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Poesía

EL SILENCIO DE CLAUDIO
El silencio de Claudio
ENRIQUE GIORDANO
(Escritos post mortem)

.
En estado de memoria POESÍA

Editorial Cuarto Propio


El nombre de la presente colección de poesía fue tomado del libro homónimo
de la escritora argentina Tununa Mercado.

El silencio de Claudio
© ENRIQUE GIORDANO
Inscripción Nº 000.000
I.S.B.N. 978-956-260-000-0
© Editorial Cuarto Propio
Valenzuela Castillo 990, Providencia, Santiago
Fono/fax: (56-2) 27926520
Web: www.cuartopropio.cl

Producción general y diseño: Rosana Espino


Fotografía del autor:
Impresión: MAVAL

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE


1ª edición, marzo de 2014
Queda prohibida la reproducción de este libro en Chile
y en el exterior sin autorización previa de la Editorial.
A mis dos amigos argentino-uruguayos que en ese horrible mayo de
2005 me salvaron la vida. Aunque no los conozco ni creo posible que
lleguemos a conocernos , nunca había sentido tanta cercanía ni había
logrado una comunicación tan profunda. Gracias a ellos terminé este
pequeño libro (ellos podrán comprender hasta lo que he omitido de
estas páginas). No hay palabras para expresar tanta gratitud. Espero
que esta muestra, como sea, les llegue sea donde sea que estén…

Enrique
Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que ja-
más haya caído en suerte a un simple mortal (…) Los límites que separan la vida de
la muerte son, en el mejor de los casos, borrosos e indefinidos... ¿Quién podría decir
dónde termina uno y dónde empieza el otro? Hay sólo pausas temporales en el in-
comprensible mecanismo. Transcurrido cierto período, algún misterioso principio
oculto pone de nuevo en movimiento los mágicos piñones y las ruedas fantásticas.
La cuerda de plata no quedó suelta para siempre, ni irreparablemente roto el vaso
de oro. Pero, entretanto, ¿dónde estaba el alma?

(Edgar Allan Poe).


Lo único que sentimos fue un ruido sordo, inesperado que nadie
supo describir con exactitud cada vez que se narró y se volvió a
narrar el mismo incidente. La verdad es que nunca lo contaron
mucho y quizás hubiera pasado totalmente desapercibido si no
fuera porque Claudio—para ellos—nunca volvió a ser el mismo, o
mejor dicho, el que se suponía que iría a ser el mismo.

A los pocos segundos a nadie le cupo duda alguna que el extravagante


ruido no podía equivaler sino a la caída de un cuerpo. Un golpe
seco y sin resonancia. Cuando llegaron al descanso de la escalera,
encontraron al niño inerte, como un pañuelo sucio tirado en las
tablas de caoba

Minutos más tarde, pasado ya el suceso y Claudito mirando con los


ojos bien abiertos pero fijos hacia donde nadie le importaba qué
pudiera haber

—sólo el corazón latía y eso era lo importante—

todos volvieron lenta y parsimoniosamente hacia el oscuro


comedor y gracias a Dios Nuestro que estás en los cielos por tu
infinita misericordia

Pero nadie advirtió la delgada trizadura en el enorme espejo que


languidecía frente a la escalera al segundo piso, cada vez más difícil
de subir. Como llevaba allí tantos años, ya nadie se miraba en él

—si es que todavía advertían su existencia penumbrosa—

(y en verdad, quién se iba a fijar en un espejo tan sucio, desprovisto


de gracia, sin un miserable marco de caoba, frente al cual héroe
alguno se hubiera detenido en ningún capítulo de ninguna novela
del siglo 18 o del 19).

Eso impidió que comprendieran


Como nunca llegarían a comprender

Que Claudio ya no estaba con ellos

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Que el niño querido cochita pochocha de mi alma que la madre
apretaba en su regazo, no era sino la mentira más infame que ser
humano alguno hubiese aceptado creer

De Claudio quedó tan solo la respiración


Y un quejido inconcluso flotando en la escalera
Enrique GIORDANO

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TE PUDE HABER QUERIDO tanto

El silencio de Claudio

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No sigas buscando, Luisa, por favor. Nunca lo encontrarás. No lo en-
contrarás porque murió hace mucho tiempo.

No hay nada entre esos vidrios. No sigas. Vas a volverte loca.

Nuestro hijo mayor, en Australia.

El menor, desparecido hace ya un año.

Claudio nació muerto

Mentira. No nació muerto.


Lo que salió de su vientre sangrando fue un monstruo
Enrique GIORDANO

Nunca lo tuvimos. Es tu imaginación, Luisa. Olvídalo, te lo ruego.


Estamos solos. Sólo te tengo a ti y a nadie más.

Luisa, por favor, no sigas rebuscando entre las astillas. Te vas a


desangrar.

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¡Luisa, escúchame!...

Luisa no escuchó el disparo que vino del


dormitorio. Fue un disparo certero, único, hacia el
centro mismo del corazón. Un solo disparo, luego
EL silencio. Luisa no oyó nada porque ya no podía
oír. Su respiración estaba atrapada, perdida entre
las astillas del espejo destrozado,
(su propia sangre).
Todo era en vano. Estaba más
sola que nunca y por primera vez comprendió que
había perdido a Claudio para siempre.

Días después la encontraron con la mirada fija en


un pedazo de vidrio. La vista extraviada en una ca-

El silencio de Claudio
rretera inútil, pedida en un laberinto de reflejos des-
trozados. La llevaron paralizada hacia el hospital,
catatónica. Nunca supo de la muerte de su marido
porque cuando éste entraba en el mundo húmedo
de los cadáveres junto al río, doña Luisa de Gabrie-
lli ya era un vegetal y seguiría siendo un vegetal del
cual todos, absolutamente todos se fueron olvidan-
do. Y se olvidaron. Y se olvidaron los propios mé-
dicos. Nadie vio su cuerpo desintegrarse entre los
escombros del edificio viejo cuando era demolido
hasta los últimos cimientos que lo sostenían.

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Cuando volví a abrir los ojos comprendí que nunca podría volver
a cerrarlos y que mi vida sería una eterna vigilia en la que nadie
vendría a acompañarme. Como el enterrado vivo, sólo yo, y digo
sólo yo, sabré la inmensidad de mi infortunio. Encerrado en este
miserable espejo, condenado a verlo todo, todo, y lo peor… a no
olvidar.

Sólo yo sé lo que nadie sospecha: los espejos miran, lo observan


todo y se acaban plasmando en una retina incesante. Maldito
Claudio, has cometido el crimen perfecto…

…o lo cometí yo…o fue un suicidio?


.

No sólo las miradas, los gestos

También las voces


los pensamientos
quedan grabados en las grietas
invisibles del espejo.

Lo que nunca se dijo

Los amores inconfesables


Las venganzas más infames
las mentiras más asesinas

Las frustraciones que siguen la sombra


de cada ser vivo
hasta más allá de su muerte

Veo cosas que nadie ve

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Y lo peor, lo peor, Dios Mío, es que no puedo olvidarlo
No puedo olvidar nada

Más acá del espejo vive


revive
muere y se reengendra todo lo que fue, lo que es, lo que será
O lo que

(…)
Pero como sea

es un caleidoscopio en incesante actividad


Mi universo infatigable
Enrique GIORDANO

No me canso de explorar galerías


en inagotables direcciones

Todo depende de los reflejos,


de los ángulos precisos de las miradas

A veces sale el sol y las galerías se multiplican al infinito


en incesantes mutaciones

Creo que ya no me asusta perderme


Siempre habrá un reflejo que me traiga de vuelta a mi rincón favorito
helechos y plantas de todos los colores
vertientes y cataratas que cambian constantemente de dirección

Mi rincón no es nunca el mismo


Cambia según cada paso de la luz del día

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Toman un giro violento cada vez que alguien nos mira
Miradas sucias producen páramos contaminado de flores muertas
inundaciones de agua inmunda
Miradas angustiosas producen a veces cataratas de sangre
oscuridades llenas de promesas sin cumplir,
habitadas de lamento
Pero ya nadie mira
este espejo

Sólo mi madre
Con cierta frecuencia

Y los laberintos y las vertientes se llenan de agua tristes


de suspiros olvidados en algún rincón del pasado

El silencio de Claudio
‘’’’’’’’’

Hay los días nublados y a veces me pierdo entre los reflejos.


Nunca me ha gustado la penumbra

Amenaza con tormentas de polvo exasperado


Con ausencias que se lamentan en la penumbra

En verdad mi universo es muy sensible


Me atormentan los ruidos de la calle
Y también el crujir de esta casa anegada de 50 años de sufrimiento

19
El espejo configura ángulos al infinito

Anuncia otros espejos

Lo que no cabe en la infatigable faena de mis pupilas


ya lo puedo imaginar.
me resulta predecible
Será siempre la misma repetición
Escalones que llevan al agotamiento de cada día
Al retorno inevitable hacia el calor de las sábanas húmedas
poder olvidar por un instante…

Lo veo todo
No veo nada
O veo muy poco
Enrique GIORDANO

Total

¿a quién le importa?

Nací en una época de grandes objetivos


seductoras utopías
bálsamos de esperanza

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Mi ojo izquierdo lo abarcaba todo

Pero ahora sólo quedan los pasos interminables


Huellas que han tapado los últimos quejidos de los ángeles

(…)
La casa se llena de ruidos
Ignoro de donde vienen
Son secos
desconcertantes

Pisadas sobre pisadas

Voces en murmullo
Frases inconclusas

El silencio de Claudio
Irritante zumbido de helicópteros sobre el techo
gritos ahogados
Y hay presencias que desconozco
suben
bajan
atraviesan las paredes
De por siempre y para siempre atrapadas
por odios inexplicables
deseos que nunca se cumplieron
resentimientos que se reengendran como los huevos de una serpiente

Buscan por todos los resquicios


por cajones atestados de olvidos
y mentiras imborrables

¿Dónde comenzó tanto odio?


¿tanto resentimiento?
¿tanta persecución?

Siguen buscando en vano


suben y bajan
Se atraviesan entre ellos sin darse cuenta

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¿Qué buscan?
¿Qué les arrebataron?
Enrique GIORDANO

Se repiten se multiplican se interconectan se mimetizan


en un desconcierto que no puedo comprender
Van trazando múltiples historias inconclusas
incoherentes
indescifrables

se entrecruzan en vano
configurando frente a mis ojos todo un infierno cíclico

(…)

Y hay días en que nada sucede


El universo entero pareciera detenerse de súbito

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Y el espejo sólo reproduce una escalera vacía
La casa se convierte en un cementerio que nadie frecuenta.
Las angustias ancestrales en cenizas de muertos.

Quienes habitan esta casa


a quienes no los ha marcado la palabra muerte
suben y bajan sin rumbo preciso
arrastrándose por una vida que nunca quisieron vivir
transitando los mismos peldaños
hasta que el sueño y el cansancio
los entierre en sus aposentos
y los terrores nocturnos comiencen a invadir sus sueños

El silencio de Claudio
La escalera misma envejece de golpe
volviendo a configurar

la tristeza nuestra de cada día Puedo


determinar el tiempo siguiendo los
trazos que dejan al subir y bajar
las escaleras

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Los pasos hablan
con cada huella
van escribiendo lo que ellos mismos jamás leerán.
sin sospecharlos escriben sin cesar
historias mínimas, efímeras, inconexas

Siempre el aparente encuentro y la inevitable encrucijada


El continuo silencio y el nunca verse

Esa voz unísona que han buscado toda su vida


se aleja cada vez de sus huellas

Cartografía que se teje, entreteje


se deshace
y se borra.

