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Santiago Talero Rueda PDF
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1. Introducción
* Santiago Talero Rueda es abogado de la Universidad de Los Andes de Bogotá, Colombia. Especialista en Derecho
Comercial de la misma universidad. Master en Contratación Internacional, con Mención de Honor, en The London
School of Economics and Political Science. Profesor titular, en pregrado y postgrado, de las materias Arbitraje Comercial
Internacional, Arbitraje de Inversión, Derecho de los Negocios Internacionales y Derecho Internacional Privado en
la Universidad de Los Andes. Profesor de Arbitraje Internacional, en pregrado y postgrado, en la Universidad de La
Sabana. Conferencista de arbitraje internacional en otras universidades y entidades colombianas y latinoamericanas.
Árbitro de la Cámara de Comercio de Bogotá. Árbitro internacional de la Cámara de Comercio Americana del Perú.
Autor del libro “Arbitraje Comercial Internacional: instituciones básicas y derecho aplicable”, publicado por Ediciones
Uniandes y Editorial Temis durante el año 2008. Autor de numerosos escritos en materia arbitral. Fue Gerente de
Información Jurídica de Legis y Gerente Legal en Deloitte. Actualmente es consultor privado. Correo electrónico:
stalero@cable.net.co
1
Adicionalmente, se ha advertido la tendencia judicial reciente, especialmente en países de Latinoamérica, consistente
en revisar las decisiones de fondo adoptadas por los tribunales arbitrales, con ocasión del recurso de amparo o acción
de tutela contra laudos arbitrales. Para analizar el fenómeno de la constitucionalización del arbitraje, véase, por ejemplo:
ALFREDO DE JESÚS. “La Sala Constitucional y el arbitraje comercial: hacia un régimen racional del control judicial
del laudo arbitral en el derecho venezolano”. Revista Peruana de Arbitraje. Volumen 3. Editorial Jurídica Grijley. Perú,
2006, pp. 64 y ss; JAIME DAVID ABANTO. “El arbitraje en las sentencias del tribunal constitucional y la procedencia
del recurso de amparo contra laudos arbitrales”. Revista Peruana de Arbitraje. Volumen 3. Editorial Jurídica Grijley.
Perú, 2006, p. 147 y ss; JORGE SANTISTEVAN DE NORIEGA. “Arbitraje y Jurisdicción desde la perspectiva del
Tribunal Constitucional del Perú”. Revista Peruana de Arbitraje. Volumen 2. Editorial Jurídica Grijley. Perú, 2006, p. 47;
ALFREDO DE JESÚS. “La autonomía del arbitraje comercial internacional a la hora de la constitucionalización del
arbitraje en América Latina”. Revista Lima Arbitration. No. 3. Círculo Peruano de Arbitraje, 2008-2009, pp. 151-193;
y SANTIAGO TALERO RUEDA. “Reflexiones sobre la revisión judicial de fondo de los laudos arbitrales”. Revista
Lima Arbitration. No. 3. Círculo Peruano de Arbitraje. Perú, 2008-2009, pp. 226-231.
la selección del tribunal arbitral o del árbitro –según el caso- que resolverá sus
diferencias, circunstancia cuyos alcances dependerán de la redacción y de los
términos del respectivo pacto arbitral.
No en vano, el pacto arbitral, como tal, implica una consecuencia positiva y
otra negativa2. La primera entraña una obligación de hacer, que consiste en acudir
a un mecanismo particular de solución de controversias con ventajas y distintivos
especiales. La segunda, que es un reflejo de la primera, se plasma en un deber
de abstención, consistente en renunciar a resolver las diferencias ante la justicia
ordinaria del Estado, con las distintas consecuencias que ello conlleva3.
Así, el consentimiento entre las partes ha sido tradicionalmente la piedra
angular del arbitraje, al menos en aquellos Estados en los cuales se restringe o se
limita el llamado “arbitraje obligatorio” –o por ministerio de la Ley- para resolver
determinadas controversias4. Como corolario de lo anterior, se desprende el
principio de habilitación, según el cual, “(…) es la voluntad de las partes en conflicto,
potencial o actual, la que habilita a los árbitros para actuar”5. De este modo, el pacto
arbitral será la expresión o materialización de dicha voluntad habilitante, que
marca y delimita la actuación de los tribunales arbitrales, y denota la renuncia de
las partes a dirimir sus diferencias ante la justicia ordinaria6.
