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actividad de aprendizaje, en esta actividad se estudiará el

contrato de mandato, sus características, generalidades y


excepciones. el estudiante debe

redactar un contrato de mandato 

y además explicar:

1.definición,

2.que actos no son susceptibles del mandato?

3.cuales son los requisitos para que se produzca la


representación?

4.el contrato de mandato es unilateral o bilateral (explique),

5.clases de mandato.

esta actividad debe ser enviada  al buzón abierto por el profesor


denominado actividad 3 momento 2, por tarde el 29 de
septiembre a las 22:00.

/content/enforced/316508-
12IBA_DEREC_PREG_12DER_700995_2020_3749/Los
principales contratos civiles y su paralelo con los comerciales.
José Alejandro Bonivento Fernández. (1)2.pdf

código civil colombiano

articulo comparativo.

https://www.ilae.edu.co/IlaeOjs/index.php/IlaeOjs/article/view/
24/58  

El contrato de mandato:

Comparativo entre Colombia y Argentina

Marlon de Jesús Correa Fernández*


The mandate contract:

Comparison between Colombia and Argentina

Resumen

El mandato es una tipología contractual de mucha usanza en Colombia y Argentina, toda vez

que su objetivo va encaminado al desarrollo de las relaciones privadas de los individuos. La

pertinencia de acudir a esta figura radica en la necesidad de encomendar la gestión de uno o

varios negocios a alguien que tenga el tiempo, los conocimientos y la sagacidad para llevarlos

a un feliz término, de tal suerte que resulten salvaguardados los intereses de las partes. Son

muchas las posibilidades que brinda la ley en lo que respecta a la suscripción del contrato

de mandato, dejando al ejercicio de la autonomía de la voluntad privada las disposiciones

contractuales que las partes deseen pactar, siempre y cuando no sean contrarias a las normas

imperativas que regulan la materia, las buenas costumbres y orden público.

Palabras clave: Mandato; Mandante; Mandatario; Representación; Encargo.

Abstract

The mandate is a contractual typology of much use in Colombia and Argentina, since its ob-

jective is aimed at the development of the private relations of individuals. The relevance of

* Abogado, especialista en Derecho Probatorio, especialista en Derecho Administrativo,

magister en Derecho con énfasis en Derecho Procesal y Probatorio. Miembro del Instituto

Colombiano de Derecho Procesal. Conciliador en Derecho. Cursando doctorado en

Derecho (Universidad de Buenos Aires, Argentina y el Instituto Latinoamericano de Altos

Estudios).

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going to this figure lies in the need to entrust the management of one or several businesses to

someone who has the time, knowledge and sagacity to bring them to a successful conclusion,

in such a way that the interests of the parties are safeguarded. . There are many possibilities

offered by the law with regard to the signing of the mandate contract, leaving to the exercise

of the autonomy of private will the contractual provisions that the parties wish to agree, pro-

vided they are not contrary to the mandatory rules that regulate the matter, good customs

and public order.

Keywords: Mandate; Principal; Agent; Representation; Order.

Fecha de presentación: 21 de marzo de 2019. Revisión: 26 de marzo de 2019. Fecha de acepta-

ción: 2 de abril de 2019.

I. Introducción

En ocasiones la realización de ciertas actividades pueden ser encarga-

das a personas que tengan la disponibilidad de tiempo, el conocimien-

to necesario y el interés debido para que el resultado que se obtenga

sea el más favorable para el titular de los derechos que se encuentran

en juego. Producto del ejercicio de la autonomía de la voluntad priva-

da dos o más personas podrán celebrar un contrato cuyo objeto sea

la gestión de un negocio ajeno a cuenta y riesgo de quien confiere el

encargo, a esa tipología contractual se le denomina mandato.

Grosso modo, se puede decir que el mandato es un contrato en el

que una persona realiza un acuerdo de voluntades con otra para que
gestione sus negocios o realice algún tipo de actividad bajo su cuenta

y riesgo. Este tipo de contratos son muy comunes desde un punto de

vista civil y comercial, toda vez que van encaminados al desarrollo

de los negocios y acto jurídicos que inciden en el patrimonio de las

personas.

En Colombia el mandato puede ser de dos naturalezas, es decir,

civil o comercial, de ahí que sea regulado simultáneamente por la Ley

57 de 1887 (Código Civil) y por el Decreto 410 de 1971 (Código de

Comercio). Situación diferente acontece en Argentina, donde el con-

trato de mandato esta unificado en el Código Civil y Comercial de la

Nación contemplando disposiciones normativas, en lo que a este con-

trato respecta, con un espíritu muy similar a las de Colombia.

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En este documento se pretende exponer aspectos relativos al

contrato de mandato, tales como: concepto, naturaleza jurídica, obli-

gaciones de las partes, causales de terminación y demás. Así mis-

mo, se buscar hacer un comparativo entre la regulación aplicable en

Colombia y en Argentina con el objetivo de establecer diferencias y

similitudes.

II. Concepto de mandato

El mandato es un contrato en el que una parte confiere a la otra la


realización de uno o varios negocios por cuenta y riesgo de la prime-

ra. La persona que confiere el encargo se llama mandante, comitente

o poderdante, mientras que quien lo recibe se le conoce con el nom-

bre de mandatario, procurado o apoderado. Lo que se gestiona con el

mandato son negocio netamente jurídicos, es decir que se trata de un

acto cuyo fin es el surgimiento, modificación o extinción de obligacio-

nes jurídicas (Bonivento Fernández , 2015).

Es importante tener en cuenta que el todo mandato lleva implí-

cito un acto de representación, no obstante es errado afirmar que la

representación y el mandato sean lo mismo, ya que hacen referencia

a actos jurídicos distintos entre sí. El mandato encarga la gestión de

un negocio de acuerdo con las estipulaciones que las partes hagan en

las cláusulas contractuales, mientras que la representación es la mera

potestad que se otorga a alguien para que actué en nombre de aquel

que desea ser representado.

III. Concepto de representación

La representación puede ser de dos tipo, voluntaria y legal. Existe re-

presentación voluntaria cuando una persona consciente de su proce-

der faculta a otra para que actué en su nombre y gestione negocios en

su beneficio. La representación legal se da cuando por expresa dis-

posición de ley una persona debe representar a otra en ciertos actos,


por ejemplo la representación que ejercen los padres respecto de sus

hijos menores, o la que realiza el representante legal de una persona

jurídica, entre otros.

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El concepto de representación en el derecho colombiano tiene

su desarrollo en dos tipos de codificaciones, la civil y la comercial. La

legislación civil toca el tema de la representación cuando se refiere a

los actos y declaraciones de voluntad que puede ejercer las personas,

aduciendo que todo lo que un sujeto ejecuta en nombre de otro, te-

niendo las facultades para hacerlo, genera sobre aquel en nombre de

quien se actúa los mismos efectos como si él hubiese desplegado los

actos directamente (art. 1505, Código Civil col).

Por otro lado, el código de comercio colombiano, en su artícu-

lo 832 se ocupa de la representación voluntaria, consagrando que

“habrá representación voluntaria cuando una persona faculta a otra

para celebrar en su nombre uno o varios negocios jurídicos. El acto

por medio del cual se otorga dicha facultad se llama apoderar y pue-

de ir acompañado de otros negocios jurídicos” (art. 832, Código de


Comercio). En este punto es válido mencionar que la citada dispo-

sición reafirma la tesis planteada al inicio de este escrito, donde se

dice que no es lo mismo el acto de representación que el contrato de

mandato, puesto que a pesar de constituir una unidad material, la pri-

mera solo es la facultad que se tiene para actuar en nombre de otro,

mientras que el segundo, es la especificación del encargo que se hace,

es decir, aquello para lo cual se requiere la actuación mediante un re-

presentante.

Similar concepción tiene el Código Civil y Comercial de la Nación

Argentina por cuanto dispone que:

Los actos jurídicos entre vivos pueden ser celebrados por medio de repre-

sentante, excepto en los casos en que la ley exige que sean otorgados por

el titular del derecho. La representación es voluntaria cuando resulta de un

acto jurídico, es legal cuando resulta de una regla de derecho, y es orgánica

cuando resulta del estatuto de una persona jurídica... (art. 858 Código Civil y

Comercial de la Nación Argentina).

Existen muchas confusiones sobre la representación y el mandato, ya

que la definición genérica de la figura contractual del mandato indica

que es aquel acto por medio del cual una persona confiere la gestión

de uno varios negocios a otra, para que actué a riesgo y cuneta de

la primera. Hay eventos en los cuales aquel en quien se encomien-


da la gestión del negocio no le informa al tercero con el que contrata

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que lo está haciendo en representación de otro, llegándose a pensar

equivocadamente que se trata de un mandato sin representación, sin

embargo, tal afirmación es desacertada porque una cosa es el des-

cubrimiento sobre el carácter con que se contrata con el tercero (en

nombre propio o en gestión de un negocio ajeno) y otra cosa es la

ausencia o no de representación. Si bien el mandatorio que contrata

con un tercero ocultando su calidad de tal, se obliga para con este en

nombre propio, los efectos positivos o negativos de dicha negociación

serán del mandate, y no podrá decirse que se trató de un mandado

carente de representación.

Así mismo, vale recordar que a pesar de que el Código de

Comercio de Colombia establece en su artículo 1262 que el “mandato

puede o no conllevar representación del mandante”, bajo el criterio

de quien escribe este documento, y apoyado en la doctrina de Arturo

Valencia Zea, todo mandato lleva consigo un acto de representación,

la única variación que se presenta es sobre si esta se muestra o no

frente al tercero con el que se contrata el negocio encargado, pero

ello no implica que se trate de un mandato carente de facultades re-

presentativas, sino que esta permanece oculta, constituyéndose en un


mandato de representación no plena (Valencia Zea, como se citó en

Bonivento, 2015), pero que en ultimas surtirá los mismos efectos,

puestos que las utilidades derivadas del negocio con el tercero incre-

mentaran el patrimonio del mandante.

Cabe resaltar que esa concepción del mal llamado mandato sin

representación también adquiere su sustento en el artículo 2177 del

Código Civil Colombiano, por cuanto dispone que el mandatario po-

drá contratar a nombre propio y no obliga al mandate respecto de

terceros. Frente a eso se debe decir que la intensión de la disposición

normativa no es regular un tipo de mandato donde la representación

no exista, sino posibilitar la ejecución de un mandato donde el man-

datario oculta frete al tercero que actúa bajo tal condición, de tal suer-

te que en cualquier controversia que se presente no se verá inmerso

el mandante, no obstante ello no elimina las posibilidades que tenga

el mandatario para reclamar cualquier perjuicio o gravamen sufrido

al mandante (Betancourt Rey cit. en Bonivento, 2015).

Siendo así las cosas, se puede decir queda aclarada la distinción

entre la representación y el contrato de mandato, teniendo presente

que en últimas son actos concatenados que surten sus efectos en el

mundo jurídico, por lo tanto deben ser regulados y analizados cuida-

dosamente para evitar cualquier tipo de conflicto entre quienes inter-


vienen en las negociaciones de que se trate.

