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HORA SANTA CON EL PAPA FRANCISCO

IGLESIA DEL SALVADOR


– TOLEDO -

E XPOSICIÓN DE RODILLAS
El sacerdote revestido expone el Santísimo Sacramento como de costumbre. Después
del canto del Pange lingua y la incensación, se canta la oración del Ángel de Fátima.

MI DIOS, YO CREO, ADORO, ESPERO Y OS AMO.


OS PIDO PERDÓN POR LOS QUE NO CREEN, NO ADORAN,
NO ESPERAN Y NO OS AMAN.

M ONICIÓN INICIAL
"Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él" (Jn 6,56). Cada vez
que recibimos la Sagrada Comunión con las debidas disposiciones se acrecienta
nuestra unión íntima con Nuestro Señor Jesucristo. Lo que el alimento material
produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable
en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo resucitado,
"vivificada por el Espíritu Santo y vivificante", conserva, acrecienta y renueva
la vida de gracia recibida en el Bautismo: perdonándosenos los pecados
veniales y preservándonos de los pecados graves; fortaleciendo la unidad de
todos los miembros del Cuerpo místico del Señor.
La adoración a Jesús en la Eucaristía ha de ser, a la vez, una preparación para
comulgar mejor y de forma más fructuosa y una prolongación de nuestra
oración de intimidad y acción de gracias por este don siempre inmerecido.
Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y
con fe ardiente las palabras del Centurión:
CANTO Oh, Señor, yo no soy digno, Oh, Señor, yo no soy digno
de que entres en mi morada, de que entres en mi morada,
mas di una sola palabra, mas di una sola palabra
y mi alma quedará sana, quedará sana.
OH, SEÑOR, YO NO SOY DIGNO,
OH, SEÑOR, YO NO SOY DIGNO,
DE QUE ENTRES EN MI MORADA,
DE QUE ENTRES EN MI MORADA,
MAS DI UNA SOLA PALABRA, MAS DI UNA SOLA PALABRA,
Y MI ALMA QUEDARÁ SANA, QUEDARÁ SANA.

I NVOCACIONES A JESÚS
A ti, Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el
Espíritu Santo proclamamos «el único Santo», que has amado a la Iglesia
como a tu esposa, entregándote por ella;
a ti, nuestro divino Maestro y Modelo de toda perfección, que predicaste a
todos y cada uno de tus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la
santidad de vida, de la que eres iniciador y consumador y enviaste el
Espíritu Santo para que nos mueva interiormente a amar a Dios con todo
el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerza,
a ti acudimos y, humildemente, te pedimos:
R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, alegría de los santos ángeles, R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, rey de los santos patriarcas, R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, maestro de los santos apóstoles, R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, doctor de los santos evangelistas, R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, fortaleza de los santos mártires, R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, luz de los santos confesores, R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, pureza de las santas vírgenes, R/. Haznos santos en la verdad.
Jesús, corona de todos los santos, R/. Haznos santos en la verdad.

Oh Jesús:
Yo quisiera tener toda la sangre de los mártires para derramarla por Ti.
Yo quisiera tener toda la sabiduría de los doctores para conocerte a Ti.
Yo quisiera tener todas las penitencias de los anacoretas para soportarlas
por Ti.
Yo quisiera tener todo el celo de los apóstoles para luchar por Ti.
Yo quisiera tener toda la pureza de las vírgenes para recrearte a Ti.
Yo quisiera tener todas las virtudes de todos los ángeles y santos para
amarte y parecerme a Ti.

BREVE SILENCIO
SENTADOS

ectura de Evangelio según San Juan 17, 1-3. 6-11. 14-21


Alzando los ojos al cielo, habló Jesús, y, dijo:
«Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu
Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado
sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado.
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y al
que tú has enviado, Jesucristo.
He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado
tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu
palabra.
Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las
palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y
han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has
enviado.
Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has
dado, porque son tuyos; y todo lo mío
es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he
sido glorificado en ellos.
Yo ya no estoy en el mundo, pero
ellos sí están en el mundo, y yo voy a
ti.
Padre santo, cuida en tu nombre
a los que me has dado, para que sean
uno como nosotros.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del
mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo,
sino que los guardes del Maligno.
Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.
Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al
mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean
santificados en la verdad.
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de
su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y
yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea
que tú me has enviado.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
P
UNTOS PARA LA MEDITACIÓN. S.S. Francisco, 30 de octubre de 2013
Es una verdad entre las más reconfortantes de nuestra fe, porque nos
recuerda que no estamos solos sino que hay una comunión de vida
entre todos los que pertenecen a Cristo. Una comunión que nace de la
fe; de hecho el término "santos" se refiere a aquellos que creen en el
Señor Jesús, y se incorporan a Él en la Iglesia a través del bautismo. Por
eso, los primeros cristianos fueron llamados también "los santos".
Antifona Padre, Padre, hazlos santos en la verdad
Tu palabra es la verdad.
La Iglesia, en su verdad más profunda, es comunión con Dios,
familiaridad con Dios, una comunión de amor con Cristo y con el Padre
en el Espíritu Santo, que se prolonga en una comunión fraterna. Esta
relación entre Jesús y el Padre es la "matriz" de la unión entre nosotros
los cristianos: si estamos íntimamente inseridos en esta "matriz", en
este horno ardiente de amor, entonces podemos llegar a ser realmente
un solo corazón y una sola alma entre nosotros, porque el amor de
Dios incinera nuestro egoísmo, nuestros prejuicios, nuestras divisiones
internas y externas. El amor de Dios también incinera nuestros
pecados.
Canto Como el Padre me amó.
Si esto tiene su origen en la fuente del amor, que es Dios, entonces
también se da el movimiento recíproco: de los hermanos a Dios; la
experiencia de la comunión fraterna con Dios me lleva a la comunión
con Dios. Estar unidos entre nosotros nos lleva a estar unidos a Dios,
nos lleva a esta relación con Dios que es nuestro Padre. Este es el
segundo aspecto de la comunión de los santos que me gustaría
subrayar: nuestra fe necesita del apoyo de los demás, especialmente en
tiempos difíciles. Si estamos unidos la fe se vuelve más fuerte.
Antifona Bendigamos al Señor.
Y ahora llegamos a otro aspecto: la comunión de los santos va más allá
de la vida terrena, va más allá de la muerte y dura para siempre. Esta
unión entre nosotros, va más allá y continúa en la otra vida; es una
unión espiritual que nace del bautismo y no se rompe con la muerte,
sino que, gracias a Cristo resucitado, está destinado a encontrar su
plenitud en la vida eterna. Hay un vínculo profundo e indisoluble entre
los que son todavía peregrinos en este mundo - incluidos nosotros- y
los que han cruzado el umbral de la muerte para entrar a la eternidad.
Todos los bautizados aquí en la tierra, las almas del Purgatorio, y
todos los santos que ya están en el Paraíso forman una sola gran
familia. Esta comunión entre el cielo y la tierra se realiza sobre todo en
la oración de intercesión.
Antifona Bienaventurados seremos, Señor.

B ENDCIÓN Y RESERVA

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