Todo lo anterior permite entender por qué las legislaciones nacionales, en
general, han sometido a los pactos arbitrales a un requisito de validez formal,
consistente en que éstos consten por escrito. Si pactar el arbitraje implica acudir
a un mecanismo especial de solución de controversias y ello significa renunciar a
resolver dichas diferencias ante la justicia tradicional y gratuita del aparato estatal,
es lógico exigir que la voluntad de las partes sea clara y evidente en dicho sentido.
Esto cobra mayor importancia si se tiene en cuenta que el derecho de acceso a
la justicia es considerado un derecho fundamental en diversas legislaciones7.
2
Ver, entre otros: GARY BORN. International Commercial Arbitration.Vol.1. Kluwer Law International.2009, pp.
1003- 1056; y EDUARDO SILVA ROMERO. “Una obligación de hacer: someter el litigio al arbitraje”; y “Una
obligación de no hacer: no someter los litigios a la jurisdicción estatal”. El Contrato de Arbitraje. Legis y Universidad
del Rosario. Bogotá, 2005, pp. 525-527, y 695-697.
3
Esta renuncia no es absoluta. Si bien las partes deciden que solo los árbitros resuelven sus diferencias, ello no obsta
para que las cortes judiciales asistan el proceso de distintas maneras, incluyendo hacer efectivas medidas cautelares. No
en vano, se ha sostenido que la relación entre los tribunales arbitrales y las cortes judiciales se puede catalogar como
una “carrera de relevos”: Lord MUSTILL. “Comments and Conclusions”.Conservatory & Provisional Measures in
International Arbitration.9th Joint Colloquium.Publicación CCI 519, 1993.
4
Así, por ejemplo, la jurisprudencia de Estados Unidos ha sostenido que un sujeto no puede ser sometido al arbitraje
cuando dicho sujeto no ha convenido someter la respectiva controversia al arbitraje: United Steel workers of America
v. Warrior and GulfNavigation Co., 36 US 574, 582 (1960). En Colombia, con sentido similar, la Corte Constitucional
declaró inexequible una norma legal que establecía la obligación, por parte de las empresas prestadoras de servicios
públicos domiciliarios, en el sentido de incluir en sus estatutos una cláusula arbitral para dirimir las controversias entre
sus accionistas o entre éstos y la respectiva empresa. En criterio de la Corte, el arbitraje obligatorio riñe con el principio
de habilitación, de rango constitucional (artículo 116 de la Constitución Política), según el cual, el arbitraje se basa en
la libre voluntad de las partes, plasmada en el pacto arbitral: Sentencia C-242 de 1997.
5
Corte Constitucional colombiana. Sentencia C-330 de 2000.
6
Tal como oportunamente lo señalase la jurisprudencia constitucional colombiana, “si los laudos fueran apelables ante los
jueces, la disputa cuya resolución las partes voluntariamente decidieron confiar a unos particulares habilitados por ellas terminaría siendo
desatada precisamente por el sistema estatal de administración de justicia de la cual las partes, en ejercicio de su autonomía contractual y
de la facultad reconocida en el artículo 116 de la Constitución, querían sustraer esas controversias específicas en virtud de una cláusula
compromisoria o de un compromiso.” Corte Constitucional colombiana: Sentencia SU-174 de 2007.
7
Ver, por ejemplo: artículo 17 de la Constitución holandesa; y artículo 229 de la Constitución Política colombiana, entre
Así, el requisito formal del pacto arbitral por escrito, se erige entonces en una
prueba o garantía mínima de certeza, transparencia y equidad para las partes,
avalada por legislaciones nacionales e instrumentos internacionales, con énfasis
especial en la Convención de Nueva York sobre reconocimiento y ejecución de
laudos arbitrales extranjeros8. Si bien es cierto que el requisito de validez formal
ha sido visiblemente moderado y flexibilizado con el tiempo –debido al avance
en los medios e instrumentos de telecomunicaciones-9, también lo es que, en
todo caso, debe quedar evidencia de la voluntad de las partes de someterse al
arbitraje para que éste resulte procedente.
