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NUCLEO TEMATICO #3 Criminologia PDF
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LA GLOBALIZACIÓN: DEL
CAPITALISMO
Las siguientes páginas intentan una
breve reseña histórica de las causas que die-
ron origen a la globalización, particularmente
el desmantelamiento del Estado de Bienestar
y la finalización de la Guerra Fría.
1. Contexto General
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ticos de escaza legitimidad, con economías plenamente liberalizadas y
sin ninguna tipo de protección social. Lisa y llanamente: el welfare state
no se vio realizado en nuestros países y, sin embargo, no somos aje-
nos a las circunstancias de la modernidad que propiciaron su caída.
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comprometido con el ideal retributivo de la pena. Juntamente con los
cambios por el que atravesaban los actores sociales, se inició un proce-
so de reformas legislativas que introducían penas mínimas obligatorias y
proclives al encarcelamiento como principal tratamiento penológico. Con
el tiempo, estas circunstancias ejercieron suficiente presión para que la
proporcionalidad y la minimización de la coerción penal dieran lugar a
posturas más duras de disuasión, detención preventiva e incapacitación
del delincuente o, aún más radical, a penas ejemplares que persiguen un
alto nivel de impacto social (justicia expresiva).
Hasta aquí hemos visto como operaron los actores sociales que
participaron en la caída del ideal resocialización desde una perspectiva
crítica del fenómeno delictivo, pero es importante mencionar que las
causas de la desintegración del welfearismo penal también pueden en-
contrarse en el peso específico de la maquinaria que construyó y luego
propició la caída de sus instituciones.
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Entre esta multiplicidad de causas, aquí mencionaremos las re-
lacionadas con el propio funcionamiento del sistema, ya que un estudio
pormenorizado permitiría ampliar esta breve puntualización. Sin em-
bargo, no hay dudas que la estructura penal del welfare state se en-
contraba en pésimas condiciones aún antes de comenzar los cambios
sociales y la reorientación discursiva que terminaron con él. Quizás el
elemento más resaltado, es la fuerte expresión del presupuesto de las
agencias dedicadas a contener la porción de la población que había
ingresado en la estructura delictiva, que terminaba en una burocracia
extendida y poco eficaz -reproductora de sus condiciones de existen-
cia- e incapaz de atender a la dinámica de las exigencias sociales.
Estas agencias se construyeron en torno a una administración que re-
quería cada vez más recursos, para lidiar con resultados cada vez más
cuestionables. Desde el mismo welfearismo penal fueron incapaces de
responder a las críticas, tanto externas como internas, y se vieron obli-
gados a reformular conceptos, lo que resultó en una búsqueda infruc-
tuosa. Eventualmente, la maquinaria fue insostenible aún para quienes
propugnaban por su reconstrucción y sin el sustento de poder que ha-
bía representado el funcionamiento de estas instituciones, el discurso
welfare sufrió un vacío de fuerzas del cual no pudo recuperarse.
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esquema de castigo en torno a sentimientos vengativos, la disolución
de estas ideas ha transformado las palabras en lenguaje de condena a
través del discurso oficial, que representa -según sus propias intencio-
nes de legitimación- la expresión del sentimiento público.
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No sólo aquel que ha sido dañado es objeto de la comunicación 4
David Garland. “La Cul-
social, sino que también se puntualiza en el daño que el delincuente ha tura del Control”, pag. 46
(Ed. Gedisa 2001)
creado en sus familiares o allegados y, principalmente, en el que podría
crear ha víctimas potenciales. Así, la figura humana del victimizado
que expresan los medios de comunicación, se utiliza en el discurso en
forma abstracta para promocionar el ideal punitivo, construyendo una
realidad en donde los intereses de los ciudadanos son opuestos a los
intereses de los delincuentes y estos últimos son el objeto del castigo
por el hecho mismo de pertenecer. Esto ha sido denominado el juego
de suma cero, en donde lo que el delincuente gana lo pierde la víctima
y el Estado actúa a través del castigo para amenizar la ecuación4. Todo
el escenario se transforma en una tutela paternalista, en la cual quien
habla en nombre de la víctima habla en nombre de todos nosotros; y en
las actuales sociedades de riesgo, las altas tasas delictivas permiten
que haya muchos actores que están prestos a hablar.
