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Análisis Del Poema de Stéphane Mallarmé PDF
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Mallarmé no se decide a publicar su égloga sino diez años después de comenzada la primera versión.
En junio de 1865 se titulará Intermède héroïque. En julio del mismo año el poema lo absorbe hasta el punto
de robarle el sueño. Lo titula ahora Monologue d'un Faune. Je t'écris peu -explica a Henri Cazalis- par ce
que mon Faune me tient par les cheveux et ne me laisse une minute. En marzo de 1866, habiendo consagrado
el invierno a su Hérodiade, anuncia que para el 1º de mayo volverá a su Fauno; que le va a dedicar todo el
verano.
Le ilusiona la idea de que el gran actor Coquelin, en el papel de Fauno, interprete su égloga. Pero
como el poema no se presta para la escena, abandona el proyecto. En fin, en 1875, cuando el editor Lemeere
prepara la tercera serie del Parnasse Contemporaine, Mallarmé le ofrece su obra con un nuevo
título: Improvisation d'un Faune. Lemeere somete el poema a consideración de un comité compuesto por
Banville, Copée y Anatole France. Este último sentencia que, si se publica la égloga, se pondrán todos en
ridículo. Non, on se mosquerait de nous! -escribe-. (Paul Valéry que, medio siglo después va a suceder a
France en la Academia, nunca perdonará este fallo al autor de Les dieux ont soif).
Al año siguiente, bajo el título definitivo de L'après-midi d'un Faune, los 110 alejandrinos de la égloga
se publican en una edición de excepcional belleza. La ilustra Edouard Manet. Formato, papel, tipografía,
todo de exquisito buen gusto. Pero el poema mismo suscita un verdadero escándalo. No mucho después de
aparecido, Mallarmé escribe a Swinburne sobre su Fauno y le dice: Ce rien a le don d'exaspérer la presse
française en ce moment, l'ignore pourquoi.
Sólo más tarde, el éxito del poema será tan extraordinario que su historia exige algo más que un
artículo para dar de él cabal idea. (Así lo entendió el Dr. Henri Mondor quien, en 1948, publicó una Histoire
d'un Faune en un volumen de casi 250 páginas). No sólo las calidades egregias del poema explican este
éxito. La fama del Après-midi se debe también, como ha observado Wallace Fowlie, «a su asociación con
otras artes».
En efecto, entre los pintores que se inspiraron en el Fauno, baste nombrar a Manet y a Matisse.
Huysmans hace un elogio exaltado del poema en A Rebours, en 1884; Debussy compone entre 1892 y 1894
su Prélude à l'Après-midi d'un Faune. Nijinsky concibe una coreografía que en 1912 entusiasma a París.
El actor J. L. Barrault, en el Théâtre Français teatro para el cual habían sido destinados, en un principio,
los versos, los lee admirablemente.
«Este poema forma el punto central, perfecto, a la par simple y refinado, donde vienen a converger
todas las direcciones flexibles, todas las épocas» (del talento de Mallarmé) asevera Albert Thibaudet. «Allí
se palpa siempre -agrega- esa frescura, esa pulpa de verbo poético, que hacen de sus piezas del
primer Parnasse una cestada de frutas matinales; allí se gustan esos velos de oscuridad tan pronto diáfanos,
esas significaciones que se pliegan, se suceden por efugios multiplicados, esos gestos de alusiones, todo lo
que dará a sus últimos versos su misterio y su fuga».
Henri Mondor, hacia el final del libro arriba citado, expresa: «Con qué lenguaje admirable, tan
despojado de reflejos o aderezos sentimentales, ha evocado la perpetuidad punzante del deseo, la caída
querida o espantada en la bestialidad a que el hombre se arriesga...». Emilie Noulet, que ha hecho una
comparación prolija entre la égloga tal como era bajo el título de Monologue d'un Faune y la versión
definitiva, comenta: «Si la primera égloga manifiesta demasiado netamente la influencia de Théodore de
Banville, la segunda no pertenece más que a Mallarmé. Sobre un cañamazo ajeno, con las sedas de un arco
iris, ha sabido bordar los motivos de su ensoñación personal. Porque L'Après-midi d'un Faune lo revela
entero, como una confesión». Para Valéry el poema es una fugue literaria de temas prodigiosamente
entrelazados. En él todo es extremado en sus aciertos: «Una extrema sensualidad, una extrema
intelectualidad y musicalidad». Y, afirmando que en la égloga se encuentran «las más bellas líneas del
mundo», da como ejemplo estos pareados:
En el aire cargado de espesos sueños de la canícula, revuelva el color róseo de las ninfas:
Si clair
les incarnat léger qu'il voltige dans l'air
assoupi de sommeils touffus.
(Vale la pena transcribir el precioso comentario de estos versos por Thibaudet: «Un vapor de carne rosa»
-dice- «la flor más tenue, el polen de la juventud y de la frescura que flota sobre las humedades de un soto
de estío, he aquí la delicada impresión que realiza el poeta».)
