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TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA

ESCUELA NACIONAL DE LA MAGISTRATURA


PROGRAMA DE FORMACION INICIAL 2007-2008
SECCION “B3”
MATERIA: PRUEBAS

La prueba, su promoción, objeto a probar y su


valoración, en la denuncia del fraude procesal

FACILITADOR: ALUMNO:
GUILLERMO BLANCO BLANCO, JOSE NEPTALI
V- 8.800.147

CARACAS, MAYO DE 2009


INTRODUCCION

El presente trabajo ha sido realizado para cumplir con uno de los objetivos de la
materia denominada Pruebas, la cual forma parte del pensum de estudios del
Programa de Formación Inicial (PFI) de Aspirantes a Jueces de la República
Bolivariana de Venezuela que lleva a cabo la Escuela Nacional de la Magistratura,
que actualmente curso, en su Componente Avanzado, quien suscribe.

Durante el desarrollo del mismo pretendo esbozar la prueba, su promoción y


objeto a probar, en la denuncia del fraude procesal, y para ello, en primer lugar,
analizaré la cosa juzgada frente al fraude y la simulación procesal, para luego
pasar a determinar cuáles son los medios de prueba idóneos para la demostración
de los hechos, su promoción, la actividad probatoria fundamental, en el desarrollo
procedimental de la denuncia de fraude procesal, en cualquiera de sus clases, debe
estar encaminada a la demostración, de toda conducta de las partes contrarias a
esos deberes de veracidad, lealtad y probidad impuesto por las leyes dentro de un
procedimiento como objeto de la prueba. Asimismo determinar cuáles son las
reglas a seguir para la valoración de las pruebas por parte del administrador de
justicia, en la denuncia del fraude procesal, según las reglas señaladas por la ley y
la jurisprudencia patria.
DESARROLLO.

1. LA COSA JUZGADA FRENTE AL FRAUDE Y LA SIMULACION


PROCESAL:

Es menester señalar, lo fundamental para lograr la tutela de derechos, dentro de lo


que sería la tesis del contrato social, donde el hombre como ser natural, renuncia a
sus derechos naturales frente al Estado, para que éste tutele dichos derechos, y se
los devuelva como derechos civiles, y ya como ciudadanos, tal tutela, ya ahora de
derechos civiles y no naturales, sería o buscaría ser efectiva, lo que mantendría
satisfecha las necesidades colectivas, que no son otras que PAZ, SEGURIDAD Y
JUSTICIA, el hecho de que el Estado asuma para si, y en defensa de todos la
función jurisdiccional.

Pero el Estado no pone a disposición de los ciudadanos la delicada maquinaria


judicial, para que estos se sirvan de ella en forma artera y desleal, o para
cohonestar sus propios fraudes.

En este sentido hay que invocar viejos principios, que dicen:

QUIDQUID FIT CONTRA LEGEN NULLUM EST

Lo que significa que todo cuanto se realiza en discrepancia o disonancia con la


Ley vigente es nulo, por esta razón el acto en sí contra la Ley, no debe tener
eficacia jurídica, ya que existen actos no permitidos por las leyes, otros prohibidos
expresamente y unos sometidos a causales o condiciones de existencia, la
sentencia no escapa de esta situación y más aún deviene en la falta de eficacia
cuando no solo se rebela contra la normativa vigente, sino cuando estando dentro
de la normativa legal, lo hace mediante fraude o simulación, y de ahí el segundo
principio:
NON OMNE QUO LICET HONESTUM EST

Que implica la situación de que no todo lo que es lícito es también honesto, no


todo lo que parece legal es justo, ni todo lo que parece justo es legal, por lo que no
podemos encerrarnos férreamente a los formalismos legales, el derecho procesal
debe avanzar y nuestra nueva Constitución implica un avance cuando al artículo
257, expone:

Artículo 257.- El proceso constituye un instrumento fundamental


para la realización de la justicia. Las leyes procesales establecerán
la simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites y
adoptarán un procedimiento breve, oral y público. No se
sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no
esenciales.