Pese a las apreciaciones antes expuestas apoyada en la doctrina

de grandes tratadistas, es menester resaltar que la posición de la Sala

de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia colombiana es bas-

tante diferente puesto que a su criterio existe mandato representativo

y mandato sin representación, los cuales a su vez pueden verse per-

meados por la acción de ocultamiento del carácter con el que se actúa

por parte del mandatario. En sentencia de del 31 de julio de 2014, la

alta corporación reiteró su jurisprudencia al afirmar que:

El mandato podrá contener o no la representación. Cuando es representati-

vo, el mandatario actúa en nombre, por cuenta y riesgo del mandante, invo-

cando, dando a conocer o haciendo cognoscible esta condición (contemplatio

domini), los efectos jurídicos del acto o negocio jurídico celebrado, concluido

o ejecutado dentro de los precisos límites, facultades y atribuciones otor-

gadas en el poder (procura), tanto inter partes cuanto respecto de terceros,

recaen en forma directa e inmediata sobre el patrimonio del dominus, titular

exclusivo de los derechos y sujeto único de las obligaciones, por ende, de las

acciones y pretensiones inherentes, como si hubiera actuado e intervenido

directa y personalmente.

[...]

A contrario sensu, en el mandato no representativo, en rigor, el mandatario


carece de la representación del mandante, y por consiguiente, actúa a ries-

go y por cuenta ajena pero en su propio nombre, en cuyo caso, se presenta

como parte directa interesada y frente a terceros figura como titular de los

derechos, es sujeto pasivo de las obligaciones, ostenta la posición de parte,

tiene legitimación jurídica para exigirlos y está sometido a las acciones y pre-

tensiones respectivas.

[...]

Distinta es la hipótesis del mandato “oculto”, el cual se presenta, según expre-

sa el simple nomen, cuando se esconde, no se indica, ni da a conocer o hace

cognoscible a terceros, verbi gratia, el mandatario celebra o ejecuta el acto

como suyo, en su nombre, a riesgo propio, y por su propia cuenta, sin expre-

sión o mención alguna del mandato ni del mandante.

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Esta conducta puede obedecer a la imposición del poder, instrucciones del

dominus o iniciativa del mandatario, en cuyo caso, los efectos del acto se ra-

dican en éste porque el dueño del interés permanece oculto al tercero y el


mandato o la procura en estas condiciones no le es oponible, salvo que llegue

a conocerlo y lo invoque para prevalecerse.

La ocultación puede versar sobre el mandato con o sin representación, por

que basta, ocultarlo, cualquiera sea (Corte Suprema de Justicia, 2014).

Visto de esa forma, se puede concluir que la posición de la Corte

dista un poco de las apreciaciones de quien realiza este escrito y de

cierta parte de la doctrina que ve a la representación como un ele-

mento importante dentro del contrato de mandato, que a pesar de ser

diversas las circunstancia en las que el contrato se ejecuta y la calidad

con que el mandatario se muestre frente al tercero contratante, siem-

pre estará ahí.

IV. El mandato civil en Colombia

La ley civil colombiana ve el contrato de mandato como una forma de

atribuir la gestión de negocios en cabeza de otra persona que lo hará

por cuenta y riesgo de quien lo confiere. A la persona que hace el en-

cargo se le denomina mandante, mientras que a aquel que lo recibe,

mandatario o apoderado. Es muy importante saber que la esencia del

contrato de mandato no es otra que la gestión de un negocio ajeno con

el pleno consentimiento y aquiescencia del titular de los derechos,

cuestión que implica una distinción significativa del cuasicontrato de

la agencia oficiosa, donde por lo general, quien hace la gestión no está

expresamente facultado para proceder de tal manera, no obstante,

cuando producto de su actuar se generan utilidades para el titular de


los derechos, recaerá en cabeza de este la obligación de pagar un por-

centaje al agente oficioso por su participación en el negocio.

Dentro de las características del mandato se encuentran las si-

guientes:

• Se trata de un contrato consensual, puesto que se reputa perfec-

to con la mera aceptación del encargo que se hace, la cual puede

ser expresa o tácita. Se entenderá expresa cuando las partes de

manera explícita asumen, por un lado, conferir el encargo y por

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el otro realizar la gestión. Será tacita cuando a quien se le encarga

la gestión del negocio no ha tenido la oportunidad de manifestar

si acepta o no el encargo, pero aun así lo ejecuta, evidenciándose

por medio de su proceder que acepta aquello que se le está encar-

gando.

• El mandato puede ser gratuito u oneroso. Será oneroso cuando se

pacte una contraprestación por la gestión ejecutada, cuestión que

lo constituiría en un contrato bilateral donde al contraer obliga-

ciones reciprocas hay un graven y una contraprestación para cada


una de las partes. Por el contrario, se tratará de un contrato gra-

tuito cuando quien acepta el encargo no recibe pago alguno por

su gestión.

• Por último, se tiene que puede ser un contrato conmutativo, es

decir donde la parte que realiza el encargo conoce de ante mano

lo que recibirá como contraprestación; o aleatorio, donde la con-

traprestación esta librada a la azar, o sea que la remuneración del

mandatario dependerá de ciertas circunstancias desconocidas

que constituyen hechos futuros inciertos.

Es importante resaltar que el mandato al igual que cualquier figura

contractual, requiere de una serie de requisitos para su validez, esto

es: que las partes tengan capacidad, que exista consentimiento libre

de vicios, que el objeto del contrato no sea ilícito, y por último, que el

acuerdo entre las partes no provenga de una causa ilícita (art. 1502,

Código Civil col). Si alguno de estos aspectos falta el contrato estará

viciado de nulidad, ya sea absoluta o relativa y podrá ser declarado

nulo por un juez de la república.

Existe nulidad absoluta en el contrato cuando se ha celebrado

con una persona absolutamente incapaz, cuando su objeto o su causa

son ilícitos o cuando se han pretermitido las formalidades que exige

la ley para cierto tipo de actos, un ejemplo de esto último es cuando

se realiza la venta de un bien inmueble si haberse elevado a escritura

pública, toda vez que para este tipo de actos la ley exige esa solemni-

dad que las partes no pueden obviar (art. 1741, Código Civil col).
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En lo que respeta a la incapacidad como causal de nulidad, hay

que resalta que esta puede ser de dos tipos absoluta o relativa. Según

el Código Civil colombiano, son incapaces absolutos los impúberes,

es decir, los menores de catorce años, las personas con discapacidad

mental absoluta y los sordomudos que no puedan hacerse entender;

son incapaces relativos, los menores adultos, es decir las personas

mayores de catorce años pero menores de dieciocho y los disipadores

que hayan sido declarados bajo interdicción por medio de sentencia

judicial (art. 1504, Código Civil col).

Basado en lo anterior, se tiene que es muy dable un tipo de nu-

lidad sanable derivada de una incapacidad relativa por actos ejecu-

tados por menores adultos o por disipadores que han sido declara-

dos bajo interdicción por sentencia judicial. En este punto, es válido

mencionar que mediante el contrato de mandato se puede conferir

un encargo en cabeza de un menor adulto, quien fungirá como man-

datario y los actos que este celebre obligarán a al mandante para con

terceros, pero las obligaciones del mandatario para con el mandante

o con el tercero no tendrán ningún efecto, salvo en aquellos eventos

en donde declarado nulo el contrato en el que participó el incapaz se

logre evidenciar que este se hizo más rico (art. 1747, Código Civil col).
El contrato de mandato admite pluralidad de personas en cual-

quiera de los dos extremos de la relación contractual, es decir, varios

mandantes y varios mandatarios. Cuando se ha conferido encargo

en varios mandatarios y el mandante no ha dividido la gestión, estos

podrán hacerlo por iniciativa propia, sin embargo, cuando en el con-

trato se pactó la imposibilidad de dividir el objeto encomendado los

mandatarios deberán actuar conjuntamente, puesto que, de no ser así,

todo aquello que hayan ejecutado de forma separada será nulo.

A. Clasificación del mandato

Según la ley, el mandato se puede clasificar de dos formas: general y

especial.

Habrá mandato especial cuando el encargo se haga respecto

de uno varios negocios específicamente determinados de tal forman

que se sepa que cumplidos estos culminará el contrato.

El mandato será general cuando se otorga para todos los negocios del mandante,

y lo seguirá siendo aunque se exceptúen algunos (art. 2156, Código

Civil col).

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B. La responsabilidad en el mandato

El Código Civil contempla tres tipos de culpas por las cuales respon-

den las personas durante la ejecución de los contratos.

En el primer grado se encuentra la culpa grave, la cual hace referencia a la negligen-

cia grave que tiene una persona e implica poca prudencia, se equipara

al dolo porque es un proceder que incluso las personas negligentes no

tendrían en sus propios negocios; en el segundo grado se encuentra

la culpa leve, que se refiere a un descuido, a la carencia de diligencia

que las personas en condiciones normales emplearían en sus nego-

cios;

y por último la culpa levísima, que es aquella falta esmerada de

diligencia que una persona pondría en sus negocios más importantes

(art. 63, Código Civil col).

En lo que respecta a la responsabilidad en el contrato de man-

dato, se debe decir que la regla general es que mandatario responda

por culpa leve, es decir, será responsable por el descuido, por la falta

de diligencia que las personas en condiciones normales emplean en

sus negocios. Empero, cuando el mandato es remunerado este tipo de

responsabilidad se incremente un poco, o por decirlo de otra manera,

se hace más estricta. Así mismo, puede suceder que el mandatario

haya manifestado su negativa a asumir el encargo, pero por insisten-

cia del mandate se ha visto forzados a aceptarlo, pues en estos casos


solo responderá por culpa grave.

C. Ejecución del mandato

Para la ejecución del mandato, el mandatario deberá acatar las dis-

posiciones contractuales, es decir su proceder debe estar acorde con

lo que en el contrato mismo consta, no podrá apartarse de lo allí dis-

puesto, salvo que se trate de aquellos eventos en los cuales, la ley per-

mite un proceder distintos atendiendo a las circunstancias en que se

encuentre el mandatario o exista una amenaza latente sobre el patri-

monio del mandante. Aunado a lo anterior, se tiene que las facultades

del mandatario comprenden aquellas que impliquen el giro ordinario

del negocio, todo aquellos que se salga de ese margen deberá ser au-

torizado de forma especial.

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El cumplimiento del objeto del contrato no implica únicamente

la ejecución del mandato, sino que además se haya hecho de acuerdo

con los medios que el mandante ha estipulado. Claro está, que lo an-

terior no imposibilita al mandante para utilizar medios equivalentes


siempre y cuando sean necesarios y de esa manera también se estu-

viere cumpliendo de forma íntegra el encargo.

En lo que respecta a la realización del objeto contratado por par-

te del mandatario, se debe decir que existe la posibilidad de que este

pueda delegar en cabeza de otro el encargo que el mandate le haya

conferido, salvo que en mismo contrato se le haya prohibido expresa-

mente hacerlo. No obstante, cuando el mandatario no tiene la facultad

expresa para delegar el mandato, pero decide hacerlo, responderá de

los hechos de delegado, también responderá, cuando a pesar de ha-

bérsele otorgado expresamente la facultad de delegar lo hiciere en

una persona incapaz o insolvente.

