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¿Qué es la creación? ¿Qué es el arte? Me pregunto y te pregunto, querido lector.

¿Qué es lo que
hace que lo creado se convierta en arte? ¿Es la mirada? ¿Es el misterio, lo indecible? Creo ya no
para explicarme, eso fue hace mucho tiempo, me digo. Simplemente creo porque sé que no puedo
hacer otra cosa, no tengo elección. La creación inunda el entorno del creador. Tanto, que es
imposible no hacer otra cosa que crear. El arte es así lo único posible en el creador. Pues se ampara
en él y hace de él su viaducto para poder mostrarse al mundo. Un arte que no inunda el día a día del
creador, no puede considerarse como tal. El arte se nutre de las obsesiones del artista. La creación,
de este modo, es la única vía para que esas obsesiones tomen forma y puedan ser mostradas ante ti,
espectador.

Te dirijo esta carta a ti, que sabes ver, que sabes apreciar aquellas obsesiones que me sustentan.
Solo tú eres capaz de saber que las obsesiones que te muestro son producto de mis más intimos
deseos, mis más íntimos anhelos. Los pájaros, las aves. La feminidad, el lado sensible de las cosas.
Las flores, las plantas. En todo ello encuentro un resquicio de fe y esperanza, de juego y me
atrevería a decir, ninguna carencia. En ellos se encuentra la libertad soñada. La creación es así una
forma de libertad, de ser libres ante el mundo, de poder elegir qué mostrar en él, aunque las
obsesiones sean las que manden. Te escribo a ti, lector, tú que desconoces mi forma de crear: ¿sabes
cómo cantan los pájaros que amo? ¿sabes cómo florecen aquellas plantas pegadas sobre el lienzo, la
página en blanco? Ambas cosas lo hacen dentro mío. Lo hacen de tal manera que ni siquiera yo soy
capaz de darle nombre ni palabras a la creación misma. Salen del misterio. El arte es un misterio
que nos es velado. El arte como necesidad intrínseca de lo no visible, de lo indecible. Así pues, la
creación surca los mares de lo que no conocemos y no podemos conocer, pero que atisbamos
gracias a nuestras obsesiones. Son ellas las que le dan forma. Las que lo hacen visible. Me pregunto
si todas esas visiones, esos destellos de conciencia que todo el mundo puede ver en el arte, ya sea
en una pintura, una pieza musical o una fotografía no son sino reflejos de nuestro mundo interior.
Creo que el artista canaliza su interior de manera que lo representado deja en cierto modo de
pertenecerle a él para pertenecerle al mundo. Las obsesiones son asi señuelos de lo que puede ser,
terminan por dejar de ser misterio para empezar a ser mundo, nuestro mundo. Un mundo lleno de
deseos y anhelos, de esperanza, de vida soñada.

Tenemos el arte para no morir de desesperanza, dijo alguien. Efectivamente así es. Tenemos el arte
porque no podemos tener otra cosa. Me agarro a la creación aunque sea un clavo ardiendo. En la
creación el mundo no se escinde, al contrario, se unifica. Se unen los opuestos, se juntan los polos.
Tenemos la creación para unir al mundo de la escisión que la tempestad hace en nosotros. Una vez
que mostramos nuestro arte, la tempestad cesa, da paso a la calma. Una sensación de agradable
estar en el mundo, nuestro mundo.

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