Antes de la vigencia del actual Código de Procedimiento Civil, la cuestión del


dolo procesal, entendido éste en sentido amplio (lo que abarca a la colusión, el
fraude, la simulación y el abuso de derecho), carecía en las leyes de una
declaratoria general que lo rechazara (apenas si el artículo 15 de la Ley de
Abogados se refería al principio de lealtad procesal), pero una serie de
disposiciones puntuales lo contemplaban y lo combatían, tales como las multas a
las partes provenientes de la actividad procesal, la condena en costas al litigante
temerario, y hasta la eximente de las mismas, en los casos en que el actor
demandara sin motivo, y el demandado conviniese en la demanda (situación
recogida en el Código de Procedimiento Civil en su artículo 282).

Pero a partir del vigente Código de Procedimiento Civil, en forma genérica y no


puntual, el dolo procesal y sus efectos aparece recogido en el ordenamiento
procesal, cuando el ordinal 1° del artículo 170 crea en las partes el deber de
veracidad (exponer los hechos de acuerdo a la verdad), mientras que el artículo 17
al desarrollar el deber de lealtad y probidad en el proceso por parte de los
litigantes, ordena la prevención de la colusión y el fraude procesal (máximo
exponente del dolo procesal).

Entrando en materia de la cosa Juzgada frente al fraude procesal, tenemos que el


fraude procesal puede ser definido como:

“Las maquinaciones y artificios realizados en el curso del proceso,


o por medio de éste, para impedir la eficaz administración de la
función jurisdiccional, mediante el engaño o la sorpresa en la buena
fe de uno de los sujetos procesales en beneficio propio o de un
tercero y en perjuicio de parte o de un tercero.”

Estas maquinaciones y artificios pueden ser realizados unilateralmente por un


litigante, lo que constituye el dolo procesal stricto sensu, o por el concierto de dos
o mas sujetos procesales, caso en que surge la colusión; y pueden perseguir la
utilización del proceso como instrumento ajeno a sus fines de dirimir
controversias o de crear determinadas situaciones jurídicas (como ocurre en la
jurisdicción voluntaria), y mediante la apariencia procedimental lograr en efecto
determinado; o perjudicar concretamente a una de las partes dentro del proceso,
impidiendo se administre justicia correctamente.

El fraude pude consistir en el forjamiento de una inexistente litis entre partes, con
el fin de crear un proceso dirigido a obtener fallos o medidas cautelares en
detrimento de una de las partes, o de terceros ajenos al mismo, lo que constituye la
simulación procesal; o puede nacer de la colusión de una persona, que actuando
como demandante, se combine con otra u otras a quienes demanda como litis
consortes de la víctima del fraude, también demanda, y que procurarán concurrir
con ella en la causa, creando al verdadero codemandado situaciones de
incertidumbre con relación a la fecha real de la citación de todos los demandados;
o asistir con él en el nombramiento de los expertos, con el fin de privarlo de tal
derecho, así mismo sobreactuar en el proceso, demandar a los testigos para que no
puedan testificar en la causa por tener interés directo, entre otros, así mismo puede
haber intervenciones de terceros que de acuerdo con una de las partes buscan
entorpecer a la otra en su posición procesal.

En las situaciones enunciadas, se está en cada caso dentro de actividades


procesales de rango real, y así se patentizan, pero cuyos fines, NO son resolución,
ni composición real y leal de una litis, sino por el contrario busca perjudicar a uno
de los litigantes o busca perjudicar a terceros ajenos a la causa.

El fraude procesal puede tener cabida dentro de un proceso, o mediante la creación


de varios juicios en apariencia independientes, que se van desarrollando para
formar con todos ellos la unidad fraudulenta, dirigida a que en una o varias causas,
la víctima quede indefensa o disminuida en sus derechos.

Pretender que la cosa juzgada apañe el fraude o la simulación procesal, es negarle


la tutela judicial efectiva al justiciable.

