no en  el caso  concreto, salvo que la
nueva interpretación beneficie al recurrente, toda vez que, de lo contra-
rio, se violaría el principio de la confianza legítima del justiciable.

En efecto, en el caso de autos, la contribuyente intentó el recurso con-
tencioso tributario sobre la base cierta de que se encontraba en tiempo
hábil, según lo que preceptuaban los artículos 134 y 187 del Código
Orgánico Tributario y lo que había sido la interpretación sistemática de
la Sala Político-Administrativa sobre el artículo 136 eiusdem. No obs-
tante ello, al momento de la decisión, dicha Sala cambió su criterio y, en
el caso bajo examen, consideró que la notificación de un acto de conte-
nido tributario que se practique en cualquier director de área o departa-
mento de una contribuyente, se tiene como efectuada de manera personal
y, por tanto, el lapso para la interposición del recurso correspondiente
comienza al día siguiente de dicha notificación.

Quien disiente considera que toda modificación de criterio, salvo que
sea hecha en pro del justiciable, debe aplicarse con efectos hacia el
futuro, pues de lo contrario se  violaría la confianza legítima de los
demandantes”.
386 VOTOS DISIDENTES

Sentencia N°: 2.910.


Fecha: 13-12-2004.
Demandante: Rubén Darío Guerra.
Materia: Arrestos Disciplinarios.
Ponente: Carmen Zuleta de Merchán.

Amparo constitucional. Arrestos disciplinarios judiciales.


El voto salvado disiente del cambio de criterio de la mayo-
ría sentenciadora, y por ende debió mantenerse la postura
de que la potestad disciplinaria que a los jueces de la Re-
pública otorga la Constitución, debe ejercerse con el ma-
yor apego a la legalidad y a los derechos fundamentales, y,
por tanto, con sujeción, sin excepción, a un previo procedi-
miento que garantice el derecho a la defensa de los posi-
bles afectados.

“La  sentencia  que  antecede  impuso  sanción  de  arresto  por  ocho  (8)
días al ciudadano Rubén Darío Guerra, de conformidad con el artículo
93 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en concordancia con los artí-
culos  172  de  la  Ley  Orgánica  de la  Corte  Suprema  de  Justicia  y  23,
párrafo 1 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.

Ahora bien, quien suscribe como disidente no puede menos que expre-
sar su preocupación por el modo como tal sanción disciplinaria se impu-
so. Así, mediante la sentencia que precede, la Sala hizo caso omiso a su
más reciente jurisprudencia, recaída en la sentencia no. 1212/2004, de
23 de junio (caso: Carlo Palli), en la cual esta propia Sala afirmó vehe-
mentemente que el ejercicio de la potestad disciplinaria por parte de los
jueces debe forzosamente garantizar, entre otros, los derechos funda-
mentales al debido proceso y a la defensa, y en consecuencia se esta-
bleció, en ese mismo acto decisorio, cuál es el previo procedimiento a
seguir para la imposición de tales sanciones disciplinarias. Tal afirma-
ción se sustentó en el argumento de que, por tratarse de la imposición
de sanciones disciplinarias, de eminente carácter administrativo, no es
posible su aplicación sin el previo procedimiento que garantice la defen-
sa de los afectados. Conviene transcribir parte de dicho fallo:

‘Con fundamento en las consideraciones expuestas, esta Sala deja sen-
tado el siguiente criterio, con carácter vinculante para todos los tribuna-
les de la República:
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 387

1. El ejercicio de la potestad disciplinaria que a los jueces otorga


la Ley Orgánica del Poder Judicial, debe forzosamente garanti-
zar, entre otros, los derechos fundamentales al debido proceso,
a la defensa, a la presunción de inocencia, a ser oído, al juez na-
tural, a la legalidad de la pena y al non bis in idem, en los térmi-
nos en que los establece el artículo 49 del Texto Fundamental.

2. En ausencia de un procedimiento especial que prevea la norma legal,
el ejercicio de la potestad disciplinaria de los jueces se tramitará
de conformidad con el procedimiento que establece el artículo
607, Título III, Libro Tercero, del Código de Procedimiento Ci-
vil, y en consecuencia:

(...)

3. La competencia para la decisión del procedimiento disciplinario co-
rresponde al juez del Tribunal en el cual ocurriere la falta, cuando el
ofendido sea la contraparte, terceros o apoderados en juicio, o bien cuando
sea cualquier funcionario judicial distinto al propio juez; en caso de que
él mismo sea el ofendido, la decisión corresponderá a otro juez de igual
jerarquía, siguiendo las reglas procesales de la inhibición.

4. El juez competente deberá decidir con fundamento en los supuestos y
pautas que le indican el artículo 94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
y determinará si procede la imposición de alguna de las sanciones disci-
plinarias expresamente tipificadas en dicha Ley. El juez podrá tomar, aún
de oficio, las medidas cautelares que estime indispensables para asegurar
la tramitación y las resultas del procedimiento sancionador, como, entre
otras, la detención preventiva para el caso de flagrancia.

5. Quien se vea afectado por la decisión disciplinaria podrá acudir a las
vías jurisdiccionales que ofrece el ordenamiento jurídico para el plan-
teamiento de la contrariedad a derecho de dicha sanción, a través del
recurso contencioso administrativo de anulación de actos administrati-
vos, o bien a través del amparo constitucional, en los términos en que,
de ordinario, éstos son admisibles y según las respectivas reglas proce-
sales de competencia. Asimismo, tendrá la posibilidad de solicitar la re-
consideración de la decisión sancionadora, ante la misma autoridad que
dictó la medida, tal como lo prevé el artículo 94 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, reconsideración que será siempre de carácter potestati-
vo’. (Destacado de este voto salvado).
388 VOTOS DISIDENTES

De manera que, cuando la mayoría de la Sala impuso, en este caso, una
sanción disciplinaria de arresto sin previo procedimiento, no sólo violó
los más elementales derechos fundamentales que establecen los artícu-
los 44 y 49 de la Constitución, sino que además inobservó su propia
jurisprudencia, con lo que lesionó gravemente el principio de seguridad
jurídica y de buena fe, más aún si se tiene en cuenta que en la dispositi-
va de la mencionada decisión no. 1212 se ordenó la inmediata publica-
ción del fallo en la Gaceta Oficial de la República, con expresión, en el
sumario, del siguiente título: ‘Sentencia del Tribunal Supremo de Jus-
ticia que establece los principios fundamentales y el procedimiento
que deben seguirse para el ejercicio de la potestad disciplinaria
que los artículos 91 y siguientes de la Ley Orgánica del Poder Ju-
dicial otorgan a los jueces de la República’.

En consecuencia, quien discrepa no rechaza la posibilidad del ejercicio,
por esta Sala, cuando haya lugar, la potestad disciplinaria que le otorga
la Ley Orgánica del Poder Judicial y, ahora, la Ley Orgánica del Tribu-
nal Supremo de Justicia, pero siempre con el mayor apego a la legalidad
–incluida la legalidad formal– y a los derechos fundamentales, y, por
tanto, con sujeción, sin excepción, a un previo procedimiento que garan-
tice el derecho a la defensa de los posibles afectados.

Por último, lamenta quien difiere que esta Sala haya retomado el crite-
rio que se sostuvo en la sentencia no. 2427/2003, de 29 de agosto (caso:
Carmen Alicia Perozo),  que  expresamente  se  superó  en  su  referida
decisión Nº 1212/2004, y, en consecuencia, considere, nuevamente, que
el ejercicio de la potestad disciplinaria que ejercen los jueces no obede-
ce al ejercicio de actividad administrativa, sino que constituye ‘juris-
dicción disciplinaria’,  pues  ‘no es posible el arresto por vía
administrativa-disciplinaria, ya que la detención de cualquier per-
sona debe provenir de una orden judicial’.

Por el contrario, este voto salvante insiste en las consideraciones que
se plasmaron en la sentencia Nº 1212/2004 de esta Sala, en la cual –y
con  fundamento  además  en  reiterada  jurisprudencia  de  esta  misma
Sala (ss. de 23-01-02, caso: Mirna Mas; de 10-5-01, caso: José Án-
gel Rodríguez y  de  3-10-01,  caso: Eduardo José Ugarte H.)–  se
explanaron las razones de por qué el ejercicio de tal potestad discipli-
naria de los jueces implica el ejercicio de actividad materialmente ad-
mi ni st rat i va  –y  por   ende  cont r ol able  ante  l a  j ur isdi cci ón
contencioso-administrativa– aunque orgánicamente judicial, y de allí
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 389

que sí cumpla a cabalidad con la exigencia constitucional (artículo 44,
cardinal 1, del Texto de 1999) relativa a que toda privación de libertad
debe provenir de una orden judicial.

Esta  nueva postura de la Sala no hace más que retomar la indeseada
confusión acerca de la naturaleza de los arrestos disciplinarios judicia-
les y también acerca de los medios procesales mediante los cuales son
controlables tales actos. (...)”.

Sentencia N°: 3.106.


Fecha: 15-12-04.
Demandante: Defensora Pública Julia Sforza Rodríguez.
Materia: Derecho a la libertad. Duración de la medida pri-
vativa de libertad en el proceso penal adolescente.
Ponente: Iván Rincón Urdaneta.

La Sala revocó la sentencia de primera instancia constitu-


cional, por cuanto estimó que no se siguió el procedimien-
to de amparo y a su vez revocó la medida cautelar sustitutiva
de privación de libertad que gozaba el adolescente en fran-
ca contradicción con lo que señala el artículo 581 de la Ley
Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente.

“Si bien comparte parcialmente la dispositiva de la sentencia, por la
cual la mayoría revocó el pronunciamiento que dictó la primera instan-
cia constitucional, mediante la cual declaró con lugar el amparo que
incoó la defensora pública del quejoso, no obstante, difiere en el punto
donde la mayoría sentenciadora dejó sin efecto la libertad del adoles-
cente  demandante.

Es evidente que la Corte Superior Sección Adolescente de la Región
Oriental Sala Especial Accidental del Circuito Judicial Penal de los Es-
tados Anzoátegui y Monagas acordó imponerle una medida sustitutiva
de privación de libertad de detención domiciliaria, en protección al dere-
cho fundamental a la libertad del adolescente y en virtud de que trans-
currió el lapso de tres (3) meses de prisión preventiva que establece el
artículo 581, parágrafo segundo, de la Ley Orgánica para la Protección
del Niño y del Adolescente.

En consecuencia, el acto decisorio debió mantener excepcionalmente
dicha medida, a pesar de que hubo revocado parcialmente la decisión
390 VOTOS DISIDENTES

objeto de consulta en lo que se refiere al procedimiento de amparo, ya
que  el  derecho  a  la  libertad  ha  sido  considerado  ‘como un derecho
humano y fundamental inherente a la persona humana y es recono-
cido, después del derecho a la vida, como el más preciado por el
ser humano. Tratándose pues, de un derecho fundamental de enti-
dad superior’ y una garantía constitucional de tan vital importancia,
debe  protegerse  en  todo  momento  y,  con  ello,  resguardarse  el  orden
público constitucional, que pueda verse afectado con alguna actuación
que lo menoscabe.

Además, cuando la Sala dejó sin efecto un medida cautelar sustitutiva
de una privativa de libertad que devino ilegítima por el transcurso del
tiempo, sin tomarse en consideración los principios procesales penales
de juzgamiento en libertad y del interés superior del adolescente que
está sometido a un juicio penal, contrarió disposición expresa de la Ley
Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (artículo 581).

Dispone el mencionado artículo 581, parágrafo segundo, de la Ley es-
pecial lo siguiente:

‘Prisión preventiva como medida cautelar.

En el auto de enjuiciamiento el Juez de Control podrá decretar la prisión
preventiva del imputado, cuando existe:

a) riesgo razonable de que el adolescente evadirá el proceso;

b) temor fundado de destrucción u obstaculización de pruebas;

c) peligro grave para la víctima, el denunciante o el testigo.

Parágrafo Primero: Esta medida no procederá sino en los casos en que,
conforme a la calificación dada por el juez, sería admisible la privación
de libertad como sanción, de acuerdo a lo dispuesto en la letra a) del
Parágrafo Segundo del artículo 628. Se ejecutará en centros de interna-
miento especializados, donde los adolescentes procesados deben estar
separados de los ya sentenciados.

Parágrafo Segundo: La prisión preventiva no podrá exceder de tres


meses. Si cumplido este término el juicio no ha concluido por sen-
tencia condenatoria, el juez que conozca del mismo la hará cesar,
sustituyéndola por otra medida cautelar’. (Destacado de la Sala).
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 391

Así, esta Sala ha sostenido que el derecho a la libertad es un derecho
fundamental cuya tutela, contra amenazas o violaciones indebidas a su
pleno ejercicio, interesa al orden público, razón por la cual, la misma
debe ser provista aun de oficio por el juez constitucional.

(...)

Así, considera quien aquí discrepa que la Sala debe ser consistente con
la protección constitucional de los derechos fundamentales de las per-
sonas y, más aún, cuando se trata de un adolescente, porque en estos
casos, además, está involucrado el interés superior de éste; en conse-
cuencia, el derecho a la libertad debe considerarse de orden público,
aun cuando afecta la esfera particular  de los derechos subjetivos del
demandante, por cuanto su falta de tutela causa un gravamen irrepara-
ble al agraviado, razón por la cual el órgano jurisdiccional que conozca
de dicha violación está obligado a la provisión, aun de oficio, de la inme-
diata restauración de la situación jurídica infringida”.
392 VOTOS DISIDENTES

AÑO 2005

Sentencia N°: 629.


Fecha: 25-04-05.
Demandante: Hotel Punta Palma C.A.
Materia: Pago de los salarios caídos en el procedimiento de
estabilidad laboral.
Ponente: Luisa Estella Morales Lamuño.

El pago suficiente por parte del patrono según el artículo


125 de la LOT no da lugar al pago de salarios caídos co-
rrespondientes al transcurso del trámite de la incidencia
de reclamación del trabajador; por el contrario, si el pago
fuere insuficiente no produciría efecto liberatorio de la obli-
gación, ni extinción del procedimiento.

“(...) El acto jurisdiccional del cual se disiente consideró que los sala-
rios caídos en los procedimientos de estabilidad laboral se causan des-
de  la  oportunidad  cuando  se  produce  la  notificación  del  patrono
demandado  ‘hasta la fecha de la consignación del pago que la
misma efectúe en el momento de insistir en el despido...’, y que, en
caso de que se produzca la impugnación del monto consignado, ‘resul-
taría contrario a los principios de equidad y de justicia conside-
rar como cómputo para el pago de los salarios caídos, el lapso
en que se sustancie y decida la impugnación en caso de ejercer-
se, en todo caso, si la misma resulta procedente, debe consignar-
se la diferencia del pago, pero sin ser computable al pago de los
salarios caídos, el lapso en que transcurra la impugnación, lo
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 393

que quiere decir, que no proceden los salarios caídos cuando se


ejerce el mecanismo de la impugnación’.