Cuando se produce una delegación sobre la cual el mandante no

ha dado autorización este podrá ratificarla aceptando al delegado, so-

bre quien posteriormente se constituirá un nuevo mandato, pero si

la delegación es carente de autorización o ratificación por parte del

mandante todos los actos que el delegado ejecute no podrán obligar

a la mandante con terceros. En los eventos de delegación autorizada

o ratificada por el mandante, se constituye un nuevo mandato entre

este y el delegado, dicho negocio no se verá afectado por cualquier

situación que sobrevenga con el mandatario anterior.


La ley contempla que cuando el mandatario logra una negocia-

ción que genera en cabeza del mandate una utilidad mayor a la que

en condiciones normales hubiera percibido, el mandatario no podrá

apropiarse de esa utilidad adicional inesperada, debiendo rendir

cuentas al mandante. En otro sentido, también se prevé que cuando

el mandatario durante la ejecución del mandato genera un gravamen

adicional inesperado para el mandante deberá pagar a este el monto

que perdido. En cuanto a estas situaciones quien realiza este traba-

jo tiene una posición crítica a este ministerio de la ley, puesto que si

bien es lógico que el gravamen adicional sufrido por el mandante por

causas imputables al mandatario deba ser pagado por este, también

resultaría apenas normal que en aquellos evento en los que producto

de la buena gestión del mandatario se logre una utilidad mayor para

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el mandate o un gravamen menos alto del planificado se le reconozca

un porcentaje al mandatario como agradecimiento por su proceder,

cuestión que la ley no regula.

Es este punto es necesario toca el tema de las obligaciones que

tiene el mandante en virtud del contrato de mandato:

El mandante esta obligación a proporcionarle los medios nece-


sarios al mandatario para la realización de la gestión; a rembolsarle

los gastos en que este haya incurrido por la ejecución del contrato; a

pagar la remuneración pactada si se trata de un mandato oneroso; a

pagar los anticipos pactados; y a indemnizar a la mandatario cuando

haya sufrido pérdidas sin que estas sean imputables a sí mismo. Es

importante resaltar que el mandante no podrá excusar el incumpli-

miento de sus obligaciones aduciendo que el negocio encargado no

tuvo éxito.

D. Revocatoria, renuncia y terminación del mandato

El mandate tiene la facultad de revocar el mandato, la revocatoria al

igual que la aceptación puede ser expresa o tácita, es expresa cuan-

do el mandate de forma clara y sucinta le dice al mandatario que le

revoca el encargo, y será tacita cuando no habiéndole informado de-

cide nombrar un nuevo mandatario para que ejecute la gestión. Cabe

resalta que cuando se trata de un mandato general y se constituye un

nuevo mandatario para la ejecución de un encargo en particular, el

mandato general persiste con excepción de aquello que se encargó en

el mandato especial.

El mandatario podrá renunciar al encargo conferido, no obstan-

te su renuncia solo surtirá efectos una vez transcurrido un término


prudencial en que el mandate pueda asumir o tomar las medidas ne-

cesarias para continuar la ejecución del negocio y no sufrir pérdidas,

puesto que de lo contrario el mandatario será responsable de los per-

juicios que le cuse al mandante por el abandono de la labor encarga-

da, a menos que exista justificación que impida la continuación del

mandato, como por ejemplo una enfermedad o que la ejecución del

mandato represente un perjuicio para mandatario.

Por último, en lo que respecta a la terminación del mandato, hay

que anotar que este termina por la culminación del encargo de for-

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ma satisfactoria; porque la expiración del termino o el cumplimiento

de la condición pactada; por la revocatoria efectuada por el mandate;

por la renuncia del mandatario; por la muerte, quiebra, insolvencia o

interdicción de alguno de los sujetos contratantes, es decir, el manda-

tario o el mandante. Sin embargo, cuando muere el mandate y resulta

evidente que de suspenderse la ejecución del negocio terminaran le-

sionados los intereses de los herederos, el mandatario deberá conti-

nuar la gestión hasta finalizar el negocio que haya sido iniciado. Así

mismo, cuando quien muere es el mandatario los herederos de este

harán en favor del mandante lo que este en sus posibilidades para


evitarle perjuicios.

V. El contrato de mandato en el Código Civil

y Comercial de la Nación Argentina

La ley civil de Argentina define el contrato de mandato de forma muy

similar al Código Civil de Colombia, circunscribiendo la existencia de

este al evento en que una parte “se obliga a realizar uno o más actos

jurídicos en interés de otra” (artículo 1319, Código Civil y Comercial

arg). En lo que respecta a la aceptación del encargo, se establece que

esta puede ser expresa o tácita, cuestión que no descalifica la validez

del contrato.

En lo atinente al representación en este tipo de contratos resulta

evidente que la legislación argentina es más clara en la distinción que

se hace respecto de las implicaciones que tiene no conferir represen-

tación en el mandato, puesto que de ser así los negocios que realice el

mandatario con un tercero no obligan al mandante a pesar de que los

beneficios que se generen sean para este. Siendo así las cosas, podría

volverse a la discusión antes planteada sobre si todo contrato de man-

dato lleva consigo un acto de representación, sin embargo, ese es un

punto que ha sido decantado en el entendido de que a pesar que en el

contrato de mandato “carente de representación” el mandatario actúa

en nombre propio lo hace a cuenta y riesgo del mandate, de ahí que

las utilidades o el gravamen que se ocasione impactarán el patrimo-

nio de este, y que además, el tercero contratante solo tendrá derecho


a reclamarle al mandatario.

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Dicho lo anterior, es importante resaltar que desde la óptica del

derecho civil argentino existe la posibilidad de que el tercero que con-

trata con el mandatario que actúa en nombre propio se subrogue las

acciones que este tendría contra el mandate, o que el mandate se su-

brogue las acciones que el mandatario tendría con el tercero, cuestión

que haría aún más inoficiosa esa distinción sobre un mandato con y

sin representación.

El mandato regulado en el Código Civil argentino tiene cierta simi-

litud con el tipo de mandato regulado en el Código de Comercio colom-

biano en lo que atañe a la presunción de remuneración en el primero

y a insistencia sobre el pacto de la misma en el segundo, cuestión que

difiere del tipo de mandato regulado en el Código Civil colombiano que

no da por sentada ninguna presunción de onerosidad, sino que se limi-

ta establecer que este podrá ser gratuito o remunerado.

En lo que respecta a las obligaciones del mandatario, se tiene que


estas pueden resumirse en el cumplimiento de la gestión encomen-

dad de acuerdo con las directrices dadas por el mandante; dar aviso

sobre cualquier situación que se presente, entregar las ganancias ob-

tenidas producto de los negocios gestionados, entre otras (art. 1324,

Código Civil y Comercial arg).

Así mismo, el mandante tiene una serie de obligaciones que pue-

den sintetizarse de la siguiente forma: suministrar los medios necesa-

rio para la correcta ejecución del encargo; indemnizar al mandatario

de los daños que sufra como consecuencia de la correcta ejecución del

encargo cuando estos no sean imputables a él; exonerar al mandata-

rio de las obligaciones suscritas con terceros en virtud del contrato; y

pagar la retribución pactada.

A. Extinción del mandato en el derecho argentino

El mandato se extinguirá por la expiración del plazo por el cual fue con-

ferido, por el cumplimento del encargo hecho al mandatario, por un acto

de liberalidad del mandate donde revoca el mandato, o por la renun-

cia, muerte o incapacidad del mandate o del mandatario. Como es de

esperarse cuando el mandato termina por revocatoria injustificada del


mandate, este deberá indemnizar al mandatario, de igual forma cuando

el mandatario renuncia sin causa que justifique su actuar deberá indem-

nizar al mandante los perjuicios que dicha renuncia le ocasione.

El contrato de mandato: Comparativo entre Colombia y Argentina 59

Nuevos Paradigmas de las Ciencias Sociales Latinoamericanas

issn 2346-0377 (en línea) vol. x, n.o 20, julio-diciembre 2019, Marlon de J. Correa F.

Tratándose de la terminación del mandato por la muerte del man-

datario, sucede algo muy similar que en el caso colombiano, donde los

herederos del mandatario deberán dar aviso inmediato al mandante

y hacer en favor de este lo necesario para evitar que la gestión encar-

gada se vea truncada so pena de indemnizar al mandante si tienen un

comportamiento omisivo que incumpla esta obligación.

VI. Conclusión

Analizados los aspectos más relevantes del contrato de mandato en la

legislación Colombiana y Argentina, a título conclusión se puede de-

cir que son figuras contractuales desarrolladas de forma muy similar

por ambos países, siendo evidente la concentración y unanimidad que

existe en Argentina por cuando se encuentra en una sola codificación,

mientras que en Colombia todavía tiene dos naturalezas, una civil y otra

comercial, lo cual muestra variaciones notorias sobre todo en el objeto


del contrato, puesto que en materia comercial, como es de esperarse, su

finalidad no es otra que la ejecución de actos de comercio, en cambio en

civil puede estar encaminado a la ejecución de otro tipo de situaciones.

CONTRATO MANDATO

Lo frecuente, dentro del común desarrollo de las actividades humanas, es que

quien haga la declaración de voluntad sea la misma persona que se obliga. De ahí

resulta que los actos jurídicos, ordinariamente, sean perfeccionados por quien tenga

interés en el negocio. Pero, desde los romanos, no siempre la declaración de voluntad

era expresada por quien quería los efectos jurídicos del negocio, como cuando un

amigo, "officium", prestaba un servicio a otro, por cuenta y riesgo de éste.

El Código Civil, en su artículo 1505, habla de la representación, en los siguientes

términos: "Lo que una persona ejecuta a nombre de otra, estando facultada por ella

o por la ley para representarla,, produce respecto del representado iguales efectos

que si hubiere contratado él mismo".

Es este el aspecto general de la representación, que luego adquiere relievancia

en el contrato de mandato, en lo que se refiere a la facultad que le confiere una

persona a otra para que en su nombre gestione uno o varios negocios.

De acuerdo con el contenido del artículo 1505, se desprende que la representación

puede ser:

Legal, o sea la que confiere la ley y se aprecia en los casos de los guardadores

frente al pupilo, o el padre frente al hijo no emancipado. Voluntaria o convencional,

la que nace de la voluntad de los particulares, como ocurre en el mandato.


331. Definición

El mandato es un contrato en virtud del cual una parte llamada mandante, encarga

a otra, llamada mandataria, la gestión de uno o más negocios, por cuenta y riesgo de

la primera.

El mandante también es conocido con el nombre de comitente o poderdante, y el

mandatario, con el nombre de procurador o apoderado.

Es importante saber que los negocios de que trata la definición son

eminentemente jurídicos, o sea, actos jurídicos que sirven para crear, modificar o

CONTRATO DE MANDATO

extinguir obligaciones; en manera alguna recae sobre actos materiales, los cuales

se rigen por normas especiales, como el contrato de trabajo, el contrato de obra,

etc. Los actos jurídicos determinan el objeto del mandato; así que en la gestión en

donde prevalezca la realización de un acto jurídico sobre uno material, nos situamos

frente al mandato.