Cuando el fraude se detecta dentro del proceso antes de la sentencia no hay


problema el Juez, ya sea de oficio (Artículos 206, 17 y 170 del Código de
Procedimiento Civil), lo facultan para que actúe anule y sancione a las partes
procesales involucradas en el fraude procesal. El problema ocurre cuando ya se
dictó sentencia y esta está firme, es decir no cuenta con recursos para revelarse
contra ella, ¿qué hacer?

Si tomamos a la sentencia con la característica de presunción de validez de


instrumento público, tenemos que el Código Civil, nos da la solución con la figura
de la demanda autónoma que ataque la simulación, así mismo la Ley de Amparo
Sobre Derechos y Garantías Constitucionales, nos otorga la vía del amparo contra
sentencia, en ambas situaciones tenemos lo relativo de la institución de la Cosa
Juzgada, donde si a la misma se llega en fraude o simulación procesal, o en
desacato a la norma, tal valor no lo logra la sentencia, adquiriendo valor el viejo
adagio que dice: “Queda satisfecho quien tiene un proceso legal y justo, no tanto
quien gana.”

Ahora en estos casos, las demandas de nulidad de sentencias y aún procesos donde
ha obrado la cosa juzgada, pretende la nulidad y satisfacciones de indemnización.

Para desenmascarar y evitar el fraude colusivo, que se caracteriza porque con las
maquinaciones se forman diferentes procesos, hay que interponer una acción
contra todos los incursos en la colusión, ya que de otra forma no habría la
legitimación de rigor, tanto activa como pasiva y sería de difícil prueba el fraude,
visto así en contra de la simulación y el fraude, entendido este como actividad
dirigida a eludir o provocar la aplicación indebida de la norma, a objeto de
contravenir el sentido y la finalidad de la ley, se tiene la acción autónoma
destinada a obtener de la jurisdicción decisiones mero declarativas que anulen
procesos y sentencias y desvirtúen el carácter de cosa juzgada que haya tomado
una decisión.

Muchas veces lo más recomendable es la vía de la demanda autónoma, ya que el


amparo contra sentencia tiene supuestos taxativos y muchas veces la única
alegación es la violación del derecho a la defensa y/o debido proceso establecido
en el Artículo 49 de la Constitución, que no basta cuando el proceso que se
pretende anular por simulado se ajustó a la norma procesal y a los derechos
procesales de rango constitucional, por lo que el restablecimiento inmediato de la
situación jurídico infringida, es en principio imposible, porque el fraude se
encuentra oculto tras las formas prefabricadas de apariencia legal, que tendrán que
ser desmontadas y ello, en principio, pero no de forma absoluta cierra las puertas a
la vía del amparo constitucional, y muchas veces a la revisión extraordinaria de
sentencias firmes por parte de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia.
Al respecto, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
declaró lo siguiente:

“… (omissis) que el conocimiento de unos hechos que no fueron


alegados como supuestos de hecho de las normas constitucionales
denunciadas como infringidas, pueden y deben producir otras
situaciones a ser tomadas en cuenta por los sentenciadores, ya que a
pesar de ser ajenas a la pretensión de amparo, siempre que sean
cuestiones de orden público, sobre las cuales el juez puede de oficio
resolver y tomar decisiones, si constata que las mismas no lesionan
derecho de las partes o de terceros…ya que es la actitud procesal de las
partes la que con su proceder denota la lesión del orden público…”
(Negrillas de la Sala)1

Asimismo, la Sala en otra decisión, estableció lo siguiente:

“omissis... al crearse como categorías específicas la colusión y el fraude


procesales, dentro de los principios o disposiciones fundamentales del
Código de Procedimiento Civil que rigen el proceso, tales conductas
deben ser interpretadas como reprimibles en forma general,
independientemente de los correctivos específicos que aparecen en las
leyes, ya que el legislador... ha establecido una declaración prohibitiva
general, la que a su vez se conecta con la tuición del orden público y las
buenas costumbres a cargo del juez en el proceso (artículo 11 del
Código de Procedimiento Civil)...”.