Siempre el aparente encuentro y la inevitable encrucijada


Enrique GIORDANO

fragmentos de trayectoria
tejidos inconclusos

(…)

De afuera sólo me llega el viento


todo el polvo de la calle Aníbal Pinto
ruidos sordos sin forma ni color

Es la penumbra de la media tarde

Configuraciones amorfas invaden el espejo

Entonces me repliego hacia el fondo


siguiendo mi propio hilo de Ariadna
Para no quedar atrapado en una fuente sucia
o en un charco del desaliento
Para evitar pasadizos sin color

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por donde corren los fantasmas despavoridos
que quedaron enterrados detrás del vidrio

♦♦♦

Conozco mi camino
Está rodeado de eucaliptus
Su aroma me anuncia el mar
el oleaje que la escalera no me deja ver:
lo único que extraño del mundo de afuera
Aunque en mi mundo
dentro del universo del espejo
hay mares infinitos e insondables

Me sonríes y me extiendes una flor blanca y solitaria

El silencio de Claudio
que se abre en múltiples estambres amarillos
Y recuerdo el fruto de eucaliptus que me diste en ese parque
y que cuido en una gruta inexpugnable
en la que sólo nosotros
podemos encontrar.

Entonces nos hundimos en un abrazo profundo sobre la


arena blanca

sentimos el oleaje incesante del océano


Y respiramos juntos
en nuestro mundo intermitente
Pero a veces basta
un pequeño ruido
Alguien que corre
Un grito

(…)

Imágenes borrosas
No entiendo nada
El
timbre
Un teléfono
anunciando terrores
. 25
Ni quiero entender

no sucede nada

nada
no hay palabras ni nada que puedan señalar
Enrique GIORDANO

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¿Claudio, dónde estás?
La escalera sigue allí
vacía pero respirando

Abrumada por el polvo y la penumbra

Acechando

Sabe que no hay salida

Lo sabe
y entonces
toda la fealdad que trasmite inunda mi mundo de adentro

Mis senderos, mis refugios, mis cenotes y mis pequeños jardines


a veces se ponen pálidos como una tarde gris de un domingo
Y entonces hay momentos en que me pierdo
y vuelvo al límite del vidrio
Enrique GIORDANO

Mis ojos chocan con él


Me acerca y me separa del mundo de afuera

Inútil pedir ayuda


No soy
No existo
Nadie me ve

Durante esos ciclos


Lo único que el espejo me devuelve
Es la meteorología del terror
O al menos del desaliento
Están pegados a la madera sucia de las paredes, al aire rancio

Mis padres han salido


Hacen días que no vuelven
¿Quiénes transitan esta escalera?

Entonces me veo a mí mismo


Veo a Claudio

No puedo alcanzarlo
sufre la condena de una vida que nunca quiso vivir

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¡Claudio, mírame!
Pero no me escucha
Ni tampoco puede hablar
No hay palabras que puedan expresar su angustia infinita

El silencio de Claudio
No sabe hacia dónde ir
Ni por qué subir ni por qué bajar
Sufre en silencio
Le aterran las palabras

Toda su vida se ha negado a enunciar una sola


Desde el primer momento se negó a hablar
Y aunque antes de caminar sabía ya distinguir las letras
Se negó rotundamente a escribir

Y le aterraba la sala del escritorio

Y por sobre todo


le aterraba el espejo

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(Más adelante sus hermanos fueron los
primeros en advertir que el mismo horror le
causaban los nichos de los cementerios. Y el
mayor se dedicó a analizar las estructuras de
dichos horrores y aunque logró comprender
los mecanismos, nunca logró llegar al
por qué1.2).

(…)
Saber así de pronto
Que no eres más que un reflejo
invención
conjuración de palabras asesinas
paraxis extraviada en un laberinto de olvidos insensatos

Saberlo engendra un dolor lacerante en medio del pecho


Enrique GIORDANO

una puñalada inexistente que te dobla sobre ti mismo


te atrapa en los vértices de esos escalones que te detestan

Nadie vendrá ni te extenderá una mano


Nadie vendrá a quererte
Porque eres una mentira, Claudio

Un guante vacío en un peldaño olvidado

Tu única verdad, atrapada en este espejo


Enterrada viva para siempre y de por siempre

Tu única verdad soy yo


Y nada puedo hacer por ti

30
El silencio de Claudio

Mira hacia el mar


Extiende su mirada a lo largo de las olas

Quisiera destejer el pasado


Poder comprender
Cuándo comenzó aquella travesía

Cierra los ojos


Y se sumerge en mundos más allá de toda distancia
Surgen constelaciones desconocidas
Donde ni el ruido ni el polvo entran

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La más variada gama de colores
se entrelazan creando combinaciones inagotables

Viajará con su hijo por rayos de arco iris


Lo llevará de la mano mostrándole
todo aquello que carece de nombre

….PERO

▼▼▼
(…)
Ciertas noches mi abuela de negro
Sube lentamente
sin siquiera tocar los peldaños.
Siempre cautelosa
Enrique GIORDANO

Peldaño tras peldaño

Que la copa de licor mortífero no pierda una sola gota


Sube con un odio heredado de miles golpes de proa sobre
una mar que no era la suya.
Labrado sobre tanto Pacífico donde cada roca está
impregnada de rechazo ancestral
Incubado de tantos días de sol enfermizo, oscurecido por
tanto polvo, tanta lluvia, tanta maleza verdosa creciendo
desde el aire que respira hasta cada contracción de un útero
que se va pudriendo
Sube mi abuela lentamente
Con una paciencia de estela infinita sobre un agua turbia que
infecta el océano
El vaso de veneno resalta sobre su mano
En el descanso de la escalera se detiene siempre.
Siempre es así.

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Mi madre despierta en el momento preciso y avanza
sobre ella haciéndola retroceder
Con la misma lentitud de un fracaso que fue inevitable

Mi madre la mira sonriendo con los ojos fijos mientras avanza


sobre ella

Mi abuela retrocede con el mismo odio-espanto


Y a medida que baja de espaldas, su larga imagen de negro se va
esfumando
Y la copa mortífera desaparece en el aire

Queda mi madre sola


Ya no sonríe
Se sienta en un peldaño
Y vuelve a mirar el espejo

El silencio de Claudio
Es inútil. Nunca va a encontrar el ángulo exacto de mis pupilas
Sigue mirando con la misma esperanza que perdió hace tantos años.

“Pude haberte querido tanto.”

Se levanta con dificultad y vuelve sobre sus pasos


Vuelve al lecho húmedo y cae en el eterno vértigo del sueño
Y probablemente sueña con el hijo que nunca tuvo

Abrazando sus rodillas solloza sin ser escuchada


No voy a gritar

Desde este mundo simétrico


Nunca oirá mi voz
El vidrio es impenetrable
Lo único que alguna vez puede acercarnos es la muerte

Yo ahora sólo puedo mirar


Pero tú nunca podrás hacerlo mientras tus pupilas no coincidan
exactamente en el mismo ángulo que el mío
Sólo entonces este infierno transparente entrará en movimiento…

¡SE ROMPERÁ EL ESPEJO!

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Y en algún lugar de los senderos de nuestros ojos

me abrazarás como no pudiste hacerlo nunca


Y juntos
Enrique GIORDANO

aferrados el uno a otro, iremos al universo más inalcanzable

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Llegaremos a profundidades que nadie sospecha
Viviremos para siempre en el fondo del mar

▲▲▲

Debo haber tenido unos cuatro años porque no me resulta fácil


recordarlo de una manera nítida, pero los ojos del gorrión vuelven
a mi alma con una precisión aterradora. Mi mamá me había
explicado cómo nacían y crecían los árboles. Con esa manera
maravillosa de contarme los prodigios con los que Dios nos
asombraba a diario, me explicó que la palta (aguacate) dividía los
dos misterios de la vida: el placer y el renacer cada vez que volvía
a salir el sol. Así, ese hueso que desechábamos al moler la palta
(aguacate), era justamente lo que volvería a engendrarla. Con eso

El silencio de Claudio
entendía que la vida volvía de todo aquello que considerábamos
marginal y desechábamos sin saber lo que hacíamos. Fue así como
guardé con cariño un cuesco de palta para enterrarlo una noche
en que todos dormían tratando de deshacerse de los fantasmas y
monstruos que los estaban esperando desde que el sol se ocultó
con un ojo entreabierto.

De esa semilla surgió un palto gigantesco que superó la altura de


nuestra casa e hizo sentir su presencia, hasta el día de hoy que sé
que lo arrancaron de cuajo para crear una industria de enseres. La
cosa es que ese árbol nos trajo mucha vida y nos alegraba a todos
durante los interminables días de lluvia con los que esa ciudad
maldita en que tuvimos que vivir nos obligaba sin futuro alguno.
Y a ese árbol llegaban los gorriones en busca de protección y ahí
creaban sus nidos. Como los gorriones son todos tan feos como
yo y parecía que ningún árbol los acogería, yo mismo planté uno
que los acogiera.

Un día de verano, al salir al patio, vi un espectáculo que me


perseguiría por todos los segundos de mi patética vida.

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el amor cuando no da vida mata
Un pichón, un gorrión recién nacido había caído de su nido y era
lenta y parsimoniosamente devorado por las hormigas. Su madre
había perdido ya toda esperanza porque se fue volando. NADIE
quedó en su nido. Mientras la hormigas lo devoraban, vi, de
seguro que vi en sus ojos el horror más inevitable que ser viviente
puede sentir. Estoy seguro, me miraban a mí. De fijo me miraban
a mí y me suplicaban “sálvame, por favor, sálvame, sálvame,
sálvame, sálvame…

♦♦♦

mi padre se detiene hipnotizado


el teléfono deja de sonar
Enrique GIORDANO

el terror se queda en silencio

entonces salgo de mi tumba

bajo la escalera
y escucho atentamente

Mi padre desaparece en lo alto


ya no vuelve la mirada hacia atrás
hace ya mucho tiempo que perdió toda esperanza
ya no limpia la estela viscosa que mi cuerpo deja sobre de
los peldaños

La escalera está llena de cicatrices que nunca podrán curarse


derraman gotas de sufrimiento
y los peldaños lloran noche tras noche
sin que nadie los oiga
Mi padre se hunde en el nicho de su cama
sumergiéndose en nubes negras y quejidos sordos

el amor, sólo para los hermosos

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yo, Claudio, soy un monstruo
la tumba bajo la escalera es el único espacio que me corresponde

los corredores abandonados


los espacios que ya nadie evita

Salgo pocas veces a la superficie


Nadie sabe que bajo las escaleras hay todo un mundo que
desconocen
—o prefieren no conocer—
Túneles que despliegan hacia el fondo como un abanico de
tentáculos
Cavernas incesantes que se cruzan entrecruzan y se pierden en
la oscuridad
Mis vecinos son las ratas
insectos desconocidos

El silencio de Claudio
Extrañas criaturas que crecen en la oscuridad

No les tengo miedo


Conozco perfectamente el lenguaje de los ratones
De las arañas
De los cadáveres atrapados para siempre en un resquicio oscuro

Ellos me temen
Huyen despavoridos
Como los gritos de horror que lanzaron en la clínica
Cuando me vieron nacer (nos vieron)

Desde entonces sólo el laboratorio


Y este laberinto oscuro han sido mi territorio

Aquí no entra nadie


prefieren pensar que la escalera se termina en la escalera
prefieren no saber que la escalera empieza desde el sótano
y se extiende sobre las profundidades de la casa
por las entrañas de la ciudad

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Pretenden no saber que desde aquí surgen los gemidos
distorsionados
los terrores que los acosan en el sueño y la vigilia
Soy lo que han ocultado durante toda su vida
Aquello que quieren no ver
Aquello que prefieren ignorar

Saben que estoy aquí (estamos)


pero simulan no vernos
(A nosotros nadie nos ve)

Sólo así podemos seguir sobreviviendo


Enrique GIORDANO

38
(…)
“Cuando me miré en el espejo por primera vez
mi madre había dicho: Mira, ese eres tú, eres
Claudio.

Eran las tres después del mediodía:

El silencio de Claudio
el instante crucial:
Entonces o nunca
Un segundo más y ya sería tarde

Yo miraba sin comprender

Me miré en el espejo y no me vi
Quise hablar y mis palabras fueron tragadas por
el espejo
Las palabras se hincharon de sangre y se quedaron
observándome
acechándome detrás del vidrio

Mi madre me miraba al fondo de mis ojos


Nunca logró comprender el grito de horror que
lancé por única vez
¿por qué, Claudito, por qué?

Después de eso, nunca volvería a hablar.