Los anteriores lineamientos nos permiten abordar una cuestión problemática
del arbitraje. Ésta consiste en determinar los criterios y demás condiciones que
permiten extender un pacto arbitral a quienes no son sus signatarios; es decir, a
aquellos que, sin ser cobijados aparente o formalmente por el respectivo pacto
arbitral, se entienden vinculados materialmente por este último, adquiriendo la
condición de partes en el proceso arbitral correspondiente. Como su denominación
lo sugiere, los no signatarios son sujetos que no han suscrito el pacto arbitral,
pero que quedan cobijados por aquél bajo determinadas circunstancias. Nótese
que el no signatario no es propiamente un tercero, sino un sujeto que se entiende
vinculado por un determinado pacto arbitral sin haber adherido formalmente a
este último.
¿Si la renuncia a resolver una diferencia ante los jueces debe ser expresa, cómo
explicar entonces que un sujeto que no ha plasmado esa renuncia en un pacto
arbitral quede cobijado por este último? Desde la perspectiva del derecho civil,
y particularmente de la teoría general del contrato, el interrogante consistiría
en determinar bajo qué condiciones operaría la excepción al postulado del
efecto relativo del contrato –res inter alios acta10-, vale decir, bajo qué criterios un
pacto arbitral le generaría derechos y le impondría obligaciones a quienes no lo
han suscrito11. Desde la estructura misma del pacto arbitral, el interrogante se
materializa en determinar el alcance por razón de la persona o ratione personae del
pacto arbitral frente a quienes no lo han suscrito.
muchas otras legislaciones. De hecho, buena parte de los casos de impugnación constitucional de laudos arbitrales,
mediante recursos de amparo o acciones de tutela, se basan en alegaciones sobre la violación del derecho fundamental
de acceso a la administración de justicia en el respectivo caso. Esto se invoca, por ejemplo, cuando se considera que
el tribunal arbitral era manifiestamente incompetente para conocer y resolver un caso, de manera que solo los jueces
estatales tenían competencia para hacerlo.
8
Artículo II de la Convención de Nueva York.
9
Los esfuerzos de modernización de esta materia, se hicieron particularmente visibles con la revisión del año 2006,
al artículo 7 de la Ley Modelo de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional
(UNCITRAL/CDNUDMI). Dicha revisión ha pretendido precisamente flexibilizar la noción de pacto arbitral por
escrito. Así, por ejemplo, la disposición revisada prevé la posibilidad de que el pacto arbitral se entienda como escrito
si consta en una comunicación electrónica o si es documentado de cualquier manera, independientemente de la forma
como el contrato entre las partes o el pacto arbitral se hubiesen celebrado.
10
Este postulado, con algunas variaciones, se conoce como privity of contract en el common law.
11
Según el principio universal de la autonomía o separación del pacto arbitral, se considera que el pacto arbitral, como
tal, es un contrato diferente de aquél del cual forma parte o al cual se refiere. La razón de ser de este postulado cardinal
del derecho arbitral, radica en preservar la competencia de los tribunales arbitrales para pronunciarse sobre la nulidad
absoluta e incluso la inexistencia de un contrato comercial; sin que una determinación de su parte, referente a la nulidad
o inexistencia, destruya por sustracción de materia el origen o la base de su propia competencia, que es el pacto arbitral.
En otras palabras, bajo el principio de la separación del pacto arbitral se busca evitar la aplicación del aforismo de que
lo accesorio (i.e. la cláusula arbitral) sigue la suerte de lo principal (i.e. el contrato comercial que incluye la cláusula
arbitral), cuando una de las partes pretende dejar sin efectos lo principal.
2. Marco conceptual
Con alguna frecuencia, ocurre que los análisis jurídicos se hacen aisladamente; es
decir, cotejando una determinada situación a la luz de una disciplina específica
del derecho, sin atender la incidencia o implicación que dicha situación pueda
tener en otras disciplinas jurídicas o en el contexto empresarial o comercial en
que la situación se desarrolla. En la mayoría de los casos, es imposible analizar
una situación particular en función de las distintas ramas del derecho o de su
contexto fáctico completo. No obstante, el análisis jurídico, como mínimo, debe
abordar materias directa o estrechamente relacionadas con el asunto que se
revisa, de manera que la solución al interrogante busque una mayor coherencia
o integralidad.
La extensión del pacto arbitral a no signatarios, es una de esas materias que
se pueden analizar bajo distintas perspectivas. Intentaremos ubicar la cuestión
a la luz del derecho arbitral y de postulados generales del derecho societario,
sin perjuicio de los demás elementos de juicio que, en lo sucesivo, pudiesen
enriquecer el análisis de esta situación.