El fraude procesal puede ser definido como las maquinaciones y


artificios realizados en el curso del proceso, o por medio de éste,
destinados, mediante el engaño o la sorpresa en la buena fe de uno de
los sujetos procesales, a impedir la eficaz administración de justicia, en
beneficio propio o de un tercero... y pueden perseguir la utilización del
proceso como instrumento ajeno a sus fines de dirimir controversias o
de crear determinadas situaciones jurídicas... y mediante la apariencia
procedimental lograr un efecto determinado... impidiendo se administre
justicia correctamente.

Se está ante una actividad procesal real, que se patentiza, pero


cuyos fines no son la resolución leal de una litis, sino perjudicar

1
decisión del 9 de marzo del año 2000 (Caso: José Alberto Zamora Quevedo)
a uno de los litigantes o a los terceros (incluso ajenos a cualquier
proceso)”2. (Subrayado propio).

En efecto, puede existir un proceso que cumpla con todas las formalidades legales
de forma, pero que esté destinado, en el fondo, a engañar a un tercero, lo cual
impediría una eficaz administración de justicia, pues las instituciones no se
utilizarían para el fin que fueron creadas, lo que no sólo desvirtuaría la naturaleza
y finalidad del proceso, sino que también quedarían menoscabados los principios
rectores de todo procedimiento, inspirados en la integridad y supremacía de los
valores superiores que nutren nuestra Carta Magna.

Por tanto, siendo el fin del procedimiento la obtención de una justicia diáfana y
leal, realizable a través del cumplimiento de los principios de igualdad, probidad,
lealtad y buena fe procesal, entre otros, no debiendo ser utilizado con fines
distintos a los de resolver una verdadera litis, lo que conlleva a la
desnaturalización del proceso como el medio de acceder a los órganos
jurisdiccionales a fin de obtener una correcta administración de justicia.

En efecto, utilizar las instituciones jurídicas -contratos de compra venta- para


posteriormente simular una controversia cuya finalidad no es la de resolver un
verdadero conflicto, sino obtener la posesión de un inmueble que no pudo ser
lograda ante otras instancias, no sólo es desvirtuar la naturaleza del proceso, sino
que demuestra, el quebrantamiento de los principios de lealtad, probidad y buena
fe procesal, entre otros, que deben regir en todo proceso, así como los valores que,
en general, deben caracterizar a todos los justiciables, no sólo en el ejercicio de
una determinada profesión, como lo es la ética profesional, sino como ciudadanos
que instituyen en una comunidad las condiciones fundamentales de vida social, las
cuales deben ser resguardadas de los posibles artificios tendentes a obtener una
justicia distinta a la que, conforme al Texto Constitucional, proporcionan los

2
decisión del 4 de agosto de 2000 (Caso: Hans Gotterried vs. INTANA C.A.),
órganos jurisdiccionales. Así las cosas, se puede evidenciar que la conducta así
asumida por las partes, resultan contrarias a los principios y valores
constitucionales señalados. 3

Es menester señalar, que con fundamento en los artículos 11 y 17 del Código de


Procedimiento Civil, conforme a los cuales el sentenciador puede, de oficio, tomar
las medidas necesarias tendentes a prevenir o a sancionar “las faltas a la lealtad y
probidad en el proceso, las contrarias a la ética profesional, la colusión y el
fraude procesal, o cualquier acto contrario a la majestad de la justicia”, a fin de
evitar que el proceso se convierta en un fraude contra la administración de justicia,
en resguardo del orden público constitucional conforme a los fallos citados ut
supra.

Es de destacar que mediante sentencia proferida por la Sala Constitucional del


Tribunal Supremo de Justicia, con ponencia e la magistrada CARMEN ZULETA
DE MERCHÁN, se dejó sentado el siguiente criterio:

“… Naturalmente, el comportamiento que asuman los particulares


dentro de los procesos judiciales que tratan de resolver conflictos
intersubjetivos de intereses o planteados entre ellos mismos es de su
propia incumbencia y, en principio, sólo a ellos incumben las
consecuencias jurídicas de la conducta que asuman dentro del proceso,
ante el incumplimiento de las cargas y obligaciones que el mismo
comprende. Empero, debe advertir que, la situación cambia y deja de ser
de la única y exclusiva incumbencia de quienes pasiva y tácitamente se
someten a los efectos perniciosos de sus omisiones en el proceso,
cuando existen terceros vinculados o relacionados con las partes cuyo
ámbito vital o esfera jurídica subjetiva resulta afectada por la actitud
condescendiente de éstos en tales procesos y más aun le incumbe
cuando son los mismos funcionarios judiciales quienes con su actitud
favorecen conductas desligadas a la ley y desconocen los derechos de
terceros. …”

