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EL SILENCIO DE CLAUDIO
El silencio de Claudio
ENRIQUE GIORDANO
(Escritos post mortem)
.
En estado de memoria POESÍA
El silencio de Claudio
© ENRIQUE GIORDANO
Inscripción Nº 000.000
I.S.B.N. 978-956-260-000-0
© Editorial Cuarto Propio
Valenzuela Castillo 990, Providencia, Santiago
Fono/fax: (56-2) 27926520
Web: www.cuartopropio.cl
Enrique
Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que ja-
más haya caído en suerte a un simple mortal (…) Los límites que separan la vida de
la muerte son, en el mejor de los casos, borrosos e indefinidos... ¿Quién podría decir
dónde termina uno y dónde empieza el otro? Hay sólo pausas temporales en el in-
comprensible mecanismo. Transcurrido cierto período, algún misterioso principio
oculto pone de nuevo en movimiento los mágicos piñones y las ruedas fantásticas.
La cuerda de plata no quedó suelta para siempre, ni irreparablemente roto el vaso
de oro. Pero, entretanto, ¿dónde estaba el alma?
9
Que el niño querido cochita pochocha de mi alma que la madre
apretaba en su regazo, no era sino la mentira más infame que ser
humano alguno hubiese aceptado creer
10
TE PUDE HABER QUERIDO tanto
El silencio de Claudio
11
No sigas buscando, Luisa, por favor. Nunca lo encontrarás. No lo en-
contrarás porque murió hace mucho tiempo.
12
¡Luisa, escúchame!...
El silencio de Claudio
rretera inútil, pedida en un laberinto de reflejos des-
trozados. La llevaron paralizada hacia el hospital,
catatónica. Nunca supo de la muerte de su marido
porque cuando éste entraba en el mundo húmedo
de los cadáveres junto al río, doña Luisa de Gabrie-
lli ya era un vegetal y seguiría siendo un vegetal del
cual todos, absolutamente todos se fueron olvidan-
do. Y se olvidaron. Y se olvidaron los propios mé-
dicos. Nadie vio su cuerpo desintegrarse entre los
escombros del edificio viejo cuando era demolido
hasta los últimos cimientos que lo sostenían.
13
Cuando volví a abrir los ojos comprendí que nunca podría volver
a cerrarlos y que mi vida sería una eterna vigilia en la que nadie
vendría a acompañarme. Como el enterrado vivo, sólo yo, y digo
sólo yo, sabré la inmensidad de mi infortunio. Encerrado en este
miserable espejo, condenado a verlo todo, todo, y lo peor… a no
olvidar.
17
Y lo peor, lo peor, Dios Mío, es que no puedo olvidarlo
No puedo olvidar nada
(…)
Pero como sea
18
Toman un giro violento cada vez que alguien nos mira
Miradas sucias producen páramos contaminado de flores muertas
inundaciones de agua inmunda
Miradas angustiosas producen a veces cataratas de sangre
oscuridades llenas de promesas sin cumplir,
habitadas de lamento
Pero ya nadie mira
este espejo
Sólo mi madre
Con cierta frecuencia
El silencio de Claudio
‘’’’’’’’’
19
El espejo configura ángulos al infinito
Lo veo todo
No veo nada
O veo muy poco
Enrique GIORDANO
Total
¿a quién le importa?
20
Mi ojo izquierdo lo abarcaba todo
(…)
La casa se llena de ruidos
Ignoro de donde vienen
Son secos
desconcertantes
Voces en murmullo
Frases inconclusas
El silencio de Claudio
Irritante zumbido de helicópteros sobre el techo
gritos ahogados
Y hay presencias que desconozco
suben
bajan
atraviesan las paredes
De por siempre y para siempre atrapadas
por odios inexplicables
deseos que nunca se cumplieron
resentimientos que se reengendran como los huevos de una serpiente
21
¿Qué buscan?
¿Qué les arrebataron?
Enrique GIORDANO
se entrecruzan en vano
configurando frente a mis ojos todo un infierno cíclico
(…)
22
Y el espejo sólo reproduce una escalera vacía
La casa se convierte en un cementerio que nadie frecuenta.
Las angustias ancestrales en cenizas de muertos.
El silencio de Claudio
La escalera misma envejece de golpe
volviendo a configurar
23
Los pasos hablan
con cada huella
van escribiendo lo que ellos mismos jamás leerán.
sin sospecharlos escriben sin cesar
historias mínimas, efímeras, inconexas
fragmentos de trayectoria
tejidos inconclusos
(…)
24
por donde corren los fantasmas despavoridos
que quedaron enterrados detrás del vidrio
♦♦♦
Conozco mi camino
Está rodeado de eucaliptus
Su aroma me anuncia el mar
el oleaje que la escalera no me deja ver:
lo único que extraño del mundo de afuera
Aunque en mi mundo
dentro del universo del espejo
hay mares infinitos e insondables
El silencio de Claudio
que se abre en múltiples estambres amarillos
Y recuerdo el fruto de eucaliptus que me diste en ese parque
y que cuido en una gruta inexpugnable
en la que sólo nosotros
podemos encontrar.
(…)
Imágenes borrosas
No entiendo nada
El
timbre
Un teléfono
anunciando terrores
. 25
Ni quiero entender
no sucede nada
nada
no hay palabras ni nada que puedan señalar
Enrique GIORDANO
26
¿Claudio, dónde estás?
La escalera sigue allí
vacía pero respirando
Acechando
Lo sabe
y entonces
toda la fealdad que trasmite inunda mi mundo de adentro
No puedo alcanzarlo
sufre la condena de una vida que nunca quiso vivir
28
¡Claudio, mírame!