Por excepción, hay actos jurídicos que no se pueden confiar a otra persona:

a) El testamento. Al decir del artículo 1060 del Código Civil, es indelegable,

esto es, que no se puede confiar a otra persona su realización, por ser una

manifestación de voluntad personal del testador.

b) La absolución de posiciones o interrogatorio de parte. Por tener éste un

interés para la parte que solicita la confesión y una implicación de orden patrimonial

para el que las absuelve, obviamente el interrogatorio de parte debe ser absuelto

personalmente por quien va a vincularse con los efectos de su declaración. La

confesión por apoderado solamente es pertinente cuando es judicial, que se presume

para la demanda, las excepciones y las correspondientes contestaciones (artículo

197 del Código de Procedimiento Civil).

Bajo la vigencia del artículo 11 de la Ley 57 de 1887 solamente el varón estaba

facultado para otorgar poder de manera que la mujer no podía ser representada en el

matrimonio. Con la modificación hecha por la Ley 57 de 1990, artículo lo., uno u
otro contrayente ausente puede conferir poder para el matrimonio.

332. Representación en el mandato

Se discute mucho, en nuestro medio, si el mandato es o no esencialmente

representativo. En Francia no existe problema alguno, ya que el artículo 1984

consagra que la representación es de la esencia del mandato. Nuestra Corte Suprema

de Justicia, en sentencia de 17 de junio de 1937, reiterada en sentencias de 28 de

marzo de 1939 y 18 de agosto de 1958, ha sostenido que el mandato no es

esencialmente representativo, así: "En la legislación colombiana el mandato no es

esencialmente representativo. Dentro de su conformación jurídica caben el

mandatario ostensible y el secreto; el testaferro; la interposición en todas sus formas

lícitas, y aun el acto jurídico del mandatario como único interesado, siempre que el

mandante tenga voluntad de obligarse. Es posible el mandato sin representación".

Es decir, que el mandato no es representativo, porque puede darse el evento de que

el mandatario oculte la calidad con que actúa frente a terceros, o sea, que obrando

para el mandante, no indique su condición de mandatario, lo que se conoce

ordinariamente como representación indirecta o mediata, en contraposición a la

directa o inmediata en donde la calidad de mandatario es puesta de presente al ejecutar


REPRESENTACIÓN

el acto jurídico. En este mismo sentido se manifiesta Noel Gaviria (Derecho Civil

Contratos. Conferencias Universidad Libre, págs. 207 y 211-212).

Para otros autores, entre ellos Arturo Valencia Zea y César Gómez Estrada, el

mandato siempre es representativo. Afirma Valencia Zea, en su libro de Contratos,

págs. 379 y 381: "Opinamos, pues, que todo mandato es esencialmente

representativo... Algunos autores se muestran partidarios de un concepto restringido

de la representación, refiriéndola exclusivamente a la directa, es decir, aquella en

que se emite una declaración de voluntad en nombre del mandante; y por tal

circunstancia advierten que el mandato puede ser de dos clases: representativo y no

representativo. El primero haría referencia a una emisión de voluntad del


representante o mandatario en nombre del mandante; y el segundo a la emisión de

voluntad en el propio nombre del mandatario, pero por cuenta y riesgo del mandante.

Este punto de vista no es correcto, pues repugna que exista un mandato que no sea

representativo. Lo que sucede es que existen dos clases de representaciones: una

más plena, o sea la directa, y otra menos plena, o sea la indirecta".

Gómez Estrada (Conferencias de Contratos - Universidad de Caldas, pág. 167),

por su parte dice: "Técnicamente considerada, no es muy exacta la terminología de

la Corte al hablar de mandato representativo y mandato no representativo, porque

en el mandato hay siempre una representación. Por eso es que hay que entender que

lo que la Corte quiere decir es que se puede ser mandatario sin obrar para el mandante,

lo que sería absurdo y antinómico, sino simplemente que se puede ser mandatario y

obrar como tal sin descubrir ante aquel con quien se contrata, esa calidad; en este

caso hay una verdadera representación, pero con la novedad de que el tercero contrata

ignorándola, pues aparece contratando con quien se presenta ante él como sujeto

del contrato y como sujeto del interés derivado del contrato, en razón de lo cual es

que, precisamente, el artículo 2177 viene a decir que cuando el mandatario obra en

su propio nombre no obliga respecto de terceros al mandante, pues es él mismo el

que queda obligado frente a los terceros a cumplir las prestaciones nacidas del

contrato celebrado".

El Profesor Miguel Betancourt Rey, en trabajo destinado a sus alumnos de

la Universidad Nacional de Colombia, recogido en su obra Derecho privado

-Categorías básicas-, hace un interesante y profundo estudio sobre la representación

que, por considerarlo de extraordinaria importancia, nos permitimos transcribir en

su totalidad. Advertimos, eso sí, que las citas de los artículos del Código de

Procedimiento Civil y de Comercio, corresponden a los estatutos vigentes hasta

1970 y 1971, respectivamente.

Dice Betancourt Rey:

CONTRATO DE MANDATO

"La representación. La manifestación de voluntad emana por regla general del


mismo autor del negocio, pero también puede y en ciertos casos hasta debe provenir

de un intermediario que actúa en nombre de aquél. Y la recepción de la manifestación

corresponde en un principio al verdadero destinatario, al verdadero interesado, pero

también puede y en ocasiones debe competer a un intermediario que actúa en nombre

de aquél. Se trata en ambos casos del fenómeno de la representación, por el cual los

efectos de la actuación del intermediario recaen directamente sobre el interesado,

fenómeno cuyas grandes líneas se exponen en seguida.

"a) Origen y concepto. El concurso de esos intermediarios que obran en nombre

del verdadero interesado y el mecanismo jurídico de la representación se justifican

por necesidades prácticas de la vida cotidiana. Así, al incapaz se le da un representante

legal, porque de lo contrario quedaría privado del ejercicio de sus derechos y de la

defensa de sus intereses; al demandado que se oculta o cuyo paradero se ignora, se

le designa un representante para el juicio, un curador ad litem, a fin de no condenarlo

sin darle la posibilidad de defensa ni dejar de juzgarlo privando al demandante de la

administración de justicia; a quien pide una decisión judicial, sea como demandante

o como demandado, se le exige que lo haga por intermedio de un abogado, para que

sus intereses queden más técnica y hábilmente defendidos; a quien se halla en un

lugar y debe celebrar un negocio en otro, se le permite designar por su propia voluntad

el intermediario que actúe en su nombre, para no forzarlo a efectuar un

desplazamiento imposible o difícil; y a quien prefiere valerse de otra persona, porque

ésta es más experta en la celebración de un negocio delicado o por cualquiera otro

motivo, se le ofrece igualmente la posibilidad de otorgarle poder. Nuestro Derecho

prohibe la representación en algunos pocos negocios como el testamento; por lo

demás sienta el principio de que los incapaces han de tener representantes legales y

los capaces pueden constituir representantes voluntarios cuando a bien lo tengan y

para emitir o recibir cualesquiera manifestaciones, y esa es una de las facultades

más ejercitadas en la vida corriente. Pues bien, en todos los casos mencionados la

actuación del intermediario representante produce sus efectos en forma directa sobre

el interesado como si éste la hubiera realizado personalmente.


"Dicho artificio es fruto de una larga evolución en el pensamiento jurídico, que

viene desde los comienzos del Derecho Romano y todavía se sigue perfeccionando.

El Derecho Romano ignoró casi por completo la representación. En cambio, de ella

se valió de un rodeo, que consistía en la celebración por parte del intermediario de

dos negocios sucesivos en vez de uno: cuando alguien contrataba en interés de otro,

debía actuar en su propio nombre y asumir para sí los efectos del contrato, en vez de

usar el nombre del interesado, que permanecía extraño al negocio; después celebraba

el intermediario un segundo negocio por el cual transfería al interesado los efectos

derivados del primero; entre el tercero que había contratado con el intermediario y

REPRESENTACIÓN

el interesado, no se producía relación jurídica alguna: cada sujeto era para el otro un

tercero en el más exacto sentido de la palabra. Este procedimiento todavía es útil

hoy en ocasiones y es admitido en casi todos los regímenes jurídicos, pero carece

del rasgo más esencial de la representación que es el producir efectos directos para

el interesado; algunos autores lo llaman "representación indirecta" u "oculta" o

"tácita" o "impropia", nombres todos evidentemente inadecuados ("Cette expression

de représentation indirecte dice Popesco Ramniceano en su obra 'De la représentation

dans les actes juridiques en droit comparé, Livr. de jurispr. áncicnne et moderne,

París, 1927, en peut étre qu'un non-sens. En effet, le mont représentation implique

la création d'un lien direct entre deux personnes ou>mieux encoré: entre deux

patrimoines par dessus la tete d'un troisiéme qui reste en dehors du rapport creé. Par

conséquent diré qu'il y a représentation indirecte c'est diré qu'il n'y a pas

représentation du tout"). Mucho mejor es el título de "interposición gestoría"

escogido por Betti, pero se presta a confusiones con la agencia oficiosa. Aquí le

daremos el nombre de "mediación reservada", y al agente lo llamaremos

"intermediario reservado". El rodeo que esto implica, fuera de engorroso, envuelve

el riesgo de que el intermediario reservado conserve para sí los efectos del primer

negocio absteniéndose de celebrar el segundo, o el de que antes de celebrado el


intermediario o el interesado caigan en insolvencia. El primer gran paso de

acercamiento a la representación, logrado por los romanos, consistió en dar por

sobrentendido el segundo negocio, con el cual pudieron otorgarse algunas acciones

extraordinarias, llamadas "acciones útiles", al interesado contra el tercero y a éste

contra aquél, aunque el intermediario también seguía vinculado al tercero. Y el

segundo paso, no ya romano sino muy posterior, en permitir que el intermediario

celebrara el negocio en nombre del interesado, en descubrir los verdaderos autores

jurídicos del negocio, con lo cual ya se consideraba que éste había sido celebrado

por el interesado mismo, las relaciones jurídicas quedaban establecidas directa y

francamente entre el interesado y el tercero, el representante se esfumaba conforme

a su función de simple intermediario, y no había entonces para qué pensar en el

segundo negocio (v. Ripert y Boulanger, Traite, i, lib. gen. de droit et de jurispr.

París, 1956, N° 598). Este fenómeno, que algunos llaman "representación directa",

es el que constituye la verdadera representación. No necesita de adjetivos.

"La representación, tal como la entiende la doctrina más rigurosa (vr. PopescoRamniceano, ob.
cit.; Hupka "La representación voluntaria en los negocios jurídicos",

Rev. D. priv. Madrid 1930; Müller-Freienfels, "Die Vertretung beim Rechtsgeschaft",

Ed. Mohr Tubinga 1955; Ripert y Boulanger 1, N° 596 y ss.; Enneccerus N° 178-

188; Lehmann, N° 36; Betti, ob. cit. N° 70 A 76; Capitant, Introduction, Pédone

París 1927, N° 316 y ss.; Pérez Vives, Teoría general de las obligaciones, Temis

1953, vol 1, N° 42 ss.; Alessandri, T. Vol 1, N° 729 ss.) y tal como la entiende

CONTRATO DE MANDATO

nuestra ley (Código Civil artículos 62,83,288 y ss., 428 y ss., 583,640,748,1505;

Código de Comercio, 356,359,362,436,437; C.J. 240 a 272) es un complemento

al principio según el cual las manifestaciones de voluntad sólo producen efectos

para quien las emite o recibe personalmente. La representación consiste en que los

negocios celebrados por un intermediario (llamado representante) y de manera


general las manifestaciones de voluntad emitidas o recibidas por éste en nombre de

otra persona (llamada representado), producen sus efectos directamente sobre ésta

y no sobre el intermediario.