2.1. Interpretación del pacto arbitral
El pacto arbitral determina la existencia y los límites de la competencia de los
tribunales arbitrales para conocer y resolver las controversias entre las partes.
Son las partes quienes determinan hasta dónde llegan las facultades o poderes de
los árbitros12. Ante los vacíos, silencios o ambigüedades en la redacción del pacto
arbitral, se debe interpretar su contenido para así determinar los alcances de
dicho pacto. De esta interpretación, dependerá determinar, entre otros aspectos,
a quiénes se extiende el pacto arbitral y qué materias quedan incluidas o excluidas
en su ámbito de aplicación.
En el caso de la extensión de un pacto arbitral a no signatarios, la interpretación
busca determinar los sujetos que se encuentran cobijados por aquél. Esta
interpretación, por lo general, obedece al vacío o silencio del pacto arbitral
respecto de sus alcances ratione personae. En efecto, los pactos arbitrales, con
frecuencia, se insertan en cláusulas arbitrales contenidas en contratos suscritos
por partes claramente determinadas e identificadas. Dichas partes, por razones
prácticas y de lógica comercial, no suelen analizar ni regular la posibilidad de que
12
Czarina ex relHalvanon Ins. V. W.F. Poe Syndicate, 358 F.3d 1286, 1291 (11th.Cir. 2004).
13
Según este postulado cardinal de la interpretación de los contratos, cuando en el texto aparezcan previsiones o
afirmaciones inconsistentes o contradictorias, se preferirá aquella interpretación que le dé la mayor eficacia posible
a las previsiones encontradas, en lugar de sacrificar o anular el contenido de alguna o algunas de ellas, por aplicar el
contenido de otra u otras previsiones.
18
Kristian v. Comcast Corp., 446 F. 3rd 25, 35 (1st Cir. 2006).
19
FOUCHARD, GAILLARD & GOLDMAN. International Commercial Arbitration. Kluwer Law International. La
Haya, 1999, p. 827.
20
Artículo 1401 del Código Civil peruano; artículo 1624 del Código Civil colombiano y artículo 1162 del Código Civil
francés, entre muchos otros.
Los móviles o razones que determinan la exigencia del pacto arbitral por
escrito, permiten defender la aplicación de una interpretación restrictiva del pacto
arbitral para su extensión a no signatarios, según se ha explicado. Eso es todo.
De ahí en adelante, la labor del intérprete no consiste en verificar si ha habido
o no una participación formal del no signatario en el pacto arbitral, sino en
determinar si dicho sujeto, conforme a una interpretación restrictiva del referido
pacto, está cobijado o no materialmente por el mismo; situación que se sabe
cuando se determine inequívocamente, con distintos medios de prueba, si aquél
ha prestado o no su consentimiento. En otras palabras, mientras el pacto arbitral
satisfaga los requisitos flexibles de validez formal que actualmente se le imponen,
se determinará si ha habido o no consentimiento de parte del sujeto no signatario
frente a aquel pacto, independientemente de que dicho consentimiento esté o no
documentado.
En ocasiones, se ha confundido el análisis, pretendiéndose que el
consentimiento, a semejanza del pacto arbitral, conste por escrito. Así, por
ejemplo, un tribunal de Moscú, al anular un laudo arbitral, sostuvo que el
consentimiento oral o tácito no era viable tratándose del pacto arbitral45.
En realidad, las teorías o criterios para extender un pacto arbitral a no
signatarios, dejan de lado este tipo de posiciones formales. En su lugar, analizan
los hechos de cada caso para así determinar la presencia real e inequívoca del
consentimiento como piedra angular del arbitraje. Con todo, algunas de ellas, como
se verá, parecen no indagar en el consentimiento como tal, sino en los efectos o
implicaciones que tienen las conductas contractuales de los intervinientes en un
negocio. En otras palabras, la vinculación de no signatarios por un pacto arbitral,
no siempre obedece a que se determine inequívocamente su consentimiento;
también puede obedecer a razones de equidad que llevan al operador jurídico
a considerar necesaria la extensión del pacto arbitral al sujeto no signatario46.
A continuación, abordaremos brevemente algunas de las más importantes
teorías o criterios que se han esbozado sobre el particular en el ámbito
internacional47.