Pero no me escucha
Ni tampoco puede hablar
No hay palabras que puedan expresar su angustia infinita
El silencio de Claudio
No sabe hacia dónde ir
Ni por qué subir ni por qué bajar
Sufre en silencio
Le aterran las palabras
29
(Más adelante sus hermanos fueron los
primeros en advertir que el mismo horror le
causaban los nichos de los cementerios. Y el
mayor se dedicó a analizar las estructuras de
dichos horrores y aunque logró comprender
los mecanismos, nunca logró llegar al
por qué1.2).
(…)
Saber así de pronto
Que no eres más que un reflejo
invención
conjuración de palabras asesinas
paraxis extraviada en un laberinto de olvidos insensatos
30
El silencio de Claudio
31
La más variada gama de colores
se entrelazan creando combinaciones inagotables
….PERO
▼▼▼
(…)
Ciertas noches mi abuela de negro
Sube lentamente
sin siquiera tocar los peldaños.
Siempre cautelosa
Enrique GIORDANO
32
Mi madre despierta en el momento preciso y avanza
sobre ella haciéndola retroceder
Con la misma lentitud de un fracaso que fue inevitable
El silencio de Claudio
Es inútil. Nunca va a encontrar el ángulo exacto de mis pupilas
Sigue mirando con la misma esperanza que perdió hace tantos años.
33
Y en algún lugar de los senderos de nuestros ojos
34
Llegaremos a profundidades que nadie sospecha
Viviremos para siempre en el fondo del mar
▲▲▲
El silencio de Claudio
entendía que la vida volvía de todo aquello que considerábamos
marginal y desechábamos sin saber lo que hacíamos. Fue así como
guardé con cariño un cuesco de palta para enterrarlo una noche
en que todos dormían tratando de deshacerse de los fantasmas y
monstruos que los estaban esperando desde que el sol se ocultó
con un ojo entreabierto.
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el amor cuando no da vida mata
Un pichón, un gorrión recién nacido había caído de su nido y era
lenta y parsimoniosamente devorado por las hormigas. Su madre
había perdido ya toda esperanza porque se fue volando. NADIE
quedó en su nido. Mientras la hormigas lo devoraban, vi, de
seguro que vi en sus ojos el horror más inevitable que ser viviente
puede sentir. Estoy seguro, me miraban a mí. De fijo me miraban
a mí y me suplicaban “sálvame, por favor, sálvame, sálvame,
sálvame, sálvame
♦♦♦
bajo la escalera
y escucho atentamente
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yo, Claudio, soy un monstruo
la tumba bajo la escalera es el único espacio que me corresponde
El silencio de Claudio
Extrañas criaturas que crecen en la oscuridad
Ellos me temen
Huyen despavoridos
Como los gritos de horror que lanzaron en la clínica
Cuando me vieron nacer (nos vieron)
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Pretenden no saber que desde aquí surgen los gemidos
distorsionados
los terrores que los acosan en el sueño y la vigilia
Soy lo que han ocultado durante toda su vida
Aquello que quieren no ver
Aquello que prefieren ignorar
38
(…)
“Cuando me miré en el espejo por primera vez
mi madre había dicho: Mira, ese eres tú, eres
Claudio.
El silencio de Claudio
el instante crucial:
Entonces o nunca
Un segundo más y ya sería tarde
Me miré en el espejo y no me vi
Quise hablar y mis palabras fueron tragadas por
el espejo
Las palabras se hincharon de sangre y se quedaron
observándome
acechándome detrás del vidrio
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una sonrisa vacía que le eximía de la obligación de
explicar
lo que era incapaz de explicar con sus propias palabras
Nadie lo ve
Nadie lo mira
Pasa inadvertido
(…)
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siempre en silencio
siempre mirando desde un pozo húmedo
siempre esperando el novio de ultramar
siempre en la ventana frente al parque de los eucaliptos
El silencio de Claudio
no vendrá nunca, Claudio
▲▲▲
41
(…)
Ella mira desde el retrato
al fondo de la escalera
Vida inmunda
meses color de mosca
larvas devoradas por hormigas
Enrique GIORDANO
Mi abuelo
Como quien alguna vez la quiso
Le alza los brazos pidiendo amparo
Quejidos que saltan al aire como lenguas de fuego
En vano aferrándose a los últimos segundos de vida
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Sin siquiera sonreír
mientras te retuerces entre las llamas
involuntaria danza grotesca
El silencio de Claudio
Sin mirar hacia atrás
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De dónde
¿En qué momento empezó aquella incesante cadena de odios que
nadie comprende?
No te abandones, madre
No te desalientes
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Cada lágrima reflejada en el espejo alimenta a una mandrágora
Crecen cada cierto tiempo
Se quejan al unísono cuando se va la luz del día
Tiemblan en la noche
se esconden de la farándula de monstruos y malos recuerdos que
habitan esta casa
El silencio de Claudio
dolor de su redundancia
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Mi madre sube por los peldaños con lentitud
Cada vez con mayor pesadumbre
Recogiendo cada una de sus pisadas
Como si fueran parte de su cuerpo
Mido el paso del tiempo por los surcos de su piel
Por su cansancio aumentando en cada pliegue de la
escalera
Por su mirada cada vez más turbia
3
Es curioso que Claudio en el espejo no mencione a los otros dos Claudios cuando la madre
está presente en la escalera. No se encuentra alusión alguna en ningún fragmento, ni tampo-
co en los textos desechados.
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1987? Para qué hablar de fechas… Da igual.
La casa se llena de oscuridad
Se la lleva el tiempo
…………………………………………………
Mi madre se ha quedado inmóvil
Como una niña en la arena frente un mar vacío
Con rocas sin amor
Anhelando a quien nunca volverá
Lo sabes madre
Lo sabes pero prefieres ignorarlo
Madre, te has quedado detenida en un rincón del tiempo
El silencio de Claudio
(Llegará el momento en que nuestras pupilas se entrecrucen
Y así será el verdadero comienzo…)
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La casa comienza a resquebrajarse
nadie tapa las goteras
Nadie tiene fuerzas de detener el diluvio
Charcos inmundos inundan los pisos y se deslizan por la escalera
Tu padre ya no está
Te has quedado sola para siempre.