Ahora bien, para la procedencia de la terminación del procedimiento
de estabilidad laboral, debe producirse el pago de los montos que exi-
ge el artículo 125 de la L.O.T., con inclusión de los salarios caídos, de
la forma como allí se preceptúa; es decir, el pago parcial no produce el
efecto extintivo del procedimiento. La consignación insuficiente de lo
que sea adeudado motivaría su posterior impugnación, y la correspon-
diente tramitación de la incidencia para la verificación de la suficien-
cia del monto que se consigna para la extinción del procedimiento de
estabilidad laboral. Entonces, las resultas de dicha incidencia deben
condicionar la procedencia del pago de los salarios caídos durante ese
lapso, por cuanto, por principio general, cada parte debe correr con
las consecuencias de sus actos culposos, es decir, que si se llegase a
la determinación de la suficiencia del pago, no tiene el patrono que
soportar el pago de los salarios que fueron dejados de percibir durante
la incidencia, debido a que ésta habría sido el resultado de una impug-
nación infundada; por el contrario, si la impugnación fuese proceden-
te,  el  pago  no  produciría  efecto  liberatorio  de  la  obligación,  ni  la
extinción del procedimiento. En consecuencia, lo realmente ajustado a
derecho, sería la procedencia del pago de los salarios que se hubiesen
dejado de percibir durante la tramitación de la incidencia, y no que el
trabajador  dejase  de recibir  dicha  indemnización  legal, por  un  acto
culposo del patrono que no determinó, correctamente, el monto debido
y, por ende, produjo un pago parcial.

En conclusión, sólo el pago íntegro de lo debido produce la terminación
del procedimiento de estabilidad laboral y, por tanto, impide que se con-
tinúen causando los salarios caídos, y no impugnación ajustada a dere-
cho del trabajador.

Ahora bien, en virtud de la procedencia de la denuncia de la peticionaria
de tutela constitucional referente a la condenatoria en costas, a pesar
de que no fue totalmente vencida, se imponía en este caso la declara-
ción parcialmente con lugar de la pretensión de amparo (...).”.
394 VOTOS DISIDENTES

Sentencia N°: 1.304.


Fecha: 21-06-05.
Demandante: Guardianes Triple R C.A.
Materia: Medias cautelares dictadas por el juez incompe-
tente.
Ponente: Marcos Tulio Dugarte Padrón.

El juez incompetente para el conocimiento de una preten-


sión puede acordar medidas cautelares, por cuanto el orde-
namiento jurídico venezolano y una conclusión contraria
entrañaría la negación del derecho a la tutela judicial eficaz.

“(...) En el fallo en cuestión la mayoría sentenciadora confirmó la deci-
sión objeto de consulta y, por ende, declaró con lugar la pretensión de
tutela constitucional, por cuanto, en su criterio:

‘...(L)a Sala de Juicio del Tribunal de Protección del Niño y del Adoles-
cente de la Circunscripción Judicial del Estado Bolívar, al declararse
incompetente para decidir la demanda planteada, lo era también para
dictar las medidas cautelares solicitadas por la demandada (sic), pues
estaba desprovista de la competencia para ello, de allí que la referidas
medidas cautelares acordadas conforme a lo previsto en el artículo 466
de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente, esta-
ban  viciadas  de  nulidad  y  al  ser  decretadas  vulneraron  los  derechos
constitucionales a la defensa y al debido proceso de la parte accionante,
y así se declara’.

En criterio de quien disiente no es cierto que un juez, incompetente para
la decisión o resolución de la controversia planteada, lo sea también
para acordar medidas cautelares, por cuanto la competencia no consti-
tuye un presupuesto del proceso (como si lo es la jurisdicción), sino un
elemento de validez de la sentencia, pero no de cualquier pronuncia-
miento, sino de la decisión que resuelve el fondo o mérito de lo debatido.
En razón de ello, el Juzgado incompetente no sólo puede sino que debe
tramitar el proceso hasta el estado de sentencia definitiva, en virtud de
que la causa, en esos casos, no está sujeta a suspensión.

Lo  anterior  es  claramente  deducible  de  lo  que  preceptúa  el  segundo
párrafo del artículo 71 de la Ley Adjetiva Civil, cuando señala: ‘...la
solicitud de regulación no suspenderá el curso del proceso y el
juez podrá ordenar la realización de cualesquiera actos de sustan-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 395

ciación y medidas preventivas, pero se abstendrá de decidir el fon-


do de la causa mientras no se dicte la sentencia que regule la com-
petencia’. La consecuencia de la declaración con lugar de la regulación
de competencia, es la remisión del expediente continente de la causa al
Juzgado declarado competente, para la continuación de la tramitación
de la causa (vid. artículo 75 y 353 del CPC); ello confirma el criterio del
salvante, por cuanto, mientras se decide la regulación de competencia,
el procedimiento originario, en virtud de la existencia de prohibición le-
gal de suspensión del curso del proceso, debe continuar y es perfecta-
mente posible que el Juzgado que lo tramite fuese incompetente para la
decisión definitiva del asunto, no así, por expresa disposición normativa,
para  ‘...la realización de cualesquiera actos de sustanciación y
medidas preventivas...’.

De todo lo que fue expuesto se confirma que la competencia no consti-
tuye un elemento o presupuesto de existencia del proceso, sino un pre-
supuesto de la sentencia. En caso contrario los actos de un juzgado que
sea declarado incompetente serían nulos y la consecuencia de una de-
claración con lugar de la regulación de competencia sería la nulidad de
todo lo actuado (como si sucede en los casos de falta de jurisdicción) y
no la sola remisión del expediente continente de la causa a un Juzgado
competente, con permanencia de la validez de los actos procesales que
fueron realizados por aquél.

De igual manera, lo entendió esta Sala Constitucional en la decisión nú-
mero 2.723 del 18 de diciembre de 2001 (posterior al fallo que fundamen-
ta sentencia de la cual se aparta), cuando en un proceso de amparo sostuvo:

(...)

En conclusión, no puede negarse la posibilidad de que un Juzgado in-
competente pueda dictar medidas cautelares en un proceso, ni aún en el
supuesto de una manifiesta incompetencia, pues, ello no está prohibido
en el ordenamiento jurídico venezolano. Por el contrario, como se ex-
presó, está expresamente permitido. Una interpretación contraria aten-
taría contra el derecho a una tutela judicial eficaz que tienen todos los
justiciables, por cuanto, en los supuestos de apremiante urgencia o ne-
cesidad de una medida para el resguardo de sus derechos e intereses
jurídicos, éstos podrían hacerse nugatorios sino se garantizan los efec-
tos jurídicos de una posible resolución favorable, y, por tanto, inútil su
pretensión de tutela”.
396 VOTOS DISIDENTES

Sentencia N°: 1.393.


Fecha: 28-06-05.
Demandante: Colgate Palmolive C. A.
Materia: Litis consorcio en el proceso laboral.
Ponente: Francisco Carrasqueño López.

Se admite la procedencia del litis consorcio según el artí-


culo 49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, es decir,
que dos o más personas pueden litigar en un mismo proce-
so, siempre que sus pretensiones sean conexas, por su cau-
sa u objeto, o la sentencia a dictar con respecto a una de
ellas pudiera afectar a la otra. El litis consorcio impropio o
intelectual, sólo deriva, en los términos de la referida dis-
posición adjetiva, cuando el fallo destinado a la resolución
de la causa pudiese producir consecuencias en la esfera
jurídica subjetiva de otra u otras personas, en razón de la
similitud de las circunstancias fácticas o jurídicas que con-
forman tales situaciones subjetivas, con fundamentación en
la economía procesal (un solo proceso) y seguridad jurídica
(evita fallos contradictorios), pues las situaciones plantea-
das, dada su similitud, admiten una resolución común. Vid,
en el mismo sentando: Sentencia Nº 5.115 de 13-12-05,
Ponente: Marcos Tulio Dugarte Padrón.

“(...) ‘...[E]sta Sala en atención a las sentencias y al artículo parcial-
mente transcritos y a lo establecido a la audiencia constitucional tanto
por la representación judicial de la parte accionante, así como por el
Ministerio Público, al indicar éste último, la inutilidad de la reposición de
la causa, toda vez que el Juez a quien le corresponda pronunciarse en
cuanto a la admisión de la demanda lo hará en base a lo establecido en
la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, debe indicarse que de conformi-
dad con lo previsto en el artículo 24 de la Constitución de la República
de Venezuela (sic), en concordancia con lo establecido en el artículo
199 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, con la decisión dictada el
9 de diciembre de 2003, por el Juzgado Superior Primero del Régimen
Procesal Transitorio de la Circunscripción Judicial del Estado Carabo-
bo, no se le violentaron al accionante derechos ni principios constitucio-
nales,  ya  que  por  el  carácter  adjetivo  de  que  se  encuentra  revestida
dicha norma –artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo–, fue
aplicado en forma inmediata, por lo que no puede considerarse que su
aplicación violenta el principio de la irretroactividad de la Ley...’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 397

Sin embargo, el apoderado judicial de la peticionaria de tutela constitu-
cional fundamentó su pretensión de amparo en la aplicación retroactiva
del artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, así como, en el
desacato en que incurrió el Juzgado supuesto agraviante, por cuanto se
apartó de la decisión que emitió esta Sala Constitucional el 28 de no-
viembre de 2001 (s SC N° 2458, caso: Aeroexpresos Ejecutivos C.A.),
donde se planteó, con criterio vinculante, los supuestos para la proce-
dencia del litis consorcio, criterio que debió aplicar el Juzgado Superior
Primero del Trabajo del Régimen Procesal Transitorio de la Circuns-
cripción Judicial del Estado Carabobo cuando dictó el fallo objeto de
este procedimiento.

Así, en el caso en concreto, el pronunciamiento que resolvió, en pri-
mera instancia, el proceso originario, se expidió con anterioridad a la
entrada en vigencia del artículo 49 de la Ley Adjetiva Laboral (13-08-
02), es decir, que la posibilidad de acumulación de las demandas esta-
ba regulado por el Código de Procedimiento Civil, texto adjetivo al
cual  debía  ajustarse  la  sentencia  que  fue  apelada.  Por  ello,  el  acto
decisorio que se impugnó no podía fundamentarse en dicha disposi-
ción adjetiva sin la aplicación retroactiva, pues el supuesto de hecho
que reguló ya se había producido.

A la luz de una nueva disposición adjetiva, ¿con cuál argumentación
distinta a la retroactividad, un juzgador puede declarar con lugar una
apelación contra un fallo que se ajustó a la legislación vigente para el
momento en que se dictó? ¿Se puede decir que, en ese caso, se produjo
una aplicación inmediata de la norma?

Ahora bien, el artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo regula
la posibilidad de acumulación de demandas laborales, siempre y cuando
se cumplan los supuestos que preceptúa, es decir, que regula el acto de
iniciación de todo proceso, el cual se encuentra vinculado al orden públi-
co, pues constituye la materialización del derecho de acción; dicho acto
procesal, en el asunto de autos, se había producido para la oportunidad
cuando entró en vigencia la referida norma, de allí que su aplicación, en el
presente caso, constituye una aplicación retroactiva, y, por ende, un des-
acato a la doctrina vinculante de esta Sala Constitucional.

En criterio de quien disiente, en virtud de que la inepta acumulación de
demandas afecta al orden público, en la hipótesis que se juzgó debió
declararse con lugar la pretensión de amparo, luego de la verificación
del incumplimiento de los supuestos de procedencia de la acumulación
398 VOTOS DISIDENTES

subjetiva de procesos. De igual manera, en este caso debió hacerse un
análisis en relación con la correcta o incorrecta interpretación que se ha
dado a la referida disposición adjetiva (artículo 49 LOPT).

Por otro lado, en el supuesto negado de que, en el proceso originario,
hubiese sido aplicable el artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal del
Trabajo, es necesaria la precisión de los supuestos de hecho en los cua-
les, ciertamente, procede su aplicación.

Así, la referida norma dispone:

(...)

Con la disposición normativa que se transcribió se ha pretendido, en mate-
ria laboral, restarle eficacia jurídica al fallo que, con carácter vinculante,
emanó de la Sala Constitucional el 28 de noviembre de 2001 (s N° 2458/01;
caso: Aeroexpresos Ejecutivos C.A. y otro), respecto a los supuestos den-
tro de los cuales es posible la acumulación de demandas por uno o varios
actores contra uno o varios demandados (litis consorcio), criterio que gene-
ró mucha polémica en el foro, hasta el punto que se consideró, equivocada-
mente, que se había eliminado del mundo jurídico venezolano la posibilidad
de procesos plurisubjetivos (litis consorcio). Esta última conclusión sólo puede
entenderse como fruto de una equivocada lectura y de una peor que pésima
comprensión del veredicto que se precitó, pues con el mismo se pretendió
ordenar el caos jurídico que fue creado por una costumbre contra legem,
mediante la cual se permitió, sin ningún sustento jurídico, y sobre todo en
materia laboral, la acumulación desordenada de demandas de varios acto-
res contra uno o varios demandados, sin la existencia de un factor de co-
nexión o de interdependencia entre las pretensiones propuestas, lo cual resulta
vulnerador del orden público, debido a que las normas inaplicadas regla-
mentan el derecho de acción y el debido proceso (arts. 26, 49 y 253 CRBV),
ambos íntimamente vinculados con la función jurisdiccional.

En efecto para la oportunidad cuando se dictó el fallo vinculante de esta
Sala (s SC N° 2458/01), el litis consorcio en materia laboral estaba re-
gulado por la Ley Adjetiva Civil (art. 146), y, en la actualidad, por el
artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, que anteriormente
se reprodujo, dispositivo que, contrariamente a lo que ha interpretado la
Sala de Casación Social de este máximo tribunal, como se demostrará
más adelante, también establece ciertos elementos de conexión de cuya
existencia depende la posibilidad de acumulación de pretensiones de
varios demandantes contra varios demandados, e incluso, contra un solo
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 399

sujeto pasivo (lo que erradamente la Sala de Casación Social ha llama-
do conexión impropia o intelectual), elementos cuya inexistencia hacen
inadmisible cualquier acumulación de demandas que se pretenda.

Por su parte, la Sala de Casación Social ha señalado, en cuanto a la aplica-
ción artículo 49 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, lo siguiente:

‘Considera esta Sala de Casación Social, que la sentencia dictada por la
Sala Constitucional en fecha 28 de noviembre de 2001 no tiene efectos
vinculantes, salvo los supuestos establecidos en el artículo 335 de la Cons-
titución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, en virtud de
que la inobservancia del artículo 146 del Código de Procedimiento Civil
no constituye una violación del orden constitucional, sino de carácter nor-
mativo adjetivo, en consecuencia no es aplicable el contenido del fallo ya
referido, tal y como lo solicita la parte demandada; ello, aunado al hecho
que en el caso sub iudice existe una demanda que acumula varias pre-
tensiones  contra  un  (1)  mismo  patrono,  cuestión  que  es  diferente  a  la
sentencia ya citada de la Sala Constitucional, en razón de que en dicho
fallo se acumulan pretensiones contra dos (2) patronos diferentes.

Ahora bien, a los efectos de dejar en claro la posibilidad de que


se presente una demanda laboral en la cual existan varios traba-
jadores accionantes contra un mismo patrono, pero sin identidad
de causa, esta Sala observa que: en el caso que nos ocupa existe
una acción interpuesta por 62 extrabajadores del Instituto de-
mandado, donde cada uno reclama una cantidad distinta por dife-
rencia de prestaciones sociales y otros conceptos derivados de
la relación de trabajo, es decir, estamos en presencia de lo que
se ha concebido como conexión impropia o intelectual, esto es,
una acción judicial donde se pretenden derechos sustanciales que
pertenecen a diferentes sujetos, pero dicha demanda no está iden-
tificada ni en causa, ni en objeto, sólo se concreta la identidad
del sujeto pasivo.