Nunca.”
(…)

Lo único que Claudito pudo hacer fue sonreír


sonreír sin motivo alguno

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una sonrisa vacía que le eximía de la obligación de
explicar
lo que era incapaz de explicar con sus propias palabras

Y fue así como Claudio aprendió a defenderse


a explorar todas las posibilidades de la sonrisa

Mientras mamá lloraba


nuestro padre prefirió no seguir mirando
bajó lentamente por la escalera oscura

Al llegar al último peldaño


ya había perdido toda esperanza.

Claudito había quedado para siempre fuera del espejo


Enrique GIORDANO

Nadie lo ve
Nadie lo mira
Pasa inadvertido

—y así está bien,

“puedo esperar mi muerte tranquilo”

(…)

A Claudio le seguí los pasos de cerca Pocas veces lo abandoné


Desde el fondo del espejo
he sido testigo eterno de sus inútiles esfuerzo por sobrevivir

40
siempre en silencio
siempre mirando desde un pozo húmedo
siempre esperando el novio de ultramar
siempre en la ventana frente al parque de los eucaliptos

donde ni el agua ni los reflejos tiemblan


sólo el deseo muere atrapado a un solo ser
del que ni siquiera podemos decir que es falso
inútil seguir esperando

El silencio de Claudio
no vendrá nunca, Claudio

nunca te va a contestar porque no existe

quedarás para siempre en la ventana frente al parque de los


eucaliptos

—inútil tirar una piedra:


sólo va a sonreír el silencio

▲▲▲

41
(…)
Ella mira desde el retrato

al fondo de la escalera

Vida inmunda
meses color de mosca
larvas devoradas por hormigas
Enrique GIORDANO

Mi abuela mira desde el centro del retrato


Con esa paciencia infinita
con que fue incinerando tantos años de desamor

Mi abuelo
Como quien alguna vez la quiso
Le alza los brazos pidiendo amparo
Quejidos que saltan al aire como lenguas de fuego
En vano aferrándose a los últimos segundos de vida

Te pudo haber querido tanto

Pero pasaron años que sólo conocen los muertos


Enterrados en tumbas eternamente húmedas

¡Abuelo, te deja morir!


Su mirada impenetrable mira con paciencia tu agonía

42
Sin siquiera sonreír
mientras te retuerces entre las llamas
involuntaria danza grotesca

Te vas desintegrando en las llamas


Como un reloj de cenizas
Segundo tras segundo…
Y finalmente la oscuridad.

Mi abuela gira la cabeza hacia un costado


y desaparece del cuadro
Sin mirar hacia atrás
Ignorando el llanto de niña
Que desciende desde el segundo piso

Se va hacia el fondo del cuadro


Sin escuchar

El silencio de Claudio
Sin mirar hacia atrás

Mi madre mira el cuadro vacío


Y desde ese preciso instante comenzarán los setenta años de silencio
De odio incesante destilando lágrimas por todos los números del
calendario
Sin descanso

El día en que mi abuela no pudo seguir odiando,


En que ni pudo sentir el golpe seco y sin resonancia
De su “cuerpo” cayendo al fondo de un ataúd concebido por el odio.
comenzamos a respirar de nuevo
sin decirnos nada
pero celebrando tu lento descenso hacia las llamas eternas
“Donde te retorcerás por los siglos de los siglos
hasta que el odio vaya desmoronándose como en un reloj de arena
¡Nadie oirá tus gritos, vieja de mierda!
Porque nadie,
Ni siquiera el odio
se acordará de ti.”

Mi madre mira hacia el espejo


Se pregunta por qué

43
De dónde
¿En qué momento empezó aquella incesante cadena de odios que
nadie comprende?

Mi madre solloza sobre las cenizas desparramadas por la escalera


Y en su sollozo
sus pechitos de niña van palpitando
En lo profundo de sus vísceras
hierve todo un magma incontenible
que iría creciendo en el vientre
En ese hogar eterno
Que iba a ser mi mundo…

Pero ahora es como una planta,


una planta sin flores que llora en silencio
Enrique GIORDANO

Y con el llanto crea nuevas mandrágoras


jardines vedados a los seres vivientes
pero que yo cultivo con la pasión de los amores imposibles

No te abandones, madre
No te desalientes

Alguna vez nuestras miradas se encontrarán en el punto preciso


El espejo se quebrará
Y yo atravesaré por fin ese puente vedado
Que me llevará a tu vientre

44
Cada lágrima reflejada en el espejo alimenta a una mandrágora
Crecen cada cierto tiempo
Se quejan al unísono cuando se va la luz del día
Tiemblan en la noche
se esconden de la farándula de monstruos y malos recuerdos que
habitan esta casa

suben y bajan por la misma escalera que no llevan sino al mismo

El silencio de Claudio
dolor de su redundancia

Aunque sé que estoy vivo


Es probable que ésta sea la muerte

45
Mi madre sube por los peldaños con lentitud
Cada vez con mayor pesadumbre
Recogiendo cada una de sus pisadas
Como si fueran parte de su cuerpo
Mido el paso del tiempo por los surcos de su piel
Por su cansancio aumentando en cada pliegue de la
escalera
Por su mirada cada vez más turbia

1974? Mi hermano mayor desaparece en el fondo de la escalera los


sollozos de mi madre nunca volverá
1977? Se lo llevan se llevan a Eric sin maleta sólo una mirada de
terror
Nunca sabrán de él |mi madre llora junto a una maleta vacía
mi padre mira por la ventana con resignación
Otra vez el silencio flotando en la penumbra de la escalera3
1981? Mi madre se sienta en un peldaño y mira al espejo
Enrique GIORDANO

“Deja de mirar, Luisa, por favor allí no hay nadie no sigas


mirando.
Es la mejor manera de volverte loca.”
SILENCIO.
PORTAZO.
Doblada sobre su vientre
mi madre se desangra en un quejido interminable
1984 La escalera, más sola que nunca A veces se sienten los
helicópteros otras veces el teléfono en el vacío Ya no buscan a
nadie aquí
Podemos estar tranquilos
Yo estoy para siempre a salvo en mi tumba de cristal

3
Es curioso que Claudio en el espejo no mencione a los otros dos Claudios cuando la madre
está presente en la escalera. No se encuentra alusión alguna en ningún fragmento, ni tampo-
co en los textos desechados.

46
1987? Para qué hablar de fechas… Da igual.
La casa se llena de oscuridad
Se la lleva el tiempo

…………………………………………………
Mi madre se ha quedado inmóvil
Como una niña en la arena frente un mar vacío
Con rocas sin amor
Anhelando a quien nunca volverá
Lo sabes madre
Lo sabes pero prefieres ignorarlo
Madre, te has quedado detenida en un rincón del tiempo

Mírame, sabes que estoy aquí sin cruzar el vidrio


Sólo tienes que creer
Creer para ver (…)

El silencio de Claudio
(Llegará el momento en que nuestras pupilas se entrecrucen
Y así será el verdadero comienzo…)

…frente a las cenizas esparcidas


Frente al mar que te trajo del otro lado de la tierra
Frente a las olas incesantes de furia
A golpe de proa hacia un mundo desconocido
“No tengas miedo, Luisa. Dice tu padre. Estaré siempre contigo.”
Entre sus brazos te defiende de la furia del océano
La dureza inconmovible de las rocas
El terror del cielo oscuro
Nunca te abandonará
En sus brazos estás a salvo
“No escuches el rugir del viento.
Nada te harán los relámpagos.
Apégate a mi pecho. Escucha mi corazón. Soy tu padre y
nada te va a suceder. Estaré siempre a tu lado
Llegaremos juntos a las montañas del sur
Y nada detendrá nuestra felicidad.”

Pero el reloj se detiene para siempre


La casa está vacía.

47
La casa comienza a resquebrajarse
nadie tapa las goteras
Nadie tiene fuerzas de detener el diluvio
Charcos inmundos inundan los pisos y se deslizan por la escalera
Tu padre ya no está
Te has quedado sola para siempre.
La escalera se inunda de recuerdos petrificados
Hacen llagas en las paredes
Pero ya estás cansada
Los dejas a la merced del agua sucia
¿Cómo exactamente has llegado a este punto?
Ver el fracaso esparcido por los escalones
La oscuridad al fondo de la escalera.

▲▲▲

Quienes habitan esta casa han decidido no verme. Fui sólo el


Enrique GIORDANO

vacío que deja la ausencia, una borradura de la imaginación.


Así puedo acercarme a las ventanas sin que nadie se entere.
Así puedo mirar tranquilo. Los cristales me dan acceso
al aire, a ese mundo de afuera, lo que el marco simétrico
permite abarcar.

Allí está él, sentado en un banquillo de la plazoleta de


enfrente. Hay días en que no viene. No viene pero yo no dejo
de esperar, así que haya pasado mucho tiempo.

Cuando viene mira, mira insistentemente, esperando con


ansiedad los momentos en que alcanzo a llegar a la ventana
de la escalera.

48
Porque él es el único que me puede ver.

El silencio de Claudio
Y yo el único que puede verlo.

Y nosotros los únicos que podemos anhelarnos…

Ignoro su nombre y es mejor así, estamos por completo libres


Puesto que él, tal vez, también ignore mi nombre.
De otra manera, no volvería jamás a sentarse en ese banco
Y yo me quedaría suspendido como una fantasmagoría
en el eterno crepúsculo de la escalera4.

(…)

4
Probablemente Claudio no estaba consciente de que los fantasmas se quedan detenidos en
una escena anterior de su vida. Esta se va repitiendo exactamente igual hasta el infinito.

49
“No le tengas miedo a la escalera, hijo. Nada te harán los fantasmas de
la oscuridad
Apégate a mi cuerpo. Toca mi llaga vertical que nunca muere. Escucha
mi corazón. Junto a mí nada va a
sucederte. Voy a estar siempre a tu lado, dentro y fuera de tu cuerpo,
siempre respirando junto a ti.

▲▲▲

Para qué hablar de fechas… Da igual


A la casa se la lleva el tiempo

Mi padre ha dado el último portazo.


Sus huellas se petrifican en la escalera
El polvo las irá sepultando para siempre
(…)
Enrique GIORDANO

Mi madre sube y baja cada vez con mayor pesadumbre


Se detiene en uno de los peldaños y se pregunta
Por qué todo esto, por qué
Sabe que no hay respuesta
Y vuelve a mirar el espejo
Le cuesta cada vez más ver
Ya no hay nada que escuchar

El espejo
se va llenando de heridas, llagas gritos
Mi espacio cada vez más pequeño
Mi mundo que se va lentamente transformando en un calabozo
transparente
(…)

50
La penumbra se divide en dos pedazos
ante el grito desgarrado de mi madre
Mi madre ha gritado
Frente a ella
El Otro Claudio
Ese Claudio que todos temen
Reptando frente a ella
Jadeando con dificultad,
Mirándola al interior de los ojos

(es fácil olvidar fácil pretender que la podredumbre no


existe difícil les ha sido borrarme limpiar para siempre
lo que yace en las entrañas de esta casa no quieren ver que
se está hundiendo sumergiéndose de a poco entre las
miasmas ratas muertas cadáveres enterrados vivos
cimientes podridas gritos petrificados los crímenes
nefastos que el miedo les llevó a cometer)

El silencio de Claudio
Ese Claudio nunca morirá, madre
A menos que alguna te atrevas a matarlo

Está allí mirando


Salió de tu propio vientre y no puedes evitarlo

Mírame al espejo, madre


Busca la pupila de mis ojos
Soy el único que puede salvarte

(…)

El otro Claudio ha vuelto a su escondite

51
Dejando una estela de baba viscosa por las maderas del piso
Sabe que sabemos
Nunca va a dejarnos morir en paz
Con certeza
Convicción
Espera que seamos nosotros mismos
Los emisarios de nuestra propia muerte

Mi madre se queda paralizada en la escalera


Mirando el vacío
(…)

Martes, 3 de la tarde…

Golpean la puerta con violencia


Vuelven a golpear
El ruido hace temblar la escalera
Enrique GIORDANO

Los fantasmas desaparecen


La casa cruje
Ventana rota
Violento ruido de vidrios
¡Han entrado con violencia!