Es obvio que el proceder de los Juzgados antes mencionados conduce a


la violación del fundamental derecho constitucional a la defensa de estos

3
Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, del 02 de diciembre de 2003, caso Norma Josefina Leal Motta.
terceros que aun cuando precarios eran poseedores, pues los privó de
participar en un proceso al que tenían legítimo derecho, irrespetando así
su alegada condición de arrendatarios. 4

Respecto a casos análogos, y con ocasión de una acción de amparo, la Sala


Constitucional dejó establecido lo siguiente:

“En el caso sub judice, las decisiones impugnadas, como lo expresa el


Juez a quo, fueron dictadas en un proceso en el cual no se le ofrecieron
a PAPILLÓN DE MARGARITA, S.R.L. [accionante en amparo] las
correspondientes oportunidades de ejercer el derecho a la defensa y al
debido proceso, debido a que se omitió en el curso del procedimiento
de ejecución de hipoteca la referencia expresa o tácita sobre la
existencia de un arrendatario, comprometiéndose la ejecutada a hacer la
entrega material del inmueble sin expresar que se encontraba ocupado.
Así, la accionante en amparo, como corolario, no fue llamada a juicio, ni
intervino en él, sino después de que existió una transacción homologada
y una orden ejecutiva de entrega material. (Resaltado mío)

El criterio que sostuvo en sentencia del 9 de marzo de 2000, caso José Alberto
Zamora Quevedo, en el cual se apuntó:

" , como se dijo, no sólo está formada por un texto, sino que ella está
impregnada de principios que no necesitan ser repetidos en ella, porque
al estar inmersos en , son la causa por la cual existe; por ello una
Constitución no explica los conceptos de justicia, de libertad, de
democracia y otros valores. Cuando regula al Poder Judicial, inmerso en
tal regulación se encuentra el que él ejerce la jurisdicción (potestad de
administrar justicia), y que las actuaciones judiciales están dirigidas
principalmente a resolver controversias entre partes que requieren la
declaratoria de derechos, motivo por el cual existe el proceso
contencioso. Cuando el Estado decide sustituir la necesidad o tendencia
de los seres humanos de hacerse justicia por sí mismos y, para ello, crea
el proceso y los órganos jurisdiccionales, lo hace con el fin de que el
proceso cumpla su cometido de eliminar la justicia privada, y es el
proceso contencioso la máxima expresión de ese Estado. No utilizar el
proceso contencioso para dirimir conflictos entre las partes,
desnaturalizándolo, no es sino un fraude que convierte a la jurisdicción
en una ficción y, permitir tal situación, es propender al caos social, ya
que las instituciones no se utilizarían para el fin que fueron creadas. Tal
situación resulta contraria al orden público, ya que de permitirse y
4
Decisión de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia del 16 de junio del año dos mil seis (2006).
proliferar, todo el sistema de justicia perdería la seguridad para el cual
fue creado, y se regresaría a la larga a la vindicta privada.”

Tal y como se dijo anteriormente, esta Sala Constitucional ha


encontrado que el juicio por cobro de bolívares que intentó Ad-
Comunication S.P.A. contra Inversiones Fococam C.A. no tuvo por
objeto la solución de un conflicto entre las partes, sino que, con
manifiesto concierto de éstos, el proceso fue empleado para otros fines,
razón por la cual dicho juicio constituye un fraude procesal que
transgrede frontalmente el orden público constitucional.
Por otra parte, esta Sala Constitucional considera que ha debido
notificarse a de la existencia del juicio que, por cobro de bolívares, se
seguía contra una compañía relacionada con un banco intervenido,
especialmente porque la ejecución se pretendía sobre un bien ocupado
por ésta.