En armonía con lo anterior, ya es cotidiano que este tipo de acciones
sea admitida en los tribunales laborales sin considerar que se viola el
orden público o el debido proceso, ni tampoco que se infringe el conte-
nido del artículo 146 del Código de Procedimiento Civil, por cuanto se
configura la conexión impropia, sumado a la realidad de que es un aho-
rro procesal y monetario para las partes que pueden integrar una litis, y
más aún para el demandado, vale decir, patrono, en razón de que puede
ser objeto de una acción que cobije, por ejemplo, la pretensión de 10
400 VOTOS DISIDENTES

trabajadores, en vez de 10 acciones diferentes de 10 trabajadores, lo
que le originaría mayores gastos por cada proceso judicial.

En  adición  a  lo  anterior,  el  artículo  49  de  la  novísima  Ley  Orgánica
Procesal del Trabajo, decretada por la Asamblea Nacional de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela y publicada en la Gaceta Oficial Nº 37.504
de fecha 13 de agosto de 2002, dispone:

(...)

El artículo transcrito determina la posibilidad de interposición


de una demanda donde varios trabajadores accionen a un mismo
patrono, en razón de la conexión que existe por la causa u obje-
to, pero también se desprende de dicha norma, la factibilidad de
que en un mismo libelo se acumulen las pretensiones de varios
trabajadores contra un mismo patrono, aun y cuando no exista
conexión entre las causas, es decir, se materialice una conexión
impropia o intelectual. La norma en cuestión, se encuentra en plena
vigencia y es de aplicación inmediata, por así disponerlo la ya citada
Ley Orgánica Procesal del Trabajo en su artículo 194:

(...)

(s. S.C.S. N° 498/02, del 26-09. Resaltado añadido)’.

(...)

Ahora bien, el artículo 49 de la Ley Adjetiva Laboral reconoce una serie
de supuestos dentro de los cuales procede la acumulación subjetiva en
un proceso de naturaleza laboral, supuestos que están condicionados a
un elemento de conexión del cual deriva la interdependencia de las pre-
tensiones cuya tutela se pretende; tal condicionamiento se deduce del
propio  texto  de  la  referida  disposición  normativa  cuando  establece:
“[d]os o más personas pueden litigar en un mismo proceso judicial
del trabajo en forma conjunta, sea activa o pasivamente, siempre
que sus pretensiones sean conexas por su causa u objeto, o cuando
la sentencia a dictar con respecto a una de ellas pudiera afectar a
la otra...” (Resaltado añadido). Así, las cosas, se observa que son tres
elementos de conexión de cuya existencia dependen la posibilidad de
acumulación subjetiva en un proceso laboral, estos son: i) la causa; ii) el
objeto; y iii) que el fallo a pronunciarse para la resolución del caso pu-
diese afectar la esfera jurídica subjetiva del posible listisconsorte, ele-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 401

mento éste, cabe decir, que es nuevo respecto a los que ya contiene el
Código de Procedimiento Civil, y del cual puede derivarse, ahora si, un
litis consorcio impropio o intelectual.

Es impretermitible, se insiste, la existencia de un elemento de conexión
para la procedencia de un litis consorcio, el cual no puede extenderse a
la sola existencia de identidad del sujeto pasivo de la relación procesal,
pues, es necesario, por lo menos que la sentencia que decida la causa
produzca efectos en la esfera jurídica de los posibles colitigantes, es
decir, una “suerte común” entre ellos.

En este mismo sentido se ha referido Hernán J. Martínez cuando señaló:

‘Sin embargo, –y sin que se deteriore los requisitos preseñalados– cree-
mos que en la temática del litisconsorcio subyace la existencia de una
suerte común entre sus integrantes. Es la tesis de Podetti, quien señala:
‘...para que haya litisconsorcio no basta que aparezcan como actores o
como demandados dos o mas personas; es indispensable que puedan su-
frir una suerte común, sea porque defiendan un interés único o intereses
que por su origen o naturaleza son paralelos’, y que, para nosotros, es una
consecuencia lógica de la conexidad exigida entre las relaciones jurídi-
cas. Así lo ha receptado también algún fallo, señalando: ‘...para que pue-
da hablarse de litisconsorcio no es suficiente que existan como actores o
como demandados dos o más personas, sino que es imprescindible que
por el resultado de las acciones en debate puedan sufrir una suerte co-
mún. Ello no impide admitir la autonomía de cada litisconsorte’.

Esta comunidad ha sido también sostenida por Reimundín, para quien ‘el
litisconsorcio tiene normalmente como fundamento una comunidad de in-
tereses’ y por Morello, Passi Lanza, Sosa y Berizonce, sosteniendo que la
‘expresión litisconsorcio alude a una comunidad o asociación de suertes
respecto de una misma litis, una conducta procesal de varias partes den-
tro de un comportamiento común. La razón de esa comunidad en la situa-
ción activa, pasiva o mixta en un proceso, provienen bien de la cotitularidad
en el derecho o interés litigioso que se materializa necesariamente en el
ejercicio de la pretensión o e la oposición a ella, o por mediar conexidad
en  el  vinculo  entre  las  diversas  pretensiones  que  se  hacen  valer  en  el
proceso’. (MARTÍNEZ Hernán J. Procesos con sujetos múltiples. Edi-
ciones La Roca, Buenos Aires. 1994. pp. 46 y 47).

(...)
402 VOTOS DISIDENTES

Es evidente la necesidad de la presencia de los elementos de conexión
para la procedencia de un litis consorcio, debido a que dispone que, dos
o más personas pueden litigar en un mismo proceso, siempre que sus
pretensiones  sean  conexas, por  su  causa u  objeto,  o  la  sentencia  a
dictar con respecto a una de ellas pudiera afectar a la otra; en conse-
cuencia, varios trabajadores pueden demandar sus pretensiones en un
mismo libelo y a un mismo patrono. Esa consecuencia, lógicamente, se
produce de la existencia de alguno de los elementos de conexión antes
aludido, y no de un elemento subjetivo común (identidad del demanda-
do), como se ha pretendido hacer ver. Todo ello, precisamente, en res-
guardo del derecho a la defensa y a la tutela judicial efectiva de la parte
demandada e, incluso, de los mismos sujetos demandantes. De lo con-
trario, en la práctica, pudiesen presentarse (tal y como ha sucedido),
que un sin número de trabajadores demande a un solo patrono (o va-
rios), sin ninguna restricción (la cual técnica y jurídicamente la propor-
ciona, ciertamente,  los elementos  de conexión  o los  posibles efectos
jurídicos del fallo respecto al litisconsorte), en un claro perjuicio a los
derechos constitucionales de las partes, así como de una gran dificultad
para el operario de justicia para la tramitación y resolución del caso.

Tal dificultad ha sido observada por la propia Sala de Casación Social,
cuando, sin ninguna justificación técnica, redujo la participación de po-
sibles demandantes en un mismo proceso y contra un mismo patrono a
veinte trabajadores, para ello, sostuvo:

‘En otro sentido, y a los fines estrictamente pedagógicos propios de la
jurisprudencia que debe informar a esta Sala de Casación Social, consi-
dera prudente esbozar algunas reflexiones con relación a la figura del
litisconsorcio activo preservado por el artículo 49 de la Ley Orgánica
Procesal del Trabajo’.

Dicho artículo postula:

(...)

Sin lugar a dudas, el instituto procesal en debate, tal como se encuentra
concebido en la Ley ilustrada, responde a la óptica legislativa de preser-
var la unidad del proceso y garantizar la economía procesal.

Empero, la consagración de los comentados principios no puede ener-
var derechos o principios de incluso mayor trascendencia en orden al
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 403

bien jurídico protegido, como lo serían el derecho a la defensa y la tutela
judicial efectiva.

De un ejercicio de abstracción podríamos denotar, que el relajamiento
de la figura del litisconsorcio activo generaría serias situaciones atenta-
torias del derecho a la defensa de la parte demandada e inclusive, de los
propios integrantes del litisconsorcio.

A título de ejemplo se puede describir, lo complejo que resultaría el ma-
nejo de los medios probatorios a incorporar en la audiencia preliminar,
su evacuación en la audiencia de juicio, las observaciones a las mismas,
el soporte de la pretensión y la defensa de ésta en la audiencia de juicio,
la cuantificación de las pretensiones individualmente consideradas, etc.

Adicionalmente, la amplitud en la conformación o estructura del litis-
consorcio podría afectar en algunos casos, el derecho a la tutela juris-
diccional de cualesquiera de los consortes.

De  tal  manera  que,  este Tribunal  Supremo  de  Justicia  en  su  Sala  de
Casación Social, exhorta a los Jueces de Sustanciación, Mediación y
Ejecución de la jurisdicción laboral, admitir litisconsorcios activos ex-
clusivamente cuando los mismos no exceden de veinte (20) integrantes,
todo con el propósito como se explicó, de resguardar el derecho a la
defensa y tutela judicial efectiva de las partes. Así se establece...’ (s.
S.C.S. N° 263/04, del 25-03).

En conclusión, en los procesos con pluralidad subjetiva el juzgado debe
verificar la existencia de los elementos de conexión que exige el artícu-
lo 49 de la Ley Adjetiva Laboral para la admisión de las pretensiones
laborales, norma que, en ningún caso, establece la posibilidad de acu-
mulación de demandas por la sola existencia de un elemento subjetivo
común –identidad de la parte demandada, lo que, equivocadamente, ha
denominado  la  Sala  de  Casación  Social  ‘litis consorcio impropio o
intelectual’. El litis consorcio impropio o intelectual, sólo deriva, en los
términos de dicha disposición adjetiva, cuando el fallo destinado a la
resolución de la causa pudiese producir consecuencias en la esfera jurí-
dica subjetiva de otra u otras personas, en razón de la similitud de las
circunstancias fácticas o jurídicas que conforman tales situaciones sub-
jetivas, con fundamentación en la economía procesal (un solo proceso)
y seguridad jurídica (evita fallos contradictorios), pues las situaciones
planteadas, dada su similitud, admiten una resolución común (...)”.
404 VOTOS DISIDENTES

Sentencia N°: 1.571.


Fecha: 12-07-05.
Demandante: Bruno Simón Prekeliz Díaz.
Materia: Legitimación de los herederos para la continua-
ción del proceso de amparo.
Ponente: Luisa Estella Morales Lamuño.
En el mismo sentido:
Sentencia N°: 2.066 de 29-07-05.
Ponente: Luisa Estella Morales.

No se ajusta a lo dispuesto en los artículos 796 del Código


Civil y, a fortiori, en los artículos 1.036 y 1.050 eiusdem que
se desconozca la legitimación de los herederos del deman-
dante en amparo para la continuación del proceso.

“La  mayoría  sentenciadora  afirmó  que  ‘carecían de facultad los he-


rederos así como el apoderado judicial de éstos para continuar la
causa incoada por el fallecido accionante, en virtud del carácter
personalísimo de la acción de amparo constitucional’ En  criterio  de
quien salva su voto esa afirmación implica que los causahabientes no
tiene interés en la situación que supuestamente habría lesionado los de-
rechos constitucionales de su causante, pues, no los afecta directamen-
te, conclusión que no se compadece con los efectos propios de la sucesión,
que transmite a los herederos la propiedad y otros derechos del de cuius
y los obliga al pago de las deudas de la herencia (artículos 796 del Códi-
go Civil y, a fortiori, artículos 1.036 y 1.050 eiusdem).

En virtud de lo anterior, quien salva su voto concluye que la sentencia
supuestamente lesiva, en tanto que puso en cabeza de los herederos la
ejecución de la transacción cuya homologación se objetó mediante am-
paro, afecta directamente la esfera jurídica de los causahabientes pues,
a ellos corresponde la ejecución voluntaria y serán constreñidos al cum-
plimiento forzoso del acuerdo.

En esta línea de razonamiento la conclusión de quien disiente es que, la
admisión de los herederos del demandante de ninguna manera constitu-
ye una excepción al carácter personalísimo de la demanda de amparo,
sino la consecuencia natural de la aplicación de ese principio.

Por parte, resulta contradictorio que, por un lado, la mayoría afirme que
los herederos no tienen interés en el restablecimiento de la situación su-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 405

puestamente lesiva y, por otro, se les inste a la interposición de un nuevo
amparo  si  consideraban  ‘que sus derechos constitucionales han sido
violados o se encuentran amenazados de violación por los mismos
hechos’, con lo que se reconoce el interés de los causahabientes en la
situación supuestamente lesiva, pero se obstaculiza el restablecimiento la
supuesta lesión, obligándoles a la interposición de un nuevo amparo, en
franca contradicción con la celeridad que debe caracterizar tal proceso”.

Sentencia N°: 2.894.


Fecha: 05-10-05.
Demandante: Anabel  Penedo  Penín  y  Manuel  Ignacio  Gómez
De Abreu.
Materia: Revocatoria de la sentencia de primera instancia en
proceso de amparo y doble grado de jurisdicción.
Ponente: Luisa Estella Morales Lamuño.

La revocatoria de una sentencia que declaró inadmisible el


amparo impone reposición de la causa al estado de que se
dicte nueva sentencia sobre el fondo ya que, el pronuncia-
miento sobre el fondo en alzada limita el derecho de los
justiciables al doble grado de jurisdicción.

“1. La primera instancia constitucional declaró la inadmisibilidad de la
demanda de amparo, pues la consideró incursa en el supuesto del cardi-
nal 5 del artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales.

2.  La  Sala  revocó  la  sentencia  objeto  de  recurso  y  decidió  que,  por
cuanto la pretensión no estaba inmersa en algún otro de los supuestos
del artículo 6 de la ley especial, debía pronunciarse en relación con el
fondo de la pretensión y la declaró improcedente in limine litis.

3. La decisión de la mayoría sentenciadora, en criterio de quien disiente,
resulta violatoria del debido proceso pues la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales acogió el doble grado de
jurisdicción, lo cual implica la posibilidad de obtener dos pronunciamien-
tos sobre el fondo, si así lo quisieren.

4. Antes de la adopción del criterio que la Sala expresó en sentencia Nº
1307 del 22 de junio de 2005 (caso: Ana Mercedes Bermúdez) –fallo
que declaró la desaparición de las consultas en amparo pues contrade-
406 VOTOS DISIDENTES

cían  principios  constitucionales– la Sala  había adoptado  el siguiente


método en la revisión de las sentencias que declararon inadmisible un
amparo: i)  en aquellos casos  en  que la pretensión  era  evidentemente
improcedente se declaraba esa circunstancia in limine litis, como me-
canismo de celeridad procesal, ya que, por vía de la consulta, la Sala
habría de pronunciarse siempre sobre el fondo de la pretensión (Cfr ss
Nos 188, 315, 320, 483, 988, 1822 1705/2005); ii) en aquellas casos don-
de se había considerado que existían suficientes elementos para la pre-
sunción de la violación que fue denunciada, se reponía la causa para se
tramitara  el  proceso  de  amparo  y  de  diere  oportunidad  de  defensa  a
aquellos posibles afectados por el decreto de amparo (Cfr. ss Nos 3059/
2004, 108, 667, 695, 1374, 1527, 1589, 2696/2005). En criterio de quien
desaprueba la decisión, luego de la eliminación de la consulta no debería
admitirse la solución que se reseñó con el signo i) pues, ahora, la deci-
sión  definitiva  del  amparo  puede  estar  en  manos  de  los  Juzgados  de
primera instancia constitucional quienes, en ejercicio de la autonomía
de decisión que les corresponde y como garantes de la constitucionali-
dad,  podrían  decretar  amparo  cuya  firmeza  dependería  del  ejercicio
oportuno de la apelación. Por ello, se considera que, con el manteni-
miento de la metodología a que se hizo referencia, los superiores cons-
titucionales  usurparían  las  funciones  de  los  juzgados  a  quienes
corresponde el primer grado de conocimiento y estarían privando al de-
mandante de una probable decisión favorable.