La escalera se inunda de recuerdos petrificados
Hacen llagas en las paredes
Pero ya estás cansada
Los dejas a la merced del agua sucia
¿Cómo exactamente has llegado a este punto?
Ver el fracaso esparcido por los escalones
La oscuridad al fondo de la escalera.
▲▲▲
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Porque él es el único que me puede ver.
El silencio de Claudio
Y yo el único que puede verlo.
(…)
4
Probablemente Claudio no estaba consciente de que los fantasmas se quedan detenidos en
una escena anterior de su vida. Esta se va repitiendo exactamente igual hasta el infinito.
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“No le tengas miedo a la escalera, hijo. Nada te harán los fantasmas de
la oscuridad
Apégate a mi cuerpo. Toca mi llaga vertical que nunca muere. Escucha
mi corazón. Junto a mí nada va a
sucederte. Voy a estar siempre a tu lado, dentro y fuera de tu cuerpo,
siempre respirando junto a ti.
▲▲▲
El espejo
se va llenando de heridas, llagas gritos
Mi espacio cada vez más pequeño
Mi mundo que se va lentamente transformando en un calabozo
transparente
(…)
50
La penumbra se divide en dos pedazos
ante el grito desgarrado de mi madre
Mi madre ha gritado
Frente a ella
El Otro Claudio
Ese Claudio que todos temen
Reptando frente a ella
Jadeando con dificultad,
Mirándola al interior de los ojos
El silencio de Claudio
Ese Claudio nunca morirá, madre
A menos que alguna te atrevas a matarlo
(…)
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Dejando una estela de baba viscosa por las maderas del piso
Sabe que sabemos
Nunca va a dejarnos morir en paz
Con certeza
Convicción
Espera que seamos nosotros mismos
Los emisarios de nuestra propia muerte
Martes, 3 de la tarde…
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Los libros desparramados por el suelo
El silencio de Claudio
Noches de silencio
Uno que otro helicóptero
Y a veces uno solo produce gritos
alaridos
va destilando sangre
53
He tenido paciencia
He unido letras
Descifrando palabras
PORQUE YO NO LES TENGO MIEDO, CLAUDIO
(…)
Enrique GIORDANO
54
Cuidado
Hay un hombre con su carabina detrás de ti.”
El hombre me descubre y sin pensarlo dispara
Dispara contra el espejo que cae a pedazos
El silencio de Claudio
55
Enrique GIORDANO
56
Luisa. Olvídalo, te lo ruego.
Estamos solos. Sólo te tengo a ti y a nadie más.
El silencio de Claudio
Luisa, por favor, no sigas rebuscando entre las astillas.
Te vas a desangrar.
¡Luisa, escúchame!...
57
INTERMEDIO.
Si de algo puedo estar seguro es que no hay peor historia
que la que comienza o termina a las 3 de la tarde. Mientras
mi padre nos hablaba de la travesía de nuestros antepasados
a quienes sin gloria alguna la desgracia los traería a golpe
de proa hacia el puerto de Talcahuano, mi madre escuchaba
en silencio pensando en los suyos que llegaron dispersos por
el sur del país, con sus nombres tan llenos de consonantes,
extrañas combinaciones vocales y equivocadas escrituras
que a fuerza de reescribirse y volver a escribirse terminaron
siendo irreconocibles. Mi hermano había huido a su habitación
y yo miraba el fondo de mi taza de café pensando en esas
confusas configuraciones de vidas perdidas en un laberinto
de equivocaciones que vino a desembocar en esta ciudad de
cuyo nombre prefiero no acordarme.
(…)
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Atribuido al verdadero Claudio.
Siempre digo la verdad. Quiero decir, aquella verdad que se
me escapa de los ojos, de los silencios, de lo que no dije, de lo
que nunca puedo decir. Las palabras salen de mi boca y se van
articulando fuera de mi voluntad. Siempre es así. No puedo
detener nada de lo que escapa de mí, aunque sea siempre
inexacto, insuficiente, inexplorable.
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quedé mirando como si allí no hubiera nadie. Yo, la verdad,
no me acuerdo, aunque me resulta fácil imaginarlo. Nunca
se atrevió—como nadie jamás se atrevió—a preguntarme
nada. Y así fue hasta el momento de su muerte. Esta vez sí
me miré: me miré en sus ojos sin ningún miedo de verme
reflejado en esa luz verdosa que se iba extinguiendo para
siempre y que renunciaba a entender.
Enrique GIORDANO
66
“Es que, mamá, yo soy una mentira...Yo nunca he estado
aquí...,” pero cuando lo llegué a decir, ella tampoco
estaba allí. Frente a mí, un espejo sin vidrio, un cartón de
pergamino arrugado y entonces el fuego.
Como ya lo suponía, no pude llorar y me fui inundando
por dentro. El grito que nunca salió de mi boca se quedó
enterrado vivo para siempre. Algún día saldrá con la
violencia de tantos años de opresión y con esa misma
violencia tendrá la piedad de borrarme de la faz de la tierra
y de toda la inmensidad del mar.
El silencio de Claudio
A veces juego a despedirme de yo mismo y verme partir sin
el más absoluto sentimiento de nostalgia. Pero de nada me
sirve: siempre estoy de vuelta. No me queda más remedio que
deje de importarme.
No sé por qué te cuento todo esto. La verdad es que,
como a ti, ahora me da igual. Siempre lo supiste y cada
vez te importa menos. Ni siquiera notaste mis estrategias
inexplicables para evitar los espejos. Nosotros, los
sobrevivientes, somos inevitablemente así. No sabes cómo
envidiamos la muerte.