De allí que, aunque existen razones para la conclusión de que el


mencionado Juzgado Cuarto de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil
y Tránsito de del Área Metropolitana de Caracas obró incorrectamente
cuando homologó las sucesivas transacciones que fueron celebradas en
dicho juicio, el amparo constitucional ha devenido inadmisible, en
forma sobrevenida, por cesación del agravio, en virtud de que el proceso
judicial del cual derivó la situación jurídica cuya tutela pretendió Ad-
Comunication S.P.A., es declarado inexistente por esta Sala, por haberse
llevado a cabo con fraude procesal. Cabe explicar, para decir mejor, que
si el juicio de cobro de bolívares en el que se dictaron las actuaciones
contra las cuales se incoó la pretensión de amparo constitucional sub
judice son inexistentes, ningún sentido tendría la estimación de esa
pretensión, ya que, desde luego, los actos judiciales que fueron
impugnados desaparecen como consecuencia de tal declaratoria de
inexistencia por fraude procesal y, con ello, el fundamento fáctico de la
demanda. Así se declara.

Sobre todas estas formas dolosas, enseñaba Josserand (1946) que:

“…la maldad, la malicia, el rencor o perversión, dispuestos a


contrariar los fines de la institución, “es una especie de profanación
jurídica que ningún legislador o tribunal puede tolerar”.

Por otra parte, cuando existe un deber, como el establecido en el artículo 17 del
Código de Procedimiento Civil, no está demás rememorar lo que enseñaba Zeiss
W. (1979):
“Antijurídica es toda conducta humana que viole postulaciones o
preceptos”.

La prohibición del fraude aparece como deber en el artículo 17 del Código de


Procedimiento Civil y ¿cómo en muchos casos podrá declararse la antijuridicidad
si no es mediante un juicio ordinario? Como agrega el citado autor, al referirse a la
simulación procesal, no es posible que “una conducta dolosa no comprendida en
las figuras legisladas haya de quedar sin sanción” (pág. 43. ob. cit.).

2. La prueba, su promoción, objeto a probar y su valoración, en la


denuncia del fraude procesal:

Como ya se expresó anteriormente, el fraude procesal, regido por el artículo 17 del


Código de Procedimiento Civil, se manifiesta a través de «maquinaciones y
artificios realizados en el curso del proceso, o por medio de éste, destinados,
mediante el engaño o la sorpresa en la buena fe de uno de los sujetos procesales, a
impedir la eficaz administración de justicia, en beneficio propio o de un tercero y
en perjuicio de parte o de tercero. Estas maquinaciones y artificios pueden ser
realizados unilateralmente por un litigante, lo que constituye el dolo procesal
stricto sensu, o por el concierto de dos o más sujetos procesales, caso en que surge
la colusión; y pueden perseguir la utilización del proceso como instrumento ajeno
a sus fines de dirimir controversias o de crear determinadas situaciones jurídicas
(como ocurre en el proceso no contencioso), y mediante la apariencia
procedimental lograr un efecto determinado; o perjudicar concretamente a una de
las partes dentro del proceso—como sucedió en nuestro caso—, impidiendo se
administre justicia correctamente.

Entre varios fraudes procesales posibles, consiste «en el forjamiento de una


inexistente litis entre partes, con el fin de crear un proceso dirigido a obtener fallos
o medidas cautelares en detrimento de una de las partes, o de terceros ajenos al
mismo». En estos casos «se está ante una actividad procesal real, que se patentiza,
pero cuyos fines no son la resolución leal de una litis, sino perjudicar a uno de los
litigantes o a los terceros (incluso ajenos a cualquier proceso).

El fraude procesal puede tener lugar dentro de un proceso, o mediante la creación


de varios juicios, en apariencia independientes, que se van desarrollando para
formar con todos ellos una unidad fraudulenta, dirigida a que en una o varias
causas la víctima quede indefensa o disminuida en su derecho, aunque los
procesos aparezcan desligados entre sí, con diversas partes y objetos, que hasta
podrían impedir su acumulación. Se trata de varias personas concertadas entre sí
que demandan consecutiva o coetáneamente a otra, y que fingen oposición de
intereses, o intereses distintos, pero que en realidad conforman una unidad de
acción.