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que durante la vigencia del welfearismo penal, las tasas de encarcela- 5
David Garland. Ob. Cit.,
miento en los Estados Unido y Gran Bretaña decrecieron respecto a la pag. 50 (Gedisa, 2001)
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tiva, el delito no requiere ninguna motivación en especial y sus causas
están asociadas a la falta de mecanismos previsores, lo que permite el
afloramiento de conductas socialmente reprobables. Mientras el wel-
fearismo penal entendía el delito como una conducta desviada, asocia-
da a cuestiones patológicas, de socialización o disfunción social, la cri-
minología moderna ve en el delincuente un actor social de interacción
normal, explicable a través de patrones motivacionales estándar.
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carrera armamentista y, principalmente, el escenario de la guerra fría
influyeron en la implementación de nuevos conocimientos, fue el afán
de lucro lo que desencadenó la extraordinaria celeridad en las transfor-
maciones tecnológicas, el transporte y las comunicaciones que presen-
ciamos durante el Siglo pasado. El surgimiento de nuestras sociedades
informatizadas, se basan en la masificación de las poblaciones (princi-
palmente en las ciudades) y en nuevas divisiones sociales, que resultan
una consecuencia directa de ello. Así como las clases históricamente
se han dividido según su acceso a los frutos económicos, la postmo-
dernidad comienza a dividir las aguas entre quienes ingresan al mundo
de las técnicas y tecnologías globalizadas y quiénes no. La producción
en masa tiene como correlato la necesidad de consumo masivo, sin él
no existe comercialización posible; pero este consumo no es global en
el sentido abarcativo de las poblaciones en su conjunto, sino selectivo
en cuanto a quienes pueden adquirir, contratar y, por supuesto, trabajar
dentro de dicha racionalidad económica. Esta realidad es tan ineludible
como incuestionable, sin embargo tiene más de un rostro.
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la expansión que lo sobrevivió. Las políticas de consumo y “pleno em- 7
Segunda Guerra Mundial
pleo” propiciaron un período de estabilidad en la cual las clases traba- (1939-1945)
jadoras y medias disfrutaron un cierto nivel de seguridad económica.
La posibilidad de acceder a un consumo cada vez más amplio y el alza
de los salarios, pronto comenzaron a encontrarse con el crecimiento
de la carga impositiva para sustentar el Estado de Bienestar. Al iniciar
el período de la postguerra7, la economía de los países centrales (prin-
cipalmente Estados Unidos) miraba con beneplácito el circuito interno
del dinero. La intervención de la maquinaria estatal dentro del comple-
jo económico, permitía asegurar el gasto público que representaba el
welfare state, mientras que el conflicto social se entendía en base a los
criterios de socialización.
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Como en cualquier otro período histórico del capitalismo, ante 8
La crisis del petróleo se
considera en los períodos
una nueva necesidad económica el mercado laboral tuvo que readap-
de 1973-1975 y 1982-
tarse. La principal consecuencia de la pérdida masiva de puestos de 1983.
trabajo, fue la tecnificación del empleo para abaratar costos y la deman-
da de fuerzas laborales calificada allí donde existía la industria capaz
de absorberla. Cuando llegó la recuperación económica8, la concen-
tración del mercado laboral masivo estaba orientada a los sectores de
servicio, donde predominaban los bajos salarios y las jornadas a me-
dio tiempo. Ante dicha situación, las condiciones fueron más gravosas
que las vividas durante el período de postguerra; ante la necesidad del
reciclaje laboral y la reubicación, el concepto tradicional de la familia
modelo americana también cambió. El padre de familia proveedor de
sustento y la madre ama de casa, pasó de ser una realidad constante
a una serie de televisión, mientras que el mercado laboral se desre-
gulaba hacia una apertura de la mujer a las condiciones de empleo,
la economía del trabajo se volvió cada vez más competitiva e insufi-
ciente. Si bien resulta coherente admitir
que los sectores calificados accedieron
a mejores sueldos y niveles de empleo,
gran parte de la población vio diezma-
dos sus beneficios laborales. Compelida
a acceder a un mercado de explotación
sistemática, la opción se transformó en
un “tómalo o déjalo” punzante ante la
realidad de la masa de desempleados
que quedaban fuera de la economía de
capital. Los nuevos patrones salariales
también se vieron afectados por las refor-
mas impositivas y la restricción de los beneficios del welfare, haciendo
crecer la desigualdad de ingresos y arrastrando a los sectores menos
beneficiados a niveles muy por debajo de la línea de pobreza.