"Sobra añadir que este fenómeno es completamente distinto de la representación

sucesoral.

"b) Requisitos. Tres exigencias deben cumplirse para que se produzca la

representación:

"I a

. Intervención de la voluntad propia del representante cuando emite o recibe

la manifestación, pues es él quien la emite o recibe, no el representado.

Esta característica distingue el representante de otros colaboradores, simples

auxiliares, que ejercen meras actividades materiales en la celebración de los negocios,

como el anuncio o mensajero y el intérprete (que se limitan a transmitir la

manifestación emanada de otro), el escribiente, el que firma a ruego. No se descarta

que en la emisión o recepción pueda también colaborar, en forma directa o indirecta

y más o menos importante, la voluntad del propio interesado, como sucede cuando

él mismo singulariza el objeto que debe comprar el representante y deja a la decisión

de éste las demás cláusulas del negocio; pero cuando la voluntad del interesado es

excluyente, la obra del intermediario se sale ya del marco de la representación.

"La intervención de la voluntad propia del representante tiene consecuencias

prácticas en el enfoque de los vicios de la voluntad: dado que de ordinario la voluntad

del representado no interviene en la conclusión del negocio celebrado por el

representante ('negocio representativo'), en principio sólo afectan la validez de las

manifestaciones los vicios que padezca el representante, no los que sufra el

representado. Una aplicación legislativa de dicho criterio se halla en el artículo 748

del Código Civil. Si, por ejemplo, el representante elige y compra una casa

determinado por el dolo del vendedor, tanto aquél como el interesado pueden obtener

la declaración de nulidad del contrato, aunque el dolo no se haya ejercido contra el

interesado. Pero también son relevantes los vicios de voluntad del representado
cuando éste colabora en la conclusión del negocio. Por ejemplo, si el representado,

movido por el dolo del propietario de una casa, decide comprarla y da poder a un

intermediario que celebra el negocio, puede obtenerse la declaración de nulidad de

la compraventa aunque el dolo no se haya ejercido contra el representante (Ripert y

CONTRATO DE MANDATO

nuestra ley (Código Civil artículos 62,83,288 y ss., 428 y ss., 583,640,748,1505;

Código de Comercio, 356,359,362,436,437; C.J. 240 a 272) es un complemento

al principio según el cual las manifestaciones de voluntad sólo producen efectos

para quien las emite o recibe personalmente. La representación consiste en que los

negocios celebrados por un intermediario (llamado representante) y de manera

general las manifestaciones de voluntad emitidas o recibidas por éste en nombre de

otra persona (llamada representado), producen sus efectos directamente sobre ésta

y no sobre el intermediario.

"Sobra añadir que este fenómeno es completamente distinto de la representación

sucesoral.

"b) Requisitos. Tres exigencias deben cumplirse para que se produzca la

representación:

"I a

. Intervención de la voluntad propia del representante cuando emite o recibe

la manifestación, pues es él quien la emite o recibe, no el representado.

Esta característica distingue el representante de otros colaboradores, simples

auxiliares, que ejercen meras actividades materiales en la celebración de los negocios,

como el anuncio o mensajero y el intérprete (que se limitan a transmitir la

manifestación emanada de otro), el escribiente, el que firma a ruego. No se descarta

que en la emisión o recepción pueda también colaborar, en forma directa o indirecta

y más o menos importante, la voluntad del propio interesado, como sucede cuando

él mismo singulariza el objeto que debe comprar el representante y deja a la decisión

de éste las demás cláusulas del negocio; pero cuando la voluntad del interesado es

excluyente, la obra del intermediario se sale ya del marco de la representación.


"La intervención de la voluntad propia del representante tiene consecuencias

prácticas en el enfoque de los vicios de la voluntad: dado que de ordinario la voluntad

del representado no interviene en la conclusión del negocio celebrado por el

representante ('negocio representativo'), en principio sólo afectan la validez de las

manifestaciones los vicios que padezca el representante, no los que sufra el

representado. Una aplicación legislativa de dicho criterio se halla en el artículo 748

del Código Civil. Si, por ejemplo, el representante elige y compra una casa

determinado por el dolo del vendedor, tanto aquél como el interesado pueden obtener

la declaración de nulidad del contrato, aunque el dolo no se haya ejercido contra el

interesado. Pero también son relevantes los vicios de voluntad del representado

cuando éste colabora en la conclusión del negocio. Por ejemplo, si el representado,

movido por el dolo del propietario de una casa, decide comprarla y da poder a un

intermediario que celebra el negocio, puede obtenerse la declaración de nulidad de

la compraventa aunque el dolo no se haya ejercido contra el representante (Ripert y

01 REPRESENTACIÓN

Boulanger, T. II, 1957, N° 210 A 218; Betti, ob. cit., pág. 444-446; Cariota Ferrara,

ob. cit. N° 155, pág, 584; Pérez Vives, vol. 1, N° 47).

"No obstante el requisito de la voluntad propia del representante, ya que los

efectos del negocio representativo no lo tocan a él, la ley permite en ciertos casos

que el representante sea menor de edad (Código Civil 2154).

"2a

. Actuación del intermediario en nombre del interesado, con la cual se

revela la intención de que los efectos se produzcan directamente en cabeza de éste.

Es la llamada "contemplatio domini", exigencia tan esencial que a falta de ella tales

efectos recaen únicamente sobre el intermediario (Código Civil 1505 y 2177; Código

de Comercio, 357 y 360, con algunas salvedades para el régimen de quiebras); y

"3a

. Actuación del intermediario con poder, esto es con la facultad de obrar


en nombre del interesado. Si utiliza el nombre de éste pero sin poder o excediendo

los límites del poder, la gestión resulta inoponible al interesado (Código Civil 1505,

2180 y 2188). Hay que detenerse sobre esta facultad, que ha sido oscurecida por las

imprecisiones de algunos textos legales y los embrollos de algunos libros; no falta

quien confunda el poder con el mandato y hay quienes no llegan siquiera a distinguir

el poder de la representación.

"c) El poder. El poder es simplemente la facultad conferida a un intermediario

de actuar en nombre de la persona interesada en la celebración de algún negocio y,

de manera general, en la emisión o recepción de alguna manifestación de voluntad;

o dicho en otros términos, el poder es la facultad de representación. El poder por sí

solo no obliga al apoderado a actuar, apenas autoriza a representar al interesado.

"Dicha facultad puede emanar de la ley o de la voluntad del propio interesado...

Para la representación voluntaria, en cambio, el propio interesado confiere el poder

al representante, en virtud de un negocio jurídico unilateral que se denomina

apoderamiento, o acto de apoderamiento, o procuración... Es aquí, en la

representación voluntaria, donde residen la mayoría de las confusiones doctrinales

e imprecisiones legales atañaderas a la representación, no obstante haberse precisado

estos conceptos casi a cabalidad desde el siglo XIX, desde Laband y Ihering (v.

Hupka, "La representación voluntaria en los negocios jurídicos", Rcv. D. Priv.,

Madrid).

"En la representación voluntaria, la procuración, que es un negocio unilateral y

el poder, que es una facultad, por regla general no se dan solos, sino asociados a

otro negocio jurídico, previo o simultáneo, por el cual el representante y el

representado regulan las relaciones que nacen entre ellos con motivo de la existencia

y ejercicio del poder y el representante se obliga a ejercerlo. Se llama negocio

CONTRATO DE MANDATO

fimdamental o relación fundamental. Puede ser y es en la mayoría de los casos un

mandato, es decir, un contrato por el cual el mandatario se obliga a gestionar uno o

más negocios por cuenta y riesgo del mandante (Código Civil, 2142 y ss.); pero
puede ser también un contrato de sociedad en cuanto se refiere a los gerentes

(suponiendo que a éstos se de el carácter de representantes de la sociedad y no el de

"órganos", que los caracteriza mejor); o un contrato de trabajo, v.gr., el que regula

la actividad del empleado vendedor y las obligaciones recíprocas de éste con el

patrono. Entonces coexisten la procuración, el poder y el contrato fundamental que

se otorgan simultáneamente y se hacen constar en un mismo documento: por eso

los propios autores suelen pensar que sólo han celebrado un negocio. Pero son dos

y no deben confundirse.

"Para distinguir los tres fenómenos con toda nitidez basta pensar en la esencia de

cada cual. Por ejemplo, la procuración o acto de apoderamiento es un negocio jurídico

unilateral del poderdante que sólo crea facultades; mientras que el poder es una

mera facultad; y el mandato un negocio bilateral, un contrato, que no crea simples

facultades sino obligaciones, en especial las del mandatario de obrar por cuenta y

riesgo (pero no necesariamente en nombre del mandante). Puede existir el mandato

sin poder ("mandato no representativo", lo ha llamado la Corte), que sirve de base a

la mediación reservada, o el mandato con poder ("representativo", según el léxico

de la Corte), que sirve de base a la representación pero no por ser un mandato sino

por envolver dos negocios, el mandato y la procuración. Si se quiere ver gráficamente

la diferencia, piénsese en el ejercicio judicial de la profesión de abogado: la

procuración, el negocio unilateral del cliente por el cual confiere al abogado el

poder para un proceso, lo otorga aquél presentando personalmente al juzgado un

memorial que se incorpora al expediente; mientras que el negocio fundamental, el

contrato por el cual el abogado se obliga a representar a su cliente y éste a pagar los

honorarios, se hace constar en un documento privado (ad-probationcm) que el

abogado conserva discretamente en su oficina. La distinción es tan radical que pueden

existir la procuración y el poder desprovistos de todo negocio fundamental: así

ocurre cuando el representado se limita a conferir la facultad de celebrar en nombre

suyo algún negocio al representante sin que éste se obligue a hacerlo ni entre los

dos medie contrato alguno que defina sus relaciones. En suma, la procuración y el
poder son fenómenos diferentes del negocio fundamental y en buen grado autónomo

frente a él.

"Las funciones de aquellos y el negocio fundamental son también diferentes.

Con motivo de la representación se producen dos suertes de relaciones: unas entre

el representado y el tercero (con quien negocia el representante), que constituyen el

mecanismo propiamente dicho de la representación, llamadas relaciones externas;

y otras entre el representante y el representado (obligaciones de prudencia y


REPRESENTACIÓN

diligencia, obligación de ejercer el poder y mantenerse bajo los límites de éste,

obligación de remunerar al apoderado y reembolsarle los gastos, etc.), llamadas

relaciones internas. La procuración y el poder rigen principalmente las primeras,

los vínculos entre el representado y el tercero, la representación propiamente dicha,

mientras el negocio fundamental rige exclusivamente las segundas".