A golpe de carabina las puertas


Los estantes
Los cuadros
Las fotos
Las cartas
Los cuadros
Las vidrieras

52
Los libros desparramados por el suelo

Empujan a mi madre por la escalera


Ella se enfrenta con un la ira irreprimible de tantos años de
angustia
Con la fuerza de quien lo ha perdido todo
Que le han arrancado todo
Hasta los recuerdos
Estoy a salvo
Lo veo
Lo veo todo
Pero no puedo hacer nada
.
HELICÓPTEROS
Sólo puedo marcar el tiempo con los ruidos que vienen del aire.
Días noches de helicópteros

El silencio de Claudio
Noches de silencio
Uno que otro helicóptero
Y a veces uno solo produce gritos
alaridos
va destilando sangre

Mientras yo quedo solo


Con lo único que me importa en la vida:
.
Tú, Claudio,

Descubrirte entre tanto papel arrugado, páginas sucias
Fotos envejecidas

Letras desparramadas por toda la habitación

53
He tenido paciencia
He unido letras
Descifrando palabras
PORQUE YO NO LES TENGO MIEDO, CLAUDIO

Sólo le tengo miedo a no encontrarte nunca


Perderme entre tanto papel desgarrado

(…)
Enrique GIORDANO

Mi madre ha caído en un costado de la escalera


Entre gritos, ruidos, vidrios quebrados
“¿Qué quieren? ¿Qué buscan?
¡Ya nos han matado a todos!”

Dirige sus ojos hacia el espejo una vez más


Me busca con ansiedad
Todavía con esperanza
Y sus ojos se acercan al punto exacto del encuentro

“Madre, ten cuidado, no me busques en este momento

54
Cuidado
Hay un hombre con su carabina detrás de ti.”
El hombre me descubre y sin pensarlo dispara
Dispara contra el espejo que cae a pedazos

Vuelve a disparar una y otra vez


Tras tus gritos de angustia….

El silencio de Claudio

55
Enrique GIORDANO

nos pudimos haber querido tanto…

56
Luisa. Olvídalo, te lo ruego.
Estamos solos. Sólo te tengo a ti y a nadie más.

El silencio de Claudio
Luisa, por favor, no sigas rebuscando entre las astillas.
Te vas a desangrar.

¡Luisa, escúchame!...

57
INTERMEDIO.
Si de algo puedo estar seguro es que no hay peor historia
que la que comienza o termina a las 3 de la tarde. Mientras
mi padre nos hablaba de la travesía de nuestros antepasados
a quienes sin gloria alguna la desgracia los traería a golpe
de proa hacia el puerto de Talcahuano, mi madre escuchaba
en silencio pensando en los suyos que llegaron dispersos por
el sur del país, con sus nombres tan llenos de consonantes,
extrañas combinaciones vocales y equivocadas escrituras
que a fuerza de reescribirse y volver a escribirse terminaron
siendo irreconocibles. Mi hermano había huido a su habitación
y yo miraba el fondo de mi taza de café pensando en esas
confusas configuraciones de vidas perdidas en un laberinto
de equivocaciones que vino a desembocar en esta ciudad de
cuyo nombre prefiero no acordarme.

Mientras todo esto sucedía, mientras mi padre hacía la ya


conocida pausa que precedía a lo que iba a decir y que ya
habíamos escuchado innumerables veces, sentimos un grito
agudo y desgarrador, seguido de un ruido sordo como la
caída de un cuerpo en el piso de madera. La frase de mi padre
quedó en suspenso con la frase inconclusa detenida en el aire.
El universo entero se paralizó y la escena hubiera demorado
un siglo si no fuera por mi madre que de pronto se levantó de
un golpe y corrió al segundo piso con la rapidez que sólo una
madre puede lograr. ¡Claudio! Se habían olvidado de Claudio.

Allí estaba él, aferrado al piso de madera y mirando con


horror hacia el espejo. Sólo yo pude advertirlo: allí no había
nadie, en el espejo no se veía a nadie, como si la antesala
hubiera estado siempre vacía.

(…)

61
Atribuido al verdadero Claudio.
Siempre digo la verdad. Quiero decir, aquella verdad que se
me escapa de los ojos, de los silencios, de lo que no dije, de lo
que nunca puedo decir. Las palabras salen de mi boca y se van
articulando fuera de mi voluntad. Siempre es así. No puedo
detener nada de lo que escapa de mí, aunque sea siempre
inexacto, insuficiente, inexplorable.

Nunca supe defenderme. Jamás aprendí a hilvanar letras en


organismos coherentes. Es por eso que comprendo tu espera
ansiosa, esperando que de mi boca salieran esas palabras que
tanto querías escuchar. No te las podía decir. Ya ni siquiera
recuerdo cuáles son.

Como no esperas nada, ahora que estoy definitivamente solo,


miro a mi rededor y puedo de una vez, sin interrupciones, tal
vez sin miedo, mirar de frente y comprender que la vida se me
quedó clavada dentro, que nunca pudo salir

—————¿Dije alguna vez que no puedo llorar?


No puedo llorar, las lágrimas se vierten hacia adentro y
se me quedan clavadas en el preciso punto donde nace la
respiración.
Eso nunca lo dije. Tampoco dije lo más terrible, lo
verdaderamente indecible:

—————Jamás me he mirado en un espejo.


Así es, nunca. Quiero decir que alguna vez sí, probablemente
la primera, cuando dice mi madre que rompí el espejo y la

65
quedé mirando como si allí no hubiera nadie. Yo, la verdad,
no me acuerdo, aunque me resulta fácil imaginarlo. Nunca
se atrevió—como nadie jamás se atrevió—a preguntarme
nada. Y así fue hasta el momento de su muerte. Esta vez sí
me miré: me miré en sus ojos sin ningún miedo de verme
reflejado en esa luz verdosa que se iba extinguiendo para
siempre y que renunciaba a entender.
Enrique GIORDANO

66
“Es que, mamá, yo soy una mentira...Yo nunca he estado
aquí...,” pero cuando lo llegué a decir, ella tampoco
estaba allí. Frente a mí, un espejo sin vidrio, un cartón de
pergamino arrugado y entonces el fuego.
Como ya lo suponía, no pude llorar y me fui inundando
por dentro. El grito que nunca salió de mi boca se quedó
enterrado vivo para siempre. Algún día saldrá con la
violencia de tantos años de opresión y con esa misma
violencia tendrá la piedad de borrarme de la faz de la tierra
y de toda la inmensidad del mar.

Ya no sufro cuando veo a alguien partir, no obstante cuánto


le haya querido. Lo primero que aprendí fue a despedirme y
luego a entender que eso era en efecto lo único real que había
en mi vida. Primero los andenes, los amaneceres con lluvia y
luego los aeropuertos.

El silencio de Claudio
A veces juego a despedirme de yo mismo y verme partir sin
el más absoluto sentimiento de nostalgia. Pero de nada me
sirve: siempre estoy de vuelta. No me queda más remedio que
deje de importarme.
No sé por qué te cuento todo esto. La verdad es que,
como a ti, ahora me da igual. Siempre lo supiste y cada
vez te importa menos. Ni siquiera notaste mis estrategias
inexplicables para evitar los espejos. Nosotros, los
sobrevivientes, somos inevitablemente así. No sabes cómo
envidiamos la muerte.

—————¿Dije alguna vez que nunca he podido llorar?


Acabo de abrir una caja llena de gritos,
Fragmentos de vida,
llantos secos
y he vuelto a cerrarla, no sé por cuánto tiempo.
Más de alguna vez dejé cajas abandonadas en las estaciones
de los metros,
en las calles
en un parque que cierra después de la medianoche
Cuando vuelvo,
Ya no están

67
Y es un gran alivio
—así es como creo que debe ser la muerte—
irme despojando de todos esos pedazos de vida
y poder extenderme sobre una planicie vacía
o doblarme como un feto en un charco de agua tibia
Que nadie me mire
que nadie me saque una foto
Es difícil ahogar tanto grito, tanto aliento, tantas lágrimas en
un cajón.
No es fácil cerrarlo para siempre y dejar que se llene de polvo
para empezar a respirar de nuevo.
Enrique GIORDANO

68
“Abra las manos,” me dijo alguien. Como siempre obedezco,
o Como siempre mi cuerpo se mueve fuera de mi voluntad, fui
abriendo lentamente las palmas de mis manos. “Comprendo,”
me dijo. “Una hoja seca.” Y luego agregó:
“Lo siento, no puedo ayudarlo.” No me sorprendió en absoluto.
Una vez en la calle, dejé que a la hoja se la llevara el viento.
No era capaz de deshacerla con mis dedos, de eso sí podía estar
seguro. Era más fácil así.

Me da igual si me entiendes o no. Al fin y al cabo no sé por qué


te hablo de esa hoja: ya la había olvidado.
Siempre digo la verdad aunque no sea más que un miserable
pedazo de verdad. Por eso le tengo terror a las palabras. Eso
era lo que quería decirte en esa única carta que te escribí. La
hoja nunca llegó al sobre. Al doblarla, las palabras comenzaron

El silencio de Claudio
a resbalar de la página hasta caer desparramadas por el piso.
Traté de recogerlas pero no pude formar una sola frase con
ellas. Allí quedaron abandonadas para siempre. Al cerrar
la puerta por última vez, sentí cómo se lamentaban en un
quejido polifónico desarticulado. Me imagino que se retorcían
y trataban de reptar por el piso de cemento, aterradas ante un
destino trágico del cual no eran responsables.
Así fue como nació y murió la única carta que te escribí. No
me importa porque al final iba a ser lo mismo, lo inevitable:
cuando la leyeras, yo no iba a estar allí. Después de leerla,
ibas a saber que nunca lo estuve. Sólo quedarían las palabras
acechando agónicas, esperando el momento en que yo volviera
a abrir esa puerta—ese sobre—para ir clavándose todas ellas,
una a una en el mismo centro de mi respiración.

▲▲▲

La tortura más horrenda de Claudio era conocer cada una de


las palabras existentes en la totalidad de las articulaciones
concebibles en el universo hasta el punto en que tan sólo

69
el hecho de pensar lo aterró
Estuvo dos años sin pensar.
Inmóvil y de reojo a ese espejo sucio
Pero cuando se cansó de no pensar
no pudo sino volver a pensar
las palabras estaban allí
acechando
respirando
Enrique GIORDANO

70
Anunciando la muerte en cada una de sus exhalaciones.
Nunca se atrevió a pronunciar la palabra MADRE
Nunca la escribió .
Tenía terror a matarla antes de articular la penúltima letra
(…)

El primer acto de violencia fue mi propio nombre. Se me


fueron muchos días y semanas saber que esas siete letras
unidas como un garfio me las habían incrustado en los
pulmones antes que pudiera expulsarla como una exhalación
de vidrios despedazados.

El silencio de Claudio
Desde entonces le fui teniendo cada vez mayor terror a las
letras y sobre todo a las palabras. Claudio! Salió como un
violento escupo de sangre la primera y última vez que quise
pronunciarlo. Nunca más he vuelto a pronunciar mi nombre.

71
Enrique GIORDANO

Claudio aprendió a leer al instante.


la palabra ojo lo estaba esperando
de un golpe cerró el libro
Luego lo entreabrió, las O estaban allí, vivas,
palpitando,
hinchándose cada vez más como insectos carnívoros
Trató de volver a cerrarlo
No pudo
Lo apretó con toda sus fuerzas
pero sus manos eran todavía demasiado pequeñas y la J se
alargaba por fuera del
rectángulo de la portada

72
imposible cerrarlo
Soltó el libro
y entonces vio por primera vez EL OJO inmenso
Rojo
Pidiendo auxilio
Hinchándose hasta reventar en coágulos
OJO
Inmóvil impávido
Sobre un fondo gris

Una O se abrió como un vientre de millones de insectos viscosos


Hirviendo en la sangre
Claudio supo de inmediato que si las tres letras estaban allí
era porque ya no había ojo
Nunca hubo un ojo
La ceguera es lo único que

El silencio de Claudio
había existido siempre

Incendió el libro pero fue


inútil
Las letras se reproducían
en las llamas como gusanos
insaciables
(…)
Mientras la J se le enterraba en el centro de la masa encefálica
Los gusanos le devoraban lentamente el ojo izquierdo
que se habría como el de un pájaro devorado por las hormigas
El ojo derecho reventó de espanto
Y Claudio, ciego
cayó hasta lo más profundo del abismo
Y descubrió que el espejo era un libro que se hundía como un
barco cargado

de palabras infinitas

73
Un vértigo de hojas lo arrastraban consigo hacia un vacío
insondable
Hacia el fondo de su mirada
Y un vértigo torbellino implacable se inundaba de letras que
giraban a su alrededor
Formando toda clase de palabras que no podía descifrar

Cuando volví a abrir los ojos comprendí que nunca podría volver a
Enrique GIORDANO

cerrarlos y que mi vida seria una eterna vigilia en la que nadie vendría a
acompañarme. Como el enterrado vivo, sólo yo, y digo sólo yo, sabré la
inmensidad de mi infortunio.