En virtud de las anteriores consideraciones quien discrepa opina que la
Sala  debió  reponer  la  causa  al  estado  de  que  el  Juzgado  de  primera
instancia constitucional se pronuncie nuevamente sobre la admisión, en
cuya oportunidad ese Tribunal podría, si así lo considera necesario de-
clarar la improcedencia in limine litis”.

Sentencia N°: 3.284.


Fecha: 02-11-05.
Demandante: Félix Ramón Solórzano Córdova.
Materia: Procedimiento para la determinación del monto que
deba pagar el patrono en un proceso de estabili-
dad laboral cuando se impugne el monto deposita-
do por el patrono.
Ponente: Luis Velázquez Alvaray.

No hace la falta la tramitación de todo un procedimiento


para la determinación del monto que deba pagar el patrono
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 407

en un proceso de estabilidad laboral cuando se impugne el


monto depositado por el patrono.

“En efecto, la determinación de los montos que debe pagar el patrono
para la terminación de un proceso estabilidad laboral, en los casos en
que haya impugnación de parte del trabajador, puede hacerse, perfecta-
mente, con las pruebas que consten en autos, las cuales deben promo-
verse, de manera preclusiva, en la audiencia preliminar (art. 73 LOPT).
No hace falta, por tanto, un largo debate probatorio para ello, pues, si
fuere necesario algún elemento de prueba, en la audiencia que fijó la
Ley Orgánica  Procesal del Trabajo (art.  190 LOPT) para ese  tipo de
incidencias, podrá solicitarla el juzgador en esa misma oportunidad.

Por su parte, el artículo 188 de la Ley Adjetiva del Trabajo ordena que
el procedimiento aplicable, en los procesos laborales donde se peticione
la estabilidad laboral, es el que dispone esa misma Ley para los asuntos
contenciosos; a su vez, en el artículo 190 eiusdem se plantea la forma
como debe resolverse la incidencia que surge con la impugnación de los
montos que consigne el patrono, cuya resolución, para el supuesto de
que la persistencia en el despido se produzca en la audiencia preliminar
o en esa etapa del proceso, expresamente, se la atribuyó al Juzgado de
Sustanciación, Mediación y Ejecución; desde luego, que, si se produce
en la etapa de juicio, será el Juzgado de Juicio quien deberá encargarse
de la resolución de tal incidencia, decisión que, ambos casos, será ape-
lable (art. 161 LOPT). De manera que, en criterio de quien concurre,
no hace falta el establecimiento de un proceso o ‘apertura de un juicio’
para la sola determinación del monto que, efectivamente, deba pagar el
patrono, máxime cuando la finalidad u objetivo de ese proceso se ha
cumplido con la insistencia en el despido (calificación del despido), pues,
con la persistencia en él se admite lo injustificado del mismo.

En conclusión, se insiste, es contrario al principio de celeridad procesal,
que  se  ordene  a  los  jueces  laborales  lleven  a  cabo,  en  esos  casos  de
persistencia en el despido, el procedimiento de juicio de primera (arts.
159 y ss.) y segunda instancia (arts. 163 y ss.), para la determinación
del monto exacto de los salarios que haya sido dejados de percibir y de
las indemnizaciones legales, el cual pudiese resultar de una operación
matemática sencilla, luego de la precisión del salario objeto del cálculo,
para lo cual no hace falta una experticia complementaria del fallo”.
408 VOTOS DISIDENTES

Sentencia Nº: 5.100.


Fecha: 16-12-05.
Demandante: El Sol de América, C.A.
Materia: El artículo 6.8 de la LOADGC no establece como
supuesto de inadmisión de la pretensión la simili-
tud de causa sino la litispendencia.
Ponente: Luisa Estella Morales Lamuño.

El artículo 6.8 de la Ley Orgánica sobre Derechos y Garan-


tías Constitucionales establece como supuesto de inadmi-
sión de la pretensión de amparo la identidad (litispendencia),
no la similitud de causas.

“Ahora bien, no obstante que, ciertamente, existe una relación entre am-
bas  decisiones,  pues,  como  señaló  el  fallo  del  cual  me  aparto,  una  es
consecuencia de la otra, se considera que no es procedente la inadmisión
con esa fundamentación (art. 6.8), por cuanto son dos causas distintas,
que se refieren a diversos títulos y objetos, es decir, no existe identidad y,
por tanto, no puede existir litispendencia (ex artículo 61 CPC), que es el
supuesto al cual se refiere la norma (6.8). En efecto, dicha disposición
normativa exige identidad de causas, no similitud, para la existencia de
esa causal de inadmisibilidad, de esa manera, lo ha establecido esta Sala
Constitucional en diversas sentencias, dentro de la cual se incluye la que
citó la decisión de la que se disiente, donde se señaló:

(...)

Por otro lado, ambas causas pudieron perfectamente ser decididas por
juzgados distintos sin riesgo de contradicción, por cuanto las pretensio-
nes de amparo tenían distintos objetos y causas y, por ello, debían resol-
verse  mediante  motivaciones  o  fundamentaciones  diferentes,  lo  que
quiere decir que la declaración con o sin lugar o la inadmisión de la
presente pretensión no hubiese afectado a la que se propuso contra el
auto de ejecución, a menos que, en aquella, se hubiesen hecho las mis-
mas alegaciones contra el fallo que resolvió la pretensión laboral. En
todo caso, con la declaración de inadmisión (bajo esa fundamentación –
art. 6.8–), se causó un agravio a la supuesta quejosa, quien no tendrá un
pronunciamiento sobre los vicios que denunció contra la sentencia del 2
de septiembre de 2004, pues la pretensión de tutela constitucional cuya
tramitación se permite se dirigió contra el auto de ejecución y no contra
la decisión que resolvió de forma definitiva la pretensión laboral”.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 409

Sentencia N°: 5.123.


Fecha: 16-12-05.
Partes: Freddy Avilez Díaz, César Ventre Salazar y otro.
Materia: Admisión de amparos contra las inactividades de
la Administración Pública.
Ponente: Luisa Estella Morales Lamuño.

Para la admisión del amparo contra omisión de la Adminis-


tración no debe estudiarse si la obligación es genérica o
específica para la determinación de la vía judicial idónea
(recurso por abstención o amparo).

“Quien  se  aparta  de  la  sentencia  que  precede  considera  que  la  Sala
desconoció su propia doctrina sobre la procedencia del amparo consti-
tucional y del recurso por abstención. Concretamente, soslayó la distin-
ción entre obligaciones específicas y genéricas para la escogencia de
una vía judicial u otra. Así, en sentencia de 6 de abril de 2004 (caso:
Ana Beatriz Madrid), la cual se ratificó en sentencias de 12 de julio de
2004 (caso: Samuel Enrique Fábregas), de 22 de julio de 2004 (caso:
Moisés Antonio Montero) y de 4 de octubre de 2005 (caso: Luis Ma-
ría Olalde)”.

Sentencia N°: 5.134.


Fecha: 19-12-05.
Demandante: Giuseppe Palmisano Lonigro.
Materia: Legitimación para la apelación contra el decreto
de amparo.
Ponente: Luisa Estella Morales Lamuño.

Los jueces tienen legitimidad para la apelación contra la sen-


tencia que declaró con lugar un amparo contra su sentencia.

1. La mayoría sentenciadora decidió que la apelación que interpuso la
Jueza que fue señalada como agraviante constitucional era inadmisible,
porque la sentencia que declaró con lugar el amparo no afecta ‘en for-
ma alguna los derechos e intereses’ de la jurisdicente, adicionalmente
dicha sentencia, estableció que sólo en aquellos casos donde el Juzgado
constitucional ordene la remisión que preceptúa el artículo 27 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales el
titular del juzgado agraviante estaría legitimado para la apelación.
410 VOTOS DISIDENTES

2.  Previamente,  se  advierte  que  el  amparo  fue  interpuesto  contra  el
retardo procesal en que habría incurrido el Juzgado Primero de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil y Agrario de la Circunscripción Judicial
del Estado Carabobo a cargo de la ciudadana Rosa Margarita Valor. La
pretensión de tutela fue declarada con lugar por el Juzgado Superior
Segundo en lo Civil, Mercantil y Bancario de la misma mediante senten-
cia del 17 de marzo de 2005.

3. En primer lugar quien salva su voto observa que la mayoría equiparó
la prohibición de impugnación, por parte de un Juez, contra el fallo que
el correspondiente órgano de alzada expida, con ocasión de la apelación
que se ejerza contra una decisión de ese mismo Juez, con la legitima-
ción que dicho jurisdicente tiene para el ejercicio de la apelación, dentro
de un proceso de amparo, en el cual él es señalado como agraviante. Al
respecto se señala que no puede negársele legitimación al Juez a cargo
del tribunal supuesto agraviante si se pondera que una eventual declara-
ción de procedencia de la pretensión de tutela no sólo tendría efectos
restitutorios de la situación jurídico constitucional cuya infracción se
declare, sino que, además, daría lugar a las correspondientes investiga-
ciones de orden disciplinario y penal, y daría pie al ejercicio de acciones
civiles contra el predicho funcionario judicial, de conformidad con la
norma  imperativa  que  contiene  el  artículo  27  de  la  Ley  Orgánica  de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales. La mayoría, aun-
que reconoce las consecuencias que podrían derivarse del cumplimien-
to del mandato que contiene el artículo 27, no percibió que, en virtud de
la autonomía que reconoce nuestro ordenamiento jurídico al Ministerio
Público, a los órganos disciplinarios y a los particulares –en el ejercicio
de las acciones civiles y la denuncia de ante los disciplinarios y penales
correspondientes–, la orden del juzgado constitucional, conforme al ar-
tículo 27 eiusdem, no es el único medio para que la actuación que fue
declarada lesiva a derechos constitucionales genere responsabilidades
para el titular del Juzgado supuesto agraviante.

4. En criterio de quien discrepa no puede confundirse el caso bajo aná-
lisis con aquellos en que se impugne una sentencia mediante el ejercicio
de los medios judiciales ordinarios y extraordinarios porque no se trata
del mismo supuesto. En el presente asunto, la apelación fue interpuesta
por la Jueza Primera de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y Agra-
rio de la Circunscripción Judicial del Estado Carabobo, no contra una
decisión que ‘en segunda instancia’ hubiera revocado o modificado un
fallo suyo (caso en el cual, por otra parte, no podría haber apelación, a
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 411

través de una tercera instancia inexistente en nuestro ordenamiento pro-
cesal), sino contra una sentencia que dictó la primera instancia constitu-
cional,  dentro  de  un  proceso  en  el  cual  dicha  jurisdicente  era,
indudablemente, parte interesada, ente otras razones, por los potencia-
les gravámenes que la declaración de procedencia de la pretensión ha-
ría recaer sobre su persona. La negativa de la cualidad de un jurisdicente
que sea señalado, en un proceso de amparo, como el agraviante, para la
apelación contra la sentencia que, en dicha causa, sea pronunciada en
primera instancia, representa un verdadero contrasentido con la partici-
pación, que se admite puede tener dicho funcionario judicial, en la au-
diencia pública que ordena el artículo 26 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales. Sería necesario, enton-
ces,  que  la  Sala,  de  acuerdo  con  la  Constitución  y  la  Ley,  defina  el
carácter bajo el cual participa el Juez en el referido acto procesal, que
le permitiría el debate sobre las imputaciones que se presenten en su
contra y que, por tanto, sí le afectarían personalmente, pero le niega
legitimación a su intervención en una segunda instancia, en la cual po-
drían valorarse inaudita parte, respecto del funcionario imputado, tan-
to  los  alegatos  que  éste  expuso  ante  el  a quo  y  que  incidirían
directamente en su defensa personal, como los que la contraparte recu-
rrente exponga, en ambas instancias, contra dicho legitimado pasivo.
Finalmente, quedaría pendiente la explicación, frente a la vigencia del
criterio del cual este Magistrado discrepa, sobre cómo quedarían efec-
tivamente tutelados los derechos fundamentales del referido supuesto
agraviante a la igualdad, a la tutela judicial eficaz y al debido proceso;
particularmente, en lo que concierne al atributo de este último, que esta-
blece el artículo 49.1 de la Constitución”.
412 VOTOS DISIDENTES

ADDENDUM

AÑO 2006

Sentencia N°: 74.


Fecha: 25-01-2006.
Demandante: Jesús Manuel Méndez Quijada y otros contra el
Consejo Nacional Electoral.
Materia: Derecho al sufragio: Personalización  del voto y
representación proporcional.
Ponente: Magistrado Luis Velásquez Alvaray.

Amparo constitucional. Derecho al sufragio: personaliza-


ción del voto y representación proporcional. Principio de
representación proporcional: contenido, alcance y garan-
tías. Derecho a la participación en los asuntos públicos. Sis-
tema electoral mixto. Postulación de candidatos a través
del método electoral coloquialmente conocido como ‘las
morochas’. Método D’ Hondt. Principio de legalidad elec-
toral. Principio de reserva legal. Principios constituciona-
les de contenido electoral: principio de representación y
principio de participación. Fraude a la Constitución y a la
Ley. Estima quien disiente que la decisión de la Sala Cons-
titucional, máximo y último garante de la recta interpreta-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 413

ción de la Constitución debió estimar la pretensión de am-


paro pues el mecanismo electoral que se denunció en este
proceso, y que coloquialmente se conoce como ‘las moro-
chas’, sí es contrario al principio de representación pro-
porcional, sí es contrario al derecho al sufragio y sí es
contrario al derecho a la participación en los asuntos públi-
cos. Asimismo, debió estimarse porque el Consejo Nacio-
nal Electoral tiene el deber expreso de hacer valer estos
derechos en toda fase del procedimiento comicial con in-
clusión de la inscripción de partidos y agrupaciones políti-
cas que pretendan postular, la admisión de las postulaciones
de candidatos y las campañas electorales, tal como se lo
imponen el propio Texto Fundamental y la Ley.

“ 1.Como punto previo, observa quien disiente que la sala debió señalar
que la parte demandante incurrió en una evidente situación de consenti-
miento tácito, tal como alegaron tanto los terceros opositores como la
defensoría del pueblo, desde que el partido acción democrática se acogió,
también, al ejercicio del mecanismo de postulación electoral –’las moro-
chas’– que el mismo impugnó en esta oportunidad. ciertamente, y si bien
tal consentimiento no impedía que esta sala conociera y decidiera sobre el
fondo del asunto –como en efecto debía decidir y decidió–, pues el objeto
de debate es materia de eminente orden público, según el artículo 6, car-
dinal 4 ley orgánica de amparo sobre derechos y garantías constituciona-
les, no dejan de ser reprochables actitudes como tales en las que, aún en
aras de la participación de organizaciones políticas y la obtención de car-
gos de elección popular, se consienta no sólo en violaciones al derecho a
la representación proporcional de los partidos minoritarios a través del
sufragio pasivo, sino, lo que es más importante aún, en violación al dere-
cho al sufragio activo de cada uno de los electores del país.

