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Aborto ¿de quién?

Olga Consuelo Vélez

Hace algunos días la Conferencia episcopal de Brasil, algunos, religiosos/as y laicado de diferentes corrientes
lamentaron el aborto practicado a una niña de 10 años, en Recife, Brasil, con cinco meses de embarazo, fruto
de la violación de su tío, quien desde que ella tenía 6 años la había hecho objeto de sus abusos y la tenía
amenazada para que no dijera nada. La niña había sido abandonada por su mamá, su papá está preso y por
eso vivía con su abuela. La llevaron al hospital porque “le dolía el estómago”. No parece que supiera muy bien
que le ocurría. Uno de los obispos dijo que “es infame y horrendo el dolor que causa la violación y el abuso
sexual pero la muerte de un ser inocente e indefenso por el aborto es igual de terrible. Ambos son delitos”.
Algunas noticias decían que los que fueron a defender a la niña para que no le practicaran el aborto, le
gritaban a la pequeña de 10 años “asesina”, igual que a los médicos que lo practicaron y al juez que lo autorizó.
Se aducía que había posibilidad de acompañar las dos vidas y garantizar sus cuidados. Un obispo dijo: “Hoy
hago una oración por todos los niños que quisieran nacer, jugar, llorar y vivir, ¡pero fueron asesinados antes
de nacer! Esperamos explicaciones y respuestas sobre este caso”.
Personalmente me gustaría que no hubiera ningún aborto y más me gustaría que no hubiera ninguna
violación. Pero eso es en el mundo ideal. El mundo real, no cesa de dar noticias parecidas a esta, y son muchas,
demasiadas, las niñas, jóvenes y mujeres adultas violadas, abusadas, maltratadas, explotadas no en una
ocasión, sino muchas de ellas, múltiples veces y, de maneras aberrantes, como la de esta niña que llevaba 4
años viviendo esa situación en manos de alguien que todos pensaríamos, sería de confianza: su tío.
No veo, en general, a muchos jerarcas o a los llamados grupos “provida” levantar su voz y salir a protestar
para proteger efectivamente a las niñas, jóvenes y mujeres adultas para que no sean abusadas. Por el
contrario, estos que dicen defender la vida, catalogan de “ideología de género” o de “pro abortistas” a los
que denuncian la violencia contra las mujeres, violencia que ha sido sostenida por una visión patriarcal del
mundo, pero también por una visión religiosa que muchas veces culpa a las mujeres de los que les pasa.
Aquellos que dicen defender la vida deberían trabajar sin descanso para que tantas niñas pueden jugar y reír
y no se les “aborte” su infancia siendo víctimas de abusos desde tan temprana edad. No sé porque no
defienden el cuerpo de tantas niñas que no están preparadas ni física, ni psicológica, ni afectivamente para
un embarazo que ellas ni pueden entender en qué consiste.
En verdad, creo que estas personas que se dicen de iglesia tienen un desenfoque muy grande para afrontar
una realidad tan evidente. Parece que nunca leyeron el pasaje de la mujer adúltera (Jn 8, 2-11) frente a la cual
los fariseos y escribas “celosos de la ley” le llevaron a Jesús una mujer sorprendida en adulterio aduciendo
que según la ley había que apedrearla. Ya la sola pregunta nos hace inferir que Jesús actuaba, no conforme a
la “letra de la ley” sino al “espíritu” de esta: poniendo a la persona en el centro y toda ley a su servicio. Pero
que duros de corazón fueron algunos contemporáneos de Jesús (justamente los más religiosos) y que duros
son también algunos cristianos de hoy. Ellos solo miraban la ley -del mundo ideal- y no la realidad de las
personas. Para el caso de la adúltera, no sabemos por qué había cometido el adulterio, pero por supuesto,
no se dijo nada del varón adúltero que estaba con ella. Y Jesús prefiere callar porque ya conoce la ceguera de
esos corazones y solo por su insistencia les responde: “Aquel que este libre de pecado, que tire la primera
piedra”. Para el caso que nos ocupa -la violación y abuso de una niña desde los 6 años- no hay nadie libre de
pecado frente a tanta violencia física, sexual y psicológica que históricamente se ejerce contra las mujeres. Es
una situación que exige que todos/as levantemos la voz. Es una realidad que llevaría a que todo caso que
ocurra merezca nuestra atención, defensa y, sobre todo, unas respuestas adecuadas al mundo real y con
derroche de misericordia.
Jesús le pudo decir a la mujer: “¿dónde están? Nadie te ha condenado. Tampoco yo te condeno. Vete y, en
adelante, no peques más”. Para la situación de la interrupción del embarazo no se puede acudir a la biblia
para encontrar allí la norma explicita. Pero si es clara la praxis de Jesús sobre la ley al servicio de la vida y no
al revés.
Creo que en lugar de algunos pronunciamientos se necesita gran dosis de humildad para no hablar tanto y
comprender más. Para seguir buscando las soluciones reales -no ideales- frente a estas barbaridades que
vivimos. Es exigencia cristiana protestar contra la vida de tantas niñas, jóvenes y mujeres adultas a las que la
violencia sexual, les arrebata sus sueños y las coloca en situaciones que no buscaron, no están preparadas y
no merecen. Esto también es un aborto y me parece que mucho más grave y doloroso.

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