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Y es un gran alivio
—así es como creo que debe ser la muerte—
irme despojando de todos esos pedazos de vida
y poder extenderme sobre una planicie vacía
o doblarme como un feto en un charco de agua tibia
Que nadie me mire
que nadie me saque una foto
Es difícil ahogar tanto grito, tanto aliento, tantas lágrimas en
un cajón.
No es fácil cerrarlo para siempre y dejar que se llene de polvo
para empezar a respirar de nuevo.
Enrique GIORDANO
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“Abra las manos,” me dijo alguien. Como siempre obedezco,
o Como siempre mi cuerpo se mueve fuera de mi voluntad, fui
abriendo lentamente las palmas de mis manos. “Comprendo,”
me dijo. “Una hoja seca.” Y luego agregó:
“Lo siento, no puedo ayudarlo.” No me sorprendió en absoluto.
Una vez en la calle, dejé que a la hoja se la llevara el viento.
No era capaz de deshacerla con mis dedos, de eso sí podía estar
seguro. Era más fácil así.
El silencio de Claudio
a resbalar de la página hasta caer desparramadas por el piso.
Traté de recogerlas pero no pude formar una sola frase con
ellas. Allí quedaron abandonadas para siempre. Al cerrar
la puerta por última vez, sentí cómo se lamentaban en un
quejido polifónico desarticulado. Me imagino que se retorcían
y trataban de reptar por el piso de cemento, aterradas ante un
destino trágico del cual no eran responsables.
Así fue como nació y murió la única carta que te escribí. No
me importa porque al final iba a ser lo mismo, lo inevitable:
cuando la leyeras, yo no iba a estar allí. Después de leerla,
ibas a saber que nunca lo estuve. Sólo quedarían las palabras
acechando agónicas, esperando el momento en que yo volviera
a abrir esa puerta—ese sobre—para ir clavándose todas ellas,
una a una en el mismo centro de mi respiración.
▲▲▲
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el hecho de pensar lo aterró
Estuvo dos años sin pensar.
Inmóvil y de reojo a ese espejo sucio
Pero cuando se cansó de no pensar
no pudo sino volver a pensar
las palabras estaban allí
acechando
respirando
Enrique GIORDANO
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Anunciando la muerte en cada una de sus exhalaciones.
Nunca se atrevió a pronunciar la palabra MADRE
Nunca la escribió .
Tenía terror a matarla antes de articular la penúltima letra
(…)
El silencio de Claudio
Desde entonces le fui teniendo cada vez mayor terror a las
letras y sobre todo a las palabras. Claudio! Salió como un
violento escupo de sangre la primera y última vez que quise
pronunciarlo. Nunca más he vuelto a pronunciar mi nombre.
71
Enrique GIORDANO
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imposible cerrarlo
Soltó el libro
y entonces vio por primera vez EL OJO inmenso
Rojo
Pidiendo auxilio
Hinchándose hasta reventar en coágulos
OJO
Inmóvil impávido
Sobre un fondo gris
El silencio de Claudio
había existido siempre
de palabras infinitas
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Un vértigo de hojas lo arrastraban consigo hacia un vacío
insondable
Hacia el fondo de su mirada
Y un vértigo torbellino implacable se inundaba de letras que
giraban a su alrededor
Formando toda clase de palabras que no podía descifrar
Cuando volví a abrir los ojos comprendí que nunca podría volver a
Enrique GIORDANO
cerrarlos y que mi vida seria una eterna vigilia en la que nadie vendría a
acompañarme. Como el enterrado vivo, sólo yo, y digo sólo yo, sabré la
inmensidad de mi infortunio.
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El ojo es Redondo
redondo
Por lo tanto es un círculo
No.
Es una esfera
que gira sobre sí misma
que se abre y se cierra intermitente
desde el nacimiento hasta la muerte final
•
O jo sangra
Se desangra en gotas silenciosas
va formando charcos
El silencio de Claudio
estelas de sangre
pasadizos que se configuran y reconfiguran sin
cesar
Se reproducen
Explotan en el vacío
Se dividen multiplican se articulan
Forman unidades infecciosas
El ojo se abre
morir enterrado en la pupila
O
atrae
jo
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El ojo cae y rebota
Cae formando charcos de angustia
Que se extienden como abanicos
se multiplican en arterias, venas, llagas
se vuelven a multiplicar
Se apoderan de todo el horizonte
(…)
76
Y así vio Claudio como las palabras iban configurando
nuevos Claudios, Claudios de todo tipo: inagotables. El, el
verdadero Claudio se recogía en la anonimidad de su cuarto:
invisible: invisible ante todas la variaciones incesantes
que aquellos ojos inventarían: aquellos Claudios efímeros;
aquellas invenciones: ficciones que configurarían su mundo:
mundo ajeno a este Claudio que trata de respirar detrás de
los visillos: a este Claudio invisible, invisible, invisible,
El silencio de Claudio
carcomiendo como insectos las imágenes de las pantallas
luminosas: vio letras confabular las extorciones más
infames: vio letras delatando nombres: inimaginables,
infinitas mentiras grabadas bajo la infamia de las verdades y
se vio a sí mismo en las más abominables metamorfosis
Todas las gradas que van entre el ángel y el monstruo
entre el héroe y el anti-héroe
se vio subiendo aterradoras escaleras de letras
innumerables espejos de letras
edificios de letras desmoronándose sobre la tierra que
tiembla implacable
cementerios tumbas de letras
Y así vio cómo se armaba y se desarmaba el mundo de
afuera. Combinaciones incesantes de letras, capítulos
históricos, aterradores genocidios, religiones, contra-
religiones
Así se estructuraba el mundo
Génesis y apocalipsis de los cuales Claudio quedaría por
siempre y para siempre desterrado
77
▲▲▲
ha destruido
gozando de tu dolor una mañana más que se renueva
mañana tras mañana con la irritante invasión de la luz
▲▲▲
78
Lorenzo salió por fin de la estación
Corrió.