2. En el caso de autos, la parte actora alegó la violación al derecho al
sufragio de los electores en el sentido de que ‘su voluntad se vea re-
flejada en la composición de los cuerpos deliberantes de acuerdo
con el principio de representación proporcional’,  para  lo  cual  invo-
có la conculcación de los artículos 62, 63, 186 y 293, aparte único, de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, derechos que
invocó también respecto de las organizaciones y partidos políticos, de
conformidad con el artículo 67 eiusdem.

Por su parte, la mayoría sentenciadora declaró sin lugar la demanda de
amparo,  para  lo  cual  consideró,  entre  otros  aspectos,  que  el  amparo
414 VOTOS DISIDENTES

constitucional posee carácter restitutorio, restablecedor y no constituti-
vo, y que la personalización del voto y la representación proporcional,
que  recogen  los  artículos  63  y  293  in fine  de  la  Constitución,  ‘...no
sería un objeto de tutelar por cuanto no existe razón alguna en el
expediente que prueba que pudiese evaluarse y que permitiera con-
cluir con la violación o amenaza de violación de esos derechos’.

Este voto salvante discrepa de la decisión de la Sala Constitucional, máxi-
mo y último garante de la recta interpretación de la Constitución, que no
estimó la pretensión de amparo pues, tal como se expone a continuación,
el mecanismo electoral que se denunció en este proceso, y que coloquial-
mente  se  conoce  como  ‘las  morochas’,  sí  es  contrario  al  principio  de
representación proporcional, sí es contrario al derecho al sufragio y sí es
contrario al derecho a la participación en los asuntos públicos y, asimis-
mo, por cuanto el Consejo Nacional Electoral tiene el deber expreso de
hacer valer estos derechos en toda fase del procedimiento comicial con
inclusión de la inscripción de partidos y agrupaciones políticas que preten-
dan postular, la admisión de las postulaciones de candidatos y las campa-
ñas electorales, tal como se lo imponen el propio Texto Fundamental y la
Ley, motivos  por los cuales debió declararse con lugar la demanda de
amparo, con fundamento en las siguientes razones:

2.1 El argumento central de la sentencia que antecede es que la regula-
ción de los principios de la personalización del sufragio y el sistema de
representación proporcional corresponden a la Asamblea Nacional por-
que se trata de materias de la reserva legal y, en consecuencia, por cuan-
to el sistema de postulaciones que se denunció como fraudulento en este
caso –’las morochas’– no está expresamente prohibido, su declaratoria
como inconstitucional implicaría que la Sala invadiera el ámbito de com-
petencias de otros órganos del Poder Público ocasionando una ‘interfe-
rencia indebida tanto en la técnica (rectius:  principio  constitucional)
de la reserva legal como en las atribuciones y contenidos que la
Constitución le señala al Poder Electoral en esta materia’.

Quien disiente observa que la pretensión que se planteó en el caso de
autos no se refería ni conllevaba, en modo alguno, que la Sala legislase
ni asumiese competencias del Legislativo para el desarrollo de princi-
pios constitucionales. Por el contrario, y como es propio de una deman-
da de la naturaleza del amparo constitucional, lo que se alegó fue una
violación directa de la Constitución (en concreto de los derechos al su-
fragio y representación proporcional) por parte del Consejo Nacional
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 415

Electoral  y  se  buscaba  dejarla  sin  efecto,  con independencia de que


existiera o no regulación legal de tales derechos.

De manera que ninguna relación guarda la máxima constitucional de
que la regulación de los derechos fundamentales –entre ellos los dere-
chos al sufragio y representación proporcional– es materia de la estric-
ta reserva legal– de conformidad, apunta este disidente, con el artículo
156, cardinal 32, de la Constitución– con el supuesto concreto –propio
de todo amparo– de que se alegue la violación directa a derechos cons-
titucionales por parte de una actuación de la Administración electoral.
Incluso, que haya o no regulación legal y que la actuación supuestamen-
te lesiva se ajuste o no a ella es absolutamente irrelevante en el marco
de una demanda de amparo, en la que el análisis jurisdiccional se centra
en la violación directa a la Constitución. Resulta pertinente recordar lo
que esta misma Sala estableció en sentencia no. 828 de 27-7-00:

‘...la situación jurídica del ciudadano es un concepto complejo, en el que
destacan  derechos  y  deberes,  pero  la  acción  de  amparo  tutela  un  as-
pecto de la situación jurídica del ciudadano que son sus derechos funda-
mentales, pues la defensa de los derechos subjetivos –diferentes a los
derechos fundamentales y las libertades públicas– y los intereses legíti-
mos, se realiza mediante recursos administrativos y acciones judiciales.
Por ejemplo, no es lo mismo negar la posibilidad a un ciudadano de tener
la condición de propietario, que una discusión acerca de la titularidad de
un bien entre particulares, cuya protección se ejerce mediante una ac-
ción judicial específica: la reinvindicación. Pero, si se niega a un ciuda-
dano  su  derecho  a  defender  su  propiedad,  se  le  niega  un  derecho
fundamental, cuyo goce y ejercicio debe ser restituido.

Esto trae como consecuencia, que en el procedimiento de amparo el juez
enjuicia las actuaciones de los órganos del poder público o de los particu-
lares, que hayan podido lesionar los derechos fundamentales. Pero, en
ningún caso, puede revisar, por ejemplo, la aplicación o interpretación del
derecho ordinario, por parte de la administración o los órganos judiciales,
a menos que de ella se derive una infracción directa de la Constitución.
No se trata de una nueva instancia judicial o administrativa, ni de la sus-
titución de los medios ordinarios para la tutela de los derechos o intereses,
se trata de la reafirmación de los valores constitucionales, en la cual el
juez que conoce del amparo puede pronunciarse acerca del contenido o
aplicación de las normas constitucionales que desarrollan los derechos
fundamentales, revisar la interpretación que de éstas ha realizado la ad-
ministración pública o los órganos de la administración de justicia, o esta-
416 VOTOS DISIDENTES

blecer si los hechos de los que se deducen las violaciones constituciona-
les, constituyen una violación directa de la Constitución.

La noción de violación directa de las normas fundamentales, requiere
ser precisada, por ser una manifestación del objeto de la acción de am-
paro y un límite implícito de su alcance. Al respecto, se pueden hacer
las siguientes consideraciones:

La Constitución se desarrolla mediante la legislación, la cual tiene nor-
mas de ejecución directa del texto y los principios constitucionales, así
como normas de instrumentación de todo ese desarrollo constitucional.

Ahora bien, se ha venido sosteniendo que el amparo persigue las viola-
ciones directas de la Constitución y, que cuando la infracción se refiere
a las leyes que la desarrollan, se está ante una transgresión indirecta
que no motiva un amparo.

A juicio de esta Sala, tal distinción carece de base legal. Según el artí-
culo 1 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Cons-
titucionales, el amparo procede cuando se menoscaban de alguna forma
el goce y el ejercicio de los derechos y garantías constitucionales, lo
cual puede provenir del desconocimiento, de la errónea aplicación, o de
la falsa interpretación de la ley, que atenta contra un derecho o garantía
constitucional. No se trata del rango de la ley, sino del efecto que sobre
los derechos y garantías fundamentales ejerce la violación de la ley, en
relación con la situación jurídica de las personas y la necesidad de res-
tablecerla de inmediato si ella fuere lesionada.

Cuando la infracción a una ley, sin importar su rango, es a su vez una
trasgresión a la Constitución, que deja sin aplicación, en alguna forma, el
mandato constitucional, procede el amparo, sin que sea necesario distin-
guir si se trata de una violación directa e inmediata de la Constitución, ya
que estos conceptos son importantes para definir el ámbito de las accio-
nes de nulidad por inconstitucionalidad prevenidas en los numerales 1 y 4
del artículo 336 de la vigente Constitución, pero no para el amparo.

Para que el amparo proceda, es necesario que exista una infracción por
acción u omisión a una norma constitucional, sea esta realizada median-
te desconocimiento, mala praxis, o errada interpretación de normas le-
gales o sub-legales, siempre que ella enerve el goce y ejercicio pleno de
un derecho constitucional’.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 417

En todo caso, observa quien difiere que el ejercicio mismo de la jurisdic-
ción constitucional implica que la Sala controle el cumplimiento, por parte
de los demás órganos del Poder Público, de sus competencias en ejecu-
ción directa e inmediata de la Constitución, sin que ello signifique –si se
ejerce en sus justos términos– ‘inmiscuirse en el ámbito de sus compe-
tencias’. De  esta manera, el juez constitucional se presenta como un
legislador negativo cuando anula leyes y demás actos de rango legal e
incluso, en ciertos casos, un verdadero legislador –en sentido material–
en ejercicio de la que la propia Sala asumió como ‘jurisdicción normati-
va’  y  que  consiste  en  que  mientras no se dictan las leyes que desa-
rrollan un determinado precepto constitucional la Sala regulará
normativa y provisionalmente la materia de que se trate, para dar
vigencia inmediata a la norma fundamental. Así, en  múltiples fallos
esta Sala ha modificado el contenido de normas jurídicas –que eviden-
temente  son  de  la  reserva  legal–  a  través  de  ‘sentencias  interpretati-
vas’ o en ejercicio de esa ‘jurisdicción normativa’, entre otras, sentencias
Nº 2855/20-11-2002; Nº 806/24-4-00; Nº 1042/31-5-2004; Nº 511/5-4-
2004; Nº 7/1-2-2000; Nº 1/20-1-2000; Nº 1077/22-9-2000; Nº 1571/22-
8-2001; Nº 93/6-2-2001; Nº 656/30-6-2000; Nº 1395/21-11-00; Nº 1053/
31-8-2000;  Nº  1140/5-10-2000;  Nº  1050/23-8-00;  Nº  332/14-3-2001.
Asimismo, la Sala ha dictado muchas decisiones en las cuales se anulan
(total  o  parcialmente)  normas  legales  y se procede a establecer la
nueva redacción de las mismas (Sentencias Nº 80/1-2-2001; Nº 1264/
11-6-2002; Nº 2241/24-9-2002; Nº 3241/12-12-2002; Nº 865/22-4-2003
y Nº 1507/5-6-2003).

Por tanto, aún si la pretensión procesal persiguiera que la Sala subsana-
ra la ausencia de regulación legal, como correctivo para el correcto y
cabal ejercicio de derechos fundamentales, observa este disidente que
aquélla habría podido ejercer esa ‘jurisdicción normativa’ sin que ello,
según su propia jurisprudencia, implicara invasión al ámbito de compe-
tencias propias de otros Poderes Públicos, en violación a los principios
de reserva legal o separación de poderes.

2.2 La interpretación de todas las normas legales y sublegales del orde-
namiento electoral, así como la actuación y decisiones de todos los ór-
ganos  que  conforman  el  Poder  Electoral,  debe informarse de los
principios constitucionales de contenido electoral. Así  lo  postula  y
exige el principio de legalidad electoral.

Tales principios constitucionales en los que se fundamenta nuestro sis-
tema  democrático,  son  el  principio de representación y el principio
418 VOTOS DISIDENTES

de participación, los cuales, a su vez, se informan de los valores supe-
riores de la libertad, la igualdad y el pluralismo político (artículo 2 de la
Constitución). Así, según recoge el artículo 6 de la Constitución de 1999,
el  gobierno  de  Venezuela  es  democrático, participativo y electivo;
principio de participación que resulta, ciertamente, un estadio más avan-
zado que el de la representatividad que caracterizaba nuestro sistema
democrático durante la vigencia del Texto Fundamental de 1961, pero
que no implica, en modo alguno, un sistema distinto u opuesto al de la
representatividad.

Así, la evolución de nuestra democracia de representativa a participativa
ha implicado que, sin que deje de ser representativa, se busque un ma-
yor protagonismo y participación ciudadana bien en la gestión de los asuntos
públicos, bien mediante instrumentos cotidianos en los asuntos locales. El
carácter no excluyente de la democracia participativa respecto de la re-
presentativa en el marco de la Constitución venezolana de 1999, ha sido
expuesto por la doctrina (Vid. entre otros, Bracho Grand, P. y Álvarez de
Bozo, M. ‘Democracia Representativa en  la Constitución Nacional de
1999’, Estudios de Derecho Público, Tomo I, Ediciones Tribunal Supre-
mo de Justicia, Caracas, 2001, p. 235 y ss.) y así se desprende también de
las decisiones de esta misma Sala, cuando señala que:

‘De tal manera que, como lo afirma la Carta Democrática Interameri-
cana suscrita el 11 de septiembre de 2001 en Lima, capital de la Repú-
blica del Perú, el carácter participativo de la democracia en Venezuela
en los diferentes ámbitos de la actividad pública tiende progresivamente
a la consolidación de los valores democráticos y a la libertad y la solida-
ridad en los distintos niveles político-territoriales en que se distribuye el
Poder Público a lo largo y ancho de la República, y por ello mismo, si
bien la democracia representativa es la base del Estado de dere-
cho y de los regímenes constitucionales de los Estados Miem-
bros de la Organización de los Estados Americanos, ésta se
refuerza y profundiza únicamente con la participación y protago-
nismo permanente, ético y responsable de la ciudadanía.

(...)

En  tal  sentido,  como  bien  advierte  Norberto  Bobbio,  la democracia


participativa no se opone a la democracia representativa, por el
contrario, aquélla no implica sino el perfeccionamiento o com-
plemento de ésta, propia de las complejas y plurales sociedades con-
temporáneas asentadas en vastas extensiones de territorio, a través de
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 419

la creación de distintos y eficaces medios de participación en lo político,
en lo económico, en lo social, en lo cultural, etc, de tal manera que la
responsabilidad de la conducción de la vida nacional, estadal o local, no
sólo sea exclusiva de los representantes o de la Administración, sino
también de todos quienes integran la comunidad política afectada por la
regulación o decisión (Cfr. El Futuro de la Democracia, México, Fon-
do de Cultura Económica, 1996, traducción de José F. Fernández Santi-
llán, pp. 49 y ss.)’. (s.SC. 23 de 22-1-03. Destacado añadido).

Precisamente por ello, los derechos fundamentales de contenido político
más relevantes en el marco de nuestro Estado Democrático de Derecho
son,  de una  parte, el  derecho a la participación en los asuntos públi-
cos (Artículo 62 constitucional), que se dirige a canalizar y garantizar ese
principio de participación, y de otra, el derecho al sufragio (Artículo 63
eiusdem) mediante el cual –sufragio activo– los electores pueden elegir,
por votación libre, universal, directa y secreta a sus representantes o bien
–sufragio pasivo– esos mismos electores –dentro de las limitaciones de
ley– pueden ser elegibles como tales representantes; derecho al sufragio
que se refuerza, a su vez, por el mismo derecho a la participación, pues el
encabezado del artículo 62 de la Constitución establece que ‘todos los
ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente
en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus represen-
tantes elegidos o elegidas’.  (Destacado  añadido).

Ahora bien, para que se garanticen los principios de representación y
participación no es suficiente el ejercicio formal del derecho al voto,
sino que el Constituyente exigió que, además, esos representantes res-
pondan al pluralismo político y, por ende, sean fiel reflejo de las distintas
tendencias mayoritarias y minoritarias del electorado.