74
El ojo es Redondo
redondo
Por lo tanto es un círculo
No.
Es una esfera
que gira sobre sí misma
que se abre y se cierra intermitente
desde el nacimiento hasta la muerte final



O jo sangra
Se desangra en gotas silenciosas

va formando charcos

El silencio de Claudio
estelas de sangre
pasadizos que se configuran y reconfiguran sin
cesar
Se reproducen
Explotan en el vacío
Se dividen multiplican se articulan
Forman unidades infecciosas

El ojo se abre
morir enterrado en la pupila

O
atrae
jo

atrapa los sonidos


los va transformando en letras

75
El ojo cae y rebota
Cae formando charcos de angustia
Que se extienden como abanicos
se multiplican en arterias, venas, llagas
se vuelven a multiplicar
Se apoderan de todo el horizonte

El centro del ojo escupe letras


Letras en cuajos de sangre
Cuajos de sangre formando frases viscosas.
Sangre ciega
Mariposas carnívoras
Que se apoderan del aire
Letras que
surgen de la tierra para matar
A reducirlo todo a un pequeño sarcófago de palabras
Letras carnívoras que devoran tu respiración
Que te persiguen por cada pliego de tu pensamiento delirante.
Enrique GIORDANO

Las letras salen de sus escondrijos y permanecen en acecho


Saben que no puedes escaparte, Claudio
Observan cada gesto cada temblor de tus labios
Esperan la salida del sol para formar palabras
frases que irán avanzando lentamente hacia tu cuerpo
A comenzar la lucha diaria
a trabajar por tu perdición

(…)

Claudio entreabre los visillos


y mira cautelosamente hacia el parque de eucaliptos
El ojo gigantesco flota en el aire contaminado
Comienza a girar sobre sí mismo
cada vez más fuerte hasta abrirse
y dejar salir miles de frases destilando coágulos: coágulos
palabras: coágulos: frases coágulos: tejidos coágulos:
manuscritos coágulos: árboles coágulos: mundos coágulos:
Y así Claudio vio de reojo como las palabras se iban
apoderando de todo: transformando: recreando: mintiendo:
arrasándolo todo como una tormenta final que lo arrasa todo.

76
Y así vio Claudio como las palabras iban configurando
nuevos Claudios, Claudios de todo tipo: inagotables. El, el
verdadero Claudio se recogía en la anonimidad de su cuarto:
invisible: invisible ante todas la variaciones incesantes
que aquellos ojos inventarían: aquellos Claudios efímeros;
aquellas invenciones: ficciones que configurarían su mundo:
mundo ajeno a este Claudio que trata de respirar detrás de
los visillos: a este Claudio invisible, invisible, invisible,

invisible, invisible, invisible


Vio un mar de letras arrasando la ciudad: vio metralletas
disparando letras mortales: vio letras hundir puentes:
vio letras estrangulando víctimas inocentes: vio letras

El silencio de Claudio
carcomiendo como insectos las imágenes de las pantallas
luminosas: vio letras confabular las extorciones más
infames: vio letras delatando nombres: inimaginables,
infinitas mentiras grabadas bajo la infamia de las verdades y
se vio a sí mismo en las más abominables metamorfosis
Todas las gradas que van entre el ángel y el monstruo
entre el héroe y el anti-héroe
se vio subiendo aterradoras escaleras de letras
innumerables espejos de letras
edificios de letras desmoronándose sobre la tierra que
tiembla implacable
cementerios tumbas de letras
Y así vio cómo se armaba y se desarmaba el mundo de
afuera. Combinaciones incesantes de letras, capítulos
históricos, aterradores genocidios, religiones, contra-
religiones
Así se estructuraba el mundo
Génesis y apocalipsis de los cuales Claudio quedaría por
siempre y para siempre desterrado

77
▲▲▲

en mi mundo no hay letras no hay palabras amenazantes


soy lo innombrable lo que quisieron borrar
de la faz de la tierra

el eterno protagonista de sus pesadillas

yo sigo arrastrándome atrapando arañas en mis telas


de baba mortal me encierro como un caracol de penumbras
devoro mariposas devoro ratas vivas lentamente
para escuchar sus aullidos de dolor y de terror no hay
ave de rapiña que se atreva a tenderme sus garras en tus
amaneceres de angustia estaré siempre mirando a tu cama
VAMOS A PAGAR TODAS LAS ATROCIDADES QUE
mi padre ha HECHO EN SU VIDA LOS INOCENTES QUE HA
MATADO los niños que ha vendido los hogares que
Enrique GIORDANO

ha destruido
gozando de tu dolor una mañana más que se renueva
mañana tras mañana con la irritante invasión de la luz

las palabras no se atreven conmigo las atrapo en mi


telaraña allí las dejo que se confabulen para realizar
las atrocidades más grandes que se unan en cadenas
infecciosas que se unan para matar que se devoren entre
ellas

▲▲▲

78
Lorenzo salió por fin de la estación
Corrió.
Y no dejó de correr
El viejo edificio negro, impregnado de amarguras, fue quedando atrás:
separaciones: promesas jamás cumplidas: carreras desesperadas
tras el último vagón: adioses: llantos: ruidos: quejidos:
locomotoras agonizantes

Todo eso iba quedando atrás


Nunca más sabría de sus padres: sólo le quedaba el parque de los
eucaliptos aunque tuviera que morir cientos de muertes para llegar
a él
Lorenzo se dispuso a no volver a mirar atrás y siguió la senda de miles
de rieles oxidados: la siguió sin cuidado alguno: no llevaban a ningún
sitio: pero la carta siempre llega a su destino: no importa cuánto
tiempo: Claudio estaría tras los visillos de una ventana: ese sería el fin
de su ruta
Y caminó, caminó semanas, meses, años

El silencio de Claudio
Pasaron miles de helicópteros por sobre su cabeza
En lo alto
lo detuvieron, lo agredieron, lo golpearon sin misericordia pero
Lorenzo se volvía a levantar y seguía la ruta, la ruta hacía esa ventana
entreabierta, no importando cuánto fuera el dolor, cuánta la angustia:
Lorenzo seguía en línea recta hacia su destino
Pasó hambre
Sobrevivió a dos terremotos: cuatro inundaciones: vio incendios
majestuosos al otro cortado de la línea: gente gritando despavorida:
sobrevivió a cinco bombas explotando en los caminos subyacentes: pasó
por encima de cadáveres: restos de cuerpos despedazados: miles de fetos
luchando por salir del vientre de su madre muerta: miles de fetos que
reptaban agonizantes por los rieles oxidados: miles de fetos atrapados en
una vagina muerta: miles de fetos devorados por aves de rapiña
Lo acorralaron
En la mesa de tortura
Tras las rejas de una cárcel
Bajo las erupciones interminables de las ametralladoras
Lo acorralaron
Lo hundieron una y otra vez en fosos sin fin, tarros exudando el horror:
llenos del agua de la muerte: lo colgaron de un helicóptero: lo violaron:
lo picanearon con punteros metálicos en las partes más vulnerables de
su cuerpo: lo mataron de electricidad: lo hicieron comer excrementos:
lo enterraban vivo: lo azotaban sin piedad
Pero Lorenzo sabía que llegaría a su destino

79
Cayó más de mil veces desfalleciente: murió cientos de muertes atroces,
pero siempre lograba levantarse y salir adelante. No hay fuerza más
indestructible que el amor y Claudio estaría allí cuando él llegara a su
destino: con la lluvia golpeando su cara: con todos los vientos en contra:
llegaría a su destino.

(…)

En los pisos de barro5


junto a mesas vacías inundadas de vino tinto
Por la plaza de la ciudad
Entre nieve y rocas
Bajo tormentas en Los Andes
Sobreviviendo a maremotos bombas
Incendios
Odio
Abanicos de odio
Enrique GIORDANO

Mariposas sangrientas
Sobre calles inundadas de terror
En los charcos de las ilusiones perdidas
Bajo miradas
Ojos
Ojos sedientos de sangre
Sangre venenosa

Pasaron muchos años y Lorenzo nunca dejó de buscar


Sabía que algún día encontraría a Claudio
Porque
“todas las cartas llegan a su destino”

▲▲▲

5
Este fragmento puede ser un borrador del anterior o una de las versiones de la misma odi-
sea. Los otros fragmentos resultan indescifrables, sin ningún sentido, como si las palabras
se hubieran desparramado sobre las hojas blancas hasta llegar a formar criptogramas incon-
clusos manchados de vino tinto. Lo que incluyo aquí es lo poco que pude rescatar de todo
ese caos interminable.

80
¿Cómo sobrevivió Claudio a tanto acoso? ¿Cómo pudo
rescatar el silencio?

La realidad es que Claudio siempre estuvo rodeado


de palabras. Contrario a los que se pueda pensar,
tenía cajas atestadas de archivos, letras y palabras
enterradas en el sótano, enterradas en vida entre los
ladrillos.
Poemas enteros asfixiándose bajo
el cemento del patio. Claudio tiraba
bolsas enteras a la basura. Así iba
deshaciendo, limpiando su reducido

El silencio de Claudio
espacio, impidiendo que las letras
se unieran para crear frases,
textos… Borrando así episodios
enteros de su vida que otros sujetos
habían creado, hilvanado, recreado.
Destejer miles y miles de tejidos
falsos. Episodios completos totalmente borrados de
la memoria. Borrando a su padre, a su madre, a sus
hermanos, a sí mismo, menos al hombre que miraba
desde la plazoleta del parque. Porque entonces el olor
a eucaliptos perfumaban su mundo. Había entonces
que impedir que las letras se reunieran para crear la
palabra eucalipto, que narraran en textos infames las
infinitas posibilidades de esa mirada desde el parque.

Había que estar siempre alerta a que alguna letra,


palabra o frase viniera a distorsionar esa presencia
diáfana, a interponerse al inevitable encuentro.

81
Escribir sobre sí mismo era, para Claudio, un sinónimo
del suicidio y era todavía muy pronto para eso.
Llegaría a hacerlo algún día. Mientras tanto estaba a
resguardo. La escritura en tercera persona
era
.
sin duda una buena precaución6.
Enrique GIORDANO

6
Y sin embargo, como ya sospechará usted que nos está leyendo, no hacía sino escribir sobre
sí mismo, tejiendo y destejiendo el mismo texto. Dibujaba su muerte final con la lentitud de
los relojes antiguos.

82
Nunca escribió sus sueños,
había que dejar que vivieran

El silencio de Claudio
tampoco escribió sus pesadillas

83
Y las dejó vivir sin alterarlas, permitiendo que
circularan libres por el aire que respiraba, tanto en
las noches frías como en la humedad

luminosa del mediodía.

Así todas las noches y los días, sintiendo crujir cada


letra del alfabeto entre los escombros, las paredes
de ladrillos, los cajones, las gavetas… Quejándose
inmóviles, expectantes, anhelando a quien viniera a
liberarlas y quedaran libres para ir transformándose
en cartas, páginas, libros.
De vez en cuando pasaba Claudio noches enteras en
vigilia, al resguardo, a la defensiva, atento a cualquier
Enrique GIORDANO

crujido de la casa vieja, de las palabras… había que


evitar a cualquier precio a que se unieran en frases,
construyeran laberintos y confabularan para destruirlo.