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sociales y fue acentuándose progresivamente. En cuanto a la gestión 9
Aquí el concepto de in-
de la seguridad, riesgos y problemas que antes estaban localizados y seguridad se refiere al
malestar provocado por
limitados en su importancia –o asociados a grupos específicos de vícti- la precariedad laboral, la
mas-, pasaron a ser percibidos como un problema social a medida que competencia social y de-
se tecnificaban los medios de comunicación y se extendía el malestar más situaciones análogas,
que generan un alto nivel
provocado por la inseguridad9 a situaciones específicas de la vida ur- de tensión en los esque-
bana, como el delito. mas sociales de la globali-
zación.
Por último, cabe hacer mención que el fin de la Guerra Fría y la
disolución de la Unión Soviética, llevaron al discurso globalizante a un
punto de exitismo que aún hoy continúa vigente. La idea de un mundo
homogéneo cuyo pulso lo marca la economía de capital y la necesidad
de acceder a él para vivir dentro de condiciones aceptables, es un ima-
ginario popular recurrente en las sociedades occidentales, que cuentan
la historia solo por minutos y done mirar hacia delante es no ir más allá
de una imagen digital.
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2. Las principales propuestas criminológicas
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bano materialmente deteriorado; comienza con un breve relato sobre 12
Traducción de Daniel
la situación de patrullaje a pie de algunos oficiales de la policía del Fridman. “Delito y Socie-
dad. Revista de Ciencias
Estado de New Jersey y las presuntas dificultades que esto implica Sociales”, pag. 67 (N° 15-
para ejercer la labor, sin bien el artículo destaca que las tasas de delito 16, pag. 67-79, 2001).
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no disminuyeron, asegura que la experiencia aumento la sensación de Daniel Fridman. Ob. Cit.,
pag., 68 (2001).
seguridad de los vecinos, quienes interpretan el hecho de observar po-
licías en la calle como una situación positiva. El artículo continúa ase-
gurando que la mayoría de la población teme principalmente al delito,
pero que existen otras situaciones de riesgo en las que se involucran
componentes que: “No se trata de gente violenta, ni necesariamente
delincuente, sino personas desaliñadas, revoltosas o impredecibles:
mendigos, borrachos, adictos, adolescentes ruidosos, prostitutas, va-
gabundos, personas mentalmente perturbadas”12. Esta personificación
de lo que claramente los autores consideran un factor de deterioro,
resulta más clara en el siguiente párrafo: “La gente que circulaba era
principalmente negra; los policías que caminaban, blancos. La gente
estaba formada por “regulares” y “extraños”. Los regulares se compo-
nían de la gente decente y de algunos borrachos y abandonados que
estaban siempre allí pero que sabían cuál era “su lugar”. Los extraños
eran simplemente eso, extraños, que eran vistos sospechosamente y
hasta con recelo. El oficial –llamémoslo Kelly– sabía quiénes eran re-
gulares y éstos también lo conocían a él. Kelly consideraba que su
trabajo era estar pendiente de los extraños y asegurarse de que los
abandonados cumplieran algunas reglas informales pero ampliamen-
te conocidas. Los borrachos y adictos podían estar sentados, pero no
acostados en el suelo. Se podía beber en las calles laterales, pero no
en la intersección principal. Las botellas debían cubrirse con bolsas de
papel. Hablar, molestar o pedir limosna a las personas en las paradas
de ómnibus estaba estrictamente prohibido. Si surgía algún conflicto
entre un comerciante y un cliente, se asumía que el primero tenía razón,
en especial si el cliente era un extraño. Si aparecía un extraño vaga-
bundeando, Kelly le preguntaba si tenía algún medio de supervivencia
y cuál era su actividad; si la respuesta no le satisfacía, lo echaba. Las
personas que quebraban las reglas informales, especialmente quienes
molestaban a la gente en las paradas de ómnibus, eran arrestadas por
vagancia. A los adolescentes ruidosos se les avisaba que permanecie-
ran en silencio”13. Estos dos párrafos –que se han citado a título infor-
mativo- permiten una imagen de la propuesta generada por la teoría
de las Ventanas rotas. La postura principal está orientada a considerar
que el delito, como toda decisión racional, busca espacios donde poder
desarrollarse; estos espacios generalmente son públicos, ya que una
parte importante del deterioro situacional se encuentra en los sectores
urbanos de mayor uso. A medida que se permite el deterioro, también
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se otorga mayores posibilidades para que el delincuente –o cualquier
otro componente indeseable de la sociedad- actué con menor riesgo;
esto, a la vez, fomenta la sensación de inseguridad de la población y se
vuelve una vorágine que se retroalimenta. El efecto contrario puede lo-
grarse manteniendo el espacio urbano en niveles de orden y salubridad
públicamente aceptados, ya que en una zona que no ha sido afectada
por el deterioro, el delincuente se sentirá menos tentado de actuar y los
ciudadanos podrán recuperar dicho espacio para sí.