Y no dejó de correr
El viejo edificio negro, impregnado de amarguras, fue quedando atrás:
separaciones: promesas jamás cumplidas: carreras desesperadas
tras el último vagón: adioses: llantos: ruidos: quejidos:
locomotoras agonizantes
El silencio de Claudio
Pasaron miles de helicópteros por sobre su cabeza
En lo alto
lo detuvieron, lo agredieron, lo golpearon sin misericordia pero
Lorenzo se volvía a levantar y seguía la ruta, la ruta hacía esa ventana
entreabierta, no importando cuánto fuera el dolor, cuánta la angustia:
Lorenzo seguía en línea recta hacia su destino
Pasó hambre
Sobrevivió a dos terremotos: cuatro inundaciones: vio incendios
majestuosos al otro cortado de la línea: gente gritando despavorida:
sobrevivió a cinco bombas explotando en los caminos subyacentes: pasó
por encima de cadáveres: restos de cuerpos despedazados: miles de fetos
luchando por salir del vientre de su madre muerta: miles de fetos que
reptaban agonizantes por los rieles oxidados: miles de fetos atrapados en
una vagina muerta: miles de fetos devorados por aves de rapiña
Lo acorralaron
En la mesa de tortura
Tras las rejas de una cárcel
Bajo las erupciones interminables de las ametralladoras
Lo acorralaron
Lo hundieron una y otra vez en fosos sin fin, tarros exudando el horror:
llenos del agua de la muerte: lo colgaron de un helicóptero: lo violaron:
lo picanearon con punteros metálicos en las partes más vulnerables de
su cuerpo: lo mataron de electricidad: lo hicieron comer excrementos:
lo enterraban vivo: lo azotaban sin piedad
Pero Lorenzo sabía que llegaría a su destino
79
Cayó más de mil veces desfalleciente: murió cientos de muertes atroces,
pero siempre lograba levantarse y salir adelante. No hay fuerza más
indestructible que el amor y Claudio estaría allí cuando él llegara a su
destino: con la lluvia golpeando su cara: con todos los vientos en contra:
llegaría a su destino.
(…)
Mariposas sangrientas
Sobre calles inundadas de terror
En los charcos de las ilusiones perdidas
Bajo miradas
Ojos
Ojos sedientos de sangre
Sangre venenosa
▲▲▲
5
Este fragmento puede ser un borrador del anterior o una de las versiones de la misma odi-
sea. Los otros fragmentos resultan indescifrables, sin ningún sentido, como si las palabras
se hubieran desparramado sobre las hojas blancas hasta llegar a formar criptogramas incon-
clusos manchados de vino tinto. Lo que incluyo aquí es lo poco que pude rescatar de todo
ese caos interminable.
80
¿Cómo sobrevivió Claudio a tanto acoso? ¿Cómo pudo
rescatar el silencio?
El silencio de Claudio
espacio, impidiendo que las letras
se unieran para crear frases,
textos… Borrando así episodios
enteros de su vida que otros sujetos
habían creado, hilvanado, recreado.
Destejer miles y miles de tejidos
falsos. Episodios completos totalmente borrados de
la memoria. Borrando a su padre, a su madre, a sus
hermanos, a sí mismo, menos al hombre que miraba
desde la plazoleta del parque. Porque entonces el olor
a eucaliptos perfumaban su mundo. Había entonces
que impedir que las letras se reunieran para crear la
palabra eucalipto, que narraran en textos infames las
infinitas posibilidades de esa mirada desde el parque.
81
Escribir sobre sí mismo era, para Claudio, un sinónimo
del suicidio y era todavía muy pronto para eso.
Llegaría a hacerlo algún día. Mientras tanto estaba a
resguardo. La escritura en tercera persona
era
.
sin duda una buena precaución6.
Enrique GIORDANO
6
Y sin embargo, como ya sospechará usted que nos está leyendo, no hacía sino escribir sobre
sí mismo, tejiendo y destejiendo el mismo texto. Dibujaba su muerte final con la lentitud de
los relojes antiguos.
82
Nunca escribió sus sueños,
había que dejar que vivieran
El silencio de Claudio
tampoco escribió sus pesadillas
83
Y las dejó vivir sin alterarlas, permitiendo que
circularan libres por el aire que respiraba, tanto en
las noches frías como en la humedad
84
Al volver la oscuridad, Claudio se sumerge en el
ciclo de los sueños y extiende sus brazos a fantasmas
benignos…
El silencio de Claudio
Se acerca a mi cama y me observa
Recorriendo todo mi cuerpo desnudo bajo su mirada
Viene por mí
Hace muchos años vino por un mundo desconocido
En una barca que luchaba contra los vaivenes del mar
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Despertó una mañana
El aire estaba detenido
En suspenso
La luz estática
Como si el tiempo no avanzara
Contuvo la respiración
sintió oscuros y remotos lamentos
86
Otros se abrían como abanicos
volviendo a cerrarse para volverse a abrir
PUERTA
se retorcían
como langostas en agua hirviendo
por medio siglo en aguas implacables
acechando sin cesar
El silencio de Claudio
Vio salir lamentos que se deshacían en mucosidades
sanguinolentas
¡Sálvame!
87
Emitiendo zumbido ensordecedores
le cerraban el paso sin misericordia
Se confabulaban para destruirlo
abrumarlo
asfixiarlo
No había escape
La ventana se había convertido ya en la palabra
ventana
La mesa en la palabra mesa
P
I
S
O
Hasta que desde el fondo de la pantalla
Salió un ruido sordo
Una contracción de vómito
Y desde la pantalla el aparato arrojó un feto
sangriento que rodó por el piso
88
repitiendo la misma palabra dos tres creo varias
veces
cada letra destilando sangre
aun atrapadas por la placenta muerta
Vio a su madre
El silencio de Claudio
mientras las letras se acercaban hacia ella
comenzando a devorarla como hormigas voraces
a un pájaro indefenso
89
De su pieza sólo quedaba el espejo
Solamente el espejo
lo único invencible
inasible
eterno
No a su madre
Se vio a sí mismo,
desvanecido sobre el piso de caoba
Inerte sobre un charco de sangre
Sintió pasos en la escalera
dejó de mirar
volteó la cabeza
el definitivo
90
donde NADIE podría encontrarlo: el vientre de
su madre, un vientre como un molusco muerto.