En las ediciones anteriores nos inclinamos por la tesis de que siempre el mandato

es representativo, sea que el mandatario actúe en nombre del mandante ora que

oculte su condición de tal, bajo el entendido de que en ningún evento puede aquél

apartarse de los efectos y cumplimiento del encargo recibido frente al mandante.

Afirmábamos sobre el particular que si el mandatario procede ante los terceros como

si fuera a comprometer su órbita patrimonial, ocultando su verdadera calidad, no

por ello se está apartando de los efectos y cumplimiento del mandato. De tal suerte

que al contratar lo hace en su propio nombre, y frente al mandante está cumpliendo

con la obligación que se deriva del contrato de mandato, cual es la de hacer uno o

varios negocios jurídicos para el mandante. Otra cosa es que los efectos de ese acto,

frente al tercero, se consideren como propios del mandatario, por cuanto a aquél no

se le puede exigir que conpzca, de antemano, la calidad o condición con que está

obrando la persona con quien celebra el negocio. Por eso hay siempre representación

y ésta hay que mirarla con relación al mandante y al mandatario y no respecto de los

terceros. Así, si el mandatario contrata en su propio nombre, en cumplimiento del

mandato conferido, no por ello deja de representar al mandante, quien puede exigir,
luego, el cumplimiento del contrato. Por ejemplo: A da poder a B para que en su

nombre y representación compre un automóvil, de acuerdo a las características y

condiciones señaladas en el mandato; B mandatario compra a C el automóvil, pero

B no se presenta frente a C como mandatario de A, sino como parte interesada. Pues

bien: B está obligado, con respecto a A, a entregarle el automóvil adquirido en

cumplimiento del mandato, por efectos de la representación.

También decíamos: el artículo 2177 del Código Civil sólo sirve para advertir los

efectos de la gestión cuando se hace a título personal por el mandatario, esto es, no

obligando a los terceros frente al mandante. La contratación en su propio nombre es

representativa, por cuanto está cumpliendo con el mandato, y bajo los efectos

anotados de poder exigir el mandante, el cumplimiento del contrato a pesar de haber

ocultado respecto a terceros la calidad de tal. Por el hecho de que el mandatario

contrate en su propio nombre, no por eso deja de representar, indirecta o tácitamente,

al mandante. Lo que el artículo 2177 pretende señalar es la incidencia de la gestión

frente al tercer contratante.

Concluíamos: por eso es pertinente establecer que cuando el mandatario gestiona

a nombre del mandante, comprometiendo frente a terceros la órbita patrimonial de

CONTRATO DE MANDATO

333. Precisiones

1) Es consensual. Por regla general el mandato es consensual. Basta el acuerdo

expreso o tácito sobre la gestión que se encarga, entre el mandante y el mandatario,

para que se perfeccione. Desde el Derecho Romano, el mandato figuraba entre los

contratos eminentemente consensúales; cuando un amigo prestaba a otro un servicio,

se entendía, por ese solo hecho, que había mandato.

Así lo establece nuestra carta civil, cuando en el artículo 2149 dice: "El encargo

que es objeto del mandato puede hacerse por escritura pública o privada, por cartas,
CARACTERÍSTICAS

verbalmente o de cualquier otro modo inteligible, y aun por la aquiescencia

tácita de una persona o la gestión de sus negocios por otra".


El poder, como facultad expresa de representación, requiere en casos

excepcionales de determinada solemnidad:

a) Cuando el contrayente ausente constituye apoderado especial ante notario

público para la celebración del matrimonio. Debe hacerlo mediante poder escrito y

revocable (artículo I o

, Ley 57 de 1990).

b) El mandato general, o sea, aquél que encierra el encargo de todos los negocios

del mandante, requiere que se constituya por escritura pública, en atención a la

magnitud del poder que se confiere, en donde no sólo hay facultades administrativas,

sino también dispositivas. i

c) El que se le otorga a un abogado para la representación judicial. En este caso

requiere de un memorial dirigido al juez donde se ventile el proceso con autenticación

de la firma del poderdante mediante comparecencia personal ante el secretario de

cualquier despacho judicial o ante notario de cualquier círculo.

Se ha discutido mucho si el poder para vender bienes raíces requiere de escritura

pública. La Corte Suprema de Justicia, hasta el 4 de septiembre de 1958, sostenía

que si era necesaria la escritura pública, cuando se trataba de un mandato para enajenar

inmuebles. A partir de esa fecha, por fortuna, cambió la jurisprudencia sosteniendo

lo contrario y es así como expuso, en sentencia del 4 de septiembre de 1958 (Gaceta

Judicial LXXXIX), lo siguiente: "No es menester que el poder para enajenar

inmuebles conste por escritura pública; de modo que su ausencia no determina falta

de los requisitos para el valor del acto ni que el consentimiento del vendedor se

haya dejado de expresar en debida forma, ni que, en consecuencia, deba considerarse

ineficaz la venta en que se haya actuado por medio de apoderado constituido por

documento privado autenticado ante un funcionario público". De esta manera, como

conclusión de este fallo, que ha sido reiterado en sentencia de 29 de mayo de 1959

y 8 de febrero de 1960, la Corte exige, para la eficacia del poder para la venta del

inmueble, un documento sin revestir la solemnidad de la escritura pública.

2) Es unilateral Cuando en el mandato no hay remuneración en favor del


mandatario, o sea que adquiere carácter gratuito, se convierte el contrato, por ese

mismo efecto, en unilateral, ya que no genera obligaciones sino para el mandatario,

quien se encarga de la gestión sin que surjan obligaciones, al celebrarse el contrato,

para el mandante, quien tan solo, como consecuencia posterior del mandato, estará

obligado, de acuerdo con lo establecido en el artículo 2184 del Código Civil, a

proveer al mandatario de lo necesario para la ejecución del mandato, a pagarle los

CONTRATO DE MANDATO

gastos razonables causados por la ejecución de la gestión, y a indemnizarle de las

pérdidas en que haya incurrido sin culpa y por causa del mandato.

3) Es bilateral. Si el mandato es remunerado se entiende que es bilateral, ya

que al momento de surgir válidamente el acto jurídico, nace una obligación también

esencial y concomitante para el mandante: de pagar la prestación pactada.

En el Derecho Romano el mandato era esencialmente gratuito. Don Andrés Bello,

al elaborar el proyecto del Código Civil chileno (artículo 2289), consagró el doble

carácter del mandato, diciendo: "El mandato puede ser gratuito o remunerado... La

remuneración (llamada honorarios), es determinada por la convención de las partes,

antes o después del contrato, por la ley, o la costumbre o el juez". O sea, con excepción

de los vocablos "llamada honorarios", corresponde al artículo 2143 del Código

Civil. Pues bien: al introducir Bello esa doble característica al mandato, siguió a los

redactores del Código Civil francés, quienes en el artículo 1986 establecieron el

principio de gratuidad en el mandato, pero permitiendo las convenciones en contrario.

Una gran corriente moderna de autores se inclina por considerar el mandato

como remunerado, particularmente en nuestro medio, fundándose en el artículo

2143 ya citado y el artículo 2184, que impone la obligación al mandante de pagar

una remuneración estipulada o usual. Algo más: la consideración personal en el

mandato, modernamente, ha ido desapareciendo para dar curso a la representación

de negocios ajenos, sin detenerse en la persona del mandatario, lo que implica

obviamente un interés para éste: la remuneración por la gestión. Eso refleja que el

mandato ha perdido su característica inicial: la gratuidad, para convertirse en un


contrato particularmente remunerado. La Corte Suprema sigue considerando el

mandato como "intuitu personae" (sentencia de 17 de noviembre de 1970).

4) Conmutativo. Cuando el mandato es remunerado, por regla general es

conmutativo, por cuanto el mandatario conoce al celebrarlo, cuál es el valor de su

remuneración, o sea, que de antemano sabe qué utilidad o pérdida va a tener en la

realización del mandato. Pero puede darse el caso de que el contrato sea aleatorio

como cuando un abogado se compromete a realizar una gestión judicial o

extrajudicial, recibiendo como posibles honorarios una parte de las utilidades,

llamada comúnmente "cuota litis", entendiéndose que, si no es posible ningún

resultado favorable, perderá todos los actos ejecutados en cuanto hace a su interés

de recibir remuneración por su gestión profesional.

5) Es principal. No requiere de otro contrato para existir. Tiene vigencia propia.

6) Es nominado. Tiene su calificación, denominación y desarrollo en el

Código Civil.
CONSENTIMIENTO

« i tai. BXO , >i > CONSENTIMIENTO

334. Consentimiento del mandante

El mandante puede expresar su voluntad en forma expresa o tácita, porque así lo

preceptúa el artículo 2149 del Código Civil cuando permite que la declaración del

mandante pueda ser recogida bien en escritura pública o privada, por cartas,

verbalmente... o por cualquier otro medio de comunicación, que, en síntesis, constituya

un consentimiento expreso, el cual se contrapone al tácito, que no encierra una

declaración directa del mandante, sino que se supone al aceptar una gestión de un

tercero en su nombre y con su consentimiento, pero sin desconocerlo o desautorizarlo,

o como dice el artículo'2149 del Código Civil "con la aquiescencia tácita de una

persona a la gestión de sus negocios por otra", como cuando, a vía de ejemplo, una

persona vende a nombre de otra y en su presencia un bien de propiedad de ésta, sin

que exprese contrariamente su voluntad por ese negocio. En el fondo no es otra cosa

que una aceptación de la gestión, pero sin existir o mediar orden expresa. Todo esto
sirve para ratificar lo dicho anteriormente sobre el carácter consensual del contrato de

mandato, con las excepciones consignadas, para el otorgamiento del poder respectivo.

335. Consentimiento del mandatario

El consentimiento del mandatario está revestido bajo la forma de aceptación,

bien expresa, bien tácita; cuando esto ocurre, el mandato se reputa perfecto (artículo

2150).

La aceptación expresa consiste en la voluntad exteriorizada de manera inequívoca

de realizar la gestión que le encarga el mandante. La aceptación tácita se aprecia

cuando "hay acto en ejecución del mandato" (artículo 2150).

Sin embargo, exigiendo el artículo 2150 una aceptación, expresa o tácita, el

Código Civil consagra una excepción, establecida en el artículo 2151, cuando el

silencio del mandatario se mira como una aceptación.

Esto es, el mismo silencio es el que constituye el elemento de aceptación. Claro

está que para que el silencio produzca los efectos señalados se requiere: a) Que la
CONTRATO DE MANDATO

604

persona pretendida mandataria, se encargue de negocios ajenos, como profesión u

oficio, b) Que se le formule, claramente, una gestión por persona ausente, y c) Que

transcurra un término razonable, o sea el necesario para comunicar su aceptación o

rechazo de la gestión, sin expresar su voluntad sobre el encargo. Si rechazare el

encargo, deberá tomar las providencias conservativas urgentes que requiera el

negocio, que de esa manera se le encomienda, bajo los efectos de responder de los

perjuicios que sobrevengan por esa omisión. No hay mandato; empero, quien recibe

el encargo estará obligado a adoptar las medidas de conservación.

