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El Aikido y "los Aikidos"

Nobuyoshi Tamura (Shihan 8º Dan de Aikido)


Tomado de la Revista de la Federación Europea
de Aikido No. 07 de 1979
Traducción: Manuel Fernández

Hoy en día cualquiera de nosotros puede ver en el


supermercado, en un restaurante o sobre una tumba, e
incluso en las iglesias, flores artificiales.

Dichas flores son fabricadas tan delicadamente que a


veces podemos confundirlas con las verdaderas flores; son
prácticas, no necesitan sol ni agua, son eternas y por largo
tiempo una alegría para los ojos.

Sin embargo, no puedo soportar tales flores cerca de mí.


Sin duda porque no tienen verdadera vida. Son todas
parecidas, ninguna difiere de la otra, ninguna yema que
contenga vida, sin brotes, sin perfume y, cuando llega el
otoño, no hay semillas, ni hojas amarillentas o rojizas.
Estas ni siquiera caen. Es la inmovilidad y, a pesar de la
belleza de colores y formas, la impresión que se
experimenta es la de un mundo muerto.

Por contra, cerca de las flores verdaderas, frágiles,


efímeras, cambiantes, jamás estables, sentimos el flujo de
una vida eterna. Flores desaparecidas, hojas caídas en el
suelo húmedo del otoño, el silencio inmóvil del invierno,
sabemos que ahí, hay una promesa de vida, la vuelta de la
primavera.

Las flores artificiales, tan bellas, tan parecidas a las


verdaderas, que han requerido para su fabricación tanta
imaginación y talento, no serán nunca verdaderas flores.
Esas flores llevan consigo la tristeza eterna, el pesar de
una vida que no hemos sabido, que no sabemos darles.

El Maestro Ueshiba falleció en 1969, hace diez años. Pero


su imagen está siempre presente ante mis ojos. Todavía le
veo, sonriente, yendo y viniendo, enseñando.

Diez años es poco tiempo, sin embargo ¿qué es lo que


vemos?, ¿qué es lo que oímos?. Cuantos dicen: "mi Aikido
es el verdadero Aikido", "mi Aikido es la evolución moderna
del Aikido", "Yo enseño Aikido". Surgen escuelas pero...
¿de dónde vienen?
Confieso que no lo comprendo, que éste fenómeno no me
entra en la cabeza.

Sin embargo, el Aikido, todos los Aikidos, provienen de una


semilla plantada por O'Sensei. Si son tan diferentes es, sin
duda, porque no todos crecieron en la misma tierra, porque
no han recibido el mismo sol, eso es lo que explicaría su
diferente color, su aroma más o menos intensa, pero de
todas formas se trata de Aikido nacido de la misma
especie, de la misma familia.

Sin embargo, a veces, llamamos Aikido a una flor que no


ha surgido de la misma familia de flores. Por ejemplo, en
Francia y Bélgica se llama "achicoria" a dos plantas
totalmente diferentes. Esto es todavía aceptable, y se
explica por el hecho de que los hombres pueden confundir
las palabras y dar, así, una falsa denominación sin graves
consecuencias.

Pero si alguien dice que un tulipán artificial es de la misma


familia que un verdadero tulipán y que, en consecuencia,
hay que catalogarlo al lado de éste, esto resulta
inaceptable.

Un falsificador que imita el cuadro de un gran maestro


comete una falta que no obstante, no es la misma que la de
quien quería hacer creer que la flor artificial es una
verdadera flor. En la flor real hay vida, por el contrario la
otra está sin vida.
Este tipo de falta es un ataque a la divinidad, una
blasfemia.

Por otro lado, aquel que pretende aprender Aikido en un


libro o con una filiación, o aún más, gracias a su
imaginación que le permite inventarse un movimiento, y
que después recibe dinero por su enseñanza, éste debe
saber que en su Aikido no hay ni rastro de la herencia de
O'Sensei, no hay la vida que el Maestro ha transmitido. Es
un Aikido artificial. Percibir dinero y engañar a la gente en
este asunto es, creo, un acto criminal.

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