Así,  el  carácter democrático  de nuestro Estado  de Derecho  parte del


supuesto elemental de que ha de ser la mayoría de los ciudadanos, y no
un monarca o un sujeto totalitario, la que ha de tomar las decisiones y la
que  ha de  propiciar la  consecución del  bien común.  No obstante,  no
obvió el Constituyente el hecho de que el funcionamiento de la demo-
cracia presupone que esa mayoría no se apropie de la soberanía popular
que corresponde a todo el pueblo y no sólo al grupo mayoritario, y, en
consecuencia, la democracia implica que se garantice la presencia de
las  minorías  –que  también  son  parte  de  ese  pueblo  soberano–  en  la
toma de decisiones, para evitar, en palabras de Alexis de Tocqueville,
una ‘tiranía de las mayorías’ (La Democracia en America I, Madrid,
Alianza Editorial, 1980, pp. 236 y ss).
420 VOTOS DISIDENTES

La participación de la minoría –como parte del todo– no es, en modo
alguno, retórica política, sino, por el contrario, un principio que está ex-
presamente  recogido  en  el Texto  Constitucional  como  garantía  de  la
representatividad democrática. Así, el artículo 63 de la Constitución vi-
gente establece, en el marco del derecho fundamental al sufragio, que
la Ley garantizará la representación proporcional,  proporción  que
se  debe  tanto  a  la  mayoría  como  a  la  minoría,  cada  una  en  su  justa
medida. Evidentemente, dicha representación proporcional únicamente
se logra en la conformación de los cuerpos deliberantes –no así en los
cargos unipersonales de elección popular– y es precisamente por ello
que el artículo 186 de la Constitución pone nuevo énfasis en la garantía
del principio de representación proporcional para el caso de la elección
de los miembros de la Asamblea Nacional, máximo órgano deliberante
dentro de la estructura del Poder Público Nacional y, en consecuencia,
preceptúa  que  ‘La Asamblea Nacional estará integrada por diputa-
dos y diputadas elegidos o elegidas en cada entidad federal por
votación universal, directa, personalizada y secreta con represen-
tación proporcional, según una base poblacional del uno coma uno
por ciento de la población total del país’.

En efecto, y tal como se dispuso en la sentencia que antecede, el artícu-
lo 63 constitucional recoge dos postulados electorales básicos: el de la
personalización del voto y la representación proporcional. Para que se
equilibren ambas premisas, la Constitución optó por un sistema mixto
de elección de órganos deliberantes, que incluye la elección uninominal
o  por  circuitos,  en  aras  de  ese  voto  personalizado,  y  la  elección  por
listas cerradas, en aras de la representación proporcional.

La aplicación práctica de ese sistema electoral mixto fue expuesto en
autos tanto por las partes como por los intervinientes en este proceso,
no  así por  la  sentencia que  antecede,  y  consiste –en  el  caso que  nos
ocupa– en que el electorado vota por el sesenta por ciento de los esca-
ños nominalmente –a través de circuitos electorales–, y por el cuarenta
por ciento  a  través de una  lista cerrada que presenta  la organización
con fines políticos o agrupación política de su preferencia; en este últi-
mo caso, resultan elegidos los candidatos según el método D’ Hondt,
que consiste en la división del número total de votos que hubiere obteni-
do  cada  lista  entre  los  números  naturales,  en  serie  y  sucesivamente,
hasta cuando se obtenga, para cada lista, un número de cocientes igual
al de los cargos que corresponda elegir en cada entidad,  para  la
posterior adjudicación de tales cargos a los partidos o grupos de electo-
res que hubieren obtenido los cocientes más altos hasta cuando se com-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 421

plete el número de escaños disponibles, todo ello según las normas lega-
les que desarrollan y garantizan ese principio constitucional de la repre-
sentación  proporcional,  concretamente  los  artículos  15,  19  y  20  del
Estatuto Electoral del Poder Público y los artículos 7, 11 al 16 y 20 al 22
de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política, aplicables es-
tos  últimos  como principios  generales,  mutatis mutandi,  teniendo  en
cuenta la nueva conformación orgánica de la Asamblea Nacional.

Pero, esa coexistencia de candidatos uninominales y por lista no es lo
único que determina el carácter mixto del sistema venezolano, ya que
ello, por sí solo, no garantiza la representación proporcional.

El carácter plural y, sobre todo, representativo del sistema –en forma
directamente proporcional  al  universo  electoral–  lo  garantiza  el
método de adjudicación de los candidatos a los escaños que hubiere
obtenido cada agrupación política, a través del voto lista, según el refe-
rido método D’ Hondt.

Así, establecen tanto el Estatuto Electoral como la Ley Orgánica del
Sufragio y Participación Política que, una vez que se determina cuántos
escaños de un cuerpo legislativo corresponden a cada agrupación políti-
ca, a través de la organización por orden decreciente de los cocientes
que hubieren obtenido todos ellos, los primeros escaños (que correspon-
derán a los primeros cocientes) serán adjudicados a los miembros de las
agrupaciones  políticas que hubieran sido vencedores en los circuitos
electorales a través de la votación nominal; si después de esta adjudica-
ción, a la agrupación política de que se trate  le correspondieren más
cargos, éstos serán adjudicados a los candidatos de su lista, del primero
al último, hasta la concurrencia del total de escaños que corresponda.

Pero  debe resaltarse  que  esa  adjudicación  última  a  los  candidatos  por


lista que fueron postulados por determinada agrupación política, se realiza
luego de la deducción o resta del número de candidatos que previamente
se adjudicaron de manera uninominal a esa misma agrupación. He allí,
precisamente, donde se manifiesta la violación al principio de representa-
ción proporcional en el marco del sistema de votación que se denunció en
este caso como inconstitucional –las morochas– pues como sea que en
este caso no es una sino –formalmente– dos agrupaciones políticas las
que postulan candidatos –una nominalmente y otra por lista– de manera
conjunta o ‘enmorochada’, al momento de dicha adjudicación residual de
escaños de la lista, luego de que se completa la adjudicación nominal, no
se verifica deducción alguna,  porque  al  tratarse  de  dos  agrupaciones
422 VOTOS DISIDENTES

distintas, a la lista de la segunda agrupación se le adjudica la totalidad de
escaños,  se  insiste,  sin deducción de los adjudicados nominalmente a
la otra. La explicación de este fenómeno indeseable en el marco de un
sistema mixto como el venezolano puede explicarse, de manera práctica,
con el siguiente ejemplo hipotético:

Un partido o agrupación política X presenta postulaciones para la elec-
ción de un cuerpo deliberante. En un primer escenario, dicha agrupa-
ción postula candidatos tanto por circuito (nominalmente) como por lista
cerrada. Supóngase que nominalmente se postulan tres (3) candidatos y
supóngase también que ese partido logra la mayoría de los votos duran-
te el proceso de votación y, en consecuencia, le corresponden –hipoté-
ticamente–  cinco  escaños.  Al  momento  de  la  adjudicación,  y  de
conformidad con el método D’ Hondt, se adjudicarán en primer lugar,
tres escaños a esos tres candidatos que resultaron electos uninominal-
mente y los dos (2) restantes se tomarán de la lista cerrada que hubiera
postulado el partido político X, esto es, solamente se adjudicarán esca-
ños por lista luego de la deducción de los que se hubieran obtenido de
manera uninominal.

En un segundo escenario, la misma agrupación política X sólo postula
de manera uninominal, nuevamente, por tres circuitos, y no realiza pos-
tulaciones  mediante  listas  cerradas.  Supóngase  nuevamente  que  ese
partido obtiene el mayor número de votos. Al momento de la adjudica-
ción, los escaños corresponderán a esos tres candidatos uninominales,
sin que haya deducción alguna  en  las  adjudicaciones  por  lista  pues,
según se dijo, dicha agrupación sólo postuló nominalmente.

En un tercer escenario, una agrupación política Z no postula candida-
tos por circuitos –uninominales– sino únicamente a través de lista ce-
rrada.  Imagínese,  también  en  este  escenario,  que  dicha  agrupación
alcanza el mayor número de votos e hipotéticamente le corresponden
cinco escaños, con el cual éstos se tomarán de la lista cerrada direc-
tamente, sin deducción previa pues la agrupación no propuso candi-
datos uninominalmente.

En un cuarto escenario se combinan los dos anteriores: un partido polí-
tico X presenta aspirantes sólo uninominalmente en ‘alianza’ o median-
te la ‘estrategia electoral’ de ‘las morochas’ con la agrupación política
Z, la cual sólo postula mediante listas cerradas. Cabe destacar que esa
‘alianza’ consiste en que los candidatos que son postulados uninominal-
mente por X son importantes dirigentes o militantes de la agrupación Z.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 423

En este cuarto escenario, al partido X se le adjudican los tres escaños
que  le  corresponden  y  a  la  agrupación  Z,  sin deducción alguna de
dichos tres escaños uninominales, pues se trata de una agrupación
política formalmente distinta de X, se le adjudican cinco escaños. En
definitiva, esta ‘alianza’ de partidos obtiene ocho (8) curules en vez de
cinco, tal como ocurriría en el primer escenario si se cumpliera, a caba-
lidad, el procedimiento electoral –especialmente en su fase de postula-
ciones– y se aplicara correctamente el método D’ Hondt.

De esta manera, se rompe, sin lugar a dudas, el equilibrio de la repre-
sentación proporcional y se consigue una representación despropor-
cionada, pues el o los partidos que obtuvieron la mayoría de los votos
adquieren más escaños de los que proporcionalmente le correspon-
den en atención al número de votos que obtuvieron,  y  los  partidos
que obtuvieron un porcentaje minoritario en la votación, adquieren menos
escaños de los que proporcionalmente le corresponden en aten-
ción a ese número de sufragios que recibieron.

Por vía de consecuencia, además, se viola el derecho al sufragio pasivo
de los candidatos –individualmente considerados– que habrían resulta-
do electos a través del método legal pero que quedan desplazados por el
método distorsionado por agotamiento de los escaños a ser adjudicados.

2.3 De lo que antecede se deriva, en criterio de quien discrepa, que en
el marco de un Estado democrático de Derecho como el venezolano, el
principio de representación proporcional es consustancial e inherente al
derecho fundamental al sufragio que recoge el artículo 63 de la Consti-
tución, derecho que, a su vez, es la expresión primaria del también dere-
cho constitucional a la participación en los asuntos públicos (artículo 62
eiusdem). Así, los principios constitucionales que antes se expusieron
exigen la inteligencia de que ese derecho al sufragio no se agota en su
acepción formal como el derecho a elegir (sufragio activo) y a ser ele-
gido (sufragio pasivo), sino que incluye el derecho a que esa elección
sea fiel reflejo del sistema democrático representativo y participativo
por el que optó el Constituyente. No es por ello baladí que la categoriza-
ción constitucional del sufragio, de la personalización del voto y de la
representación proporcional de las minorías estén conjuntamente dis-
puestas como derechos fundamentales en una misma norma constitu-
cional (artículo 63):
424 VOTOS DISIDENTES

‘El sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, uni-
versales, directas y secretas. La ley garantizará el principio de la perso-
nalización del sufragio y la representación proporcional’.

Ahora bien, tales derechos han de analizarse desde la óptica del princi-
pio de legalidad electoral, según el cual toda limitación a los derechos
fundamentales de contenido electoral (especialmente el derecho al su-
fragio  activo  y  pasivo)  tiene  que  estar  expresamente  establecida  en
una Ley, siempre que, además, esa norma legal se adecue y vincule en
extremo a los principios constitucionales electorales.

De manera que quien salva su voto considera que el fallo de la mayoría
de la Sala debió establecer que carece de valor jurídico el argumento de
que las postulaciones de candidatos que se realizan bajo esta modalidad
‘no están expresamente prohibidas’, pues, ante las disposiciones claras
y expresas de  la Constitución  y la  Ley  (el Estatuto Electoral,  la Ley
Orgánica del Sufragio y Participación Política y la Ley Orgánica del
Poder Electoral), que recogen el principio de representación proporcio-
nal, cualquier actuación de contenido electoral que se lleve a cabo du-
rante el procedimiento electoral –bien de las agrupaciones políticas, bien
de los órganos electorales– contraria a ese principio, deberá impedirse,
sancionarse o anularse, según el caso. Se insiste que, en el marco de un
proceso de amparo constitucional como el de autos, ninguna relevancia
tiene la existencia o  no de regulación legal que permita o prohíba la
postulación de candidatos a través del sistema que se impugnó pues,
ante la verificación de una violación directa a derechos fundamentales,
lo procedente es que se dejen sin efecto tales actuaciones.

2.4 Considera quien disiente que la sentencia que antecede debió con-
cluir que el Consejo Nacional Electoral violó el derecho al sufragio y a
la participación en los asuntos públicos de todos los electores y elegi-
bles en la medida en que admitió el mecanismo electoral que se identifi-
ca como ‘las morochas’. Se trata, así, de una violación continuada, cuyo
inicio se remonta a la inscripción de organizaciones políticas ‘cascarón’
cuya única finalidad es la presentación de postulaciones que desembo-
quen en el voto ‘enmorochado’ con otro partido político y que continúa
con la campaña electoral, que garantiza la eficacia del ‘método’ o ‘es-
trategia electoral’ hasta que se consiga esquivar la adjudicación propor-
cional de cargos, en inobservancia de la representación proporcional.

Esta tergiversación al sistema de adjudicación según la representación
proporcional,  jurídicamente  se  traduce  en  un  fraude  a  la  Ley  y  más
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 425

grave aún, en un fraude a la Constitución, a través de un evidente abu-
so de las formas jurídicas en pro de conseguir una finalidad dis-
tinta a la que las normas constitucional y legal establecieron
respecto del método de elecciones mixtas uninominal-lista  y  a  tra-
vés  de  un  evidente abuso de derecho de las organizaciones con fi-
nes políticos a postular candidatos.

El fallo del cual se disiente consideró ‘pertinente aclarar la noción de


fraude constitucional invocada por los accionantes’,  y  en  este  sen-
tido, mediante la invocación de doctrina jurídica francesa, concluyó que
fraude a la Constitución es ‘la utilización del procedimiento de refor-
ma constitucional para proceder a la creación de un nuevo régi-
men político, de un nuevo ordenamiento constitucional sin alterar
el sistema de legalidad establecido’,  mientras  que  ‘falseamiento de
la Constitución’  sería  ‘esa situación en la que se otorga a las nor-
mas constitucionales una interpretación y un sentido distinto de
que realmente tienen...’.

Tales distinciones carecen, en criterio de quien disiente, de relevancia
en el caso concreto, pues el hecho de que una reforma constitucional
cuyo fin sea la creación de un nuevo régimen político resulte un fraude
constitucional,  al  menos  en  criterio  de  la  doctrina  comparada  que  el
fallo citó, no quiere decir que ese sea el único modo de defraudación a
la Ley –lato sensu– y a la Constitución.