En el fraude cometido a través de varios procesos, el derecho de defensa de las


víctimas de estas actividades se haría nugatorio, si a pesar del interés procesal
actual que ellos tienen (artículo 16 del Código de Procedimiento Civil) de evitar el
perjuicio que tal colusión les causa, no pudieran accionar con el fin de que se
anularan todos los procesos fraudulentos, sobre todo ante la reticencia de la
jurisdicción penal de no considerar a estas maquinaciones de variada índole como
tipificadoras del delito de estafa, o en algunos casos del de prevaricación, como
cuando la colusión proviene del apoderado de una de las partes.

Consecuentemente, la víctima del fraude siempre tendrá la oportunidad de


solicitar la nulidad del proceso fraudulento, pues lo contrario sería entronizar el
dolo y premiar a los litigantes de mala fe.

Cuando el fraude ocurre dentro de un solo proceso, puede detectarse y hasta


probarse en él, ya que allí pueden estar todos los elementos que lo demuestren;
pero la situación cambia cuando el fraude es producto de diversos juicios, donde
los incursos en colusión actúan cercando a la víctima, y donde las partes de los
procesos son distintas, excepto la víctima y tal vez uno de los incursos en
colusión. Pretender que en cada proceso haya que plantear por vía incidental el
fraude, es dejar indefensa a la víctima, ya que en cada uno de ellos no se podrá
alegar la colusión de las diversas personas que conforman el círculo artero, puesto
que ellas pueden no ser partes en todos los juicios, y mal podría declararse el
fraude múltiple producto de la combinación entre ellos, sin oírlos. De allí, que en
supuestos como éstos, la única manera de constatarlo es mediante una demanda
que englobe a todos los partícipes, donde —además— se les garantiza el derecho
de defensa. Nacen así, dos vías procesales para enervar el dolo procesal en
general, de acuerdo con la situación como se manifiesta, una acción principal o un
incidente dentro del proceso donde tiene lugar, si ello fuese posible. 5

En Conclusión, la víctima o víctimas del fraude procesal, en cualquiera de sus


especies, pueden promover y descargar, dentro del lapso correspondiente, ya sea
en el procedimiento incidental o en la demanda ordinaria o en la acción de
amparo, donde se denuncie el fraude, todos los medios de prueba admisibles en
juicio que determina el Código Civil, el Código de Procedimiento Civil y otras
leyes de la República. Igualmente pueden también las partes valerse de cualquier
otro medio de prueba no prohibido expresamente por la ley, y que consideren
conducente a la demostración de sus pretensiones6, y así poder desmontar las
maquinaciones y artificios realizados por una de las partes, en el curso del proceso
o de varios procesos, o por medio de éste, destinados, mediante el engaño o la
sorpresa en la buena fe de uno de los sujetos procesales, a impedir la eficaz
administración de justicia, en beneficio propio o de un tercero y en perjuicio de
parte o de tercero, o en otro caso, hacer evidenciar esa conducta mendaz de las
partes de un juicio en detrimento de un tercero.

5
Sentencia del 4 de agosto de 2000, de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Jusicia, caso Intana, C.A.
6
Artículo 395 del Código de Procedimiento Civil
En todo sentido, los medios de pruebas promovidos deben estar digeridos a
evidenciar efectivamente, esa conducta desleal y falaz en que incurre una de las
partes, o ambas, y hasta el operador de justicia con la sola, según sea el tipo de
fraude denunciado, que tiene por única y exclusiva finalidad de hacer nugatorio
derecho de defensa de las víctimas de estas actividades.