Y al despertar iba hacia la ventana


El rostro que lo mira desde la plazoleta de enfrente

Sus ojos no necesitaban las palabras


La vigilia cíclica se extendía bajo la bendición del
silencio
Libre de la maldición del lenguaje

84
Al volver la oscuridad, Claudio se sumerge en el
ciclo de los sueños y extiende sus brazos a fantasmas
benignos…

Ciertas noches mi padre vuelve desde más allá del mar

El silencio de Claudio
Se acerca a mi cama y me observa
Recorriendo todo mi cuerpo desnudo bajo su mirada
Viene por mí
Hace muchos años vino por un mundo desconocido
En una barca que luchaba contra los vaivenes del mar

85
Despertó una mañana
El aire estaba detenido
En suspenso
La luz estática
Como si el tiempo no avanzara

La pieza se llenó de una niebla amenazante

Contuvo la respiración
sintió oscuros y remotos lamentos

provenían de sordos rincones


sin un comienzo preciso
así como palpitan los terrores desconocidos
Enrique GIORDANO

y los manuscritos empezaron a resucitar

cada cual con un movimiento preciso


como si dominaran de por siglos el silencio de los
orígenes

Los miró de reojo


revivían en silencio
confabulación
Sintió que hablaban entre sí
revivían en
vocales indescifrables
consonantes en sordina

Miró ahora de frente y los vio,


los vio moverse y reptar por los estantes
polvorientos
como enredaderas de quejidos sordos

Algunos caían al suelo y exhalaban extraños


lamentos humanos

86
Otros se abrían como abanicos
volviendo a cerrarse para volverse a abrir

Otros arremetían violentamente desde un cajón cerrado


Amenazando por salir

En silencio se acercó a la puerta de salida


pero no pudo encontrarla
en su lugar había solamente cinco letras
que escribían y reescribían la misma palabra

PUERTA
se retorcían
como langostas en agua hirviendo
por medio siglo en aguas implacables
acechando sin cesar

Aterrado vio encenderse la pantalla de su computadora

El silencio de Claudio
Vio salir lamentos que se deshacían en mucosidades
sanguinolentas

Vio como se fue componiendo clara


articuladamente
en rojo violento en la palabra

¡Sálvame!

Inútil apagar la pantalla


las letras del tablero se le pegaban en los dedos
y se apelmazaban entre sí
ateridas a la red electrónica confabulaban en su contra

La pantalla se fue hundiendo profundamente


hasta convertirse en una enorme vagina
que lo llamaba
lo exigía con un clítoris que se extendía cada
vez más para atraparlo
estrangularlo y arrastrarlo hacia el fondo de su
propio origen

Los manuscritos las hojas aumentaban en cantidad


progresiva

87
Emitiendo zumbido ensordecedores
le cerraban el paso sin misericordia
Se confabulaban para destruirlo
abrumarlo

asfixiarlo

Enterrarlo para siempre con los escombros de toda


aquella vida que nunca vivió

No había escape
La ventana se había convertido ya en la palabra
ventana
La mesa en la palabra mesa

Ya el piso comenzaba a hundirse en proliferación


infinita
de letras p i s o
Enrique GIORDANO

P
I
S

O
Hasta que desde el fondo de la pantalla
Salió un ruido sordo
Una contracción de vómito
Y desde la pantalla el aparato arrojó un feto
sangriento que rodó por el piso

“el mundo se detuvo”


El piso dejó de hundirse
las carpetas
y manuscritos se detuvieron en suspenso
mirando extrañados a Claudio
que avanzaba cauteloso hacia la larva viscosa

El feto articula claramente la palabra “sálvame”


Lo llama con mirada lastimosa

88
repitiendo la misma palabra dos tres creo varias
veces
cada letra destilando sangre
aun atrapadas por la placenta muerta

Sálvame sálvame sálvame Sálvame sálvame sálvame


sálvame sálvame sálvame

Claudio vio el rostro de cerca


se detuvo en una exhalación paralizante

Vio a su madre

En lugar del rostro del feto


vio el rostro suplicante de su madre
que le pedía auxilio

El silencio de Claudio
mientras las letras se acercaban hacia ella
comenzando a devorarla como hormigas voraces
a un pájaro indefenso

Sálvame, Claudio, sálvame….

Inútil tratar de hacer nada


estaba paralizado como una imagen en una
pantalla congelada

No pudo sino mirar hasta los últimos estertores


de agonía de su madre mientras las letras
hormigas penetraban ya en la vagina
que se endurecía como un molusco
para irla devorando por dentro

Claudio no sintió nada


Sólo confirmó que luchar contra las palabras era
imposible

menos ahora que le habían arrebatado la vida


atrapándolo en un mundo que desconocía por
completo
ahora que nada se podía hacer

89
De su pieza sólo quedaba el espejo
Solamente el espejo
lo único invencible
inasible
eterno

Ni las palabras pueden con sus reflejos laberínticos


caleidoscopio infinito
que lenguaje alguno podrá atrapar

Comprendió Claudio que era su única salvación


que no había un segundo que perder
y antes que las palabras pudieran detenerlo
saltó hacia espejo

hacia lo hondo del espejo


Y antes el vértigo final
la caída sobe precipicios cristalinos
Enrique GIORDANO

Miró hacia atrás


Y vio a Claudio

No a su madre
Se vio a sí mismo,
desvanecido sobre el piso de caoba
Inerte sobre un charco de sangre
Sintió pasos en la escalera

Sus padres corrían aterrados ante lo peor que


pudiera ser alguno concebir

Cuando se inclinaban sobre el cuerpo

dejó de mirar
volteó la cabeza

y dio el último salto

el definitivo

90
donde NADIE podría encontrarlo: el vientre de
su madre, un vientre como un molusco muerto.
La vagina se convirtió en una letra o y se
contrajo hasta el punto de cerrar el corredor
que llevaba al vientre, quedándose petrificada
como una o minúscula, convertida en un ataúd de
carne petrificada, una rosa carnívora cerrada para
siempre.

El silencio de Claudio

Yo pude haberte querido tanto, Claudio


Si tan sólo me hubieras dejado hablar

Decirte las palabras exactas

Verbos vivos
circulando por tus venas y las mías

el corazón latiendo en articulaciones


que sólo tú y yo conocemos

Esa sinfonía eterna que hubiéramos dejado crecer


dentro de nuestros órganos.

91
Yo pude haberte querido, Claudio
Pero nunca me dejaste decírtelo

Tanto miedo le tenías a las palabras

Y el maldito espejo

Y mi madre que se desintegra entre mis brazos moribundos

Y la escaleras

El silencio

Yo te hubiera querido tanto, Claudio


Enrique GIORDANO

Tanto

Pero ya vas cerrando la tumba para siempre

Le has inscrito ya la lápida de piedra

piedra inexpugnable del océano


junto al moribundo Bío-Bío

Ya has agotado todas las letras del suicidio

La leyenda infame:

EL SILENCIO DE CLAUDIO

92
Y le has hecho creer a todo el mundo que es un libro
Circulará por manos desconocidas

nunca sabrán que entre sus manos no respira un poema


entre sus manos hay una cripta que acabarán por cerrar
para siempre.

El silencio de Claudio

93
Y lo dejarán enterrado en el cementerio de los libros

destinado al fuego de futuras dictaduras

Nunca sabrán que estoy enterrado vivo en este marco de hojaspiedras

Que has cometido el asesinato más original en la historia

Y el más antiguo

matar con las palabras

letra tras letra


cuidadosa y pacientemente seleccionadas

escogiendo las moléculas precisas de un veneno mortal

No es el verbo puro
Enrique GIORDANO

son letras minuciosamente exasperantes que sólo la escritura puede concebir

Claudio, infame, traicionero

Odiabas las palabras, pero en el fondo de tu alma las clavabas con la


precisión de un insectario

Las guardabas para ir borrando todos tus terrores de la faz de la tierra

Y tu primer terror fue mi corazón latiendo


Junto a la respiración que siempre me negaste

No has escrito nada

Has construido un mausoleo de letras

Lo has llamado “El silencio de Claudio” y lo has hecho pasar por un libro

Y ahora nadie podrá salvarme

94
me has ido enterrando entre espacios en blanco que has tapiado con letras

En vano he ido dejando pistas tras las páginas

Letras manchadas con sangre

Escrituras invisibles
bustrofedónicas
códigos de principiantes

En vano serán todos mis esfuerzos


El barril de amontillado está por terminarse
Y vendrán los lectores reptando por las superficies de los textos

Nunca advertirán las manchas de sangre de mis dedos resistiendo a tus


tendones

Los pedazos de uñas arañando la piedra

El silencio de Claudio
las trizaduras
pedazos de espejos

tratando de atajar tus garras mientras iban labrando este pequeño sarcófago

esta infamia inconcebible

Pero ya has llegado a la última página

La vas cerrando poco a poco


Con una frialdad que no te conocía, Claudio

Que nunca sospeché,


¡asesino a sangre fría!

Lavas tus manos y entregas este libro a la impresora


mano de piedra del perfecto estafador

Porque no sólo me has arrebatado el aire de mis pulmones


La sangre de mis arterias

Me has robado hasta el nombre


Dirás que este libro se titula El silencio de Claudio

95
Desde que me viste atrapado en el espejo
Supiste que nunca saldría de allí

Que moriría entre los vidrios trizados


Que me irías borrando con la misma lentitud y perseverancia de la erosión

Inevitable como el océano


por mareas altas y mareas bajas

Con la lenta danza de hojas de calendario

Poseído por olas de otros hemisferios

olas que me han ido desgastando sin piedad

Hasta el nombre me robaste

En vano cada letra se resistió hasta las últimas gotas porque estaban
adheridas a mí como como todo el amor adherido a las rocas del mar
Enrique GIORDANO

La última E que arrancaste con tus uñas


Se resistió con la furia del desaparecido
Sabiendo que era el último vestigio del moribundo eterno

Aferrándose con furia a mis arterias y tendones

La vi desaparecer entre tus garras


Arrancando arterias venas fibras en un resplandor de sangre y tendones

‘’’’’’’’’’

Abrazado de mi madre
en un mutuo terror
Condenados a la eterna humedad del útero de barro que nos fuiste
construyendo desde el momento mismo en que me abandonaste en el
espejo

Desde que aprendiste las primeras letras del abecedario, ¡hijo de puta!

96
……..

Me voy hundiendo hasta los fondos intangibles de este libro.


donde ningún lector podrá llegar

Lo último que recordaré será tu mirada impenetrable


mientras cierras este libro para siempre

El silencio de Claudio

97
INTERMEDIO
Eran casi las tres de la tarde. Mi mamá y yo terminábamos de almorzar.
Como ya se había hecho costumbre, estábamos solo ella, las penumbras
del comedor antiguo y yo. Mientras discutíamos la última película que
habíamos visto, sentimos un fuerte ruido de vidrios rotos, seguido de
un grito desgarrador. No podía sino venir desde el segundo piso. Mi
mamá se lanzó por la escalera hasta el descanso. Una vez allí, se abrazó
de mí. “¡No mires! ¡No mires!” me gritó horrorizada. Sin embargo, no
pude sino mirar. Mi mamá se aferró aún más a mí hundiendo su cabeza
sobre mi pecho, hasta que con un suspiro se dejó caer sin sentido. No
recuerdo haber visto nada más que los vidrios despedazados por el piso.
Lo demás, seguía vacío como siempre. Sólo estábamos ella y yo. Lo único
que no me puedo explicar es la destrucción del espejo y sobre todo el
grito. Después de tantos años en Estocolmo había perdido la costumbre
de oír ruidos semejantes.

No le volví a mencionar el episodio y ella prefirió olvidarse. Una tarde


escuché que le contaba a mi padre que había visto el segundo piso
inundado de sangre. El espejo estaba roto y Claudito se había cortado
el cuerpo con los pedazos de vidrio. Lo había hecho a propósito y la
miraba fijo. Parecía un monstruo que le decía con una rara mezcla de
ternura y resentimiento: “Mira Claudito, mami. Mira Claudito.” Y en vez
del pequeño Claudio lo que vio fue un feto monstruoso que vomitaba
sangre por los ojos y todas las llagas vivas de su cuerpo.