Como aspecto principal, la aceptación por parte del mandatario, ya sea expresa o

tácita, o por medio del silencio, vincula a las partes contractualmente, por cuanto se

entiende que el mandato se reputa perfecto. De ahí que el artículo 2150 del Código

Civil, en su inciso final, señale que: "Aceptado el mandato no podrá disolverse el

contrato, sin mutua voluntad de las partes". Esto es, los efectos propios del mandato,
puestos en consideración frente al mandante o mandatario, no son otros que el no

poder disolverse los vínculos contractuales sino de común acuerdo entre las partes

otorgantes; cualquier acto unilateral no es otra cosa que la separación del cargo o de

la gestión, lo cual no destruye las relaciones existentes entre el mandante y el

mandatario dentro de la* órbita interna del mandato. Por eso, a nuestro juicio, la

contradicción que muchos autores pretenden señalar al inciso final del artículo 2150

y los numerales 3o. y 4o. del artículo 2189, es totalmente aparente, sin contenido de

fondo.

Es fácil explicar y sostener, con fundamento, que tanto el mandante como el

mandatario, pueden por revocación o renuncia, respectivamente, ponerle fin a la

gestión encomendada. Eso es evidente, por el carácter personal del mandato; de ahí

que sí se pueda romper la facultad concedida unilateralmente. Es un acto indicativo

del querer de cualquiera de las partes, pero enfocadas desde un aspecto externo, es

decir: cuando el mandante revoca el mandato, o el mandatario renuncia a él, esa

manifestación de una sola parte no produce efectos sino frente a terceros; en otras

palabras, externamente, que ejecutadas entran a producir efectos entre ellas, y que a

pesar de ese acto unilateral no disuelve el mandato sino hasta cuando se produzca el

asentimiento de la otra parte. En síntesis, ni la renuncia ni la revocación hacen

perder los efectos internos del mandato, que solamente pueden concluir bajo

supuestos, por mutua voluntad de las partes.

Tampoco es exacto, por las razones expuestas, el planteamiento que sobre este

tema hace Valencia Zea, cuando sostiene: "No existe inconveniente en afirmar que

el artículo 2189, numeral 3o

, se refiere a los casos en que el mandatario no ha ejecutado

el encargo y que el tercer párrafo del artículo 2150 dice relación a los casos en que

el mandato se ejecutó mediante celebración del respectivo negocio representativo.

CONSENTIMIENTO

En efecto, si el mandatario ejecutó el mandato, la revocación del mandante carece

de eficacia para destruir los efectos del mandato. Lo cierto, en todo caso, es que
antes de la ejecución del encargo puede revocarse libremente el mandato". Resalta

a la vista, según el aparte transcrito, que el distinguido profesor pretende diferenciar

dos momentos: cuando el contrato se ha ejecutado, y cuando el mandato no se ha

empezado a ejecutar o cumplir; para uno y otro caso señala consecuencias distintas,

a saber: si el mandato no se ha ejecutado, se puede dar por terminado unilateralmente;

en cambio, si ya se ha ejecutado el mandato, la revocación carece de eficacia.

Incorporando los puntos señalados anteriormente, sobre nuestra posición en torno

a esta materia, como argumentos para apartarnos de la presentación de Valencia

Zea, solamente tendríamos que agregar, como observación: ¿qué sucede si se ha

ejecutado parcialmente la gestión, y las partes de común acuerdo consienten en

poner fin al contrato? ¿Puede o no disolverse el mandato? La respuesta es afirmativa,

por tanto contraria a los presupuestos enunciados por tan eminente tratadista, por

una manifiesta razón: el mandato, en cualquier momento, se puede disolver hayase

o no ejecutado; pero requiere, para que produzca efectos entre las partes, del mutuo

acuerdo. Por eso, no existe contradicción entre las dos normas citadas sino un

complemento necesario.

El Profesor Miguel Betancourt Rey, en sus Conferencias de Civil Primero,

segunda parte, Universidad Nacional, 1962, sostiene que no existe la contradicción'

en los dos textos, por cuanto el artículo 2150 se refiere al mandato y el 2189 a la

procuración. Dice Betancourt Rey: "Según el inciso tercero del artículo 2150

"aceptado el mandato no podrá disolverse el contrato sino por mutua voluntad de

las partes". Pero según el artículo 2189 numeral 3o

, el mandato termina "por la

revocación del mandante" (con frecuencia se oye entre nuestros juristas la expresión

de que "el mandato es esencialmente revocable" y algo semejante dice el artículo

2191 del Código Civil). No hay contradicción entre los dos artículos. La

contradicción, si la hay, es simplemente de terminología; lo que ocurre es que el

artículo 2150 se refiere al contrato de mandato, mientras que el 2189 numeral 3o

, se
refiere a la procuración, que sí es esencialmente revocable".

La Corte Suprema de Justicia, en sentencia de 17 de noviembre de 1970, consideró

que sí hay contradicción en los dos textos, dando prevalencia al artículo 2189 sobre

el 2150. Dijo la Corte:

"1. Las formas de terminación de un mandato son diversas. Además de las

especiales que enumera el artículo 2189 del Código Civil, existen las que de modo

general establece el artículo 1602 ibídem, esto es, el mutuo consentimiento de los

contratantes, y "las causales legales".

6CONTRATO DE MANDATO j

"2. El artículo 2150 del mismo Código, al disponer que "aceptado el mandato no

podrá disolverse sino por mutua voluntad de las partes", reafirma la aplicabilidad a

este contrato del preindicado artículo 1602, es decir, pregona la necesaria terminación

convencional. Sin embargo, el artículo 2189 ibídem, en los numerales 3o

y 4o

señala

dos casos en que el mandato termina por la sola voluntad de una de las partes: la

revocación del mandante (num. 3o

) y la renuncia del mandatario (num. 4o

).

"Basta la confrontación de los preceptos mencionados para comprender que son

contradictorios. Los dos primeros incisos del artículo 2150 del Código Civil

colombiano son idénticos a los del 2124 del Código chileno; el tercero es diferente

en tales estatutos, pues en este último apenas se otorga al mandatario la facultad de

retractarse, sin exigir, como lo hace el colombiano, la voluntad del mandante y

mandatario para la disolución del contrato. Esto último no aparece en ninguno de

los proyectos de don Andrés Bello: antes bien, el tercer inciso del artículo 2124 del

Código chileno es igual al 2293 del llamado "proyecto inédito".

"3. Por consiguiente, en el Código chileno no existe la contradicción que se

observa entre los numerales 3o


y 4o

del artículo 2189 y el tercer inciso del 2150 del

Código colombiano, la,cual por cierto aspecto es indudable, aunque Fernando Vélcz

la califica de aparente, diciendo que el artículo 2150 se aplica a las relaciones

contractuales que surgen entre mandante y mandatario, al paso que "la autorización

de representar al mandante debe tener derecho éste de resolverla cuando quiera,

pues su voluntad debe prevalecer sobre la del mandatario...". Y más adelante

concluye: "En suma, nada puede impedir que el mandante revoque el mandato cuando

quiera, ni que el mandatario lo renuncie cuando se le ocurra, porque esto implica

que el mandante no quiere que lo represente, o que el mandatario no quiere

representarlo. Pero esta revocación de la facultad de representar ante terceros al

mandante y el mandatario, derechos y obligaciones que por no ejercerse el mandato,

generalmente se reducen a indemnización de perjuicios, porque se trata de obligación

de no hacer (artículo 1612), es decir, de no revocar o de no renunciar el mandato

cuando se ha estipulado en el contrato que aquél no se pueda revocar o renunciar"

(Tomo VIII, N° 198, pág, 137,2a

Ed.)".

"4. La naturaleza jurídica del mandato, contrato que por ser "intuitu personae"

se basa fundamentalmente en la confianza que el mandante dispensa al mandatario

(artículo 2142 del Código Civil), explica que respecto de su terminación no solamente

está ubicado dentro del régimen general que el artículo 1602 ibídem establece para

todos los contratos sino que también, como una excepción a dicho régimen, puede

terminar por la sola voluntad de una de las partes (artículo 2189, num. 3o

ibídem),

esto es, por revocación (XV, pág. 8a

XLIX, pág. 548). También puede terminar

unilateralmente por renuncia del mandatario (num. 4o. ibídem). La revocabilidad

606CONSENTIMIENTO

es de la esencia del mandato. En consecuencia, en cuanto el inciso 3o


del artículo

2150 establezca real o aparentemente lo contrario debe darse preferencia a los

artículos 2189, nums. 3o

y 4o

, 2190 y 2192, por ser normas posteriores (artículos 2o

y 3o

Ley 153 de 1887) lo que lleva a concluir que el mandato siempre puede terminar

por revocación o renuncia. Esa terminación, desde luego, sólo viene a consumarse

y a producir sus efectos a partir del momento en que el mandatario tuvo noticia de

la revocación (artículo 2191) o el mandante de la renuncia y en tal virtud pudo este

"proveer a los negocios encomendados", so pena en este último caso de tener que

indemnizar al mandante los perjuicios que le cause con una renuncia intempestiva

(artículo 2193). Además, cuando se produce la terminación del mandato por

cualquiera de los dos modos indicados, no por ello desaparecen los derechos y

obligaciones válidamente surgidos mientras el contrato estuvo vigente ni la

responsabilidad consiguiente al incumplimiento de estos últimos. (LV, pág. 544)".

"Por último conviene agregar que hay lugar a indemnización de perjuicios si el

mandante incurre en abuso de su derecho de revocar el mandato (Josserand-Cours,

Tomo II, N° 1424, pág. 772, 2a

Edic. Res. Sirey, París, 1933)".

"La Corte ha dado prevalencia a lo dispuesto en los artículos 2189, num. 3o

2190 y 2191 del Código Civil; con relación al tercer inciso del artículo 2150 ibídem,

al aceptar siempre la revocabilidad del mandato (XIV, pág. 185, XXXVI, pág. 337,

IV, pág. 492, LXVII, pág, 765)".

336. Aspecto probatorio del consentimiento

El mandato, en sí mismo, puede ser acreditado por cualquier medio probatorio

idóneo, bajo la noción fundamental de que es eminentemente consensual. Sin

embargo, cuando el poder, como facultad de representación, requiere ser extendido


en escritura pública o en otro documento, no se debe separar la suerte probatoria del

mandato a la del poder. En otras palabras: conferida la representación, mediante la

solemnidad exigida por la ley, y se quiere acreditar el contrato de mandato, o sea el

acuerdo de las partes para la gestión de uno o varios negocios, debe acompañarse,

también, la prueba del poder, porque resultaría incompleta la probanza sobre el

particular. Alegar el mandato, sin acreditar el poder es romper la armonía probatoria

sobre el particular. Así, por ejemplo, cuando un abogado pretende demostrar que

celebró un contrato de mandato, específicamente para atender un pleito, debe aportar,

además de los hechos que rodearon el convenio y los términos del negocio, la prueba

del poder que le fuera conferido para la representación judicial. Esto ocurre, con

idéntico contenido conceptual, cuando una persona pretende alegar haber recibido

un mandato general. La prueba de éste debe estar acompañada con la del poder, esto

es, con la escritura pública respectiva. Y si se pretende probar la facultad de CONTRATO DE


MANDATO

608

representación general, debe presentar un certificado de vigencia del poder, otorgado

por el Notario Público ante el cual se corrió el instrumento correspondiente. Este es

un aspecto, más bien, de conveniencia práctica, por cuanto es la forma de saber que

el mandatario todavía tiene facultad para comprometer jurídicamente al mandante

en la declaración de voluntad que pretende emitir.

