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Todavía falta mucho para que cambie la situación de las mujeres

Olga Consuelo Vélez

Llega de nuevo la conmoración del “Día Internacional de la mujer” y se esperaría que las cosas ya fueran
diferentes. Por supuesto hay muchos cambios: a nivel legal se han ganado los derechos negados por tantos
siglos y algunos “techos de cristal” se han roto. Hay muchísimas más mujeres profesionales y su liderazgo y
presencia en distintos ámbitos es innegable. Otra imagen de mujer emerge, con más conciencia de sus
derechos y con voz firme para exigirlos. Pero junto a estos logros siguen pendientes demasiados cambios.
Me atrevo a nombrar algunos. Las mujeres ya ocupan muchos campos en el ámbito civil pero cuando
cierran la puerta de su casa, las cosas no siempre han cambiado. Así lo describía una mujer hace pocos días
mostrando como el doble trabajo para la mujer sigue siendo una realidad. No siempre es porque los
varones no realicen taras domésticas. También es porque está tan metido el imaginario de la mujer
encargada de la casa, que muchas de ellas no logran repartir tareas porque creen que por “ser mujer” lo
hacen mejor, o les toca o sin ellas todo se haría un caos. Algunas dicen que en su casa no hay machismo
porque su marido “ayuda” en las tareas de la casa. Esas expresiones muestran que la paridad en el hogar es
todavía algo a conquistar, en los actos, pero sobre todo en la mentalidad.
Otro aspecto que muestra todo lo que falta son los llamados “micromachismos” que se dan en todos los
ambientes. Como ya las mujeres están más conscientes de la sociedad patriarcal, notan mucho más la
cantidad de gestos, palabras, comentarios, chistes, etc., que siguen manteniendo la discriminación hacia las
mujeres. Pero los varones se molestan cuando se les hace caer en cuenta de que esas expresiones no son
las adecuadas y dicen que prefieren a las mujeres que no se fijan en eso. Y no faltan las mujeres que caen en
ese juego sutil y afirman que ellas no viven ninguna opresión. En realidad, con eso reflejan, que la
mentalidad patriarcal esta tan introyectada en las mujeres y que el miedo a perder algún tipo de aceptación
es tan fuerte, que eluden estas reflexiones y así se fortalece el patriarcalismo.
En la televisión es llamativo ver que hay mujeres muy valiosas en su papel de periodistas, conductoras de
programas, etc., pero si se observa con atención, tienen una exigencia tan alta de lucir su belleza y
mostrarlo con su maquillaje, vestido, zapatos, etc., que se nota fácilmente lo acartonadas que tienen que
estar mientras que sus compañeros varones que ejercen el mismo rol, se visten de manera cómoda. Pero a
los varones no se les exige de la misma manera la apariencia física, mostrando así que la mujer sigue siendo
de alguna manera un objeto estético que contribuye al posicionamiento de ese programa no tanto por sus
capacidades sino por la belleza que pueda ostentar. Por supuesto también esta el mundo de los “galanes”
pero a las mujeres se les exige, como en casi todo, el doble.
Pero nada de lo anterior se compara con la violencia física, sexual, psicológica, social, cultural que siguen
sufriendo las mujeres. Los feminicidios no paran, sino que aumentan. Y en el ámbito público la violencia
sexual camuflada sigue siendo una realidad. Se van destapando poco a poco dichas violencias en las
empresas, en la política, e incluso en los colegios, como sucedió hace poco en Bogotá con un colegio de
prestigio que tuvo mucha repercusión mediática pero que deja ver que las jóvenes que denunciaron lo
hicieron cuando ya habían salido del colegio. ¿En cuantos colegios y en instituciones universitarias suceden
cosas semejantes y cuántas niñas y jóvenes siguen sin denunciar por temor al estigma social? Es mejor
quedarse calladas e intentar olvidarlo para no ser parte de esa larga lista de mujeres que han padecido
tantas clases de violencia, especialmente sexual, pero que la sociedad patriarcal no denuncia, ni castiga,
sino que estigmatiza y elude la responsabilidad.
Y, en todo esto, es imposible no mencionar a la iglesia que todavía no abre las puertas para que las mujeres
tengan voz en los niveles de decisión. Últimamente se ha anunciado el nombramiento de algunas mujeres
en cargos directivos en Roma. Pero cuando se escudriña un poco más el papel que juegan dichas mujeres en
esos cargos, se ve que casi siempre -por no decir siempre- comparten dicho cargo con un varón.
Anteriormente no era así, solo un varón ocupaba ese cargo. Resulta extraño que pareciera que la condición
para nombrar mujeres es que también haya un varón en ese mismo nivel de responsabilidad. De todas
maneras, son tan contadas las mujeres que están en esos niveles de decisión que se comprueba, una vez,
más que todavía falta mucho para que haya esa paridad real entre varones y mujeres.
Por todo esto, conmemorar este día no solo es importante sino necesario. Ahora bien, hace falta tener
coraje para seguir insistiendo en este cambio porque crece también el rechazo a quienes lo seguimos
promoviendo. Sin duda es más fácil contentarse con lo que hay. Gloriarse por lo que se ha alcanzado. No
arriesgarse a ser enlistadas en el grupo de mujeres que rompen la armonía que tiene la sociedad patriarcal
frente a varones y mujeres. Mejor proponer que se tenga paciencia y no se levante demasiado la voz porque
va a incomodar y eso puede ser peor. Tal vez puedan ser válidas esas actitudes. Pero si tantas mujeres
levantan su voz desde los ámbitos sociales, no menos podemos dejar de hacerlo las que estando en los
ámbitos religiosos decimos seguir a Jesús. De no hacerlo estaremos mostrando que no hemos entendido
nada del reino de Dios que exige la inclusión efectiva de todas, todos y todes.
Que esta conmemoración siga develando la persistencia de la sociedad patriarcal y se continúe trabajando
por esta causa, hasta que “la igualdad se haga costumbre”, como bien lo proclaman las mujeres de España
participantes en la llamada “Revuelta de las mujeres en la Iglesia” que por estos días siguen levantando su
voz con la esperanza de que se logren los cambios inaplazables para las mujeres de hoy y de mañana.

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