No se volvió a mencionar el incidente, el cual se enterró en la tumba


de los recuerdos que más vale ignorar. Pero pude observar que con
cierta frecuencia mi madre miraba obsesivamente el espejo como si
allí hubiera habido alguien. Hablaba sola mientras subía o bajaba las
escaleras, La sentí gritar muchas veces con alucinaciones. Decía que
bajo la escalera había monstruos agazapados. Estaba segura que por la
oscuridad había pasillos estrechos que conducían al mismísimo infierno.

101
Hijo, mío. Perdóname. Si lo hubiera sabido… Pero cuando me lo
dijeron, ya había pasado todo. A tu hermanito lo separaron de ti,
no podían vivir después de la separación quirúrgica. Tu hermanito
murió casi de inmediato, y de ti me dijeron que sólo pudiste
sobrevivir un par de semanas. No lo creí del todo, y tampoco
quise ver el frasco de formol donde pusieron el cuerpecito de tu
hermano. Adoptamos a un niño de la misma edad y le pusimos
CLAUDIO. Fue decisión de tu padre y no mía. Decidimos no
volver nunca a hablar del tema. Lo quise mucho pero nunca pude
quererlo como debía. Fuimos injustos, crueles… Tenía para mí,
en secreto, que no habías muerto y que siempre me observabas,
sobre todo de ese maldito espejo,.. Iba a las estaciones con la
Enrique GIORDANO

esperanza de que bajaras del tren, o iba al mar y esperaba por


horas frente a las olas. Ya sé que es una locura… pero lo sentía así.
Era también muy injusto con él. Cuando rompieron el espejo y te
vi lleno de llagas que nuca van a cicatrizar….

Madre
Quiero volver a tus galerías tibias
de humedad y cariño

102
para que nadie pueda interrumpir nuestra felicidad


para que nadie pueda
interrumpir nuestra felicidad

El silencio de Claudio
para que nadie pueda interrumpir nuestra felicidad

103
El mundo es redondo
lleno de canales y conductos que transportan el liquido de la vida
La sangre es roja
Rojo es el día y ciega la noche
Rojas tal vez las ramas de los árboles con que respiramos
no necesitamos ver más
no hay ninguna necesidad de hablar
No, no hay palabras
Todo palpita con dulce quietud.

A veces nuestra madre se presiona el vientre para sentir


nuestras palpitaciones
Saber que estamos allí la hace inmensamente feliz
Y así palpitamos todos como un solo cuerpo
No necesitamos otro
Nos bastamos como un sola célula
como un solo sistema que gira sobre su propio corazón
—en realidad dos, el de nuestra madre y el mío—
Nuestros corazones crean vertientes inagotables que recorren
cada rincón del organismo mantiene el cuerpo en movimiento
Es como el sol hace vivir a todo el planeta (le escuché decir a
mamá)

Nuestro mundo es un mar rojo de olas tibias


Hay trapecios y tentáculos que nos rodean y nos protegen
Somos felices

Digo nosotros porque de mi pecho sale otro hermanito


Otro Claudio
Pobrecito
No tiene corazón
pero yo le dejo compartir el mío
Y así vive aferrado a mí
Pero lo veo triste a veces
Flotando perdido en ese magma rosado
No me lo dice pero siento que todo lo ve como extraño
Y entonces se aferra a mí
(pobre Claudio
Nos pudimos llegar a querer tanto…
Y la verdad es que sí nos queríamos entonces)

107
Cuando nuestra madre duerme
en silencio nos metemos en sus sueños. A veces no entendemos mucho
porque es el mundo de nuestra madre y nosotros somos muy chiquitos todavía.
A veces soñaba cosas terribles porque despertaba gritando
Pero luego se tomaba el vientre y lo acariciaba
Sabía que estábamos allí y que nunca la íbamos a dejar
Enrique GIORDANO

108
Y entonces se nos pasaba el susto y volvíamos los tres a flotar por mares
tibios
Otras veces – muchas – mamá nos paseaba por un parque llenos de
eucaliptos
No sabíamos todavía cómo eran
Pero yo creo que eran los árboles de la felicidad
Y muchas veces estaban junto al mar que entonces era azul, cristalino
(ahora no es ni azul ni cristalino
huele a muerte o a cadáveres podridos)

ahora!
En qué maldito momento apareció esa palabra
Una palabra engendra otra y otra y así se van reproduciendo,
multiplicando, entrelazando y se expanden como un manto gigantesco
Tejidos de letras, palabras que nadie puede detener y se precipitan

El silencio de Claudio
Comprendí entonces que estábamos condenados a nacer
Que nada podría detener ese proceso
¿En qué momento lo supe?
Recuerdo un viaje largo por la ciudad de las luces y los ruidos y las
palabras, esperando resignadamente a que llegara el momento en que
nos pondrían frente a un aparato que veía dentro del cuerpo de mamá.
Mi hermanito y yo nos abrazamos temblando. Nuestra propia madre
parecía ausente y acosada por algo que no sabíamos. De atrás de la
puerta grande venían olores que ya habíamos sentido antes.

Ahora!
Y ya estamos de golpe en el horror del futuro
Qué horrible es recordar

Todo cambió como a un día nublado eterno. El médico y mi padre


hablaban en voz baja. Mi madre trató de hablar pero no pudo. Nunca
olvidaré las convulsiones de su cuerpo. La sangre se precipitaba como
un río que va creciendo, va creciendo, precipitándose…. Mamá lanzó un
grito de horror y la vida se partió en dos lados irreconciliables. Nosotros
quedamos en el lado horrible del espejo. El mar cálido se petrificó para
siempre. Y mi hermanito murió pegado a mi pecho, como aferrándose a
cada segundo de los que le quedaban conmigo.

109
Yo morí después, en la mesa de operaciones donde separaron nuestros
cuerpos. Dicen que yo no resistí mucho tiempo. La verdad es que morí
antes, morí cuando mi padre le gritó aterrado a mi mamá ¿no te
das cuenta que vamos a tener a un monstruo? y no podía estar
más en lo cierto era la última vez que los vi entonces decidí
morir para ellos para todos y lo logré para mí sigo
viviendo no dejaré de seguir viviendo hasta que las últimas
pesadillas los hayan destruido a todos es fácil entrar en la mente de
cada uno, especialmente durante el sueño y convertirse en un verdadero
caleidoscopio del horror el cuerpo aterrado en movimiento
Enrique GIORDANO

110
que sufran en creces los dolores atroces que cometió
mi padre por cobardía y por terror mi madre
callando y pretendiendo que nada sucedía Llegará el momento
en que haya desaparecido hasta el último pedazo de esta casa

maldita

Sólo entonces dejaré que los gusanos las ratas y la humedad


me hagan desaparecer de la faz del infierno.

El silencio de Claudio
♦♦♦

“Mira Claudito, mami. Mira Claudito.” LA MADRE


DESPIERTA SOBRESALTADA
Y en vez del pequeño Claudio lo que ve es un monstruo, un feto
monstruoso que vomita sangre por los ojos y todas las llagas
vivas de su cuerpo. El monstruo le señala el espejo. “Ese iba a ser
yo, mamá: Ese que ves en el espejo:”

Al salir el sol, el padre la encuentra desmayada en el suelo.


“Son monstruos que sólo existen en tu mente, Luisa. Vuelve a la
cama, no has dormido nada.” Y Luisa vuelve a hundirse en las
imágenes confusas del sueño bajo el efecto del Demerol.

111
No, no fue así. ¨Será un monstruo pero es mi hijo¨ le dije a mi
esposo. “¿No ves que tiene una llaga terrible que le atraviesa el
pecho? Le quitamos el corazón, lo sacrificamos para que Claudio
pudiera vivir.”

“Ese niño no existe, Luisa, te lo estás imaginando.


Ese niño nació muerto. No podía sobrevivir.”

No, no fue así. Sin contestarle a mi marido, tomé a la pobre


criatura en mis brazos y la saqué de allí, para llevarla sin saber
con exactitud adónde, quizás al hospital. Sólo sé que bajé
corriendo por las escaleras. Una vez en la calle me di cuenta que
nadie nos ayudaría. Por la calle Aníbal Pinto corría el polvo más
espeso que nunca y traía el olor a mar podrido del puerto. Se nos
hacía muy difícil caminar, pero en contra de todo decidí correr,
correr con mi pobre hijo hacia donde ocurriera algún milagro.
Nos tomó dos meses llegar a la Plaza Cruz. Sólo entonces tuve
Enrique GIORDANO

fuerzas para sentarme. No estoy segura pero creo que mi hijo


lloraba. Las lágrimas le caían como cuajos de sangre, “No te
preocupes, hijito. Ya llegaremos a un hospital donde puedan
ayudarnos. Nos van a ayudar y dentro de poco va a salir el sol,
se va a limpiar el aire y tú podrás mirarte en cualquier espejo
porque te vas a ver hermoso. Muy hermoso. Como deberías
haber sido.”

Sentada en la plaza, con mi hijo en los brazos, veo pasar carrozas


negras, gente que sale de una puerta y corre a refugiarse en otra.
El bebé está en silencio, ni siquiera solloza. Y así pasan meses
y yo sigo con mi criatura en los brazos. Le doy de mi leche y se
alimenta con avidez. No le han dado de comer. Lo han tenido
atrapado en un frasco de formol y ni siquiera se han molestado
en darle de comer. “Sigue tomando leche, mi amor. Tienes que
vivir, Lorenzo, porque te ibas a llamar Lorenzo.”

Lorenzo y Claudio, mis dos hijos. Pero Dios lo dispuso de otra


manera, mi amor. Ni sospechábamos lo que iba a suceder.” A
esas alturas ya sabía que nada conseguiría con las palabras. Las
palabras se me confundían con las lágrimas y caían al suelo
de tierra formando un pequeño charco de barro. Y así fueron
aumentando hasta crear toda una zanja alrededor de nuestros
cuerpos. Cuando las palabras comenzaron a mezclarse y a

112
moverse lentamente como una serpiente, me di cuenta que había
que irse de allí de inmediato. Con la criatura firme en mi regazo
corría la calle Bulnes y de allí seguí en dirección hasta Prat con
dirección al río. Cuando corría, las letras saltaron en el aire
formando palabras que nos insultaban, nos prometían los peores
tormentos y humillaciones. Con mi criatura en brazos logré
llegar a la Plaza España un año después. Quizás algunos meses
más, no estoy segura. Las palabras ya no nos seguían, podíamos
estar tranquilos. Pero de pronto sentí una voz anónima que
me dijo: ¡Cuidado con las mariposas carnívoras! No pude saber
de dónde venía, para al volver mi cabeza me di cuenta que la
estación estaba vacía. No había nadie, absolutamente nadie.

(Luisa no soporta la penumbra. Enciende una lamparilla que está al lado


de la cama).
LUISA: Dios nos está castigando. Ahora .tenemos que pagar todo el daño
que hemos hecho. ¡Tú, delatando, delatando a tu propia familia! Hasta a
Eric lo denunciaste, les diste su escondite… Y eso no fue todo…

El silencio de Claudio
PADRE: ¿Qué querías que hiciera? No había otra salida. Lo hice por
ustedes, por la familia. ¡Nos tenían acorralados…!
LUISA: Lo hiciste por egoísta. Para ascender en tu trabajo, por oportunista.
PADRE: Por mantenerlos a ustedes, Luisa.
LUISA: ¿Ustedes quiénes?
PADRE: Nos quedábamos en la calle, si es que no nos mataban.
LUISA: No era razón para permitir que nos asesinaran a un hijo. Eric ha
sido la única persona decente en esta familia.
PADRE: No, no fue así…, Luisa, por favor, no seas injusta. No hables de esa
manera.
LUISA: Todo puras mentiras. Nuestra familia, una mentira, Claudio, una
mentira. Todo ha sido mentira. Nos vamos los dos al infierno, Tú. Por
asesino. Yo, por callarme, por pretender no saber nada…
(Oscuridad).