Ahora, en el segundo hemistiquio del tercer verso, sucede al tema de la Sensualidad, el tema del Sueño:
Aimai-je un rêve?
¿Qué es realidad y qué es sueño? En este sitio y a esta hora, están los sueños por doquiera. Dentro y fuera
del Fauno. ¿Qué ha pasado antes del mediodía? Su triunfo erótico bien puede haber sido una ilusión: las
ninfas, creación de sus sentidos fabulosos. (Sentidos fabulosos en doble sentido). Dos ninfas había. Una,
toda ojos azules, la más casta. La otra, toda suspiros, tal una brisa en el día caliente sobre el vellón del
Semicapro:
Comme brise du jour chaude dans ta toison.
Pero no había viento alguno. Ni viento ni brisa en la modorra inmóvil. Salvo el soplo en las cañas de la
siringa:
Entre las líneas 14 y 22 ha aparecido el tema del Arte. Ahora viene el del Recuerdo; le sirve de introducción
(líneas 23-25) un apóstrofe del Fauno a las playas sicilianas urgiéndoles contar lo que ha pasado. Y al
iniciarse el tema del Recuerdo, los versos vienen en cursiva -líneas 25-32-. Fue en estas playas donde él
cortó las cañas de su flauta; fue aquí desde donde columbró una blancura animal en reposo ondular sobre
el oro glauco próximo a las aguas. Al preludio de su flauta, un vuelo de cisnes. ¿De cisnes? ¡No, de náyades!
(Mucho tiempo después, y a despecho de la rectificación de Henri Mondor en 1948, Frederick Chase
St. Aubyn aseverará: The phallic overtones are inescapable here.
Sigue al de la Sensualidad el tema del Arte: un escarceo sobre la música de la flauta. El Fauno urde la
sutil materia de su canto con bellezas que se confunden, de la Naturaleza y de su propia inspiración. Sus
deseos insatisfechos gimen en su música haciéndose -he aquí el famosísimo verso:
Une sonore, vaine et monotone ligne
(Líneas 43-50)
En la línea 52, el apóstrofe a la siringa:
Maligna es la flauta por haber causado la fuga de las náyades. Que reflorezca, como simple caña, a la
orilla de los lagos en que él la ha dejado. Y retorna el tema de la Sensualidad. «Yo, orgulloso de
mi rumor» -dice el Fauno- «he de hablar largo tiempo de las diosas y, en virtud de pinturas idólatras...».
Pero que hable el Fauno mismo:
¡Y cuán maravillosos los seis versos siguientes, los que glorifican el fruto de la vid! En el verso 62, se
anuncia otra vez el tema del Recuerdo:
O nymphes, regonflons des SOUVENIRS divers.
Y el Fauno se afana en la reviviscencia de lo sucedido antes del sueño. Él ha atisbado entre las cañas la
hermosura de las diosas; su ojo lascivo, agujereando -trouant- los juncos, ha adardeado
chaque encolure
inmortelle, qui noie en l'onde sa brûlure
avec un cri de rage au ciel de la forêt...
Entonces ha acudido veloz hacia las ninfas. Sólo dos quedan abrazadas en el sueño, en el paraje de donde
han huido las demás. El Fauno se las lleva hasta un bosquecillo. Más reflexivo y soñador que activo, el
Semicapro nos confiesa en los versos 75-81 que lo que más él goza es la ira de las vírgenes, la delicia de
su esquivez deslizante, sus afanes de fuga:
Los temas del Recuerdo y de la Sensualidad se funden en un largo pasaje que comienza en el verso 62 y
termina en el 92. Hermosa la evocación del lamentable «crimen» del violador: el haber separado a las dos
ninfas unidas en el abrazo y el sueño. Concentró toda su atención en una, esperando que el ardor de esta
se contagiara la otra, a la que, solamente, sostenía con una mano. Pero la presa se le escapa en el supremo
instante del deleite:
Cette proie, à jamais ingrate se délivre
sans pitié du sanglot dont j'étais encor ivre.
El finale consiste en el tema de la Sensualidad sutilmente unido al del Recuerdo y culmina con la
reaparición más insinuada que efectiva, del tema del Sueño:
¡Tant pis! El Fauno se consuela de su crimen: Habrá otras ninfas más complacientes; lo arrastrarán a la
dicha con las trenzas enredadas a los cuernos de su frente de Fauno. (Líneas 93-94) Y aquí llegan los versos
favoritos de Valéry:
Sí, gozará del amor y gozará a la misma Diosa de la Belleza, Venus, que, al atardecer, viene hacia el
volcán donde el Dios del Fuego tiene su fragua:
El semidiós sucumbe, empero, al silencio y modorra de la siesta. Músico, ya nada tiene que cantar; su
cuerpo está cansado. Se dormirá olvidando la reciente blasfemia contra Venus sobre la arena sedienta, con
los labios abiertos al sol que hace madurar las uvas. En su sueño -dice a las ninfas ausentes- verá la
sombra en que ellas se convierten:
Couple, adieu, je vais voir l'ombre que tu devins.