Incluso, ya esta misma Sala explicó, en anterior oportunidad, y con
meridiana claridad, en qué consiste el fraude a la Ley y cuáles son los
supuestos  para  el  entendimiento  de  que  el  mismo  se  verifica  en  un
caso  concreto,  aspectos  todos  que,  en  aplicación  al  caso  de  autos,
permiten la palpación de la defraudación –en este caso a la Ley Fun-
damental– en que se incurriría. Así, en sentencia no. 2361 de 3-10-02
esta misma Sala señaló:

‘El fraude a la ley se caracteriza por la circunstancia de que se


respeta la letra de la ley, mientras que, de hecho, se trata de eludir
su aplicación y de contravenir su finalidad con medios indirectos’
(MESSINEO, Francesco. Manual de Derecho Civil y Comercial. Trad.:
Santiago Sentís Melendo. Buenos Aires. EJEA. 1979. Tomo II. p. 480),
haciendo que opere una norma jurídica con la finalidad de evitar la apli-
cación de otra.
426 VOTOS DISIDENTES

Constituye un modo de violación de la ley, un proceso técnico de violación
indirecta, in fraudem agere, diverso de la violación directa, contra legem
agere, ya conocido desde el derecho romano y que perdura hasta hoy en
los varios ramos del derecho, especialmente en el derecho público (por
ejemplo, nacionalidad y servicio militar), fiscal, electoral, civil (familia,
bienes muebles, contratos, sucesiones) y del trabajo (VALLADAO, Ha-
roldo  Texeiro.  Derecho Internacional Privado.  Introducción  y  parte
general. México. Ed. Trillas. 1987. p. 591). Ya Paulo en el Digesto (citado
por CABANELLAS, Guillermo. Repertorio Jurídico. Locuciones, máxi-
mas y aforismos latinos y castellanos. Buenos Aires. Ed. Heliasta. 1973.
p.  10)  expresaba  contra legem facit, qui id facit, quod lex prohibet;
infraudem vero, qui salvis verbis, sententiam ejus circumvenit,  vale
decir, obra contra la ley quien hace lo que la ley prohíbe; y en fraude de la
ley, quien salva sus palabras pero elude su sentido.

Se requieren tres elementos en el fraude a la ley: a) una norma jurídi-


ca imperativa u obligatoria, cuya imperatividad eludida hiera o
vulnere el orden público, cause o no perjuicio a terceros; b) la
intención de eludir su aplicación, elemento subjetivo que consti-
tuye el fin fraudulento; y c) la utilización de un medio legalmente
eficaz para lograrlo, creando las condiciones para, formalmente,
neutralizar los efectos de la regla obligatoria y obtener, por otra
vía, el resultado contrario a derecho o antijurídico  (ZANNONI,
Eduardo. Ineficacia y Nulidad de los Actos Jurídicos.  Buenos Aires.
Ed. Astrea. 1986. pp. 359-361, fundamentándose básicamente en Ghe-
stin, Jacques-  Gobeaux, Giles.  Traité de droit civil. Introduction
generale.  Paris.  Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence.
1977. Nº 748, p. 630 ss.’. (Destacado añadido).

En este caso, y bajo el argumento de que no está expresamente prohibi-
do en la Ley, distintas organizaciones con fines políticos realizan postu-
laciones de candidatos, unas únicamente por lista y otras únicamente
por circuitos nominales, que ‘formalmente’ cumplen con los requisitos
de Ley –pues ‘formalmente’ son agrupaciones distintas– pero tras ese
falso velo de legalidad se consigue la identidad absoluta de tendencias
políticas que, gracias a la eficacia que aportan las campañas electora-
les, persiguen una votación conjunta de ambas postulaciones con la que
se logra la burla de la finalidad de la Ley, que no es otra que la adjudica-
ción mixta  de cargos  por cocientes  como  garantía de  representación
directamente proporcional.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 427

La intención de fraude a la Constitución en estos casos es clara:

i) En primer lugar, cuando se crea una agrupación con fines políticos
que sirve de ‘vehículo’ con el único objeto de la postulación de algunos
de los candidatos que de manera notoria pertenecen o militan en un
partido político distinto y que, aun cuando éste también participa en el
proceso electoral respectivo, no los postula.

En el caso de autos, tal situación se denunció, por la parte demandante,
como un hecho notorio comunicacional –y como tal no fue desvirtuado
ni desestimado–, en concreto, desde que la organización Unidad de Ven-
cedores Electorales (UVE), cuya inscripción admitió el Consejo Nacio-
nal Electoral como partido ‘provisional’ el 14 de abril de 2005, postuló
para  las  venideras  elecciones  de  Diputados  a  la Asamblea  Nacional,
candidatos que son, –en forma notoria algunos de ellos– dirigentes de
otros partidos, principalmente del partido político Movimiento V Repú-
blica (MVR). Asimismo, se denunció como hecho notorio comunicacio-
nal –y tampoco se desvirtuó–, que esa ‘organización’ UVE no es más
que una ‘agrupación política comodín’ cuya única finalidad es la de la
postulación de candidatos de otro partido político.

Se debe destacar que este primer indicio de fraude consiguió importante
evidencia en la audiencia pública del caso de autos, en la cual, algunos de
esos candidatos que fueron postulados por una agrupación supuestamen-
te  distinta  e  independiente  (UVE)  actuaron  como  parte  en  calidad  de
miembros y representantes de otra organización política ‘enmorochada’
con aquélla (MVR, PCV, PPT, entre otras), sin que, en cambio, existiera
representación alguna de aquélla, que no se hizo parte.

ii) En segundo lugar, cuando las agrupaciones políticas postulan candida-
turas únicamente uninominales o bien únicamente por lista pues, si se
actuara de buena fe, cada agrupación buscaría abarcar todos los espacios
posibles que la Ley le permite dentro de las postulaciones, ya que es más
ventajosa la participación tanto a través de elección por circuitos como a
través de elección por lista, que sólo con una de ambas.

En  el  caso  de  autos,  quienes  se  hicieron  parte  en  representación  de
varias agrupaciones políticas (principalmente del MVR) señalaron que
esa postulación conjunta obedece a una ‘estrategia electoral’ y a una
‘política de alianzas’ electorales. No obstante, quien disiente observa
que no se trata, en modo alguno, de una alianza electoral en los términos
en que así lo dispone la legislación electoral. De conformidad con el
428 VOTOS DISIDENTES

artículo 9 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política ‘Se
considera que existe una alianza, a los efectos de esta Ley, cuando
dos (2) o más organizaciones políticas presentan idénticas postu-
laciones. Si se trata de la elección de organismos deliberantes, las
postulaciones son idénticas cuando están conformadas por las mis-
mas personas y en el mismo orden. (...)’. De manera que en este caso
no se trató de una alianza electoral en los términos en que lo recoge la
Ley, y en el supuesto de que dichas agrupaciones políticas que actúan
‘enmorochadas’ quisieran actuar en alianza, bien habrían podido hacer-
lo a través de la fórmula tradicional de postulación conjunta –no parale-
la– de manera uninominal y por lista por parte de ambas organizaciones.

iii) En tercer lugar, hay intención de fraude cuando ambas agrupaciones
políticas realizan campaña electoral a favor del voto conjunto o ‘enmo-
rochamiento’; si su actuación fuese de buena fe, aunque determinada
agrupación política postulara únicamente candidatos por circuitos o bien
sólo candidatos por lista, poco le importaría el voto alterno, esto es, el
voto por lista o el voto por circuito respecto del cual no postuló.

iv) En cuarto lugar, hay intención de fraude cuando esos mismos candi-
datos declaran públicamente que, en caso de que esta Sala dejare sin
efecto las postulaciones que se realizaron de manera ‘enmorochada’,
acudirían a la postulación por iniciativa propia, y no mediante postula-
ción del partido o agrupación política en la que militan.

En  definitiva,  en  este  caso  se  verificó,  parafraseando  a   AGUILAR


NAVARRO,  ‘una aplicación indebida de una norma con el propó-
sito de dejar sin cumplimiento el precepto que por naturaleza co-
rrespondía acatar, sin incurrir en las sanciones previstas por la
norma incumplida.  En el fraude se combina un resultado y una téc-
nica. El resultado es la no observancia del precepto, y la técnica es
la artificial y anormal utilización de una norma para eludir las
consecuencias de esa inobservancia’  (Vid.  ss.  No  2361  de  3-10-02,
que antes se citó).

Se insiste, si bien es al momento de la fase electoral de adjudicación de
cargos cuando se materializa la violación a ese principio constitucional,
por las razones que antes se expusieron, existe aquí un agravio conti-
nuado al orden jurídico a través de los distintos actos consecuenciales
que conforman el procedimiento electoral, pues tanto la postulación como
la campaña electoral e, incluso, la inscripción de agrupaciones políticas
cuya única finalidad es ‘enmorochar’ el voto con otra, son condición
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 429

necesaria para la inconstitucionalidad que se materializa en la fase de
adjudicación, cuya conformidad a derecho depende, al menos parcial-
mente,  de  la  legalidad  de  los  actos  electorales  que  le  anteceden,  tal
como lo refleja la teoría de las nulidades de los actos electorales que
recogen los artículos 216 y siguientes de la Ley Orgánica del Sufragio y
Participación Política.

De este modo, este voto salvante se aparta de la postura de la mayoría
sentenciadora cuando expresa que las normas cuya violación se alegó
‘...no han sido menoscabadas o amenazadas de lesión de confor-
midad a la evaluación que esta Sala ha realizado en el expediente
y de los alegatos y exposiciones en la audiencia constitucional,
tanto respecto de la solicitud de amparo como del resto de los re-
gistros y pruebas consignadas. Por consiguiente, no hay objeto a
tutelar al no encontrar situaciones de infracción, de injuria cons-
titucional, violaciones y amenazas de los derechos constituciona-
les denunciados fundamentados en las normas superiores ya
indicadas’. En criterio de quien disiente, los argumentos que expuso de
manera escrita y oral la parte demandante, quien invocó el valor proba-
torio de hechos notorios y comunicacionales que no fueron debidamente
desvirtuados ni por la contraparte, ni por los intervinientes, ni por esta
Sala  cuando falló –la  cual ni  siquiera  los apreció, aunque fuera para
desestimarlos–, y la evidencia suficiente de existencia de un fraude a la
Constitución, llevan a la conclusión de que se está ante una violación
directa a los principios fundamentales del sistema electoral, especial-
mente el de representación proporcional.

En este punto es pertinente destacar que la parte actora hizo valer en la
audiencia, entre otras pruebas, el hecho notorio comunicacional del reco-
nocimiento público que hiciere el Presidente del Consejo Nacional Elec-
toral, ciudadano Jorge Rodríguez, de la inconstitucionalidad del sistema
de postulación a través de tarjetas ‘morochas’ –lo cual recogieron am-
pliamente los medios de comunicación–, hecho que, a pesar de estar rele-
vado de prueba, no fue siquiera mencionado por la mayoría sentenciadora.

Esa falta de valoración de pruebas en la sentencia que antecede impli-
ca, además, en criterio del salvante, inmotivación del fallo que precede
que  se  traduce  en  su  nulidad,  de  conformidad  con  los  artículos  243,
cardinal 5, y 244 del Código de Procedimiento Civil.

2.5 En criterio de quien difiere, la sentencia de la Sala debió concluir
que el Consejo Nacional Electoral, ante la intención de desviación de la
430 VOTOS DISIDENTES

finalidad de las normas constitucionales y legales que recogen el princi-
pio de representación proporcional de las minorías –intención cuyos in-
dicios se expusieron ya en este voto salvado–, debió, en primer lugar,
rechazar la constitución de agrupaciones políticas creadas con esa fina-
lidad distorsionada, en segundo lugar, negar la admisión de las postula-
ciones que en este sentido se realizaron, tal como se lo exigen el artículo
293, aparte único, de la Constitución de 1999, el artículo 4 de la Ley
Orgánica del Poder Electoral y el artículo 147 de la Ley Orgánica del
Sufragio y Participación Política. Y en todo caso, para el supuesto de
que se admitieran las postulaciones que se realizaron de esa manera,
bajo el supuesto negado de que per se no fuesen indicio suficiente de
fraude, el Consejo Nacional Electoral estaría en el deber de sancionar
cualquier campaña electoral que se dirija a incitar al electorado a ‘en-
morochar’ su voto, pues, allí sí, tal campaña no tiene otra finalidad que
el desvío del respeto al principio de representación proporcional y, por
ende, es ilegal, de conformidad con el artículo 204 de la Ley Orgánica
del Sufragio y Participación Política, el cual establece que ‘No se per-
mitirá la propaganda anónima, ni la dirigida a provocar la absten-
ción electoral, ni la que atente contra la dignidad de la persona
humana u ofenda la moral pública y la que tenga por objeto promo-
ver la desobediencia de las leyes, sin que por eso pueda coartarse
el análisis o la crítica de los preceptos legales (...)’,  y  cuyo  incum-
plimiento se entiende como la comisión de un ilícito administrativo san-
cionable  con  multa  por  parte  del  Consejo  Nacional  Electoral,  de
conformidad con el artículo 261 de la misma Ley.

En este sentido, se disiente de la afirmación mayoritaria según la cual el
mecanismo  que  se  cuestionó  ‘no se encuentra prohibido ni por la
Constitución ni por el resto del ordenamiento jurídico’ y  que  ‘se
circunscribe dentro del ámbito del principio de ‘libertad’, o también
denominado ‘de la autonomía de la voluntad’’, de modo que no se tra-
taría  ‘de una materia regida por el principio de legalidad, bajo el
cual tendría que exigirse a los ciudadanos y a los partidos políti-
cos, una actuación expresamente autorizada por la ley, lo cual re-
ñiría abiertamente con el principio antes anotado’.

Por el contrario, el señalamiento que antecede yerra en cuanto a que
quien fue demandado como agraviante fue el Consejo Nacional Electo-
ral y no los partidos políticos o algún ciudadano; así, la Sala debió deses-
timar el argumento de ese órgano cuando señaló que no ejerció control
sobre las postulaciones porque las mismas no están ‘expresamente pro-
hibidas’.  Desde  la  perspectiva  de  juzgamiento  de  la  actividad  de  la
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 431

Administración Electoral –que fue la que se denunció como lesiva–, el
principio de legalidad, que sí es aplicable, no implica que ella pueda
hacer lo que no está prohibido; antes al contrario, la Administración sólo
puede hacer aquello que le permita una norma atributiva de competen-
cia, aunque su actuación pueda ser considerada como un poder implíci-
to  sin  atribución  expresa.  Lo  que  no  puede  ser  admitido  es  que  la
Administración Pública tenga la libertad propia de los ciudadanos, quie-
nes pueden desenvolver su personalidad y hacer todo lo que el ordena-
miento  jurídico  no  les  prohíbe.  Por  tanto,  para  que  un  acto  de  la
Administración Pública pueda ser considerado válido resulta manifies-
tamente impertinente la verificación de si existe o no una norma que lo
prohíba, pues tal validez está condicionada por la existencia de una dis-
posición del ordenamiento jurídico que le permita dictarlo, esto es, que
le dé cobertura normativa. La vinculación de la Administración Pública
con la Constitución y con la Ley, ex artículo 137 constitucional, es posi-
tiva, es decir, que su actuación está sujeta a la existencia de una norma
jurídica  que  le  atribuya  una  potestad  o  facultad.  Por  ello,  carece  de
sentido que se estime –como en el fallo del cual se disiente– que las
actuaciones de los partidos políticos y ciudadanos que hicieron las pos-
tulaciones no están expresamente prohibidas, porque lo determinante es
la comprobación de si las actividades  del supuesto agraviante tienen
cobertura normativa, o sea, si existen normas en el ordenamiento jurídi-
co que le permitieran obrar como lo hizo.

Por otra parte, las organizaciones políticas cuyos representantes actúan
como partes procesales, bien como demandantes, bien como intervinien-
tes, contrariamente a lo que concluyó la mayoría, no podían postular en la
forma como lo hicieron –como se explica ampliamente en este voto sal-
vado–, ni el Consejo Nacional Electoral admitir dichas postulaciones, en
virtud de que tal forma de proceder agravia el principio constitucional de
representación proporcional, que recogió la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, y porque la Administración Electoral, en el marco
de sus competencias constitucionales y legales, no tiene potestad, ni ex-
presa ni implícita, para aceptar tal conducta antijurídica.