Entonces, las condiciones y alcances del mandato, en sí, pueden probarse de

cualquier manera, de conformidad con los principios probatorios sentados en el

Código de Procedimiento Civil. Hay, pues, libertad comprobatoria. Inclusive, se

puede acreditar por medio de testigos, sean cuales fueren las circunstancias que

rodeen el negocio.

Sirve de fundamento jurídico para sostener lo anterior:

a) El artículo 2149 al decir que "el encargo que es objeto del mandato puede

hacerse por escritura pública o privada, por cartas, verbalmente o de cualquier

modo inteligible, y aun por la aquiescencia tácita de una persona o la gestión


de sus negocios por otra", está abriendo un compás comprobatorio extraordinario,

reflejando, así mismo, el interés del legislador de excluir el mandato de cualquier

restricción de índole probatoria.

b) Los antecedentes de la norma también sirven de respaldo a la conclusión

que hemos sentado: el artículo 2149 preindicado corresponde al 2123 del Código

Civil chileno, pero sin la parte final de esta norma que textualmente preceptúa:

"Pero no se admitirá enjuicio la prueba testimonial sino de conformidad a las reglas

generales, ni la escritura privada cuando las leyes exijan un instrumento auténtico".

Es decir, nuestro legislador prescindió, a conciencia, de la segunda parte del artículo

comentado con el fin de dejar el campo abierto para acreditar, por cualquier medio

idóneo, el contrato de mandato.

Estas mismas consideraciones se podían hacer, antes, bajo la vigencia de la Ley

153 de 1887, artículo 91.

CAPACIDAD

337. Generalidades

Es sabido, como ha quedado estudiado, que el artículo 1502 del Código Civil

consagra la capacidad como requisito para que la declaración de la voluntad sea

válida. Entonces en el mandato se exige, del mismo modo, la capacidad como

requisito de este contrato pero bajo efectos diferentes, como lo veremos más adelante,

del mandante y del mandatario. CAPACIDAD

NIUI lortcA

338. Capacidad del mandante

Por constituir el mandato gestión o gestiones que van a comprometer la órbita

patrimonial del mandante, es obvio que se requiera la capacidad legal y plena de

éste. Al encargar una gestión o varias gestiones está comprometiendo su patrimonio,

su interés, su responsabilidad, como si fuera un acto celebrado directamente por él,

ya que el mandatario no hace otra cosa que emitir declaración de voluntad por su

cuenta, aunque ante tercero obre en su propio nombre. Si todo esto es así, es fácil

entender que se requiera de la capacidad absoluta del mandante, según las reglas
que informan este requisito para todo negocio jurídico o convención.

339. Capacidad del mandatario

No opera el mismo criterio frente a la capacidad del mandatario. Este no hace

otra cosa que contratar para otro; luego, no se puede decir lo mismo en cuanto hace

a la capacidad del mandatario. Claro está, que en principio, el mandatario debe ser

capaz, porque él también emite una declaración de voluntad al celebrar el contrato

con el mandante. Pero el Código Civil ofrece un aspecto contrario, ya que el artículo

2154 conviene en la constitución de un mandatario incapaz, tratándose de un menor

no habilitado de edad. Sin embargo, la Ley 27 de 1977 derogó la figura de la

habilitación de edad. Lo referente a la mujer casada también está derogado, de

conformidad con lo establecido en la Ley 28 de 1932.

Por eso, es importante estudiar este aspecto de la condición del menor frente a

dos situaciones que pueden, según los efectos del mandato, presentarse: a) Frente a

terceros, y b) Frente al mandante y al mandatario.

a) Cuando el menor contrata con un tercero a nombre del mandante, los actos

son válidos, y en consecuencia, producen plenos efectos entre el mandante y el

tercero, esto es, actúa el menor mandatario a nombre del mandante dentro de los

límites del mandato.

b) El contrato celebrado entre el mandatario menor y el mandante, produce plenos

efectos. Como secuela de ello, la relación jurídica es válida y compromete el interés

del mandante. ¿Pero qué ocurre si el mandatario menor se extralimita en el ejercicio

del mandato? Aquí la responsabilidad general del contrato sufre una variante: el

mandatario menor no responde frente al mandante, sino hasta concurrencia del beneficio

obtenido, de acuerdo con los principios sentados en el artículo 1747 del Código Civil.

Y si el menor obra en su propio nombre se vincula directamente frente al tercero.

Toda excepción a la capacidad de contratar tiene, en resumen, un fundamento

serio: el mandatario no es otra cosa que un simple instrumento del mandante, cuando
CONTRAT O D E MANDAT O

obra en su nombre, como expusimos anteriormente, al quedar comprometida su


esfera jurídica por la gestión. El mandatario no se obliga frente al tercero; lo hace a

nombre del mandante, salvo que actúe directamente, ocultando su calidad de tal, en

cuyo evento tendríamos que remitirnos a los principios generales de la capacidad.

OBJETO

340. Concepto

El contenido de la declaración de voluntad, o sea, el propósito de la gestión,

constituye el objeto del mandato. Por eso, resulta importante precisar que el contenido

de la declaración de voluntad tiene que versar sobre la ejecución de actos jurídicos

y no sobre actos materiales. Así lo ha entendido la Corte Suprema de Justicia, cuando

lo ha expresado: "La Corte en numerosas providencias ha reafirmado el concepto

de que en el mandato, el mandatario precisamente ejecuta o ha de ejecutar actos

jurídicos y no meros actos materiales, que es lo que por su lado caracteriza el

arrendamiento de servicios. El mandatario procede en el lugar y nombre del

mandante... Nuestra jurisprudencia tiene establecido claramente cómo los dos

contratos de que se viene hablando deben distinguirse y cuan fácil es hacerlo, parando

mientes en el mandato, en contraste con el arrendamiento de servicios implica

necesariamente la representación al punto de figurar como elemento esencial de su

definición misma (artículo 2142) el que la persona encargada de la gestión se haga

cargo de los asuntos respectivos por cuenta y riesgo de aquella que la ocupa".

ti

De esa manera, no constituyen mandato:

a) Los actos materiales, los cuales se regulan por normas especiales, bien del

arrendamiento de servicios, bien del contrato de trabajo.

b) El negocio que sólo interesa al mandatario, se tiene como mero consejo que

no produce los efectos propios del mandato (artículo 2145 del Código Civil). Nuestro

legislador omitió la parte final del artículo 2119 del Código Civil chileno, que señala:

"Pero si este consejo se da maliciosamente, obliga a la indemnización de perjuicios".

Al excluir esta parte, nuestro Código Civil dejó regulado este punto por los principios

de la responsabilidad civil extracontractual, de que se tratan los artículos 2341 y


siguientes.

c) La simple recomendación de negocios ajenos. En este caso, corresponderá al

juez, mediante el estudio de las circunstancias, decidir si la recomendación tiene un

contenido de mandato. En caso de duda, se tendrá como recomendación (artículo

2147 del Código Civil).


OBJETO

d) La ejecución de un mandato nulo, pero de buena fe; v. gr., cuando se ha

conferido mandato a dos personas para que obren conjuntamente y una sola procede

(artículo 2153 del Código Civil).

De acuerdo con el artículo 2148, el mandatario que se excede de los límites

del mandato por una necesidad imperiosa se convierte en agente oficioso. La

misma calidad adquiere cuando el mandatario ejecuta de buena fe un mandato

nulo.

341. Intereses en el objeto del mandato

El negocio que constituye el objeto del mandato puede reflejar distintos intereses.

. Que interese al mandante y al mandatario, conjuntamente.

. Que interese sólo al mandante.

. Que interese al mandante y a un tercero.

. Que interese al mandatario y a un tercero.

o
. Que interese al mandante, al mandatario y a un tercero.

. Que interese solamente a un tercero.

Si el mandante obra sin el consentimiento del tercero, se producirá entre estos

dos un cuasicontrato de agencia oficiosa, (artículo 2146 del Código Civil).

342. Clases de mandato

El mandato se puede clasificar en dos grandes grupos, según sea el número de

personas que intervienen: «

. Mandato individual: cuando una persona es el mandante y una persona

es el mandatario.

. Mandato plural o colectivo: se presenta cuando son dos o más los

mandantes o los mandatarios (artículo 2152 del Código Civil).

En tratándose de pluralidad de mandantes, no ofrece ninguna complicación,

por cuanto se entiende que el encargo no es conferido por una persona, sino por

varias; simplemente opera un fenómeno de gestión a nombre de dos o más

personas.

Sinembargo, no tiene la misma sencillez al tratar de pluralidad de mandatarios;

ya que ahí nos encontramos con diferentes situaciones, a saber:


CONTRATO DE MANDATO

a) Mandato conjunto: cuando se le confiere poder a dos o más personas, y

se les prohibe actuar, en relación con la gestión encomendada, separadamente (parte

final del artículo 2153 del Código Civil).

b) Mandato solidario: cuando se le confiere poder a dos o más personas, y

éstas pueden actuar separadamente, pero en cumplimiento de la gestión total.


c) Mandato divisible: cuando al constituirse dos o más mandatarios, pueden

dividir entre sí la gestión bien por autorización ora por el silencio al conferirse el

mandato (artículo 2153 del Código Civil).

d) Mandato sustitutivo: cuando al conferirse el mandato a varios mandatarios,

se señala el orden o la forma en que deben actuar a falta de cualquiera de los

principalmente señalados. Sobre este punto tendremos oportunidad de tratar más a

espacio cuando tratemos la delegación en el mandato.

. Según sea la gestión: que se encargue, el mandato puede ser: a) especial y

b) general (artículo 2156 del Código Civil).

a) Mandato especial: Cuando se confiere bien a una o más personas, por

una o más personas, para uno o varios negocios determinados.

b) Mandato general: Cuando se confiere a uno o más mandatarios por uno o

más mandantes, para todos los negocios, salvo las excepciones ya conocidas y

enunciadas. Ya habíamos dicho que el mandato general debe constar en escritura

pública, y no de manera simple, sino bajo el señalamiento de todas las gestiones que

se encargan al mandatario. No basta con decir que se confiere poder general. Se

requiere algo más: consignar y relacionar en la escritura correspondiente los actos

generales encargados al mandatario.

343. Responsabilidad del mandatario

El artículo 2155 del Código Civil fija la responsabilidad del mandatario cuando

estipula: "El mandatario responde hasta de la culpa leve en el cumplimiento de su

encargo". Esta responsabilidad se extiende tanto al mandatario remunerado como

al gratuito, al señalar, el inciso segundo del citado artículo: "Esta responsabilidad

recae más estrictamente sobre el mandatario remunerado".

Como puede apreciarse, el inciso 2o. reglamenta una excepción al principio

general de responsabilidad consignado en el artículo 1604, ya que en el mandato

gratuito, que sólo interesa al mandante, el mandatario responde de la culpa leve,


cuando, en verdad, debería responder, de acuerdo con ese precepto, de culpa lata al

interesar únicamente al mandante. Por eso, la aplicación de la responsabilidad del

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