Cuando recuperó el conocimiento, estaba otra vez en la casa. Su esposo


y los médicos conversaban por lo bajo en una pieza contigua. Entre sus
brazos no había nada. Sólo un chal viejo que se deslizaba lentamente
hacia el suelo. Todo volvió a sumergirse en un vacío sin color.

♦♦♦

113
No vendrá nunca

Nadie viene desde más allá del mar

TU PADRE YACE EN LAS ARENAS Y ENTRE LAS


Enrique GIORDANO

PIEDRAS DEL DESIERTO DE ATACAMA

114
EPILOGO.

Tuve que cruzar la mitad del mundo hasta dar con tu ventana

El silencio de Claudio
miras por los visillos
miras con insistencia
Sabes que estoy aquí
Sabes quién soy. No sabes mi nombre pero sabes quién soy.
Soy como el que ves en tus sueños
Noche tras noche

Con la ventana abierta en los veranos


Y entreabiertas los inviernos

no importa
me ibas a sentir igual

Y te iba a sentir igual


Con nuestro eucaliptus en tus manos
Mirando el vidrio del ventanal
Temblando de frío
Mirándonos con nuestra vaga mirada de invierno
Con esos ojos que todavía anhelan padres que no van a volver

—HA TERMINADO OTRO CÍRCULO. LORENZO—


Sólo falta abrir esa puerta
Bajar los peldaños

115
EPÍLOGO
Abrazarnos como tuvimos que haberlo hecho
cuando comenzó todo
Enrique GIORDANO

si alguna vez hubo algún comienzo…


Nunca sabremos qué emergía tras esas olas
interminables de puertos a los que ya no se vuelve.
¿Qué pueden recordar nuestros antecesores si ni
siquiera los dejaron vivir?
Aprendamos a odiar a quienes debemos odiar
Matar a quienes deben morir
YA ESTAMOS JUNTOS
¡DE NUESTRO ABRAZO NO NOS ARREBATA
NADIE!
¡AMEMONOS COMO ELLOS NUNCA
PUDIERON!
¡REVIVAMOS EL FUEGO QUE LES NEGARON!
¿Qué fue de tantas promesas tras una
puerta oscura?
¿De tantas palpitaciones del corazón?
(Nunca mueren, Alejandro).

116
Todas las heridas cicatrizan, mi amor.
Mis dedos van por tus llagas cerrando ese dolor
eterno que quiso separarnos. Las grietas se irán
cerrando bajo la caricia de mi piel, el calor de mi
sangre.

El silencio de Claudio

117
EPÍLOGO

(…)
Entre el viento y la lluvia siempre entraba a amarte y volvía a
entrar, Claudio. Eso no me lo puedes negar.
Enrique GIORDANO

Nunca hubo nadie mirando desde ese banco. Hace años que no hubo
banco, Nunca lo habrá, ni nadie vendrá. Ese banco es ahora una tumba
a la que nadie quiere acercarse, ni los mismos que cometieron el crimen.
No hay nadie, Lorenzo. Lo que aferras a tus brazos es un chal viejo
que se está deshaciendo. ¡Tanto respirar con un tejido que hace años
comenzó a deshacerse! Estás solo y voy a matarte, como debí haber
hecho desde los primeros momentos: dejar que te pudrieras en el vientre
de tu madre mientras los rieles se iban oxidando. Todo lo demás fue un
acto de piedad inútil. Tuve que desmenuzar las vísceras podridas de tu
madre, luego soportarte día y noche, sin poder evitar que me
quitaras el amor de Luisa (nunca la quisiste, viejo asesino). La misericordia
se paga con la vida.

118
Lo primero que vio fue un cardumen de letras muertas desparramadas
por el suelo. Frases y palabras sangrantes colgaban de los resquicios de
las paredes, bajo una alfombra impregnada de sangre. Algunas palabras
agonizaban en los peldaños de la escalera, otras trataban inútilmente de
reptar por las paredes y la sangre coagulada de los rincones olvidados.
Entonces Lorenzo reparó en sí mismo. Palpó su cuerpo, su rostro, sus
genitales, su respiración, la cicatriz que todavía ardía en su pecho.
Y entonces el peor terror de su vida cruzó por su cerebro y lo hizo mirar
hacia atrás. Miró hacia atrás y no vio nada, nada… la escalera a medio
derrumbarse se perfilaba desde un costado. Vio el espejo-tumba, y vio…
Lorenzo vio a “su padre” vestido de civil y gafas oscuras que apretaba un
revólver. El peor terror de su vida estaba allí, presente y apuntaba sobre
su cicatriz. “Nunca estuve muerto, fueron las palabras, las frases, las
notas escritas que inventaron mi muerte.”
“¡Claudio!...” gritó con todas sus fuerzas. “¡Claudio!” volvió a gritar.
“No llames a Claudio. No va a venir porque Claudio eres tú. Siempre
fuiste tú. Lorenzo murió en la clínica a pocas semanas de nacer. Sus
restos fueron devorados por las ratas y las mariposas carnívoras.”

El silencio de Claudio
En un impulso Lorenzo se volvió hacia el espejo. Quiso saltar sobre él, pero
chocó con un vidrio semitransparente. Volvió al espejo, pero era inútil.

“Voy a matarte, Claudio. Voy a matar tu maldito afán de recordar, tú


detestable costumbre de desenterrar los terrores del pasado, de querer
entender. Nunca fuiste hijo nuestro. Tu madre fue una pobre puta que
murió decapitada por un tren, cerca de Tomé. Tu padre fue enterrado
vivo a las afueras de Calama. Todo lo que sospechabas es cierto, pero no
te vale de nada recordarlo. Los recuerdos no sirven para nada y nosotros
nos hemos encargado de borrar todo rastro. Además, a nadie le importa.
Absolutamente a nadie, menos a los que ahora comienzan a vivir. . .

Lorenzo (Claudio) se volvió hacia él. Sólo pudo ver a ese hombre
que le apuntaba con el revólver. Quiso saltar sobre él, arrebatárselo,
estrangularlo con toda la pasión de que era capaz. Pero volvió a
estrellarse con el vidrio.
Se dio cuenta con horror que estaba al otro lado, Estaba enterrado y
ahora para siempre. Entonces sintió la atroz carcajada de aquel que no
era ni jamás debería ser su padre.
Se volvió hacia la sala y sólo alcanzó a decir con una precisión que le
resultó desconocida”
“Por lo menos, nunca volveré a sentir la vergüenza de ser su hijo.”
Su padre disparó.
(…)

119
EPÍLOGO.
Enrique GIORDANO

Cuando volví a abrir los ojos comprendí que nunca podría volver a
cerrarlos y que mi vida sería una eterna vigilia en la que nadie vendría
a acompañarme. Como el enterrado vivo, sólo yo, y digo sólo yo, sabré
la inmensidad de mi infortunio. Para siempre encerrado en este espejo,
condenado a verlo verlo todo, todo, y lo peor… a no olvidar

120
Todos han muerto. La casa está vacía. Nadie respira entre sus paredes. Los
fantasmas, cansados de recorrer los mismos rincones, se han ido para siempre.
Ya mi madre no me busca en el espejo ni Claudio me mira con terror. Mi

El silencio de Claudio
verdadera madre, si la tuve, habría tejido mantos para cubrir mi cuerpo.
¿Fue todo una miserable confabulación del lenguaje? A veces sospecho que fue
la peste de la escritura, de las palabras que iban tejiendo frases por sí solas,
creando mundos enfermos.
Todos han muerto en casa, o han desaparecido para siempre. El niño Claudio
me mira con terror. ¿Fue todo producto de mi amnesia alucinante? Mi
verdadera madre, si la tuve, habría tejido mantos para cubrir mi cuerpo.

Tal vez pronto derrumben esta casa. Hasta las palabras se han ido, y los
recuerdos junto a ellas.

121
EPÍLOGO.
Enrique GIORDANO

No sé lo que es la muerte..

¿ Hay final ?
¿O no lo habrá nunca?
todo se anegó de súbito
en una espesa y profunda oscuridad

Y sintió que caía por escaleras sin peldaños

Y luego a un foso sin fin

Sintió tubérculos húmedos


Raíces que lo abrazaban para protegerlo
de la caída que advertía sin fin .

122
Llegó a palpar el corazón de los sueños
Pudo sentir la respiración del silencio.

Y así fue llegando hacia el vientre de la tierra


Hacia lagos desconocidos irradiando extrañas luces

En un relámpago abisal vio el rostro de su madre que le


sonreía
Letras que se unían para formar palabras hermosas

Un suave relámpago iluminó la frase


“Algún día volverás a Claudio.”

Y allí llegó a un fondo de arenas suaves y brillantes


No sentía dolor

El silencio de Claudio
Curiosamente lo cubrió un manto de fe desconocida
Sintió a su madre que le daba un beso infinito
Y se durmió por siglos.

no dejes pasar el tiempo

Escúchame, hijo mío, no dejes pasar el tiempo…

123
Sintió que despertaba entre pliegues tibios
Así como volvería al comienzo
Se sumergió y volvió a surgir desde todo pliegos del útero.

–Te esperan el aire,


la luz, Lorenzo.
Tienes que ascender. Extiende los brazos, es fácil…
Respira profundo y piensa en Claudio…
Hazlo

Y Lorenzo comenzó a subir los laberintos que conducen el


comienzo Conductos de todos los colores cálidos la más
insospechada gama de variantes y combinaciones.
subía por la sangre y el oxígeno,
Enrique GIORDANO

recorría todos los interiores secretos de su madre Si


hubiera tenido que usar una palabra para describir todo
aquello, no hubiera podido encontrarla no podía, no
quería traicionar ese mundo recuperado esta vez quizás para
siempre

¡Abre los ojos!

¡DESPIERTA!
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1.- Lorenzo despierta. Lo tiran con forceps. La luz artificial le cae de
frente y le hace dar un alarido atroz. “Sé valiente, hijo, no dejes que
vuelva el terror. Tu hermanito nació bien y espera por ti.”

2.- ¡La ventana está vacía! “Ten paciencia, mi niño. Todo va a ser
diferente. Vuelve a dormir.”

El silencio de Claudio
Vuelve a dormir. Sueña con él. Suéñalo con todas las fuerzas de tu
respiración.

3. “Despierta ya!” Abre los ojos. Empezarás a verlo de a poco, pero tienes
que saber mirar. Para saber escuchar hay que escuchar los latidos de su
corazón… el vaivén de su respiración…

125
Claudio, mira, te busca por la ventana mirando por la ventana. Está
tranquilo, sereno, sabe que esta vez sí va a encontrarte.

…………………………………………………………………………………………………………………………………
Enrique GIORDANO

¡LA LLAVE MAESTRA! “¡Cierra los ojos hijo mío, de inmediato!


ES UNA TRAMPA.
La que tienes que evitar toda tu vida. Es la llave maestra de
tuS padreS para atraparte de nuevo. La llave maestra ocurre
cuando el espejo y sol en el zenit concuerdan. Ustedes nunca
fueron siameses, nunca tuvieron cicatrices en el pecho…
¡CIERRA LOS OJOS!

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NO LOS ABRAS. DEJA QUE EL ZENIT SE LLEVE A TU(S)
PADRE(S) AL CENTRO MISMO DEL INFIERNO. HAZLOS
DESAPARECER COMO A UNA FOTO VELADA. HAZLO
DESAPARECER COMO ME HICIERON DESAPARECER A
MÍ EN UN PUNTO REFRACTARIO DE LOS ESPEJOS POR
TODA UNA VIDA.

¡No mires! La mayor de las perversidades que ser humano pueda concebir
es recurrir a la mentira para tapar su inmundicia y, peor, mi Claudio,
ENTERRAR a SERES INOCENTES entre los

El silencio de Claudio
coágulos de su propia sangre putrefacta.
¡No mires, por favor!

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Enrique GIORDANO

Ahora sí, Lorenzo, ahora puedes mirar tranquilo. Claudio te espera al


otro lado del espejo. Míralo.

Ya descubrió tu rostro. Ahora el último paso es tuyo, Lorenzo.

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Cierra los ojos. Ábrelos cada vez con mayor profundidad. Sigue

El silencio de Claudio
intentando, Lorenzo. Yo estoy aquí. Muy pronto darás con el
punto preciso de mis pupilas.

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