En todo caso, el fallo del que se discrepa no analizó el argumento de la
parte actora en el sentido de que el sistema de postulación en referen-
cia sí viola el principio de representación proporcional; al respecto, se
limitó a las siguientes afirmaciones, sin respaldo de motivación alguna:

‘...aun cuando pudiere afirmarse que no toda conducta permitida resulta
per se ajustada a la Constitución, en el presente caso tampoco encuentra
432 VOTOS DISIDENTES

la Sala afectación alguna al principio de representación proporcional, ha-
bida cuenta que el mecanismo de postulación adoptado y bajo el cual se
inscribieron los candidatos a diputados para las elecciones del mes de
diciembre de 2005 (incluso los del partido político accionante), no proscri-
be, rechaza, ni niega la representación proporcional’.

‘La potestad evaluativa de esta Sala Constitucional no encontró prue-
bas, alegatos o argumentos que permitieran evidenciar la contradicción
entre  el mecanismo  de  postulación denominado  ‘las  morochas’  y  las
normas superiores constitucionales, más aun cuando el precitado meca-
nismo no se encuentra prohibido ni por la Constitución ni por el resto del
ordenamiento jurídico’.

2.6 Quien difiere no comparte la opinión de la mayoría sentenciadora en
el sentido de que el principio de representación proporcional está sufi-
cientemente garantizado por el voto lista. Así, se lee del veredicto que
antecede  que  ‘el principio de personalización del sufragio está ga-
rantizado por la nominalidad y la representación proporcional por
el voto lista’ y  que  ‘...la Constitución garantiza la personalización
del voto y la representación proporcional lo que ha operado me-
diante un sistema que permita a los ciudadanos postularse por lis-
ta y en forma uninominal dando lugar a la aplicación de los
llamados cocientes electorales que constituyen el fundamento últi-
mo del principio democrático de las mayorías armonizado con el
sistema proporcional’.

Ahora bien, es necesario recalcar que la sola existencia del voto por
lista no es, en modo alguno, garantía suficiente de esa representación
proporcional; antes por el contrario, para que dicho principio se garanti-
ce eficazmente hace falta su observancia a lo largo de todas las fases
del procedimiento electoral, desde la postulación hasta la adjudicación
definitiva de cargos, en la que, a través del método que está legalmente
dispuesto –principalmente en los artículos 19 y 20 del Estatuto Electo-
ral– los curules se asignen de manera proporcional a las preferencias –
todas,  mayoritarias  y  minoritarias–  del  electorado.  Lo  contrario
significaría, tal como se evidenció en el caso de autos, que aun cuando
existieron postulaciones a través del sistema de listas, éstas no refleja-
ren de manera directamente proporcional la voluntad política plural del
electorado porque exista una distorsión en el sistema que impide la efi-
caz y efectiva adjudicación proporcionada de cargos.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 433

El propio diseño del sistema por parte del Legislador revela que el prin-
cipio de representación proporcional –y con él el derecho al sufragio, y,
especialmente, al sufragio pasivo, como se explicó– sólo se garantiza a
través de su relación indisoluble con el sistema nominal, en el sentido de
que  se  estableció  que  la  adjudicación  de  la totalidad  de los cargos
que corresponden a cada agrupación política se hace de confor-
midad con los cocientes que arroja el método D’Hondt los cuales
se calculan exclusivamente a través de los votos lista.  Si  esa  rela-
ción no fuese indispensable, el sesenta por ciento de los cargos se adju-
dicaría a los vencedores de los circuitos electorales –que, lógicamente,
no podrían superar en número a ese sesenta por ciento– y sólo el cua-
renta por ciento de los escaños se adjudicaría a través del Método
D’Hondt, que no es el caso venezolano. Es evidente así, que el argu-
mento  de  la  mayoría  a  que  se  ha  hecho  referencia  es  inaceptable  en
nuestro sistema electoral, no sólo porque es contra legem, sino porque
implica la separación artificial de los dos elementos de un sistema que
es mixto, separación que impide, como se ha visto, la garantía de satis-
facción de sus principios fundamentales.

Ya la Sala Electoral de este Máximo Tribunal, último intérprete del sis-
tema electoral en nuestro ordenamiento jurídico, explicó el fundamento
de la representación proporcional y del sistema mixto que rige la elec-
ción de los órganos deliberantes, no solamente de cargos públicos, sino,
incluso, de entes gremiales, y ha señalado, asimismo, la necesidad de
que se garantice durante todo el procedimiento comicial. Así, en fallo
No 132, de fecha 18 de julio de 2002 (la cual se reiteró en sentencia Nº
103 de 22-7-04), se estableció lo siguiente:

‘...la Constitución reconoce dos sistemas electorales, por una parte el
denominado ‘sistema nominal o mayoritario’, esto es, ‘...aquél en que
se  elige  al  candidato  que  obtiene  la  mayoría  (absoluta  o  relativa)...’
(Diccionario Electoral, Serie Elecciones y Democracia,  Centro  In-
teramericano de Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL)/Instituto In-
teramericano de Derechos Humanos, Costa Rica 1989, p. 638), aplicado
para la elección de cargos ejecutivos, como lo son el Presidente de la
República, los Gobernadores y los Alcaldes (artículos 228, 160 y 174
respectivamente, de la Constitución de la República Bolivariana de Ve-
nezuela);  y otro, el llamado ‘sistema mixto’, previsto para la es-
cogencia de los organismo deliberantes, esto es, Asamblea
Nacional (artículo 186 constitucional), Concejos Legislativos Estadales
(artículo 162 eiusdem) y Concejos Municipales (artículo 175 eiusdem),
y que consiste en que el elector vota para uno o varios escaños nominal-
434 VOTOS DISIDENTES

mente, y  para otros  por una  lista presentada  por la  organización con


fines políticos o agrupación política de su preferencia, resultando, en
este último caso, electos los candidatos dependiendo del porcentaje de
votos que obtengan y su orden en la lista.

Así pues, conforme a los lineamientos constitucionales antes expuestos,
la escogencia de órganos deliberantes, como lo es toda asamblea
en la que se discuten opiniones de interés general que se tradu-
cen en normas, y por tanto, necesariamente conformada por re-
presentantes de todos los sectores ideológicos del cuerpo
electoral que la eligió, se realiza a través de un sistema mixto,
con lo que se garantiza por una parte la personalización del su-
fragio y por otra la representación proporcional, siendo esto últi-
mo necesario para que se refleje en dichos órganos la voluntad
popular, lo que resulta indispensable a fin de que las normas que
se produzcan sean verdaderamente expresión de ella, y conlleve
al correcto desenvolvimiento de un Estado democrático, partici-
pativo y pluralista.

Ahora bien, la aplicación de los principios de personalización del sufra-
gio y la representación proporcional en medios de participación distintos
a la elección de cargos públicos, deben ser garantizados por el legisla-
dor, a tenor de lo previsto en el artículo 63 constitucional, ajustándolos
en los ordenamientos jurídicos sectoriales, a los fines de lograr su co-
existencia con el ordenamiento general, siendo necesario para su con-
trol jurisdiccional la aplicación de un test de razonabilidad, que se traduce
en  la  ponderación  de  las  circunstancias  concretas  de  cada  caso  y  la
propia naturaleza de las cosas’. (Destacado añadido).

En consecuencia, quien suscribe como disidente rechaza el argumento
de  esta  Sala  en el  sentido  de  que  el  sistema de  postulaciones  que  se
denunció en esta oportunidad (‘las morochas’) no amenaza de violación
los principios democráticos de la Constitución venezolana, y en concre-
to la representación proporcional, porque la sola existencia del voto lista
garantiza ese principio. Se insiste, ese principio de representación pro-
porcional sólo se garantizará si, durante todo el procedimiento electoral,
se respeta para que, al momento de la adjudicación de cargos, ésta sea
reflejo de la pluralidad política en proporción directa según el número
de votos que cada agrupación con fines políticos haya obtenido, tal como
se explicó supra.
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 435

2.7 La mayoría sentenciadora también afirmó que la Constitución de
1999 no definió lo que ha de entenderse por proporcionalidad y que será
el ‘ordenamiento infraconstitucional’ el que habrá de ‘calificarla’, no
obstante concluye con la afirmación de que ‘la noción de proporcio-
nalidad es distinta a la que prevalecía en la Constitución de 1961’.

En primer lugar, no es cierto que sea el legislador el llamado a ‘califi-
car’ la representación proporcional. Así, se trata de una afirmación in-
cierta porque la proporcionalidad es un concepto unívoco que incluso
trasciende del ámbito del Derecho para ser entendido de manera uni-
versal como la ‘conformidad (o correspondencia) de unas partes con
el todo o de cosas relacionadas entre sí’  (REAL  ACADEMIA  ES-
PAÑOLA,  Diccionario de la Lengua Española,  Tomo  II, vigésima
segunda edición, Madrid, 2001, p. 1846). De manera que mal podría
existir una ‘noción constitucional de proporcionalidad’ y mucho menos
que  cambiase  ésta  de  un Texto  Constitucional  a  otro,  cuando  es  una
noción abstracta aplicable a cualquier realidad de relación del todo con
sus partes. De igual modo, no es el Constituyente el que ha de estable-
cer una definición de ‘minoría’, pues en el campo político esta es y será
siempre  la  ‘fracción de un cuerpo deliberante menor que la parte
mayoritaria’ y en el campo sociológico es la ‘parte menor de las per-
sonas que componen una nación, ciudad o cuerpo’  (REAL  ACA-
DEMIA  ESPAÑOLA,  Diccionario de la Lengua Española,  Cit.,  p.
1510), sin que sea posible la concepción o ‘decreto’ de acepciones dis-
tintas a esa realidad, también unívoca.

En consecuencia, ninguna relevancia puede tener para la desestima-
ción de la pretensión del caso de autos, la argumentación de esta Sala
en el sentido de que no queda claro cuál es la definición constitucional
de proporcionalidad y de minorías y, menos aún, que ello corresponda
al legislador.

2.8  Por  último,  se  expresó  en  la  decisión  de  la  que  se  difiere  que  la
Constitución de 1999 no recogió el principio de representación propor-
cional de las minorías, sino únicamente el principio de representación
proporcional, por lo que será nuevamente el ‘ordenamiento infraconsti-
tucional’ el que ha de establecer a qué se refiere ese nuevo principio.

En criterio de quien discrepa, el examen de la evolución y regulación
actual de nuestro Estado Democrático de Derecho a través del Texto
Constitucional respondería esa ‘duda constitucional’.
436 VOTOS DISIDENTES

Así, el principio constitucional de representación proporcional consis-
te, según se expresa insistentemente en este voto salvado, en el modo
de repartición de los escaños de un cuerpo deliberante entre mayorías
y  minorías,  según  el  peso  de  cada  una  de  tales  fuerzas  dentro  del
universo electoral, a través de fórmulas aritméticas de proporción di-
recta. De manera que la proporcionalidad sólo puede referirse al todo,
a la mayoría y a la minoría, y no es posible que el legislador la ‘califi-
que’ de otra manera.

Además, de la misma Constitución se desprende que la representación
será directamente proporcional tanto de la mayoría como de la minoría,
en tributo a una justicia distributiva que otorgue a cada quien la repre-
sentación cuantitativa que le corresponde en el cuerpo deliberante que
lo representa. A ello conduce la lectura de la Exposición de Motivos de
la Constitución y a ello conduce, además, la recta interpretación de los
principios electorales que recoge el Magno Texto, principios que han de
interpretarse  siempre  a  la  luz  del  respeto  al  derecho  al  sufragio  y  al
principio de legalidad electoral según ya se expuso en este voto salva-
do. Así, se lee de la Exposición de Motivos de la Constitución, cuando
hace referencia al Título II, Capítulo IV, Sección primera ‘De los Dere-
chos políticos’, lo siguiente:

‘Se reconoce el sufragio como un derecho, mas no como un deber, a
diferencia de  la  Constitución de 1961.  Se establece el  ejercicio del
mismo  mediante  votaciones  libres,  universales,  directas  y  secretas.
La consagración de la personalización del sufragio con el prin-
cipio de la representación proporcional, requerido para obte-
ner órganos conformados de manera plural, en representación
de las diferentes preferencias electorales del pueblo’  (Destaca-
do y subrayado añadidos).

La letra de la Exposición de Motivos no deja lugar a dudas respecto a
que la Constitución de 1999 recogió y otorgó rango de derecho constitu-
cional al principio de representación proporcional tanto de las mayorías
como de las minorías, por lo que, no puede compartirse la postura de
esta Sala, máximo garante de la interpretación constitucional, cuando
contraría con su veredicto el texto expreso de la Norma Fundamental.

En todo caso, mal podría esta Sala, cúpula de la jurisdicción constitucio-
nal, olvidar que, de conformidad con el principio de progresividad de los
derechos fundamentales que recoge el artículo 19 de la Constitución, el
Constituyente lo que puede es mejorar y ampliar la protección y el tra-
CRITERIOS EN ESTRADOS 2001-2005 437

tamiento de estos derechos, no así lograr su mutación en detrimento de
su contenido y atributos. De esta manera, y por cuanto la Constitución
de 1961 reconocía expresamente el derecho a la representación propor-
cional de las minorías (artículo 113) como inherente al derecho al sufra-
gio, mal podría entenderse que el Constituyente de 1999 retrocedió en la
modulación del contenido esencial de ese derecho al sufragio, limitán-
dolo y escindiendo uno de sus atributos esenciales.

En definitiva, quien disiente lamenta que, en esta oportunidad, la Sala
Constitucional, órgano rector de la justicia constitucional en nuestro orde-
namiento jurídico, no haya optado por la protección de los derechos fun-
damentales de toda la colectividad que fueron lesionados, no haya dado
justa interpretación a los principios constitucionales que rigen nuestro sis-
tema electoral ni haya encauzado debidamente la relación esencial y recí-
proca entre la democracia y la Ley. Puede así concluirse citando al maestro
español Eduardo García de Enterría, cuando señaló que:

‘Por ello el proceso electoral no habilita poderes absolutos, que tende-
rían según la experiencia histórica común, a cerrar el paso a los partidos
competidores, sino sólo poderes de administrar y gestionar según la Ley.
Uno de los valores democráticos centrales, como el constitucionalista
americano John Ely ha subrayado de manera brillante, es mantener cons-
tantemente abierto el proceso de renovación de los dirigentes. De ahí la
necesidad absoluta de protección de las minorías políticas, de mantener
abiertos constantemente los canales del cambio político, de prever el
retorno mañana de los hoy desalojados, puesto que sus intereses for-
man  parte,  indudablemente,  de  los  intereses  comunes.  Los  derechos
fundamentales son la base insustituible de esos canales del cambio po-
lítico, los que impiden la congelación de la sociedad en una situación
determinada, los que dan al principio individualista (del hombre y del
ciudadano) su preeminencia en el sistema y hacen de la sociedad una
sociedad abierta. La función central de la justicia constitucional, asegu-
ra Ely, es, a través de la protección de esos derechos fundamentales, el
mantenimiento efectivo del pluralismo político, que nuestra Constitución
ha definido certeramente como uno de los valores superiores, al lado y
correlativo de la libertad y de la justicia, en el primero de sus artículos’.
(García de  Enterría,  Eduardo, ‘La  Democracia y  el lugar de  la  Ley’,
Boletín de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales,  2002,  Ca-
racas, p. 78. Destacado añadido) (...)”.

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