La vagina se convirtió en una letra o y se
contrajo hasta el punto de cerrar el corredor
que llevaba al vientre, quedándose petrificada
como una o minúscula, convertida en un ataúd de
carne petrificada, una rosa carnívora cerrada para
siempre.
El silencio de Claudio
Verbos vivos
circulando por tus venas y las mías
91
Yo pude haberte querido, Claudio
Pero nunca me dejaste decírtelo
Y el maldito espejo
Y la escaleras
El silencio
Tanto
La leyenda infame:
EL SILENCIO DE CLAUDIO
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Y le has hecho creer a todo el mundo que es un libro
Circulará por manos desconocidas
El silencio de Claudio
93
Y lo dejarán enterrado en el cementerio de los libros
destinado al fuego de futuras dictaduras
Y el más antiguo
No es el verbo puro
Enrique GIORDANO
Lo has llamado “El silencio de Claudio” y lo has hecho pasar por un libro
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me has ido enterrando entre espacios en blanco que has tapiado con letras
Escrituras invisibles
bustrofedónicas
códigos de principiantes
El silencio de Claudio
las trizaduras
pedazos de espejos
tratando de atajar tus garras mientras iban labrando este pequeño sarcófago
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Desde que me viste atrapado en el espejo
Supiste que nunca saldría de allí
En vano cada letra se resistió hasta las últimas gotas porque estaban
adheridas a mí como como todo el amor adherido a las rocas del mar
Enrique GIORDANO
‘’’’’’’’’’
Abrazado de mi madre
en un mutuo terror
Condenados a la eterna humedad del útero de barro que nos fuiste
construyendo desde el momento mismo en que me abandonaste en el
espejo
Desde que aprendiste las primeras letras del abecedario, ¡hijo de puta!
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……..
El silencio de Claudio
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INTERMEDIO
Eran casi las tres de la tarde. Mi mamá y yo terminábamos de almorzar.
Como ya se había hecho costumbre, estábamos solo ella, las penumbras
del comedor antiguo y yo. Mientras discutíamos la última película que
habíamos visto, sentimos un fuerte ruido de vidrios rotos, seguido de
un grito desgarrador. No podía sino venir desde el segundo piso. Mi
mamá se lanzó por la escalera hasta el descanso. Una vez allí, se abrazó
de mí. “¡No mires! ¡No mires!” me gritó horrorizada. Sin embargo, no
pude sino mirar. Mi mamá se aferró aún más a mí hundiendo su cabeza
sobre mi pecho, hasta que con un suspiro se dejó caer sin sentido. No
recuerdo haber visto nada más que los vidrios despedazados por el piso.
Lo demás, seguía vacío como siempre. Sólo estábamos ella y yo. Lo único
que no me puedo explicar es la destrucción del espejo y sobre todo el
grito. Después de tantos años en Estocolmo había perdido la costumbre
de oír ruidos semejantes.
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Hijo, mío. Perdóname. Si lo hubiera sabido… Pero cuando me lo
dijeron, ya había pasado todo. A tu hermanito lo separaron de ti,
no podían vivir después de la separación quirúrgica. Tu hermanito
murió casi de inmediato, y de ti me dijeron que sólo pudiste
sobrevivir un par de semanas. No lo creí del todo, y tampoco
quise ver el frasco de formol donde pusieron el cuerpecito de tu
hermano. Adoptamos a un niño de la misma edad y le pusimos
CLAUDIO. Fue decisión de tu padre y no mía. Decidimos no
volver nunca a hablar del tema. Lo quise mucho pero nunca pude
quererlo como debía. Fuimos injustos, crueles… Tenía para mí,
en secreto, que no habías muerto y que siempre me observabas,
sobre todo de ese maldito espejo,.. Iba a las estaciones con la
Enrique GIORDANO
Madre
Quiero volver a tus galerías tibias
de humedad y cariño
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para que nadie pueda interrumpir nuestra felicidad
para que nadie pueda
interrumpir nuestra felicidad
El silencio de Claudio
para que nadie pueda interrumpir nuestra felicidad
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El mundo es redondo
lleno de canales y conductos que transportan el liquido de la vida
La sangre es roja
Rojo es el día y ciega la noche
Rojas tal vez las ramas de los árboles con que respiramos
no necesitamos ver más
no hay ninguna necesidad de hablar
No, no hay palabras
Todo palpita con dulce quietud.
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Cuando nuestra madre duerme
en silencio nos metemos en sus sueños. A veces no entendemos mucho
porque es el mundo de nuestra madre y nosotros somos muy chiquitos todavía.
A veces soñaba cosas terribles porque despertaba gritando
Pero luego se tomaba el vientre y lo acariciaba
Sabía que estábamos allí y que nunca la íbamos a dejar
Enrique GIORDANO
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Y entonces se nos pasaba el susto y volvíamos los tres a flotar por mares
tibios
Otras veces – muchas – mamá nos paseaba por un parque llenos de
eucaliptos
No sabíamos todavía cómo eran
Pero yo creo que eran los árboles de la felicidad
Y muchas veces estaban junto al mar que entonces era azul, cristalino
(ahora no es ni azul ni cristalino
huele a muerte o a cadáveres podridos)
ahora!
En qué maldito momento apareció esa palabra
Una palabra engendra otra y otra y así se van reproduciendo,
multiplicando, entrelazando y se expanden como un manto gigantesco
Tejidos de letras, palabras que nadie puede detener y se precipitan
El silencio de Claudio
Comprendí entonces que estábamos condenados a nacer
Que nada podría detener ese proceso
¿En qué momento lo supe?