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apócope de policías de ocupación, busca “civilizar la ciudad” en torno
a la gestión de la calidad de vida en espacios públicos cada vez más
reducidos, en el cual no serán tolerado ningún tipo de intervención que
pueda afectar el sentimiento de seguridad del ciudadano común.
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los que es necesario disuadir. La delincuencia parece un virus potencial- 17
Gabriel Kessler. “Sociolo-
mente presente en todos los individuos que, faltos de control o más bien gía del delito amateur” pag.
278 (Ed. Paidos, 2010)
ahora faltos de costos altos, estarían dispuestos a cometer delitos. Ha
habido un gran debate sobre estos temas y ha dado lugar a un endure-
cimiento central de las políticas criminales, sobre todo en Estados Uni-
dos, pero que está comenzando a extender en varios países de Europa
occidental”17.El mismo autor advierte que estas teorías conservadoras
están instaurando una explicación de rasgos idiosincráticos, denomina-
da underclass (infraclase), donde los efectos de delito influyen negati-
vamente en la formación del núcleo familiar; estas familias “anormales”
(principalmente refieren a las monoparentales) acentúan su aislamiento
en los guetos y debilitan los tejidos asociativos o institucionales, relacio-
nándolas cada vez más con la conducta delictiva.
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tasa de criminalidad. La mencionada obra de Young y Lea se mueve 20
Mariano Ciafardini. “Delito
en esos límites, “es justamente un trabajo teórico que pone el eje en urbano en la Argentina. Las
verdaderas causas y las
la cuestión político-estratégica y en la reorganización de las ideas para acciones posibles” pag. 38
enfrentar políticamente a la reacción criminológica (partidaria de las (Ed. Ariel, 2005)
campañas de ley y orden)”20.
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sea objetivo y que trate de evaluar la amenaza real que significa el 22
Jock Young y John Lea.
delito, su impacto, su incidencia relativa en comparación con otros Ob. Cit. Pag. 53 (2001)
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3. Nuevos discursos en la postmodernidad
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Si bien es posible afirmar que la historia guarda más genocidios
y masacres de la que podemos llevar cuenta, en la actualidad fueron
quizás los sucesos del 11 de septiembre del año 2001 los que apura-
ron el establecimiento del New Punitiviness (Neopunitivismo) de los
Estados centrales. Las posturas criminológicas de ley y orden -en ge-
neral aquellas que buscan identificarse con la justicia expresiva-, han
intentado reconstruir la idea del “otro” desde los conceptos de ene-
migo externo e interno. Este poder punitivo, que pretende extenderse
sin control con el objetivo de acentuar el status quo, es también ciego
ante las manifestaciones más aberrantes que se llevan a cabo desde el
mecanismo estatal. Paradójicamente aquellos que claman por menos
Estado a la hora de comprender la economía, son sus mayores percu-
sores cuando se trata de represión y castigo.
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4
Bibliografía
Libros utilizados:
• David Garland. “La Cultura del Control” (Ed. Gedisa 2001).
• Loic Wacquant. “Las cárceles de la miseria” (Ed. Manantial, 2008).
• Gabriel Kessler. “Sociología del delito amateur” (Ed. Paidos, 2010).
• Jock Young y John Lea. ¿Qué hacer con la Ley y el orden? (Ed.
Editores del Puerto S.R.L., 2001).
• Mariano Ciafardini. “Delito urbano en la Argentina. Las verdade-
ras causas y las acciones posibles” (Ed. Ariel, 2005).
• Eugenio Raúl Zaffaroni. “La cuestión criminal” (Ed. Planeta, 2012).
• American Friends Service Committee. “Struggle for Justice” (Hill
and Wang, 1971).
Artículos utilizados:
• James Q. Wilson y George L. Keeling. “Broken Windows. The
Police and neighborhood safety” (The Atlantic Monthly, Volumen
249, N° 3, pp. 29-38, 1982).
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