3.1. Aceptación tácita
La aceptación tácita del pacto arbitral, por parte de quienes no lo han suscrito,
se deduce a partir de la participación de estos últimos en el negocio jurídico
principal y de su efectiva vinculación, en el momento en que se suscribe el pacto
arbitral, con la empresa que ha suscrito dicho pacto. Esta teoría supone revisar
la conducta contractual de los distintos intervinientes, con el fin de deducir si ha
habido o no consentimiento de parte del no signatario para acudir al arbitraje.
45
IMP Group Ltd. v. Aeroimp. XIII Yearbook of Commercial Arbitration (1998), pp. 745-749.
46
Por ejemplo, esto ocurre en el caso de las teorías del alter ego y del estoppel, que se analizan adelante. La inclusión de
criterios de equidad para determinar la extensión del pacto arbitral a no signatarios, se le ha atribuido a la jurisprudencia
de países del common law, como Estados Unidos: JAMES A. GRAHAM. “La ‘falsa’ extensión del acuerdo arbitral a
terceros: el ejemplo de México”. Revista Peruana de Arbitraje 7 de 2008. Perú, 2008, p. 182, citando a HOSKING.
47
Para un análisis minucioso de las distintas teorías, especialmente la del alter ego, consúltese entre otros a: GARY
BORN. International Commercial Arbitration. Vol. 1. Kluwer Law International. 2009, pp. 1142-1203.
El famoso caso CCI de Dow Chemical v. Isover St. Gobain constituye quizás el
primer precedente conocido sobre la aplicación de esta teoría58. Allí, la empresa
matriz de las sociedades Dow Chemical y algunas de sus subordinadas invocaron
el pacto arbitral de varios contratos para demandar a su contraparte, quien se
opuso a la jurisdicción del tribunal arbitral argumentando que la empresa matriz
y una de sus subordinadas eran ajenas a los negocios. El tribunal arbitral analizó
la intervención de las empresas del grupo en las distintas fases del negocio,
llegando a la conclusión de que sí podían acudir al arbitraje. En el caso de la
empresa matriz, señaló que ésta había sido el eje de la relación contractual, lo cual
justificaba su participación como demandante en el arbitraje.
La aplicación de la teoría depende de que se constate la efectiva existencia
del grupo societario en el caso concreto y que, a partir de ahí, se establezca que
la intención de todos los intervinientes en el negocio ha sido la de ser parte en
el arbitraje, para lo cual se revisa la participación de las distintas empresas en el
negocio correspondiente. En otras palabras, habiéndose constatado la existencia
del grupo, debe establecerse luego, con base en la buena fe y las pruebas del caso,
si los no signatarios quedan o no vinculados por el pacto arbitral, deduciéndose
con ello su consentimiento.
Esta teoría parece ser más amplia y flexible que la del alter ego, pues en esta
última se requiere identificar conductas abusivas o fraudulentas en el grupo de
compañías. En la teoría del grupo de sociedades, se extiende el pacto arbitral
a no signatarios, identificando su intención de acudir al arbitraje a partir de su
intervención en el respectivo negocio. A semejanza de lo ocurrido con la teoría
de la aceptación táctica, consideramos que en esta teoría del grupo de compañías
la intervención de los no signatarios debe ser significativa y relevante para que su
aplicación sea viable.
3.4. Estipulación a favor de otro
La figura de la estipulación a favor de otro, muy común en los países de tradición
civilista, consiste en que una de las partes de una determinada relación jurídica
estipula derechos a favor de alguien que no ha intervenido en el negocio. Este
beneficiario nada tiene que ver en el asunto, pues ni siquiera es representado por
quien ha estipulado a su favor. Con todo, el beneficiario adquiere un derecho que
puede invocar en cualquier momento.
Para que un sujeto no signatario pueda invocar un pacto arbitral mediante
la figura de la estipulación a favor de otro, es necesario acreditar que las partes
directamente vinculadas tuvieron la intención de cobijar a dicho sujeto no
beneficiario59. No basta que este último se beneficie de lo estipulado entre los
directamente vinculados; también se requiere que éstos tuviesen la intención de
cobijarlo con los respectivos beneficios.
58
Caso CCI 4131 de 1982.IX Yearbook of Commercial Arbitration (1984), pp. 131 y ss.
59
McCarthy v. Azure, 22 F. 3d.351, 362 (1st. Cir. 1994).
3.5. Estoppel
El principio del estoppel es una emanación del principio de la buena fe. Consiste en
la prohibición de actuar en contra de los propios actos – non concedit venire contra
factum proprium-, impidiendo que una parte desconozca su previo proceder, en el
marco de un proceso judicial o arbitral.