Recuerdo un viaje largo por la ciudad de las luces y los ruidos y las
palabras, esperando resignadamente a que llegara el momento en que
nos pondrían frente a un aparato que veía dentro del cuerpo de mamá.
Mi hermanito y yo nos abrazamos temblando. Nuestra propia madre
parecía ausente y acosada por algo que no sabíamos. De atrás de la
puerta grande venían olores que ya habíamos sentido antes.
Ahora!
Y ya estamos de golpe en el horror del futuro
Qué horrible es recordar
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Yo morí después, en la mesa de operaciones donde separaron nuestros
cuerpos. Dicen que yo no resistí mucho tiempo. La verdad es que morí
antes, morí cuando mi padre le gritó aterrado a mi mamá ¿no te
das cuenta que vamos a tener a un monstruo? y no podía estar
más en lo cierto era la última vez que los vi entonces decidí
morir para ellos para todos y lo logré para mí sigo
viviendo no dejaré de seguir viviendo hasta que las últimas
pesadillas los hayan destruido a todos es fácil entrar en la mente de
cada uno, especialmente durante el sueño y convertirse en un verdadero
caleidoscopio del horror el cuerpo aterrado en movimiento
Enrique GIORDANO
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que sufran en creces los dolores atroces que cometió
mi padre por cobardía y por terror mi madre
callando y pretendiendo que nada sucedía Llegará el momento
en que haya desaparecido hasta el último pedazo de esta casa
maldita
El silencio de Claudio
♦♦♦
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No, no fue así. ¨Será un monstruo pero es mi hijo¨ le dije a mi
esposo. “¿No ves que tiene una llaga terrible que le atraviesa el
pecho? Le quitamos el corazón, lo sacrificamos para que Claudio
pudiera vivir.”
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moverse lentamente como una serpiente, me di cuenta que había
que irse de allí de inmediato. Con la criatura firme en mi regazo
corría la calle Bulnes y de allí seguí en dirección hasta Prat con
dirección al río. Cuando corría, las letras saltaron en el aire
formando palabras que nos insultaban, nos prometían los peores
tormentos y humillaciones. Con mi criatura en brazos logré
llegar a la Plaza España un año después. Quizás algunos meses
más, no estoy segura. Las palabras ya no nos seguían, podíamos
estar tranquilos. Pero de pronto sentí una voz anónima que
me dijo: ¡Cuidado con las mariposas carnívoras! No pude saber
de dónde venía, para al volver mi cabeza me di cuenta que la
estación estaba vacía. No había nadie, absolutamente nadie.
El silencio de Claudio
PADRE: ¿Qué querías que hiciera? No había otra salida. Lo hice por
ustedes, por la familia. ¡Nos tenían acorralados…!
LUISA: Lo hiciste por egoísta. Para ascender en tu trabajo, por oportunista.
PADRE: Por mantenerlos a ustedes, Luisa.
LUISA: ¿Ustedes quiénes?
PADRE: Nos quedábamos en la calle, si es que no nos mataban.
LUISA: No era razón para permitir que nos asesinaran a un hijo. Eric ha
sido la única persona decente en esta familia.
PADRE: No, no fue así…, Luisa, por favor, no seas injusta. No hables de esa
manera.
LUISA: Todo puras mentiras. Nuestra familia, una mentira, Claudio, una
mentira. Todo ha sido mentira. Nos vamos los dos al infierno, Tú. Por
asesino. Yo, por callarme, por pretender no saber nada…
(Oscuridad).
♦♦♦
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No vendrá nunca
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EPILOGO.
Tuve que cruzar la mitad del mundo hasta dar con tu ventana
El silencio de Claudio
miras por los visillos
miras con insistencia
Sabes que estoy aquí
Sabes quién soy. No sabes mi nombre pero sabes quién soy.
Soy como el que ves en tus sueños
Noche tras noche
no importa
me ibas a sentir igual
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EPÍLOGO
Abrazarnos como tuvimos que haberlo hecho
cuando comenzó todo
Enrique GIORDANO
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Todas las heridas cicatrizan, mi amor.
Mis dedos van por tus llagas cerrando ese dolor
eterno que quiso separarnos. Las grietas se irán
cerrando bajo la caricia de mi piel, el calor de mi
sangre.
El silencio de Claudio
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EPÍLOGO
(…)
Entre el viento y la lluvia siempre entraba a amarte y volvía a
entrar, Claudio. Eso no me lo puedes negar.
Enrique GIORDANO
Nunca hubo nadie mirando desde ese banco. Hace años que no hubo
banco, Nunca lo habrá, ni nadie vendrá. Ese banco es ahora una tumba
a la que nadie quiere acercarse, ni los mismos que cometieron el crimen.
No hay nadie, Lorenzo. Lo que aferras a tus brazos es un chal viejo
que se está deshaciendo. ¡Tanto respirar con un tejido que hace años
comenzó a deshacerse! Estás solo y voy a matarte, como debí haber
hecho desde los primeros momentos: dejar que te pudrieras en el vientre
de tu madre mientras los rieles se iban oxidando. Todo lo demás fue un
acto de piedad inútil. Tuve que desmenuzar las vísceras podridas de tu
madre, luego soportarte día y noche, sin poder evitar que me
quitaras el amor de Luisa (nunca la quisiste, viejo asesino). La misericordia
se paga con la vida.
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Lo primero que vio fue un cardumen de letras muertas desparramadas
por el suelo. Frases y palabras sangrantes colgaban de los resquicios de
las paredes, bajo una alfombra impregnada de sangre. Algunas palabras
agonizaban en los peldaños de la escalera, otras trataban inútilmente de
reptar por las paredes y la sangre coagulada de los rincones olvidados.