Es destacar, que el Estado no pone a disposición de los ciudadanos la delicada


maquinaria judicial, para que estos se sirvan de ella en forma artera y desleal, o
para cohonestar sus propios fraudes. El ordinal 1° del artículo 170 crea en las
partes el deber de veracidad (exponer los hechos de acuerdo a la verdad), mientras
que el artículo 17 al desarrollar el deber de lealtad y probidad en el proceso por
parte de los litigantes, ordena la prevención de la colusión y el fraude procesal
(máximo exponente del dolo procesal), es por ello que necesariamente la actividad
probatoria fundamental, en el desarrollo procedimental de la denuncia de fraude
procesal, en cualquiera de sus clases, debe estar encaminada a la demostración, de
toda conducta de las partes contrarias a esos deberes de veracidad, lealtad y
probidad impuesto por las leyes dentro de un procedimiento.

Por lo que respecta a la valoración de las pruebas aportadas por las partes durante
el decurso del debate probatorio, el juez de conformidad con los artículos 507 y
509 del Código de Procedimiento Civil, que están referidos a las reglas de
valoración de las pruebas, y a la obligación que tiene el juzgador de instancia de
analizar todas y cada una de las pruebas que hayan sido promovidas y evacuadas
por las partes, respectivamente, aún cuando no tengan ninguna relación con el
caso que se ventila en el proceso7. Asimismo a los jueces de instancia le imponen
los artículos 509 y 243 ordinal 4º del Código de Procedimiento Civil, no se limita
a que éstos dejen constancia de haber leído o revisado las pruebas, para luego,
desecharlas o acogerlas, sino que deben verter en la decisión las consideraciones

7
Sentencia Nº 208 de Sala de Casación Civil, Expediente Nº 00-097 de fecha 21/06/2000
particulares de cada prueba aportada al proceso, señalar los motivos por lo que la
toman o la desechan, y, en este último supuesto, establecer los hechos que de la
misma se deriva y se da por demostrado8. En este mismo sentido, la Sala Civil de
nuestro máximo tribunal, complementó su doctrina con objeto de señalar que el
artículo 509 del Código de Procedimiento Civil, ordena al juez para establecer los
hechos, examinar toda cuanta prueba se haya incorporado en el proceso, por lo que
constituye una regla de obligatorio cumplimiento para el establecimiento de los
hechos9.

Ahora, si no se trata de una prueba tarifada o tasa, para la apreciación y


valoración de ese otro tipo de medio probatorio, el juez debe fundamentar su
decisión en las reglas de la sana crítica, como así lo indica el Artículo 507 del
Código de Procedimiento Civil, de la siguiente manera: “A menos que exista una
regla legal expresa para valorar el mérito de la prueba, el Juez deberá apreciarla
según las reglas de la sana crítica.”. En todo caso, los Jueces apreciarán los
indicios que resulten de autos en su conjunto, teniendo en consideración su
gravedad, concordancia y convergencia entre sí, y en relación con las demás
pruebas de autos, como así lo prevé el artículo 510 ejusdem, todo ello con el
objeto de dejar sentado si está ante la presencia de un fraude procesal en
cualquiera de sus especies o formas.

BIBLIOGRAFIA

8
Sentencia Nº 248 de Sala de Casación Civil, Expediente Nº 98-782 de fecha 19/07/2000

9
Sentencia Nº 6 de Sala de Casación Civil, Expediente Nº 00-985 de fecha 12/11/2002
 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

 Código de Procedimiento Civil

 Portal del Tribunal Supremo de Justicia www.tsj.ve, de donde se obtuvieron


las siguientes Sentencias:

 Decisión del 9 de marzo del año 2000 (Caso: José Alberto Zamora
Quevedo)
 Decisión del 4 de agosto de 2000 (Caso: Hans Gotterried vs. INTANA
C.A.)
 Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
del 02 de diciembre de 2003, caso Norma Josefina Leal Motta.
 Decisión de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia
del 16 de junio del año dos del 16 de junio del año dos mil seis
(2006).
 Sentencia Nº 208 de Sala de Casación Civil, Expediente Nº 00-097 de
fecha 21/06/2000
 Sentencia Nº 248 de Sala de Casación Civil, Expediente Nº 98-782 de
fecha 19/07/2000
 Sentencia Nº 6 de Sala de Casación Civil, Expediente Nº 00-985 de
fecha 12/11/2002

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