El caso típico de la configuración de esta figura respecto de la vinculación de
empresas a pactos arbitrales que éstas no han suscrito, radica en que la empresa
correspondiente, que no ha suscrito el pacto arbitral, invoque a su favor algún
derecho previsto en un contrato entre otra empresa y un tercero, cuando en
dicho contrato se encuentra la cláusula arbitral. En ese tipo de situaciones, se
entiende que la empresa que ha invocado un derecho contractual a su favor, no
puede luego contrariar su conducta anterior y desconocer su obligación de acudir
al arbitraje alegando que no es parte60.
60
Sunkist Soft Drinks Inc. v. SunkistGrowers Inc 10 F. 3d 753 (11th Cir. 1993); y Messing v. Rosenkrantz 872 F. Supp.
539 (ND Ill. 1995); entre otrosfallos.
64
Peterson Farms Inc. v. C&M Farming Ltd. [2004] 1 Lloyd’s Rep. 603 (QB). En este caso, se rechazó la aplicación de la
teoría del grupo de compañías.
65
Artículo 41(2) de la Ley de Arbitraje de Perú –Decreto 1071 de 2008.
66
En el ámbito internacional, existen diversas teorías sobre el derecho aplicable al pacto arbitral. Si bien el pacto arbitral
está sujeto al derecho aplicable que escojan las partes, esta circunstancia ocurre pocas veces en la práctica. Por ello, el
operador jurídico debe ocuparse de definir el derecho aplicable a dicho pacto, momento en el cual operan las distintas
teorías. Sobre el particular, se han sostenido, entre otras, las siguientes teorías sobre el derecho aplicable al pacto arbitral:
(i) es el mismo derecho aplicable al contrato principal; (ii) es la ley del lugar o sede del arbitraje –lex loci arbitri-; o (iii) es la
voluntad de las partes sujeta al denominado orden público internacional. Incluso, existen legislaciones nacionales que,
dando aplicación al principio de favor valitatem, es decir, a un criterio de validación de los pactos arbitrales en la mayor
medida posible, señalan que la validez de estos últimos, especialmente en el arbitraje internacional, se configura si el
respectivo pacto se ajusta al derecho escogido por las partes para dicho pacto –lo cual rara veces ocurre-, al derecho
aplicable al contrato principal, o a la ley del respectivo Estado de cuya legislación se trata por ser la sede del arbitraje
–lex loci arbitri- (i.e. artículo 178 del Código Federal de Derecho Internacional Privado de Suiza; artículo 9 de la Ley
60 de 2003 de España; y artículo 13(7) de la Ley de Arbitraje de Perú –Decreto 1071 de 2008-; entre otros) . Quizás
la posición más difundida y acertada consista en señalar que el derecho aplicable al pacto arbitral es el de la ley de la
sede del arbitraje. Esta teoría encuentra respaldo en el artículo V.1.a) de la Convención de Nueva York, que establece la
posibilidad de denegar el reconocimiento y ejecución de laudos extranjeros, si el pacto arbitral es nulo según la ley de
la sede del arbitraje a falta de la escogencia de las partes respecto de la ley aplicable a dicho pacto. Para una explicación
más amplia, ver: SANTIAGO TALERO RUEDA. Arbitraje Comercial Internacional: instituciones básicas y derecho
aplicable. Temis y Universidad de Los Andes. Bogotá, 2008, pp. 126-135.
67
La jurisprudencia inglesa ha considerado que si las partes no escogen un derecho aplicable al pacto arbitral, se
infiere que dicho pacto se rige por la ley aplicable al contrato principal: Union of India v. McDonnell Douglas [1993]
2 Lloyd’sReport 48 (QB).
arbitrales, el autor enuncia algunas reglas que el derecho arbitral califica como parte de la lex mercatoria, dentro de las
cuales se incluye la extensión del pacto arbitral a no signatarios. Con todo, el autor cuestiona los fundamentos y los
alcances de la lex mercatoria en el arbitraje internacional.
69
Esta norma recoge los mismos lineamientos del artículo 178 del Código Federal de Derecho Internacional Privado
de Suiza y del artículo 9 de la Ley 60 de 2003 de España.
73
SANTISTEVAN DE NORIEGA. Op. Cit., pp. 44-47.
74
Ibid.
5. Conclusiones