Entonces Lorenzo reparó en sí mismo. Palpó su cuerpo, su rostro, sus
genitales, su respiración, la cicatriz que todavía ardía en su pecho.
Y entonces el peor terror de su vida cruzó por su cerebro y lo hizo mirar
hacia atrás. Miró hacia atrás y no vio nada, nada… la escalera a medio
derrumbarse se perfilaba desde un costado. Vio el espejo-tumba, y vio…
Lorenzo vio a “su padre” vestido de civil y gafas oscuras que apretaba un
revólver. El peor terror de su vida estaba allí, presente y apuntaba sobre
su cicatriz. “Nunca estuve muerto, fueron las palabras, las frases, las
notas escritas que inventaron mi muerte.”
“¡Claudio!...” gritó con todas sus fuerzas. “¡Claudio!” volvió a gritar.
“No llames a Claudio. No va a venir porque Claudio eres tú. Siempre
fuiste tú. Lorenzo murió en la clínica a pocas semanas de nacer. Sus
restos fueron devorados por las ratas y las mariposas carnívoras.”
El silencio de Claudio
En un impulso Lorenzo se volvió hacia el espejo. Quiso saltar sobre él, pero
chocó con un vidrio semitransparente. Volvió al espejo, pero era inútil.
Lorenzo (Claudio) se volvió hacia él. Sólo pudo ver a ese hombre
que le apuntaba con el revólver. Quiso saltar sobre él, arrebatárselo,
estrangularlo con toda la pasión de que era capaz. Pero volvió a
estrellarse con el vidrio.
Se dio cuenta con horror que estaba al otro lado, Estaba enterrado y
ahora para siempre. Entonces sintió la atroz carcajada de aquel que no
era ni jamás debería ser su padre.
Se volvió hacia la sala y sólo alcanzó a decir con una precisión que le
resultó desconocida”
“Por lo menos, nunca volveré a sentir la vergüenza de ser su hijo.”
Su padre disparó.
(…)
119
EPÍLOGO.
Enrique GIORDANO
Cuando volví a abrir los ojos comprendí que nunca podría volver a
cerrarlos y que mi vida sería una eterna vigilia en la que nadie vendría
a acompañarme. Como el enterrado vivo, sólo yo, y digo sólo yo, sabré
la inmensidad de mi infortunio. Para siempre encerrado en este espejo,
condenado a verlo verlo todo, todo, y lo peor… a no olvidar
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Todos han muerto. La casa está vacía. Nadie respira entre sus paredes. Los
fantasmas, cansados de recorrer los mismos rincones, se han ido para siempre.
Ya mi madre no me busca en el espejo ni Claudio me mira con terror. Mi
El silencio de Claudio
verdadera madre, si la tuve, habría tejido mantos para cubrir mi cuerpo.
¿Fue todo una miserable confabulación del lenguaje? A veces sospecho que fue
la peste de la escritura, de las palabras que iban tejiendo frases por sí solas,
creando mundos enfermos.
Todos han muerto en casa, o han desaparecido para siempre. El niño Claudio
me mira con terror. ¿Fue todo producto de mi amnesia alucinante? Mi
verdadera madre, si la tuve, habría tejido mantos para cubrir mi cuerpo.
Tal vez pronto derrumben esta casa. Hasta las palabras se han ido, y los
recuerdos junto a ellas.
121
EPÍLOGO.
Enrique GIORDANO
No sé lo que es la muerte..
¿ Hay final ?
¿O no lo habrá nunca?
todo se anegó de súbito
en una espesa y profunda oscuridad
122
Llegó a palpar el corazón de los sueños
Pudo sentir la respiración del silencio.
El silencio de Claudio
Curiosamente lo cubrió un manto de fe desconocida
Sintió a su madre que le daba un beso infinito
Y se durmió por siglos.
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Sintió que despertaba entre pliegues tibios
Así como volvería al comienzo
Se sumergió y volvió a surgir desde todo pliegos del útero.
¡DESPIERTA!
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1.- Lorenzo despierta. Lo tiran con forceps. La luz artificial le cae de
frente y le hace dar un alarido atroz. “Sé valiente, hijo, no dejes que
vuelva el terror. Tu hermanito nació bien y espera por ti.”
2.- ¡La ventana está vacía! “Ten paciencia, mi niño. Todo va a ser
diferente. Vuelve a dormir.”
El silencio de Claudio
Vuelve a dormir. Sueña con él. Suéñalo con todas las fuerzas de tu
respiración.
3. “Despierta ya!” Abre los ojos. Empezarás a verlo de a poco, pero tienes
que saber mirar. Para saber escuchar hay que escuchar los latidos de su
corazón… el vaivén de su respiración…
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Claudio, mira, te busca por la ventana mirando por la ventana. Está
tranquilo, sereno, sabe que esta vez sí va a encontrarte.
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Enrique GIORDANO
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NO LOS ABRAS. DEJA QUE EL ZENIT SE LLEVE A TU(S)
PADRE(S) AL CENTRO MISMO DEL INFIERNO. HAZLOS
DESAPARECER COMO A UNA FOTO VELADA. HAZLO
DESAPARECER COMO ME HICIERON DESAPARECER A
MÍ EN UN PUNTO REFRACTARIO DE LOS ESPEJOS POR
TODA UNA VIDA.
¡No mires! La mayor de las perversidades que ser humano pueda concebir
es recurrir a la mentira para tapar su inmundicia y, peor, mi Claudio,
ENTERRAR a SERES INOCENTES entre los
El silencio de Claudio
coágulos de su propia sangre putrefacta.
¡No mires, por favor!
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Enrique GIORDANO
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Cierra los ojos. Ábrelos cada vez con mayor profundidad. Sigue
El silencio de Claudio
intentando, Lorenzo. Yo estoy aquí. Muy pronto darás con el
punto preciso de mis pupilas.
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